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En esta carta dirigida a las familias nos habla también sobre la educación que se
imparte en nuestras familias, teniendo la Iglesia un papel específico que
desempeñar y que no sólo es cuestión de confiar a la Iglesia la educación moral
y religiosa de las hijos, sino de promover este proceso de educación del
individuo junto con la Iglesia, por ello en la educación religiosa la familia tiene un
papel muy importante, lo que permite caracterizar a la familia como la "iglesia
doméstica", lo cual quiere decir que los hijos no aprenderá de su fe, si los
padres no ponen en práctica su propio amor a Dios, por ello se da importancia
del ejemplo que los padres bridan a sus hijos.
Juan Pablo II pone hincapié que la mayoría de las personas y de las familias
caen en el "individualismo". El Santo Padre señala que el individualismo
supone un uso de la libertad por el cual la persona hace lo que quiere,
estableciendo él mismo la verdad de lo que le gusta o le resulta útil. No admite
que otro quiera o exija algo de él, no quiere convertirse en una entrega sincera,
el individualismo, por lo tanto es egocéntrico y egoísta, está basado en una
libertad sin responsabilidad, lo que constituye la antítesis del amor que
supuestamente debe darse de manera incondicional dentro de las familias.
Sabemos los desafíos por el cual pasan nuestras familias y Juan Pablo II
mediante este mensaje quiere y busca que entremos en reflexión en relación a
los valores y actitudes que vamos teniendo en nuestra iglesia doméstica, por
ello debemos hacerse esfuerzos para que la familia ore junta todos los días,
darnos un tiempo para realizar el rosario en familia, leer lectura diarias de la
biblia, un tiempo breve de oración, las bendiciones de las comidas, la misa
diaria, etc. Estas prácticas reforzaran la vida espiritual de toda la familia
católica.