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nombre masculino
1. 1.
Consideración, acompañada de cierta sumisión, con que se trata a una
persona o una cosa por alguna cualidad, situación o circunstancia que
las determina y que lleva a acatar lo que dice o establece o a no
causarle ofensa o perjuicio.
2. 2.
Consideración de que algo es digno y debe ser tolerado.
"el respeto a los derechos humanos; el respeto a la libertad de
expresión; el respeto al propio cuerpo"
3. 3.
EUFEMISMO
Miedo o temor que produce algo.
"le tenía mucho respeto a las alturas"
4. 4.
faltar al respeto
Tratar de forma desconsiderada a alguien.
"no se debe faltar el respeto a las personas mayores"
5. 5.
presentar mis/tus/… respetos
Decir o hacer algo en señal de respeto.
"antes de nada, deja que le presente mis respetos al anfitrión; al final
del funeral se presentan los respetos a la familia del difunto"
6. 6.
[sitio] Que está destinado a personas o actos importantes.
"una sala de respeto"
7. 7.
[persona, cosa] Que sirve de prevención o repuesto.
"carroza de respeto"
Lo que dice la Biblia sobre este tema es claro. Si analizamos bien los Diez
Mandamientos, la norma que rige nuestra vida cristiana es un decálogo
para mostrar respeto. Los cuatro primeros mandamientos nos enseñan a
mostrar respeto por Dios, por Su majestad, Su poder, Su nombre (Éxodo
20:1-11; Deuteronomio 5:6-15). Los otros seis nos enseñan a mostrar
respeto por nuestro prójimo, su autoridad (nuestros padres), su vida, su
propiedad, su cónyuge, su reputación (Éxodo 20:12-17; Deuteronomio
5:16-21).
Dios espera que todos nosotros nos tratemos con respeto. El afecto, el
cariño, la confianza y la familiaridad no debe ser justificación para faltarle
el respeto a alguien. La autoridad que tengamos no debe ser una razón
para tratar a alguien faltándole el respeto.
No obstante, algunas personas quizá sientan que las pasamos por alto
aunque las saludemos. ¿Por qué? Porque tal vez les parezca que no se las
trata con dignidad. Por ejemplo, no es raro que se catalogue a la gente en
función de algún rasgo físico. Con frecuencia se evita a los discapacitados
y a los enfermos. Sin embargo, la Palabra de Dios nos enseña a tratarlos
con amor y respeto (Mat. 8:2, 3). A todos nos ha afectado de una u otra
manera la herencia del pecado de Adán. ¿Sentiría usted que se le respeta
si los demás siempre lo identificaran por sus defectos? ¿No le gustaría
más que se le reconociera por sus muchas cualidades positivas?
El respeto también implica aceptar la jefatura. En algunos lugares es
necesario hablar al cabeza de familia antes de dar testimonio a otros
miembros del hogar. Aunque nuestra comisión de predicar y enseñar
procede de Jehová, reconocemos que Dios ha encomendado a los padres
la educación, disciplina y dirección de los hijos (Efe. 6:1-4). Por lo tanto,
cuando llamamos a una casa, es conveniente hablar primero con los
padres antes de entablar una conversación extensa con los hijos.
Con la edad se adquiere una experiencia en la vida que debe respetarse
(Job 32:6, 7). Admitir este hecho ayudó a una joven precursora de Sri
Lanka que visitó a un señor mayor. Al principio, este objetó: “¿Cómo
puede una joven como tú enseñarme la Biblia?”. Ella contestó: “Yo no he
venido en realidad a enseñarle, sino a transmitirle algo que aprendí, que
me ha hecho tan feliz, que sencillamente tengo que compartirlo con otras
personas”. La respuesta respetuosa de la precursora despertó el interés
de aquel hombre, quien preguntó: “Entonces dígame, ¿qué aprendió?”.
“He aprendido cómo puedo vivir para siempre”, dijo. Ese señor empezó a
estudiar la Biblia con los testigos de Jehová. No todas las personas de
edad expresarán su deseo de que se las trate con el mismo respeto, pero
la mayoría lo agradecerá.
Ahora bien, es posible llevar demasiado lejos los formalismos. En las islas
del Pacífico y en otras partes del mundo, los Testigos usan por respeto
las fórmulas de tratamiento acostumbradas cuando hablan con el jefe de
un poblado o de una tribu. De ese modo les es posible hablar tanto con
los jefes como con la gente que está bajo su jurisdicción. Sin embargo, la
adulación ni es necesaria ni es propia (Pro. 29:5). De igual modo, aunque
en el vocabulario de un idioma figuren términos honoríficos, el respeto
cristiano no requiere el uso excesivo de estos.
Presentación respetuosa. La Biblia nos insta a explicar la razón de
nuestra esperanza “con genio apacible y profundo respeto” (1 Ped. 3:15).
De modo que aunque percibamos enseguida los puntos débiles de las
opiniones de nuestro interlocutor, ¿es prudente rebatirlas de manera que
hiera su dignidad? ¿No sería mejor escuchar con paciencia, quizá
preguntarle por qué piensa de esa manera, tomar en consideración sus
sentimientos y razonar con él basándonos en las Escrituras?
No solo hay que demostrar tal respeto cuando hablamos con otra
persona, sino también al dirigirnos a un auditorio desde la plataforma.
El orador que respeta a sus oyentes no los critica con dureza ni les da a
entender que “si no hacen las cosas es porque no quieren”. Hablar en ese
tono solo puede desanimarlos. Cuánto mejor es considerar al auditorio
como un conjunto de personas que aman a Jehová y quieren servirle.
Al igual que Jesús, debemos ser comprensivos cuando tratamos con los
que están débiles en sentido espiritual, con los que tienen menos
experiencia o con aquellos a quienes les toma más tiempo poner por obra
los consejos bíblicos.
Sea comprensivo.
EJERCICIO: Piense en alguien que sea mucho mayor o más joven que
usted. Reflexione sobre cómo se dirigiría a esa persona, qué podría decirle
para entablar una conversación y qué haría para demostrar verdadero
respeto, tanto a ella como a lo que dice. Luego póngalo en práctica.
Maneras en que puedo ser más respetuoso