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Para algunas parejas la monogamia un mito. Por eso se prometen una vida
juntos llena de amor... y de amantes. ¿Qué tanto funciona este pacto?
“Una pareja abierta no es una pareja infiel, ya que hay un consenso previo
de los dos integrantes”, argumenta Schapira. Darse el permiso de
satisfacer sus deseos sexuales por fuera de la “relación de base”, es
para sus seguidores más honesto y realista. Una encuesta realizada por
la firma YouGov determinó que el 13 por ciento de los norteamericanos
tienen una relación liberal o han estado en alguna en el pasado, y un 14
por ciento manifestó que les gustaría flexibilizar la que tienen. Sobra
decir que los celosos deben abstenerse. El solo hecho de proponer este
tipo de acuerdos, aunque no se lleven a cabo, puede hacer que el otro
sienta desconfianza. “Nos enseñaron que la seguridad en nuestras
relaciones reside en tener la atención exclusiva de un compañero
perfecto en el amor y el sexo. Pero uno puede aprender a estar
tranquilo y feliz en diferentes tipos de enlaces”, expresó a FUCSIA
Dossie Easton, autora de Ética promiscua.
La pareja es lo primero
Verificación constante
Las personas cambian y los acuerdos pueden ser replanteados. Por eso hay
quienes pasan de la monogamia a la apertura y viceversa. Si afloran
sentimientos de culpa, o alguno se siente incómodo, la experiencia
pierde la gracia. Lo ideal sería hacer el mismo balance de Simone de
Beauvoir, quien describía su relación con Sartre como “el único éxito
indiscutible” de su vida.
Cuando hablamos de algo que nos indigna, que nos parece injusto o que no
nos satisface nos sentimos juzgadas: “bravas, brujas, malgeniadas,
histéricas...”.
Cuando ellos hablan de lo que les duele, de lo que los conmueve, de sus
pérdidas se sienten juzgados: “débiles, emocionales, sensibleros,
maricas...”.
Así que cada género tiene socialmente asignadas unas zonas prohibidas,
unos territorios emocionales a los que entramos, claro, pero de los que
no podemos hablar. Para nosotras es la rabia, para ellos es la tristeza.
Sin embargo, todos tenemos una zona en común: el miedo.
La rabia es una emoción que nos sirve para ir hacia adelante, para luchar;
por eso ha sido territorio masculino, para ellos ha sido necesaria como
combustible para la batalla.
La tristeza es una emoción que nos sirve para ir hacia atrás, para cuidar y
contener; por eso ha sido nuestro territorio, nuestra energía para el
hogar. Así que nuestras emociones tienen historia y la historia está
cambiando, quizás más rápido de lo que pueden cambiar nuestros
imaginarios. Ahí vamos... Pero, ¿qué pasa con el miedo?