La escritura de la historia
El saber histórico es importante para una cultura fundada en la memoria y que sitúa en el pasado sus
referencias fundamentales.
La crónica universal parece dar cuerpo a la historia cristiana lineal. Sin embargo, esto dista mucho de ser así,
puesto que una cronología unificada, fundada en el nacimiento de Cristo no se impone sino muy tardíamente.
La historiografía medieval la ignora: la mayor parte de las crónicas universales se organiza en función de la
sucesión de los emperadores. Pero, poco a poco, se generaliza el uso de la encarnación. Para alcanzar esta
se necesita un gran esfuerzo que permita establecer genealogías reales, imperiales, y pontificales, lista de
soberanos y de grandes personajes para fechar con precisión. Los historiadores medievales se convierten en
virtuosos de la cronología.
La historiografía medieval enfrenta limitaciones. Las bibliotecas carecen de textos, las obras circulan muy
poco. Las fuentes también son escasas. En consecuencia, los libros de historia son compilaciones de obras
precedentes, complementadas con el testimonio del autor y de los contemporáneos que han podido
interrogar. Se ignora todo sobre la critica de fuentes. Si la historia es un saber que se considera importante,
no constituye un oficio de tiempo completo. Tampoco es una disciplina universitaria y ni siquiera se imparte
como una de las artes liberales. Los fines que se asignan al conocimiento histórico limitan su prestigio.
La historiografía medieval esta separada de nuestra propia concepción de la historia por una dobles ruptura:
la sistematización de las reglas de la critica de documentos históricos y la instauración de un régimen de
historicidad moderno, fundo en la separación entre experiencia y espera, que permite hacer del pasado un
verdadero objeto de estudio.
Inminencia (diferida) del fin de los tiempos
Conviene precisar que el apocalipsis no solo concierne al fin del mundo: lo leen como una recapitulación
simbólica de la historia de la salvación, donde se entremezclan el pasado, el presente y el futuro de la iglesia.
En la edad media, apocalipsis no es sinónimo de escatología. La escatología designa lo relacionado con el fin
del mundo y el juicio final, tal como lo anuncia el nuevo testamento y la tradición. El milenarismo es una
variante de la escatología, en el sentido de que es la espera de un futuro asociado con la ultima fase de la
historia universal; pero anuncia el reino de cristo en la tierra, que establecerá un orden paradisiaco de paz y
justicia para todos los hombres.
Si el apocalipsis es un texto explosivo cuya recuperación y enclavamiento exigieron prolongados esfuerzos a
los teólogos de la Edad Media, es cierto en el caso de estos versículos. Su interpretación literal, parece dar la
razón a las corrientes milenaristas y la iglesia se afano en imponer otras. El millenium es el tiempo presente
en la iglesia, reino terrenal de los justos con Cristo, a pesar de la presencia de los pecadores y los ateos que
la persiguen. No es un periodo de la historia por venir, sino su fase actual, destinada a terminar con el juicio
final.
A partir del siglo XI, otra interpretación identifica la primera resurrección con la de los justos al final de los
tiempos, de manera que al millenium se lo despoja de la temporalidad terrestre y se engloba en el juicio final.
La escatología que oficializa la iglesia se caracteriza por la espera del fin del mundo y de los sucesos
dramáticos que han de precederlo. Además de los cataclismos, es sobre todo el anticristo el que polariza la
espera. La espera escatológica al parecer ni se refuerza ni disminuye, sino parece constante si consideramos
la larga duración de la edad media.
Desde la óptica, la inminencia del fin de los tiempos no invita en absoluto a transformar las realidades
sociales, sino mas bien a hacer penitencia y renunciar a los pecados. La espera del fin del mundo es un factor
de integración social, que refuerza la dominación de la iglesia, mientras no se determine una fecha precisa o
un argumento de demasiado detallado. Pues de ser así, la escatología corre riesgo de convertirse en un factor
de desintegración, despojando a la iglesia de ese control cercano. La apuesta de la iglesia consiste mas bien
en alejar cualquier profecía fechada. Es preciso, que la iglesia conserve el monopolio de la “organización de
ese fin del mundo que no llega, de manera que pueda estabilizarse ante la amenaza de un fin del mundo
posible y con la esperanza de la parusía (retorno de cristo).