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Enrique Estrada1
Introducción
El mundo interno del trauma, pretende dar a conocer nuevos horizontes para
la comprensión del trauma psíquico desde una perspectiva que tome en cuenta
la vivencia interna del sujeto y restituir el conocimiento mediante la
comprensión que sobre la experiencia el sujeto tiene de su enfermedad.
Tratamos también de responder a las preguntas tales como ¿cómo es ese mundo
donde la subjetividad ha sido fracturada? ¿de qué imágenes consiste? ¿ cómo se
articula? Debemos de darle un valor al sentimiento de la vida interna que es el
corazón de la humanidad, la cual es una forma de vida psíquica distinta de la
consciencia dual donde las formas del recuerdo y la memoria que involucran
una concientización reflexiva son las mas frágiles y proclives a perderse para
siempre.
El trauma psíquico implica siempre una interacción del “afuera” con lo interno
de cada uno e implica un constante inter-juego entre el mundo externo y el
mundo interno, partiendo del hecho de que lo traumático es consecuencia de un
evento externo y la manera en que esto es vivido por el psiquismo [Tutte, 2004].
Si partimos de esa posición, la experiencia y vivencia de la cotidianidad de la
violencia social es capaz de desestabilizar nuestras estructuras psíquicas
creando en la mayoría de las veces un trauma psíquico en proporción a la
gravedad del hecho social traumático y en función de cómo cada uno de
nosotros se siente involucrado por el acontecimiento, es decir nuestra posición
subjetiva ante el evento.
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Trastornos Mentales, obviando varios aspectos centrales del problema, en
especial, el sentido particular que cobra el acontecimiento traumático para cada
persona. También encontramos un panorama bastante árido en lo que versa
sobre la dimensión cualitativa del fenómeno y la vivencia interna del sujeto en
cuanto a la experiencia misma. Parece ser que únicamente los modelos
psicoanalíticos y fenomenológicos se esfuerzan por explicar esta experiencia
desde una óptica que nos propicie una visión más amplia y personal sobre el
trauma emocional.
Para comprender la experiencia interna de esa vivencia desde una óptica más
profunda, se hace necesario realizar un recorrido histórico, explorar sus
vertientes, conocer sus distintas conceptualizaciones teóricas y explorar las
vivencias en las regiones del tiempo y la memoria.
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similares: que la histeria era causada por un trauma psicológico de
características intolerables para el psiquismo, lo cual originaba una alteración
del estado de conciencia, llamada disociación por Janet y doble conciencia por
Freud, en la cual hacen su aparición los síntomas histéricos. Los puntos de
coincidencia en ambos era que los síntomas somáticos de la histeria
representaban acontecimientos dolorosos eliminados de la memoria consciente
y que, los síntomas histéricos se aliviaban cuando los recuerdos traumáticos
(unidos a los sentimientos que les acompañaban) eran recordados y expresados
verbalmente. La interpretación de los estados alterados de conciencia es
distinta: mientras que para Janet eran característicos de una disposición a la
sugestión y debilidad psicológica, para Freud pueden ocurrir en cualquier
persona.
Al inicio del siglo XX, los estudios sobre el trauma psíquico caen en un período
de olvido, a pesar de la presencia de la sintomatología presentada por los
excombatientes, víctimas de terremotos y explosiones,- que coinciden con la
guerra ruso-japonesa (1904-1906). No es sino hasta la Primera Guerra Mundial
que los soldados expuestos a la constante amenaza de muerte, la presencia de
las mutilaciones y la muerte de sus compañeros que se empiezan a manifestar
conductas similares a las observadas en las mujeres histéricas: llanto y gritos sin
control, parálisis, mutismo, afecto plano, amnesia, pérdida de la capacidad de
sentir. La primera hipótesis para explicar el fenómeno fue la de “Shell Shock”
provocado por el ruido de la artillería que causaba conmoción cerebral. Sin
embargo, la misma sintomatología se dio en personas que no habían sido
expuestas a los bombardeos lo cual abrió el camino para considerar otras
explicaciones, entre ellas la teoría que postulaba los factores emocionales como
responsables de estos cuadros. A éste síndrome se le llamó “neurosis de guerra,
neurosis de combate o fatiga de combate”. Lamentablemente, esta designación
degeneró en una categorización en la cual se cuestionó la calidad moral de los
combatientes, considerándolos cobardes tildándolos de “inválidos morales” y
sometiéndolos a consejos de guerra (Herman, 1997). Stagnaro (1998) nos
informa que para 1918 el tratamiento de la Neurosis de Guerra consistía en
descargas eléctricas para combatir el mutismo. Con el paso del tiempo el mismo
cuadro de Neurosis de Guerra hizo su aparición en soldados que habían sido
condecorados lo que llevó finalmente a la conclusión de que la aparición del
síndrome no estaba necesariamente relacionada con ciertas características de la
personalidad tales como la debilidad o la fragilidad.
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Al finalizar la Segunda Guerra Mundial, el interés por el estudio y la
investigación sobre el trauma cae de nuevo en un impasse sin embargo, al
transcurrir el tiempo se observan consecuencias psicológicas similares a las
presentadas por los soldados en las poblaciones civiles afectadas por
bombardeos en Nagasaki e Hiroshima y en la víctimas sobrevivientes del
Holocausto, lo cual llevó a situar el evento traumático dentro del contexto
sociopolítico en el cual este se desarrolla y surgen los conceptos de “situación
límite” de Bettelheim y “trauma psicosocial” de Martín Baró (Madariaga, 2000).
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Desde el punto de vista fenoménico, la compulsión a la repetición se vincula al
proceso de elaboración de aquello que por efecto traumático resulta intolerable
y reaparece en la conducta, en los sueños, en los síntomas. Es el mecanismo que
lleva al sujeto a caer inevitablemente en situaciones de características
semejantes a las del pasado. Las vivencias traumáticas del pasado pueden
ocupar el mundo intrapsíquico de manera latente, reeditarse en un presente que
trae lo ocurrido una y otra vez, repitiendo lo doloroso y sus desplazamientos. La
compulsión a la repetición puede ser entendida como una manera y un intento
de ligar la experiencia traumática a una nueva situación vital e interpersonal
que la recrea. En la repetición el yo actualiza de manera activa y en tiempos
diferentes lo que en la situación traumática vivenció pasivamente y en un
intento por aliviar lo penoso, puede traerlo y repetirlo, a veces sin registro
afectivo y disociado del mismo (Tutté, 2005)
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El trauma desde la psicología analítica.
De manera general podemos decir que esta nueva perspectiva se enfoca en las
defensas arcaicas del self, el lenguaje mitopoetico del sueño y los cuentos de
hadas, conectando la teoría Jungiana con la teoría contemporánea de las
relaciones de objeto y la teoría de la disociación.
Al estudiar el impacto del trauma en la psique causado por los eventos externos
por un lado y por el otro, al estudiar los sueños y las producciones fantásticas
como respuesta al trauma, descubrimos una singular imaginería mitopoetica
que conforma el mundo interno del trauma. Esta aproximación conduce a la
hipótesis de que las defensas arcaicas asociadas al trauma son imágenes
personificadas como demonios arquetípicos es decir, las imágenes oníricas
vinculadas al trauma representan un autorretrato de la psique en sus
operaciones defensivas (Kalsched, 1996).
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como un falso self (Winnicott, 1960) donde la parte de la personalidad que
progresa hace de cuidador o portero a la parte que sucumbió a la regresión.
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universal en la psique cuya función parece ser la defensa y conservación del
espíritu personal ubicado en el centro mismo del verdadero self de la persona.
Debido a que estas defensas parecen ser “coordinadas” por un centro mas
profundo que el ego dentro de la personalidad, se les llama defensas del Self
(Stein, 1967) y que Jung designó como el lado oscuro del Self ambivalente.
Sin embargo, la psicoterapia con víctimas del trauma no es fácil, tanto para el
paciente como para el terapeuta. La resistencia ofrecida-por esta fuerza
“demoníaca”- en el sistema de auto-cuidado en el tratamiento del trauma esta
bien documentada: Freud comenta las fuertes resistencias del paciente al
cambio haciendo casi imposible el trabajo analítico, por lo que atribuyó el
origen de esta “compulsión a la repetición” a una pulsión hacia la muerte
(Freud, 1920), Fairbairn (1981) lo atribuye a un “saboteador interno”, Guntrip
(1969) le llama un “ego anti-libidinal” que ataca al “ego-libidinal”, Melanie Klein
lo describe como fantasías infantiles de un “ pecho” cruel y malo”, Jung lo
describe como el “animus negativo” y Seinfeld ( 1990) como un “objeto malo”.
Parece ser entonces que esta figura demoníaca interna es aún más sádica y
brutal que el victimario mismo, lo que nos lleva a pensar que estamos ante un
agente arquetípico traumático que se mueve libremente dentro de la psique
misma.
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crece, las defensas siguen funcionando a un nivel de consciencia mágica que es
la misma que estaba presente cuando el trauma original se dio. De tal manera
que cada nueva oportunidad en la vida se confunde con una amenaza de revivir
el trauma en donde las defensas arcaicas se convierten en fuerzas en contra de la
vida misma.
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“Es difícil adivinar el comportamiento y los sentimientos de los niños
tras esos sucesos. Su primera reacción será de rechazo, odio, de
desagrado, y opondrán una violenta resistencia…..los niños se sienten
física y moralmente indefensos, sus personalidades aún débil para
protestar, incluso mentalmente, la fuerza y la autoridad aplastante de
los adultos los dejan mudos, e incluso pueden hacerles perder la
conciencia. Pero cuanto este temor alcanza su punto culminante, les
obliga a someterse automáticamente a la voluntad del agresor, a
adivinar su menor deseo, a obedecer olvidándose totalmente de sí e
identificándose por completo con el agresor. Por identificación,
digamos que por introyección del agresor, éste desaparece en cuanto
realidad exterior, y se hace intrapsíquico; pero lo que es intrapsíquico
va a quedar sometido…al proceso primario, es decir que lo que es
intrapsíquico puede ser modelado y transformado de una manera
alucinatoria, positiva o negativa, siguiendo el principio del placer. En
cualquier caso….el niño consigue mantener la situación de ternura
anterior…..Pero el cambio significativo provocado por el espíritu
infantil por la identificación ansiosa con su pareja adulta es la
introyección del sentimiento de culpabilidad del adulto: el juego hasta
entonces anodino aparece ahora como un acto que merece castigo”.
(Ferenczi, 1932)
Sin embargo, el efecto traumático aparece más tarde como consecuencia del
rechazo del adulto. Esto ocurre cuando el adulto que no puede soportar su
propio rechazo, descalifica el discurso del niño y esta negación interrumpe todos
los procesos de introyección y paraliza el pensamiento, afectando no solo el uso
del lenguaje del niño sino también la posibilidad de la representación y la
fantasía. De acuerdo a Abraham y Török (1994), las palabras del niño son
“enterradas en vida”.
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Ferenczi en su Diario Clínico de 1932 con fechas del 4 y 14 de febrero toma
algunas ideas que ya había considerado en “El problema de la aceptación de las
ideas desagradables” (1926) en el cual se refiere a los estados extremos de dolor
intenso y sufrimiento como: “un gran dolor que tiene un efecto anestésico, un
dolor sin contenido ideacional y no accesible a la conciencia…” (Diario clínico,
febrero 4.)
Tiempo y memoria
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tema común en la literatura del trauma, al igual que en los relatos y
experiencias de sus pacientes que han sufrido una victimización profunda.
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esos mundos discrepantes se sienten como esencialmente e ineductiblemente
imposibles de comparar.
Por otro lado, las experiencias de la vida diaria y sus absolutismos, la validación
por otros de nuestras emociones y experiencias, son brutalmente hechas añicos
por el hecho traumático, logrando así hacer peligrar nuestra realidad psíquica.
La esencia del trauma psicológico consiste entonces, en hacer añicos estas
suposiciones o absolutismos de la vida diaria lo cual provoca una terrible y
catastrófica perdida de la inocencia, la cual altera de manera permanentemente
nuestro sentido de estar-en-el-mundo. La deconstrucción masiva de estos
absolutismos de la vida diaria expone la inequívoca contingencia de la existencia
en un universo impredecible en el cual ya no se puede tener la certeza de su
continuidad (Stolorow y Atwood, 1992). Como resultado, el mundo de la
persona traumatizada es fundamentalmente incomparable con el de los otros y
el abismo en el cual el sentimiento de extrañeza y soledad toma forma.
Trauma y temporalidad
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La otra dimensión que participa de este desgarramiento del mundo tal y como
lo conocemos, es el rompimiento del hilo unificador de la temporalidad, que en
términos de trauma se manifiestan como estados disociados y estados
múltiples.
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alterar la estructura de la temporeidad, también trastoca nuestro
entendimiento o comprensión del ser de uno; es decir, fractura nuestro sentido
unitario de mismidad.
Con lo anterior Stolorow (2007) sugiere que las características clínicas tales
como disociación y multiplicidad pueden ser comprendidas también en
términos del impacto del contexto del trauma en desorganizar y reorganizar el
sentido de ser-en-el-tiempo.
“El mundo nada tiene que ofrecer y tampoco puede el Dasein-con los Otros. La
angustia por lo tanto le roba al Dasein la posibilidad de comprenderse a si
mismo…en términos del mundo y la manera en que las cosas han sido
interpretadas”.
Por otro lado para Stolorow, el trauma también puede proporcionar una forma
de autenticidad del ser-hacia-la-muerte, que se manifiesta en un estado de
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trauma que exhibe las características principales que Heidegger le atribuye a la
angustia. En este sentido, encontramos que las personas traumatizadas muchas
veces sienten que han logrado una “perspectiva”, un sentido de lo que
“realmente importa”. En tales casos, lo que “realmente importa” puede no ser
algo ideal 0 universal pero aquello que pertenece a un Dasein en particular: la
persona traumatizada.
Inferimos por los relatos de la víctimas (Estrada, 2008), que esta experiencia
puede ser calificada de pavorosa y que crea una desazón que cercena el ser de la
persona, reflexionemos: ¿de qué manera la víctima afronta lo malintencionado,
perverso o diabólico que el incesto provoca en la subjetividad? Aunque la
traducción de unheimlich es sinónima de ominoso también el término implica
lo tétrico, lo macabro, sombrío o perverso. ¿ Cómo se aborda esa humillante y
ultrajante realidad?
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relaciones y los vínculos intrafamiliares. El “secreto de familia” hace que todos
sufran sin saber porque y convivan con algo que ignoran, pero que sin embargo
presienten.
Bachofen vio en esto aspectos positivos y negativos del vinculo con la madre, En
el lado positivo “el sentido de afirmación de la vida, la libertad y la igualdad
que impregna la estructura matriarcal” y el aspecto negativo compuesto por
“el estar atado a la naturaleza, la sangre y el suelo, el hombre se ve
imposibilitado de desarrollar su individualidad y su razón. Es siempre un niño
e incapaz de progreso” (cursivas del texto original de Fromm).
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dirección y nos lleva hacia un vacío mental y existencial que nos hace aún más
vulnerables a los fenómenos sociales violentos.
Esta violencia social que empieza a operar dentro una cultura siniestra nos lleva
a tener una vivencia de catástrofe mental que se manifiesta tanto de una
manera grotesca como sutil. En cualquier momento cualquier evento tiene la
potencialidad de convertirse en su contrario. La violencia social es registrada en
términos individuales como terror (Freud, 1926). Antes estos eventos
traumáticos y catastróficos dentro de una cultura siniestra, al Yo no le queda
mas que recurrir a la escisión como mecanismo de defensa para poder convivir
dentro del caos. Creando sin embargo en su interior y conviviendo en
contradicción consigo mismo en el mejor de los casos.
Conclusiones.
La senda recorrida para comprender el mundo interno del trauma, se inició con
los primeros escritos de Freud (1915) en los cuales la concepción del trauma
psíquico se consideraba como un cuerpo extraño por la abreacción del afecto
encapsulado y un recordar afectivo. En breve, se consideró como un
acontecimiento en la vida de la persona caracterizado por su intensidad y la
incapacidad del sujeto para responder a él adecuadamente
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Ferenczi da un giro creativo e insospechado al postular sus ideas sobre el tiempo
del trauma. Ferenczi inscribe su teoría del trauma en la dimensión de un
“presente” que está mas allá del tiempo y la historia, opuesto a un presente
histórico que establece presencia e identidad, en el presente traumático todo se
disuelve; no hay sujeto ni oposición entre sujeto y objeto. Lo que Ferenczi
sugiere es que en la dimensión dinámica y temporal del trauma, nos
enfrentamos a algo que pertenece a la muerte, algo que Freud no pudo
representar “…el trauma es un proceso de disolución que se mueve hacia la
total disolución, es decir, hacia la muerte…” Tal vez, más que hacia la muerte-
como-limite, a lo que Ferenczi apunta es una muerte infinita en el tiempo donde
nada empieza.
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tiempo, se de la posibilidad de que éste (el trauma emocional) sea un
constituyente fundamental de nuestra existencia? Vogel (1994) nos proporciona
una respuesta que probablemente sintetice las dos posibilidades, al elaborar
otra dimensión sobre el aspecto relacional de la finitud: así como la finitud es
fundamental para nuestra constitución existencial, también es constitutivo de
nuestra existencia que nos “acerquemos al otro como ‘hermanos y hermanas en
la misma noche oscura’ profundamente conectados el uno con el otro en virtud
de nuestra finitud en común” (Vogel, 1994). Por lo tanto, aunque la posibilidad
del trauma emocional está siempre presente, también esta presente la
posibilidad de formar vínculos caracterizados por una profunda sensibilidad a
nuestras necesidades de apoyo y reconocimiento emocional, que nos permiten
soportar y sostenernos frente al dolor, haciéndolo más tolerable, con la
esperanza de que eventualmente lo integremos a nuestro psiquismo y espíritu.
Parece ser entonces que el vínculo y soporte emocional que nos proporciona el
apoyo del otro es reactivo al trauma emocional. Cuando nos hemos sentido
traumatizados por algo, nuestra única esperanza es encontrar a alguien que nos
comprenda profundamente y lograr esa conexión de hermandad que participa
de la misma oscuridad. La búsqueda de la comprensión se hace omnipresente
porque la posibilidad del trauma emocional es constitutivo a nuestra existencia
y a nuestro estar-con el otro en nuestra finitud (Stolorow, 2007).
Bibliografía
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