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Enero 2019
ÍNDICE DE CONTENIDO
Página
Introducción ............................................................................................................. 1
Conclusiones ......................................................................................................... 16
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Introducción
En el presente trabajo de investigación se describen someramente alguno de los
eventos más resaltantes que conllevaron a generar un alto grado de contaminación
con desechos militares, químicos y balísticos en áreas ocupadas por los EE. UU.
Panamá permitió que el ejército norteamericano usara la isla San José para
experimentar armas tóxicas, con ocasión de la campaña del Pacífico de la Segunda
Guerra Mundial. Por lo destacado en algunos informes de fuentes norteamericanas,
difundidos por medios de comunicación de ese país, se reseñan realidades
perturbadoras de como se experimento en la isla de San José con el gas mostaza
bajo las premuras que demandaba la Primera Guerra Mundial y de cómo se
arrojaron miles o centenares de bombas en la selva muchas de las cuales no
llegaron a detonar, convirtiéndose en amenazas latentes contra personas y el
ecosistema tropical. Ante estas y otras revelaciones sobrecogedoras que someten
a grave riesgo la integridad de personas y la conservación del ecosistema, Estados
Unidos ha tenido dificultades para ir reconociendo su compromiso en el
saneamiento y descontaminación de las áreas de experimentación armamentista,
tanto en la zona adyacente al canal, como en otras alejadas, como es el caso de la
isla de San José.
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Los campos minados y con municiones no detonadas forma parte de una agenda
ambiental global que gestiona la idea de territorios libres de minas, artefactos
explosivos y municiones sin detonar.
Sin un ejército nacional ni los intereses geoestratégicos de los Estados Unidos, las
tierras se han ido adaptando para adaptarse a la identidad emergente de Panamá,
circunstancias fundamentales para que los panameños logren incrementen aún mas
el nacionalismo. Pero también, con estos cambios era perentorio que los Estados
Unidos cooperaran para garantizar que la transición no dejara atrás los peligros para
la salud y la seguridad humana y ambiental, y que se transfiriera a los panameños
la documentación sobre las historias de las tierras que se entregaban a Panamá.
Los tratados firmados, por Panamá como el de la Convención sobre el uso de armas
químicas (CWC) y del Canal de Panamá de 1977 (Torrijos-Carter) comprenden las
principales obligaciones de los tratados relacionadas con las armas químicas en
Panamá. Otros convenios y convenciones firmados por la República panameña
señalan el camino para asegurar las áreas implicadas en esa grotesca campaña
norteamericana, todavía sin terminar, para que Panamá declare una limpieza de
estos materiales de conformidad.
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primeros años del canal, cuando EE. UU. se preparó para ingresar en la primera
Guerra Mundial. El canal se completó sólo unos días antes del estallido de la
Primera Guerra Mundial, en agosto de 1914, guerra en la que se utilizó el gas
mostaza por primera vez en la batalla.
El general William Sibert, el ingeniero del Ejército que había diseñado las esclusas
de Gatún en Panamá ordenó a la primera división de las tropas estadounidenses ir
al extranjero en la guerra, navegando a Francia en junio de 1917. Sin máscaras
antigás y con actividades de guerra química, Estados Unidos no estaba bien
preparado para enfrentar ataques de gas.
En 1930 llegó otro partidario de las armas químicas, el general de división Preston
Brown, momento en que el ejército mantenía una compañía química compuesta por
dos oficiales y 77 hombres quien opinaba: "Durante mucho tiempo he opinado que
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la jungla tropical cálida, húmeda y sin aliento ofrece condiciones ideales para el uso
de gas persistente", en comunicación dirigida a Washington en marzo de 1931.
Brown creía que, en caso de una invasión terrestre, las tropas podrían usar gas para
la defensa.
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Galápagos de Ecuador. Descartó la colonia penal de Panamá en la isla de Coiba
debido a que la presencia de prisioneros podría "complicarlo todo" y otras áreas
debido a la distancia desde los aeródromos, McLeod se estableció en la isla de San
José, la segunda isla más grande del grupo de Perlas en la Bahía de Panamá.
Había una percepción militar hacia lo interno que daba una visión de temor y así era
cómo los militares norteamericanos entendían el terreno tropical en el que estaban
entrando. Pensaban que era algo salvaje para nada importante para ellos, donde
los nativos masacraban a los que quisieran establecerse en el lugar.
Para los militares, esas historias de los indígenas señalaban los peligros de ingresar
a una jungla que estaba compuesta por plantas venenosas, y con esta mala
concepción de lo que representaba la isla, el general de brigada Egbert F. Bullene,
quien había sido designado para dirigir el Proyecto San José, realizó una visita
personal a la isla en noviembre de 1943 y consideró que ese era el sitio idóneo para
el proyecto. Pero por un giro en los valores ambientales, el Estado Mayor del Ejército
retrasó la aprobación de la isla San José como un sitio para experimentos químicos
hasta que se les asegurara que no se dañarían la flora o la fauna rara o no conocida.
Después investigaciones de la no existencia de fauna rara u otra cosa en San José,
el Estado Mayor dio su visto bueno.
El 20 de diciembre de 1943, el Cónsul de los EE. UU. propuso llevar a cabo "ciertas
pruebas de guerra química en las condiciones de la selva existentes" durante
períodos renovables de 60 días en la isla de San José. El acuerdo se hizo con el
gobierno de Panamá y con los propietarios privados de la isla, una firma de la
Ciudad de Panamá llamada Huertematte & Co. Se acordó una tarifa de alquiler de
$15,000 al año. Igualmente, los Estados Unidos solicitaron el consentimiento de
Panamá para construir senderos y muelles, e incorporar este nuevo acuerdo al
acuerdo base de 1942 firmado el año anterior.
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llegaron a la isla para despejar carreteras y utilizaron la pista de aterrizaje y
construyeron muchos edificios para operaciones y las viviendas que el proyecto uso.
Más de 400 hombres alistados estaban estacionados en la isla a mediados de 1945,
así como cerca de 200 oficiales y civiles de los Estados Unidos, Panamá y otros
países, muchas de las tropas del Ejército eran soldados puertorriqueños.
Las minas se almacenaron al aire libre en paletas durante la prueba; los ciclos de
almacenamiento variaron de 30 días a más de dos años, dependiendo del "ciclo de
almacenamiento" asignado a cada mina. El monitoreo de las minas durante el
almacenamiento incluyó el muestreo y análisis periódicos del agente neurotóxico
VX y las pruebas de fugas de las minas, luego finalmente, cada mina era detonada.
El informe disponible indica que las minas VX pudieron haber sido detonadas con
un agente vivo en su interior. El informe explicaba que, durante cada ciclo, tres
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minas (VX o rellenas con simulador) se sometían a una prueba de disparo para
determinar la funcionalidad de las minas y los componentes.
Los Estados Unidos suspendieron la producción del agente VX, así como el cohete
M55, en 1968. La producción de Sarín cesó en 1957, pero se mantuvo en las
reservas de los Estados Unidos hasta la actualidad.
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Sin embargo, se exceptuó para su uso en Panamá desde 1968: el gas lacrimógeno.
El ejército de los Estados Unidos ha reconocido las pruebas de laboratorio limitadas
y controladas de algunos gases lacrimógenos en Panamá desde 1979.
Finalmente, es así como podemos observar que la hegemonía impuesta por lo EE.
UU. para la disposición de las áreas de su estrategia militar, de muchas formas
eludía la participación panameña. Particularmente en la Isla San José se constituyó
en un laboratorio para experimentación con armas químicas de acción masiva, tanto
la imposición y las acciones de contaminación y destrucción del ambiente se
sustentaron en la presión global de la Guerra Fría, donde privaba más los intereses
de los norteamericanos y una defensa del Canal, muy a pesar del criterio de
neutralidad de la nación panameña. A medida que se abre la información militar
norteamericana, se van acumulando nuevas evidencias de que el Comando Sur usó
buena parte del territorio panameño como campo de experimentación de armas
tóxicas, altamente nocivas para seres humanos y el medio ambiente.
Lo más grave y contradictorio del problema es que, sin medir las consecuencias, los
responsables panameños de los tratados canaleros aprobaron entre los convenios
anexos la autorización expresa para realizar pruebas armamentistas para
determinar su efectividad bajo el medio ambiente.
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Ciertas organizaciones no gubernamentales han marcado pautas con grupos
estadounidenses y latinoamericanos, en la idea de que el Gobierno de los Estados
Unidos cumpla con los compromisos que asumió en virtud de los Tratados del Canal
en materia de limpieza del medio ambiente panameño. En estos grupos que
reclaman estas acciones aplican el principio de la limpieza medioambiental el cual
es muy simple, y se basa en el aprendizaje familiar de que “cuando ensucias algo,
lo limpias. Esto es algo fundamental en el caso de agentes químicos y explosivos
tóxicos y peligrosos. Sin embargo, es muy poca la voluntad política de Panamá o
los Estados Unidos para llevar a cabo una buena limpieza medioambiental de los
campos de tiro, donde los estadounidenses abandonaron más de 100.000
proyectiles sin detonar y en el caso de la Isla de San José, donde se han constatado
la existencia de bombas de gas mostaza dejadas por los Estados Unidos.
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los peligros para la vida humana, la salud y la seguridad; y (b) compensación por su
valor residual, si existía alguna.
A finales del año 1998, se expresaba en la prensa panameña que, dentro del
contexto de la conciencia global contraria a la contaminación ambiental, tanto
Estados Unidos como Panamá habían suscrito tratados multilaterales para la
erradicación de armas químicas y en general contra la utilización de sustancias
degradadoras del ecosistema terrestre. Las obligaciones norteamericanas en
materia ambiental, en consecuencia, no estaban circunscritas a los tratados del
Canal, sino que involucraban todas las zonas del territorio nacional donde habían
experimentado, arrojados o sepultado armas o sustancias contaminantes. Sin dejar
de lado irreflexiva flexibilidad de los negociadores panameños que autorizaron la
instalación del Centro de Pruebas Tropicales sin medir las consecuencias. Ya era
hora de que el gobierno reclamara seriamente el cumplimiento de las obligaciones
ineludibles de los Estados Unidos.
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Se trata, por una parte, de una norma de jus cogens1 de imperativo acatamiento al
tenor de lo dispuesto en la Convención de Viena sobre el Derecho de los Tratados.
Por otra parte, no pueden los Estados Unidos sustraerse de su obligación de
respetar el derecho humano reconocido internacionalmente en la esfera ambiental
y que tiene el carácter de erga omnes2, sujeta al general acatamiento de los Estados
Miembros de la Comunidad Internacional.
La relación armónica y el respeto recíproco de los dos países exigían de los Estados
Unidos, la diligencia oportuna, la prudente previsión y el cumplimiento honorable de
los requerimientos exigidos para que al 31 de diciembre de 1999 toda amenaza a la
vida, la salud y la seguridad humana estuviese removida de los sitios afectados. No
hacerlo así implicaría negligencia, incumplimiento de una obligación internacional,
imprevisión y falta de prudencia para no apartarse de la letra y el espíritu de un
compromiso contractual pactado de buena fe.
1jus cogens: como el conjunto de normas imperativas de derecho internacional general, establecidas
por la comunidad internacional de Estados en su conjunto. Las normas de jus cogens no pueden ser
derogadas, salvo por otra norma del mismo rango. Cualquier tratado internacional contrario a una
norma de ius cogens es nulo.
2erga omnes: es una locución latina, que significa "respecto de todos" o "frente a todos", utilizada
en derecho para referirse a la aplicabilidad de una norma, un acto o un contrato. Significa que aquel
se aplica a todos los sujetos, en contraposición con las normas inter partes que solo se aplican a
aquellas personas que concurrieron a su celebración.
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estableció como un compromiso de honor aplicar el Tratado de forma consistente
con la protección del ambiente natural de la República de Panamá.
Y no se diga, a modo de excusa, que los Tratados fueron firmados en 1977 y que
entraron en vigencia en 1979, porque el Gobierno norteamericano tenía la
́ ica y moral desde que se firmaron esos Tratados, por una parte, de
obligación jurid
hacerle honor al compromiso de cumplir con la protección del ambiente natural de
la República de Panamá, y en forma prioritaria, cumplir con la obligación de adoptar
las medidas necesarias para asegurar que toda amenaza a la vida, salud y
seguridad humanas estuviese removida de cualquier sitio de defensa, área de
coordinación militar o porción del mismo, en la fecha en que cesase la autorización
para su uso por las fuerzas de los Estados Unidos (Artículo IV, numeral 4 del
Acuerdo para la ejecución del Artículo IV del Tratado del Canal de Panamá).
3 Contaminación de las Bases Militares / Ambiente Ecológico WWW. El traspaso del Canal
Estados Unidos destruye las armas químicas que dejó abandonadas en Panamá. 2017. Consulta en
línea en la URL: http://www.ambiente-ecologico.com/revist63/accio63j.htm
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organizaciones, de que el Gobierno panameño no ha hecho lo suficiente para que
Estados Unidos cumpla con la letra de los Tratados del Canal de 1977 que lo obliga
a limpiar las bases militares contaminadas. Igualmente, existe conciencia de que
EE. UU. no tiene interés en sanear las áreas contaminadas con explosivos sin
detonar”.
Sigue siendo el interés del pueblo panameño el tener la garantía de que se realice
una descontaminación total de esos residuos militares de tantos años, que ahora
por los procesos propios de la degradación y corrosión natural se vuelven más
peligrosos para los seres vivos que puedan circular en esas áreas. Esta acción que
puede ser realizada unilateralmente entre los países o en cooperación.
Dice el informe de prensa que la antigua Zona del Canal, que alojaba las bases
militares norteamericanas que rodeaban el Canal de Panamá, tenía una extensión
de 143.219 hectáreas. En la actualidad, quedan por revertir menos de 35.000
hectáreas, de las cuales 17.000 corresponden a los polígonos de Nuevo Emperador,
Balboa Oeste y Piña.
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ese país abandonó cuantiosas bombas sin detonar en los polígonos de tiro en
Emperador, Balboa Oeste y Piña.
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Convenio sobre Armas Químicas (CAQ). Este tratado entro en vigor el 29 de abril
de 1997, e el se exige la destrucción de todas las armas químicas del planeta dentro
de los próximos 1 a 15 años. Este convenio incluye las armas almacenadas en
cualquier país en espacio y tiempo., siendo la autoridad nacional para la
implementación de la Convención de Armas Químicas es el Ministerio de Salud.
Negociaciones bilaterales con los EE. UU. para la descontaminación de las áreas
revertidas. Ejemplo de ellas, es la creación del Grupo de Trabajo Conjunto Estados
Unidos-Panamá, grupo informal para ayudar a manejar temas relacionados con los
campos de tiro que revertieron a Panamá.
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Monitoreo de Cuencas que realizó el Instituto de Recursos Hidráulicos y
Electrificaciones (IRHE).
Proyecto del Ministerio de Salud. Evaluación del riesgo a la salud en las poblaciones
aledañas a los polígonos de tiro y ares de bombardeo. Educación ambiental en
salud dirigido a las poblaciones ubicadas en área de riesgo. Dos cursos de
capacitación para facilitadores regionales y locales de salud, en la identificación y
manejo de riesgo por Municiones no Detonadas (MDN).
Transferencia de los polígonos, acciones de seguridad: Los EE. UU. están tomando
medidas agresivas para reducir el asociado con la presencia de MDN en los campos
de tiro de Emperador, Balboa Oeste y Pina.
Conclusiones
La contaminación con sustancias neurotóxicas y de los restos de municiones no
detonadas esparcidas en las superficies o enterradas en las áreas de tiro de las
antiguas bases militares norteamericanas son problemas prioritarios que no se han
resuelto en su totalidad a la retirada del Ejercito de los EE. UU., sobre todo por que
ha habido mucha negligencia en darle el finiquito definitivo con el aseguramiento y
confiabilidad requerido para que los ciudadanos panameños se sientan seguros en
el tránsito y uso de esas áreas.
Si bien en el Tratado Torrijos-Carter de 1977, se dejó claro que la entrega del Canal
y las áreas militares debían ser bajo condiciones de la consideración ambiental, con
el tiempo esto no ha sido logrado del todo, a pesar de que los EE. UU. han intentado
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consignar algunas evidencias de que han emprendido, negligentemente, acciones
para eso.
Se observa que existen muchas dudas de que se haya realizado un grado aceptable
de descontaminación en las áreas implicadas, por lo que el Estado ha realizado
acciones importantes para contrarrestar las acciones negligentes de los EE. UU.
apoyándose en tratados y convenios internacionales que respaldan de manera
globalizada.
Referencias consultadas
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Panamá. Informe. Consultado en línea en la URL:
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El traspaso del Canal Estados Unidos destruye las armas químicas que dejó
abandonadas en Panamá. Diario Clarín Mundo. 2017. Consultado en línea en
la URL: https://www.clarin.com/mundo/unidos-destruye-armas-quimicas-dejo-
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