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'"Sobrc la una dc la madrugada, al^wws vccinos pudicron vcr a un oso grandc y otro más
pcyuciio cntrar cn un corral del casco urbano ^dc Vclilla dcl Río Carriónl. Los ladridos dc los
perros habían des^crtado a esos vecinos, yuc intuycron quc algo raro estaba pasando. Y pasó
yuc los usus hahían oliclc^ un colmenar y allí prcparar-on un bucn zafarrancho..." (p. 2).
planta rectangular, con tejado a una vertiente, fachada, donde están las colme-
nas, orientada al sur o sureste y un espacio cercado delante en el que crecen
arbustos y, a veces, algún árbol. Suelen estar situados en laderas de vallecitos
orientadas convenientemente, en terrenos de monte, comunales. Los muros de
piedra en seco o trabada con barro tienen un grosor superior al medio metro;
el meridional está formado por las colmenas y, entre ellas, piedras pequeñas,
ripios, con mucho barro. Las colmenas más abundantes son cajas de fonna
troncopiramidal hechas con dos gruesas tablas alargadas, que forman los late-
rales, mientras que la base y la cara superior están hechas con otras dos o con
trozos de tablas clavados perpendicularmente. La tapa interior es practicable,
ya que es por donde se cata, por lo que lleva un agarradero; en la exterior, en
su parte más baja, está la piquera de varios agujeros. Las colmenas están colo-
cadas en posición horizontal un poco inclinadas por delante (Fig. 1). Hay
algunas que son de tronco ahuecado, como los dujos pero en posición hori-
zontal, si bien no abundan, y otras hechas con un barril o cubete de vino.
Por lo general, se construía el colmenar y unas pocas colmenas; con
los años, se iban colocando más, a medida que se iban ocupando, por lo que
la mayoría presentan un aspecto desordenado y un poco anárquico. Sin embar-
go, algunos se construían de acuerdo con un plan, como el colmenar de Fol-
dada de la tigura 2, cuyas colmenas, todas de tablas, se organizan en cuatro
niveles en ajedrezado, quedando así más separadas unas de otras, lo que es
beneticioso, porque evita que las abejas se confundan de colmena cuando
regresan de pecorear en las plantas del monte. Por otro lado, consigue una
regularidad y simetría que no es habitual en los colmenares de esta comarca.
En las comarcas de Boedo, la Valdavia y la Vega del Carrión, predo-
mina el mismo tipo de colmena troncopiramidal de tablas, que en algunos pue-
blos se denomina /rornillo (Lám. 3), pero los colmenares presentan algunas
peculiaridades. Una de ellas es que la cubierta de las casetas es a dos o tres
vertientes, y no a una sola como en las anteriores. Otra es su gran tamaño,
pues hay algunos que tienen más de 150 colmenas (Lám. 4), con una planta
alargada a veces irregular, con muros que hacen quiebros, como si se tratara
de agregados construidos en diferentes épocas.
Estos rasgos se pueden comprobar en el colmenar de la figura 3, de
Roscales de la Peña, que presenta una planta alargada irregular y cubierta a
tres vertientes. Tiene cuatro niveles de colmenas en la parte más cercana a la
entrada, después un tramo con sólo dos, y vuelve a tener cuatro, e incluso
cinco, en el tramo tinal, por lo que las del nivel más bajo y las del más alto
resultan difíciles de manejar.
3?4 f^Kl UKO h^AK'I'ÍN CKIADO
(Lám. 7). Otro tipo de colmenas de adobe son las de forma cúbica (paralepí-
pedo) como vemos en un colmenar de Arconada, que se halla en un huerteci-
]lo (Fig. 5). Están construidas con adobes y revocadas con barro. La piquera
está en la parte inferior del exterior de la colmena y, por fuera, tiene una repi-
silla í^^rmada con un trozo de teja. Por dentro las tapas son cuadradas y de
madera, sujetándose a unos listones por medio de tarabillas. Hay otras colme-
nas de esta misma forma que sólo tienen de adobe las paredillas laterales,
mientras que la base y la cubierta son de madera (Fig. 6).
El Cerrato es w^a comarca con gran cantidad de montes y yermos, por
lo que vuelven a abundar los colmenares en pleno campo, en especial, en todo
tipo de laderas incultas que tengan orientación meridional, y yue suelen estar
cubiertas de plantas aromáticas, si bien los due^ios solían plantar romero en sus
cercanías, hasta el punto de que allí donde crezca este arbusto, es que hay, o
ha habido, colmenares (Lám. 8). Como los valles suelen ser estrechos, la
corriente de agua del arroyo queda cerca, por lo que reunen unas condiciones
óptimas para la apicultura, con la salvedad de que algunas de estas laderas pre-
sentan excesiva pendiente, por lo que el acceso se hace trabajoso.
La colmena tradicional que más abunda es la de cesto de fonna tron-
cocónica, pero no la de mimbre que hemos citado en Tierra de Canlpos, que
también aparece aquí pero en pocos colmenares, sino la de astillas de enebro
(Lám. 9). EI enebro es abundante en algunas zonas del Cerrato, como, por
ejemplo, la dehesa de Cevico Navero, adonde acudían desde varios pueblos
cercanos para cortar ramas con las que hacer los cestos para colmenas. Las
ramas gruesas y medianas se abrían con una navaja, sacando tiras de menos de
un centímetro de grosor, con las que se entretejía el cesto de forma acampa-
nada, de base bastante pequeña; la parte superior estaba sin rematar. Por den-
tro se revocaba con una capa tina de barro o, más frecuentemente, de yeso;
sobre una base de adobes o piedras, se colocaba una hilera de colmenas, relle-
nando con piedras peyuecias y mortero o yeso el espacio que quedaba entre
ellas hasta cubrirlas; sobre ésta, se colocaba otra hilera de tbrma similar; por
lo general no suele haber más de dos, si bien en alguno aparece una tercera
hilera de colmenas. Por la cara exterior, se revocaba todo de manera w^iforme,
dando apariencia de muro en el que destacan las piyueras; para hacerlas se
rompía un poco la base del cesto y se colocaba un pegote de yeso alrededor de
un palo redondo que luego se sacaba dejando el oriticio libre; debajo de la
piquera suele haber un trocito de teja a modo de repisa (Lám. 10).
El colmenar es una caseta de muros de piedra en seco o trabados con
barro, de planta rectangular y cubierta a una vertiente. La parte más alta es el
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muro exterior orientado al norte y la más baja, orientada al sur, es donde están
las piyueras de las cohnenas y suele dar a un cercado de piedra, donde cre-
cen el romero y algún roble. Por lo general, son bastante bajos y no tienen más
que dos hileras de colmenas, tres en algún caso, como ya hemos visto, lo yue
hace más fácil las labores de mantenimiento (Fig. 7). Cuando el colmenar está
lejos del pueblo, como sucede con los de Corcos, en Vertavillo, en uno de los
extremos tiene una caseta cuadrangular para cuadra, con sus pesehres, y
ahnacén de herramientas; alguno tiene incluso un hogar con chimenea (Fig.
8). Un conjunto singular es el de Castrillo de Don Juan, ahora en ruinas, yue
reune colmenar de tres hileras de colmenas de cesto de enebro, con una amplia
cuadra tras éstas, caseta con pozo y palomar en el piso superior (Fig. 9).
Además de las colmenas de cesto, las hay de adobes colocadas en bóve-
da, parecidas a las de Palacios del Alcor; en Hérmedes aparecen algunas, no
muchas, construidas de este manera, pero con sección semiovalada en vez de
circular (Fig. 10). También se han elaborado con yeso aplicado sobre un molde
troncocónico y relleno de piedrecillas y tierra entre colmena y colmena (Lám.
11). Este sistema no es muy frecuente en Castilla, pero sí lo he visto con fre-
cuencia en el Valle del Ebro, en especial en La Rioja y sur de Navarra.
Todavía en el siglo XX, en algunas aldeas de la Montaña palentina, se
recogía la miel que las abejas silvestres elaboraban en huecos de grandes y vie-
jos robles. Muchos apicultores tradicionales, dueños, a veces, de dos o tres
colmenas, se comportaban de forma muy parecida; sólo se acordaban de ellas
a la hora de catarlas. Quien poseía un colmenar solía dedicarle más atención,
pero casi siempre era una actividad económica secundaria que se llevaba a
cabo en ratos perdidos, en días en que no se podía trabajar en el campo por
diferentes causas.
El invierno es la estación de la inactividad de las abejas; el frío las
mantiene encerradas y lo mejor es dejarlas tranquilas. En la comarca mon-
tañosa, los dujos eran cubiertos por ]as grandes nevadas; la nieve no afectaha
a la colmena, pero, cuando había días soleados, se acudía a descubrirlas por
si querían salir que pudieran hacerlo. En el resto del territorio, donde hay col-
menares, antes de que empezara el frío invernal, se revocaba la tapa interior
con barro, para que quedara cerrada de forma hermética, tanto por el frío
como para yue no entraran roedores, para lo yue también se solía colocar algu-
na ratonera en el suelo; a veces la colmenas superiores se cubrían con mantas
viejas, sacos, plásticos, como he visto en el Cerrato.
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fuego y se soplaba por la boca, de forma yue el chorro de humo saliera por el
agujero (Lám. 14). Hoy día ambos están en desuso y se emplea el conocido
fuelle de apicultor. Con un cuchillo cortaban los panales de la parte inferior
hasta el centro, donde está la cruz, y se iban echando a un escrilio o barrei^o.
La parte superior se dejaba intacta para que las abejas pasaran el invierno.
En Tierra de Campos y Cerrato, esta cata de otoño sólo se hacía cier-
tos años cuando las cohnenas tenían mucha miel, dej^íudoles siempre lo nece-
sario para la invernada. Lo habitual, sin embargo, era yue esta cata no se pro-
dujera y se esperaba hasta febrero para hacerlo, cuando ya habían pasado lor
rigores invernales y empezaba a haber comida en el campo, antes de yue la
reina empezara la puesta de primavera.
Las colmenas horizontales son bastante largas, por lo que se precisan
cata^leras de varios tipos; para cortar los panales de atrás se emplean cuchillos
y una hoz de segar que sólo conserva menos de la mitad de la hoja metálica.
Para llegar a la zona media y delantera, se necesitan cataderas largas: algunas
son un palo con una placa de hierro alargada en un extremo; otras responden
a un modelo tradicional consistente en una varilla de casi un metro de longi-
tud, con una plaquita cuadrada y afilada en un extremo, y, en el otro, una espe-
cie de u ^ia en ángulo recto. Para ayudarse a sacar los panales, el catador usa
una paleta alargada de madera. Como el colmenar es oscuro, y el interior de
la colmena, aún más, suele tenerse una vela encendida, que además sirve para
encender el ahumador si este se apaga; a veces, la vela se su_jeta en una rudi-
mentaria palmatoria de madera (Fig. 11).
Estas cohnenas horizontales se ahumaban por la parte interior, de forma
yue las abejas salían por la piquera al exterior del colmenar. EI humo se daha de
las mismas maneras antes descritas; en Palacios del Alcor he visto yue en lugar
de puchero u otro cacharro de barro empleaban un bote de lata con una tablilla
clavada como agarradero (Fig. 12). En todos los colmenares suele haber una
escoba de espliego u otro vegetal con la que se barrían las abejas de los panales,
para no llevárselas a casa; también se empleaban para ban-er los colmenas vacías
cuando se pensaban llenar con enjambres o con abejas compradas.
EI apicultor se protegía con diferentes elementos, si bien hay algunos
que lo hacen a cara descubierta, recibiendo algunas picaduras que no les cau-
san mayores problemas. El elemento protector más frecuente era la careta, de
la que en el Cerrato he visto algunos ejemplos muy rudimentarios hechos con
un cestillo de alambre y trapos con los que se cubrían la caheza (Lám. 15).
Las manos solían ir al descubierto, ajustando bien las mangas para que no
LA APICCL'rURA TRADICIONAI. DE PALI N('I:A 329
"mi oticio tratante a la miel o lo que sale"^^. Todavía en el siglo XX este comer-
cio era floreciente y la buena fama de la miel del Cerrato se ha mantenido.
En la Montaña, algunos apicultores vendían su miel en tien-as asturia-
nas y lebaniegas; en Guardo, las hijas del alfarero Ventura Martín de Prado,
muerto en los años setenta, nos cuentan que su padre tenía colmenares en Fres-
no del Río y que, además, compraba a otros vecinos, hasta llenar varios ti^u^jos
de madera, especie de cubas partidas por la mitad, yue colocaba en un carro de
vacas con el que iba a Liébana y Asturias a venderla. Como medida, usaba una
jarra de madera de litro y medio de capacidad aproximadamente (Lám. 16).
Aparte de los vendedores ambulantes de miel, hay yue tener en cuenta
que, en la mayoría de los pueblos, había una o dos personas que tenían algunas
colmenas y vendían miel a los vecinos; a su casa acudían ]as señoras con una
jarra de loza blanca o un tarro de barro vidriado (Fig. 13) para adyuirir la nece-
saria para endulzar las frutas de sartén que se hacían en ciertas festividades.
En la provincia de Palencia, como en general en Castilla y León, con-
fluyen dos tradiciones distintas de la apicultura tradicional europea. Una centro-
europea de colmenas verticales hechas de troncos de árboles, de mimhres o de
paja colocadas al aire libre; y otra mediterránea de colmenas horizontales, de
distintos materiales, colocadas unas sobre otras dentro de una cabatia (Fig. 14).
La colmena de tronco hueco vertical se ha considerado una de las más
primitivas, una imitación de la colmena silvestre yue habitaba los troncos hue-
cos de árboles viejos; por ello suele abundar en territorios poblados de gran-
des árboles, como la Montatia Palentina. Es uno de los dos tipos fundamenta-
les de colmena vertical de Europa, y el más difundido en Castilla; en las zonas
donde existe el alcornoque, el tronco es sustituido por el corcho. EI otro es el
de la colmena de forma acampanada u ojival elaborada con paja, mimbre,
cuerda, etc. Este tipo parece bastante antiguo en Centroeuropa, aunque en
España sólo se da en el norte de Burgos, La Rioja, País Vasco y Navarra, adon-
de llegaría tardíamente desde allá; se puede ver en miniaturas medievales,
como, por ejemplo, en la correspondiente al mes de febrero de Las mr^y ricas
horas rlel duc^ue de Berry, obra francesa del siglo XV'. Se ha continuado usan-
do hasta la actualidad en Francia, Alemania, Escandinavia, Hungría, etc. En
Italia, como en España, la colmena de tipo vertical convive con la horizontal.
En resumen, con palabras de R. F. A. Moritz, "la orientación vertical típica
fi /b., p. 87.
' Dut^ouarvt:^r, J., L,ns muy ricas horns de! duque de Berry, Vcrona, Bibliotcca dc la ]magcn,
1998, pp. 14-19.
Ln API('UCI'L'Rn 'fRADI('InNAL Uf: I^^V.1'N('IA 331
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" /b., pp. 207-208.
332 AHl'IiRU ^VÍAIt"I^ÍN CRLIDU
I3ibliograt'ía
N
334 AK^ruizr> Mnk^ríN Ckini^o
Lánt. 4. Colntenar dr Rc^srales ^1r I:^ Pefia cun más de I SO rr^lntenas, tanthi^n Ilanta^l:rs hnrnilln.^.
Ln APICI!LI"URA "I'RADICIONAL DE PALENCIA 335
336 Airrt^iz^^ M,^irriN Citi:^i^^^
Lám. R. Vista cle un culmcnar cuhicrtu rn parlc ^x^r las matas ^fc mmcn^; nnli^^iicdu^l.
Ln Arict i:rck:^ rk:^uicu^Nnt. i^t: P;^t.^.rvcin
L:ím. 9. cc,tu ^ie astillas de cnchm para harer una r^ilmena en Antigiicdad.
L:ím. 10. culmrnar de Cerrate^; a la izyuierda se apreria cl ce^to de yuc está herha la r^,lmcna. Y
a Ia ^irmrha ^^ira la^^ada r^m ycsu.
338 AKruko Mnkrírv CKinuo
Lám. 14. Insu-umentos para catar. purhero agujerea^lo parx dar humo. escubilla, cataderas para c^^rtar
lus panales y^aletas para harer harru y t^ipur las colnunas.
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Fig. 10. Culmena^ ^lcl colmenar dc la fig. 7. Las de ah,^j^^ ^c ad^^he y las suprri^^res dc cctit^^ ^Ic enchru
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Fig. I I. Utentiilius de ratar: I. Catadera Larga; Z. Catadera corta herha ron wia hoz; 3. Palmatoria de
madera; ^l y 5. Paletas de madera para recoger los panales.
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Fig. 12. Ahumaclor cltiburado con una lata: Palaci^^^ti drl Alr<^r.
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