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¿Y la pena de muerte?...

Al analizar este tema, surge el análisis del expediente 5986-2016 emanado por la
Corte de Constitucionalidad, el cual declara con lugar la acción de
inconstitucionalidad general parcial de los artículos 131, 132, 201, 201 Ter, 383 del
Código Penal y los artículos 12 y 52 de la Ley contra la Narcoactividad, en las frases
y literales referentes a la pena de muerte.
La consecuencia de esta resolución es que los anteriores artículos dejan de surtir
efectos dentro del ordenamiento jurídico, lo interesante es que los artículos
mencionados contenían las únicas siete formas de aplicabilidad de la pena de
muerte en Guatemala, es así que aunque tal pena se encuentre en el artículo 18 de
la Constitución Política de la República, tal artículo solamente contiene las
prohibiciones para aplicar dicha pena, así como los recursos aplicables y una
referencia a que el congreso puede derogarla, sin embargo no señala ningún delito
que merezca su aplicación.
Es entonces que nos damos cuenta que la Corte de Constitucionalidad
básicamente eliminó toda posibilidad de aplicar la pena de muerte en Guatemala y
ello conlleva consecuencias irreversibles en el derecho penal, teniendo en cuenta
que después de estos siete artículos no puede haber forma alguna de extender la
pena de muerte a los tipos ya existentes o aplicarla a nuevos delitos, ya que
Guatemala ha adquirido compromisos internacionales como los que se encuentran
en la Convención Americana sobre Derechos Humanos que expresamente prohíben
la extensión de la pena de muerte después de su entrada en vigor (en 1978).
Por lo tanto, no hay forma viable de aplicar nuevamente la pena de muerte dentro
del ordenamiento jurídico guatemalteco, (a pesar de que la misma está vigente en la
Constitución).
Ahora bien, ¿Cuáles fueron los factores que llevaron a los magistrados a emanar la
resolución que nos lleva a la inaplicabilidad de la pena de muerte? A grandes rasgos
además de la temporalidad de los cuerpos normativos, nacionales e internacionales
que fue mencionada brevemente con anterioridad, cabe resaltar que otro de los
factor (al menos en tres de los siete tipos señalados: parricidio, ejecución
extrajudicial y magnicidio) fue el de “Peligrosidad” en donde se señalaba a grandes
rasgos que, si por las circunstancias del hecho la manera, la ocasión o los móviles
determinantes se revelare mayor y particular peligrosidad del agente, se le
aplicaría pena de muerte, sin embargo, actualmente se ha señalado que la
peligrosidad es un concepto basado en probabilidades que no pueden demostrarse,
contradiciendo aquel principio que señala que nadie puede ser penado por hechos
que no estén expresamente calificados como delitos o faltas por la ley teniendo que
darse esta calificación antes de que se comenta la falta o el delito (principio de
legalidad) aunado a ello la peligrosidad lleva a juzgar a la persona por quien es y no
por lo que hizo, siendo esto insuficiente para la aplicación de la pena de muerte.
Sin embargo, es necesario señalar que no se debe tomar la resolución del
expediente 5986-2016, aisladamente del demás ordenamiento jurídico, ya que esta
es de gran importancia porque si bien la pena de muerte ya no podrá ser aplicada,
y eso es trascendental por ser la vida un bien superior, esta resolución debería ser
el principio de una gran reforma penal ya que el resto de penas aún se gradúan bajo
el mismo concepto, muestra de ello es que en el artículo 65 del Código Penal (como
en otros más) se señala que la fijación de TODAS las penas se debe variar dentro
de su máximo y mínimo, según la peligrosidad del culpable.
Concluyendo que si bien el expediente 5986-2016 fue un gran paso para el Derecho
penal, este no debe quedarse únicamente en la pena de muerte, sino que debe
significar un precedente para comprender que la peligrosidad solo debe evaluarse
bajo criterios emanados de expertos en criminología clínica, acompañados de las
instalaciones adecuadas para la observación, diagnóstico y tratamiento del individuo
criminal o de lo contrario, la peligrosidad será solo un juicio subjetivo de valor, del
juez o del doctrinario, siendo un criterio arbitrario e inverificable.

Mi nombre es Yasmin Raquel Barillas Flores y este fue un somero análisis, sobre
un tema digno de profundizar que parte de la investigación en la que soy auxiliar en
el Instituto de Investigación Jurídica y estudios superiores de la Universidad Rafael
Landívar.

Finalizo citando a Luis Rodríguez Manzanera “Los índices legales no son elementos
suficientes para juzgar el grado de peligrosidad de un individuo, por lo que la simple
reincidencia legal no debe servir de criterio para juzgar”.

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