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Dialéctica del espectador Tomas Gutiérrez Alea INTRODUCCION A veinte aos de la toma del poder puede decirse que la revolu- cién ha dejado atrés sus momentos més espectaculares. La ima- igen que ofrecia el pafs estremecido —aquella increfble caravana que acompané a Fidel hasta su entrada en La Habana, los barbu- dos, las palomas, el vértigo de las transformaciones, el éxodo de traidores y timoratos, los juicios a esbirros, y enseguida la res- puesta del enemigo, y, por nuestra parte, las nacionalizaciones, la radicalizacién del proceso dfa a dia, y después los enfrentamien- tos armados, sabotajes, Escambray, Girén, Octubre... era una imagen insélita e inrepetible. Los hechos por si mismos mostraban en su superficie los cambios profundos sucediéndose a un ritmo que nadie hubiera podido prever. De manera que al cine casi le bastaba simplemen- te registrar los hechos, apresar directamente algunos fragmentos de la realidad, testimoniar lo que sucedta en la calle, para que esa imagen proyectada en la pantalla resultara interesante, revelado- za, espectacular’ En esa coyuntura y estimulado —casi mejor dirfa presiona- do— por la cambiante realidad, surge el cine cubano como una 33 — dctica constante una fisonoméa pr |e permite aparecer con renovada fu sible s6lo a partir del grado racidn activa y crecis mn de la nueva sociedad abilidad que recae sobre ién entusiasta y esponténea del s dirigentes, Bn la medida tas las. de ir do a las masas problemas, fortaleciendo su Tas tareas de desarrollando su coherencia id ndo cotidianamente los princi- pios que animan La vida en Ia cal gen dela reve maciones que si tiempo responder a la exigencias que la propia realidad le hace, debe ir armado, no solamente de cémara y sensibilidad, sino también de criterios sélidos en el plano tesrico para poder inter- pretarla y transmitir su imagen con riqueza y autenticidad. Por otra parte, en momentos de relativa distensién, la lucha entre capitalismo y socialismo se ventila, sobre todo, en el plano ideol6gico. Y en ese plano el cine, en tanto que medio masivo de difusién y medio de expresi6n artfstica, juega también un rele- vante papel. El nivel de complejidad en que se desarrolla la lucha ideol6gica demanda del cineasta una superacion tanto del espon- tanefsmo de los primeros afios que siguieron al triunfo de la revo- lucién como de los peligros que entraiia el esquematismo en que se suele caer cuando no se asimilan orgénicamente las tendencias més evolucionadas, més revolucionarias, mas en boga actual mente, en relacién con a funci6n social que debe Henar el espec- taculo cinematografico. Es decir, el cineasta, el ereador de un pro- ducto cultural que puede alcanzar una difusién masiva, que pone ‘en juego recursos expresivos de cierta eficacia no sélo para re crear ¢ informar al espectador, sino también para conformar gus- tos, criterios, estados de conciencia, si asume plenamente la res- ponsabilidad histérica y social que le corresponde, se ve en la ne- cesidad inevitable de impulsar el desarrollo tedrico de su prictica artistica A partir de lo que entendemos debe ser la funcisn social del cine en Cuba en estos momentos (contribuir de la manera mas eficaz a elevar el nivel de conciencia revolucionaria del especta- dor, armarlo para la lucha ideol6gica que estamos obligados a i= sostener contra las tendencias reaccionarias de todo tipo, c buir al mejor disfrute de la vida...) queremos plantear cuél es, a nuestro juiicio, el nivel mas alto que puede alcanzar el cine —en tanto que espectaculo— en el cumplimiento de esa funcién. Nos preguntaremos, por tanto, hasta qué punto un cierto tipo de es~ pectaculo puede contribuir a provocar una toma de conciencia y 36 una actividad consecuente en el espectador. Nos preguntaremos también en qué consiste esa toma de conciencia y esa actividad que debe generarse en el espectador una vez que deja de serlo, es decir, cuando abandona la sala del espectéculo y se enfrenta de nuevo a la otra realidad, a su vida individual y social, a su vida El cine capitalista reducido a la condicién de mercancia, po- cas veces intenta dar una respuesta. Por otra parte (y por otras ra- zones) tampoco el cine socialista suele satisfacer plenamente esa demanda. Sin embargo, en medio de la revoluci6n y particular- mente en la etapa en que nos encontramos de construccién del socialismo, se deben dar las premisas para un cine verdadera- mente, integralmente revolucionario, activo, movilizador, esti- mulante y al mismo tiempo consecuentemente popular. Las posibilidades expresivas del espectéculo cinematografico sin inagotables. Dar con ellas y realizarlas es cosa de poetas. Aqui rzosamente ha de detenerse nuestro anélisis por el momento. No centraremos nuestra atencién en los aspectos puramente es- téticos sino que colocaremos todo el énfasis en tratar de descu- brir, en la relacién que se establece reiteradamente entre el espec- taculo y el espectador, las leyes que rigen esa relaci6n y las posi- bilidades que ofrecen esas leyes para desarrollar un especticulo \cialmente productivo, Queremos expresar nuestro reconocimiento a los profesores Zaira Rodriguez y Jorge de la Fuente por la ayuda y el estimulo que nos han brindado durante la confeccién de este trabajo. CINE «POPULAR» Y CINE POPULAR Se acepta comiinmente que el cine es, de todas las artes, la mas popular. Sin embargo, no siempre fue asf. Durante mucho tiem- po subsistié la confusién en torno al cine en lo que se refiere a su 37

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