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TESIS POLÍTICA

PARA LA CONVERGENCIA
DE LO COMÚN
A LA RAÍZ
VOLVIENDO A LA RAÍZ
DE LO COMÚN ¡POR UNA
IZQUIERDA SOCIALISTA,
FEMINISTA Y LIBERTARIA!
Volver a la Raíz de lo Común

ÍNDICE
4 Presentación
6 A transformarla producción de la vida
8 A conquistar la Izquierda del Siglo XXI
13 Feminismo y Socialismo Libertario
15 El territorio como espacio social en disputa
18 Gobiernos locales para la transformación feminista y libertaria
21 Un referente como parte del sujeto transformador

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¡Por una Izquierda Socialista, Feminista y Libertaria!

PRESENTACIÓN
Presentamos nuestra propuesta de tesis política “Volver a la raíz” como
una forma de aportar en la construcción de un proyecto común de las fuerzas
de izquierda dentro del Frente Amplio. Este proyecto debe tener una pers-
pectiva estratégica, para avanzar en la conformación del referente que apor-
te a la disputa política por la transformación en nuestro país.

Existe una tendencia general a la realineación de fuerzas en disputa por


la dirección política del país, lo que posibilita la apertura de un espacio anti-
neoliberal, pero cuyos perfiles son aún difusos. Dicho espacio, abre diversas
posibilidades: desde la apertura de un nuevo “ciclo progresista” que busque
canalizar el descontento social producto de las dinámicas de la acumulación
de capital; una derecha renovada que busque reorientar el descontento hacia
nuevos modos de gestión neoliberal; hasta la posibilidad de irrupción del pue-
blo trabajador como sujeto político con capacidad decisional efectiva sobre
los problemas que lo afectan directamente. A pesar de importantes avances
relativos, principalmente en el marco de la luchas previsionales, feministas y
territoriales, la izquierda revolucionaria se mantiene marginada de este pro-
ceso general de disputa.

La estabilidad duopólica lograda por la clase dominante durante la tran-


sición, mediante la política de los acuerdos y la exclusión de las mayorías llegó
a su fin. Estamos frente a un momento de cambios, donde los actores consti-
tuidos para enfrentar el escenario anterior se encuentran en descomposición
dada su incapacidad de liderazgo político y social de las nuevas demandas
de los actores descontentos, críticos y/o transformadores. Las reglas de ex-
clusión política a los actores y fuerzas no binominales, hoy se han debilitado.
Estamos ante una situación político-social que supone la apertura de mejores
oportunidades para la constitución de nuevos actores y para el cambio en las
reglas de la disputa política.

En este escenario, la derecha ha sido el sector con más capacidad de


asumir el liderazgo y ha superado al campo de la centro izquierda concerta-
cionista en su capacidad de refundación. Esta derecha en transformación, no
exenta de profundas contradicciones internas, busca desmontar los avances
del movimiento social de la última década, a partir de distintos dispositivos.
Ahí anida su voluntad estratégica, sin embargo hasta ahora no han tenido la
capacidad por sus propias contradicciones y su baja unidad política de con-
solidar esa voluntad. Nos enfrentamos a una alianza política que está por una
mayor sofisticación en la profundización del neoliberalismo. Es la derecha,
pero no cualquier derecha ni la misma derecha de 4 años atrás.

Actualmente se evidencia una relativa dificultad del Bloque en el Poder


para sortear exitosamente la agitación social mediante tácticas de conten-
ción y/o neutralización de los sectores movilizados. Chile no ha escapado a
esta situación y cada vez se profundizan más las brechas de la desigualdad y
la indefensión ciudadana. Lo que ayer fue impuesto a sangre y fuego, hoy es
administrado por una elite corrupta, prebenda, nepotista, títeres del poder
económico y autodenominados “clase política“, fuertemente blindada por una
Constitución espuria y maquillada por los medios de comunicación enajenan-
tes.

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Volver a la Raíz de lo Común

Este nuevo siglo, que según los analistas serían de paz, progreso y de-
sarrollo, ha desatado la locura del capital transnacional financiero, monopóli-
co y neoliberal, sembrando horror, miseria e inseguridad a escala planetaria,
creando una falsa idea del progreso y el desarrollo de las naciones y generan-
do diversos mecanismos de competencia; destruyendo países, creando gue-
rras donde había paz, sacando gobiernos legítimamente electos bajo argucias
legales y la complicidad de parlamentos y tribunales; estableciendo tratados
de libre comercio que violan y niegan la legalidad de los tribunales locales.

Por otra parte, la centro-izquierda se encuentra en crisis, ya que es un


domicilio político transicional. Sin un proyecto político claro, la pregunta correc-
ta es si existe algo así como una socialdemocracia en Chile. Sus identidades
no son capaces por sí solas de responder a este nuevo escenario. El malestar
social por un modelo que no provee bienestar, no cumple con las expectativas
de amplias franjas sociales sigue estando plenamente presente; tanto para
aquellos que hemos impugnado el modelo a partir de un extendido ciclo de
movilizaciones anti-neoliberales; como para aquellos que traducen el males-
tar como una forma de frustración, rabia o molestia individual. Por tanto, se
abren condiciones para la articulación y la acumulación política en torno a un
nuevo modelo de sociedad.

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¡Por una Izquierda Socialista, Feminista y Libertaria!

A TRANSFORMARLA
PRODUCCIÓN DE LA VIDA
Nuestra propuesta tiene un carácter revolucionario que sostiene la
necesidad volver a la raíz de lo común, de recuperar la radicalidad de las
transformaciones necesarias para el camino al socialismo y la emancipación.
Queremos recuperar la noción de producción de Marx, como la base teóri-
ca fundamental para enfrentar el capitalismo contemporáneo. Se trata de
transformar la noción de producción de la vida en términos globales, de todo
lo que la sociedad produce y el modo en que se reproduce. El foco debe es-
tar puesto en cómo se produce la riqueza, no solo en la noción redistributiva
de las posiciones liberales y socialdemócratas. Cómo se produce y cuál es la
riqueza que se produce en todos los ámbitos de la vida de las personas (edu-
cación, salud, economía, cultura, vivienda, familia, etc).

La tendencia a generar plusvalía desde nuestros países, junto a una ar-


tificialmente sostenida expansión de la capacidad del consumo vía el aumento
del crédito y la deuda, ha posibilitado una fuerte polarización, diferenciación
y fragmentación de la clase obrera, cuyo estrato más precario lo conforman
principalmente la niñez, mujeres y migrantes. Todo esto en un contexto mun-
dial de avance hacia una nueva crisis de sobreproducción general, posible-
mente más aguda que la del 2008, y cuyos signos visibles son la contracción
de la expansión de la economía china con la consecuente caída general del
precio de las materias primas, sumado a la reciente “guerra comercial” entre
Estados Unidos y China.

La forma neoliberal del capitalismo contemporáneo, deshumaniza a fa-


vor de la rentabilidad del flujo de capitales y por lo tanto, el debilitamiento de
los derechos. Vacía la democracia de los contenidos que le había dado el libe-
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ralismo clásico (libertad, igualdad, fraternidad). Concibe un Estado subsidiario


que está gobernado por el poder fáctico del capital financiero.

En este estado de cosas, no creemos que el camino sea profundizar


“esta” democracia, sino transformarla en sus fundamentos. El Capitalismo
contemporáneo no puede ser superado solamente por la profundización de
la democracia liberal y la expansión de los derechos. Debemos superar la
mera reinvindicación en virtud de que la profundidad está dada por la cons-
trucción del socialismo en la derrota del capitalismo.

La superación del neoliberalismo supone entonces, la construcción de


mayorías a través del impulso de un protagonismo colectivo en la acción po-
lítica. Así, la tarea de la derrota del neoliberalismo no puede ser solo enfren-
tada desde la izquierda actual, necesitamos convocar también a las fuerzas
progresistas fuera del duopolio, y disputar su conducción a partir del impulso
de políticas de transformación.

En este sentido, queremos empezar cuestionando el concepto de pro-


ducción para ir “desmontando” las significaciones neoliberales de la vida, para
de esta forma ir permitiendo el abordaje de otros conceptos ya instalados
y que se configuran en un imaginario conservador y reaccionario de las per-
sonas. Es urgente entonces crear y trazar el proceso para transformarse en
“productores de seguridad”, “productores de salud”, “productores de educa-
ción”….etc. como base de la apuesta para la disputa de los sentidos comunes.

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¡Por una Izquierda Socialista, Feminista y Libertaria!

A CONQUISTAR LA
IZQUIERDA DEL SIGLO XXI
Para construir una Izquierda del Siglo XXI democrática y socialista, de-
bemos entender el socialismo como la larga transición del capitalismo a una
sociedad emancipada. Pensar esta Izquierda, no es otra cosa que actualizar
su vocación transformadora, atendiendo a las nuevas construcciones desa-
rrolladas en el siglo XX por las luchas de los movimientos sociales y de diferen-
tes esfuerzos revolucionarios, abriendo un proceso de reflexiones y prácticas
incesantes donde la cuestión del socialismo vuelva ser asumida en su cen-
tralidad, repensado en nuevos horizontes de emancipación que encaren las
múltiples formas de sometimiento del capitalismo contemporáneo.

Ello exige una izquierda que deje atrás toda forma de dogmatismo, ca-
paz de llevar adelante nuevos desarrollos de la teoría revolucionaria, en diálogo
fecundo y crítico con las múltiples apuestas intelectuales que hoy construyen
y alimentan una amplia diversidad de perspectivas contrahegemónicas en el
mundo. Refundar una izquierda revolucionaria en Chile entonces, es la otra
cara de la vuelta a la cuestión fundamental de la transformación radical de
nuestra sociedad, y requiere, sin duda alguna, de una refundación del campo
de la política, que haga posible el ingreso de amplios sectores cuya exclusión
ha sido la divisa fundamental de la estabilidad política del neoliberalismo.

Entendemos por Izquierda al Sector político que, en este escenario, se


constituye y disputa los espacios de poder para transformar los modos de
producción de la vida. Este debe tener carácter socialista y democrático, asu-
miendo esto como un proceso de transición. En este sentido se entiende un
socialismo no estatista sino libertario, que camina siempre hacia la eman-
cipación de los sujetos y las relaciones. Sabemos que el Estado es el que
permite administrar e impulsar procesos transformadores para las políticas
públicas; sin embargo creemos también que el camino al socialismo, libertario
y feminista, requiere de cada vez mayores grados de autonomía de las co-
munidades, lo que nos fuerza a pensar aparatos nacionales de un carácter
diferente al Estado. La excesiva concentración de las riquezas, del poder y de
la cultura, ha hecho merma en procesos ricos en diversidad e innovación que
se producen en las comunidades, fuera de la norma. Es desde esas formas
diferentes de mirar el mundo que nos toca elevar un proyecto emancipador
de las personas y la naturaleza.

Creemos que es necesario asumir la conformación de la izquierda del


siglo XXI como sector, la disputa por la producción de la vida cotidiana como
eje estructurante, disputar el carácter de las reformas y constituir un suje-
to político y social como fuerza que se consolida como alternativa de par-
ticipación y poder desde y para las mayorías. La resistencia y los golpes de
efecto dejaron de ser un aporte sostenible en el escenario actual, ha llegado
el momento de entrar a la lucha política para reorganizar el mapa de fuer-
zas a favor de los más. Se trata de enfrentar el neoliberalismo como forma
contemporánea del capitalismo, y hacerlo de forma abierta, explícita. Lo que
no implica asumir una radicalidad formal inmediata ni forma alguna de es-
trategismo. Se trata de una radicalidad, si, por cierto, pero una radicalidad
inteligente y sobre todo, verdadera, que se hace cargo, primero, de sus condi-
ciones de viabilidad. La superación del neoliberalismo supone la construcción
de mayorías a través de un protagonismo colectivo en la acción política, que
dispute el sentido común instalado, generando demostraciones prácticas de
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caminos con posibilidades socialistas.

La Izquierda del Siglo XXI que aspiramos a construir debe aprender de


los aciertos y errores del proyecto socialista del siglo XX, por esto sostenemos
que una izquierda socialista para nuestros tiempos debe plantearse la pro-
blemática del Estado-Nación y el enfrentamiento que su estructura genera
con los Pueblos Originarios, en el marco de un modelo neoliberal, que apa-
renta ser más flexible para resolver el problema de la diferencia mediante su
propuesta de la multiculturalidad, ante esto, como izquierda hemos perdido
la posibilidad de dotar de más contenidos y hacer más complejo nuestro pro-
yecto. Por eso la izquierda de hoy debe reconocer la diversidad de pueblos
que habitan el territorio que actualmente conocemos como Chile, y que estos
pueblos son pre existentes al Estado de Chile, y previos a la construcción de
la chilenidad que le da forma al Estado-Nación. Lo anterior resulta en un con-
flicto histórico, con todos los Pueblos Originarios que habitan el país y donde
se cuestiona esta forma de organización sociopolítica de los territorios.

Por tanto el proyecto político que aspiramos a construir debe resolver


el problema de la relación asimétrica entre pueblos, construida desde la co-
lonización hasta hoy. Debemos, por tanto, ser capaces de producir relaciones
entre los pueblos, que sean horizontales y complementarias. De esta forma,
una izquierda para este siglo debe aspirar a constituir un modelo de Estado,
dentro del camino de la transición socialista, que acabe con las formas neoli-
berales y coloniales de relacionarse con los pueblos.

La izquierda chilena hasta aquí no se hecho cargo de los derechos co-


lectivos de los Pueblos Originarios, tampoco ha hecho política el principio de la
autodeterminación o el tránsito hacia ello, por tanto, el desafío que tenemos
debe partir por hacerse cargo de reconocer la especificidad de los Pueblos
Originarios y la historia de su explotación por la sociedad occidental, desde el
imperio colonial español hasta el Estado-nación de hoy en día. Debemos ade-
mas, ser capaces de proponer un proyecto de sociedad donde los pueblos
no estemos posicionados desigualmente en el ejercicio de nuestros derechos.

Para esto último, sabemos que hay un camino por recorrer. Propone-
mos como política plurinacionalizar desde los territorios, es decir, construir
plurinacionalidad desde abajo. La izquierda latinoamericana que en los últimos
20 años ha mostrado formas de relacionarse políticamente con los pueblos
originarios, ha coincidido en el Estado Plurinacional como modelo de adminis-
tración de la diversidad de pueblos existentes en los territorios de los estados
nacionales del continente, con buenos y malos resultados, pero con una cons-
tante que se volvió limitante, la plurinacionalidad como forma de transformar
las relaciones sociales entre pueblos, ejercida desde arriba y, a nuestro modo
de ver, con pueblos aún en construcción, no alcanza.

De esta forma, plurinacionalizar desde los territorios, es una forma de


transformar las relaciones sociales que se producen en un territorio, com-
puesto por pueblos, y que tiene que tender a producir una relación descoloni-
zada y horizontal, desde abajo, desde la práctica política, para la construcción
de gobiernos locales plurinacionales. Por tanto debemos ser una izquierda
que promueva la desconolización de las relaciones entre pueblos y la supe-
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¡Por una Izquierda Socialista, Feminista y Libertaria!

ración de la subordinación de los pueblos naciones pre existentes al Estado.

Así, plurinacionalizar desde los territorios significa resolver el problema


de la convivencia de las estructuras organizativas de cada pueblo y del ejer-
cicio de sus derechos colectivos, para iniciar el desarme del modelo actual del
Estado nacional y su producción de relaciones coloniales y asimétricas entre
pueblos. Esto implica hacernos cargo de la historia y entender que la política
de plurinacionalizar desde los territorios, implica también divisar en el camino
más adelante una forma de Estado Plurinacional.

El rol de esta izquierda del siglo XXI, debe ser el de preconfigurar esas
relaciones horizontales, que inicia con la constitución de una forma de relacio-
narse y entenderse, con otros pueblos, desde abajo y hacia arriba. Relaciones
que permitan constituir un actor que se haga con el poder político y de la insti-
tucionalidad estatal, desde los municipios al gobierno nacional, y articulen es-
tructuras que se hagan cargo de la reprodución de esta nueva relación social.

Por tanto ese Estado Plurinacional debe ser la condensación institucio-


nal de la reproducción de otras relaciones entre pueblos, un modelo de Esta-
do capaz de ir entregando poder, para que los pueblos ejerzan su autodeter-
minación, capaz de desdibujar los limites territoriales del Estado Nación, sus
relaciones sociales, su distribución territorial, lo rural y urbano, en definitiva es
un camino para imaginar un país de múltiples naciones, de pueblos libres y
soberanos.

Finalmente, ese modelo de Estado es el que condensará la producción


de esa nueva relación social y que abrirá paso a la libre determinación de los
pueblos, lo que obliga a la izquierda a resolver esa rara dicotomía de defen-
der la libre determinación de los pueblos de otras partes del mundo, pero
que ante la pregunta de la independencia del pueblo mapuche u otro pueblo
originario, como el Rapa Nui, responde respetando las fronteras del Estado
Nación chileno. La izquierda del siglo XXI debe enfrentar la pregunta de las
independencias desde la perspectivas de que la forma de vida de los pueblos
originarios se entiende desde lo comunitario, hacia el buen vivir, por tanto son
posibles ordenamientos políticos territoriales que proponen, por lo general,
modos de vida más igualitarios, solidarios y colectivos, principios con que esta
izquierda nueva debe hacer suyos para soñar una sociedad emancipada.

En la actualidad, la espuria Constitución del 80 se ha transformado en


el marco legal que establece los mínimos necesarios para el despliegue neoli-
beral, convirtiéndose en el legado autoritario y conservador que brinda los ci-
mientos para el modelo económico. En sus páginas se consagra el régimen de
administración presidencialista y también la transición de un Estado garante
de derechos a un Estado subsidiario en el cual se reducía el rol de lo público
en aquellas áreas donde el mercado pudiese satisfacer las demandas de la
sociedad, el cual se identifican las siguientes características:

• Modifica la distribución de los roles del Estado y del mercado en


la provisión de los servicios sociales.
• Concentra su acción en la provisión de servicios y beneficios para
los sectores sociales priorizados y segmentados (focalización y subsidiaridad).
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• Prohíbe al Estado tener un rol productivo, sólo puede administrar


las riquezas naturales entregándose a privadas para su explotación.

Por tanto, señalamos la necesidad de impulsar un proceso de asam-


blea constituyente para cambiar la Constitución y promover el fortalecimiento
de leyes que garanticen los derechos humanos como universales e intransa-
bles. Es fundamental impulsar un proceso de retroceso de las políticas de pri-
vatización de los bienes comunes; así, la disputa por la institucionalidad debe
fundamentarse en una crítica sustantiva del Rol del Estado en el modelo neo-
liberal. Se debe apuntar a la construcción de un Estado donde los derechos
sean garantizados, donde se promueva la participación /organización social,
donde se garantice la justicia a todos por igual. El buen vivir, la sana conviven-
cia social, la solidaridad, la descentralización, la justicia y la equidad, deben ser
los pilares en la construcción del Estado que soñamos.

Por otro lado, la izquierda latinoamericana se encuentra aún entram-


pada en la dicotomía reforma/revolución, para dar riendas a ese anhelado
camino de transformación. Estos procesos han sido estatuidos como con-
trapuntos en las distintas propuestas que han nacido en las últimas décadas.
Creemos que la ausencia de salida a esta inflexión no ha sido resuelta, no
lo fue por el campo revolucionario y ahora el campo socialdemócrata lo usa
para desacreditar al campo revolucionario, imponiendo un enfrentamiento
que entorpece la unidad. Entendemos que reforma y revolución deben ser
parte de un mismo proceso que no es lineal. El escenario para el despliegue
táctico debe considerar maniobras con elementos de reforma y también de
revolución.

La política chilena se ha caracterizado en estas últimas décadas por un


despliegue de negociaciones que no dan respuesta a las necesidades de las
personas, pues solo lo hace ante el poder del capital. Las condiciones de vida
de la población y el orden político, están requiriendo propuestas innovadoras
que persigan la transformación de fondo. El status quo que mantiene la po-
lítica de la negociación debe ser enfrentado, disputado, en la medida en que
golpea estructuralmente al régimen. Un criterio político importante en la cons-
trucción de fuerza “enfrentada”, debe ser el Feminismo, siendo fundamental
dentro de lo programático (antipatriarcal).

La relación entre lo político y lo social ha sido un entuerto más que tene-


mos que despejar en el marco del despliegue del camino socialista a la trans-
formación. Las condiciones actuales de la lucha anticapitalista, dan cuenta del
nacimiento de disputas de fondo que se enfrentan al capital desde los mo-
vimientos sociales. En las últimas décadas, no han sido los partidos políticos
los que han llevado la bandera del enfrentamiento al capital en los territorios.
Así, el desafío es la integración la lucha social con la disputa política trans-
formadora. Es desde las trincheras creadas por movimientos sociales que
nos corresponde acercarnos para potenciar sus despliegues, con formación y
articulación, siempre respetando sus formas de organización, poniéndonos al
servicio de manera activa.

Esta forma de comprensión de la relación entre lo político y lo social


considera que las mayorías a las que apelamos no se construyen de forma
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¡Por una Izquierda Socialista, Feminista y Libertaria!

coyuntural, para los procesos eleccionarios; sino que responden a ejercicios


de fondo, en que las comunidades organizadas se vuelven protagonistas en
la política que estamos impulsando. Así, la transformación en el modo de pro-
ducción y reproducción de la vida, el camino al socialismo, se logra en las co-
munidades y con los movimientos sociales que las sostienen a nivel local.

Entendemos que debemos disputar el sentido común instalado en el


capitalismo, generando demostraciones prácticas de caminos con posibili-
dades socialistas (hechos políticos históricos). Debemos buscar la instalación
un nuevo sentido común, disputado desde la transformación de la calidad de
vida de las comunidades.

Hay condiciones para un debate abierto de dimensiones ideológico-po-


líticas. Como posibilidad de salida a este escenario el frente amplio surge como
posibilidad de cambio, de expresar un nuevo proyecto político. La disputa te-
rritorial vinculada a la disputa institucional es una estrategia para aquello. Y
este referente de izquierda que estamos construyendo, desde la izquierda
para el siglo XXI, debe hacerse cargo de esta tarea histórica.

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FEMINISMO Y
SOCIALISMO LIBERTARIO
El movimiento feminista ha sido en estos últimos meses el sector mo-
vilizado que ha instalado con fuerza, a partir de la marcha del 8 de marzo y
el subsecuente desarrollo del llamado “mayo feminista”, la necesidad insos-
layable de incorporar a la disputa política la desnaturalización de las formas
capitalistas de producción allí donde habitan los mecanismos de dominación
patriarcales, proyectando nuevas formas de producción de la vida en el sen-
tido más amplio posible, y de responder, de manera concreta, a las diversas
dinámicas de precarización y exclusión histórica de la vida de las mujeres y
niñas. Han sido las luchas feministas las que han sido capaces de movilizar
a miles de mujeres alzando reivindicaciones clave como la erradicación de
toda forma de violencia patriarcal en los espacios estudiantiles y sociales de-
mandando una educación no sexista; el derecho al aborto libre, legal, seguro
y gratuito; el reconocimiento del trabajo doméstico y de cuidado, entre otras
demandas, todas vinculadas a aspectos transversales de la dinámica de la
acumulación capitalista en nuestro país y enfrentándose directamente a la
oleada fascista que asola la región.

Creemos en un feminismo decolonial, comunitario y materialista, que


considera las condiciones geopolíticas en que se desarrolla el feminismo, re-
conociendo que las condiciones de opresión que vivimos en Latinoamérica son
distintas a las que se dan en el norte global; las mujeres nos reconocemos en
una opresión común, pero que tiene expresiones concretas diferentes, per-
mitiéndonos cuestionar lo universal, planteado desde lo moderno, europeo
hegemónico. Al reconocer las diferencias, nos damos cuenta que no habrá
una sola lucha que represente a todas las mujeres, no hay una sola centrali-
dad, pero que no implica no reconocer a las mujeres y a las feministas como
sujetas políticas; por otra parte, entendemos la comunalidad como forma de
resolver los problemas que nos presenta el machismo. Creemos que desde lo
común se resuelven las opresiones que plantea el patriarcado, y no desde lo
individual o lo público/privado.

Los cuidados, y por tanto, la producción diaria de la vida, están norma-


dos por parámetros patriarcalizados y también de clase, es decir, de domi-
nación. En ese plano es que nos parece que una concepción feminista de la
sociedad, está encarnada en la propuesta de socialismo libertario y emanci-
pador que nos acoge. Reconocer y representar las actorías y vocerías feme-
ninas y feministas en este marco, se hace necesario para dar cuenta de las
formas de dominación que la izquierda no había asumido como parte de su
proyecto político.

Para el nuevo referente que queremos levantar, volver a la raíz también


es volver a relevar el protagonismo de las mujeres como sujetas políticas gati-
llantes y generadoras de transformaciones sociales y políticas. Por lo tanto, la
mirada debe ser con nosotras en todos los espacios sin exclusión: orgánicos,
sociales, de representación, etc. Lo que obliga, no como imposición, sino como
desafío prefigurativo, pensar una orgánica que integra en su dinámica, por
ejemplo, la preocupación por la formación política ideológica de las compa-
ñeras, entendiendo cómo operan el género y la clase en la conformación de
liderazgos. Esa conformación tiene que ver con la condición de privilegios en
los que vivimos, por lo que hay que dotarse de las herramientas necesarias de
manera de permitir que emerjan nuevas lideresas que conduzcan el proyecto
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¡Por una Izquierda Socialista, Feminista y Libertaria!

político con una orientación feminista en todas sus manifestaciones.

El feminismo se enmarca necesariamente dentro de la lucha de la so-


ciedad completa. Ya no podemos hablar únicamente de feminismo como la
reivindicación de los derechos de la mujer, sino que debemos incluir a toda la
población perjudicada por los estragos de un sistema patriarcal y neoliberal,
como son las diversidades y disidencias sexuales, grupo que no se identifica
con el algoritmo binario heteronormado para concebir su sexualidad ni la de
otr@s, como es el grupo LGTBQI+.

Debemos reivindicar la politización de los afectos. Lo emocional es par-


te de lo político. Que se nos haya puesto en el lugar de los afectos, redefine
lo que es político. Lo personal es político y el mundo ha sido configurado para
ello. Por eso es importante que nos apoyemos, que nos cuidemos y que nos
protejamos desde lo afectivo.

La nueva izquierda que pensamos debe presentarse como un sistema


interconectado que reconozca a todas las identidades y diversidades. Para
esto es clave que la futura orgánica esté presente de manera interseccional
en el ámbito de lo privado y lo social, ya que no es lo mismo ser una mujer
blanca de clase media, con las opresiones relativas a su género, que ser una
mujer mapuche, discapacitada, haitiana, trans, o trans-lesbiana, donde recibe
además, opresiones y discriminación desde otros ámbitos, de acuerdo a su
raza o etnia, ingreso económico, estrato social o diversidad, entre otros, su-
friendo múltiples discriminaciones y perpetuando la marginalidad en que pue-
dan encontrarse. Actualmente las estructuras de poder se construyen desde
y para el hombre blanco heterosexual, configurando de esta manera tres ca-
racterísticas fundamentales para dar funcionamiento al patriarcado: el sexo,
la raza y la orientación sexual, formas múltiples y superpuestas de opresión.

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EL TERRITORIO COMO
ESPACIO SOCIAL EN DISPUTA
Para el sistema capitalista, al territorio le cabe el rol esencial e ineludi-
ble de constituirse en el medio físico para la realización espacial del “capital”,
en este sentido, sus flujos sociales y materiales no vienen a ser más que el
reflejo del ciclo de producción y reproducción de riqueza material. En este
mismo sentido, para el sistema de producción capitalista, el suelo, viene a
ser la expresión concreta, el producto resultante del valor de uso que se le
asigna en el proceso de reproducción del capital, así entonces, el problema
del “uso de suelo” se reduce por la lógica capitalista al problema del consumo
del territorio. Christian Topalov decía : “Porque los medios de producción son
privados, porque las relaciones de producción son capitalistas, los valores de
uso (complejos urbanos) están formados por un proceso ciego, sin sujeto…”.
En este proceso (espacio-temporal) de producción y reproducción de plusva-
lías, el habitante no tiene incidencia central, sino que se transforma en parte
del proceso de valorización de uso, o incluso parte del problema del desarrollo
social del capitalismo.

En esta disputa constante entre la concepción capitalista del territorio


y la apropiación social del espacio, para el capitalismo el problema territorial
se reduce a la planificación urbana, definición sesgada en su esencia por una
noción mercantilista. Así mismo, genera un amplio espectro de categorías y
definiciones que le son operativas, y cuyos tecnicismos alcanzan incluso al
campo de la izquierda. Por lo tanto, se hace necesario emprender la tarea
de resignificar las luchas territoriales y fomentar desde la acción política, el
otorgamiento de nuevos sentidos que sobrepasan la dimensión político admi-
nistrativa de estas, para tornarse en acciones referenciales de construcción
de poder social, que devengan en procesos de socialización del espacio y re-
significación de las relaciones sociales territoriales.

En esa disputa, vemos al territorio como el conjunto de relaciones que


se dan en un espacio social, y que debe ser abordado en sus distintas esca-
las (hogar, trabajo, universidad, barrio, comuna, nación, continente y a nivel
global). Desde esa concepción, se propone poner el foco en la transforma-
ción de los modos de producción y reproducción de la vida; por lo tanto, el
enfrentamiento debe darse en función de la disputa por la producción de las
territorialidades, utilizando los distintos mecanismos que impone este sistema
y creando otros autónomos que lo desestabilizan y abren condiciones para
construcciones de sentido socialista.

Así, el abordaje de la acción institucional en todos sus niveles (local, co-


munal, regional, nacional) adquiere relevancia en la medida en que esta per-
mite viabilizar la resignificación del espacio social. De tal forma, el copamiento
institucional se redefine como tributario del espacio social y no al revés. Lo
que se propone es poner el foco en el cambio en las relaciones para la trans-
formación de los modos de producción de la vida; por lo tanto, el enfrenta-
miento debe darse en función del control territorial, a través de los distintos
mecanismos que impone este sistema (elecciones, institucional) y creando
otros de carácter socialista. De este modo, la noción de territorio así entendi-
da, determina un diseño orgánico que lo aborde en sus distintas dimensiones.

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¡Por una Izquierda Socialista, Feminista y Libertaria!

Proponemos, como lo ha intentado la izquierda que se desarrolló junto


al mundo popular durante el siglo XX, producir nuevas prácticas que transfor-
men al neoliberalismo y orientar a que esas experiencias tributen a un nuevo
proyecto de emancipación humana. Se trata de fortalecer y crear nuevas
relaciones sociales, de mayor justicia social, apegadas a las condiciones ma-
teriales que ha sido capaz de producir la sociedad, pero impulsando trans-
formaciones de mayor democracia y justicia social, considerando la sosteni-
bilidad del soporte medioambiental enfrentando las relaciones patriarcales y
colonialistas. Por lo tanto, la territorialidad de las relaciones socio espaciales y
la desterritorialización de las mismas son condiciones que los grupos sociales
disputan, desarrollan y/o reproducen permanentemente.

El territorio como espacio social, está influido por la variable tiempo, es


decir por la historia de las relaciones sociales en el espacio situado. El espa-
cio y el tiempo, en la época actual relativiza la distancia entre lo cercano y lo
remoto, “La construcción de territorio en un determinado espacio puede ser
el resultado de la conjunción de lo cercano y lo remoto, vale decir de escalas
globales, regionales y locales. Lo local no se explica por sí mismo. Lo global y lo
local son elementos constitutivos de la dialéctica del territorio.

En este marco, la disputa por las ciudades ofrece un campo estraté-


gico atractivo para las fuerzas de la transformación social. Las ciudades son
espacios físico-sociales: Físicos, porque cuenta con unos límites territoriales; y
Sociales, porque se producen y reproducen relaciones sociales. David Harvey
señala: la batalla de la producción que en el siglo XX estaba centrada en las
fábricas, se traslada a las ciudades. Las ciudades son las fábricas del siglo XXI.
Las ciudades reflejan el tipo de sociedad neoliberal que se ha construi-
do en los últimos 40 años. Sociedad y ciudad son dos caras de una misma
moneda. Cambiar las ciudades, es cambiar el modelo. Las ciudades neolibe-
rales en Chile son un campo de contradicciones y desafíos.

En lo rural, la creciente migración de jóvenes en busca de oportuni-


dades deprime el futuro de pueblos y localidades. Altos índices de pobreza
y abandono han hecho crecer los índices de cesantía, consumo de alcohol y
drogas; y hasta suicidios. En lo político, son territorios que quedan como fur-
gones de cola de un centralismo replicado desde las autoridades regionales.
Prácticamente sin inversiones centrales y cada vez con mayores necesidades
en salud, vivienda, educación y cuidado de los adultos mayores.
16
Volver a la Raíz de lo Común

A partir de la última década del siglo XX, desde diversos campos del
mundo de las ciencias se han levantado alertas sobre la urgencia de detener
el modo de producción capitalista, dada la inminente irreversibilidad de las
transformaciones ecosistémicas y climáticas que éste reproduce y acelera.
La economía y los mercados financieros mundiales se sostienen, en última
instancia, en el avance de las fronteras extractivas en los países del Sur Glo-
bal: África, América del Sur, partes de Asia y Oceanía. Por ello, el capitalismo
en nuestros tiempos no solo constituye la base de la explotación, opresión y
dominación de las clases subalternas, sino que amenaza la existencia mis-
ma de la vida en el planeta. Una de las problemáticas más urgentes en este
sentido es el cambio climático, respecto al cual nuestro país es altamente
vulnerable, al reunir siete de las nueve condiciones de vulnerabilidad indicadas
por la Convención Marco de las Naciones Unidas sobre el Cambio Climático:
áreas costeras de baja altura, zonas áridas y semiáridas, zonas de bosques,
propensión a los desastres naturales, sequía y desertificación, zonas urbanas
con contaminación atmosférica y ecosistemas montañosos.

Por otra parte, la re-primarización de nuestra matriz productiva nacio-


nal -proceso sostenido y profundizado desde la dictadura hasta la actuali-
dad- ha implicado la multiplicación de actividades altamente contaminantes y
demandantes de agua por todo el territorio nacional, controladas por la clase
empresarial pero estimuladas y subsidiadas por el Estado, que podemos en-
tender como enclaves territoriales de despojo y explotación para la acumu-
lación capitalista.

En este contexto, los altos niveles de segregación socio-espacial a nivel


nacional -reflejo territorializado de una desigualdad social estructural- inciden
en que sean los territorios y comunidades más pobres quienes se ven más
afectados por las catástrofes y estragos originados tanto por el cambio cli-
mático como por el desarrollo del extractivismo. Se trata de aquellos sectores
de la población que dependen de manera directa de la tierra, los sistemas
hídricos continentales y el mar para subsistir. Habitan en zonas rurales y ciu-
dades medias, con altos niveles de pobreza multidimensional, escasa presen-
cia estatal en infraestructura y servicios públicos (educación, salud, servicios
sanitarios, alcantarillado, etc.), y pocas fuentes de trabajo.

En el plano institucional, este proceso se ha sostenido en pilares consti-


tucionales y jurídicos como el Código de Aguas, el Código Minero, el DFL 701, y
la ausencia de normativas que apunten a la planificación territorial, la protec-
ción de ecosistemas y zonas de importancia estratégica para la conservación
de la vida y la biodiversidad, y la recuperación de zonas contaminadas. En
el plano territorial, las empresas abocadas a actividades extractivas (como
la minería, la agroindustria, las forestales y la salmonicultura) han generado
una situación de dependencia en los territorios, mediante un proceso bastan-
te homogéneo: acaban con las actividades económicas tradicionales locales
(principalmente pesca, agricultura y ganadería) por contaminación o apro-
piación de territorio, suplantan el rol del Estado al invertir en infraestructura
y servicios públicos, ofrecen ciertos niveles de empleabilidad, e invierten en el
desarrollo de proyectos sociales (además enfocando estratégicamente, para
generar división entre la población local).
17
¡Por una Izquierda Socialista, Feminista y Libertaria!

GOBIERNOS LOCALES PARA


LA TRANSFORMACIÓN
FEMINISTA Y LIBERTARIA
La capacidad territorial, es decir el poder de control y el ejercicio de so-
beranía sobre el territorio, se expresa en las distintas escalas de las relacio-
nes sociales (los cuerpos, la familia, el barrio, las comunidades, los lugares de
trabajo, de estudio, los gobiernos locales, regionales, nacionales, las empre-
sas, locales, regionales, nacionales, internacionales, etc.) y a partir de distintas
dimensiones espaciales que tienen su expresión política, económica, cultural,
medio ambiental y social. Considerando además la centralidad del objetivo de
constitución del sujeto de la transformación, hemos propuesto que conecte-
mos en la práctica y desde los territorios la crítica al modelo capitalista, pa-
triarcal y colonialista, con las consideraciones críticas que los y las habitantes
actuales sostienen respecto al modelo y sus promesas de bienestar incumpli-
das, produciendo nuevas relaciones sociales, afirmadas en nuevas prácticas
que se expresen en las distintas dimensiones espaciales.

Una escala y dimensión que hemos propuesto como una de las cen-
tralidades de los procesos de transformación que emprendamos a nivel te-
rritorial, es la disputa por los gobiernos locales. En primer lugar, ya que en las
dos últimas décadas los municipios han sido utilizados como canalizadores
estatales de producción y reproducción de relaciones neoliberales, patriarca-
les y coloniales a través de las políticas públicas. En segundo lugar, han ser-
vido a los grupos políticos para producir y reproducir formas de relación que
fragmentan, cooptan, disciplinan y construyen redes clientelares y de lealtad
política con los partidos del orden. En tercer lugar, la escala local, ha servido
al poder para el control territorial también en términos geopolíticos, es decir,
son espacios físicos y sociales donde las riquezas humanas, naturales, rurales
y urbanas se ponen en juego vinculados a estrategias nacionales y globales
de reproducción del capital.

En síntesis las municipalidades (expresión local del Estado) han sido ins-
trumentalizadas para la producción, reproducción y administración de lo que
existe, de las relaciones sociales neoliberales, patriarcales y coloniales. Cree-
mos que la tarea es convertirlas en gobiernos locales, es decir herramientas
de la soberanía territorial que le corresponde ejercer a los y las habitantes,
constituyendo un sujeto que a partir de prácticas de autonomía política pro-
duzca contrapoder y nuevas relaciones de producción de lo social con orien-
tación: socialista, libertaria, feminista, multicultural y medioambientalmente
sostenible. Por ejemplo, en este sentido es importante pensar en un munici-
palismo que se haga cargo del rol del feminismo en el espacio urbano/rural y
en la disputa territorial, siendo capaz de ver las contradicciones que se dan en
los territorios desde esta orientación y por lo tanto, desde un principio, pensar
la coordinación territorial a realizar considerándola.

La disputa electoral por los gobiernos locales, es sólo una de las di-
mensiones de la disputa por la producción de los territorios. La tarea central
anida en la constitución del sujeto político de la transformación, proceso que
es influido por las distintas escalas territoriales, y que se cimienta sobre la
expropiación de las capacidades históricas de las comunidades de producir
los territorios (el espacio y sus relaciones) imponiendo por la fuerza o como
capacidad hegemónica relaciones con sentido neoliberal, patriarcal y colonial.

18
Volver a la Raíz de lo Común

El contra poder existe embrionariamente, allí donde el capital aún no


logra imponer su capacidad de dominación. Aunque se encuentra disperso
social y políticamente, debemos reconocerlo, sumarnos a su desarrollo, y ar-
ticularnos con sus diversas expresiones fortaleciendo su orientación transfor-
madora a partir de procesos que permitan: la lucha por la vivienda y la pro-
ducción de barrios a partir de dinámicas cooperativas; formas económicas
que componen circuitos populares de subsistencia y reproducción de la vida;
luchas feministas antipatriarcales por educación no sexista y el aborto libre;
dinámicas de desarrollo cultural que reconocen la memoria de los pueblos;
desarrollos económicos sostenibles; defensa medioambiental de los recursos
naturales; la producción de conocimientos y formas de organización alter-
nativos al modelo; las luchas anti inmobiliarias y contrarias a la gentrificación
de los asentamientos; las luchas por espacios públicos y bienes comunes; las
luchas contra los proyectos económicos extractivistas y que producen zonas
de sacrificio humano y medio ambiental; etc.

Estas y otras muchas luchas y capacidades de organización, se enfren-


tan hoy a una fase del dominio del capital expresada en el neoliberalismo
como forma de orden social que impone el poder del capital financiero a las
relaciones y a los espacios de producción y reproducción de la vida. Este fenó-
meno de extracción de plusvalía explota el trabajo humano, pero también las
capacidades históricamente acumuladas de desarrollo tecnológico y científico
y avanza sobre los asentamientos humanos y ciudades y sobre las reservas
eco sistémicas, expulsando de la sociedad a grandes masas de población que
sólo pueden vincularse a ella a través del consumo, que es otra forma de ex-
tracción de plusvalía del mismo capital financiero.

Por lo tanto, volviendo sobre la dimensión electoral, aunque esta dispu-


ta se dará en el marco de la democracia liberal tal como la conocemos hoy,
debe entenderse como una apuesta por la transformación socialista de las
formas y producción de la vida, desde las comunidades y con los movimientos
sociales como protagonistas.
19
¡Por una Izquierda Socialista, Feminista y Libertaria!

El rol que le cabe a la herramienta municipal en este marco, es el de


producir en el territorio dinámicas de articulación desde proyectos con pers-
pectiva socialista. Administrar el sistema, generando solo redistribución de la
riqueza, ya no es suficiente. El problema es la lógica y los códigos que están
detrás del orden, que excluyen de la participación y la formación política a las
comunidades e impiden constituir gobiernos locales soberanos.

Alcanzar posiciones en las instituciones del estado no garantiza el logro


de los objetivos propuestos, pues en estas organizaciones se cristalizan las
relaciones de fuerza existentes, y las actuales no son favorables a la trans-
formación. Por ello estas experiencias estarán siempre sujetas a procesos de
marcha y contramarcha y a incurrir en contradicciones. Por lo tanto hay que
entender la transformación institucional como parte de la tarea de la trans-
formación de la sociedad. Poner a disposición la institucionalidad para trans-
formar lo existente requiere de un esfuerzo político de disputa política, inte-
lectual y pedagógica. Articular equipos en torno a una política y que la lleven
a cabo con convicción y capacidades de disputa y liderazgo político-técnico.

A este respecto, la orientación libertaria que hemos propuesto para


entender la disputa por los gobiernos locales, se sustenta en una perspecti-
va de emancipación humana nos separan de aquellas lógicas de la izquierda
del SXX que apostaron a la concentración del poder en el Estado como es-
trategia central de disputa de la sociedad. Nuestra propuesta entiende a la
autonomía, como elemento fundante de una orientación emancipadora que
promueve la participación directa de los actores y sus intereses en la lucha
política, por lo tanto entiende la necesidad de democratizar el Estado y utili-
zarlo para fortalecer posiciones de protagonismo social y político de la comu-
nidad, los y las habitantes y sus prácticas de producción de la sociedad, más
allá de lo que el Estado es capaz de producir. En este sentido entendemos
fundamental comprender que en el proceso de producción y reproducción de
los territorios participan hombres, pero también y con un alto protagonismo
las mujeres, y participan también niños y niñas y distintos pueblos que se ar-
ticulan en un espacio social multicultural.
20
Volver a la Raíz de lo Común

UN REFERENTE COMO PARTE


DEL SUJETO TRANSFORMADOR
La construcción de un referente político orgánico implica la conforma-
ción de un instrumento de conducción del proceso de acumulación y/o cons-
trucción de fuerzas social y política como expresión del proceso de constitu-
ción del sujeto de la transformación, es decir como parte del sujeto y no como
una externalidad o dispositivo burocrático de control.

En este proceso de construcción de fuerza social y política, la orgánica


que nos dotemos debe ser capaz de facilitar la conformación de un sujeto
con perspectiva de clase, es decir un sujeto que no sólo se define a partir de
su posición en la estructura social sino que además es consciente de su po-
sición subordinada en relación al capital, sus formas de dominación y asime-
trías en los diversos ámbitos de la vida y la situación histórica que vive.

No obstante ello vivimos un momento histórico en el que la constitución


de un sujeto transformador y emancipador se presenta de manera hetero-
génea y fragmentada, no es sujeto dado sino un sujeto por construir. De ahí la
importancia en la construcción de alianzas sociales y políticas y rol del instru-
mento orgánico en ello.

En este proceso las alianzas de clase debieran constituir un bloque po-


pular amplio que incorpora no sólo a los trabajadores en sus más diversas
formas de subordinación y precarización, sino también sectores medios, ya
sean profesionales, pequeños empresarios, “emprendedores” y cooperati-
vas, así como las diversas asimetrías a nivel género y etnia.

Se trata de una alianza suficientemente amplia que combina radica-


lidad con amplitud para enfrentar al neoliberalismo con distintos niveles de
profundidad y alcance, que constituye su instrumento de conducción política
al calor de la politización de conflictos o enfrentamientos por la transforma-
ción/emancipación.

De este modo la constitución de un referente de izquierda, está de-


terminado por el doble desafío de construcción de un sujeto social de cambio
y la fuerza política transformadora que lo sostenga. El rol del órgano político,
entonces, se centra en generar las condiciones para la disputa de luchas so-
ciales y políticas, que se sostienen desde la base y territorios.

Parafraseando a Marín, este instrumento debe generar condiciones


para cumplir las funciones de politizador y articulador de luchas. Esto no se
hará si no es clarificando cuál y cómo debe darse el enfrentamiento. Con es-
tructuras que permitan la formación política y la reflexión colectiva, al mismo
tiempo que se despliega en los espacios de vida, en sus sistemas de relación
y territorios.

Desde este punto de vista la organización política es condición para la


estrategia política y viceversa. De este modo la construcción de la organiza-
ción pasa a ser un objetivo político como condición de sostenibilidad de una
estrategia política.

En este proceso de construcción de la organización se advierten for-


mas clásicas de organización del tipo partido como pronto Estado de tenden-
21
¡Por una Izquierda Socialista, Feminista y Libertaria!

cia más burocrática o partido movimiento de carácter más flexible y funcional


a las condiciones de conflictividad/enfrentamiento.

Desde este punto de vista la estructura orgánica debe considerar los


aspectos antes expuestos, es decir: las necesidades de construcción de la
organización en base a su estrategia política y a procesos de constitución del
sujeto de la transformación desde la base, sus luchas y territorios.

Sobre los principios de la nueva organización que queremos construir

Centralidad política
La misión principal de la organización y todos sus militantes reside en la
intervención política. Ese es el motivo por el que existimos y por el que nos exi-
gimos la participación más activa de todos nuestros integrantes. Las tareas
“internas”, de construcción de la organización y su sustentabilidad, tienen un
valor meramente instrumental en función de lo anterior.

Flexibilidad
Flexibilizar formas organizativas y métodos y no dogmatizarlas, es de-
cir someter el instrumento a su capacidad de acumulación y construcción
de fuerzas sin rigidez ni dogmatismo apostando a formas de organización
y participación diferenciadas según las condiciones y especificidades de los
sujetos, ámbitos de actuación o territorios.

Democracia interna con unidad política.


La democracia interna, otrora utilizada bajo la concepción de centra-
lismo democrático, que muchas veces llevó más bien a la uniformidad del
pensamiento, debiera ser un eje central en la manera como se desarrolla el
ejercicio político interno, rescatando el principio de la construcción de unidad
política en base a posiciones mayoritarias que respetan la expresión de po-
siciones disidentes y que agotan las instancias de debate, más que imponer
una lógica burocrática por mayoría simple (50%+1). La unidad política en la
acción por tanto sólo será reflejo de un acuerdo real y no burocráticamente
definido. Nuestro umbral de ejercicio democrático interno debe ser muy alto,
en consonancia con nuestra propuesta de democratización radical de la so-
ciedad.

Participación
Para garantizar el principio de democracia interna, toda organización
debe disponer de los canales e instancias de comunicación, debate y parti-
cipación lo más amplias y democráticas posibles que permita garantizar los
deberes y derechos de todos sus integrantes y la legitimidad de la toma de
decisiones, evitando el basismo o el centralismo y el encierro sectario. Del
mismo modo debe considerar diversas y amplias formas de participación in-
dividual y colectiva que tiendan a la inclusión y no a la exclusión, considerando
niveles diferenciados de involucramiento en la toma de decisiones y respon-
sabilidades.

Se requiere una organización donde la participación sea transversal en


todos los temas. Pensamos en una forma de militancia que asume colectiva-
22
Volver a la Raíz de lo Común

mente las tareas de la elaboración teórica y política, donde todos los militan-
tes, más allá de su escolaridad o sus profesiones, toman en sus manos los
desafíos de su formación y su participación en los debates estratégicos.

En correspondencia con nuestra propuesta, entendemos la participa-


ción de forma constructiva, esto es, desde el activo involucramiento de todo
el colectivo en el diseño de la organización y su política y no solo como una
participación en la toma de decisiones previamente modeladas.

Organicidad
Para que un instrumento se constituya en un cuerpo político o en un
intelectual colectivo debe dotarse de formas de organización que evite pree-
minencias de un sector sobre otro o de un ámbito de trabajo sobre otro, do-
tándose de formas de organización orientadas a la conducción y consecución
de objetivos políticos, garantizando la participación de las bases y represen-
tación de todos las partes que involucra la organización, no obstante diferen-
cie niveles de dirección o de toma de decisiones que le permitan ejecutividad
y efectividad en la conducción. Para ello es pertinente contar con aspectos
normativos que formalizan las formas de participación de cada uno de sus
miembros.

Dirección Colectiva
La dirección colectiva entendida como un conjunto de capacidades diri-
genciales diferenciadas que evita los personalismos o caudillismos sin desme-
recer las capacidades individuales y que se orienta a la formación y desarrollo
permanente de militantes y dirigentes que combine los intereses individuales
con los requerimientos e intereses colectivos.

Las direcciones se deben a sus bases. Los dirigentes deben mostrar


un compromiso elevado y debe estar bajo permanente fiscalización (u otro
concepto, no se) de las bases. Los cargos serán elegidos de forma universal
y transparente, y podrán ser revocados en cualquier momento en que una
mayoría debidamente acreditada lo solicite.

La organización deberá proveer a los dirigentes más dedicados al tra-


bajo político, algunas condiciones de sostenibilidad material que lo hagan po-
sible.

Valores y aspectos culturales


Toda organización se basa en una cierta eticidad asociada a la política,
que pone en cuestión los valores en los que se sustenta el proyecto moderno
capitalista, pero que es capaz de leer y adecuarse a las expresiones cultura-
les e identitarias de vastos sectores dominados, excluidos y explotados que
permiten construir una lectura común e identidad colectiva propia con crea-
tividad.

Proponemos una organización contraria a toda forma de discrimina-


ción, que busque permanentemente la participación igualitaria de militantes
de toda condición sexual, etnia y de género, que tienda a revertir los mecanis-
mos de poder que prevalecen en nuestra sociedad, como el etnocentrismo, la
superioridad de los intelectuales y profesionales con mayor educación formal,
23
¡Por una Izquierda Socialista, Feminista y Libertaria!

el centralismo, el machismo, entre otros.

Sostenibilidad
Finalmente para que una organización pueda desarrollar y aplicar estos
principios requiere de niveles de sostenibilidad material que permitan asegu-
rar la existencia y funcionamiento básico, así como el logro de objetivos po-
líticos. Esto implica abordar el financiamiento de la organización a través de
mecanismos que involucren a toda la membresía directamente como co-fi-
nancistas, o indirectamente a través del desarrollo de acciones de financia-
miento y/o a través de instancias especializadas para la consecución de estos
objetivos.

Formación
Requerimos construir espacios permanentes de formación política,
concebidos principalmente desde mecánicas de democratización del cono-
cimiento que permiten la construcción colectiva de la política y la toma de
decisiones al interior de la organización y formas de educación participativas.

Una propuesta inicial del diseño de la organización

La estructura
La unidad básica de la organización es el núcleo, compuesto por mili-
tantes que se desempeñan en unidades territoriales, temáticas o sectoriales.

La sumatoria de unidades de base o núcleos podrán agruparse comu-


nalmente, los que a su vez lo podrán hacer regionalmente, y consecuente-
mente nacionalmente

Lo anterior podrá aplicar para todo tipo de unidades de base indepen-


diente de si estas son temáticas, territoriales o sectoriales.

Las instancias de conducción


Dirección Nacional. Es la instancia máxima de la organización compues-
ta por un representante político de cada dirección regional y el secretariado
ejecutivo. De funcionamiento mensual.

Secretariado ejecutivo. Es la instancia de conducción política y organi-


zativa del movimiento compuesta por un encargado(a) político, de comuni-
caciones, organización y funcionamiento interno y de comisiones temáticas,
territoriales o sectoriales. Su funcionamiento es semanal.

Se eligen en la asamblea nacional


Dirección y secretariado ejecutivo regional y comunal. Son instancias
que reproducen la estructura nacional y que son electos en asambleas regio-
nales y comunales.

Comisión política nacional. Instancia de contraloría del avance de im-


plementación de los planes políticos y del funcionamiento orgánico, se pro-
nuncia sobre coyunturas y temas de relevancia a nivel interno. Compuesta
por representantes de comunales y comisiones de trabajo sectorial, territorial
24
Volver a la Raíz de lo Común

o temática. Es convocada al menos dos veces al año por la dirección nacional.

Comisiones nacionales de trabajo sectorial, territorial o temático


Instancias de trabajo sectorial como pueden ser colegios profesionales,
sindicatos, federaciones de estudiantes, municipio, diputación y que se cons-
tituyen nacional o regionalmente según el grado de desarrollo.

Instancias de trabajo territorial, como pueden ser consejos territoriales


comunitarios a nivel barrial compuesto por representantes de organizaciones
sociales, juntas de vecinos, agrupaciones culturales, cooperativas, etc.

Instancias de asesoría temáticas como pueden ser salud, economía,


vivienda, educación, medio ambiente, elecciones y ciudad. Comisiones de tra-
bajo que se constituyen a partir de las capacidades propias y por construir
que aportan a las instancias de conducción con conocimientos específicos
respecto a estos temas para la definición e implementación de políticas re-
gionales y nacionales.

Las instancias de toma de decisiones


La Asamblea Nacional. Instancia ampliada compuesta por represen-
tantes de las asambleas regionales y comunales que deciden sobre congre-
sos, planes políticos anuales, elección de representantes de la organización a
nivel nacional y la aplicación de principios o normas establecidas por la orga-
nización. Se constituye una vez al año.

La asamblea regional y comunal. Instancia ampliada de la militancia


donde se proponen y evalúan planes políticos regionales y comunales, se eli-
gen los representantes del movimiento a nivel regional, a la asamblea nacional
y se aplican normas y principios establecidos por la organización. Se consti-
tuyen dos veces al año, previo y posterior a la asamblea nacional y regional
respectivamente.

Estamos convencidos que la democracia participativa es uno de los de-


safíos fundamentales para la izquierda, y que debemos hacernos cargo de
éste tanto a nivel interno, como principio fundamental de organización y par-
ticipación de nuestra orgánica, así como a nivel externo, en nuestro trabajo
político en el ámbito social e institucional. Este desafío se presenta a nivel
mundial, en un momento de auge de las derechas y de los discursos totali-
tarios de carácter homofóbico, xenófobo, racista y machista, discursos que
amenazan profundamente los vínculos sociales y la política como espacio de
confrontación de los desacuerdos, como ejercicio democrático de discusión y
creación de la vida en común.
La pérdida de un ideal democrático sustantivo, es a causa de los efec-
tos nocivos que conllevan las políticas neoliberales profundizadas por la tran-
sición:
1. La pérdida de un horizonte común de los proyectos vitales (diná-
micas competitivas e individualistas).
2. La despolitización de las personas, resumidas en las figuras de la
meritocracia y el emprendimiento- y la responsabilización individual frente al
fracaso.
3. La tecnificación y pragmatismo de las decisiones públicas.
25
¡Por una Izquierda Socialista, Feminista y Libertaria!

Esto nos deja en un escenario en donde la democracia, en el ideario co-


lectivo, sólo se remite a la libertad de elección, es decir, se vacía de contenido
sustantivo, y solo se presenta como un medio instrumental. Creemos que sólo
mediante una democracia radical podremos desarrollar una praxis política
emancipatoria, que tenga como ideales rectores los principios de la igualdad
y la libertad.
Esta democracia radical debe expresarse tanto a nivel interno y exter-
no, anteriormente referidos, y en relación con:
1. Mecanismos y procesos de definición y control de representan-
tes.
2. Mecanismos y procesos de deliberación de la estrategia y la tác-
tica que guiará nuestro actuar político, de modo de asegurar, en ambos ca-
sos, la posibilidad que cualquiera, es decir, de todes y cada una, pueda ejercer
colectivamente el autogobierno y la autonomía.
Así, la democracia radical para nuestra orgánica no refiere a la “asam-
bleización” de toda decisión, sino más bien, a la institución de prácticas que
aseguren que nuestra acción colectiva será determinada por el mismo colec-
tivo; que el trabajo de base realizado por la militancia -sus reflexiones y ex-
periencias- será el fundamento desde donde se construyen las orientaciones
políticas que guiarán a nuestro partido y sus representantes.
Del mismo modo, la democracia radical en la esfera institucional (di-
putaciones, municipios, entre otras) no refiere a la mera “consultorización”
de ciertas decisiones, sino a la instauración de prácticas concretas de des-
centralización, socialización y democratización del poder hacia los territorios,
que permita transformar desde abajo la política institucional, desbordando
los meros canales de representatividad. En este sentido, nuestro ejercicio mi-
litante debe expulsar el paradigma de “la gestión” como administración priva-
da del poder de decidir.
“La Orgánica”, considerada una forma de institucionalidad interna y
punto número dos en el Documento “Acuerdos de Temario Primera Fase
Congresal (Octubre 2018 - Marzo 2019)”, se debe pensar como un objeti-
vo estratégico claro, y un piso fundamental para disputar la institucionalidad
política en los territorios; con una mirada libertaria, autonomista, feminista,
democrática y sostenible, pensándose, desde la ética y práctica, como par-
tes íntegras de la comunidad y los movimientos sociales, con un horizonte que
busque construir fuerza política, capaz de sostener transformaciones estruc-
turales que vayan en la dirección de romper formas neoliberales y patriarca-
les de reproducir la sociedad.
Estas definiciones orgánicas para el proceso de transición hacia una
estructura de mayor unidad, nos plantean desafíos que nos invitan a pensar
en el futuro, entre militantes de IL, SOL, ND y MA en los diferentes espacios de
base desplegados por el territorio nacional. Es indispensable lograr un marco
político articulado (sobre el cual se deben pronunciar las tesis), con espíritu de
disputar, junto a fuerzas sociales, gobiernos locales, regionales y nacionales e
incentivar la radicalidad de las transformaciones.
Una reflexión fundamental, es reconocer la rigidez que conlleva y el es-
fuerzo que demandará la creación de la institucionalidad legal como partido
político, herramienta, que debe acoplar a una orgánica política -de carácter
movimental, feminista, territorializada, antiburocrática y de presencia nacio-
nal-, junto a las fuerzas sociales en los territorios; que sirva como plataforma
para el trabajo territorial y, para la disputa de la representación popular en
los diferentes gobiernos.
26
Volver a la Raíz de lo Común

Los marcos de democracia interna para procesar nuestras diferencias,


deben enmarcarse dentro de una democracia feminista y decolonial, donde
se reconozca nuestras diversas identidades sociales, interseccionalidades y
tendencias políticas con una mirada que visibilice y se haga cargo del trabajo
reproductivo de la mujer, invisibilizado por el patriarcado y el capitalismo en
su sistema de reproducción social-, y que sea capaz de afrontar de forma
creativa nuevas prácticas que permitan la participación de toda la militancia Y
que visibilice la discriminación y exclusión de otros saberes y otras formas de
vida, alejadas del paradigma técnico-occidental, y que sea capaz de integrar
las distintas culturas e ideales de nuestros pueblos. Definición de soberanías
políticas en los espacios orgánicos de base, Comunales y Frentes, con mayor
horizontalidad, democracia radical y autonomía en la toma de decisiones y
organización orgánica interna. Conscientes de crear un plan político de ac-
ción, que adecue sus tácticas a la realidad territorial o temática, enlazado a
las estrategias del marco político que se acuerde para la nueva organización.
Constituida, por personas encargadas de coordinar la política, orgánica, co-
municación, finanzas y territorio. Con la opción de revocar su cargo, por razo-
nes fundadas y analizadas en su mérito por un órgano externo.
Las atribuciones de cada orgánica debe discutirse en los estatutos fun-
dantes del nuevo movimiento, construidos desde las bases y enmarcado en la
estrategia político social. Para finalizar, la nueva orgánica debe satisfacer dos
necesidades: trabajo político social en los territorios y disputa institucional de
los gobiernos. La primera, creemos se construye en el calor de la comunidad y
la perseverancia, la segunda, en nuestra realidad, en el calor de la recolección
de firmas. La orgánica que nazca, debe integrar a cada persona que firme,
recibiéndoles con formación política y trabajo en los territorios o temáticas y
un ambiente de democracia y autonomía.

27
VOLVER A LA RAÍZ
DE LO COMÚN

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