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Investigadores:
Marina David Buzali
Rogelio Sampedro Aráuz
Vicente Yamazaki Nagasama
Mario Benedetti
haciendo alusión a un graffiti en Quito.
Conversación con Sergio Martas,
Madrid, 3 dc jumo de 1991
América Latina Marca Registrada
Adán Smith hizo ver hace más de dos siglos lo siguiente: “Así como
cada individuo.., se esfuerza al máximo, tanto para emplear su capital en
apoyo de la industria doméstica como para dirigir dicha industria de
manera que sus productos alcancen el mayor valor posible; así cada
individuo necesariamente labora para hacer que el ingreso anual de la
sociedad sea tan grande como lo permiten sus capacidades
Generalmente, es cierto, no pretende promover el interés público, ni si-
quiera sabe qué tanto lo está impulsando. Al preferir el apoyo de la
industria doméstica al del exterior pretende únicamente su propia
seguridad; y al dirigir esa industria de tal manera que su producto pueda
tener el valor más grande, él busca únicamente su propia ganancia y en
esto, como en muchos otros casos, es conducido por tina mano invisible
para promover un fin que no forma parte de su intención. Ni es siempre
malo para la sociedad no haber sido parte de ella. Al perseguir su propio
interés, frecuentemente promueve el de la sociedad de una manera más
efectiva que cuando realmente pretende promoverlo. Nunca he sabido de
mucho bien proveniente de aquellos que pretenden negociar en favor del
bien público”.
¿Por qué una sociedad como la nuestra, esto es, Latinoamérica, abdica
de su autonomía espiritual y se acopla parasitariamente a otra sociedad
que comienza a moldearla y a dotarla de su quehacer cada día con más
fuerza? Parece que una de las varias respuestas razonables es ésta:
Porque el rasgo esencial de la sociedad norteamericana es la búsqueda
del cambio, la construcción de un destino siempre diferente, y porque
para esa labor de diseño del futuro los norteamericanos no cuentan con
otros puntos de referencia que su propia sociedad, lo que los condena a la
originalidad incesante, es decir, un permanente centro de iniciativa
novedosa regido por su propia dialéctica interna.
Esto quiere decir algo muy claro: Nosotros los latinoamericanos, con
más habitantes que Estados Unidos, con tanta o más riqueza potencial,
desovados como ellos por Europa, con universidades que tienen más de
400 años y núcleos urbanos formados cuando Chicago era apenas una
pradera recorrida por búfalos, inconscientemente hemos renunciado a
contribuir al diseño de nuestras propias vidas. Nosotros no tenemos otro
destino que el que inevitablemente se nos dicte.
Hoy nos curamos y mañana nos curaremos las enfermedades que algún
laboratorio extranjero, probablemente estadounidense, logre combatir
eficazmente. Viviremos más años si la geriatría avanza en California o en
Texas. Tendremos menos hijos silos anovulatorios se perfeccionan en
Nueva York, o en Tokio.
y abarata en el Silicon Valley. Todo nos viene y nos vendrá hecho. Todo nos es y
papel activo en el diseño del destino nacional. Enriquecidos de clamar por nuestros
derechos, nos hemos olvidado de nuestros deberes con nosotros mismos y con la
de que los casi cinco siglos de una universidad como la de San Marcos apenas le
Deseo y poder
América Latina desde siempre ha oscilado, como cualquier mortal, por lo
demás, entre el deseo (de ser como es) y el poder (de amoldarse al ser
de otros). Su Edipo europeo no la deja avanzar porque no le permite
revelarse tal cual es. Lanza su inconsciente sincrético, híbrido, plagado de
sueños, lapsus y actos fallidos a conquistar un lugar propio para si. Y no
puede. El poder ordenándola, encauzándola, no de la manera natural que
cualquier sociedad o ser humano necesita para poder equilibrarse en sus
dos pies y caminar hacia algún destino, sino imponiéndole un súper yo
que la ha desquiciado, que le ha sacado las puedas de sus goznes,
poniéndole metas y utopías de otro para salvar cabezas ajenas. Nada más
reprimido y comprimido que la llamada América Latina, desde su bautizo
hasta su realidad actual cuando nuevamente se le imponen otros
esquemas y máscaras donde lo que se juega no es lo nuestro sino lo
impuesto de afuera, no lo descubierto por nosotros juntos a los otros,
sino lo que ha sido descubierto para nosotros.
Para entonces ese tráfico será (ya lo es) muy importante para muchos
presupuestos nacionales y en su fabricación y distribución estarán
involucradas (y ya lo están) las autoridades de diversos países. Mientras
tanto tendremos que vanagloriamos de que nuestras policías y nuestras
fuerzas armadas hayan sido cada vez más eficientes. Y todo será verdad.
Por estos datos, por lo tanto, no puede pasar nuestra esencia; podría
ser un cuento de nunca acabar. No sólo debemos intentar cada vez ser
más ricos y más desarrollados, sino que debemos buscar una forma de
serlo que nos lleve a encontrar nuestra diferencia.
Carlos Fuentes,
América Latina.