Está en la página 1de 13

CAPÍTULO 3

REFRENAR LA LENGUA 3,1-12

Santiago pasa ahora a tratar de otro vicio que brota en


la vida cristiana y del que hasta ahora sólo había
hablado incidentalmente (1,19.26), es decir, de los
excesos que se cometen con la lengua. Santiago alude
a la gran tentación que experimentan todos los
judeocristianos de darse tono en las asambleas
religiosas como intérpretes de la Escritura y maestros
de la fe (3,1), y con esta ocasión expone el poder
diabólico de la lengua no dominada (3,3-12). Se sirve
de ideas familiares a los judíos y judeocristianos, con
las cuales pone ante los ojos, en forma gráfica, los
efectos destructores de la lengua desenfrenada. Su
exhortación a dominar la lengua y a subordinarla al
espíritu de la fe y del amor es válida para todos los
cristianos.

1. NO PRETENDÁIS SER MAESTROS (3,1-2a).

1 No os constituyáis muchos en maestros,


hermanos míos, sabiendo que tendremos un
juicio más severo. 2a Pues todos nosotros
fallamos con frecuencia.

Todo varón israelita mayor de edad podía pedir la


palabra en la sinagoga durante el acto cultual y
explicar la Escritura, fortalecer la fe, instruir, edificar,
exhortar o consolar. También Jesús lo hizo 36. Pero los
doctores de la ley, que habían estudiado la Escritura y
gozaban de gran reputación, constituían un grupo
aparte. El cristianismo primitivo conservó esta
institución; también en él los maestros constituían un
grupo aparte, que gozaba de gran consideración 37. Es
más, se admitía en principio que había que acoger a
tales maestros como al mismo Señor, pues hablaban
en su nombre 38. No debe maravillarnos, pues, que
muchos aspirasen a aparecer como maestros sin que
los motivos que les impulsaban fueran siempre
totalmente desinteresados, libres del afán de prestigio
y de la codicia de honores. Santiago pertenece al grupo
de los maestros y puede juzgar por propia experiencia.
Sabe decir la palabra oportuna, que manifiesta además
sus propios sentimientos. Recuerda la gran
responsabilidad que tiene quien habla en nombre de
Dios. Cuando se trata de la fe y de la salvación de las
comunidades, las reflexiones y exhortaciones
puramente humanas pueden provocar no sólo
creencias erróneas, sino incluso la condenación. En
este punto no es posible rehuir la propia
responsabilidad 39. Si a todo cristiano se le pedirá
cuenta de sus palabras (Mt 12,34-37), con razón,
¡cuánto mayor se le pedirá a quien, en nombre de
Dios, predica la palabra revelada y la interpreta
autorizadamente! El destino de los maestros y
dirigentes del pueblo judío es un ejemplo estremecedor
para los encargados de divulgar la palabra de Dios...

¡Cuán pesada se hace esta responsabilidad, si se


contempla la miseria del creyente que ocupa un cargo
de gobierno y que falla sin cesar! Lleva la palabra de
Dios en manos débiles y torpes e incluso, a veces, no
totalmente puras. La advertencia de Santiago no va
dirigida sólo a aquellos a quienes está confiado en la
Iglesia el oficio de enseñar, sino a todos los que tienen
algo que decir en la Iglesia, a todos nosotros, que nos
erigimos constantemente en censores y jueces de
nuestros hermanos en Cristo, a los que nos gusta tener
bajo nuestra tutela y tratar como a niños, mientras
nosotros, en cambio, difícilmente prestamos oídos a los
sabios consejos de otra persona. ¡Cuántas veces se
abre paso un celo que no estaba iluminado por la luz
divina y que es interesado, que no se preocupa tanto
por el honor de Dios cuanto por el propio! El poder
religioso es el más peligroso, porque penetra hasta lo
más profundo de la persona, le concede la autoridad
máxima y no es difícil que tras la causa buena y
honesta que se persigue se escuden la hipocresía y la
ilusión. ¡Qué enorme daño han causado a la Iglesia los
predicadores de la palabra divina (damos a la
expresión un sentido amplio) que no estaban
iluminados por Dios y eran ineptos, indignos e impuros!
La seria advertencia de Santiago es muy oportuna.
....................
36. Cf. Lc 4,16-30; Act 13,14-52; 15,1-7; 16,13-15; 19,8-10.
37. Act 13,1; ICo 12,28s; Ef 4,11; Hb 13,7.
38. La doctrina de los doce apóstoles es un antiguo escrito que
tuvo su origen a fines del siglo I o a principios del II d.C., en
Palestina o en Siria. Esta obrita recopila las reglas y preceptos
«apostólicos», que debían guardar los cristianos. El capitulo once
da reglas sobre la conducta que hay que observar con respecto a
los maestros y profetas cristianos itinerantes.
39. Así lo demuestra claramente la lucha que pronto resultó
necesaria contra los falsos maestros y profetas de la antigua
Iglesia: cf. Act 15,1.24; Ga 1,7; 2Co 10,12-18; 11,12ss; ITm 6,3ss;
2Tm 2,14ss; Tt 2,10; 2P 2,3; IJn 1,18-28; 4,1-6; 2Jn 7ss; Ap
2,2.14.20s.24.
....................

2. ES PERFECTO QUIEN NO FALLA EN EL HABLAR


(3,2b-4).

2b Si alguno no falla en el hablar, ése es varón


perfecto, que puede refrenar también el cuerpo
entero. 3 Si a los caballos les ponemos frenos en
la boca para que nos obedezcan, gobernamos
también todo su cuerpo. 4 Mirad también las
naves. Con ser tan grandes y estar impulsadas
por fuertes vientos, son gobernadas por un
pequeño timón, a voluntad del piloto.

A primera vista esta argumentación no parece del todo


evidente. Hay muchos que saben dominar bien su
lengua y distan mucho de ser perfectos. Y sin embargo
Santiago ha tocado aquí un punto esencial, no sólo
para los orientales, de expresión viva y espontánea,
sino para todos nosotros. En efecto, la palabra es el
medio adecuado para los actos y relaciones humanas.
Por medio de la palabra el hombre sale de sí para
comunicarse con su prójimo; mediante la palabra
interviene en el acaecer común a todos los hombres. La
palabra tiene un poder inmenso, tanto para el bien
como para el mal. Las palabras no son sólo un sonido,
no son como el humo; mediante la palabra el hombre
actúa y se manifiesta; sus palabras pueden ser de
amor, de unión, de entrega o de dureza, de traición, de
burla, de odio y de destrucción. La palabra de Dios nos
da a conocer el ser y la voluntad de Dios y obra lo que
dice; la palabra del hombre nos da a conocer los
sentimientos y la voluntad del que habla, actúa en
nosotros y nos pide una respuesta. Por eso la lengua es
el miembro humano con mayor campo de acción.
Quien es capaz de dominar la propia lengua y de
ponerla al servicio de Dios, ha subordinado a Dios toda
su naturaleza. En la palabra se manifiesta el interior
del hombre...

Santiago muestra esto con las comparaciones del


caballo y de la nave, que expone en forma popular y
llamativa. El hombre puede dirigir el cuerpo grande y
brioso del caballo porque aplica su voluntad
dominadora en el sitio oportuno y la hace prevalecer.
Quien, pues, quiera ser perfecto debe meterse un freno
en la boca, tiene que emplear el don divino de la
palabra con sentido de la responsabilidad, tiene que
dominar los impulsos y las tendencias impetuosas de
su corazón, que se adueñan con demasiada facilidad de
su lengua.

Con la comparación de las grandes naves de vela


expuestas a merced de los vientos se pone de relieve
en forma aún más impresionante esta misma verdad.
También en la nave es preciso acudir al puesto debido,
al timón, y entonces basta un movimiento del piloto
para que la enorme nave se someta a su voluntad.
Quien domina sus palabras puede conformar todas las
potencias y miembros de su ser a la voluntad de Dios y
ser perfecto. La perfección de los que procuran cumplir
la voluntad de Dios hay que medirla, pues, por sus
palabras, por el dominio que tienen de su lengua.
Quien, no domina su lengua, no sólo deja de cumplir la
voluntad de Dios sino que produce grandes daños entre
sus semejantes, en el mundo y en la Iglesia.

3. EL PODER DE LA LENGUA ES PERNICIOSO (3,5-8).

a) Es fuente de mal (3,5-6).


5 Así también la lengua es un miembro pequeño y
se gloría de grandes cosas. Mirad cómo un fuego
tan pequeño incendia bosque tan grande. 6
También la lengua es fuego; como un mundo de
iniquidad, la lengua está colocada entre nuestros
miembros, contamina todo el cuerpo, inflama el
engranaje de la existencia y, a su vez, es
inflamada por la gehenna.

No debe sorprendernos que la palabra del hombre, y


por tanto su lengua, tenga una fuerza tan terrible; es
la misma fuerza que está tras las palabras del hombre:
Puede ser el espíritu y la voluntad de Dios o bien el
espíritu demoníaco de Satán y su fuerza destructora.
Dado que Santiago quiere exhortar al recto uso de la
palabra, pondera las perniciosas consecuencias de las
palabras que brotan de un corazón irresponsable,
maligno. Igual que el fuego, destruyen todo lo que se
pone a su alcance. Una vez que el mal se ha apoderado
de la palabra y ha penetrado en el mundo, lo consume
todo, hasta que no queda más que destrucción y
cenizas. No es sólo la palabra de Dios la que actúa
eficazmente en el mundo; también es eficiente la
palabra de Satán, que resuena en el mundo por medio
de la palabra humana. La guarida y el refugio de la
maldad es el corazón del hombre. Del eje de la rueda,
del centro alrededor del cual la rueda gira, del corazón
del hombre proviene el mal que, por la palabra, puede
llegar a enseñorearse de la sociedad humana y de su
destino.

El cuadro que Santiago traza del hombre es muy


sombrío. La naturaleza caída del hombre es un campo
abierto a la acción del mal y del infierno, de forma que
el hombre se convierte en cómplice, mensajero y
heraldo del padre de la mentira y del que es homicida
desde el principio (cf. Jn 8,42-47). Esta acción del
diablo sobre el hombre es origen de desgracias tanto
en los vaivenes de la propia vida como en la sucesión
de generaciones. Este es el significado de la imagen del
engranaje de la existencia, desde cuyo eje el fuego
destructor se va extendiendo hasta abarcar toda la
vida.

Santiago habla iluminado por la revelación de Jesús. En


efecto, la imagen del engranaje de la existencia tiene
el mismo significado que la suciedad que brota del
corazón maligno del hombre y que la lengua arroja al
exterior. «El mundo de la iniquidad» 40 tiene sus raíces
en el corazón del hombre, dominado por el espíritu de
este mundo, porque todo lo malo tiene su origen en el
corazón malo: homicidios, adulterios, fornicaciones,
robos, falsos testimonios, blasfemias, todos los malos
pensamientos, deseos e intenciones malas (/Mt/15/19;
cf. /Mc/07/15/21ss). Todo el hombre se contamina con
el lenguaje desenfrenado que mana de los malos
sentimientos del corazón. Ha incurrido en el castigo de
Dios. ¿Es posible observar sin horrorizarse el poder
diabólico de este lenguaje en las relaciones humanas y
en la propia vida? ¿Es posible no darse cuenta de la
obra destructora que se lleva a cabo y de la deuda que
se contrae? ¿No estaría más seguro nuestro destino y
el del mundo si fuéramos conscientes de la
responsabilidad que tenemos por nuestras palabras,
purificásemos el corazón, fuente de todos los males, y
apagáramos esa hoguera calamitosa?
....................
40. En el texto original, la expresión «mundo de iniquidad»
tomada de Eclo 17,6a, no acaba de encajar. Además no se ve bien
claro si esta expresión se refiere al fuego o a la lengua. Muchos
intérpretes creen que era una nota marginal, que se intercaló en eI
texto. Sin embargo, no se puede llegar a una conclusión clara y
definitiva. La traducción que ofrecemos es la que parece reproducir
mejor el sentido del contexto.
....................

b) Es un poder indómito (3,7-8).

7 Todo genero de fieras, de aves, de reptiles, de


animales marinos son domados y domesticados
por el hombre. 8 Pero ningún hombre puede
domar la lengua, mal incansable, lleno de veneno
mortal.

No es empresa fácil domar la lengua, porque el mal


está enraizado en lo más íntimo del corazón. Y. sin
embargo, ¡qué paradoja!: el hombre puede someterlo
todo a su voluntad, todo tiene que servirle como él
quiere; lo único que no puede dominar es su propia
persona, su palabra, su lengua, su corazón. ¡Qué
dominador tan pobre que no puede dominarse a sí
mismo a pesar de que Dios le hizo soberano de este
mundo! Santiago indica con mucha delicadeza esta
soberanía del hombre al recordar, aludiendo a las
cuatro categorías de animales, el encargo que Dios dio
al hombre de someter la tierra a su dominio (Gén 1,26;
9,2).

El hombre debe mostrarse también señor y dueño de


su lengua, de esa serpiente inquieta, venenosa,
mortífera, cuyos movimientos van dirigidos por las
malas tendencias del corazón (cf. Sal 139,4). Obrando
así, cumplirá el encargo de someter el mundo que Dios
le ha confiado, llevará a término su vocación de vivir
según la voluntad del Creador. La lengua es un mundo
de iniquidad, que es imposible dominar; esta
sentencia, aparentemente pesimista, no lo es en
realidad. Dirigida a cristianos, redimidos por la sangre
de Jesús, tras la afirmación late una pregunta: ¿Vais a
permitir que se pueda decir esto de vosotros? ¿O vais a
tomar en serio la libertad que se os acaba de dar sobre
el mal y el maligno?

4. SÓLO BENDICIONES DEBE PRONUNCIAR EL


CRISTIANO (3,9-12).

a) La triste realidad (3,9-10a).

9 Con ella bendecimos al que es Señor y Padre, y


con ella maldecimos a los hombres, hechos «a
imagen de Dios» (Gén 1,26s). 10a De la misma
boca salen bendición y maldición.

Con el uso de la primera persona del plural, Santiago


da una gravedad conmovedora a su confrontación
inexorable con la triste realidad. Cuando habla de
maldecir a los hombres no se refiere tan sólo a la
costumbre judía de maldecir a los impíos, a los
malhechores y a los adversarios 41 -conducta que
Cristo superó con el mandamiento del amor al
enemigo-, sino a la actitud demasiado humana de
hablar mal del prójimo y alegrarse de su desgracia. El
contraste que Santiago presenta es aún más triste
cuando quienes tratan sin amor y con odio a sus
hermanos o prójimos, criaturas e hijos del mismo
Padre, son cristianos que llenan su boca de oraciones y
frecuentan los actos del culto.

Si queremos ser imagen de Dios, que se preocupa


también por los malos, y seguir el mandamiento y el
ejemplo de Cristo, hemos de amar a todos los
hombres, incluso a nuestros enemigos, honrarlos, orar
por ellos y devolverles bien por mal 42. Santiago
recuerda indirectamente la «ley regia» (cf. 2,8.13).
¿Cómo puede alabar realmente a Dios quien insulta y
maldice la imagen viva de Dios? ¿Cómo puede honrar
sinceramente a Dios quien no honra a su criatura?
¿Cómo puede amar de veras a Dios quien aborrece y
odia a su prójimo, hijo del mismo Padre?
....................
41. Cf. Sal 109,17s; Rm 3,14.
42. Cf. Lc 6, 28; 23,34; Rm 12,14.
....................

b) La verdadera realidad (3,10b-12).

10b Esto, hermanos míos, no debe ser así. 11


¿Acaso la fuente echa por el mismo caño lo dulce
y lo amargo? 12 ¿Puede, hermanos míos, la
higuera dar aceitunas, o la vid higos? Tampoco el
manantial salado puede dar agua dulce.

Tal proceder es antinatural 43. En ninguna otra criatura


se da semejante paradoja. Por ser criatura de Dios, el
hombre tiene que respetar a su prójimo; por ser
cristiano, debe amar con amor fraterno a los demás
cristianos. Sólo así se ajustará al orden divino de la
creación redimida. Quien produce frutos distintos de los
que corresponden a su naturaleza no procede de Dios;
sus palabras descubren un corazón maligno, dominado
por el infierno; evidencian su hipocresía y atraen sobre
él el castigo de Dios. Quien está llamado a alabar a
Dios como hijo tiene que respetar, bendecir y amar a
su hermano. No hay otra solución para un cristiano.

Las preguntas inexorables de Santiago no admiten otra


respuesta. El autor interrumpe su razonamiento,
porque es evidente.

Ser cristiano significa proclamar la palabra que nos ha


sido confiada y ponerla en práctica, movidos por el
Espíritu y por la voluntad de Dios y por un corazón que
se ha convertido al bien.

Referido a Dios, proclamar y poner en práctica la


palabra equivale a alabarle; referida a los hombres, la
palabra ha de ser palabra de amor y de bendición.

Cuando un cristiano hace esto, queda liberado del


espíritu diabólico de la mala palabra y prepara el
camino al poder salvÍfico de la palabra de Dios.

¿Al servicio de quién está nuestra lengua?


....................
43. En estos versículos no se trata de la manera de ser y de la
trascendencia de la lengua, sino de la incompatibilidad entre la
maldición y la bendición. Las comparaciones que presenta Santiago
no se hermanan muy bien, pero coinciden en una idea central, es
decir, que tal modo de proceder es antinatural.
....................

VI

CONTRA EL ESPÍRITU MUNDANO, LA ENVIDIA Y EL


EGOÍSMO 3,13-4,12

Pasa ahora Santiago a atacar las causas de las


discordias, faltas de caridad y tensiones existentes en
las comunidades, y lo hace formando una especie de
línea discursiva con una serie de proverbios que en
realidad tienen poca vinculación unos con otros. El mal
ha de ser descubierto desde diferentes lados para
poderlo vencer más fácilmente. Comienza exponiendo
la norma fundamental de buena conducta: el amor
manso, que fomenta la paz. Esta es la verdadera
sabiduría venida de arriba (3,13-18). Luego descubre
las causas de las relaciones hostiles: los deseos y las
acciones egoístas, que proceden del espíritu mundano,
que porque no han conseguido superarlo, todavía
domina en tantos cristianos (4,1-6). Finalmente
exhorta a la conversión, a conformarse humildemente
a la voluntad de Dios (4,7-10), a deponer todo juicio
anticaritativo fundado en la propia justicia (4,11-12).
Santiago condensa en casos típicos ciertas faltas
predominantes, y exhorta a todos los cristianos a
desligarse del espíritu del mundo y a tomar en serio,
en su ambiente y en su comunidad, el mandamiento
del amor desinteresado y constructivo.

1. LA VERDADERA SABIDURÍA Y LA FALSA (3,13-18).


SB/VERA-FALSA

a) La verdadera sabiduría se demuestra en el buen


comportamiento (3,13).

13 ¿Quién es sabio y experimentado entre


vosotros? Que muestre con su buen
comportamiento sus obras hechas con sabia
mansedumbre.

¿Hay alguien que no desee ser sabio y penetrar, con su


inteligencia los problemas de la vida, para deducir cuál
es la forma objetiva, sensata y sabia, de comportarse
en la vida práctica? Para el que cree, lo importante es
entender el camino de la salvación y la voluntad
salvífica de Dios. Es sabio quien entiende bien la
voluntad de Dios y vive según ella. Por lo visto el afán
de comprender la revelación divina había provocado en
algunos rivalidades, pendencias y tensiones, como
sabernos que sucedía en las comunidades de aquellos
tiempos 44. Quizá para explicar estas desavenencias
haya que tener en cuenta el problema de las relaciones
entre la fe y las obras (2,14-26). Santiago recalca que
la verdadera sabiduría se demuestra en la vida: es
sabio quien vive dejando que el amor de Dios
determine su obrar. Santiago insiste una vez más en la
voluntad de Cristo y en el modelo de mansedumbre
que en él tenemos (cf. Mt 5,4; 11,29), como ya había
hecho antes (1,21). Es sabio quien vive con bondad,
mansedumbre y humildad, tomando a Cristo por
modelo. Sólo a quien vive así, se promete que un día
poseerá la herencia de Dios (Mt 5,5).
....................
44. Cf. 1Co 1,10; y especialmente 3,3; 14,33; 2Co 12,20; Flp 1,17;
Ef 1,17ss; Col 1,9ss; 2,1-10; 1Tm 6,20 y passim.
....................

b) Raíces y frutos de la falsa sabiduría (3,14-16).

14 Si tenéis amarga envidia y rivalidad en


vuestro corazón, no os gloriéis ni mintáis contra
la verdad. 15 No es ésa la sabiduría bajada de
arriba, sino terrena, animal, demoníaca. 16 Pues
donde hay envidia y rivalidad, allí hay agitación y
toda obra mía.

La regla de discreción de espíritus que aquí se da


muestra que los frutos corrompidos de la sabiduría
orgullosa de algunos cristianos provienen de una raíz
podrida, del espíritu de Satán. La envidia, el orgullo, la
vanagloria, el egoísmo y el partidismo contradicen al
espíritu de Dios. Este antagonismo es el que quiere
poner de relieve la palabra «animal». Aquellos frutos
corrompidos son la causa de las malas obras y del mal
comportamiento de la comunidad y de los individuos.
Lo que se opone al amor, se opone a la verdad; lo que
procede del espíritu del mundo caído, tiene potencia
destructora. Quien, pues, se gloría de su sabiduría y
critica, y juzga y condena a los demás, induciendo así a
confusión y divisiones en la Iglesia, miente contra la
verdad. A los ojos de Dios, aparece como servidor de
Satán. Es terrible que sean tantos los redimidos, los
que siguen cayendo en esta trampa y acaban por hacer
las obras de Satán...

c) Raíces y frutos de la verdadera sabiduría (3,17-18).

17 Mas la sabiduría de arriba es, ante todo, pura;


luego, pacífica, moderada, indulgente, llena de
misericordia y de buenos frutos, imparcial,
sincera. 18 En fin, la justicia es un fruto que se
siembra en paz por los que obran la paz.
En cambio, la sabiduría de arriba, que es un don de
Dios, puede cumplir el precepto de amor establecido
por Dios. Desciende de Dios y por eso puede estar al
servicio de la obra de Dios en el mundo, del
crecimiento interno y externo de su Iglesia. Su objetivo
no es el propio ensalzamiento ni la autojustificación,
sino que la voluntad de Dios se cumpla en la
comunidad de los creyentes. Es precisamente en el
servicio a la comunidad donde la verdadera sabiduría
debe producir sus frutos. El hombre no puede vivir
sabiamente por sí mismo ni para sí mismo; la
capacidad de vivir sabiamente proviene de Dios y se
concede para el servicio de Dios. Por eso, la sabiduría
que se pretende conseguir con las propias fuerzas y en
provecho propio tiene que ser imperfecta e infructuosa
ante Dios: carece de la fuerza necesaria, de buena
orientación y de objetivo acertado. «Si alguno entre
vosotros se tiene por sabio según este mundo, que se
haga necio para hacerse sabio; pues la sabiduría de
este mundo es una necedad para Dios» (/1Co/03/18s).

Santiago enumera siete características de la verdadera


sabiduría, para mostrar su perfección. En primer lugar
es desinteresada, sin hipocresía, es decir, no procede
de ambición de mando ni de afán de prestigio en la
comunidad. Sólo quiere agradar a Dios, y excluye
segundas intenciones egoístas. Por eso puede hacer
desbordar el espíritu de Dios en sí mismo y en la
comunidad de los fieles, como se desbordó en la vida
de Jesucristo. El verdadero sabio, bondadoso para
todos, incluso para los necios, se adapta a todo, es
misericordioso, sabe perdonar y demuestra con obras
su amor a todos los que necesitan su ayuda (d. 2,14-
26). Siempre que es necesario, sacrifica sus propios
derechos y su posición en aras del bien común. Se
pone en guardia contra todo tipo de discordia, de
formación de grupos rivales y de partidismo, y se
esfuerza por fomentar conscientemente la unión y la
paz en la comunidad y en la Iglesia.

Quien así procede, sigue el ejemplo y mandato de


Cristo, que se puso al servicio de todos para salvar a
todos e, igual que su Maestro, sólo puede producir
buenos frutos, y como es bueno cuanto contribuye a la
paz y a la edificación de la Iglesia, los verdaderos
sabios son los que trabajan activamente por la paz de
la comunidad con palabras fraternas, que brotan de un
amor responsable y sobre todo con trabajo
desinteresado y servicial.

Esta semilla produce fruto duradero 45.


«Bienaventurados los que practican la paz, porque ellos
serán hijos de Dios» (Mt 5,9). Dios Padre reconocerá a
estos sabios como sus verdaderos hijos, cuando juzgue
las obras de todos los hombres. ¿Quién de nosotros no
ha experimentado todavía que sólo el amor
desinteresado puede producir frutos duraderos? ¿Quién
de nosotros no ha comprobado que la discordia es
destructora? ¿Por qué nuestra actividad en las
comunidades se ajusta tan poco a la sabiduría que
desciende de Dios, al amor de Cristo?
....................
45. El versículo 18 contiene una frase que en sus orígenes era
independiente, y que fue añadida aquí por razón de las palabras
«fruto» y «paz». Al lado de la traducción que hemos dado hay otra
traducción posible: «La justicia es un fruto que se siembra en paz
para los que obran la paz», es decir, Dios justifica a los que obran
la paz y sólo a ellos, para premiar su conducta. Parece mejor la
traducción que hemos dado, porque en ella aparece mejor el nexo
que tiene la justicia con la eficiente actividad del que es «sabio»
(cf . v. 13 ) .

También podría gustarte