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Veía el amanecer bajo los morales en su jardín.

Trabajaba mucho pero no conseguía terminar el mantel, sus pies apenas los
sentía rozar los pedales y sus manos ligeramente podían teclear la trama. Su
telar, lo había construido su marido con la madera sobrante de las
restauraciones que había realizado en su casa.

Unía la seda que los gusanos le proporcionaban y con su magia la


convertía en hermosos manteles que vendía en un mercadillo del lugar,
pero…no conseguía recordar cuando acudió por última vez.

Cuando el día llegaba al ocaso, era su momento, se desplazaba allí, donde


moran nuestros sueños y noche a noche hilvanaba su historia.

Recordaba uno a uno sus sueños que anotaba cuidadosamente en su libro,


formaban parte de su presente, de su pasado y de su futuro.
Escrupulosamente ordenaba su argumento en planteamientos y nudos
distintos que decoraba con su pluma.

Sentía que debía comunicarse con sus otros yo, entrar en los sueños,
conversar, conocerse más.

No quería ser un mero espectador, -¿qué código debía utilizar?-se


preguntaba cada día mientras tejía.

Un día, en uno de sus sueños pareció percibir un susurro:

-Mañana en el hotel: “El búho”.

-Estaré ahí- pensó.

Al día siguiente, en su cama pensó en el hotel y se durmió.

Al oír su nombre, entendió que algo importante iba a pasar.


Se sentó en una mesita y esperó a los acontecimientos con
nerviosismo. No vio que nadie se acercara.

-¿Será a mí a quien están llamando?-se dijo extrañada.

-Eva Paris-repitió el megáfono

-¿Qué debo hacer?- se decía mientras miraba a su


alrededor.
Entonces lo vio, era su marido, iba en silla de ruedas, le
ayudaron a acercarse al estrado. Recordó su accidente y
comprendió. No había tenido tiempo de despedirse. Sola,
había revivido con cada sueño cada una de las escenas de
su vida.

Robert, empezó a relatar su proyecto. Las páginas que ella


había atesorado una a una sobre sus investigaciones de la
seda, su proyecto, él las había reunido en un precioso libro
con el que había soñado.

Miró a su alrededor, estaban todos.

Ahora sí, se podía ir.

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