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INTRODUCCIÓN
La improvisación musical, concebida en su sentido amplio como «la creación de una obra
musical, o de la forma final de una obra musical, mientras está siendo interpretada»,
siguiendo la definición más extendida del término (The New Grove Dictionary of Music and
Musicians), pese a ser una práctica consustancial a la propia música desde sus
orígenes, no ha sido tratada por la musicología tradicional con la profundidad y
dedicación que a nuestro juicio merece, lo que se traduce en nuestro entorno a efectos
prácticos en una casi total ausencia de estudios rigurosos y completos sobre el tema en
castellano. Si ello es cierto con relación a la improvisación en general y su historia, la
situación se agrava aún más cuando nos referimos al asunto concreto de la improvisación
en el jazz. Aparte de algún estudio histórico (por ejemplo, El Jazz. Su origen y
desarrollo de Joachim Berendt, oHistoria del Jazz de Ted Gioia) y a un tan elevado como
poco riguroso y superficial conjunto de artículos periodísticos, lo cierto es que el
tratamiento crítico de la improvisación en el jazz desde un punto de vista técnico y con
rigor y profundidad es aún una laguna de la bibliografía en castellano.
Las autoridades educativas españolas parecen estar siendo más sensibles de un tiempo a
esta parte a la incorporación del jazz entre las disciplinas que pueden cursarse de
forma reglada en los conservatorios, así podemos ver cómo ya era recogida por primera
vez como especialidad de grado superior en el Real Decreto 617/1995. Desde entonces
hemos asistido a una lenta pero constante implantación del jazz como especialidad en
diversos conservatorios de nuestra geografía (a este respecto son paradigmáticos los
casos más antiguos, de ‘Musikene’ en San Sebastián y el ‘ESMUC’ en Barcelona, donde
se pueden cursar estos estudios desde hace ya más de diez años (el autor de este artículo
dirigió durante años una plataforma para la implantación de la especialidad de Jazz en
Andalucía, sin obtener hasta la fecha una respuesta favorable por parte de las autoridades
competentes).
Paralelamente, y sin salir del ámbito académico de nuestro país venimos observando en
los últimos años el interés cada vez más claro y decidido que la música de jazz
suscita entre los jóvenes estudiantes de los conservatorios profesionales y superiores,
lo que hace que proliferen cada vez más las asignaturas optativas que se ofertan en los
centros con el jazz como eje temático.
Pensamos por ello que la serie de artículos que aquí se inicia, fruto de una larga
investigación (de hecho se basa en un capítulo de la Tesis Doctoral del autor), aparte de
cumplir su misión lógica y natural de divulgación, puede servir como material de consulta y
referencia para todos los interesados que se asomen a esta magnífica plataforma que tan
generosamente se nos brinda desde el mundo de la trompeta, instrumento tan vinculado
históricamente con la tradición del jazz desde sus orígenes.
CONTEXTUALIZACIÓN DEL ESTUDIO
En estos artículos vamos a exponer las principales convenciones que regulan, de forma
explícita o implícita, la improvisación en el jazz, aunque algunas de ellas también son
comunes a otros estilos musicales (por ejemplo, el blues, íntimamente ligado desde sus
raíces al jazz, o el rock, que adopta algunas de ellas también desde sus comienzos).
Puesto que se trata de una exposición general, y para no entrar en matizaciones que nos
alejarían del tema, proponemos limitarnos temporalmente a un amplio período que
podemos llamar ‘central’ en la historia del jazz, es decir, entre los años treinta, época
en que comienzan a desarrollarse ‘solos’ improvisados, abandonándose la técnica de
improvisación colectiva del Dixieland, y los años sesenta, cuando comienzan a surgir el
llamado jazz modal, los estilos de fusión y el free jazz, que implican, de una u otra forma,
la experimentación con estructuras armónicas, formales y de sonoridad en general que se
comienzan a apartar de algunas de las convenciones que aquí vamos a tratar. En
definitiva, y para mayor claridad, podemos decir que este estudio se ajusta básicamente al
estilo Be Bop (a partir de los años '40), y sus derivados (Cool Jazz yHard Bop, sobre los
años '50), aunque por supuesto mucho de lo que decimos aquí forma parte de, por decirlo
así, las reglas del juego, de prácticamente todo lo que se llama jazz.
Los solistas tienen espacio para improvisar libremente de forma sucesiva, siempre
midiendo la longitud de sus solos por unidades de chorus. Así un solo medio
(dependiendo por supuesto del tempo de la pieza) puede durar entre dos y
cuatro chorus de cada solista.
Normalmente el orden de los solos (y a veces también el número de chorus que toma cada
uno) se establece en los ensayos. El orden más frecuente es el de comenzar por el
solo del líder, seguido del otro solista si lo hay (aunque este orden puede invertirse,
sirviendo entonces el solista secundario en cierto modo como preparación para el solista
principal). A continuación el solo del instrumento armónico, solo de bajo (no siempre se da,
y suele ser más breve que el resto) y el solo de batería, que típicamente se estructura a
base de breaks (‘cortes’) de cuatro u ocho compases –es decir, alternando un breve solo
improvisado de ocho compases de batería con los ocho compases siguientes de
los changes improvisados por el primer solista–, de nuevo un break del batería al que
siguen ocho compases de improvisación del segundo solista y así sucesivamente (la
dificultad de los breaks no es sólo la limitación temporal del solo de batería, sino la
habilidad de iniciar y terminar un brevísimo solo, en puntos intermedios de los changes,
por parte de los otros solistas; y, si no se ha ensayado previamente, la coordinación para
entrar de nuevo en el head al final del último corte).
Después del último break es muy normal que todo el grupo entre, de forma bastante
efectista, con lapresentación final del head completo. Tras una breve coda, la pieza
termina.
En las sucesivas entregas nos iremos ocupando de cada uno de los elementos de este
protocolo interpretativo, tanto desde el punto de vista externo (observable) como interno
(relativo a los procesos cognitivos de los intérpretes).
La forma en que los músicos de jazz han llegado a obtener las partituras de los heads de
los temas que querían incluir en su repertorio ha dado pie a numerosas anécdotas. Por
ejemplo, la que cuentaMiles Davis en su biografía:
Las posibilidades van desde la transcripción directa de las actuaciones o los discos
a la obtención de copias manuscritas o más recientemente fotocopias
clandestinas (para evitar pagar derechos de autor) que circulaban de músico en músico
encuadernadas como Fake Books.
Pero el músico clásico que acuda a una de estas partituras buscando la transcripción de lo
que escucha tocar a un grupo de jazz puede llevarse una gran decepción: lo que allí verá
será simplemente una línea melódica simplificada rítmicamente y, sobre ella, una
serie de letras y números: el llamadocifrado americano, tal como se aprecia en la
siguiente figura (Autumn in New York de Vernon Duke, tomada del Real Book):
El cifrado americano es un sistema de notación simplificada de los acordes,
específica del jazz, en el que una letra mayúscula representa la tónica del acorde, y junto a
ella se especifica en abreviatura el tipo de acorde (mayor, menor séptima, séptima de
dominante, etcétera), pero dejando libre al intérprete la realización del cifrado, tanto en
la inversión y disposición concreta de las voces, como en el añadido de notas de color
armónico (tensiones y alteraciones) o la omisión de otras (la tónica y la quinta suelen
omitirla frecuentemente los pianistas, corriendo esta nota a cargo del bajista).
1. La melodía del tema y si hay algún «arreglo» (que puede ir desde lo más simple,
como algún patrón de acentuación o pedal de la sección rítmica, hasta complejas
rearmonizaciones, solis –partes escritas arregladas para varios instrumentos,
generalmente vientos–, interludios, cambios de compás, etc.).
2. El orden de los solos, y
3. La finalización de los temas (si te termina con un break –silencio súbito–, si se emplea
una coda o si se concluye con un tag –grupo de dos o cuatro acordes, que se repite una y
otra vez en un diminuendo hasta terminar–).
Pero, incluso alguno de los elementos esenciales que estamos considerando prefijados
antes de la interpretación, como las propias melodías de los temas, pueden sufrir
variaciones de una interpretación a otra, bien por la propia manera en que han sido
aprendidas, o bien por el afán de variación y novedad tan afianzado en la personalidad de
los intérpretes.
En este sentido son ilustrativos los testimonios que aporta Paul Berliner:
En los dos primeros artículos hemos tratado los aspectos externos de la improvisación
jazzística. A partir de éste vamos a ocuparnos de lo que podríamos llamar aspectos
internos. Vamos a analizar, pues, las estrategias y recursos empleados por el
improvisador para el desarrollo del solo. Para ello partiremos del excelente trabajo de
Paul Berliner ya citado en artículos anteriores, confrontándolo a su vez con nuestra
experiencia personal. Hemos preparado esta exposición dividiéndola en cinco secciones
que se corresponden con los cinco artículos siguientes, que completan la serie.
En el artículo siguiente (el más extenso de la serie), y en íntima conexión con el presente,
analizaremos las seis modalidades de pensamiento que consideramos entran en juego
de una u otra forma en el proceso improvisatorio, a saber: auditivo, teórico, motriz,
locativo-visual, rítmico y emocional. Dedicaremos el quinto artículo a analizar algunas de
las posibles interacciones entre estas modalidades.
Tras ésto dedicaremos el sexto artículo de la serie a abordar algunas técnicas concretas
de manipulación de ideas.
En el artículo séptimo, que completa este estudio, nos ocuparemos, por un lado, del
componente de riesgo o novedad en la improvisación, para finalizar con unas reflexiones
generales en torno a lainteracción entre los miembros de un grupo de jazz.
De todas formas, la siguiente disección tipológica está motivada por razones de claridad
expositiva, aunque en la situación real de improvisación son continuas las
interrelaciones y frecuente el paso de una a otra modalidad a lo largo de un mismo
solo.
1. LA ESTRUCTURACIÓN MELÓDICA
Quizá la estrategia organizativa más antigua en la improvisación de jazz, y que sigue
estando presente en las primeras fases del aprendizaje, especialmente cuando se
realiza de oído, es decir, sin una formación previa en lectura y conocimientos teóricos,
consiste en el empleo de la propia melodía del tema como elemento de referencia
para estructurar el solo.
Es lo que, entre los músicos, se conoce como «playing off the melody» y que nosotros
podemos llamar, de forma más general, «pensamiento melódico», entendiendo por tal la
actitud de generación de ideas en el solo en la que prima, sobre los aspectos técnicos o
teóricos, el elemento sonoro –emocional y horizontal– lineal.
En su forma más básica, tras la exposición inicial del head, el improvisador comienza
su solo teniendo en la mente el tema y glosándolo, comentándolo o adornándolo de
forma más o menos profusa, presentando más o menos explícitamente citas literales o
referencias y aproximaciones directas o indirectas en diverso grado (es una estrategia
similar a la «ornamentación» clásica, procedimiento de improvisación empleado desde
el Renacimiento hasta el Romanticismo).
En ocasiones puede tomarse una idea del tema y elaborarla y desarrollarla durante una
sección hasta tomar otro motivo del tema y proceder igualmente.
Finalmente, un caso particular y que traemos a colación en este punto, pero que no sirve
estrictamente como elemento estructurador del solo, sino más bien como factor de color
puntual, sea cual sea la manera en que se organice, son las llamadas citas (quotes en el
argot jazzístico).
2. LA SERIE DE ACORDES
Se trata de seguir de forma más o menos pormenorizada los changes (en lenguaje
técnico, esto se conoce como «playing over changes»), es decir, orientarse y
estructurar el solo a partir de la información que proporcionan los
cifrados (considerándolos individualmente o en pequeños grupos, formando lo que se
llama progresiones). Este seguimiento puede ser literal (acorde a acorde, considerando
siempre la serie básica de los acordes), o más libre, bien sea sustituyendo a cada vuelta
unos acordes por otros, de función equivalente pero distinto color armónico, para dar
variedad (lo que se llama «rearmonizaciones»), o bien estableciendo algunos acordes
esenciales o estructurales como puntos de referencia obligados, y procediendo con mayor
libertad entre ellos. Sobre este último procedimiento volveremos con más detalle en un
artículo posterior.
En este sentido puede decirse que los instrumentos armónicos (piano, guitarra,
vibráfono...) en las fases de aprendizaje, tienen cierta ventaja sobre los melódicos,
pues en su función de acompañamiento están interiorizando una serie de patrones
digitales y locativos y de representación de configuraciones de acordes en su instrumento
que luego, en el momento del solo, pueden intercalarse con las frases melódicas sirviendo
no sólo de acompañamiento a éstas, sino también de orientación, constituyendo puntos de
apoyo y fuente de sugerencias para el desarrollo de las frases sucesivas.
Como es lógico, lo que cada acorde cifrado sugiere a cada improvisador depende de sus
conocimientos y experiencias previas, pero con carácter general podemos ordenar, de más
básica a más avanzada, lainformación relevante que se emplea para generar un solo a
partir de los cifrados de acordes, como sigue:
Sin salirnos de la restricción a los chords tones, el orden de su empleo puede ser muy
variado. De hecho, el control, no sólo sobre la selección de las notas a emplear para
hilvanar el solo (exclusivamente los chords tones), sino sobre el orden en que se emplean,
ha servido de base a numerosos métodos de improvisación.
Generalmente se comienza por recorrer la serie de acordes desplegando todos los
arpegios desde una misma función (saltando de tónica en tónica, o de 3ª en 3ª, etc.).
En una segunda fase, que requiere el control simultáneo sobre las cuatro notas del
arpegio, se aborda cada arpegio desde la función más cercana a la nota en la que
nos encontremos en cada momento (encadenamientos suaves). Por ejemplo, si
tenemos la siguiente sucesión de acordes: Dm7 - G7 - Cmaj7, y comenzamos con las
notas del arpegio del primer acorde en sentido ascendente: D, F, A, C, al enlazar al
siguiente acorde, en lugar de saltar a su tónica (G), comenzaremos el arpegio bien desde
su 3ª (B), o bien desde su 5ª (D) que son las notas más cercanas a C, última nota del
acorde anterior.
A partir de esa nota (pongamos por caso que hemos elegido B) desplegamos el acorde de
G7 en sentido descendente: B, G, F, D, para conectar con Cmaj7 bien desde su tónica (C)
o desde su 3ª (E), y seguir de nuevo en sentido ascendente.
Resulta sorprendente comprobar hasta qué punto ha sido eficaz este relativamente simple
procedimiento en la construcción de solos (no sólo para principiantes, sino también para
grandes maestros como Louis Armstrong y Miles Davis). Obviamente, dada la relativa
economía de medios,juegan un papel esencial tanto el elemento rítmico como el
fraseo y los matices sonoros.
2.2. TENSIONES
Una vez dominados los chords tones, el siguiente paso es la inclusión de las tensiones
(«tensions»), es decir, las notas 9ª, 11ª y 13ª del acorde (que en Cmaj7, por ejemplo,
corresponderían a las notas D, F y A, respectivamente), con lo que puede aplicarse, con
las adaptaciones necesarias, la metodología del punto anterior.
2.3. ALTERACIONES
El paso más avanzado en el dominio de la edición de solos desde la perspectiva de los
acordes lo constituye la inclusión de las alteraciones (9ª bemol, 9ª aumentada, 11ª
aumentada o 5ª bemol, y 5ª aumentada o 13ª bemol). Los principios metodológicos
aplicados en esta fase no aportan novedad significativa a lo ya expuesto.
Mientras más tensiones y alteraciones se empleen, más difícil resulta reconocer la armonía
y melodía iniciales, por lo que suele distinguirse entre dos actitudes, en cuanto al
número de notas ajenas a los chords tones que empleemos: «tocar dentro» (a base
de chords tones y algunas tensiones) y«tocar fuera» (empleando tensiones más alejadas
y alteraciones).
Ésto dicho con carácter general, porque el concepto de «tocar dentro» o «fuera» no resulta
tan sencillo a poco que profundicemos, como se aprecia en la siguiente cita de Mark
Levine en The Jazz Theory Book:
«Tocar ‘fuera’ en unos cambios de acordes puede significar cosas bastante diferentes,
incluyendo tocar notas que no están en el acorde, prolongar la duración de un acorde
hacia el siguiente o tocar algo familiar pero en otra tonalidad. También puede significar
tocar ‘libre’ o atonal, sin estructuras de acordes en absoluto.
Téngase presente también que lo que es considerado ‘fuera’ es subjetivo y puede cambiar.
Lo que uno oye como ‘fuera’ otro puede oír como ‘dentro’ y viceversa. Bird era considerado
‘out’ por muchos músicos en los cuarenta, tal como lo fue Coltrane en los sesenta. Sin
embargo, bastantes pocos músicos siguen hoy oyendo los últimos discos de Coltrane
como ‘out’. Sin embargo, Cecil Taylor lleva grabando unos cuarenta años y aún es
considerado ‘out’ por muchos músicos».
Es sin duda una muestra de madurez musical ser capaz de dominar a voluntad el
juego deentrar y salir de la marcha armónica. Se considera que un buen solo debe ser,
en este sentido, bastante libre, pero de vez en cuando, mostrar las líneas generales de la
marcha armónica en algunos puntos estructurales estratégicos. Sobre el tema volveremos
más adelante.
Tal vez la escala sustitutiva más empleada en jazz sea la menor melódica, cuyo uso en
diversos contextos ha dado lugar a abundante literatura.
3.3. OTRAS ESCALAS
No sólo las escalas de siete sonidos se emplean en jazz. Históricamente, el uso de las
escalas pentatónicas es tal vez anterior al de las escalas diatónicas, y hunde sus
raíces en la tradición afro-americana. Para obtener una pentatónica en su formulación
más popular y extendida a partir de una escala mayor basta con omitir los grados 4º y 7º,
quedando la escala (de do en este ejemplo) con las notas: C D E (F) G A (B) en su forma
mayor, y A C D E G en su forma menor.
También son muy empleadas otras escalas que mezclan chord tones con notas
alteradas. Especialmente usadas por su sabor antiguo y de jazz tradicional son las
llamadas blue notes: la 3ª bemol, la 7ª bemol y la 5ª bemol (empleadas, claro está, sobre
un acorde mayor, como notas alteradas).
Asimismo se usan con mucha frecuencia las escalas hexátonas (de tonos enteros) y la
escaladisminuida (de ocho notas, manteniendo un esquema tono-semitono, o viceversa).
4. ORGANIZACIÓN INTERVÁLICA
Una manera más moderna de organización del solo es en base a relaciones interválicas,
que ofrece multitud de variantes, pero que podemos caracterizar resumidamente como
el empleo sistemático de un intervalo o patrón regular de intervalos como motivo
base, cuyo desarrollo, mediante las correspondientes transposiciones, según el centro
tonal o el acorde que domine, permite mantener el discurso con homogeneidad y
coherencia.
5. LA FORMA
La propia estructura del tema puede incluirse finalmente como elemento de
referencia en la organización del solo, aunque no constituye en sí mismo un
procedimiento para la generación de ideas.
Esta estructura suele ser bastante sencilla, respondiendo en muchos casos a esquemas
como: A-A'; A-A-B; A-A-B-A, entre otros.
(Improvisación melódica desde el minuto 0:48; con octavas desde el 1:33; con acordes
desde el 2:21)
Si analizamos varias versiones de un mismo tema grabadas por un mismo intérprete con
escaso intervalo temporal entre sí podremos comprobar que, en muchos casos, aplican las
mismas frases en los mismos puntos de algunos chorus, lo que ciertamente puede implicar
una asociación frase-punto estructural en la mente del improvisador.
Piénsese que, a diferencia del intérprete clásico, el músico de jazz tiene que crear su
propio discurso en el momento de la interpretación. Para ello es fundamental, entre
otras cosas, que confíe en su capacidad de organizar ideas en términos puramente
sonoros, empleando su oído interno, y que sea capaz de traducir inmediatamente dichas
ideas a su instrumento. Ambas capacidades suelen darse en los músicos de oído de forma
considerablemente más desarrollada que en otros de su mismo nivel que hayan tenido una
formación más académica.
2. PENSAMIENTO TEÓRICO
A estas alturas el lector debe tener ya una idea, siquiera aproximada, tras lo dicho en el
apartado anterior en relación con los acordes, escalas e intervalos, de la importancia que,
para la realización de un solo tiene el componente teórico.
No vamos a abundar más en ello, pero sí hemos de precisar la manera en que se tiene y
maneja este conocimiento teórico en la improvisación. Nos referimos en concreto a la
importancia que tiene el componente práctico de los conocimientos en la improvisación.
Uno puede conocer muy bien las reglas de la correcta conducción de voces en la armonía
clásica, completar un bajo o una melodía dadas con papel y lápiz en la tranquilidad de su
mesa de trabajo, pero el improvisador de jazz tiene que poseer los conocimientos
teóricos y armónicos en una modalidad cognitiva, que le permita hacer uso de ellos
en su aplicación instantánea a una situación de interpretación dada.
Y esta aplicación, según nuestro modo de enfocar la cuestión, y tal como deducimos de
nuestra propia experiencia, reviste a su vez dos modalidades:
3. PENSAMIENTO MOTRIZ
Puede afirmarse que en general los aspectos técnicos de la interpretación
instrumental han sido tradicionalmente más desarrollados y cuidados en el ámbito
de la interpretación clásica que en la pedagógica jazzística (aunque en tiempos más
recientes las diferencias van acortándose, siendo las escuelas de jazz igualmente
exigentes en el terreno puramente técnico instrumental).
A esto hay que añadir que desde su mismo origen, los cánones de belleza sonora de la
música clásica y el jazz son en algunos aspectos bastante diferentes. En el caso
concreto de la guitarra, por ejemplo, todavía hoy existe cierta reticencia a la aceptación de
la amplificación de la guitarra clásica en concierto, y por supuesto, está lejos de ser
aceptada la guitarra eléctrica (instrumento habitual en el jazz) como instrumento de
concierto clásico.
Pero al margen de comparaciones, que nos desvían del tema, hay un aspecto aquí
también específico y de crucial importancia para el improvisador: la coordinación o
conexión entre su imaginación sonora y la psicomotricidad digital. Dicho muy
simplificadamente, el improvisador tiene que cultivar la habilidad de relacionar
instantáneamente altura pensada-altura tocada (movimiento de los dedos realizado).
Otro aspecto del pensamiento motriz que cobra gran importancia y al que dedican buena
parte de la rutina de práctica diaria los músicos de jazz es la realización de los
llamados «patrones» (en ingléspatterns). Se trata de breves motivos que se aprenden y
practican en todos los tonos hasta que pueden interpretarse sin dificultad y de una
forma automática, es decir, cuyo control se confía casi por entero al pensamiento motriz.
Pero el empleo de patrones va más allá. No sólo cumplen esa función auxiliar, sino
que por el uso reiterado, llegan a interiorizarse y a integrarse de tal modo en las
rutinas de pensamiento y creación, que acuden a la mente en cierto modo
mezcladas con las ideas, o mejor dicho, que las propias ideas llegan a teñirse o
adaptarse a veces a los patrones, llegando a formar una unidad donde es difícil ya
distinguir qué es realmente nuevo y qué parte proviene de la práctica reiterada de
determinado tipo de patrones.
«Manteniendo una postura mental y física relajada, el primer paso es visualizar los
cambios de un tema a base de bloques de acordes. Contempla cada acorde o cambio
como un todo en lugar de como cuatro notas individuales. Por ejemplo, si el acorde es fa
mayor, debes visualizar la siguiente imagen:
A partir de esta imagen de un acorde de fa mayor [con novena añadida], sus notas
individuales (fa, sol, la y do) pueden ordenarse de cualquier forma. Es mucho más fácil
extraer notas melódicas de cada cambio de acorde cuando ya posees la imagen completa
del acorde en bloque en tu mente».
«Supongamos que quieres moverte de un acorde a otro. El primer paso es tocar el acorde
inicial y parar. Deja los dedos en el lugar pero relaja la tensión. El siguiente paso es mirar
al lugar del diapasón donde se produce el siguiente acorde y visualizar en tu mente lo más
claramente posible la nueva disposición de los dedos. Entonces, de una forma relajada,
posiciona los dedos en esa nueva disposición. Siempre que sea posible sitúa los dedos
suavemente o lo más cerca posible de la cuerda en la que van a tocar. Los dedos estarán
entonces preparados para moverse lo más directamente posible hacia las notas que van a
tocar. El siguiente paso es realizar efectivamente el movimiento. Para mayor precisión
mueve los dedos despacio y deliberadamente. Para comenzar tal vez prefieras mantener
los ojos abiertos en este ejercicio de visualización, pero si tu imagen mental es clara, serás
capaz de realizarlo con los ojos cerrados».
En efecto, hay momentos en que, en medio del solo nos aventuramos con audacia hacia
zonas poco conocidas del instrumento y nos vemos consecuentemente sorprendidos por
los sonidos que estamos produciendo. Entonces tenemos que encajar esa información,
canalizarla y reconducirla hacia un terreno más conocido.
El impulso de la generación de nuevas ideas durante el solo va siempre más allá de
las áreas, posiciones, patrones digitales y configuraciones que hemos practicado en
el estudio y se convierte en el verdadero motor de la ampliación de nuestro horizonte
cognitivo más allá del terreno dominado. En este sentido, cada improvisación es un juego
en el que se alternan momentos de seguridad, de movimiento en un terreno conocido, con
momentos en los que la necesidad expresiva nos impulsa más allá de los seguros límites
en arriesgadas excursiones en las que hemos de agudizar nuestra capacidad de reacción
y transferir el control de la situación, desde el pensamiento locativo-visual, que en esos
casos no resulta ya válido, a un pensamiento basado en la relación sonoro-táctil.
5. PENSAMIENTO RÍTMICO
El dominio de los aspectos rítmicos en el tratamiento de
ideas es una de las habilidades que más efecto tiene
sobre la interpretación y la capacidad comunicativa del
solista. El saxofonista Chris Cheek en una de sus
clases puso de manifiesto la importancia de la
inventiva rítmica en un ejercicio consistente en que
cada alumno tenía que improvisar
un chorus completo, primero empleando sólo tres
notas, luego sólo dos y finalmente tan sólo una.
Como es obvio, casi la totalidad de la sustancia del solo
era de tipo rítmico. Lo curioso del caso es que, realizado
adecuadamente y sin abusar de ello, un chorus así no
resulta en absoluto insuficiente, incompleto o incapaz de
mantener el interés. Muy al contrario, aporta un factor de
variedad muy enriquecedor, y de hecho el empleo de pedales (tanto de notas pedal,
mantenidas y repetidas siguiendo un esquema rítmico interesante a lo largo de un tiempo,
como de motivos pedal, que constan de varias notas) es un recurso habitual en muchos
intérpretes.
Por otra parte, ya henos mencionado (en un artículo anterior, al hablar de la notación) el
jazz está imbuido a todos los niveles de ese elemento rítmico llamado swing, verdadero
factor vivificador de esta música. Pues bien, sobre el sustrato permanente del swing el
solista puede organizar su solo fraseando no sólo de forma coincidente con los tiempos del
compás, sino adelantando o, más frecuentemente, retrasándose con respecto al pulso
básico, en una especie de rubato expresivo llamado «lay down», que puede emplearse
bien ocasionalmente o, más comúnmente, de forma mantenida a lo largo de toda la
pieza. El lay down representa una de las señas de identidad de algunos autores,
algunos de ellos especialmente entroncados con la tradición más clásica como
Dexter Gordon o Ben Webster.
Al rodear las ideas de silencios les damos forma y definición de forma similar a como un
marco define el cuadro que hay en su interior. Ello proporciona además tiempo para que el
efecto de las ideas sea oído, comprendido y apreciado por la audiencia, la banda y sobre
todo por uno mismo. El ‘pacing’ (esta distribución de sonidos y silencios) se emplea para el
contraste, el equilibrio y para ir construyendo secciones culminantes de un solo, que
pueden implicar un toque más continuo y de mayor energía. Esos puntos máximos ocurren
generalmente cerca del final de un solo, pero pueden darse también al principio o en
medio. Su efectividad, sin embargo, depende en gran medida de lo bien que esté
equilibrado el solo antes y después de alcanzado el clímax en términos de ‘pacing’».
6. PENSAMIENTO EMOCIONAL
Por último trataremos del aspecto emocional, un importantísimo ingrediente de la
improvisación que está más cerca, por cierto, del que hemos llamado pensamiento
melódico que de ninguno de los otros. Si hemos aplazado su tratamiento para el último
lugar es por ser el que más dificultades presenta para su análisis.
En general una condición esencial que ha de cumplir un solo de calidad es que tenga
sustancia, que ‘diga algo’, empleando la frecuente metáfora, en oposición a una
interpretación que, aunque correcta o incluso brillante técnicamente, nos deja ‘fríos’,
no ‘transmite’. Pues bien, ese contenido del solo, esa sustancia es, básicamente, de tipo
emocional.
Cada pieza tiene su emoción dominante (o «mood»). Nada más comenzar una pieza, el
grupo crea una atmósfera adecuada, lo que se llama un «groove», o fondo sonoro.
1. Dinámicas.
2. Articulaciones.
3. Rango y tesitura.
4. Efectos dramáticos.»
También Jerry Coker sintetiza los recursos del solista
para intensificar un solo como sigue:
Las del primer tipo son más directa y propiamente musicales, mientras que las del
segundo constituyen más bien auxiliares o ayudas a la realización sonora, pero
representan en cierto modo una abstracción de los sonidos.
Para que se entienda mejor este punto es necesario hacer aquí un inciso e ilustrar ambos
tipos de temas, pues esta dicotomía se dará a lo largo de toda la historia del jazz.
Cuando decimos temas modales nos referimos a los basados en la armonía modal y
que generalmente presentan un ritmo armónico lento y una estructura simple, como
por ejemploSo What (Miles Davis), cuya estructura es fácil de resumir: 16 compases
sobre el acorde de Dm7, 8 compases en Ebm7 y vuelta a Dm7 por 8 compases, tal como
se puede apreciar en el ejemplo a continuación:
Desde otro punto de vista podemos agrupar también las modalidades tratadas en el
artículo anterior desde una perspectiva generativa, estableciendo tres niveles de
concreción sucesivos:
Siguiendo este segundo modelo podemos hallar músicos que encuentran una fuente
generativa más fértil en el pensamiento auditivo/sonoro, y otros en las reglas de
desarrollo armónico, algunos que concretan sus ideas en mapas de tipo visual, y
otros que confían primariamente en un impulso que conecta inmediatamente sonido
internos con los movimientos digitales correspondientes en el instrumento.
Pero el modelo generativo expuesto no es más que un caso entre otros muchos. También
es posible, por ejemplo, la generación de ideas (segundo nivel del proceso anterior) desde
tipos de pensamiento clasificados en el nivel tercero; es decir, puede darse el caso, y no
es ni mucho menos extraño, de que el impulso inicial de la generación de ideas
provenga directamente de un patrón digital o en una configuración viso-espacial en
el instrumento, sin monitorización previa auditiva ni teórica. O bien que una idea
generada en el nivel rítmico o emotivo pase directamente a su concreción motriz o viso-
espacial, sin mediación sonora o teórica.
Son también posibles, procesos que siguen alguna modalidad de camino inverso,
por ejemplo, ideas generadas en aspectos motrices, que son interpretados en un contexto
teórico y son finalmente revestidas de aspectos expresivos de acuerdo con la emoción que
suscitan, o bien ideas originadas por mera combinatoria locativa, oídas y revestidas sobre
la marcha de sentido rítmico.
Procesos más complejos, que podemos llamar mixtos, o de ida y vuelta, pueden
también producirse, como que el impulso inicial provenga de la solución a un problema
planteado en términos teóricos, cuya respuesta, traducida a sonidos hace que los aspectos
sonoros asuman el control generativo y culminen la frase, creando a su vez un problema
que la mente teórica desarrolle y resuelva, etc.
La gama de posibilidades es, como se ve enorme, pero desde luego, un buen solista no
puede confiarse únicamente a una de las modalidades o a una sola posibilidad de
combinación, sino que tiene que dominar aspectos de todas, y ser capaz de manejar y
controlar los cambios de uno a otro grupo a voluntad.
Se trata, en fin, de una cuestión en la que intervienen factores como la formación previa, el
nivel de conocimiento y familiaridad con la pieza y la dificultad de la misma, o el nivel de
experiencia, madurez y habilidad del improvisador. Desde luego, siguiendo de nuevo a
Pressing, la carga atencionalnecesaria disminuye a medida que se domina un
contexto. De ahí que improvisadores que no conocen con seguridad los mapas tonales en
su instrumento necesitan concentrar toda su atención en ese aspecto, mientras que a
medida que se va teniendo seguridad, se va liberando carga atencional que se puede
emplear en aspectos más de tipo sonoro o emocional.
En lo que sí coinciden todos los autores es, desde luego, en laimportancia del oído
interno (de la educación auditiva) como factor primordial, como pone de manifiesto la
frase de Miles Davis:«Toca lo que oigas, y no lo que sepas».
Muestra clara de ello es el modelo explicativo de David
Baker, que establece también tres niveles, según la
maestría del improvisador:
- Nivel I: El músico toca sólo cosas que ha tocado antes: patrones memorizados, ciertas
escalas que son una parte segura de su repertorio, etc. Este es el nivel de los intérpretes
mediocres.
- Nivel III: El intérprete toca consistentemente empleando ideas que no ha tocado nunca
antes, extrayéndolas de su bagaje de conocimientos, poniendo juntas cosas que antes
estaban separadas, intentando cosas completamente diferentes. Este es el último nivel al
que cualquier músico de jazz debe aspirar.»
La habilidad de interpretar en términos teóricos las ideas sonoras (tanto provenientes del
exterior como las generadas en la propia mente del músico) es fundamental para su
control y facilita su asimilación, manejo, y extrapolación a otros contextos.
En el siguiente artículo nos ocuparemos de cómo, una vez generadas las ideas musicales,
por la vía que sea, son manipuladas por el improvisador empleando diversas estrategias y
recursos.
LA MANIPULACIÓN DE IDEAS
Ciertamente, un solo puede compararse, empleando una metáfora muy frecuente
entre los propios músicos, con ‘contar una historia’, lo que implica la habilidad de
manipular ideas y ser capaz de llevarlas a una conclusión lógica, todo ello en ‘tiempo
real’ (es decir, en el mismo momento en que se está creando la historia) y en relación con
las características de la progresión que discurre como fondo constante y cíclico.
Dm7:
D-E-F-G-A;
G7:
G-A-B-C-D;
Cmaj7:
C-D-E-F-G.
Los ejercicios en el nivel inicial se suelen hacer con un patrón rítmico constante, para
centrar la atención únicamente en las notas, pero obviamente a la hora de tocar
realmente un solo, la variedad rítmica
es esencial.
Pero, como es lógico suponer, aunque la inspiración del instante proporcione a la idea su
poder comunicativo (en forma de impulso rítmico y matices sonoros), en la mente del
improvisador existe, fruto de su estudio y formación previas, un stock de frases-
tipo (equivalente a las ‘frases hechas’ o ‘coletillas’ en el lenguaje verbal) cuya eficacia en
determinados contextos armónicos ha debido probar ya con éxito.
Así, entre las actividades preparatorias del improvisador está la experimentación con las
implicaciones verticales de sus ideas (las implicaciones que las ideas tienen con el
fondo armónico en que se producen en cada punto de los changes), aplicándolas a
diversos puntos de la progresión, así como la experimentación con las relaciones
horizontales o lineales entre frases-tipo o ideas surgidas en el momento,
combinándolas entre sí para formar nuevas frases.
Abundando sobre este segundo punto, las estrategias para formar frases más largas a
partir de ideas simples son enormemente variadas, como se deduce del análisis de los
solos de grandes intérpretes. Las técnicas más empleadas van de la
simple yuxtaposición (cuando tras la última nota de una idea comienza la primera de la
siguiente), la variación rítmica o adornada de frases, lafragmentación (que implica la
inserción de pequeños motivos entre las notas de la frase original), lainterpolación de
silencios o la contracción de frases, por citar sólo unas cuantas (David Baker cita hasta
diecisiete modalidades de desarrollo de
ideas).
Pero volviendo a las técnicas expuestas antes, el empleo de las que afectan a la
longitud de las frases, tiene relación con el tipo de experimentación vertical
mencionado más arriba, de forma que una misma frase puede adaptarse, por
ampliación o contracción, a un determinado ritmo armónico (con ritmo armónico nos
referimos a la duración de los acordes de una progresión). También hay que considerar en
este sentido la flexibilidad en el punto de inicio y final de la frase, pues una misma frase,
con sólo retrasar o adelantar su entrada puede producir un resultado completamente
diferente sobre el fondo armónico que en cada caso le corresponda.
Con la práctica, el improvisador llega a familiarizarse hasta tal punto con la sonoridad de
las frases de su vocabulario personal que es capaz de obtener, al evocarlas, una
representación de sus dimensiones y sus implicaciones armónicas como un todo.
Interiorizadas así las ideas pueden ser sugeridas en un instante dado por un acorde o
progresión, pudiendo incluso ser adaptadas sobre la marcha para adquirir la longitud
y características armónicas de una progresión o fondo armónico dado.
En este nivel de madurez el improvisador, cuando se familiariza con la progresión de
un tema, asocia a diferentes puntos de la misma una serie de frases que pueden
encajar con el fragmento de progresión que sigue, lo que le proporciona varias
opciones. Según su maestría será capaz de combinar y manipular con más o menos
versatilidad las frases que en cada momento se ofrecen como alternativas, o crear otras
originales.
En el siguiente ejemplo el genial trombonista J.J. Johnson desarrolla sus ideas de una
forma muy clara en su solo sobre el conocido standard Just Friends, mostrando algunos de
los recursos que hemos tratado. Llama la atención cuando, al final de la primera vuelta de
improvisación, cita el tema de otro bien conocido standard: Isn´t It Romantic (minuto 1:19).
Puede escucharse la melodía de esta última canción en el segundo ejemplo.
Con el presente culminamos esta serie de artículos dedicándonos a dos temas que se
sitúan en el corazón mismo de la actitud del improvisador: la necesidad continua
de gestionar la novedad, y lainteracción con el grupo.
LA NOVEDAD EN LA IMPROVISACIÓN
En el artículo anterior calificábamos el solo improvisado de «historia contada», y también
de«investigación». Ahora podemos añadir que, en cierto sentido, es también una
aventura. No puede ser de otra manera si tenemos en cuenta la situación del
improvisador: sometido a la presión de la interpretación en público, por un lado, y de la
interacción entre los demás componentes del grupo, por otro, su mente tiene que seguir
la velocidad de la pieza, a veces al límite de su capacidad técnica. En ese marco son
imprevisibles las relaciones que se producen entre el material que se posee digamos
dominado 'en stock', listo para su uso, y las ideas que surgen espontáneamente en cada
instante.
El solista, como ya hemos mencionado de pasada en otra ocasión, suele establecer unos
puntos de referencia a lo largo de los changes entre los cuales realiza excursiones
libres, asumiendo un mayor nivel de riesgo, pero sin perder en ningún momento el sentido
estructural que le permitirá retornar a los puntos conocidos.
En esta misma línea, muchos improvisadores actúan también sobre las expectativas
y capacidad de orientación del público (y de los otros miembros del grupo), alternando
momentos de una expresividad más contenida, y una delineación más clara de los
cambios (lo que se conoce, como veíamos, como «tocar dentro») con otros que implican
un nivel de abstracción superior, realizando sustituciones de acordes y armonías
más alejadas de la rueda de acordes básica («tocar fuera»). Generalmente, como resulta
obvio, en estos últimos los riesgos asumidos son mucho mayores.
LA INTERACCIÓN DEL
GRUPO
Entre las numerosas metáforas
empleadas habitualmente para referirse
a un solo de jazz, muchas de las cuales
ya hemos mencionado, nos queda una
que puede tener a su vez varios
sentidos:un solo es como una
conversación, y ello en varios sentidos,
como vamos a ver.
Podemos considerar el solo, centrándonos por un lado en la relación del solista con el
público, como un monólogo. Ya hemos analizado el complejo proceso que se
desencadena desde la primera nota que se da, no solo a nivel de la generación y
manipulación de ideas, sino en un plano más general, a nivel de estructura dramático-
emocional.
Por otro lado, y en estrecha relación con lo anterior, un solo puede verse también como
una conversación del solista con la pieza, pues, como también hemos comentado, se
pueden prever y tener trabajadas una serie de ideas. Lo que desde luego no es previsible
(a menos que renunciemos a lo más propio e intrínseco de la actividad improvisatoria), es
el momento exacto en que las ideas van a surgir, y el resultado de la interacción de la idea
con el momento armónico correspondiente.
Las posibilidades de relacionarse el solista con el grupo son clasificadas en tres tipos
por David Baker:
Para terminar, digamos que no es extraño que hayamos tenido que recurrir a un lenguaje
un tanto ambiguo en ocasiones, y al empleo de metáforas, a lo largo de nuestra
exposición. Hemos echado en falta un repertorio terminológico y bibliográfico que, en el
caso del análisis musical (en el terreno de la música histórica occidental, escrita) sí ha
madurado.
El tema de la improvisación y de las implicaciones colectivas del solo improvisado
permanece hasta ahora insuficientemente tratado, y las dificultades que entraña el
análisis de un fenómeno tan complejo como éste son puestas de manifiesto en el siguiente
fragmento de la que es sin duda hasta ahora, una de las autoras que más se han dedicado
al asunto: Ingrid Monson. La siguiente tesis suya, aunque extensa, merece la pena ser
traída aquí en su totalidad. Con ello damos fin a esta
serie de artículos.
En la improvisación de jazz, como hemos visto, todos los músicos están constantemente
tomando decisiones respecto a qué tocar y cuándo hacerlo, todo en el marco del groove,
que puede o puede no estar organizado en torno a una estructura de acordes. Los
músicos son participantes en términos compositivos, que pueden ‘decir’ cosas inesperadas
o sonsacar respuestas de otros músicos. La intensificación musical es un proceso abierto
en lugar de predeterminado y posee un carácter marcadamente interpresonal.
Estructuralmente es mucho más similar a una conversación que a un texto.»
Permítasenos finalizar esta serie de artículos invitando al lector a disfrutar del siguiente
ejemplo. Un caso claro y representativo de la interacción del grupo y donde se aprecia
también el afán de los solistas por contar una historia, investigar, aventurarse... todo ello
en el ambiente de libertad y expresividad que caracteriza, cuando se interpreta a un alto
nivel, a esta música.
Charlie Mingus: Solo Dancer, del disco The Black Saint and the Sinner Lady (1963)