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2018

Lic. Sofía Ehrenhaus

[BARROCO- Análisis Maravall]


Apunte preparado para ser utilizado como material de apoyo en la cátedra de Historia
Moderna de la UCA
Resumen de: La cultura del Barroco de Antonio Maravall
1

La cultura del Barroco

1. El Barroco europeo

a) La conflictividad de la sociedad barroca


Tras un estudio que comenzó casi treinta años antes de salir a la luz en forma de
libro, Antonio Maravall sostiene que el Barroco es una etapa histórica y que su
apogeo fue por los años 1605 a 1650. Para él, más que un “concepto cultural” y de
estilo, el Barroco es una época histórica que abarca coordenadas más o menos
definidas en el tiempo y el espacio.
Los factores que condicionaron a la sociedad barroca, según Maravall, fueron difíci-
les y conflictivos: la base social estamentaria (nobleza, clero y pueblo llano) estaba
desfuncionalizada, mientras que la nobleza ya no cumplía con su antigua función
guerrera y se limitaba a defender su permanencia en el poder cerrando el paso al
crecimiento económico y social de otros sectores no privilegiados.
La crisis social era profunda: las relaciones entre los estamentos y los grupos, e
incluso las interpersonales, se dificultaron. La crisis económica, si bien no tan am-
plia como la social, fue intensa y de signo negativo: etapa de carestías, inflaciones,
manipulaciones monopolísticas de la nobleza, abandono del campo, impuestos al-
tos y excesivos, además de un “estado de relajación” atestiguado por las numero-
sas protestas de censores contra las relaciones sexuales ilícitas, el homosexualis-
mo, en fin, “un estado de relajación moral generalizado” producto de una sociedad
sensualizada y hedonista (desde el punto de vista de los censores) a la que no fre-
naban ni la Iglesia, con su sistema de creencias, ni la moral tradicional.
Este estado de pesimismo y profunda crisis económica daña sobre todo a un gru-
po, el más numeroso, que aspira a ascender a un estado de prestigio y poder eco-
nómico. Y es que el Renacimiento había puesto en marcha ambiciones y sueños
de libertad en todos los sentidos, que, de realizarse, perjudicarían seriamente a los
grupos en el poder. De hecho, el descontento del pueblo llano y desprotegido en el
cuidado de sus intereses llegó a cuajar en sediciones y francos movimientos sepa-
ratistas. Pero lo que rige al barroco es la crisis de la nobleza tradicional:
El barroco español, bajo el vértice insuperable de la monarquía, está regido por la
inadaptada clase de la nobleza tradicional, una clase que no está a la altura del
tiempo, aunque éste la haya hecho cambiar en más de un aspecto; una clase,
pues, alterada en sus hábitos y convenciones por un mayor afán de acumular ri-
quezas, más que de conquistar ganancias”.

La conservación de los intereses monárquicos deriva en una represión que se tra-


duce en aspectos no sólo físicos y sociales, sino también culturales y psicológicos,
y que, configurados adecuadamente, actúan sobre los individuos de dos maneras:
sosegándolos y adhiriéndolos al sistema tradicional a través de esos medios per-
suasivos que en su conjunto forman la cultura barroca. Al ansia y la necesidad de

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libertad, pujantes en el sector más numeroso de la sociedad, se responderá con 2
eficaces estrategias represivas y persuasivas, el barroco será un hábil medio de
propagación del apego al sistema monárquico-señorial.

b) Caracteres sociales de la cultura del Barroco: una cultura dirigida, masiva, urba-
na y conservadora
El Barroco, según nuestro autor, alcanza su definición a través de ciertos aspectos
sociales que aparecieron en este periodo y que son propios de la época. El primero
a considerar es que el barroco es una cultura dirigida: “En resumen, el Barroco no
es sino el conjunto de medios culturales de muy variada índole, reunidos y articula-
dos para operar adecuadamente con los hombres [...] a fin de acertar prácticamen-
te a conducirlos y a mantenerlos integrados en el sistema social”.
En este sentido, la cultura barroca es pragmática, y todas las artes se prestan al
cometido de integrar al individuo dentro de los valores del sistema. El interés prin-
cipal que tiene este sistema está en cómo manipular la conducta humana en socie-
dad, y por medio de procesos más o menos racionales, llegar a los conceptos ge-
nerales de la conducta.
El afán de controlar las conductas siempre ha estado presente en todas las socie-
dades jerarquizadas, pero ahora los sistemas “pedagógicos” de dirección humana
que favorezcan a los privilegiados, se han complejizado: no hay certeza de una
recepción eficaz, por la etapa de crisis y la apatía de la gente. Ya no es tan fácil
someter las voluntades. Es necesario, entonces, cambiar la forma de dominar las
conciencias, pues la simple presencia del poder, no es suficiente. Persuadir las
conciencias para manejar las conductas es ahora la apuesta del sistema para man-
tenerse en pie: ”Lo que podríamos llamar un simple dirigismo estático por la pre-
sencia, tiene que ceder ante un dirigismo dinámico por la acción”. La acción se ma-
nifiesta en un interés por acercarse a los lugares donde se encuentra la gente, la
ostentación del poder va ahora al encuentro de las personas del pueblo llano, en un
afán de presunta integración, de la vida civil, religiosa y popular, que haga sentir,
aunque sea por momentos, que la masa es partícipe de la fastuosidad que su vida
ordinaria no tiene, por un lado, y por el otro, un vínculo con su soberano.
El factor de “masividad” es la segunda característica social que resalta Maravall
como factor decisivo en el desarrollo del Barroco: “el Barroco pretende dirigir a los
hombres, agrupados masivamente, actuando sobre su voluntad, moviendo a ésta
con resortes psicológicos manejados conforme a una técnica de captación que co-
mo tal, presenta caracteres masivos.” Este factor está relacionado con un creci-
miento de población considerable en la Europa del siglo XVII, población que no es-
taba distribuida equitativamente, sino que se concentró en las ciudades, que fueron
los focos culturales de la época.
Maravall aplica a la sociedad barroca, un concepto ideado por los sociólogos actua-
les: el kitsch. Se trata de un fenómeno de la sociedad de masas que necesita crear
una cultura “sucedánea” para las multitudes rurales que emigran a la ciudad, y ne-
cesitan un “alimento cultural” de tipo medio o bajo en su calidad. ”Con el Barroco,
por una serie de razones sociales, surge el kitsch, y entonces hasta la obra de cali-

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dad superior ha de hacerse en coincidencia y en competencia con obras de esos 3
otros niveles, en definitiva, de cultura para el vulgo (185)”
Nuestro autor utiliza aquí términos modernos para aplicarlos a la sociedad barroca,
y manifiesta que estos fenómenos se comenzaron a ver en esta etapa; su gesta-
ción comienza en el siglo XVII. Para Maravall, el kitsch es una cultura de baja cali-
dad, porque está prefabricada en fondo: ”es vulgar, caracterizada por el estableci-
miento de tipos, con repetición [e]standarizada de géneros, presentando una ten-
dencia al conservadurismo social y respondiendo a un consumo manipulado” y
además porque obedece a necesidades de “individuos sin personalidad, recortados
en sus gustos”. Y como efecto de masividad, la manufactura de libros se abarató, y
su producción, que aunque no era todavía en gran escala, se realizaba en talleres
de tipo manufacturero.
Está claro que el kitsch sirve para la manipulación de las masas, concepto este úl-
timo que se define por la heterogeneidad de los estamentos que las conforman, el
anonimato en el que se encuentra el individuo, las conductas impersonales en un
espacio y tiempo dado; la inserción individual en la masa se manifiesta sólo por la
identidad de respuesta de los individuos ante los estímulos presentados ante la
multitud. Esta identidad es un instrumento de represión, en tanto que no permite la
capacidad de elección, dada de antemano conforme a los intereses de los grupos
sociales de poder.
Característico del Barroco, es su desenvolvimiento en el ambiente urbano. El Ba-
rroco es una cultura ligada a la participación de los grupos poderosos, y éstos viven
en la ciudad. Además aunque el campo era el que producía, en la ciudad se con-
centraban las riquezas. A partir del Renacimiento, se diferencian los asentamientos
urbanos de los rurales y la influencia de la ciudad sobre la comunidad agraria se
vuelve decisiva en todos los sentidos. La gran ciudad importa sencillamente porque
ahí está la masa que se quiere controlar y cuyo apego al sistema es el más nece-
sario. Por eso la ciudad “es, por autonomasia, el medio conflictivo del siglo XVII” y
las acciones valoradas y de trascendencia social ocurren en la ciudad.
La última característica social que Maravall señala como básica para la definición
del Barroco es su carácter conservador. Si la cultura barroca nace en los centros
de poder para afianzar su posición privilegiada, resulta lógico que el sistema creado
sea conservador. La novedad es rechazada dentro de la vida social pero aceptada
en el arte. Así, en el Barroco, se hace uso de la novedad allí donde no entrañara
ningún peligro para los poderosos, en las producciones artísticas, mientras se can-
tan las bondades y glorias del sistema establecido. De esta forma, la novedad sirvió
para alimentar un sistema conservador.
“Hay que procurar, se dice, que cada uno siga en el puesto que un orden tradicio-
nal y heredado le tiene asignado”. Cualquier inconformidad con el lugar social que
se ocupaba era vista como acto de soberbia. La novedad se limita, entonces, al
“capricho poético y artístico”

c) Elementos fundamentales de la cosmovisión barroca


En el Barroco, la tristeza y el pesimismo abundan, a causa de que el sistema no

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permite la satisfacción de las aspiraciones de la gente. Todas las desgracias que el 4
hombre barroco contempla, así como las quejas por el desorden de las costumbres
y el imperativo de seguir con ellas aunque ya no tengan sentido, motivan el fre-
cuente uso de tópicos como el de “mundo loco”, el de ” mundo al revés”, etc. “El
mundo es malo“ pero, finalmente, se buscan elementos para saber vivir en la reali-
dad, por contradictoria que sea. Esto es lo que Maravall llama “moral acomodati-
cia”, y se manifiesta en el prurito de cómo obtener provecho aun en las situaciones
más desfavorables del mundo en el que están inmersos. Con la visión del hombre
sucede lo mismo. Éste tiene una naturaleza contradictoria, en pelea constante con-
sigo mismo y con sus semejantes. El hombre es un ser finito, pequeño, inseguro,
inacabado, débil ante el destino y la muerte. Esta indeterminación lo convierte en
sujeto ideal para ser dirigido, ya que su vida no es un factum determinado, sino un
fieri, un continuo hacerse .
Maravall explica, además, el porqué de ciertos tópicos, como el tiempo, la fortuna,
la ocasión y el juego. Son debidos a la experiencia de un mundo movedizo, vario,
fugaz e inestable, cuya única constante es el cambio. Esta percepción, entraña una
seria desconfianza y temor del hombre a los cambios abruptos y súbitos a la “mu-
danza”. La única solución para ser parte del mundo y convivir con su inestabilidad
es la que ofrecen la adaptación y el juego. Se justifica entonces, como nunca antes,
el subjetivismo y la perspectiva que de él deriva.
Efectivamente, en un mundo tan cambiante, la experiencia se pone en duda y todo
lo perceptible adquiere características desalentadoras, de franco desengaño: “el
desengaño no significa apartamiento, [...] sino adecuación a un mundo que es tran-
sitorio, aparente, pero no por eso deja de ser presionante sobre el sujeto, condicio-
nante de su comportamiento, el cual ha de ajustarse, para lograr sus fines, a la
inestable y proteica presencia de aquél”

d) Recursos de acción psicológica sobre la sociedad barroca: extremosidad, sus-


pensión, dificultad, novedad, invención y artificio
Por último, Maravall señala los medios técnicos del arte barroco. Si bien las obras
barrocas han sido consideradas como opulentas y sobrecargadas en su ornamen-
tación, nuestro autor señala que esto no es del todo cierto, pues también las hay
extraordinariamente sobrias. La característica principal es la extremosidad, ya sea
por la abundancia de recursos de ornamentación, o por la total ausencia de ella.
Otro recurso es la suspensión, “efecto psicológico que provoca una retención de las
fuerzas de la contemplación o de la admiración durante unos instantes, para dejar-
las con más vigor al desatarlas después” . Tiene mucho que ver con lo que en
tiempos modernos se conoce como suspense.
Quizá la técnica que excita más la subjetividad es la de lo inacabado. Mediante
ella, el espectador participa en la conclusión de la obra y, en buena medida, es
coautor de ella. “Se espera que el ojo contemplador acabe por poner lo que falta y
por ponerlo un poco a su manera", y también se hace patente cómo suelen darse
los fenómenos en la realidad.
La dificultad gozó de popularidad en la etapa Barroca: “en lo dificultoso está lo

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hermoso”, dice Maravall, citando a López Pinciano . El receptor de la obra, impre- 5
sionado por la dificultad, intenta descodificarla, con ello, la obra queda fuertemente
grabada en su memoria. ”Hay en el siglo XVII un reiterado elogio a la dificultad”, la
cual se considera como “un procedimiento para fijar más la atención y hacer más
profunda la huella de una obra, un espectáculo, etc. La intención es dejar en el es-
píritu del receptor una viva impresión” como sucede en la literatura de emblemas.
El arte de descifrar es un juego acorde con el Barroco: nada es dado con absoluta
transparencia en la naturaleza. Esto tiene su correspondencia inmediata con la idea
de lo engañoso de las apariencias, que ya habíamos señalado al hablar de la cos-
movisión barroca.
La novedad es ampliamente apreciada dentro del Barroco. Maravall explica que, a
través de la novedad superficial, “pasa un enérgico reconstituyente de los intereses
tradicionales”. Así, se permite y exalta lo novedoso, mientras no perjudique los in-
tereses de los poderosos. Lo mismo sucede con la invención y el artificio, otros dos
recursos de acción psicológica del Barroco. Se les veía como muestra del poder del
hombre sobre la naturaleza, pero en un nivel superficial: “De ese doble juego de
dura constricción y de permitida expansión, surge lo que de gesticulante y capri-
choso tiene la cultura de la [sociedad barroca]” nace así, el gusto por la extrava-
gancia, y “una desviación de la capacidad innovadora”, que se vuelca hacia el jue-
go y la magia:
mientras en Italia un Torricelli inventa el barómetro; en Francia, un Pascal estable-
ce los principios de la prensa hidráulica; en Inglaterra se abre la época del maqui-
nismo, entre otros muchos ejemplos; en España, el P. José de Zaragoza - que pu-
do haber sido tal vez un valioso hombre de ciencia -tiene que reducirse a emplear
su ingenio en construír unos cuantos juguetes mecánicos que, colocados en lujosa
caja, servirán de obsequio ofrecido para su diversión, en ocasión de su cumplea-
ños, al rey niño Carlos II.
Todos estos recursos están en función del espectador y tienen por objetivo el mo-
ver los ánimos en una dirección determinada. Los emisores del mensaje eran, co-
mo ya se ha dicho, los estamentos de poder, que, mediante el arte, inducían con-
ductas provechosas para ellos y para la conservación de la sociedad monárquico-
señorial.

Estas categorías descritas por nuestro autor son legítimamente aplicables al en-
torno americano, en forma análoga, pues:
La extrapolación a la realidad novohispana es completamente pertinente, porque
sus conclusiones de carácter general sobre las fiestas en el mundo hispánico, co-
mo producto esencial de la cultura barroca y como “instrumento” en manos del po-
der político, que simultáneamente atraía y distraía a las masas, son perfectamente
homologables a la sociedad novohispana del seiscientos.

La realidad americana presenta particularidades, su realización concreta difiere en


fondo y forma y anticipa formas nunca antes vistas en el enriquecimiento, de la cul-
tura barroca por un lado, y de un nuevo proyecto que anticipa una madurez inci-

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piente y revolucionaria en el entorno colonial. Para saber cuáles fueron, dónde se 6
gestaron y lo que implicaban, veremos a continuación el siguiente capítulo.

[1] Escogimos basarnos en este texto porque ofrece un panorama global del fenó-
meno barroco. Por otro lado, aunque las visiones de otros autores que han aborda-
do el tema pueden variar, casi todos los textos relativos al barroco enumeran más o
menos las mismas características barrocas que consigna nuestro autor. Por último,
consideramos a Maravall porque su interpretación es totalmente válida y pertinente
para una introducción.
[2]El hecho de ver en las masas un sujeto pasivo, es una de las apreciaciones más
discutidas de este autor, para Fernando R. de la Flor: “En este su desplegarse
dogmático – expresivo de los intereses de una monarquía...- la obra de arte barro-
ca se convierte vicariamente en el vehículo impensado de un movimiento súbita-
mente vuelto entrópico, encarnando una fuerza radicalmente escéptica en esencia
contradictoria a los verdaderos intereses que la animan. Y en otro apartado: ...lo
que con más energía y singularidad muestra una cultura como la española del
Seiscientos es la apertura a representar una pulsión de muerte y un principio de ir
más allá de todas las determinaciones, entre ellas las de la misma razón, llámese
razón práctica, razón experimental o incluso, razón de Estado” .
Barroco: Representación e ideología en el mundo Hispánico (1580- 1680), Ma-
drid, Cátedra, 2002, p. 13, 19.

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