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Los flujos de capital hacia

América latina y la
reestructuración de las
economías centrales
Marta Bekerman

Revista Desarrollo Económico Nº 111,


Vol. 28

Director: Alfredo Monza

Buenos Aires, octubre-diciembre de 1988

Este material es de uso


exclusivamente didáctico

1
ÍNDICE
Artículos

El populismo latinoamericano: un enfoque estructural.


Carlos M. Vilas ................................................................................................................................... 323

Refinería Argentina, 1888-1930: límites de la tecnología azucarera en una economía periférica.


Donna J. Guy ...................................................................................................................................... 353

Las políticas macroeconómicas y el tipo de cambio real. Argentina, 1913-1984.


Domingo Cavallo y Roberto Domenech ............................................................................................. 375

Historia de empresas y crecimiento industrial en la Argentina.


El caso de la Fábrica Argentina de Alpargatas.
Leandro Gutiérrez y Juan Carlos Korol ............................................................................................ 401

Los flujos de capital hacia América Latina y la reestructuración de las economías centrales.
Marta Bekerman ................................................................................................................................. 425

Comunicaciones

Ideología y organización sindical: las Ligas Agrarias del norte de Santa Fe.
Eduardo P. Archetti ............................................................................................................................ 447

Información de Biblioteca ................................................................................................................ 467

2
LOS FLUJOS DE CAPITAL HACIA AMÉRICA LATINA Y LA
REESTRUCTURACIÓN DE LAS ECONOMÍAS CENTRALES
Marta Bekerman*

Introducción

Las economías latinoamericanas han pasado por etapas muy distintas en cuanto a las posibilidades de
obtener recursos financieros externos. Encontramos desde períodos como el de los años 1950, de escaso
acceso a éstos y con rápidos movimientos de ajuste ante estrangulamientos en el sector externo, hasta
situaciones como las que tuvieron lugar en la década pasada, en que ante la gran disponibilidad de fondos
externos algunos gobiernos llevaron adelante procesos de apertura comercial y financiera. A partir de 1982
se abre una nueva etapa caracterizada por un acceso muy restringido a nuevos flujos financieros, esta vez
dentro del contexto de un elevado nivel de endeudamiento externo. Todo esto nos lleva a reflexionar acerca
de la evolución sufrida por la forma de inserción de los países del área dentro del contexto financiero
internacional y a preguntarnos cuáles son los factores que juegan detrás de situaciones tan cambiantes.
Este trabajo intenta analizar en particular las causas externas del rápido proceso de endeudamiento
de algunos países de la periferia durante la década pasada y de la crítica situación que se ha presentado desde
1982. El énfasis en los factores externos no implica desconocer el peso de las características internas de cada
país –las que requieren un estudio profundo en cada caso–, pero sí el reconocimiento de que el grado de
acceso a los créditos externos por el conjunto de los países del Tercer Mundo está profundamente ligado a
cambios dentro de los propios países centrales.
Nuestra hipótesis vincula la marcada desaceleraci6n industrial de las economías centrales durante la
década de 1970 y ciertas tendencias que presenta la economía de los Estados Unidos –pérdida de
competitividad, déficit de sus cuentas externas y fiscales– con la oferta de recursos financieros para el Tercer
Mundo. Algunas de esas tendencias jugarán de manera opuesta según el conjunto de circunstancias que las
acompañen. Por ejemplo el déficit externo de los Estados Unidos contribuirá al inicio de los años setenta
–junto a una política monetaria expansiva– a elevar la liquidez internacional y la oferta de fondos hacia los
países de la periferia. Por el contrario, en la etapa actual dicho déficit –en combinación con un marcado
desequilibrio fiscal– se ha convertido en una aspiradora poderosa de los fondos excedentes del resto del
mundo. Esta situación, que refleja cambios de importancia en las relaciones entre los Estados Unidos y el
resto de los países industrializados, marca el contexto internacional básico en el que deben desenvolverse los
países de la periferia. De allí la importancia de comprender su evolución y transformaciones.
En la sección I analizaremos la situación de las economías industrializadas desde la posguerra y la
evolución de la competitividad de los Estados Unidos con relación a Europa occidental y Japón. A partir de
allí observaremos, en la sección II, el desenlace que tuvo la situación financiera internacional y el rol de los
Estados Unidos desde la crisis del dólar de 1971 para llegar a la situación actual. En la sección III
consideraremos la evolución de la liquidez internacional y sus efectos sobre el endeudamiento de los países
del Tercer Mundo.

I. Situación de los países industrializados

En esta sección queremos destacar dos claras tendencias mostradas por las economías
industrializadas y que a nuestro entender tuvieron una incidencia importante sobre la oferta de recursos
financieros para el Tercer Mundo. Estas son la marcada desaceleración industrial vivida por esos países
durante los años setenta y el menor crecimiento de la productividad de los Estados Unidos con relación a los
otros países del área durante las últimas décadas.
Los países industrializados mostraron un crecimiento rápido y sostenido durante las dos décadas
siguientes a la Segunda Guerra Mundial. La producción industrial de algunos países europeos llegó a mostrar
durante los años sesenta las tasas de crecimiento más altas de las últimas décadas. Este proceso fue
acompañado por un nivel sin precedentes de expansión del comercio mundial dado fundamentalmente por un
mayor intercambio de productos industriales entre los países de la Organización para la Cooperación y el
Desarrollo Económico (OCDE).

*
Investigadora del Consejo Nacional de Investigaciones Científicas y Técnicas (CONICET) y de la Facultad de
Ciencias Económicas de la Universidad de Buenos Aires.
El rápido crecimiento industrial registrado en el período fue la resultante de distintos factores. Los
flujos financieros desde los Estados Unidos para la reconstrucción europea, bajo los auspicios del Plan
Marshall, así como el proceso de integración económica de Europa occidental contribuyeron a la expansión
industrial del viejo continente. Las medidas de liberalización del comercio exterior y de reducción de tarifas
aduaneras ayudaron a estimular el comercio mundial en contraposición a la situación existente en la presente
década. Por otro lado, se produjo un rápido avance en la difusión de nuevas tecnologías con gran crecimiento
de la productividad en los países de Europa occidental y Japón.
Otro factor que ayudó a un rápido proceso de crecimiento hasta fines de los años sesenta fue la
existencia de precios bajos en algunos mercados claves. Los precios deprimidos del petróleo promovieron un
tipo de crecimiento económico basado en el uso de tecnologías intensivas en energía, mientras que el precio
de los cereales mostraba caídas en términos reales durante esa década. Por otro lado, los salarios reales
mostraron niveles de aumento similares a los registrados en la productividad.

CUADRO 1
Producto bruto industrial de algunos países industrial izados

(Tasas anuales acumuladas de crecimiento)


Estados Unidos Japón Francia Alemania Reino Unido

1960-73 4,8 12,8 7,3 5,2 3,00


1973-79 1,9 3,6 2,9 1,7 – 0,7
1979-86 2,2 6,9 – 0,3 0,8 – 0,6

Fuente: Neef y Thomas (1987).

Hacia principios eje la década siguiente el crecimiento de los países industrializados comienza a
mostrar signos inequívocos de debilitamiento. Como puede verse en el cuadro 1, durante los años setenta se
produce una desaceleraci6n sustancial en el crecimiento del producto industrial para los cinco países
observados. Esa desaceleración ya se inicia con el comienzo de la década, es decir, antes del primer aumento
en los precios del petróleo.
Hay distintas explicaciones acerca de las causas de la desaceleraci6n sufrida por las economías
occidentales desde el inicio de la década de 1970. Pero autores pertenecientes a distintas concepciones
económicas parecen concordar en señalar, como elemento de peso, una caída en la tasa de ganancia con sus
efectos adversos sobre la tasa de inversión.
Desde el punto de vista del FMI los países industriales y especialmente los europeos están aún
viviendo las consecuencias de una explosión de los salarios particularmente fuertemente el período 1969-
1975. Según dicha institución, los salarios reales europeos del sector industrial crecieron en ese período a
una tasa del 6,5 % anual, mientras que el producto por hora trabajada creció sólo al 4,5 %. “El crecimiento
del 2 % por año en los costos laborales durante ese período fue muy perjudicial para los beneficios de las
empresas manufactureras, por lo que la restitución de márgenes de ganancia adecuados va a requerir que el
salario real aumente menos que la productividad durante algunos años” (FMI, 1982).
La reducción de esa supuesta divergencia entre el crecimiento de los salarios y el de la productividad
parece haber ejercido una influencia importante sobre las políticas de ajuste que se llevaron adelante en los
países industrializados a partir de la segunda crisis del petróleo. El cuadro 2 nos muestra desde 1979 tasas
negativas de crecimiento del salario real para algunos de esos países. Hacia 1983 el FM1 señalaba que aún
persistían en los países industrializados bajas tasas de rentabilidad y de formación de capital, debido en parte
a que la gran traslación de ingresos desde el capital hacia el trabajo que tuvo lugar hacia fines de los años
sesenta y principios de los setenta aun no había sido totalmente revertida (FMI, 1983).

4
CUADRO 2
Cambios en el salario real (a) en los países industrializados

Tasa
anual Taza de variación anual
promedio
de
aumento 1979 1980 1981 1982 1984 1985 1986
1965-72
Estados Unidos 1,8 – 4,7 – 3,4 – 1,3 1,1 – 0,2 0,3 –
Japón 7,6 0,0 – 2,0 1,1 3,1 2,4 1,8 2,0
Alemania 4,9 – 0,6 2,0 – 1,1 – 0,6 – 0,1 2,3 3,8
Francia 4,6 1,8 1,5 2,1 1,7 0,7 0,2 1,7
Reino Unido 2,8 2,0 3,8 – 1,8 2,2 3,7 3,0 4,2
Italia 5,0 2,3 0,4 4,2 – 0,4 1,0 2,7 1,3
Canadá 3,6 – 0,4 0,3 0,5 – 0,1 1,0 – 0,1 – 1,1

(a) Deflacionado por precios al consumidor.


Fuente: Banco de Pagos internacionales (BPI): Reporte Anual Nº 53 (1982-1983); 1984-86: OECD (1987).

Desde una óptica distinta, algunos sostenedores de la teoría francesa de la regulación hacen también
hincapié en la dificultad que presentan las relaciones salariales en las economías centrales. Dentro de este
enfoque la crisis que presentan estas economías en los últimos años aparece también como un conflicto entre
la reestructuración tecnológica y la modificación de las relaciones salariales. Pero la rigidez que presentan
estas relaciones radica más que en el carácter restrictivo de las convenciones colectivas en la extrema
especialización del trabajo y de la maquinaria orientados hacia la producción en masa, lo que inmoviliza la
capacidad de competir. De ahí que la generalización de equipos flexibles y la ampliación de las
responsabilidades de los trabajadores llevarían a una nueva relación salarial en la que los asalariados
tenderían a operar con equipos susceptibles de responder inmediatamente a cambios en la demanda (ver
Conde, 1987).
Para el caso específico de los Estados Unidos, Robert Reich señala la existencia de un freno a la
reestructuración tecnológica en tanto la acción del gobierno a través del proteccionismo contribuyó a
preservar la vieja base industrial de ese país –de producción estandarizada y en masa– y no incentivó una
respuesta a la competencia internacional a través de la implantaci6n del sistema de producción flexible
(Reich, 1985).
La segunda tendencia que queremos señalar es la diferencia sustancial en los niveles de
productividad de los Estados Unidos en relación al resto del mundo con que se parte en la posguerra y la
gradual reducción de esa diferencia ante el mayor avance en la productividad de los países europeos y Japón
durante las décadas siguientes (ver cuadro 3). La consiguiente erosión de la competitividad industrial de los
Estados Unidos contribuyó al deterioro de su posición comercial y aceleró un proceso de pérdida de
confianza internacional en el dólar hacia principios de la década de 1970.
Esta situación podría contrastarse con la señalada por Hicks en 1953. En un artículo publicado en ese
año en Oxford Economic Papers, Hicks señalaba que la escasez de dólares era el principal problema
internacional de entonces. Lo vinculaba a un aumento mayor de la productividad de los Estados Unidos –en

CUADRO 3
Productividad en la industria manufacturera por hora hombre
(Tasa anual promedio de crecimiento)
Nivel en 1950 1960-73 1973-79 1979-86
Índice EU = 100
(1) (2) (3) (4)
Estados Unidos 100 3,2 1,4 3,5
Japón 8 10,3 5,5 5,6
Francia 42 6,5 5,0 3,6
Alemania 39 5,8 4,3 2,8
Reino Unido 52 4,3 1,1 4,4
Fuente: Columna 1, UNCTAD (1981); columna 2 a 4, US Department of Labor (1988).

5
en relación al resto del mundo– que tuvo lugar durante la década de 1940, cuyos efectos habían sido poco
examinados por los economistas tradicionales. Explicaba que si la productividad global en el país A crece
más que en el país B habrá presiones para reducir salarios en B, pero además es importante determinar en
qué ramas específicas tiene lugar ese aumento. Por ejemplo, si es en productos que compiten con
exportaciones de B y si los salarios no varían en ambos países, los precios de A de esos productos bajarán y
por lo tanto caerá la demanda de A de exportaciones de B, y este último presentará déficit externo. Es así que
países que antes eran compradores de B que organizaron la producción según nuevos métodos, pueden
volverse competitivos de B. “Cuando esto pasa en gran escala el liderazgo es tomado por nuevos centros”.
Hicks se refiere a las relaciones entre el Reino Unido y los Estados Unidos, señalando que a partir de un
cierto momento el crecimiento de la productividad en el primer país fue menor que en el segundo, lo que
produjo dificultades monetarias –manejables en un comienzo pero muy serias después–. Con la primera
escasez del dólar en los años veinte, una devaluación moderada podría haber resuelto el problema. En
cambio, ya en 1953 había que reducir los salarios británicos para que las manufacturas inglesas fueran
competitivas con las estadounidenses. “Por eso la devaluación de 1949 falló. Fue establecida para mejorar la
balanza de pagos sin realizar un sacrificio real, ya que cuando los precios de las mercaderías importadas
comenzaron a crecer, los salarios siguieron ese aumento y la devaluación fue inefectiva” (Hicks, 1953).
Cuando Hicks escribía esto en 1953 no pensó que este proceso podría estar comenzando a
modificarse hasta llegar a encontrarnos en la década de 1970 con una situación de crisis de confianza en el
d6lar y de abundancia internacional de esta moneda. La balanza comercial de los Estados Unidos se deteriora
durante los años sesenta hasta volverse deficitaria en 1971 (por primera vez en el siglo XX). Desde entonces
las tasas de crecimiento de la productividad son menores a las registradas por Europa y Japón. El gráfico 1
nos muestra una evolución comparativa del producto por hora hombre en la industria manufacturera a partir
de 1960 para los principales países industrializados1.
Una preocupación creciente acerca de la evolución sufrida por la competitividad industrial de los
Estados Unidos dio lugar hacia fines de la década de 1970 a lo que se conoció en ese país como “el debate
industrial”. Autores como Reich (1985) o Thurow (1984) señalaron que ante la erosión de dicha
competitividad era necesario emprender un proceso de reindustrializaci6n. La preocupación por el referente
histórico de la decadencia inglesa aparece repetidamente en el debate, ya que “mientras Japón representa la
amenaza futura, la decadencia de Inglaterra constituye el espectro de un pasado que se aspira a no
reproducir” (Fajnzylber, 1986)2.
El desequilibrio externo del sector industrial norteamericano se agudiz6 en los últimos años cuando
–como veremos en la próxima sección– el déficit comercial de este país crece a niveles sin precedentes,
especialmente con Japón. La visión de la actual administración de los Estados Unidos, así como de otros
autores, es que este marcado aumento del desequilibrio comercial no refleja un deterioro relativo del sector
industrial de ese país. Según esta perspectiva, responde básicamente a cambios en la situaci6n
macroeconómica dados por la marcada revalorización del dólar durante el período 1980-1985 y por el mayor
crecimiento mostrado por los Estados Unidos en algunos años respecto al resto de los países industrializados
(Reinhart, 1986). Los próximos años dirán cuál es el verdadero peso de estas variables macroeconómicas. Es
decir si con su reversión es posible neutralizar el desequilibrio externo o si éste está además ligado a la
situación del sector productivo3. Lo cierto es que a pesar de la devaluación sufrida por el dólar a partir de
1985, el saldo de la balanza comercial de ese país continúa siendo marcadamente negativo.

1
Es cierto que a partir de 1979 el salario real tiende a caer en los Estados Unidos (con excepci6n de 1982) y en un nivel
más pronunciado que en el resto de los países industrializados (ver cuadro 2). Siguiendo el razonamiento de Hicks
podríamos decir que esto seguramente ayudó a contrarrestar el menor crecimiento relativo de la productividad durante
esos años, pero a costa de una reducción en el nivel de vida doméstico de difícil implementación como estrategia de
largo plazo.
2
Ver este autor para un análisis del “debate industrial”.
3
No parece ser ésta la opinión del Senado y de la Cámara de Representantes de los Estados Unidos, que repetidamente
han aprobado proyectos de ley sobre comercio exterior que tienden a elevar el nivel de proteccionismo en ese país y que
una y otra vez fueron vetados por el presidente Reagan.

6
GRÁFICO 1
Producto por hora hombre en la industria manufacturera
en países seleccionados, 1960-86
(Índice 1960 = 100)

Fuente: US Department of Labor, Bureau of Labor Statistics (1988).

II. Estados Unidos continúa imponiendo sus reglas de juego en el terreno financiero

Al finalizar la Segunda Guerra Mundial las relaciones financieras internacionales fueron reguladas a
través del sistema de Bretton Woods, que al reflejar la hegemonía económica de los Estados Unidos se basó
en el dólar como moneda principal de reserva y de uso comercial.
Ese rol especial del dólar como moneda de reserva ofrecía una contradicción intrínseca que fue
señalada por Triffin (1968) y que llegaría a tener especial relevancia para el sistema financiero internacional
de los años setenta. Triffin señal6 que si los Estados Unidos mostraban un déficit muy grande en su balanza
de pagos, ello aumentaría la liquidez internacional pero a la larga contribuiría al debilitamiento del dólar y a
una situación de inestabilidad en el sistema financiero internacional. Si por el contrario este país
deflacionaba su economía para reducir su déficit, ello llevaría a un fortalecimiento del dólar pero a costa de
una limitación del crecimiento mundial debido a una insuficiencia de liquidez. La solución frente a este

7
dilema consistía, según Triffin, en la creación de medios alternativos de liquidez a través de una reforma
monetaria internacional4.
Durante los años cincuenta y sesenta la economía norteamericana llevó adelante sin mayores
problemas su rol de país con moneda de reserva. Es más, a partir de la posguerra tuvieron lugar
transferencias de capital importantes desde los Estados Unidos a Europa a través de préstamos oficiales y de
inversiones directas. El déficit de la balanza de pagos del primero fue inicialmente bien aceptado, ya que el
crecimiento del comercio internacional requería una expansión de la liquidez mundial.
Hacia 1971 la creciente desconfianza en la estabilidad del dólar produce flujos especulativos en
contra de esa moneda. El gobierno de los Estados Unidos decide suspender su convertibilidad por oro en
agosto de 1971 y realizar una devaluación en diciembre de dicho año.
Como Triffin había señalado, el creciente déficit de la balanza de pagos de los Estados Unidos
provocó la rápida expansión de las reservas monetarias mundiales y la debilidad del dólar. Se plantea
entonces una modificación del sistema financiero bajo pautas que reduzcan la capacidad de creación de
reservas mundiales por parte de un solo país5. Pero el dramático aumento en los precios del petróleo en 1973
vino a jugar en ayuda del dólar y del mantenimiento del poder financiero de los Estados Unidos.
La crisis del petróleo produjo un sacudimiento en la estructura mundial de pagos y generó un
aumento en la demanda internacional de dólares. Esa era la moneda en que se pagaban mayoritariamente las
nuevas erogaciones, por lo que la presión en su contra tendió a desaparecer. Por otro lado, los excedentes de
los países árabes se mantuvieron predominantemente en dólares, ya que esos países que se encontraron con
un aumento abrupto en sus reservas no tenían muchas alternativas para su colocación. Aparte de Inglaterra,
cuya divisa era débil, sólo los Estados Unidos ofrecían un mercado de capitales adecuado para manejar
semejantes excedentes. Para Solomon (1977) “la crisis del petróleo y la emergencia de los excedentes de la
OPEP, junto con déficit en otras partes, hizo que los países se sintieran más tranquilos sobre sus tenencias en
dólares”. A partir de allí las autoridades de los Estados Unidos continuaron imponiendo sus reglas de juego
con más facilidad en el campo financiero internacional. No sólo la idea de una reforma monetaria para
reemplazar el rol del dólar por los Derechos Especiales de Giro no prosperó, sino que posteriormente se
dieron pasos importantes hacia la desmonetización del oro6.
Durante los cinco años que siguieron al establecimiento del tipo de cambio flotante, el gobierno de
los Estados Unidos mostró poca preocupaci6n por las variaciones internacionales en la cotización del dólar.
Su déficit en balanza de pagos aumentó marcadamente durante 1977 y 1978, lo que llevó a una caída
importante en la cotización de esa moneda. Pero hacia fines de 1978 se inicia un vuelco estratégico en la
política internacional de ese país. Se establece entonces un programa antiinflacionario, seguido en 1979 por
restricciones monetarias que produjeron aumentos importantes en las tasas de interés. Esos aumentos se
acentuaron con el fuerte incremento del déficit fiscal que tuvo lugar desde 1981.
Con la política monetaria restrictiva seguida entonces por el gobierno norteamericano, se cumplieron
inicialmente algunas de las predicciones de Triffin en cuanto al fortalecimiento del dólar y a cierta limitación
en el crecimiento del resto de las economías occidentales. Pero lo diferente de la nueva situación fue que
junto a una política de defiaci6n monetaria se llevó adelante una fuerte expansión del déficit fiscal, que hizo
que el saldo negativo del balance comercial de ese país no sólo no se redujera sino que aumentara
fuertemente7.

4
En un artículo reciente Triffin vuelve a insistir sobre la necesidad de esa reforma. “A diferencia de los distinguidos
ministros, gobernadores y representantes del Grupo de los Diez, yo sigo considerando esencial una reforma fundamental
del sistema monetario internacional –¿o escándalo?– de la actualidad. El principal obstáculo (para esa reforma) sigue
siendo la renuencia de los Estados Unidos a abandonar su privilegio tradicional, que considero una maldición
encubierta, de financiar sus déficit internacionales y presupuestarios con los propios pagarés... Ante la falta de acuerdo
estadounidense, es probable que otros países, tarde o temprano, asuman la iniciativa a fin de disminuir su excesiva
dependencia con respecto a las extravagancias de un dólar de papel, fluctuante e inconvertible” (Triffin, 1987).
5
En 1972 se crea el Comité de los 20 para analizar nuevas medidas de regulación del sistema financiero internacional,
entre ellas el gradual reemplazo como moneda de reserva del dólar por los Derechos Especiales de Giro (DEG).
6
En una reunión anual del Fondo en 1975 se acuerda abolir el precio oficial del oro y el fin del uso obligado de ese
metal en las transacciones con esa institución. Además se estableció que un sexto de las tenencias de oro del Fondo sea
devuelto a los países miembros en proporción a sus cuotas, mientras que otro sexto sea vendido en el mercado. Esto
produjo una gran baja en el precio de mercado del oro hacia fines de 1975.
7
La revaluación del dólar que tuvo lugar durante 1980-85 afectó no sólo cuantitativamente la evolución de las
exportaciones e importaciones sino también la estructura de éstas. Del lado de las exportaciones el sector más afectado
ha sido el de productos agrícolas ante las pugnas surgidas con la CEE. Por el lado de las importaciones hay una caída
importante en la participación de petróleo y productos derivados y un mascado aumento en bienes de capital y
automotores ante el notable avance de las colocaciones japonesas.

8
En la década presente se observan cambios importantes en las relaciones externas de los Estados
Unidos tanto a nivel comercial como financiero. El déficit comercial ha alcanzado niveles sin precedentes,
que llegaron a 150.000 millones de dólares en 1986. Las exportaciones de servicios, utilizadas
tradicionalmente para contrarrestar el déficit comercial de manera de lograr un cierto equilibrio con el
exterior, permitieron mantener un superávit en cuenta corriente hasta 1981. Pero la situación se modifica
desde entonces ante el avance del déficit comercial y la reducción, de los activos netos en el exterior. El
resultado fue un déficit récord en cuenta corriente de 140.000 millones de dólares en 19868.
Por otro lado, junto al fortalecimiento del dólar se produjo un cambio fundamental en la posición
financiera de los Estados Unidos. En los cuatro años que siguieron a 1981 pasa de acreedor a deudor neto del
resto del mundo como consecuencia de una reversión histórica en el crecimiento de los activos
norteamericanos en el exterior. La forma que adoptó el financiamiento del déficit fiscal y en cuenta corriente
produjo una reducción de las colocaciones financieras externas. Esto nos lleva a una situación muy diferente
de la que tuvo lugar hasta el fin de los años setenta. Por un lado hay un aumento muy importante en los flujos
de capital extranjero que ingresan a los Estados Unidos y pasan de un promedio de 50.000 millones de
dólares anuales en 1971-81 a 123.000 millones en 1984 (ver cuadro 4). Hasta 1982 esos capitales son
reciclados desde los Estados Unidos al exterior a través fundamentalmente de préstamos otorgados por los
bancos comerciales. Pero como puede verse en el cuadro 4, desde 1982 se produce una reducción marcada de
los préstamos otorgados al exterior por estos bancos, lo que es experimentado en carne propia por los
deudores latinoamericanos. El crecimiento explosivo en los Estados Unidos del déficit presupuestario
produjo un aumento en la demanda interna de crédito –tanto pública como privada–, que pasa a ser
crecientemente financiada con flujos netos de capital privado provenientes del resto del mundo. Esta
reducción notable en el reciclaje externo de los capitales que entran a los Estados Unidos coincide en el
tiempo con la crisis externa declarada por México en 1982 y cabe preguntarse si no existe una relación de
causa a efecto entre ambos fenómenos.
Como señala Triffin, los Estados Unidos dejan de cumplir su papel tradicional de “banquero
mundial” –sólo el 13 % de los ingresos de capital recibidos por ese país son reciclados en 1984 (Triffin,
1987)– para llegar a un endeudamiento neto de 108.000 millones de dólares en ese año.
El déficit presupuestario fue incentivado por la reducción interna de impuestos realizada a la luz de
la teoría de la oferta, y por la elevación de los gastos militares. En este último aspecto puede decirse que los
nuevos factores económicos han reforzado la situación estratégica norteamericana en tanto han permitido
elevar el gasto militar con recursos provenientes del exterior (Bittar, 1985).

CUADRO 4
Activos y pasivos externos de los Estados Unidos
(Miles de millones de dólares)
Fin de año Variaciones anuales
Promedio
1970 1984 1971-81 1981 1982 1983 1984

Activos en el exterior 122 819 47 108 113 50 16


(de bancos comerciales) (14) (443) (25) n/d (111) (30) (9)
Pasivos en el exterior (–) –110 – 1.040 – 50 – 98 – 146 – 107 – 123
Pasivo o deuda 221 –9 32 57 108
– 12 3

Fuente: Triffin (1987). Basado en Survey of Current Business, junio 1985.

Como señala Susan Strange (1976) la crisis del dólar de principios de los anos setenta demostró la
continuación del rol financiero dominante de los Estados Unidos. Si bien el sistema sufrió algunas
modificaciones, el poder de este país para establecer tendencias monetarias sobre los otros gobiernos no
disminuyó. Por otro lado, cuestiones básicas como las relativas al uso y manejo de las reservas, la dirección
del sistema financiero y la disciplina de los operadores del mercado quedaron sin resolver, ya que no se
8
La cuenta corriente de la balanza de pagos de los Estados Unidos es negativa durante el período 1977-78 como a partir
de 1982, pero lo que cambia esencialmente es la forma de su financiación. Durante 1977-78 el déficit en cuenta
corriente es agravado por la salida neta de capitales privados, debiendo ambos ser financiados por transacciones
oficiales, como la compra de dólares por los bancos oficiales de otros países. A partir de 1982 el déficit en cuenta
corriente, que aumenta marcadamente en cada año, pasa a ser crecientemente financiado por flujos netos de capital
privado, que de ser negativos en 45.000 millones de dólares en 1982 pasan a ser positivos en 24.000 millones en 1983
(ver Federal Reserve Bank of New York, 1984).

9
estableció una autoridad monetaria que controlara la liquidez internacional. Esa falta de regulaciones y la
consolidación del dólar como moneda de reserva le dio a los Estados Unidos una mayor libertad para
posponer su propio ajuste y para transferir hacia otros países los efectos de éste. En otras palabras: “El
movimiento hacia tasas de cambio flotante y el fin de la convertibilidad del dólar por oro permitió a las
autoridades norteamericanas abandonar la posición nerviosa y defensiva a la que se vieron obligadas al
principio de la década de 1960 cuando el presidente Kennedy debía combinar sus temores acerca de una
guerra nuclear con sus preocupaciones sobre la balanza de pagos de los Estados Unidos” (Solomon, 1977).

III. La evolución de la liquidez internacional y los préstamos a los países latinoamericanos

a) Determinantes externos del rápido endeudamiento de algunos países del área

Durante la década de 1950 los países latinoamericanos enfrentan una escasez crónica de divisas,
dada por un magro balance de fondos externos y un limitado crecimiento de sus exportaciones. Es por eso
que a pesar de la utilización repetida de financiación compensatoria, las importaciones del área crecen muy
lentamente en términos reales (2,5 % por año) (Devlin, 1978). Durante esa década se dan en el mundo
occidental ciertas condiciones que incentivan las inversiones privadas directas hacia países en desarrollo. El
rápido crecimiento de las empresas multinacionales en una etapa de rápida expansión de la productividad
industrial junto a políticas de sustitución en los países en desarrollo llevó a esas empresas a la búsqueda de
nuevas oportunidades rentables de inversión en lugares cerrados al comercio.
Los requerimientos de los países latinoamericanos de programas de ayuda del tipo de los acordados
por los Estados Unidos a Europa en la posguerra no encontraron mayor eco en las autoridades de ese país
hasta fines de los años cincuenta. En 1961 se implementa la Alianza para el Progreso, en una decisión de los
Estados Unidos de aumentar los programas de ayuda hacia América Latina para contrarrestar la influencia
ideológica de la revoluci6n cubana. Los flujos oficiales se convierten en la fuente principal de recursos
financieros netos hacia los países periféricos durante la primera mitad de la década de 1960. Las inversiones
directas y en menor medida los créditos de proveedores son los rubros más importantes dentro de los flujos
privados.
Hacia la segunda mitad de los años sesenta comienzan a hacerse más notables los problemas de la
balanza de pagos de los Estados Unidos y surge una presión creciente para reducir los gastos externos no
militares. Se comienza entonces a cuestionar la efectividad política de la ayuda norteamericana hacia los
países más atrasados. Hacia fines de la década de 1960 puede observarse un estancamiento en los flujos
oficiales y un crecimiento significativo de los privados.
Durante los años setenta se produce un cambio en el monto y carácter de los préstamos
internacionales dirigidos hacia América Latina. Desde el inicio de la década algunos países como Brasil y
México comienzan a obtener créditos significativos de los bancos multinacionales. La deuda de los países en
desarrollo con los bancos aumenta en más del doble entre 1970 y 1973, cuando alcanza a 35.000 millones de
dólares. Medido sobre la base de los anuncios de nuevos créditos, esos flujos crecieron de 1.000 millones en
1971 a 4.500 millones en 1973, concentrados especialmente en cuatro países latinoamericanos: Brasil,
México, Perú y la Argentina (Dod, 1981). Es decir que el endeudamiento de países periféricos con la banca
internacional crece significativamente antes del primer gran aumento en los precios del petróleo, como
reflejo de las condiciones que presenta el mercado financiero internacional. Este proceso de endeudamiento
es luego potenciado por el advenimiento de los petrodólares. Los flujos bancarios pasaron de representar el
20 % del total de flujos netos de capital hacia América Latina en 1970 al 57 % en 1979. Mientras tanto, la
participación del financiamiento oficial disminuyó desde un máximo del 60 % en 1961-65 al 10 % en 1977-
799.
Es decir que, como es ampliamente conocido, la estructura de los flujos de capital hacia América
Latina cambió notablemente durante los años setenta, aumentando la importancia de las fuentes privadas y
dentro de éstas la del endeudamiento en relación a la inversión privada directa.
¿Qué es lo que determina este marcado endeudamiento de algunos países latinoamericanos con la
banca privada internacional? ¿Es una respuesta a las necesidades de estos países acentuadas por los mayores
déficit provenientes de los shocks petroleros? ¿Son esas necesidades las que deciden a los bancos a prestar a
países anteriormente impensables como posibles deudores? Y en todo caso ¿por qué se avienen a satisfacer

9
La inversión privada directa es otro de los rubros que vio disminuida su participación relativa, pasando de representar
el 33 % de la afluencia neta de fondos hacia América Latina en 1966-70 al 22 % en 1977-81.

10
esa demanda en los años setenta y no en las décadas anteriores cuando los países latinoamericanos debían
realizar ajustes casi inmediatos en sus economías ante presiones provenientes del sector externo.
La respuesta a estos interrogantes puede darnos pautas importantes para comprender la evolución
futura que presentarán los mercados de crédito internacional para los países periféricos. Parece difícil creer
que el motor impulsor de los flujos de capital hacia estos países así como de la expansión global del mercado
de euromonedas haya sido la mayor demanda de esos fondos. Sin embargo, autores como Heller (1979)
señalaron que dicha expansión está determinada predominantemente por la demanda de créditos, ya que
fueron las tasas de interés más elevadas que se ofrecieron en los euromercados las que originaron el déficit
de pagos de los Estados Unidos y el crecimiento de la liquidez internacional. No deja de ser ésta una
aproximación optimista, ya que indicaría que –una vez superada la crisis de la deuda– un aumento futuro en
la demanda de crédito internacional por parte de los países periféricos volvería a generar nuevos créditos de
los bancos hacia estos países.
En una visión opuesta, Mayer (1980) señala que el rápido crecimiento del crédito bancario
internacional durante los años setenta fue el resultado de la creación de liquidez internacional originada a
partir del déficit de la balanza de pagos de los Estados Unidos y no la causa de dicho déficit como señala
Heller. Esto es coherente con lo señalado por Pedro Kuczynski, director de la First Boston Corporation,
quien sostiene que el euromercado está dominado por el dólar y al ser virtualmente una extensión del sistema
monetario de los Estados Unidos tiende a reflejar rápidamente los efectos de la política monetaria de ese país
(Kuczynski, 1983)10.
Nosotros creemos que el crecimiento de los flujos de capital dirigidos hacia el Tercer Mundo durante
la década pasada y su reversión en la presente fue determinado predominantemente por cambios en la oferta
de esos flujos, es decir en la situación existente en los países centrales cuyo liderazgo financiero es ejercido
por los Estados Unidos. El rápido crecimiento de las exportaciones de capital desde este país y la venta de
dólares por parte de los particulares tuvieron un fuerte impacto sobre el nivel de las reservas monetarias
mundiales. Las reservas oficiales, que habían crecido moderadamente hasta fines de los años sesenta, llegan
a triplicarse durante el período 1970-7211. Este proceso y las regulaciones bancarias establecidas en los
Estados Unidos durante los años sesenta contribuyeron al desarrollo de los euromercados y a la expansión de
las actividades de los bancos privados internacionales fuera de sus países de origen12.
El rol fundamental de la oferta de fondos en el proceso de endeudamiento de los países en desarrollo
ha sido también enfatizado por autores como Killick (1981). “Es un error considerar a los flujos de capital
como una respuesta compensatoria a un ‘gap’ financiero de los países deficitarios. El tamaño de ese ‘gap’
está determinado por la disponibilidad de financiamiento, ya que los países que no pueden pedir prestado lo
que necesitan están obligados a restringir sus importaciones... Hay una tendencia a confundir demanda con
oferta y préstamos bancarios con necesidades de pago. Los comentaristas señalan que los mayores préstamos
son una evidencia de que los bancos responden a la demanda de los países deficitarios. Naturalmente no se
oye hablar de la imposibilidad de muchos países en desarrollo para obtener esos préstamos”.
La especial coyuntura internacional que se presentó desde principios de los años setenta,
caracterizada por un veloz aumento en la liquidez y por la ausencia de mecanismos inherentes al sistema para
el control de ésta, estimuló un proceso de rápido endeudamiento de algunos países periféricos. La
eliminación de la convertibilidad del dólar permitió a los Estados Unidos expandir su déficit externo y
financiarlo durante esos años a través de mayores salidas de capital. Pero el gran aumento de los fondos
disponibles para países del Tercer Mundo, que tuvo lugar en esos años, no fue un fenómeno puramente
monetario sino que estuvo ligado a la situación productiva de los países centrales. El déficit que presentan las
cuentas externas de los Estados Unidos refleja un proceso de deterioro de su competitividad en relación a
otros países. Por otro lado, las tendencias recesivas que se observaron en los países centrales desde el inicio
de los años setenta generaron una caída en las demandas domésticas de crédito que elevaron la liquidez de

10
El BPI señala al analizar la situación de los euromercados en 1977: En ese año “el déficit de la balanza de pagos de
Estados Unidos, junto a otras fuerzas expansivas tendieron a aumentar la oferta de fondos disponibles en los mercados
internacionales y se crearon condiciones muy favorables para los deudores. Afortunadamente, al menos para los
prestamistas, la demanda de créditos externos respondió positivamente” (BPI, Reporte Anual, Nº 48).
11
La tasa anual de crecimiento fue del 2,3 % en la década de 1950 y del 3,1 % en la del sesenta.
12
Se fijaron máximos a las tasas de interés sobre depósitos de menos de 100.000 dólares y se intentó frenar el déficit de
balanza de pagos a través de la imposición de límites en los créditos bancarios a no residentes. Esta última disposición,
que impedía los préstamos externos desde las casas centrales de los bancos en los Estados Unidos, llevó a que éstos
hicieran operaciones desde sus sucursales internacionales con fondos obtenidos en los euromercados.

11
los bancos y los llevaron a buscar nuevos clientes en los países periféricos13 Tal vez por eso, para Stallings
(1979) los años setenta constituyen para los bancos uno de esos períodos especiales en que existe
acumulación de capital excedente porque las tasas de ganancia se encuentran amenazadas, lo que lleva a las
empresas multinacionales a reducir sus inversiones y sus demandas de crédito, tanto en Europa como en los
Estados Unidos.

b) Cambios en la dirección y características actuales de los flujos de capital

Como ya lo señaláramos, a partir de 1973 los depósitos de los países árabes contribuyeron a elevar la
liquidez disponible por los bancos privados internacionales. Sin embargo, el nivel de estos depósitos no se
mantuvo constante a lo largo del período siguiente sino que creció marcadamente en los años posteriores a
los dos shocks petroleros para luego caer. En 1974 y durante 1979-80 se produce un gran aumento en los
depósitos netos de los países de la OPEP. Pero en los años siguientes, con el reacomodamiento en la
distribución de los excedentes mundiales, esos depósitos caen, como puede verse en el cuadro 5, para el
período 1975-78 y a partir de 1981.
Durante 1977-78 la caída de los depósitos de los países de la OPEP fue compensada por un
sustancial déficit de la balanza de pagos de los Estados Unidos, que se convierte en esos años en la principal

CUADRO 5
Flujos de depósitos netos de los países de la OPEP hacia los bancos
de los países desarrollados (a)
(Miles de millones de dólares)
Año Depósitos Préstamos Depósitos
brutos brutos netos
1974 26,5 2,5 24,0
1975 7,5 5,0 2,5
1976 12,5 9,5 3,0
1977 12,5 11,0 1,5
1978 3,3 16,7 –13,4
1979 37,4 7,2 30,2
1980 41,8 7,0 34,8
1881 3,3 4,3 –1,0
1982 –18,3 8,1 – 26,4

(a) Bancos del área del Banco de Pagos Internacionales.


Fuente: BIP: Reporte Anual, Nº 5 1 y Nº 53.

fuente internacional de liquidez. Esto contribuyó notoriamente a la expansión del endeudamiento de los
países en desarrollo. “En particular las políticas expansionistas seguidas por los países industrializados en
1977-78 y especialmente la política monetaria de los Estados Unidos fueron altamente responsables del
mercado de deudores que existió desde, 1977 y que hizo difícil tanto a los bancos como a los países
prestatarios mantener los límites apropiados. Esa emergencia del mercado de deudores y el subsecuente
aumento en los precios del petróleo prepararon el camino para los problemas presentes de la deuda
internacional” (BPI, Reporte Anual, 55).
La situación se vuelve diametralmente distinta durante la década actual como consecuencia de
cambios en las políticas macroeconómicas de los países centrales y de un agravamiento en las tendencias
recesivas, que parecerían incentivar relaciones más estrechas entre ellos. La recesión que tiene lugar en estos
países durante 1980-82 lleva a una caída importante en los precios de las materias primas, proceso que se
agudiza ante el auge de las tendencias proteccionistas14. Con el aumento en los Estados Unidos de la
13
“En un período durante el cual se estancó el crecimiento del crédito interno por declinaci6n de la demanda de
financiamiento de inversión de las principales empresas... la espectacular expansión de los préstamos internacionales
fue fundamental para mantener el crecimiento sostenido de las utilidades de los principales bancos estadounidenses,
especialmente de los doce que representan dos tercios de las actividades bancarias en el exterior” (Comité de Relaciones
Exteriores del Senado de los Estados Unidos, 1977).
14
Para el caso de América Latina se ha estimado (ver Iglesias, 1984) que si la relación de precios del intercambio se
hubiera mantenido a niveles similares a los de 1980 y si los tipos de interés continuaran a los niveles vigentes al
momento en que se contrajo el grueso de la deuda, la región habría dispuesto de 25.000 millones de dólares adicionales
en 1983, lo que le habría permitido cumplir sus compromisos externos sin comprimir dramáticamente sus importaciones
y el nivel de actividad interna.

12
demanda interna de crédito –como consecuencia del déficit presupuestario y la forma de financiarlo–, de
principal fuente internacional de liquidez este país pasa a convertirse en el principal receptor de los fondos
internacionales. Los países periféricos son los más afectados por este drástico cambio en la situación deudora
norteamericana y en el comportamiento de sus bancos, que reducen sus activos netos y su participación en
los euromercados. Esa participación va siendo crecientemente aumentada por los bancos japoneses15.
Desde el punto de vista de la generación del superávit mundial también aparecen modificaciones
fundamentales durante la década actual. La reducción en los precios del petróleo durante este período junto
al avance de la competitividad internacional del Japón permiten que este país desplace a la OPEP como
principal fuente de fondos excedentes. Es así que las exportaciones japonesas de capital alcanzaron a 65.500
millones de dólares en 1985 y fueron dirigidas fundamentalmente hacia los Estados Unidos a través de una
gran participación de los bancos japoneses.
Estos cambios en la dirección de los flujos de capital han sido acompañados por modificaciones en
las características de su reciclaje. Los países de la OPEP –sin un sector bancario desarrollado– colocaban sus
fondos fundamentalmente en depósitos bancarios a tasas de interés flotante. Esto les permitió utilizar la
experiencia de los bancos internacionales que realizaban préstamos sindicados de riesgo compartido a los
grandes tomadores de ese momento: los países del Tercer Mundo. Además les permitía no quedar
descolocados frente a un período de fuertes alzas en las tasas de interés. En contraste con este patrón de
inversión seguido por la OPEP, el reciclaje de los excedentes japoneses tiene lugar fundamentalmente a
través de bonos u otros instrumentos financieros (“securities”). Es así que en 1985 el 79 % de la financiación
internacional tomó la forma de instrumentos financieros (bonos, certificados de depósito, eurobonos,
etcétera), mientras que sólo el 21 % restante correspondió a créditos sindicados (en 1980 la relación era
exactamente la inversa). Es decir que durante los años ochenta se está produciendo un nuevo desarrollo del
mercado de capitales a la luz de nuevas innovaciones financieras que hacen que una parte creciente de los
flujos internacionales –y aún de los que tienen lugar internamente en los países centrales– tome la forma de
transacciones en papeles financieros y no en préstamos bancarios.

c) La relación entre los bancos internacionales y los países deudores

La veloz expansión presentada por el mercado de bonos en los últimos años coincide con la decisión
de los bancos de no continuar reciclando fondos hacia los países periféricos –estos países tuvieron siempre
un acceso escaso a este mercado– y con un aumento de las relaciones de los países industrializados entre sí.
En consecuencia, los primeros están quedando crecientemente marginados del mercado financiero
internacional. Además de tener una participación casi nula en los nuevos préstamos, continúan dominando en
ellos las relaciones tradicionales con los bancos cuando en los países centrales se están produciendo
profundas modificaciones en las relaciones entre estos últimos y los tomadores de crédito.
Es interesante detenerse brevemente a observar cómo evolucionaron las relaciones entre los mayores
países latinoamericanos y los bancos internacionales. Durante la década del setenta, debido a la gran liquidez
del mercado los bancos estaban en condiciones de ofrecerles amplios préstamos con bajas tasas de interés. La
deuda latinoamericana de ese período fue contratada en un contexto de expansión y competitividad entre
bancos internacionales que deseaban participar en el lucrativo mercado que ofrecían los países del Tercer
Mundo. Esto hizo que en determinados períodos existiera lo que se llamó un mercado de deudores, en donde
los gobiernos latinoamericanos disfrutaron de una capacidad de negociación desconocida anteriormente: no
aparecieron entonces cláusulas que condicionaran los préstamos, los niveles de “spread” o márgenes
bancarios fueron por momentos no mucho mayores que los cobrados a los deudores de países
industrializados, los plazos fueron ampliados, no se establecieron cláusulas precisas que contemplaran
claramente las situaciones de cesación de pagos. Es más, los bancos llegaron a descuidar la evaluación del
riesgo en países ya fuertemente endeudados y asumieron a nivel global la tesis de que los países no quiebran.
Y en algunos casos se permitieron continuar prestando por motivos esencialmente ideológicos o de apoyo a
un funcionario oficial, como fue el caso de Martínez de Hoz en la Argentina.
Esta situación de relativa y corta “bonanza” en la relación de algunos gobiernos deudores
latinoamericanos con los bancos internacionales coincidió con la especial coyuntura internacional a la que ya
nos hemos referido. Sin embargo, muchos analistas llegaron a considerar que respondía a una realidad de
largo alcance que marcaba una nueva era en las relaciones de América Latina con el resto del mundo. Se

15
A fines de 1985, cinco de los diez mayores bancos internacionales según sus activos eran japoneses. Esto fue
incentivado por el exceso de ahorro doméstico sobre la inversión que muestra Japón y por la fuerte apreciación que
sufrió el y en los últimos años.

13
habló por ejemplo de “tendencias de largo plazo del sistema mundial que estaban produciendo una
ampliación del campo de maniobra de los países latinoamericanos... porque la expansión de la liquidez
internacional había debilitado la disciplina financiera tradicionalmente ejercida por el FMI y porque el
progresivo debilitamiento de la hegemonía estadounidense había desplazado el centro de decisiones de la
potencia anteriormente hegemónica a un grupo de países centrales... Por lo tanto habría llegado la hora de
formular una teoría de la independencia que dé más importancia a la ampliación de la libertad de maniobra
internacional de nuestros países” (Ferrer, 1979).
Otros autores señalaron, hablando de la década de 1970, que el concepto de dependencia financiera
continuaba siendo válido sólo para el caso de aquellos países cuyo acceso a la liquidez internacional
permaneció restringida (Griffith-Jones, 1985).
Sin embargo, como podemos observar, esas visiones optimistas están siendo confrontadas por la
nueva realidad de los años ochenta y sus dramáticos cambios. Cuando el conjunto de los bancos decidieron
cortar sus préstamos al área en 1982, las negociaciones del pago de la deuda fueron lideradas por unos pocos
bancos internacionales grandes. El consiguiente deterioro en las condiciones de crédito fue acompañado por
incrementos en el costo de la deuda –fuertes recargos sobre la tasa LIBOR, altas comisiones–, que para
Devlin constituyeron una renta monopólica.
El advenimiento de un mercado de capitales no competitivo con un fuerte poder de negociación por
parte de esos bancos, que controlan el acceso al crédito de los países endeudados, le ha quitado a éstos no
sólo la capacidad de maniobra externa sino también la interna. Es que de la no condicionalidad existente en
las negociaciones con la banca durante la década pasada se ha pasado a una absoluta condicionalidad
presente dada por la necesidad previa de alcanzar concertaciones exitosas con el FMI.

Hemos tratado de señalar la relación existente entre ciertas tendencias que presentan las economías
centrales, especialmente los Estados Unidos, y el endeudamiento neto de los países periféricos.
Una de las ideas de carácter general que podría derivarse del análisis anterior es que en la medida en
que dentro de los países centrales la productividad no crezca lo suficientemente rápido como para hacer
frente a las demandas salariales, cabría esperar que estos países lleven adelante políticas recesivas –con altas
tasas de interés– que limiten ese crecimiento salarial. Si aceptamos la hipótesis de que el proteccionismo
contribuye a frenar la reestructuración tecnológica Y el crecimiento de la productividad, la expansión que
está teniendo en algunos países centrales y especialmente en los Estados Unidos nos estaría indicando la
continuidad de políticas recesivas y de altas tasas de interés para evitar que –como señalara el FMI– los
salarios se expandan más que la productividad. Este proceso se vería además potenciado dentro de los
Estados Unidos en la medida en que su competitividad internacional continuara mostrando signos de erosión.
Las autoridades norteamericanas –como ya señaláramos– dieron una respuesta diferente a sus déficit
de balanza comercial durante la década de 1970 y la de 1980. En el primer caso, el déficit externo fue
acompañado de políticas expansivas que contribuyeron a elevar la liquidez internacional y que mostraron a
los Estados Unidos, en algunos años, como el más importante exportador de capitales. Durante la presente
década el creciente déficit comercial, así como el fiscal, no está siendo financiado por políticas expansivas
sino a través de recursos provenientes del exterior atraídos por las altas tasas de interés. Este cambio en la
política monetaria de los Estados Unidos a partir de 1979 coincide en el tiempo con una etapa de caída del
salario real en ese país.
Si estas hipótesis fueran correctas y tuviéramos que pensar en la permanencia de una situación
recesiva –con altas tasas de interés– por un período no claramente predecible, sus efectos para los países
periféricos serían adversos, tanto por el peso que las tasas de interés tienen sobre el servicio de la deuda
externa Como por la situación de los precios de los productos primarios ya severamente afectados por la
recesión de los países centrales.
Por otro lado, es muy posible que las políticas monetarias restrictivas tiendan a consolidar la
tendencia actual a la expansión de las relaciones financieras entre los países industrializados y a la
marginación de los países periféricos. Paradójicamente las economías periféricas altamente endeudadas se
han vuelto mucho más dependientes de las políticas macroeconómicas que están teniendo lugar dentro de los
países centrales.
Ante el reconocimiento de que los bancos privados han dejado de ser una fuente voluntaria de acceso
al capital para los países del Tercer Mundo, algunos funcionarios oficiales del área han expresado sus
esperanzas en el rol futuro de las agencias oficiales internacionales como proveedoras de créditos.
Sin embargo, en un boletín reciente la banca Morgan señala que no deben forjarse ilusiones acerca
de la generosidad de los gobiernos de los países industrializados ni tampoco esperarse una gran expansión en
el financiamiento proveniente de las agencias internacionales u organismos de crédito a la exportación. La

14
financiación multilateral está limitada por la incapacidad de los Estados Unidos a contribuir con un aumento
importante dados sus problemas fiscales, y por la resistencia de otros países a cubrir esa brecha (World
Financial Markets, setiembre 1986). Incluso los recursos netos otorgados por el FMI durante 1986 fueron
negativos debido a una caída importante en los préstamos otorgados por esa institución.
Sin embargo, la actual situación de la deuda del Tercer Mundo está llevando a desbalances masivos
que no pueden mantenerse por mucho tiempo. El futuro inmediato parece mostrar una situación de tira y
afloje sobre montos de salida de recursos de los países periféricos. Todo parece indicar que la solución será
política, es decir que estará fuera de las presentes reglas de juego. Pero en todo caso sólo servirá para hacer
frente a los más acuciantes problemas actuales y no para que los países endeudados vuelvan a entrar en un
circuito de recepción de flujos de capital.
Esto nos señala la importancia que asume dentro de América Latina el desarrollo de un mercado
doméstico de capitales que actúe como fuente genuina de financiación de la inversión y del crecimiento.
Lamentablemente esos mercados han sufrido profundamente los efectos del proceso de endeudamiento y de
la incertidumbre generada por una creciente falta de credibilidad en las monedas locales. Esa falta de
credibilidad está marcando un piso al nivel de las tasas internas de interés para evitar la especulación
financiera hacia los activos externos. Por otro lado, el aumento del déficit fiscal de los gobiernos para hacer
frente al pago de los servicios de la deuda externa está generando profundas distorsiones macroeconómicas.
La absorción monetaria realizada como contrapartida de dicho déficit contribuye a elevar las tasas de interés,
volviendo más atractiva la colocación de fondos en activos financieros líquidos que en inversiones
productivas de mayor plazo y riesgo. No es aquí el lugar para desarrollar un diagnóstico y estrategias para el
sector financiero doméstico de los países latinoamericanos, pero sí para señalar que la situación de
abundancia de flujos internacionales que apareció en los años setenta respondió a una situación muy especial
vivida por los países centrales, situación que difícilmente vuelva a repetirse y que obliga a un profundo
replanteo de la realidad latinoamericana.

Resumen

Las economías latinoamericanas han enfrentado situaciones muy distintas en cuanto al acceso a
recursos financieros internacionales. Su escasez durante los anos cincuenta, un aumento sustancial en la
oferta de flujos financieros privados durante los setenta y otra vez una situación restrictiva desde 1982. El
trabajo intenta observar las causas externas de estas diferentes situaciones. Vincula la desaceleración
industrial que tuvo lugar en los países centrales durante la década de 1970 y el déficit en las cuentas externas
y fiscales que presenta la economía de los Estados Unidos con la oferta de recursos financieros para los
países de América Latina. En particular la forma diferente en que los déficit de la balanza comercial
norteamericana fueron financiados durante los años setenta y los ochenta –en el primer caso a través de
políticas expansivas, en los ochenta con recursos provenientes del exterior– iban a tener una profunda
incidencia sobre la dirección de los flujos de capital. Se observa hoy una tendencia creciente a la expansión
de las relaciones financieras entre los países industriales y se vislumbra como muy difícil que los países
latinoamericanos vuelvan a entrar en un circuito de recepción importante de flujos de capital internacional.

15
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