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semiótica aplicada

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La Semiótica del Espacio

Dentro de la semiótica de inspiración greimasiana, el espacio es definido como “un objeto construido (que comprende elementos discontinuos a partir de la
extensión, entendida ésta como una magnitud plena, llena, sin solución de continuidad”.[1]

A partir de dicha extensión, el hombre construye, por medio de la introducción de diversas distinciones, un objeto cultural conformado semióticamente y por lo
tanto cargado de significación.

En “Para una semiótica topológica”[2], Greimas se propone constituir una semiótica del espacio, a partir de la distinción fundamental entre extensión vs.
espacio, de la cual la primera sería la sustancia y la segunda la forma susceptible de convertirse en significación.

A este respecto, Greimas sostiene que “El espacio, en tanto que forma, es, pues, una construcción que no coge, para significar, nada más que tales o cuales
propiedades de los objetos reales”[3], de esta forma, por medio de una reducción de las cualidades semánticas de la extensión, logra producir un objeto
significante: el espacio.

En ese mismo artículo, agrega que el espacio posee el estatuto de un significante, cuyo significado corresponde siempre a otra cosa: el hombre que, según él,
es siempre el significado de todos los lenguajes estudiados por la semiótica.

Ahí mismo formula las primeras articulaciones del espacio, al distinguir entre espacio englobado y espacio englobante, que corresponderían grosso modo al
espacio enuncivo y al espacio enunciativo respectivamente. Más tarde, en La semiótica del texto, desarrollará un esquema para dar cuenta del modo de
organización espacial del nivel enuncivo.

Por su parte, el Tomo I del Diccionario de Semiótica define a la espacialización como:

“...uno de los componentes de la discursivización de las estructuras semióticas más profundas” la cual comprende “los procedimientos de localización
espacial interpretables como operaciones de desembrague y embrague efectuados por el enunciador para proyectar fuera de sí, y aplicar en el discurso
–enunciado, una organización espacial casi autónoma, que sirva de marco para inscribir los programas narrativos y sus encadenamientos”.[4]

Según el mismo Diccionario, la localización espacial puede definirse como “la construcción –con la ayuda del desembrague espacial y de un cierto número de
categorías semánticas– de un sistema de referencias que permiten situar espacialmente los diferentes programas narrativos del discurso, unos en relación con
otros.”[5]

Mientras que la programación espacial consistiría en “organizar encadenamiento sintagmático de los espacios parciales...” la cual se “efectúa al poner en
correlación los comportamientos programados de los sujetos (de sus programas narrativos) con los espacios segmentados que ellos aprovechan.”[6]

Por lo que respecta a las categorías semánticas antes citadas, se trataría, según el propio Greimas, de la categoría topológica tridimensional que se conforma
por la combinación de los ejes de la horizontalidad (delante /detrás), la verticalidad (arriba / abajo) y la prospectividad (próximo/ lejano). Sobre esta última
categoría es necesario señalar su dependencia con respecto a las semióticas verbales, puesto que si bien dicha categoría permite homologar la programación
espacial con el recorrido narrativo de los diferentes actores, no es apta para dar cuenta de semióticas diferentes como la visual en donde intervienen otro tipo
de recorridos de lectura.

Más tarde, el tomo 2 del Diccionario se complementa la definición de la espacialización en estos términos:

“La espacialización se acompaña (como la temporalización) del emplazamiento de estructuras aspectuales y tensivas que transforman las acciones
realizadas por los sujetos del enunciado...”[7]. En donde “La aspectualización espacial describe los modos de paso de un lugar a otro: la salida de un
lugar es el incoativo del recorrido de la distancia que separa ese lugar del lugar previsto; la llegada al lugar previsto es el terminativo”[8].

En el terreno de la Semiótica Literaria, los fenómenos espaciales han sido abordados desde hace largo tiempo, ya que se trata de uno de los componentes
primordiales de la historia[9], a nivel del enunciado.

Baste recordar el célebre libro La poética del espacio (1957) de Gaston Bachelard, en donde el filósofo busca desarrollar una fenomenología de la imagen
poética que dé cuenta del estatuto vivido de dicha imagen por parte del lector.

Para lograr su cometido, Bachelard analizó una serie de fragmentos de diversos escritores, con el fin de sistematizar las relaciones íntimas que organizan el
espacio de la poesía. Así pues, en este libro, Bachelard se prepone:

“...examinar... las imágenes del espacio feliz... (que) ...aspiran a determinar el valor humano de los espacios de posesión, de los espacios defendidos contra fuerzas
adversas, de los espacios amados.”[10]

Ya que según él:

“el espacio captado por la imaginación no puede seguir siendo el espacio indiferente entregado a la medida y a la reflexión del geómetra. Es vivido. Y es vivido, no en
su positividad, sino en todas las parcialidades de la imaginación”[11].

Con su estudio, el filósofo francés logra establecer los ejes semánticos que articulan la significación del espacio, tales como: la dialéctica entre el adentro y el
afuera, la relación entre casa y universo, el significado de lo redondo o la miniatura y figuras como la concha, los cajones, los cofres y los armarios.

Lo dicho por Bachelard concuerda plenamente con la declaración de Greimas en el artículo antes citado, en el que plantea la necesidad de crear, junto a la
topología matemática que estudiaría el espacio en cuanto forma científica, una semiótica topológica que diera cuenta de la significación vivida de ese mismo
objeto.

Ya en el terreno propiamente semiótico, es Greimas quien en La semiótica del texto[12] plantea un primer modelo de organización del espacio en relación con
el desarrollo de la acción. Ahí, propone dividir al espacio en[13]:

Espacio tópico vs. Espacio heterotópico

(En otra parte)

Espacio utópico vs. Espacio paratópico

(Aquí) (Allí)

En donde define así cada uno de ellos:

Espacio tópico, el lugar en que aparece manifestada sintácticamente la transformación de que se trata; y como
Espacios heterotópicos, los lugares que lo engloban, precediéndolo y/o sucediéndolo.”[14]
Dividiendo, a su vez, al espacio tópico en:

Espacio utópico, lugar fundamental donde el hacer del hombre puede triunfar sobre la permanencia del ser...
Espacios paratópicos, emplazamiento de las pruebas preparatorias o calificantes...”[15]

Más tarde, en L´espace et le sens[16], Denis Bertrand desarrolla un estudio integral de la significación del espacio dentro de la novela Germinal de Émile Zola,
en el cual pone al descubierto cómo la espacialidad puede ser estudiada en diversos niveles de significación y más aún, demuestra la capacidad de las
relaciones espaciales para constituirse en claves hermenéuticas en la conformación del sentido del texto.

En dicho libro, Bertrand aborda la espacialidad desde dos puntos de vista complementarios: primero como formas locales, dependientes de la mirada del
actante observador, y luego como forma global que relaciona el esquema espacial con un esquema diferente que correspondería, según el mismo Bertrand, a
un significado hermenéutico que interpreta ese primer esquema.

En ese estudio, se exploran, entre otras, las relaciones entre espacialidad y percepción, figuratividad, iconicidad y efecto de realidad en la estética realista, y
por supuesto, la relación entre espacio y subjetividad, que será puesta en relieve en nuestro ensayo.

En el ámbito de los estudios literarios, ha sido Luz Aurora Pimentel quien se ha encargado de desarrollar el análisis del espacio en la narrativa, en diversos
artículos como “El espacio en el discurso narrativo: modos de proyección y de significación”[17] y en sus libros: El relato en perspectiva[18] y El espacio en la
ficción[19], este último dedicado íntegramente al análisis del espacio.

Los tres trabajos aquí citados básicamente muestran la continuidad de un proyecto de investigación de largo aliento que busca descifrar la forma en la que los
textos producen el efecto de realidad[20] del que hablaba Roland Barthes en 1968, problema que permanece siempre vigente en tanto que como la
narratóloga señala: “cuando hablamos del espacio en el relato, nos referimos más bien a la ilusión del espacio que se produce en el lector gracias a una serie
de recursos descriptivos altamente codificados”.[21]

Y es de esta forma que enfrenta el problema: señalando cómo, por medio de la saturación de diversos sistemas descriptivos, el descriptor construye imágenes
que imitan (o más bien diríamos crean) los espacios del relato.

Siguiendo a Greimas, esta misma autora identifica como el punto último del proceso de generación del espacio a la iconización, definida en el tomo 1 del
Diccionario de Semiótica como:

“La última etapa de la figurativización del discurso, donde distinguimos dos fases: la figuración, propiamente dicha, que explica la conversión de los
temas en figuras, y la iconización que, tomando a su cargo las figuras ya constituidas, las dota de vertimientos particularizantes, capaces de producir la
ilusión referencial”.[22]

En su libro más reciente, Pimentel da un paso más para acercar el estudio del espacio al de la axiologización, al declarar que:

“Los operadores tonales constituyen los puntos de articulación entre los niveles denotativo –o referencial– de la descripción y el ideológico... de tal
modo que esta descripción, ideológicamente hablando, entra en relación de analogía con otros puntos del relato... pero en el nivel local de la
descripción, es en suma, la redundancia semántica, de orden connotativo o aferente, la que genera la dimensión ideológica de un relato”.[23]

Aún así, el estudio del espacio sigue planteando retos a la semiótica tanto de la literatura como de la arquitectura y el urbanismo, toda vez que quedan por
explorar las repercusiones de las nuevas temáticas surgidas a partir de los años 80 sobre un objeto que aún hoy nos muestra facetas desconocidas.

[1] Greimas, A.J. y Courtés, J. (1990) Semiótica I. Diccionario Razonado de la Teoría del Lenguaje. Trad. Enrique Ballón Aguirre y Hermis Campodónico Carrión. Gredos, Madrid. p. 153. Entrada:
espacio. (En adelante Diccionario 1).

[2] “Para una semiótica topológica”, originalmente aparecido en Sémiotique de l´espace, Denoël – Gonthier, Paris, 1979. Más tarde reeditado en: Sémiotique et sciences sociales. Editions du
Seuil, Paris. Versión española: Semiótica y ciencias sociales. Ed. Fragua. Madrid, 1980. Trad. Adolfo Arias Muñoz. De esta última hemos tomado las citas.
[3] Ibíd. p. 141.

[4] Diccionario 1, p. 15. Entrada: espacialización.

[5] Diccionario 1, p. 247. Entrada: localización espacio-temporal.

[6] Diccionario 1, p. 322. Entrada: programación espacio-temporal.

[7] Diccionario 2, p. 91.

[8] Ibíd.

[9] Historia en el sentido de Genette, quien la opone al discurso. Para la discusión de estos conceptos y sus relaciones, véase Genette, Gérard “Fronteras del relato”. En Roland Barthes et al.
(1985) [original de 1966] Análisis Estructural del Relato. 4ª edición. Premiá Ed. México. pp. 196 - 210.

[10] Bachelard, Gaston. La poética del espacio, “Introducción”, p. 22.

[11] Ibídem.

[12] Greimas, A. J. (1993). La Semiótica del Texto. Ejercicios prácticos. Ed. Paidós. Col. Comunicación 7. Barcelona.

[13] Esquema del espacio enuncivo propuesto por Greimas en La semiótica del texto, p. 113.

[14] La semiótica del texto, p. 112.

[15] Ibídem.

[16] Véase nota 3.

[17] Pimentel, Luz Aurora. (1986). “El espacio en el discurso narrativo: modos de proyección y de significación”. Morphé 1. BUAP, Puebla.

[18] Pimentel, Luz Aurora. (1998). El relato en perspectiva. Estudio de teoría narrativa. Siglo XXI Ed. – UNAM. México.

[19] Pimentel, Luz Aurora. (2001). El espacio en la ficción. Siglo XXI Ed. – UNAM. México.

[20] Barthes, Roland. “El efecto de realidad” (1990) [original de 1968]. En La aventura semiológica. Paidós, Barcelona.

[21] El relato en perspectiva, p. 26.

[22] Diccionario 1, p. 212. Entrada: iconicidad.

[23] El espacio en la ficción, pp. 27-28.

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