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çççççççççççççççççççççççra8M CE
Julio Fernández Pintos
1. INTRODUCCIÓN. (5).
2. PETROGLIFOS DE ESPIRALES EN GALICIA.
3. PETROGLIFOS Y PINTURAS CON ESPIRALES EN LA PENÍNSULA IBÉRICA (17).
4. ASPECTOS CRONOLÓGICOS Y CULTURALES DE LAS REPRESENTACIONES DE ESPIRALES EN
LA PENÍNSULA IBÉRICA.
3. INSERCIÓN CRONOCULTURAL DE LOS PETROGLIFOS DE ESPIRALES (29).
4. SOBRE EL ARTE RUPESTRE GALLEGO.
5. BIBLIOGRAFÍA.
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Índice
1. INTRODUCCIÓN (7).
2. PETROGLFOS DE ESPIRALES EN GALICIA (11).
- Parte I: Catalogo (13).
- Parte II: Sistematización (100).
3. LA ESPIRAL EN LOS GRABADOS RUPESTRES PORTUGUESES Y EN EL ARTE ESQUEMÁTICO
PENINSULAR (105).
3.1. Petroglifos de espirales en Portugal (108).
3.2. Espirales en las pinturas rupestres de la Península Ibérica (127).
3.3. Petroglifos de espirales en la mitad oriental de la Península Ibérica (132).
4. ASPECTOS CRONOLÓGICOS Y CULTURALES DE LAS REPRESENTACIONES DE ESPIRALES EN
LA PENÍNSULA IBÉRICA (135).
4.1. Sobre la cronología de las espirales del Arte Esquemático (135).
4.2. Problemática de los petroglifos de espirales de la costa mediterránea (141).
4.3. Sobre las figuras espiraliformes de los petroglifos portugueses (142).
4.4. Aspectos crono-culturales de los petroglifos de espirales en el Arte Rupestre
Gallego (151).
4.4.1. Planteamiento previo (151).
4.4.2. Cronología (154).
5. SOBRE EL ARTE RUPESTRE GALLEGO: UN ENSAYO DE PRECISIÓN TERMINOLÓGICA (169).
6. ANEXO: EL LOMBO DO ROXÁS (179).
7. BIBLIOGRAFÍA (191).
6
7
1
Introducción
1
López Cuevillas, F. (1951:76).
2
Sobrino Lorenzo-Ruza, R. (1953).
3
Peña Santos, A de la, y Vázquez Varela, J. M. (1979:26-32).
4
García Alén, A. y Peña Santos, A. de la (1980:128).
8
ensayado: que son un motivo frecuente, y usualmente están acompañadas por combinaciones
circulares. Incluso habla de posibles significaciones siguiendo el modelo mitológico de antiguas
culturas5. Otro autor que se ocupó de las espirales fue M. Santos Estévez, el cual las integró en
su Estilo Atlántico en la categoría de las abstracciones, pero las estudia conjuntamente en el
mismo grupo que laberintos y combinaciones circulares, aceptando que las tres formas
constituyen un modo distinto de representar la misma cosa, e incluso llega a suponer que por
un lado, el concepto gráfico da las combinaciones circulares mezclado con la idea de la espiral
está detrás de las formas pseudolaberínticas, así como llega a especular con la posibilidad de
que las espirales son una simplificación de los laberintos6.
También el que escribe estas líneas debió enfrentarse con su evidencia. Así, primero
las pusimos en relación con el mundo de las combinaciones circulares, pero en la categoría de
las formas laberínticas, lo cual implicaba una cierta afinidad morfológica y en cierto modo
tampoco es falso7. Con posterioridad, al estudiar la localización topográfica de los petroglifos
del monte de Santa Trega (A Guardia) decíamos explícitamente que considerábamos las
espirales como formas particulares de las combinaciones circulares características de esta
zona8. Y ya por último, esta última idea nos condujo a la confección de un mapa de dispersión
de las combinaciones circulares en el SO. de Galicia subrayando su distribución territorial
diferenciada de la de aquéllas empleando un símbolo de color distinto, aunque no se realiza
ninguna explicación adicional9. También se refirieron a ellas otros autores en la elaboración de
síntesis, pero siempre siguiendo los criterios antes enunciados.
Y hasta aquí, todo lo que sabemos de los petroglifos de espirales en Galicia. Espirales
hay también en el territorio minhoto del Arte Rupestre Gallego, pero como veremos, asimismo
en escasa cantidad, y en su publicación los investigadores lusos no nos han ofrecido tampoco
ninguna aportación apreciable.
Pero el estudio de las espirales, tal como le hemos concebido en este trabajo lleva
implícitas consecuencias insospechadas que a primera vista no se habrían detectado. Para
comenzar este estudio se concibió inicialmente como una investigación sobre las formas
laberínticas, al modo como ensayara hace casi setenta años R. Sobrino. Pero a medida que iba
avanzando, debido a ciertos problemas de índole cultural, juzgamos mejor dejar los laberintos
para otra ocasión, pues los puntos de contacto con las espirales necesitaba una clarificación
más sosegada. Avanzada la investigación apreciamos que si de este estudio marginábamos los
petroglifos localizados en territorio portugués sencillamente estaríamos sesgando nuestros
conocimientos, pues las representaciones de espirales siguen un continuo geográfico desde
Muros hasta el Valle del Tajo, o incluso más al sur, hasta el Guadiana. Es decir este motivo no
sólo se reproducía en el ámbito rupestre galaico, sino también en una serie de estaciones que
tradicionalmente nunca se consideraron pertenecientes a esta área artística. Habría en
consecuencia que arrojar luz sobre este tema. Y el trabajo quedaría incompleto si no se hacía
alusión al dominio esquemático peninsular, sobre todo las pinturas rupestres, pero también
petroglifos aparecidos en otras comarcas, aún más raros que en Galicia y Portugal, lo cual
exigía una mínima consideración.
5
Vázquez Varela, J. M. (1983).
6
Santos Estévez, M. (2007:39, 54 y 57).
7
Fernández Pintos, J. (1993:123; fig. 1).
8
Fernández Pintos, J. (2015a:212).
9
Fernández Pintos, J. (2015b:84.fig. 47).
9
Por lo tanto, dado que las espirales son un motivo escaso en Galicia, sería
improcedente no contar con las manifestaciones rupestres peninsulares. Sin embargo el
estudio lo hemos concebido de un modo tradicional, siguiendo criterios administrativos
separándolas en función de la frontera marcada por el Minho, y estudiando primero las
espirales gallegas. Esta actitud no nos debe extrañar, pues aún se utiliza, quizás
inconscientemente, pero de la que se han percatado ya algunos autores.
Con frecuencia los investigadores portugueses del arte rupestre disperso por la
comarca minhota, siguen esta norma, y hacen caso omiso, o pasan muy por alto la realidad
artística gallega. Sin lugar a dudas se trata de una división muchas veces involuntaria, motivada
por el desconocimiento bibliográfico y avances producidos al norte del Miño, pero en la
actualidad con el gran desarrollo de los medios de comunicación, Internet concretamente, tal
proceder no tiene justificación e incluso normalmente presenta tintes grotescos. Debemos de
tener en cuenta que esta división de grabados de espirales gallegas por un lado, y portuguesas
por otro, la realizamos conscientemente como una adaptación al contexto histórico de la
bibliografía e investigación actual donde la división administrativa pesa mucho en la tarea de
los investigadores de ambos lados de la frontera, por ejemplo en las respectivas tradiciones
epistemológicas. Esta separación territorial se observa incluso en algunos estudios
arqueológicos de áreas fronterizas, donde no se hace apenas alusión de sus paralelos al otro
lado de la raya. Obviamente este ensimismamiento “nacionalista”, voluntario o invluntario, no
puede ser coronado por el éxito, y forzosamente llevará a un nuevo callejón sin salida que a la
postre acabará por empantanar el progreso de los conocimientos, sino una comprensión
distorsiva como ya se comienza a apreciar en algunos autores portugueses. Esconderse tras la
fórmula del Arte Atlántico para no evitar hacer referencia al aplastante predominio de
petroglifos del mismo tipo en Galicia y loar su producción nacional, es una actitud que por
chocante merece un estudio sociológico.
Los petroglifos son tan abundantes en Galicia, y hasta hace pocos años tan escasos en
el norte de Portugal que sin lugar a dudas no despertaron un gran interés en los investigadores
lusos. Esta zona siempre se consideró marginal y periférica respecto del Arte Rupestre Gallego.
Más allá de su mención, tampoco preocuparon mucho a los arqueólogos gallegos. Durante
decenas de años, y hasta realmente hace poco, rara era la alusión a los petroglifos
portugueses, ni siquiera en el ámbito territorial. Las cosas no se han invertido, como quieren
hacernos pensar algunos estudiosos portugueses, pero sí es cierto que en los últimos años,
paralelamente al incremento del hallazgo de nuevas estaciones en Galicia, también se han
localizado muchas en el territorio minhoto, pero sin llegar a alcanzar ni por asomo los índices
gallegos. La superación de esta mutua exclusión tendrá en manos de algunos autores
consecuencias doctrinales de suma importancia que abordaremos en el Capítulo 5.
Sin embargo, los petroglifos del norte de Portugal han de ser tenidos en cuenta
necesariamente a la hora de elaborar síntesis sobre el Arte Rupestre Gallego. Por traer ahora
un ejemplo muy ilustrativo, es obligado considerar que por su localización geográfica están
muy cerca de otros dominios artísticos rupestres, lo cual no puede ser pasado por alto. Que
esta división entre petroglifos gallegos y minhotos es artificial ya ha quedado claro en un
anterior trabajo nuestro sobre los tableros de juego rupestres del SO. de Galicia10, cuando en
las consideraciones generales nos habíamos visto obligados a incluir no solamente los gallegos
10
Fernández Pintos, J. (2017).
10
que estaban alejados de este núcleo, sino también los conocidos en la ribera sur del río Miño,
así como el tramo NO. del litoral portugués. Está claro que este estudio tenía un marcado
carácter local, esperando que la aparición de nuevos ejemplos, sobre todo los muchos
mencionados para el área minhota, vengan a corroborar, matizar o debatir las conclusiones allí
obtenidas. Pero una cosa queda clara: ya no se puede seguir partiendo el Arte Rupestre
Gallego por un río, y a continuación, en función de una educación nacional (o nacionalista),
ignorar lo que hay al otro lado de una frontera creada hace ochocientos años. La
superabundancia de petroglifos localizados en Galicia, hasta cierto punto podría permitir tal
falta, pero desde la óptica portuguesa, y tal como lo están ya llevando a cabo algunos
investigadores, es un enorme dislate que no puede llevar a nada positivo, como lo están
demostrando los sesgados trabajos de ciertos escritores lusos.
Desde el punto de vista técnico hemos de señalar que se trató de estudiar
directamente todas las estaciones en que se sabía la existencia de espirales. Como veremos en
las descripciones del Capítulo 2 cada estación se presenta con un estudio integral, desde la
ubicación topográfica hasta la descripción de los grabados. Asimismo, dado que la
presentación de muchos de los paneles exigía o facultaba una explicación o referencia
complementaria que en principio no tenía que ver directamente con las figuraciones de
espirales, hemos añadido en el análisis de cada estación apartados en los que se comentan
diversos aspectos que se han abordado bibliográficamente en otros trabajos, y que merecen
ser comprobados en cada estudio. También se han utilizado estos comentarios para aportar
algunas nuevas ideas que serán desarrolladas más pormenorizadamente en trabajos futuros.
Asimismo, al ocuparnos de la estación de o Lombo do Roxás, dada su importancia,
pero a causa de la magnitud de la descripción, y porque se podría desvirtuar el carácter del
presente estudio, creímos más adecuado abrir un capítulo aparte a modo de Anexo fuera del
cuerpo del texto donde se trataría con mayor detenimiento el estudio de la estación. Lo mismo
podemos decir del petroglifo del Coto de Penalba en Campo Lameiro cuya referencia es
obligada por venirse arrastrado desde hace algunos años un estudio específico sobre algunos
tipos de líneas tenidos como figuraciones de ofidios.
Por último indicar que en la presentación gráfica de estos petroglifos, todos los planos
son originales, a menos que se indique lo contrario; que todas las estaciones fueron visitadas y
estudiadas, y que las coordenadas de localización se han obtenido manualmente sobre el visor
de IBERPIX una vez referenciadas correctamente en su emplazamiento11.
11
http://www.ign.es/iberpix2/visor/
11
2
Petroglifos de espirales en Galicia
De todos es sabido que los petroglifos de espirales son muy escasos en Galicia. Sin
embargo si hacemos caso a la bibliografía se encontrarán más casos de los que ahora vamos a
presentar en las páginas siguientes. En efecto en algunas ocasiones, en las interpretaciones
visuales, ciertos autores han confundido el trazado de algunas combinaciones circulares con
espirales. En realidad esta circunstancia no es difícil que ocurra, sobre todo si los grabados
están muy desgastados, dificultando su lectura. En este supuesto mejor sería pasar por alto su
inclusión como verdaderas espirales
El problema es que estos mismos autores, sobre todo, entre los investigadores más
antiguos, nos han aportado planos de otros petroglifos hoy en día desaparecidos donde
constan espirales, en ocasiones con planteamientos iconográficos raros, lo cual invita a que
cuando menos sean puestos en tela de juicio. Puede que sea ésta una postura injusta e
hipercrítica, pero no vemos otro modo de proceder, y además la cantidad de casos desechados
son unos pocos, y de ser ciertos, en nada iban a modificar las conclusiones emanadas del
estudio sistemático de estas figuras.
La lista de petroglifos que se pueden desestimar por no ser espirales, y publicados
como tales no es muy larga, pero merece atención, pues algunas de estas falsas espirales las
hemos encontrado citadas bibliográficamente, por lo que sin lugar a dudas, inducen a error. Se
han citado como figuras espirales combinaciones circulares en Marco do Castelo (Burgueira-
Loureza, Oia)12, Coto da Braña (Sacos, Cotobade), Pedra da Boullosa (Fragas, Campolameiro),
Portela das Rozas Vellas (Sacos, Cotobade), Outeiro do Carballiños, Cuadas dos Mouros y Pedra
da Moura (Coruxo, Vigo)13. En el caso del Coto do Corno 1 (Cedeira, Redondela), si bien
inicialmente se había identificado una espiral, una lectura más moderna puso en entredicho
esta posibilidad14, pero ahora, gracias al uso de la técnica fotogramétrica, podemos certificar
que se trata de una verdadera espiral. En efecto, el grado de erosión que afecta a este
petroglifo lo hacía muy difícil de estudiar eficazmente de otro modo.
El número de petroglifos donde se han identificado espirales, como se verá, no es muy
extenso e incluso tampoco es muy elevada la cantidad de figuras espiraliformes detectadas.
Como se puede observar en la figura 1, la mayor concentración se corresponde con el SO. de la
provincia de Pontevedra, siendo muy interesantes los conjuntos de Santa Trega y del entorno
de la Sierra de Torroso. A partir de aquí, el espaciamiento territorial es muy grande
acentuándose a medida que nos alejamos hacia el Norte o el E.
12
Costas Goberna, F. J. y Martínez do Tamuxe, X. Novoa Álvarez, P. (1999). Véase Fernández Pintos, J. (2017:137-
238 y fig. 149).
13
Sobrino Lorenzo-Ruza, R. (1953).
14
Costas Goberna, F. J.(1984:102-105 y 111).
12
Fig. 1.- Dispersión de las estaciones rupestres con espirales en Galicia: 1.- Santa Tegra; 2.- A Guardia; 3: Pico do
Facho 1.1.; 4.- Pico do Facho 3.1; 5.- A Campana; 6.- O Picouto; 7.- Presa dos Novellos; 8.- Laxe do Lapón; 9.- A
Portela; 10.- Lombo do Roxás; 11.- Regueira da Barreira; 12.- Os Pociños; 13.- Pedradas 1; 14.- A do Cándido; 15.-
Coto do Corno 1; 16.-Pinal do Caeiro; 17.- Champás 1; 18.- Laxe das Cruces; 19.- Área de Fentáns; 20.- Beira da
Costa; 21.- Laxe das Rodas.
Fig. 2.- Dispersión de los petroglifos de espirales en el Monte de Santa Trega (A Guardia) 1. Campo Redondo; 2.
Barrio Calvo; 3, 4, 5 y 6. Ladera E.; 7. O Ermitán. En amarillo los no estudiados directamente.
PARTE I
CATÁLOGO
El monte de Santa Trega (fig. 1-1; fig. 2) es célebre por el yacimiento galaico-romano
que desde comienzos del siglo XX se viene excavando en diferentes y espaciadas campañas y
que están dejando al descubierto un impresionante poblado por su magnitud; uno de los más
grandes del área galaica. Desde un punto de vista turístico es el más conocido por el gran
público, pues además de su interés arqueológico, su valor paisajístico es también considerable.
14
Pero asimismo, en diferentes puntos de este monte hay también petroglifos, que han
sido sacados a la luz en antiguas catalogaciones, fruto de minuciosas prospecciones.
Obviamente, y a excepción del “Mapa”, estas manifestaciones rupestres pierden su interés
ante la prevalencia arqueológica del extenso yacimiento castreño. En realidad el “Mapa” si es
conocido a nivel popular es por su ubicación dentro del mismo poblado, y por estar señalizado
y protegido, pues de lo contrario, dada la escasa relevancia técnica de sus grabados pasaría
desapercibido pues difícilmente se puede apreciar a simple vista.
Los petroglifos de Santa Trega han sido siempre estudiados en conjunto. La más
completa catalogación que conocemos es de F. J. Costas Goberna15. Más conocida sin embargo
es la publicada por E. Pereira García, F. J. Costas Goberna y J. M. Hidalgo Cuñarro16, que en
realidad trata el tema de los grabados rupestres en los castros para lo cual citan
pormenorizadamente todos los petroglifos existentes, tanto de los recintos castreños como en
sus proximidades, y para el caso de Santa Trega siguen al pie de la letra la catalogación de F. J.
Costas Goberna ya citada. Estos autores distribuyen los petroglifos en complejos y los numeran
correlativamente, desde el nº. 1 hasta el nº. 18, como si de una única estación se tratara. No
podemos respaldar este procedimiento, pues la separación topográfica de unos a otros
complejos es a veces muy dilatada (fig. 2), por lo que en realidad estamos hablando de
estaciones diferenciadas, de cuyas áreas de emplazamiento en ocasiones se conocen
topónimos distintos. Además la numeración de aquellos autores incluye incomprensiblemente
una losa móvil y perfectamente regularizada con un reticulado, lo cual no constituye un buen
método.
Un problema que nos hemos encontrado en el estudio de algunos de estos petroglifos
es su situación en medio de un impenetrable bosque de acacias, eucaliptos y matorrales que
impiden la circulación y el acceso a sus ubicaciones, a lo cual debemos añadir la existencia de
una potente capa de humus integrado por musgos, hojas y tierras provenientes de
escorrentías que cubren muchas de las rocas, áreas donde autores anteriores sitúan grabados
que en la actualidad no se ven. El problema se acrecienta porque en algunos de estas
estaciones no hay coincidencia en la interpretación visual de los grabados allí existentes, y por
otra parte, no se han facilitado coordenadas de localización, sino situaciones en mapas, todo lo
cual hace todo el trabajo muy complicado.
El Monte de Santa Trega es un domo campaniforme muy rocoso en su cumbre, cuya
cima se encuentra a 344 m. de altitud sobre el mar. Esta unidad serrana tan peculiar se yergue
en el triángulo que forman por el Este la desembocadura del Río Miño, por el Oeste el Océano
Atlántico, y por el norte la vega agrícola de A Guardia. Mide 1, 7 kms. de anchura por 3 kms. de
longitud, ocupando unas 332,6 has.
La historia del Monte de Santa Tegra no ha de ceñirse solamente al poblado galaico-
romano cuya existencia se extiende desde fines del siglo I AC hasta la segunda mitad del siglo I
AD17. Recientes excavaciones permiten retrotraer sus orígenes a un período anterior, por lo
menos al siglo IV AC18. No obstante de este yacimiento se asegura que proceden diversos
artefactos característicos del Bronce Final19. No obstante se ha propuesto también una posible
ocupación más tardía, de fines del siglo III o comienzos del IV AD, según se juzga por la
15
Costas Goberna, F. J. (s/f).
16
Pereira García, E., Costas Goberna, F. J. e Hidalgo Cuñarro, J. M. (1999).
17
Peña Santos, A. (1986a y 1987).
18
Rodríguez Martínez, R. M. (2018).
19
Carballo Arceo, X. L. (1999).
15
aparición de ciertos materiales vítreos20. Hasta aquí, lo que podemos encontrar en lo alto del
monte o serranía, pero en su base, ya en contacto con la vega agrícola se han localizado otros
emplazamientos castreños, como el castro de A Forca en su extremo N., que curiosamente se
data su ocupación entre los siglos IV y II AC21, y el castro de Camposancos por el E. Asimismo
en esta misma base del monte, por debajo del Castro de A Forca se ha identificado el
yacimiento de O Cancelón, de donde procede material lítico prehistórico, pero en contacto con
las tierras agrícolas se han localizado varios yacimientos relacionados con la romanización de la
zona, como el de Eira Vella, a los pies del citado castro de Camposancos, con prolongación en
el Medievo, extendido sobre unas 11 has., y cuya datación se extendería entre los siglos I y IV
AD. Romano es también el sitio de Bouzas ya en el casco urbano por debajo de A Forca.
Como ya hemos indicado más arriba, el número de petroglifos localizados en este
monte no es despreciable. Abundan los petroglifos de coviñas, con diversas presentaciones
formales, así como varios petroglifos con combinaciones circulares de mediano tamaño. Pero
lo que nos importa en estos momentos son aquellos paneles donde se han figurado espirales.
El barrio Calvo y su continuación, el barrio Mergelina se instalaron en pequeñas
terrazas de reducidas dimensiones, en ligero plano inclinado, en el contexto de una vertiente
muy empinada y características muy rocosas, en la ladera N. de la elevación, y a considerable
altura sobre el valle. En realidad en este sector se pueden identificar una serie de pequeñas
terrazas escalonadas en altura, en estos casos a 250 m. sobre el nivel del mar. Muchos
petroglifos fueron realizados en estas terrazas, pero algunos los encontraremos en rocas
enclavadas en la vertiente, e incluso uno de ellos ocupa la roca más alta de la cúspide de este
Monte, concretamente en el Pico de san Francisco22. En líneas generales se trata de un paraje
de difícil acceso a causa de la acusada pendiente.
Como ya indicamos algunos párrafos más arriba, en el estudio de estos petroglifos nos
encontramos con el impedimento de la vegetación a la hora de examinarlos, quedando los que
se vieren afectados por esta circunstancia sin analizar. En la figura nº. 2 recogemos un total de
cuatro estaciones, de los cuales solamente sabemos a partir del citado trabajo de F. J. Costas
Goberna. Alguna de estas estaciones no está referida en otro tipo de publicaciones, dando la
impresión de que solamente la vio este autor; mientras en otras las lecturas que nos ofrece
contradicen exámenes realizados por arqueólogos en el marco de catalogaciones
administrativas (fig. 2, nº. 3, 4, 6 y 7). De todos modos las vamos a recoger en el presente
estudio, pero con la salvedad de quedar pendientes de confirmación. Los planos y datos de
estas estaciones los tomamos directamente de las citadas publicaciones.
Este espacio corresponde con el conocido barrio Calvo (fig. 3, puntos 2.1 y 2.2), pero la
existencia de los petroglifos que vamos a examinar ahora se conoce tras las excavaciones de A.
de la Peña Santos de los años ochenta del siglo pasado. Los petroglifos se encontraban en
superficies naturales, pero sobre las cuales se levantaron viviendas en época galaico-romana.
En total son dos paneles los que vamos a considerar, aunque no olvidemos que en esta área
hay aún más petroglifos entre los muros de las casas y murallas.
20
Caamaño, J. M., Carballo L. X. y Vázquez, M. A. (2007).
21
Carballo Arceo, X. L. (1987).
22
Fernández Pintos, J. (2015a: 254-257).
16
Fig. 3.- Situación de los petroglifos con espirales de Santa Tegra localizados durante las excavaciones en el interior del poblado castreño.
17
Fig. 4.- Panel nº. 2.1 del Campo Redondo (Santa Tegra, Camposancos, A Guarda).
Fig. 5.- Panel nº. 2.2 del campo Redondo (Santa Tegra, Camposancos, A Guarda)
altura máxima. En esta roca vemos una figura espiral levógira de dos vueltas, de 15 cms. de
diámetro y una sección de 35/4, así como una coviña alargada de 130/9 (fig. 5).
Con este topónimo vamos a designar los petroglifos que se pusieron al descubierto
tras las excavaciones de C. Mergelina las cuales se centraron en una banda que va desde las
proximidades del tramo N. de la muralla hasta el lienzo S. En este dilatado espacio se localizan
también numerosos petroglifos de distintas tipologías, pero los que muestran espirales son
cinco paneles.
Este petroglifo es uno de los más antiguos conocidos de Galicia, descubierto a raíz de
las excavaciones del citado investigador. Se sitúa en una roca ubicada en un pasillo de 1 m. de
anchura (fig. 6), que es el espacio dejado por un muro y la muralla de este sector del poblado
(coordenadas: X=510.876,50; Y=4.637.854, 25) (fig. 3-4). Ambas construcciones fueron
montadas sobre la roca, por lo que desconocemos sus dimensiones originales. En la actualidad
su medida máxima es de 1,72 m., ocupando los grabados una longitud de 1 m., observándose
que algunos motivos han sido fosilizados por la construcción de aquellos muros. La superficie
de la roca es de tendencia aplanada, con una vertiente hacia el E. de 17°, y una altura máxima
por esta zona de 45 cms. Constan al menos 10 motivos (fig. 7 y 8).
Hay cuatro espirales, dos combinaciones circulares y tres círculos sencillos. Las
espirales son todas dextrógiras, de cuatro vueltas (nº. 1 y 5), tres (nº 6) y dos (nº. 7). De todas
ellas cabe destacar la nº. 1, de 26 cms. de diámetro y secciones de surco de 25/2, y la número
5, de 22 cms. de diámetro, y surcos de 25/1-2. Esta última algunos investigadores la muestran
asociada a una especie de combinación circular, que por nuestra parte no hemos podido
identificar claramente. Las espirales nº. 7 y nº. 5 aparecen asociadas a líneas. Estos motivos
están muy erosionados a causa de que esta roca, como su nombre indica, era un lugar de paso,
por lo que experimentó un elevado desgaste. Son sobre todo los motivos centrales fueron los
más afectado por el pisoteo, que de todos modos, no debió de ser muy intenso, pues si fuera
un lugar de paso obligado, posiblemente hubieran desaparecido.
19
Fig. 6.- Plano general de los los “Grupos 4 (al Oeste) y 5” (los tres paneles del Este)) de Santa Trega, conocidos también como O Pasillo y O Mapa ó Laxe Sagrada.
En amarillo el supuesto trazado de la muralla.
20
Fig. 7.- Plano del petroglifo del Barrio Mergelina 1. Fig. 8.- Fotogrametría del petroglifo del Barrio Mergelina 1.
21
Fig. 9.- Plano del petroglifo del Barrio Mergelina 2 llamado también A Laxe Sagrada o O Mapa.
22
Fig. 10.- Perfiles de los petroglifos del Barrio Mergelina 1 y 2 Fig. 11.- Pormenor del panel Septentrional del Barrio Mergelina 2
23
Más aún que el anterior, este petroglifo es uno de los más conocidos del monte de
Santa Trega (fig. 3-5). Se compone de tres sectores dispuestos consecutivamente separados
por dos profundas diaclasas que parten la roca en tres partes, y con orientación NE.-SO (fig. 6).
Es ésta una roca tipo laja que en total mide 11,5 m. por 6 m. de anchura, presenta superficie
superior lisa, y muestra una pendiente hacia el SE. de unos 18° (coordenadas: X=510.880,74;
Y=4.637.851,82). En líneas generales los grabados presentan una fuerte erosión y son apenas
perceptibles (figs. 9, 10 y 11).
En el primer sector vemos en su parte superior una combinación circular (nº. 1) de dos
anillos y coviña central, así como una espiral dextrógira, de tres vueltas, de 34 cms. de
diámetro, y cuya espira exterior se continúa mediante una corta línea que se bifurca en su
remate (nº. 2). Junto a este motivo consta también un sencillo círculo. Hay además en este
panel un nutrido grupo de coviñas.
En el panel central se aprecia en su parte superior una espiral dextrógira, de tres
vueltas, de 27 cms., y junto a ella una coviña. Los dos tercios inferiores del panel están
ocupados por un compacto haz de líneas que comienzan por la parte de arriba siendo dos
surcos paralelos, bifurcándose más abajo en varios ramales, diseñando en conjunto una figura
triangular. En el cuadrante NE. de este panel observamos cinco oquedades artificiales, que
deben de ser interpretadas como escotaduras realizadas para facilitar la ascensión por esta
pendiente.
El sector septentrional está integrado por un conjunto de figuras circulares y líneas que
se disponen longitudinalmente en el sentido NE.-SO. En la parte superior vemos una espiral
levógira de cuatro vueltas (nº. 6), de 33 cms., de la que parte una línea que la asocia con la nº.
7, otra espiral levógira, de cuatro volutas de 30 cms. de diámetro, y de la que parte un largo
surco de salida hacia el SE, y en cuyo inicio concluye la espira exterior. Más hacia abajo hay
otra espiral (nº. 8), levógira, de cuatro vueltas, de cuya espira exterior parte una larga línea
curva que la enlaza con la nº. 11. Esta dilatada línea en apariencia atraviesa una diaclasa, pero
la sección del surco de la mitad superior es de mayor relevancia que la sección de la mitad
inferior. Por debajo de aquélla hay dos combinaciones circulares, asociadas mediante líneas,
siendo la más importante la nº. 10, de tres anillos y coviña central, con una línea ondulante
asociada al anillo externo. La figura nº. 11 es una espiral dextrógira de 4 vueltas, y en ella
concluye la larga línea proveniente de la nº. 8, pero en este caso, atraviesa tres espiras no
alcanzando el centro del motivo; además esta espiral nº. 11 muestra un surco de salida largo,
que parte de la tercera espira. El extremo SE. de esta alineación de motivos lo ocupa la espiral
nº. 12, dextrógira, de tres vueltas, la cual posee un surco de salida que parte de la segunda
voluta. Otro surco largo y ondulante proveniente del NO., de una diaclasa, y alcanza su espira
exterior. La restante superficie de la roca permanece sin grabar.
1.3. Comentarios.
Como se sabe, estos paneles, sobre todo el sector septentrional de la Laxe Sagrada,
han sido muy importantes para la investigación del Arte Rupestre Gallego, dado que durante
mucho tiempo constituyó un indiscutible término ante quem al haberse realizado
construcciones de la Edad del Hierro sobre parte de los citados motivos, especialmente los nº.
24
6 a nº. 12. En efecto, sobre estos grabados se prolongaba un sector de la muralla. Pero
también la misma ubicación de los paneles, situados entre construcciones, revelan una clara
anterioridad. Otra cosa fue la de tomar la Cultura Castreña como un todo único y situarla más
tarde que los petroglifos gallegos, también tomados en conjunto, pero no adscritos claramente
a alguna cultura. Recordemos que estas construcciones pertenecen al horizonte galaico-
romano de la Edad del Hierro, con una ocupación establecida entre finales de los siglos I AC y
la segunda mitad AD. Pero este término cronológico es muy relativo. En primer lugar porque la
Cultura Castreña no integra un todo monolítico, pudiéndose articular en fases manifestando
sus primeros compases hacia el siglo X AC. No obstante, recientes estudios plantean la
pervivencia de las combinaciones circulares en momentos más tempranos, cercanos al cambio
de Era como lo demuestran superposiciones de estos y otros motivos sobre tableros de juego
reticulados23. Además, la cronología de los petroglifos de cuadrúpedos, es muy posible que
alcancen también momentos tardíos como parecen demostrarlo las abundantes escenas de
equitación que lo más probable es que estén relacionadas con el triunfo definitivo de las
jefaturas, de las cuales el caballo es su mejor distintivo24. El momento álgido de esta nueva
mentalidad se concretaría en la Segunda Edad del Hierro, pero también es cierto que se
detecta ya en el Bronce Final. El caso es que algunos cuadrúpedos están asociados a
combinaciones circulares, pudiéndose demostrar en ciertos petroglifos que éstas fueron
añadidas a aquéllos. En consecuencia, sino todos, parte de los cuadrúpedos habría que
integrarlos paralelamente a alguna de las etapas del mundo castreño, y con ellos, las
combinaciones circulares que se les asocian. Es posible que en las combinaciones circulares
haya que cuando menos distinguir una etapa antigua y otra más reciente con quizás distinta
significación ocultas bajo su simple iconografía. Próximos estudios tratarán de aclarar este
problema. Aunque en la Laxe Sagrada hay un gran conjunto de coviñas, el protagonismo de
estos petroglifos se los llevan la figuraciones de espirales y de líneas. Estas líneas se presentan
de dos modos: mediante largos surcos y asociadas a las figuras circulares. Al primer tipo
pertenece el haz nº. 5, tenido como una representación de la desembocadura del río Miño (de
ahí el nombre de O Mapa, con el que también se le conoce). Se trata de un motivo
significativamente autónomo, que no necesita de otros para expresarse. El segundo tipo, es
decir el relacionado con las figuras circulares, se desglosa en dos subtipos: uno que representa
lo que tradicionalmente se conoce como surcos de salida, y el otro, usado como elemento de
asociación entre motivos, sobre todo combinaciones circulares, y también coviñas.
La presencia de surcos de salida relacionados con espirales presenta ciertas
particularidades. En primer lugar hemos de indicar que espiral y surco de salida tal como los
conocemos en las combinaciones circulares, no encajan bien compositivamente. Podríamos
esperar una continuación de la espira exterior, como sucede en la figura nº. 2, pero hay
argumentos para discutirla en las demás espirales. El arranque desde una voluta intermedia tal
como aparece en las figuras nº. 6 y nº. 7, o también en el caso de la nº. 8, debemos reconocer
que no tienen una especial lógica. La sospecha es parcialmente confirmada por las espirales nº.
11 y nº. 12, cuyos surcos de salida penetran en el cuerpo de la figura, pero sin llegar al centro.
El mismo hecho de que la línea que une la espiral nº. 8 y nº. 11 posea diferente factura de una
mitad respecto de otra es también motivo de recelo. Pudiera tratarse en realidad de dos líneas
que casualmente coincidieron una frente a la otra.
23
Fernández Pintos, J. (2017:277).
24
Fernández Pintos, J. (2013:102-104).
25
1.3.1. Descripción.
Este petroglifo se encuentra en una laja situada dentro del lienzo del recinto
fortificado, y junto a viviendas castreñas, y por lo tanto, dentro de un barrio aún no excavado
en su totalidad (coordenadas X=510.854,63; Y=4.637.460,84)27; (fig. 2, nº. 5).
Fig. 13.- Plano, perfiles y detalle del panel nº. 1 de A Porta Sur (Santa Tega, A Guarda).
25
Fernández Pintos, J. (2015a:115 y ss.).
26
Fernández Pintos, J. (2015a:93-133).
27
Costas Goberna, F. J. (s/f:65) lo señala como nº. XI.
26
Los grabados fueron realizados en una laja a ras de suelo de aspecto abombado. En
total mide 2,74 m. por 1,4 m. En este panel se distinguen 11 figuras. Comenzando la
descripción por el Sur nos encontramos primero con una coviña de 50/14 dotada con un surco
de salida de 21 cms. y una sección de 40/6 (fig. 13,1). Junto a ésta vemos un círculo de 21 cms.
de diámetro, con coviña central de 100/24 y un anillo con secciones en U cerrada de 25/8 (fig.
13,2). En el área central del panel hay un círculo de 17 cms. de diámetro, con coviña central de
70/10 y anilla de sección 25-30/4 (fig. 13,3), así como junto a éste una figura espiral levógira de
3 vueltas, de 15 cms. de diámetro con secciones de hasta 15/1-2 (fig. 13,4). Al lado de estos
dos coviñas, una de 100,120/14 (fig. 13,5) y otra de 150/14 (fig. 13,6). En el sector E. destacan
tres diseños lineares, uno que parte de una coviña está realizado con instrumento metálico
(fig. 13,7); los otros dos se disponen paralelamente, de 29 cms. de longitud con una sección
40/4 (fig. 13,8) y el otro de 36 cms. de longitud con secciones semejantes a la anterior.
1.3.2. Comentarios.
28
Costas Goberna, F. J. (s/f:66) lo señala como Grupo XIII; Martínez do Tamuxe, X. (1980).
29
Costas Goberna, F. J. (s/f:65) lo señala como Grupo VIII, Martínez do Tamuxe, X. (1980).
28
1.6. O Ermitán 4.
2. A GUARDIA.
3. PICO DO FACHO.
30
Costas Goberna, F. J. (s/f:70) lo denomina Grupo XIX-4; Martínez do Tamuxe, X. (1980).
31
Publicado en Megaliticia (http://megaliticia.blogspot.com/2015/12/petroglifo-da-rua-agustin-nandin-
lomba.html).
29
16, 6). En la ladera E. que cae sobre el valle del Rosal están las estaciones de O Picouto (fig. 16,
4) y Presa dos Novellos (fig. 16, 5). El tramo meridional de la serranía es de mucha menor
altitud, y se desarrolla tras un estrecho puerto (A Portela da Cruz, a 226 m. s. n.m.), donde
encontramos el petroglifo de A Campana (fig. 16, 3). En el extremo Sur se levanta el Pico do
Facho o Alto de Torroso de 369 m.de altitud, donde se localizan dos estaciones más (fig. 16, 1 y
2).
La importancia de esta serranía se deriva de mostrar la mayor concentración de
paneles con espirales que encontraremos en Galicia.
Fig. 16.- Situacion de petroglifos con espirales en la Sierra de Torroso. 1. Pico do Facho 1.1; 2. Pico do Facho 3,1; 3. A
Campana; 4. O Picouto; 5. Presa dos Novellos; 6. Laxe do Lapón.
30
Fig. 17.- Situacion de petroglifos con espirales en la Sierra de Torroso (vista desde el SO.). 1. Alto do Facho 1.1; 2. Alto do Facho 3.1; 3. A Campana; 4. O Picouto; 5. Presa dos Novellos; 6. Laxe
do Lapón
31
En el sector correspondiente al área del Pico do Facho hemos identificado dos paneles
donde constan espirales, uno en la vertiente meridional, y otro en la septentrional, ambos muy
cerca de la cumbre que como ya sabemos alcanza en este punto 369 m. sobre el nivel del mar.
Otros paneles existentes en esta área están compuestos por varios tipos de coviñas, líneas,
figuras geométricas de tendencia rectangular, e incluso un panel con dos cuadrúpedos, aparte
de tres estaciones con equipos de molienda rupestres. Estos petroglifos fueron publicados por
X. Martínez do Tamuxe32.
Fig. 18.- Situación de los petroglifos en las inmediaciones del Pico do Facho.
Los motivos identificados en este panel son una gran figura de aspecto rectangular de
1,05 m. x 1,25 m. y con secciones en torno a 35-40/5; una figura en espiral, de 28 cms. de
diámetro, dextrógira, de 4 vueltas, con una sección de 30/2, a la que se asocia una línea recta
acabada en forma de báculo, de sección 40/5; consta además una figura circular-anular, y una
combinación circular simple de 28 x 30 cms. de diámetro y y sección 40/5, rellena de coviñas
del tipo 20-35/1-2, y de la que parten una serie de largas líneas, algunas de ellas curvas, así
como un círculo simple.
Fig. 19.- Plano, perfil y detalle del petroglifo de Pico do Facho 1.1. (Salcedo, A Guarda).
33
3.2.1. Descripción.
El Pico do Facho 3.1 se localiza en una especie de terraza rocosa de la vertiente norte
de la elevación, al borde de una peligrosa ruptura de pendiente (coordenadas: X=510.617,99;
Y=4.641.364,80). De hecho por el Norte la roca tiene una caída vertical de unos 15 metros. Por
supuesto, desde este lugar hay una estupenda panorámica del litoral meridional de la costa
gallega. A escasos metros de este panel hay otro con coviñas, curiosamente todas grandes
pero de escasa profundidad.
Se compone de una roca de formas redondeadas de 3,5 m. por 2,5 m. con una cara
superior aplanada vertiendo ligeramente hacia el S. (fig. 2º). En esta superficie, en un sector
ligeramente deprimido, vemos una figura de 58 cms. por 33 cms. integrada por dos motivos
espirales, una a cada extremo, unidos por varios trazos. Las espirales miden la una 20 cms. de
diámetro y la otra 25 cms. de diámetro siendo las dos levógiras, y de tres vueltas. La ubicada al
SE. presenta la última espira prolongada hasta la espiral del NO. En un punto intermedio de su
trayectoria aparece una diminuta figura de tendencia espiral.
Fig. 20.- Plano y perfil del petroglifo de Pico do Facho 3.1 (O Rosal).
34
3.2.2. Comentarios.
4.1. Descripción.
33
Fernández Pintos, J. (2015a:39).
35
El petroglifo en cuestión se localiza en las proximidades de este espacio tan importante para
las comunicaciones locales (coordenadas: X=510.129,83; Y=4.643.313,76) (fig. 21)..
La estación está compuesta por dos paneles34. El nº. 1 (fig. 22), que es el que nos ocupa
ahora muestra grabados rupestres (coviñas y figuras circulares) compartiendo panel con
equipos de molienda rupestres. El nº. 2, junto al anterior lo integran líneas. El panel nº. 1 fue
elaborado en una roca plana de 1,8 m. de anchura por 2,7 m. de longitud, por unos 60 cms. de
altura, levemente inclinada hacia el SO., rodeada por el arco que va desde el NE. hasta el O.
por un conjunto elevado de peñascos que se elevan hasta 1,8 m. de altura (a 1 m. sobre el
panel), y que lo protegen de las corrientes procedentes del mar. Visto el conjunto desde lejos,
parece un pequeño coto rocoso.
Los grabados identificados en esta superficie son los siguientes:
1.- Conjunto de coviñas de 17 x 15 cms., cuyo ejemplar más relevante es de 40/7;
2.- Equipo de molienda rupestre del tipo 4, de 23 x 67 cms. con una profundidad
máxima de 45 mm.). Muestra todos sus componentes unidos por pequeños surcos;
3 y 4.- Conjunto de equipos de molienda de 48 x 27 cms. que en origen eran por lo
menos 3 molinos, los cuales fueron unificados con posterioridad; alcanzan una
profundidad de 65 mm.; la cavidad nº. 4 presenta en su interior una coviña de 55/6 y
otra de 200/17, de la cual sale un surco que la comunica con el macrocomponente
del equipo nº. 2;
34
Martínez do Tamuxe, X. (1980).
36
5.- Grupo de coviñas de medianas dimensiones dos de las cuales están asociadas al
microcomponente inferior del equipo nº. 2 mediante cortos trazos;
6.- Figura espiral dextrógira de dos vueltas, de 23 cms. de diámetro, con coviña central
de 60/14 y una sección de surco de 40/5;
7.- Figura circular de 26 x 20 cms., con coviña central de 90/20 y anillo de 35/4;
8.- Equipo de molienda rupestre de 22 x 43 cms., en cuyo macrocomponente, apenas
excavado 230,340/14, con una coviña grabada en su interior de 100/10.
9.- Conjunto de coviñas de entre 55/5 hasta 100/17. Se aprecia que dos de las coviñas
fueron grabadas superpuestas en un borde del macrocomponente.
4.2. Comentarios.
35
Fernández Pintos, J. (2015a:23-42).
36
Fernández Pintos, J. (1993).
37
Fernández Pintos, J. (1995).
38
Fernández Pintos, J. (2015a:171-175; 2017:167).
38
Fig. 23.- Petroglifos del área de los Monte de Torroso-Norte con figuraciones de espirales. Se señalan además otras estaciones cercanas.
39
La roca grabada se localiza en el extremo meridional del dicho lugar, pero ya cuando
comienza a apreciarse la pendiente. Tal vez la ausencia de una roca más adecuada en el
entorno sea la razón de esta elección. Se presenta de forma subromboidal, de 1,2 m. por 1,4
m., de superficie bastante lisa, con una pendiente de 18° a ras de suelo, excepto por el O. que
se levanta 43 cms. y por el N. 22 cms. (fig. 25).
En el centro de esta superficie fue insculturada una figura espiral dextrógira de 6
vueltas, de 35 cms. de diámetro, con una coviña central de 35/4 y un surco de 30/1-3. La espira
fue confeccionada cuidadosamente ajustada, resultado una figura de aspecto correcto, con un
logrado resultado estético.
39
La existencia de esta estación la conocemos a partir de noticias publicadas en la web, como la alusión de M.
Martínez do Tamuxe (http://xoanmartineztamuxe.blogspot.com.es/2016/03/un-petroglifo-do-rosal-de-mais-de-
4000.html), o mejor en el catálogo Megaliticia (http://megaliticia.blogspot.com.es/2018/01/petroglifo-espiral-do-
picouto.html), donde además de unas excelentes fotografías se ofrece su ubicación. También hacen mención a este
petroglifo J. Costas Goberna (2004) y A. Vázquez Martinez (2016:47 y fig. 3).
40
Esta estación se sitúa en la misma vertiente que la anterior, pero a más bajo nivel (142
m. de altitud; coordenadas: X=511 854,61; Y= 4 643 886,79). Se encuentra por lo tanto más
cerca del valle del Rosal sobre el lugar de Parada. Hacia el NE. se halla el castro de Novás, en
una posición topográfica muy parecida (fig. 26).
Fig. 26.- Situación topográfica del petroglifo de la Presa dos Novellos 1.2.
Esta estación está formada por dos núcleos compuestos por un total de 6 paneles
principales, alejados unos 160 m. El que nos interesa ahora es el Complejo nº. 1 integrado por
dos paneles, uno caracterizado por la grabación una gran cantidad de cruciformes, y el 1.2 del
41
que nos ocuparemos a continuación. Los otros paneles que componen el Complejo nº 2, nos
muestran dos paneles con coviñas, uno grande con cruciformes y uno más con una
combinación circular, además de alguno que otro panel con una única coviña. Esta estación es
apenas conocida, aunque se le ha hecho referencia de pasada y sin mayor trascendencia en
alguna ocasión40.
40
Es la página web Megaliticia la que nos ofrece una mayor información del carácter e importancia de estos paneles
gracias a su interesante trabajo fotográfico. Algunos de estos paneles también son mencionados por X. Martinez
Tamuxe, sobre todo los referentes a cruciformes.
42
6.1. Descripción.
6.2. Comentarios.
Una vez más nos encontramos con un petroglifo donde los motivos lineares se
convierten en los protagonistas temáticos del panel. De todos modos, no debemos olvidar que
dos de estas líneas en su origen se figuran superpuestas a una combinación circular. Los
paralelos estéticos de estas líneas con las que vimos en el sector central del Barrio Mergelina 2
de Santa Trega es indiscutible. Al igual que sucedía en aquel sitio, en este panel las líneas
tienden a ser rectilíneas o con leves curvaturas; se disponen paralelamente, pero también
muestran convergencias.
En la topografía del panel estas líneas dominan sus sectores NE. y SO., en este caso,
fundamentalmente el área central. Las figuras circulares parecen situarse en áreas periféricas,
por lo que no deberíamos descartar una anterioridad de estos motivos filiformes respecto a
aquellas. Por ejemplo, ya hemos comentado más arriba que la espiral y la combinación circular
del sector SO. fueron grabadas en un lugar de mala calidad de la superficie de la roca.
43
Se localiza muy cerca de la línea de costa, a unos 140 m., en el sitio denominado
Portocelo (coordenadas X=509 646,36; Y=4 644 705,65, y a 17 m. de altitud), y junto a una cala
que fue usada tradicionalmente como puerto por las poblaciones del entorno, cuando el
estado del mar lo permitía (fig. 28). No muy lejos de allí, a unos 300 m. hacia el SE. consta un
asentamiento que tras su excavación fue datado en el Bronce Final42.
El lugar concreto de ubicación de la estación es una gran roca de granito de grano fino
dividida en tres partes por diaclasas más o menos amplias (fig. 29), formando parte de un
conjunto rocoso más amplio que se extiende hacia el N, donde además de peñascos abundan
las lajas. En este punto se produce una ruptura de pendiente que divide la zona en dos terrazas
dispuestas a diferente altura.
7.1. Descripción.
41
Hidalgo Cuñarro, J. M. (1981); Costas Goberna, F. J., Martínez Tamuxe, X., Novoa Álvarez, P. y Peña Santos, A. de
la (1995:35 y 53).
42
Vázquez Varela, J. M. y Cano Pan, J. A. (1988); Currás Peleteiro, X. L. y Cano Pan, J. A. (1993); Cano Pan, J. (1997);
Fernández Pintos, J. (2015a:41 y 42).
44
m. de anchura, con forma en lomo de ballena, mostrando dos planos inclinados, uno hacia el E.
y otro que afecta a toda la mitad meridional, y una altura máxima entre 40 y 80 cms. sobre el
suelo actual. Está orientada en el sentido E. O. (fig. 30).
Comenzando por el extremo O. encontramos una pequeña espiral levógira (fig. 29-1)
de 18 cms. de diámetro y dos vueltas apenas perceptible. Junto a ella, un pequeño óvalo (fig.
29-2) sobre el cual se superpone una coviña perteneciente a una composición lineal. Hacia el
N., ya en el borde de la roca vemos un conjunto de dos pilas naturales (fig. 29-3), una, la mayor
de 42 cms. por 35 cms. y 15 cms. de profundidad, y otra más pequeña de 21 cms. x 14 cms. y 7
cms. de profundidad. Rodeando a estas pilas, sobre todo a la más grande, se identifican un
conjunto de coviñas, donde debemos destacar dos, una de 50/12 y otra de 70/11 claramente
asociadas a la pila mayor. Además ésta presenta un exutorio claramente realizado por mano
humana de 6 cms. de longitud y una sección de 60/30, aprovechando la menor profundidad
por esta zona, aunque no sirve para desaguar la citada pila. Otro motivo que parece asociado a
esta pila es un diseño rectangular dividida en dos tramos con sus respectivas coviñas centrales.
Hacia la derecha de este conjunto se ve una figura compleja (fig. 29-4) integrada por un motivo
ovalado de dos anillos, a los que se asocia una combinación semicircular. La figura nº. 5 está
integrada por un pequeño círculo y un óvalo todo ello de 27 por 40 cms., y grabada con un
surco muy ancho y profundo, de hasta 70/20. A su izquierda consta una espiral levógira (fig.
29-6) de 35 cms. de diámetro con un surco de 40/5, centrada por una coviña de 110/15, y un
surco de salida que atraviesa todas las volutas y concluye en una coviña de 80/13. A la derecha
de ésta hay otra figura atípica (fig. 29-7) compuesta por un círculo y un amplio óvalo de 41 por
53 cms., llegando a alcanzar su sección 50/4. En su interior hay una coviña de 75/15. Este panel
se cierra por el S. con la presencia de un círculo simple de 17 cms. de diámetro y otro de 20
cms. de diámetro, con coviña central y un anillo de 45/6.
Pasando ahora al sector E. (fig. 31), encontramos en su parte más alta una
combinación circular de dos anillos (fig. 29-10), de 32 x 35 cms. de diámetro, con una coviña
central de 40/2 y una sección de 40/4. Junto a este vemos otra combinación circular de 24
cms. de diámetro (fig. 29-11), de dos anillos con coviña central, y de surcos muy erosionados,
casi imperceptibles. En el centro del sector hay una figura circular de varios anillos (fig. 29-12),
que no hemos podido definir si se trata de una espiral o una combinación circular, porque
sobre ella se grabó un ramal de un texto numeral (está confeccionada con instrumento
metálico) que estropeó una gran parte de su figura. Al lado de ésta hay un motivo ondulante
de 52 cms. (fig. 29-13) de longitud, que comienza en la parte superior por una coviña alargada
y poco profunda de 50,130/6, y continúa con una línea de 30/4 que concluye en la voluta
exterior de la espiral señalada con el nº. 14, sin sobrepasarla. Es ésta última una espiral de
orientación dextrógira, de 25 cms. de diámetro, y una sección de 25/2. La figura nº. 15 es una
línea 76 cms. de longitud, ramificada en su extremo inferior, que comienza en la parte superior
por una coviña ovalada de 80,120/30, mientras la sección del surco queda en 40/5. Se asocia
mediante un pequeño trazo a un motivo ovalado (fig. 29-16), cruzado por líneas, de 20 por 29
cms. con una sección de 50/5, el cual a su vez se asocia mediante otra línea con la espiral
marcada con el nº. 17. Es ésta dextrógira, y mide 31 cms. de diámetro, presentando una
fortísima erosión, si bien aún conserva secciones de 35/3. En este sector consta lo que parece
ser una combinación circular de varios anillos, apenas perceptible (fig. 29-18), y varias coviñas.
Por último, el sector S. de este petroglifo lo integra dos figuras circulares simples, con
coviña central y de pequeño tamaño, de uno de los cuales parte un largo surco de salida a
favor de la pendiente, mientras otro parece concluir en la diaclasa que separa este sector del
arriba descrito del E. Aún se podría mencionar otra coviña con un surco de salida que remata
en esta misma diaclasa. La coviñas de este sector alcanzan de sección 90/23.
46
Fig. 30.- Aspecto general de la Laxe do Lapón (Sanxián, O Rosal) vista desde el E.
7.2. Comentarios
En primer lugar es de destacar la cercanía de este petroglifo del mar, e incluso en las
inmediaciones de lo que pudiera ser un embarcadero cuyo uso por lo menos se atestigua en
épocas recientes, e incluso es verosímil que también en el pasado más lejano. Sin embargo
esta información no es suficiente razón para poner en relación el emplazamiento de la
estación con posibles relaciones marítimas de largo alcance. La ubicación de petroglifos en la
línea de la costa o cerca del mar en otros ámbitos en Galicia nos faculta para pensar que la
ubicación en el paisaje de estas estaciones no es diferente a la que podamos identificar en las
serranías, o en sus vertientes. A nuestro juicio, dado que la localización de los petroglifos
guarda una íntima correspondencia con el pastoreo que se llevaba a cabo en sus
inmediaciones, creemos que es este el criterio que debemos seguir para explicar su
emplazamiento. De hecho actualmente se puede observar en las inmediaciones la existencia
de áreas que podrían ser aprovechadas para esta actividad.
Por otra parte, como ocurre en otras estaciones, todos los motivos que caracterizan a
este petroglifo fueron realizados en una misma roca, muy próximos los unos a los otros. Es
curioso que ninguna otra roca próxima presente el más mínimo grabado, siendo muchas muy
adecuadas, como por ejemplo las de tipo laja. Esta tendencia a la concentración de motivos en
un corto espacio, a la contigüidad física, despreciando otras superficies cercanas, a veces
incluso mejores ya la hemos estudiado en un trabajo anterior43.
En este petroglifo vemos motivos de muy diferente estilo que merecen algún tipo de
referencia. Junto a combinaciones circulares, espirales y coviñas, hay otros verdaderamente
atípicos (figs. nº. 5, 7 y 16), grabados en este caso con surcos anchos y profundos, cuya filiación
parece más reciente y relacionable con algunos petroglifos del Alto dos Lameiros en Baiona.
Consisten en figuras de clara tendencia ovalada, y trazados con surcos muy relevantes.
Tema aparte en este petroglifo son lo que algunos autores han identificado como
ofidios. Son estos los motivos nº. 13 y nº. 15. Los integra una coviña ovalada situada en la parte
más alta del panel, y un cuerpo ondulante deslizándose a favor del plano inclinado. No
obstante en la figura nº. 15 se ha pasado por alto la ramificación en su parte inferior, y su
asociación al motivo nº. 16. Al estudiar el petroglifo del Marco do Castelo44, no muy lejano de
aquí, ya nos habíamos encontrado con figuras serpentiformes que recordaban por su forma al
nº. 15 de la Laxe do Lapón. En ambos casos se parecen más que a serpientes a renacuajos
(permítasenos la ironía). Este tipo de motivos, es decir con coviña a modo de cabeza y
desarrollo ondulante, también los encontramos en petroglifos como el de A Coutada Pequena
(Coruxo, Vigo)45, concretamente su motivo nº. 22, compuesto por una doble línea y también
ramificado, o también en el conocido como Pedra da Serpe (Campo Lameiro)46. Estos grabados
merecen un estudio monográfico para aclarar esta cuestión, aunque con los datos que
manejamos a día de hoy de ningún modo son representaciones de serpientes. De hecho una
figura del mismo tipo como la nº. 6 de A Xesteira 4 (Meira, Moaña)47, o una de las figuras del
panel nº. 1 de A do Rial (Chandebrito, Nigrán)48 difícilmente pueden evocar un ofidio. De
43
Fernández Pintos, J. (2015a:90, 91 y 132).
44
Fernández Pintos, J. (2017:137-138 y 168; fig. 167).
45
Fernández Pintos, J. (2015a:115-123).
46
Fernández Pintos, J. (2016:35-36).
47
Fernández Pintos, J. (2016:26-28).
48
Fernández Pintos, J. (2015a:fig. 130).
48
momento sobre los petroglifos de líneas, mientras no se profundice más en el tema, nos
atendremos a lo adelantado en los estudios ya realizados, y de corte provisional49.
Fig. 32.- Plano y perfil del petroglifo de A Portela 2.2 (Burgueira, Oia).
49
Fernández Pintos, J. (2015a:107-132; 2016:32-37).
50
Fernández Pintos, J. (2017; fig. 9 y pgns. 135 y 136).
49
Fig. 33.- Fotogrametría del petroglifo de A Portela nº. 2.2 visto desde el SO.
8.1. Descripción
En esta roca, la cual manifiesta una acusada inclinación hacia el S. (figs. 32 y 33),
observamos en primer lugar comenzando por el N. un motivo reticulado regular, una pequeña
combinación circular y una línea ondulante, los cuales fueron ejecutados en un leve plano
inclinado (fig. 32). A continuación, y tras un escalón apreciamos la existencia de un nutrido
grupo de coviñas de variados tamaños, donde las más significativas son una de 110/23 y otra
de 80/28. A continuación consta una combinación de coviñas conectadas por surcos (fig. 32-5),
siendo la mayor de 140/33, y las otras dos de 100/24 y 80/23. De esta última parte un trazo
que concluye en el anillo externo de la combinación circular señalada con el nº. 6. Mide ésta
40 cms. de diámetro, poseyendo una coviña central de 110/28, y una sección del anillo exterior
de hasta 70/20. Sobre su anillo externo, hacia el E. observamos una combinación de dos
coviñas (fig. 32-7), una de 70/23 y otra de 40/10, estando ésta claramente superpuesta.
De esta unidad circular parten dos líneas que concluyen en la voluta externa de una
espiral (fig. 32-8) de 28 por 32 cms. de diámetro con un surco externo que alcanza 60/14. De
aquella voluta externa se dirige hacia el SE. una línea de 40/7 de sección que concluye en una
diaclasa. En su arranque esta línea fue grabada sobre la misma espira.
Hacia el E. completa el panel una compleja línea ondulada y ramificada (fig. 32-9) con
una sección de 30/4, la cual presenta conexiones tanto con la combinación circular como con
la espiral, y que tras un largo recorrido remata en la diaclasa que posee el panel por el S.
50
8.2. Comentario
51
Fernández Pintos, J. (2017).
51
Fig. 34.- Situación topográfica del petroglifo de Sequeiros (Mougás, Oia). En azul, otros petroglifos de la zona.
9.1. Descripción.
9.2. Comentarios.
Fuere como fuese, en ambos casos estamos ante motivos posteriores a los círculos.
Fig. 37.- Aspecto del cuadro 4/3-F del do Roxás visto desde el norte (Peitieiros, Gondomar).
54
Se localiza en el sector 4/3-F, el cual se resuelve en plano inclinado hacia el norte en torno a
los 14° ofreciendo una superficie bastante lisa. En la parte alta del panel se ve una gran
combinación circular de 58 cms. de diámetro, de tres anillos, con secciones muy anchas, de
hasta 60/3. Su centro se presenta muy borroso, pero es posible que contase con una coviña
central. A 40 cms. hacia el SO., en la esquina terminal del panel fue grabada una combinación
circular de dos anillos, de 32 cms. de diámetro, con una coviña central de 90/14 y sección de
los anillos de 30-35/2-3. Hacia el norte, separadas por unas grafías realizadas con instrumento
metálico y recientes se insculpió una figura espiral de 19 cms. de diámetro, dextrógira, de
cuatro vueltas dotada de un surco estrecho y poco profundo (20-25/1-2).
A continuación, siguiendo hacia el N. vemos dos figuras rectangulares, una dividida a la
mitad, de 35 x 25 cms. y con secciones de 35/3, de factura con instrumento lítico, pero no de
especial antigüedad. La otra figura rectangular comparte las mismas características. Hacia el O.
hay una pequeña figuración circular, confeccionada con surcos estrechos, muy erosionada, que
de todos modos no hemos podido asimilar a una espiral por falta de una mejor definición.
52
http://megaliticia.blogspot.com/2017/12/petroglifos-de-pontevedra-ria-de-vigo-e.html
55
11.1. Descripción.
Los grabados fueron realizados en una laja con un apreciable buzamiento hacia el E, de
8° y 11°. y hacia el N. de 12°. En total mide 2,21 m. por 1,2 m. La superficie es bastante lisa,
pero está cruzada por varias diaclasas (fig. 40 y 41). Se han identificado 6 motivos:
1.- Cuadrúpedo, de carácter estático, de 32 x 18 cms. y de especie y sexo indefinidos,
apenas visible.
2.- Círculo simple de 38 cms. de diámetro, apenas perceptible, con secciones de 25/1.
3.- Pequeño cuadrúpedo de especie y sexo indefinidos, de estilo estático, y claramente
superpuesto al círculo nº. 2.
4. Cuadrúpedo de 44 x 26 cms., macho, con cola larga, también superpuesto al círculo
nº. 2, y enérgicamente grabado con secciones de 35/4-8.
5. Figura espiral levógira, de seis vueltas, con un diámetro de 24 cms. y grabada con un
trazo difícil de identificar.
6.- Figura reticulada regular de 37 x 41 cms. de 7 x 6 casillas de lado, y grabado con
surcos de 30-35/1-3.
11.2. Comentarios.
53
Fernández Pintos, J. (2017).
56
Fig. 40.- Plano y perfiles del petroglifo de A Regueira da Barrira. En el recuadro detalle de las superposiciones.
Fig. 41.- Fotogrametría del petroglifo del sector E. del petroglifo de A Regueira da Barreira (Couso Gondomar).
12.1. Descripción.
54
Fernández Pintos, J. (2015).
55
Megaliticia (http://megaliticia.blogspot.com/2018/05/petroglifos-dos-pocinos-1-2.html).
58
12. 1. Descripción.
El panel nº. 2.2 se encuentra en una laja a ras de suelo, de 5,43 x 2,6 m., con
buzamiento hacia el O. y SO. entre 20 y 24 grados (fig. 43). En la parte alta de la roca (fig. 44)
en un pequeño sector inclinado hacia el Oeste 13° vemos una combinación circular de dos
anillos, de 27 cms. de diámetro, con un surco de 30/2 y rellena de coviñas del tipo 35-40/4 y
una espiral de 27 cms. de diámetro y con una sección de 25/1. Por debajo de estos motivos,
en un pequeño sector casi plano (2°) encontramos un motivo tabuliforme reticulado de 27 x 25
cms. con una sección de 25/1 y una trama de 7 x 5 cuadrículas. Junto a éste vemos un conjunto
de coviñas. En la parte alta de la roca, cerca de la citada espiral hay una serie de coviñas, de las
cuales las mayores alcanzan 70/5 y 80/22, y algunas se asocian a trazos. Más abajo hacia el
centro del panel observamos otra combinación circular. Siguiendo panel abajo, junto a una
diaclasa se ha detectado la presencia de una figura cruciforme-antropomorfa de 17 x 21 cms.
con figuración de piernas ligeramente arqueadas, con una sección en el cuerpo de 30/4, una
cabeza de 20/4, un brazo terminado en un pequeño ensanche circular de 25/3 y en el otro
brazo una figura circular de 7 cms. de diámetro, con una sección de 20-30/1, y una coviña
central de 10/1. A continuación en un sector inclinado hacia el Oeste 20°, consta una figura
espiral de 29 cms. de diámetro, un surco de 25/3 y una coviña central de 30/4, y junto a ella
varias coviñas.
59
Fig. 43.- Plano y perfiles del petroglifo de Os Pociños 2.2 (Tortoreos, As Neves).
60
Fig. 44.- Fotogrametría del sector septentrional de Os Pociños 2.2 visto desde el SO.
12.2. Comentarios.
Fig. 45.- Situación geográfica de los petroglifos de Pedradas 1 y A do Cándido. En Arbo. En amarillo otros petroglifos
localizados en la zona.
13.1. Descripción
56
Pérez Paredes, C. M. y Santos Estévez, M. (1987:59 y ss. y fig. VII-4).
62
3.2. Comentarios
Nos volvemos a encontrar con una estación emplazada a media ladera de una serranía
pero sin terreno llano asociado y en medio de una pendiente muy acusada y en principio de no
fácil acceso, siguiendo un emplazamiento del tipo ya examinado en Santa Trega, Pico do Facho
1.1, O Picouto, Presa dos Novellos o Sequeiros, más atrás estudiados.
Respecto a los grabados documentados es importante señalar la aparente mutua
exclusión entre la espiral y los círculos. Podemos argumentar que estos círculos
probablemente sean el resultado de sucesivas adiciones, pero la espiral supone una sola
grabación. Aunque es una obviedad, debemos comprender que los artífices de los círculos
simples renunciaron al diseño de las más normales combinaciones circulares, lo cual es un
rasgo que puede estar implicando una correspondencia cronológica tardía si aplicamos
63
57
Fernández Pintos, J. (2015a).
64
58
Un buen reportaje fotográfico de esta estación se encuentra en el blog Megaliticia
(http://megaliticia.blogspot.com/2015/12/petroglifos-do-candido.html).
59
Megaliticia (http://megaliticia.blogspot.com/2015/12/petroglifos-do-cabron.html).
60
Megaliticia (http://megaliticia.blogspot.com/2015/12/petroglifo-da-baixada-da-barca.html)
65
emplazados sobre el Miño, a poca distancia, si bien en este último ejemplo, tal como lo sugiere
su apelativo, estaba en un paso natural por donde se podía cruzar el mencionado río.
14.1. Descripción.
Esta estación se compone de varios paneles, de los cuales nos interesa el nº. 1 (figs. 49,
50 y 51). Fue grabado éste en una gran roca de 4,5 m. de anchura por 2,5 m. de largo,
sobresaliente sobre el terreno actual entre 1,3 m. por el SO. y 1 m. por el NO., y poseyendo
una forma prominente y abombada, y continuada hacia el NE. por rocas más bajas donde se
encuentran otros dos paneles. La superficie superior, donde están los grabados se compone de
un área con ligeros combamientos y tendencia a la horizontalidad que se extiende al cuarto
NO. de la roca, para a partir de aquí, verter en dirección SE. (20°) y NE. (14° primero, donde se
sitúa la espiral nº. 6, y 34° a continuación).
En la esquina NO. de la roca sobre un abombamiento se aprecia la existencia de dos
círculos sencillos adosados, muy borrosos (fig. 49, 1). Inmediatamente hacia el NE. (fig. 49, 2)
destaca una pila natural endorreica de 49 x 37 cms. y 15-20 cms. de profundidad por
encontrarse entre dos abombamientos más altos, aunque su profundidad no es superior a los
10 cms. Esta pila posee un trazo a modo de exutorio (en todo caso simbólico pues no es
operativo), de 28 cms. de longitud y una sección de 55/19. En el abombamiento del NO. fue
grabada una coviña de 80/21 de la cual parte un trazo de sección 35/4 que remata en el borde
mismo de la pila. Por el N. vemos grabada dentro de la misma pila una pequeña combinación
circular de 16 cms. de diámetro y surcos muy relevantes de 35/4, conteniendo tres pequeñas
coviñas en su interior, y con un corto trazo a modo de surco de salida que se dirige hacia el
fondo de la pila. Al este de esta pila, en otro abombamiento constan varios grabados de
combinaciones circulares y composiciones de coviñas (fig. 49, 3). De entre las combinaciones
circulares destaca la más grande de 26 cms. de diámetro, con anillos de 40/2, así como una
especie de incipiente espiral de 18 cms. de diámetro, con surcos de 30/3 y coviña central de
80/12. Cercanas a estas figuras encontramos hacia el SE. dos círculos simples (fig. 49, 4). A
continuación, en la esquina SO. de la roca constan dos grandes coviñas grabadas en el borde
junto al fondo de una incipiente pila longitudinal, amplia y completamente exorreica, de
150/25 y 90/15 (fig. 49, 5).
En la pendiente que consta hacia el NE. y SE. vemos dos grandes espirales y una
combinación circular. La primera (fig. 49, 8) es una espiral de 62 x 59 cms. con surcos de hasta
40/5 de sección. La zona central de esta unidad está muy erosionada. Se observa además que
por la zona E. aparece lo que parece ser un anillo inacabado. La otra espiral (fig. 49, 6) mide 83
x 77 cms., estando trazada con surcos de hasta 40/4 y coviña central de 60/12. Esta figura fue
grabada aprovechando un mamilo que en conjunto no se proyectaba más allá de los 4 cms. de
altura. Junto a esta espiral vemos una combinación circular de tres anillos (fig. 49, 7) de 34
cms. de diámetro, con surcos de 35/2 y coviña central de 35/1, que aparece adosado a la
espiral anterior, si bien parece seguro decir que al menos las dos espiras exteriores de la
precitada figura nº. 6 en su trayectoria parecen inhibirse ante la presencia de los anillos de la
pequeña combinación circular. Junto a la espiral nº. 8, vemos una serie de diseños muy
borrosos (fig. 49, 9), pero donde parece poderse documentar dos círculos y un rectángulo
sementado. La figura 49-10 es una combinación circular con coviña central y cuatro anillos,
pero que integraría el panel 2 de esta estación.
66
Fig. 50.- Perfiles del panel nº 1. de A do Cándido (Arbo). Véase también figura 49.
68
Fig. 51.- Detalle de las espirales del panel nº. 2 de A do Cándido (Arbo).
69
14.2. Comentarios.
En el sector NO. de este panel vemos una serie de grabados asociados a una pila
natural, la cual además fue dotada de un exutorio realizado por mano humana, pero de
carácter simbólico, pues no es operativo. En su interior hay un pequeño círculo con tres
coviñas dentro, así como una coviña asociada a ésta mediante un trazo. No sería este el primer
petroglifo donde encontramos círculos asociados a pilas naturales. Sobre este tema, que
necesita un estudio más profundo, ya hemos hablado en trabajos anteriores61. Un caso
reciente es el del panel nº. 1 de Outeiro da Chan 2.162. Sobre las asociaciones de coviñas con
pilas hemos hecho una amplia referencia que a fin de cuentas nos llevó a sospechar que estas
representaciones no dejaban de ser figuraciones de pilas naturales63. Hoy en día sin embargo,
sin discutir abiertamente esta hipótesis, creemos que la realidad puede ser algo más
complicada. Se necesitaría asimismo la realización de un estudio más profundo. Lo que sí es
una novedad es la referencia explícita a la existencia exutorios artificiales relacionados con
pilas naturales, los cuales son ciertamente simbólicos, pues no permiten el desalojo del agua
retenida en las dichas pilas. Hemos visto este tipo de motivos en equipos de molienda
rupestres64, pero no en pilas naturales, sin embargo, conocemos muchos petroglifos de este
tipo que no están publicados.
Respecto a las espirales debemos indicar que más adelante en los capítulos dedicados
a las conclusiones se hará un estudio más exhaustivo sobre su configuración, asociación y
prelación.
61
Fernández Pintos, J. (1993a), Fernández Pintos, J. (2015a:31 y ss.).
62
Fernández Pintos, J. (2017:47-48).
63
Fernández Pintos, J. (1993b).
64
Fernández Pintos, J. (2015a:34-35).
70
Se trata de una estación compuesta por cinco paneles de petroglifos y dos equipos de
molienda rupestres65. En cuatro de ellos se grabaron combinaciones circulares y dos espirales,
y en otro un cérvido macho adulto de pequeño tamaño. Es posible que las tareas de cantería
que se llevaron a cabo en este sitio hayan destruido algunos paneles más. En efecto, en la
publicación que sacaba a la luz estos grabados rupestres se aportan planos de paneles que no
se ven en la actualidad, ni en este lugar ni en las inmediaciones.
La estación se localiza en una terraza de modestas dimensiones en la ladera NE. del
Monte Penide (figs. 52 y 53), elevación que cierra por el NE. el valle litoral del Fragoso (Vigo), y
cuya mayor altitud es el Pico de San Vicenzo, de 448 m. de altitud. Los petroglifos se
encuentran a 340 m. de altura66.
15.1. Descripción.
El panel que nos ocupa fue insculpido en una roca de tipo laja, apenas sobresaliente
del suelo y de superficie abombada (fig. 54). Mide aproximadamente 1,6 m. de anchura por 1,8
m. de longitud. En la esquina NE. vemos un gran círculo de 50 cms. de diámetro grabado
circundando la parte superior de la leve convexidad de la superficie (fig. 54,1). Junto a esta
pero aprovechando una ligera concavidad de la superficie hay una figura espiraliforme de 70
cms. de diámetro, dextrógira, de seis vueltas (figs. 54,2 y 55), mostrando además un surco de
salida. El centro del motivo aparece muy desfigurado a causa de la superposición de un grupo
de coviñas de pequeñas dimensiones, varias de las cuales describen un anillo incompleto
rodeando una coviña central de mayor tamaño, así como otras coviñas dispersas grabadas
sobre las volutas del motivo. A esta figura se asocian otros motivos, algunas líneas, y otros
65
Costas Goberna, F. J. (1980).
66
López Cuevillas, F. (1929); Bouza Brey, F. (1934); Costas Goberna, F. J. (1985:102-103 y 111).
71
pequeños círculos diseñados unos junto a los otros. Cerca de esta figura encontramos otra
espiral de 35 cms. de diámetro, de dos vueltas, dextrógira, de aspecto ovalado la cual en su
desarrollo rodea una pequeña agrupación de pequeñas coviñas (fig. 53,3). A este diseño se
asocia un pequeño círculo. Junto a éste vemos un círculo simple relleno de pequeñas coviñas.
(fig. 54,5). Por último, es de destacar la coviña nº. 6, de 75/85, es decir muy profunda.
Fig. 55.- Fotogrametría de detalle de la espiral nº. 2 del Coto do Corno 1 (Cedeira, Redondela).
15.2. Comentarios.
Fig. 56.- Mapa con la localización de las estaciones de arte rupestre de Pinal do Caeiro y Champás 1 en el área de
Marín y Sur de Pontevedra..
16.1. Descripción.
Se localiza esta estación en la ladera O. de una serranía cuyo mayor altitud alcanza los
419 m. El petroglifo en cuestión se sitúa a 189 m. de altitud sobre el nivel del mar, y a unos 140
m. de altura sobre la vega agrícola de San Xulián. Se localiza por lo tanto en un área de media
ladera, cuya principal característica es el de constituir una vertiente continua, sin descansos, y
de carácter bastante pedregoso67 (coordenadas X=52 399,33; Y= 4 692 531,33) (figs. 56 y 57).
El petroglifo fue grabado en una cara aplanada de un afloramiento de aspecto
triangular, de 2,84 m. por 75 cms. orientado en el sentido N. – S., con forma de escalón de 74
cms. de altura por el O. La superficie grabada es bastante aplanada, aunque con un cierto
desnivel de 4° hacia el E. y 2° hacia el S. (figs. 58 y 59).
En esta superficie se han documentado tres figuras circulares principales, y otras
secundarias constituidas por coviñas y líneas de asociación. Junto al borde O. de la roca se
grabaron dos combinaciones circulares. La situada más al S. (fig. 58-1) es una combinación
circular de dos anillos de 29 cms. de diámetro, con anillos de 35-40/2 y coviña central de
180,90/16. El anillo exterior de esta unidad parece incompleto, pero en realidad esta
circunstancia se debe a estar esta zona muy afectada por raspaduras y superposiciones
antiguas e incisiones recientes. De esta combinación circular parte con dirección E. un trazo
largo de 29 cms., con sección de 40/3 y que concluye en una coviña de 100/9. A esta línea se
asocia una coviña 40/5 mediante un breve trazo. Otro surco de salida lo vemos partir hacia el
NE. concluyendo en una coviña de 80/18.
Junto a la anterior vemos otra combinación circular (fig. 58-2) de dos anillos y coviña
central de 60/3, de 26 cms. de diámetro, y con secciones de 25/1-4. Hacia el E. vemos un surco
de salida desde la coviña central, con una sección de 30/2 la cual corta abruptamente todos los
anillos. Concluye en la citada gran coviña de 80/18. Otro surco de salida de sección 30/2,
saliendo de la coviña central remata sobre las volutas del motivo nº. 3.
Hacia el NE. comprobamos la existencia de una espiral (fig. 58-3) de 25 cms. de
diámetro, dextrógira de 3 vueltas, de sección 30/2, y con una coviña central de 35/6. La voluta
externa en su trayectoria se aleja, para a continuación describir una brusca curva regresando a
la coviña central. Como habíamos indicado, mediante una línea se conecta esta espiral con el
motivo nº. 2, la cual ha sido enérgicamente grabada sobre las espiras.
De la coviña nº. 4 parte una línea en dirección N. con una sección 25/2 que se dirige a
al espiral, pero al estar próxima describe una desviación. Sobre esta línea hay grabada una
coviña de 35/3 donde remata otra línea que provenía de la coviña nº. 5, y cuya sección es de
20/1.
16.2. Comentarios
67
García Alén, A. y Peña Santos, A. de la. (1980: fig. 74); Fernández Pintos, J. (2015a: fig. 123).
75
se observa una amplia panorámica sobre el valle de Marín. Que sepamos no está relacionado
con un camino natural de tránsito, ni lo vemos posible. Se trata por lo tanto de un
emplazamiento paradigmático que junto con otros permitió argumentar la relación de las
manifestaciones rupestres gallegas con áreas de pastoreo, pues esta ubicación es por
completo ajena tanto a un hábitat permanente como a actividades agrícolas.
Fig. 58.- Plano y perfiles del petroglifo del Pinal do Caeiro (San Xulián, Marín).
Los motivos de este petroglifos, las combinaciones circulares y la espiral están todos asociados
entre sí, y con coviñas por una serie de trazos. Sin embargo un estudio detenido de los
grabados permite sospechar que quizás estas líneas constituyan añadidos posteriores, tal
como lo delatan las bruscas superposiciones y distintas calidades en las secciones de las líneas.
Otro tema de interés, aún a pesar de su escasa relevancia gráfica es la pequeña coviña
que se asocia mediante un trazo a una línea en el sector SO. del petroglifo. En principio no es
76
nada nuevo, sin embargo, reflexionando sobre este tipo de asociaciones, se nos ocurre penasr
en por qué tomaron a la línea referida, o qué representa esta línea. En principio esta línea
asocia una combinación circular [2] con una coviña [4], pero al surgir la asociación de esta
coviña, quizás debamos pensar que la línea en cuestión no es un mero nexo sintáctico, sino
algo concreto, o una idea concreta, materializable u objetivable, y por lo tanto con capacidad
para recibir elementos ajenos que se le asocien.
Fig. 59.- Ftogrametría del petroglifo del Pinal do Caeiro 1 visto desde el NO.
68
García Alén, A. y Peña Santos, A. de la (1980).
77
Fig. 63.- Fotogrametría del panel 1.5 de Champás (Marín), visto desde el SO.
81
Este panel se encuentra grabado sobre un gran peñasco de 4,7 m. de anchura por 2,5
m. en forma de lomo de ballena, con una altura máxima de 45 cms. por el S., y de 1 m. por el
O. donde presenta un corte rectilíneo de haberse extraído piedra. En consecuencia es posible
que este petroglifo está mutilado (figs. 62 y 63). Como ya dijimos tiene forma abombada con
una pendiente hacia el O. de 11°, de 10° hacia el N. y 25° hacia el S.
Los grabados se encuentran dispersos sobre esta superficie ocupándola por completo,
aunque de un modo laxo. Llama la atención que en la factura de las insculturas se hayan
preferido los planos inclinados en detrimento del centro del panel, donde se sitúa la figura nº.
4, pero es posible que este óvalo sea el motivo más antiguo del panel.
En el extremo NE. se encuentran tres combinaciones circulares de múltiples anillos y
coviña central (fig. 62, 1, 2 y 3). La nº. 1 mide 40 cms. de diámetro, una coviña central de
70/14, y una sección del anillo de 30/2. La nº. 2 es semejante a ésta, y la nº. 3 es la más
pequeña, midiendo 23 cms. de diámetro, poseyendo una coviña central de 25/2 y una sección
de 40/4. En este sector consta también una coviña. Entre las combinaciones circulares se ven
líneas que las unen, y en su desarrollo las ligan con los motivos que se encuentran más
alejados.
En el centro del panel vemos una gran figura ovalada (fig. 62, 4) labrada en una zona
de tendencia aplanada, trazada con un surco apenas perceptible, y de la que salen varias líneas
con diversas orientaciones que la asocian con otros motivos periféricos. Tal como vemos en el
plano, es posible que este diseño fuese más complejo, pero sus grabados de haberlos tenido se
perdieron. En su interior, sobre un mamilo de unos 25 cms. de diámetro y una altura máxima
de 5 cms. por el E. se grabó una coviña de 135/34, y hacia el NE. fuera de la figura elipsoidal
vemos una composición de dos coviñas de 90/19 y 90/17 vinculadas por un surco, mientras
hacia el NO. se ve otra coviña de 100/14.
Hacia el NO. de aquel óvalo vemos una combinación circular de 45 cms. de diámetro
(fig. 62, 5), con surco de salida, con un anillo exterior incompleto, y vinculada a otros motivos
mediante una larga línea.
En el sector SE. de este panel destaca una figura circular compuesta por una
combinación de 3 anillos de 42 cms. de diámetro, con coviña central de 45/5, y una sección de
45/8, de excelente factura, rodeada externamente por varios arcos cerrados que tal no sean
tal, sino líneas arqueadas (fig. 62, 6). Se produce así una figura de 67 cms. de diámetro, con
una sección de 45/4, y también de 60/4, y por lo tanto resultando surcos de aspecto más
diluidos que los observables en la combinación circular interior. Este motivo está además
dotado de un surco de salida de 66 cms. de longitud, con algunas ondulaciones, el cual parte
desde la coviña central. Otro surco largo, con sección 50/2 relaciona este motivo con la fig. 9
en el sector SO. del panel. Junto a este diseño, a su derecha vemos una espiral de 23 cms. de
diámetro, muy erosionada, con surco de 20-25/1-2 (fig. 62, 8). También en sus proximidades
hay un pequeño círculo con coviña central (fig. 62, 7).
En el sector SO., en donde confluyen las dos líneas que parten de las figuras 8 y 4 y 5 se
encuentra una combinación circular de 40 cms. de diámetro, con secciones de 45/4 y coviña
central de 45/5. La figura nº. 10 es un pequeño círculo situado sobre una de las líneas. Junto a
la combinación circular anterior vemos una espiral de 25 cms. de diámetro, con coviña central
de 40/5 y una sección de 35/1.
82
18. 1. Descripción.
A Laxa das Cruces es uno de los complejos en los que podemos subdividir las
manifestaciones rupestres de la vertiente meridional de la Serra Castrelada (fig. 64) cordal que
se levanta sobre la parroquia de Tourón (Pontecaldelas), alcanzando en algún pico los 624 m.
de altitud, s. n. m. El grueso de los petroglifos se localizan en un área de inflexión del
buzamiento que se presenta hacia el N. muy empinado (Laxe das Cruces, Coto da Siribela,
Outeiro do Pío), y a partir de aquí, desciende más suavemente, en cuyo remate meridional
volvemos a encontrar otros complejos (Coto das Sombriñas). En general esta zona se
denomina Monte Pé da Múa69 (fig. 64).
Los petroglifos aquí inventariados están integrados sobre todo por cuadrúpedos,
antropomorfos y combinaciones circulares. De los petroglifos de animales destaca el de Noval
do Martiño, siendo asimismo el localizado a más altitud, y el de las combinaciones circulares la
Laxe das Cruces 2 (fig. 65), de la que pasamos a ocuparnos inmediatamente (coordenadas
X=539.027,72; Y= 4 695.134,10, 361 m. de altitud).
Con el topónimo Laxe das Cruces se conocen varios petroglifos cercanos del cual nos
interesa ahora el nº. 2 (fig. 65)70. Este complejo está compuesto por una serie de paneles
extendidos por una enorme lastra de 20 m. de anchura por 8 m. de longitud, muy diaclasada,
de superficie regular, bastante lisa e inclinada hacia el E. entre 18° y 21°. En esta ocasión
vamos a estudiar los paneles nº. 2 y la mitad E. del nº 3 que es donde se encuentran las
representaciones de espirales.
69
Santos Estévez. M. (1987).
70
Peña Santos, A. de la (1986b).
83
Fig. 65.- Plano general del complejo nº. 2 de A Laxe das Cruces (Tourón, Pontecaldelas).
84
Figs. 66 y 67.- Fotografía directa y fotogrametría del área SE. del Sector 2.3.
85
Fig. 68.- Plano del panel nº 2 de la Laxe das Cruces 1 (Tourón, Pontecaldelas)
Fig. 69.- Aspecto general del panel nº. 2.2 de A Laxe das Cruces (Tourón, Pontecaldelas).
86
Fig. 70.- Plano del sector central y SE. del panel 3 de la Laxe das Cruces 1 (Tourón, Pontecaldelas)
El panel nº. 2 fue grabado en una superficie aplanada inclinada hacia el E. 18°, y está
integrado por una figura central de trazado espiraliforme de 46 cms. de diámetro, dextrógira,
(figs. 68 y 69) de cuyo centro o bien del anillo exterior parten una serie de surcos que
concluyen en un rosario de círculos y combinaciones circulares de pequeño formato, de entre
13 y 23 cms. rodeando la espiral. El conjunto mide 1,33 m. por 1,10 m. Es de destacar que por
la parte inferior fueron grabados dos círculos, uno conteniendo una especie de trisquel muy
mal realizado, y el otro una esvástica. El primero se asocia a la última espira, mientras el
segundo lo hace a una de las líneas que asocian la espiral con una combinación circular.
Completa el panel una figura circular de 29 x 26 cms. de diámetro rellena con coviñas de hasta
40/5. Todos estos grabados poseen surcos con secciones de 40/6, de tallado muy regular, por
lo que los diseños se pueden apreciar a cualquier hora del día. La figura espiral es de trazado
87
raro, como interrumpido por dos líneas divergentes que describen una especie de V alargada y
transversal que a excepción de un caso, no es sobrepasada por el desarrollo de la figura.
El panel nº. 3 (figs. 70, 66 y 67) se asienta también en plano inclinado hacia el E. 18°.
Constan en él una gran multitud de combinaciones circulares, varios cuadrúpedos y dos
espirales (figs. 66 y 67). Al igual que el panel anterior estos grabados en su inmensa mayoría
son visibles a cualquier hora del día. En el remate E. vemos un conjunto de 1,24 m. de anchura
por 1,57 m. de longitud formado por un motivo espiral central, de cuya espira externa parten
en todas direcciones líneas que concluyen en una corona de pequeños círculos (el menor mide
9 cms. de diámetro), combinaciones circulares y una espiral. La espiral central mide 36 cms. de
diámetro y es levógira de cuatro vueltas, mientras la del extremo inferior es también levógira,
pero de dos vueltas.
18.2. Comentarios.
Entre los recursos sintácticos de estos petroglifos de a Laxe das Cruces destaca
claramente como característica principal el modo de asociación a base de largas líneas que
vinculan una figura central grande con un conjunto de unidades circulares periféricas de
menor tamaño dispuestas en círculo alrededor, aunque de todos modos en el mismo
petroglifo existen conjuntos análogos pero de menor desarrollo (fig. 70). El modo de
asociación de combinaciones circulares mediante líneas es un modo muy común, pero lo que
ya no tiene paralelo en otras estaciones es el resultado estético de esas asociaciones,
planteadas a modo esteliforme, tal como se logra en A Laxe das Cruces. No sólo se sigue este
esquema con las espirales, sino también con combinaciones circulares comunes. Se trata pues
de un estilo propio privativo de esta estación. Sin embargo, a nuestro modo de ver, no deja de
constituir la plasmación del tema de la jerarquización gráfica que se aprecia en otros muchos
paneles con múltiples combinaciones circulares, y que como sabemos, se caracterizan por la
existencia en su centro, bien del panel, bien de un sector de este panel de una combinación
circular más grande y una periferia de unidades circulares de menor tamaño. Esta disposición
no es intencionada, sino el fruto de una evolución en el tiempo de la grabación de petroglifos.
En este petroglifo vemos también la concurrencia de gran cantidad de cuadrúpedos,
de los cuales son muy significativos la figuración de algunos cérvidos macho adultos.
Estilísticamente estos animales responden a varias concepciones artísticas. Los vemos desde
los realizados con vaciado del cuerpo, hasta los confeccionados con una o dos líneas, de
pequeño formato, y sin atributos que permitan esclarecer cuál es su especie y sexo. Además
estos últimos son los más difíciles de identificar a causa de mostrar surcos apenas perceptibles.
Pero si hacemos caso a los modos de figuración de las cuernas de los ciervos, veremos también
distintos estilos. Todos estos datos nos llevan a postular, que del mismo modo que debió
ocurrir con las combinaciones circulares, los zoomorfos son también el resultado de sucesivas
adiciones y no de un planteamiento previo. Asimismo observamos que las mejores
figuraciones zoomórficas se localizan en un extremo del panel, concretamente en el remate E.,
rodeando en arco las representaciones circulares, arco que podemos prolongar por el N.
donde fueron grabados un conjunto de pequeños cuadrúpedos. Los animales que fueron
realizados entre los círculos son de pequeño tamaño, y en su plasmación se ve una clara
intencionalidad de asociarlos a las combinaciones circulares ya preexistentes, de las cuales se
diferencian claramente en el modo de ejecución (grabado profundo para los círculos, y muy
88
somero para los zoomorfos). No obstante, el estilo de todos estos motivos es el estático, e
insistimos, respondiendo a multitud de cánones. Es de destacar que en este mismo panel, en el
extremo O., en la parte superior de la roca consta una escena de equitación (fig. 65). Cerrando
el panel por el E., vemos un pequeño animal sujeto mediante dos trazos por una
representación humana. Es difícil determinar que narra esta escena, pero probablemente se
trate de un tema relacionado con la conducción o domesticación de algún animal. Por último,
es también interesante el tema de los dos cérvidos afrontados que vemos en el borde E. del
citado panel, grabados en una superficie muy inclinada.
71
Quintas González, F. y Espejo Guardiola, T. (2008).
90
Fig. 72.- Plano del petroglifo del Monte das Ferraduras según F. Quintas y T. Espejo
Según parece la roca donde estaba grabado este panel fue utilizada hace ya muchos
años como cantera, quedando como registro de su existencia un plano realizado por R. Sobrino
para su Corpus (fig. 73)72.
Fig. 73.- Plano del petroglifo del Outeiro da Mó según R. Sobrino Buhigas.
72
Sobrino Buhigas, R. (1935:lam. XXIV, fig. 50); Álvarez Núñez, A. 1986:112).
91
19.3.1. Descripción.
Fig. 74.- Plano y perfil del sector septentrional de la estación de A Portela das Rozas Vellas.
73
Sobrino Buhigas, R. (1935: lam. 24); Álvarez Núñez, A. (1986:104).
92
La laja del sector Norte en lo que está descubierto a día de hoy (fig. 74) mide 4,4 m. de
anchura por 2,7 m., es de superficie plana, muy regular, y está levemente inclina 10,5° hacia el
S. y SE. aparece fisurada por multitud de diaclasas, la más importante, una vertical y central
que divide en dos partes la superficie visible. Para comprobar si en esta roca habría más
grabados, deberíamos de proceder a una limpieza en área que pusiera al descubierto las zonas
adyacentes.
Está integrado este petroglifo por motivos prehistóricos y otros que por su elaboración
con instrumento metálico son obviamente más recientes, aunque en estos casos, habría que
pensar en distintas etapas. No debemos tampoco descartar la posibilidad de que algunos de
los diseños que son tenidos por modernos, sean el resultado de un repaso de figuras más
antiguas, concretamente círculos u óvalos dotados con coviña central y surco de salida.
Excluyendo estos motivos, vemos dos figuras espirales, ambas dextrógiras, de tres
vueltas, con un desarrollo de la espira muy abierto, la nº. 3 de 41 cms. de diámetro, con un
surco de sección inferior a 35/3 y una coviña central de 45/5, y la nº. 4, de parecidas
dimensiones. Acompañan a estas figuras cuatro diseños de cuadrúpedos, todos de estilo
dinámico, y de pequeñas a medianas dimensiones. El nº. 1 mide 43 x 36 cms., y muestra surcos
de 25/3, mientras el nº. 6 mide 44 x 32 cms. y sus surcos son de 25/2. Este cuadrúpedo está
acompañado por un pequeño círculo con coviña central cuyo surco de salida invade
claramente el cuerpo del animal, superponiéndose al trazo que diseña su lomo.
Figs. 75 y 76.- Dos probables distintas versiones de la Portela das Rozas Vellas en el Corpus de R. Sobrino Buhigas.
19.3.2. Comentarios.
74
Álvarez Núñez, a. (1986:112; fig. 4).
75
Fernández Pintos, J. (1993:119).
93
76
Fig. 77.- Distribución de los petroglifos en el área de Caamaño (Porto do Son) .
Este petroglifo se localiza en una ladera de la serranía que se levanta sobre la vega
agrícola de Caamaño (Porto do Son), en un contexto muy rico en grabados rupestres
(coordenadas: X=498.909,42; Y= 4.772.483,51)77. La zona se caracteriza por su naturaleza
eminentemente granítica, con numerosos afloramientos y muchas piedras de pequeño
tamaño sueltas semienterradas y dispersas por todo el paraje.
El panel lo encontramos en un conjunto rocoso de 4,9 m. por 6,1 m. compuesto por
tres rocas de tipo laja. Los grabados ocupan una superficie de por 3,7 m. de anchura por 4 m.
de longitud, la cual está levemente abombada, presentando una inclinación de 22°,
levantándose por lo tanto 1,3 m. respecto del suelo de la zona más baja.
En esta roca fueron grabadas 6 espirales (fig. 78, 3, 4, 7, 8, 9 y 11; fig. 79), cuatro
levógiras y dos dextrógira, de entre 3 y 4 vueltas. La nº. 8 es la más grande, de 34 cms. de
diámetro, con coviña central de 30/7, y un surco de 30/5, estando por lo tanto profundamente
grabada y siendo perceptible fácilmente a simple vista. La espiral nº. 3 es la más pequeña, de
19 cms. de diámetro con coviña central de 30/4 , y sección de 25/4, también visible sin mucho
esfuerzo. Esta espiral está en el interior de una figura casi cuadrada de 45 x 52 cms. (fig. 78Q,
2), con surcos de 40/4, dividida horizontalmente a la mitad mediante una línea. La última
vuelta de la pequeña espiral se superpone sobre esta línea intermedia del cuadrado. Destacan
asimismo las figuraciones de tres cuadrúpedos (fig. 78, 6, 12 y 13) todos ellos de categoría
estilizada, uno de estilo dinámico. En el centro del panel acompañando a la espiral nº 7 se
76
Este mapa es de valor orientativo. Ha sido confeccionado siguiendo los datos aportados por Fábregas Valcarce, R.;
Rodríguez Rellán, C. y Rodríguez Álvarez, E. (2008:194).
77
Megaliticia (http://megaliticia.blogspot.com/2015/12/petroglifos-beira-da-costa.html).
94
Fig. 78.- Plano y perfil del petroglifo de Beira da Costa (Caamaño, Porto do Son).
95
Fig. 79.- Las espirales del petroglifo de Beira da Costa (Caamaño, Porto do Son) .
Esta estación, la más septentrional de las gallegas con espirales, se encuentra en las
estribaciones de la serranía que por el N. cierra la vega de la parroquia de Louro (coordenadas:
493 604,63 – 4 735 138, 53), encontrándose por lo tanto muy cerca del mar y a 120 m. de
altitud (fig. 80). En realidad el lugar constituye una primera plataforma elevada que hacia el
interior da paso a alturas más elevadas (fig. 81). En las inmediaciones del petroglifo abundan
las rocas tipo laja, algunas a no más de 30 m. de distancia, de amplias dimensiones, pero que
sin embargo no fueron usadas para la confección de petroglifos.
Fig. 80.- Situación geográfica de la estación Laxe das Rodas (Louro, Muros).
Los grabados se asientan en una plataforma baja y horizontal (fig. 83) perteneciente a
un gran peñasco que visto por el O. tal como se accede al sitio presenta una altura de unos 6
m., siendo imponente su presencia al estar subiendo por la cuesta de acceso (fig. 82). Este
peñasco se levanta unos 2,5 m. por el E. sobre el panel donde están los grabados. En la
cumbre, el dicho peñasco muestra una fortísima erosión manifestándose en la acentuación de
96
las diaclasas, hasta separar una antigua y gran roca, actualmente en un conjunto de peñascos
coronados todos por grandes pilas naturales. Este peñascal se encuentra en la ruptura de
pendiente, al final de la cuesta, dominando los dos accesos naturales al sitio. Este lugar
además de rocoso, se caracteriza por la existencia de buenas áreas para pastizales, tal como lo
demuestra la existencia de fincas cerradas por tapias de piedras bajas.
Fig. 81.- Situación topográfica de la estación de A Laxe das Rodas (Louro, Muros).
Fig. 82.- Aspecto del peñasco visto por el E. al subir por la cuesta de acceso
97
Fig. 83.- Fotogrametría general de la Laxe das Rodas (Louro, Muros) visto desde el NO.
mucho más pequeña, de 33 cms. de diámetro, de tres anillos con coviña central de 40/4, y
surcos de 35/2, de cuyo centro parte un surco de salida con dirección SE. que remata en una
pequeña pila de 25 x 40 x 3 cms., endorreica. Al lado de la combinación circular más grande
consta una agrupación de coviñas.
Fig. 84.- Plano y perfiles del petroglifo de A Laxe das Rodas (Louro, Muros).
99
Figs. 85 y 86.- Detalles (fotografía directa y fotogrametría) de la composición de espirales de la Laxe das Rodas (Louro, Muros).
100
En el sector NE. hay una combinación circular de 48 cms. de diámetro, con coviña
central de 230/58, y dos anillos de los cuales el externo más ancho (70/8), contando además
con un surco de salida que concluye en una diaclasa.
En el sector SE. hay una combinación circular de 41 cms. de diámetro, grabada sobre
un mamilo con adaptación absoluta, y junto a ésta una coviña cuadrada. En el centro del panel,
aún habremos de señalar la existencia de otras dos combinaciones circulares, una de 30 cms. y
otra de 20 cms. de diámetro respectivamente, ambas también manifestando ocupación
mamilar, absoluta en el primer caso. Y por último mencionar que en el conjunto del peñasco
constan aún varias coviñas más dispersas.
PARTE II
SISTEMATIZACIÓN
perpendicularmente respecto del último anillo, con frecuencia delimitado por un arco, como
en A Laxe das Rodas. Además el conjunto de espirales de esta estación se encuentra
circundado por una línea cerrada de pequeñas coviñas a modo de anillo general que engloba
tanto a las dos figuras espirales como al referido sector de coviñas. Es por lo tanto una adición
aún más tardía. Además vemos que la otra gran combinación circular de este panel también
está rodeada por un anillo de coviñas. Los anillos de coviñas no son muy comunes en el Arte
Rupestre Gallego, pero constan algunos casos. Respecto a los surcos de salida que atraviesan
estas figuras, seguimos inclinándonos por pensar que generalmente son realizados con
posterioridad. Si observamos con detenimiento el correspondiente a la espiral menor,
veremos que incluso fue grabado sobre una de las coviñas del anillo cupular externo.
En consecuencia en la composición de espirales de este panel de A Laxe das Rodas
apreciamos la existencia de múltiples fases de grabación, donde las influencias artísticas de las
combinaciones circulares se demuestra claramente, con la asociación de ambas espirales, pero
también con los añadidos, como el cuadrante de coviñas, el anillo cupular exterior y la labra de
surcos de salida.
De especial interés encontramos el petroglifo de A do Cándido. Primero hemos de
recordar que la espiral nº. 6 fue grabada a partir de un pequeño mamilo, rasgo típico en la
insculturación de las combinaciones circulares. Pero además, a él se asocia una combinación
circular. El estudio de los puntos de contacto entre ambos motivos ha revelado una
complicada ejecución. En primer lugar está muy claro que la última vuelta de la espiral es
posterior a la pequeña combinación circular, pues no vemos otra explicación para el amplio
arqueamiento planteado ante su presencia, por la última y la penúltima voluta. Pero además, a
la combinación circular se le intentó añadir un nuevo anillo, el cual quedó inconcluso, que tal
como se une con la espira es posterior a ésta. En consecuencia es posible que cuando se grabó
la pequeña combinación circular existiese ya una gran espiral en ese panel, pero de menor
tamaño. A continuación se prolongaría el trazado de la espira que al encontrase con el círculo
describiría una inhibición morfológica en su trayectoria. Por último, ya realizados ambos
motivos, se pretendió añadir un anillo más a la combinación circular, pero cuyo diseño no se
completó. En este sentido, tampoco debemos olvidar que la otra espiral, la nº. 8, por su zona
E. muestra un arco externo paralelo a la espira exterior, que llevaba intención de convertirse
en un anillo si se hubiese rematado.
Este modo procesual, donde se puede apreciar que una misma combinación circular,
tal como hoy la vemos, es el resultado de varias pulsaciones ya lo habíamos encontrado al
estudiar el petroglifo del Alargo dos Lobos (Amoedo, Pazos de Borbén)78, y por lo que vemos
no era una conducta excepcional. Es decir, los petroglifos no solamente son el resultado de la
adición sucesiva e inconexa de combinaciones circulares y otros motivos, o sujeto de
manipulaciones sintácticas añadiéndole líneas que ligan diseños79, o los completan, sino
también se podía producir la adición de elementos sintácticos a motivos anteriores, como
anillos, surcos de salida y coviñas, e incluso tampoco debemos excluir repicados posteriores a
su ejecución.
Un caso de considerable importancia y también muy curioso son las asociaciones que
nos ofrecen las espirales identificadas en la Laxe das Cruces de Tourón (Pontecaldelas).
Comprobamos en esta estación un tipo de vinculación genuina basada en la disposición
78
Fernández Pintos, J. (2013:44).
79
Fernández Pintos, J. (2015a:93 ss.).
103
periférica de una serie de pequeños círculos, generalmente de un solo anillo y coviña central
asociados mediante largas líneas con motivos circulares centrales, bien combinaciones
circulares, bien espirales. A nuestro entender este esquema imita los criterios de la
jerarquización gráfica observada en otros muchos petroglifos si bien siguiendo un indudable
programa estético muy particular, aunque también es cierto, muy parecido al que
encontramos en la combinación circular central del Outeiro dos Cabeiros 2 (Gargamala,
Mondariz) donde una serie de pequeños círculos se asocian por contacto a una gran
combinación circular central80. En los casos de la Laxe das Cruces de Tourón aunque no hay
diferencias técnicas entre las figuras centrales y las periféricas, posiblemente se trate también
de un tipo de asociación concretada obedeciendo a los criterios de la jerarquización gráfica y
también a los de concurrencia y emulación estilística.
Por último cabe señalar el caso de la gran espiral del Coto do Corno 1, donde vemos
una serie de figuras circulares de poca calidad estética asociadas a su espira externa. Estos
grabados contrastan con la gran relevancia visual de la dicha espira, y sin lugar a dudas se
realizaron siguiendo la norma de la jerarquización gráfica. Son por lo tanto un añadido
posterior.
En suma, si por una parte las espirales se diferencian iconográficamente de las
combinaciones circulares, en otro sentido comparten algunos de sus rasgos típicos, aunque
debemos admitirlo, de modo limitado. Coinciden con las combinaciones circulares en varios
paneles, pero su asociación solamente se concreta en no más de dos estaciones. Lo normal es
que aparezcan en el mismo panel apartadamente, o bien integren panel por sí mismas.
Iconográficamente en su representación la espira queda abierta, pero en algunos ejemplos hay
una intención clara de cerrarla. En numerosos casos fueron dotadas con surcos de salida, pero
da la impresión de que estos elementos sintácticos fueron añadidos con posterioridad, del
mismo modo que se realizó en otras combinaciones circulares. El surco de salida es un rasgo
típico de las combinaciones circulares, si bien, como se ha visto en algunos casos, hay
razonables dudas para creer que siempre fueran planificados conjuntamente. De hecho con
frecuencia se confunden con los petroglifos de líneas, añadidos con posterioridad, en
ocasiones con objeto de asociarlas a otros motivos, generalmente otras combinaciones
circulares. No obstante, este tipo de elementos no encajan bien con el diseño de las espirales,
pues el desarrollo de la espira hace difícil buscarle un acomodo gráfico lógico a los surcos de
salida. Podría estimarse que el punto desde donde debieran ser trazados los surcos de salida
fuese en el remate mismo de la última vuelta, pero la realidad nos muestra que su diseño se
origina con frecuencia desde cualquier punto, lo cual parece muy artificioso y nos remite a
aquellos surcos de salida de círculos en los que parece que su confección se realizó más tarde
pues contrastan técnicamente con el estilo de grabado de los anillos. Son además pocas las
espirales dotadas con este motivo.
En consecuencia hay razones de suficiente peso basadas en el análisis iconográfico que
apuntan a que las espirales, al margen de como llegaran a Galicia, parecen ser paralelas en el
tiempo a la insculturación de las combinaciones circulares. Sin embargo, su éxito fue muy
limitado, bien porque iconográficamente no respondían con exactitud a los requerimientos
simbólicos de las combinaciones circulares, o porque su desarrollo fue tardío, o simplemente
porque eran diseños culturalmente ajenos, llegados de lejos.
80
Fernández Pintos, J. (2016:fig. 28).
104
3
La espiral en los grabados rupestres portugueses y
en el Arte Esquemático peninsular.
.
107
Fig. 88.- Plano de Chã da Sobreda (Podame, Monção). Reconstrucción aproximada a partir de los datos ofrecidos por A. Maia Marques.
108
Comenzando por el norte por la margen derecha del río Miño, los primeros petroglifos
con espirales conocidos hasta la fecha se localizan en el área de Monção, concretamente en el
paraje conocido de Chã da Sobreira (fig. 88), área de serranía que se levanta sobre la feligresía
de Podame. Esta estación está integrada por varios paneles, en dos de los cuales se localizaron
espirales. De entre ellos destaca el panel 1.1, donde a una figura laberintiforme muy compleja
la rodean varias pequeñas espirales81. Más recientemente se localizó en las proximidades de
éste otro panel donde consta una única espiral (Chã da Sobreira 5.1)82.
81
Maia Marques, A. (1986).
82
Información señalada en el CVARN.
109
Fig. 90.- La Laje das Fogaças con señalización de las espirales identificadas en ese panel.
83
Bacelar Alves, A. (2017:62 y fig. 15.2).
84
Sartal Lorenzo, M. A. (1999).
110
Fig. 91.- Plano y detalle del petroglifo de Chã da Rapada (según A.Martíns).
85
Información señalada en el CVARN
86
Martíns, A. (2006).
111
localizaron tres espirales de trazado muy sencillo (fig. 92)87. En líneas generales los diseños
representados en esta estación aparte de las espirales referidas, son motivos que en Galicia
están siendo datados tardíamente, esto es, coviñas88, círculos segmentados, cuadrúpedos89 y
tableros de juego reticulados90. En ocasiones como en el caso de los reticulados y las coviñas
con cronologías enclavadas durante época castreña y muy probablemente en momentos
posteriores al Cambio de Era. Un estudio de la posición de estas espirales en el panel nos
revela estar en un caso rodeadas de círculos segmentados, y en otro caso aparece junto a
composiciones de coviñas y líneas, y en otro caso junto a diseños no bien especificados. Pero
por lo que se ve ninguna de estas espirales se asocian fehacientemente con otros motivos.
Fig. 92.- Aspecto parcial de la Laje da Churra, destacando dos de las esprales.
87
Castanheira Santos, F. (2014).
88
Fernández Pintos, J. (2015a: 155-175; 2017:163-168 y 200-205).
89
Fernández Pintos, J. (2015a:262-273).
90
Fernández Pintos, J. (2017).
91
Bettencourt, A.M.S. (2013).
112
Fig. 93.- Estación de Breia 1 según A. M. S. Bettencourt. En el recuadro la figuración de la espiral (según A.M.S. Bettencourt).
113
Consiste éste en un conjunto dividido en varios paneles donde hemos contado hasta
45 combinaciones circulares, algunas de ellas asociadas bien mediante líneas, bien por
detrimento superficial. También consta una combinación circular asociada a un reticulado
irregular que nos recuerda mucho a las composiciones Carreira92. En la periferia de algunos de
los conjuntos de combinaciones circulares, se han identificado cuadrúpedos de estilo
esquemático, algunos de ellos montados y otros con larga cola, de donde se deduce que son
caballos. De este modo se confirma la posterioridad cronológica de este tipo de cuadrúpedos,
tal como ya habíamos señalado hace ya tiempo para los “bidimensionales” propios de Galicia.
93
Fig. 94.- Plano de la Laje dos Sinais .
92
Fernández Pintos, J. (2015a:41-47).
93
Plano tomado de Aluai Sampaio, H. y Bettencourt, A.M.S. (2017) y ligeramente modificado.
114
Pero lo que nos interesa ahora es la presencia de algunas espirales, según se señala
bibliográficamente y se ve en algunas fotografías, pero a juzgar por el plano que se viene
manejando, solamente hemos identificado una, de cinco vueltas y dirección levógira, con
coviña central, en la proximidad de otras combinaciones circulares, pero a las que no parece
asociarse.
En la cuenca del Río Cávado a unos 6 kms. al sur de Barcelos se sitúa la Laje dos Sinais
(fig. 94) 94, petroglifo conocido desde hace ya tiempo95, pero con novedades publicadas
recientemente, pues gracias a una limpieza de la superficie se ha exhumado un nuevo panel
(panel nº. 4)96, muy interesante para nuestros propósitos. Se encuentra a 150 m. de altitud, en
un punto bajo de la ladera septentrional de una serranía (Monte de Fralães) cuya máxima cota
se eleva a los 307 m., y adyacente a una gran vega agrícola extendida hacia los 115 m. de
altura sobre el nivel del mar. Los grabados se extienden por una superficie aplanada que
apenas sobre sale del suelo actual, de3 6,5 m. por 5,7 m., partida por la mitad por una
profunda y amplia diaclasa. Está integrado por medio centenar de combinaciones circulares y
una figura espiral. En este conjunto de grabados es de destacar la repetición de hasta tres
veces de una composición en la que intervienen cinco combinaciones circulares, en la que en
torno a una unidad circular más grande, se disponen asociadas y en rigurosa formación
cruciforme otras cuatro combinaciones circulares asociadas con detrimento de superficie.
Consta además una esvástica inscrita en un círculo. En el panel nº. 4 vemos una figura espiral
de 3 vueltas y orientación levógira, cuyo tramo final de la espira concluye en una corta línea
que se asocia a un círculo con gran coviña central.
97
Fig. 95.- Fotografía del panel São Romão 5 .
94
Aluai Sampaio, H. y Bettencourt, A.M.S. (2017).
95
Cardozo, M. (1951).
96
Coimbra, F. A. (2001 y 2004).
97
Fotografía tomada de http://www.obiut.org/cvarn/imagens/i_363_02.jpg
115
Al Este de Braga y NE. de Guimarães, entre el río Cávado al Norte y el Ave al Sur, se
levanta una serranía cuya máxima altitud ronda los 560 m., dirigida hacia el NE. hacia la Serra
da Cabreira donde se llegan a alcanzar los 1.261 m. La célebre Citânia de Briteiros, o mejor el
Monte de São Romão, donde se han localizado grabados rupestres, integra una plataforma
que se dirige hacia el sur a 336 m. de altitud dominando la amplia vega de Briteiros situada
ésta a unos 130 m. de altura. Los petroglifos se encuentran dentro del recinto de la célebre
Citânia (fig. 95), y otro, el más sur de (Penedo dos Sinais), más importante, extramuros del
poblado en la ladera que cae sobre el valle (fig. 96).
Fig. 96.- Plano de la Pedra dos Sinais 2, destacando la presencia de la espiral (según D. D. F. Cardoso).
116
100
Fig. 97.- Petroglifo con figuración de espiral en Castroeiro 2 (Mondim de Basto) .
98
Cardoso, D. D. F. (2014), citado no CVARN.
99
Valdez Tullet, J. y Oliveira, L. (2005).
100
Plano tomado de CVARN; Ficha Castroeiro 15.
117
Fig. 98.- Plano y detalle de la Roca nº. 3 de la Bouça da Cova da Moura (según A. M. S. Bettencourt et alii, 2012).
101
Pereira Dinis, A. y Bettencourt, A. M. S. (2009).
102
Véanse fichas de Castroeiro en CVARN (http://www.obiut.org/cvarn/catalogo.html).
118
104
Fig. 99.- Plano del panel nº. 1 de Monte Eiró 1 .
103
Bettencourt, A. M. S., Bacelar Alves, L., Ribeiro, A. T. y Menezes, R. T. (2012).
104
Plano segundo Vitorino, P. publicado por Sousa, L. (2015:12).
105
Sousa, L. (2015).
106
Fernández Pintos, J. (2017).
119
un área de presentación longitudinal (fig. 99). No se puede hablar de horror vacui porque
amplias áreas de la roca quedan sin grabar, e incluso la trama descrita por la prolongación
caprichosa se ve bien que no tiene tal vocación.
Al Este de Aveiro se extiende un área de carácter montañoso compartimentado. En
una de estas serranías, la Serra de Arada (con cotas superiores a los 1.000 m. de altitud), en su
vertiente SE. dominando el valle de Carvalhais (San Pedro do Sul) se encuentra la estación de
Castro de Cárcoda. Tal como su nombre lo indica, se trata de un emplazamiento de la Edad
del Hierro, en cuyo recinto se han encontrado varios paneles con grabados rupestres,
dieciocho en el interior y cinco en el exterior. Según las informaciones de que disponemos,
compositivamente dominan los petroglifos de coviñas, pero en varias de estas rocas
aparecieron además de algunas combinaciones circulares varias espirales107.
107
CVARN.
120
Uno de los más importantes es el Forno dos Mouros (Silva Escura, Sever de Vouga,
Aveiro) (fig. 100 y 101). Se encuentra este petroglifo en un gran peñasco sobresaliente,
aplanado, de 5 m. por 2 m., que además cubre un pequeño abrigo, en la ladera occidental de la
Serra dos Salgueiros, brazo de la Serra do Arestal a unos 720 m. de altitud. El petroglifo se
compone de combinaciones circulares, varias espirales, líneas, coviñas, y lo que parece ser un
reticulado semejante a los tableros de juego tan abundantes en el SO. de Galicia y N. de
Portugal, pero por lo que vemos en el material arqueológico publicado respecto de este
petroglifo, su regularidad se ceñiría solamente a su forma cuadrada, mientras las retículas no
presentarían un orden bien definido. También hay algunas aisladas. Constan unas 16
combinaciones circulares de variadas formas, desde las más sencillas, hasta las de varios
anillos, pasando por los círculos con coviña central.
F
108
Fig. 101.- El Forno dos Mouros (Silva Escura, Sever de Vouga, Aveiro) .
108
Fotografía tomada del Corpus Virtual de Arte Rupestre (CVARN)
121
En el Vale de Cambra
se conocen dos petrogifos con
figuraciones espiraliformes. El
del Outeiro dos Riscos 2
(Cepelos, Vale de Cambra) (fig.
102)109 presenta una sencilla
factura a base de una espiral
de dos vueltas rodeando una
coviña central. Mediante dos
líneas se asocia a una especie
de reticulado irregular de
grandes cuadrículas del cual
parte a su vez otra línea que
concluye en una diaclasa. La
diferencia de factura de las
líneas del reticulado así como
Fig. 102.- Petroglifo del Outeiro dos Riscos 2. el modo de vinculación a la
espiral permiten pensar en una
anterioridad cronológica de ésta última.
110
Fig. 103.- La Pedra dos Pratos (Castro Daire, Viseu) .
109
CVARN.
110
Plano tomado de Tomás Santos, A. (2000).
122
Las siguientes tres estaciones se encuentran en las estribaciones serranas que cierran
por el norte la cuenca Viseu. En Castro Daire, en las cercanías de Viseu se encuentra la Pedra
dos Pratos (fig. 103)111. Integra este petroglifo una gran cantidad de espirales: sobre 16
unidades. Por el momento es el panel con mayor cantidad de figuraciones de espirales que
conocemos. Éstas son en líneas generales de pequeño tamaño, dispuestas apretadamente en
el campo insculpido, algunas incluso conectadas mediante trazos. Se aprecia no obstante una
cierta jerarquización gráfica, pues hacia el sur, en una posición completamente periférica se
encuentran varias espirales de menor tamaño, y de peor elaboración.
En la estación de Santa Bárbara se ha documentado la existencia de tres rocas donde
en cada una de ellas se grabó una espiral de pequeño formato, una de las cuales tiene la espira
prolongada112. Otra muy conocida estación del área de Viseu es la Pedra da Cobra Moira, en
uno de cuyos paneles se observa una espiral cuya última vuelta se resuelve a modo de
laberinto (fig. 104). En esta misma estación se han descrito otras dos rocas con un motivo
semejante al anterior y dos espirales. Una de estas figuras tiene asociado una figura reticulada
cuadrangular y regular, la cual parece infrapuesta113.
114
Fig. 104.- Pedra da Cobra Moira (Lufinha)
Aún en esta comarca los varios autores que se ocuparon de los grabados rupestres de
la Beira Alta señalan petroglifos con espirales en la Sierra de Arada y en Nª. Sª da Guía115.
111
Santos, A. T. (2000).
112
Tavares da Silva, C., Inês Vaz, J. L y Pedro, I. (1997).
113
Tomás Santos, A. (2009).
114
Fotografía tomada de https://reydekish.com/2015/07/27/laberintos-ancestrales/
115
Tomás Santos, A. T. (2009).
123
Dejamos ahora nuestro viaje hacia el Sur para dirigir nuestra mirada hacia el E. de
Tras-os-Montes, al planalto de Miranda do Douro, muy cerca de la Meseta, y donde se
encuentra la estación de As Fragas da Lapa116. Se trata de un abrigo rupestre abierto en
pizarras donde se han identificado un conjunto de cinco paneles con petroglifos.
Esencialmente dominan las líneas meandriformes retorcidas que en dos ocasiones rodean una
figura central cuadrada segmentada a modo de tablero de juego del tipo alquerque de tres o
tres en raya. En uno de estos paneles se observa una figura espiral de pequeñas dimensiones
de tan sólo dos vueltas con prolongación de la última espira convirtiéndose en una forma
circular, a modo de roleo. En este abrigo se han realizado excavaciones de donde ha resultado
el hallazgo de una pequeña plataforma artificial situada a su puerta, y donde se recuperó
material arqueológico (equipos de molienda, artefactos líticos, y algunos restos cerámicos),
pero también lo que parecen ser restos de combustión. A partir de estos datos M. J. Sanches
propugna un uso ritual de este lugar.
Retomando ahora nuestro viaje hacia el sur de Portugal debemos detenernos en la
Serra do Açor, unidad insertada en el ramal luso de la Cordillera Central de la Península Ibérica
que en esta área adopta una orientación NE.-SO. separando la Beira Alta al Norte de la Beira
Baixa al Sur. En esta vasta región montañosa encontramos al norte la Serra da Estrela con
altitudes que superan los 1.900 m., a continuación la Serra do Açor con picos de gran elevación
pero más moderados, alcanzando los 1.200-1.400 m.de altitud en su mitad SO. y a
continuación la Serra de Lousã, que como mucho apenas sobrepasa en algunos lugares los
1.200 m. de altitud. Las corrientes fluviales de esta comarca (Mondego, Alva y Zézere) recorren
profundos valles separando los cordales serranos.
Fig. 105.- Plano del panel nº. 2 de la Encosta da Pedra Negra (según A. T. Santos y M. Baptista, 2011)
116
Sanches, M. J. (1986).
124
figuras espiraliformes en varias rocas de las estaciones de A Encosta da Pedra Negra, Fraga do
Colado y Lajeira do Freixeiro117. Curiosamente de los 10 conjuntos documentados, las
espirales solamente constan en estas tres estaciones, que además están muy próximas una a la
otra. En la iconografía de las espirales se observa una cierta tendencia a complementarse con
líneas ondulantes. Este tipo de líneas pueden aparecer solas, sin asociarse a otros motivos,
pero cuando las vemos vinculadas a las espirales se presentan como una continuación de la
última espira. Pueden entonces adoptar tres tipos de trazado ondulado: en unos casos la línea
sinuosa envuelve a la misma espiral, pues en su evolución tiende a rodearla a corta distancia
(fig. 105); en otros casos, la línea estira su ondulamiento en una única dirección alejándose de
la espiral (fig. 106), y por último, vemos también que en un caso el ondulamiento aunque es
lineal, es de amplio y apretado diseño (fig. 107). Constan también espirales sencillas sin
asociación a otros motivos.
Fig. 106.- Roca nº. 4 de Fraga do Colado (según A. T. Santos y M. Baptista, 2011).
117
Santos, A. T y Baptista, M. (2011).
125
Al sur de la Serra de Lousã y separadas por el curso del río Zézere, se encuentran una
serie de unidades serranas mucho más bajas, siendo la más occidental la Serra de Alvelos
(1.084 m. de altitud). En el área perteneciente al municipio de Sertã se ha identificado la
estación de A Lajeira, a 900 m. de altitud, y a unos 600 m. hacia el E. de la aldea de Relvas (770
m. s. n. m.) en la ladera NE. de la citada serranía, y por lo tanto muy cerca de la línea de
cumbres. La mencionada estación la compone una gran losa de pizarra ligeramente inclinada,
donde además de otros motivos se localizaron combinaciones circulares y algunas espirales.
Por lo que se ve, estos diseños se presentan sobre la roca sin que medie entre ellos ningún tipo
de vínculo gráfico (fig. 108).
118
Fig. 108.- Petroglifo de A Lajeira (Sertã). En el recuadro, una de las espirales .
119
Varela Gomes, M. (2010).
127
hay de pequeñas dimensiones, de 3 centímetros de diámetro, alcanzando las más grandes los
37 cms. Respecto a la espira, se extienden desde 1,5 hasta las 6 vueltas. En total se han
identificado 75 espirales.
La figura espiral no es privativa del mundo de los grabados rupestres del occidente
peninsular. Consta también pintada en paneles pertenecientes al llamado Arte Esquemático.
Las estaciones donde se han documentado son las siguientes (fig. 110):
1. Cuerda del Torilejo (Valonsadero, Soria)120.
2. El Mirador (Valonsadero, Soria)121.
3. Covachón del Puntal (Valonsadero, Soria)122
120
Ortego y Frías, T. (1954).
121
Jimeno Martínez, A. y Gómez-Barrera, J. A. (1983).
122
Jimeno Martínez, A. y Gómez-Barrera, J. A. (1983).
128
Fig. 110.- Dispersión en la Península Ibérica de los petroglifos y pinturas rupestres con figuraciones de espirales.
123
Gómez-Barrera, J. A., Rojo Guerra, M. y García Díez, M. (2005).
124
http://www.panibericana.com/2017/01/19/naturaleza-pinturas-rupestres-chaparros-teruel/
125
Royo Guillén, J. I. (2005:65).
126
Guillem Clatayud, P.M. y Martínez Valle, R. (2013).
127
Ripollés Adelantado, E. (1990).
128
García Arranz, J. J.; Collado Giraldo, H.; Da Silva Nobre, L. F.; Domínguez García, I. M.; Rivera Rubio, E.; Rosina, P.;
Gomes, H. y Capilla Nicolás, J. E. (2014).
129
González Pizarro, A. y Sánchez Iglesias, C. J. (2017).
130
Ripollés Adelantado, E. (1990).
131
https://www.prehistoriadelsur.com/2013/12/cueva-de-las-palomas-3.html
129
132
Fig. 112.- Sector izquierdo del panel de El Mirador en el conjunto de Valonsadero
132
Fotografía tomada de https://elige.soria.es/interpretacion-de-las-pinturas-rupestres-de-valonsadero/
130
como barras y puntos, antropomorfos o cuadrúpedos. Pero también hay casos en la que la
espiral es la figura dominante, centrando la atención del panel.
Fig. 114.- Parte izquierda del Grupo 3, del Abrigo II de los Castellones.
Respecto del motivo pintado en el Covachón del Puntal (fig. 113), ya P. Acosta lo
consideró como trísquel y lo tuvo como influencia del arte de la Segunda Edad del Hierro,
131
sobre todo de la cerámica ibérica del valle del Ebro. También A. Jimeno y J. A. Gómez-Barrera
lo datan en un momento tardío, tomando como referencia que aún considerando la indudable
antigüedad del motivo espiral, en realidad su generalización en Europa está muy clara durante
la Edad del Bronce como elementos decorativos, sobre todo en una época avanzada, por lo
que proponen una cronología mínima del Bronce Final133.
Parte de los motivos en espiral del Barranc del
Diablo (fig. 115 y 116) siguen un esquema parecido a la del
Covachón del Puntal; las otras figuras espirales fueron
diseñadas con un solo trazo. Estas últimas describen dobles
roleos y espirales con remates tortuosos, aunque menos
complicados que los que hemos visto en el Monte Eiró.
También E. Ripollés está de acuerdo con la cronología de P.
Acosta para el primer tipo de espirales ahora citado. Sin
embargo, la otra categoría de espirales, las de trazo fino,
son identificadas dentro del grupo de los petroglifoides,
semejantes a las combinaciones circulares del Arte Rupestre
Gallego. La explicación de la aparición de estos motivos
circulares dispersos en una serie de yacimientos
peninsulares muy alejados de Galicia lo explica en base a los
Fig. 115.- Barranc del Diablo (según E.
Ripollés Adelantado). contactos e intercambios que la arqueología ha
suficientemente demostrado entre el Mediterráneo y el
Atlántico, a lo largo de la Edad del Bronce, sin preferir
una datación concreta134. Sin embargo, si admitimos
esta hipótesis, hemos de explicar también que esas
relaciones se producen con una gran fluidez durante
el Bronce Final, en su formulación atlántica, es decir, a
partir de c. 1250 AC.
De ello se sigue que en apariencia en todo
caso serían préstamos foráneos, sin embargo como
veremos más abajo hay otras explicaciones. En
Fig. 116.- Barranc del Diablo (según E. Ripollés realidad las espirales identificadas en este dominio
Adelantado).
artístico podrían ser incluidas dentro de la categoría
que lo especialistas han convenido en denominar petroglifoides, donde cabría citar algunos
casos de combinaciones circulares, por lo demás tampoco muchos. Podríamos conjeturar que
tal vez reflejasen una influencia del arte rupestre grabado, propio de las tierras atlánticas del
occidente peninsular, tal como lo sugieren algunos autores respecto de los citados
petroglifoides, tomados en conjunto. Sin embargo, tan reducida presencia, y tan dispersa
distribución en un territorio tan grande, con estaciones casi todas muy alejadas las unas de las
otras (fig. 110) y respectivamente de los focos y dispersión del arte rupestre grabado, nos
inclina a considerar la posibilidad de que estas muestras pictóricas surgieran espontáneamente
en un marco cultural idóneo, bien estimuladas por la presencia de antiguas pinturas, bien en
un contexto pictórico predefinido, pero en un marco cultural debidamente acotado.
133
Martínez Jimeno, A. y Gómez-Barrera, J. A. (1983:202).
134
Ripollés Adelantado, E. (1990:105 y ss.).
132
135
Fig. 117.- Figura espiral pintada en el fondo de una covacha (Cueva de las Palomas 2, Tarifa, Cádiz)
En pleno territorio del dominio artístico esquemático, sobre todo en el área levantina,
y a lo largo del litoral mediterráneo, se han venido catalogando una serie de petroglifos, que
en conjunto son una minoría respecto de las pinturas. De entre su conjunto se han identificado
petroglifos con figuraciones espirales, tanto al aire libre como en abrigos y cuevas (fig. 110).
M. Mas y J. Pallarès señalan el hallazgo en el área catalana de grabados rupestres con
forma espiral, pero no aportan más datos136. El más septentrional que conocemos es el
petroglifo de la Roc de l’Amorriador, en los Pirineos Orientales, cerca de Perpiñán, y por lo
tanto ya en territorio francés (fig. 110-A). Se trata de una gran losa grabada con multitud de
figuras, donde incluso hay cruciformes, numerales, una flor y un pájaro, así como una
combinación circular de tres anillos y una espiral de cuatro vueltas137. Un interesante
petroglifo, hoy desaparecido era el procedente de Sant Vicenç dels Horts, en el Bajo Llobregat
donde en una losa, quizás proveniente de un sepulcro megalítico, se grabaran dos de estas
figuras, así como varias coviñas. (figs. 118 y 110-B)138. Cerca del anterior en la sierra de
Montpedrós (Santa Coloma de Cervelló) se ha localizado un conjunto rupestre donde vemos
grabadas varias espirales, así como algún soliforme (fig. 110-C)139. Otro ejemplo se documentó
en la estación de Fondo de l’Aigamoll (L’Abi, Les Garrigues, Lérida; fig. 110-D). Constan además
otras alusiones a algunas estaciones de las que no hemos obtenido suficiente material
bibliográfico para poder contrastar estas informaciones como por ejemplo Els Roques de les
135
Fotografía tomada de http://www.rutasyfotos.com/2013/09/cueva-de-las-palomas-2.html
136
Mas i Cornellà, M. y Pallarès-Personat, J. (1989:176).
137
http://www.jpdugene.com/fiches_rando/amorriador.htm
138
Farrell i Garrigós, D. (1999:9 y fig. 2).
139
https://jaumemestres.files.wordpress.com/2013/03/montpedrc3b3s-fb-018.jpg
133
Fig. 119.- Diseños en espiral de la Cova del Comte (según J. Casabó y otros).
Y para acabar con este recorrido, en tierras andaluzas se cita la Cueva del Encaje
(Quesada, Jaén; fig. 110-J)145 abrigo rupestre donde además de pinturas esquemáticas, y al
parecer también de tipo levantino, consta el grabado de una espiral de tres vueltas.
140
García Díez, M., Marín i Uixan, J. y Zaragoza Solé, J. (2003).
141
Mesado Oliver, N. y Viciano Agramunt, J. L. (1994:193-194 y fig. 3,2).
142
Royo Guillén, J. I. (2015:105, 114 y fig. 16).
143
Gómez-Barrera, J. A. (1992:fig. 11).
144
Casabó, J., Dios Boronat, j. de, Costa, P. Esquembre, M. A. y Bolufer, J. (2014).
145
https://www.iaph.es/patrimonio-inmueble-andalucia/resumen.do?id=i5171
134
135
4
Aspectos cronológicos y culturales de las
representaciones de espirales en la Península
Ibérica.
Los autores que han estudiado estas manifestaciones artísticas coinciden en opinar
que los laberintoides146 son préstamos del Occidente Peninsular, llegados durante la Edad del
Bronce en el curso del II Milenio AC. Algo nos dice que estos investigadores se han dejado
llevar por las cronologías que antaño se manejaban para los petroglifos gallegos, que son las
que mantenemos ahora nosotros, pero que aquellos estudiosos ahora les otorgan cronologías
más altas, incluso del Neolítico Final. Sin embargo la realidad cronológica quizás sea más
complicada, pues tampoco faltan autores que prefieren encuadrarlos en una etapa más
moderna147.
Sin embargo, en los más recientes estudios sobre la cronología del Arte Esquemático,
se cuestiona la unidad cultural del fenómeno esquemático, y por lo tanto se discute sobre su
temporalidad. En efecto, quizás sea un error tratar de entender estas pinturas (y a veces
también petroglifos) conjuntamente, sin distinciones regionales, tal como se había venido
practicado tradicionalmente, tratando de proponer una datación válida para toda la Península.
Modernamente a la hora de alcanzar conclusiones con un mínimo de fiabilidad se tiende a
evitar en la medida de lo posible la realización de referencias generales. Se prefiere la
intensificación de los estudios en conjuntos locales y síntesis regionales.
Siguiendo estos criterios observamos como para los autores contemporáneos bajo la
denominación de Arte Esquemático se esconden variedades técnicas (petroglifos y pinturas),
estilos locales y diversidades cronológicas y culturales que hacen difícil que se pueda hablar
monolíticamente del citado Arte Esquemático. Piénsese que en trabajos antiguos los
petroglifos gallegos integraban una facies del Arte Esquemático Peninsular. Son raros en estos
momentos los estudios que traten de englobar todas las manifestaciones rupestres y pictóricas
postpaleolíticas en un mismo episodio cronológico y cultural. En estos momentos predominan
las síntesis regionales, sin tampoco perder de vista lo que ocurre en otras zonas peninsulares.
El método de datación de este Arque Esquemático se ha abordado desde distintos
puntos de vista. Desde la asimilación cronológica de las manifestaciones parietales en función
del episodio cultural que revela la excavación del abrigo, covacha o cueva, hasta la
comparación estilística de los motivos con aplicaciones artísticas realizadas en artefactos, así
146
Véase por ejemplo Acosta, P. (1983), Hernández Pérez, M. S. (XXXX), Gómez Barrera, J. A. (1991 y
2005); Martínez Perelló, M. I. (1993 y 1999).
147
Royo Guillén, J. I. (2004:99).
136
como con estudios territoriales de poblamiento, pasando por una asignación fruto de un
razonamiento teórico.
En los trabajos antiguos se concedía mucha importancia a los datos ofrecidos por
excavaciones realizadas en los suelos de los abrigos. No es raro por lo tanto que en estos
estudios abunden las alusiones al Calcolítico, la Edad del Bronce, e incluso la Edad del Hierro.
Pero en realidad las excavaciones realizadas en cuevas o a los pies de los abrigos no han dado
resultados concretos. Siempre quedará la duda de la correspondencia entre los materiales
recuperados y las pinturas de esos lugares.
Por ejemplo las excavaciones realizadas en la cueva de la Vaquera (Segovia)148 puso al
descubierto dos niveles datados en el 2866-2473 AC y 2460 – 2043 AC, es decir, pertenecientes
a dos momentos del Calcolítico que los excavadores pusieron rápidamente en relación con las
pinturas y grabados rupestres que allí se encuentran, justificando esta asimilación al tomar la
gruta como un conjunto cerrado, donde el sentido funerario del lugar estaba completado por
los motivos artísticos. Esta asimilación también se aplicó a los resultados de la excavación de la
gruta de Solacueva de Lakozmonde (Jocano-Álava) la cual arrojó una diacronía extendida
desde los comienzos del II Milenio AC. hasta momentos más recientes, pasando por la
Romanización149. Con un planteamiento parecido encontramos la propuesta de G. Delibes y M.
Rojo en la publicación del antropomorfo pintado en el ortostato frontal de la cámara del
dolmen de corredor de El Moreco (Huidobro, Burgos)150, (4061-3786 AC), cuya originalidad dan
por buena el mero hecho de que coincide con el eje longitudinal marcado por el corredor.
Obsérvese que la datación de A. Llanos es totalmente distinta de la de G. Delibes y M.
Rojo, pero no serán las únicas ensayadas basadas en excavaciones y estudios arqueológicos.
Otra forma de datación que vendría a confirmar estos datos151
Para A. Llanos esta cronología es válida para la datación de las pinturas que allí se
encuentran, aún constando figuras humanas esquemáticas, basándose del mismo modo que
en la Cueva de la Vaquera en que antro, pinturas y presencia humana constituyen un conjunto,
tomando la cueva como un santuario, y los materiales arqueológicos encontrados como
deposiciones rituales.
Estas cronologías encajaban muy bien con las dataciones calcolíticas que se manejaban
por entonces, al identificar el Arte Esquemático como el reflejo de un cambio de mentalidades
influida por la llegada de prospectores orientales.
Sin embargo los más recientes estudios llevan los orígenes del arte esquemático del
área levantina en un Neolítico Antiguo de la segunda mitad del VI Milenio AC. Esta asimilación
cronológica está basada en la comparación de ciertas aplicaciones decorativas de algunos
artefactos con tipos pictóricos. Siguiendo este método a esta época pertenecen las
esquematizaciones de antropomorfos, sobre todo los de estética orante, en Y y doble Y o X, los
soliformes, zig-zags, cuadrúpedos pectiniformes y ramiformes. Este grupo constituiría lo que se
ha llamado Esquematismo Antiguo.
No obstante la citada comparación con los diseños aparecidos en cerámicas, ha llevado
a prolongar estos tipos desde el Neolítico Cardial hasta el Calcolítico del III Milenio AC, e
incluso hasta las vísperas de la Edad del Bronce, donde vemos aparecer en la cerámica
148
Municio González, L. J. y Zamora Canellada, A. (1989).
149
Llanos Ortiz de Landaluze, A. (1991).
150
Delibes de Castro, G. y Rojo Guerra, M. (1989).
151
Molina Hernández, F. J., Inés Sutil, P. de (2014).
137
152
Torregrosa Giménez, P. y Galiana Botella, M.-F. (2001); Carrasco Rus, J., Navarrete Enciso, M. S. y Panchón
Romero, J. A. (2006).
153
Carrasco Rus, J., Navarrete Enciso, M. S. y Panchón Romero, J. A. (2006).
154
Utrilla, P. y Martínez-Bea, M. (2009).
155
Jiménez Guijarro, J. (2008).
156
Collado Giraldo, H. y García Arranz, J. J. (2010).
157
Hernández Pérez, M. S. (208, 2009 y 2016).
158
Mateo Saura, M. A. (2001 y 2008).
159
Torregrosa Giménez, P. y Galiana Botella, M.-F. (2001:169).
138
162
Collado Guiraldo, H. y García Arranz, J. J. (2010).
140
como las del Covachón del Puntal, y sus paralelos, e incluso tal vez el doble roleo del Mirador
de Valonsadero, pero de las demás figuraciones no tenemos otras argumentaciones que
consideraciones generales. La relación con las figuraciones portuguesas y gallegas es una
posibilidad, pero verdaderamente de difícil argumentación. Sin embargo no queda nada claro
que la limitada existencia de los petroglifoides señalen conexiones peninsulares de largo
alcance. No podemos olvidar tampoco el marco geográfico donde se encuentran, pues
podríamos plantear las cosas de otro modo, por ejemplo volviendo los ojos hacia el
Mediterráneo Occidental, donde la espiral es un motivo de amplio uso con cronologías más
antiguas, del III o IV Milenio AC, como por ejemplo en las llamadas domus de janas sardas
pertenecientes al horizonte de Ozieri, en el cual, es bueno saberlo, no se descartan influjos
orientales, concretamente del Egeo. Sin embargo, dentro de la categoría de los petroglifoides
entran también combinaciones circulares, y en este caso el paralelo atlántico gana peso.
163
Fig. 120.- Espirales pintadas en la domus de jana de Sa Pala Larga (Cerdeña) .
Ante semejante panorama tan incierto, queda claro que la cronología de las espirales
pintadas en el territorio pictórico esquemático, por su volubilidad, no nos es de utilidad. A la
hora de señalar el origen de estas influencias los arqueólogos del Arte Esquemático han vuelto
sus ojos hacia el occidente peninsular, donde por lo menos se puede decir que son
abundantes. Sin embargo, como estamos viendo, son muchas las dudas que surgen relacionar
cronológicamente todas estas manifestaciones. Un buen comienzo para buscar puntos de
encuentro entre pinturas y grabados es saber lo que significan, y con qué cronologías se
manifestaron, para a continuación compararlos.
163
Procedencia de la foto: https://www.sardegnainblog.it/1042/allarme-sa-pala-larga/
141
164
Villaverde Bonilla, V. (1994:237 y ss, y 248).
165
Hernández Pérez, M. S. (2015:66 y ss).
166
Royo Guilén, J. L. (2015).
142
rupestre más amplio donde se integra una larga tipología de motivos, que por su naturaleza se
pueden relacionar con la época ibérica. Concretamente las figuraciones de espirales las incluye
en su Etapa I, o formativa, extendida entre 1000/900-700/600 a.C. Su aparición junto con
motivos reputados como más recientes (cruciformes, herraduras, etc.) facilitaría esta
asimilación. En la configuración artística de este período confluirían tendencias autóctonas con
otras provenientes de la Meseta, y todo ello en el marco de la expansión de los Campos de
Urnas, pero también posteriormente por la influencia ejercida por los contactos procedentes
del mediterráneo visibles en los intercambios generados por la acción de comerciantes griegos
y fenicios. Sin lugar a dudas se trata de una exposición razonable, pero no debemos olvidar
que es una construcción teórica, sin correlato en argumentos propiamente arqueológicos
positivos. Es desde luego admisible para ciertos motivos como escenas de equitación o
escutiformes, pero tenemos dudas respecto a otra clase de diseños, como por ejemplo las
espirales.
En suma, las razones que arguyen unos y otros investigadores para la datación para las
figuraciones de espirales parecen relativamente bien fundamentadas, por lo que quizás
debamos concebir el grabado de la espiral, al igual que ocurría en el caso de la pintura
rupestre como un motivo atemporal de larga cronología, cuyas primeros ejemplos se
documentan en el Paleolítico Superior, implicando que su plasmación plástica se pudo
producir bajo distintos contextos culturales dispersos cronológicamente, y como fruto de
iniciativas personales, sin necesidad de recurrir al contacto con el Atlántico para explicar su
presencia ocasional. Desde luego como vemos en algún petroglifo como el del Fondo de
l’Aigua, su cronología de tiempos más recientes es indudable.
Respecto a las escasas combinaciones circulares complejas, sin negar una posible influencia
desde el NO. peninsular, tampoco es imposible que no dejen de ser una lógica consecuencia
local.
Para hablar de las espirales localizadas en el Vale do Tejo hemos de tocar el tema
cronológico y su concreción en fases del conjunto de las manifestaciones rupestres de esta
área. Como ya hemos adelantado la espiral es un motivo muy minoritario; su presencia podrá
ser muy especial, pero en el cómputo global apenas son representativas. Sin embargo,
aparentemente es el núcleo peninsular donde se manifiestan más figuras de espirales. Ahora
bien, si nos fijamos detenidamente en la extensión geográfica de este dominio artístico,
observamos que engloba petroglifos extendidos a lo largo de 60 kilómetros por la ribera del
río. En Galicia desde la desembocadura del Miño hasta el promontorio del Louro hay 106 kms.
de distancia. Si en el valle del Tajo se han contado 71 figuras espiraliformes, en Galicia son 61
las que se han podido describir en este estudio, incluyendo las tres estaciones ribereñas del sur
del Miño en territorio portugués. De todos modos hemos de advertir que más al norte de
Campo Lameiro solamente se han encontrado dos estaciones (Beira da Costa y Laxe das
Rodas), por lo que desde Santa Trega hasta este punto interior hay 76,5 kms., constando
entonces 54 figuraciones de espirales. Por lo tanto hablar de difusión o incluso de relación
cultural rupestre de uno a otro dominio artístico, aunque posible, presenta un dudoso aspecto
pues el desarrollo en ambas áreas de las representaciones de espirales es muy semejante.
Pero incluso a mayor escala la procedencia y difusión atlántica de las espirales es asimismo
insegura pues estos motivos se dispersan por una larga línea litoral por las costas
septentrionales de Irlanda y de Escocia a través de unos 1.200 kms. de costa, y donde fin de
cuentas solamente se han computado 70 casos en petroglifos al aire libre167. Esta distribución
no es por lo tanto en absoluto semejante ni a Galicia ni al Tajo. Es más si realizamos una
comparación, midiendo la fachada atlántica occidental de la Península Ibérica en
aproximadamente 1.000 kms. podemos contar más de 150 figuraciones. Esta distinta
incidencia iconográfica en los respectivos dominios artísticos necesita un detenido análisis.
Son por lo tanto motivos raros allá donde vayamos, a excepción de lo que ocurre en la
isla de la Palma, donde son de lo más representado, pero además de por otras razones,
iconográficamente las diferencias son muy acusadas como para alegremente establecer
paralelos con este otro dominio artístico canario. En todo caso el tema habría de ser estudiado
con más calma.
En Portugal la cronología de estos motivos espiraliformes se solucionó asimilándolos al
Arte Atlántico, concepto muy usado por los investigadores lusos, y también más recientemente
por algunos gallegos, pero completamente vacío de contenido pues trata de asimilar a un
mismo fenómeno los petroglifos del NO. peninsular con los de las Islas Británicas, sin entrar en
valoraciones cronológicas, o mejor datando las manifestaciones gallegas en función de las
atribuciones dadas por los estudiosos de aquellas regiones. En el uso de esta homogenización
morfológica se corre el riesgo de dar un paso más allá y hablar de un círculo cultural definido
que albergaría a los finisterres atlánticos, al modo como hicieron los escritores pioneros del
galleguismo con los celtas. En realidad, aunque no es una actitud generalizada, algunos
autores ya han apostado por esta línea con todas sus implicaciones. No es raro ya ver en
algunos trabajos proposiciones cronológicas para combinaciones circulares y espirales en la
167
Van Hoek, M. (1993).
145
primera mitad del III Milenio AC, e incluso del IV Milenio AC, sencillamente porque en Irlanda y
Escocia se manejan desde hace tiempo dataciones muy elevadas, sin poner ni un solo
argumento positivo, a no ser grotescas invenciones. Al desarrollo de este tema está dedicado
el Capítulo 5, pero por ahora conviene dejar establecido que un detenido estudio bibliográfico
de trabajos británicos pone de relieve que los argumentos para fijar esta cronología son muy
controvertidos y escasamente fiables. No son pocos los estudios que comienzan este tema
indicando la dificultad para establecer cronologías firmes, que no obstante podrían remontar
sus orígenes al IV Milenio AC, pero asimismo proponen prolongar su existencia hasta mediados
del II Milenio AC.
En Portugal, en líneas generales los diversos autores formularon la adscripción de las
espirales y combinaciones circulares con al Arte Atlántico con una cronología tradicionalmente
establecida en el II Milenio AC, en función de las conclusiones emanadas del estudio de los
ciclos del Arte Rupestre Gallego, término que, no sabemos por qué (o sí lo sabemos), no
veremos usado en los trabajos de los investigadores portugueses. En definitiva, de los estudios
de los petroglifos localizados en Portugal, particularmente los teganos, a excepción de los del
NO. del país incluidos en la periferia meridional del Arte Rupestre Gallego, no se han
propuesto cronologías basadas en datos positivos derivados del estudio de los mismos
grabados rupestres.
En el valle del Tajo, los distintos motivos que componen sus petroglifos han sido
estratificados cronológica y culturalmente en fases ya desde el inicio de la investigación. La
influencia de E. Anati en la concepción teórica de estas etapas y su datación cronológica es
muy evidente y es algo que tampoco ocultan dichos estudiosos. Aun considerando otras
propuestas cronológicas168 creemos que la más representativa y la más aceptable es la de M.
Varela Gomes que articula el dominio artístico tegano en siete períodos169, completando un
trabajo anterior y ahora detalladamente desarrollado170. Al Paleolítico Superior (Período 0,
estilo arcaico), correspondería entre otros el équido de Ocresa; el Período I engloba las
manifestaciones subnaturalistas de cuadrúpedos con una cronología epipaleolítica del VIII y VII
Milenio AC; de éste derivaría el estilo estilizado estático, también con figuraciones de
cuadrúpedos, situándose éstos en la transición entre el epipaleolítico y el neolítico, es decir, en
torno al VI Milenio AC.; el Período III con motivos zoomorfos estilizado-dinámicos remite al
Neolítico Pleno del V y IV Milenios; el Período IV, donde se verificaría una síntesis figurativa
con influencia meridional se adscribe al Neolítico Final y Calcolítico del III Milenio AC; el
Período V o Atlántico, relacionado con la emergencia de las sociedades metalúrgicas se
extendería a lo largo de la Edad del Bronce Antiguo y Medio durante el II Milenio AC; el
Período VI donde se grabarían círculos y líneas, al parecer abarcaría el Bronce Final y la Edad
del Hierro, y el Período VII comprendería todos aquellos motivos de los que se presupone una
cronología de tiempos históricos.
La cronología relativa de los grabados de este área se ha realizado siguiendo criterios
de estratigrafía vertical (superposiciones), estratigrafía horizontal (relación centro – periferia
dentro del panel), así como el grado de erosión manifestado por los motivos de un mismo
panel, operación que se ve beneficiada por tratarse de soportes de esquisto, y asimismo se
168
Serrão, E da Cunha, Lemos, F. S., Monteiro, J. P., Querol, M. de los A., Lopes, S. R. e Jorge, V. O. (1972); Anati, E.
(1975); Baptista, A. M., Martíns, M. M. y Cunha Serrão, E. (1978); Martinho Baptista, A. (1981).
169
Varela Gomes, M. (2007 y 2010).
170
Pinho Monteiro, J. y Varela Gomes, M. (1981).
146
usaron consideraciones geográficas locales. Cada uno de estos estilos se relacionaron con los
distintos lapsos cronológicos en que se divide la Prehistoria, lo cual parece muy lógico, pues a
cada nuevo estrato cultural debiera corresponder un repertorio figurativo distinto donde
quedarían reflejados todos los cambios culturales que caracterizarían cada período. Esta línea
teórica quedaría teóricamente corroborada en función de la evolución de algunos dominios
artísticos de zonas muy alejadas, y por lo tanto sin influencias mutuas, así como en
información etnográfica, admitiendo de este modo periodizaciones válidas para cualquier
dominio artístico, como si de rellenar un formulario se tratase. La base teórica de este
planteamiento tiene su principal sustento en la idea de E. Anati de que la convergencia y
analogía estilística entre las manifestaciones artísticas de dos regiones apartadas no necesita
ser explicada por el concurso forzoso de mutuas influencias externas, sino todo lo contrario, es
decir, se explicaría como causa de la llegada de las distintas sociedades a cierto estadio de
progreso tecnológico, cultural e ideológico171.
Obviamente no es este el mejor modo de datar estos grabados, pues entre otras
razones se parte de un planteamiento teórico de supuesta validez general que no funciona
siempre, por otorgarle el beneficio de la duda. Recordemos que estas mismas ideas las
aplicaron a los petroglifos gallegos tanto E. Anati172 como C. G. Borgna173, propugnando
cronologías y evoluciones estilísticas que no se sostienen. Así por ejemplo, en Galicia de poco
vale que los cuadrúpedos se hayan datado desde el Epipaleolítico, cuando constan suficientes
testimonios de disposiciones periféricas de estos respecto de combinaciones circulares, y
además pueden aparecer grabados sobre laberintos y acompañados de escenas de monta de
caballos, lo cual nos da una cronología que como muy temprano no se podría llevar más allá de
momentos recientes de la Edad del Bronce Final o incluso la Edad del Hierro. La perspectiva de
una fase inicial compuesta por animales de gran tamaño y de corte naturalista tan antigua no
ha funcionado en Galicia, porque entre otras cosas, el supuesto naturalismo no tiene nada que
ver con las dimensiones del grabado. Por poner un ejemplo, no apreciamos diferencias
morfológicas notables entre el gran ciervo de la Laxe dos Carballos174 y los más pequeños de la
Laxe dos Cebros175.
Volviendo al Vale do Tejo, no dudamos de que el petroglifo de Ocresa pertenezca al
Paleolítico Superior, pero sí merece un comentario la seriación cronológica de los
cuadrúpedos, mayoritariamente ciervos. La cronología epipaleolítica de algunos de estos
motivos se basa en su naturalismo y se pone en relación en paralelo con el Arte Levantino de la
fachada oriental de la Península, lo cual no deja de ser controvertido a no ser que apliquemos
la fórmula teórica de E. Anati más atrás citada. Además la cronología epipaleolítica del Arte
Levantino no es admitida sin disputa por todos los autores. En el Tajo se han establecido
tipologías y estas se han seriado cronológicamente basadas en rasgos como el tamaño, la
fidelidad realista, y el dinamismo de las figuras. La ordenación cronológica resultante es
bastante lógica, pero también habría que tener en cuenta que se podría estar confundiendo
estilos generales con pericias personales de los artistas. Es curioso, pero en el Vale do Tejo no
encontraremos zoomorfos esquemáticos como los frecuentes en las pinturas y los
meridionales del dominio rupestre gallego.
171
Anati, E. (1974:72.).
172
Anati, E. (1968).
173
Borgna, C. G. (1981).
174
Fernández Pintos, J. (2015a: 268).
175
Fernández Pintos, J. (2015a:270).
147
176
Fernández Pintos, J. (2015a:294-298).
148
177
Sanches, M. J. (1986).
178
Navarro Genie, R. (2007:12).
149
perfectamente definidas. No por más cercana y por su posición atlántica la isla de La Palma es
un mejor candidato, pues entre otras cosas el poblamiento de esta isla no se puede demostrar
con anterioridad a momentos muy tardíos, como máximo a partir del Milenio I AC, o incluso
mejor, cercanos al Cambio de Era179; en segundo lugar queda sin explicar qué ofrecía esta isla
para poder hablar de intercambios, y en tercer lugar habría que considerar el porqué sus
motivos solamente se desarrollaron en el interior de Portugal y no en el área costera atlántica
peninsular. Además al citar la nicaragüense Isla del Muerto rápidamente se nos viene a la
mente la dificultad de realizar asimilaciones morfológicas sin considerar los elementos
culturales que facultaron la aparición de estos motivos morfológicamente muy similares, y en
esto si estamos parcialmente de acuerdo con las ideas de E. Anati mencionadas más arriba.
Muy posiblemente los grabados de La Palma son endogámicos tanto en su formulación original
como en su desarrollo posterior. Como mucho podríamos hablar de una remota influencia
africana, pero tampoco es seguro.
Para aquellos petroglifos portugueses con espirales asociadas a líneas meandriformes
retorcidas queda por lo tanto examinar la posibilidad de una invención local contextualizada
en un marco general proclive a lo rupestre, donde se plasmarían simbologías quizás comunes,
pero abiertas a un mínimo libre albedrío del artista en la elección de los temas para ser
figurados, y en el modo de representarlos. Por ejemplo, a lo largo de este estudio hemos
observado como las manifestaciones rupestres de espirales suelen prodigarse poco allí donde
las encontremos, sin embargo en la Pedra dos Pratos aparece un panel con 18 motivos, lo cual
supone un caso particularmente notable, con lo cual parece que estamos ante una decisión
artística excepcional y muy localizada, y que fuese realizada por un mismo individuo o varios, o
dilatada en el tiempo, y en consecuencia siguiendo criterios de emulación de la tradición. Pero
esta tendencia no la volveremos a encontrar en otra estación con la misma magnitud.
Tengamos en cuenta que en lo que respecta al arte prehistórico, los investigadores
solamente disponemos de referencias arqueológicas conservadas por haberse usado en su
momento materiales imperecederos, pero no podemos excluir la existencia de un arte
corporal, y también un arte sobre soportes desaparecidos, donde se podrían desarrollar
iconografías similares. Asimismo también las imágenes simbólicas elaboradas para facilitar la
comprensión de la naturaleza de las cosas o de las creencias trascendentes citadas de un modo
oral o realizadas coreográficamente, podría todo ello representar una amplia gama de
imágenes de las cuales, aún siguiendo una tradición general, siempre quedara abierta la puerta
para interpretaciones artísticas de elaboración local, y por lo tanto sin correlato tanto en
lugares próximos como alejados.
Cuando presentamos los petroglifos de espirales localizados en Portugal hemos hecho
hincapié en el caso del panel de Mocissos, donde estas figuras aparecen grabadas siguiendo la
técnica de la incisión produciendo grabados caracterizados precisamente por estar delineados
con surcos muy estrechos. A estos grabados se les suele denominar filiformes, aunque en
realidad tal categoría solo debiera comprender los propiamente lineales, y dejar a un lado los
figurativos. En efecto con la técnica filiforme vemos petroglifos con una rica gama de haces de
líneas de muy diversa tipología, pero también verdaderas figuraciones. Tratar de englobar
todas estas manifestaciones en un ciclo cultural y cronológico no es posible, pues con este
modo de grabado se conocen desde diseños de cuadrúpedos de clara raigambre paleolítica,
179
Farrujía de la Rosa, A. J. y Bravín, A. (2010).
150
hasta escenas de combate con guerreros montados a caballo y exhibiendo espadas y lanzas,
los cuales obviamente no son anteriores a la Edad del Hierro. De hecho en el Vale do Côa las
figuraciones paleolíticas realizadas por incisión son mayoría180. En medio de estos extremos
nos encontramos con el mundo propiamente filiforme, cuya cronología, si no se quiere
asimilar a uno u otro extremo quedaría en el aire. Creemos que es bueno diferenciar entre
petroglifos filiformes, de carácter mayoritariamente abstracto, caracterizados por la
presentación en forma caótica de haces de trazos cortos, de los otros petroglifos de corte
naturalista o subnaturalista realizados por incisión corrida.
Los grabados rupestres filiformes integran un conjunto artístico muy abundante en
Portugal, pero también consta en otros lugares de la Península, así como en algunas regiones
de Europa. Además de las figuraciones de animales mediante la técnica de la incisión en el
Paleolítico existen en el arte mueble representaciones de haces de líneas cuyo sentido aún no
ha sido aclarado, pero integrando verdaderos paneles filiformes. Más arriba hemos tenido la
oportunidad de examinar las espirales de la Cova del Comte, las cuales han sido realizadas por
un apretado conjunto de líneas siguiendo una orientación espiraliforme. Es por ello que M.
Varela Gomes en su periodización del Arte Rupestre del Vale do Tejo, incluye en el Período 0
además del équido de Ocresa, algunas manifestaciones filiformes, basándose en el paralelo
mobiliario181.
Pero los petroglifos filiformes no solamente abarcan haces de líneas y figuraciones
naturalistas, sino también veremos una larga tipología de motivos de corte simbólico como
cruciformes, escaleriformes, pentagramas, líneas quebradas, figuras cuadrangulares,
reticulados, arboriformes, etc., , que generalmente están acompañados de los citados haces de
líneas. Tampoco debemos olvidar que en algunos lugares se han encontrado incluso
inscripciones latinas con empleo de esta técnica.
Los especialistas que han estudiado este tipo de arte se mueven todavía en un mundo
poco explorado. Pero el hecho de que alguna figura naturalista haya aparecido insculturada
por picoteo sobre un haz de líneas en el Río Ocresa permite para algunos autores otorgarles
una notable antigüedad, remontándolas como mínimo al Neolítico. Asimismo en algunos
petroglifos se han identificado figuras triangulares asimiladas con puñales e incluso alguna
alabarda. No obstante como hipótesis de trabajo se viene manejando una datación larga que
se extendería desde el Neolítico Final/Calcolítico hasta la Segunda Edad del Hierro, dada la
documentación de recursos iconográficos propios de este momento, pero con una mayor
presencia a partir de mediados del II Milenio AC182. Esta larga diacronía la pretende demostrar
F. A. Coimbra echando mano de paralelos localizados por toda Europa, método que presenta
mucho riesgo, e incluso las correspondencias más cercanas procedentes de estaciones
calcolíticas portuguesas distan mucho de ser concomitantes183. Por lo que vemos se ha
prestado más atención a la iconografía tardía, según parece de la Segunda Edad del Hierro, por
la riqueza de información para ilustrar esta época184.
Este arte inciso ya ha sido objeto de estudio por investigadores españoles los cuales lo
aislaron en una provincia artística o na etapa artística denominada Ciclo de Solacueva-Galería
del Sílex caracterizada por la realización de este tipo de grabados en las profundidades de las
180
Luís, L. (2008a).
181
Varela Gomes, M. (207:85).
182
Coimbra, F. A. (2013).
183
Coimbra, F. A. (2016).
184
Luis, L. (2008b).
151
cuevas y cuya distribución territorial se extendía por la zona oriental de la Meseta Norte con
prolongaciones hacia el País Vasco y Navarra. A pesar de este tipo de emplazamiento, la
cronología de estos motivos no se ha llevado al Paleolítico, como si fue practicado por los
descubridores de los grabados de espirales de la Cova del Comte. J. A. Gómez-Barrera y otros
investigadores prefieren fecharlos en la Edad del Bronce en base a una serie de hallazgos
arqueológicos de relativa solidez surgidos en las excavaciones que se realizaron en algunas de
estas cuevas185. Con posterioridad siguieron apareciendo paneles con esta categoría de
grabados en cuevas, pero no se ha avanzado en su fijación cronológica.
Personalmente creemos que los petroglifos realizados por técnica incisa están
integrados por varios conjuntos temáticos que quizás estén refiriendo varias fases culturales.
Así hemos de distinguir los propiamente abstractos filiformes compuestos por más o menos
nutridos haces de líneas rectas cortas, a veces integrando complicadas marañas, de los diseños
naturalistas de animales de raigambre paleolítica, y un arte subnaturalista propio de la Edad
del Hierro, así como un grupo de motivos simbólicos fácilmente reconocibles, entre los cuales
se encontrarían las espirales de Mocissos.
La datación de este conjunto integrado por figuras de carácter simbólica,
probablemente no tenga nada que ver ni con los filiformes típicos ni con los diseños
paleolíticos, y quizás mejor parece remitir a tiempos tardíos, probablemente pertenecientes a
la Edad del Hierro. Queda sin embargo sin explicar las espirales de la Cova del Comte, de la que
recordemos una es pintada, y cuya asimilación al citado Ciclo de Solacueva presenta algunas
dificultades, pues dejando aparte de su emplazamiento en la profundidad de una cueva,
supone una iconografía muy distinta a las del citado Ciclo.
donde se deduce, sea lo que sea el surco de salida, una evidente intención de asociar estos
motivos, incluso los mamilos, con el exterior de la roca, buscando una simbología en la cual la
combinación circular se convierte en un ente relacionado con el medio natural que envuelve a
la roca. Podemos ir un poco más lejos y añadir que cuando lo acotado es una turgencia, es
decir un señalado accidente morfológico de la superficie de las rocas, lo que se liga es en
realidad una composición de corte escultórica integrada por el mamilo más sus anillos
grabados sobre él. Hay por lo tanto un obvio propósito de establecer una relación dialéctica
entre la roca, o sus turgencias decoradas, con el ente o poder que en ella habita o que ello
representa.186
En su realización plástica estas ideas posiblemente llevaban implícito una determinada
gestualidad adecuadamente codificada, pues se trataba de realizar un diseño relacionado con
lo sagrado. Y es aquí donde la diferencia con la espiral se presenta más determinante, pues
diseñar un roleo más o menos complejo que iconográficamente se deja inacabado, y puede ser
prolongado extendiendo la voluta exterior, es muy distinto al trabajo requerido para lograr
una combinación circular compuesta de anillos cerrados.
La existencia de los raros casos de espirales en el Arte Rupestre Gallego, pone de
manifiesto que este motivo pudiera haberse planteado como alternativa a las combinaciones
circulares, pero no tuvo éxito. Su escasa presencia, e incluso su mayor concentración en el SO.
de Galicia en las costas de Oia y A Guardia, y en la región minhota portuguesa, podrían ser
explicadas por una menor incidencia en esta zona de una consolidada tradición de
combinaciones circulares, y por lo tanto ser testimonios de influencias externas e incluso
constituir una etapa avanzada, ya inercial del mundo de las figuras circulares. Esta última
hipótesis podría ser apoyada por la generalizada tendencia de las figuras espirales en su
factura de pequeño tamaño, por debajo de lo más común en las combinaciones circulares, en
cuya evolución de éstas, no olvidemos se produce una progresiva degeneración morfológica
que se verifica en la disposición periférica de pequeños círculos alrededor de núcleos
integrados por grandes combinaciones circulares.
Pero la influencia externa es difícil de establecer. La mayor concentración de espirales
en la Península Ibérica se produce en el Valle del Tajo, pero pocas más hay que en Galicia.
Además en la iconografía propia de este dominio artístico, las distintas fases en que se articula
ofrecen diseños muy diferentes a los gallegos, tal vez de cronologías más antiguas. Si ahora
volvemos la vista hacia el N. a las Islas Británicas veremos que son todavía más raras, pues
hace algunos años se documentaron no más de 70 espirales estiradas en un litoral de más de
1.200 kms.187 Evidentemente la Isla de La Palma donde son muy abundantes no sirve de
paralelo por la cronología que se maneja para el poblamiento inicial del archipiélago canario.
En conclusión, veamos para donde veamos, la espiral es un motivo raro en todas partes; no
parece disponer de un hogar donde se prodigara y de aquí se difundiese. Esta circunstancia
abre la puerta a suponer un fundamento autóctono y una iniciativa particular de algunos
artistas.
La existencia de unas pocas espirales grandes (Castroeiro 2, Pedra dos Sinais 2,
Sequeiros, A do Cándido, Coto do Corno y Laxe das Rodas), en algún caso realizadas sobre un
mamilo, parece apuntar a un momento temprano del desarrollo del Arte Rupestre Gallego.
Son motivos relativamente notables y equiparables con muchas combinaciones circulares.
186
Fernández Pintos, J. (2015a;82 y ss).
187
Van Hoek, M. A. M. (1993).
153
azules grandes), muestran mayor presencia en torno al litoral de la Ría de Vigo, mientras que
hacia el S., solamente las diversas estaciones de Santa Trega ofrecen una concentración de
paneles circulares con múltiples representaciones. Al sur de Baiona este tipo de paneles, sin
desaparecer totalmente, reducen drásticamente su cantidad), y desaparecen por completo al
Sur de Oia, apareciendo por aquí, petroglifos con una o varias combinaciones circulares
generalmente de pequeño tamaño (fig. 120: círculos azules pequeños). Pero este tipo de
petroglifos son muy abundantes al norte de Baiona, si bien no los hemos recogido en este
mapa porque creemos que la mera representación de las principales estaciones era ya
suficiente para darse una idea del significado territorial que diferencia la zona nuclear del Arte
Rupestre Gallego de su área periférica.
No deja de ser curioso que sea a partir del S. de Oia donde más abunden las estaciones
con figuraciones de espirales. Estas representaciones parecen por lo tanto muy ajenas a la
tradición rupestre de las Rías Baixas, surgiendo con mayor intensidad donde se debilita ésta.
Podría ser éste otro argumento para datar en un momento tardío al grupo de las espirales más
pequeñas.
4.2. Cronología.
Dada la especificidad simbólica de la espiral, sería posible abordar este tema desde la
comparación y la disquisición teórica. No vamos a renunciar al menos al ensayo de esta
posibilidad, pero a nuestro juicio es más interesante primero ponerlas en relación con los otros
motivos rupestres galaicos, especialmente con las abundantes combinaciones circulares,
porque en efecto antes de ensayar cualquier planteamiento teórico es preciso analizar los
datos ofrecidos por la misma presencia de los grabados.
Tratar de fijar una época en la cual la espiral aparezca como motivo más frecuente
sería un auténtico error, además de técnicamente impracticable. Sabemos que las primeras
muestras de figuras espiraliformes las encontramos en el Paleolítico Superior. Después las
veremos con mayor abundancia a partir del Neolítico Medio de los Balkanes como motivo
decorativo de las cerámicas. En el IV Milenio aparecen también en la cerámica egipcia
predinástica, siendo continuada en Nubia en tiempos posteriores. En esta misma época servirá
de decoración en monumentos megalíticos de las Islas Británicas, así como en las domus de
janas sardas y en los templos de la isla de Malta. Más tarde, hacia mediados del II Milenio AC
se desarrollará abundantemente durante la época minoica y micénica, e incluso en la segunda
mitad del II Milenio A se desarrollará como motivo decorativo en artefactos escandinavos. Por
último no debemos olvidar que durante la Edad del Hierro del Egeo no se perdió su uso,
decorativo, y aparecen como ítem plástico de la cerámica ibérica.
Este esquema cronológico sirve para el Viejo Continente, pero no ya para América
donde numerosas culturas aborígenes realizaron petroglifos donde la espiral es un motivo muy
repetido, y obviamente estas culturas no tuvieron contacto con las europeas y próximo-
orientales. Tanta expansión territorial y cronológica, en estratos culturales tan diferentes
provoca que los planteamientos teóricos generales puramente rupestres no sirvan de mucho.
Como nos avisa K. Kerényi188 la espiral fue un símbolo universal común a numerosas
culturas con distintas cronologías e implantaciones territoriales muy variadas, extendidas por
188
Kerényi, K. (1950).
155
En función de las conclusiones emanadas de los análisis precedentes, tal vez debamos
hablar de dos tradiciones, quizás muy separadas en el tiempo. La primera, antigua, tal vez de la
época del apogeo de las combinaciones circulares, que estaría representada por unas pocas
espirales de mayor tamaño. Con posterioridad, y posiblemente ya en plena decadencia del
ciclo de las combinaciones circulares, surgirían las espirales de tamaño más pequeño.
Pero llegados a este punto surge el problema de la cronología de las combinaciones
circulares. El origen de este fenómeno lo suponemos arrancar con el comienzo de la Edad del
Bronce, c. 2000 AC, cuando la arqueología detecta los inicios de un drástico cambio en el
paisaje, con la desaparición de las espesas formaciones arbóreas por mano humana, y la
aparición de una vegetación propia de un paisaje deforestado en favor del pastoreo. Además
hacia la misma fecha surge el horizonte de los enterramientos en cistas, cuya desaparición
puede fijarse hacia mediados del II Milenio AC. La Edad del Bronce no solamente supone la
expansión de la economía pastoril, sino también la explotación más decidida de las cuencas de
deposición, por donde suelen circular manantiales, y que se caracterizan por integrar terrenos
fértiles para la práctica agrícola. De hecho, no solamente se han detectado asentamientos de
esta época en las inmediaciones de estos terrenos, sino que además, los petroglifos de
combinaciones circulares aparecen inmediatamente por encima, es decir en las laderas de las
serranías. Esta disposición topográfica señala una indudable dependencia de las prácticas
agrícolas, y lo que parece ser una explotación muy limitada de la cabaña ganadera189.
189
Fernández Pintos, J. (2015a:257 y ss.).
190
Fernández Pintos, J. (2015a:268 y 270).
156
191
Santos Estévez, M. (2012).
192
Fernández Pintos, J. (2013:102-104).
193
Fernández Pintos, J. (2017).
194
Fernández Pintos, J. (2017:206).
195
Quintas González, F. y Espejo Guardiola, T. (2008).
157
Fig. 121.- Ejemplos de rosas camunas en petroglifos galaicos [A] labras castreñas [B] Valcamónica [C].
196
Reimão Queiroga, F. y Pereira Dinis, A. (2009).
158
Surge así una familia de motivos con un planteamiento estético muy peculiar, de
escaso peso en el conjunto rupestre galaico y con ecos en otros ámbitos artísticos. La rosa
camuna es un motivo raro, incluso en el lugar de nombre procede su denominación. Hace ya
años P. Farina había encontrado en Valcamónica 84 rosas (censos más recientes mencionan 97
casos197) de las que 16 de éstas correspondían a esvásticas normales (fig. 121; C1), otras 12
eran esvásticas irregulares (fig. 121; C2), y por último el tipo cuadrilobulado era el más
representado con 56 casos (fig. 121; C3 y 4). Esta autora propugna una evolución del motivo
desde la forma esvástica (siglos VII y VI AC) a la más sencilla cruciforme o caudrilobulada, a
partir de fines del siglo VI AC, desapareciendo hacia el siglo I AC., basándose en dataciones de
motivos decorativos de ciertos artefactos198. Sin embargo, los únicos ejemplos no rupestres
que se pueden citar en tierras peninsulares los encontramos en la pedra Formosa del Castro de
Eiras (Famalicao) (fig. 121, B1) y en una labra proveniente del castro de Guifões (Matosinhos,
Portugal) (fig. 121, B2)199, los cuales no parecen concordar con la cronología vilanoviana de P.
Farina. La cronología del Castro de Eiras se centra en los siglos I a III AD, en época histórica. La
del castro de Guifões es más complicada pues hay indicios de ocupación en el Bronce Final, y
después conoce un importante apogeo entre los siglos I AC y I AD para a continuación
experimentar en los siglos IV-V AD una importante transformación urbanística. Recordemos
que la piedra con la esvástica de este castro fue localizada en el muro de una construcción, y
por tanto reutilizada.
Lo curioso de este motivo es que fuera de la región camuna se pueden señalar casos
aislados en el Sur de Suecia (Hovenäs), en Inglaterra (Ilkiey Moor, Yorkshire)200, los referidos a
Galicia, uno en Portugal (fig. 121; B2), e incluso en ¡Issamaden (Mali)!201. Este caso
subsahariano representa no pocos problemas de interpretación, pues sigue exactamente el
esquema de las esvásticas ya vistas en el Castro de Guifões (fig. 121; B2), o de Valcamónica
(fig. 121; C1), es decir la forma esvástica, incluidos los ensanches redondeados de los
extremos, y por supuesto la misma distribución de las coviñas.
Tanto para Ch. Depuy como para J.-L. Le Quellec202 esta extraña dispersión geográfica
no puede ser sin embargo casual y apuntan que se debe entender en el marco de
interacciones de larga distancia. No obstante J.-L. Le Quellec por otra parte tampoco parece
del todo convencido con esta explicación. En efecto, ya L. Encinas comentando petroglifos del
norte de Méjico relacionados con el proceso de conquista y colonización203 publica la
existencia de una típica rosa camuna en Coahuila que sin embargo este autor denomina como
“cruz vasca” o lauburu, pues la explica como un motivo introducido por misioneros, que según
parece en un primer momento procedían en efecto de Euskadi. El origen señalado del motivo
lo justifica en aparecer acompañada de la representación de la fachada de un santuario y dos
palomas, símbolo del Espíritu Santo. En este caso en vez de coviñas hay circulillos, pero en las
cruces vascas de las estelas discoidales no se representan las coviñas.
197
Dupuy, G. (2010:124).
198
Farina, P. (1997a, 1997b y 1998).
199
Cleto, J. y Varela, J. M. (1999).
200
Gyrus (1998).
201
Dupuy, Ch. (2010).
202
Le Quellec, J.-L. (2017:56).
203
Encinas, L. (2014).
159
Este y otros hallazgos mejicanos que cita M. Van Hoek204 son sin lugar a dudas una
llamada a la prudencia, y la circunstancia de que un motivo se repita en varias localidades
alejadas, sobre todo de un modo aislado, no es garantía de difusión. Estos motivos raros
pueden ser producto de la iniciativa particular de algún individuo plasmando un símbolo
utilizado en decoraciones de elementos perecederos y que no han llegado a nuestros días. El
caso del lazo de O Campado (Gargamala, Mondariz) citado más arriba es un unicum en el Arte
Rupestre Gallego, pero sin embargo es un motivo muy extendido en decoraciones
inmobiliarias de la Edad del Hierro205.
No obstante la asimilación a la rosa camuna de los motivos identificados en los
petroglifos gallegos (fig. 121: A), en realidad son asimismo susceptibles de emparentarlos con
las llamadas cruces contorneadas206, de larga trayectoria cronológica pues se encuentran ya en
sellos minoicos. Motivos de este tipo los vemos en algunos petroglifos marroquís,
señaladamente en Idomaun207, pero también en Australia y muy especialmente a lo largo del
continente americano208. Obviamente para explicar la enorme difusión de estos símbolos el
referente cristiano no es lo más acertado.
Este problema terminológico podemos verlo claramente en los ejemplos rupestres
gallegos. La única verdadera rosa camuna se encuentra en el petroglifo de Real Seco (fig. 121;
A11). Vemos además formas parecidas, pero no iguales (fig. 121; A6, A8, A9 y A10), y por
último otras formas que solamente concuerdan con la rosa camuna en su disposición en
cruciforme (fig. 121; A1, A2, A3, A4, Y A5). De momento no conocemos ningún caso de
esvástica que refleje el modelo italiano. Estos tres tipos gallegos son gráficamente parecidos,
pero responden a distintas convenciones estéticas, por lo que deben estar reflejando cada uno
por su lado la incidencia de un influjo cultural, no probablemente ajeno, sino muy
posiblemente ligado a la tradición rupestre que los por entonces antiguos petroglifos veían
abundantemente grabados en las rocas. En el seno de estas raras iniciativas rupestres hemos
también de incluir el entrelazo de O Campado 3 (Gargamala, Mondariz)209, también inspirado
en la plástica castreña, y sin paralelos conocidos en nuestra área.
Los casos reconocidos en los petroglifos del Monte das Ferraduras (fig. 121; A1; A2 y
A3), Outeiro da Mó (fig. 121; A4 y A5) y Chan da Lagoa 1 (fig. 121; A7), tienen un paralelo
indudable en la citada pedra formosa del Alto do Castro de Famalicão, por lo que la cronología
de estos motivos debiera corresponder a época castreña, a la cual pertenece también el citado
entrelazo de Gargamala. Precisar más la datación es ya muy difícil. En el estudio de los motivos
de la Laxe Escrita pudimos observar que la técnica de confección de estos círculos resaltaba
claramente respecto de las demás combinaciones circulares, pues a la vista sugerían una
menor erosión, aparte de que en un caso existe superposición.
A nuestro modo de ver los casos rupestres gallegos ahora estudiados, sean rosas
camunas, cruces contorneadas u otro tipo, en realidad integran un grupo muy exiguo de
figuras cruciformes o en aspa muy semejantes y cuya cronología debe recaer en la Edad del
Hierro.
204
Van Hoek, M. (2018).
205
Fernández Pintos, J. (2017:206).
206
Van Hoek, M. (2018).
207
Rodrigue, A. (2011).
208
Van Hoek, M. (2018).
209
Fernández Pintos, J. (2017:206; fig. 189).
160
Relacionado con este tema, es obligado citar las esvásticas grabadas en el panel nº. 1
de Laxe das Cruces. Una es un trísquel confeccionado torpemente, mientras la otra es una
esvástica. Ambas están encerradas en un círculo simple y asociadas mediante un trazo la una a
la voluta exterior de la gran espiral, y la otra al surco de salida que de la citada espiral parte
hacia una de las pequeñas combinaciones circulares que rodean al motivo central.
Estos motivos esteliformes en su forma propiamente esvástica, trisquel o hexasquel
son figuras muy raras en el Arte Rupestre Gallego. Sólo además de las citadas de la Laxe das
Cruces 2 cabe mencionar otros cuatro petroglifos: la Laxe dos Sinais (Barcelos), donde hay una
esvástica contorneada por un círculo, otra en Os Covelos (Coruxo, Vigo)210, rodeada por
coviñas, otras dos en a Portela da Laxe (Viascón, Cotobade)211; un hexasquel en el Outeiro dos
Lameiros (Baiona)212, y varias más recientemente localizadas en la región minhota
portuguesa213 junto a lo que parecen ser équidos, pero en principio no asociado a ningún otro
de los motivos, y por último un grabado localizado en el Monte de Santa Tegra que representa
un grabado de un entrelazo parecido al de O Campado 3, pero en forma de esvástica214. Se
ignora el paradero de este petroglifo, pues nadie lo volvió ver desde que fue publicado en
1927.
No es fácil fijar la cronología exacta de estas esteliformes de la Laxe das Cruces 2, pero
lo más probable es que haya que encajarlas también durante la Edad del Hierro galaica. Tanto
éstas como las rosas Real Seco (fig. 121; A12) y Laxa Escrita (fig. 121; A8, A9 y A11) son motivos
extremadamente raros e iconográficamente varios están incluidas en el interior de un círculo.
No es necesario insistir en la gran cantidad de labras de esteliformes procedentes de
yacimientos castreños, donde además de estar circunscritas en una superficie circular, a veces
además, fueron esculpidas dentro de un anillo grabado. Es suficiente observar la gran cantidad
de estos elementos procedentes de los castros de Santa Trega y de Armeá para establecer
paralelos viables. Por otra parte debemos contar con que esta circunstancia tampoco a lo
mejor es casual, sino inspirada en la tradición rupestre que estaba a su disposición, y si acaso,
aún de algún modo continuaban, como parecen reflejar aquellas combinaciones circulares que
en el SO. de Galicia se superponen sobre tableros de juego, a los que hemos hecho alusión más
arriba.
Aprovechamos la ocasión para llamar la atención sobre la configuración estética de las
asociaciones que se materializan en los paneles 2 y 3 de La Laxe das Cruces, y que se basan en
la asociación de pequeños círculos a una combinación circular central grande (o espirales)
mediante largos surcos, y los cuales están dispuestos de un modo radial, como si de una figura
esteliforme se tratase. Este mismo tipo de distribución radial, ya hemos tenido la oportunidad
de examinarla en el sector NE. de un panel del complejo de Pé da Múa215. Donde una serie de
seis pequeños círculos distribuidos radialmente se asocian a otro pequeño círculo central,
también mediante trazos. Con estas dos últimas menciones solamente pretendemos poner de
relieve la existencia de esquemas que recuerdan morfológicamente muy de cerca a algunos
tipos galaicos de rosas camunas (fig. 121; A1, A3,y A7).
210
Costas Goberna, F. J. (1980:XX).
211
García Alén, A. y Peña Santos, A. de la (1980:59-60).
212
Vilar Pedreira, X. L. y Quintas Méndez, E. (s/f:48).
213
Cardoso, D., Bettencourt, A.M.S., Ribeiro, J.P. y Brito, M. (2018).
214
Martínez do Tamuxe, X. (1987).
215
Fernández Pintos, J. (2015a:fig. 146).
161
Los más antiguos testimonios que podemos citar con cierta fiabilidad cronológica son
las representaciones de laberintos cretenses y formas inspiradas en ellos (pseudolaberintos),
cuya más antigua figuración está en la famosa tablilla procedente de Pylos y datada a la par
que la destrucción del palacio, a fines del siglo XIII AC. Sin embargo, esta figura está
morfológicamente acabada, lo cual denota su procedencia de tiempos anteriores. Además en
el ámbito del mediterráneo oriental hay suficientes precedentes gráficos para suponer que su
origen tal como lo conocemos hoy en día, se fraguase en la primera mitad del II Milenio AC.
Autores clásicos del Arte Rupestre Gallego como F. Cuevillas y R. Sobrino señalaron las
espirales y los laberintos como figuras de algún modo relacionadas. Esta es también la postura
de teóricos como K. Kerényi, si bien este investigador proponía que la espiral es gráficamente
más antigua que el laberinto, de la cual deriva éste, pero que no obstante perviviría en el
tiempo. Perviviría en el tiempo, pero más bien convertida en elemento decorativo, y con una
significación difusa que ignoraba sus orígenes. Se podrían señalar petroglifos de espirales que
recuerdan estrechamente el diseño laberintiforme. En Galicia tenemos el caso muy claro en el
sector central de A Pedra Grande de Montecelo, en Poio.
R. Sobrino va más allá, y habla de una difusión desde el Próximo Oriente de la espiral,
siguiendo la costa africana, en cuyo remate occidental se encuentran las Islas Canarias, con la
Isla de la Palma, y de esta zona hacia Galicia, y después al norte, a las Islas Británicas. Hoy en
día, ni los planteamientos teóricos ni las informaciones arqueológicas permiten un trazado
semejante.
En primer lugar, tal como viene indicando la bibliografía especializada ya desde los
pioneros, algunas de las espirales del petroglifo del Barrio Mergelina de Santa Tegra quedaron
fosilizadas por las modificaciones urbanísticas realizadas para acondicionar el terreno a un
asentamiento castreño. La roca donde se había grabado el petroglifo llamado “El Pasillo”
quedó reducida a un estrecho pasaje, cubriendo los muros parcialmente algunos grabados.
Además el centro de esta roca presenta un cierto trasiego que provocó el desgaste de algunos
motivos. En El Mapa sería un tramo de la muralla la que fosilizó varias espirales y una
combinación circular. Pero además el ámbito constructivo que envuelve a la gran roca,
encajada entre muros, hace viable pensar que todo este petroglifo es anterior a la
urbanización del lugar.
El uso de rocas con petroglifos de combinaciones circulares y espirales como material
de construcción usado por las gentes castreñas permitió a la investigación tradicional
establecer un evidente término ante quem, interpretando que ya en la Edad del Hierro se
había perdido el conocimiento y la consideración acerca de los petroglifos, pues no se
respetaba su existencia al ser reducidos a una condición vulgar. Sin embargo, ya hemos tenido
la oportunidad de examinar en el anterior epígrafe que aún en la época castreña se hacían
petroglifos, en los que los diseños circulares, incluso en forma de combinación de círculos con
su coviña central seguían teniendo vigencia. Además según las recientes excavaciones esta
urbanización del castro de Santa Trega, por lo menos en el Barrio Calvo no puede ser llevada
más allá de mediados del siglo I AC. Es por lo tanto una cronología muy tardía, que no obstante
162
aún no invalida la tesis tradicional, pues de ésta de hecho indicaba que era la cultura castreña
en su conjunto, y no un castro determinado el que establecía el término ante quem.
En aquellos momentos se establecía el comienzo de la Edad del Hierro en torno al siglo
V a. C., esto es sin calibrar, y además se desconocía que los comienzos de esta forma cultural
hundía sus raíces en los momentos terminales del Bronce Final, en torno al siglo X AC. También
se ignoraba que la cultura castreña no era monolítica, sino que experimentó pulsaciones en
respuesta a estímulos externos. De hecho el castro de Santa Trega es ya un poblado
profundamente romanizado, y pertenece además a un período en que se produce una
sinestesia aún no bien explicada en torno a grandes recintos.
Si ahora admitimos que aún en época castreña se grababan combinaciones circulares,
la pregunta es qué valor cultural contenían si coetáneamente podían ser sepultadas bajo la
cimentación de construcciones o como material de construcción.
Responder a esta cuestión es todavía prematuro. Por ejemplo ignoramos mucho de los
petroglifos históricos, donde además de cruces, herraduras, reticulados, etc. tampoco faltan
algunas figuras circulares. En realidad este tipo de petroglifos todavía no han sido
sistematizados, y aunque se consideran realizados en tiempos históricos, aún no se ha afinado
su posición cronológica. Por otra parte, la circunstancia de que se realicen combinaciones
circulares en época castreña no nos debe parecer raro: lo raro sería que no intentasen
manipularlos. Los petroglifos de la Edad del Bronce estaban ahí en toda su plenitud, con una
abundancia que no nos podemos imaginar en la actualidad, pues han transcurrido más de dos
mil años de uso de la piedra como material constructivo corriente, con las destrucciones que
ello conlleva. Del mismo modo que en A Laxe da Forneiriña y Outeiro dos Cogoludos unos
ciervos fueron perfilados con instrumento metálico siguiendo el surco original, y en O
Preguntadouro 1.2 se realizó una verdadera combinación circular de varios anillos y coviña
central también con instrumento metálico216, nos preguntamos si la presencia de aquellos
petroglifos ancestrales cuyas formas se debían distinguir mejor que en la actualidad, no habría
sido también motivo de inspiración en épocas pasadas, fijándose en ellos, interpretándolos a
su modo, repasando sus surcos, y por qué no, realizando nuevas grabaciones bien con motivos
semejantes, bien con aplicación de los nuevos símbolos (esvásticas, trísqules), o incluso
espirales.
El caso del petroglifo de la Porta Sur 1 de Santa Trega podría ser muy explícito en este
sentido. Allí una espiral pequeña, levemente picoteada ocupa un lugar muy marginal, pero
junto a un círculo que según parece fue retocado. Esta espiral podría estar apuntando hacia
fechas tardías, quizás contemporáneas a la ocupación del asentamiento.
216
Fernández Pintos, J. (2017:52).
163
el paso del tiempo convertidas en pequeñas figuras, marco en el cual se desarrollan otros
grabados recientes como son las rosas camunas, las cruces contorneadas y las esteliformes.
217
Santos Estévez, M. (2007:57).
218
Fernández Pintos, J. (1989).
164
219
Fig. 122.- Fragmento de dintel de una vivienda procedente del poblado de Briteiros .
220
Fig. 123.- Espiral grabada en un pavimento en el castro de Briteiros .
219
Fotografia tomada de http://photos1.blogger.com/blogger/7695/1886/1600/EpigrafiaEscultura003.jpg
165
224
Vilar Pedreira, X. L. y Méndez Quintas, E. (2009).
225
Cardoso, D., Bettencourt, A.M.S., Ribeiro, J.P. y Brito, M. (2018).
226
Fernández Pintos, J. (2017:170-175;274-277).
227
Fernández Pintos, J. (2013:268).
228
Fernández Pintos, J. (2013:72 y ss).
167
de los primeros poblados fortificados hacia el siglo XI - IX AC.229, y con ellos el comienzo de la
Edad del Hierro y una nueva mentalidad social donde la organización social y política en torno
a jefaturas guerreras tendrá su mejor expresión.
En materia rupestre no somos especialmente partidarios de ver en las espirales una
influencia externa, pues cabría preguntarse de dónde procedería, dado que se trata de un
motivo raro en todas partes. Se supone que en el contexto de intercambios y de difusión de
ideas rupestres se difundiría lo más conocido y no lo más raro. Obviamente ello no excluye el
influjo que pudieran ejercer las aplicaciones decorativas de algunos artefactos. Preferimos
pensar mejor en un marco general histórico favorable para la insculturación rupestre en el cual
incidiese una nueva concepción relacionada con el simbolismo de la espiral ampliamente
admitida, y sin la necesidad de recurrir a procesos difusionistas, y que en líneas generales las
manifestaciones de espiraliformes respondiesen a inquietudes ocasionales de algunos
individuos.
Pero el ejemplo de los laberintos debe de ser también tenido en cuenta. En efecto, en
el Arte Rupestre Gallego, los laberintos son todavía más raros que las espirales, y para ellos,
dada la complejidad del trazado de la figura hemos dado preferencia a la idea de una
influencia externa, llegada del Mediterráneo230. Aunque la arqueología ha demostrado que el
tema del laberinto en su conformación definitiva es abundante en épocas avanzadas de la
Antigüedad, al menos desde el siglo V AC, donde abunda en las monedas cretenses, tiene sus
precedentes mucho antes, en el siglo XIII AC, en una tablilla de Pylos. La imagen de este
laberinto, las condiciones e implicaciones de su grabado, refleja que esta representación
gráfica estaba consolidada para entonces. Ignoramos cuándo comenzaron a introducirse los
laberintos en los petroglifos gallegos, pero el hecho de que en A Chan de Lagoa 2 (Montes,
Campo Lameiro)231 , el asta de un ciervo se hubiera insculpido sobre su trazado nos da una idea
de su arcaica cronología. El hecho de que la insculturación de los laberintos responden a
iniciativas particulares lo demuestra el graffiti del Castro de Formigueiros, en este caso de fácil
datación por haber sido hecho en la losa del pavimento de una plazuela de un poblado cuya
ocupación se cifra entre los siglos III-II AC y mediados del siglo I AD232.
La comparación de las espirales con sus otros dos motivos afines, laberintos y
pseudolaberintos podría ser factible, y quizás pudieran responder todos ellos al mismo
estímulo o influencia. Respecto de los laberintos, ello implicaría para las espirales por lo tanto
cronologías teóricamente más avanzadas, lo cual tal como estamos viendo, es una
circunstancia viable. Del mismo modo que llegado un momento se desarrollaron los laberintos,
sin precedentes conocidos, sin lugar a dudas llegados desde muy lejos, probablemente del
Mediterráneo, al menos en última instancia, nos preguntamos si no estaremos ante la misma
corriente bajo la cual se produjo la aparición de las espirales y los pseudolaberintos. Ello
explicaría la rareza de todos estos motivos, y su plasmación rupestre como meros símbolos,
pues como nos indica K. Kerényi, la espiral es un motivo muy extendido en la Edad del Bronce
del Egeo, pero para entonces se había convertido en un elemento decorativo desprovisto de la
profunda significación de milenios atrás.
229
González Ruibal, a. (2006:71 y ss.).
230
Fernández Pintos, J. (2013:74).
231
Fernández Pintos, J. (2013:292-293).
232
Meijide Cameselle, G.; Vilaseco Vázquez, X. I. y Blaszcyk, J. (2009). En esta publicación los autores confunden el
laberinto con una combinación circular (véase http://culturagalega.gal/noticia.php?id=17893).
168
Pero volvamos a la dispersión territorial de las espirales, sobre todo a los petroglifos de
la fachada atlántica del occidente peninsular, cuyas estaciones se extienden desde la Ría de
Muros por el Norte hasta el Guadalquivir por el Sur. En tan extenso territorio se manifiestan
varios dominios artísticos, por ejemplo el Arte Rupestre Gallego al norte y el del Vale do Tejo
en el centro de Portugal (véanse figuras 1, 110 y 120). Las estaciones con representaciones de
espirales del Arte Rupestre Gallego se estiran en un continuo geográfico interrumpido al llegar
a la cuenca de Viseu. Desde aquí hasta el Vale do Tejo las figuraciones espiraliformes se hacen
raras. En ese continuo por el litoral atlántico gallego y portugués la densidad de estaciones, en
conjunto y en líneas generales es similar: al sur del Minho se han distinguido 18 estaciones, en
una franja de 131 kms. de longitud, mientras el tramo gallego es de 95 kms., donde hay 21
estaciones.
Los investigadores portugueses han acotado geográficamente su arte atlántico al norte
de Porto, en una franja litoral excluyendo la provincia de Tras-os-Montes. Pero las estaciones
de las proximidades de Viseu están más al sur, y entre ellas y las situadas en la región del bajo
Duero no hay una distancia tan exorbitante como para ser excluidas. Sin embargo, en esta
zona se produce un cambio litológico de suma importancia: acaban los granitos, el soporte por
antonomasia del Arte Rupestre Gallego, y comienza el dominio de las pizarras.
Sin embargo, tampoco observamos una clara diferencia temática entre estos dos
ámbitos. Por ejemplo los motivos más complejos de Monte Eiró, son semejantes a los que
vemos en la Pedra da Cobra da Moura en Viseu, y más al sur, en varios petroglifos de la Serra
do Açor, e incluso pudieran estar emparentados con estos los trasmóntanos de Fraga das
Lapas. Interpretar estos datos en clave cultural no deja de ser muy complicado, pero quizás
tengamos que pensar en que hay motivos que se resisten a la división en comarcas artísticas
de fronteras definidas. A la vista de estos ejemplos es difícil determinar a qué dominio artístico
pertenecerían petroglifos como A Pedra dos Pratos o los de Santa Bárbara. Y si tenemos dudas
con estos petroglifos, ¿dónde poner las fronteras?
De ser así, las espirales no serían un motivo englobable únicamente en el Arte
Rupestre Gallego, ni en otro dominio artístico definido como el del Valle del Tajo. Su rareza,
allá donde vayamos, pero su gran incidencia geográfica, así como las semejanzas iconográficas,
es posible que nos estén haciendo ver que no son sino el fruto de un ambiente cultural
determinado extendido sin la consideración de culturas locales, y da la impresión de estar
indicándonos que mejor nos estamos moviendo en el seno de un cambio cultural generalizado,
tal vez en el marco más general de una antigua tradición rupestre.
En consecuencia, se podría enunciar un Ciclo de las Espirales, ajeno a las tradiciones
locales, y de plasmación territorial difusa, cuya asimilación tanto al Arte Rupestre Gallego o al
dominio del Vale do Tejo solamente se puede materializar en las manos de los investigadores
necesitados de asideros tangibles para entender los hechos culturales.
169
5
SOBRE EL ARTE RUPESTRE GALLEGO. UN ENSAYO
DE PRECISIÓN TERMINOLÓGICA.
Ruza en 1953 cuando habla de un Arte Gallego-Atlántico, solución léxica muy original pero
que obviamente tendría poco éxito, debido en otras causas a que el empleo de tal término
implica una prevalencia cronológica y una difusión territorial, que podrían no ser ciertas, y
aunque así fuese, difícilmente sería esto aceptado por investigadores de otras nacionalidades,
sobre todo portugueses.
R. Sobrino Lorenzo-Ruza no era original en su planteamiento: seguía las reflexiones de
E. Mac White, el cual en 1946 al hablar del arte prehistórico en Irlanda menciona un arte
megalítico y la existencia de un galician group en paneles al aire libre. Esta idea fue asimilada
rápidamente por R. Sobrino Lorenzo-Ruza, pero bautizándolos como petroglifos gallego-
atlánticos233, consecuencia lógica de los conocimientos que en su época había sobre el arte
rupestre europeo, y que certificaba la denominación de E. Mac White. Sin embargo con
anterioridad a esta formulación de R. Sobrino ya bibliográficamente se venía indicando que
entre los finisterres atlánticos habría habido mutuas influencias. La idea de una esencia
atlántica, de una koiné, flotaba en el ambiente, y se manifestaba en la cuestión del celtismo.
Por la misma época publica F. López Cuevillas su trabajo sobre la tipología de lo que
bautiza como arte rupestre del noroeste hispánico234, porque en su estudio además de Galicia
incluye el área oriental fronteriza de Asturias y León y por el sur las provincias portuguesas de
Minho y Tras-os-Montes. D. Florentino no ignoraba que en aquellos tiempos todas las áreas
periféricas mencionadas eran muy precarias en hallazgos rupestres en comparación con
Galicia, pero sus convicciones ideológicas le llevaron a delimitar un territorio único,
supuestamente solar de una cultura uniforme tal como parecía haberse repetido varias veces
históricamente. En su hipótesis inclusiva procede de un modo que hoy en día difícilmente
podríamos aceptar, pues cuenta con las pinturas rupestres de Tras-os-Montes e incluye
tipologías litográficas que el mismo reconoce que pertenecen a distintas épocas. Sabe
perfectamente que Galicia es mucho más fértil en manifestaciones rupestres que las otras
áreas adyacentes, pero trata de no hacer repercutir esa primacía gallega en la denominación,
en favor de una idea geográfica supra regional e incluso supra nacional que dificulta buscar
una designación que fuese aceptada por todos.
La reciente aparición de gran cantidad de estaciones rupestres en el NO. de Portugal
ha llevado en manos de algunos especialistas lusos a una curiosa euforia, pues según estos
autores, esta región se alzaría como un importante foco del Arte Atlántico, tan importante que
no es difícil ver trabajos en los que las referencias al N. galaico son las mínimas, como si de un
mundo ajeno se tratase. Se magnifican los hallazgos, se publican mapas de dispersión plagados
de localizaciones, pero una vez que se aumenta la escala y vemos de que trata cada uno de
esos puntos puestos en los mapas, observamos que en no pocos casos se refiere a alguna que
otra coviña, cruciformes, incluso realizados con instrumento metálico, pequeños círculos, etc.
Constan también grandes paneles, pero estos no son tantos como nos quieren hacer creer. En
manos de estos investigadores pareciere como si al norte del Minho se abriese un mundo
ignoto, y sin embargo, antes de la eclosión de los hallazgos del NO. de Portugal, los petroglifos
localizados en Galicia eran una abrumadora mayoría sobre los cuales existía una abundante
bibliografía fácilmente asequible.
233
Sobrino Lorenzo-Ruza, R. (1951 y 1953).
234
López Cuevillas, F. (1951).
171
235
Rodríguez Rellán, C. Vázquez Martínez, A. y Fábregas Valcarce, R. (2018).
236
Bettencourt, A. M. S.; Sampaio, H. A.; Cardoso, D.; Sá, s.; Rodrígues, A. (2017).
172
Existe eso sí, una página en línea dedicada a la recopilación de todos estos hallazgos237, con
expresión de coordenadas para ser localizados, pero las descripciones adjuntas no son todo lo
extensas que el estudioso de los petroglifos desease, y además parece que en los últimos años
no ha experimentado ninguna nueva adición. También en Portugal se ha producido una gran
avalancha de publicaciones de estaciones rupestres, pero muchas de ellas son estudios
preliminares, sin continuidad, a veces sobre estaciones carentes de interés, y tampoco reflejan
la magnitud del tema, que no obstante se entrevé al mentar la totalidad de las alusiones
bibliográficas. Según parece, en conjunto, en Galicia considerando todos los petroglifos, al
margen de su tipología, se han inventariado oficialmente de momento, que no localizado,
3.374 rocas decoradas. Por los mapas que se han publicado del Norte de Portugal no vemos
que la cifra se acerque ni al 10 % de esta magnitud. De hecho el citado CVARN menciona para
2015 una cifra inferior de petroglifos que los publicados por R. Sobrino Buhigas en 1935.
En vista de este mapa es sorprendente la actitud de los investigadores portugueses,
cuya razón de su proceder, dado que no puede tratarse del desconocimiento de lo que sucede
al Norte del Miño, sólo puede explicarse en función de un rancio nacionalismo, o de intereses
particulares. Si tradicionalmente los investigadores gallegos no hemos considerado los
petroglifos portugueses de un modo adecuado, sencillamente se debe a que los por entonces
publicados eran muy pocos y no aportaban nada nuevo. Se aprecia bien que el concepto de
Arte Rupestre Atlántico Peninsular en manos de algunos autores portugueses tiene un
inapropiado contenido político fácilmente perceptible e inadmisible científicamente. La
constatación de la circunstancia de que durante decenios se tuvo el norte de Portugal como un
área periférica de influencia de un estilo artístico cuya principal expresión estaba al norte de la
“frontera”, por lo que estamos viendo ahora, parece que para algunos autores portugueses era
una circunstancia de complicada digestión. Este hecho queda bien explicitado en un reciente
trabajo de L. Bacelar Alves y M. Reis cuando dicen que uno de los objetivos de un proyecto de
investigación era precisamente “contribuir para la alteración del retrato vigente del Arte
Atlántico en Portugal”238. Había por lo tanto una intención previa en una situación científica
donde estos autores se sentían incómodos por motivos políticos, diríamos incluso
nacionalistas. Uno de sus puntos de apoyo es el incremento sustancial de los hallazgos que
recientemente se produjeron en el NO. De Portugal, y que llevaron a más de un centenar de
rocas inventariadas. Pero muchas de estas rocas son en realidad pequeños petroglifos en
alguna ocasión de una única coviña o de cruciformes y otros motivos modernos, que en Galicia
se cuentan por miles, y que raramente se publican.
Pero volvamos al tema del Arte Atlántico que tanto furor está haciendo en la
investigación portuguesa actual. Que sepamos, el primer investigador que ha empleado tal
término sistemáticamente para referirse a los petroglifos gallegos ha sido M. Santos Estévez,
pero bajo otra forma. Sin embargo, en la copiosa producción bibliográfica de este autor esta
especificación terminológica se documenta más recientemente. En un estudio del 2005 sobre
la cronología de los petroglifos gallegos menciona expresamente el Arte Rupestre Gallego de
Estilo Atlántico239. Esta división no es caprichosa, pues según indica este investigador, se realiza
para diferenciar los petroglifos prehistóricos de los realizados en tiempos históricos. En su
trabajo más extenso publicado en el 2007 el término petroglifos gallegos aparece
237
CVARNP (http://www.obiut.org/cvarn/catalogo.html).
238
Bacelar Alves, L. y Reis, M. (2017).
239
Santos Estévez, M. (2005).
173
242
Fig. 126.- Petroglifo de Kealduff Upper (Kerry, Irlanda) .
La aceptación de una provincia artística que englobaba el NO. peninsular (para algunos
estudiosos portugueses habría aún que distinguir una zona portuguesa de otra gallega), no
solamente implicaba la existencia de una comunidad cultural, sino también de una obvia
identidad cronológica. Se habla entonces de fenómeno unitario y uniforme que afectaría a la
Europa Atlántica. La semejanza formal entre los petroglifos de combinaciones circulares
gallegos, escoceses e irlandeses facilita que se pueda recurrir a ideas manejadas por los
240
Santos Estévez, M. (2007).
241
Santos Estévez, M. (2012).
242
https://ar.pinterest.com/pin/101331060341838340/
174
243
Fig. 127.- Petroglifo de Cairnbaan (Kilmartin Valley, Argyll, Escocia) .
Pero estos parecidos no dejan de ser eso: simples parecidos morfológicos, nada más, e
incluso si ponemos la lupa aún podremos apreciar notorias diferencias que no son de
despreciar. Por ejemplo, en los casos irlandeses y escoceses (figs. 126 y 127), no se observa el
uso de mamilos para grabar las combinaciones circulares, ni tampoco se ven formas complejas
como las que se vienen descubriendo en Galicia, por ejemplo los ideogramas Carreira y
Xesteira o los intrincados conjuntos de múltiples asociaciones. En las islas británicas, las
presentaciones son más sencillas. Es cierto no obstante que las semejanzas nos han de hacer
reflexionar, no solamente por el uso de combinaciones circulares con coviña central sino
también por la existencia de surcos de salida ante cuya presencia se interrumpen los anillos.
Hay también otro problema que diferencia notablemente ambas áreas. Lo constituyen
las figuraciones de cuadrúpedos y armas, ausentes por completo en los petroglifos británicos.
Esto se solucionó fácilmente hablando de un momento antiguo de difusión y otro u otros más
moderno en los que los petroglifos fueron evolucionando hacia formas diferentes en función
de las particularidades de cada comunidad. Como ya hemos tenido oportunidad de exponer
más atrás, ya desde hace tiempo los cuadrúpedos se vienen fechando en un momento más
243
http://www.alamy.com/stock-photo-prehistoric-cup-and-ring-mark-carved-stone-rock-art-outcrop-at-cairnbaan-
32990216.html
175
reciente, como mínimo a partir del Bronce Final, o incluso durante la Edad del Hierro. Los
autores que hemos aceptado esta estratificación, sabemos también que durante la época de
insculturación se siguieron grabando combinaciones circulares pero de relativa menor entidad,
tal como hemos referido en el capítulo anterior. Cuando este hecho cronológico se documenta
en el Arte Rupestre Gallego, hacía ya por lo menos quinientos o mil años que no se hacían
petroglifos ni en Irlanda ni en Escocia. No vemos por lo tanto por qué habremos de definir
como atlánticos o de estilo atlántico, en su acepción cultural, una etapa artística que
solamente se produce en Galicia y el NO. de Portugal.
M. Santos utiliza en algún caso el paralelo británico como argumento para envejecer la
cronología de los petroglifos gallegos. Sin embargo, no encontramos tanta claridad en las
síntesis realizadas por los arqueólogos de aquellas regiones en las que se supone que se basa
el investigador gallego. Más bien es la disparidad de opiniones lo que primero percibe el
interesado por este tema. El problema que se manifiesta en las islas británicas orbita
principalmente en torno al establecimiento o no de una posible relación entre el arte
megalítico y el rupestre, problema que no tenemos en la fachada oriental de la Península
Ibérica, excepto para algunos autores. En función de este planteamiento encontraremos una
amplia gama de arqueólogos que valoran una posible anterioridad de los grabados rupestres al
aire libre244, pasando por los que prefieren mencionar cierta posterioridad de aquellos
situándolos hacia la segunda mitad del III Milenio AC245, hasta los que sugieren cierta
contemporaneidad entre ambos estilos, haciéndolos por lo tanto remontar hacia comienzos
del IV Milenio AC. No es raro que en algunas obras de divulgación solucionen el conflicto
señalando una cronología extendida entre los comienzos del IV Milenio AC hasta mediados del
II Milenio AC, lo cual realmente vale de muy poco. Una síntesis, publicada ya hace algunos
años por R. Fábregas y R. Bradley ilustra diáfanamente toda la problemática, e incluso llegan
estos autores a sugerir cierta evolución independiente de estas provincias del arte atlántico246.
No hay por lo tanto unanimidad, ni mucho menos, en la valoración cronológica del arte
rupestre al aire libre en las Islas Británicas. En consecuencia, utilizar el término Arte Atlántico
con propiedad en el estado actual de conocimientos, tal como lo hemos expuesto en el párrafo
anterior, es toda una aventura montada sobre un suelo resbaladizo, y que por lo tanto a
nuestro juicio carece de valor, por estar vacío de contenido, al menos en estos momentos. A
día de hoy, exagerando un poco, el uso del paralelo británico, sería equivalente a comparar los
petroglifos gallegos con los americanos, subsaharianos u oceánicos o allí donde hubiera
combinaciones circulares. Que aquellos norte europeos estén geográficamente más cerca no
modifica para nada el planteamiento. Por ejemplo queda claro que para la determinación de la
cronología de las figuras antropomorfas de los petroglifos del Vale do Tejo carece de valor su
comparación con los cruciformes del arte rupestre gallego, y sin embargo son de mayor
importancia los de la pintura esquemática peninsular; o por lo menos permiten iniciar un
debate con un mínimo de rigor.
En resumen, el paralelo británico para establecer cronologías en el Arte Rupestre
Gallego, aunque se le bautice como de Estilo Atlántico, no es por el momento operativo. No
obstante este estado de cosas no impidió que M. Santos utilizase tal supuesta relación para
244
Waddington, C. (2007).
245
Fábregas Valcarce, R., Bradley, R. (1999).
246
Fábregas Valcarce, R., Bradley, R. (1999).
176
Galicia y el NO. de Portugal, donde se aprecia la existencia de dos provincias: al norte por toda
Galicia y la ribera meridional del río Miño es la zona de expansión de los motivos
bidimensionales, con un núcleo bien definido en Campo Lameiro, donde además son de estilo
dinámico, así como una provincia meridional minhota caracterizada por la plasmación de
motivos esquemáticos que se desarrolla fundamentalmente por el NO. de Portugal alcanzando
el sur de Galicia hasta la villa pontevedresa de Gondomar.
Sin embargo las espirales, no solamente son raras, sino que como hemos visto
escasean en todas partes, y constituyen un continuo geográfico por toda la fachada atlántica
de la Península Ibérica de donde se sigue que no caracterizan ni son propias plenamente de
ningún dominio artístico definido. En teoría, siguiendo las premisas que hemos formulado en
los párrafos anteriores no pertenecerían al Arte Rupestre Gallego, y sólo muy limitadamente
podríamos incluir algunas, si tal como hemos indicado, compusiesen una sustitución
experimental de las combinaciones circulares, o bien representasen una etapa final del Ciclo
de las Combinaciones Circulares. Pero aún así, en este último supuesto, habría mucho que
discutir, pues no olvidemos que el influjo que faculta su aparición y desarrollo es de corte
cultural y generalizado a un territorio muy amplio, o cual no admite compartimentaciones
locales o regionales.
178
179
6
Apéndice
O Lombo do Roxás (Peitieiros, Gondomar).
Fig. 128.- Localización del Lombo do Roxás (*) y contexto rupestre (●) en el entorno de Gondomar.
252
https://proxectoequus.wordpress.com/2017/08/18/presentacion-do-petroglifo-da-laxe-da-presina-en-peitieiros/
253
Megaliticia (http://megaliticia.blogspot.com/2018/01/laxe-da-presina.html).)
254
http://patrimoniogalego.net/index.php/98934/2018/04/petroglifo-da-laxe-da-presina/
255
https://telemarinas.com/charla-e-visita-ao-petroglifo-do-lombo-do-roxas-na-v-semana-cultural-peitieiros/
180
1. LOCALIZACIÓN.
Tal como se aprecia en la figura 128, el petroglifo del Lombo do Roxás se emplaza en
un entorno con escasa presencia de manifestaciones rupestres. Hacia el NO. de su ubicación se
observa la concentración de petroglifos del Monte Maúxo256, y hacia el O. el núcleo de
Baiona257. El valle Miñor ofrece su mayor concentración en la ladera del Monte Galiñeiro258, y
en las zonas de Chaín259 y Xián (Vincios), área esta última caracterizada por una gran cantidad
de petroglifos de coviñas. Pero al Sur del Miñor, aún a pesar de la potencialidad lítica las
representaciones son muy escasas. Podemos decir que comenzamos a entrar en la periferia
del Arte Rupestre Gallego, tal como lo hemos definido páginas atrás.
La estación se emplaza en la ladera NO. de una serranía (fig. 129) cuyo principal pico
en esa zona alcanza los 596 m. En este sentido el petroglifo está emplazado a 212 m. de altitud
sobre el nivel del mar, y a unos 50 m. de altura sobre el valle agrícola de Peitieiros en esta zona
(coordenadas X=522.547,05; Y=4.659.741,29). Ignoramos si se han llevado a cabo
prospecciones por esta zona, pero a juzgar por los datos de que disponemos en la actualidad,
vemos que el petroglifo aparece completamente aislado en el territorio.
Este emplazamiento, en la ladera de un cordal serrano, y relativamente cerca de los
valles agrícolas actuales (fig. 130) es una constante en la ubicación de los petroglifos lo cual
nos ha evado a realizar un amplio estudio para tratar de comprender su contexto
socioeconómico lo cual llevó a propugnar una relación directa con las actividades pastoriles en
l seno de comunidades que estaban explotando económicamente también los fondos de los
valles260.
256
Costas Goberna, B. y Groba González, X. (1997); Fernández Pintos, J. (2015a:13-44).
257
Costas Goberna, F. J. (1984:13-39).
258
Costas Goberna, F. J. (1984:48-57
259
Costas Goberna, F. J. (1984:45-48).
260
Fernández Pintos, J. (2015aa:239-258 ;2015b:55-82).
181
Fig. 130.- Situación del Lombo do Roxás en el paisaje de Peitiieros (Gondomar). Fuente: Google Earth.
182
2. DESCRIPCIÓN.
En 3-F/G vemos figuras rectangulares, las cuales son tipológicamente iguales a las
anteriores, sin embargo su factura es diferente, pues en estas no consta siempre el empleo de
instrumento metálico, y si parecen haber sido ejecutadas con uso de instrumentos líticos. De
todos modos, no presentan mucha erosión, por lo que no pueden ser muy antiguos.
Se aprecia en el plano que el grueso de la representación de combinaciones circulares
se halla en una banda más o menos central que va en forma curvada desde 3/5-D hasta 7/5-J,
es decir, el área curva del perfil de la roca. De todos modos algunas de las combinaciones
circulares se hallan en plena vertiente con pendientes de hasta 28° (5-D y 9-G), y las que están
en 5/7-E/F.
En el centro de
la roca se encuentra la
combinación circular
tipológicamente más
interesante (fig. 134;
cuadro 6-G). En realidad
se trata de una
composición de varios
semicírculos, pues fue
realizada al borde en un
ligero escalón, y al
parecer no se planteó su
continuación. Se asienta
en una superficie plana.
Mide 71 cms. de
diámetro y está
compuesta por 8 anillos,
Fig. 135.- Fotogrametría del motivo del cuadro 9-F/G visto desde el S,
tres de los cuales son
una sucesión de coviñas. La coviña central es repicada y la sección de los anillos alcanza los
40/4. De él parten dos largos surcos ondulantes, uno con dirección N. por debajo del escalón,
(6-G/H), y otro hacia el O. (6-G/H).
Otras figuras circulares de interés son las localizadas en el cuadro 5-D de 48 cms. de
diámetro, grabada entre protuberancias irregulares, y en un panel con inclinación de 28° y la 9-
F/G (fig. 135), que es también un diseño de aspecto semicircular realizado a partir de una
corta diaclasa, en una superficie en pendiente de 14° que constituye un descanso en la
vertiente que por encima es de 29° y por debajo de 26°, y la cual mide 38,5 x 35,5 cms. con una
sección de anillos de 30/6.
De interés son también las combinaciones circulares de los cuadros 4-F (fig. 136) y 5-G
(fig. 134). Estos motivos fueron grabados en ligeras protuberancias cuya principal característica
es su forma en ángulo, definido por un escalón natural. En estos casos, en la esquina misma
del sector se realiza una coviña, y a continuación una serie de arcos que no traspasan el área
elevada triangular.
Respecto a la espiral y las figuras inmediatas localizadas en el cuadro 3/4-F ya han sido
estudiadas con anterioridad (pgns. 54-55).
188
No son muchas las asociaciones que vemos en este panel. Destacamos las del cuadro
5-G/H entre dos círculos de distinto tamaño, la del cuadro 5/6-F entre dos combinaciones
circulares semejantes, por aproximación de anillos, en ambos casos, la del cuadro 5-F (fig. 137)
donde vemos una combinación circular de dos anillos asociada a un círculo relleno de coviñas,
realizado parcialmente aprovechando una diaclasa, y el cual se ve perfectamente que es un
añadido, así como el diseño cercano al anterior (fig. 137) compuesto por líneas y coviñas,
realizados a partir de una combinación circular de dos anillos y coviña central, los cuales
parecen definir pequeños sectores, pero que no podemos precisar mejor a causa de la gran
erosión de este punto.
De gran interés en este petroglifo son también las formaciones geométricas de
coviñas. Las vemos en los cuadros 5/6-G (fig. 134) y 4/5-G/F (fig. 138). En algunas ocasiones
son alineaciones de varias filas de coviñas, de distintas longitudes, pero también vemos
agrupaciones más compactas donde las coviñas se ordenan en relación con diaclasas y surcos,
los cuales constituyen delimitaciones.
Explotar teóricamente la información que nos suministra este petroglifo daría para
realizar un trabajo bastante completo. Sin embargo tal pretensión escapa al espíritu del
capítulo de esta obra, cuya intención es solamente la contextualización artística de la espiral.
190
261
Fernández Pintos, J. (2015a:247 y ss.).
262
Fernández Pintos, J. (2016:62-70; sobre todo fig. 43-3, 5 y 7).
263
Fernández Pintos, J. (2016:71-75).
191
7
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