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4 / E L P A I S C U L T U R A L / N° 1319

Thundercat en concierto
Nueva vanguardia negra
tizador moog. Las cascadas de notas
Fernando García cristalinas acompañando las melodías de
(desde Buenos Aires) Thundercat dan paso a las oscilaciones

L
selenitas en las partes improvisadas don-
OS VETERANOS que en la de es imposible no pensar en el Joe Za-
segunda mitad de los setenta winul de Weather Report. Escucharlo
cambiaron sus discos de rock produce una extraña sensación temporal:
progresivo inglés por la avan- es 1980 en 2018. Pero a no confundirse
zada de una música que ligeramente se que esto de truco retro no tiene nada.
etiquetó como jazz rock y que, básica- Basta seguir el patrón rítmico del bate-
mente, era una ampliación del campo de rista Justin Brown, que alcanza veloci-
batalla eléctrico dispuesto por Miles Da- dad humana de drum & bass (un subgé-
vis, no darían crédito a lo que pasó en el nero electrónico hecho de programacio-
escenario del Teatro Vorterix de Buenos nes), para entenderlo. A diferencia de lo
Aires. que se había escuchado en Dr u n k , este
Thundercat (Stephen Lee Bruner, trío prescinde de apoyo digital, ya fueran

Foto Martín Camji


Los Ángeles, 1984) dirigió un trío desde samples o programaciones. Por eso lo
las seis cuerdas de su bajo al que pulsó más exacto es decir que Thundercat en
como un Jaco Pastorius reencarnado en vivo está antes y después del hip hop,
un frontman decontracté que, además, cuya arquitectura es deudora de la ins-
cantó melodías de inspiración soul en un trumentación virtual.
falsete sexy que parecía salido de otro sión” y que se había vuelto sinónimo de guitarra, hace que su instrumento cum- Una reseña del diario inglés The
cuerpo, no el suyo: robusto, como de híbrido estéril, atletismo de músicos para pla funciones de base, armonía y melo- Guardian escrita por Dorian Lynskey al
roadie, que se plantó en el centro del es- músicos. Imposible antes del hip hop, día a partir del despliegue de sonidos paso de Thundercat por Londres expo-
cenario. Thundercat, lejos de tener una este álbum cuya tapa enigmática mostra- que Bruner es capaz de extraer. Como si nía muy bien el efecto que provocan en
platea de jazzistas cerebrales, provocó ba al mismo Thundercat como a un Mi- el bajo eléctrico se hubiera redefinido escena. “El trío acostumbra a crear un
un terremoto en un público muy joven les Davis emergiendo de un pantano pa- tras el paso de las políticas sonoras digi- espiral que envía las canciones directa-
que llenó el teatro para escuchar largos recía absorber todo lo que fue de George tales (sampling, cut & paste y demás) y mente al cosmos antes de aterrizar a
pasajes instrumentales con solos de bajo Duke y Herbie Hancock a Kendrick La- la estética urbana del hip hop. Si en los salvo en un tempo ocioso de hip hop. El
y sintetizador, entrelazados en jam tan mar pasando por Stevie Wonder y Prin- 70 Stanley Clarke (acaso el modelo de público aplaude y festeja como lo ha-
sincopadas como enloquecidas. Todo ce, para plantar la bandera de una nueva Thundercat) y Pastorius habían encum- rían los pasajeros celebrando al piloto
aquello que parecía reservado para siem- vanguardia negra. brado al bajo al lugar de la guitarra solis- luego de que el avión ha tocado tierra” .
pre a un gueto de connaisseurs fue con- En escena, Thundercat expande el ta, Bruner lo empuja ahora a un nivel La misma descripción se aplica al show
sumido por un público de perfil indie, el formato a dimensión de supernova. Su hendrixiano: deconstruye el instrumento. del Teatro Vorterix.
mismo que todos los años agota las en- repertorio del teatro Vorterix estuvo aco- En este trío, el bajo ocupa un lugar de
tradas de la versión argentina del festival tado a las canciones de Dr u n k , que el usina donde las texturas y el timbre tie- MUCHAS PREGUNTAS. ¿Cómo es posible
Lollapalooza, y que ha sido entrenado y público coreó como si se trataran de hits nen la misma relevancia que la digita- que el jazz relegado por décadas a espe-
preparado para esa noche por la larga in- radiables (esto no deja de sorprender), ción y la velocidad. Thundercat quiere cialistas provoque esta efervescencia de
fluencia del hip hop. más algunas pocas de sus discos previos ser ambient y funk al mismo tiempo. Y nuevo? Thundercat no salió de la nada.
T h e G old en Age of Ap oca lyp se (2011) lo es. Su ADN no es un dato menor para El acid jazz que sirvió para reinterpretar
JAZZ CONTEMPORÁNEO. En marzo de y Ap oca lyp se (2013), que parecen ya de entender cómo y por qué lo consigue. Su la discografía en clave de house (allí es-
2017, Thundercat editó Dr u n k , una de otra vida tanto como lo fue su paso ado- padre, Ronald Bruner Sr., fue baterista tán los remixes del sello Verve o el fu-
las mayores sorpresas del año. Conocido lescente por el grupo hardcore punk cali- de estudios para Motown, la matriz rít- gaz éxito de US3) a principios de los 90
por su participación como músico y pro- forniano Suicidal Tendencies. El sonido mica del pop negro, en los 60 y 70, y su y, en paralelo, la biblioteca de samples
ductor junto a figuras del nuevo soul hipnótico de lounge inteligente en la me- hermano, Ronald Bruner Jr., ocupó el que el hip hop saqueó para construir su
como Erykah Badu, Flying Lotus y el dia luz de un penthouse da paso, acorde mismo lugar en las bandas de Stevie identidad negra, reinstalaron el género
nuevo paradigma del rap Kendrick La- a su pulsión de jazzman, a la improvisa- Wonder y Prince, donde se hicieron ma- en el pasaje contemporáneo. Sin embar-
mar, el bajista conseguía lo que parecía ción. Las mismas canciones que en sivas formas de entrelazado de la can- go no fue hasta hace muy poco que un
imposible: hacer del jazz un lenguaje Dr u n k se esfuman rápidamente, en el ción pop con el funk, el soul y el jazz. Es saxofonista virtuoso como Kamasi Wa-
contemporáneo. Para eso recurría a un escenario del Vorterix gozaron de un imposible no pensar en Stevie Wonder shington (para quien Thundercat ha to-
formato de canciones cortas (suman 24, tiempo extra donde la energía fue libera- cuando se lo escucha cantar en vivo; o cado) y un rapper como Kendrick La-
la mayoría apenas superan los 3 minu- da y los desarrollos instrumentales lejos no traer a la mente a Prince cuando eje- mar (invitado de Thundercat en Dr u n k )
tos), casi pasajes, en los que las melo- de invocar al mal genio del bostezo guia- cuta sus rutinas instrumentales (aunque lograron que casi no haya distinción en
días de inspiración jazzística se presen- ron al satori extasiado. Empezando por nada haya aquí de estrella glam); o no te- las escenas. Para los nuevos consumido-
tan casi como bocetos, partes de algo Bruner, que es capaz de interrumpir su ner a Motown como referencia de una res quizás no se llame jazz ni fusión
mayor, y son exhaladas con calidez noc- meditación en las seis cuerdas para ha- sensibilidad por el efecto de una melodía pero, como sea, Thundercat lo ha logra-
támbula de soul. Dr u n k podía ser una blar de videojuegos... o interactuar con el y una cadencia ajustada. do. Es el héroe de la nueva vanguardia
revelación absoluta de la música pop público (algo totalmente fuera de catálo- En los teclados Dennis Hamm alterna negra. ¿O acaso David Bowie no dejó el
aún cuando reuniera todos los elementos go en el mundo de la fusión o el viejo entre dos sonoridades icónicas del “jazz mundo con un disco de inspiración
de lo que tiempo atrás llamábamos “fu- jazz rock) y que, ante la ausencia de una rock”: el piano Fender Rhodes y el sinte- jazzera llamado Bla ck st a r ? ●

6 julio 2018

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