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COMPRENDER LA TRASCENDENCIA DE LAS TIC

Para el usuario, las TIC son las computadoras y los Smartphone; para el vendedor, son la magia de la
comodidad que cada año tiene que volver a comprarse; para el tecnólogo (el hacedor de tecnología), son
los diseños y experiencias que debe concretar en un protocolo, un software y un aparato, después de
innumerables reuniones de trabajo y pruebas detalladas; para un estudioso (filósofo, antropólogo,
sociólogo, etc.), son las ideas que tenemos y las metáforas que usamos y sentimos. ¿Cuál es la verdad
entonces, quién de ellos o de otros define qué son las TIC? Creo que ninguno, sino todos, hay algo en
común que no es fácil ver.
De Saussure tenía razón: “el punto de vista crea el objeto”, por ello, ante los múltiples puntos de vista, el
objeto no es mono-dimensional. En el caso del lenguaje, De Saussure tuvo que plantear dos planos: la
lengua y el habla. En el caso de las TIC, también el asunto se complica con cada punto de vista, pero
también porque las TIC nacen bajo un enfoque, que podemos llamar “Sociedad de la información”, al que
en estos tiempos se agrega otro, el de la “sociedades del conocimiento” (UNESCO, 2005). El primero
destaca la operatividad de las TIC respecto de la información y alcanzan a plantearla como competencias,
concediendo que existen variables sociales y culturales. El segundo parte de considerar las TIC dentro de
las prácticas sociales, en el sentido de Reckwitz (2002), para el que no basta suponer que las TIC son
competencias, dado que han generado un “entorno”. Pero no me adelanto. En esta ruta de las sociedades
del conocimiento, es que reflexiono a continuación.
Creo que podemos empezar con la diferencia esencial entre las TIC y las otras tecnologías: ¿qué las hace
distintas? Rammert (2001) propone que la tecnología está anclada en la preocupación humana por mejorar
incesantemente los procesos, es decir, es la actividad dedicada a mejorar cómo se realizan las actividades.
No quiero decir que es instrumental, para no rebajar la definición, pero podría decirse que es la
trascendencia de lo instrumental (sobre Rammert, he escrito en este enlace). Dentro de esta definición, las
TIC se pueden definir fácilmente como aquella actividad que se dedica a mejorar los procesos de
información y comunicación. Y antes me quedaba en ello. Pero sucede algo extraño con las TIC: han
encontrado una veta de la condición humana que las ha llevado al centro de esta sociedad “actual”. Siendo
tan centrales, resulta complicado operar una reducción y desentrañar y quedarnos solamente con lo
específico. ¿Qué oscuro misterio antiguo han despertado las TIC, qué mito lovecrafiano ha avisorado, de
tal modo que muchos apartan la mirada y no quieren creer que existe? ¿qué espanto y qué adicción genera?
Creo que es una vertiente del pensamiento que lleva a una manía: el pensamiento infinito, en un bucle de
engendrar ecos tangibles de sí mismo, es casi un narcisismo del pensamiento. Para decirlo de otro modo,
las TIC proponen al pensamiento fuera del cerebro o como un espejo donde el cerebro puede contemplarse
en acción, de tal forma que se mejora a sí mismo, se modifica, se corrige, repite sus logros, emulsiona sus
fantasías directamente. Es la tecnología del pensamiento, que es la madre de todas las tecnologías (Small,
2009; Carrasco et al., 2013). Y, en la medida que el ser humano ha nacido como el ser que piensa, y el
pensamiento vivía dentro de él, al colocarse fuera, ha renacido, ha replanteado la naturaleza humana.
Lo que es información y lo que es comunicación empezaron siendo objeto de las TIC desde un enfoque
basto, directo, simplificado: información como dato organizado, comunicación como intercambio de
información. En la medida que los enfoques asumieron las complejidades humanas, es decir, fueron
incorporando paso a paso las distintas dimensiones o niveles de información y comunicación, ya no se
podía eludir que las TIC se convirtieran en la piedra Rossetta del pensamiento humano. ¿Cómo así? La
información se asumía, al principio, desde Shannon, “la frecuencia de aparición de una señal”. Luego, es
el conjunto de señales que son interpretadas de modos distintos al ser aplicados distintos algoritmos (por
ejemplo, esto se observa al iniciar la “www”, con la noción de hipertexto). Este flujo de señales se
decodificaba como imágenes, texto, audios, etc. Luego, el conjunto de información planteado como señales
decodificadas de cierto modo se interpretaba según otros algoritmos o procedimientos en formatos,
contenidos, interacciones, actividades, perfiles, es decir, se había creado paso a paso un “espacio de
representación” a partir de la aplicación de varias capas de procedimientos de intepretación de señales
(como se plante en un CMS, por ejemplo). En otras palabras, se había convertido todo en información, pero
no como un conjunto de señales sino como una gama de distintos tipos de procedimientos, de operaciones
sobre señales.
Esto significa que, en el fondo, nuestra cultura y sociedad son proyecciones entre distintas capas de
señales. Son las operaciones de transformación entre señales las que construyen nuestro universo de
significados (Steiner, en “Después de Babel”, proclama que la cultura es un ejercicio de traducción; Geertz,
que la cultura navega bajo una “descripción densa”). En la medida que estas operaciones se pueden
empaquetar para ser utilizadas por cualquiera a través de aparatos constituidos por hardware, software y
redes entre ellos, se está externalizando y objetivizando de la manera más tangible lo que era prerrogativa
de la interioridad del pensamiento humano. Esto se plantea a través de dos términos que parecen sinónimos
pero parten de perspectivas distintas, por lo que son divergentes y complementarios, y que designan lo
esencial de esas operaciones:
Digitalizar es la operación básica desde el punto de vista de lo que hace la máquina, el nombre común,
convertir todo en operaciones sobre unos y ceros, es la simplificación máxima, que es, por otro lado, la
menos redituable para el ser humano directamente y la que no se ve.
Virtualizar / Modelizar es lo mismo, pero visto desde el usuario, es decir, operar sobre señales que son
significativas para el humano y caracterizar en términos de esas operaciones el mundo que ve ese humano.
Y controlarlo, desde esa virtualización / modelización.
Todo ello trae como consecuencia algo más profundo: el emparejamiento de las relaciones causales con
las relaciones de significado o, para un entendimiento posmoderno, la disolución de su diferencia. Antes de
las TIC podíamos distinguir entre lo que era efectivo, perceptible, y lo que era ficticio o imaginado.
Distinguíamos entre mover un tronco y contar que habíamos movido un tronco o soñar ese hecho. Ahora,
cuando opero sobre una pantalla (u otra interfaz) para mover un tronco, puedo estar moviéndolo o
proponiendo que sea movido en algún momento, de tal manera que es comprobable que ya no esté donde
estaba. O, más allá, que en determinada interfaz “mover troncos” sea simbolizado por “picar globos” y que
consiga, por medio de un videojuego, “picar globos” en gran cantidad con mi avatar y suceda que los troncos
se muevan, es decir, que juegue mi trabajo.
Ciertamente, esto sucedía antes. Cuando los nazis, según Benjamin, usaban la palabra “democracia”, no
significaban “libre elección racional” sino el acceso al control del Estado. El lenguaje se creó para esto, es
decir, manejar sucesos a través de representaciones. En estos tiempos estamos llevando esto más lejos,
tan lejos que se genera otra realidad, eso que llamamos “entornos virtuales” (la articulación de hardware,
software-interfaz y redes para crear un espacio de actuación coherente y verosímil). Por otro lado, el
lenguaje es también una proyección entre sistemas de señales (percepciones, comportamientos, sonidos,
etc.) y supone una serie de operaciones de interpretación, en muchos casos algoritmos que, según la
escuela de Chomsky, son universales. Ahora, estamos trasladando estas operaciones y algoritmos a las
máquinas, que, así como pasó en nosotros al ir activándolos, supondría que se genere algún tipo de
organización autónoma, una versión de la conciencia. Estamos recurriendo a nuestra propia evolución
proyectándola en nuestras máquinas. Del conjunto de nuestro cuerpo, la conciencia (la mente o el
“fantasma en la máquina”) es solo un componente, componente que esta volviéndose autónomo al
desarrollar máquinas que la emulen. Es cierto que tenemos robots que caminan y hacen cosas como
nuestro cuerpo hace, pero lo hacen como una especialización operativa que nuestra mente requiere para
ejecutar una actividad en un determinado contexto. Es posible que en algún momento integremos todos
esos desarrollos robóticos en una sola máquina, que, evidentemente, llamaríamos “androide”. Nunca la
llamaremos “humano”, porque es radicalmente distinto: no es un organismo que se adapta, sino el resultado
de la recreación de un organismo para adaptarse. Tenemos tantas peliculas sobre el tema, tantos cuentos
y novelas, empezando por el Quijote y su relación con Sancho Panza, que empezó como su antítesis y
terminó como su alter ego. Solo si llegamos a proyectar esta novela en este contexto androidico,
llamaremos “humano” al “androide” que nos acompaña en nuestra historia.
En todo esto, estoy suponiendo que es posible reducir la conciencia específicamente humana a
operaciones de varias capas de complejidad creciente, por lo tanto, estoy definiendo la conciencia como
una serie de operaciones de transformación de señales. Y estoy definiendo al cuerpo como un armazón
estructurado para realizar tareas que diseña la conciencia o que están implícitas en su propio existir (como
respirar). Es decir, probablemente estoy cayendo en eso que llaman “petición de principio” porque digo que
las TIC nos conducen por un camino necesariamente, porque, en el fondo, nos concebimos como
máquinas. Creo que el asunto va por otro lado. En la medida que intentemos controlar o modificar nuestro
entorno, hemos llegado a generar dos niveles de percepción: la percepción de la resistencia de lo que
deseamos controlar o modificar y la percepción de lo que proyectamos como estado ideal. Esta segunda
percepción es una alteración de la percepción que reutiliza los recuerdos, capacidad que compartimos con
otros animales y plantas (el crecimiento de anillos de corteza en los troncos es una marca que influye en el
desarrollo presente y futuro de la planta). El ser humano ha logrado articular dos estados que pueden ser
contradictorios entre sí, al mantener también dos tipos de acciones simultáneamente: las que buscan
conservar el equilibrio inmediato y las que buscan alterarlo para un nuevo equilibrio, pues vamos alternando
entre ellas. Como planteó Chesterton, somos un animal contradictorio, pues podemos mantener emociones
opuestas sin decidirnos completamente por alguna. Esta capacidad de proyectarnos ha ido afinando sus
instrumentos al obtener resultados claros en el control y modificación del entorno, a tal punto que hemos
recreado el nuestro como ciudades. ¿Por qué hemos creado ciudades sino como una forma de preservar
nuestra vida, por medio de un entorno graduado a nuestras necesidades o a lo que “imaginamos” que son
nuestras necesidades? Podemos ahora modificar nuestras necesidades, es decir, desaprender y volver a
aprender, crear, derogar y recrear imaginarios que nos gobiernen de otro modo para alcanzar otras metas.
Es decir, nos hemos creado no solo entornos físicos distintos, sino entornos mentales que modificamos,
con dificultad, a través de prácticas sociales (en la línea de Reckowitz y Tuomela). El lenguaje nos sirve
para ello.
Pero parece que no es suficiente para el ser humano. El ser humano tiene una necesidad de palpar, de
entrar en contacto con todo. De percibir todo. Pero nunca ha podido percibir lo que piensa. Se ha dedicado
con fervor y centurias a la escritura y la lectura, que lo ha llevado a la máxima concentración y a “vivir
mentalmente” de modo intenso. ¿No es eso la poesía? creo yo. Percibe de manera intensa pero derivada
lo que escribe y lee. No los toca. Eso sucede ahora, con las TIC: toca lo que piensa, o quiere llegar a
hacerlo. Es una forma de estar en contacto consigo mismo, de concretar lo que llama “yo”, lo que lo define.
Entonces, usa las TIC para proyectarlo. Siempre estamos en Altamira, parece. Pero ahora las paredes
interactúan conmigo, con nosotros, responden, sin poder prever lo que van a responder. Se vuelven reales,
perceptibles.
Volvemos al principio. ¿Cuál es la experiencia que define las TIC? ¿desde qué punto de vista? Todos son
válidos, porque todos buscan lo mismo, sean como usuarios o como creadores o como analizadores. La
experiencia de un entorno que no solo se adapte a cada uno, sino que nos permita percibir lo que somos a
través de lo que hacemos. El usuario hace lo que quiere, el creador hace lo que desea, el estudioso hace
ideas: las TIC proporcionan una sombra sólida con la que podemos moldear el mundo y ver cómo lo vamos
moldeando. Es la percepción y construcción dinámica del pensamiento, la conciencia operante, interactiva
-en términos que hacen sonreír a muchos y dudar a otros- O, para concluir, las TIC son la mediación
simbólica interactiva convertida en práctica social transversal y común hoy en día.
Juan Lapeyre
Tomado de : http://edutec-peru.org/?p=2114

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