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Cultura, medios v sociedad

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Jesús Martín Barbero
Beatriz Sarlo
William Rowe
Ana María Ochoa
Fabio López de la Roche
Ana María Lalinde
Jaime Eduardo Jaramillo
Jorge Orlando Meló
Jairo Chaparro Valderrama
Germán Muñoz
José Fernando Serrano
Luz Guillermina Sinnmg

s¿
Cultura, medios y sociedad

JESÚS MARTIN BARBERO

FABIO LÓPEZ DE LA ROCHE

(Editores)

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UNIVERSIDAD NACIONAL DE C O L O M B I A
Facultad de Ciencias Humanas • Centro de Estudios Sociales
I'U( )(,k \M \ I \ I I K \ U l( ) \ \ l . l \ I I kDISUIM l \ \ k l ( )
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Facultad d e C i e n c i a s I l u m a n a s
l e n t r o d e E s t u d i o s Sociales

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Impreso v heelio en Colombia
PRESENTACIONES
IAHIO I.OP1.Z IH LA RIICIIK V [l-.Sl'S M \ U T 1 N HARBHRO

i >S

y participación ciudadana". Lalinde estudia algunas de las especi-


ficidades de la radio en la evolución de los medios masivos a lo lar-
go del siglo XX en Colombia y precisa cuatro etapas en la evolución
de la radiodifusión desde que surgió en los años treinta v cuarenta,
"cuando la propiedad aun se diluía en familias dispersas y 'quijo-
tes' ", al tiempo que las emisoras se orientaban a "lo que podría lla-
marse 'programación cultural': música clásica, teleteatros, poesía v
programas religiosos, más relacionada con ios gustos y la educación
de sus dueños que con cierta comprensión de los públicos". En la
segunda etapa, consolidado el medio como comercial, la programa-
ción se oriento mas hacia públicos populares v urbanos, contribu-
yendo a la transición de las culturas rurales a las urbanas mediante
los radioteatros v radionovelas, de los programas "en vivo", como
los concursos y los musicales, v de los consultorios sentimentales.
La tercera etapa, entre los años sesenta y los setenta, tiene que ver
fundamentalmente con la búsqueda de identidad propia del medio
ante el auge y la competencia de la televisión v se caracteriza por la
aparición de los primeros síntomas de especialización y segmenta-
ción de los públicos entre "emisoras musicales v emisoras llamadas
'básicas', que aun continúan con programación familiar, y en las que
se consolidan dos géneros: los humorísticos v los deportivos". La
cuarta etapa, de mediados de los setenta hasta los noventa, "coinci-
de con el ingreso de los grupos económicos a la radio, el viraje defi-
nitivo de la radio hacia la empresa privada" v la tendencia hacia la
especialización, que cobrará su mayor relevancia en el área de la in-
formación noticiosa.
El segundo conjunto de trabajos, dedicado a la cultura urbana
y las culturas juveniles", se abre con un trabajo del sociólogo de la
cultura Jaime Eduardo jaramillo Jiménez, "Formas de sociabilidad
v creación de identidades en el campo urbano-popular". En él, a
Cultura, medios y sociedad

El texto del historiador y analista de culturas políticas Fabio


López de la Roche, "Historia, modernidades, medios y ciudada-
nía en los estudios culturales latinoamericanos", evalúa algunos de
los trabajos de la tradición latinoamericana de investigación sobre
comunicación y cultura, presentando un mapa de los ejes de análi-
sis que configuran los trabajos sobre cultura política e historia cul-
tural comparada en América Latina. Llama asimismo la atención
acerca de algunas especificidades de la trayectoria histórico-cultu-
ral de la política en Colombia para cuestionar la ubicación, a me-
nudo esquemática, de Colombia en las tipologías del desarrollo
latinoamericano y en particular en ciertos modelos de lectura de la
historia latinoamericana propuestos sobre la base de la experiencia
política y cultural de los países del Cono Sur. Un lugar central en
el trabajo de López de la Roche lo ocupa la revisión del aporte de
algunos analistas latinoamericanos del campo de estudios de comu-
nicación y cultura a la comprensión de los procesos político-cultu-
rales contemporáneos. En palabras del autor, "la obra de García
Canclini, junto a la de Martín Barbero, Beatriz Sarlo, José Joaquín
Brunner, Renato Ortiz y otros analistas culturales de la región, ha
contribuido notablemente al desbloqueo de las ciencias sociales y
los estudios humanísticos para pensar de manera no maniquea y con
la necesaria distancia de las visiones demonizantes, pero también
de las políticamente ingenuas, la cultura de masas, la globalización
cultural y comunicativa, la industrialización de los bienes simbóli-
cos, su papel en la vida cotidiana [y] en la organización del tiempo
de la diversión y el ocio, la publicidad y sus implicaciones cultura-
les y valorativas, así como la reestructuración de culturas e identi-
dades nacionales en las condiciones de la globalización".

Completa esta primera parte del libro el trabajo de la comuni-


cadora social y profesora Ana María Lalinde, "Radio informativa
FABIO LOPKZ 111. I.A R O C H E V ( l . S t S M A R T I N BARBKRO
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culturales a un modelo literario o, por el contrario, se excluye a la


literatura y el modelo viene a ser los medios masivos". Para salir de
ese dilema, Rowe centra su reflexión en torno a la pregunta sobre
"cuál es el lugar de la actividad artística, específicamente la litera-
ria, en la comprensión del campo cultural en el que uno vive, tra-
tándose Je la época de los medios electrónicos y la cosmología
cuántica".
"El multiculturalismo en la globalización de las músicas regio-
nales colombianas", el ensayo de la etnomusicóloga Ana María
Ochoa, analiza el trabajo de Totó la Momposina y de Carlos Vives
desde la perspectiva de la transformación de lo regional en trans-
nacional mediante su adscripción a la world music. En el caso de
Totó y de su disco La candela viva —grabado y mezclado en los es-
tudios Real World de la estrella del pop Peter Gabriel—, los proce-
sos de producción y afirmación de lo regional y lo nacional pasan
paradójicamente por su inserción en lo transnacional: "El disco de
Totó aparece primero a nivel transnacional y luego, debido a la va-
loración que se le da en el exterior, entra al mercado colombiano.
Aquí se da un curioso fenómeno de descentramiento cultural en el
que centro y periferia pasan a existir en una situación circular, donde
el artista del tercer mundo es descubierto por un artista del primer
mundo, desde cuya valoración transnacional pasa a ser vendido en
el mercado nacional del cual proviene originalmente el artista".
Resultan interesantes asimismo, para indagar sobre la relación en-
tre industrias culturales y construcción de sensibilidades colectivas
e identidades personales, los planteamientos de Ochoa acerca de
cómo se construyen desde las propuestas de la industria musical los
sentidos de la autenticidad y la intertextualidad (telenovela-rock-
videoclip-categoría comercial de latín music) en la promoción de
Carlos Vives y otros artistas contemporáneos.
U.iillirra, medios v sociedad

chas sobre papel), "el hipertexto surge en la era de la electrónica y


de la virtualidad en la que los tipos ya no son materiales, no pueden
ser vistos hasta que no son convocados a la pantalla, y su organiza-
ción no es secuencia! ni fija, no tienen comienzo absoluto ni final
absoluto". Sin embargo, la fascinación tecnológica que sufrimos no
puede hacernos olvidar el lugar central que mantienen, en medio
de los nuevos contextos tecno-perceptivos, las competencias cultu-
rales provenientes de la cultura letrada. Es por ello que el acceso
masivo a los nuevos lenguajes y tecnologías demanda la renovación
de la escuela y de sus capacidades de redistribución e integración
social. A los que oponen el hipertexto ai libro, Beatriz Sarlo les plan-
tea que no habrá creatividad sin lectores capaces de mantener una
relación fluida con lo escrito, ya sea sobre papel o en el espacio
virtual de la pantalla. Y les recuerda que la historia del libro está es-
trechamente unida a la de la educación: fue la escuela la que formó
públicos que luego compraron libros y periódicos en el mercado.
"I ,a escuela, que pudo responder al desafío democrático e integra-
do!', hoy enfrenta una tarea doble: acentuar el proceso de distribu-
ción cultural a través de las destrezas básicas de lectura y escritura
v, al mismo tiempo, imaginar una nueva pedagogía que se haga
cargo de la innovación tecnológica".
"Poética, cosmología y modelos de la cultura en la época de los
medios electrónicos", el trabajo de William Rowe —crítico literario
inglés inscrito a la vez en la tradición de los estudios culturales bri-
tánicos y la investigación de las literaturas latinoamericanas-, estu-
dia las "tensas relaciones" entre literatura y ciencias sociales, y entre
literatura v medios electrónicos, para plantear algunas cuestiones
claves en la situación actual de los estudios culturales en tanto prác-
ticas de investigación v de enseñanza. Rowe da cuenta de una opo-
sición que es necesario superar: "Se tiende a acomodar los estudios
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sítales, en la vida social y de las paradojas que presenta la situación


en que ese descentramiento se inscribe: la convivencia de la opulen-
cia informativa con el acelerado debilitamiento de lo público y la
creciente brecha entre aquellos pocos que están conectados a los bie-
nes y las posibilidades de la información v la comunicación glo-
balizadas, v la mayoría de los desconectados y excluidos del acceso
a esa tecnologías. Un lugar central en la reflexión de Martín Bar-
bero lo ocupan los desafíos que esos procesos culturales y tecnoló-
gico-comunicattvos plantean tanto a la tarea del intelectual como a
las ciencias sociales, pues éstas "no pueden ignorar hoy que los nue-
vos modos de simbolización y ntualización del lazo social se hallan
cada día más entrelazados a las redes comunicacionales y los flujos
informacionales". Pillo plantea la necesidad de "una crítica capaz
de distinguir la necesaria, la indispensable denuncia de la compli-
cidad de la televisión con las manipulaciones del poder y los más
sórdidos intereses mercantiles —que secuestran las posibilidades de-
mocratizadoras de la información y las posibilidades de creatividad
y de enriquecimiento cultural, reforzando prejuicios racistas y raa-
clustas y contagiándonos de la banalidad y de la mediocridad de la
mayoría de la programación—, del lugar estratégico que la televisión
ocupa en las dinámicas de la cultura cotidiana de las mayorías al es-
tar transformando sus sensibilidades y modos de construir imagi-
narios e identidades".
El ensayo de la argentina Beatriz Sarlo, "Del plano a la esfera:
libros e hipertextos", reflexiona sobre la incidencia social y cultural
de la difusión de los computadores al modificar sustancialmente la
materialidad y las formas de escritura y lectura. Con el surgimiento
del hipertexto pasamos, en palabras de Sarlo, "de la lectura plana a
la lectura esférica". Pues, mientras el libro pertenece a la era de la
mecánica (los tipos móviles impresos con prensas, rodillos, plan-
Cultura, medios y sociedad

Fabio López de la Roche y Jesús M a r t í n Barbero

jtLl presente volumen recoge trabajos referentes a dos tópicos cen-


trales del Seminario Internacional sobrCleorías culturales)' Estudios
de Comunicación en América Latina: uno, los cambios en la relación
entre cultura y medios de comunicación; dos, temas y problemas de
la cultura urbana y las culturas juveniles. En ambos se indaga por
el desbordamiento del canon cultural producido por las narrativas
y los discursos massmediáticos, las nuevas tecnicidades y las nue-
vas sensibilidades. En América Latina la investigación cultural es
anterior a que apareciera la etiqueta de "estudios culturales", pero
se fundamenta tanto en la experiencia que aportan los movimien-
tos sociales como en el trabajo de los pioneros ingleses que, como
R. Williams, R. Hoggart y Stuart Hall, investigaron la inserción
de los medios de comunicación en las dinámicas de la cultura con-
temporánea y la relación de las culturas juveniles con las industrias
culturales y las transformaciones de la ciudad. Fue en busca de la
comprensión de los procesos sociales que la investigación cultural
en Latinoamérica se ha convertido en un área estratégica de reco-
nocimiento de las rupturas y continuidades de que está hecha nues-
tra modernidad.
La primera parte se inicia con el trabajo "Experiencia audio-
visual y desorden cultural", de Jesús Martín Barbero, dedicado al
análisis del descentramiento cultural producido por la actual hege-
monía de los medios de comunicación, en especial de los audiovi-
L U Z (CABRILLA A R A N 0(1

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trepo y Jaime Eduardo Jaramillo, cuya labor crítica y comprome-


tida logró darle nuevas dimensiones a este programa y asegurarle
raíces en el medio académico colombiano. A los profesores Carlos
Patino y Angela María Pérez les debemos la excelencia de la coor-
dinación académica y logística del primer coloquio. Nuestros reco-
nocimientos y gratitud a los ponentes nacionales e internacionales
que aceptaron nuestra invitación y nos ofrecieron trabajos origina-
les de excelente calidad.
Finalmente, mis afectuosos agradecimientos a Sonia Alvarez,
nuestra "coordinadora logística", alma y nervio del segundo y del
tercer coloquios, infatigable salvadora de obstáculos, sin cuya de-
dicación estos eventos no habrían sido posibles, y al equipo del CES
que la respaldó con trabajo perseverante y entusiasta: Fernando Vis-
bal, Angela Díaz, Rosalba Meló, Margarita Villada, Miiler Mora.

fuz Gabriela Arango


Directora
CENTRO 1)K ESTUDIOS SOCIALES
Memorias de un encuentro
i i

la ampliación del proyecto editorial, la continuidad de los coloquios


internacionales de muy alto nivel, la organización de simposios re-
gionales que nos permitan conocer v estimular los procesos de in-
vestigación cultural en las regiones, son algunos de los propósitos
del grupo de estudiosos e instituciones que se ha congregado alre-
dedor de este programa, coordinado por el Centro de Estudios
Sociales.
Son numerosas las personas que han contribuido a la consoli-
dación de estos esfuerzos. A nombre de la Universidad Nacional,
la Facultad de Ciencias Humanas y el CES quiero expresar nues-
tra gratitud a Carlos Rincón, por haber dado inicio a este progra-
ma en asocio con la Universidad Nacional con perspectivas de muy
alta calidad investigativa; a Elba Cánfora, por sus decisivas gestio-
nes al inicio del programa; a los rectores Guillermo Páramo y Víctor
Manuel Moncayo, así como al entonces decano de Ciencias H u -
manas y actual vicerrector de sede, Gustavo Montañez, por la im-
portancia acordada a este programa en la Universidad Nacional; a
Isadora de Norden, Jorge Orlando Meló, Ramiro Osorio, Paul
Bromberg, Norma Constanza Muñoz, Pedro Henríquez y (íermán
Rey por su generoso apoyo institucional y personal, y a los funcio-
narios de las instituciones convocantes que, como Hernando Ber-
nal, Fernando Vicario, Carmen Perini, Luz Teresa Gómez, Rosita
Jaramillo, Armando Soto, Julián Serna, María Cristina Andrade,
I .uz Stella Sierra y Eduardo Gutiérrez, brindaron su entusiasmo a
este proyecto.
Particulares expresiones de gratitud tengo para el profesor Je-
sús Martín Barbero, actual director académico del programa, al
cual le ha reservado generosamente un lugar especial dentro de sus
múltiples actividades; y para el comité académico y editorial, in-
tegrado por Fabio López de la Roche, Ivonne Pini, Gabriel Res-
L U Z Ci \ B R I I L \ ARANA,O

I O

rales sobre América ffitina, que convocó en la Biblioteca Luis Ángel


Arango a especialistas internacionales como Jean Franco, William
Rovve, Doris Sommer, Arcadio Díaz Quiñones, Josefina Ludmer,
Julio Ramos.
Ante la favorable acogida del evento, para 1997 el programa am-
plió sus perspectivas. Además de invitar a un grupo muy selecto de
especialistas internacionales —entre ellos Beatriz Sarlo, Nelly Ri-
chard, Carlos Monsaváis, Arcadio Díaz Quiñones, Osear Landi,
William Rovve, Han.s Udrich Gumbrecht— se amplió la participa-
ción de especialistas colombianos y se hizo una convocatoria abier-
ta a los investigadoRS para que presentaran sus trabajos en el campo
de los estudios culturales v de comunicación. El resultado de este
segundo coloquio superó nuestras expectativas. Con cuarenta y un
ponencias y más de trescientos cincuenta asistentes, provenientes de
numerosas universidades del país, la presencia de un público de dis-
tintas edades y generaciones, la participación significativa de estu-
diantes v jóvenes investigadores de muy diferentes regiones del país
puso en evidencia ci creciente interés por la problemática cultural.
La importante asistencia de funcionarios, periodistas y gestores cul-
turales enriqueció el encuentro y permitió romper algunas barreras
entre la universidad y otros sectores sociales. Para 1998, el progra-
ma busca asegurar su permanencia, liderando una dinámica que le
cié continuidad y profundidad a la experiencia adelantada hasta el
momento. El Encuentro Internacional de Estudios Culturales en
América Latina, centrado en el tema de "Cultura y globalización",
convoca este año a diecisiete destacados conferencistas nacionales
e internacionales —entre ellos Martin Hopenhayn, George Yúdice,
Renato Ortiz, H u g o Achugar, Beatriz González Stephan, Juan
Luis Mejía, Armando Silva, Erna von der Walde—. Para el futuro,
la consolidación de ana red de investigadores culturales en ci país,
Memorias de un encuentro

Luz Gabriela Arango

tLs muy grato para el Centro de Estudios Sociales de la Universi-


dad Nacional ofrecer a los lectores, observadores escépticos o en-
cantados de las importantes transformaciones culturales que viven
nuestras sociedades, los libros Cultura, política y modernidad y Cultu-
ra, medios y sociedad. Ellos son el resultado del coloquio Teorías de la
cultura y estudios de comunicación en América Latina, realizado en San-
tafé de Bogotá en julio de 1997, en el marco del Programa Inter-
nacional Interdisciplinario de Estudios Culturales sobre América
Latina. Este programa, ideado por el profesor Carlos Rincón, de la
Universidad Libre de Berlín, y acogido con entusiasmo por la Uni-
versidad Nacional, ha tenido como propósito principal apoyar la di-
fusión en Colombia de las innovaciones teóricas y metodológicas en
el campo de los estudios literarios y culturales a nivel internacional.
Con ello, se propone incidir en el mejoramiento de la calidad de los
docentes colombianos, de su capacidad científica y su inserción den-
tro de la comunidad académica internacional. Apoyado desde sus
inicios por instituciones como Colcultura —hoy Ministerio de Cul-
tura—, el Instituto Distrital de Cultura y Turismo de la Alcaldía de
Bogotá, la Secretaría Ejecutiva del Convenio Andrés Bello y la Bi-
blioteca Luis Ángel Arango, ha contado también con el respaldo del
Ministerio de Educación, la Fundación Social y la Consejería Eco-
nómica de la Presidencia de la República. En 1996, el Programa
despegó con ei coloquio La situación de los estudios literarios y cultu-
Cultura, medios v sociedad
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partir del reconocimiento del nuevo contexto económico-social y


político de desarrollo en el campo popular-urbano en la América
Latina desde los años ochenta hasta nuestros días —marcado por los
procesos de desproletarización y crecimiento paralelo de la infor-
malidad laboral- muestra cómo se desarrollan esfuerzos significa-
tivos de afirmación de nuevos actores sociales y de sus identidades.
A partir de investigaciones sobre cultura, espacio y tiempo libre rea-
lizadas en la localidad 18 de Santafé de Bogotá v en otras dos loca-
lidades del suroriente de la capital, Jaramillo Jiménez nos muestra
el papel que cumplen hoy día en la sociabilidad del campo urbano-
popular las organizaciones de mujeres (madres comunitarias, jar-
dineras), las distintas formas de organización juvenil —vistas en el
marco de la crisis de la escuela pública v la figura del maestro— y los
nuevos movimientos religiosos que, en respuesta a ciertas deman-
das culturales de creación de "comunidad" (Lechner), construyen
simultáneamente importantes espacios de solidaridad; "No tiene
sentido quejarnos por la desaparición o el debilitamiento de otras
formas asociativas más tradicionales. Lo que resulta claro es que
existe un impulso a la organización en ci campo urbano-popular en
minorías activas y que ellas pueden contribuir a superar su situa-
ción de pobreza, de marginalidad, de exclusión, al permitirles co-
lectiva y organizadamente expresar sus necesidades, expectativas,
proyectos. Pueden ser interlocutores privilegiados ante el Estado,
las ONGs y otros tipos de instituciones externas. Al mismo tiempo
son espacios de sociabilidad y socialización privilegiados, de pro-
cesamiento de necesidades y conflictos, de gestación de proyectos
comunitarios, de constitución de identidades, de construcción de
actores sociales".
En su ensayo "Medellín 1880-1930: los tres hilos de la moder-
nización", el historiador Jorge Orlando Meló aborda tres ejes del
L A B I O L Ó P E Z DE LA R O C H E Y J E S Ú S M A R T I N BARBERO

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desenvolvimiento modernizador de la ciudad durante el período es-


tudiado: "el desarrollo de una imagen de ciudad moderna y los es-
fuerzos para poner en práctica, en forma planeada, unos ideales de
vida urbana", "el proceso por el cual se intentó educar la población
para esa vida urbana", y la manera como la literatura se ubicó en y
expresó esos procesos de modernización y civilización. Esas tres fa-
cetas del proceso modernizador son vistas a través de la aproxima-
ción a tres figuras protagónicas, con sus distintos idearios cívicos y
focalizaciones sociales: don Ricardo Olano, empresario y promo-
tor del desarrollo urbano de Medellín; don Tulio Ospina Vásquez,
autoren 1910 del Protocolo hispanoamericano de la urbanidad y el buen
gusto, "uno de los varios tratados de urbanidad publicados en la ciu-
dad en estos años, pero el que vieron sus contemporáneos como pa-
radigmático"; y don Tomás Carrasquilla, con sus novelas urbanas.
Abordando los tres discursos como "tres líneas de desarrollo de una
nueva sensibilidad social que conduce al control de los hábitos y
costumbres campesinos y su reemplazo por los que se definen como
urbanos", en sus palabras, "la conversión del montañero en hombre
civilizado y urbano", el historiador nos muestra el auge entonces
de los manuales de cívica, cortesía, urbanidad, etiqueta, buenas ma-
neras, buena conducta o buen tono, como "señal de la necesidad
creciente, a medida que aumenta la vida urbana y con ello el contac-
to entre grupos de personas más amplios, de generalizar unas nor-
mas ritualizadas y previsibles de conducta a toda la sociedad".
Jairo Chaparro Valderrama, etnógrafo y educador de adultos,
nos presenta en su trabajo "Los mapas culturales, una herramienta
para la gestión local", una propuesta para la intervención en pro-
cesos de gestión local con una perspectiva cultural. Partiendo de la
idea de que "las distancias existentes entre la vida formal-mstitu-
cional del Estado v la vida cotidiana de las mavorías son distancias
Cultura, medios v sociedad

básicamente culturales" y de que, "frente a ellas, resulta prioritario


tender puentes y vasos comunicantes que conecten las culturas que
definen a los ciudadanos, por un lado, con el diseño y la ejecución
de los proyectos de desarrollo, y por otro, con los procesos de par-
ticipación", el autor propone unos mapas culturales cuya utilidad
consistiría en tratar "de codificar y de localizar sobre el territorio los
elementos que mediatizan las relaciones de los grupos y sectores so-
ciales consigo mismos, con sus semejantes y/o con algunos elemen-
tos de su entorno". Contándonos dos experiencias bogotanas —en
la zona de la carrera quinta, entre los parques Nacional y de la Inde-
pendencia, y en el barrio Jerusalén de Ciudad Bolívar-, Chaparro
nos muestra cómo pueden ser usados estos mapas culturales en pro-
yectos de intervención local desde políticas públicas y en progra-
mas de participación social.
En su escrito "Identidades culturales e imaginarios colectivos.
Las culturas juveniles vistas desde la cultura rock", el semiólogo y
comunicólogo Germán Muñoz aplica al estudio de la cultura rock
la idea de que "es posible acercarse a la comprensión de las identi-
dades culturales a través del análisis de objetos culturales que cons-
truyen y son construidos por imaginarios colectivos". Trabajando el
rock y las subculturas juveniles urbanas, Muñoz asume su investi-
gación como el cruce de dos intensidades que se modulan recíproca-
mente. Ed objeto así caracterizado aparece en su perspectiva como
"excesivo, fractal y complejo", y como consecuencia de esta aproxi-
mación el autor se plantea en el tratamiento de su objeto de estudio
"la pérdida de la totalidad" o de "la pretensión de unidad en la mi-
rada", lo cual lo conduce al reconocimiento de diversos puntos de
vista que muestran diferentes facetas del fenómeno: la mirada co-
municológica (la "interpretación" a partir de sus propios arqueti-
pos), la mirada antropológica (la observación de actuaciones de
L A B I O L Ó P E Z DI LA R O C H E . V J E S Ú S M A R T I N BARBERO

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algunas "comunidades emocionales"), la mirada estética (el análi-


sis de su producción simbólica desde el ángulo de "la sensibilidad")
y la mirada de los rockeros ("participantes directos" de la cultura
que focaliza el acceso). L o que se pretende con esta multiplicidad
de perspectivas es un nuevo acceso a la comprensión de las culturas
juveniles urbanas contemporáneas en tanto que "comunidades de
sentido", múltiples, diversas y cambiantes, poseedoras de saberes
y sensibilidades propias", al mismo tiempo que:

examinar desde un enfoque cultural algunas hipótesis respec-


to a formas de ser/parecer de las culturas juveniles urbanas: la sen-
sibilidad emocional, las atmósferas en donde conviven, su perma-
nente mutación e inestabilidad, las tendencias o modas en lasque
se inscriben y que no obedecen a un principio ordenador de la to-
talidad ni son aspectos puramente "residuales" para su compren-
sión, la circulación dinámica de sus capitales simbólicos vehicu-
lados en objetos culturales de amplio consumo entre actores de la
"nueva generación": video, música, ropa...

En su ensayo "La investigación sobre jóvenes: estudios de (y


desde) las culturas", el antropólogo José Fernando Serrano, en una
relectura crítica de parte de la bibliografía sobre juventud dentro
de los estudios de sociología urbana de la Escuela de Chicago, pa-
sando por las contribuciones de los Estudios Culturales Británicos,
hasta algunas de las aproximaciones latinoamericanas y colombia-
nas al tema, llama la atención sobre las limitaciones de la utilización
prioritaria de criterios etáreos en la definición de "juventud", subra-
yando la conveniencia de integrar un conjunto amplio de criterios
o factores incidentes en la construcción del concepto, entre ellos la
situación histórica y generacional, la condición de ciase, la etnia, ci
Cultura, medios v sociedad
2
]

género, las estéticas, los modos de sentir y la integración simbólica


en las redes de mercado.
Cierra este libro ci ensayo de la filósofa y profesora de historia
del arte Luz Guillermina Sinnmg, denominado "Creación estética
juvenil: una experiencia plástica v visual en la Academia de Artes
de Bogotá". Sobre la liase de su experiencia docente en la ASAB,
un espacio académico experimental de una gran riqueza y una gran
variedad por las experiencias sociales v culturales que allí concurren,
la autora muestra cómo confluyen en la producción plástica de va-
nos de los estuchantes de ese centro docente temáticas y situacio-
nes complejas de la vicia urbana capitalina, experiencias personales
de violencia y marginalidad urbana, así como lenguajes e influen-
cias culturales asociadas a la revolución informática y a la estética
mass-mediática contemporánea, ingredientes culturales que reela-
borados a través de distintas técnicas y procesos creativos se tradu-
cen en nuevas formas de expresión de nuestros conflictos nacionales
y capitalinos, de los dilemas y las encrucijadas globales y de las di-
versas situaciones existenciales de los jóvenes creadores que miran
V recrean ei mundo a partir de las incertidumbres y las esperanzas
vislumbradas desde su ubicación generacional en el siglo XX, que
termina, y en ci umbral del siglo XXI, que ya se insinúa en algunas
de las tendencias del que acaba. El texto de la profesora Sinning se
acompaña de un registro visual de trabajos estético-plásticos de es-
tudiantes de último semestre de artes plásticas en la Academia Su-
perior de Artes de Bogotá.
El conjunto de trabajos que aquí presentamos, junto a los es-
critos incluidos en el otro volumen, constituye no sólo un aporte sig-
nificativo a la inserción de los estudios culturales en Colombia como
campo estratégico dei saber académico, y a la necesaria apertura de
las humanidades v las ciencias sociales a nuevos modos v objetos
F A B I O L Ó P E Z D E LA R O C H E Y J E S Ú S M A R T I N BARBERO
2
4

de investigación, sino también un insumo importante para la formu-


lación de políticas culturales, educativas y de comunicación desde
la sociedad y el Estado, tanto más valiosos en estos tiempos de ace-
leradas transformaciones socioculturales en que los niveles de in-
certidumbre y de confusión social crecen cada día, lo cual impide
disponer de diagnósticos que permitan incidir en la realidad con ni-
veles mínimos ya no de información sino de conocimiento.
De igual modo —en su diversidad de enfoques y alcances, y aun
en el desigual desarrollo teórico y metodológico que evidencian—
estos textos constituyen una buena muestra de la investigación cul-
tural que está posibilitando a los latinoamericanos pasar de su tra-
dicional oficio en la conversación internacional, el de "informantes
nativos", al de productores de teoría y formuladores de "problemas"
de investigación. Con la subsecuente redefinición del sentido del diá-
logo que anima el intercambio con los estudios culturales que se ha-
cen en la academia norteamericana o europea. Tal intercambio no
se halla exento de malentendidos, pero hoy hace explícitas las con-
secuencias que, para el quehacer teórico y las agendas de investi-
gación, implican los lugares de enunciación desde donde se escribe y
desde donde se lee. N o para reeditar viejos discursos esencialistas
o fundamentalistas sobre la identidad/diferencia latinoamericana,
sino para romper el espejismo de una "centralidad de los márgenes"
decretada desde el centro; esto es, como dice Nelly Richard, para
"desadaptar efectivamente el mecanismo de autoridad fijado por el
centro entre tloriginal (el texto metropolitano) y Xztradución (su apli-
cación periférica)".
PRIMERA PARTE
Cultura y medios de comunicación
Experiencia audiovisual
y desorden cultural

Jesús Martín Barbero

Introducción: el "mal de ojo " de los intelectuales

Jim un texto reciente, Héctor Abad Faciolmce1, con la garra que lo


caracteriza y un elegante dejo de melancolía, condena la televisión
por su naturaleza inculta, frivola y hasta imbécil, pues "cuanto más
vacuo sea un programa, más éxito tendrá". La causa de esa abomi-
nación es VA fascinación que produce el medio adiovisual, "gracias a
su capacidad de absorbernos, casi de hipnotizarnos", evitándonos
"la pena, la dificultad de tener que pensar". De lo que se concluye:
"apagar, lo que se dice apagar la televisión, eso no lo van a hacer las
mayorías jamás". Por lo que se infiere que lo que debe preocupar-
nos no es ci daño que haga a las personas ignorantes (¡los analfa-
betos algo sacan!), sino ci que le hace a la minoría culta, intelectual,
estancándola, distrayéndola, robándole sus preciosas energías in-
telectuales.
Si, como pienso, la cultura es menos el paisaje que vemos que
la mirada con que lo vemos, empiezo a sospechar que el alegato ha-
bla menos de la televisión que de la mirada radicalmente decepcio-
nada del pensador sobre las pobres gentes de hoy, incapaces de

"I ,a tele novela o ci bienestar en la incultura", en \ limero. N" 9 ( Bogotá:


1996), pp, 6.E68.
JESÚS MARTIN BARBERO

28

calma, de silencio y soledad, y compulsivamente necesitadas de mo-


vimiento, de luz y de bulla, eme es lo que nos proporciona la televi-
sión. Sólo que esenos, que incluye al autor entre esas pobres gentes,
tiene algo de ironía pero también no poco de tramposa retórica. Pues
si la incultura constituye la quintaesencia de la televisión se explica-
ría el desinterés y, en el "mejor" de los casos, el desprecio de los in-
telectuales colombianos por la televisión, pero también queda ahí al
descubierto el pertinaz y soterrado carácter elitista que prolonga esa
mirada: confundiendo iletrado con inculto, las élites ilustradas, ya
desde el siglo XVIII, al mismo tiempo que afirmaban -Apueblo en
la política lo negaban en la cultura, haciendo de Izincultura el ras-
go intrínseco que configuraba la identidad de los sectores popula-
res, y el insulto con que tapaban su interesada incapacidad para
aceptar que en esos sectores podía haber experiencias y matrices de
otra cultura".
Ahondando en esos interrogantes llevo años preguntándome
por qué los intelectuales y las ciencias sociales en Colombia siguen
padeciendo un pertinaz "mal de ojo" que los hace insensibles a los
retos que plantean los medios, insensibilidad que se intensifica ha-
cia la televisión. Ni aun en los diez volúmenes de la Nueva historia
de Colombia hubo un pequeño sitio para otros medios que no fue-
ran la prensa y el cine. L o que no deja de ser revelador: si la prensa
es la que cuenta con más y mejor historia escrita no es sólo por ser
el medio más antiguo, sino por ser aquel en que se reconocen cultu-
ralmente los que escriben historia. M e pregunto el por qué de la au-
sencia en Colombia de una corriente intelectual que, como en Brasil
o Chile por ejemplo, mire la televisión desde un discurso menos ma-

" J. Martín Barbero, "Afirmación y negación del pueblo como sujeto", en


De los medios a las mediaciones (México: Ci. Gilí, 1987), pp. 14-30.
h'.xperiencia audiovisual y desorden cultural

niqueo y capaz de superar una crítica intelectualmente rentable... jus-


tamente porque lo único que propone es apagar el televisor. Hasta
los maestros de escuela niegan que ven televisión, ¡creyendo así de-
fender ante los alumnos su hoy menguada autoridad intelectual!
García Canclini ha sido uno de los primeros en explorar los
modos de relación de los intelectuales latinoamericanos con la tar-
domodernidad desde su relación con la televisión, y ello mediante
un esclarecedor análisis de dos muy diferentes modos de mirarla:
los de Borges y Octavio Paz 3 . Podríamos hacer una comparación
también ilustrativa a este respecto entre las miradas de dos países
como Colombia y Brasil.
En un país tan dividido y desgarrado, tan incomunicado como
Colombia, la televisión se ha convertido en escenario de perversos
encuentros: mientras las mayorías ven allí condensadas sus frustra-
ciones nacionales por la "tragedia" de su equipo en el mundial de
fútbol de Estados Unidos, o su orgulloso reconocimiento por las fi-
guras que, de las gentes de la región y la industria cafetera, drama-
tizó la telenovela Café, la culta minoría vuelca en ella su impotencia
y su necesidad de exorcizar la pesadilla cotidiana, convirtiéndola en
chivo expiatorio al que cargarle las cuentas de la violencia, del va-
cío moral y de la degradación cultural. La televisión sería además
la principal culpable de que en el país casi no haya cine ni se apoye
el teatro, culpable no sólo de que los empresarios no inviertan más
que en ella, sino de que los espectadores hayan perdido el gusto por
el verdadero arte.
En Brasil, donde la televisión es mediada aún más fuertemen-
te que en Colombia por las condiciones del negocio, pues consti-

' N . Carcía Canclini, "De Paz a Borges; comportamientos ante el tele-


visor", en Culturas híbridas (México: Grijalbo, 1990), p. 96 ss.
ILSUS MARTIN BARBERO

tuve una gigantesca industria de exportación, ese medio se ha con-


vertido, sin embargo, en un espacio de cruces estratégicos con su tra-
dición cultural, teatral, novelesca, cinematográfica, e incluso con ci
pensamiento y ci trabajo de no pocos intelectuales y artistas de iz-
quierda. Algunos de los dentistas sociales y filósofos de más peso,
como Sergio Miceh, Renato Ortiz, Muñiz Sodré y Dedo Pignata-
n, son autores de investigaciones v ensayos decisivos sobre las re-
laciones de la televisión con su país. Y algunos de los más exitosos
libretistas y directores son novelistas o dramaturgos pertenecientes
al partido comunista y al P.'!'., como Dias Gomes, Doc Compáralo
o Aguinaldo Silva. Lo que ha posibilitado hacer de la telenovela
brasileña un espacio estratégico de expresión de los mestizajes y las
contradicciones que en ese país han producido su modernidad.
Una pista de compresión de ese contraste la ofrece Daniel Pé-
caut al trazar las diferencias de Colombia con ci "imaginario moder-
nizador" de Brasil: ci que, pasando por ci mito evolucionista y por
la nueva presencia del Estado que introduce el populismo de Getu-
ho Vargas, "crea las condiciones para el reconocimiento de la im-
portancia del lenguaje político v del rol social de los intelectuales".
Por lo contrario, en Colombia, la precariedad del Estado y varios
obstáculos -ci poder exagerado de la Iglesia, la ausencia de emigra-
ción portadora del pensamiento positivista— contribuyeron a "pri-
var de legitimidad el discurso de los intelectuales v a impedir la
conformación de un entorno cultural favorable al desarrollo de la
racionalidad científica"4. De ese modo, ios intelectuales en Colom-
bia, como en la mavor parte de América Latina, han pasado de esa
larga ausencia de legitimidad social a la profunda erosión que de su

1), Pécaut, " M o d e r n i d a d , modernización y cultura", en Caceta. N " S


; B o l i t a : Colcultura, 1990), p. 16.
/•. \periencia audiovisual v desorden culturad

autoridad produce hoy la desorganización del orden cultural intro-


ducida por la hegemonía del campo audiovisual que cataliza la te-
levisión.
Se que el curso que lleva mi reflexión la coloca por fuera del lu-
gar legitimado por las disciplinas v las "cofradías discursivas", tor-
nando mi posición altamente vulnerable a los malentendidos. ÓSerá
que tilín me reconozco en \A tarea del intelectual constituida por "la
crítica de lo existente, ti espíritu libre y anticonformista, la ausen-
cia de temor ante los poderosos, el sentido de solidaridad con las
victimas"': Ahí me reconozco, ciertamente, pero no como en una
trinchera que me resguarde de las incertidumbres de las gentes del
común, sino en ci esfuerzo por construir una crítica que "explique
el mundo social en orden a transformarlo, v no a obtener satisfac-
ción o sacar provecho del acto de su negación informada'"'. Lo que
trasladado a nuestro terreno significa una crítica capaz de distin-
guir la necesaria, la indispensable denuncia de la complicidad de
la televisión con las manipulaciones del poder v los más sórdidos
intereses mercantiles — que secuestran las posibilidades democrati-
zadoras de la información y las posiblidades de creatividad y de en-
riquecimiento cultural, reforzando prejuicios racistas v machistas
y contagiándonos de la banalidad y mediocridad de la inmensa ma-
yoría de la programación—, del lugar estratégico que la televisión
ocupa en las dinámicas de la cultura cotidiana cié las mayorías, en la
transformación de las sensibilidades, en los modos de construir ima-
ginarios e identidades.

B, Sarlo, Escenas de la vida postmoderna: intelectuales, arle v videocnltura en


Argentina (Buenos Aires: Artel, 1994), p. 180,
J. J. Brunner, Conocimiento, sociedad \política (Santiago de Chile: Flacso.
1993), P . IV
JESÚS MARTIN BARBERO
2
i

Atmósferas culturales fin de siglo

Poner en discurso la experiencia cultural de este fin de siglo yde mi-


lenio nos exige comenzar por una aproximación a lo que M . Hopen-
hayn ha llamado las atmósferas culturales'. Denominaré a la primera
tecnofascinación, pues ella alia la fascinación tecnológica al realismo
de lo invitable. Se traduce, de un lado, en una "cultura áúsoftware
que permite conectar la razón instrumental a la pasión personal"8 y,
de otro, a una multiplicidad de paradojas densas y desconcertantes:
la convivencia de la opulencia comunicacional con el debilitamien-
to de lo público, la más grande disponibilidad de información con
el palpable deterioro de la educación formal, la continua explosión
de imágenes con el empobrecimiento de la experiencia, la multipli-
cación infinita de los signos en una sociedad que padece el más gran-
de déficit simbólico. La convergencia entre sociedad de mercado y
racionalidad tecnológica disocia la sociedad en "sociedades parale-
las": la de los conectados a la infinita oferta de bienes y saberes y la
de los excluidos cada vez más abiertamente tanto de los bienes más
elementales como de la información exigida para poder decidir co-
mo ciudadanos. La tecnofascinación contiene también a esa cultu-
ra de la privatización que ha convertido la política en intercambio y
negociación de intereses y al mercado en el principio organizador
de la sociedad en su conjunto, en un movimiento de autolegitima-
ción que hace coincidir la autonomía del sujeto con el ámbito de la
privacidad y del consumo.

"Desencantados y triunfadores camino al siglo XXI: una prospectiva de


atmósferas culturales en América del Sur", en Ni apocalípticos ni integrados (San-
tiago: Fondo de Cultura Económica, 1994),
Ibidem, p. 40.
Experiencia audiovisual y desorden cultural
ii

En América Latina esta experiencia tardomoderna se halla atra-


vesada por un especial y profundo malestar. La desmitificadón de
las tradiciones y las costumbres desde las que, hasta hace bien poco,
nuestras sociedades elaboraban sus "contextos de confianza"9 des-
morona la ética y desdibuja el habitat cultural. Ahí arraigan algu-
nas de nuestras más secretas y enconadas violencias. Pues las gentes
pueden con cierta facilidad asimilar los instrumentos tecnológicos
y las imágenes de modernización, pero sólo lenta y dolorosamente
puede recomponer su sistema de valores, normas éticas y virtudes
cívicas. El cambio de época está en nuestra sensibilidad, pero a la
crisis de los mapas ideológicos se agrega una fuerte erosión de los
mapas cognitivos que nos deja sin categorías de interpretación para
captar el rumbo de las vertiginosas transformaciones que vivimos.
La segunda atmósfera cultural es la de la secularización y el de-
sencanto. En su genealogía de las relaciones entre secularización y
poder, G. Marramao examina cómo la racionalización constitutiva
de la modernidad, según Weber, va a implicar la reorganización de
la sociedad como "mundo administrado", en que la política no pue-
de comprenderse por fuera de la burocracia, que es el modo "for-
malmente más racional de ejercicio del poder" 10 y que desembocará
en la conformación de la jurisdición secular del Estado moderno.
Por su parte, desde América Latina, N . Lechner ha examinado los
rasgos que configuran el desencanto de las izquierdas: el "enfria-
miento de la política" " y el surgimiento de una nueva sensibilidad

J. Brunner, Bienvenidos a la modernidad (Santiago: Planeta, 1994), p. 37.


G. Marramao, Pottere e seeolarizzazione. I,e categone del lempo (Milán:
F.ditori Reuniti, 1983).
N . Lechner, "América Latina: la visión de los dentistas sociales", en
Nueva Sociedad, N " 139 (Caracas: 1995), p. 124.
JESÚS MARTIN BARBERO

34

marcada por el abandono de las totalizaciones ideológicas, la desa-


cralización de los principios políticos y la resignificación de la uto-
pía en términos dt negociación como forma de construcción colectiva
del orden: la predominancia de la dimensión contractual y el predo-
minio, en la concepción y la acción política misma, de la racionali-
dad instrumental y su profesionalización. De ahí los nuevos saberes
que el político necesita1": eljurídico-administrativoyel de la comu-
nicación publicitaria. Primera paradoja: el desencantamiento de la
política transforma al espacio público en espacio publicitario, con-
virtiendo al partido en un aparato-medio especializado de comuni-
cación y al carisma en algo fabricable por la ingeniería mediática.
Lo que acentúa el carácter abstracto y desencarnado de la relación
con las audiencias a la que se dirige un discurso político televisado
en búsqueda ya no de adhesiones sino de puntos en la estadística
de los posibles votantes. Y, sin embargo, la secularización afecta
también a la política en un muy otro sentido: el de la entrada en su
agenda del derecho a la diferencia de las mujeres o los homosexuales
que, como en Aderecho a la autorrealización, "se expresan las luchas
contra las diversas formas de alienación que en las sociedades con-
temporáneas no proceden solamente de la explotación"13.
Ni siquiera el "retorno de la ética" escapa al desencanto. Según
Lipovetsky, ese retorno marca también el punto de llegada del lar-
go proceso de secularización cuya primera etapa (1700-1950) eman-
cipó la ética del espíritu de la religión, pero será apenas en los años
sesenta cuando la lógica del proceso de secularización conduzca a

'" M . Vázquez Montalbán, Panfleto desde el planeta de los simios (Barcelona:


Crítica-Grijalbo, 1995), pp. 51-92.
1
' M . A. Carretón, "Cultura política y sociedad en la reconstrucción demo-
crática", en La faz sumergida del iceberg (Santiago: Lom/Cesoc, 1994), p. 22.
Experiencia audiovisual y desorden cultural
35

la completa disolución de "la forma religiosa del deber": la entra-


da en la sociedad del postdeber, que "devalúa el ideal de abnegación,
estimulando sistemáticamente los deseos inmediatos, la pasión del
ego, la felicidad intimista y materialista" 14 . Y si en las capas medias
y altas el individualismo se alia con el mtegnsmo consumista, en los
sectores bajos los ghetos, la droga y la violencia son su expresión.
La tercera atmósfera cultural recoge la desintegración del hori-
zonte socio-cultural comían. Aun con las enormes dificultades que
implicó la heterogeneidad étnica y racial, desde la independencia,
y especialmente en el proceso de transformación de estos países en
naciones modernas a partir de los años treinta, se buscó articular la
creación de un mercado, condición indispensable para su integra-
ción en el mundo, a la construcción deuna cultura nacional, un foco
de imágenes y mitos fundadores que posibilitara a la gente sentirse
perteneciendo a una comunidad. El papel de la radio en toda Amé-
rica Latina, y del cine en países como México, Argentina o Brasil,
fue decisivo en la formación del sentimiento nacional. Los medios se
transformaron en voceros de la interpelación que desde el Estado
convertía a las masas en pueblo y al pueblo en nación. Los caudi-
llos populistas, de Getulio Vargas a Cárdenas y Perón, hallaron en
la radio el medio que les posibilitaba un nuevo discurso político que
articulaba la interpelación a los obreros de las grandes ciudades en
cuanto ciudadanos y la reelaboración radial de la oralidad cultural y
la expresividad de la canción popular. Junto con la escuela, los me-
dios proporcionaron a las gentes de la provincia una experiencia
primordial de integración: la traducción de la idea de nación a vi-
vencia cotidiana, a la vez que hacían de mediadores entre la sensi-
bilidad expresivo-simbóhca de las culturas rurales y la racionalidad

14
G. Llpovetskv, Le erepuscule du devoir ( París: Gallimard, 1992), p. 14.
JESÚS MARTIN BARBERO

36

instrumental de la moderna cultura urbana. Hoy los medios de


comunicación configuran, por lo contrario, el dispostivo más pode-
roso de disolución del horizonte cultural de la nación al constituir-
se en mediadores de la heterogénea trama de imaginarios que se
configuran desde lo local y lo global. La globalización económica y
tecnológica de los medios y las redes electrónicas vehiculan una mul-
ticulturalidad que hace estallar los referentes tradicionales de iden-
tidad. Y al estallar el sujeto social unificado que representaban las
figuras del pueblo y de nación se desnuda el carácter problemático
que hoy adquieren las configuraciones de lo colectivo y lo público1 ó

Del malestar al des-orden cultural

L o que hace sintomáticamente reveladoras del actual malestar cul-


tural las conflictivas relaciones de los intelectuales con la televisión
son razones y motivaciones de "orden general". Pues A des-orden
en la cultura introducido por ^experiencia audiovisual atenta honda-
mente contra la autoridad social del intelectual. Primero fue el cine.
Al conectar con el nuevo sensonum de las masas, con la "experien-
cia de la multitud" que vive el paseante en las avenidas de la gran
ciudad, el cine vino a acercar el hombre a las cosas, pues "quitarle
su envoltura a cada objeto, triturar su aura es la signatura de una
percepción cuyo sentido para lo igual en el mundo ha crecido tan-
to que, incluso por medio de la reproducción, le gana terreno a lo
irrepetible" 16 . Y al triturar el aura especialmente del arte, que era
el eje de aquello que los intelectuales han tendido a considerar cul-

b
M . Wieviorka (din), Une sacíete fragmenté? Le culturalisme en debut (Pa-
rís: La Decouverte, 1997).
6
\V. Benjamín, Discursos interrumpidos I ( Madrid: Taurus, 1982 ), p. 25.
Experiencia audiovisual y desorden cultural
37

tura, el mundo de los nuevos clérigos sufría una herida profunda: el


cine hacía visible la modernidad de unas experiencias culturales que
no se regían por sus cánones ni eran gozables desde su gusto. Pero
domesticada esa fuerza subversiva del cine por la industria de H o -
llywood, que expande su gramática narrativa y mercantil al mundo
entero, Europa reintrodudrá en los años sesenta una nueva legiti-
midad cultural, la del "cine de autor", con la que recupera el cine
para el arte y lo distancia definitivamente del medio que por esos
mismos años hacía su entrada en la escena mundial, la televisión.
La televisión es el medio que más radicalmente va a desorde-
nar la idea y los límites del campo de Incultura: sus tajantes separa-
dones entre realidad y ficción, entre vanguardia y kitsch, entre
espacio de ocio y de trabajo:

Ha cambiado nuestra relación con los productos masivos y


los del arte elevado. Las diferencias se han reducido o anulado,
y con las diferencias se han deformado las relaciones temporales
y las líneas de filiación. Cuando se registran estos cambios de ho-
rizonte nadie dice que las cosas vayan mejor o peor: simplemen-
te han cambiado, y también los juicios de valor deberán atenerse
a parámetros distintos. Debemos comenzar por el principio a
interrogarnos sobre lo que ocurre1 ó

Más que buscar su nicho en la idea ilustrada de cultura, la ex-


periencia audiovisual la replantea de raíz: desde los nuevos modos
de relación con la realidad, esto es, desde las transformaciones de
nuestra percepción del espacio y del tiempo. OAespacio, profundi-

' U. Eco, "La multiplicación de los medios", en Cultura y nuevas tecnolo-


gías (Madrid: Novatex, 1986), p. 124.
JESÚS MARTIN BARBERO

38

zando el desanclaje que produce la modernidad en relación con el


lugar: desterritonalizadón de los modos de presencia y relación, de
las formas de percibir lo próximo y lo lejano que hacían lo vivido
"a distancia" más cercano que aquello que cruza nuestro espacio fí-
sico cotidianamente. Telépolis es al mismo tiempo una metáfora y la
experiencia del habitante de una nueva ciudad/mundo "cuyas deli-
mitaciones ya no están basadas en la distinción entre interior, fron-
tera y exterior, ni, por lo tanto, en las parcelas del territorio" 18 . Y, de
manera paradójica, esa nueva espadalidad no emerge del recorri-
do viajero que me saca de mi pequeño mundo sino de su revés, de
la experiencia doméstica convertida por la televisión y el computador
en ese territorio virtual al cual, como expresivamente dice Virilio,
"todo llega sin que haya que partir".
Históricamente ligados al territorio del espacio-nación y a sus
dinámicas, en lo que Gramsci definía como "lo nacional popular" 19 ,
los intelectuales se realizan justamente en hacer la ligazón entre la
memoria nacional y la acción política, ligazón de la que derivaban
su función pedagógica, profética, interpretativa. "Escribieron para
el Pueblo o para la Nación. Escribieron sólo para sus iguales, des-
preciando a todos los públicos (...) se sintieron libres frente a todos
los poderes; cortejaron todos los poderes. Se entusiasmaron con las
grandes revoluciones y también fueron sus primeras víctimas. Son
los intelectuales: una categoría cuya existencia misma hoy es un pro-
blema" 2 ". Al entrar en crisis el espacio de lo nacional, debido a la
globalización económica y tecnológica que redefine la capacidad de

|N
J. Echeverría, Telépolis (Barcelona: Destino, 1994), p. 9.
19
A. Gramsci, "Los intelectuales y la organización de la cultura", tnCul-
tura y literatura (Barcelona: Península, 1977).
•' B. Sarlo, op. cit., p. 179.
Experiencia audiovisual y desorden cultural
39

decisión política de los estados nacionales, y en la que se inserta la


desterritorializadón cultural que moviliza la industria audiovisual,
los intelectuales encuentran serias dificultades para reubicar su fun-
ción. Pues desanclada del espado nacional la cultura pierde su lazo
orgánico con el territorio, y con/a lengua, que es ei tejido propio del
trabajo del intelectual. B. Anderson nos ha descubierto cómo las dos
formas de imaginación que florecen en el siglo XVIII, la novela y el
periódico fueron ias ciue proveyeron los medios técnicos necesa-
rios para la 'representación' de la clase dt comunidad imaginada que
es la nación""'. Pero esa representación y sus medios atraviesan una
seria crisis. En una obra capital, que desentraña dimensiones poco
pensadas en el discurso postmoderno, P Nora dilucida el sentido
del desvanecí miento del sentimiento histórico en este fin de siglo,
a la vez que constata el crecimiento de \¿.pasiém por la memoria: "La
nación de Renán ha muerto y no volverá. No volverá porque el re-
levo del mito nacional por la memoria supone una mutación pro-
funda: un pasado que ha perdido la coherencia organizativa de una
historia se convierte por completo en un espacio patrimonial" 22 . Es
decir, en un espacio más museográfico que histórico. Y una memo-
ria nacional edificada sobre la reivindicación patrimonial estalla, se
divide, se multiplica. Es la otra cara de la crisis de lo nacional, com-
plementaria del nuevo entramado que constituye lo global: cada re-
gión, cada localidad, cada grupo, reclama el derecho a su memoria.
"Poniendo en escena una representación fragmentada de la unidad te-
rritorial de lo nacional, las lugares de memoria celebran paradójica-

21
B. Anderson, (Comunidades imaginadas (México; Fondo de Cultura Eco-
nómica, 1993), p. 47.
11
Véase E Nora, Lers lieux de memoire, vol. III (París: Gallimard, 1992),
p. 1.009.
JESÚS MARTIN BARBERO

4"

mente el fin de la novela nacionaL . Ahora el cine, que fue durante


la primera mitad del siglo XX el heredero de la vocación nacional
de la novela —"el público no iba al cine a soñar sino a aprender, so-
bre todo, a ser mexicanos" 24 , afirma Carlos Monsiváis-, lo ven las
mayorías en el televisor de su casa, al tiempo que la televisión mis-
ma se convierte en un reclamo fundamental de las comunidades re-
gionales y locales en su lucha por el derecho a la construcción de su
propia imagen, que se confunde así con el derecho a su memoria, de
lo que habla P Nora.
La percepción dA tiempo en que se inserta/instaura Asensorium
audiovisual está marcada por las experiencias de la simultaneidad,
de la instantánea y del flujo. La perturbación del sentimiento his-
tórico se hace aún más evidente en una contemporaneidad que con-
funde los tiempos y los aplasta sobre VA simultaneidad de lo actual,
sobre el "culto al presente" que alimentan en su conjunto los me-
dios de comunicación, y en especial la televisión. Pues una tarea
clave de los medios es fabricar-presente: "un presente concebido bajo
la forma d t golpes sucesivos sin relación histórica entre ellos. U n pre-
sente autista que cree poder bastarse a sí mismo" 2 '. La contempora-
neidad que producen los medios remite, por un lado, al debilitamien-
to del pasado, a su reencuentro descontextualizado, deshistorizado,
reducido "¿.cita"6, que permite insertar en los discursos de hoy—ar-
quitectónicos, plásticos o literarios— elementos y rasgos de estilos y

-" O. Monguin, "Una memoria sin historia", en Punió de vis/a, N" 49, p. 26.
- 4 C. Monsiváis, "Notas sobre la cultura mexicana en ei sigloXX", en I lis-
tona general de México, vol. IV (México: Colegio de México, 1976).
-' O. Monguin, op. cit., p. 25.
-'' U. Eco, "Apostilla a El nombre de la rosa", en Análisis, N " 9 (Barcelona:
1984), p . 2 7 ss.
Experiencia audiovisual v desorden cultural
4"

formas del pasado en un pastiche que es sólo "imitación de una


mueca, un discurso que habla una lengua muerta (...) la rapiña alea-
toria de todos los estilos del pasado en la progresiva primacía de lo
neo ,en la colonización del presente por las modas de la nostalgia" 2 '.
Y del otro remite a hausencia de futuro c|ue, de vuelta de las utopías,
nos instala en un presente continuo, en "una secuencia de aconteci-
mientos que no alcanza a cristalizar en duración, y sin la cual nin-
guna experiencia logra crearse, más allá de la retórica del momento,
un horizonte de futuro. Hay proyecciones pero no proyectos. El fu-
turo se restringe a un 'más allá': el mesianismo es la otra cara del
ensimismamiento" 2 s . Y los medios audiovisuales (cine a lo Holly-
wood, televisión, video) son a la vez el discurso por antonomasia
dAbricolage de los tiempos — que nos familiariza sin esfuerzo, arran-
cándolo a las complejidades y ambigüedades de su época, con cual-
quier acontecimiento del pasado— y el discurso que mejor expresa
la compresión del presente, al transformar el tiempo extensivo de la
historia en el intensivo de la instantánea. Intensidad de un tiempo
que alcanza su plenitud en la simultaneidad que instaura, entre el
acontecimiento y su imagen, la toma directa Pero esa nueva tempo-
ralidad tiene su costo. Y así de "costoso", como ningún otro, ei tiem-
po del videoclip publicitario o musical hace de la discontinuidad la
clave de su sintaxis y su productividad. Cosspot publicitarios frag-
mentan la estructura narrativa de los relatos informativos o dramá-
ticos, y la publicidad, a su vez, se teje con núcrorrelatos visualmente
fragmentados al infinito. Pero lo que anima el ritmo y compone la

F Jameson, E l postmodernismo o la lógica cultural del capitalismo avanzado


(Barcelona: Paidós, 1992), p. 45.
N . I .echner, "La democracia en el contexto de una cultura postmoderna",
en Cultura política y democratización (Buenos Aires: Flacso, 1987), p. 260.
JESÚS MARTIN BARBERO

42

escena es Aflujo: ese continuum de imágenes que indiferencia los


programas y constituye Informa de la pantalla encendida. Aunque
nos suene escandaloso el parangón, fue en la literatura de vanguar-
dia —Joyce y Proust— cuando por primera vez el flujo del monólogo
interior apareció articulando los fragmentos de memoria, los peda-
zos de hechos y discursos, y dando cuerpo a la fugacidad del tiem-
po. En el otro extremo del campo cultural, la radio vino a ritmar la
jornada doméstica dando forma por primera vez, con su flujo so-
noro, úcontinuum de la rutina cotidiana. De una punta a la otra del
espectro cultural, el flujo implica disolvencia de géneros y exalta-
ción expresiva de lo efímero. Hoy el flujo televisivo e informático
ponen" 9 la metáfora más real del fin de los grandes relatos, por la
equivalencia de todos los discursos —información, drama, publici-
dad, o ciencia, pornografía, datos financieros—, la mterpenetrabili-
dad de todos los géneros y la transformación de lo efímero en clave
de producción y en propuesta de goce estético. Una propuesta ba-
sada en la exaltación de lo móvil y difuso, de la carencia de clausu-
ra y la indeterminación temporal.

Objetos nómadas y fronteras borrosas del saber sobre lo social

En la nueva percepción del espacio y del tiempo se despliega un ma-


pa de síntomas y desafíos para las ciencias sociales, de objetos nue-
vos para la reflexión. Pienso que en el rechazo de las ciencias sociales
a hacerse cargo de la cultura audiovisual hay algo más que el défi-
cit de legitimidad académica que padece como "objeto". Parece más
bien que sociólogos y antropólogos percibieran oscuramente el esta-

" Sobre el concepto de flujo en televisión, véase G. Barlozatti, IIpalinsesto:


texto, aparali egéneride/la televisione (Milán: Franco Angelli,1986).
Experiencia audiovisual y desorden cultural
43

llido de las fronteras que ella entraña, incluidas las de sus campos
de estudio, por la configuración de objetos móviles, nómadas, de
contornos difusos, imposibles de encerrar en las mallas de un sa-
ber positivo y rígidamente parcelado. Sobre esto dice C. Geertz:

lo que estamos viendo no es simplemente otro trazado del


mapa cultural —el movimiento de unas pocas fronteras en dispu-
ta, el dibujo de algunos pintorescos lagos de montaña—, sino una
alteración de los principios mismos del mapeado. No se trata de
que no tengamos más convenciones de interpretación, tenemos
más que nunca pero construidas para acomodar una situación que
al mismo tiempo es fluida, plural, descentrada. Las cuestiones no
son ni tan estables ni tan consensúales y no parece que vayan a
serlo pronto. El problema más interesante no es cómo arreglar
este enredo, sino qué significa todo este fermento' .

Hacia allá apunta el desafío: hay en las transformaciones de sen-


sibilidad que emergen en la experiencia audiovisual un fermento de
cambios en el saber mismo, el reconocimiento de que por allí pasan
cuestiones que atraviesan por entero el desordenamiento de la vida
urbana, el desajuste entre comportamientos y creencias, la confu-
sión entre realidad y simulacro. G. Vattimo ha tenido el coraje de afir-
mar: "La relación que se da entre las ciencias humanas y la sociedad
de la comunicación es mucho más estrecha y orgánica de lo que ge-
neralmente se cree" 21 . Si esas ciencias han llegado a configurar su
ideal cognoscitivo en el permanente modificarse de la vida colecti-

11
C. Geertz, "(roneros contusos: la reconfiguración dei pensamiento social",
en h'Jsurgimiento de la antropologíapostmoderna (México: Gedisa, 1991 ), p. 76.
'' G. Vattimo, La sociedad transparente (Barcelona: Paidós, 1990), p. 88.
ES US M A R T I N BARBERO

44

va e individual, es ese modo del existir social el que se plasma en las


modernas formas de comunicación. Sociología, psicología, antro-
pología, han ido construyendo sus objetos y sus métodos al hilo de
una modernidad que hace de la sociedad civil un ámbito diferen-
ciado del Estado, un ámbito de intersubjetividades y de diversidad
cultural que en su conjunto configura unzesfera de instituciones po-
líticas y formas simbólicas cada día más estrechamente vinculadas
con los procesos y tecnologías de la información y la comunicación.
De otro lado, ya Heidegger, al hablar de la técnica, la liga a un
mundo que se constituye en imágenes más que en sistemas de valores, a
la modernidad como "época de las imágenes del inundo"^, que
converge con el mundo convertido en fábula de que hablaba Nietzsche
Pues lo que en esta tardomodernidad llamamos mundo1,1, es mucho
menos aquella "realidad" del pensamiento empirista —enfrentada al
"sujeto autocentrado" en su conciencia del racionalismo— que el te-
jido de discursos e imágenes producido entrecruzadamente por las
ciencias y los medios: "el sentido en que se mueve la tecnología no
es tanto ci dominio de la naturaleza por las máquinas cuanto el es-
pecífico desarrollo de la información y la comunicación del mun-
do comoimagen" 4. En otra perspectiva, Habermas encuentra en la
"razón comunicativa" ci nuevo eje de reflexión social5"', que viene
a llenar el vacío epistemológico producido por la crisis de los para-
digmas de la producción y de la representación. Incomunicación se

'~ M . I leidegger, "I ,a pregunta por la técnica", en Revista de la L 'niversi-


dadde Antioquia, N " 205 ( Medellín: \ 'niversidad de Antioquia, 1986).
A. (iargam, "1 .a fricción del pensamiento", en I .a secularización de la fi-
losofía (Barcelona: Gedisa, 1992), pp. 9 ss.
"+ G. Vattimo, op. cit., p. 95.
J. I labermas, leona de la acción comunicativa. (Complementos y estudios pre-
vios (Madrid: Cátedra, 1989).
Experiencia audiovisual y desorden cultural
45

convierte así en foco de renovación de los modelos del análisis de


la acción sodal y en clave de reformulación de la teoría crítica.
El desafío que la cultura audiovisual plantea a las ciencias so-
ciales descubre su verdadera envergadura cuando la crisis de legi-
timidad de las instituciones del Estado y de la constitución de la
ciudadanía —de identidad de los partidos, de desarticulación de las
demandas sociales y los procesos políticos formales, de los modos
de participación de los ciudadanos y del discurso mismo de la po-
lítica— se entrelaza con la crisis de autoridad del discurso científico
sobre lo social, tematizada por Foucault, Geertz o De Certeau —el
develamiento de las estructuras de poder implicadas, la historici-
dad de los saberes, la crítica dei objetivismo y de las concepciones
acumulativas del conocimiento—, evidenciando la crisis dtrepresen-
tación que afecta al investigador social y al intelectual: ídesde dón-
de y a nombre de quién hablan hoy esas voces, cuando el sujeto
social unificado en las figuras/categorías dt pueblo y de nación esta-
lla, desnudando el carácter problemático de lo colectivo? Se torna
entonces indispensable un movimiento dereflexividad que permita
hacer visibles las mediaciones que aquel saber mantiene con Asu-
jeto social, mediaciones que pasan especialmente por las reconfi-
guraciones de lo público.
La "esfera pública", cuya historia rastrea Habermas", se en-
contraba indisolublemente ligada al espacio de lo nacional, y es ese
vínculo el que está siendo rebasado, por arriba y por abajo, por la

'' Sobre ei concepto de reflexividad, véase P Bourdieu, I .es regles de Cari (Pa-
rís: Senil, 1992), pp. 290 ss.; A. Giddens, "La índole reflexiva de la moderni-
dad", en op. cit., pp. 44 ss.
' J. Habermas, I listona v crítica de la opinión pública (Barcelona: G. Gili,
1982).
I E S U S M A R T I N B A R B E RO

46

emergencia de una macroesfera de opinión pública internacional a


la zaga del flujo económico 38 , y por las microesferas constituidas
por movimientos sociales, que en algunos casos resisten a ese flujo,
y en otro son expresión del estallido fragmentador de las identida-
des locales tradicionales29. Lo que caracteriza hoy al espacio público
no es sólo el estrechamiento de lo político, acarreado por la "inva-
sión" y la hegemonía económica de lo privado, sino la fragilidadque
introduce la fragmentación de los horizontes culturales y de los len-
guajes en que se expresan sus conflictos y demandas. En el cruce
de esos dos movimientos se produce "la desaparición del nexo sim-
bólico, la falta de un dispositivo capaz de constituir alteridad e iden-
tidad relativa; en el lenguaje institucional se hablará, en un caso, de
fracaso de la integración y, en el otro, de derrumbe del Estado" 40 .
El resultado es la acentuación del carácter abstracto y desencarnado
de la relación social, abstracción alimentada y potenciada por la ac-
ción de los medios masivos. Frente al "viejo" militante, que se de-
finía por sus convicciones, el telespectador es una abstracción, un
porcentaje de una estadística. Y a esa abstracción se dirige un dis-
curso político que lo que busca ya no son adhesiones vibrantes sino
puntos en la estadística de posibles votantes. En la medida en que
la muchedumbre imprevisible, que antes se reunía en la plaza y con-
formaba una "colectividad de pertenencia", es sustituida por la indi-
vidualización de los televidentes en la desagregada experiencia de
la casa, la atomización y la uniformizadón de lospúblurjs trastorna

1
J. Keane, "Structural Transformado!! of the Public Sphere", en The
Comunication Review, N " I (San Diego, California: 1995).
F. Cruces, Perplejidades comunes al agente político y al investigador social
(México: s. ci, 1995). Mimeo.
4
' M . Auge, Hacia una antropología de los mundos contemporáneos (Barcelo-
na: Gedisa, 1995), p. 88.
Experiencia audiovisual v desorden cultural
47

no sólo el sentido del discurso político sino Asentido social: "el con-
junto de las relaciones simbolizadas (admitidas y reconocidas) en-
tre los hombres" 41 . Sintomáticamente, las adhesiones y vibraciones
se desplazan ahora hacia dos espacios precisos de manifestación: las
sectas y la televerdad es decir, los fundamentalismos religiosos, na-
cionalistas, xenófobos, y la morbosa exhibición de la singularidad
individual y de la intimidad que losreality show espectacularizan ha-
ciéndonos visibles las interrogaciones y recomposiciones simbólicas
que atraviesan el colectivo cotidiano.
L o que las ciencias sociales no pueden ignorar hoy es que los
nuevos modos de simbolización y ritualización del lazo social se
hallan cada día más entrelazados a las redes comunicadonales y a los
flujos informadonales. El estallido de las fronteras espaciales y tem-
porales que ellos introducen en el campo cultural des-localizan los
saberes y des-legitiman susmodernas fronteras entre razón e imagi-
nación, entre saber e información, naturaleza y artificio, ciencia y
arte, saber experto y experiencia profana. Ello modifica el estatuto
tanto epistemológico como institucional de las condiciones de saber y
de lasfiguras de razón —que constituyen para Lyotard el fondo de la
marejada que llama postmodernidad, lo que ella tiene de verdade-
ro cambio de época— y las conecta con las nuevas formas de sentir y
las nuevas figuras de la socialidad4". Estos desplazamientos y esas
conexiones empezaron a hacerse institudonalmente visibles en los
movimientos del 68, de París a Berkeley pasando por Ciudad de M é -

41
Ib ídem, p. 109.
4
~ Sobre esa conexión, es significativo que el subtitulo dei libro-eje del de-
bate que introduce J.F. Lyotard, La condición postmoderna ( M a d r i d : Cátedra,
1984), sea "Informe sobre el saber"; véase asimismo M . í\lafftso]i,LÍI tiempo de
las tribus. El declive del individualismo en la sociedad de masas ( Barcelona: Icaria.
1990).
JESÚS MARTÍN BARBERO

48

xico. Entre lo que dicen losgrajfitti —"hay que explorar sistemática-


mente el azar", "la ortografía es una mandarina", "la poesía está en
la calle", "la inteligencia camina más pero el corazón va más lejos'42—
y lo que cantan los Beatles —necesidad de liberar los sentidos, de ex-
plorar ci sentir, de hacer estallar el sentido—, entre la revuelta de los
estudiantes y la confusión de los profesores y en la revoltura que esos
años producen entre libros, sonidos e imágenes, emerge un descen-
tramiento cultural que cuestiona de manera radical el carácter mono-
líticamente transmisible del conocimiento, revaloriza lasprácticas y
las experiencias y alumbra un saber mosaico hecho de objetos móvi-
les, fronteras difusas, intertextualidades ybricolages. Pues si ya no se
escribe ni se lee como antes es porque tampoco se puede ver ni re-
presentar como antes. Y ello no es reducible Ahecho tecnológico —ni
tan "ilustradamente" satanizable— pues "es toda la axiología de los
lugares y las funciones de las prácticas culturales de memoria, sa-
ber, imaginario y creación la que hoy conoce una seria reestructu-
ración", la que produce una visualidad electrónica que ha entrado
a formar parte constitutiva de la visibilidad cultural, esa que es a la
vez entorno tecnológico y nuevo imaginario "capaz de hablar cultu-
ralmente, y no sólo de manipular tecnológicamente, de abrir nue-
vos espacios y tiempos para una nueva era de lo sensible"44.
Una era en que los científicos duros, por su parte, empiezan a
hablar dtpensamiento visual: en el cruce de ambos dispositivos —eco-
nomía discursiva y operatividad lógica— señalados por Foucault4-''
para indicar el nacimiento de lasnuevas ciencias, biología, economía,

J. Cortázar recoge esosgraffitti en "Noticias del mes de mayo", enCasa


de las Américas-Diez Años (La Habana: Casa de las Américas, 1970), p. 246 ss.
44
A. Renaud, Videocultiiras fin de siglo {Madrid: Cátedra, 1990), p. 17.
M . Foucault, Ees mots et les dioses (París: Gallimard, 1966), p. 262 ss.
Experiencia audiovisual y desorden cultural
49

lingüística, se sitúa la nueva discursividad constitutiva de la visibili-


dad y la identidad logtconumérica de la imagen. Pues estamos ante la
emergencia de "otra figura de la razón"4'', que resitúa la imagen en
una nueva configuración sociotécmca —el computador no es unins-
trumento con el que se producen objetos, sino un nuevo tipo detec-
nicidad que posibilita procesar informaciones, cuya materia prima
son abstracciones y símbolos, inaugurando una aleación de cerebro
e información que sustituye a la del cuerpo con la máquina— y que
rehace las relaciones entre el orden de lo discursivo (la lógica) y de
lo visible (la forma), esto es, de la intelegibilidad y la sensibilidad.
Virilio denomina "logística visual" 4 ' a la remoción que las imáge-
nes informáticas hacen de los límites tradicionalmente asignados a
la discursividad y la visibilidad, lo que dota a la imagen dt legibi-
lidad, haciéndola pasar del estatuto de obstáculo epistémico al de
mediación discursiva de la fluidez (flujo) de la información y del
poder virtual de lo mental. Por su parte, desde las ciencias sociales
se rescata la imagen como lugar de una estratégica batalla cultural:
¿cómo pueden entenderse la conquista, la colonización y la inde-
pendencia del Nuevo Mundo por fuera de la guerra de imágenes que
todos esos procesos movilizaron?, se pregunta Serge Gruzinski 4 *.
¿Cómo pueden comprenderse las estrategias del dominador o las
tácticas de resistencia de los pueblos indígenas desde Cortés hasta
la guerrilla zapatista sin hacer la historia que nos lleva de la ima-

46
A. Renaud, "L image: de 1' economie intormationelle á la pensée vi-
suelle", (snRcseaux, N" 74 (París: 1995), p. 14 ss. Para una aproximación a la pers-
pectiva, véase (i. Chartron (director), Pour une nouvelle economie du savoir (Pa-
rís: Presses Universitaires de Rennes, 1994).
4/
P Virilio, La máquina de visión (Madrid: Cátedra, 1989), p. 81.
4X
S. Gruzinski, La guerra de las imágenes. De Cristóbal Colón a Blade Run-
ner (Madrid: Fondo de Cultura Económica, 1994).
JESÚS MARTIN BARBERO

gen didáctica franciscana al barroco de la imagen milagrosa, y de


ambas al manierismo heroico de la imaginería libertadora, al di-
dactismo barroco del muralismo y a la imaginería electrónica de la
telenovela? ¿Cómo penetrar en las oscilaciones y alquimias de las
identidades sin auscultar la mezcla de imágenes e imaginarios des-
de los que los pueblos vencidos plasmaron sus memorias, reinven-
taron sus tradiciones y se dieron una historia propia:
Recorriendo la historia mexicana, Gruzinski responde a esas
preguntas, señalando momentos y dispositivos que desbordan las
peculiaridades mexicanas e iluminan los escenarios latinoamerica-
nos en que se libra la batalla cultural. Como el que se sitúa entre la
desconfianza y el ascetismo de los franciscanos, cuyo didactismo trata
de conjurar el uso mágico y fetichista que el pueblo tendía a hacer
de las imágenes, y la explotación que los jesuítas hacen de las po-
tencias visionarias y las capacidades taumatúrgicas de la imagen...
milagrosa: ésa en la que se produce el ejemplo más denso y esplén-
dido de la guerra de ciframientos y resignificaciones de que está
hecha la historia profunda de estos países. Abiertos a la novedad
del mundo americano, los jesuítas no le temen a la hibridación cul-
tural —que aterraba a los franciscanos— y no sólo permiten sino que
alientan las experiencias visionarias, las conexiones de la imagen con
el sueño y el milagro, la irrupción de lo sobrenatural en lo surreal
humano. Pero los indígenas, por su parte, aprovechan la experien-
cia de simulación que contenía la imagen barroca para insertarla en
un relato otro, hecho de combinaciones y usos que desvían y pervier-
ten, desde dentro, la lectura que imponía el relato de la Iglesia. El
sincretismo de simulación/subversión cultural que contiene la ima-
gen milagrosa de la Virgen Guadalupana ha sido espléndidamente
descifrado por O. Paz y R. Bartra. Pero ia guerra de imágenes que
pasa por ese icono no queda sólo entre la aparecida del Tepeyac, la
Experiencia audiovisual y desorden cultural
Si

diosa de Tonantzin y la Malinche, sino que continúa produciéndo-


se hoy en las hibridaciones iconográficas de un mito que reabsorbe
el lenguaje de las historietas impresas y televisivas, fundiendo a la
Guadalupana con el hada madrina de Walt Disney, la H d d i japo-
nesa, el mito de la Mujer Maravilla y hasta el de Marilyn Monroe,
cuyo rostro aparece en el cuadro que de la Virgen de Guadalupe
expuso el pintor Rolando de la Rosa en el Museo de Arte Moder-
no de México (1987) . Blasfemia que en cierto modo empata con
la que paradójicamente subyace al lugar que la Guadalupana con-
serva en la Constitución de 1873, que consagra su día como fiesta
patria y al mismo tiempo establece la más radical separación entre
Iglesia y Estado.
O como en el barroco popular que del siglo XVIII al XIX des-
pliega "un pensamiento plástico frente al que las élites sólo tendrán
indiferencia, silencio o desprecio". Y que es el de los santuarios ru-
rales de Tepalcingo y lónantzintla, el del muralismo que de Orozco
y Rivera a Siqueiros resignifica en un discurso revolucionario y so-
cialista el didactismo de los misioneros franciscanos y el barroquismo
visionario de los jesuítas, fundiendo discurso ideológico e impulso
utópico, y el de la recuperación de los imaginarios populares en las
imaginerías electrónicas de Televisa, en las cuales el cruce de arcaísmos
y modernidades que hacen su éxito no es comprensible sino desde
los nexos que enlazan las sensibilidades a un orden visual social tn que
las tradiciones se desvían pero no se abandonan, anticipando en las
transformaciones visuales experiencias que aún no tienen discurso
ni concepto. El actual desorden postmoderno del imaginario —de-
construcciones, simulacros, descontextualizadones, eclecticismos—

4
'' M . Zires, "Cuando Heidi, Walt Disney y Marylin Monroe hablan pol-
la Virgen tic Guadalupe", en Versión, N" 4 (México: 1992),
JESÚS MARTIN BARBERO

52

remite al dispositivo barroco (o neobarroco, diría Calabrese ), "cuyos


nexos con la imagen religiosa anunciaban el cuerpo electrónico uni-
do a sus prótesis tecnológicas, walkmans, videocaseteras, compu-
tadoras"' 1 .
Más allá de la postmoderna muerte de los grandes relatos, a lo
(¡ue la nueva condición del saber social remite es al fin de los relatos
heroicos que posibilitaban la autoconciencia iluminista del progreso
material y moral inevitables, y su sustitución por relatos irónicos, en
los que se conjugue la reflexividad epistemológica con la imagina-
ción ética, y ambas con ci espíritu de juego que relativiza nuestras
seguridades al inscribirlas en los juegos dellenguaje.

Habitar/pensar la ciudad virtual

La ciudad ya no es sólo un "espacio ocupado" o construido sino tam-


bién unespacio comunicacional que conecta entre sí sus diversos terri-
torios y los conecta con el mundo. Hay una estrecha simetría entre
la expansión/estallido de la ciudad y ci crecimiento/densificación de
los medios y las redes electrónicas. Si las nuevas condiciones de vida
en la ciudad exigen la reinvención de lazos sociales y culturales, "son
las redes audiovisuales las que efectúan, desde su propia lógica, una
nueva diagramación de los espacios e intercambios urbanos"'". Fin
la ciudad diseminada e inabarcable sólo el medio posibilita una

O. Calabrese caracteriza la postmodernidad como I'.a era neobarroca


(Madrid: Cátedra, 1989).
'' S. Gruzniski,';/). cit.. p. 214,
— N. García Canclini, "Culturas de la ciudad de México: símbolos colec-
tivos v usos del espacio urbano", en E l consumo cultural en México (México:
Conaculta, 1991 1, p. 49.
Experiencia audiovisual v desorden cultural
53

experiencia-simulacro de la ciudad global: es en la televisión don-


de la cámara del helicóptero nos permite acceder a una imagen de
la densidad del tráfico en las avenidas o de la vastedad y desolación
de los barrios de invasión, es en la televisión o en la radio donde
cotidianamente conectamos con lo que en la ciudad "que vivimos"
sucede y nos implica por más lejos que de ello estemos: de la masa-
cre del Palacio de Justicia al contagio de sida en el banco de sangre
de una clínica, del accidente de tráfico que tapona la vía por la que
debo llegar a mi trabajo a los avalares de la política que hacen caer
los valores en la bolsa. En la ciudad de flujos comunicativos cuen-
tan más los procesos que las cosas, la ubicuidad y la instantaneidad
de la información o de la decisión vía teléfono celular o fax desde
el computador personal, la facilidad y la rapidez de los pagos o la
adquisición de dinero por tarjetas. La imbricación entre televisión e
informática produce una alianza de velocidades audiovisuales e in-
formacionales, de innovaciones tecnológicas y hábitos de consumo:
"Un aire de familia vincula la variedad de las pantallas que reúnen
nuestras experiencias laborales, hogareñas y lúdicas" 53 , atravesan-
do y reconfigurando las experiencias de la calle y hasta las relacio-
nes con nuestro cuerpo, un cuerpo sostenido cada vez menos en su
anatomía y más en sus extensiones o prótesis tecnomediáticas, pues
la ciudad informatizada no necesita cuerpos reunidos sino interco-
nectados.
Ahora bien, lo que constituye la fuerza y la eficacia de X^ciudad
virtual, lo que entreteje los flujos informáticos y las imágenes televi-
sivas, no es el poder de las tecnologías en sí mismas, sino su capaci-
dad de acelerar —amplificar y profundizar— tendencias estructurales

C. Ferrer, "Tóenla sagmata o ei veneno en la red", en Nueva Sociedad, N' :


14(1 (Caracas: s. d., 1995), p. 155.
JESÚS MARTIN BARBERO

54

les de nuestra sociedad. Como afirma F. Colombo, "hay un evidente


desnivel de vitalidad entre ei territorio real y el propuesto por los
mass media. Las posibilidades de desequilibrios no derivan del ex-
ceso de vitalidad de los media; antes bien, provienen de la débil, con-
tusa y estancada relación entre los ciudadanos del territorio real" i4 .
Es el desequilibrio urbano generado por un tipo de urbanización
irracional el que de alguna forma es compensado por la eficacia co-
municacional de las redes electrónicas, pues en unas ciudades cada
día más extensas y desarticuladas, y en las que las instituciones po-
líticas "progresivamente separadas del tejido social de referencia se
reducen a ser sujetos del evento espectacular lo mismo que otros"'',
la radio y la televisión acaban siendo el dispositivo de comunicación
capaz de ofrecer formas de contrarrestar el aislamiento de las po-
blaciones marginadas estableciendo vínculos culturales comunes a
la mayoría de la población; lo que en Colombia se ha visto reforza-
do en los últimos años por una especial complicidad entre medios
y miedos. Tanto el atractivo como la incidencia de la televisión so-
bre la vida cotidiana tiene menos que ver con lo que en ella pasa que
con lo que compele a las gentes a resguardarse en el espacio hoga-
reño. Como escribí en otra parte, en buena medida "si la televisión
atrae es porque la calle expulsa; es de los miedos que viven los me-
dios"' 6 . Miedos que provienen secretamente de la pérdida del sen-
tido de pertenencia en unas ciudades en las que la racionalidad for-
mal v comercial ha ido acabando con el paisaje en que se apoyaba
la memoria colectiva, en las que al normalizar las conductas, tanto

4
F Colombo, Rabia v televisión ( Barcelona: ( J. (iih, 1 983 I, p. 47.
" G. Richeri, op. cit., p. 144.
]. Martín Barbero, "La ciudad: entre medios y miedos", en Imágenes ]
¡•flexiones de la cultura en Colombia ( Bogotá: Colcultura, 1 990 ),
Experiencia audiovisual y desorden cultural
55

como los edificios, se erosionan las identidades y esa erosión acaba


robándonos el piso cultural, arrojándonos al vacío. Miedos, en fin,
que provienen de un orden construido sobre la incertidumbre y la
desconfianza que nos produce el otro, cualquier otro —étnico, so-
cial, sexual— que se nos acerca en la calle y es compulsivamente
percibido como amenaza.
Al crecimiento de la inseguridad, la ciudad virtual responde
expandiendo el anonimato que posibilita Ano-lugar: ese espacio en
que los individuos son liberados de toda carga de identidad inter-
peladora y son exigidos únicamente a través de la interacción con
informaciones o textos. Es lo que vive el comprador en el super-
mercado o el pasajero en el aeropuerto, donde el texto informativo
o publicitario lo va guiando de una punta a la otra sin necesidad de
intercambiar una palabra durante horas. Comparando las prácticas
de comunicación en los supermercados con las de las plazas popu-
lares de mercado constatamos hace ya veinte años esa sustitución
de la interacción comunicativa por la textualidad informativa:

Vender o comprar en la plaza de mercado es enredarse en una


relación que exige hablar. Donde mientras el hombre vende, la
mujer a su lado amamanta al hijo, y si el comprador le deja, le
contará lo malo que fue el último parto. Es una comunicación que
arranca de la expresividad del espacio —junto al calendario de la
mujer desnuda, una imagen de la virgen del Carmen se codea con
la del campeón de boxeo y una cruz de madera pintada en pur-
purina sostiene una mata de sábila-, a través de la cual ci vende-
dor nos habla de su vada, y llega hasta ci regateo, que es posibili-
dad y exigencia de diálogo. En contraste, usted puede hacer todas
sus compras en el supermercado sin hablar con nadie, sin ser
interpelado por nadie, sin salir del narcisismo especular que lo
JESÚS MARTIN BARBERO

56

lleva de unos objetos a otros, de unas "marcas" a otras. En ci su-


permercado sólo hay la información que le transmite el empaque
o la publicidad5'.

Y lo mismo sucede en las autopistas. Mientras las "viejas" ca-


rreteras atravesaban las poblaciones convirtiéndose en calles, con-
tagiando al viajero dei "aire del lugar", de sus colores y sus ritmos,
la autopista, bordeando los centros urbanos, sólo se asoma a ellos a
través de los textos de las vallas que "hablan" de los productos del
lugar y de sus sitios de interés.
No puede entonces resultar extraño que las nuevas formas de
habitar la ciudad del anonimato, especialmente por las generacio-
nes que han nacido con esa ciudad, sea insertando en la homoge-
nización inevitable (del vestido, de la comida, de la vivienda) una
pulsión profunda de diferenciación que se expresa en las tribus5*:
esas grupalidadcs nuevas cuya ligazón no proviene ni de un terri-
torio fijo ni de un consenso racional y duradero sino de la edad y del
género, de los repertorios estéticos y los gustos sexuales, de los esti-
los de vida y las exclusiones sociales. Paneros, plásticos, tragúelos, gua-
balosos, desechables, gómelos, ñeros, son algunas denominaciones que
señalan la emergencia de nuevas y diferentes grupalidadcs jóvenes
en Cali y Bogotá' 9 . Basadas en implicaciones emocionales y en lo-

'' J. Martín Barbero, "Prácticas de comunicación en la cultura popular",


en M . Simpson (coord.), Comunicación alternativa y cambio social en . Xménea La-
tina (México: UNAM, 1981), p. 244.
Además del libro de M . Mattesoli va citado, véase: J. Pérez Lornero y
otros, Tribus urbanas( Barcelona: Gedisa, 1996).
A. I Jlloa, Culturas juveniles, consumo musical e identidades sociales (Cali:
ünivalle, 1995, mimeo) v G. M u ñ o z , E l rock en las culturas juveniles urbanas
(Boa-ota: 1995).
Experiencia audiovisual y desorden cultural
57

calizaciones nómadas, esas tribus se entrelazan en redes ecológicas


u orientalistas, sicariales o marginales que amalgaman referentes lo-
cales a símbolos vestimentarios o lingüísticos desterritorializados, en
un replanteamiento de las fronteras de lo nadonal no desde fuera,
en la figura de la invasión, sino desde adentro: en la lenta erosión
que saca a flote la arbitraria artificiosidad de unas demarcaciones
que han ido perdiendo capacidad de hzctrnossentirjuntos. Es lo que
nos descubren a lo largo de América Latina las investigaciones so-
bre las tribus de la noche en Buenos Aires, sobre los chavos-banda
en Guadalajara o sobre las bandas juveniles de las comunas nor-
orientales de Medellín 60 .
Enfrentando la masificada diseminación de sus anonimatos, y
fuertemente conectada a las redes de la cultura-mundo del audiovi-
sual, la heterogeneidad de las tribus urbanas nos descubre la radi-
calidad de las transformaciones que atraviesa Anosotros, la profunda
reconfiguración de la socialidad. Esa reconfiguración encuentra su
más decisivo escenario en la formadón de unnuevosensorium: frente
a la dispersión y la imagen múltiple que, según W. Benjamín, conec-
taban "las modificaciones del aparato perceptivo del transeúnte en
el tráfico de la gran urbe" 61 del tiempo de Baudelaire con la expe-
riencia del espectador de cine, los dispositivos que ahora conectan
la estructura comunicativa de la televisión con las claves que orde-
nan la nueva ciudad son otros: la fragmentación y el flujo. Mientras
el cine catalizaba la "experiencia de la multitud", pues era en multi-

11
M . Margulis v otros, Ea cultura de la noche (Buenos Aires; F.spasa,
1994); R. Reguillo, En la calle otra vez (Guadalajara: Iteso, 1991 ); A. Salazar,
No nacimospa 'semilla: la cultura de las bandas juveniles de Medellín (Bogotá: Cmep,
1990).
61
W. Benjamín, op. cit., p. 47 ss.
JESÚS MARTIN BARBERO

tud que los ciudadanos ejercían su derecho a la ciudad, lo que ahora


cataliza la televisión es, por el contrario, la "experiencia doméstica"
y domesticada, pues es "desde la casa" que la gente ejerce cotidiana-
mente hoy su participación en la ciudad.
Hablamos dt fragmentación para referirnos no a la forma del
relato televisivo sino a la des-agregación social, la atomización que la
privatización de la experiencia televisiva consagra. Constituida en
el centro de las rutinas que ritman lo cotidiano, en dispositivo de
aseguramiento de la identidad individual y en terminal del video-
texto, la video compra, el correo electrónico y la teleconferenda 6 -,
la llave televisión/computador convierte el espacio doméstico en el
territorio virtual por excelencia: aquel en que más hondamente se
reconfiguran las relaciones de lo privado y lo público, esto es, la su-
perposición entre ambos espacios y el emborronamiento de fron-
teras. Lo público gira hoy en torno a lo privado no sólo en el plano
económico sino en el político y el cultural. Y, recíprocamente,«Zar
en casa ya no significa ausentarse del mundo: "La televisión es hoy
día la representación más aproximada del demiurgo platónico; y la
fascinación que ejerce sobre los seres humanos no tiene que ver
únicamente con la información o con el entretenimiento: la oferta
televisiva principal es el mundo, ei teleadicto es un cosmopolita"6 .
Lo que identifica la escena pública con lo que "pasa en" la televisión
no son únicamente las inseguridades y violencias de la calle; hoy son
los medios masivos, y en modo decisivo la televisión, el equivalen-

''" R. Silverston, "De la sociología de la televisión a la sociología de la jian-


talla", en lelos, N " 22 ( Madrid: 1990); I F Vezzetti, "LI sujeto psicológico en el
universo massmediático", en Punto de Vista, N " 47 (Buenos .-Vires: 1993); A,
Novaes (coord.l, Rede imaginaría: televisan e democracia (Sao Paulo: Compañía
das Letras, 1991).
J. V,e\\exervC\., Cosmopolitas domésticos [ Barcelona: Anagrama, 1995 ), p. 81,
Experiencia audiovisual v desorden cultural
59

te del antiguo agora: A escenario por antonomasia de la cosa públi-


ca. Cada día en forma más explícita la política, tanto la que se hace
en el congreso como la que se hace en los ministerios, en los míti-
nes y las protestas callejeras y hasta en los atentados terroristas, se
hace de cara a las cámaras, <jue son la nueva expresión de la existen-
cia social. Y también ci mercado ha invadido el ámbito privado con-
virtiendo al consumo productivo en una fuerza económica de primera
magnitud: ser telespectador "equivale a convertirse en elemento de
una población analizable estadísticamente en función de sus gus-
tos y preferencias que se revelan en el consumo productivo previo
a la compra de la mercancía física"64. Al consumir su tiempo de ocio,
la telefamilia genera un nuevo mercado y una nueva mercancía: el
valor cid tiempo medido por ei nivel de audiencia de los productos
televisivos. Y aun más decisivo resulta lo que sucede en el plano cul-
tural: mientras ostensiblemente se reduce la asistencia a los even-
tos culturales en lugares públicos, tanto de la alta cultura (teatros,
museos, ballet, conciertos de música culta) como de la cultura lo-
cal popular (actividades de barrio, festivales, ferias artesanales), la
cultura adomuiluE crece y se multiplica desde la televisión hertziana
(que ve más del 90% en promedio en toda América Latina) a la de
cable v las antenas parabólicas y la videograbadora, que en vanos
países latinoamericanos ya supera el cincuenta por ciento de hoga-
res, al tiempo que se "populariza" ei uso del computador personal,
la multimedia v la Internet.

64
J. Echeverría, Telépolis (Barcelona: Destino, 1995), p. 72.
65
Sobre análisis de los cambios en ei consumo cultural, además tle la obra
coordinada por N. García Canclini para ei caso de México ya citada, véase C.
Catalán y G. Sunkel,. Mgunas tendencias del consumo de bienes cultura/es en América
Latina (Santiago: Flacso, 1992).
J ESUS MARTI N BARBERO

60

Del pueblo que se toma la calle Apúblico que va al teatro o al cine


la transición es transitiva y conserva el carácter colectivo de la ex-
periencia. De los públicos de cine a las audiencias de televisión el
desplazamiento señala una profunda transformación: la pluralidad
social sometida a la lógica de la desagregación hace de la diferen-
cia una mera estrategia de rating. Y, no representada en la política,
la fragmentación de la ciudadanía es tomada a cargo por ci merca-
do: ¡es de ese cambio que la televisión constituye la principal me-
diación!
El flujo televisivo es el dispositivo complementario de la frag-
mentación: no sólo de la discontinuidad espacial de la escena domés-
tica, sino de la pulverización del tiempo que produce la aceleración
del presente, la contracción de lo actual, en la "progresiva negación
del intervalo" (Virilio). Ello afecta no sólo ei discurso de la infor-
mación (cada día temporal y expresivamente más cercano al de la
publicidad), sino al continuum del palimpsesto televisivo —la diver-
sidad de programas cuenta menos que la presencia permanente de
la pantalla encendida— y la forma de la representación: lo que re-
tiene al telespectador es más el ininterrumpido flujo de las imáge-
nes que ci contenido de su discurso. Hay una conexión de flujos
entre el régimen económico de temporalidad que de manera acele-
rada torna obsoletos los objetos y ci que vuelve indeferenciables,
equivalentes y desechables los relatos y discursos de la televisión.
¿Y no tendrá algo que ver ese nuevo régimen temporal de los obje-
tos y los relatos más accesibles a las mayorías con el crecimiento del
desasosiego y la anomia que experimentan las gentes en la ciudad
del flujor
El flujo televisivo estaba exigiendo Azapping, ese control remoto
mediante el cual cada uno puede nómadamente armarse su propia
programación con fragmentos o "restos" de noticieros, telenovelas,
Experiencia audiovisual y desorden cultural
(> i

concursos o conciertos. Más allá de la aparente democratización


que introduce la tecnología, la metáfora dtlzappar ilumina doble-
mente la escena social. Pues es con pedazos, restos y desechos que
buena parte de la población arma los cambuches en que habita, teje
el rebusque con que sobrevive y mezcla los saberes con que enfrenta
la opacidad urbana. Y hay también una cierta y eficaz travesía que
liga los modos nómadas de habitar la ciudad —cid emigrante al que
toca seguir indefinidamente emigrando dentro de la ciudad a me-
dida que se van urbanizando las invasiones y valorizándose los te-
rrenos, hasta la banda juvenil que periódicamente desplaza sus
lugares de encuentro— con los modos de ver desde los que el tele-
vidente explora y atraviesa el palimsesto de los géneros y los dis-
cursos, y con la transversalidad tecnológica que hoy permite enlazar
en ei terminal informático el trabajo y el ocio, la información y la
compra, la investigación y el juego.
Los retos que plantean los nuevos modos de sentir v de habitar
encuentran su más cruda expresión en la híbrida modernidad de los
jóvenes, tanto en la que emerge de sus rituales de violencia como en
la propia de sus modos de estar juntos o sus estéticas visuales y so-
noras. La legitimación de la mirada intelectual sobre la multicultu-
ralidad de ese mundo se abre lento paso desde unas ciencias sociales
que, en la conservadora Colombia, han tenido la osadía de mirar
desde ahí las híbridas violencias de su modernidad:

El marginado que habita en los grandes centros urbanos, v


que en algunas ciudades ha asumido la figura del sicario, no es
sólo la expresiÓHi del atraso, la pobreza o ci desempleo, la ausen-
cia del Estado y de una cultura que hunde sus raíces en la reli-
gión católica ven la violencia política. También es ci reflejo, aca-
so de manera más protuberante, del hedonismo y ci consumo, de
JESÚS MARTIN BARBERO
62

la cultura de la imagen y la drogadicción, en una palabra, de la


colonización del mundo de la vida por la modernidad66.

Pero donde esa perspectiva hallará mayor densidad será en la


reflexión de intelectuales y escritores que, al no estar atrapados en
las demarcaciones disciplinarias, perciben mejor la hondura de la
iniilticulturalidad que viven los jóvenes:

En nuestras barriadas populares urbanas tenemos carnadas


enteras de jóvenes cuyas cabezas dan cabida a la magia y a la he-
chicería, a las culpas cristianas y a su intolerancia piadosa, lo mis-
mo que a utópicos sueños de igualdad y libertad, indiscutibles y
legítimos, así como a sensaciones de vacío, ausencia de ideologías
totalizadoras, fragmentación de la vida y tiranía de la imagen fu-
gaz y el sonido musical como lenguaje único de fondo .

La pista que señala ese lenguaje de fondo es la complicidad, la


profunda compenetración entre la oralidad que perdura como ex-
periencia cultural primaria y la oralidadsecundaria que tejen y or-
ganizan las gramáticas tecnoperceptivas de la visualidad electrónica
del video, el computador, el eme, la televisión. Pensar los procesos
y los medios de comunicación en América Latina se ha vuelto una
tarea de envergadura antropológica ya que lo que ahí está enjuego
son hondas transformaciones en la cultura cotidiana de las mayo-

6
F Giraldo y FF F López, "La metamorfosis de la modernidad", enC'o-
lombia: el despertar de la modernidad (Bogotá: Foro, 1991), p. 260.
' F Cruz Kronflv, "El intelectual en la nueva Babel colombiana", en La
sombrilla planetaria (Bogotá: Planeta, 1994), p. 60.
' ,s El concepto ha sido elaborado por W. O n g en (oralidad y escritura: tecno-
logías de la palabra (México: Fondo de Cultura Económica, 1987), p. 130 ss.
Experiencia audiovisual y desorden cultural
C3

rías, y especialmente de los jóvenes, que se están apropiando de la


modernidad sin dejar su cultura ora/''1''. Las nuevas generaciones sa-
ben leer, pero su lectura está atravesada por la pluralidad de textos
y escrituras que hoy circulan, de ahí que la complicidad entre ora-
lidad y visualidad no remita al analfabetismo sino a "la persistencia
de estratos profundos de la memoria y la mentalidad colectiva saca-
dos a la superficie por las bruscas alteraciones del tejido tradicio-
nal que la propia aceleración modernizadora compiorta"'.
De tales alteraciones está hecha la vida de una generación "cu-
yos sujetos culturales se constituyen, más que a partir de figuras, es-
tilos y prácticas de añejas tradiciones que definen la cultura', a partir
de la conexión—desconexión (juego de interfaz) con los aparatos"' ,
una generación que ha aprendido a hablar inglés en programas de
televisión captados por antena parabólica más que en la escuela y
que se siente más a gusto escribiendo en el computador que en el
papel. Frente a la distancia y la prevención con que gran parte de
los adultos resienten y resisten esa nueva cultura — que vuelve obso-
letos muchos de sus saberes y a la que responsabilizan de la crisis de
los valores intelectuales y hasta morales—, los jóvenes experimentan
una empatia que no es sólo facilidad para relacionarse con el idio-
ma de los aparatos audiovisuales e informáticos, sinocomplicidadex-
presiva con sus relatos e imágenes, sonoridades, fragmentaciones y
velocidades. Frente a la memoria larga, pero también a la rigidez

Véase a ese propósito A. Ford, "Culturas orales, culturas electrónicas, cul-


turas narrativas", en Navegaciones. Comunicación, cultura y crisis (Buenos Aires:
Amorrortu, 1994), pp. 29-42,
'" Ci. Marramao, "Metapolítica: más allá de los esquemas binarios", en Ra-
zón, ética y política (Barcelona: Antliropos, 1988), p. 60.
S. Ramírez v S. Muñoz, Trayectos del consumo (Cali: Universidad del Vil le,
1996), p. 60.
JESÚS MARTIN BARBERO

64

de las identidades tradicionales, los jóvenes parecen dotados de una


plasticidad'neuronal'" que se traduce en una una camaleónica capa-
cidad de adaptación a los más diversos contextos y una elasticidad
cultural que les permite hibridar y convivir ingredientes de univer-
sos culturales muy diversos. La mejor expresión de las hibridacio-
nes de que está hecho el sensorium latinoamericano de los jóvenes
de hoy quizás sea el rock en español: valga como ejemplo la expe-
riencia colombiana. Ligado inicialmente, de comienzos a mediados
de los ochenta, a un claro sentimiento pacifista —grupos como Gé-
nesis o Banda Nueva—, el rock pasa en los últimos años a decir la
cruda experiencia urbana de las pandillas juveniles en los barrios
de clase media-baja en Medellín y media-alta en Bogotá, convir-
tiéndose en vehículo de una conciencia dura de la descomposición
del país, de la presencia cotidiana de la muerte en las calles, de la
sin salida laboral, de la exasperación de la agresividad y lo macabro.
Desde la estridencia sonora dtlheavy metal —preferido por los gru-
pos de rock de los adolescentes sicarios— hasta los nombres de los
grupos — Féretro, La Pestilencia, Kraken—, pasando por la esceno-
grafía temo de los conciertos, de la discoteca alucinante al concier-
to barrial, en el rock se hibridan los sones y los ruidos de nuestras
ciudades con las sonoridades y los ritmos de las músicas indígenas
y negras, y las estéticas de lo desechable con las frágiles utopías que
surgen de la desazón moral y el vértigo audiovisual.

'" A. Píscitelh, "Del péndulo a la máquina virtual", en S. Bleicmar (comp.),


Temporalidad, determinación, azar: lo reversible y lo irreversible (Buenos Aires:
Paidós, 1994).
Del plano a la esfera:
libros e hipertextos1

Beatriz Sarlo

1. V oy a referirme, en primer lugar, a los cambios en la dimensión


temporal, no sólo en la percepción del tiempo sino en las nuevas cua-
lidades que marcan la experiencia temporal en la vida cotidiana, en
el aprendizaje y en la relación con los massmedia.
La velocidad modifica los ritmos y la sintaxis del escenario cul-
tural desde fines de los ochenta: zapping clip, videojuegos, proce-
sadores de datos, comunicación por fax, banca y correo electrónico.
H a cambiado el sentido del tiempo. Esta transformación define el
siglo XX y dentro de su campo de posibilidades puede pensarse el
ingreso en el nuevo milenio. Lo instantáneo, lo inmediato, el acor-
tamiento de la espera: hace sólo diez años, frente a una computa-
dora, cualquiera se asombraba de la rapidez con que la máquina
respondía a los pedidos del usuario. Hoy ninguna computadora

Con ci título E l libro: de la hoguera a la celebración, algunos fragmentos de


esta ponencia tueron publicados en ei suplemento cultural del diario La Nación,
de Buenos Aires, en abril de I 997. También se retoman ideas presentadas preli-
mmarmente en La Voz del Interior, de Córdoba, en abril de 1997. La primera ver-
sión de esta ponencia fue enriquecida a partir de la discusión que tuvo lugar en
el Coloquio sobre "Teorías de la cultura y estudios de comunicación en América
Latina", realizado en agosto de 1997 en Bogotá, especialmente lo sugerido en
las intervenciones de Jesús Martín Barbero, Carlos Rincón, Arcadio Díaz Qui-
ñones, Fabio López v H a n s Gumbrecht.
K I . A T K I /. S \KI.O

66

parece suficientemente veloz; una lectora de CD-ROM tenía doble


velocidad hace dos años, cuatro hace unos meses, ocho o diez velo-
cidades en los modelos de las últimas semanas.
Esas velocidades se nos imponen como necesarias porque el
software que utilizamos, cambiándolo más veces de las indispensa-
bles, a su vez requiere máquinas siempre más potentes y rápidas.
Cualquiera de nosotros enciende hoy su computadora y mantiene
abiertos, :d mismo tiempo, un programa de procesamiento de da-
tos, una enciclopedia, un diccionario o varios, una base de datos.
Cuatro programas que deben funcionar al mismo tiempo y por los
que queremos desplazarnos sin dilaciones.
Los chicos de capas medias se sientan frente a su primera com-
putadora a los tres o cuatro años; a esa edad adquieren una destre-
za física en el desplazamiento sobre superficies virtuales; aprenden
a combinar varios tipos de movimientos en un solo golpe de teclas
y se entrenan en una temporalidad acelerada que exige decisiones al
instante. Esa es la destreza de los videojuegos, una especie de prác-
tica deportiva para el manejo del mouse, de la coordinación motriz
y casual y de la experimentación en escenarios virtuales.
Maestras y maestros se desesperan por adiestrarse en una tecno-
logía en la que los alumnos parecen más dotados. Reciben a diario
mensajes contradictorios de las autoridades educativas y de los pa-
dres: por un lado, se les exige que aprendan las destrezas de una
nueva alfabetización cibernética; por otro, se los sigue entrenando
de manera tradicional. El malentendido puede llegar a ser gigan-
tesco cuando tanto los padres ansiosos de futuro como las institucio-
nes cometen la equivocación de pensar que las destrezas cibernéticas
no necesitan de las destrezas previas de la lectura y la escritura.
H a cambiado nuestra relación material, visual e intelectual con
las computadoras. Hace diez años, la primera computadora de una
Del plano a la esfera: libros e l/ipertex/os
6-

casa era rodeada por la veneración que merecía un nuevo tótem; se


la trataba con dulzura. En pocos años, a la computadora se la enca-
ra como a la heladera o el televisor. En la sintaxis de objetos fami-
liares, ocupa su lugar sin la vibración nerviosa de lo desconocido.
Recuerdo el asombro, en 1987, en la oficina de un instituto de
investigación norteamericano, cuando una secretaria escaneó las ho-
jas de un artículo que yo acababa de escribir en mi máquina tradicio-
nal; las páginas aparecían en la pantalla al mismo tiempo oue eran
recorridas por el escáner. La secretaria tuvo que tranquilizarme
sobre lo que estaba sucediendo, y me dijo: "Escomo si fuera una fo-
tocopia, pero, en lugar de usar papel, se copia en la memoria de la
computadora". La explicación fue más enigmática que el proceso
del que yo estaba siendo testigo. La sorpresa provinciana de enton-
ces es una sensación tan lejana como los recuerdos de infancia. Ya
no soy la que miraba ese primer escáner de mi vida.
L o que esa secretaria estaba tratando de enseñarme era que, con
las computadoras, mis palabras habían perdido materialidad, ya no
eran algo adherido por la tinta a la página de papel, sino indicacio-
nes magnéticas que podían reproducirse independientemente de su
soporte. Yo me encontraba recibiendo mi primera lección en imáge-
nes y signos virtuales.
Precisamente, sobre ese tema (la informatización de lo social y
las nuevas tecnologías), hace unos quince años, Lyotard organizó en
el Centro Pompidou de París una exposición titulada Fos inmate-
riales. Fue una puesta en escena gigantesca de sus tesis sobre la post-
modernidad, sintetizadas en un catálogo magnífico. Se podrían
evocar muchas de sus páginas, pero una me parece especialmente
significativa: la fotografía de la fotocopia de un pedazo de queso.
El epígrafe nos explica que sobre el cristal de una fotocopiadora se
pueden apoyar los objetos más diversos para tomar su reproduc-
BEATRIZ SARLO

68

don plana. Estejuego de espejos, en el que la impresión gráfica de


una fotografía reproducía la fotocopia de un objeto, da la clave de
una época. No se trata de un simulacro, sino de una línea de repro-
ducciones donde una imagen genera otra imagen que genera otra
imagen potendalmente hasta ci infinito. El objeto fotocopiado se
desvanecía en su volumen y en su materia convirtiéndose en el fan-
tasma virtual que podía seguir engendrando miles de copias y de
transformaciones.
Ese es el costado barroco dei nuevo milenio. Como en una igle-
sia del siglo XVII, no quedan espacios vacíos. El mundo es hiperse-
miótico en la medida en que hay más signos de cosas, más signos
de signos. Hace treinta años, Abraham Moles, teórico del kitsch,
hacía el inventario de unlivingroom de capas medias. Figuraban allí
un televisor, una radio, un tocadiscos, un teléfono, una máquina fo-
tográfica, un proyector de diapositivas. Hoy, el mismo inventario
probablemente excluiría el proyector de diapositivas, pero inclui-
ría telecomandos, videocasetera y videograbadora que, a diferen-
cia de la fotografía, registran tiempo y no sólo imagen. Y el televisor
podrá estar conectado al cable por el que se recibirán no menos de
treinta canales y, probablemente, juegos electrónicos. Es posible que
el teléfono incluya contestador y fax. La computadora, que no figu-
ra en el inventario de 1960, ofrece la posibilidad de unirse a la red
planetaria de palabras que se ha convertido en una segunda atmós-
fera de la tierra.
De nuevo, ci tiempo aparece como dato diferencial: pormodem,
nos comunicamos en "tiempo real" v es posible pasarse recetas de
cocina mientras uno mismo está cocinando.
El tiempo es la nueva cualidad de esta sintaxis de objetos de fin
de siglo. El control remoto, ci fax, ei modem, producen otra textura
de tiempo, desconocida hace dos décadas. No se trata sólo de la
Del plano a la esfera: libros e hiperlextos
69

emergencia de más imágenes sino de la velocidad con que ellas se


siguen unas a otras, se reflejan y se atrepellan. El tiempo es más
fluido. Esta cualidad de fluidez temporal, junto a la aceleración y la
virtualidad, están definiendo nuevos protocolos de lectura y nue-
vas estrategias de escritura.

2. M e ocuparé ahora de viejos protocolos de lectura y de su trans


formación; de la lectura plana a la lectura esférica, para decirlo con
una imagen sintética.
Leer un libro, comprar un libro, conseguir un libro, hojear un
libro, prestar un libro, guardar un libro, escribir un libro, corregir
un libro, anotar un libro, publicar un libro, venderlo. Cualquiera
sabe lo que estas frases quieren decir y, sin embargo, precisamente
ahora su significado ha comenzado a cambiar. Es probable que, en
el próximo siglo, ninguna de estas frases sencillas tenga del todo el
sentido que le damos hasta hoy. Algunas razones son muy eviden-
tes. Cambian lo que se llama "hábitos de consumo" cuando el vein-
ticinco por ciento de los libros de mayor venta se adquieren en las
góndolas de los supermercados, las cadenas de librerías dominan
el negocio en los shoppings, unas pocas editoriales monopolizan casi
el ochenta por ciento de las ventas, mientras las fotocopias son para
muchos jóvenes la única presencia fantasmal del libro.
Estos son rasgos repetidos en casi todo Occidente. Se trata de
un proceso que podría seguirse en las transformaciones de la frase
"leer un libro".
En efecto, el libro enfrenta una competencia que no llega (como
se pensó) del lado de la pantalla de televisión sino de otras panta-
llas. Lo que puede transformar al libro es una tecnología nueva: el
hipertexto. Hasta hace muy pocos años, el libro seguía siendo un
BEATRIZ SARLO

objeto tecnológico único por su practicidad, su trasmisibilidad y la


facilidad de su uso. Hoy ya no está solo.
El hipertexto, que cualquier usuario de una enciclopedia en
CD-ROM ha comenzado a explorar, implica un cambio tecnológi-
co cuyo despliegue va a ser ei tema de las próximas décadas. Para
decirlo de manera breve: el hipertexto es un texto (novela, poema,
ensayo, escritura de cualquier especie, escritura con imágenes fijas
o móviles, escritura con sonido) al que se puede entrar desde cual-
quier punto. Si el libro, tal como lo conocemos, puede representar-
se con la figura geométrica de una línea en un plano, el hipertexto
es una esfera, "cuyo centro está en tocias partes y su circunferencia
en ninguna". Esta esfera es al mismo tiempo compacta (miles y
miles y miles de palabras caben en ella) y porosa, en la medida en
que está virtualmente atravesada por cientos de caminos que pue-
den conducir a un lector de una palabra a otra, de una imagen a una
palabra, de un trozo de escritura a otro trozo de escritura. La pági-
na, tal como ci libro nos acostumbró a la idea de página, ya no existe
en el hipertexto, que es sólo un conjunto dev pantallas, no ordena-
das por sucesión fija, a las que podemos acceder v articular de di-
ferentes modos, siguiendo nexos de asociación, de jerarquía, de
secuencia, de tema o de capricho.
El libro fue una invención revolucionaria de la mejor tecnolo-
gía para trasmitir escritos e imágenes. Esa tecnología, que se man-
tuvo en la vanguardia durante siglos, que contribuyó a fundar la
esfera pública moderna y que se ubica en el origen de vastos pro-
cesos de democratización y distribución cultural, se encuentra a
punto de ser sucedida por otra. Id libro pertenece a la era de la me-
cánica (de tipos móviles impresos con prensas, con rodillos, con
planchas sobre papel); el hipertexto, en cambio, surge en la era dé-
la electrónica y de la virtualidad (los tipos no son materiales, no pue-
WILLIAM ROWE
-s

don de la poética1. La poética, convencionalmente, se ocupa de los


órdenes del discurso, y no de los ensamblajes sociales y técnicos-.
Quiero decir que hasta hace unos diez años, cuando se hablaba de
la poética (en el sentido de una disciplina intelectual), se trataba de
una conversación sobre la literatura (asignatura académica) y la teo-
ría literaria (rama especializada de esa área). En cuanto al discur-
so, éste podía entenderse, desde luego, como un objeto de estudio
que se relacionaba estrechamente con las prácticas materiales (el
caso paradigmático eran los trabajos de Michel Foucault: por ejem-
plo, sobre las sociedades disciplinarias cuyo modelo era la cárcel).
Pero, en ese caso, el discurso dejaba de ser objeto de la poética. Lo
cual era indicio de la relación difícil y tensa entre el estudio de la
literatura y las ciencias sociales, esa relación asimétrica entre estas
disciplinas, que varía según la historia intelectual de cada lugar.
Porque el estudio de la literatura se consideraba el lugar privi-
legiado de las ciencias humanas: vale decir, que la crítica literaria
tenía una relación determinada con la estratificación social. A par-
tir del final de la década de los sesenta y a lo largo de la de los se-
tenta, las ciencias sociales le hacen competencia epistemológica a la
crítica literaria. Después —en términos muy redondos porque sólo
se pretende situar provisoriamente esta conversación en que esta-
mos imbricados aquí— comienza a manejarse la noción de la cultu-
ra como un campo que abarca —al menos idealmente— todas las
prácticas, sin exclusión. Es decir, no sólo las de los sectores ilustra-
dos sino las de los grupos étnicos, las de las clases dominadas; no

1
En I lacia una [mélica radical: ensayos de hermenéutica cultural, presento una
reflexión sobre los usos de la poética en los estudios culturales. (Véase la intro-
ducción \ el primer capítulo),
~ Véase, por ejemplo, T. Fodorov, Poétique (París: Seuil, 1968).
Poética, cosmología y modelos de la cultura
en la época de los medios electrónicos

William Rowe

De las relaciones tensas entre la literatura y las ciencias sociales

rbsta ponencia surge de una inquietud frente a la situación actual


de los estudios culturales como prácticas de investigación y de en-
señanza. Esta inquietud tiene que ver con que, al parecer, o se tiende
a acomodar los estudios culturales a un modelo literario o, por el
contrario, se excluye a la literatura y el modelo vienen a ser los me-
dios masivos. Pero ninguna opción es satisfactoria. ¿Por qué se pro-
duce esta disyuntiva?
La discusión que sigue se ofrece, sobre todo, a manera de una
reflexión —y experimento— sobre el método. Y la pregunta a la que
quisiera llegar es la siguiente: ¿cuál es el lugar de la actividad artís-
tica, específicamente la literaria, en la comprensión del campo cul-
tural en el que uno vive, tratándose de la época de los medios
electrónicos y la cosmología cuántica? ¿Qué sucede, en esta situa-
ción, con el material específico de la literatura, el lenguaje? Y ¿bajo
qué condiciones puede servir una obra literaria a manera de sonda
exploratoria que permita una comprensión holística del campo cul-
tural de la segunda mitad del siglo xx? Es decir, ¿qué procedimien-
tos de lectura nos estarían disponibles?
Para acercarnos a estas interrogantes, nos puede servar una dis-
cusión, forzozamente breve, de la idea del campo cultural y la no-
VI R I Z SARLO

76

mente, frente a la obsolescencia atribuida a las destrezas adquiri-


das en ci pasado (entre ellas las de lectura y escritura), surge una sen-
sación de crisis de instrumentos. Se ha roto nuestra temporalidad
cultural.
Entre la aceleración cid tiempo y la vocación memorialista hay,
entonces, coincidencias. Precisamente, la aceleración produce ci
vacío de pasado que las operaciones de la memoria intentan com-
pensar. El 2000 se abre sobre esta contradicción entre un tiempo
acelerado que impide ci transcurrir del presente, y una memoria que
busca dar solidez a ese presente fulminante que desaparece comién-
dose a sí mismo. Recurrimos a las imágenes de un pasado que son,
cada vez más, imágenes de lo más reciente. Para sintetizar, cultura
de la velocidad y de la nostalgia, olvido y aniversarios. Por eso la
moda, que capta bien el aire de la época, cultiva, con igual entu-
siasmo, el estilo retro y la persecución de la novedad.
La primera década del nuevo milenio, si las cosas siguen este
curso, será de años en que la memoria correrá sobre una cinta acei-
tada. Algo parece contradictorio: trabajar para que las cosas y las
imágenes envejezcan y, a la vez, trabajar para conservarlas como
signos de identidad en un mundo unificado por Internet y los saté-
lites donde, como paradoja siniestra, los nacionalismos se vuelven
cada vez. más particularistas y las culturas establecen cada vez con
más fuerza su diferencia, remitiéndose a pasados tan construidos
como las imágenes de nuestro presente. Del otro lado, pero tam-
bién muy cerca, viven los millones de pobres para quienes la com-
putadora y el correo electrónico, la virtualidad y ci hipertexto son
tan irreales como los decorados de un telefilm.
Del plano a la esfera: libros e hipertextos
15

virtiéndose en la matriz de una sintaxis más internacional, menos


rígida, menos articulada, pero precisa y eficiente. Es probable que
ese cambio en las escrituras utilitarias llegue también a la escritura
literaria. Por supuesto, ya existen cuentos y novelas hipertextuales.
Aún son ensayos ingenuos de las posibilidades de recombinación
infinita de las unidades textuales. Todavía no presentan otro inte-
rés que ci tecnológico. Pero esto es sólo ci comienzo.

3. Para terminar, quisiera examinar algunas consecuencias de las


hipótesis presentadas. En particular, lo que ellas pueden dejar pre-
ver acerca de los procesos de recuerdo y memoria social que, du-
rante siglos, estuvieron vinculados a la palabra escrita y al libro, por
lo menos en Occidente.
La aceleración que afecta la duración de las imágenes y los dis-
cursos afecta también la memoria, el recuerdo. Nunca como ahora
la memoria fue un tema tan espectacularmente social. Y no se trata
sólo de la memoria de crímenes cometidos por las dictaduras, donde
el recuerdo social mantiene el deseo de justicia. Se trata también de
la recuperación de memorias culturales, la construcción de identi-
dades perdidas o imaginadas, la narración de versiones y lecturas
del pasado. Ei presente, amenazado por el desgaste de la acelera-
ción, se convierte, mientras transcurre, en materia de la memoria.
El presente aparece como un instante en nesgo, un instante des-
tinado íntegro a ser devorado por ci futuro: ante el desarrollo tec-
nológico emerge ci nuevo gran relato de la superación absoluta del
presente, consumido en las promesas de ruptura tecnológica. Se
tiende a pensar que la digitalizadón informativa ya ha superado la
información trasmitida por la cultura de la letra. Se tiende a pensar
esas dos modalidades de manera opuesta v desintegrada. Natural-
BEATRIZ SARLO

74

bre su masa de fragmentos, somos expertos en lectura profunda


que, paradójicamente, reconocemos la futilidad de una pretensión
metafísica de profundidad. Pistas actividades cultivadas que lleva-
mos a cabo con los textos, siempre fueron diferentes de las activida-
des generalmente realizadas por el público lector, aunque algo del
orden de las operaciones y de la intensidad de la experiencia senta-
ba las bases de un terreno común entre prácticas de lectura intelec-
tuales y no intelectuales.
Enfrentémoslo de una vez. El terreno común se ha erosionado.
En la videoesfera, la lectura es en extremo necesaria pero se está de-
sarrollando según estilos diferentes. La intensidad se reserva a otros
discursos (contó A Uve rock, supremamente intenso en sus rituales
de consumo). La lectura en ci ciberespado privilegia la velocidad y
la habilidad para derivar de una superficie a otra. Antes caminába-
mos sobre nuestros textos; en los próximos años, nos deslizaremos
sobre ellos, surfeando sus planos fractales.
Quizás vivamos los últimos años de la literatura tal como se la
conoció hasta ahora. Las novelas y las películas pueden estar con-
denadas a desaparecer en el continuum de la vadeoesfera. No digo
que cosas narradas no sigan exhibiéndose en los cines o en la televi-
sión, sino que los films, tal como los inventó el siglo XX, pueden
haber llegado a su fin, excepto para un puñado de productores y
una minoría de público.
Podría suceder que, en el futuro, el hipertexto no sea sólo un
modo cómodo de manejar notas al pie o diferentes niveles de infor-
mación, sino un patrón nuevo de la sintaxis que, durante siglos, la
literatura ha moldeado y cambiado. Si las cartas personales, ese
género de tan larga duración en la historia, cambiaron al menos dos
veces de manera radical en el último siglo, no es para nada arries-
gado pensar que con el teléfono y con el fax, el hipertexto está con-
D e l plano a la esfera: libros e hipertextos
73

sólo como memoria del pasado (imperfecta, como toda memoria,


pero, sin duda, la más abarcadura que hemos conocido nunca), sino
como invento imbatible en su sencillez. El libro es un objeto funcio-
nal de diseño perfecto. Sólo una visión lineal del progreso puede
pensar que el libro entra en su etapa final cuando la escritura elec-
trónica está en sus inicios. Fui un hipotético mundo de computado-
ras, si el libro no existiera, habría que trabajar para inventarlo.
De todos modos, aunque el libro persista, el hipertexto rodea por
entero al planeta. No está sólo en nuestros disquetes y CD-ROM,
no es sólo un programa de escritura que nos permite hacer nuestros
propios nexos hipertextuales, sino que, bajo la forma de Internet,
es una masa gigantesca de palabras e imágenes a las que se accede
desde cualquier computadora hogareña. Internet es hipertexto al al-
cance de todo el mundo. Y cualquiera que haya navegado conoce
esa sensación de potencia infinita, y de pérdida absoluta de la orien-
tación, de multiplicidad democrática y de charlatanería ociosa que
produce una hora dentro de la red.
Llegamos así a un cambio de protocolos de lectura que me pa-
rece denso y espectacular. Leer, ese acto simple que, pese a los pro-
blemas socioeconómicos de la alfabetización, damos por sentado,
debe ser revisado por completo. La lectura pasa por un proceso de
mutación. Quizás seamos los últimos lectores tradicionales. La lec-
tura es una actividad costosa, en cuanto a las habilidades y al tiem-
po que requiere. El desciframiento de la superficie escrita exige una
atención intensa y concentrada por un lapso relativamente largo.
Muramos ei texto y miramos¿/(f«/,ro del texto. Practicamos observa-
ciones intensivas y extensivas de la materia escrita, nos quedamos en
A texto y con el texto. Aun cuando profesemos la metafísica negati-
va que nos enseña que ya no hay profundidad que deba alcanzarse
hundiéndose en lo escrito, ni totalidad que deba reconstruirse so-
BEATRIZ SARLO

a la historia de la educación; fue la escuela la que formó públicos


que luego compraron libros y periódicos en el mercado. Esta his-
toria está atravesada hoy por una quebradura que no se supera sólo
con tecnología, sino con una renovación cultural de los instrumen-
tos que la escuela proporciona y generaliza. La escuela, que pudo
responder al desafío democrático e integrador, hoy enfrenta una
tarea doble: acentuar el proceso de distribución cultural a través de
las destrezas básicas de la lectura y la escritura y, al mismo tiempo,
imaginar una nueva pedagogía que se haga cargo de la innovación
tecnológica. Cualquier solución al nudo de cuestiones presentes
debe partir de la distribución amplia y eficaz del instrumento bási-
co de la lectura y la escritura: no hay mundo digital que haya supe-
rado, hasta hoy, la centraliciad de estas destrezas.
El libro es un objeto clásico, ingenioso en su simplicidad ma-
terial y relativamente sencillo de producir. Creo que ci libro sigue
siendo ci mejor dispositivo para leer textos largos: se leen mejor en
la página impresa que en la pantalla de cualquier computadora. Si
se trata de velocidad, creo que un libro se hojea más rápidamente
que un texto en pantalla, si el recorrido tiene un sentido recto de
comienzo a fin, o de fin a comienzo o por secciones. Y lo digo por-
que quizás mi entrenamiento en la lectura de libros se encuentre en
ci origen de la rapidez con que los manejo, aunque también debo
decir que mi entrenamiento en la lectura de pantallas es respetable,
como sucede con la mayor parte de quienes trabajan con computa-
doras y se han acostumbrado a ellas como uno se acostumbra a an-
dar en bicicleta, sin ansiedad ni superstición.
Incluso en un escenario de ciencia ficción donde cada uno esté
sentado frente a su computadora y reciba por modem todos los li-
bros digitalizados del mundo, incluso en esa utopía optimista para
las próximas décadas, el libro, tal como lo conocemos, sobrevive no
Del plano a la esfera: libros c luperlextos

den ser vistos hasta que no son convocados a la pantalla, su organi-


zación no es secuendal ni fija, no tienen comienzo absoluto ni final
absoluto). El libro es un plano como ei papel en el que se imprime;
el hipertexto es una bola gigantesca que, en su versión desaforada,
forma ese anillo virtual del planeta Tierra conocido como Internet.
Ese cambio en la geometría (del plano real, material, a la esfera
virtual) es justamente lo que está sucediendo ante nuestros ojos hoy.
Pero escribo "nuestros ojos" y no puedo dejar de preguntarme ¿ante
los ojos de quién? ¿De quién son los ojos que leen el hipertexto?
Leer un libro fue, desde los comienzos, una tarea complicada.
El desciframiento de los signos alfabéticos no es sino la precondi-
ción que permite aprender una serie de destrezas bastante refinadas,
incluso para lo que podríamos considerar las lecturas más triviales.
Desplazarse por un hipertexto no sólo es distinto (aun cuando pre-
supone el manejo de esas destrezas anteriores), sino más compli-
cado aún. Ion primer lugar, porque la tecnología del hipertexto exige
máquinas que el libro no necesita: una computadora lo bastante rá-
pida como para que los desplazamientos no sean penosos. Además,
se necesitan cartas de navegación que permitan saber qué se busca.
Sin ellas, los desplazamientos en el hipertexto son mucho más aza-
rosos y menos productivos que los desplazamientos por un libro, tal
como los que conocemos hoy. Sin esas cartas de navegación, el nave-
gante hipertextual está embarcado en una nave de locos que va por
todos lados a ninguna parte. L o digo precisamente en polémica con
quienes piensan, con optimismo tecnológico y ceguera sociológica,
que el hipertexto sencillamente nos hará más libres, más autónomos
de los caminos determinados por un autor, más creativos.
Es posible que esto suceda. Pero no será probable sin lectores
capaces de mantener una relación fluida con lo escrito (en papel o
en el espado virtual de la pantalla). La historia del libro está unida
Poética, cosmología v modelos de la cultura
79

sólo la producción del arte y la literatura, sino la de la artesanía y


de los medios como la radio y la televisión.
El gran punto fue —y sigue siéndolo para una buena cantidad
de personas— el estudio de la cultura popular y de lo que empezaba
a llamarse lo subalterno. Desde luego, no se trata de un proceso li-
neal. Algunos estudiosos —como Ravmond Williams, por ejemplo—
ya habían dado, dos décadas antes', a finales de los años cincuen-
ta, ese paso hacia la cultura entendida como campo holístico, Y se
puede decir que, en alguna medida, esa propuesta ya estaba en los
escritos de Gramsci. Con Williams, en particular, se asocia el tér-
mino estudios culturales, que luego, en los años noventa, devendría
—entre otras cosas— piedra de toque para hablar de la relación en-
tre la literatura y otras disciplinas.
Y aquí debo parar. Porque estoy muy lejos de querer hacer un
mapa. ¿Por qué? ¿No es cierto que existe hoy una buena cantidad
de mapas que pretenden representar el estado actual de tal o cual
rama de las ciencias humanísticas? Precisamente por eso: actual-
mente, los mapas tienden a competir entre sí, en la búsqueda de la
autoridad, dentro de una nueva mercantilización del conocimien-
to. El problema —el que me impide seguir delineando "el estado ac-
tual de las cosas"— es que, en cierta medida, los términos de debate
actuales se supeditan a una búsqueda de legitimidad, que va acom-
pañada por el ocultamiento de las formas de control del conoci-
miento que están implicados —me refiero a determinados efectos del
mercado y de las instituciones públicas y privadas—,
Pero no es de ellos que quiero hablar. Hasta ahora, sólo he que-
rido limpiar un poco el terreno, para acceder a un campo de discu-
sión y no de modelaciones. En 1986, se publicó en Pistados Unidos

' Culture and Society (Fondón: Chatto and Windus, 1958)


WILLIAM ROWE
8o

un volumen de ensayos escritos por etnógrafos, que sitúan la poéti-


ca en el quehacer etnográfico: se titula Escribirla cultura: la poética y
política de la etnografía1' y el compilador fue James Clifford. La preo-
cupación central de los ensayos se relaciona con el aspecto discur-
sivo de la etnografía: es decir, se trata de una práctica escrituaria.
Vamos a considerar algunos de sus argumentos.
Circulan por el libro varias definiciones de poética. Tal vez la
más empírica sea que consiste en la "táctica de la escritura" (p. 232),
en el sentido de una actitud reflexiva hacia la narración etnográfica
y sus diferentes formas de autoridad y legitimidad. Uno de los obs-
táculos que impide —según Clifford— pensar el quehacer etnográfico
de este modo sería la insistencia en modelar visualmente la cultura,
es decir, en un objeto que se organiza visualmente 5 :

Una vez que ya no se pretende prefigurar visualmente las


culturas [...] resulta posible pensar en una poética cultural que
consisten en un juego [inlerplay] de voces, de enunciaciones si-
tuadas. Una vez que se dispone de un paradigma discursivo y va
no visual, se desplazan las metáforas dominantes de la etnografía
desde la mirada que observa hacia ei habla y el gesto expresivos.
La "voz" del autor permea y sitúa el análisis, se renuncia a la re-
tórica distanciadora.

Pasemos a examinar algunas consecuencias prácticas de esas pro-


puestas. Se trata de incluir en la escritura etnográfica las instancias

* James Chfíord, Writing Culture: the Poetas and Politics of Ethnography


(Berkeley: University of California Press, 1984),
Nótese lo anacrónico de esta aseveración: hoy día la imagen moldea la cul-
tura --es la principal tuerza moldeante-. Flan cambiado las relaciones entre lo
visual v lo discursivo.
Poética, cosmología v modelos de la cultura
Si

de su producción: eso lo llama Clifford la "ininterrumpida [ongoing]


poesis [sic] cultural" (p. 16). El argumento desemboca, por ejemplo,
en que "el etnógrafo va no goza de derechos de rescate incuestiona-
bles: de esa autoridad que [...] se asocia con el que trae a una for-
ma textual legible las prácticas orales que 'están desapareciendo'"
(pp. 16-17). Ed folclorista, por así decirlo, pierde su prestigio.
Insistimos en que no se propulsa un marco teórico —los mar-
cos hoy día, se convierten en modelos— sino una discusión (dis-
cutir, de la raíz latinadiscutere = quebrar, sacudir/ó Dice Clifford:

reconocer las dimensiones poéticas de la etnografía no re-


quiere que uno sacrifique la relación precisa de los hechos en
nombre del supuesto libre juego de la poesía. "La poesía" no se
limita al subjetivismo romántico o modernista: es capaz de ser
histórica, precisa, objetiva [p. 26 J.

Vamos a considerar, a manera de experimento, qué sucede si


uno yuxtapone, a estas afirmaciones de Clifford, un párrafo d t f . a
novia mecánica de Marshall McLuhan (1951)'. Se puede argumen-
tar, dice McLuhan, que

la sincopación en la música moderna equivale a la técnica


simbolista de obtener una cobertura [coverage es el término pe-
riodístico que utiliza McLuhan] cósmica mediante la omisión de

1
J. Corommas, Breve diccionario etimológico de la lengua castellana ( Madrid:
Credos, 1 961 ), p. 2 I 1. No estaría de mas una investigación histórica y analítica
del campo semántico conformado por los siguientes términos: marco, modelo,
molde, impronta, matriz.
' M . M c L u h a n , The Mechanical Bride: folklore of Industrial Man (New
York: Vanguard IVess, 1951 ).
WILLIAM ROW'i;
Si

las conexiones sintácticas | como en la primera página de un pe-


riódico]. L.s, desde luego, en ci sentido literal en griego de la
palabra símbolo -ci aproximar dos cosas que no estaban conecta-
das. El acercamiento abrupto de imágenes, sonidos, ritmos y he-
chos es omnipresente en ei poema, sintonía, baile y periódico
modernos | pp. 86-87 |.

Una de las conclusiones que podrían sacarse —me parece— se-


ría que la idea que tiene Clifford de la poesía moderna resulta bas-
tante inadecuada y anacrónica. No incluye la poética de Mallarmé
o la de Pound, que con sus usos del collage y del montaje de enun-
ciaciones e imágenes sobrepasa los límites de la poesía romántica.
F'.n los países latinoamericanos el equivalente sería la poética de la
vanguardia (Huidobro, Vallejo, Neníela, etcétera). Si sustituimos
la definición de poesía que maneja Clifford con la propuesta de
McLuhan, entonces tenemos que el método de yuxtaposiciones rá-
pidas y complejas —que McLuhan asocia con Mallarmé, Joyce y
Picasso (pp. 3, 4, 75)— colocaría a la literatura y la etnografía en el
mismo plano epistemológico; y eso es, al parecer, lo que Clifford
no quiere, debido a lo que es, para él, ci estatuto dudoso de la lite-
ratura; por eso insiste en que su libro está lejos de "afirmar que la
etnografía es 'sólo literatura"'(p. 26). Allí, otra vez, surge esa rela-
ción tensa entre literatura v ciencias sociales a la que ya aludimos.
La cita de McLuhan pertenece a un ensayo suyo sobre AWur-
Ittzer (la rocola); la incluimos ahora como anticipo de lo que viene
luego. Continuemos, por ci momento, con los planteamientos de
Clifford. Dice: "Caspoesis —y la política— culturales consisten en la
reconstitución constante de las identidades propias y ajenass me-

F.l original dice "of selvis and others"


Poética, cosmología v modelos de la cultura
M

diante exclusiones, convenciones y prácticas discursivas específi-


cas" (p. 24). Es notable, me parece, ci énfasis ético de su discurso
y la concomitante pobreza estética —asimetría que, habría que de-
cir, está bastante lejos de las prácticas de Joyce, por ejemplo, o de
Raúl Zurita, para mencionar a un poeta actual—. Esa situación res-
ponde, al menos en parte, a la historia de las mentalidades en Es-
tados Lbiidos y en especial a la sobre-valoración dei discurso de la
culpabilidad, pero no hay tiempo para dilucidar ese tema. No obs-
tante, se encuentran admoniciones útiles en este libro , como la si-
guiente: "La sociedad no es un texto que se comunica con el lector
adiestrado. La sociedad consiste en personas que hablan" (p. 155).
De acuerdo. Pero ¿no habría que preguntar también sobre ci
ordenamiento visual de esta sociedad? Visual ya no en el sentido
newtoniano de la óptica"1 (que es ei sentido que da Clifford a la
visualidad) 1 ', sino en ci sentido de los medios electrónicos del si-
glo XX. Con esto ya estamos rozando el problema de los modelos
de la cultura. Más puntualmente, en el caso de Clifford, estamos
frente a una propuesta aparentemente nueva, pero que lleva implí-
citos ciertos elementos de un modelo de la cultura preelectrónico.
l T na propuesta postmoderna que lleva adentro un paradigma (cien-
tífico) que acabó a fines del siglo XIX con ci surgimiento de la teo-
ría de la luz como ondas/partículas, vinculada al descubrimiento
(para mencionar un hecho puntual) del electrón en 1897.

One es menos nuevo de lo que parecería: habría que mencionar como pre-
cursora, por ejemplo, a la etnometodología.
" Contra ei que -asumido como modelo de la cultura por los escritores de
entonces— lucho \ \ illiam Blake, precisamente en los comienzos de la época de la
tecnología industrial,
1
' Y no sillo éi: su actitud es típica de cierta crítica literaria tradicional.
WILLIAM ROWE

¿Qué importancia tendría esto? Lo importante, señala William


Burroughs, son "las líneas de asociación" establecidas en las perso-
nas ": en el efecto modelante de ellas están los modelos de la cultu-
ra. Se da ci caso, por ejemplo, de debates académicos sobre la teoría
de la cultura, en los que los patrones de asociación, aunque no la
terminología (muy al día, por supuesto), son todavía positivistas.
El ensayo de McLuhan citado coloca arte, medios y ciencia en
el mismo plano: "Ya no existen perspectivas remotas y fáciles [...],
todo está en primera plana. Este hecho se subraya tanto en la físi-
ca, como en el jazz, los periódicos y el psicoanálisis modernos" (p.
87). Es decir, McLuhan trata a la cultura como campo de infor-
mación, en la que cualquier práctica es afectada por las demás. Y
propone un método: si Maquiavelo inauguró la época moderna,

fue porque divorcia la técnica de la finalidad social. Desde


entonces el Estado pudo desarrollarse según las leyes de la me-
cánica y "la política del poder". El "¡estado como obra de arle" se
unifica según las leyes del poder como fin en sí. Hoy día tene-
mos la posibilidad de criticar ci Estado como obra de arte, v son
las artes las que muchas veces suministran las herramientas de
análisis [p. 87] ' 3 .

" William Burroughs,Electronic Revoludón (Alemania: Fxpanded Media


Fditions / Bresche Pubhkationen ), pp. 1 1, 23.
Damos aquí ci texto en inglés: "Machiavelh stands at the gate ot the
modern age, divorcmg technique from social purpose. I hencetorth the state was
tree to develop in accordance with the laws ot mechanics and 'jiower politics'. The
'state as a work ot art' becomes unihed in accordance with the laws ot power for
the sake ot power. lodav u e are ni a position to criticize the state as a work ot
art, and the arts can otten provide us with the tools ot analysis tor that ¡oh",
M c L u h a n presenta esta línea de reflexión en la "Introducción", p. VI.
Poética, cosmología y modelos de la cultura

¿Por qué es infrecuente, hoy día, este tipo de lectura? Surgen


varias hipótesis:
—Porque la noción de autonomía de la literatura impide las lec-
turas que sitúan los textos literarios en relación coextensiva con los
ordenamientos sociales. La lectura sociológica de la literatura no re-
media el problema, lo invierte simplemente. Además, aquella no-
ción puede histonzarse en América Latina para constatar que las
condiciones que señala Bourdieu, por ejemplo, no se cumplen .
—Porque en la enseñanza de la literatura en las instituciones
educacionales y en los modelos de lectura promovidos por los me-
dios el plano del contenido se divorcia del plano de la expresión.
—Porque en las ciencias sociales siguen operando, en alguna
medida, modelos positivistas.
—Porque el problema de la relación entre discurso y materia-
lidad lo agudiza la desmaterialización electrónica de la realidad.

De la literatura y los medios electrónicos

Néstor García Canclini ha investigado la respuesta de escritores y


artistas latinoamericanos frente a los cambios producidos en el cam-
po cultural por las tecnologías de la imagen que marcan el siglo XX.
Señala que Borges, por ejemplo, "fue sensible desde sus primeros
años, que también eran los primeros de la industria cultural, a las
matrices narrativas y las tácticas de reelaboradón semántica del
cine" 1 '.

14
Véase Josefina Ludmer, y la obra de Borges de los años cuarenta (por
ejemplo, "Pierre Menard, autor dei Quijote").
1
' Néstor García Canclini, Culturas híbridas: estrategias para entrar y salir de
la modernidad (México: Grijalbo, 1990), p. 104. Fxiste un ensayo de Borges,
WILLIAM K(1\VL

86

Luego, (>arcía Canclini pasa a considerar el impacto de los


medios electrónicos sobre la recepción de la literatura —sobre "la red
de lecturas que se hacen de un escritor"— y sugiere que la actitud de
Borges no es la del rechazo (que sería la opción por ci modernismo
sin la modernización), sino la de la aceptación irónica, la "ironía con
humor": según Borges, "mejor que indignarse por la irrespetuosa
demolición que les inflige fa sociedad de masas', es asumir, median-
te este trabajo escéptico, las imposibles autonomía y originalidad de
la literatura" (p. 106).
Ahora, lo interesante, a nuestro parecer, estaría en que si ei cine
puede asumirse como una nueva tecnología de la imagen, capaz de
transformar las técnicas de composición literaria, el caso de los me-
dios propiamente electrónicos no se considera simétrico: ci tópico
de discusión ya no es la incidencia en las técnicas escriturarias de
las nuevas mediaciones, sino el impacto de la masificadón indus-
trial sobre "el mercado simbólico" en que ahora está obligada a par-
ticipar la literatura. Por esto "la autonomía de la literatura" resulta
problemática, bis decir, en ei momento en que se trata de los medios
electrónicos, la lectura de Carda Canclini deviene una lectura so-
ciológica.
Al pasar dt matrices narrativas al mercado de bienes simbólicos,
nos hallamos ante un desfase: entre los recursos artísticos formales
y la adecuación mercadológica, entre la forma de expresión del texto
y la circulación del libro. Cuando se trata de la literatura, tiende a
debatirse el asunto de los medios electrónicos no en cuanto a sus
efectos sobre la forma de expresión sino en su dimensión de trans-
formación del mercado de bienes culturales. Y de por mecho están

intitulado "Films" y publicado en Discusión, que continua las aseveraciones de-


García Canclini. ( Debo esta aclaración a lerna von der W'alde)
Poética, cosmología v modelos de la cultura
S-

determinados modelos de la cultura, determinadas maneras de


componer ci campo cultural: vamos a intentar dilucidar cuáles son.
Lo interesante de Borges, frente a la crisis de la idea de la auto-
nomía de la literatura, está en lo que García Canclini llama la "vo-
luntad continua de experimentar", la decisión de manejar el campo
cultural como "un laboratorio" (p. 107)"'. ¿Cuáles serían, en ese
caso, las maneras de navegar la cultura que se dramatizan en los
mismos textos de Borges? Navegar en el sentido de desplazarse por
el espacio-tiempo sin tener en las manos un mapa completo.
El cuento "Ei Aleph" nos puede permitir una entrada en el
tema. Este cuento emplea dos personajes: un escritor que se llama
Carlos Argentino Dañen y otro llamado "Borges". Los encuentros
entre ambos ocurren dentro de escenarios que mediatizan el cho-
que entre lo tradicional y lo moderno: la vaeja ciudad decimonónica
y las nuevas construcciones; el paisaje urbano estable y los cambios
rápidos de las imágenes publicitarias.
La vieja casa de Daneri se ha de tumbar para dar espacio a la
modernización urbana. Dentro de la construcción antigua hay, en
el sótano, un Aleph: un espacio singular en el que se puede ver, en
un mismo punto, la totalidad del universo, sin que las imágenes se
oculten entre sí. Dejemos de lado la gran cantidad de posibles refe-
rencias literarias y consideremos las diferentes maneras de percibir
este espacio. Disponemos, en primer lugar, de la de Carlos Argen-
tino, tiste escritor está componiendo un poema épico, que busca ser
una especie de mapa del mundo. Con este fin, utiliza ci Aleph como
fuente de imágenes del mundo, reduciendo la simultaneidad a se-

'' Pero nótese que García Canclini todavía presupone que lo que está en
luego son "recorridos habituales", '"lo sabido" vs. la "innovación": es decir,
masiticacion vs. invención.
WILLIAM ROVVE

88

cuencias lineales. La escritura que practica requiere, además, el


establecimiento de planos diferenciados, categorías y un tiempo que
marcha lentamente. "Borges", por el contrario, se deja llevar por
las infinitas simultaneidades.
Temáticamente, lo que tenemos sería: el escritor del siglo XIX
que quiere escribir un poema épico estilo Andrés Bello, que busca
cumplir con los ideales del estado-nación y la autonomía de la lite-
ratura; y el escritor del siglo XX que siente lo inadecuado del len-
guaje heredado frente a la simultaneidad o rapidez de las imágenes.
En el plano existendal, las aceleraciones dolorosas del cambio y los
nuevos placeres de la simultaneidad. En el plano de la cosmología,
ei orden de la física clásica y el desorden de la del sigloXX. Y en el
plano de las instituciones, el estado-nación sostenido por la buro-
cracia y el desborde de éste por los medios electrónicos.
L o último nos enfrenta con otro desfase. La década de los años
cuarenta en Argentina, que puede presuponerse el marco tempo-
ral de los hechos narrados, lejos de caracterizarse por el desborde
del Estado por los medios elecrónicos, se acerca más bien a lo con-
trario, es decir, a su consolidación. ¿Sería que Borges estaba hacien-
do ciencia ficción política? 1 '.
Aquí se hace necesario introducir otro factor: la lectura y sus
transformaciones históricas. El texto escenifica dos procedimien-
tos de lectura diferentes: uno decimonónico y otro de la segunda
mitad del siglo XX. El primero procura alinear sintácticamente las
continuidades imaginarias (en este caso, las de la patria); en el se-
gundo, el alineamiento sucesivo se desborda por la gran disponi-
bilidad de imágenes visuales. Consideremos esa parte del texto en
que "Borges" está mirando el Aleph: "Todo lenguaje es un alfabe-

Debo a Beatriz Sarlo la pregunta v la aclaración que la precede.


Poética, cosmología v modelos de la cultura
8y

to de símbolos cuyo ejercicio presupone un pasado que los interlo-


cutores comparten; ¿cómo transmitir a los otros el infinito Aleph,
que mi temerosa memoria apenas abarca?" (p. 166). Se da una serie
de disyunciones o disimetrías. Primera disimetría: entre la memo-
ria narrable, como en el teatro de memoria clásica donde los obje-
tos se dejan recorrer en una caminata, y la memoria electrónica del
siglo XX18. Segunda disimetría: entre el orden sucesivo y la simul-
taneidad. "Lo que vieron mis ojos fue simultáneo: lo que transcribi-
ré, sucesivo, porque el lenguaje lo es" (p. 167). Tercera disimetría:
entre las imágenes apropiadas a la literatura y las que están dispo-
nibles en el imaginario. "Vi en un cajón del escritorio (y la letra me
hizo temblar) cartas obscenas, increíbles, precisas, que Beatriz ha-
bía dirigido a Carlos Argentino" (p. 169). Habría que asociar a
Beatriz, la amada muerta de "Borges", con la Beatriz literaria, con-
figuración del deseo que mueve la escritura/lectura y el cosmos.
Consideremos otro ejemplo: un lector de E l amor en los tiempos del
cólera, al leer las escenas de enamoramiento a lo antiguo, puede en-
contrarse inundado por una cantidad de imágenes fílmicas y tele-
visivas "mapropiadas", desfasadas 19 .
Mi propuesta es que el segundo procedimiento de lectura, el
del siglo XX (indicado por la disimetría entre lo sucesivo de la le-
tra y lo simultáneo de las imágenes), posee las características del es-
pacio compuesto por los medios electrónicos. ¿Cómo, si no hay en
el cuento de Borges ni simetría con la historia política argentina ni

18
Si, según la teoría einsteiniana de la relatividad, la simultaneidad depen-
de de la velocidad de la información, entonces la sustitución de la mediación
mecánica jior la electrónica podría suponer la base de los efectos de simultaneidad
del siglo XX. Véase Werner Heisenberg, Physics and Philnsophy (Londres: H a r -
mondsworth and Penguin, 1990), pp. 104, 115.
19
Debo a Carlos Rincón este ejemplo.
WILLIAM RIIWi:

yo

ciencia ficción política? Sugerimos que Borges en sus cuentos de


los años cuarenta responde a cambios emergentes en el campo cul-
tural. Estos cambios se relacionan con ei salto cualitativo que des-
atan las necesidades logísticas de la Segunda Guerra Mundial en
los campos de la matemática y la electrónica, cambios que suminis-
tran las bases de la informática actual"". Estos cambios tecnológi-
cos están en desfase con ci nacionalismo político argentino de los
mismos años, pero no sólo con el argentino...
Mucho depende de si uno lee la literatura como sonda de lo
emergente o como reflejo de lo ya constatado por otras disciplinas.
La primera modalidad de lectura involucra todas las formas del
saber; en ci caso citado, especialmente la tecnología y la matemáti-
ca. "Borges" reflexiona: "ei problema central es irresoluble: la enu-
meración, siquiera parcial, de un conjunto infinito" (p. 167). ¿Qué
diferencia habría entre una lectura de esta enunciación desde la
matemática y otra desde "la teoría literaria"? Sugerimos que, leída
desde la matemática, la frase convierte en porosa la frontera entre
la literatura y la ciencia moderna; y que la otra lectura tendería a
encerrarla en un campo literario restrictivo' 1 .
Volvamos a considerar, brevemente, cómo se relacionan los di-
versos procedimientos de lectura y la historia de las instituciones.
Otro relato de Borges, "Funes ci memorioso", nos puede servir. El
personaje no puede olvidarse de nada, hace un registro total de la
realidad, y se desplaza entre dos mundos: 1 880 y la postguerra del
siglo XX. Esa capacidad de registrar todo, sin reducción alguna,
connota un deseo museológico y al mismo tiempo desestabiliza y

Kn cuanto a la matemática, me refiero a la labor de Alan llirmg,


' Véase, como ejemplo, John Sturrock, Paper Tígers: the Ideal Eictions of
Jorge I.uis Borges (Oxford: Oxford I áliversitv Press, 1977).
Poética, cosmología v modelos de la cultura
9i

desborda cualquier ordenamiento museológico"-. Funes practica


una especie de scannmg sin selección, sólo concebible desde las po-
sibilidades de la información ordenada electrónicamente; como dice
Burroughs, "lo que usted percibe y almacena en forma de memo-
ria mientras camina por una calle, en realidad es ci resultado de un
scanning que lo sustrae de una selección mucho más amplia de da-
tos que luego se borra de la memoria" (p. 36). Pero si examinamos
las lecturas del cuento de Borges, practicadas por algunas corrien-
tes de la crítica, encontramos lecturas que restablecen los bordes que
el mundo mental de Funes parecería rebasar, por ejemplo, tratan-
do el texto como una reflexión "sobre ia teoría literaria"" . Allí en-
tra la institución que moldea la enseñanza actual de la literatura.
L o interesante está en que la crítica que se acerca a Borges desde
los estudios culturales incluya ei supuesto de que no puede haber
una literatura compatible con el mundo del ordenamiento electró-
nico de las imágenes. Otra vez tenemos ese destase, del que hablé
anteriormente. Es decir, en este caso, entre las ideas de lo literario
y las nociones del ordenamiento del campo social. Pero es más, si
los procedimientos de la lectura implican modelos de la cultura, en-
tonces haría falta analizar ei caso más detenidamente. Existiría una
disyunción entre dos modelos de la cultura: entre ci que se despliega
dentro de la lectura literaria y ei que se utiliza para hablar del
ordenamiento de la información en la sociedad actual.
Aquí acaso sea necesaria una aclaración: no estamos utilizando
ci concepto de desfase con una valoración negativa ( =110 estar al

~~ Ver (cus Andermann, "Total Recall: lexts and Corpses, the M u s e u m ot


Argentmian Narrative", Journal of Latín American Cultural Studies, 6, 1 ( 190 / ),
pp. 21-32.
"' Beatriz Sarlo, Jorge Luis Borges: A Writer on the Edge ( I .ondon: Verso,
1993), p. t i .
WILLIAM ROWE

92

día), sino como herramienta analítica del campo temporal-espacial.


De ese modo, el concepto desfase, que incluye el de la disimetría,
permite espacializar, con una lectura horizontal, las rupturas en la
temporalizadón vertical historiográfica"4.
En resumen, cabe decir que ambos cuentos ofrecen una lectura
del estado-nación, de sus monumentos, sus representaciones épi-
cas, sus instituciones que estabilizan la memoria, la lectura y la len-
gua. Se trata de una lectura desde otro lugar. Y ese otro lugar no
consiste en una representación alternativa sino en una caotizadón,
un campo holístico de imágenes. El caos constituye el campo de lo
emergente, la discontinuidad permite nuevas simultaneidades: en
ia ciencia, con la teoría de la relatividad; en el arte, con el cubismo"'.
¿Y el efecto de lo emergente sobre el ordenamiento decimonónico
de la realidad? Le abre huecos, hace visible sus discontinuidades,
le crea intersticios. Es decir, ofrece un procedimiento de análisis,
de análisis cultural, que hace visibles a las modelaciones y media-
ciones culturales.

De la cosmología y del lenguaje

También la cosmología incide en los modelos que se manejan de la


cultura. La idea de la geometría en "Funes el memorioso" pertene-
ce más a la teoría de la relatividad que a la física clásica"6. Más am-

4
I lenry Adams extiende a la historia ei concepto matemático de tase en ei
ensayo " T h e Rule ot Phase Applied to 1 listón", ercl / lenry Adams Rccuier (New
York: Doubleday, 1958), pp. 365-392.
"' M c L u h a n , pp. 3-4.
"'' "tona circunferencia en un pizarrón, un triángulo rectángulo, un rom-
bo, son formas que podemos intuir plenamente; lo mismo le pasaba a Ireneo
I Funes I con las aborrascadas crines de un potro, con una punta de ganado en una
Poética, cosmología v modelos de la cultura
93

pliamente, la noción misma de campo (cultural, literario, intelec-


tual) tiene que ver, entre otras cosas, con la teoría del campo elec-
tromagnético de (entre otros) J. J. Thomson, descubridor, hace
exactamente cien años, del electrón. El campo electromagnético
consiste en fuerzas interactuantes y su borde es sumamente poro-
so, no así la noción de campo manejado por Pierre Bourdieu, que
no problematiza el corte que da al campo su autonomía" ó
Es pertinente, en este contexto, la obra del escritor y artista vi-
sual peruano Jorge Eduardo Eielson. Eielson ofrece una variedad
de meditaciones sobre qué sucede cuando el espacio literario se abre
para dejarse penetrar por la cosmología actual. Hay, por ejemplo,
una página suya que consiste en una línea vertical y, debajo de ella,
las siguientes palabras en mayúscula: "ESTA VERTICAL CELESTE
P R O V I E N E DE ALFA DE C E N T A L R O " 2 8 .
La línea mencionada proviene de un afuera físico: como si se
tratara del trazo de un rayo cósmico. ¿Y en ese caso, qué estatus ten-
drían las palabras? Se las puede imaginar a manera de etiquetas apli-
cadas a un evento ocurrido en un experimento; o como explicación
general de un hecho experimental; o como una interfaz con un he-
cho no verbal. Las alternativas no son excluyentes.
Otro texto de Faelson, llamado "Firmamento", consiste en
puntitos blancos en un fondo azul oscuro. Al acercarse, se empie-
za a descubrir que los puntos son letras, y que dicen stars: otra vez,
el encuentro entre la fuerza no significante y el lenguaje. Estas obras

cuchilla, con ei fuego cambiante y con la innumerable ceniza" (p. 123). "In the
theory of general rciativity [...] geometrv is produced by matter or matter by
geometry" (Werner Heisenberg, Physics and Phi/osopl/x, p. 54).
"' "Ficid of Power, Literary Field and Habitus", en The Eie/d of Cultural
Production (Oxford: Blackwell, 1993), pp. 161-175.
2S
Canto visible (Roma: s. d., 1960).
W 11,1,1 \M ROWE
94

no intentan representar, sino que escenifican eventos. Un evento es


registrado. Pero ¿dónde, precisamente, es el evento? Está en el de-
cir, a la vez, que no está. Se trata, entre otras cosas, de un cuestiona-
miento radical de los desfases que hemos venido señalando entre
literatura y lo que no es literatura:

El de nuestros días es un escenario casi apocalíptico, sobre


todo en los países asi dichos desarrollados, en los que la palabra
creativa tiende a desaparecer, sustituida por las imágenes y los
media electrónicos v computanzados [...]. ¡listamente por esto,
para que la palabra escrita siga siendo un instrumento privilegia-
do de la comunicación interior, vehículo sin par del pensamiento
y del sentir humanos, es necesario que abandone Aghctlo litera-
rio, que se abra a una nueva forma de comunicación, asumiendo
un rol en sintonía con los paradigmas ya operantes en los cam-
pos filosófico, científico, artístico, religioso y hasta político y eco-
nómico"'.

Otra obra suya, distribuida al público en una "acción poética"


en la Bienal de Venecia de 1995, es una hoja azul con las palabras:
aquesto foglio de carta azzurra / c un frammento delV universo" s".
Para finalizar, vamos a considerar otros dos ejemplos de obras
literarias que nos pueden servir para sondear las nuevas modela-
ciones de la cultura a fines del siglo. En ambos casos se trata de un
trabajo con la lengua, que escenifica los desfases que he mencio-
nado: entre la expresión literaria, los procedimientos de la lectura

' ' Suplemento a Ed diálogo infinito I México: l 'niversidad Iberoamérica


19061.
"Esta hoja azul es un fragmento del universo".
Poética, cosmología y modelos de la cultura
95

y las instituciones que los apuntalan, de un lado, y la formación de


la percepción por los medios electrónicos, de otro, así como entre
el lenguaje común y la física cuántica, base ésta de las nuevas cos-
mologías de la segunda mitad del siglo.
El poema "Cadáveres", del poeta argentino Néstor Perlon-
gher, publicado en el libro Alambres (1987)' 1 , consiste en una sola
estructura sintáctica, repetida a través de más de veinte páginas:
"en" tal o mal hipar u objeto "hav cadáveres". Esa "en", esa defi-
nición de un lugar, se va complicando porque no sólo son objetos
sino expresiones y, mientras el lector avanza, no se sabe si son ob-
jetos que expresan o expresiones que devienen objetos en los que
"hay cadáveres". Fd sentido pasa por los bordes de las palabras y
de los objetos, deviene intersticial:

En ese golpe bajo, en la bajez


de esa mofeta, en el disfraz
ambiguo de ese buitre, la zeta de
esas azaleas, encendidas, en esa obscuridad
Hay cadáveres [p. 52]

F.n eso que empuja


lo que se atraganta,
En eso que traga
lo que emputarra,
En eso que amputa
lo que empala,
F.n eso que ¡puta!
Flay cadáveres [p. 54J.

Buenos Aires: Ediciones Ultimo Reino.


WI 1,1,1 \ M ROWE
y6

Creo que la relación entre contenido y expresión se hace en ex-


tremo movediza, inestable: los desplazamientos desafían cualquier
ordenamiento estable del discurso, como los movimientos cuánticos
de las partículas subatómicas obstaculizan la física newtoniana y la
lógica clásica'". En lugar de uno o más sujetos de enunciación, que
hablan de los efectos de la dictadura, tenemos un sondeo de la len-
gua, que permite sentir la materialidad no tematizada aún que pasa
por ella. Una sustancia sonora en extremo viscosa, visceral, y una
realidad material que eviscera la lengua, más estrictamente, a lo que
en ella hay de regulación de la representación social. Y en lugar de
la ubicación progresiva, según la estructura retórica, del predicado
("cadáveres"), éste se va desituando, y surge en todas partes, más
allá o más acá de las categorías lógicas e incluso de las reglas de la
morfología gramatical. El poeta forja una forma de lenguaje capaz
de registrar lo emergente. Y éste no se define sólo por determina-
dos hechos sociales y políticos, sino también por las alteraciones
profundas de la trama social de la comunicación.
El primer libro del poeta chileno Raúl Zurita,Purgatorio' 1 ', uti-
liza varios elementos de la cosmología, la matemática y la topología
actuales. Veamos algunos de los efectos, sin pretender que tal ejer-
cicio puede sustituir una lectura del libro en su totalidad. Los pro-

" Para decirlo de otro modo, considerando la discusión provocada última-


mente jior Sokal, se trata de las formas de la intuición, de las formas (matemáti-
cas) inventadas para abrirse a la realidad subatómica. Escribe Borges: "Una cir-
cunferencia en un pizarrón, un triángulo rectángulo, un rombo, son formas que
podemos intuir plenamente; lo mismo le pasaba a Ireneo | Funes] con las aborras-
cadas crines de un potro, con una punta de ganado en una cuchilla, con ei fuego
cambiante y con la innumerable ceniza, con las muchas caras de un muerto en
un largo velorio. No sé cuántas estrellas veía en ci cielo" (pp. 123-124).
Santiago: Editorial Universitaria, 1979.
Poética, cosmología v modelos de la cultura
97

nombres personales y las preposiciones temporo-espaciales pierden


la fundón de interpelar sujetos y asignarlos a tiempos y espacios
discretos/objetivos: "VO \ 'STED Y EA NUNCA SOY EA VERDE PAM-
PA El. DESIERTO DF CHILE" (p. 25). Hay indeterminaciones, se-
mejantes a las de la física cuántica, y una topología que rompe con
las nociones clásicas de dentro y fuera;

Los paisajes son convergentes y divergentes en el


Desierto de Atacama
Sobre los paisajes convergentes v divergentes Chile
es convergente y divergente en el Desierto de Atacama
Por eso lo que está allá nunca estuvo allá v si ese siguiese
donde está vería darse vuelta su propia vida | p. 35 |.

El último verso habla de una convulsión que de distintos mo-


dos recorre el libro y se relaciona con los cambios en el país y sobre
todo con las transformaciones de la comunicación social en la dé-
cada de los setenta.
Y los efectos se intensifican en la sección del libro que se llama
"Áreas verdes". Aquí desaparece el espacio objetivo, newtoniano:

;Han vasto extenderse esos pastos infinitos


donde las vacas huyendo desaparecen
reunidas ingrávidas delante de ellos:
No hay domingos jxira ia vaca;
mugiendo despierta en un espacio vacío [p. 46],

Las vacas "viven en las geometrías no euciideanas" (p. 47),


aquellas de la teoría general de la relatividad. Surgen las paradojas
múltiples de una realidad no sujeta al logos:
WILLIAM ROWE

y8

Esta vaca es una insoluole paradoja


pernocta bajo las estrellas
pero se alimenta de logos
V sus manchas finitas son símbolos | p. 48 |.

Y surgen "otros mundos", semejantes tanto a los "mundos po-


sibles" de la cosmología cuántica" 1 , como a la noción dantesca y
cristiana de la vida nueva.
En estos poemas ha sufrido un remezón la función simbólica
del lenguaje"'. En lugar de un espacio estable e infinito en ci que los
signos se remiten a otros signos, sin límite, tenemos un espacio que
se agota;

Las áreas verdes regidas y las blancas áreas no


regidas se siguen intersectando hasta acabarse las
áreas blancas no regidas
Sabía l Id que ya sin áreas que se intersecten comienzan
a cruzarse todos los símbolos entre sí | ...j ? [p. 50 ].

Esta implosión del espacio de la simbolización produce la sen-


sación dei delirio y, simultáneamente, de la más absoluta claridad.

4
Véase |ohn (inbbin, /;/ Search of Scl/ródinger's Cal (I .ondon: Wildwood
House, I9S4 I, cap. 1 1, en especial la idea de "all the possible worlds, with áiow'
unrolhngacross all of them, up everv branch and detour" (p. 251 ). Ciribbín seña-
la que, matemáticamente, esta idea no resulta problemática. Nótese la semejanza
con el cuento "El jardín de los senderos que se bifurcan" de Borges v la idea del
tiempo-espacio que presupone.
Entre otras cosas, pensamos aquí en el "vaciamiento simbólico" que ha no-
tado Beatriz Sarlo en "Menem, cinismo v exceso",Revista de Crítica Cultura/. 2:3,
p. 7 (originalmente en Punto de lisia, Buenos Aires, número 39, dic. de 1990).
Poética, cosmología v modelos de la cultura
99

El lenguaje va no tiene interioridad en este libro: Zurita va hacia


un horizonte donde esos controles por los que el inconsciente es
formado por el lenguaje dejan de funcionar. Entran los signos no
verbales, no significantes —por ejemplo, signos matemáticos y has-
ta un encefalograma—. Se trata de una zona de terror pero también
de nuevas posibilidades o, si se quiere, de un proceso iniciático, ma-
ligno y benigno a la vez, una limpieza del terreno, una inmersión en
el nuevo elemento destructivo y el surgimiento (el descubrimiento,
la invención) consecuente de un nuevo lenguaje.
¿Qué relación puede tener el lenguaje de Zurita —o de Perlon-
gher o Eielson u otros escritores semejantes— con los medios elec-
trónicos o la física del siglo XX? No creo que se trate de una relación
de simetría sencilla y directa, como la de la imagen en el espejo. Es
más bien cuestión de un nuevo régimen semiótico que emerge en
fragmentos que van iluminando pedazos de un campo nuevo.

Postdata: ciencia y lenguaje, según Heisenberg

Cuando se habla de la desaparición del espacio newtoniano y el


surgimiento de lo indeterminado, conviene aclarar que no se trata
de un desplazamiento absoluto, de una erradicación de la física clá-
sica. Escribe Heisenberg:

la interpretación Copenhague de la teoría cuántica comien-


za con una paradoja. Comienza con ci hecho de que describimos
nuestros experimentos en términos de la tísica clásica sabiendo
al misino tiempo que estos conceptos no se adecúan a la natura-
leza 6.

Physics and Pliílosophy ( Londres: Harmondsworth, 1990 | 1962 | ), p. 44,


W I 1,1.1 A M ROWE

I OO

Los efectos sobre el lenguaje no son consistentes. Por un lado,


ci ámbito semántico del lenguaje común se extiende con la introduc-
ción de nuevos términos y la ampliación de los antiguos: "energía",
"electricidad" y "entropía" son los tres ejemplos que ofrece Heisen-
berg (p. 161). Lo "indeterminado" sería otro, ya que la determi-
nación es un concepto de la física clásica que suple la materia prima
del nuevo concepto. Por otro lado, las realidades atómicas escapan
del habla ordinaria: "No podemos hablar de átomos en el lenguaje
ordinario" (p. 167). Más precisamente, los eventos experimenta-
les son reales de la misma manera como los átomos o partículas ele-
mentales no lo son (p. 174). El correlato de estos eventos son los
símbolos matemáticos; por eso se ha dicho que el lenguaje de la
nueva cosmología es la matemática. Para Heisenberg se conectan
estos símbolos matemáticos con el lenguaje al dárseles nombres (p.
160). Nos parece, sin embargo, que Zurita investiga otro efecto
(que no excluye el primero): la entrada directa de signos no signi-
ficantes.
El multiculturalismo en la globalización
de las músicas regionales colombianas

Ana María Ochoa Gautier

lébn los últimos años han surgido, a lo largo y ancho del mundo,
nuevos estilos musicales de fusión, producto de la hibridación de
músicas locales con músicas que hoy en día consideramos transna-
cionales como el rock o el jazz. Estas nuevas músicas de fusión, que
toman como eje innovador las músicas locales tradicionales, han
abierto un nuevo mercado: el de músicas étnicas o músicas del mundo
[world music). Fósta categoría comercial, creada por la industria
musical, designa músicas regionales que no son de origen europeo
o norteamericano, o que pertenecen a las minorías residentes en
cualquier país del mundo.
Fino de los aspectos más intrigantes de esta nueva clasificación
comercial son los modos como lo regional se vuelve transnacional.
Generalmente, lo que se identifica como géneros musicales folcló-
ricos y/o de auge nacional en regiones del Tercer M u n d o pasa a
transnacionalizarse bajo la nomenclatura dt música del mundo en los
almacenes de Europa y Norteamérica. El modo de presentación al
consumidor de dichas músicas en sus países de origen y en los paí-
ses desarrollados es bastante diferente. Por ejemplo, la música de
Carlos Vives aparece bajo la sección de músicas del mundo1, compar-
tiendo la casilla de Colombia con Totó la Momposina, que hace

Carlos Vives también se mercadea bajo el rubro de latín music.


ANA M A R Í A OCHOA

I 02

música característica de una región de la costa atlántica colombia-


na (Talaigua y Mompox), con Claudia Gómez, cuyo estilo es una
fusión entre músicas de diferentes regiones de Colombia y música
brasileña, y con José Luis Martínez, uno de los tiplistas tradicio-
nales de la región andina colombiana, (-eneros musicales que en
Colombia serían considerados como bastante diferentes, los encon-
tramos mercadeados bajo un mismo rubro en los países del norte.
En ci proceso de pasar de lo regional a lo transnacional, cada
una de estas músicas es mechada de una forma diferente, tanto por
ci modo de acceso del artista al gran mercado de la industria, como
por los imaginarios por medio de los cuales se vende el producto al
consumidor. Las diferencias que hay en los modos de mediación
de cada una de estas músicas tienen que ver profundamente con la
asimetría que en general caracteriza los fenómenos de hibridación.
En dichos procesos todos los elementos e individuos participantes
se ven afectados, pero no de la misma manera, ya que la hibridación
es por naturaleza "una constelación inestable de discursos" - . Quiero
explorar estas asimetrías a través de una mirada tanto al modo de
ingreso al mercado como al imaginario por medio del cual se cons-
tituye la mediación a nivel transnacional de las músicas regionales,
explorando dos producciones de artistas colombianos: La candela
viva de dotó la Momposina y La tierra del olvido de Carlos Vives.
El disco La candela viva de Totó la Momposina fue grabado y
mezclado en los estudios Real World ( M u n d o Verdadero) de la
estrella del pop Peter Gabriel, en 1992, en asociación con el Festi-
val Womad, World of Music, Arts and Dance (Mundo de la mú-
sica, las artes y la danza), también fundado por él. Este disco fue

' Ella Shohat and Robert Stam, Unlhinking Eurocen/nsm: Mu/tu id/ura/tsi.
and the Media (London y New York: Routledge, 1994).
/•./ multiculluralismo en la globalización de las músicas regiona/e:
10
3

grabado en "la semana de grabación de Real World" de 1992, se-


mana en la que anualmente se encuentran en ci estudio de Peter
Gabriel músicos de diversas partes del mundo que han visitado ci
Festival y vienen a los estudios a grabar. En la promoción del disco
se anuncia que está destinado "a volverse un clásico del género".
Totó entra al mercado transnacional de la misma manera que
lo hicieron el senegalés Youssou N ' D o u r o el grupo suratncano
Ladysmith Black Mambazo: fue descubierta por una de las gran-
des estrellas del pop, que se ha interesado por distintas músicas del
mundo y se ha dedicado a promoverlas generando un nuevo mer-
cado, renovando, simultáneamente, su propio estilo musical, bal es
el caso de artistas como Paul Simón, David Byrne, Micky Hart,
para mencionar sedo a algunos.
El disco de Totó sólo se pudo conseguir en Colombia tiempo
después de su lanzamiento en F'.uropa, cuando la disqueraMLM lo
produjo en asociación con Real World. De hecho, tener este disco
en Colombia durante ei lapso en que existió exclusivamente en el
mercado europeo fue signo de posesión de una prenda exótica. El
disco aparece primero a nivel transnacional y luego, debido a la
valoración que se le da en el exterior, entra al mercado colombiano.
Aquí se da un curioso fenómeno de descentramiento cultural en ei
que centro y periferia pasan a existir en una situación circular, donde
ci artista del Tercer M u n d o es descubierto por un artista del Pri-
mer Mundo, con cuya valoración transnacional pasa a ser vendido
en ei mercado nacional del cual proviene originalmente el artista.
La afirmación del estilo regional no surge del espacio nacional, co-
mo ha sucedido históricamente con el folclor, sino, paradójicamen-
te, del transnacional. Pero descifremos un poco en qué consiste esa
valoración transnacional explorando el ámbito que le dio nacimien-
to a este disco.
ANA M A R Í A OCHOA

IOq

Veamos primero la descripción que Peter Gabriel hace de W o -


mad, el festival que alimenta su casa disquera:

El puro entusiasmo por la música del mundo nos llevó a la


idea de Womad en 1980 y al primer festival Womad en 1982.1 .os
festivales siempre han sido ocasiones tínicas y maravillosas y han
tenido éxito en recabar una audiencia internacional para muchos
artistas talentosos. Igualmente importante es ci hecho de que los
festivales también han permitido que muchas audiencias distin-
tas puedan mirar hacia culturas diferentes de la propia a través
del disfrute tle su música. I .a música es un lenguaje universal que
junta a la gente y comprueba, de una vez por todas, la estupidez
del racismo. Como organización |... | nuestro objetivo es incitar,
informar}" crear conciencia de una sociedad multicultural.

E n la página de Internet sobre su disquera e n c o n t r a m o s que


este sello fue

fundado por Womad y Peter Gabriel para proveer a artistas


talentosos de diferentes partes del mundo acceso a facilidades de
grabación óptimas y audiencias más allá de ias de su región geo-
gráfica. Desde los primeros días, los discos Real World han es-
tado en ci corazón de una revolución pacífica en ei negocio de la
música [...]. Antes de existir Real World, sólo era posible acce-
der a la música de artistas que no fueran de Europa o Nortea-
mérica con gran determinación o viajando intensamente. Ahora,
usted puede darse un paseo por los almacenes en las avenidas
principales v encontrar Cl)s de música de cada continente, 111 u-

Pátnna Womad, en Internet,


E l mul/iculturalismo en la globalización de las músicas regional:
105

chos de ellos con nuestro logo de colores [...]. Aunque hay una
tendencia a que la gente junte toda esta gran gama de la diversi-
dad bajo la bandera de zvorld music ("música del mundo"), la
realidad de las producciones de Real World se extiende mas allá
de tal categorización. Nosotros encontramos que una buena
música es agradable de escuchar, sin importar la nacionalidad de
los artistas que la crean [...]. El resultado de nuestras semanas
de grabación en donde se ¡untan artistas de diversas partes del
mundo es una celebración triunfal de la música como ci lengua-
je global de las emociones4.

Después de leer este discurso es fácil entender por qué muchas


figuras, tanto de la academia como de! mundo de la industria mu-
sical, han postulado la categoría de músicas del mundo como una
categoría alternativa que supuestamente demostraría nuevas formas
de autenticidad y de lucha contra la hegemonía del gran sistema
homogeneizante de la industria cultural y de la sociedad occiden-
tal. Sin embargo, si analizamos la retórica y las relaciones entre ar-
tistas y público que desde allí se proponen, vemos que el problema
es bastante más complejo.
Que "los objetos pierden su relación de fidelidad con los terri-
torios originarios"' es una de las características del mundo contem-
poráneo, según (iarcía Canclini. Pero con la música este fenómeno
se comenzó a dar desde el momento mismo de la invención del fonó-
grafo en 1877, cuando se hizo posible la transportabilidad de las on-
das musicales hacia territorios diferentes de los que le dieron origen.

4
Página de Internet, Real World Records,
' Néstor (iarcía Canclini, Consumidores y ciudadanos: conflictos multiculturales
de la globalización (México: Grijalbo, 19951, p. 16.
ANA M A R Í A OCHOA

I 06

Desde ese momento, ha existido una fascinación con las dislocacio-


nes acústicas y la reespadalizadón de la música. Fin la última dé-
cada esta dimensión ha sido llevada al extremo en su capacidad de
afectar a todas las músicas ya que, debido a los desarrollos tecnoló-
gicos, en este momento es posible la "total portabilidad, transpor-
tabilidad y mutación de cualquiera v todos los ambientes sonaros"
del mundo, por remotos que sean6.
Lina categoría como la de world music depende casi en su tota-
lidad de dicha posibilidad tecnológica, pero además es desde allí que
se constituye como imaginario. Peter Gabriel enfatiza el consumo de
las músicas locales sin necesidad de ir a sus lugares de origen, ya sea
comprando un CI) en una gran avenida o consumiendo dicho "len-
guaje universal de las emociones" en un festival en Europa, Japón
o Australia, lugares en los cuales ha organizado sus festivales. En
el discurso de Gabriel, lo local se tamiza a través de una imagen de
similitud universal en la cual la diversidad étnica, con los estilos
musicales y sus artistas removidos de sus sitios originarios, pasan a
representar una comunidad ecuménica global, hermanada por el
hecho de estar consumiendo el mismo tipo de músicas. La auten-
ticidad de esta experiencia de consumo, esto es, su definición como
espacio "alternativo", depende de la desespadalización de dichas
músicas de sus lugares de origen y su reespadalizadón en un hiper-
espado comercial de encuentro entre productores y consumidores,
distante de las opacidades y los conflictos de los lugares donde se
origina dicha música. En esta comunidad ecuménica global se reci-

Steven Feld, "from Shizophoma to Shismogenesis: 1 he Discourses and


Practices ot World Music and World Beat", en George Marcus v Fred Myers
(eds.), The Trafile in Culture (Berkeiev: Lniversitvot California Press, 1995 ), pp.
96-126.
L.l multicullitralismo en la globalización de las músicas regionale
i 07

dan los viejos discursos neorrománticos de autenticidad ligados


históricamente tanto al rock como a las músicas folclóricas. Fd ideal
neo-romántico de lo alternativo que se ha producido desde ci rock
está ligado a un imaginario y a un discurso contestatario y de opo-
sición a la sociedad de consumo, gestado desde las culturas juve-
niles que desde los años sesenta y en cada nueva generación recician
dicho discurso con los componentes históricos del momento'. En
el caso del folclor, lian sido las nociones de conexión con la comu-
nidad, con las raíces y la supuesta producción "espontánea" del pue-
blo ligada a una autenticidad de las emociones que también han
adquirido forma propia en cada lugar y época, ligados a una crítica
de las nociones de progreso y de la racionalidad ilustradab Ambos
discursos de la autenticidad se reúnen aquí en un hiperespacio de
lo global, donde la música es postulada nuevamente como un gran
lenguaje universal, capaz de generar "verdaderas" emociones. No
es casual que el nombre de la disquera sea " M u n d o Verdadero".
La paradoja radica en que precisamente a partir de las perspec-
tivas multiculturales se ha tratado de derrumbar ci mito de la mú-
sica como lenguaje universal, defendiendo la idea de que la música
es un fenómeno universal mas no un lenguaje universal, debido a la
gran diversidad de sus discursos. F.s un simple principio de la etno-
musicología. No nos queda más que preguntarnos si Peter Gabriel
en realidad está hablando del multiculturalismo que él menciona o
de los nuevos modos como desde el centro se están produciendo

Simón Frith, "Towards an Aesthetic ot Popular M u s i c " , en Richard


Leppert \ Susan McCiarv (eds.), Music and Society (Cambridge: Cambridge
Lniversity Press, 1987), pp. L o -15(1,
Richard Batimán, "Folklore", en Richard Batimán (ed.), Eolklon; Cultu-
ral Performances and Popular Enlertainments ( New York v Oxford: ()xford I áu-
versity Press, 1992), pp. 29-40.
ANA M A R Í A OCHOA

I 08

las ideologías de la diferencia'. O como lo plantea Jesús Martín


Barbero:

¿De (¡ué estamos hablando cuando hablamos de pluralismo:


[...] ¿De una cuestión grave que concierne a problemas de es-
tructura de la comunicación ya sea en el plano del reconocimiento
entre los pueblos, las etnias y las razas, las edades y los sexos, y
en ci de la flagrante desigualdad del acceso a los medios que aún
padecen tanto las mayorías como la mayoría de las minorías: ¿O
de las levedades de una comunicación des-cargada por ci mila-
gro tecnológico de la pesadez de los conflictos y la opacidad de
los actores sociales en la que se liberan las diferencias y sin nece-
sidad de encontrarse todos "comunican"...: .

Nos encontramos aquí ante una enorme paradoja: sin ninguna


duda este nuevo mercado le ha abierto oportunidades a una gran
cantidad de artistas de diferentes partes del mundo y hoy en día hay
más consumo global de músicas de diferentes partes del mundo que
hace diez. años. F'.s una realidad, además, que artistas como dotó o
Youssou N'Dour no tienen sino palabras de aprecio y admiración
para Peter Gabriel. Y yo me atrevería a sugerir que los festivales que
él organiza presentan una valoración del mundo periférico muy di-
ferente de la (¡ue se está dando desde los nuevos fundamentalismos
racistas europeos. Fisto, sin ninguna duda, hay que celebrarlo. Pero

Veit F.rlmann, "The Aesthetics ot the Global Imagmation: Retlections


on World Music 111 the I99IK", enPublic Culture, vol. 8, N : 3, primavera de 1996,
pp. 467-488.
jesús Martín Barbero, "La comunicación plural: altendad v socialidad",
en Diálogos, N" 41), 1994, p. 75.
E l multiculturalismo en la globalización de las músicas regionale
loo

no por ello tenemos que caer en una postura aerifica de las diferen-
tes propuestas sobre diversidad y multiculturahsmo. Esta apertura
al mercado depende de nuevas relaciones de poder entre el centro
y la periferia, en las cuales desempeñan un papel central no sólo ci
modo de acceso del centro a niveles tecnológicos y comerciales de
producción y consumo, sino los imaginarios que desde allí mismo
se producen para vender esas músicas. Es por ello que no tocias las
músicas regionales caben en esta categoría: sólo aquellas que co-
rresponden a los imaginarios que desde allí se promueven.
Pero además del lenguaje de la autenticidad ligado a lo trans-
nacional, encontramos otro elemento: la música como ci gran me-
diador de las emociones globales. Tal vez una de las características
más impactantes del fenómeno musical es su capacidad aparente-
mente ilimitada de conmovernos, esto es, de dar forma y expresión
a nuestros mundos afectivos. Esta dimensión de la música descan-
sa, por lo menos a nivel palpable, sobre un hecho fundamental que
la musicóloga Susan McClary nos ha señalado como su aptitud
para "hacernos experimentar nuestros cuerpos en concordancia con
sus gestos y ritmos"''. Fis como si el hecho de que la música no se
materialice en un objeto hiciera que, en últimas, se concretara en
los modos de sentir de nuestros cuerpos.
No es casual que en la categoría de músicas del mundo predo-
minen las músicas de origen africano o afroamericano, seguidas por
las músicas asiáticas. Las músicas africanas y afroamericanas han
cumplido un papel esencial en la transformación de la cultura occi-
dental al introducir una vivencia del cuerpo y de las emociones que
no parte de la culpabilidad histórica de la división mente-cuerpo

1
Susan McCiarv, Eemenine Endings: Music, Gender and Sexuality ( Minne-
sota: University ot Minnesota Press, 1992).
ANA M A R Í A OCHOA
lio

característica de Occidente 1 ". La experiencia de emoción global de


lo musical a la cual nos remite Peter Gabriel (y en la cual se basa
gran parte de su noción de autenticidad) tiene que ver profunda-
mente con ci papel que las distintas músicas del mundo han desem-
peñado al enseñarnos a sentir nuestros cuerpos y emociones. Peter
Gabriel convoca desde allí al consumidor como un nuevo ciuda-
dano unido por una experiencia emotiva ecuménica de lo global.
Pero no siempre lo afroamericano nos llega a través de sus ex-
ponentes clásicos. Carlos Vives es otra de las figuras que hallamos
bajo ei rubro de músicas del mundo. Pero su entrada en este merca-
do ha sido radicalmente distinta de la de Totó: no la hizo a través
de una disquera independiente, sino a través de grandes disqueras
tanto nacionales como multinacionales, Sonolux y Polygram —en esa
entrada cumplen un papel importante no sólo su intertextualidad
con la telenovela sino también con el rock, el videoclip y la catego-
ría comercial de latín mime—. No creo en los purismos foldoristas
ya que todas las músicas siempre han sido el producto de innume-
rables modos de interacción entre los seres humanos. L o que sí creo
importante es explorar cómo se dan estos modos de interacción,
tanto en formas de la tradición convencionales o en formas de la
tradición más experimentales, y así tratar de entender las tramas que
se entretejen entre las notas que nos conmueven, más allá de los
gustos personales por uno u otro estilo.
A diferencia de dotó, la entrada de Carlos Vives al mercado
transnadonal depende totalmente del hecho de que primero se con-
virtió en un fenómeno de gran auge nacional; un fenómeno tan
importante como para atraer a las grandes disqueras multinadona-

'" Susan M c C l a n ; "Same as it Ever Wás: Youth Music and Youth Cul
ture", en Mierophone Eriends (New York v Londres: Routledge Press, 1994).
El multa iilluralismo en la globalización de las músicas regionale
i i i

les, en este caso PolyGram. Es curioso que ci vallenato comience a


ser considerado como un fenómeno de auge nacional en ci momen-
to dei surgimiento de Carlos Vives. Sin duda alguna, las ventas de
Carlos Vives han superado inmensamente las ventas de otros artis-
tas más clásicos del vallenato. Pero, anteriormente a él, ci vallenato
era ya un fenómeno nacional, sobre todo en ciertos sectores de las
ciases populares urbanas y campesinas. Con Carlos Vives sí se da la
aceptación de dicho género musical en las clases medias y altas de
la sociedad. Estamos aquí ante el clásico fenómeno dtcross-over que
ha caracterizado a los géneros musicales con elementos afroameri-
canos. Una de las dimensiones dtlcross-overts el proceso mediante
ci cual un género musical de origen afroamericano pasa a ser masi-
vo y de auge nacional y transnacional cuando es promulgado por un
músico blanco. H a sido la historia del blues y hasta de los oríge-
nes del mismo rock.
Creo que en ci fenómeno Vives desempeña un papel fundamen-
tal la desafricanización del género musical y la generación de una
imagen del vallenato aceptable entre las clases medias y altas de la
sociedad. Su auge nacional depende no sólo de la inclusión de ele-
mentos rítmicos del rock; depende, y creo que de modo profundo,
de que la imagen de Carlos Vives minimiza tanto la raíz popular
como la africana del vallenato para un país al que todavía le cuesta
aceptarse desde su pluralidad. Además, los elementos musicales
étnicos que se acentúan (el uso de las gaitas de origen indígena, por
ejemplo) se admiten precisamente porque son mediados de modo
aceptable para los grandes circuitos del mercado musical. En este
sentido, es un fenómeno comparable al de Gabriel; sólo a través de
una mediación que convierta la diferencia en similitud pasa a ser
aceptada la diversidad, lo cual nos dice bastante de los modos como
ci mundo contemporáneo está dispuesto a aceptar la multicultura-
ANA M A R Í A OCHOA

I I 2

helad. No es casual que a partir del éxito de Carlos Vives se haya


comenzado a popularizar la música de gaitas.
Es interesante el contraste que plantea la coexistencia de Totó
la Momposina y de Carlos Vives bajo la categoría de músicas del
inundo. La una entra por la puerta de una disquera alternativa que
enfatiza su elemento étnico, ya que desde allí precisamente se cons-
tituye en un producto alternativo de consumo global, así sea que el
signo de lo étnico pierda su relación específica con ci lugar de ori-
gen y se transforme en un signo de acceso a un mundo alternativo
europeo.
Fdi cuanto a Carlos Vives, que entra en ci mercado gracias al
auge nacional de las grandes casas disqueras, su éxito depende jus-
tamente de la minimizadón de aquellas raíces e imágenes para un
país al (¡lie aún le cuesta trabajo definirse desde sus tradiciones po-
pulares. Son dos modos diferentes de entrada al mercado transna-
caonal de las músicas del mundo, mediados por dos imaginarios que
se construyen desde ámbitos bastante distintos.
Lis interesante observar que, a partir de su segundo disco, Vi-
ves comienza a interactuar tanto con el mercado como con ci estilo
de imaginarios "alternativos" generados desde algunas de las dis-
queras especializadas en esas músicas a través del sello Gaira (tam-
bién de Sonolux). Desde allí, Vives les está dando espacio a artistas
como Lucía o Bloque de Búsqueda (pie, como él, han cultivado es-
tilos de fusión.
Fin ci último fonograma de Fa tierra del olvido, por ejemplo,
aparecen las siguientes palabras:

Este breve homenaje a las personas que han dedicado su vida


a luchar por ci respeto, la dignidad y ei derecho a la integración
de los primeros habitantes de nuestras maravillosas pero olvida-
El multieulturalismo en la globalización de las músicas regionales
1
'3

das tierras. A Gerardo y Alicia Reichel y por supuesto a las nue-


vas generaciones .

No es difícil ver aquí la similitud en la paradoja con el discurso


de Peter Gabriel: por un lado, se desdibujan elementos populares
del vallenato, pero al mismo tiempo la popularidad ha generado, en
algunos casos, una validación del vallenato tradicional y sus practi-
cantes. El problema aquí no reside en si lo válido como expresión es
lo más convencional o lo más experimental, sino más bien en damos
cuenta de que en la actualidad los caminos de las tradiciones musi-
cales regionales son múltiples y de que la multiculturalidad no es
un simple fenómeno de celebración de la diversidad, sino un com-
plejo tapiz en el cual se entretejen ias herencias históricas de unas
relaciones de poder que atraviesan los encuentros entre las perso-
nas y las instituciones y que hoy se reciclan en el nuevo entramado
de lo global.

'' Carlos Vives, La tierra del olvido {Bogotá: Gaira-Sonolux 01015902038,


1995).
Historia, modernidades, medios y ciudadanía
en los estudios culturales latinoamericanos

Fabio Fópez de la Roche

JtL/n varios de nuestros países se ha venido gestando de unos años


para acá una tradición de investigación cultural interdisciplinaria,
en diálogo fructífero con los estudios sobre medios de comunica-
ción de masas que, sin tener una ligazón directa con los cultural
studtes británicos o norteamericanos y sin deberle su nacimiento y
desarrollo a ellos (incluso algunas veces desconociendo o conocien-
do muy fragmentariamente esas tradiciones de investigación cul-
tural europea y norteamericana), podría ser asimilada, sin embargo,
a una tradición latinoamericana de estudios culturales.
No pretendemos aquí hacer una revisión exhaustiva de los es-
tudios culturales latinoamericanos. Intentaremos mostrar el apor-
te de algunos autores y de algunos trabajos producidos desde ci
campo de estudio de las relaciones entre comunicación y cultura a
la reflexión histórico-comparativa acerca de las modernidades, la
cultura política, los medios y la ciudadanía en la vida contemporá-
nea de América Latina.
El presente trabajo mostrará, en tina primera parte, las posibi-
lidades de análisis histórico-político e histórico-cultural compara-
do que ofrecen vanos de los trabajos v autores abordados para el
estudio de los procesos de configuración de la modernidad en dis-
tintas sociedades latinoamericanas. Este ejercicio lo desarrollaremos
prestando especial atención —sobre la base del cotejo del caso co-
Historia, modernidades, medios v ciudadaní

lombiano con otras experiencias de construcción cultural nadonal


en América Latina- a algunos aspectos definitorios de la identidad
política y cultural colombiana y de la modernidad que se conformó
en este país bajo la influencia de la Constitución de 1 886, y del tipo
de relaciones Iglesia-Estado-sodedad que se configuró desde aque-
llos días.
Consideramos pertinente mostrar estas otras facetas de la iden-
tidad colombiana, en la medida en que a menudo la inclusión de
Colombia en las tipologías dei desarrollo latinoamericano se pro-
duce de acuerdo con criterios esquemáticos y fadlistas (el país de
la Violencia, del narcotráfico o de la "democracia restringida") o
metiéndola a la fuerza en ciertos modelos conosureños de desarro-
llo político en los cuales nuestra experiencia histórico-política con-
temporánea cuadra muy poco. I-Vedsamente dedicamos la segunda
parte de este trabajo a este aspecto relacionado con la figuración de
Colombia en algunas tipologías del desarrollo latinoamericano.
A continuación, en una tercera parte, presentaremos —dete-
niéndonos en sus aspectos más relevantes— los aportes realizados
por algunos analistas latinoamericanos del campo de estudios de co-
municación y cultura a la comprensión de los procesos político-cul-
turales contemporáneos, sobre la base de la deconstrucción de viejos
modelos ideológicos y teórico-conceptuales de comprensión de la
política, y del rediseño de alternativas políticas y culturales asocia-
das a nuevas o renovadas formas de ciudadanía.
Nos referiremos luego, en una cuarta parte, a los estudios cul-
turales y a la investigación interdisciplmaria en las ciencias sociales
y las humanidades, y concluiremos con unas reflexiones sobre las
posibilidades investigativas y políticas de los estudios culturales la-
tinoamericanos y el sentido de los intercambios entre académicos
de los centros y las periferias dedicados a este campo de estudio.
F A B I O L Ó P E Z D E LA ROCHE
i 16

Quisiéramos decir, para introducir este trabajo, que casi a fines


del siglo XX asistimos en América Latina a un proceso de acumu-
lación de un rico conjunto de investigaciones culturales y político-
culturales (me refiero, en particular, a los estudios de José Joaquín
Brunner, Néstor García Canclini, Jesús Martín Barbero, Beatriz
Sarlo, Guillermo Sunkel, Osear Landi, Martín Hopenhayn, para
citar sólo algunos nombres) que evidencia la configuración de un
pensamiento cultural y político-cultural con niveles significativos
de originalidad y autonomía, una ciara conciencia de la heteroge-
neidad y de la multitemporalidad constitutiva de la formadón so-
cial latinoamericana, y, algo muy importante, el establecimiento de
un diálogo atento, respetuoso y mutuamente fructífero entre los
investigadores culturales de la región.

Algunas facetas de la modernidad colombiana en perspectiva


histórico-cultural comparada

Un esfuerzo de análisis histórico y político-cultural comparado de


las distintas trayectorias de los países latinoamericanos nos llevaría
a encontrar, por una parte, algunos procesos, características y pe-
ríodos más o menos comunes, compartidos, pero, por otra, una serie
de especificidades en las diferentes experiencias nacionales de cons-
trucción de modernidad: un peso mayor o menor de instituciones
como el Estado, el mercado, la Iglesia, las fuerzas armadas, el sis-
tema de justicia, los movimientos guerrilleros; sistemas educativos
de muy distintas naturalezas (laicos, de fuerte presencia religiosa,
privados, semiprivados, públicos); trayectorias y modelos diversos
de construcción de identidades nacionales, etcétera.
Trataremos de mostrar en esta parte, trazando algunas líneas de
análisis cultural comparado, cómo los estudios culturales latinoa-
I listona, modernidades, medios i i iudadanía

mericanos, y particularmente la tradición de investigación en co-


municación y cultura, han permitido un cierto conocimiento de
algunas experiencias nacionales de desarrollo cultural y político-
cultural y de sus rasgos nacionales definitorios, que permite hoy día
ci desarrollo de trabajos comparativos que contribuyan a un mejor
conocimiento mutuo de los distintos procesos, secuencias y trayec-
torias en la configuración de nuestras modernidades.
Comparando el desarrollo histórico chileno durante el siglo XX
con el colombiano —para ejemplificar nuestra argumentación ante-
rior-, podríamos afirmar, junto con Brunner, Barrios y Catalán, que
la modernidad se inicia también aquí en los años veinte y se pro-
fundiza también en Colombia durante los sesenta, consolidándose
a partir de esta época una sene de procesos modernizadores y de
configuración de modernidad tales como "la emergencia de un sis-
tema de producción cultural diferenciado para públicos masivos",
es decir, ci surgimiento de campos especializados con agentes pro-
fesionales y con funciones especializadas, así como la conformación
de una moderna cultura cotidiana de masas y de un mercado de mensa-
jes que llevaron al desplazamiento progresivo de "las formas coti-
dianas de organización de la cotidianidad en torno a la religión"'.
Fiste desplazamiento de las normas de la cultura tradicional por una
moderna cultura cotidiana de masas lo podemos revivir en nuestra
memoria recordando cómo en los años sesenta y a comienzos de los
setenta muchos de los símbolos v testimonios icónicos que encar-
naban la dominancia en los hogares colombianos de la cultura tra-
dicional (los cuadros de I .a última cena, dtlSagrado Corazón de Jesús,
de la Virgen del Carmen, del Purgatorio -con sus llamas mtimidato-

1
pise' Joaquín Brunner, Alicia Barrios y Carlos Catalán,Chile: transforma-
ciones culturales v modernidad ( Flacso: Santiago de Chile, 1989), pp. 21-42,
L A B I O L Ó P E Z DI LA ROCHI
I I s

rías—, de la Virgen del Perpetuo Socorro, etcétera) empezaron a ser


descolgados y reemplazados progresivamente por afiches o posters
—representativos de lo moderno a los ojos de los jóvenes de enton-
ces—, ante la mirada escandalizada de nuestras abuelas.
Tendríamos que decir acerca de la comparación de nuestra tra-
yectoria de modernidad con la chilena que, si bien compartimos
algunos procesos globales y períodos comunes con ei país austral,
difícilmente sería equiparable a nuestro caso aquella situación que
José Joaquín Brunner—cuando aborda ci proceso de construcción
de la modernidad política previo al golpe de 1973—caracteriza por
la centralidad del Estado, la educadón y la ley en la conformación
del orden social y del régimen comunicativo chileno; por el predomi-
nio de un "Estado de compromiso" transaccional y garante del
equilibrio de las diversas fuerzas políticas actuantes en la escena pú-
blica; por la importancia atribuida socialmente a la educación cer-
tificada como criterio meritocrático de promoción personal y social,
y por la centralidad de la ley en la vida de la sociedad".
Por ci contrario, en Colombia vivimos hasta 1958 un Estado que
era apropiado en calidad de botín burocrático por el gobierno libe-
ral o conservador de turno excluyendo al partido derrotado en las
elecciones, exclusión que se agravaba en aquellos días por los odios
político-religiosos mutuos inculcados desde viejas tradiciones de
intolerancia presentes en los dos partidos tradicionales casi desde
su fundación, a mediados del siglo pasado. Del Frente Nacional
(1958-1974) al Postfrente Nacional (1974-1991 ), si bien se atenua-
ron y desaparecieron progresivamente los odios entre los partidos
liberal v conservador mediante un régimen de alternación política

" Véase el ensayo "Chile, otro país", en José Joaquín Brunner, l íi espejo
trizado. Ensaxos sobre cultura vpolíticas culturales ( Flacso: Santiago de Chile, 198S ),
I listona, modernidades, medios v ciudadanía
i ig

de ellos en el poder cada cuatro tinos v de repartición milimétrica


de los cargos públicos entre las dos colectividades, el Estado, aun-
que avanzó en algunos procesos modermzadores, estuvo lejos de
constituir un ente medianamente neutral representativo del bien pú-
blico, prestándose con frecuencia a la apropiación ciientelista de sus
instituciones por intereses partidistas y particulares, y agenciando
políticas de exclusión y de intolerancia hacia terceras fuerzas y ha-
cia movimientos de izquierda surgidos bajo la influencia del pen-
samiento socialista y de los vientos revolucionarios de aquellos días.
En cuanto al papel de la ley en nuestra cultura política, la tradición
colombiana de leguleyismo e interpretación acomodaticia de la nor-
ma jurídica, sobre la base de consideraciones fundamentalmente
formales, ha sido bastante congruente con las astucias de la domi-
nación política ciientelista y su falta de claridad sobre ei manejo de-
mocrático y medianamente transparente de lo público. Con respecto
al significado de la educación en la formación de una cultura polí-
tica marcada por valores meritocráticos de tipo mesocrático, si bien
la universalización de la educación primaria y secundaria y ci cre-
cimiento de la matrícula universitaria y del número de profesiona-
les con formación postuniversitaria contribuyeron al aumento del
nivel educativo y cultural de la población y dieron lugar en las últi-
mas décadas a la formación de sectores profesionales y tecnocráticos
al interior del Estado y del sector privado imbuidos de lógicas
mentocráticas, tenemos que reconocer que a nivel de la cultura
política hegemónica no es precisamente esa lógica meritocrática con
cierta conciencia del interés público y de la necesidad de regias del
juego la que predomina, sino más bien un conjunto de lógicas po-
lítico-culturales de apropiación ciientelista v privada de lo público
y de promoción social y personal sobre la base de la astucia, el pa-
drinazgo político y la corrupción.
LABIO LOPKZ 1)1. LA ROCHE
1 20

Presentaremos ahora algunas pistas sobre ciertas particularida-


des dei proceso de modernización y configuración de actitudes de
modernidad en Colombia, comparando nuestra situación con expe-
riencias nacionales distintas. Tomaremos para su análisis algunos
textos que con nuestra perspectiva dicen cosas importantes sobre
nuestra historia cultural y nuestros procesos identitarios.
Miremos eximo se presentaban ci pasado precolombino y el sig-
nificado del descubrimiento de América en un manual de historia
de Colombia publicado por la Procuraduría de los Hermanos Ma-
ristas en 1928, año de la masacre de las bananeras, descrita por G.
García Márquez en Cien años de soledad, cuando estaba próxima a
su fin la hegemonía conservadora de casi medio siglo que sería re-
emplazada por el gobierno liberal de Olaya Herrera en 1930, ini-
ciando lo que en la historiografía colombiana se ha denominado la
República Liberal (1930-1946). Así, el manual de FTD nos cuen-
ta cómo "Colombia fue descubierta, en 1502, por Cristóbal Colón;
desde esta fecha principia su historia". Y agrega más adelante que
"desconocidos son los tiempos que precedieron a la fundación del
imperio chibeha pues los indios no tienen historia, sino leyendas".
La argumentación y una narración de acentos casi épicos sobre las
fuerzas motrices conducentes al descubrimiento de América evi-
dencian el peso de las concepciones providendalistas de la historia
y la fuerte presencia de una visión católico-eurocéntnca de la con-
quista: "No permitió) la divina Providencia que las pintorescas y
fecundas regiones del Nuevo Mundo permaneciesen eternamente
sepultadas en las tinieblas de la idolatría y de la barbarie'".

' Historia de Colombia, por I I I ) , ilustrada con numerosos mapas v grabados


(Cali: Procuraduría de los Hermanos Maristas v F.ditorial i II i, 1928, cuarta
edición), pp. 5, 8 y 17, respectivamente.
¡ l i s t o n a , modernidades, medios y ciudadanía
I 2 I

Aunque las visiones colonialistas e hispanistas reaccionarias (re-


ductoras de lo hispánico a sus elementos culturales más conserva-
dores y antimodernos) difundidas durante los años de la hegemonía
conservadora fueron contrarrestadas parcialmente bajo el nuevo
clima ideológico y cultural imperante durante los años de la Repú-
blica Liberal, lo cierto es que Colombia no vivió un nacionalismo
cultural, una pedagogía de lo nacional desde los museos o desde la
glorificación pictórica y escultórica del mestizo y del indígena como
la vivida por México, muy bien descrita en los capítulos de Cultu-
ras híbridas, de (iarcía Canclini, dedicados a los usos políticos del
patrimonio en la tradición político-cultural mexicana4.
Colocamos este ejemplo sin ninguna nostalgia por no haber Ai-
vado los colombianos una experiencia de nacionalismo cultural simi-
lar a la mexicana. Nos parece que cada país ha de asumirse desde-
las particularidades de su experiencia política e histórico-cultural
nacional. Hoy día, finalizando ei siglo XX —y en buena medida
debido a los verticalismos y desmanes del PRI—, tenemos por lo
demás mucha conciencia de los usos y abusos del nacionalismo, de
las aberraciones antidemocráticas, las exclusiones políticas, étnicas
y sociales muchas veces encubiertas por la fraseología y los rituales
oficiales nacional-populistas. Colombia no se ha caracterizado por

l 'na visión sintética del desarrollo cultural y político-cultural colombia-


no durante la primera mitad del siglo puede verse en mi trabajo "Tradiciones de
cultura política en ci siglo XX", en Miguel Eduardo Cárdenas (comp.), Moder-
nidad y sociedad política en Colombia (Bogotá: Fescol-Foro por Colomhia-Iepn,
1 995. Sobre el hispanismo y la orientación filosófica v política de la educación y la
cultura durante los años de la hegemonía conservadora, véase el aparte "Regene-
ración y antimodernidad en la cultura" en mi ensayo "Cultura política de las clases
dirigentes en Colombia: permanencias v rupturas", en Fabio López de la Roche
(comp.), "Ensayos sobre cultura política colombiana",Controversia, N" 1 62-1 65
(Bogotá: Cinep, 199(1).
LABIO L Ó P E Z DE LA R O C H I.

I 22

una tradición nacionalista ftierte, y sí más bien por la fragilidad de


sus representaciones nadonal-identitarias' y la frustración históri-
ca del populismo nacionalista en virtud del asesinato del caudillo
popular Jorge Eliécer Gaitán el 9 de abril de 1948, del derroca-
miento del gobierno protopopulista del general Gustavo Rojas
Pinilla en 1957 y del fraude electoral contra ci misino, en las elec-
ciones presidenciales del 19 de abril de 1970, cuando encabezaba
el movimiento populista Alianza Nacional Popular, AnapoC No
haber vivado una tuerte experiencia nacionalista puede tal vez te-
ner sus ventajas en la configuración de una cultura política demo-
crática, al hacer a la sociedad poco propensa a la manipulación
nacionalista de masas. Pero como no creemos que todo en el nacio-
nalismo cultural o en el populismo político (en el mexicano, ei bra-
sileño, el argentino o en cualquier otro) haya sido solamente engaño
v manipulación de las pasiones más elementales de las masas, sino
que allí también se gestaron actitudes de reconocimiento simbóli-
co de lo popular y de aprecio por tradiciones y experiencias cultu-
rales nacionales, podríamos decir, al mismo tiempo, que ci haber
carecido de una experiencia populista triunfante y perdurable o de
una identidad nacional más o menos consolidada desde los discur-
sos del poder y las políticas culturales oficiales, probablemente ha
tenido alguna incidencia en nuestra situación de precaria autoestima
colectiva v deficiente integración social y cultural de la población.
Como veremos a continuación, la propia actitud de algunos de

Sobre esta cuestión puede verse la "Introducción" al libro dei colom-


biamsta trances Daniel Pécaut, Crónica de dos décadas de política colombiana 19(8-
19X8 (Bogotá: Siglo XXI, 1959).
' Sobre ci populismo anapista, véase Cesar Augusto Avala Diago, Sacio-
nalismo y populismo.. Inapto v el discurso político de la oposición en Colombia: 1960-19(6
(Bogotá: Universidad Nacional, 1995),
Historia, modernidades, medios v ciudadanía
I2
5

nuestros más protagonices dirigentes políticos iba claramente en


contravía de la posibilidad de una integración social y cultural de
los colombianos sobre la base del aprecio de sí mismos en cuanto
colectividad humana valiosa, capaz y creativa.
En 1928, ci doctor Laureano Gómez, líder histórico del con-
servatismo colombiano, luego presidente de Colombia de 1950 a
1953, en una de las épocas de mayor auge de la Violencia, firmante
en 1955 del Pacto de Benidorm junto con ci dirigente liberal Al-
berto Ideras Camargo —acucíalo que sellaría la paz entre liberales
y conservadores, dando paso a la instauración del régimen político
conocido con ci nombre de Frente Nacional (1958-1974)—, pro-
nunció en el Teatro Municipal de Bogotá unas conferencias publi-
cadas posteriormente bajo ci título de Interrogantes sobre el progreso
de Colombia. En la primera de ellas, dictada el cinco de junio de
1928, esbozó Laureano Gómez su percepción de los componentes
étnicos dei colombiano v de sus posibilidades como pueblo y como
civilización. Sobre el mestizaje armamento:

1 .os efectos inmediatos y remotos de la mezcla de razas son


problemas dilucidados ampliamente por los etnólogos. Otto Ani-
men formuló una lev: "F.n los mestizos se combinan las cualida-
des discordantes de los padres y se producen retornos hacia los
mas lejanos antepasados; las dos cosas tienen por efecto común
que los mestizos son tisiologica v psicológicamente interiores a
las razas componentes". Las aberraciones psíquicas de las razas
genttoras se agudizan en ci mestizo. En los viajes de I .ivingstone
se lee, hablando dei Zambezé, que hallo siempre a los mestizos
mas crueles y sanguinarios que los portugueses. E n portugués
decía al mismo viajero: "Dios hizo al hombre blanco; Dios hizo
también al hombre negro; pero al mulato lo hizo ci Diablo".
•ABIO L Ó P E Z 1)L 1, \ R O C H l
I 2
4

Futre nosotros no ocurre como en Argentina y Chile, en don-


de todo vestigio del hombre africano ha desaparecido. Tampoco
tenemos la situación del Perú y ci Ecuador, en donde ci elemen-
to blanco no alcanza sino al 6 por 101) de la población, mientras
ci elemento indio sube al 70, y ci resto se divide entre africanos y
mestizos. Somos un pueblo en donde ci mestizaje (mezcla de
español y de indio) es preponderante. I ín antropologista argen-
tino, Ayarragaray, ha formulado una ley que aparece aplicable con
exactitud a nuestra población: "ci mestizo primario es inferior al
progenitor europeo; pero al mismo tiempo es a menudo superior
al antiguo indígena". El mestizo primario no constituye un ele-
mento utilizable para la unidad política y económica de Améri-
ca; conserva demasiado ios defectos indígenas; es falso, servil,
abandonado y repugna todo esfuerzo y trabajo. Sólo en los cru-
ces sucesivos de estos mestizos primarios con europeos, se mani-
fiesta la tuerza de caracteres adquirida del blanco.

E o s negros y su contribución a la cultura colombiana eran pre-


sentados en los siguientes términos:

Otros primitivos pobladores de nuestro territorio fueron los


africanos, que los españoles trajeron para dominar con ellos la na-
turaleza áspera y huraña. El espíritu del negro, rudimentario e
informe, como que permanece en una perpetua infantilidad. La
bruma de una eterna ilusión lo envuelve y ci prodigioso don de
mentir es la manifestación de esa falsa imagen de las cosas, de la
ofuscación que le produce el espectáculo dei mundo, del terror
de hallarse abandonado y disminuido en el concierto humano
[... |. En las naciones de América, donde preponderan los negros,
reina también ci desorden. Haití es ei ejemplo clásico de la de-
Historia, modernidades, medios y ciudadanía
125

mocracia turbulenta e irremediable. F.n los países donde ci ne-


gro ha desaparecido, como en la Argentina, Chile y ci Uruguay,
se ha podido establecer una organización económica y política,
con sólidas bases de estabilidad, til mulato y el zambo, que exis-
ten en nuestra población, son los verdaderos híbridos de .Améri-
ca. Nada les debe a ellos la cultura americana. Avarragarav afir-
ma que los hijos de la unión de negros con zambos o con indios
son inferiores a sus padres por la inteligencia y por la fuerza físi-
ca; tienen una voluntad débil, dominada por pasiones groseras.
A la flaqueza de carácter unen una inteligencia poco lúcida, in-
capaz de análisis profundo, de método, de ideas generales; ci
amor al bullicio, ci hábito de hablar a gritos, cierta abundancia
oratoria y una retórica pomposa, que es precisamente lo que se
llama "tropicalismo".

El c o m p o n e n t e i n d í g e n a de la nacionalidad c o l o m b i a n a era
descrito así por el dirigente conservador:

La otra raza salvaje, ia raza indígena de la tierra americana,


segundo de los elementos bárbaros de nuestra civilización!, ha
transmitido a sus descendientes ei pavor de su vencimiento. Fn
ci rencor de la derrota, parece haberse refugiado en el disimulo
taciturno y la cazurrería insincera v maliciosa. Afecta una com-
pleta indiferencia por las palpitaciones de la vida nacional, pare-
ce resignada a la miseria y a la insignificancia. F.stá narcotizada
por la tristeza del desierto, embriagada con la melancolía de sus
páramos y sus bosques.

D e la a r g u m e n t a c i ó n anterior extraía L a u r e a n o G ó m e z ciaras


y c o n t u n d e n t e s conclusiones sobre el futuro de C o l o m b i a como
A B I O L Ó P E Z DE I. \ R O C H I.
126

civilización y, tácitamente, acerca de quienes tendrían que ser los


llamados, en esas difíciles condiciones, a orientar el cuidado pater-
nal de ese frágil material humano a ellos encomendado:

Ale parece que no es necesario, ante un auditorio ilustrado


como el que me escucha, deducir una a una las desagradables
conclusiones. Bástenos con saber que 111 por ei origen español, ni
por las influencias africana y americana, es la nuestra una raza pri-
vilegiada para ei establecimiento de una cultura fundamental, ni
la conquista de una civilización independiente y autóctona.
La cultura colombiana es y será siempre un producto artifi-
cial, una frágil planta de invernadero, que requiere cuidado y
atención inteligente, minuto tras minuto, para que no sucumba
a las condiciones adversas'.

Miremos a continuación un texto de 1914, "Modestia, deco-


ro", el cual incorporamos en este conjunto de pistas para la com-
prensión de nuestra tortuosa modernidad, en tanto expresivo del
ideal de mujer divulgado desde la cultura de la sociedad tradicio-
nal v proyectado sobre la moderna, v del recalo como uno de los
rasgos distintivos y deseables de ia mujer colombiana, por lo me-
nos hasta los años sesenta y setenta:

Angélica mía, niña carísima, aprende a vivir con la modes-


tia, el decoro y la dignidad que corresponden a una virgen cris-
tiana, a una niña bien nacida! Guarda tus oídos de conversacio-
nes ajenas de tu edad y de tu estado; guarda tu alma de lecturas

Lauréala > (iómez, Interrogantes sobre el progreso de Colombia ( Bogí >tá: Edi-
torial Minerva, 1925), pp. 55-55: 51, 55 y 56; 51 y 56-57, respectivamente.
Historia, modernidades, medios y ciudadanía
i 27

frivolas, de versos apasionados. Fsa alma tuya necesita de alimen-


tos sanos en lecturas útiles y juiciosas que le den luz, y fortaleza.
Fu alma necesita vivir en una atmósfera fresca, libre de emana-
ciones dañinas, de impresiones y de ejemplos indelicados, que
llevan consigo un contagio pestilencial ,

Fa difícil inclusión de Colombia en las tipologías del desarrollo


latinoamericano y en particular de las construidas
desde la experiencia del Cono Sur

Varios analistas sociales colombianos percibimos que la inclusión de


Colombia en las tipologías del desarrollo político latinoamericano
ocurre con frecuencia sobre la base de estereotipos o visiones esque-
máticas de nuestro desarrollo histórico-político y político-cultural.
Sentimos además que algunos modelos y conceptos de intención
generalizante, que se construyen pretendiendo dar cuenta del desa-
rrollo político y político-cultural de América Platina, hablan a me-
nudo más de la experiencia de un grupo de países que del conjunto
de países de la región. Un concepto como "redemocratización", por
ejemplo, si bien da cuenta de la experiencia de vuelta a la demo-
cracia tras los quiebres autoritarios del ordenamiento democrático
experimentados por Brasil, Argentina, Chile y LAuguay, difícil-
mente puede aplicarse a Colombia, donde no hemos vivido ningún
régimen militar9 al estilo de los del Cono Sur ni ningún discipli-

Antomo Otero Herrera, Francisco M . Renjito, y Roberto Cortázar,Nuevo


lector colombiano. Para el uso de las escuelas de la República (Bogotá: Casa Editorial
de Arboleda y Valencia, 1915, tercera edición), p. 1 15,
151 arribo al poder del gobierno militar del general Gustavo Rojas Huilla
( 1955-1957) se produjo gracias a un consenso entre los liberales opositores al
gobierno autoritario del conservador Laureano Gómez ( 1959-1955), un sector
L A B I O L Ó P E Z DE LA ROCHE

128

namiento autoritario de la vida cotidiana (al cual suelen referirse con


frecuencia los analistas de la cultura política en dichos países)10.
Miremos cómo inciden en otras facetas de la vida colombiana,
en el plano de las ciencias sociales y en los procesos de consolidación
del rock como movimiento social y musical a nivel nacional, com-
parativamente con otros escenarios latinoamericanos, dos sucesos
definitorios del proceso de construcción de nuestra modernidad en
el siglo XX: el haber sufrido la Violencia de los años cuarenta y cin-
cuenta, y el no haber vivido un quiebre dictatorial.

moderado del partido conservador liderado por Mariano Ospina Pérez, la igle-
sia y las fuerzas armadas. La ciase política colombiana, carente de suficiente au-
toridad para asumir inmediatamente el p o d e r - e n virtud de su involucramiento
pasional y sectario en la Violencia bipartidista desatada desde 1946 y especial-
mente desde 1948 con el asesinato del caudillo popular Jorge Eliécer Gaitán—,
resuelve propiciar un interregno militar como transición a un posterior retorno
de los civiles a la conducción del poder. La llegada al poder de Rojas Pinilla no
puede ser por ello asimilada a ninguno de los golpes militares ocurridos en el
Cono Sur en los años sesenta y setenta. E n la historiografía colombiana el ascen-
so de Rojas Pinilla al poder ha sido denominado -con la expresión acuñada por
el maestro Darío E c h a n d í a - como un "golpe de opinión".
111
Aclaramos —y es parte de la complejidad de nuestra experiencia nacio-
nal- que no hemos vivido un disciplinamiento autoritario a nivel macro y en el
conjunto dei sistema político porque probablemente a nivel micro, en muchas re-
giones y localidades rurales y zonas de colonización, las poblaciones han sufrido
en los últimos años modelos militares de control político y social, construidos por
los movimientos insurgentes, los paramilitares, los narcotraficautes con sus gru-
pos de hombres armados o las propias tuerzas armadas oficiales. Si el país a nivel
macro y de sus amplias y numerosas áreas metropolitanas (dada la característica
colombiana de desarrollo de varias ciudades grandes y de numerosas ciudades
intermedias) no ha vivido una dictadura, probablemente muchas regiones y lo-
calidades hayan tenido —durante lapsos variables- verdaderas dictaduras regio-
nales o locales y sus propios disciplinamientos autoritarios de la vida cotidiana
en pequeña escala.
Historia, modernidades, medios y ciudadanía
129

F.a Violencia, esa guerra civil no declarada entre liberales y con-


servadores, con fuertes elementos de intolerancia político-religiosa,
expresivos por sí mismos del difícil proceso de secularización y de
aclimatación de la modernidad que el país experimentó durante la
primera mitad del siglo XX, constituyó uno de los factores que inci-
dieron en la constitución relativamente tardía (años sesenta) de las
ciencias sociales como campos especializados de la producción de
saber. Mientras otros países vivieron ambientes más favorables para
el desarrollo de las ciencias sociales (o por lo menos con problemas
e interferencias menos graves) y fenómenos de relativa internado-
nalización a través del establecimiento de relaciones académicas con
reconocidos investigadores extranjeros1 , la atmósfera de la Violen-
cia no sólo creó un clima altamente hostil al libre pensamiento y la
reflexión académica, sino que legó una situación de gran deterioro
y distorsión institucional de la universidad pública. En 1959, el poe-
ta y ensayista Jorge Gaitán Duran, fundador de la revista7hf^o, que
años después va a ser considerada como prototipo de modernidad
y de entereza y franqueza intelectual, describía así los efectos de la
Violencia de los cuarenta y cincuenta sobre la cultura y la investi-
gación social colombiana:

No existen los datos que se necesitan para fundar una políti-


ca, ni los instrumentos para obtener estos datos. No existe el equi-
po de científicos, planificadores, especialistas, técnicos, que pue-
da hacer un estudio global de la realidad colombiana. La violencia

Un panorama de los momentos fundacionales de las ciencias sociales


modernas en Argentina, Brasil, Chile y Uruguay, y de las atmósferas políticas
que los caracterizaron, puede verse en José Joaquín Brunner y Alicia Barrios,
Inquisición, mercado y filantropía. Ciencias sociales y autoritarismo en Argentina, Brasil,
Chile y Uruguay (Flacso: Santiago de Chile, 1957), en especial pp. 55-88,
1 \BI(1 l.OPI:/. DI. 1. \ ROCIl I

arrasó nuestros incipientes medios de conocimiento. I .a l 'niver-


sidad Nacional, los institutos de economía y filosofía, los institu-
tos de investigación histórica y geográfica, la Escuela Normal, las
bibliotecas, los organismos de planeación y tomento, quedaron
hechos trizas o dislocados y falsificados. El terror y su compañía
inevitable: la intolerancia, destruyeron nuestras posibilidades de
estucho e investigación!. I .a mitad de la cultura quedé) convertida
en acto subversivo y la otra mitad en pecado .

Si nos adelantamos un poco en ci tiempo, hacia los años seten-


ta e inicios de los ochenta, resulta curioso ver cómo mientras en los
países latinoamericanos antes n o m b r a d o s se instalaban regímenes
militares que condujeron al deterioro de la atmósfera pluralista y de
libertad de opinión en las universidades, a la censura ideológica, la
represión y el exilio de los intelectuales críticos de los ordenamientos
autoritarios instalados, en Colombia, no obstante las interdicciones
del régimen político de "democracia restringida" que caracteriza-
ron al Frente Nacional ( 1 9 5 8 - 1 9 7 4 ) y a buena parte del Postfrente
Nacional ( 1974-1991), de una u otra manera se mantuvieron tra-
diciones de autonomía universitaria, de libertad de cátedra, de in-
dependencia del poder judicial y de pluralismo ideológico,
C o n respecto al desarrollo del rock y su articulación con los
movimientos juveniles, quisiéramos decir que si d a m o s crédito a la
argumentación de Pablo Vila, quien al estudiar el fenómeno dtlrock
y su difusión entre la j u v e n t u d argentina encuentra que ese g é n e r o
musical permitió construir u n espacio político-cultural de afirma-

forge Gaitán Duran, "La revolución invisible", en ()bra literaria de Jor-


%e (lailán Duran (Bogotá: Instituto Colombiano de Cultura, 1975; Biblioteca
Básica Colombiana N" 6), p. 341).
Historia, modernidades, medios v ciudadanía
i \ '

cion y defensa de la identidad de los jóvenes considerados — v tra-


tados— por la dictadura como peligrosos1 ', en Colombia, til no exis-
tir un contexto estructural similar de autoritarismo político v militar
y de represión abierta contra los jóvenes —y en virtud, obviamente,
de otros factores estrictamente culturales y musicales—, no se con-
figuró una situación macro con ci rock en la que éste se constituye-
ra en un movimiento social nacional de afirmación de la identidad
juvenil amenazada por el régimen (lo cual no implica que otras ame-
nazas del poder, como las de los abusos cotidianos de la policía con
los jóvenes, no hayan sido tematizadas por varios de los grupos de
rock o de rap colombianos).

Los estudios de comunicación-cultura y los desbloqueos


de las ciencias sociales para pensar y estudiar lo que no era
basta hace unos pocos años pensable ni estudiable

Abordaremos a continuación algunas de las posibilidades de re-


flexión y de renovación de las concepciones y practicáis de la políti-
ca que, desde nuestra perspectiva, habrían sido abiertas —lo cual no
supone que realizadas— desde los estudios culturales latinoameri-
canos en los últimos años, particularmente desde la tradición tle es-
tudios de comunicación-cultura.
Nos detendremos primero en los trabajos de Néstor (¡arda
Canclini. Nos parece que la noción de "culturas híbridas" ha de-
sempeñado sin lugar a eludas una conveniente función de erosión

Véase Pablo Vila, " t i rock nacional: genero musical v construcción de


la identidad juvenil en Argentina", en Néstor (iarcía Canclini ( compilador),(,V//-
lura v postpolítica. El debate sobre la modernidad en America Calina I México: Con-
sejo Nacional para la Cultura y las \rles, 1905; Colección Claves de America
Latina)
L A B I O L Ó P E Z DE LA ROCHE
1
?2

de los viejos modelos dualistas a partir de los cuales se pensó du-


rante muchos años el desarrollo latinoamericano: las oposiciones
cosmopolitismo-nacionalismo, imperialismo-culturas nacionales,
extranjero-local, tradicional-moderno, culto-popular, hegemónico-
subalterno. El cuestionamiento de esas visiones dualistas ha con-
tribuido a pensar menos esquemáticamente nuestras realidades,
prestando atención a las diversas posibilidades de mezclas, cruces
y de configuración de situaciones sociales híbridas. Aunque no está
muy desarrollado ese aspecto en Culturas híbridas, García Canclini
ha sugerido las posibilidades de aplicación del concepto en la com-
prensión de fenómenos políticos como el clientelismo:

[...] esta mirada transdisciphnana sobre los circuitos híbri-


dos tiene consecuencias que desbordan la investigación cultural.
La explicación de por qué coexisten culturas étnicas y nuevas tec-
nologías, formas de producción artesanal e industrial, puede ilu-
minar procesos políticos; por ejemplo, las razones por las que tan-
to las capas populares como las élites combinan la democracia
moderna con relaciones arcaicas de poder. Encontramos en el es-
tucho de la heterogeneidad cultural una de las vías para explicar
los jioderes oblicuos que entreveran instituciones liberales v há-
bitos autoritarios, movimientos sociales democráticos con regíme-
nes paternalistas, y las transacciones de unos con otros14,

FAe cuestionamiento a los rígidos modelos dualistas, presente


va en Fas culturas populares en el capitalismo, contribuyó en los años

14
Néstor Ciarcía Canclini, Culturas híbridas. Estrategias para entrar v salir
de la modernidad'(México: Consejo Nacional para la Cultura y las Artes-Grijalbo,
1990), p. 15.
Historia, modernidades, medios y ciudadanía
'55

ochenta y los noventa a la crítica de las concepciones y políticas cul-


turales de élites intelectuales que reducían la cultura a las obras de
arte y a las expresiones más acabadas de la cultura culta, ampliando
notoriamente el espectro de temas, campos y fenómenos objeto de
políticas culturales a fenómenos como las culturas populares, las in-
dustrias culturales y los medios de comunicación masivos.
La obra de (jarcia Canclini, junto con la de Jesús Martín Bar-
bero, a la cual haremos referencia más adelante, además de cumplir
ese papel de ampliación del espectro de sujetos, temas y problemas
objeto de la investigación y de la formulación de políticas cultura-
les, desarrolló una rica argumentación cuestionadora de las visio-
nes puristas e idealizadas de lo popular y los sujetos populares, que
ha contribuido y contribuye hoy día al desarrollo de pautas y actitu-
des de crítica a los populismos de izquierda y las predisposiciones
romántico-populistas de las organizaciones no gubernamentales y
de muchos de los centros de promoción popular 1 ', sugiriendo rea-
decuaciones y replanteamientos importantes para la cultura de las
izquierdas y de los movimientos populares.
H a desempeñado también García Canclini un papel importante
en la recepción y vinculación del pensamiento de Pierre Bourdieu

• Es necesario aclarar, sobre todo en un contexto altamente contlictivo y


enmarañado como ei colombiano, donde en virtud del conflicto interno lasONds
son a menudo estigmatizadas por el poder civil y por las tuerzas armadas, que
mi critica al romanticismo populista de muchas ()N(,s no desconoce su aporte a
lajusticia social, a la visibilidad de actores sociales frecuentemente desatendidos
y subvalorados por el Estado y la sociedad, a la defensa de los derechos huma-
nos y, en general, a la dinámica democrática en las sociedades latinoamericanas.
La crítica de (iarcía Canclini a los centros de promoción popular, ON(,s ligadas
a la promoción de la cultura de los sectores populares e instituciones atines, que
compartimos [llenamente, puede verse en ci capítuloVI de Culturas híbridas ("Po-
pular, popularidad: de la representación política a la teatral", pp. 250-252),
•A B I O L Ó P E Z 1)1. LA R O C 1 I 1

Cl4

a la interpretación de los procesos y fenómenos culturales latinoa-


mericanos y, en particular, a una reflexión crítica sobre el consumo
cultural y al desarrollo de estudios empíricos sobre ci tema16. En ge-
neral, podríamos decir que la obra de (iarcía Canclini, junto a la
de Martín Barbero, Beatriz Sarlo, José Joaquín Brunner, Renato Or-
tiz, y otros analistas culturales de la región, ha contribuido de modo
notable al desbloqueo de las ciencias sociales y los estudios huma-
nísticos para pensar de manera no mamquea —y con las necesarias
ecuanimidad y distancia tanto de las visiones demonizantes como
de las políticamente ingenuas- la cultura de masas, la globalización
cultural y comunicativa, la industrialización de los bienes simbóli-
cos, su papel en la vida cotidiana de la gente y la organización del
tiempo de la diversión y del ocio, la publicidad y sus implicaciones
culturales y valorativas, así como la reestructuración de las cultu-
ras e identidades nacionales en las condiciones de globalización1
1 .as investigaciones de Jesús Martín Barbero han sido funda-
mentales para el desarrollo de los estudios culturales latinoameri-
canos y para la consolidación del pensamiento comunicológico en la
región. Hay que destacar en su obra un notorio interés por la his-

'' Véase el artículo introductorio de (iarcía Canclini a la edición mexicana


dei libro de Bourdieu Sociología \ cultura (México: Consejo Nacional para la Cul-
tura y las Artes-Grijalbo, 1990), Ululado: "Introducción: la sociología de la cul-
tura de Pierre Bourdieu". Sobre la articulación realizada por (iarcía Canclini dei
pensamiento de Bourdieu con la noción de "hegemonía" de (iramscí, puede verse
su artículo "( iramscí con Bourdieu. I legemonía, consumo y nuevas turmas de
organización popular", en Nueva So, ¡edad, N" 76 (Caracas, s. d., marzo-abril de
1984). Sobre consumo cultural pueden verse los muy diversos trabajos inclui-
dos en Néstor (iarcía Canclini ( coord. I, El i 'insumo cu lili ral en Mes ico ( México:
Consejo Nacional para la Cultura \ las Arles, 1995).
Sobre este ultimo tema, véase Néstor García C aneUm,Consumidores v ciu-
dadanos. Conflictos multiculturales de la globalización (México: (iri)albo, 1995).
Historia, modernidades, medios v ciudadanía
1
*,5

tona social y cultural europea v latinoamericana, por las obras tle


los fundadores de los estudios culturales británicos, Richard Hog-
gart, Raymond Williams v Ene P Thompson, v en América Lati-
na, además de la asimilación de la tica tradición ensayística de la
región (Sarmiento, Martí, Mariátegui, etc.), el diálogo con los es-
tudios histónco-antropológicos de Fernando Ortiz y sobre tocio con
los aportes de José Etiis Romero a la historia cultural de la región.
De los aportes del segundo toma Martín Barbero su aproximación
al fenómeno de la cultura de masas, subrayando eximo a Romero le
debemos "no sólo la nominación más original en castellano de la
cultura de masas —folklore aluvial—, sino la primera caracterización
sociológica y fenomenológica no mamquea de esa cultura desde
América Latina" 1 ó F'.ste conocimiento de la historia social y cultu-
ral europea y latinoamericana ha sido tino de los insumos básicos
en la elaboración de su teoría de las mediaciones sociales.
El desarrollo de la teoría de las mediaciones sociales por parte
de Martín Barbero ha implicado un distanciamiento con las con-
cepciones medio-centristas de la comunicación, a favor de una so-
ciología de los procesos comunicativos particularmente atenta hacia
los contextos socio-culturales y subculturales específicos en los que
se producen la recepción y los usos sociales de los bienes simbóli-
cos v los mensajes de los medios de comunicación masivos. Eos me-
dios devienen en esta concepción/¿«o de los productores de sentido,
a la par con muchas otras instituciones copartícipes de los proce-
sos de producción de significaciones sociales (la familia, la escuda,
la cotidianidad barrial, la clase social, etcétera)1''.

'* \ case |esús Martín Barbero, De los medios a las mediaciones. Comunica-
ción, cultura v hegemonía (México: Gustavo Gilí, 199] ),
'" Iluden.
L A B I O L Ó P E Z DE LA R O C I I I
Itó

La confluencia en la obra más reciente del investigador español-


colombiano —me refiero a la producción posterior a De los medios a
las mediaciones— del interés por la historia con la preocupación so-
dológico-cultural lo ha llevado a observar atentamente la relación
entre la evolución temática y estética de los formatos o géneros de
los medios de comunicación, y específicamente de los televisivos,
con las transformaciones ocurridas en la cultura colombiana y lati-
noamericana relacionadas con la modernización y la urbanización:
la secularización, los procesos de individuación, los desarrollos de
la identidad nacional, la presencia cultural de lo popular y lo regio-
nal, las tranformaciones asociadas a la ampliación de la cobertura
de la educación primaria, secundaria y universitaria, y los cambios
a nivel de la familia y los roles de génercr".
Uno de los aspectos abordados por Martín Barbero, y que tie-
ne que ver con uno de los períodos más interesantes de la historia
política y cultural de la comunicación masiva en América Latina, es
la relación entre los procesos políticos populistas vividos por las so-
ciedades latinoamericanas de 1930 a 1960, la consolidación de las
identidades culturales nacionales y la incorporación de las masas po-
pulares a la vida política y a una mayor visibilidad social"1. Rele-
yendo críticamente la bibliografía sociológica sobre el populismo
latinoamericano y cruzándola con los análisis culturales y comu-
nicativos del período, el autor muestra el papel de los medios de
comunicación en la nacionalización de las masas populares, la con-
tribución del populismo —no obstante sus apuestas políticas pater-

"" Véase al respecto en especial Jesús Martín Barbero y Soma Muñoz (coor-
dinadores), televisión y melodrama (Bogotá: tercer M u n d o Editores, 1992).
"' Véase especialmente "Los procesos: de los nacionalismos a las transna-
cionales", primer acápite de la tercera parte, "Modernidad y massmediacion en
América 1,atina", en De los medios a las mediaciones.
Historia, modernidades, medios v ciudadanía
•57

nalistas y autoritarias- al reconocimiento simbólico de lo popular,


y la relativa autonomía política de las masas en ci movimiento popu-
lista, las cuales no siempre fueron simples fichas de un juego don-
de el caudillo carismático decidía y pensaba por ellas2".
Nos parece importante destacar en la obra de Martín Barbero
su fuerte interés y su aprecio hacia las culturas populares, que no le
exime de ver, estudiando lo popular, las distintas contaminaciones
allí presentes: en sus palabras, los "entrelazamientos de sumisiones
y resistencias, de impugnaciones y complicidades"" .
F.sta visión heterodoxa de lo popular, aunada a la crítica de lo
que él ha denominado la "disolución de lo popular" en el marxismo
ortodoxo (la negación efectuada por éste del concepto de pueblo,
su reducción dei mismo a proletariado y su descuido de las luchas
popular-democráticas)" 4 , ha cumplido y continúa cumpliendo una
importante función crítica de los populismos o las ortodoxias cla-
sistas que caracterizaron —y que en algunas partes aún caracterizan-
a sectores significativos de las izquierdas políticas latinoamericanas,
y constituye un insumo importante para la renovación de las pers-
pectivas de pensamiento y acción política de las mismas.
Oueremos referirnos ahora al trabajo del sociólogo chileno Gui-
llermo Sunkel —influido en su formación por los estudios cultura-

" Sobre ei aporte de Martín Barbero a los estudios sobre el populismo la-
tinoamericano y en torno a las reiecturas dei tenomeno desde los estudios de co-
municación -cultura, véase mi ensayo "Aspectos conuinicacionales y culturales dei
populismo rojista en Colombia ( 1955-1957). Nuevas aproximaciones al popu-
lismo en América 1 .atina", en Signo v Pensamiento, N" 29 ( Bogotá: I adversidad
Javeriana, facultad de Comunicación y Lenguaje, segundo semestre de 1996),
"' J. Martín Barbero, De los medios a las mediaciones, p. 210
w4
Véanse los apartes "Disolución de lo popularen ei marxismo" (pp. 26-
50 I y "Asunción de lo popular en los movimientos anarquistas" ( pp. 22-25 ), en
J. Martín Barbero, De los medios a las mediaciones.
ABIO LÓPEZ DI. LA RI1CII I

les británicos y por su apuesta metodológica de observar las inter-


relaciones entre contextos históricos, sociales y culturales y medios
de comunicación de masas—, dedicado al análisis de las relaciones
entre cultura popular, cultura de masas y cultura política, vistas a
través de la investigación de la prensa popular de masas chilena dé-
los años treinta a los setenta"'. Su estudio de las representaciones
de lo popular que distintos diarios de masas construyeron durante
esos años desde sus propuestas político-discursivas, y de las sensi-
bilidades políticas que se tejieron en la relación de esos diarios con
sus audiencias, nos llama la atención no sólo sobre ci papel de la
prensa en la conformación de pautas colectivas de cultura política,
sino además sobre aspectos centrales del proceso de configuración
de la modernidad en Chile.
Un mérito importante de la investigación de Sunkel fue el de
constituir uno de los trabajos pioneros en el cuestionamiento de-
cierta visión tradicional de las relaciones entre cultura popular y
cultura de masas, que las concebía como entidades exduyentes y
antinómicas. En Razón y pasión..., Sunkel señaló cómo en muchas
de sus expresiones la cultura de masas era de hecho una forma de
existencia de lo popular y para el caso concreto de la prensa popu-
lar de masas chilena mostró cómo sus formatos y convenciones dis-
cursivas se apoyaban en herencias culturales provenientes del siglo
XIX, asociadas a prácticas narrativas y tradiciones de lectura colec-
tiva en voz alta en los lugares públicos, ampliamente difundidas a
nivel de los sectores populares, tales como la lira popular.
Dialogando atentamente con los escritos de García Canclini y
Martín Barbero, el trabajo de Beatriz, Sarlo, Escenas de la vida post-

"' Nos referimos .iRazón y pasión en la prensa populan L n estudio sobre cultu-
ra popular, cultura de masas v cultura política (Santiago de Chile: liet, 1 955 t
Historia, modernidades, medios y ciudadanía
i S9

moderna. Intelectuales, arte v videocultura en la Argentina, contribuye


significativamente al análisis y comprensión de la influencia de los
medios en las transformaciones socioculturales contemporáneas en
las grandes áreas metropolitanas de su país v de América Latina.
Muy importante nos parece su labor de explicitación y profun-
dización del papel desempeñado por los medios y las industrias cul-
turales en los procesos de desestructuración de las viejas culturas
populares y de élite (es decir, en. la transformación de las viejas cul-
turas sociales asociadas a la dase obrera, el campesinado, la cultu-
ra de ciases medias de base escolarizada o las culturas de élite ligadas
a las tradiciones letradas y al culto de las bellas artes), y en la confor-
mación de nuevas formas híbridas de culturas sociales. Esa explici-
tación de lo que Osear Landi ha denominado el desordenamiento
cultural introducido por los medios — que tiene que ver, además, con
la comprensión de cómo han cambiado en la América Latina de los
ochenta hacia acá, a la par con modificaciones estructurales en la
economía, el mundo del trabajo y la oferta de empleo, las formas
de mirar la realidad, la sociedad, los grupos sociales y el poder po-
lítico, y cómo se han desdibujado varias de las categorías y certezas
desde las cuales pensábamos hace unos pocos años el mundo, per-
diendo mucha de sti validez explicativa- nos parece necesaria para
que nuestras sociedades puedan repensarse sobre la base de la asi-
milación de las transformaciones culturales que han sufrido en las
últimas décadas. Repensarse re-conociéndose en aquello que per-
manece v lo que ha cambiado. Re-conociéndose para poder diseñar
formas novedosas y adecuadas de intervención política y cultural
democrática. En este sentido, la obra de Beatriz Sarlo no sólo nos
ayuda a comprender los cambios ocurridos, sino que nos sugiere
ideas importantes para la formulación de políticas culturales alter-
nativas, como aquella de la inconveniencia de dejar en manos del
L A B I O L Ó P E Z 1)1. LA ROCHE

140

m e r c a d o la planificación de la sociedad que q u e r e m o s , la de recu-


perar la función redistnbutiva de la escuela en nuestras sociedades
y la de la conservación por la cultura letrada de funciones claves en
las cuales resulta insustituible, en m e d i o del paisaje mediático y
audiovisual actualmente hegemónico.
O t r o analista que nos provee de aportes importantes al respec-
to es O s e a r L a n d i . M u y sugestivo nos parece su llamado a mirar
las culturas políticas como combinaciones o paquetes de géneros dis-
cursivos y estéticos, sin centro en el clásico discurso del político:

Las culturas políticas suelen verse bajo el ángulo de las dife-


rentes ideologías o concepciones que las tiñen, pero también de-
finen su perfil por el conjunto de géneros que engloban en un mo-
mento dado. ¿Cuál es ci género que legitima la autoridad y la
decisión: el acceso dialogal a la verdad metafísica, el melodrama,
ci saber técnico, la conversación simpática, los principios mora-
les o los gestos de pragmatismo? ;Cuáles son los lenguajes apro-
piados: los textos escritos, la música o la imagen? En realidad, las
culturas políticas siempre fueron combinaciones de géneros y
lenguajes, y lo que la sociedad considera como político en un
momento dado es producto de la lucha política misma. Pero en
la escuela sólo nos trasmitieron ci género históricamente triun-
fante v no la mezcla y las oposiciones"6.

N o s resultan también pertinentes y actuales las investigaciones


de L a n d i acerca de las relaciones entre televisión y política (esté-

"'' O. Landi, "Proposiciones sobre la videopolítica" en H . Schmucler y M .


C. Mata (coord.), Política v comunicación. é.JIay un lugar para la política en la cul-
tura mediática:' (Buenos .Aires: Catálogos Editora, 1992), pp. 44-45.
Historia, modernidades, medios v ciudadanía
'41

tica televisiva hegemónica y formas de puesta en escena de la po-


lítica), sobre la influencia de la política televisiva o videopolítica en
la morfología del sistema político a través de la promoción televisiva
de candidaturas por fuera de los mecanismos electivos internos de
los partidos (muy visible en el manejo actual del peronismo por el
presidente- Menem en Argentina y en el apoyo oficial al candidato
presidencial "Palito" Ortega), y en torno a la capacidad que tiene
hoy día la televisión de promover, en condiciones de* crisis y des-
prestigio de los políticos profesionales, los partidos y las formas tra-
dicionales de hacer política, la visibilidad política y la eventual
elección para cargos de poder, de candidatos provenientes del mun-
do del deporte, la ciencia, la farándula, el periodismo y los medios
de comunicación"'.
Los trabajos de Landi aportan valiosos elementos de análisis
para la comprensión del funcionamiento del espacio público con-
temporáneo en América Latina, que algunos estudiosos han deno-
minado la nueva escena pública electrónica o el "agora electrónico".
Dentro del conjunto de trabajos del sociólogo de la educación,
la cultura y la comunicación, José Joaquín Brunner, quisiéramos
destacar su libro Un espejo trizado. Ensayos sobre cultura y políticas
culturales. Del significativo aporte de Brunner al estudio de las re-
laciones entre comunicación, cultura y política en América Latina,
nos parece particularmente importante su elaboración sobre el con-
cepto de "régimen comunicativo", por la relevancia que tal concepto
tiene para el análisis político-cultural.
Para el sociólogo chileno, en cada sociedad, en íntima relación
con las particularidades históricas de los procesos de construcción

"' Véase O, Landi, Devórame otra vez. Qué hizo la televisión con la gente. Qué
hace la gente con la televisión I Buenos Aires: Planeta, 1 993 ),
LABIO I.IIRI Z DI LA KOC11 I

•42

de la modernidad en ella (peso mayor o menor de unas u otras ins-


tituciones públicas, aclimatación mayor o menor del ideal democrá-
tico ), y en estrecha dependencia de las características definitorias de
su sistema político (mayor o menor apertura, niveles altos o preca-
rios de competitividad, grado de avance en la configuración de pau-
tas mentocráticas, etc.), se forja un particular régimen comunicativo,
expresivo de la experiencia histórico-política v cultural de esa comu-
nidad nadonal.
Otro trabajo de Brunner, realizado conjuntamente con Alicia
Barrios y Carlos Catalán, Chile: transformaciones culturales y moder-
nidad, constituye un aporte importante al estudio de los procesos
de configuración de la modernidad en Chile y en América Latina,
desde los años sesenta hasta nuestros días (surgimiento de las cien-
cias sociales como campos especializados de la producción de co-
nocimiento, secularización, configuración de una moderna cultura
cotidiana de masas, etapas y ritmos de internacionalizadón de la
cultura, etc.), observados esos procesos desde sus desarrollos a ni-
vel del campo cultural y sus distintos subcampos.
Por último, queremos referirnos al trabajo de Martín Hopen-
havn, Ni apocalípticos ni integrados. Aventuras de la modernidad en
America l.atina. Ouisiéramos destacar en esta obra los ensayos de-
dicados al abordaje de la cuestión de la postmodernidad en Améri-
ca Latina. Nos parece importante detenernos en esa cuestión en la
medida en que consideramos que en Colombia y .América Latina
existe un notorio maniqueísmo a la hora de abordar el debate so-
bre el tema, tanto desde cierto postmodernismo dogmático como
desde cierta crítica esquemática al pensamiento postmoderno.
Sin embargo, y no obstante lo anterior, vemos eximo precisa-
mente desde ¡os estudios de comunicación y cultura en América
Latina se ha venido configurando en los últimos años una reflexión
I listona, modernidades, medios y ciudadanía
'4.-3

cultural de acentos postmodernos que difícilmente podríamos aso-


ciar a un mero calco del pensamiento postmoderno de los centros y
que, además, parte de la crisis de las propias modernidades perifé-
ricas latinoamericanas ( por darles algún nombre que aluda a sti es-
pecificidad, su originalidad y su relativa autonomía) y de los propios
metarrelatos "criollos" (como el desarrollismocepalino, las diversas
revoluciones de nuestros distintos grupos armados, nuestras diferen-
tes variantes —liberales o marxistas— de la razón ilustrada), construi-
dos —y recién erosionados en cuanto a su vigencia y su legitimidad
política, social v cultural— en la región"*1.
Asumiendo el postmodernismo como un fenómeno no reduc-
tible "al epíteto peyorativo de moda intelectual" (visión muy exten-
dida no sólo en los movimientos alternativos, ()N( is, vertientes del
movimiento popular, sino también en. amplios sectores de la intelec-
tualidad colombiana), Hopenhayn ha llamado la atención, al mis-
mo tiempo, sobre las conexiones entre ciertas críticas postmodernas
y el proyecto de hegemonía cultural de mercado. Ida indicado, por
ejemplo, cómo en algunos atitores la celebración de la diversidad
marcha muchas veces paralela a la exaltación del mercado, la desre-
gulación económica y la privatización; cómo a menudo ciertas críti-
cas de las vanguardias políticas y de sus lógicas tienen por substrato
real v mas fuerte una crítica de la función transformadora de la po-
lítica; y cómo muchas veces la crítica de las ideologías "se capitali-
za en crítica al marxismo y a sus versiones humanistas-socialistas;
la crítica de las utopías tiende a volcarse específicamente sobre uto-

" s Sobre el desarrollo en América I .atina de un pensamiento postmoderno


jirojno y con niveles significativos de originalidad, véase Walter Herhnghaus y
Momka Walter (editores), Post modernidad en la periferia. Enfoques latinoamerica-
nos ¡le la nueva teoría ¡ iillural ( Berlín: 1 .antier Verlag, 1 904 ).
LABIO LÓPEZ DI- 1 \ R O C H !•
l
44

pías igualitarias o sobre cualquier ideal desde el cual se propongan


como tareas presentes mecanismos redistributivos"" .
Además de esta aproximación matizada y problematizante al
pensamiento postmoderno, nos resulta muy pertinente para estos
tiempos de desencanto, de fragmentación y desconcierto —y al mis-
mo tiempo, y por ello mismo, de necesidad de reconstrucción de
horizontes de futuro, utopía y esperanza— su idea de la pertinencia
del "reciclaje de las energías emancipatorias" desenvueltas por los
actores individuales y colectivos en las décadas anteriores, y hoy día
embolatadas en medio de la situación de desencanto y de repliegue
político. L o mismo podríamos decir de sus reflexiones sobre soli-
daridad y modernidad en el texto citado.
Hemos descrito las contribuciones de ttn importante grupo de-
analistas culturales latinoamericanos a la comprensión de los pro-
cesos políticos y político-culturales contemporáneos en la región.
Un buen resumen del aporte realizado por la tradición latinoame-
ricana de estudios de comunicación y cultura a la renovación de la
mirada política sobre la sociedad lo hace Bernardo Subercaseaux,
en una interesante reseña de Culturas híbridas de (iarcía Canclini,
al describir así las recientes deconstrucciones y los desplazamien-
tos conceptuales que van de los años sesenta a los noventa:

Atrás quedaron la teoría del imperialismo y de la coloniza-


ción cultural; el estilo denunciativo focalizado en un análisis más
o menos maniqueísta del componente ideológico de la cultura; la
percepción! de la cultura nacional como un todo orgánico articti-

"' Martin Hopenhayn, "El debate postmoderno y la cultura del desarrollo


en América Latina", en M. 1 lopenhayn, A; apocalípticos ni integrados. Aventuras
ile la modernidad en . huerica Latina ( Santiago: KCK, 1994).
Historia, modernidades, medios y ciudadanía
•45

lado por las ciases emergentes y ei Estado; ci abordaje apocalíp-


tico (de cuño trankfurtiano) y la demonización de la industria cul-
tural y de los medios masivos; la supeditación del cambio cultu-
ral al cambio político; las aproximaciones conspirativas que en
una línea funcionalista (emisor-mensaje-receptor) percibían a la
conciencia como un receptáculo inerte sujeto a toda índole de ma-
nipulaciones; la visión dual de la cultura latinoamericana (con un
componente autóctono valioso y otro foráneo y espurio) y la lec-
tura estrechamente política de la cultura popular que considera-
ba lo contestatario como el único modo posible de existencia de-
esa cultura"1.

Ouisiéramos agregar que en un contexto histórico como el pre-


sente —marcado en el mundo, en Colombia y América Latina por
tendencias hacia un mayor reconocimiento y visibilidad de la diver-
sidad cultural de la sociedad, cuando la política ha tenido que pres-
cindir de sus graneles metarrelatos y de sus macrosujetos, donde ella
ha perdido su anterior centralidad en la vida social'', ha dejado de
expresarse prioritariamente a través de sus formas tradicionales de
figuración como eran el Estado, los partidos, las ideologías, el sis-
tema electoral y las instituciones propiamente políticas, pasando
cada vez más su expresión por la problemática de las identidades
culturales (étnicas, regionales, sexuales, de género, medioambien-
tales, grupales o neotribales) y de la influencia cultural de los me-
dios de comunicación—, los estudios culturales pueden alimentar

" Bernardo Subercaseaux, "Comentario a 'Consumidores y ciudadanos'


ile Néstor (iarcía Canclini", en Revista de Critica Cultural, N" 12 (Santiago: s. d.,
julio de 1996), pp. 65-67.
Véase Norbert Lechner, ";Por qué la política ya no es lo que fuer", en
Revista Poro, N" 29 (Bogotá: Foro Nacional por Colombia, mayo de 1996),
ABIO l.íll'l Z DI, 1. \ KOC1I I

,46

búsquedas valiosas alrededor de nuevos espacios, nuevos actores y


nuevos procesos de ejercicio de ciudadanía.
Con esta valoración positiva del papel de los estudios cultura-
les latinoamericanos, pero lejos de una visión mesiánica, queremos
sugerir (¡tic una nueva —y cualitativamente más rica— politización
del estudiantado universitario y otros grujios de la sociedad —ya no
sobre la plataforma de ningún metarrelato o macrosujeto histórico
de la emancipación, [tero sí con la base del fortalecimiento de nue-
vas identidades socioculturales y de utopías menores con capacidad
de dialogar entre sí y de tejer proyectos de incidencia fuerte en lo
micro y de mediano alcance en lo macro— podría ser estimulada
desde la difusión y el desarrollo de los esttidios culturales.
Hay que decir, sin embargo, que si bien ha sido muy impor-
tante esa labor deconstructiva y de desbloqueo de las ciencias so-
ciales realizada por los estudios latinoamericanos de comunicación
y cultura que hemos esbozado aquí en algunas de sus direcciones y
orientaciones temáticas básicas, éstos necesitan afinar sus elabora-
ciones más directamente políticas en procura de generar y fortale-
cer nuevas formas y nuevos escenarios de participación y ejercido
de la ciudadanía. Así, los esttidios culturales deben tender y man-
tener necesarios puentes [tara un diálogo con los estudios políticos
con miras a retomar tradiciones y viejas experiencias de ciudada-
nía (jue no se opongan o puedan articularse y retroalimentarse con
sus formas más contemporáneas o post modernas.

Estudios culturales e interdisciplinariedad


en las ciencias sociales y las humanidades

L n efecto importante del desarrollo de los estudios culturales en


América Latina es la confluencia de muy distintas disciplinas so-
¡listona, modernidades, medios v ciudadanía
'47

cíales v humanísticas en diferentes enfoques interdisciplmarios que


han enriquecido sensiblemente la posibilidad de dar cuenta de-
manera novedosa de los temas y problemas de la cultura contem-
poránea en la región. La historia intelectual personal de cada uno
de los investigadores cuvo trabajo hemos aquí presentado tiene ([tic-
ver con trayectorias específicas de desarrollo —a través de las inves-
tigaciones en (¡ue han participado— de experiencias y [tantas de tra-
bajo en investigación ínter o transdisciplinaria.
! .a tradición de esttidios de comunicación y cultura ha venido
estimulando un diálogo más atento entre la sociología y la historia,
así como entre la historia y la antropología, y propiciando ciertos des-
plazamientos en las tradicionales sensibilidades disciplinarias de la
sociología y la antropología, que están incidiendo en re-definiciones
temáticas de las aptiestas teóricas y de las metodologías utilizadas
por estas dos disciplinas, y en su posibilidad de confluir para dar
cuenta de manera colaborativa de temas que les interesan y com-
peten a ambas'".
Los esttidios literarios en América Latina, bajo la influencia cic-
los esttidios culturales norteamericanos, del postcolonialismo, del
multiculturalismo y del debate sobre postmodernidad, se han cons-
tituido en un campo interesante de diálogo interdisciplinario de la
crítica literaria con la historia social y de la cultura, la antropología
y la sociología de la cultura, la crítica feminista v la tradición lati-
noamericana de investigación en comunicación y cultura. Este pro-

'" Acerca de estos desjilazamientos y sobre las posibilidades de colabora-


ción interdiscijiínana entre la sociología y la antropología, véase de Néstor (jarcia
Canclini "I.os estudios culturales de los ochenta a los noventa: perspectivas
antropológicas y sociológicas", en Néstor (iarcía Canclini ( comp.), Cultura yposl-
po/ítíca. El debate sobre la modernidad en America I .alma I México: Consejo Nacio-
nal para la Cultura \ las Artes, i 995; Colección Claves de A me rúa 1 .atina I.
L A B I O L Ó P E Z DE LA ROCHE
• 48

ceso se ha dado con distintos niveles de desarrollo en cada país, en


algunos produciéndose la conversión de los estudios literarios en
estudios culturales, en otros planteándose resistencias a esa posibi-
lidad, cuestionándose la conveniencia o inconveniencia de esa tran-
sición, y polemizando en torno a la especificidad y naturaleza de los
estudios literarios y los límites de su interdisciplinariedad .
Como lo hemos mostrado a lo largo de este trabajo, los estu-
dios culturales latinoamericanos han tendido importantes puentes
con los estudios políticos o por lo menos han tratado de dar cuenta
de innumerables fenómenos, temas y problemas políticos desde el
estudio de la cultura y la comunicación masiva. Aspectos relevan-
tes de la cultura política de las sociedades de la región han sido tra-
bajados y su comprensión enriquecida por los análisis provenientes
de este campo de estudios. Llama la atención en este sentido que,
en el artículo introductorio a su texto Postmodernidad en la periferia.
Enfoques latinoamericanos de la nueva teoría cultural, Hermann Fder-
linghaus y Mónika Walter se refieran a la configuración en Amé-
rica Latina de una paidología culturaliA.
Queremos anotar también que el crecimiento del interés aca-
démico por la teoría de la recepción (gradas a los trabajos de David
Morley y de otros, en Europa, y de Guillermo Orozco en México)

Sobre ci debate acerca de los estudios literarios en Colombia puede ver-


se ei N " 28, monográfico, de la revista Texto y Contexto (Bogotá: Universidad de
los Andes, Departamento de Filosofía y 1 .etras, septiembre-diciembre de 1995),
editado por Monserrat Ordóñez y Claudia Montilla y dedicado al tema "Estu-
dios literarios: relecturas, imaginación y resistencia",
,+
H e r m a n n Herlinghaus y M ó m k a Walter, "¿'Modernidad periférica'
versus 'proyecto de la modernidad'? Experiencias epistemológicas para una
re-formulación de lo 'post'moderno desde América Latina", en H . Herlinghaus
y M . Walter, op. cit., p. 29,
Historia, modernidades, medios v ciudadanía
1
40

podría incidir notablemente en una mayor apertura de las discipli-


nas sociales a los estudios de comunicación y cultura y en un enri-
quecimiento de sus perspectivas teóricas e interpretativas del juego
político, social y cultural en las sociedades contemporáneas.
Para concluir este aparte, digamos que no sin resistencias se lle-
van a cabo estos encuentros interdisciplinarios y estas nuevas for-
mas de investigación en los bordes o las fronteras de las disciplinas.
Provienen a veces de los sectarismos profesionales y disciplinarios,
de herencias generacionales, de la formación en rígidas escuelas o
de conservatismos personales, pero también, en otras ocasiones, de
una conciencia legitima de los riesgos de dispersión que se corren
en las investigaciones interdisciplinarias y de reflexiones muy váli-
das sobre la necesidad de cierto centramiento disciplinar que im-
ponga unos límites a la proyección interdisdplinaria.

Consideraciones finales a título de conclusión

Ei desarrollo actual de los estudios culturales en varios países de la


región muestra avances importantes en el estudio de los procesos
de construcción de la modernidad política y cultural y de las espe-
cificidades y diversas trayectorias nacionales. Sobre la base de es-
tos desarrollos académicos pueden intentarse hoy día esfuerzos de
investigación en historia cultural y político-cultural comparada que
redunden en un mejor conocimiento de nuestras modernidades la-
tinoamericanas y, en general, del desarrollo histórico-político y cul-
tural de la región.
No obstante la riqueza de los aportes de la reflexión adelanta-
da en América F^atina desde los estudios culturales, y especialmente
desde los estudios de comunicación y cultura a la renovación de las
miradas sobre la política, nos parece que ellos constituyen hoy día
LABIO L Ó P E Z Di; LA ROCIII

150

-en sus posibilidades de articulación creativa con propuestas alter-


nativas desde las universidades, los movimientos políticos y secto-
res del movimiento popular— más una promesa que una realidad.
Pensamos que se requieren traductores, intermediarios o mediado-
res culturales que desempeñen un papel de difusión y discusión de
estas nuevas perspectivas a nivel de grupos populares, sectores del
magisterio, ONCs, programas de educación de adultos, movimien-
tos de izquierda en proceso de transformación de su cultura políti-
ca y otros potenciales participantes de esfuerzos de renovación del
pensamiento y la acción política democrática y alternativa.
Al mismo tiempo, nos parece que resulta necesario desarrollar
desde los estudios culturales una elaboración mayor y más cualifi-
cada de los procesos de ciudadanía y participación de la sociedad
civil tanto en la formulación de demandas como en la construcción
de nuevas formas y escenarios de democracia comunicativa. Con
independencia de la valiosa labor deconstructiva llevada a cabo por
los estudios culturales, se requiere hoy día desarrollar una capaci-
dad de diseño de políticas culturales y comunicativas democráticas
que permitan a los diferentes grujios sociales interesados incidir en
la orientación del desarrollo económico, político, social y cultural.
Para lograrlo se hace necesario estimular desde la academia un diá-
logo más atento entre los estudios culturales y los estudios políti-
cos, así como el desarrollo de elaboraciones sobre los aspectos
culturales y comunicativos de la democracia que, paradójicamente
—sobre todo los comunicativos—, sólo muy recientemente han em-
pezado a ser objeto de interés académico y ciudadano por parte cic-
las facultades o departamentos de ciencia política en muchos paí-
ses de la región.
Hallamos conveniente que, además de la difusión de los des-
plazamientos teóricos y conceptuales realizados desde los estudios
Historia, modernidades, medios y ciudadanía

culturales, se fomente el desarrollo de investigaciones empíricas


sobre consumo cultural y usos sociales de bienes simbólicos, rela-
ciones entre política y televisión, medios y opinión pública, estudios
de producción y de recepción de noticieros y otros géneros radio-
fónicos y televisivos, que redunden en un mejor conocimiento cic-
las relaciones de los medios con la realidad y de la sociedad con los
medios.
Finalmente, consideramos que es pertinente mantener y mejo-
rar los diálogos e intercambios entre las distintas vertientes y los au-
tores participantes en la elaboración intelectual desde los estudios
culturales latinoamericanos, con miras a nutrirse de las diversas ex-
periencias nacionales, fortaleciendo a un tiempo la interlocución con
los estudios culturales ingleses, norteamericanos y europeos. Sería
importante que estos intercambios abordaran las particularidades
de los contextos políticos, económicos, sociales e institucionales en
los que se desenvuelven las actividades de investigación cjue desa-
rrollamos; los niveles de incidencia política y social de los estudios
culturales en los distintos contextos nacionales; la relación de los
mismos con la docencia secundaria y universitaria; así como la ar-
ticulación de la investigación teórica con el desarrollo de las meto-
dologías v la investigación empírica.
Radio informativa
y participación ciudadana

Ana María Lalinde

vjuiero comenzar esta ponencia aclarando que el título no corres-


ponde necesariamente al contenido. O más bien sí, pero en forma
diferente de lo que se pensaba en primer lugar cuando se relacio-
nan los medios con la formación ciudadana. Ya sea concebidos
como meros instrumentos o como espacios de participación y de
constitución de la ciudadanía, la relación que se establece general-
mente es la de ubicar a grupos organizados de la sociedad civil, or-
ganizaciones no gubernamentales, comunidades barriales u otras
formas de organización, que utilizan la mediación radiofónica como
formas de participación política y social. Espacios en donde, por lo
general, existen "proyectos" sociales de base que se materializan o
que ven salidas de difusión y participación a través (o alrededor)
de la radio. Me refiero a experiencias del tipo de las radios comu-
nitarias, las radios escolares o, incluso, radios clandestinas que res-
ponden a estos objetivos.
L^a reflexión que me propongo realizar está más bien encami-
nada a mirar hacia la radio comercial e informativa; aquella a la que
los académicos y planeadores de la comunicación no le vemos fu-
turo, a no ser el de seguir las lógicas del mercado. Y me quiero re-
ferir a esta radió porque, sin dementar el trabajo de esas otras
experiencias que mencionaba antes, es la que llega prioritariamente
a eso que llamamos "gran público": gran público "inerme" frente
Radio informativa y participación ciudadana
'55

a los medios e incapacitado muchas veces para organizarse o para


siquiera conocer y defender sus derechos y obligaciones como ciu-
dadanos, esa gente no organizada, abstencionista, indiferente e in-
dolente frente a lo que ocurre. Sin tener en cuenta por ahora la
vitalidad propia que supone la recepción, quiero imaginar al público
que se ve literalmente "bombardeado" por la información radial,
imaginar a los espectadores que desde sus casas, sus trabajos o
mientras se desplazan, asisten al espectáculo de las noticias anona-
dados por lo (jue sale desde sus receptores de radio, y quiero ima-
ginar también a una radio que siguiendo las lógicas del mercado
—por esto o a pesar de esto— vehiculan una imagen de país, una ima-
gen de ciudadanía y una forma de convocatoria que, buena o mala,
es convocatoria al fin.
Intentar relacionar ambos elementos, radio comercial y forma-
ción ciudadana, parece una contradicción. No trataré de superarla
pero sí, al menos, de matizarla. Finalmente, se trata de un ejercicio
intelectual interesante: imaginar cómo sería la radio informativa co-
mercial en una hipotética e ideal sociedad democrática en la cual
los medios de comunicación cumplieran con la función social de ser
verdaderos intermediarios entre el poder o los poderes y la gente
común. El ejercido intelectual consistirá en intentar aproximarme
a un diagnóstico de la radio informativa actual y, en este diagnósti-
co, verificar algunos avances hacia ese hipotético mundo posible y,
evidentemente, algunos atrasos que posiblemente son más.
No es éste el lugar para reconstruir la historia de la radio co-
lombiana. Sin embargo, bástenos decir que este medio ingresó al
país a principios de la década de los años treinta y que llegó de la
mano del modelo norteamericano de radiodifusión comercial. Es
decir, frente a los dos modelos imperantes, la explotación privada y
el control estatal, la radio colombiana optó por el primero. FAte
ANA MARI \ L A 1-1 N D E

!
54

modelo fue el que permitió que esta industria se expandiera de for-


ma acelerada v que encontrara las formas de sofisticación empre-
sarial que hoy conocemos.
A pesar de que la legislación radial consagra la propiedad esta-
tal de las frecuencias, el sistema de concesión caracterizaría a la ra-
dio como una empresa privada. En términos comparativos con la
prensa y la televisión, este particular proceso de desarrollo y con-
solidación del medio le ha permitido actuar, si se quiere, con mu-
cha más independencia. Por un lado, frente a la prensa sus vínculos
políticos —aunque presentes— han sido mucho menos evidentes y
actuantes. Apenas ahora empieza públicamente a entenderse la ra-
dio como botín y bastión político. Por otro lado, frente a la televi-
sión, el control estatal ejercido sobre aquélla ha sido menos incisivo
y regular que sobre ésta.
En términos generales, la forma como la radio se impuso en
nuestro país, y el impulso que los gobiernos de estos primeros años
de la radio dieron a la industrial, permitieron una rápida comer-
cialización, tecnificación y definición organizacional'. A pesar del
papel fundamental que los historiadores del medio le asignan en
momentos de crisis política, como es el caso del conflicto con Perú,
muy en sus nudos (1932), y el mucho más evidente alrededor del
9 de abril de 1 948 v en los años siguientes v, más cercanamente, en
los años en los que fueron más fuertes los actos narcoterronstas, la
radio ha sido considerada como el medio comercial por excelencia.
¿Alrededor de él se gestó el sistema de "cadenas" y a partir de él los
grujios económicos ingresaron a los medios de comunicación y, en
general, a la industria de las telecomunicaciones.

Cf. Reynaldo Pare]a, I listona de la radio en Colombia (Bogotá: Servicio


Colombiano de Comunicación Social, 1984),
Radio informativa \ piarticipacion ciudadana
'55

Para 1995, por ejemplo, la inversión publicitaria de la radio no


fue la [trímera, [tero sí la segunda: después de El Tiempo, aparece
RCN con datos consolidados para radio y televisión; y, en tercer lu-
gar, Caracol Radio, con ventas netas de 52.98 1 millones de pesos".
Para el período que va de enero a mayo de este año, la inversión pu-
blicitaria por medios pone a la radio en segundo lugar, con cerca
de 198 mil millones de [tesos. En primer lugar está la televisión, con
570 mil. millones. Después de la radio, están la prensa, la televisión
regional y las revistas'. En 1997, sin contar aún las frecuencias re-
cién asignadas y las que faltan por asignar, y sin incluir las frecuen-
cias de radio comunitaria, existen 636 emisoras4 en el país. Así, nial
contadas, existe una emisora por caída cuarenta y ocho mil habitan-
tes. De ese total, más de la mitad pertenecen (o están afiliadas) a
las tres cadenas más grandes: RCN, Caracol y Lodelar. Contando
las 123 que son comercializadas por Mejía y Asociados, tendría-
mos 480 emisoras pertenecientes de alguna forma a cadenas, y el
resto, 156, propiedad de pequeñas cadenas como Melodía, Super,
William Vinasco o independientes'.
La radio colombiana se ha transformado radicalmente en los
últimos quince o veinte años. Para empezar, de 1977 a hoy, se ha
duplicado ci número de emisoras v se ha concentrado la propiedad,
tendencia que parece continuara —a [tesar del esfuerzo del gobier-
no actual por "democratizar" los medios—.

' Cf. "Los grandes comunicaciones", en Revista Dinero, N" 59 (Bogotá:


septiembre de 1 996).
I Jatos obtenidos de la re\ isla Publicidad'cr Mercadeo, X" 195 ( Bogotá: ju-
lio de 1997).
4
Datos obtenidos del AHC Publicitario 97-9S (Bogotá: Publicaciones Pu-
blicitarias Colombianas, 199") )
' Ibid.
ANA M \RI A LAL1NDE

l56

De una radio recluida en los rincones familiares, en la que lo


"privado" era reencontrado a través del entretenimiento y la "cul-
tura", pasamos a un medio volcado totalmente hacia lo "público" y
la programación informativa actual así lo evidencia.

Fa programación radial

De acuerdo con la programación, podríamos afirmar que la radio


colombiana ha pasado por cuatro etapas más o menos distingibles.
Fin sus primeros años, cuando la propiedad aún se diluía en fami-
lias dispersas y "quijotes" de la radiodifusión, la programación, en
general, estuvo más orientada hacia lo que podría llamarse "progra-
mación cultural": música clásica, teleteatros, poesía y programas
religiosos, más relacionada con los gustos y educación de sus due-
ños que con cierta comprensión de los públicos.
Una vez, consolidado el medio como comercial en las décadas
de los años cuarenta y cincuenta, la programación se orientó más
hacia públicos populares y urbanos. La radio nació y se consolidó
en un momento en el que la industria necesitaba la ampliación de
mercados nacionales. Así, al medio le correspondió el papel de ser-
vir de instrumento divulgativo para esta ampliación. Pero definiti-
vamente esta ampliación de mercados y el "introducir a un país a
la modernidad" no es sólo cuestión de economía, es también un pro-
yecto político y cultural. Al respecto, Jesús Martín Barbero afirma:

El concepto de modernización que sostiene el proyecto de


construcción de naciones modernas en los años treinta articula un
movimiento económico —entrada de las economías nacionales a
formar parte del mercado internacional- a un provecto claramen-
te político: construirlas en naciones mediante la creación de una
Radio informativa y participación ciudadana

cultura nacional , de una sensibilidad o, en términos de ese tiem-


po, de un "sentimiento nacional". El alcance y el sentido de las
tecnologías de comunicación, su relación con la cultura de ese-
momento, remiten entonces al movimiento social que da origen
al proyecto populista: la aparición en la escena social de las ma-
sas urbanas. Pues las masas serán constituidas en sujeto social jus-
tamente a partir de la idea de "nación", se reconocen v son ci con-
tenido de aquel nuevo sujeto de lo social que es lo nacional6.

La programación, en consecuencia con ese proyecto, posibilitó


el paso de culturas rurales a culturas urbanas, dando comienzo a ese
"sentimiento nadonal" convertido en cotidianidad. Aparecieron en-
tonces los radioteatros fortalecidos y su género hermano, las radio-
novelas, los programase;/ vivo, como los concursos y los musicales,
los consultorios sentimentales y los servicios de transcripción ofre-
cidos por embajadas extranjeras. Es aquí donde la radio familiar se
fortifica en los espacios privados de la vida cotidiana y, además de-
entretener, conecta a la gente con el mundo que la rodea. F.n tér-
minos de propiedad, es esta etapa la que permite comenzar a dis-
tinguir la tendencia que se fortalecerá años después con la aparición
del sistema de cadenas, cuando se funden Caracol y RCN y, un poco
más tarde, dódelar.
La tercera etapa que mencionamos antes comienza con el auge
de la televisión en los años setenta y viene a consolidarse- en la dé-
cada de los setenta. Podríamos identificarla como una búsqueda de-
identidad propia en la medida en que la televisión empieza a ganar

jesús Martín Barbero, "Nuevas tecnologías y procesos de transformación


cultural", en Signo v Pensamiento, N" 1 0 ( Bogotá: l áuversidad Javeriana, primer
semestre de 1957),
\ N \ MARÍA I, A 1.1 N I ) I

isS

espacios de tiempo libre y ocio que antes fueron propiedad de la


radio y, lo que es mas importante, a desplazar gran parte de la in-
versión publicitaria hacia el nuevo medio. Los primeros síntomas
de la especialización y la segmentación de públicos comienzan a
aparecer: emisoras musicales v emisoras llamadas "básicas" que aún
continúan con programación familiar: concursos, musicales, radio-
noticieros y dos géneros que se consolidan en esta época, los hu-
morísticos y los deportivos. Se aprovechan fundamentalmente dos
características del medio: la instantaneidad y el fácil acceso. Las
transmisiones deportivas -la Vuelta a Colombia—, idea original de
RCN, captaron una nueva audiencia y le dieron un nuevo impulso
a la comercialización. Además, la imagen del "transistor" llegó a ser
familiar para todos; la radio es el mecho que se "transporta" con uno.
La cuarta etapa, 1970-1990, coincide con el ingreso de los gru-
pos económicos a la radio y con el viraje definitivo de la radio ha-
cia la empresa privada y la venta de las frecuencias y los equipos de-
Radio Sutatenza a Caracol, en abril de 1989. La radiodifusión re-
gistra en estos años un amplio incremento en muchos niveles. Las
cadenas se consolidan estructuralmente, se verifican crecimientos
importantes a nivel de financión y comercialización; la infraestruc-
tura crece y la programación se fortalece siguiendo las directrices
manejadas hasta el momento de acuerdo con la estratificación de
públicos (]tie empiezan a definir los estudios de sintonía. Sin em-
bargo, los cambios más significativos se evidencian a nivel de la es-
tructura de los contenidos que se trabajan a partir de entonces. Son
tres los ejes de la programación radial: noticias, música y deportes.
A partir de ellos, la radio se especializa y se segmenta y hoy las ca-
denas radiales, en especial las grandes, edifican su estructura orga-
nizacional en sistemas ([tic corresponden a esta tendencia.
Radio informativa v participación a u d a d a í
i59

Ed filón noticioso

Desde el comienzo de los años ochenta las cadenas radiales —y dejo


voluntariamente de lado en este análisis la programación de las
emisoras independientes de provincia— presentan una tendencia
clarísima a la especialización en el área de la información noticiosa.
Especialización que implica interés prioritario por el periodismo
radial y por la tecnología informativa. Esta etapa de búsqueda de
una identidad específica en el mecho radial y en ci ámbito general
de los medios masivos coincide con ei surgimiento del programa
"6 a.m. a 9 a.m." y con el ingreso de Yanud Amat a la Dirección
Nacional de Noticias de Caracol, en septiembre de 1979,
Lo que se rompe con la aparición de "6 a.m. a 9 a.m." es el es-
tilo con ([tic el mundo venía entendiéndose en la radio colombina.
Se podría hablar de apertura v flexibilidad en el manejo de la in-
formación. Hasta ese momento, el género informativo se trabajó con
noticieros, es decir, locutores, lectores de noticias redactadas por los
periodistas. Con el radioperiódico, los periodistas ingresan a las ca-
binas de transmisión, comentan la información,realizan entrevistas
al aire, se ríen, dejan entrever sus sensibilidades políticas v permi-
ten, en fin, que ci mundo entre por los micrófonos.
El rating se dispara y comienza la ya legendaria "guerra de las
cadenas". F.sta competencia hace [tosióle, no sólo [tara Caracol sino
también para las demás cadenas, la consolidación de la especifici-
dad radial de lo noticioso. Las emisoras alcanzan unos niveles enor-
mes en lo ([tic a tecnología y recursos periodísticos se refiere. Hoy
en día los sistemas básicos de las cadenas dedican cerca del cincuen-
ta por ciento de su programación diaria a las noticias bajo diferen-
tes formatos; radioperiódicos, informativos, resúmenes noticiosos,
extras y programas de opinión. Y sólo por esta trayectoria, es posi-
ANA M A R Í A LALIND1

I 60

ble encontrar un sistema intormativo como Radionet, dedicado las


venticuatro horas a la información. Los niveles de cubrimiento son
tales que para el común de los colombianos se ensanchan en térmi-
nos reales de inmediatez, de cotidianidad y de "uso" las fronteras
del mundo local, regional y nacional, para alcanzar instancias am-
plísimas por fuera de su contexto específico, y el ámbito internacio-
nal se hace cercano por la tecnología radial. Sin temor, podría
afirmarse entonces que Caracol, inicialmente, y las demás cadenas
después, amplían con la información noticiosa nuestros linderos de
conocimiento. Múltiples ejemplos de ello los encontramos en los
acontecimientos "significativos" que la radio cubre en esos añoso
La radio activa, entonces, mediaciones singulares entre los es-
pacios micro y macro de nuestra sociedad. Fdla misma entra a sus-
citar las "interacciones de mundos separados": interacciones entre
el espacio de la vida cotidiana de los radioescuchas y el espacio de
la "vida nacional" económica y política. Los medios masivos, y la
radio en particular, entran a cumplir un papel importante si consi-
deramos este nuevo elemento dentro del conjunto de las movili-
zaciones sociales, en donde los mecanismos del control sodal y las
solidaridades ligadas a los sentimientos comunitarios ya no funcio-
nan como antes.
Fin una sociedad como la nuestra, en que la distancia entre las
instituciones políticas y el tejido sodal es cada vez más profunda,

la radio y la televisión acaban siendo el dispositivo de c o m u -


nicación capaz de ofrecer formas de c o n t r a r r e s t a r ei aislamiento

Ana María Lahnde, Radio y cultura profesional. La producción de noticias en


Caracol Radio (Bogotá: Universidad |averiana-Colciencias, 1992; informe final
de investigación), p. 24,
Radio informativa y participación ciudadana
i6i

de las poblaciones marginadas estableciendo vínculos culturales


comunes a la mayoría de la población, lo que en Colombia se ha
visto reforzado en los últimos años por una especial complicidad
entre medios y miedos .

La mediatización de la política

Es ya un lugar común afirmar que la política esta mediatizada.


Mediatizada en varios sentidos: en el reconocimiento de la centra-
lidad que los medios de comunicación adquieren en las prácticas
políticas, en la referencia a la influencias que éstos ejercen en los
procesos electorales, en la denuncia de las prácticas manipulado-
ras que el poder realiza para ubicar temas y personajes a través dé-
los medios y finalmente, también, en el descubrimiento de formas
novedosas democráticas que favorecen el diálogo y la pluralidad.
Para los fines que perseguimos, utilizaremos el sentido que asigna
a esta afirmación Alaría Cristina Mata, quien retomando a Guiller-
mo Sunkel dice:

En términos globales, por mediatización de la política se en-


tiende el proceso en (\ por) el cual los medios de comunicación
masivos —preferentemente los que emplean tecnología audiovi-
sual e informática- imponen crecientemente su lógica en la cons-
trucción de la realidad política'.

Jesús Martín Barbero, "Comunicación y ciudad. Sensibilidades, para-


digmas, escenarios", en E Giraldo v F Viviescas ( c i ) m | i . ) , / t a ; 7 í ¡ ciudad (Bo-
gotá: Tercer M u n d o , 19961, p. 65.
Cf. M a n a Cristina Mata, "Entre la plaza y la platea", en Política v comuni-
cación (Buenos Aires: I 'ntversidad de Córdoba, 1992), p. 65,
(NA M \ R I A LA l.l M ) L
1(12

L o anterior significa por lo menos tres cosas, según Mata 1 ":


- O u e los medios son los principales mediadores entre los es-
pacios clásicos de la política —gobierno, congreso, partidos- y la ciu-
dadanía, transformada en público. Mediación entendida como
mecanismo de establecimiento de lazos y relaciones entre actores y
estructuras sociales alejadas de la vida cotidiana.
—Oue la mediatización significa la construcción de nuevos es-
pacios de procesamiento, debate y legitimación de las ideas políti-
cas a través de estrategias emparentadas no tanto con las formas de
argumentación racional propias de la política clásica, como con la
adhesión afectiva emocional. Fin los medios, los actores políticos
clásicos compiten con actores del espectáculo, hecho que los obli-
ga a transformar su discurso tradicional por otro que podríamos ad-
jetivar como "intimista".
-Y, por último, que la mediatización de la política significa que,
en un mundo continuamente complejizado, los medios permiten a
ese gran público acercarse a la complejidad proveyéndoles de una
"carta de navegación" para entender lo que sucede más allá de las
cuatro paredes e, incluso, para entender v poner en contexto su pro-
pio mundo privado.
Fin relación con la información radial que nos ocupa, de este
nuevo panorama mediático pueden extraerse tres consecuencias
fundamentales en lo que tiene que ver con la constitución de acto-
res sociales y con ia definición de la "ciudadanía". En primer Li-
gar, una de las características de ese espacio público constituido pol-
la radio es la relación que se establece con el poder. En la radio se
define mucha parte del marco de interpretación del mundo y se
construye ese puente intangible que nos conecta con las grandes

'" ¡bul., p. 66 ss.


Radio informativa y participación ciudadano
it;

decisiones. Mirado desde la recepción, como lo afirma María Cris-


tina Mata, la radio-necesidad, en sentido informativo, es un invento
moderno que "como nueva racionalidad hace de la información el
instrumentos de un saber que ilusoriamente trasparenta el mundo
del poder de cuyas decisiones se depende. Y es moderno en térmi-
nos de agenda comunicativa: única posibilidad de 'no quedar at
margen' de lo que ocurre; de esa realidad cada vez más fabricada
en los medios y de los cuales depende toda posibilidad de legitima-
ción social"11. Mirado desde la producción, la relación con el po-
der es lo que justifica y avala su capacidad de legitimar el orden de
cosas. Los periodistas y productores radiales viven en función de
entrevistar celebridades v acercarse así al lugar de las decisiones.
El género informativo —las noticias, los radioperiódicos, los
programas de opinión— es el escenario perfecto [tara ello. Fin la ra-
dio colombiana cada vez, menos aparece el hombre y la mujer de la
calle como protagonistas de la noticia. Sólo existen cuando se su-
man. En 1992, cuando un equipo de la Facultad de Comunicación
de la Universidad Javeriana hizo una investigación sobre las prác-
ticas productivas de la información en Caracol Radio 1 ", el perio-
dista judicial nos comentó que en ese momento nadie se interesaba
por el "muertico de la esquina". "Tiene que ser alguien importante
-me decía—, no cualquiera puede aparecer en la radio". Por su parte,
otra periodista del grujió me comentaba que, tristemente, en Ca-
racol empezaba a clasificar como noticia una masacre de ocho para
arriba. Eos protagonistas siempre serán los funcionarios públicos
y los grandes eventos (¡tic generan rupturas en la vida social: la

1
María Cristina Mata, "Radio: memorias de la recepción", en Diálogos de
la Comunicación, N 50 (Finia: Felatacs, junio de 1991 ), p. 45,
l_
Ana María Lahnde, op. al.
ANA M A R Í A LA L I N D E

I 64

agenda pública actual la constituye la permanente crisis política; la


corrupción, la violencia en todas sus manifestaciones, las relacio-
nes siempre conflictivas con Estados Unidos y los hechos que sus-
cita el negocio del narcotráfico. Si bien, en general, la gente del
común no es noticia, es evidente que los medios acercan el mundo
de las grandes decisiones al mundo de la vida cotidiana, haciéndo-
nos partícipes, de una u otra forma, del poder y de las decisiones.
En segundo lugar, fue en la radio, a partir de la generalización
del formato radioperiódico, que la política se consolidó como espec-
táculo. Quien no aparecía en su momento en "6 a.m. a 9 a.m.", y no
aparece hoy en Radionet, "La F.M.", "Viva F.M." o los clásicos
radioperiódicos de RCN y Caracol, no existe políticamente. El ser
entrevistado por Julio Sánchez Cristo, Juan Gossaín, Darío Ariz-
mendi o Yamid Amat es el reconocimiento público de legitimidad
social. Pero aparecer en radio, y hoy también en televisión, tiene un
costo político: el de transformar la relación vertical del discurso po-
lítico en una relación horizontal en la que prácticamente el político
se ve inerme frente al periodista, expuesto como está a "cualquier
pregunta". Hay, sin duda, un cambio de estrategia: los medios en-
diosan pero también acercan y desnudan, y los políticos han teni-
do (jue aprender la lección. Una lección que los ha expuesto a jugar
el juego del espectáculo; lección que aprendió y entendió bien An-
tanas Mockus y que los políticos y administradores del gobierno
también empiezan a comprender.
El exponerse a ser entrevistados por la caricatura de sí mismos
a través de la imitación que hace Jaime Garzón en Radionet por
ejemplo, o las sátiras de Tola y Maruja en RCN, o las preguntas in-
discretas y agresivas de Jaime Sánchez Cristo, o las imitaciones y
las exageraciones de "La Luciérnaga" de Caracol o, más allá, los
comentarios irrespetuosos y anárquicos de programas como "La
Radio informativa y participación ciudadana
165

Locomotora" en las radios juveniles, representan sin duda una pro-


funda transformación en la forma de entender la política y de ha-
cer política. Puede ser una estrategia comercial, puede ser la lenta
imposición del periodismo lighl, pero aparejado a esto se trata de
comprender que los escenarios tradicionales de la política se han
transformado. Y en Colombia fue la radio, antes'que la televisión,
la que propició el cambio.
En tercer lugar, en Colombia la radio fue el primer medio que
nos acercó al mundo proveyéndonos de un "marco interpretativo"
compartido masivamente. Constituye hoy día, también, una "ven-
tana" y un escenario para los acontecimientos mundiales, naciona-
les y locales. Gran parte de la información que recibe la gente a
diario a través de la radio tiene una utilidad práctica en la vida co-
tidiana. Desde los "trancones" de tránsito y la decisión de moverse
o no de su casa, hasta las declaraciones del narcotraficante de tur-
no que le permiten, mal que bien, armarse una idea del país en el
que vive. Por la radio se han expresado también las ideas sobre la
ciudadanía, se han reivindicado derechos trente a la administración
pública, se han explicado y reforzado obligaciones ciudadanas como
el voto, por ejemplo. La radio atomiza, pero también ofrece cono-
cimiento útil; descontextualiza, pero ofrece también elementos de
juicio; desintorma, pero también ofrece pautas de comportamien-
to; hace que la gente viva en un mundo ficticio, pero también ate-
rriza a esa misma gente y le ayuda a moverse en un mundo y en un
país cada vez más complejo, ofreciéndole "claves de lectura".

La radio y la participación ciudadana

Si bien los medios en general, y la radio en particular, generan una


ficción de participación, abren también espacios de interpelación
ANA MARÍA LA L I N D E

I 66

que los canales políticos tradicionales no ofrecen. Por una parte, los
medios posibilitan el no lugar:

ese espacio en que los individuos son liberados de toda car-


ga de identidad interpeladora y exigidos únicamente de interacción
con informaciones o textos. Es lo que vive el comprador en el
supermercado o el pasajero en el aeropuerto, donde el texto in-
formativo o publicitario lo va guiando de una punta a la otra sin
necesidad de intercambiar una palabra durante horas' ó

F.s esa misma relación la que se establece con los medios; sólo es
necesario, para "estar en el mundo y ser buen ciudadano", el estar
conectado a los medios. F.n nuestras sociedades el estar informado
es participar. Fin este sentido, los informativos radiales cumplirían
con el deber social de mantener informada a la gente y la gente
cumpliría con el deber ciudadano de estar informada.
La radio, como los demás medios, generaliza esa falacia de
identificar a la opinión pública con la opinión del público. A través
de encuestas callejeras o de las líneas abiertas, los ciudadanos nos
venios interpelados como colectivo a través de la opinión de unos
cuantos, "dódos los colombianos opinan que.,.", "las mujeres co-
lombianas afirman...", son frases que cotidianamente nos llegan
sobre los temas más disímiles: preferencias electorates, opinión so-
bre los servicios públicos, sexo, comidas o diversiones. Al mismo
tiempo, los periodistas y conductores de los programas informati-
vos asumen el papel de intermediarios y de voceros de los duda-
danos del común. Querámoslo o no, estemos de acuerdo o no, el

jesús Martín Barbero, "Comunicación y ciudad. Sensibilidades, para-


digmas, escenarios",'ye cit., p. 65.
Radio informativa y participación ciudadana
ib-

periodista abre una conversación sobre el sentido de lo social; una


conversación en la que también participa la gente.
Sin embargo, la otra cara de la moneda es la que paradójicamen-
te pone a la radio como el medio que mejor entiende la participa-
ción. Participación en un sentido restringido y, en cierta medida,
falso, pero participación al fin. A la radio se llama cuando se está
furioso, cuando se quiere saber algo en particular, cuando se quie-
re denunciar la indolencia de las autoridades frente a los problemas
locales, en fin, cuando existe- el sentimiento de que no es suficiente
escuchar, sino que es necesario "decir públicamente que se está ahí",
([tic se está presente como individuo y que se está preocupado por
lo que ocurre. Aquí otra vez, el discurso reemplaza a la acción. Los
discursos que circulan de doble vía, los que escuchamos y los que
individualmente prolongamos a través de los medios, reemplazan
toda posibilidad de acción y de intervención.
Ion este aspecto, los ciudadanos, en cuanto receptores y consu-
midores, nos hallamos expuestos más a la política narrada y dis-
cursiva que a la política actuante manifiesta. Fiste hecho, de plano,
tiende a desmovilizar cualquier intento de participación ciudada-
na, pero, al mismo tiempo, representa uno de los "agujeros" que el
sistema deja y los cuales habría que explorar y estudiar con más cui-
dado.
Asumiendo como positivo o negativo la participación del pú-
blico en la radio, ésta es un hecho que ha transformado de plano la
producción en el medio 14 . Para empezar, ha traído sustanciales
modificaciones en el lenguaje radial, adquiriendo éste un tono más
coloquial y descomplicado que antes. Luego, no se trataría sólo de

14
Cf. I telena Huilla, "Periodismo \ particijiación cívica", en Contribuciones,
N " 2 (Buenos Aires: Ciedla, Fundación Konrad Adenauer, 1996), pp. 47-54.
ANA MARÍA I,ALINDE

i 68

formas y contenidos, sino de la profunda transformación en el tipo


de relación que se establece entre medios y públicos: la posibilidad
de acceso genera nuevas relaciones sociales y nuevas demandas de
las que los medios son receptoras también. Finalmente, amarrado
al punto anterior, la radio es quizá el medio que más cercanamente
se encuentra de su público y eso, mal que bien, la obliga a replan-
tear cotidianamente su relación con ese público al que se dirige.

Final

Entendiendo el concepto de ciudadanía como "la reivindicación y


el reconocimiento de derechos y deberes de un sujeto frente a un
poder" 1 ', y asumiendo que los ámbitos de la sociedad son múlti-
ples espacios en los que se puede constituir el sujeto, así como son
múltiples también los focos de poder que controlan esa posibilidad,
"estamos en presencia de una redefinidón de la ciudadanía en tér-
minos de múltiples campos de ejercicio (...): en todo ámbito donde
se establecen relaciones sociales entre un poder y la gente, estamos
en presencia de ámbitos de ciudadanía real o potencial" 16 . Se ha-
bla de ser sujeto en un determinado ámbito, sea éste político, eco-
nómico, educativo, cultural, generacional, sexual, etc.
Siguiendo la argumentación de Manuel Antonio Garretón 1 ',
en este sentido, el campo de los medios de comunicación es tam-
bién campo de expresión de la ciudadanía. A través de ellos se reco-

1
' Manuel Antonio Garretón, "Democracia ciudadana y medios de comu-
nicación", en Varios autores. Los medios: nuevas plazas para la democracia (1 ama:
Calandria, 1995), p. 102.
"' Ibid.
17
Ibid.
Radio informativa v participación ciudadana
if.y

nocen y valoran formas de relación con los poderes y se re-confi-


guran libertades, igualdades y calidad de vida. Filos, asimismo, son
controladores de otras relaciones de poder, constituyéndose en ins-
trumentos de ejercicio de ciudadanía. Y, finalmente, ellos mismos
son espacio de ejercicio de la ciudadanía en tanto se constituyen en
poder en relación con la gente.
Empezar a reconocer esta relación es empezar a reconocer ([Líe-
la radio comercial puede constituirse también en un espado de-
participación ciudadana. Fisto sólo es posible en tanto se replantee
la relación del público con la radio y se comience a demandar de
ella, como ahora se empieza a demandar de la televisión. De la
misma forma como se hacen debates ciudadanos sobre la violencia
y el sexo en televisión, es ya hora de comenzar a plantear debates
sobre lo que nos llega por la radio. Y es también el momento de-
reconocer y de aprovechar esos agujeros que el sistema comercial
deja para que la ciudadanía se cuele.
SEGUNDA PARTE
Cultura urbana y cultura de jóvenes
Formas de sociabilidad y construcción
de identidades en el campo urbano-popular

Jaime Eduardo Jaramillo

r A campo urbano-popular designa hoy en día el espacio social en el


cual existe un conjunto de población que asciende en las ciudades
latinoamericanas a una proporción que puede oscilar entre un cin-
cuenta v un setenta por ciento del total de sus habitantes. No po-
dría adscribírsele el concepto de ciase social a este heterogéneo
grupo poblacional, va que sus actividades laborales son disímiles:
se distingue un sector minoritario de asalariados en la industria, lo
cual expresa un proceso agudo de desproletanzación, al tiempo que
se registran albañiles, vendedores ambulantes, vigilantes, conduc-
tores, propietarios o trabajadores de famiempresas, etc. Desde un
punto de vista contemporáneo, estos sectores sociales podrían con-
cebirse como un campo . En él entran en relaciones, tanto de coope-

Tomamos de Fierre Bourdieu el concepto sociológico decampo. F.ste define


dicho concepto, central en su sistema teórico, del siguiente modo: "f.n términos
analíticos, un campo puede definirse como una red de relaciones objetivas entre
posiciones. E.stas posiciones se definen objetivamente en su existencia y en las de-
terminaciones que impone a sus ocupantes, ya sean agentes o instituciones por su
situación {sllus} actual \ potencial en la estructura de la distribución de las dife-
rentes especies de poder (o de capital) —cuta posesión implica ei acceso a las ga-
nancias específicas que se encuentran en juego en cada campo- y de paso por sus
relaciones objetivas con las demás posiciones (dominación, subordinación, ho-
mología, etcétera )". Véase Fierre Bourdieu y j . I). W'icqn'ínX,Respuestas: por una
antropología reflexiva ( México: ( dajalbo, 1995 ),p. 64. Véase también Fierre Bour-
J A I M E L O C A R DO J \ K A M I L L O

'74

ración como de competencia, agentes adscritos a determinadas


posiciones sociales, quienes se caracterizan por poseer una situa-
ción estructuralmente subordinada. En el conjunto de las espedes de
"capital" (económico, social, político, cultural) se hallan en un cuá-
druple proceso dt exclusión o, en todo caso, de apropiación parcial.
Esta situación implica, en primer lugar, una situación subordi-
nada en las relaciones laborales (asalariados, vinculación ocasional)
o la posesión de microempresas, o pequeños negocios, algunos de
ellos ambulantes, que no generan de modo consistente acumulación
de capital, ni pueden incidir decisivamente sobre los procesos de
producción y distribución en el seno de la sociedad global.
En el plano social, se hallan en los últimos escalones de la esca-
la de estatus y roles sociales. Con bajos ingresos y, en consecuencia,
con niveles de consumo precarios, se hallan situados en los ran-
gos de pobreza absoluta y crítica, según los indicadores aceptados
por las agencias estatales y transnacionales. Habitan en zonas de-
gradadas de los centros urbanos y en las inmensas periferias de ellos,
con dotaciones precarias de servicios. Su vestimenta, sus usos y cos-
tumbres, su modo de hablar, entrañan para las restantes clases y es-
tratos sociales, en muchos casos, procesos de estigmatización o de
subordinación. Sus redes sociales (su capital social) contribuyen a su
supervivencia, pero implican, hada otras clases y estratos, reprodu-
cir formas de subordinación.
En el plano político, los agentes pertenecientes al campo urba-
no-popular poseen acceso subordinado a bienes y servicios del Es-
tado, a través de redes clientelistas o formas de presión puntuales
desde el poder local o instancias gubernamentales, pero no alcan-

dieu, Ees regles de Cart: genese et structure du ehatnp litteraire ( París: Editions du
Senil, 1992).
Cormas de sociabilidad v construcción de identidadi
•75

zan una representación hegemómca en ninguna de las institucio-


nes del Estado. Stis intereses son tenidos en cuenta apenas de modo
parcial o refractado en las decisiones políticas nacionales y locales.
En la esfera simbólico-expresiva, los sectores populares urba-
nos expresan tina apropiación desigual del capital cultural, redun-
dando en una escasa valorización de su fuerza de trabajo y en unos
mecanismos de exclusión para el acceso a los conocimientos y las
destrezas indispensables en el desempeño de un ciudadano moder-
no. Sus escuelas y sus colegios, públicos y privados, muestran en
su mavor parte deterioro físico, estancamiento tecnológico y tanto a
maestros como a estuchantes desmotivados, sin disciplina de traba-
jo o de estudio, lodo esto se manifiesta en currículos rutinarios, au-
toritarismo, métodos memorísticos y alta deserción escolar. Los
estudiantes revelan notables dificultades para vincular los conteni-
dos de su educación escolar con su capital simbólico previo y con
sus expectativas existenciales, sociales y laborales, tal como lo se-
ñala Beatriz, Sarlo, penetrante analista de los fenómenos culturales
contemporáneos, con respecto a los sectores urbano-populares en
América Latina:

lesas sociedades están hoy duahzadas no solamente desde el


punto de vista económico, sino también desde el punto de vista
del acceso a los bienes simbólicos. Uno puede decir que los secto-
res populares tienen su cultura y eso es verdad, pero esos sectores
quedan encerrados y ocupados desde el satélite,
(... ] 1 .os sectores populares viven en las zonas más misera-
bles, en las zonas donde las reformas económicas neoliberales se
han traducido en un paisaje urbano de depredación, de miseria,
de taita de equipamiento cultural, educativo y sanitario, encerra-
dos en esos guetos, que son guetos sociales y culturales.
A1M E EDU \ R D O JAR VMILLO

176

[...] Sabemos bien que los sectores populares han desarro-


llado a lo largo de siglos una cantidad de estrategias de lecturas
y de usos desviados de lo que reciben de los medios de comuni-
cación de masas, pero también sabemos que esos usos desviados
se realizan a partir de adquisiciones culturales propias. Durante
el siglo XX pensamos que esos desvíos respecto de la cultura de
élites se podrían realizar a partir de una reserva fundamental de
estrategias culturales populares. Aquella cultura que es la cultu-
ra de la alfabetización y que a los sectores populares les sirvió pa-
ra tener sindicato, para acceder al voto, [tara tener políticos, etc.
En la quiebra de las instituciones culturales educativas, los sec-
tores populares practican su estrategia de desvio y de usos no
contemplados en el mensaje, pero su posibilidad de recombina-
ción de elementos culturales es menor porque les está faltando
esa otra institución que fue fundamental en la re-configuración
de esos sectores: fue fundamental en la dominación, pero fue tam-
bién fundamental en la autonomía, que es la escuela-.

En este mismo sentido, podemos afirmar que, en relación con


nuevas expresiones del capital cultural, relacionados con los cono-
cimientos, hábitos y destrezas necesarios para educarse en la infor-
mática, denominada "segunda alfabetización", también acudimos
en nuestra época a otra peligrosa dualizadón. F.n especial, los ni-
ños y los jóvenes del campo popular, en su mayor parte, se hallan
ftiera de esa revolución tecnológica y cultural. Si el acceso y la uti-
lización de la información de bienes simbólicos es crecientemente
un indicador estratégico de diferenciación social (algunos analistas

- Beatriz Sarlo, "I .a suelta al siglo en bicicleta", enMagazln Dominical de El


Espectador ( Bogotá: agosto 59 de 1 997 I, p. 5.
Formas de sociabilidad v construcción de identidade

hablan hoy día de la sociedadde la información), registramos sti di-


ficultad de acceso a esta nueva tecnología y este nuevo lenguaje,
ya sea porque las escuelas públicas no disponen de computadoras
en número suficiente o carecen de multimedia y de Internet, ya por-
que en los currículos esta enseñanza no tiene aún el reconocimien-
to que merece, ya porque el computador personal es unbien de lujo
en estos sectores sociales. Por otra parte, la utilización del compu-
tador que supere (sin negar) su momento lúdico demanda unos co-
nocimientos sólidos y amplios, una destreza para la escritura y para
la comprensión de textos y un maestro que stpaenseñar a aprender,
a utilizar creativa y productivamente la información (desordenada,
desigual, no jerarquizada) que se puede obtener por la multimedia
o el Internet.
Pero ias formas de supervivencia económica, las redes socia-
les y las expresiones simbólico-expresivas pertenecientes al campo
popular-urbano no expresan por necesidad una relación pasiva ante
lo hegemónico ni ante distintas expresiones culturales, mediáticas,
regionales, campesinas, etc. Por la teoría de la recepción cultural se
puede comprender qtie la asimilación de imágenes, interpretacio-
nes, valores y prácticas institucionalizadas, velucuhzadas desde el
Estado, las iglesias, los medios de comunicación, etc., son resig-
nificadas y recreadas en función de* matrices sociales y culturales
previas. La pertenencia a una familia, el origen étnico, la territoria-
lidad barrial, las adhesiones religiosas, culturales, etc., crean iden-
tidades restringidas, a algunas de las cuales nos referiremos luego,
([Lie funcionan como "comunidades de sentido". En la perspectiva
que nos ocupa, proponen a sus adherentes códigos de lectura, orien-
taciones éticas, interpretaciones y clasificaciones sobre la realidad
personal, familiar, barrial, ciudadana, nacional, internacional v, en
algunos casos, sobrenatural.
J A I M I E D U \ R D O JAR \ M I L L O

Como lo señala Stuart Hall respecto al campo cultural',

[... | se trata de un campo de límites fluetuantes; entre sus [ic-


ios -el popular y el de élite, en este caso- hay todo tipo de rela-

Citado por José 1 ans Romero, "I ,os sectores populares urbanos como su-
jetos históricos", en Proposiciones, 19 (Santiago de Chile, 1990). 1 Linos usado en la
caracterización de lo urbano-popular las nociones decampo y capital cultural, cen-
trales en ci pensamiento de Pierre Bourdieu, por cuanto la coneepicion del notable
pensador contemporáneo permite comprender la producción y la reproducción dé-
las desigualdades materiales y simbólicas en una sociedad dada. I .ejos de postular
una determinación unilmeal, la economía y la cultura son en su sistema teórico ele-
mentos codeterminados "encabalgados", necesarios ambos en la reproducción dé-
la vida social.
Con todo, el reproduc/ivismo bourdieano adscrito al eslructiiralísmo, paradig-
ma que el autor ha buscado trascender sin lograrlo plenamente, se nos revela fecun-
do en un primer nivel de análisis, pero insuficiente, pensando desde el específico
contexto latinoamericano, para comprender la dinámica del campo popular, la re-
cepción, la «significación y la recreación desde sus matrices societarias y cultura-
les de elementos económicos, formas de sociabilidad y rasgos culturales de la socie-
dad hegemónica de los textos, sonidos e imágenes de \oy,mass media, así como el
sincretismo que establece, en el marco urbano, entre las diversas subculturas re-
gionales, campesinas, étnicas, etc. F.n Bourdieu, el agente social dentro de un cam-
po se halla en la polmdadsiimisíón-resís/encía que expresa el momento determinista
y el voluntarista, que el sociólogo francés procura superar como antinomias de un
pensamiento tradicional con las nociones centrales de campo y hábitos. Pero, en la
práctica, en particular en America 1 .atina, la figura social del/adino es la expresión
del mestízale cultural; aquí lo que predomina es la asimilación selectiva, la rese-
ma ntización, el sincretismo, la resistencia oblicua que se vincula, en ciertos campos,
a la complicidad. F.n este campo ambiguo, no reductible a las categorías antinómicas
sumisión-resistencia, el sistema de Bordieu se nos revela insuficiente.
Id campo cultural en nuestros países se halla mucho más fragmentado por los
procesos de dua/izaeíón estructural, coexistencia de modos de producción, ¡¡sincronías.
conceptos con que desde los años cincuenta científicos sociales del subcontmente
buscaron tematizar la heteroiteneidad económica, social y cultural de América La-
¡•orinas de soi labilidad v Í onslnu ción de ¡den/idade
'79

clones: imposición, aceptación, p r é s t a m o , apropiación. L o que


separa lo p o p u l a r de lo q u e no lo es no se define de una vez para
s i e m p r e , sino q u e es el resultado concreto de una fase concreta
de ese conflicto y, c o m o tal, se desplaza, avanza o retrocede.

I .atina. For ello, en lo que sigue nos sentimos deudores tanto de los aportes de la
Escuela Británica ( Phompson y Williams ) como, de manera especial, de los apor-
tes latinoamericanos al estudio de las culturas populares.
Como lo señala Néstor d a m a Canclini: "l 'n sociólogo brasileño, Sergio
Miceh, que aplicó este modelo (de Bourdieu I al estudio de la industria cultural en
un país, observa que tal subordinación corresponde, hasta cierto punto, a los países
capitalistas europeos, donde hay un mercado simbólico unificado. F.n Brasil, en
cambio, y en general en America Latina, ei modo de producen')!! capitalista incluye
diversos tipos de producción! económica y simbólica. N o existe una estructura de
clases unificada y, mucho menos, una clase hegemonica (equivalente local de la
burguesía I en condiciones de imponer al sistema entero su propia matriz de signifi-
caciones.
"Encontramos más bien un sistema simbólico fragmentado que, agregaría-
mos nosotros, implica aún una mayor heterogeneidad cultural en las sociedades
multiétnicas, como la misma brasileña, las mesoamericanas, las andinas. Aunque la
modernización económica, escolar y comunicacional ha logrado una cierta homo-
geneización, coexisten capitales culturales diversos: los precolombinos, el colonial
español, en algunos la presencia negra y las modalidades contemporáneas de desa-
rrollo capitalista.
"Necesitamos reformular la concejicion de Bourdieu, en muchos sentidos útil
para entender el mercado de bienes simbólicos, a fin de incluir los productos cul-
turales nacidos de los sectores populares, las representaciones independientes de sus
condiciones de vida y la resemanlizacion que hacen de la cultura dominante de acuer-
do con sus intereses".
Véase Néstor (jarcia Canclini, "Introducción: la sociología de la cultura de
Fierre Bourdieu", en Herré Bourdieu,.Sociología y cu/tura (México: (ínjalbo, 1990 ),
p. 5 1. Sobre la [escuela Británica, que por lo demás conoce diversas vertientes, cf.
E. V. Phompson, Tradición, revuelta v conciencia de clase ( Barcelona: Editorial Cri-
tica, 1 979 |, Raymond Williams,Cu/tura: sociología de la comunicación v arte ( Barce-
lona: s. d., 195 1 ) y Stuart 1 lall, "Estudios culturales: dos jxiradigmas", enUausas v
Azures, N" 1 (Buenos Aires: s. ch, 1994),
J A I M E EDUARDO JARAMILLO

I 8()

[...] Esa mezcla es la propia de todo el proceso social y cul-


tural: el conflicto, la coexistencia, la impureza.

Fin cuanto a América Latina, cabe mencionar a varios pione-


ros de esta concepción, entre ellos Fernando Ortiz 4 , Pedro Henrí-

4
Véase Fernando Ortiz, Contrapunteo cubano del tabaco v el azúcar (Caracas:
Biblioteca Ayacucho, 1987). El antropólogo cubano acuñó el concepto detrans-
eulturación para dar cuenta de los procesos de asimilación, «significación y recrea-
ción cultural que poseen un laboratorio privilegiado en América Latina. Conside-
rando que este concepto, aplicado penetrantemente en el libro arriba retereneíado,
era un aporte a la antropología cultural, Bronislaw Malinovski escribía en el prólo-
go al libro de Ortiz: "Consideremos la palahmacciillnralion, que no hace mucho co-
menzó a correr y que amenaza con apoderarse del campo, especialmente en los es-
critos socioliígicos y antropológicos de los autores norteamericanos. Aparte de su
ingrata fonética (suena como si arrancara de un lujx) combinado con un regüeldo),
la voz aeeulluration contiene todo un conjunto de determinadas e inconvenientes
implicaciones etimológicas. Es un vocablo etnocéntnco con una significación mo-
ral. L.l inmigrante tiene í\ueacu/tiirarse (to aceulturate); así han de hacer también los
indígenas, paganos e infieles, bárbaros o salvajes, que gozan del 'beneficio' cíe estar
sometidos a nuestra Oran Cultura Occidental. La vo/.aecu/turatíon implica, por la
preposiciónadi\ne la inicia, el concepto de untenninus adquem. F.l 'inculto' ha de
recibir los beneficios de 'nuestra cultura'; es 'él' quien ha de cambiar para convertir-
se en 'uno de nosotros'.
"No hay que esforzarse para comprender que mediante el uso del vocablo
aeeulluration introducimos implícitamente un conjunto de conceptos morales, nor-
mativos y valuadores, los cuales vician desde su raíz la real comprensión del fenóme-
no. Sin embargo, lo esencial del proceso que se quiere significar no es una pasiva
adaptación a un estándaráe. cultura fijo y definido. Sin chula, una oleada cualquiera
de inmigrantes de Europa en América exju'rimenta cambios en su cultura origina-
ria; pero también provoca un cambio en la matriz de la cultura receptiva. Los ale-
manes, los italianos, los polacos, los irlandeses, los españoles, traen siempre cuando
transmigran a los pueblos de América algo de sus propias culturas, de sus alimen-
tos, de sus melodías populares, de sus musicales genios, de sus lenguajes, de sus cos-
tumbres, supersticiones, ideas y temperamentos característicos. Podo cambio de
Formas de sociabilidad v construcción de identidades
i 81

quez Ureña 3 , Gilberto F'reyre'' y, más recientemente, Ángel Rama',


Carlos Monsiváis'3, Renato Ortiz', Jesús Martín Barbero'", Néstor
(jarcia Canclini'' y William Rovve12. Lodos ellos han buscado de-
sarrollar esta perspectiva relacional y procesal sobre las culturas en
América Latina, que han definido comotransculturadas, mestizadas
o híbridas.
Naturalmente, hay procesos dtviolencia económica, social, po-
lítica y simbólica, que en ciertos casos buscan establecer límites a la

cultura o, como diremos de ahora en adelante, toda transculturación, es un proceso


en ei cual siempre se d:\ algo a cambio de lo que se recibe; es un toma y daca, como
dicen los castellanos. Es un proceso en el cual ambas partes de la ecuación resultan
modificadas. I ín proceso en ci cual emerge una nueva realidad, compuesta y com-
pleja; una realidad que. no es una aglomeración mecánica de caracteres, ni siquiera
un mosaico, sino un fenómeno nuevo, original e independiente. Para describir tal
proceso, el vocablo de latinas raíces transculturación proporciona un término que no
contiene la implicación de una cierta cultura hacia la cual tiene que tender la otra,
sino una transición entre dos culturas, ambas activas, ambas contribuyentes con sen-
dos aportes, y ambas cooperantes, al advenimiento de una nueva realidad de civili-
zación" (Fernando Ortiz, Contrapunteo cubano del tabaco v el azúcar (Caracas: Biblio-
teca Ayacucho, 1978), pp. 4-5.
Pedro I lenríquez Ureña,/.« utopía de América (Caracas: Editorial Ayacu-
cho, 1978 ); Pedro I lenríquez l reña, Comen/es literarias de la América hispánica
(México: Fondo de Cultura Económica, 1994),
'' Gilberto Fren re, Casa-grande v senzala (Caracas: Ayacucho, 1977).
Ángel Rama, Transculturación narrativa en América Latina (México: Si-
glo XXI, 1982).
Carlos i\lonC\vÍK, Escenas de pudor y liviandad ( W é x k o : J. Mortiz, 1988).
Renato Ortiz,A moderna tradícaohrasileira (Sao Paulo: s. d., 1988).
L'sús Martín Barbero, De los medios a las mediaciones. Comunicación, cul-
tura x hegemonía (Barcelona: C. Cali, 1987).
1
' Néstor (iarcía Canclini, Cu/turas híbridas. Estrategias para entrar v salir
de la modernidad (México: Grijalbo, 1991),
William Rowe, Memoria y modernidad. Cultura popular en América Cali-
na (México: Grijalbo, 1991).
\ I M F. I D L \RDO JARAMILLO
182

búsqueda de autonomía, de rebelión, y, en los más, de movilidad


social de clases y sectores subalternos. Pero ello no puede impedir
procesos socioculturales que no se dejan reducir a la óptica chcotó-
nuca: resistencia-sumisión.
El análisis aquí presentado entraña una mirada del campo po-
pular-urbano que, si bien reconoce los procesos de subordinación
estructural ligados a una formación social específica, acepta su capa-
cidad de dinamismo y recreación, sus síntesis culturales, hábiles,
no siempre deliberadas, sincréticas, contestatarias en algunos casos,
adaptativas en otros.
En el habitante popular-urbano, en sus viviendas, sus vestidos,
su cocina, su habla cotidiana, sus relaciones sociales, sus expresio-
nes políticas, sus imaginarios, su consumo y producción cultural,
se expresa un ptrmantnttsincretismo —que supone interpenetración
y transformación de los elementos previos—, entre lo campesino y
aldeano, vinculado al origen predominante de migrantes de primera
y de segunda generación, con las imágenes, sonidos y textos de los
medios electrónicos audiovisuales y la cultura de élite inculcada so-
bre todo en la escuela. Lo sagrado y lo profano, lo familiar, lo ba-
rrial, lo ciudadano y cosmopolita, lo legal y lo ilegal, se confunden,
coexisten y dinamizan estrategias de supervivencia, hábitos, imagi-
narios y formas de sociabilidad y de trabajo, usos, costumbres y con-
venciones .
Por ello mismo, podemos afirmar que, de modo formal v, más
a menudo, informal, en este campo se generan formas organizati-
vas que persiguen fines específicos, las cuales logran cierta capaci-
dad de influencia y movilización sobre segmentos de poblaciones

1
' En la definición tic usos, costumbres y convenciones, cf. Max W'eber,/5i
nomla vsociedad, I ( México: Fondo de Cultura Económica, 1972 ), pp. 25-24.
Formas de sociabilidad v construn ion de ¡denudada
'«5

barriales. Grupos de mujeres, jóvenes o ancianos, asociaciones reli-


giosas, hoy no son sólo católicas, sino protestantes, pentecostales y
de otras denominaciones, sin excluir grupos de la Nueva Era, ade-
más de grupos de padres de familia en las escuelas, asociaciones
ecológicas, culturales, cívicas, etc. Ellos pueden ser concebidos, en
la óptica de análisis sociocultural que aquí reivindicamos, comoro-
munidades de sentido, o si se quiere movimientos culturales, que plan-
tean "nuevos significados imaginarios para las formas de vida...
patrones de acción, aspiración e imaginación" 14 . Ofrecen así a sus
miembros propuestas que influyen en su interpretación de la reali-
dad, en su ética individual y social, en stis valores, en fin, en sus
prácticas institucionalizadas. De ese modo actúan sobre las tres di-
mensiones que constituyen lo cultural: la cognitiva, la valorativa y
la conducluaf.
F'.stas agrupaciones buscan objetivos de diferente tipo: vivien-
da, empleo, servicios del Fistado uONGs. Crean identidades restrin-
gidas, organizadas en torno a criterios particulares de género, edad,
religión, grupo étnico, actividad cultural, pertenencia barrial, ad-
hesión política, etc. Desarrollan estrategias de captación de. miem-
bros, de educación de ellos, de negociación con diversas entidades
públicas y privadas, lo que implica involucrar, interpretar y ca-
nalizar intereses y motivaciones de sus asociados.
Cabe plantear, ante este tipo de identidades, con una óptica pe-
simista, que asistimos a una época signada por la erosión de los

14
Agnes I leiler, "Los movimientos culturales como vehículo de cambio", en
Fernando Viviescas y Fabio Giraldo, Colombia: el despertar de la modernidad{ Bo-
gotá: Foro Nacional por Colombia, 1991 ), p. 125.
' , Jaime Eduardo Jaramillo Jiménez, "I .os estudios sobre la cultura: hacia un
paradigma emergente" ( Bogotá: 1997; en procesador de textos).
JAIME EDUARDO JARAMILLO

184

grandes actores históricos (Nación, clase, sindicato), a un proceso


de fragmentación social y del sujeto, a una autonomización de los
diversos campos sociales y a una multiplicidad de posiciones del
sujeto 16 . Implica también la ausencia de actores sociohistóricos uni-
versalistas, la clausura de la utopía y la entrega pasiva a las relacio-
nes de mercado 1 ', Para otros autores, esta explosión de identidades,
ya no gestadas en su mayoría a partir de la posición ante los medios
de producción, expresa los nuevos movimientos sociales que producen
nuevos actores socioculturales y políticos, quienes manifiestan in-
tereses específicos y son hoy en día decisivos agentes de cambio
sociohistórico. Sería la eclosión de la sociedad civil, alternativa al
dominio omnipresente del F'.stado y del mercado 18 .
Podría afirmarse* que estas dos visiones expresan también dis-
yuntivas, posibilidades extremas que implican, en un caso, asumir
de modo pasivo ciertas tendencias históricas, económicas, socio-
Icigicas, políticas, culturales, y, en el otro, en la perspectiva de los
agentes, asumir la historia de modo voluntarista, continuando con
la busca, en este caso plural, de los sujetos históricos progresivos.

'' Ernesto Laclau, "Los nuevos movimientos sociales y la pluralidad cíe lo


social", en Revista Foro, N " 4 (Bogotá: s. ch, noviembre de 1987).
'' Sergio Zermeño, "Hacia una sociología de la decadencia", enRevista Foro,
N " 1 1 (Bogotá: s.d., enero de 1991 ); Francisco Weltort, "La América errada (No-
tas sobre la modernidad y la democracia en América Latina)", enRevista Foro, N1
15 (Bogotá: s.d., 1991).
Antony Giddens, Social Theory and Modera Sociology (Stanford, Califor-
nia: Stanford l 'niversitv Press, 1987), p. 23 1; David Slater, "Nuevos movimien-
tos sociales y viejas preguntas políticas", en Revista loro, N " 8 (Bogotá: s. d.,
1989); Ludolfo Paramio, "Democracia y movimientos sociales en América La-
tina", en América Latina hoy (Madrid: ItC'.M., 1990); Orlando Fals Borda, "El
papel político de los movimientos sociales", en Revista loro, N" 1 1 (Bogotá: s,
d., 1990).
hormas de sociabilidad y construís ion de identidade.
• 8S

Pero la realidad no suele ser negra o blanca; sus tonos mezcla-


dos, sus claroscuros, expresan mejor las situaciones empíricas. Par-
timos de la fragmentación ocupacional, en el campo urbano-popular,
vinculada a la desproletarizadón de sus integrantes. Posiciones la-
borales inestables, rotativas, informales, con bajísimas tasas de sin-
dicalización. De otra parte, la atomización social se potencia con las
tendencias al privatismo y la competencia generalizada, que son
exacerbadas por el neoliberalismo, el cual, además de una política
económica dominante hoy en el mundo, es una ética social e indivi-
dual y una. forma de vida. Los partidos políticos (incluidos los de
izquierda) no poseen la capacidad de convocatoria de antaño y más
bien asistimos a redes neodientelistas o adhesiones pragmáticas y
puntuales, para el caso de Bogotá, a un edil, concejal o senador. La
inseguridad, la desconfianza, las pugnas barriales, tienden, en cier-
tos casos, a una privatización de la vida social, a la reclusión tras la
jornada de* trabajo en la vivienda, donde la televisión supone una
conexión virtual, electrónica, mediada por múltiples intereses e in-
terpretaciones de los propietarios de los medios y los comunicado-
res, con la ciudad, el país y el mundo.
Pero los agentes no son seres pasivos, meros "portadores" de
relaciones sociales, como lo señalaba un estructurahsmo determi-
nista, que aún sigue teniendo seguidores. La necesidad de supervi-
vencia, la adaptación al medio urbano, obliga a sus habitantes a
crear nuevas formas de asociación, que pueden combinar rasgos
"tradicionales" de relación cara a cara ("comunidades afectivas"),
con un tipo de asociación contractual, formal, "moderna". Pero es-
te impulso a estas formas de organización no parte sólo de una ne-
cesidad de supervivencia material. Fixpresa también la necesidad
de recrear identidades, frente a los procesos de fragmentación so-
cial de conformar sujetos en un proceso de subjetivación social, de
JAI M K E D E \ H I I I ) | \ R A M I I.LO
i 86

plantear significaciones colectivas, interpretaciones, valores y prác-


ticas que contribuyan a transformar las condiciones de vida signa-
das por la penuria material y, en muchos casos, por la desesperanza,
el individualismo, el pragmatismo individualista1''', el vacío de sen-
tido. No son, en sí mismos, movimientos sociales, puesto que no
siempre se hallan activos, con frecuencia no superan el nivel barrial
y no se vinculan a procesos sociales de mayores amplitud y cober-
tura. Pero en otros casos, como sucede en Bogotá con las madres co-
munitarias, pueden hacer parte de redes más amplias que elaboran
demandas colectivas al Estado y desarrollan mecanismos de inter-
vinculadón entre ellas.
Nos referimos en este contexto a tipos de agrupación que re-
visten gran arraigo en el campo urbano-popular, tomando como re-
ferencia más inmediata nuestras experiencias de investigación y
vinculación a procesos socioculturales en el suroriente de Bogotá,
localidades 4 (San Cristóbal), 18 (Rafael FJribe) y 5 (Usme). En la
Fatcalidad 18, desarrollo al presente un proyecto de investigación
participativa, "Cultura, espacio público y tiempo libre", auspicia-
do por el Observatorio Urbano del Instituto de Cultura y Turismo
de Bogotá. Referendo también el texto Actores sociales y culturales.
Para que el sur... oriente, coordinado por Jairo Rodríguez y el au-
tor"". Tenemos en cuenta, también en este texto, estudios realiza-
dos en Bogotá en sectores urbanos populares. Naturalmente, estas
apreciaciones se deben confrontar con investigaciones realizadas en

1
' Jaime Eduardo Jaramillo, "El mundo urbano-popular: perspectivas desde
Latinoamérica" (Cartagena; 1907; ponencia presentada en el Cuarto Congreso
Mundial de I nvestigacion-Acción v ()ctavo de Investigación-Acción Participativa I.
Jl
Alcaldía Local de San Cristóbal, Actores sociales v culturales. Para que el sur...
oriente ( Bogotá: Comunicación Creativa Ramírez I ,td., 1997 ).
Formas de sociabilidad v construcción de identtdade.
18;

otros ámbitos urbanos de Colombia y de Latinoamérica. Sólo de


esta forma se puede claramente señalar qué es lo específico y qué lo
común en los sectores referenciados, establecer tipologías, nuevas
hipótesis e interpretaciones. En todo caso, estas reflexiones se cons-
truyen en el cruce entre lecturas reflexivas —en particular, de auto-
res nacionales y latinoamericanos— y de una práctica investigativa
sobre el terreno, así como de una experiencia del autor en extensión
universitaria.

Organizaciones de mujeres

Los movimientos de mujeres en Colombia poseen una tradición


que se remonta a los años veinte de! presente siglo, si los concebi-
mos como agrupaciones organizadas que plantean de manera es-
pecífica reivindicaciones de género vinculadas, en un principio, a
peticiones sindicales y espacios de la vida urbana y campesina. J .a
figura de María Cano en Colombia es arquetípica de cierto movi-
miento de género vinculado a las nacientes luchas socialistas de la
época. Su marginadón progresiva de la actividad política en déca-
das posteriores demuestra las dificultades, en la tradición sindical y
partidista de entonces, para prestar atención a reivindicaciones de-
genero y reconocer un papel protagonice) a la mujer.
Fin los años sesenta asistimos a la eclosión en Colombia del mo-
vimiento que se denominó feminista, liderado por mujeres de ciase-
media, con educadón universitaria en muchos casos, generalmen-
te cercanas a grupos de izquierda. En este caso, la problemática de
género gana autonomía y sus líderes logran ciertas reivindicaciones
en el plano jurídico-político. Al mismo tiempo, la mujer de estos
sectores gana nuevas posiciones en el mercado laboral. En la polí-
tica y en la cultura, el impacto de su lucha y su visión sobre muje-
J A I M E EDUARDO JARAMILLO
I 88

res del campo urbano-popular está por estudiarse. Como lo señala


Rocío Londoño,

el peso cuantitativo de los grupos femeninos de vanguardia


es reducido, pero su significación ha sido notable en varios aspec-
tos: por una parte, sus iniciativas políticas y legislativas en torno al
reconocimiento y a la defensa de la igualdad de la mujer en los
diversos ámbitos de la vida pública y privada. Por otra, las inves-
tigaciones y las jornadas de educación y divulgación que han rea-
lizado sobre temas femeninos y las cuestiones relacionadas con
la condición de las mujeres en el jtaís. Sin duda alguna, estas la-
bores han contribuido de manera importante en el grado de or-
ganización alcanzado por las mujeres de sectores sociales muy
variados, y en la conciencia que han adquirido de sus reivindi-
caciones y de sus nuevas posibilidades sociales y políticas2 .

Varios estudios (y nuestras investigaciones de campo lo con-


firman) señalan cómo en los sectores urbano-populares las fami-
lias, con un pasado campesino y aldeano en numerosos casos, han
expresado tradicionalmente una fuerte división de roles sexuales.
El padre y los miembros masculinos de la familia no sólo se ha-
llan vinculados casi de modo universal a la esfera laboral, sino que
son quienes de modo privilegiado han participado en la esfera
pública, en especial barrial. Asimismo, los espacios de diversión
fuera del ámbito doméstico han tenido, hasta hace poco tiempo,
predominio masculino, y la participación de las mujeres en organi-
zaciones comunitarias (salvo religiosas) solía ser minoritaria.

~' Rocío Londoño Botero, Una visión de las organizaciones populares en Co-
lombia (Bogotá: Editorial Gazeta, 1994), p. 42,
Formas de sociabilidad v construcción de identidades
i 8o

Con todo, en los últimos veinte años han acaecido transforma-


ciones económicas, sociales y culturales que comienzan a superar
esta situación, si bien no sin resistencias y dificultades. El deterioro
de las condiciones laborales con la informalizadón de las activida-
des productivas, el empleo temporal y e! desempleo que afectan a
casi todos los trabajadores, han obligado a un número cada vez
mayor de mujeres a vincularse a actividades laborales. Para ellas,
incluso las condiciones salariales y de trabajo son segregativas en
relación con los varones. Sin embargo, esta situación ha permitido
que las mujeres de estos sectores sociales trasciendan el marco do-
méstico, con más razón si se tiene en cuenta que el sistema de ma-
dres y jardineras comunitarias, junto a cierta expansión en la oferta
del pre-escolar, les permite liberar parte de su tiempo para estas ac-
tividades.
Y no sólo se ha dado un cambio en las condiciones económi-
cas, en que el ingreso familiar, en el mayor número de casos, pasa
a ser compartido. Se han registrado también transformaciones so-
cioculturales que afectan a la mujer urbano-popular. Asistimos al
comienzo de una redefinidón de los roles sexuales en la familia, al-
terando, así sea de manera lenta pero irreversible, el tipo de familia
patriarcal, si hitnmatricéntrica, característico de las zonas campesi-
nas en América Latina-". De otra parte, la escolaridad femenina,
(]ue sigue siendo deficiente, ha avanzado y hoy es prácticamente in-
concebible una mujer joven en esos sectores sociales sin, al menos,
algunos años de primaria. Las corrientes de la vida social y cultural
y el impacto, ya referenciado, de activistas feministas de otras capas
sociales son registrados por mujeres pobres que cada día se abren

~~ E n c h Fromm y Michael Maccobv, Sociopsíeoanálisis del campesino mexica-


no (México: Fondo de Cultura Económica, 1979).
JA I M E E D U A R D O JARA M I 1.1,(1

I 90

más horizontes de vida distintos al doméstico. Esta situación, con


todo, no es ideal. De una parte, porque la vinculación al mercado
laboral, antes que opción de vida, es producto del deterioro del in-
greso familiar e implica, en muchos casos, la "doble jornada", pues
la madre trabajadora sigue teniendo obligaciones decisivas en el pla-
no de la reproducción doméstica y la socialización familiar.
Con todo, es indudable que las mujeres del campo urbano-po-
pular han comenzado a acceder a puestos de dirección y promo-
ción en organizaciones cívicas, comunitarias, sindicales, etc. En el
campo urbano-popular, red de posiciones jerarquizadas que impli-
can un acceso diferencial a diversas formas de capital (económico,
social, político, educativo, cultural, etc.), las mujeres, agentes tra-
dicionalmente subordinados en este espacio social de relaciones
y de fuerzas, comienzan a reivindicar su acceso a esas formas de ca-
pital, lo que les supone una participación más activa en actividades
sociales y comunitarias, en la educación y la esfera laboral.
Escribe la socióloga Rocío Londoño:

l 'n hecho relativamente reciente es el peso que en la Ac-


ción Comunal y los sindicatos han adquirido las mujeres. [Se-
gún] los censos citados puede afirmarse que hoy día son cerca
del 349? de los afiliados a los sindicatos y el 4 1,6'C de los miem-
bros de la Acción Comunal, lo cual [da] un número aproximado
ile 1'175.000 mujeres. El peso numérico de ias mujeres en estas
organizaciones ha entrañado, entre otras cosas, el reconocimien-
to de un lugar especial para sus reivindicaciones y preocupacio-
nes, aunque su representación en los aparatos directivos es aún
bastante reducida,
[...] Teniendo en cuenta los censos sindical y de Juntas de
Acción Comunal, así como la vinculación de las mujeres a mi-
Firmas de sin labilidad y construcción de identtdade.
ICJl

lucrosos comités y grupos locales, no sería exagerado suponer


que por lo menos dos millones de ellas pertenecen a algún tipo de
asociación gremial y voluntaria. Por lo demás, puede afirmarse
que las mujeres son hoy en día uno de los sectores más dinámi-
cos y con mayor iniciativa sociahó

Nos referiremos en seguida a tres tipos de organizaciones de


mujeres que hemos referendado en barrios urbano-populares de-
Bogotá: las "ollas, o cocinas, comunitarias", las madres comuni-
tarias y las jardineras comunitarias.
Las "ollas comunitarias" han tenido expresión también en
otros países de América Latina. Notable ha sido esta experiencia
en los "pueblos jóvenes" de Lima, Perú. Parten de la penuria ma-
terial de muchas familias, reducidas a condiciones de superviven-
cia, y de su necesidad de reducir el costo de los alimentos para la
familia, recibiendo un subsidio de los magros programas asisten-
ciales de un Pistado que, como el colombiano, comienza a priva-
tizar muchos de sus anteriores servicios, sin haber sido nunca un
Fóstado-Bienestar desarrollado. Fái las "ollas o cocinas comunita-
rias" que pudimos observar, mujeres de familias cuyo esposo no
tenga empleo, o que comprueben un ingreso de niveles de pobreza
crítica, se turnan en los diversos días de la semana para la prepa-
ración de los alimentos para un número determinado de familias.
¥Á menú es diseñado con la asesoría de profesionales, mostrando
la incidencia de saberes académicos en espacios de la vida comu-
nitaria.
Se registra en estas "ollas comunitarias" la extensión de las ac-
tividades domésticas (en este caso, la preparación de alimentos)

Rocío Londoño,op. Cit., j). 45.


IA1ME EDUARDO JARAMILLO
192

a espacios de la vida barrial. Ello presupone intervención de enti-


dades estatales, asesoría de profesionales y una división del trabajo
y procesos de auto-organización de estas mujeres.
Un proceso asociativo muy importante, por su masividad y
consecuencias en el mundo urbano-popular colombiano, es el de
las madres comunitarias. El Instituto Colombiano de Bienestar Fa-
miliar, ICBF, otorga un subsidio de $120.000, el cual resulta, por
demás, inadecuado para las funciones de la madre comunitaria; tal
subsidio es mayor en el Departamento Administrativo de Bienes-
tar Sodal, DABS, para mujeres del Distrito Capital. La madre co-
munitaria debe colaborar en la preparación de los alimentos en su
casa para los niños.
Tiene lugar en este espacio una relación de estas mujeres, en
muchos casos con tasas de escolaridad reducidas, con saberes aca-
démicos a través de cursos y talleres desarrollados por profesiona-
les del ICBF o del DABS o, en algunos casos, de las ONGs. De tal
modo, en su comportamiento con los niños puestos bajo su aten-
ción asimilan v aplican conocimientos de la psicología y otras cien-
das sociales.
Pero, ya lo hemos dicho, el compromiso del Fistado con esta
forma organizativa es, por decir lo menos, parcial y mezquino.
Las madres comunitarias sufren, en muchos casos, carencias loca-
tivas y pedagógicas. Su reconocimiento salarial es aún precario.
FLsta situación las ha impulsado a desarrollar formas organizativas
en ciudades colombianas. F.n Bogotá han realizado peticiones co-
lectivas y tomas de calles para llamar la atención acerca de sus rei-
vindicaciones. Fin cierto sentido, han constituido un movimiento
social, luchando por un proyecto pedagógico propio.
Podemos señalar en Bogotá otro movimiento de mujeres que
posee también cierta cobertura institucional pero que, como en el
Formas de sociabilidad y construcción de identidades
•95

caso de las madres comunitarias, ha entrado en conflictos con el


Estado, buscando autonomía y reconocimiento. Al respecto, escri-
be Rodrigo Martínez:

Los jardines infantiles comunitarios son formas de proyec-


ción y organización de las mujeres de sectores pobres. Actual-
mente, en dichos programas, se encuentran vinculadas más de
dos mil mujeres en Bogotá [...].
De otro lado, poseen puntos de proyección y representati-
vidad en las mesas de trabajo del Movimiento Distrital de Jar-
dines de Madres Educadoras, el cual ha logrado mantener vivo
el proceso logrado desde estas comunidades, así como generar
un modelo de desarrollo ideal. De igual forma, se han estableci-
do otros tipos organizativos como fondos y cooperativas24.

En este caso, se expresa una dinámica dotada de cierta auto-


nomía y de indudable creatividad por parte de las jardineras, asi-
milando teorías pedagógicas como las de Decroly. De nuevo, esto
llama la atención sobre las posibles hibridaciones entre saberes
de élite y saberes populares. Aquellos saberes no se imparten sólo
en la escuela. La educación no formal posee indudable importan-
cia, si bien es necesario estudiar los procesos de transmisión de
estos conocimientos académicos, junto con los mecanismos de re-
cepción y apropiación, en los casos citados, por madres y jardi-
neras comunitarias. E n el Jardín del barrio La Península (en la
localidad 4, San Cristóbal), estas concepciones pedagógicas se han
adaptado a las concretas condiciones de sus educandos. Para ello

A
Rodrigo Martínez, "Jardín infantil La Península", en Actores sociales y cul-
turales, op. cit., p. 85.
J A I M E EDUARDO JARAMILLO
194

han recibido apoyo financiero, pero también asesoría por parte de


las ONGs. De este modo, lasjardineras han desarrollado estrategias
pedagógicas basadas en el juego y el ejercicio creativo. Las mujeres
comprometidas en esa actividad se han organizado en la búsqueda
de alternativas educativas. Pin el caso referendado, han desarrolla-
do una innovación pedagógica, si bien se deben reconocer tensiones
en el proceso, ya sea por las condiciones socioeconómicas y cultu-
rales de sus educandos, ya por limitaciones y actitudes de las mis-
mas educadoras.
Estos casos nos muestran la necesidad de reflexionar sobre un
importante actor socioeconómico y sociocultural en el campo urba-
no-popular; se trata de las Organizaciones No Gubernamentales,
ONGs. Financiadas por entidades filantrópicas de otros países o co-
lombianas, por el Estado colombiano, por organizaciones interna-
cionales de crédito o grupos de profesionales, ofrecen la posibilidad
de interreladón entre pobladores y líderes de estos sectores sociales
con profesionales de muy diversas disciplinas. No podemos con-
fundir las ONGs con los nuevos movimientos sociales, aunque en
ocasiones existan pretensiones de sustituirlos, pero tampoco se pue-
de incurrir en una condena global, como suele hacerse desde posi-
ciones contestatarias y basistas, que sólo ven en ellas intenciones de
manipular y fundonalizar el movimiento popular. Las ONGs po-
seen un capidd cultural inapreciable, expresado en los saberes, des-
trezas y experiencia de sus miembros en procesos de investigación,
organización, presentación de proyectos, etc.
Sin embargo, sí puede plantearse la necesidad de superación
de una relación verticalista; ello implica avanzar en el proceso or-
ganizativo urbano-popular, coadyuvar en la formación de sus líde-
res, activistas y participantes y desarrollar una relación d t doble vía
que auspicie la asimilación y resignificadón y la transformación de
Formas de sociabilidad y construcción de identidades
195

estos funcionarios y profesionales. En cualquier caso, no pu.de ha-


blarse hoy día en América Latina del campo urbano-popular sin
referirse a las miles de ONGs (en Colombia hay más de seis m i l / 5
que tienen presencia con múltiples acciones. Ni mesías ni necesa-
riamente manipuladores, son importantes actores socioculturales.
Aspectos varios, como la formación de sus miembros, sus objetivos
y formas de trabajo, junto a la interacción concreta que mantienen
con organizaciones populares, deben ser analizados de modo em-
pírico, evitando la ideologizadón, por autoalabanza o demoniza-
dón, tan común en estos casos.
Se señaló que la mujer en el campo urbano-popular ha pro-
yectado en sus nuevas actividades comunitarias sus funciones so-
dalizadoras y de reproducción de la familia. Como ya se dijo, se
ha vinculado masivamente en estos sectores al mercado de traba-
jo, lo cual es posibilitado en cierta medida por las instituciones alu-
didas —madres comunitarias y jardines infantiles comunitarios—,
que les permiten liberar parte de su jornada para actividades ex-
tradomésticas. En otros casos son familiares, como abuelas, tías o
hermanas mayores, quienes asumen, así sea parcialmente, estas la-
bores de crianza y socialización. A ese respecto, Diana Medrano y
Cristina Escobar escriben:

Se observa cómo las vías de organización de la mujer en el


espacio cívico-popular parten de sus roles tradicionales en la re-
producción, [ven ese proceso] la localidad barrial adquiere una
significación permanente por construir el escenario en donde

"3 M a n o n Ritcley-Vance, E l arte de asociarse: lasONCs y la sociedad civil en


Colombia (Virginia: Fundación Intcramencana, 1992).
J A I M E EDUARDO JARAMILLO
196

día a día se comparten unas mismas condiciones de vida y de


acceso deficiente a bienes de consumo colectivo, infraestructu-
ra! y social26.

H a y otras formas de organización femenina urbano-populares


que ameritan estudios más detallados. La incorporación de la mu-
jer a asociaciones viviendistas también ha sido relevante y expresa
otra proyección, al plano de la vida comunitaria, de sus activida-
des reproductivas. E n las juntas de acción comunal, aunque la di-
rigencia mantiene un predominio masculino, las mujeres muestran
ya una presencia más activa, así como en otras formas organizativas.
Su participación en la denom.imda.pastoral (social, de salud, cultu-
ral, bíblica, etc.) en las parroquias católicas es notable.
Anotemos también que se expresa un deseo acrecentado de las
mujeres, especialmente jóvenes, por obtener una educación formal
que les permita acceder al bachillerato y la educación superior. Las
tasas de escolaridad crecientes, el impacto múltiple de los medios
de comunicación, su ingreso a espacios sociales que trascienden el
plano doméstico, están acelerando importantes y no siempre adver-
tidos cambios socioculturales en las mujeres de estos sectores, trans-
formando sus imaginarios, sus valores y su comportamiento, que
implican la búsqueda de nuevos espacios de autonomía y protago-
nismo femenino. Esta significativa mutación en curso puede ser la
condición de nuevas formas de organización y gestación de identi-
dades en el campo urbano-popular.

26
Diana Mediano y Cristina Escobar, "Pasado y presente de las organiza-
ciones femeninas en Colombia", en Elsy Bonilla C. (comp.), Mujer y familia en
Colombia (Bogotá: Plaza y Janes, 1985).
Formas de sociabilidad y construcción de identidades
197

Fos jóvenes urbano-populares: nuevas formas de sociabilidad,


socialización y modos de vida

La juventud, aunque tiene un fundamento biológico, es una cate-


goría social. Es una construcción histórica y cultural que establece
límites y funciones a una categoría de edad, la cual varía en diferen-
tes tipos de sociedad. N o existe tampoco una "juventud nacional" y
tampoco "urbana". Ser i oven implica estar incluido en esquemas de
clasificación colectivos convencionales, mas no arbitrarios, en el sen-
tido en que se vinculan adivisiones sociales. Tal como lo señala Pierre
Bourdieu, pensando acerca de la juventud, en una ilustración de su
teoría central de la distinción:

La edad es un dato biológico socialmente manipulado y ma-


nipulable: muestra que el hecho de hablar de los jóvenes como
de una unidad social, de un grupo constituido, que posee intere-
ses comunes y de referir estos intereses a una edad definida bioló-
gicamente, constituye en sí una manipulación evidente. Al me-
nos habría que analizar las diferencias entre las juventudes, o,
para acabar pronto, entre las dos juventudes27.

La categoría social del joven se ve atravesada por su pertenen-


cia diferencial a clases y estratos sociales, a la ciudad o al campo,
a grupos étnicos, regionales, religiosos, ecológicos, etc. La juven-
tud en el campo urbano-popular expresa especificidades relevantes
frente al joven de clase media y alta, y rasgos comunes de sus miem-
bros, lo cual no niega la diversidad de sus afiliaciones y sus lógicas
de acción, lo que hace legítimo establecer tipologías del joven urba-

Pierre Bourdieu, Sociología y cultura,op. cit., p. 165.


J A I M E EDUARDO JARAMILLO
198

no-popular. La situación de exclusión económica, social, política y


cultural que señalábamos como rasgo dtsubordinación estructural de
los miembros pertenecientes al campo urbano-popular, en forma-
ciones capitalistas periféricas (es el caso generalizado de América
Latina y de Colombia en particular), presupone un horizonte común
de posibilidades y expectativas, así existan para este grupo etario di-
versas estrategias para desarrollar su vida.
En el campo social que analizamos, se han producido en las
últimas décadas procesos materiales, sociológicos y culturales que
alteran las condiciones de vida, las expectativas, las formas de so-
ciabilidad y las instituciones cohesionadoras entre los jóvenes:
"No hay juventud nacional genérica, sino una categoría etaria en-
carnada históricamente en un sector social en un contexto de po-
sibilidades y realizaciones". Las instituciones tradicionalmente
encargadas de lograr cohesión social, propiciar espacios de sociabi-
lidad, organizar y movilizar la población y proponer pautas cultu-
rales (interpretaciones y clasificaciones, valores y comportamientos
éticos y prácticas institucionalizadas) han entrado en crisis, con ma-
yores agudeza y dramatismo en el campo urbano-popular.
E n primer lugar, la familia. E n su proceso de migración y
adaptación a las difíciles condiciones de la vida citadina, los secto-
res urbano-populares crean redes informales de solidaridad, de inter-
cambio recíproco no mercantil, en los cuales la familia aparece, en
primer lugar, como fundamento o condición de otras redes socia-
les" 9 ; los lazos de compadrazgo y vecindad y las relaciones clien-

Edelberto Lorres Rivas Escépticos, narcisos, rebeldes. Seis estudios sobre La


juventud (San José de Costa Rica: Flacso-Cepal, 1988), p. 1 1.
" Lanssa r\dler-Uommtz, Redes sociales, cultura y poder: ensayos de antropolo-
gía latinoamericana (México: Flacso, 1994).
Formas de sociabilidad y construcción de identidades
199

tehstas. Tales redes, esenciales para el migrante, pueden debilitar-


se si el nuevo poblador recibe de modo regular algunos servicios
(agua, luz, alcantarillado) y logra una vinculación individual, más
estable, a la economía y la sociedad urbanas. Reconociendo las fun-
ciones de colaboración de la familia, debe señalarse que ella, en par-
ticular hoy día, es atravesada por agudas tensiones que cuestionan
su papel tradicional. En el campo popular el espacio doméstico sue-
le estar caracterizado por las malas condiciones locativas, el haci-
namiento, la violencia, los permanentes conflictos, la ausencia del
padre (a veces definitiva) y, en muchas ocasiones, de la madre, que
debe responder con sus obligaciones laborales.
Fin el campo urbano-popular existen también posiciones de sus
diversos miembros que plantean antagonismos difíciles de solucio-
nar; en particular en lo que a los jóvenes atañe, citemos sus tensio-
nes reiteradas con los adultos. Estos buscan preservar una autoridad
y un capital simbólico, creando estigmas o patrones normativos de
actuación para los jóvenes. Fd conflicto generacional se expresa en-
tonces como confrontación agresiva de modos de vida, códigos, va-
lores, posibilidades y expectativas. En muchas ocasiones asistimos
a un diálogo de sordos. El joven se siente estigmatizado por padres
y adultos. Fd desencuentro generacional se expresa con mucha fre-
cuencia en que el joven evita al máximo la permanencia en casa, se
siente expulsado hacia la calle y otros espacios de sociabilidad. L.a
calle, nos decía un grupo de muchachos en unparche bogotano, es
"la sala de la casa".
Si la familia no cumple a cabalidad las funciones de provisión
de alimentos y servicios ni la función sodalizadora y de apoyo afec-
tivo que desempeña en otros momentos y contextos, laescuela (insti-
tución alterna de sociabilidad y socialización esencial en la sociedad
moderna) ha ido perdiendo su función significante y de referencia
J A I M E EDUARDO JARAMILLO
200

en estos sectores sociales. De una parte, por el deterioro de la edu-


cación pública, la cual se expresa en muchos casos en inadecuadas
instalaciones, retraso en tecnologías docentes modernas, maestros
que, con excepciones que se deben conocer 30 , tienden a ser rutina-
rios y con estilos pedagógicos aún teoricistas y discursivos. El lla-
mado Proyecto Atlántida, la más completa investigación sobre el
adolescente colombiano, hace referencia a una escuela desfasada no
sólo de las exigencias de la sociedad, sino de las nuevas culturas ju-
veniles. U n estudiante entrevistado define al maestro como "un di-
nosaurio en una sala de computadores".
El joven urbano-popular no observa una conexión directa de
los contenidos de la escuela con, de una parte, sus posibilidades la-
borales y, de otra, su sensibilidad, sus imaginarios, sus expectati-
vas. Persisten los estilos autoritarios de relación y las innovaciones
pedagógicas son más bien una excepción que ia regla. U n sector
significativo de los docentes asiste a sus clases, pero se vincula débil
y esporádicamente con la comunidad. Por eso el maestro ha perdi-
do legitimidad, deteriorándose el papel de la escuela en cuanto ins-
titución sodalizadora. Como lo señala Rodrigo Parra Sandoval, en
la actualidad hay una carencia defiguras adultas significativas para el
joven 11 . Tal situación se manifiesta en el ya mencionado y dramá-
tico desencuentro entre padres e hijos y en la crisis delethos "sagra-
do" del maestro, sin que, en su mayor parte, haya sido reemplazado
en un sector significativo por unethos secular que suponga una con-

30
Camilo Ernesto Bogotá, Carlos Alberto Osorio, Gustavo Ospino, Glo-
ria Arévalo, Isabel Duque, Marcel Pérez y Sandra Martínez, "Los retos de la
nueva pedagogía: Escuela Nueva Delhi y La Belleza", enActores sociales y cultu-
rales, op. cit.
R. Parra Sandoval, Los maestros colombianos (Bogotá: Plaza y Janes, 1987).
Formas de sociabilidad y construcción de identidades
201

ciencia de responsabilidad social, creatividad y un estilo más parti-


cipativo. La deserción escolar es muy alta y ello es un factor adicio-
nal que hace de la calle un espacio de sociabilidad y socialización
privilegiado en estos jóvenes.
Finalmente, el Estado, en su calidad de oferente de programas
culturales, ecológicos, laborales, etcétera, que podrían generar tam-
bién alternos espacios de sociabilidad y de socialización que harían
viable el incentivar las propuestas y la creatividad juveniles, sólo
plantea programas puntuales y de orientación, muy verticalista y
burocrática en la mayoría de los casos. Se ha comenzado a instalar
Casas de la Juventud en estos sectores por parte del viceministerio
de la Juventud. Estos centros tienen una dotación aceptable, tenien-
do en cuenta la exclusión económica de esta población, pero en su
administración y sus programas los jóvenes no tienen una inciden-
cia directa. Tanto estos locales como, en general, los centros comu-
nitarios en el campo urbano-popular bogotano, como el del barrio
La Victoria, en la localidad 4, se hallan subutilizados por cuanto la
población juvenil, que tiende a desconfiar de lo institucional, y en
particular si esta institudonalidad parte de un Estado del que se re-
siente y experimenta como lejano, cuando no agresivo contra ellos,
no siente estos centros como suyos (en cuanto espacios públicos) y
rechaza una normatividad y un manejo administrativo en los cua-
les no tiene ninguna injerencia.
Por ello, registramos en esos sectores juveniles nuevas formas
asociativas que buscan hacer frente, en primer lugar, a la desprole-
tarización en lo económico (la inserción laboral para este grupo de
edad y socioeconómico es inestable, informal y con posiciones mal
remuneradas), a la exclusión social, política y cultural y a las crisis
ya referendadas de las instituciones de cohesión, sociabilidad y so-
cialización tradicionales. Se expresan diversos tipos de agrupación
J A I M E EDUARDO JARAMILLO
202

juvenil en Bogotá, sólo muy recientemente investigados por las cien-


cias sociales.
Son organizaciones informales, conformadas generalmente por
adolescentes y jóvenes entre los doce y los veintitrés años. Cuando
un miembro de estas asociaciones se casa o vincula a un trabajo más
estable, hace su transición a la vida adulta y se retira del grupo. Son
grupos predominante aunque no exclusivamente masculinos. El jo-
ven de la gallada o de la banda con frecuencia tiene su "novia" y la
desea "sana" y fuera del grupo, diferenciándola de la "amiga" del
parche, quien es, más bien, la compinche.
El vocablo parche, un colombianismo reciente, hasta donde al-
canza nuestra información, expresa tres significados interrelado-
nados. El parche alude, en primer lugar, a un territorio, el espacio
donde se reúne el grupo (una esquina, un parque, etc.) La territo-
rialidad es una dimensión esencial de estas asociaciones juveniles.
Frente a los procesos de desterritorializadón de las grandes urbes,
auspiciados por el impacto de los mass media y la carencia de un
sentido de pertenencia a la ciudad, especialmente dramático en Bo-
gotá, A parche, especialmente si es una pandilla, se vincula también
a la defensa y posesión del barrio, referente sociocultural central aún
en el campo urbano-popular colombiano 32 . Las luchas de pandi-
llas en Bogotá, Nueva York o Ciudad de México por la defensa de
su territorio han alimentado el imaginario cinematográfico y las cien-
cias sociales en las últimas décadas.
Pero A parche es también el grupo de pares, como lo plantea
un grupo de investigadores del Departamento de Sociología de la
Universidad Nacional:

" Alfonso Lorres, "Estudios sobre pobladores urbanos en Colombia", en


Maguaré, N " 9 (Bogotá: Editorial Gente Nueva, 1995).
Formas de sociabilidad y construcción de identidades
203

El "adentro" es el espacio ocupado por un grupo de indi-


viduos que, de alguna manera, lo reconocen como propio y ex-
cluyente. Ese espacio, mediante el proceso de apropiación, se re-
dimensiona, pasa de público a privado, convirtiéndose en algo
diferente, en un "parche". Su nombre alude a algo que resalte, a
un remiendo, a una alteración del espacio anterior. En este sen-
tido, el "parche" no es solamente el espacio físico, sino que tam-
bién es aquel construido mediante la interacción .

Finalmente, dt parche se deriva el verbo parchar, reunirse con


los compinches, las "llaves", los amigos más próximos, para con-
versar, hacer relajo, divertirse, hablar, consumir sustancias psicoac-
tivas, hacer caminatas, "rumbear", en especial los fines de semana,
etc. El consumo de la marihuana es general: puede practicarlo la
gallada, la cual no es una organización delincuendal. El basuco es
más generalizado en las pandillas y sus agudos procesos adictivos
implican, en muchos casos, la desocialización del consumidor y su
definitiva entrada en el mundo de la delincuencia.
La gallada, la pandilla, la banda^^, son tipos de organización
juvenil que pueden diferenciarse por las formas de integración de
sus miembros, por sus objetivos, por la distinta relación, como se
vio, con el consumo de sustancias psicoactivas y por la vinculación
con el mundo de la delincuencia. La pandilla oscila entre la perte-
nencia al barrio y las actividades delincuenciales. La banda es "la
profesionalización de la delincuencia" 3 '.

Diego Pérez, "La violencia juvenil en Bogotá", en Guillermo Segovia


Mora (comp.), Bogotá hoy (Bogotá: Fotófilo P a n a , 1993), p. 205.
54
Ibid.
" Ibid., p. 402.
J A I M E EDUARDO JARAMILLO
204

Allí, este joven excluido, estigmatizado, sin instituciones cohe-


sivas y sodalizadoras fuertes, y sin figuras de identificación adultas,
busca en estos grupos de pares satisfacer diversas necesidades socia-
les y psicológicas. Queremos aludir, con la brevedad que impone
el texto, a las siguientes necesidades: reconocimiento, sociabilidad pri-
maria, socialización, liderazgo y construcción de identidad.
Reconocimiento. El joven urbano-popular se siente desvaloriza-
do y desconocido por sus padres, los adultos de su barrio y por los
habitantes externos a su entorno inmediato. Para la policía y am-
plios sectores ciudadanos es potendalmente un vago, un delincuen-
te, un drogadicto o un guerrillero o "miliciano urbano . E n su parche,
el joven se siente reconocido por sus pares en su vestimenta pecu-
liar, sus gustos musicales, sus estilos de relación con el otro sexo,
sus odios, sus sueños, sus frustraciones. Su "anormalidad", desde
ei punto de vista del observador externo, se convierte en "normali-
dad". Estamos en otro "universo de significado"36 en el interior del
parche. Se genera así unasubcullura juvenil de caracteres muy pecu-
liares, al tiempo local e internacional, que desafía las tipologías
habituales.
Al respecto, investigadores sociales de México escriben:

Los fenómenos sociales que se viven a finales de los ochen-


ta han logrado desconectar a estudiosos de diversas disciplinas.
Los comportamientos colectivos de los pobres urbanos merecen
ser reconsiderados en los análisis sociológicos. Las herramien-
tas conceptuales y las ideas consensualmente aceptadas deben re-
visarse a la luz de los nuevos contextos y formas de acción colec-

36
Peter Berger y Thomas Luckman,/,<2 construcción social déla realidad^ (Bue-
nos Aires: Amorrortu, 1986).
Formas de sociabilidad y construcción de identidades
205

tiva. Para los jóvenes la concepción de futuro, su pertenencia e


inserción en un todo unificado, el otorgar un sentido positivo a
la vida comunitaria, son elementos débiles o ausentes en su vida

Sociabilidad primaria. E n la medida en que no encuentra espa-


cios de sociabilidad amables y estimulantes usualmente en su fami-
lia, en la escuela o el trabajo, este joven halla con su grupo de pares
un espacio privilegiado para su interacción social cotidiana. Esta
interacción se encuentra vinculada Atiempo libre, por ello es lúdica
y es un espacio de libertad que no encuentra en ninguna otra parte.
Con todo, ese espacio debe defenderlo cotidianamente frente a la
estigmatizadón y la violencia de la policía, de los adultos del ba-
rrio, de otros parches. Entre los jóvenes dAparche se establece una
relación íntima, cara a cara, afectiva, que permitiría categorizarlo
en lo que sociológicamente se ha denominado Xacomunidad (en ale-
mán, Gemeinschafffv La fidelidad al grupo es una cualidad alta-
mente valorada que se cumple incluso ante prohibiciones familiares
o la hostilidad de los vecinos del barrio. De esta forma, el joven teje
lazos afectivos de intimidad, frente a la hostilidad o, en el mejor de
los casos, la indiferencia que encuentra en ciudades desestructura-
das, atomizadas, impersonales.

"' Sergio "Lermeñoet at, "Juventud popular y banda en la ciudad de Méxi-


co", en Cultura y post-política. El debate sobre la modernidad en América Latina {Mé-
xico; Consejo Nacional parala Cultura y las Artes, 1991), p. 74,
8
Ferdinand Tonnies, Principios de sociología (México: Fondo de Cultura
Económica, 1946). Una discusión sobre el contexto sociocultural en el cual surge
este concepto central de la sociología se encuentra en Jaime Eduardo Jaramillo,
Tipologías polares, sociedad tradicional y campesinado. Tonnies, Durkheim, Sorokm, Par-
sons y Redfield (Bogotá: Universidad Nacional, 1987), pp. 51-124,
J A I M E EDUARDO JARAMILLO
20Ó

Socialización, "ia señalamos la crisis de las instituciones tradicio-


nalmente sodalizadoras de imaginarios, interpretaciones, clasifica-
ciones sociales, valores y conductas, como la familia, la escuela y los
partidos políticos. En cuanto a éstos, los partidos de izquierda repre-
sentaron para muchos jóvenes en los años sesenta y setenta espacios
de interacción y socialización privilegiados. Hoy, con excepciones
que se expresan, verbigracia, en las llamadas "milicias populares",
el joven urbano-popular no encuentra en las organizaciones de iz-
quierda (mucho menos en partidos ligados al establecimiento) op-
ciones que lo movilicen e interesen, entre otras razones porque carece
de una dimensión de futuro colectivo. Para él, las utopías se hallan
clausuradas. YAparche constituye un espacio y un grupo de amigos
en el que colectivamente se construyen y reconstruyen imaginarios
y valores. Ellos establecen allí esos particulares sincretismos cultu-
rales que suponen el procesamiento de lo escuchado en la radio y lo
visto en la televisión, de lo asimilado en la escuela y en la relación
en el trabajo o con la familia, en fin, sus vivencias cotidianas. Cons-
truyen así percepciones de grupo, valoraciones y prácticas expresa-
das en usos, costumbres y convenciones sociales que, sin ser en forma
explícita revolucionarias, sí entrañan alternativas a las interpretacio-
nes, los valores y las conductas del mundo adulto.
Fiderazgo. E n los parches los jóvenes crean formas de poder no
codificadas explícitamente. De hecho, en su ideología hay un fuer-
te igualitarismo que los lleva, con frecuencia, a negar que existan
maneras de liderazgo informal al interior de sus grupos de amigos.
Sin embargo, para el observador externo, es claro que existen códi-
gos implícitos para obtener la primacía, y ciertas pruebas {ritos de
pasaje) que el líder y los aspirantes a esta posición deben cumplir.
E n ellas deben expresar valor, que raya para el adulto en la temeri-
dad; se exige la capacidad de realizar actos arriesgados o de enfren-
Formas de sociabilidad y construcción de identidades
207

tarse a miembros de otros parches. Fin las bandas, el liderazgo im-


plica la capacidad de realizar actos delincuenciales determinados,
de enfrentar a la policía, de pelear con miembros de la propia ban-
da, o de otras, y salir vencedor 19 .
Construcción de identidad. Todas estas funciones que cumple el
grupo de pares, el combo, la gallada, la pandilla, la banda (siendo
conscientes, como ya señalamos, de las diferencias existentes entre
estos tipos de agrupación juvenil), se expresan en el intento del jo-
ven de estos sectores pobres urbanos por construir suidentidadper-
sonal y colectiva, esto es, no sólo diferenciarse (como lo ha hecho cada
generación antes) frente al mundo de los adultos, sino tratar de lo-
grar constituirse, a su manera y dentro de sus valores, en actores so-
ciales, así esta definición implique situarse completa o parcialmente
en la ilegalidad o ser estigmatizados. Vestimenta, jerga, diversiones,
actitudes, ética, etc., constituyen, como ya se dijo, grupos de socia-
bilidad específicos y subculturas juveniles 40 . Es necesario enfatizar

Camilo Bonilla, Un acercamiento a la subcultura de la delincuencia juvenil.


Curso de sociología urbana (Bogotá: LJniversidad Nacional, Departamento de So-
ciología, 1997).
Pere-Oriol C o s t a s / a l , 'Tribusurbanas (Barcelona: Rtidós, 1996), han de-
sarrollado el fenómeno del neotnbalismo contemjioráneo, el cual se presenta para
los autores como una respuesta social y simbólica frente a la excesiva racionalidad
burocrática de la vida actual, el aislamiento individualista a que nos someten las
grandes ciudades y la frialdad de una sociedad en extremo competitiva (p. 12). Allí
señalan como características de estas tribus juveniles el apoyo emotivo, la depen-
dencia de la consideración de otros, el permanente contacto tísico entre sus miem-
bros, la rebeldía y la marginación.
Con todo, eXparche, en la concepción aquí considerada, no tiene siempre más
características de lo que los autores denominan como típicas tnbus urbanas: rockers,
skinheads, punks, etcétera: su vestimenta claramente diferenciada de otras tribus ju-
veniles, tatuajes, corte y color de pelo muy característicos, la música como elemen-
to centra! de identificación. Si bien entre los jóvenesdel campo urbano-popular
J A I M E EDUARDO JARAMILLO
208

que asistimos en América Latina a un nuevo modelo de acumula-


ción de capital, vinculado a los procesos dt globalización y las conse-
cuentes desproletarización, informalización y pauperización de amplios
sectores sociales. Esta situación genera nuevas formas de sociabilidad
(interacción social) y socialización (asimilación de interpretaciones,
valores y pautas de acción) y, para nuestra exposición, otras vías de
construcción de la identidad. Cada país, cada ciudad, puede mani-
festar especificidades. Pero el estudio microsociológico, etnográfico, debe
complementarse con una visión comparativa. Sin que éste sea el pro-
pósito explícito de este ensayo, sí podemos señalar cómo en Ciudad
de México el grupo de investigadores citado, analizando las "ban-
das" de jóvenes de sectores urbano-populares, llega a conclusiones
que implican notables similaridades con lo observado por nosotros
en Bogotá y por otros investigadores en otras ciudades colombia-
nas. Al respecto, escriben:

A pesar de las diferencias nacionales, la investigación em-


pírica realizada en diversos países latinoamericanos ha intenta-
do hallar recurrencias en los comportamientos sociales de los
jóvenes de los sectores populares.
Actualmente, la banda, incluso para las mujeres, constituye
una nueva forma de asociación voluntaria y defensiva ante la crí-
tica situación que deben enfrentar los jóvenes. [Así] se cons-
truyen nuevos tipos de relaciones sociales y solidaridades con-
formadas en torno de grupos reducidos capaces de enfrentar
colectivamente problemas concretos, relacionados con la pro-
pia subsistencia.

colombiano existen raperos, metaleros e incluso redskíns, esta adscrijxión no puede


generalizarse a todas las agrurjacionesjuvemles.
Formas de sociabilidad y construcción de identidades
209

La banda es un espacio de contención social, fortalece indi-


vidualmente al joven que enfrenta un cotidiano y una sociedad
complejos y difíciles con muy pocos recursos económicos, so-
ciales y hasta morales. La banda implica el no estar solo, senti-
miento que constituye una dificultad propia de los adolescen-
tes. Ser miembro de una banda no impone ni obligaciones ni
compromisos formales para su pertenencia; j^ero la banda sí im-
pone conocer y compartir códigos de conducta41.

Grupos religiosos

Desde Max Weber se ha hablado de un proceso de secularización de


la sociedad moderna, que se expresa en una autonomía creciente de
los órdenes o los campos sociales (economía, política, cultura) res-
pecto de la religión, que no es ya la gran instancia unificadora. Es
la tematización sociohistórica de la muerte de Dios, acontecimiento
que implicará una nueva ética y concepciones no providendalistas
sobre el hombre, la sociedad y la muerte. El agnosticismo es la ex-
presión individual de este proceso.
Con todo, esta tendencia central de la modernidad posee diver-
sos ritmos en sociedades de centro y periferia, y afecta de distintos
modos a cada sector social. La religión, su cosmovisión, sus exclu-
siones e inclusiones, sus rituales, su ética privada y social, es un re-
ferente importante para un gran número de miembros del campo
urbano-popular. Cierto que ella, en la generalidad de los casos,
compite con otras instancias de legitimación de percepciones, valo-
res y prácticas. Salvo en los grupos más fundamentalistas, coexiste
en los fieles religiosos con otras lógicas de acción en determinados

Sergio Zermenoí'/O;/., op. cit., pp. 283-285.


J A I M E E DU A R D O JA R A M 11, LO

210

ámbitos de su vida social (política, laboral, sexual), donde puede


imperar una concepción de racionalidad secularizada, estratégica e
instrumental, o bien una lógica hedonista, contraria a la moral cris-
tiana. En todo caso, en este campo las iglesias poseen una capaci-
dad de convocatoria considerable, en especial la católica, aunque
también de modo creciente otras denominaciones religiosas, algu-
nas de ellas de reciente fundación.
La Iglesia católica acompaña la fundación de barrios en el cam-
po urbano-popular o al menos mantiene una presencia institucio-
nal en ellos desde sus épocas más tempranas. Si en los procesos de
fundación de pueblos y ciudades, desde la época colonial, el tem-
plo católico es el centro simbólico por excelencia (significativamen-
te situado en la parte más alta de la plaza central), en los barrios
populares la iglesia constituye también un centro de aglutinación,
un hito simbólico, un punto de referencia, una legitimación de la
comunidad barrial. El cura párroco continúa siendo una persona-
lidad que, como en los pueblos y las regiones agrarias de donde
proviene un sector considerable de los pobladores adultos urbano-
populares, ejerce sobre un segmento aún mayoritario de su comu-
nidad un liderazgo religioso, aunque también puede ser, a menudo,
un líder cívico. La Iglesia católica posee una capacidad de convo-
catoria, de organización, de socialización sobre muy diversos sec-
tores sociales (de género, edad, estrato, afiliación política) en estos
pobladores barriales. Así, no sólo inculca creencias y prácticas reli-
giosas, sino que también ofrece interpretaciones sobre la situación
de pobreza, el sistema social imperante, la responsabilidad social
de sus feligreses, etcétera; plantea comportamientos ideales que de-
ben encarnarse en una ética individual y social; promueve determi-
nadas conductas y condena otras. Cierto es que la Iglesia católica
colombiana (y latinoamericana) no es homogénea. Por ello, pode-
Formas de sociabilidad y construcción de identidade.
21 I

mos conocer sacerdotes, monjas y feligreses portadores de visiones


tradicionalistas, jerárquicas, ritualistas. En este sector predominan
las prácticas asistendalistas que promueven el conformismo y la
dependencia en sus feligreses. Pero apreciamos un sector de la Igle-
sia católica heredero del Concilio Vaticano y la teología de la libe-
ración que pugna, no sin contradicciones y tensiones internas, por
lograr una religiosidad más vivencial y menos ritualista, y por inte-
grar en sus prácticas pastorales labores que fortalezcan la iniciativa
y organización de sus fieles.
Una parroquia típica es la de Santo Toribio de Mogrovejo, en
el barrio San Agustín, en la localidad 18, la cual puede cubrir una
población de 150.000 habitantes. En esta parroquia, que posee una
relativa autonomía dentro del esquema actual de la Arquidiócesis
de Bogotá, según la entrevista realizada a su párroco actual por los
sociólogos Magaly Carrillo y Néstor Valderrama, existen diversos
tipos de pastorales. Fa pastoral de catcquesis y la pastoral litúrgica es-
tán vinculadas a la administración de los sacramentos, como ritos
de pasaje que reiteran la adhesión del católico a su Iglesia: bautis-
mo, primera comunión, confirmación, matrimonio. Fa pastoral de
salud cumple una labor de asistencia a enfermos de la comunidad.
Fixiste también una pastoral dirigida a los jóvenes, con grupos de-
portivos y de catequistas. La pastoral social busca dinamizar proce-
sos en sus barrios de influencia: asesorar en microproyectos de
desarrollo y trabajar con los numerosos desplazados de las diferen-
tes violencias que asuelan al país, y que buscan techo, asistencia y
trabajo en estas zonas periféricas.
Hemos dicho cjue la capacidad de convocatoria de la Iglesia ca-
tólica cubre diversos sectores de la población; niños, jóvenes, mu-
jeres, adultos, tercera edad, etc. Los jóvenes no son una categoría
homogénea. Si existen pandillas que pueden enfrentar una morali-
J A I M E EDUARDO JARAMILLO
21 2

dad religiosa, y muchachos cuya práctica religiosa es esporádica,


teñida de desconfianza hacia los "curas", también hay grupos de
jóvenes que son verdaderos activistas, "multiplicadores" de cada
parroquia. En estos casos, pueden expresar una ardiente fidelidad
al cristianismo, pero dentro de parámetros de autonomía ante la
autoridad eclesiástica. El grupo Kerygma Llajta 42 se gesta en ba-
rrios de borde de la localidad 18, en la parroquia del barrio La Paz,
en el suroriente bogotano. Nace por la necesidad de "encontrarse y
compartir". En la Semana Santa de 1995, dice uno de sus integran-
tes, "surgió la idea de formar el grupo para el servido comunitario;
entre dinámicas, risas y cantos se le dio inicio con veintitrés jóve-
nes, entre hombres y mujeres" 43 . Pista agrupación es cercana en sus
concepciones y sus fuentes teológicas a la teología de la liberación.
Dicha corriente, desde los años sesenta, ha tenido presencia en toda
América Latina, sobre todo en los barrios urbano-populares, plan-
teando una nueva hermenéutica de la Biblia, que subraya su dimen-
sión liberadora en el sentido espiritual y sodopolítico. Expresa un
énfasis particular en el desarrollo de una ética comunitaria frente a
la insistencia en una ética personal y familiar, centrada en las prác-
ticas religiosas, en otros enfoques de la Iglesia católica.
El punto de arranque y primer referente es la iglesia del barrio
La Paz. Una parroquia muy sencilla en lo material, cuya iconogra-
fía sorprende por ser tan disímil a la que estamos acostumbrados a
observar: grandes pancartas en que aparecen niños desnudos y gen-
tes del pueblo marginado y en que se alude y se llama a la solidari-

+
- Leandro Ramos y Mauricio Duarte, Anuncio de la buena nueva del (y al)
pueblo. Curso de sociología urbana (Bogotá: Universidad Nacional, Departamento
de Sociología, 1997).
43
Ibid, p. 8.
Formas de sociabilidad y construcción de identidades
2I
3

dad, la fraternidad y la liberación de las "culturas oprimidas". Pero


sorprende además la forma de la eucaristía: los cantos aluden a los
pobres, a la lucha, a la igualdad, y el sacerdote se comunica con los
feligreses de manera personal, apartándose del parlamento obliga-
do. En la ocasión en que hicimos la observación, el sacerdote comu-
nicó a los asistentes el balance económico de su parroquia en el mes:
entradas, gastos, saldo, proyectos económicos. Asimismo, finaliza-
da la eucaristía, el sacerdote dialoga y comparte un tiempo con los
feligreses, hablan de necesidades y actividades próximas 44 .
Las "casitas bíblicas", la liturgia más participativa, los grupos
de oración en otras parroquias en diversas ciudades del país son res-
puestas de la Iglesia católica a la penetración creciente de sectas cris-
tianas de diversas denominaciones. Estas últimas reconocen laBiblia
como único texto sagrado. Sus jerarquías, sus formas de funciona-
miento, su liturgia, las exigencias hechas a sus fieles, son distintas a
lo propugnado por la Iglesia católica. Sociológicamente, las igle-
sias ofrecen "bienes de salvación"45. En este sentido, las sectas cris-
tianas no católicas realizan una oferta de sus "bienes de salvación"
que pretende superar el ritualismo, el intelectualismo, el culto a la
Virgen o a los santos y la jerarquizadón propios tradicionalmente
de la Iglesia católica, si bien, como acabamos de ver, ésta ha inten-
tado responder a la ofensiva desarrollando estilos más participativos
y comunitarios. También las sectas cristianas adoptan métodos to-
mados de las técnicas demarketing y de publicidad para ganar adep-
tos. Vinculan ampliamente la utilización de medios electrónicos
audiovisuales a su labor misionera. La música religiosa, con ritmos

44
Ibid.,p. 12.
45
Max Weber, Economía y sociedad, I (México: Fondo de Cultura Económi-
ca, 1972).
J A I M E EDUARDO JARAMILLO
2IJ

modernos, es un importante vehículo de socialización y creación


de una "comunidad emocional".
Norbert Lechner se refiere a una demanda de comunidad en
América Latina, que busca contrarrestar la inclemente competen-
cia económica, la disgregación de las solidaridades tradicionales y
la dificultad, ya referida para los jóvenes, de encontrar nuevas ins-
tituciones de cohesión y apoyo social. Los grupos religiosos cris-
tianos no católicos tienden a funcionar en calidad de comunidades
emocionales, posibilidad asociativa en estos sectores, ya no sólo de
jóvenes, que enfatiza el apoyo afectivo, religioso y material entre sus
adherentes. Naturalmente, en el campo urbano-popular, la Iglesia
católica y las Iglesias cristianas, no sólo protestantes y pentecostales
sino del denominado cristianismo ortodoxo, compiten por legitimar
su capital simbólico, su interpretación de las Sagradas Escrituras, su
papel de mediadores exclusivos entre Dios y los hombres. Celos,
críticas mutua's, descalificaciones y enfrentamientos personales a
veces, expresan esa pugna áspera por la influencia religiosa y la con-
vocatoria de adherentes.
Esta situación trasluce un fenómeno sociocultural notable, en
especial desde los años setenta: por primera vez desde la imposi-
ción de la religión católica en Hispanoamérica, tras la destrucción
o el sometimiento de las etnias indígenas, la región ha dejado de
ser monopólicamente católica. Este monopolio, vinculado en Co-
lombia a una alianza privilegiada con el Estado, se empieza a rom-
per en varios sectores sociales, de clases altas, medias y populares,
ante todo por la acción misionera de los grupos cristianos compe-
tidores. Otras sectas religiosas, al igual que algunos movimientos
espirituales de la denominada Nueva Era, si bien tienen expresión
en el campo urbano-popular, poseen mayor influencia en clases me-
dias y altas.
Formas de sociabilidad y construcción de identidades
2'5

La religiosidad popular reviste expresiones particulares que la


hacen especialmente sincrética, emocional, fideísta. Por ello pue-
den coincidir en una misma persona prácticas propias de diversas
religiones o comportamientos vinculados a la magia ("blanca" o "ne-
gra"), así como la consulta de "lectores" del tabaco, las cartas, etc.,
que no son bien vistas por las Iglesias monoteístas. Debemos mirar
de un modo diferente los procesos de secularización en los sectores
populares. Si es cierto que la racionalidad instrumental (Horkhei-
mer) o estratégica (Habermas) es asimilada por estos pobladores en
ciertos espacios de su vida, también es cierto que la relación con el
universo denominado "sobrenatural" es cotidiana, lo que implica en
muchos casos familiaridad con el mundo de los muertos (se los
evoca, se les reza, se relatan sus "apariciones" a familiares, etcétera).
Es también notable la permanente búsqueda del milagro. De modo
más nítido que en la Iglesia católica (cauta hada este tipo de rela-
ción con la divinidad, con la Virgen y los santos), los grupos cristia-
nos no católicos se revelan como intermediarios privilegiados para
la intervención milagrosa de Cristo. E n su caso, condenan en los
católicos la mariolatría y el culto a los santos. N o es extraño que por
cierto período, ante todo en zonas rurales y barrios urbano-popula-
res, se lleven a cabo peregrinaciones masivas a sitios donde se dice
que ha aparecido la Virgen o un santo determinado, en el caso de
los católicos.
Con una vida caracterizada por la penuria material, así como
por la desprotección de servicios básicos y las escasas posibilidades
de ascenso y realización personal, el milagro es una opción perma-
nente que puede tener su versión en las diversas invocaciones a Dios,
María y a los santos en los católicos, pidiendo su intervención pro-
videncial. Se expresa también esta búsqueda de buena suerte en la
planta de sábila utilizada detrás de las puertas o en rincones de ne-
J A I M E EDUARDO JARAMILLO
21 6

gocios y casas, así como en el uso cotidiano de amuletos. La com-


pra de lotería, y especialmente la masividad del negocio del chance,
importante generador de empleo, manifiestan una versión secula-
rizada de esta búsqueda del milagro.
Hemos examinado tres tipos de agrupación (femenina, juve-
nil, religiosa), relativamente extendidos en el campo urbano-po-
pular, las cuales generan formas de interacción social específicas,
evaluaciones y prácticas determinadas. Son comunidades de sentido,
en cuanto proponen "provincias de significado", es decir, interpre-
taciones de aspectos específicos de la realidad para sus miembros y
orientaciones en su accionar. Se generan entonces, como se dijo al
principio de este texto, identidades restringidas, puesto que cobijan
determinados sectores de las comunidades barriales, expresando
cierta capacidad de convocatoria. A su vez, en especial aquellas
agrupaciones religiosas que involucran de modo más multilateral
la vida de sus adherentes y les exigen compromiso total, %na leal-
tad exclusiva e incondicionaE*', contribuyen a generar identidades
de sus miembros, con asiento en rasgos comunes cognitivos, ético-
valorativos y conductuales que, a su vez, los diferencian de otras
agrupaciones con las cuales pueden divergir, sea en la competencia
por el reclutamiento de sus miembros, sea por la diferencia de sus
objetivos, sea por la expectativa de movilizar, de acuerdo con sus
postulados, a los sectores sociales donde hacen presencia.
Estas organizaciones, en la mayoría de los casos, pueden ser
agentes de cambio sociocultural, dinamizadores de actividades co-
munitarias para generar una mayor autoestima y ayudar a convertir
en actores sociales activos a sus adherentes. Pueden contribuir a su-

46
Lewis Coser, Las instituciones voraces (México: Fondo de Cultura Eco-
nómica, 1974), p. 12.
Formas de sociabilidad y construcción de identidades

perar la atomización, el pragmatismo, el providencialismo, la pa-


sividad que caracterizan a sectores sociales desorganizados en el
mundo urbano-popular, pero también reproducir concepciones y
prácticas corporativas, cuando no estigmatizadones mutuas que ge-
neran ásperas otvtsiones.
En ciertos casos, se asiste a manejos privatistas de los dineros
de las organizaciones (muy comunes en las juntas de acción comu-
nal) o bien se veneran caudillismos v nrntacrnmsmns nprsinnales Que
van en contravía de la retórica participativa de estas asociaciones o,
en últimas, son manipuladas por instituciones externas (estatales,
ONGs), aunque, a su vez, su relación con ellas es necesaria para no
caer en el aislamiento. O pierden vigor por falta de dirección o com-
promiso de sus miembros, en muchas ocasiones acosados por el
diario rebusque, pero también a menudo porque son partícipes de
la indiferendación entre lo público y lo privado, tan generalizada
en nuestro país.
No tiene sentido quejarnos por la desaparición o por el debili-
tamiento de otras formas asociativas más tradicionales. Lo que re-
sulta claro es que existe un impulso a la organización en el campo
urbano-popular en minorías activas, y que ellas pueden contribuir
a superar su situación de pobreza, de marginalidad, de exclusión,
al permitirles colectiva y organizadamente expresar sus necesida-
des, expectativas y proyectos. Pueden ser interlocutores privilegia-
dos frente al Estado, a las ONCás y a otros tipos de instituciones
externas. Al mismo tiempo, son espacios de sociabilidad y socia-
lización privilegiados, de procesamiento de necesidades y conflic-
tos, de gestación de proyectos comunitarios, de constitución de
identidades, de construcción de actores sociales.
Pero también debemos registrar su atomización, su capacidad
de convocatoria restringida, los riesgos ya señalados del corpora-
JAIME EDUARDO JARAMILLO
2l8

tivismo y el privatismo, cuando no del enfrentamiento sectario de


unas organizaciones frente a otras.
Los partidos políticos y otras formas de articulación de los inte-
reses de ciertos sectores sociales (sindicatos, ligas campesinas) se
hallan en crisis. Hoy se habla dt redes sociales, no formales, descen-
tralizadas, para el caso de esas organizaciones con un intercambio
permanente de información y servicios, pudiendo establecer«cao-
nes conjuntas: unidad en la diversidad. La constitución de actores co-
lectivos en el campo urbano-popular que contribuyan a superar sus
exclusiones, su invisibilidad, sus penurias materiales y culturales,
puede ser estimulada por estas asociaciones que expresan necesi-
dades sentidas de sus miembros.
Medellín 1880-1930:
los tres hilos de la modernización

Jorge Orlando Meló

Urbanidad y procesos "civilizatorios"

-thsta ponencia, a pesar de su título, y es la primera advertencia


que debo hacer, se centra en la experiencia de Medellín entre 1880
y 1930, cuando la ciudad pasó aceleradamente de ser un peque-
ño centro comercial y administrativo a verse a sí misma como una
ciudad moderna, industrial y progresista. Su proceso fue parale-
lo al de otras ciudades colombianas, como Bogotá, Cali, Barran-
quilla o Manizales, que se transformaron también durante estos
años, con ritmos a veces muy distintos y con un aparato de repre-
sentaciones y formas de sensibilidad también diversos. Las com-
paraciones entre tales procesos deben hacerse para evitar subrayar
rasgos excepcionales inexistentes, pero también para evitar encon-
trar en cambios similares de ciertos elementos —en especial los que
atañen a las estructuras físicas— procesos idénticos: las culturas ur-
banas fueron, en mi opinión —que no podré sustentar en detalle—,
más diferentes que los procesos de desarrollo de los servicios pú-
blicos o que las transformaciones de indicadores sociales mensu-
rables, como el crecimiento de la población o el cubrimiento del
sistema escolar. Esas diferencias en las culturas urbanas se pro-
longan en muchos casos hasta hoy, y algo tienen que ver con las
dificultades concretas con que nuestras ciudades asumieron esa
JORGE ORLANDO MELÓ
220

modernización imitativa de los primeros cincuenta años de este


siglo, y se enfrentaron luego a la crisis de optimismo progresista
de los últimos veinte años. Y lo que lamento de no ampliar las com-
paraciones entre las ciudades colombianas es aún más pertinente
frente a la necesaria comparación con los procesos de moderniza-
ción y civilización de las ciudades latinoamericanas.
Entre 1880 y 1930 Medellín vivió un período de cambio que
percibimos hoy como inusitadamente concentrado y rápido. Don
Luis Ospina Vásquez fue quizás quien primero llamó la atención,
en su libro de 1954, sobre esa década un poco delirante y llena de
quimeras literarias y progresistas de 1890; época retomada ahora
por Jorge Alberto Naranjo, en el campo de la historia literaria, co-
mo los años en que el relato antioqueño alcanzó su madurez ini-
cial. L o escrito sobre esos años de la ciudad se ha vuelto inmenso,
entre tanto, y la historia de Medellín, en todas sus facetas, es uno
de los deportes locales de más frecuente práctica. E n el breve texto
de esta ponencia no trataré de responder a los interrogantes que
hoy se plantean los historiadores acerca de las causas del rápido
desarrollo económico de la región, ni evaluar y poner en su justo
término las descripciones sobre su progreso o su tradicionalismo,
su democracia o su exclusivismo. M e limitaré a seguir tres hilos,
con la idea de que de alguna manera se entrelazan en forma que
hasta ahora no se ha destacado. Los tres hilos son el desarrollo de
una imagen de ciudad moderna y los esfuerzos para poner en prác-
tica, en forma planeada, unos ideales de vida urbana; el proceso
por el cual se intentó educar a la población para esa vida urbana
(y el "se" apunta a un sujeto probablemente inexistente, o al me-
nos múltiple), y a la forma como la literatura trató de encontrar su
punto de inserción en esa ciudad en proceso de modernización y
civilización: cómo trató, por una parte, de hallar, cada día en for-
Medellín 1880-1930: los tres hilos de la modernización
22 1

ma más difícil, su puesto en una ciudad que en la medida en que


progresaba empezaba a romper con su inicial fascinación con la le-
tra, y la forma como vio ese proceso de modernización y civiliza-
ción '. Son tres discursos que encontraron su expresión en algunas
obras paradigmáticas. Ricardo Olano, empresario en finca raíz,
industrial y promotor del desarrollo urbano de la ciudad, nos ha
dejado, aparte de algunos cuentos, varios volúmenes de diarios
en los que consigna la visión progresista y utilitaria que se encar-
nó en la Sociedad de Mejoras Públicas y en la revista Progreso que
dirigió durante muchos años. Tomás Carrasquilla, de Frutos de mi
tierra a Grandeza y Ligia Cruz, dejó en sus novelas urbanas el tex-
to de un irónico entusiasmo por el progreso y una sátira a la simu-
lación que parecía venir inevitablemente con el crecimiento de la
ciudad. Tulio Ospina Vásquez escribió en 1910 el Protocolo hispa-
noamericano de la urbanidad y el buen gusto, uno de los varios trata-
dos de urbanidad publicados en la ciudad en estos años 2 , pero el

Estos discursos se hallan en la base de trabajos especializados de diver-


sos autores. Catalina Reyes, en Aspectos de la vida cotidiana en Medellín, 1890-
1930 (Bogotá: Colcultura, 1996), y Patricia Londoño han destacado y analiza-
do los textos de los manuales de urbanidad; Fernando Botero y Verónica Perfetti
han trabajado exhaustivamente los programas de desarrollo urbano; Jorge Al-
berto Naranjo ha empezado a desenterrar la inmensa producción literaria del
siglo pasado e inicios del presente, y Alberto Mayor, en su libro ya clásico sobre
la Escuela de Minas, Etica, trabajo y productividad en Antioquia (Bogotá: s. d.,
1989), desarrolla en detalle y en clave weberiana el proceso de disciplinamien-
to de los sectores obreros. Fabio Botero Gómez, en Un siglo de historia de Mede-
llín (Medellín: s. d., 1995), ofrece una visión sorprendentemente amplia y rica
de los procesos culturales y urbanísticos de Medellín, aunque elaborada y orga-
nizada en forma muy incompleta.
2
Además del libro de Ospina Vásquez, en 1935 Argemira Sánchez de Me-
jía publicó el Libro del ciudadano, ganador del concurso de la Sociedad de Mejo-
ras Públicas para la elaboración de un texto escolar de cívica y urbanidad.
J 0 R 0 E ORLANDO MELÓ
222

que vieron sus contemporáneos como paradigntático. No se ago-


tan los discursos modernizadores en estos autores: un cuadro más
completo debería incluir una cuarta vertiente, la de los políticos
del consenso modernizador, encabezados por Carlos E. Restrepo,
quien llegó a la presidencia de la república proponiendo un movi-
miento que sirviera de algodón entre los dos vidrios de liberales
y conservadores. Y segunda advertencia casi innecesaria: el texto
de hoy, más que tratar de pintar el panorama en toda su comple-
jidad y riqueza^ esbozará solamente algunas líneas de fuerza muy
simples.
Los tres discursos se traban esencialmente en cuanto son tres
líneas de desarrollo de una nueva sensibilidad social que conduce
al control de los hábitos y costumbres campesinos y su reemplazo
por los que se definen como urbanos. La conversión del monta-
ñero en hombre civilizado y urbano es, de un modo u otro, el ob-
jetivo de quienes estimularon estos procesos. La ciudad requiere,
para su funcionamiento, una actitud de cooperación y una disci-
plina social que se fundamenta en la creación del espíritu cívico
y se apoya en el progreso de la ciudad: la imagen de una ciudad
excepcional, por sus cualidades y virtudes, tanto naturales como
creadas, hace parte de esta construcción conceptual y retórica3. En
muchos sentidos, los brillantes trabajos de Norbert Elias sobre el
proceso civilizatorio, que toman en cuanta ante todo el papel de
las cortes y las formas aristocráticas de conducta, pueden aplicarse
con mayor fuerza a la vida de las ciudades. En éstas, las necesi-

La retórica de exaltación de las cualidades y virtudes de Medellín es bas-


tante amplia: "la ciudad de la eterna primavera", "la taza de plata" v otras de-
nominaciones aluden a la imagen natural de la ciudad (se le atribuía belleza
incomparable), a su clima y algunas virtudes de sus gentes, como la limpieza,
la cordialidad, la autenticidad, su talento y capacidad y disciplina de trabajo.
Medellín 1880-1930: los tres lulos de la modernización
225

dades de la sociabilidad requieren con mayor fuerza la coordina-


ción mutua, el establecimiento de códigos comunes de conducta,
la previsibilidad de la respuesta del otro. Aunque el desarrollo, la
invención misma de las formas de conducta analizadas por Elias
se da ante todo en las cortes, y aunque la familia, la iglesia y la es-
cuela son usualmente las instituciones que promueven su gene-
ralización, es la ciudad la que crea un ámbito social en el cual la
interacción humana se hace continua y obligada y es preciso con-
trolar con cuidado las formas en que las propias acciones afectan
la vida de los demás y prever cómo las acciones de los demás in-
fluyen sobre mi vida. La adopción de horarios y medidas para el
tiempo del trabajo, el estudio o el ocio, el control de las basuras y
desechos, el acceso al agua y, más recientemente, a otros servicios,
la construcción de viviendas teniendo en cuenta la orientación y la
localización de las de los demás, la definición de áreas aceptables
para el desarrollo de ciertas actividades productivas, comerciales
o recreativas, son situaciones en las cuales la ciudad impone una
coordinación que en la vida rural era innecesaria, y aunque pudo
ser inidalmente el resultado de una coacción puramente externa,
se ha convertido en casi todas las naciones de Occidente en algo
asumido interiormente por los individuos, en forma muchas ve-
ces totalmente inconsciente o inadvertida. Las mismas institucio-
nes señaladas antes —iglesia y escuela— encuentran en la ciudad el
campo adecuado para el ejercicio de sus funciones, en la medida
en que la mayor densidad humana facilita la extensión de su im-
pacto a masas cada vez mayores de personas y permite acrecentar
el tiempo que los niños, sobre todo, pasan en instituciones educa-
tivas y sociales centradas en la creación de formas de conducta que
ya no se basan, como las de familia, en fuertes lazos de afecto o sen-
timiento o en complejas y a veces aterrorizadas interiorizaciones de
JORGE ORLANDO MELÓ
224

la autoridad paterna, sino en la previsibilidad racional del afecto al


cumplimiento de unas normas y patrones generales de conducta.
El auge de los manuales impresos de cívica, cortesía, urbanidad,
etiqueta, buenas maneras, buena conducta o buen tono, desde su
aparición en el renacimiento europeo hasta los best sellers de nues-
tros días, es una señal de la necesidad creciente, a medida que cre-
ce la vida urbana y con ello el contacto entre grupos de personas
más amplios, de generalizar a toda la sociedad unas normas ri-
tualizadas y previsibles de conducta 4 .
Los términos mismos adoptados en la mayoría de los idiomas
occidentales para designar un comportamiento adecuado recogen
las señales de su relación con la ciudad: la palabra urbanidad^ pro-
viene, como es sabido, del término latino para ciudad, urbs: es la
conducta apropiada de los habitantes de la ciudad 5 . Aunque la pa-
labra cives —de la que provienen civilización y cívico— designa ori-
ginalmente a un subdito del estado romano, su sentido incluye el
de "ciudadano", en el cual la membrecía en el Estado parece pro-
venir del hecho de pertenecer a una "ciudad": hoy, al hablar de ci-
vismo o de espíritu cívico, entendemos que aludimos a valores que
tienen que ver con el comportamiento en la ciudad. De este modo,

4
Existe una extensísima bibliografía sobre los manuales de urbanidad en
Europa. En Colombia apenas comienzan a estudiarse. Véase, para Colombia,
el artículo de Patricia Londoño, "Cartillas y manuales de urbanidad y del buen
tono", en Credencial Historia, N" 95 (Bogotá: s. d., enero de 1997).
5
Que en el caso de Antioquia se contrapone muy claramente a la idea de
las formas de conducta de origen rural: "montañero" es el que carece de los
refinamientos de la ciudad. Aunque éste es el sentido dominante de la expre-
sión, a comienzos del siglo XX se matiza su utilización, en la medida en que en
una incipiente crítica de la vida urbana construye la imagen del montañero au-
téntico, veraz, sano y religioso frente a la capacidad simuladora, a la degene-
ración o la inmoralidad del habitante urbano.
Medellín 1 8 8 0 - 1 9 3 0 : los tres lulos de la modernización
aas

"civilización" y "ciudadanía" se vuelven parte del mismo ámbito


semántico, en el cual también se sitúan las palabras derivadas de
la palabra griega polis, que también quiere decir ciudad. De allí
proviene la política, por una parte, como ciencia o actividad de
gobierno del Estado, pero también "policía", término que durante
la época colonial se refería al conjunto de normas del orden de la
ciudad, y luego se restringe al organismo encargado de mantener
el orden. Fin inglés, los tres grupos de conceptos afines mantie-
nen una similitud muy estrecha: polity, buenas maneras,policy y po-
litics, política, y pólice .

Los rasgos básicos del proceso de urbanización

Para describir el contexto en el que se producen los esfuerzos de


civilización aludidos, vale la pena recordar algunos datos exter-
nos que permiten evocar las magnitudes del cambio. Medellín es
en 1871 una aldea de 20.000 habitantes que alcanza los 65.000 habi-
tantes en 1921 y los 145.000 en 1938. Entre 1880 y 1910, mientras

' Sobre el desarrollo de estos conceptos, además de los viejos dicciona-


rios, pueden verse los libros de Raymond Williams, Keyzcords, y Alain M o n -
tandon, Diclionnaire ratsonné de la polttesse et du savoir-vivre ( París: Senil, 1995 ),
y el artículo de I .ucien Febvre, "Civilisation. Evolution d' un mot et d' un group
d' idees", en Civilisation. I .a mot et F idee (París; s. d., 1930, actualizado por Emile
Benveniste, "Civilisation: Contribution a f estoire du mot", enProblemes de len-
güistiquegenérale (París: s. d., 1966). Es interesante señalar ijue la "cultura", a
veces contrapuesta y a veces identificada con la "civilización", cuyo ámbito se-
mántico pertenece a la idea de ia persona que se comporta bien o "culta", alu-
de a la actividad agrícola: la cultura es lo que produce e! cultivo de la natura-
leza, incluida la propia naturaleza humana. Cortesía proviene, como es evidente,
de la "corte" real o nobiliaria de los siglos XVII y XVIII (véase ei Diccionario de
autoridades y el Diccionario etimológico de Corommas).
J ORCE ORLANDO M 1.1.0
22()

la ciudad pasa de 40.000 a unos 60.000 habitantes, el desarrollo fí-


sico urbano está marcado por las inversiones físicas esenciales: la
instalación de energía eléctrica, teléfonos, acueducto cubierto, tran-
vías, taxis y automóviles', un primer parque de recreación masiva,
dos grandes teatros con capacidad total [tara 8.000 espectadores y
la llegada próxima del tren. Inversiones sociales: barrios para obre-
ros, cuidadosamente diseñados; apertura de los grandes colegios
de educación secundaria, controlados en su mayoría por órdenes
religiosas recién importadas de Piuropa; sistema escolar que lleva
a la alfabetización casi total de la población; manicomio, matade-
ro y plaza de tenas; Hospital de San Vicente de Paúl; Escuela de
Bellas Artes y de Agricultura. Cambios en los usos y costumbres:
las mujeres salen a la calle, las escuelas de comercio enseñan a fu-
turas empleadas y dependientes, en las fábricas las mujeres cons-
tituyen la mayoría de la mano de obra. Se retinan los mecanismos
de control, organización y pensamiento urbanos: el Concejo M u -
nicipal ve reforzados sus trabajos y esfuerzos con la actividad de
la Sociedad de Mejoras Públicas y, por fin, en 1913 y tras dos de-
cenios de vacilaciones, la adopción de un Plano de la Ciudad Fu-
tura, con funciones reguladoras. Son los años de fundación de las
principales industrias: textiles, cervezas, gaseosas, chocolates, ga-
lletas, fundiciones metálicas, empaques. Surgen los periódicos dia-
rios y, en el terreno literario, la situación es casi delirante: revistas,
imprentas, miles de cuentos v centenares de novelas dejan una ima-
gen de lo ([Lie sucede, pues contra la idea usual la gran mavoría
de los literatos hace literatura y, en especial, novela urbana.

Carrasquilla se refiere en 1915 a "esta automovihtis aguda que nos aco-


mete actualmente a los medellinistas"; véase "Los autos", en Acuarelas v discos
corlas, p. 1 95,
ó ledellin ! S'S'O- 1 93(1: los /res lulos de la modernizado

1. f lacia la ciudad moderna

La idea de que Medellín puede, a pesar de su carácter secunda-


rio y peritoneo, volverse una ciudad moderna parece surgir hacia
1880 v afianzarse rápidamente, en medio de reiteradas llamadas al
"progreso" y a la "civilización". La modernización exige el esfuer-
zo colectivo, que en la etapa inicial puede verse como político. En
efecto, los principales impulsores del progreso urbano, entre ellos
los que en 1899 fundaron la Sociedad de Mejoras Públicas, eran
personajes como Carlos E. Restrepo, Pedro Nel Ospina y otros,
que no desdeñaban el ejercicio de la política ni los altos cargos. Pero
pronto se fue imponiendo la idea de que el progreso urbano de-
pendía ante todo del apovo de ciudadanos notables, de un patrida-
do que era más confiable mientras menos tuviera que ver con la
política: "Fd Concejo debe estar compuesto de ingenieros, médi-
cos, hombres de negocios, abogados, arquitectos, industriales. No
se ve qué papel puede hacer un político en un concejo municipal",
dictamina en 1930 Ricardo Olanoó En 1917 había visto esto como
un trabajo mancomunado del Consejo y la Sociedad de Mejoras
Públicas, que va había avanzado mucho y que podía, si continua-
ba, hacer que en diez años Medellín llegara "a tener la hermosura
y las comodidades de una dudad moderna". Central en este pro-
ceso es la educación de población. En 1924, Carlos E. Restrepo,
el presidente de la Sociedad de Mejoras, y expresidente de Co-
lombia, asegura que la SMF ha logrado crear "esas virtudes de ci-
vismo, cooperación y solidaridad, que vivieron tan lejos de nuestro
lenguaje y nuestras obras. Nos ha enseñado a servir, que es aplicar
a las relaciones civiles esta virtud evangélica que las encierra todas:

' Citado por Botero en Medellín, ¡890-1950 (Medellín: s. d., 1996).


JORGE ORLANDO MELÓ
228

caridad" 9 . Para 1938 la sociedad se sentía muy satisfecha en ese cam-


po y creía haber logrado "la difusión del espíritu público [...], la
conciencia de la ciudad, el afán de embellecerla y hacerla amable y
grata para la vida se va extendiendo por todas las capas sociales. La
palabra civismo en la boca y en la mente de un obrero tiene valor ex-
traordinario".
Vale la pena destacar dos elementos en el contexto de este argu-
mento: uno de ellos es que el ideal de ciudad promovido incluyó
siempre, como elemento central, el impulso cultural y educativo.
Aunque las inversiones globales principales se hicieron en infraes-
tructura vial y productiva, la proporción del gasto asignado a obras
como el Bosque de la Independencia, el Instituto de Bellas Artes,
donde el pueblo aprendería música clásica y pintura, y el Teatro
Municipal, fueron más elevados que en casi ningún otro período:
la ciudad, creían, debía ser "un centro de cultura social y escue-
las de buen gusto". El segundo punto fue el establecimiento del
plano del Medellín futuro, con el cual la municipalidad preten-
dió, desde 1913, y tras más de dos décadas de debates, regular el
crecimiento físico de la dudad. Pese al cumplimiento muy parcial
de sus normas y la frecuente modificación para compensar su rá-
pida desactualización y, también, ceder a presiones de sectores pri-
vados, estuvo en la base de un desarrollo relativamente ordenado
de la ciudad hasta 1930.

2. E.ducación de las masas

Ca educación para la vida urbana incluye varias orientaciones y


sectores. Menciono, sin detenerme en ello, la gran importancia que

" Ibid., p. 42.


Medellín 1880-1 930: los tres lulos de la modernización
22y

tuvo en la ciudad la conformación de un sector de ingenieros y ad-


ministradores, educados en buena parte en la Escuela Nacional
de Minas, y que tuvieron gran influencia en la cultura de institu-
ciones como las Empresas de Servicios Públicos y algunos sec-
tores industriales y políticos. Menciono también el fuerte impulso
a la educación artesanal, impulsada tanto por entidades externas
como por los gremios mismos de artesanos. Ambos procesos han
sido analizados con bastante detención por Alberto Mayor. Ouiero
simplemente tomar como ejemplo de ese esfuerzo educativo el im-
pulso a la urbanidad misma, a la educación expresamente orien-
tada a la vida en comunidad.
Como lo recuerda Patricia Londoño, desde mediados del si-
glo XIX las clases altas colombianas, cada día más ricas y con ma-
yores vínculos comerciales con Europa, mostraron preocupación
por mejorar sus modales, lo cual se tradujo en la popularidad de
los manuales de urbanidad. Aunque en 1836 había aparecido el
primer manual escrito en Colombia, el auge de estos textos se pro-
duce en la década de 1850. Fin 1854, el venezolano Manuel An-
tonio Carreño publicó el suyo, que sería el más exitoso de todos y
que se sigue editando, con actualizaciones, hasta la fecha, y en
1858 Florentino González, procurador general de la nación, tra-
duce y adapta —aunque muy levemente— el Manuel du savoir-vivre,
de Alfred Meilheurat. Con estos manuales y otros disponibles in-
tentaron los dirigentes antioqueños iniciar la educación de unas
gentes que se destacaban por "duros e incultos" 10 . En Medellín
el exgobernador Pedro Justo Berrío, quien epitomiza el esfuerzo
por someter a los antioqueños a las reglas de la religión, la decencia

" La expresión, citada por Patricia Londoño en "Cartillas y manuales de


urbanidad v del buen tono", es de Manuel Cribe Ángel.
I O R O 1. O R L A N D O M E L 0

22(1

y el conservatismo, da él mismo, como rector de la Universidad


de Antioquia, las ciases de urbanidad, asignatura que se difunde
aceleradamente en escuelas y colegios durante el resto del siglo.
Este afán de educación se inscribe en un proceso del cual es
posible identificar dos elementos. Fino, el más obvio, es la preo-
cupación de los grupos dirigentes por civilizar una población
arisca y pendenciera. Otro, entrabado en formas más complejas,
tiene que ver con el desarrollo de una conciencia muy precisa de
la ubicación social propia y ajena. Los nuevos discursos de dife-
renciación social se apoyan, sin duda, en la continuidad de clasi-
ficaciones y percepciones ya vigentes en la época colonial, pero
es la ciudad la que obliga a redefinir la propia localización en una
jerarquía social compleja. Así como a finales del sigloXVIII la ma-
yor movilidad de los mestizos llevó a una conciencia mayor de las
diferencias étnicas y a una proliferación de medidas discriminato-
rias y de pleitos para hacer valer el respeto debido, la amplia mo-
vilidad de finales de siglo está detrás de las sutilezas de posición
(jue se expresan con tanta abundancia en la obra de Carrasquilla
y los demás novelistas. Los términos coloniales siguen vigentes,
y una de las líneas de diferenciación de mayor fuerza es la que dis-
tingue a negros y zambos de la población blanca. "Zambiar" es
la forma mayor de ofensa social, consistente en tratar a otro como
de un grupo social inferior: Ligia Cruz, que viene de Remedios y
se siente, como ahijada de los ricos de Medellín, igual a ellos, de-
be stifrir todos los esfuerzos de su madrina por zambiarla y mos-
trar que no puede alternar con sus elegantes hijas. El término no
dura más allá de los años treinta, cuando recupera su sentido más
denotativo y neutral: es el término de negro el que a partir de esos
años adquiere el carácter de base discriminatoria: a uno ahora lo
negrean. En este mapa, los mestizos, que todavía en el censo de
Medellín 1 8 8 0 - 1 9 3 0 : los tres lulos de la modernización
2
3>

1912 forman la mayoría de la población de la ciudad, parecen des-


aparecer: lo que ocurre es que el mestizo, en la medida en que la
fortuna o la educación lo lleva al éxito, entra al grupo social blan-
co. Existe para las estadísticas, pero para la conciencia racial exis-
ten sólo ne°ros y zambos jxir un lado y blancos por el otro. Sin
embargo, no es éste el imico tema de división: a él se sobreponen
las diferencias no definidas como étnicas (aunque se traslapen con
éstas): el pueblo y la gente bien, los artesanos y los cachacos. Ar-
tesanos y pueblo son probablemente zambos y negros, pero esta
relación es más probabilística que apolítica. Fil ascenso del arte-
sano blanco no tropieza con barreras importantes y se hace ante
todo mediante la educación", y es el tema alrededor del cual se
desarrolla buena parte del discurso civilizador: el de la separación
entre el hombre del campo y el de la ciudad, entre el montañero
y la gente cultivada.
No es exagerado decir que la obra urbana de Carrasquilla es
esencialmente un análisis de las diferenciaciones sociales, de la se-
paración entre campesinos y ciudadanos, entre zambos y blancos,
entre quienes dominan las formas del comportamiento urbano y
quienes actéian con vulgaridad o cursilería. Fin unas cuantas pá-
ginas, y tomo los ejemplos exclusivamente de Ligia Cruz, se en-
cuentra la más amplia gama de expresiones: en un párrafo que

1
' El ascenso de las Adarves lo narra Carrasquilla con todo y moraleja:
"Ai tengo las dos nietas de colegialas, de media y zapato y rompiendo lujo; v
pienso mándalas al mejor colegio de la Villa, pa que aprendan la parte educa-
tiva y vengan a enséñales orgullo a las ricachonas de aquí... Años después, en
Medellín nuevo, una casa hermosa y confortable. Es el nido de los Adarves:
de los Adarves, que están muy bien recibidos y mejor emparentados: que aquí,
como en todas partes, es el trábalo honrado la más esclarecida ejecutoría".
Carrasquilla, Obras completas, pp. 62Ü-622.
JORGE ORLANDO MELÓ

232

describe una fiesta, la serie adjetiva nos habla de "sonrisas de buen


tono... genuflexiones elegantes... tiesura cortesana... estiramientos
imprevistos... foco de grandeza... Los ñoes se sienten dones; el
montañero, un petronio consumado... Qué filósofo es el culto de
la religión de la elegancia...". El personaje principal es descrito
por las "preciosas urbanas" con variedad de epítetos: "montuna,
hija de unos zambos mineros... Zambita más pretenciosa y anti-
pática", "horrible, espantoso, era el capote de la gente remediana",
"ese animal de monte", "esas familiaridades tan vulgares de los
pueblos". Sin embargo, en Carrasquilla el contraste entre elegan-
tes y pueblo es irónico, y subraya la falta de autenticidad de los
elegantes:

Doña Ernesta... es de la nobleza azul y requintada, originaria


de la ciudad heráldica de Antioquia; pero como en su casa tuvie-
ron un hediondo peso, hubo de conformarse con atrapar, todavía
joven y no mal parecida, al remediano acomodado... Al crecer sus
hijos, al verlos actuar en sociedad con lo más rico y significativo,
fue el vértigo... Contado era el cristiano a! que no tuviera por
"jalapa", "mané" o "fatalidad". Pertenecía, naturalmente, al Club
Noel, a la Sala Cuna v a otras instituciones de virtud elegante y
distinguida. Sus tés religiosos, con motivo de algún consejo de co-
fradía, eran a pura plata labrada y bombón europeo.

Con ella contrasta el empresario rico pero sencillo:

Es don Silvestre, magnate de mucho fuste entre la gran plu-


tocracia. Como se sabe, es oriundo de Remedios, muy tuerte en
minería y en comercio, algo qué en rezos, y muchísimo en tute y
en tresillo. Gasta en extremo con su familia, pero se burla del tono
Medellín 1880-1 930: los tres lulos de la modernización
2
33

y elegancia tle su mujer v de sus hijos. Aunque ha viajado, no ha


cogido ninguna finura europea. Sin ser sabido ni leído, tiene mu-
cho conocimiento de la vida, muy buen sentido crítico, y, por ende,
mucha indulgencia y amplitud.

Por eso, frente a la remediana pobre y deseosa de ascenso so-


cial, ve la igualdad con su esposa y sus hijas:

La conozco mejor que nadie; es boba, presuntuosa, coqueta y


embustera: ¡como muchas de ustedesl ¡Sólo que ustedes están
preparadas en salsa y en bandeja de plata, y mi ahijada está cruda
y en batea! Apenas la guisen y la sirvan, bien presentada, queda
igual a muchas, casi a tocias. Cambiarle el vestido de pueblo y
ponerla bonita es cuestión de un día.

Aunque su esposa protesta —"yo nunca he sido montañera, ni


fea ni mané"—, don Silvestre decide convertir a la ilusa Ligia Cruz
en una dama y su Pigmalión es una costurera local, llena de inte-
ligencia y buen sentido, que queda encargada de enseñarle "to-
das las paradas de una muchacha filática". La niña aprende todo,
hasta a hablar en bogotano, y triunfa en el gran baile: es un triunfo
falso, pues simplemente se ha convertido en otra cursi, como las
que la rechazaban.
La voz de Carrasquilla en estas novelas llenas de complejos
movimientos sociales afirma finalmente la apertura al ascenso ba-
sado en el talento, el éxito y las virtudes personales: "Si los negros
triunfan, vivan los negros".

Porque la educación social no es privativa de ciases determi-


nadas; se ven pulidos entre las gentes sencillas, y groserotas de
[ O R O E O R L A N D O M 1,1,0

M4

cargazón! entre "el buen tono". Las apariencias v los protocolos


urbanos, sin la cultura del alma, sin la aristocracia del tempera-
mento, sólo producen esa desproporción risible que se llama cur-
silería, y que muchos contunden con la vulgaridad franca, ([lle-
no pretende nada. Lo cursi cabe más en ios neos y entonados
que en cualesquiera otros grupos; más en la ciudad que en la
aldea... y perdónase este paréntesis, en obsequio de la caridad.

Cuando aparecen los Cruz, son un modelo de afecto, auten-


ticidad, sinceridad, honradez, trabajo: las verdaderas virtudes cic-
la cultura antioqueña. "Es gente pobre, pero muy respetable, muy
formal, muy gente...". Este discurso se halla relativamente extendi-
do en el paso de siglo. Casi todos los novelistas parecen compartir-
lo: en ellos, la elegancia, el afán de ascenso social, se identifican con
la ridiculez y casi siempre de aparentar. Paralelamente, el discurso
social, el de los educadores y dirigentes sociales, subraya también
las posibilidades de ascenso, pero sujetas al desarrollo de las virtu-
des propias del trabajo, la disciplina y el sometimiento a las normas
sociales. Fd triunfo está al alcance de todos, siempre que no identi-
fiquen ese triunfo con la adopción de una filosofía del lujo y la os-
tentación y que no abandonen los valores tradicionales de la familia,
el trabajo y la religión 12 . Y por ello se vuelve tan importante la ur-
banidad: ante una perspectiva de debilitamiento de las distancias
étnicas y familiares, aceptada por este progresismo tan tradidona-

'" El dominio del savoir-vivre incluye, por supuesto, el manejo del come-
dor v la cocina. En 1907, cu Medellín, se publica - p o r la Librería de Carióse
Restrepo un tratado de cocina, el de Elisa Fernández, y luego siguen apare-
ciendo otros. El de Solía Ospina Pérez, sobrina de don buho Ospina Vásquez,
ha tenido y sigue teniendo rápidas reediciones.
Medellín 1880-1 930: los tres lulos de la modernización
2
35

lista, hay que reconstruir un mundo digno de trato, el de la gente


educada.
El manual de urbanidad debe adecuarse a este contexto: debe
ser base para una nueva diferenciación, más que simple confirma-
ción uc uistinciones naturales, y sus normas oeoen cooijar a ricos
y pobres. El de Florentino González, aunque publicado en M e -
dellín en 1883, resulta demasiado elegante e incongruente. Si bien
no he encontrado textos que señalen cómo se reaccioné) localmente
a sus enseñanzas, era extraordinariamente restrictivo: en su breve
texto subraya la relación con príncipes y duquesas, el comporta-
miento en los salones, el buen tono, la sociedad escogida, la distin-
ción en la ropa: "Se reconoce a un hombre distinguido en lo fino
de su ropa blanca", "la mujer casada puede llevar un collar de dia-
mantes". Carreño, en su forma inicial, resultaba también excesi-
vamente formalista y ceremonioso, aunque menos aristocratizante
que el francés. Por su parte, el Protocolo, escrito por Ospina Vás-
quez, pretende cubrir mejor el campo local y responder a su vi-
sión de la sociedad antioqueña. En su opinión, la urbanidad y el
buen tono son simple exjtresión de sentimientos innatos en la hu-
manidad, modificada por las costumbres de la cortesanía: ésta, que
es variable, evoluciona, pero en el sentido de "suprimir las prác-
ticas complicadas y presuntuosas". Fisto es aún más cierto en His-
panoamérica, donde varios factores hacen que el formalismo ceda
a la sencillez: un factor esencial es, en su opinión —y eso coincide
con la visión que tienen los dirigentes antioqueños de su región—,
la "ausencia de una clase rentista y desocupada, cuva primera pre-
ocupación suele ser refinar la etiqueta". Pero, aunque las clases
sociales superiores han dominado una cortesanía simple y adecua-
da, las "clases populares, descendientes en gran parte de indios y
negros, cuyos abuelos eran salvajes hace apenas dos o tres siglos,
J O R 0 E ORLANDO MELÓ
2?6

se hallan atrasadísimas en materia de cultura: motivo poderoso


para que nos esforcemos en educarlas". Por ello, la obra está dedi-
cada ante todo a "quienes se han elevado a posiciones que requie-
ren más cultura y urbanidad de las que correspondían al medio
en que se criaron" 11 .
Este modelo del proceso de educación de las masas no fue el
único, pero, según el grupo dominante, y en esto hay que incluir
a quienes como Tomás Carrasquilla aprueban un modelo de cor-
tesanía burgués y sin excesos, imitable por todos más bien que di-
ferenciador. Por supuesto, la contradicción es inevitable: el buen
tono no se advierte sino por la tendencia a singularizarse, y es fá-
cil encontrar en el Protocolo hispanoamericano elementos aristocra-
tizantes y discriminatorios. Pero, mientras dominan el orden, la
religión y el partido conservador, los dirigentes antioqueños no se
inquietan jaor cierto progresismo social, y sus grupos dominantes
tratan de moverse en un camino intermedio: catolicismo, pero sin
fanatismo. Restrepo insiste en la Sociedad de San Vicente de Raúl:
hay que dar las ayudas sin condiciones de creencias, evitar el sec-
tarismo. Y el proyecto social trata de incluir a los liberales: es el
republicanismo en política, el civismo, el impulso a la educación.
Por supuesto, y justamente en la medida en que trata de incorpo-
rar masivamente la fuerza del catolicismo para disciplinar los
obreros, compite con intentos integristas que no puede impedir,
y que se van a imponer cuando el sistema político nacional, al mo-
verse en sentido liberal y radical, amenace las bases del poder lo-
cal: entonces el republicanismo perderá todo poder y predominará
una estrategia conservadora más estrechamente paternalista. Pero
esto corresponde esencialmente al período posterior a 1930.

Osjiina, Protocolo, IV y V.
Medellín 1 8 8 0 - 1 9 3 0 : los tres lulos de la modernización
2
37

3. I .os mundos de la literatura

A mediados del siglo XIX, las descripciones de Medellín subra-


yan su hostilidad a todo lo que suene a cultura. Según Saffray, lo
único que importa entonces es el dinero, que borra todas las di-
ferencias y todos los pecados; según Emiro Kastos, es imposible
sacar a las gentes de su obsesión por hacer fortuna, y el poeta lo-
cal, Gregorio Gutiérrez González, escribe sus amargos versos en
los que la censura a la obsesión crematística local se apoya en la
leyenda racista del judaismo antioqueño:

Y en esa tierra encantadora habita


la raza infame, de su Dios maldita
Raza de mercaderes que especula
con todo y sobre todo, Raza impía
Por cuyas venas sin calor circula
La sangre vil de la nación judía,
Y pesos sobre pesos acumula
El precio de su honor, su mercancía
i como sólo al interés se atiende
Todos se compra allí, todo se vende14.

Con estos antecedentes, resulta sorprendente la valoración que


los grupos dirigentes comienzan a dar a las letras hacia 1870 y que
se va acentuando hasta el nuevo siglo. Proliferan las tertulias, a
las que van jóvenes de ambos sexos, comerciantes y tenderos, y,

14
El texto hace parte dei cuento "Felipe", reproducido parcialmente en
Jorge Alberto Naranjo (comp.), Antología del temprano relato antioqueño ( M e -
dellín: s. d., 1995), p. 49.
I ORÍ,I O R I A \ DO M I LO
2
3a

como lo narra burlonamente Camilo Botero Guerra en 1884, se da


una monstruosa incubación de poetas, que lleva a la proliferación
de periódicos y revistas literarias1 ó Aunque la primera novela lo-
cal apenas se publica en 1887, para fines de la década siguiente,
una revista literaria, La Miscelánea, convoca a un concurso al cual
se presentan cincuenta v siete novelas, que se añaden a las doce o
quince que alcanzan la difusión de la imprenta. Todos escriben: en
las revistas de la última década de siglo —y esta dudad de 40.000
habitantes ve la publicación simultánea de cuatro o cinco revistas
literarias mensuales—, los principales orientadores de la opinión
política, los dueños de las empresas de energía y teléfonos, los em-
presarios, profesores y periodistas ensayan su capacidad para el
cuento y la poesía. Recordemos simplemente que Carlos E. Res-
trepo y Pedro Nel Ospina, que llegarán a la presidencia de la re-
pública, fueron redactores de revistas literarias.
Hasta 1 890 se publica narración costumbrista y lugareña, con
gran énfasis en lo propio y limitada elaboración formal. La pri-
mera novela urbana de éxito, en 1896, es Frutos de mi tierra, de
Carrasquilla, que subraya los rasgos de la ciudad y las formas cua-
sidialectales del idioma, con más radicalismo que Gutiérrez. Gon-
zález, quien veinte años antes decía no escribir sino antioqueño.
Después de 1900 se añade a la figura dominante de Carrasqui-
lla, quien regirá el Olimpo literario local hasta 1940, un grupo de

' Camilo Botero Guerra, "Furor poético", incluido en Naranjo, Antolo-


gía..., p. 1 15. lauto Ele (lome/, como Carrasquilla aludieron a la misma ava-
lancha literaria. En "Domingo P.M.", un personaje del primero dice: "Aquí
todos quieren ser artistas, ya no hay quien cargue la herramienta", (rase que
retoma Carrasquilla en una carta de 1906: "Aquí ya no hay quien cargue la he-
rramienta: todos somos genios y almas enfermas". Carrasquilla, Obras comple-
tas (Medellín: s. d., 1955), tomo II, p. 769,
Medellín 18SII- I 93(1: los I res lulos de la modernización
M9

escritores con interés en la psicología contradictoria de persona-


jes urbanos, encabezados por Efe Gómez, Gabriel Latorre, Lu-
crecio Vélez y Alfonso Castro, v en algunos casos un esfuerzo por
incorporar las formas y temas del modernismo, mientras que Fran-
cisco de Paula Rendón v Eduardo Zuleta, como el mismo Carras-
quilla, harán la novela de las zonas mineras de Antioquia .
Fin los años finales del siglo pasado y la primera década del
siglo XX, la literatura tiene una alta valoración social. Para los es-
critores, es una promesa de realidad más alta que la vida misma,
es origen de significación de la vida. Los escritores no tienen ver-
güenza social, no se sienten, en una ciudad que evalúa continua-
mente la jerarquía social y la localización de cada persona en ella,
de peor familia. Sin embargo, nunca los escritores dejaron el tema
de la incomprensión por un medio entregado a los afanes pecunia-
rios, aunque este lugar común perdió intensidad de 1870 a 1915.
A partir de este año se esboza una ruptura muy fuerte entre el crea-
dor y su mecho: para los escritores, en la villa de la Candelaria se-
da una "peculiar inopia en los cerebros". lote Gómez, León de
Grdff y Fernando González expresan con mayor virulencia el re-
chazo a esta sociedad de "tanto almacén enorme, tanta industria
novísima", a los burgueses ventripotentes del marco de la plaza.
Carrasquilla, en sus obras iniciales, rechaza la simulación y el arri-
bismo, pero comparte el optimismo del progreso. Los que vienen
rechazan el becerro de oro y elogian la contemplación, el ver fu-
garse los crepúsculos. Los recursos para las revistas, el aprecio

'' Es sorprendente, \ un índice del desarrollo de formas de sensibilidad


mu\ típicamente urbanas, la frecuencia de los temas del suicidio y de la dro-
gadiccKÍn en las narraciones de los primeros años del siglo; en las que fueron
seleccionadas por Jorge Alberto Naranjo, ci tema abunda.
J ORCE ORLA NDO M l . t l l
240

del arte como creación decaen y éste empiezan a subordinarse a


la vida social: es recreación y adorno. La ciudad filistea triunfa.
Durante los años treinta y cuarenta los escritores y artistas pasan
a segundo plano, el control del proceso urbanizador por una vi-
sión integral de la ciudad se debilita, y se afirma el predominio
de la visión del progreso como desarrollo físico y productivo.
Así, la trabazón de los discursos modernizadores y educado-
res comenzó a verse en dificultades pues dentro de cada uno de
ellos comenzaron procesos de diferenciación y contradicción. Los
dirigentes y orientadores de los procesos urbanos abandonaron
gradualmente la preocupación por la transformación cultural, y
el discurso del desarrollo como infraestructura física se hizo domi-
nante. Pin el campo político, el dominio del consenso republica-
no fue reemplazado por la contraposición entre la visión plebeya
asumida por los sectores populares liberales y un reforzado auto-
ritarismo conservador que volvió a ver a las clases populares como
sujeto de represión y manipulación religiosa más bien que de edu-
cación. Y la literatura se fue convirtiendo en la ocupación de mi-
norías, bohemias o profesionales, pero marginales en el manejo y
orientación de la ciudad. Fd proyecto modernizador se* disgregó,
pero su impulso se mantuvo, así como los mitos sociales que se
construyeron para alimentarlo, en particular el recurso de la his-
toria regional como historia de consenso. Si nos [preguntáramos,
para terminar esta exposición, por los factores que condujeron a
las dificultades que se hicieron evidentes a partir de 1960, no se-
ría excesivo sugerir que algo tuvieron que ver con la continuidad
y el éxito externo de un tipo de modernización que había perdido
los rasgos que ahora sólo la memoria mítica reivindicaba.
Los mapas culturales,
una herramienta para la gestión local

Jaira Chaparro Valderrama

Introducción

Jlbn las breves líneas que siguen, se explica una de las herramien-
tas metodológicas desarrolladas en la Corporación Raíces para
llevar a cabo investigaciones culturales, diseñar estrategias de par-
ticipación o sustentar proyectos de desarrollo.
Los mapas culturales a los que hacemos referencia tienen una
doble condición: por un lacio, sirven como herramientas que or-
ganizan la recolección y sistematización de la información y, por
otro, son productos que se construyen progresivamente en el mar-
co de procesos de investigación.

Conceptos metodológicos que informan los mapas

La cultura es el cemento que da cohesión al edificio social y el alma


del cuerpo colectivo. Cuando desaparece la cultura singular que
caracteriza la lógica, la magia y los ritmos de un determinado gru-
po social, la comunidad, como hecho colectivo, se extingue.
Cultura es el conjunto de relaciones que los seres humanos
establecen consigo mismos, con sus semejantes y con su entorno,
en determinadas condiciones de tiempo y lugar. Lo esencial de la
cultura se expresa en los elementos que mediatizan tales relacio-
J \l RO CHAPARRO VALDERRAM \
2
42

nes. Estos elementos se pueden agrupar, para efectos metodológi-


cos, en símbolos, códigos e imaginarios, los cuales están asociados,
por lo general, con valoraciones y/o regias del juego socialmente
aceptadas o socialmente rechazadas. Sus significados suelen hacer-
se visibles a través de los hábitos, los comportamientos y las ac-
titudes.
Entendemos por símbolo aquel elemento (lugar, construcción,
personaje, organización, acontecimiento u objeto) con la capacidad
de reflejar uno o más sentimientos individuales o colectivos y de
motivar niveles de sensibilidad y solidaridad. Por ejemplo, el lla-
mado Palo del Ahorcado, en el barrio Jerusalén, es un árbol que
encarna sentimientos religiosos, evoca actividades de esparcimien-
to y diversas leyendas. Su deterioro o su posible destrucción crean
inquietud generalizada en los habitantes de Jerusalén, que lo ven
como parte de su patrimonio colectivo.
Faitendemos por código aquel elemento (ademán, gesto, expre-
sión o elemento gráfico) con una carga efe significados particula-
res para cada individuo o comunidad y que cumple la función de
hacer más ágil y fluida la comunicación. Son ejemplos las expre-
siones "ta' robao", emitida en la llamada Calle Cementerio por los
atracadores, que significa "proceder a ejecutar el atraco" o "sopas,
pónganse liebres que llegó la [tarca", para indicar la presencia de
la policía en territorios de un parche malevo, o el dedo índice que
apunta a la yugular [tara indicar carencia de dinero ti otro tipo de-
problemas.
Entendemos por imaginario aquella idea o elemento referencial
más o menos general que expresa anhelos o frustadones y ([tic nos
habla de lo deseado. Son ejemplos el recuerdo del cuerpo de agua
desaparecido en el sector de Tanque-Laguna, con sus [tatos, jun-
cos v ranas, o el anhelo de arborizar el barrio.
Eos mapas culturales, una herramienta /¡ara la gestión local
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AIRO CHAPARRO VALDERRAMA
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44

Fistos tres tipos de elementos que mediatizan las relaciones y


cuyos significados obran como esencia de la cultura no se presentan
de forma separada en la vida rea; comoquiera que un imaginario
puede expresarse a través de un símbolo, éste puede tener relación
directa con una sene de códigos, etc. Desde luego, los códigos,
símbolos e imaginarios se encuentran en desarrollo y movimien-
to permanentes, comoquiera que la cultura, al igual que cualquier
fenómeno, no es estática, sino que cambia con la vida.
Por tanto, en un proceso de investigación cultural resulta fun-
damental identificar los elementos enunciados, su origen, su de-
sarrollo y su situación actual, así como sus formas de articulación
con valoraciones y reglas del juego y, por tanto, con determina-
dos comportamientos y actitudes.
Apoyados en esta perspectiva, en la Corporación Raíces he-
mos optado jwr una investigación orientada a reconstruir la psique
colectiva que, antes que calificar las conductas de los pobladores,
trata de comprender e interpretar la sensibilidad, la léigica y la ma-
gia de las comunidades. Apelamos entonces al mundo racional y
tangible, pero también a ese mundo que igualmente nos habita
desde el otro lado de las aparendas, el cual ha sido referido, de mo-
do conmovedor, por lo mejor de la poética y la literatura latinoa-
mericanas.
Observamos además que las distancias existentes entre la vida
formal-institucional del Estado y la vida cotidiana de las majo-
rías son distancias en esencia culturales. Ante ellas, resulta priori-
tario tender puentes y vasos comunicantes que permitan conectar
las culturas que nos definen, con el diseño y ejecución de los pro-
vectos de desarrollo y los procesos de participación, por el otro.
Así, el análisis de los elementos culturales que convergen en
un lugar (y. gr. características de las relaciones que las personas es-
Pos mapas culturales, una herramienta p a r a la gestión local
2
45

tablecen con el espacio público, los recursos naturales, el aparato


estatal, las dinámicas sociales, etc.) resulta de singular importancia,
comoquiera que esto es lo que realmente permite crear vasos comu-
nicantes sólidos entre habitantes y gestión pública local, entre cul-
tura ciudadana y gestión institucional, y es en esta dirección que se
ubican los mapas culturales.

De qué tipos de mapas culturales hablamos

Los mapas culturales tratan de codificar y localizar sobre el territorio


los elementos que mediatizan las relaciones de los grupos y secto-
res sociales consigo mismos, con sus semejantes y/o con algunos
elementos de su entorno. Esto es, tratan de ubicar sobre un plano
cartográfico la distribución espacial que en la vida cotidiana tie-
nen los códigos, los símbolos y los imaginarios, explicando el sig-
nificado y determinando la prioridad que, para los grupos y los
sectores sociales en cuestión, tiene cada uno de los elementos iden-
tificados.
De ahí que los mapas culturales sean un documento de doble
cara: por un lado, encontramos el plano con las convenciones a
que haya lugar según el caso y, por el otro, tenemos el texto que
nos informa acerca de la historia, las características y los signifi-
cados de cada uno de los elementos señalados en el plano.
Ahora bien, en cada caso concreto y dependiendo de la utili-
dad que se quiera dar al mapa, se hará énfasis en este o aquel as-
pecto, centrando el proceso de investigación en las relaciones de
los ciudadanos con los espacios públicos o en las relaciones entre
pandillas o en las relaciones que se dan entre líderes y comuni-
dad, etcétera.
VIRO C H A P A R R O V A L D E R R A M \

246

Experiencias

I. Barrio Jerusalén, Ciudad Bolívar, Bogotá

Jerusalén es un importante barrio de la ciudad de Bogotá, que en


la actualidad cuenta con 83.000 habitantes y que en sus dieciséis
años de existencia ha pasado de ser una ranchería de latas, carto-
nes y tela asfáltica, carente de cualquier infraestructura urbana y
de todos los servicios públicos y sociales, a ser un vecindario do-
tado de equipamiento urbano mínimo, en su gran mayoría con ser-
vicios públicos, y cuyas casas están construidas casi en su totalidad
en materiales resistentes. A la vez, en Jerusalén se ha consolidado
una muy amplia red de pequeño y mediano comercio.
Esta transformación, que no deja de sorprender, ha sido el re-
sultado de la capacidad de creación y adaptación de sus habitan-
tes, que han protagonizado una gesta colectiva a la cual el Pistado
se ha sumado de manera pardal y casi siempre tardía.
Los niveles de planificación de la comunidad han sido por lo
general muy sectorizados, siendo prácticamente inexistentes los
proyecto globales que se orienten a articular el conjunto de Jeru-
salén. Además, los recursos naturales y los espacios públicos del
barrio, que fueron conquistados colectivamente y casi siempre por
la fuerza, ofrecen situaciones de deterioro crecientes: se presentan
situaciones de invasión del espacio público por nuevos morado-
res y algunos comportamientos vandálicos de jóvenes con relación
a los bienes comunes. Eos lugares de esparcimiento resultan insu-
ficientes para la población actual y, en varios casos, poco funcio-
nales. En efecto, algunos grupos etáreos en ciertos sectores se ven
privados de zonas de descanso y recreación o se encuentran con
que las existentes no son utilizables de forma adecuada.
Eos mapas culturales, una herramienta p a r a la gestión local
2
47

En el barrio coexisten cuatro generaciones bien diferenciadas:


—La de los adultos que oscilan entre los 35 y los 55 años, ([tic-
llegaron hace 14, 15 o 16 años a Jerusalén, provenientes de otros
barrios populares de Bogotá y de los Santanderes, el Tolima gran-
de y Bovacá, principalmente. Fue ésta la generación que forjó el
barrio en sus inicios y que produjo los líderes más destacados has-
ta el presente. Su vida en el vecindario ha sido la historia de con-
quistas colectivas v sueños personales largamente acariciados.
- L a de* los ancianos mayores de 55 años, padres o abuelos en
su mayoría de la anterior generación, quienes en muchos casos
fueron importados directamente del campo a la ciudad sin bene-
ficio de inventario, cambio brutal que ha sido parcialmente amorti-
guado gracias a las actividades de los grupos de la tercera edad.
- L a de los jóvenes entre los 14 y los 25 años, quienes nacie-
ron o se criaron en el barrio, para quienes la vivencia en Jerusa-
lén ha estado cargada de privaciones y dificultades, que contrastan
radicalmente con la información que les brindan los grandes me-
dios. En general, tienen dificultades para comprender o aceptar
algunas costumbres y actitudes de sus padres, con quienes sufren
frecuentemente complejos procesos de incomunicación.
- L a de los niños menores de 14 años, que tienen como rete-
rentes en su crecimiento los valores culturales diversos y contra-
dictorios de las tres generaciones anteriores.
F.n medio de la diferencia, Jerusalén comporta elementos bá-
sicos de identidad, que se materializan en símbolos, puntos de en-
cuentro, personajes, luchas compartidas y necesidades comunes
que encuentran un espacio de expresión en la amplia gama orga-
nizativa del barrio y en algunas tradiciones religiosas.
ferusalén se subdivide en nueve sectores, cada uno de los cua-
les funciona a su vez como barrio relativamente independiente.
(AIRO CHAPARRO VALDERRAMA

24 8

Ellos son: Manuela Beltrán, Pradera-Esperanza, Nueva Argenti-


na, Paraíso, Bellavista-La Y, Plan Canteras-Media Loma, Tanque-
Laguna, Santa Rosita-Las Vegas y Potosí-La Isla.
Los habitantes de la parte baja de Manuela Beltrán y del sec-
tor de Canteras tienden a mantenerse relativamente aislados del
conjunto de Jerusalén. Los sectores más integrados son los que se
localizan en la zona central y en las partes media y alta del barrio,
aunque la comunicación peatonal entre los sectores se torna a me-
nudo dificultosa, por las limitaciones que presentan los desplaza-
mientos existentes.
Fin Jerusalén se han desarrollado una serie de canchas, par-
ques, edificaciones comunales y espacios públicos que no se ha-
llan articulados por una estructura urbana apropiada, a pesar de
existir una serie de lotes y espacios comunitarios que permitirían
crearla e incluso proveer nuevos desarrollos. Por lo tanto, las for-
talezas de la vida colectiva se ven constreñidas por estas limita-
dones del espado público, que es donde se construye comunidad
y donde se definen los niveles de democracia y apropiación exis-
tentes en una ciudad.
Fd mapa cultural levantado en este sector de la ciudad tenía
como propósito servir de soporte para el diseño de un proyecto
de espacio público, consistente en una malla de senderos y puntos
de encuentro comunitarios que permiten potenciar la vida y la co-
municación colectivas. En el plano final se localizaron diecisiete
símbolos (dos lugares verdes, una calle, un lugar clasificado como
"otros", diez construcciones educativas, una construcción colonial
y dos objetos), cuarenta y un puntos de encuentro (veintidós re-
cintos de usos educativos, recreativos, religiosos, de salud y de or-
ganización comunitaria, más diecinueve espacios públicos, entre-
paraderos, canchas, parques, calles y otros) y treinta y ocho des-
Los mapas culturales, una herramienta para la gestión local
2
49

plazamientos según el tipo de vías (pavimentada, destapada, es-


calera o camino de herradura), y el carácter del desplazamiento
(vehicular/peatonal), que se identificaron como prioritarios en la
historia y la vida cotidiana de Jerusalén.
r o r su parte, ei texto respecovo presema unos rasgos genera-
les del barrio y una reseña histórica del mismo, luego de lo cual
aborda por separado los nueve sectores del barrio, tratando para
cada uno de ellos los sipaaientes temas:

1. Descripción del sector.


2. La historia.
3. Los habitantes.
4. Dinámica social.
5. Símbolos.
6. Desplazamientos.
7. Lotes de la comunidad.
8. Resultados de la tertulia.
9. Mapas.

El informe brinda un retrato analítico de la vida cotidiana del


barrio, mostrando las connotaciones específicas que tienen sus ele-
mentos simbólicos y los imaginarios de los habitantes en relación
con el espacio público. A la vez, identifica los diferentes tipos de
desplazamientos utilizados por la población, los lotes disponibles
para potenciar el espacio público, y presenta las características de
sus agrupaciones sociales.
El proyecto de espacio público, diseñado por el equipo de tra-
bajo del arquitecto Carlos Niño, es coherente con el mapa cultu-
ral, ya que procura respetar y potenciar los usos y costumbres que
se han forjado en los espacios colectivos, exaltar los símbolos del
AIRO CHAPARRO VALDERRAMA
250

barrio, complementarse con las obras comunitarias existentes y es-


tructurar urbanamente el barrio en conformidad con las huellas
que la vida ha marcado sobre el territorio. Así, los imaginarios dé-
los pobladores con relación al espacio público dialogaron con los
imaginarios de investigadores culturales y arquitectos sensibles.
Los frutos de ese encuentro afortunado se pueden ver en el plano
del proyecto urbano piloto, titulado "Jerusalén-F'.spacio Público".
E n el cuadro de la página siguiente presentamos una relación
de la totalidad de puntos de encuentro del barrio, de los cuales no
se ha establecido todavía una lista de prioridades, así como el lis-
tado de símbolos, puntos de encuentro y desplazamientos que se
consideraron prioritarios.
A continuación se listan los puntos y espacios prioritarios se-
ñalados en el mapa cultural.

SÍMBOLOS
Fugares símbolo
Verdes
1. Palo del Ahorcado
2. Parque Pandiactiva
Calles
3. Calle Cementerio
Otros
4. Puente de Los Indios
Construcciones símbolo
Educativas
5. ICES
6. Jardín Infantil Potosí
7. Centro Vecinal Guías de un Nuevo Amanecer
8. Flogar Infantil Hombres Nuevos
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9. CIAF Despertar
10. Escuela Pradera-Esperanza
11. Escuela Paraíso
12. Escuela Nueva Argentina
12. Centro Comunitario Nuevos Horizontes (Bellavista-La Y
14. Escuela Bellavista y Jardín Pitufines
De gobierno
15. La Casona (sede JAL)
Objetos símbolo
16. Viejo Tanque de Agua
17. Cruz de tiraba

PUNTOS DE ENCUENTRO
Recintos
Educativos
18. Escuela Divano Niño
19. Escuela de Tanque Laguna
20. Instituto San Pablo-David Ben Gurión
(talleres, aulas, biblioteca, polideportivo)
21. Escuela de Canteras
12. Escuela de Manuela Beltrán
23. Librovía de Potosí
Recreativos
IA. Club Social y Canchas de Tejo Monterrey
25. Billares El Esquinazo (Santa Rosita)
26. Cancha de dejo Paraíso
27. Cancha de Tejo Palo Negro (Plan Media Loma)
Religiosos
28. Iglesia Santa María de Jerusalén (Tanque Laguna)
29. Iglesia Nueva Argentina
Eos mapas culturales, una herramienta para la gestión local
2
53

3(1. Iglesia Manuela Beltrán


3 1. Iglesia de Potosí
De salud
32. CAMI Tanque-Santa Rosita
33. CAMI Manuela Beltrán
De organización comunitaria
34. Centro Comunitario Potosí
35. Grujió Juvenil Nueva Argentina
36. Centro Vecinal Nueva Argentina
37. CELODIJE
38. Centro Vecinal Manuela Beltrán
39. Casa de los Abuelos en Potosí
Espacios públicos
Paraderos
40. Paradero de Potosí
41. Tres Esquinas
42. Paradero de Expreso Bogotano
43. Paradero de Candelaria (frente a la plaza de mercado)
Canchas
44. Potosí
45. Tanque-Laguna
46. Santa Rosita
47 Nueva Argentina
48. Manuela Beltrán
49. Bella Vista-La Y
50. Puente de Los Indios
Parques
5 1. Aledaño al Puente de Los Indios
52. Frente a CELODIJE
53. De Manuela Beltrán o Los Cerezos
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2
53

Calles
54. 1 .a Y
55. Calle 76 entre transversales 49 y 50 (Tres Esquinas)
56. Calles comerciales de Tanque: calle 73B (una cuadra), carrera 4515 (dos
cuadras) y carrera 45 (una cuadra)
57. Calle comercial de Nueva Argentina y Santa Rosita: calle* 70 desde la
transversal 50 hasta la transversal 480
Otros
58. Plaza de Mercado de Candelaria La Nueva, trente al paradero

DESPLAZAMIENTOS
Pavimentados
Énfasis vehicular
59. Ruta de bus desde la plaza Candelaria hasta la cancha Potosí
00. Ruta de bus: calle 69B entre carrera 46 y calle 69K
61. Ruta de bus: calle óHC-carrera 46-La Y-carrera 45, hasta 1 res Es-
quinas
02. Carrera 45C entre calles 73B y 75
63. Transversal 44A y carrera 42 (Potosí)
04. Carrera 48 entre la calle 68F y la avenida Villavicencio (subida a Be-
llavista-La Y)
65. Acceso desde Sierra Morena hasta la calle 70, doblando por la 4715
hasta Fres Esquinas
66. Acceso desde el sector de Sierra Morena hasta el paradero de Expre-
so Bogotano
\ o pavimentados
Énfasis peatonal
67. De fres Esquinas al paradero de Potosí (transversal 49C-calle 77A-
Potosí)
68. Del Puente de Eos Indios al Viejo lauque del Agua (73B)
Eos mapas culturales, una In rranuenta para la gesli local

69. Calle 73C (del paradero de Expreso Bogotano a la carrera 48A)


70. Transversal 40 desde La Y hasta la calle 69A
Destapados
71. Tramo de la procesión de semana santa: Palo del Ahorcado-calle 80-
diagonal 79
72. Carrera 43: desde el puente de I .os Indios, pasando por La Isla, lle-
ga al puente de madera hasta la calle 77
7 v Transversal 46A desde el paradero de Potosí hasta la diagonal 82B
74. Transversal 50 desde ei paradero de Expreso Bogotano hasta Tres Es-
quinas
75. Cruce de la calle 74 con la carrera 47
76. La "Zeta" desde la calle 75 y la carrera 46 hasta la carrera 45,\ \ la
calle 75B
77. Carrera 46C desde la calle 72 hasta la calle 72C
78. 'Transversal 49A desde la calle 70 hasta la calle 69C
79. Carrera 491) desde la escuela Canteras hasta el caño El Chulo
80. Calle 69A desde la transversal 47B hasta la calle Cementerio
81. Carrera 48 desde el Jardín Huitines hasta la calle 6SH
82. Calle 72 desde la carrera 48C hasta la carrera 47B
83. Calle 71 entre carreras 46B y 45B (Paraíso)
Escaleras
84. Calle 76 entre la transversal 49C y la carrera 47, Tres Esquinas-Pan-
dtactiva
85. Calle 73C entre las carreras 47 y 47B (Santa Rosita)
86. Escaleras de Canteras adjuntas a la escuela
87. Calle Cementerio
88. Carrera 45B y 451) entre calles 68F y 68C bis ( Manuela Beltrán)
90. Acceso desde el paradero tic Candelaria hasta ei sector de Manuela
Beltrán
91. Adjuntas al parque infantil trente a Celodije
A I R O C H A P A R R O VA 1,1)1, RR A M A

256

Caminos de herradura
92. Transversal 46A desde la diagonal 82B hasta la cañada (último tra-
mo de Potosí)
93. Bajando de Las Brisas hasta Puente de Madera por el zanjón La Mu-
ralla (Potosí)
94. Calle lateral a la cancha "abismo" de Santa Rosita
95. Calle 72 desde la carrera 46C hasta la carrera 47B
96. Transversal 49A entre las calles 69C y 69C (bajada a Canteras)

Z. Arca de influencia de la carrera Quinta, entre los parques Nacional


v de la Independencia, en Bogotá

E n el primer trimestre de 1994, la Unidad Coordinadora Plan


Centro de la Alcaldía Mayor de Bogotá manifestó a los habitan-
tes del área comprendida entre el parque Nacional y el parque de
la Independencia su interés en intervenir la carrera Quinta. Este
anuncio motivó algunas reflexiones públicas sobre problemas que,
en los últimos años, se han convertido en factores constantes de
preocupación en este sector de la ciudad, a saber: la inseguridad,
la indigencia, la drogadicción, los altos niveles de tráfico vehicu-
lar, las relaciones residentes-comerciantes, residentes-institucio-
nes, residentes-oficinas y la acumulación o dispersión de basuras.
En aquel entonces, la Corporación Raíces elaboró y aplicó un
paquete de encuestas que permitió un primer nivel de sistema-
tización de la percepción que los pobladores del área tenían sobre
sus problemas, las modalidades y los factores que inciden en los mis-
mos y sus posibles soluciones, tal como se resume en el cuadro de
la página 258. Dentro del total de soluciones propuestas en las en-
cuestas por los habitantes, el peso específico de las mismas, según
tipo de acción, se distribuyó en orden de importancia, así:
Los mapas culturales, una herramienta para la gestión local
2
57

TIPO DE ACCIÓN PESO ESPECÍFICO

Prevención (controlar, vigilar) 31,6%

Persuasión (educar, organizar) 26,5%

Represión (castigar) 22,3 %

Mejoramiento en la prestación de
18,1 %
servicios estatales

Los resultados enunciados pusieron de presente en ese momen-


to varios aspectos de importancia que debería tener en cuenta la
Administración Distrital al tomar decisiones de inversión en el área.
Ellos fueron:
—Que a primera vista la sola remodelación física de la carrera
Quinta no aparecía como asunto prioritario para los habitantes del
sector, los cuales se sentían mucho más afectados por problemas
de inseguridad, drogadicción, basuras y organización del tráfico
vehicular.
- Q u e el diseño y la forma de llevar a cabo la remodelación
de la carrera Quinta debía buscar la manera de articular, explíci-
tamente, la intervención física con los problemas más sentidos por
los pobladores, más aún si se esperaba que, con posterioridad, éstos
velaran por el mantenimiento del nuevo espacio público que se iba
a generar.
—Que, de entrada, existía una cierta conciencia sobre el hecho
de que el Estado por sí solo no podía solucionar el conjunto de los
problemas y que resultaba indispensable modificar hábitos y com-
portamientos ciudadanos, así como incrementar los niveles de or-
ganización y participación vecinal para poder construir soluciones
viables.
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Los mapas culturales, una herramienta para la gestión local
2
59

Ahora bien, el área de influencia de este tramo de la carrera


Quinta comprende los barrios de La Merced, La Perseverancia,
San Martín, La Macarena, San Diego, las Torres del Parque y el
Bosque Izquierdo, configurándose así una zona de mucha diver-
sidad y amplia movilidad, en la cual convergen actividades comer-
ciales grandes, medianas y pequeñas, actividades residenciales de
distintos estratos, actividades recreativas de orden barrial y metro-
politano, actividades educativas de nivel superior (existen allí sedes
de la Universidad Distrital, de la Universidad Incca, del Colegio
Mayor de Cundinamarca y de Incolda), de nivel intermedio, de se-
cundaria, primaria y preescolar, así como una cierta presencia de
actividades artísticas, entre otras. Esta configuración del sector, y el
hecho de ser la carrera Quinta un corredor importante para acceder
al centro de la ciudad, produce un alto tráfico vehicular y la pre-
sencia diaria de una población flotante muy numerosa.
La ausencia de planificación real para el conjunto del área, un
cierto nivel de desentendimiento ciudadano por lo público (más en
unos barrios que en otros) y algunas acciones focalizadas de mejo-
ramiento han ido transformando de manera lenta y progresiva las
características y los usos del espacio público, junto con los rasgos
generales de este retazo de ciudad. Algunas de las manifestaciones
más visibles de este proceso de transformación son:
—ETna presencia creciente de comercio no barrial y la ocupa-
ción de un mayor número de predios por parte de grandes entida-
des tanto privadas {y. gr. los concesionario de carros o el Noticiero
QAP) como públicas (v. gr. la Fiscalía o la Universidad Distrital) y
distintas clases de oficinas.
—Desbordamiento del parqueo vehicular en andenes y calles del
área, irrespeto regular de las señales de tránsito y de las rutas esta-
blecidas para el transporte público.
JA1R0 CHAPARRO VALDLRRAMA
2Ó0

—Incremento de la población flotante en el sector, en especial


estudiantes y oficinistas.
-Crecimiento de la población en estado de indigencia y ocu-
pación permanente por parte de la misma de algunos espacios pú-
blicos.
—Acumulación y dispersión de basuras de forma transitoria (de
uno a dos días), en algunas esquinas y puntos del sector.
—Niveles de vandalismo, inseguridad y drogadicción, que fluc-
túan pero no logran ser erradicados de manera definitiva.
-Incremento de la construcción en altura, especialmente en los
barrios La Macarena y San Martín.
—Mayor nivel de arborización en algunas calles y acciones
puntuales de embellecimiento de las mismas, en algunos casos.
-Mejoramiento radical y muy positivo de los parques Nacio-
nal y de La Independencia.
El Plan Centro de la Alcaldía Mayor de Bogotá mantuvo su
interés hasta el día de hoy en recuperar el espacio público de la
carrera Quinta, y los antecedentes mencionados indicaban la im-
portancia de desarrollar una estrategia coherente de participación
ciudadana para diseñar un pacto de convivencia que garantizara
la observancia de un conjunto de comportamientos constructivos
en el espado público, en virtud de los cuales se pudiera pensar en
mantener en buen estado físico y estético la carrera Quinta, una vez
concluyeran las obras sobre la misma, pero, a la vez, que permitie-
ra afrontar colectivamente el conjunto de problemas existentes en su
área de influencia, convocando para el efecto a residentes, comer-
ciantes y entidades tanto públicas como privadas.
En ese contexto, la Corporación Raíces rescató un Mapa de vi-
da cotidiana elaborado años atrás, en el que se indicaban los puntos
de encuentro y los desplazamientos peatonales usados en el sector,
Los mapas culturales, una herramienta para la gestión local
261

a partir de los cuales diseñó una estrategia de participación que, en-


tre otras cosas, propone asumir sesenta y tres puntos de encuentro
como nodos de información comunitaria. Uno de los propósitos es
involucrar a las organizaciones formales y a las no formales, pero
también a franjas de la población no organizada que, como siem-
pre, es la mayoría, en un proceso de construcción colectiva de dos
productos básicos:
—EIn pacto de convivencia suscrito por residentes, comercian-
tes, entidades públicas y y empresas privadas, que contenga: meca-
nismos de preservación y embellecimiento del espacio público,
normas de comportamiento en el mismo y uso del suelo.
—Un programa de desarrollo sectorial que sea incorporado a
los Planes de Desarrollo Local y Distrital para el período de 1998
al año 2000.

Construcción y usos

Los mapas culturales se construyen a partir de un riguroso trabajo


etnográfico apoyado en observación, entrevistas, encuestas, tertu-
lias y ejercicios colectivos en torno de planos del lugar para identi-
ficar símbolos e imaginarios, etcétera. Todo dependerá siempre de
lo que se quiera lograr con cada mapa.
Los mapas, en tanto documentos sistematizadores que retratan
la vida cotidiana, pueden y deben ser actualizados regularmente a
través de diversos programas de sistemas, de suerte que sea posible
disponer de una ayuda vigorosa y vigente para desarrollar con ma-
yor sensatez la gestión pública local.
En nuestro caso, hemos visto su utilidad también en proce-
sos pedagógicos con niños y jóvenes, y en la organización de fies-
tas y carnavales.
AIRO CHAPARRO VALDERRAMA

2Í)2

Quizás lo más importante de todo esto es la posibilidad -al


menos como hipótesis de trabajo— de crear vasos comunicantes en-
tre cultura, participación y desarrollo; entre vida institucional y vida
cotidiana, para tratar de caminar senderos que nos conduzcan ha-
da nosotros mismos y hacia relaciones más armónicas con nuestro
entorno humano natural. L o que sospechamos es que este tipo de
reencuentros tienen la posibilidad latente de gestar renovados sen-
deros de desarrollo.
Identidades culturales e imaginarios colectivos
Las culturas juveniles urbanas vistas desde la cultura rock

Germán Muñoz

rbstoy convencido de que la cultura es hoy una categoría clave para


la comprensión de la sociedad contemporánea, del mismo modo que los
sociólogos consideraban el trabajo un concepto nodal para la com-
prensión del siglo XIX. En el proceso de cambio debemos retener
dos aspectos: primero, a nivel propiamente material, tenemos una
sociedad que se urbaniza, heredera de la Revolución Industrial y de
las transformaciones políticas que permean el sigloXIX. Existe ade-
más un avance de la técnica, el advenimiento de una materialidad
tecnológica sobre la cual se asienta toda una cultura (telégrafo, ferro-
vías, transportes urbanos, máquinas impresoras, fotografía, cine,
etcétera), Pero es bueno aclarar que estas transformaciones impli-
can también un nuevo modo de ser, una sensibilidad, un modo de per-
cibir el tiempo y el espacio, el lujo y el consumo. Esos cambios han
sido muy bien captados por quienes se interesan en la historia del
arte (los impresionistas y los escritores apuntaron a esa cualitativa
transformación de la sensibilidad), pero que pueden ser observa-
das en espacios no propiamente artísticos, como las megatiendas o
las exposiciones universales... La consolidación de una cultura real-
mente mundial es un producto reciente de la historia: data de la post-
guerra (1945). Ahora tenemos una globalización de la economía y
de la política. En ese contexto, el papel de los medios de comunicación
resulta fundamental: sean los antiguos sistemas (televisión y cine),
OERMAN M U Ñ O Z
264

sean las "nuevas tecnologías" (la informática) que impulsan el de-


sarrollo de una cultura mundializada. El cuadro se vuelve distinto
del existente...
La conquista de nuevos conceptos nos permite dar todavía un
paso adelante: construir globalmente algunos de nuestros objetos
de estudio. Un ejemplo: la juventud. Como fenómeno ella puede
ser pensada dentro de las sociedades nacionales: la juventud en los
Estados Unidos, en Brasil, en el Reino Unido o en Suecia. Una ma-
nera más amplia sería considerarla desde el punto de vista compa-
rativo. Ahora bien, sobrepasaríamos los límites anteriores, aunque
permaneceríamos en el plano de la comprensión "tradicional" de
las ciencias sociales. Pues el análisis comparativo requiere la auto-
nomía de las sociedades para enseguida aproximar las convergen-
cias y las discrepancias existentes entre ellas. Una propuesta radical
sería, no obstante, la de considerar la juventud como un fenómeno
global. Evidentemente habría que definir lo que entendemos por
eso, pero —subrayo— lo importante es que el pensamiento, al situar-
se en este punto de vista, puede postular la existencia de sustratos ju-
veniles desterritorializados, para enseguida, en abstracto, reunidos en
cuanto objetos sociológicos. Los países, las sociedades nacionales,
ya no serían el foco central para la definición territorial de nuestra
temática, sino que lo sería un conjunto de elementos —maneras de
pensar, de vestirse, de comunicarse, de comportarse— que nos ser-
virían de parámetro. La "juventud" se entendería como el cruza-
miento de estas maneras de ser, permitiéndonos comprenderla en
su extensión mundializada 1 .
Fas identidades postmodernas son transterritoriales y multilingüís-
ticas. Se estructuran menos desde la lógica de los Estados que de

Renato Ortiz, Modernidad y cultura (Sao Paulo: s. d., 1994).


Identidades culturales e imaginarios colectivos
265

los mercados; en vez de basarse en las comunicaciones orales y es-


critas que cubrían espacios personalizados y se efectuaban a través
de interacciones próximas, operan mediante la producción indus-
trial de cultura, su comunicación tecnológica y el consumo diferi-
do y segmentado de los bienes Ea clásica definición socioespacial de
identidad, referida a un territorio particular, necesita complementarse
con una definición sociocomunicacional...
En las nuevas generaciones las identidades se organizan me-
nos en torno de los símbolos histórico-territoriales, los de la memo-
ria patria, que alrededor de los de Hollywood, Televisa o Benetton.
Mientras en las grandes ciudades los centros históricos pierden pe-
so, las poblaciones se diseminan... los jóvenes encuentran en ellas,
en vez de núcleos organizadores, "márgenes para inventarse". La
identidad pasa a ser concebida como el "punto focal de un reper-
torio estallado de mini-roles más que como el núcleo de una hipo-
tética interioridad" contenida y definida por la familia, el barrio, la
ciudad, la nación o bien cualquiera de estos encuadres declinantes.
¿Podrían ser las identidades, en estas condiciones, objeto de polí-
ticas?...
Quizá las dos manifestaciones que hacen más patente la dificul-
tad de hablar de una identidad homogénea en cualesquiera de las
grandes ciudades (Buenos Aires, Santiago de Chile, Sao Paulo y
México) sean las bandas juveniles y la discriminación a los migran-
tes. Las bandas "compensan" la atomización y la disgregación de
las grandes urbes ofreciendo pertenencia a grupos; ante la pérdida
de expectativas escolares y la estrechez del mercado de trabajo, brin-
dan a decenas de miles de jóvenes otras formas de socialización y
de acceso a los bienes de consumo. Pero las bandas también llevan
hasta la exasperación los enfrentamientos interculturales, la ardua
convivencia entre nativos y migrantes, entre migrantes de diverso
GERMÁN M U Ñ O Z
2 66

origen, las disputas por el territorio y el control socio-político. Sus


nombres irritados lo dicen con elocuencia: Sátiros, Ratas Punk, Ni-
ños Idos, Bastardos, Funerales, son algunos de Ciudad de Méxi-
co. Las bandas juveniles, como el comercio informal y otros tipos
de organización fractal, evidencian la incapacidad de las políticas
sociales y culturales macro para dar respuestas omnicomprensivas.
La suspicacia de vastos sectores hacia esas políticas y la multiplici-
dad irreductible —a menudo inconciliable— de lenguajes y estilos de
vida, de estrategias de supervivencia y comunicación, manifiestan
cómo se descomponen las megadudadesó
En este proyecto no partimos de una hipótesis a probar, sino
más bien de algunas intuiciones relacionadas con el primer módu-
lo, dedicado al cine: resulta posible acercarse a la comprensión de
las identidades culturales mediante el análisis de objetos culturales
que construyen y son construidos por imaginarios colectivos. De
dicho módulo quedaron decantadas las siguientes conclusiones:
1. La "epistemología de la complejidad" es el marco en el que
se pueden pensar los objetos de estudio culturales.
2. La cultura ocupa hoy una centralidad en el pensamiento so-
cial (complejo), y es categoría clave para comprender la socialidad
contemporánea.
3. La comunicación ocupa la centralidad de la dimensión cul-
tural, entendida como sentido compartido a través de sensibilida-
des comunes.
En la formulación inicial del nuevo objeto de investigación
pusimos en relación dos categorías: "El rock y las subculturas ju-
veniles urbanas". En el desarrollo se hizo claro que el objeto de
estudio son las culturas juveniles urbanas (no los sujetos llamados

N . García Canclini, Ciudadanos y consumidores {México: Grijalbo, 1995).


Identidades culturales e imagínanos colectivos
267

jóvenes), las cuales son inasibles en sí mismas, razón por la cual ele-
gimos mirarlas desde un punto de vista que consideramos privile-
giado y pertinente: la cultura rock (no la música exclusivamente).
Entendemos ambas, en su cruce, como "intensidades" que se mo-
dulan recíprocamente.
El objeto así delimitado nos aparece como excesivo, frac tal y
complejo. Ca primera consecuencia ha sido asumir conscientemen-
te "la pérdida de la totalidad" o de la pretensión de unidad en la
mirada. Y ello conlleva el reconocimiento de diversos puntas de vista
que desde diversas perspectivas muestran facetas del fenómeno:
—la mirada comunicológica ("la interpretación" de las cultu-
ras juveniles a partir de sus propios arquetipos),
—la mirada antropológica (la observación de actuaciones de al-
gunas "comunidades emocionales"),
—la mirada estética (el análisis de su producción simbólica des-
de el ángulo de "la sensibilidad"),
—la mirada de los nocheros ("participantes directos" de la cultu-
ra que focaliza el acceso).
El reto de abordar las culturas juveniles urbanas mediante la
recepción de la música rock nos obligó a transformar en cierta me-
dida la noción de sujeto de la cual partimos: a transformarla reto-
mando los planteamientos de la anterior investigación y a hacerla
compleja para avanzar sin ataduras en el camino abierto. Este giro
obedeció a la necesidad de ser en verdad coherentes con los cam-
bios de percepción, sensibilidad y pensamiento propios del ser hu-
mano contemporáneo, un ser "constituido por" y "constituyente de"
los objetos culturales más importantes del siglo.
E n consecuencia, el trabajo ha logrado:
—Proponer elementos conceptuales y metodológicos para que
tanto el Estado como la sociedad civil colombianos reconozcan pú-
GERMÁN M U Ñ O Z
268

blicamente las ricas identidades de los actores juveniles, con miras


a potenciar su desarrollo y crear los mecanismos para inter-actuar
con ellas en el escenario social.
—Establecer, desde la dimensión simbólica, un nuevo acceso
a la comprensión de las culturas juveniles urbanas contemporá-
neas en tanto "comunidades de sentido" múltiples, diversas y cam-
biantes, poseedoras de saberes y sensibilidades propios.
—Reconocer la "cultura rock" —sin quedarnos en la música ni
en los rockeros— como una mediación simbólica que nos permite
la mejor aproximación al objeto de investigación.
—Examinar desde un enfoque cultural algunas hipótesis, res-
pecto a formas de ser/parecer de las culturas juveniles urbanas: la
sensibilidad emocional, las atmósferas en donde conviven, su per-
manente mutación o inestabilidad, las "tendencias" o "modas" en
las que se inscriben y que no obedecen a un principio ordenador
de la totalidad ni son aspectos puramente "residuales" para su com-
prensión; la circulación dinámica de sus capitales simbólicos ve-
hiculados en objetos culturales de amplio consumo entre actores
de la "nueva generación": video, música, ropa...
Los estudios acerca de la músicapop plantearon el más sofistica-
do reto para la teoría cultural (su primera ruptura con la sociología
tradicional) al no abordar los sonidos como objeto, sino el análisis
del estilo-moda, cabello, formas de vida. Los orígenes se remon-
tan a investigaciones de los setenta acerca de subculturas juveniles
en Gran Bretaña, leídas como "desviaciones": los teds, los rockers
y los mods, puestos en el mismo rango de los homosexuales, hooli-
gans y drogadictos. Aparecen así trabajos en el Centro de Estudios
Culturales Contemporáneos de la Universidad de Birmingham,
con el enfoque marxista, tales como los de Phil Cohén, quien esta-
blece una relación entre identidad subcultural y culturas de clase.
Identidades culturales c imaginarios colectivos
26y

A mitad de los setenta, el mismo Centro fusionó los enfoques


marxista y feminista en análisis textuales de la significación cul-
tural usando modelos semiolingüísticos. Sus esfuerzos por enten-
der las subculturas juveniles condujeron a producir la colección
titulada Resistencia a través de los rituales. Junto con el libro de Dick
Hebdige Subcultura: el significado del estilo, establecieron las claves
para el análisis de identidades subculturales entendidas como respues-
tas a las tradicionales culturas "parentales", haciendo del análisis
un collage en que la noción de subcultura presenta soluciones ima-
ginarias a problemas reales mediante el uso de signos icónicos. El
trabajo retoma a Levi-Strauss, Althusser, Barthes y Kristeva, en-
tre otros, para definir el más fuerte análisis teórico del pop en su
momento. Cuando ese tipo de análisis se agotó, subsistió una clave
en la comprensión del pop y el rock por dos razones: porque repre-
senta el primer intento de trabajo sobre significación ligado al con-
sumo de música; se propone así una alternativa para los métodos
cuantitativos de investigación de audiencias y relieva el papel ac-
tivo de los jóvenes en la construcción de sus propios sentidos. Se-
gundo, porque define la culturapop/rock tanto por su carácter visual
como auditivo, llevando el análisis de estilo a un compromiso cen-
tral con su iconografía.
Fue así cómo, por encima de la aparente subvaloradón de la
música en las subculturas, dichos investigadores acertaron en la
visión del pop/rock en su interacción histórica con el estilo. Fd tra-
bajo de Paul Willis muestra el intento de comprender el papel de
la música en la vida de una subcultura a pesar del rudimentario
análisis del concepto de tiempo entre los rockanroleros. E n forma
análoga, Hebdige apunta al papel del punk como ruido que co-
rresponde a ideales de anarquía y caos. Y a la caracterización de
esta subcultura como vanguardia estética que tipifica el ala más
GERMÁN MUÑOZ
2/0

definida del análisis cultural. Su punto de vista más interesante


propone, como en los estudios acerca del cine y la televisión, que
el estilo subcultural no es sólo asunto de contenidos (diversos sig-
nos) sino de formas (diferentes prácticas significantes).
Ahora es obvio que el estudio académico dtlpop y del rock, que
comenzó en los departamentos de sociología en los años cincuenta
y continuó con el desarrollo de la teoría de subculturas en los se-
tenta, se convirtió en los ochenta en la disciplina llamada "estu-
dios culturales" o comunicología. En Estados Unidos, de hecho,
nace en departamentos de comunicación que, en la práctica, com-
bina enfoques sociológicos sobre las instituciones y audiencias de
la cultura popular con teorías de la interpretación elaboradas con
aportes de la semiótica, el psicoanálisis y la crítica literaria. El pro-
blema es que se plantearon en relación primero con textos escri-
tos y luego con la imagen —fotografía, cine, televisión, publicidad—.
N o es clara la relación con el sonido: su indudable apropiación
de la musicología es un nuevo estadio de los estudios culturales.
Will Straw ha sido pionero en una mirada al heavy metal des-
de el punto de vasta sociológico. Este género ha sido despreciado
por críticos y teóricos de las subculturas (no parece tener el encan-
to dti punk), pero es probablemente el padre de la forma rockera
y su estudio es básico para la comprensión del fenómeno. Otros
trabajos notables —Grossberg, Riesman— intentan poner el rock
como base de una teoría general del empoderamiento cultural, y
el uso de grabaciones de música juvenil como medio de diferen-
ciación social. Queda en claro que en los últimos cuarenta años la
academia ha dado un giro completo en la lectura de las culturas juveniles
y su expresión musical.
El mayor énfasis del Centro de Estudios Culturales Contem-
poráneos consistió en explicar la emergencia de estilos juveniles
Identidades culturales e imaginarlos colectivos
271

particulares, y de su capacidad para resolver problemas. En su tra-


bajo Conflicto subcultural y comunidad obrera, Phil Cohén fija una po-
sición en la cual se ponen en interacción la economía, la ideología
y los factores "culturales" para generar subculturas, entendidas
como "una solución común para dos necesidades contradictorias:
la necesidad de crear y expresar autonomía y diferencia con los
padres... y la necesidad de mantener identificaciones parentales".
Es decir, constituyen soluciones colectivas a problemas comparti-
dos, sean éstos movilidad social o chovinismo. Aquí cabe una crí-
tica: la definición proviene de un enfoque de clase que no explica cómo
cristalizan nuevas subculturas, de dónde nacen otros estilos de vida...
Porque no basta considerar una subcultura como una "des-
viación" en el sentido weberiano, que surge estimulada por la mag-
nitud de los problemas; éstas no son estáticas ni rígidas, no se
confinan a su génesis... se transforman, son apropiadas, desfigu-
radas o destruidas... y los jóvenes se mueven de una a otra no sólo
para resolver sus problemas, sino más hitnpara sentir afecto. Las
"auténticas" subculturas muchas veces son congeladas en un mo-
mento histórico para verlas como una imagen esendalista, pura y
no contradictoria. Las subculturas se revelan en el análisis empírico
como difusas, diluidas e informes... Las subculturasjuveniles no son sim-
ples "soluciones imaginarias" sino también resistencia simbólica, lucha
contrahegemómca, defensa de espacios culturales con 'autonomía relativa "
en el nivel ideológico... Las políticas de juventud no se restringen a
una consideración del poder simbólico del estilo y a su capacidad
de innovación... Sin embargo, el poder de las subculturas está en
su capacidad de simbolizar, de hacer presencia desde la diferen-
cia, de levantar sospechas y extrañas sonrisas...
La contraposición entre lo normal (ligado al buen "sentido co-
mún" y a la cultura obrera) y los estilos subculturales está arraiga-
GERMÁN M U Ñ O Z
272

da en la posibilidad de comprenderlos como dinámicos y difusos.


Su significación se relaciona con la otredad y la subversión de un
supuesto orden natural "chapuceado". Para los miembros de cual-
quier subcultura resulta en extremo difícil reconocerse a sí mismos
en una descripción desde el punto de vista de su estilo y poder
simbólico: la mirada sobre ellos resulta opaca, excepto para la pu-
blicidad. Ellos hablan a través de sus modas. Respecto al asunto de
la raza, el soul, el disco, el funk, la salsa y hasta elpop, se han apro-
piado estilos negros; es un error pensar que la única fusión ha sido
la delpunk con el reggae, como única forma contemporánea de cul-
tura juvenil.
Cualquier análisis futuro sobre la juventud debe trascender
el foco único del estilo ( = m o d a ) . Yendo más allá de la categoría
"clase social" reducida a fuerzas de producción,las subculturas deben
definirse más que por la posesión de artefactos y estilos, por un completo
"modo de vida " estructurado por las relaciones de clase, género, raza y
edad... vividas permanentemente y no sólo en losfinesde semana. Tampo-
co podemos reducir las subculturas a puras operaciones en la es-
fera del ocio, separándolas de los espacios hegemónicos (escuela,
hogar, trabajo) y sus formas de resistencia. Recordemos que tam-
bién los jóvenes obreros gozan con la música, modas y otras acti-
vidades de las demás subculturas, sin perder su "autenticidad",
configurando así una cercanía con la llamada "cultura de masas".
De hecho, un joven no tiene que adoptar el uniforme completo de
una subcultura para ser expulsado de su hogar o de su trabajo,
para molestar a los adultos, ser considerado poco " masculino" o
poco "femenina", para que le prohiban la entrada a un restaurante
o para ser molestado por la policía... Dichas prácticas significantes
no le pertenecen exclusivamente a las élites. La diferenciación ra-
dical entre modas propias de una subcultura y la "normalidad" es
Identidades culturales e imaginarios colectivos
2
13

cada vez más difícil de sostener debido al incremento en la diver-


sidad de estilos sin estándares definidos. Después de lospunk, toda
combinación posible de estilos llegó a ser posible. El fenómeno
de la "nueva era" rompió con otro conjunto de prejuicios.
La investigación sobre jóvenes:
estudios de (y desde) las culturas

José Fernando Serrano

EAste documento procura señalar la relación entre jóvenes, juven-


tudes y culturas desde dos puntos de vista: el primero indaga por
la comprensión cultural de la "juventud" al considerarla catego-
ría construida histórica y culturalmente, para avanzar en la proble-
matizadón de dicho término, y el segundo propone la discusión
de las formas de investigar a los jóvenes con sus culturas a partir de
la creación tanto de sujetos de investigación como de sus perspecti-
vas de abordaje.

1. Fosjóvenes como sujetos: "desnaturalizar"para culturizar

¿De quién hablamos cuando nos referimos a "los (y las) jóvenes"?


¿Qué los define? ¿Existe una condición particular que les dé su
carácter como sujetos específicos? En esta primera parte vamos a
plantear lo que implican las nociones de "joven" y de "juventud" y
sus efectos para la posible definición de un nuevo campo de inves-
tigación.

1.1. Fa cuestión de la edad

Empecemos señalando que de manera general se tiende a asociar


las ideas de "joven" y "juventud" a características relacionadas con
La investigación sobrejóvene:
275

la edad corta, la novedad, la falta de experiencia, un estado pasajero


y de tránsito 1 ; en este sentido, "joven" y "juventud" se entienden
más como calificativos de ciertos sujetos, de momentos vitales o,
como veremos más adelante, de formas culturales. Lo que vamos a
proponer es pensar a los "jóvenes" como sujetos sociales y a la ju-
ventud, o más bien las juventudes, como las condiciones que se des-
prenden de ello; consideramos que hoy lo joven se convierte en un
modo de estar en el mundo, en la construcción de un "mundo de la
vida", que va más allá de las consideraciones o las determinaciones
por la edad; esto nos lleva a tener en cuenta aspectos históricos y
culturales que desarrollaremos a continuación.
Si bien en general las ideas de joven y juventud están asocia-
das con la diferencia por edad y su efecto como marcador socio-
biológico, desde dicha diferencia se determinan papeles sociales
específicos, gradaciones, clases, grupos, posiciones, etcétera, que ha-
cen de ella un asunto que va más allá de prescripciones biológicas
para convertirse en una cuestión cultural. La determinación de la
condición de juventud con un criterio esencialmente etario deja de
lado una variedad de aspectos como la situación histórica, la condi-
ción de clase, la etnia, el género, las estéticas, los modos de sentir o
la integración simbólica en las redes de mercado, entre otros, que
en cierto momento pueden resultar más significativos y significan-
tes que la edad en la definición del ser juvenil.
De otra parte, el uso de la condición etaria para definir po-
blaciones responde a valoraciones de la edad que tienen efectos ho-
mogeneizantes sobre los sujetos sociales al asignar condiciones

1
Usamos estas expresiones entre comillas para entatizar su carácter de con-
ceptos elaborados tanto histórica como culturalmente y resaltar que no tienen un
significado único. F.n el resto del texto las vamos a usar en este sentido.
JOSÉ FERNANDO SERRANO
276

supuestas —"naturales"— a cada estadio vital. Chudacoff (citado por


Lesko, 1996: 148) señala que a principios de siglo el capitalismo
industrial, los desarrollos tecnológicos, la medicina y la educación
contribuyeron a desarrollar un tipo de conciencia de la edad que se
expresó en los grados escolares o los test para medir la edad mental
y evaluar el grado de ajuste del individuo con ciertos estándares de
desarrollo, lo que contribuyó a darle a la cuestión etaria la impor-
tancia que hoy se le asigna.
El uso de la edad para definir la juventud tiene implícito a la
adultez como referente hacia el cual ésta se dirige, en una posi-
ción de superioridad que garantiza el mantenimiento del poder
de los mayores {ibid.); dice Bourdieu (1990), citando a Duby, que
en la edad media los límites de la juventud eran manipulados por
quienes tenían el poder económico para mantener a los jóvenes no-
bles en un estado de irresponsabilidad que les garantizara a aqué-
llos seguir con el control de sus patrimonios, o bien se les proponía
a los jóvenes una ideología que reservaba a los mayores el con-
trol del conocimiento y a éstos la rebeldía y la aventura.
Definir al joven como aquel que pertenece a un rango de edad
determinada y/o que por ello le corresponden ciertas característi-
cas y condiciones es el resultado de una operación lógica producto
de determinadas relaciones de poder y de estrategias políticas que
homogeneizan con este criterio una variedad de instancias que ac-
túan en la definición de la juventud y que hacen de ésta una cons-
trucción cultural reladonal y compleja. En este sentido, no habría
una determinación directa por la edad en la consideración del ser
joven, sino diversas formas de realización del hecho de acuerdo
con los contextos sociales, económicos y culturales que se vivan;
no existe una Juventud, en mayúscula, resultado de la cronolo-
gía, sino muchas "juventudes" resultado de las culturas.
La investigación sobre jóvenes

1.2. Múltiples variables

Desde el punto de vista histórico partimos de considerar que la


juventud es un constructo; si bien se pueden encontrar alusiones
desde la antigüedad a una diferencia por cuestión de edad, dicha
diferencia ha sido significada y elaborada de modo diverso a lo
largo del tiempo. Algunos autores, como Aries (1987), han plan-
teado que antes de la época industrial no había noción de una fase
de transición entre la infancia y la adultez, por lo que se madura-
ba relativamente temprano en la vida. La noción de "juventud"
como una etapa concreta en la vida de las personas y/o relaciona-
da con ciertas características es un asunto histórico que en la so-
ciedad occidental se puede remitir a los siglosXVIII y XIX, cuando
se hace posible que un sector de la población pueda prolongar la
etapa anterior a su vinculación en la condición de madurez sodal
-definida en parte por el matrimonio y la procreación— para de-
dicarse a actividades como el estudio avanzado. En este sentido,
aparece la noción de "moratoria social" como una primera forma
de definir la juventud (Margulis y Urresti, 1997).
De acuerdo con estos autores, la noción de "moratoria social"
significa un avance en las formas de comprender la juventud en la
medida en que la explica por fuera de la condición etaria y la in-
volucra en las relaciones sociales de producción; de este modo la
juventud no equipara la madurez física con la social, sino que se
convierte en período que media entre una y otra. Esta noción de
moratoria social, sin embargo, tiene el costo de reservarla sólo a
determinados sectores sociales que poseen las condiciones para man-
tener dicha prolongación, pues implica la postergación de las res-
ponsabilidades económicas y familiares y el momento de inserción
en las relaciones de producción como agentes productores; además,
JOSÉ F E R N A N D O SERRANO

278

la moratoria sodal propone una imagen de los jóvenes como des-


preocupados de obligaciones, libres y sin exigencias, excepto de las
que supone el "período de gracia" en que se encuentran. Desde esta
idea quedan de lado en la definición del ser joven hombres y mu-
jeres que inician su ingreso en la vida productiva y la subsistencia
desde muy temprano, y se hace de la juventud una cuestión exclu-
siva para cierta clase social.
La idea de la juventud como construcción histórica y cultural
dependiente de ciertos usos y circunstancias se puede llevar hasta
sus máximas consecuencias, como lo hace Bourdieu (1990) al con-
siderarla "sólo una palabra" vacía de significado en sí misma: afir-
ma que las clasificaciones por edad resultan bastante arbitrarias y,
por ello, sujetas a las relaciones de poder y las manipulaciones en-
tre generaciones; sólo se puede hablar de "juventud" por un abuso
de lenguaje, pues lo que hay es una gran variedad de fenómenos
sociales que no resisten tal clasificación. Sin embargo, si aceptamos
de plano esa posición caeremos en un error extremo similar al de
"naturalizar" y definir a los jóvenes únicamente desde su condición
etaria, pues negaríamos las intencionalidades políticas, las expresio-
nes sociales y las construcciones de la diferencia que llevan a que
unos sujetos concretos sean definidos o se autonombren desde di-
cha condición de juventud. Así, más que plantear una nueva "na-
turalización" de la juventud, como si ésta existiera por sí misma, lo
que proponemos es considerar las condiciones que llevan a la con-
formación de la juventud como una "posición vital" que no se ad-
quiere por el solo hecho de tener determinada edad o de pasar por
ciertos cambios físicos, sino por una construcción cultural y un pro-
ceso de subjetivización y afirmación de otredades.
En un texto titulado Fa juventud es más que una palabra, Mar-
gulis (1996) cuestiona los planteamientos de Bourdieu, al señalar
La investigación sobre jóvenes
2
79

que no es posible reducir el análisis de la juventud a un mero sig-


no, pues se dejan de lado dimensiones fácticas, materiales, históri-
cas y políticas que también hacen parte de una producción social.
De este modo propone dicho autor un conjunto de nociones que
nos remiten a! complejo panorama del "ser" de la juventud: gene-
ración, juvenilidad, juventud-signo.
Siguiendo con Margulis (1996), la facticidad de la juventud es-
taría en su alusión a un modo de estar en el mundo que es históri-
co y cultural y se relaciona con el tema de las generaciones: épocas,
cambios, circunstancias, diferencias de memoria, modos de "perci-
bir, apreciar, clasificar y distinguir" (p. 18). La generación supone
momentos, y conforme a esta idea la juventud implica la pertenen-
cia a una generación más reciente y a un juego de relaciones con ella
misma y con las precedentes; es, además, la participación dentro de
cierta memoria social, pues ser parte de una generación supone vi-
vencias que conceden a cada grupo su matiz especial. De modo que
la condición joven no depende sólo de la moratoria social ya referi-
da, pues la pertenencia y la participación en una generación hacen
parte de la construcción de ese ser diferente, del estar antes o des-
pués de algo y de la coexistencia de diversas generaciones. Eso am-
plía el rango de sujetos cubiertos por el "ser joven" a aquellos que
sin tener la moratoria social se encuentran en relaciones generacio-
nales y nos permite comprender las diferencias entre unas juventu-
des y otras en el transcurso del tiempo. La noción de juventud remite
también a una "moratoria vital":plus, promesa, esperanza, opciones,
posibilidades, energía, materialidad que distingue el ser joven del
no joven, incluso con independencia del sector social al que perte-
nezca. Desde este punto de vista, la juventud se hace una "expe-
riencia temporal vivida", particular al momento presente en que se
encuentran los individuos {ibid.).
JOSÉ FERNANDO SERRANO
28o

E n este ejercicio de señalar las variables que inciden en la con-


dición juvenil no podemos dejar de lado la cuestión de género; la
juventud no se vive igual por las mujeres que por los hombres en
cuanto para unas y otros se determinan socialmente trayectos y ex-
pectativas vitales distintos: las valoraciones asignadas al ser mujer
joven y hombre joven, los espacios de socialización permitidos, el
desarrollo de las relaciones de poder entre sí, la formación de la fa-
milia, el momento para asumir la maternidad y la paternidad, son,
entre otros, factores que alteran las formas de vivir la juventud.
Hasta el momento hemos querido mostrar que no es posible
definir la juventud desde una sola condición -la etaria, que se tien-
de a privilegiar—; en tal sentido, la juventud se vuelve una noción
de confluencias múltiples:

Eal como la hemos venido definiendo, la juventud es una


condición que se articula social y culturalmente en función de la
edad —como crédito energético y moratoria vital o como distan-
cia frente a la muerte—, con la generación a la que se pertenece
—en tanto que memoria social incorporada o experiencia de vida
diferencial—, con la clase social de origen —como moratoria so-
cial y período de retardo—, con el género —según las urgencias
temporales que pesan sobre el varón o la mujer—, y con la ubica-
ción en la familia -que es el marco institucional en el que todas
las otras variedades se articulan-. [Margulis, 1996: 29].

1.3. Juventud-signo: la cultura sobrepasa a los jóvenes

El tema que tratamos no se queda en lo dicho hasta ahora. Los


jóvenes y la noción de juventud no operan de manera aislada o in-
dependiente del resto de la dinámica social; en este sentido, la ju-
La investigación sobre jóvenes
281

ventud es un concepto relaciona! pues implica comprender las for-


mas de articulación que unos sujetos tienen con otros y con el resto
de instituciones que los afectan y con las que se relacionan: polí-
ticas, religiosas, económicas, massmediáticas, entre otras. Pregun-
tarse qué son los "jóvenes" supone a su vez la inquietud acerca de
qué son los "adultos" y cómo se construyen unos en relación con
los otros, relación que puede ser de complementariedad, de opo-
sición, de diferencia, de independencia.
Cada una de las instituciones señaladas tiene una noción par-
ticular de joven; en el momento actual la construcción que hacen
los medios masivos de comunicación y, en general, el mundo de
los signos ocupa un lugar decisivo en las definiciones del ser jo-
ven. Cajuvenilización hace de la juventud una estética massmediática
que tiende a borrar el paso del tiempo en los cuerpos y pretende
actuar sobre la biología desde un modelo supuesto del ser joven.
En el "mercado de los signos" se construye un modo de ser joven
independiente de la edad y que puede ser adquirido: es un look
particular asociado con sectores que tienen acceso a ciertas ofer-
tas de mercado y que hace de lo joven un signo dejuvenilidad (Mar-
gulis, 1997).
Otra vez, en este caso, se nos abre el panorama de la determi-
nante etaria a la valoración cultural, pues se puede ser juvenil sin
ser joven, lo cual quiere decir que se comparten las imágenes y sim-
bologías asociadas con ello.

F.n consecuencia, se puede reconocer la existencia dejóvenes


no juveniles —como es el caso de muchos jóvenes de sectores popu-
lares que no gozan de la moratoria social y no portan los signos
que caracterizan hegemónicamente a la juventud—, y denojóvenes
juveniles —como ciertos integrantes de sectores medios y altos
JÓSE F E R N A N D O SERRANO
282

que ven disminuido su crédito vátal excedente pero son capaces


de incorporar tales signos-. [Margulis, 1996: 22],

Esta cita es importante en la medida en que nos plantea dos


asuntos: si sólo se toma en cuenta la estadística de la edad se uni-
fica en una misma categoría a personas que pueden tener muy po-
co en común, pero al entatizar en la comprensión de la juventud
sólo aspectos de tipo simbólico, como hacen ciertas perspectivas
culturalistas contemporáneas, se dejan de lado sujetos que sí serían
jóvenes en la consideración de otras condiciones que inciden en el
ser juvenil.
Pérez Tornero (1997) plantea que la cultura de masas ha crea-
do una cierta "juvenilización de la cultura" en la medida en que
se ha apropiado y explotado valores específicos de los grupos de
jóvenes; entre lo juvenil y la industria cultural se establece una es-
trecha relación que, por un lado, amplía el terreno de lo conside-
rado como joven y, por otro, genera imágenes y formas de ser
juvenil con las cuales se identifican los mismos jóvenes y a las que
aspiran los no jóvenes {ibid.,p. 3). Esta estrecha relación se debe a
que, de cierto modo, los valores socialmente asociados con los jóve-
nes se corresponden con los que sustenta la sociedad de consumo;
en otras palabras, la imagen del joven se convierte en una clave im-
portante para la expresión y la consolidación de la sociedad de con-
sumo {ibid).
En los años cincuenta y sesenta los jóvenes surgen como un nue-
vo sector de mercado para el cual empieza a crearse una industria
específica: música, vestuarios, lugares de encuentro. El capitalis-
mo de postguerra, en especial en la sociedad norteamericana, en-
cuentra en aquellos sectores sociales que pueden usufructuar de la
mencionada "moratoria sodal" —losjóvenes dtlbaby boom— un con-
La investigación sobre jóvenes
283

sumidor privilegiado. Estos nuevos jóvenes, si bien no estaban di-


rectamente ligados a la producción en la medida en que se mante-
nían como estudiantes, van a permitir el desarrollo de industrias
diversas dedicadas al ocio y al uso del tiempo libre. No son produc-
tores directamente; sin embargo, fueron el sustento para nuevas
formas de capitalismo.

1.4. Adolescencia y juventud como construcciones históricas

En este deslinde de terrenos con respecto a las nociones de joven


y juventud tenemos que aclarar otro concepto con el cual se esta-
blece mucha cercanía: adolescencia. Es común encontrar una aso-
dación entre adolescencia y juventud, aunque se tienda a asumir
a la primera más como una parte de la segunda; de cierto modo,
juventud tendería a ser una noción más amplia e integraría otros
aspectos más allá de los cambios físicos y psíquicos que se consi-
deran propios del momento etario.
Señalar que la juventud o la adolescencia son categorías his-
tóricas y culturales puede entenderse por lo menos de dos modos:
uno, diciendo que los modos de ser y estar que las caracterizan
son resultado de procesos marcados por esas dos variables —cul-
tura e historia—, de modo tal que no existe una condición de ju-
ventud única o generalizable; como todo aspecto del ser humano,
es histórico, al moverse en los ejes del tiempo y, en este sentido,
podemos hablar de una "historia de los jóvenes". Es necesario se-
ñalar que es poco lo que se ha hecho sobre la juventud desde una
perspectiva de historia cultural, en parte por las dificultades que
implica su definición y por el hecho de que la pertenencia a un
rango de edad o a un momento vital son condiciones que requie-
ren un abordaje diferente de otras que pueden ser más permanen-
JÓSE FERNANDO SERRANO
284

tes a lo largo de la vida del sujeto —tipo cuestión de clase o de gé-


nero— (Levi y Schmitt, 1996); siendo precisos, con una perspec-
tiva de larga duración no se podría hablar de una historia de la
juventud, sino de varias historias de juventudes.
Por otra parte, si bien podríamos decir que siempre ha habi-
do jóvenes, ello no implica que dichos sujetos tuvieran concien-
cia de una particularidad en función de la edad; los procesos de
autonombramiento y diferenciación están también en relación con
los contextos sociales concretos y no podemos considerar que los
"jóvenes" siempre se han considerado como tales.
El segundo sentido de la afirmación apunta a que ambas ideas
—jóvenes y juventud— son categorías construidas y significadas en
momentos determinados y que responden a estilos de compren-
der un suceso particular; dicho de otra manera, son historizables.
E n lo que sigue voy a desarrollar esta segunda idea con respecto
a la noción de adolescencia.

1.5. Nuevos contextos, nuevos significados

E n el proceso de construir su realidad, las sociedades tienden a


considerar como independientes de su acción nociones o catego-
rías que, siendo sus elaboraciones, toman un carácter reificado,
externo y dado por hecho, por "natural". E n este campo han avan-
zado las teorías feministas y constructivistas al mostrar que temas
considerados como "naturales" son el resultado de relaciones de
poder que hacen ver así construcciones sociales y que se legitiman
al darle a los asuntos biológicos una condición universal (Lesko,
1996). Algo así sucede con las nociones de adolescencia y juven-
tud en las que la condición de edad y los cambios fisiológicos se
toman como condición "evidente" de una situación de tránsito que
La investigación sobre jóvenes
285

define una "era", una época especial que marca una posición dife-
renciada en la sociedad para quienes por ella pasan; esta conside-
ración los hace sujeto-objeto de prácticas, instituciones, normas,
concepciones y toda una variedad de modos de comprensión que
los ubican en el lugar considerado correspondiente con ello.
Basta revisar un fichero de cualquier biblioteca para darse
cuenta de los temas con los cuales se tiende a asociar la juventud
y la adolescencia: cambios físicos y psíquicos, dificultades de
aprendizaje, problemas de drogadicción, delincuencia juvenil,
manuales de consejo y asesorías morales. Diversos autores (Les-
ko, 1996, Feixa, 1997) han señalado que la noción de juventud
tomó un nuevo matiz con la consolidación de las ciencias socia-
les a fines del siglo pasado y con el proceso de determinación de
poblaciones susceptibles de ser aprehendidas, tratadas o estudia-
das mediante los desarrollos de las ciencias. Mientras la antro-
pología surge para ver a las poblaciones "primitivas" colonizadas
o colonizables, la sociología se encarga de estudiar a los "desvia-
dos" sociales, las poblaciones marginales urbanas o los migrantes
de los procesos industriales, y la psicología trata de determinar los
comportamientos "normales" y adecuados para el contexto social
del momento.
A su vez, las sociedades occidentales vivían por la época procesos
de cambio en el mercado laboral, urbanización, industrialización,
extensión de la escolaridad, modificaciones en la estructura familiar,
que desplazaban los lugares de los sujetos en diferencia de edad, ge-
neración, género y clase. En este contexto, la noción de adolescencia
toma un nuevo significado y genera una sene de prácticas educati-
vas, políticas, sociales, morales, y de formas de conocimiento que la
sustentaban en el lugar asignado; construida la noción, busca legi-
timarse.
JOSÉ F E R N A N D O SERRANO

286

Dice Lesko (1996) que el discurso científico sobre los jóvenes


y adolescentes surge en el momento en que la sociedad norteame-
ricana era a su vez una nación joven que vivía complejos procesos
de migraciones y cambios; tal discurso sale de las inquietudes de
los habitantes ya establecidos, blancos y de clase media, sobre el con-
trol, el orden y el progreso {ibid.,p. 145). En ese escenario se da una
serie de asociaciones entre progreso económico, civilización, gé-
nero, costumbres familiares, trabajo y conocimiento científico, que
buscan canalizarse y expresarse en el cuerpo de las jóvenes y los jó-
venes adolescentes {ibid.). De ese modo, el discurso sobre la adoles-
cencia a fines del siglo XIX e inicios del XX quedó enmarcado en
tres aspectos; (1) los cambios económicos, familiares, urbanos y cor-
porativos en los Estados Unidos; (ii) la búsqueda de un control mas-
culino al interior de las familias, las instituciones y las industrias;
(iii) la colonización y el nacionalismo como resultados de las ideas
de progreso y dominación {ibid., p. 147). Esto derivó, por ejemplo,
en la aparición de una serie de organizaciones encargadas del cul-
tivo del carácter y la construcción de una nueva masculinidad dis-
tanciada de los ámbitos femeninos, entre ellas losboy scouts o la Youth
Christian Asociation (YMCA); para este fin resultaron efectivas las
concepciones científicas de la psicología del desarrollo, que tenían
en las características de los hombres blancos de clase media su pa-
trón de referencia (ibid., p. 146).
El texto de G. Stanley Hall, Adolescence: its Psychology, and its
Relations to Psychology, Anthropology, Soctology, Sex, Crime, Religión
and Education, publicado en 1904, ofrece no sólo la partida de na-
cimiento para los estudios psicológicos de la adolescencia sino que,
además, señala en su título la agenda de los temas que se les aso-
cian a menudo. Para Hall, entre la historia de la humanidad —la
filogénesis— y la del individuo —ontogénesis— habría un paralelo,
La investigación sobre jóvenes

correspondiendo la adolescencia a la etapa de turbulencia y transi-


ción de las civilizaciones y preludio de la etapa en que ya no impe-
ran el instinto y el egocentrismo (Fdxa, 1997; Eichorn, 1974). De
cierto modo, "aquello" que se supone superado luego de la adoles-
cencia quedó asociado con lo incontrolable, lo salvaje, lo no viril,
que era ci objeto de las nacientes ciencias sociales y cuya compren-
sión permitiría superarlo (Lesko, 1996: 146).
Es en este campo que las nociones de adolescencia y juven-
tud quedan asociadas desde inicios del siglo XX con una sene de
temas considerados como comunes y generalizados a ellos: jóve-
nes vistos como seres en crecimiento y tránsito desde un esquema li-
neal y progresivo, cuyo fin último es cierto tipo de adulto; sujetos
del ineludible efecto alterador de los cambios biológicos y hormo-
nales que son considerados causa principal de todo el proceso que
viven; seres en quienes se supone que los grupos de pares tienen im-
portancia fundamental al ser soportes y copartícipes del mismo pro-
ceso {ibid).
Lesko (1996) dedica buena parte de su artículo a explicar las
razones que llevaron a asignar a los adolescentes dichas condicio-
nes, y a mostrar que ellas se dan por hecho en la caracterización de
los jóvenes, contribuyendo a crear una imagen de ellos como seres
inestables, problemáticos, determinados por algo que está fuera de
su control y, por ende, necesitados de dirección y encauzamiento.
Extendiendo aún más esta idea, Tait (1993) señala que para los ob-
jetivos de la investigación sobre jóvenes es necesario tener en cuen-
ta que el concepto de "juventud" se entiende mejor como ejemplo
de la creación gubernamental de una clase de persona en la inter-
sección de varios problemas, entre ellos el proceso de individuación,
la normalización y la regulación de las relaciones de tiempo; de este
modo, se generan al interior de las sociedades tecnologías y estrate-
JOSÉ FERNANDO SERRANO
288

gias para que los jóvenes moldeen sus conductas de acuerdo con la
noción construida de juventud.
Resumiendo, podemos aseverar que conforme a estas nociones
la adolescencia y la juventud quedan convertidas en asunto d t con-
trol: control por parte de la familia, la educación, el Estado; control
necesario, pues el ser del joven queda definido por defecto —lo que
no tiene, pero va a tener— y sólo mediante él se garantizará que el
objetivo se logre. Al ser definido por la ausencia, el joven queda
sin estatus, sin voz propia, y es allí donde el discurso del científico
viene a ocupar su lugar, en una práctica similar a la de la antropo-
logía colonialista que hacía del otro un sujeto del que se habla pero
que no habla por sí mismo. El adulto, el científico, el educador, se
convierten en los encargados de "conducir el camino" del adoles-
cente desde su "inestabilidad" hacia la inevitable madurez, modelo
que no es sino el resultado de una repetición de las relaciones de
poder en el interior de la sociedad 2 . Lo que quiero señalar aquí es
que las características asignadas y/o asociadas con el ser juvenil son
el resultado de un proceso histórico y cultural, y que no existe una
"naturaleza" juvenil o adolescente independiente de los contextos
vividos. Si pretendemos establecer una forma de comprender lo que
sucede con los jóvenes hoy es necesario que empecemos a "desna-
turalizar" aquellas concepciones que hemos dado por sentadas e
iniciemos un proceso de reconceptualización de la noción de joven
y juventud, pensado desde la cultura y la historia.

2
Esto se hace evidente, por ejemplo, al observar que en nuestro país una de las
nociones comúnmente asociadas a los jóvenes y adolescentes es la de "población en
riesgo", la cual supone que estos sujetos son susceptibles de volverse problema, pero
que, si se toman las debidas "precauciones", es posible evitar que ello suceda: "están
en riesgo de... pero si actuamos sobre ellos...".
La investigación sobre jóvenes
289

2. Fos jóvenes como sujetos/objetos de investigación

En este segundo aparte voy a discutir las formas en que los jóvenes
y la juventud han sido abordados por las ciencias que los estudian.
Se trata de señalar los lugares desde los cuales ello se ha hecho y los
efectos que tienen en la comprensión de lo juvenil.

2.1. Control, ajuste, orden: integrar al joven

Decía en el aparte anterior que en el contexto de las ciencias so-


ciales las nociones de juventud y adolescencia nacen en el marco
de la psicología del desarrollo; esta asociación se prolonga incluso
hasta la actualidad si tenemos en cuenta que el término "adolescen-
cia" tiende a estar más cercano a perspectivas psicológicas y peda-
gógicas que a otras ciencias sociales. Veremos ahora los recorridos
de las miradas a la juventud en otras disciplinas.
U n primer grupo de miradas tiene su origen en las perspecti-
vas psicoanalíticas, para las cuales resulta válida la equivalencia en-
tre joven y sujeto en tránsito, necesitado de control y conducción.
Por lo que parece, a la par que Hall iniciaba sus reflexiones sobre
los jóvenes en el contexto descrito, Freud iba haciendo algo similar
pues publicó un año después que Hall su primer ensayo dedicado
al tema (Eichorn, 1974); a pesar de las distancias entre ambos, com-
partieron inquietudes similares: consideraron la maduración sexual
como un factor que causa fuerte impacto en la psique, lo que hace
de la adolescencia una etapa transitoria de perturbaciones y contra-
dicciones que terminan con la madurez psicológica del desarrollo
genital (Eichorn, 1974: 77). Por su parte, Otto Rank ordenó los
estadios de la vida de acuerdo con el desarrollo de lavoluntad, ha-
ciendo de la adolescencia una etapa crucial en el paso hacia el con-
JOSÉ FERNANDO SERRANO
290

trol de los impulsos; hacia los años cincuenta, Gesell propuso el


concepto de "maduración" y describió los tipos de conducta asocia-
dos con cada año de la vida, de una manera sucesiva {ibid).
Por aquella misma época, Sullivan defendía la división del de-
sarrollo por estadios y señalaba las tendencias que los marcarían: en
la adolescencia irrumpe la sexualidad genital, se desplaza la incli-
nación afectiva hacia una persona del otro sexo, se establecen las
dinámicas del deseo, la intimidad y la búsqueda de seguridad; si-
guiendo con este autor, la adolescencia termina cuando se alcanza
una "norma de conducta que satisface la dinámica del deseo", se
consolida y se equilibra el yo y se amplía la capacidad simbólica
(Eichorn, 1974: 78). Por su parte, Erik Erikson señaló una divi-
sión en estadios de acuerdo con la resolución de las crisis psicoso-
ciales que se presentan en cada una de ellas, y las relacionó con la
construcción de la identidad. Algo semejante hicieron Spranger y
Piaget al considerar que en los sujetos se presenta el "desarrollo de
estructuras mentales o cognitivas" que determinan modos de rela-
ción consigo mismos y con su entorno.
Esa perspectiva de establecer etapas en el ciclo vital y asociarle
a cada una de ellas comportamientos y conductas esperadas ha he-
cho parte de uno de los modos de comprensión más comunes para
abordar la juventud; el joven se ve como sujeto de crisis inevita-
bles que deben ser superadas para alcanzar la madurez. Podemos
considerar que así se determina un modelo del desarrollo de los
sujetos que permite establecer cuándo hay una desviación del com-
portamiento esperado y proponer las terapéuticas correspondientes
a ello. E n este sentido, se continúa con lo dicho antes con respecto
a la asociación entre juventud y control conforme a una perspectiva
psicoanalítica.
La investigación sobre jóvenes
291

2.2. Contra los universales y en busca de la integración

La antropología y la sociología han cumplido también un papel en


las formas de entender la juventud y, si bien existen algunas di-
ferencias metodológicas y teóricas, ambas disciplinas van a tomar
caminos similares en el tema. Según Feixa (1997), el estudio an-
tropológico de la juventud surge a fines de los años veinte en dos
escenarios: el debate naturaleza-cultura en la comprensión de las
sociedades primitivas y los problemas que venían apareciendo en
las sociedades urbanas. Eos antropólogos de aquella época —Boas,
Alead, Benedict, Malinowski— buscaban en una orientación rela-
tivista contrastar teorías que estaban en boga en el momento, como
las de Hall, mediante comparaciones interculturales; algunos de
ellos mostraron que las características consideradas como universa-
les por Hall o Freud no eran ciertas y que más bien lo que existía
era una variedad de pautas culturales y rituales que, si bien marca-
ban momentos en la vida de los sujetos, no estaban necesariamen-
te supeditadas a los aspectos biológicos; de igual modo, señalaron
que la supuesta rebeldía del adolescente era una característica de
ciertas sociedades, pero que había otras en las cuales el asunto se
daba de distinta manera (Eichorn, 1974; Feixa, 1998). Así, Mead
propuso que en Samoa la adolescencia era una etapa particularmen-
te tranquila y armónica, lo que contrastaba con lo observado para
las sociedades occidentales de la época (Feixa, 1998). Si bien esta
postura de Mead va a ser posteriormente criticada {ibid.), el hecho
es que puso en duda la cuestión de la universalidad de las caracte-
rísticas de la juventud y planteó la necesidad de contextualizar las
afirmaciones hechas sobre los jóvenes.
Por la misma época —años treinta— aparecen dos trabajos que
van a marcar un punto de partida y tradiciones importantes en los
JOSF, FERNANDO SERRANO
2g2

estudios de jóvenes urbanos: The Gang, de Frederik Thrasher, y


Middletown, de Robert y Helen Lynd; en el primero se estudiaban
las bandas juveniles como resultado de los desajustes sociales pro-
vocados por las migraciones y la anomia urbana; el segundo mira-
ba la vida de los jóvenes de una high school y señalaba la importancia
que tenían para ellos la diferencia generacional, el ocio y la escuela
(Feixa, 1998). Mientras el trabajo de Thrasher se basaba en las teo-
rías de la Escuela de Chicago con respecto a la formación de la vida
urbana y las poblaciones "en conflicto", en el segundo se sustenta-
ban las teorías de Parsons, que señalaban la aparición de los gru-
pos de edad como formadores de una cultura consumidora nueva,
hedonista e interclasista, y su papel en la cohesión social {ibid), no-
ción básica en el modelo funcionalista de análisis social.
Es importante señalar que el estudio de los fenómenos de ban-
das y las formas de delincuencia juvenil ha sido (y lo es aún) uno de
los temas constantes en los estudios sobre jóvenes, generando un gran
volumen de trabajos, publicaciones e instituciones especializadas en
ello. También se debe considerar que en los años cincuenta y a ini-
cios de los sesenta, con el boom demográfico de la postguerra, los
jóvenes se consolidan como un nuevo sector del mercado y surgen
productos para ellos: la música y toda la industria que genera, los
ídolos juveniles, la televisión.
En el caso de estas perspectivas de estudio, el referente para
comprender a los jóvenes sigue siendo similar al señalado antes pa-
ra las perspectivas psicológicas: bien sea mirando las bandas -los
jóvenes conflictivos— o la vida de la high school -los jóvenes integra-
dos—, se trata de determinar las formas en que los jóvenes partici-
pan o se desajustan del orden social; del mismo modo, la inquietud
por el control se mantiene, esta vez mirándosela desde lo social y en
el eje anomia/integración.
La investigación sobre jóvenes
293

2.3. E l joven rebelde: clase, contracultura y cultural studies

Podemos decir que en los estudios señalados hasta el momento la


constante es cierta mirada pesimista sobre los jóvenes: están en pe-
ríodos vitales de turbulencia y cambios sin control, son resultado
de crisis urbanas, o bien están integrados al sistefna y llevan vidas
triviales determinadas por el ocio y la sociedad de mercado. Hacia
los años sesenta diversos estudios van a señalar el carácter conflic-
tivo y diverso de las culturas juveniles y a mostrar, en cierto modo
de manera optimista, que los jóvenes eran otra cosa. Surge enton-
ces el estudio de las subculturas y contraculturas, de las formas de
rebeldía y oposición al sistema, que intenta separarse de las miradas
hechas desde lo criminalístico y lo funcionalista y se acerca más a lo
simbólico y cultural. E n esto la llamada Escuela de Birmingham
ocupó un lugar particular.
Su papel, en particular el de su Centre of Contemporary Cul-
tural Studies y en general el de una serie de investigadores marxis-
tas británicos que confluyeron en ella, requiere una análisis que no
es sólo para las culturas juveniles, pero que en todo caso tuvo allí
uno de sus principales puntos de partida; además, los cultural studies,
que constituyen hoy una de las perspectivas transdisciplinarias más
importantes para el estudio de lo contemporáneo, tuvieron su ori-
gen en ese ámbito. Estamos hablando de un grupo de profesores y
de investigadores que desde fines de los años cincuenta empiezan a
elaborar una perspectiva particular para la comprensión de fenóme-
nos como los medios masivos de comunicación, las culturas popu-
lares, las formas de resistencia, las modas o las culturas juveniles;
de origen popular, cercanos a la literatura y la militancia política en
el marxismo, R. Hoggart, R. Williams, E. P. Thompson y S. Hall
se van a preocupar por entender la dinámica cultural integrando la
JOSÉ FERNANDO SERRANO
294

inquietud por la cuestión de clase en un análisis propio; altamente


influidos por los planteamientos de Gramsci, se interesan por com-
prender las maneras como los sujetos reaccionan ante las formas de
dominación, junto con los efectos que ello genera en la creación cul-
tural. La inquietud por el punto de vista de los sujetos y los "usos"
que ellos hacen de los objetos y fenómenos de la sociedad contem-
poránea condujo a que el método etnográfico ocupara un lugar im-
portante en sus trabajos.
De este modo, la perspectiva que este grupo de pensadores in-
troduce traía consigo cambios epistemológicos, metodológicos e in-
cluso políticos, pues en ellos la inquietud por revelar las rdaciones
entre cultura y poder tenía un objetivo hacia el cambio social. Los
estudios culturales van a proponer nuevas problemáticas que se co-
rrespondían con los fenómenos experimentados por las generacio-
nes del momento y que llevan a la revaloración de aspectos antes no
tenidos en cuenta, como lo popular y lo juvenil. Resulta llamativo
que los trabajos sobre jóvenes y culturas juveniles hayan sido de los
primeros y más importantes en el desarrollo de los estudios cultu-
rales, lo que nos hace pensar en el impacto social que dicho fenóme-
no tenía, pero también en su potencial analítico de lo cultural.
Los trabajos que desde esta perspectiva se van a hacer sobre los
jóvenes marcan un desplazamiento de los esquemas anteriores, en
la medida en que retoman la importancia de la cuestión de clase en
una perspectiva cultural, se preocupan por los usos y las formas de
resistencia y se procuran un acceso al punto de vista del sujeto im-
plicado; para ello combinan propuestas gramscianas, semióticas,
estructuralistas, literarias y de historia social. Mantienen, sin em-
bargo, una conexión con la Escuela de Chicago en su inquietud por
los comportamientos desviados y las subculturas, que se hace evi-
dente en sus trabajos sobre la juventud.
La investigación sobre jóvenes
295

En este escenario surgen tres importantes trabajos: S. Hall y T


Jefterson, Resístame through Rituals. Youth Subcultures in Post-War
Bntain (1975); P Willis, Fearning to Fabour. How Working Class
Kids Get Working Class Jobs (1977), y D. Hebdige, Subcultures. The
Meaning of Style (1979).
El primero cuestionaba el planteamiento según el cual, con la
abundancia de la postguerra, había aparecido una juventud mar-
cada más por su condición de edad que por la de clase y sugería
que las subculturas juveniles constituían una respuesta de los jóve-
nes de clase obrera tanto a la cultura hegemónica como a la cultura
de clase de sus padres (Beezer, 1994). Así, los estilos, los vestuarios,
las identidades, las pertenencias territoriales, son mirados en su di-
mensión de rituales de resistencia, más que como figuras explícitas
de oposición política {ibid). En una dirección similar, Hebdige se
fundamenta en planteamientos estructurales y semióticos para bus-
car la "gramática", la "ideología anónima" de las subculturas juve-
niles —en el caso de lospunks— y mostrar lo que comunican con sus
estilos a ellos mismos y al resto de la sociedad; leyendo sus signos,
Hebdige encuentra los excesos, las contradicciones, los sistemas de
relaciones que conectan las subculturas de los jóvenes blancos y de
los jóvenes negros, y muestra que, si bien en un momento se pre-
sentan como subvertoras, luego se incorporan a la sociedad a través
de la ideología y la mercancía {ibid., p. 125). El texto de Willis re-
presenta otro hito en esa misma perspectiva. Basado en un estudio
etnográfico acerca de un grupo de jóvenes que terminan la escuela
a comienzos de los años setenta, se pregunta por los procesos que
ellos siguen para insertarse en el mundo del trabajo. Willis hacía par-
te de un grupo de estudio sobre la educación en el Centro de Estu-
dios Culturales Contemporáneos y se hallaba interesado en que su
obra tuviera un impacto en el ámbito pedagógico; por ello cuestio-
JOSÉ FERNANDO SERRANO
296

naba la llamada sociología de la desviación y su uso en los estudios


de jóvenes, ya que veía en sus expresiones culturales tipos de reac-
ción a la cultura dominante; se diferenciaba de Hebdige al enfati-
zar la cuestión de clase en su articulación con la cultura y no con las
formas simbólicas aisladas (Skeggs, 1994). Además de proponer
un estilo de escritura en el cual se destaca la voz del otro, este libro
de Willis muestra las relaciones entre la estructura social y la sub-
jetividad, señala las percepciones y respuestas de los jóvenes frente
al sistema educativo, las formas de diferenciación de unos jóvenes
hacia otros, y muestra las articulaciones entre juventud, raza, sexo y
relaciones de género en la perspectiva masculina {ibid.)3.
Revisando lo dicho hasta aquí podemos señalar que: 1) la pers-
pectiva de estudio generada desde los cultural studies se diferencia
de otras en la medida en que centra su análisis en los jóvenes como
sujetos portadores y productores de cultura y no en una mirada ex-
terna que los ve disfuncionales o anómicos; 2) el recurso a la etno-
grafía, la entrevista a profundidad, la observación participante, el
reconocimiento del lenguaje y la textualidad de los jóvenes se con-
vierten en la vía para acceder a la particularidad cultural juvenil, a
diferencia de los test psicológicos o los estudios criminalísticos usa-
dos en otros abordajes; 3) por los marcos teóricos en que se basan y

3
En 1990, Willis y otros autores publican un libro en el que parten de una
etnografía de jóvenes de sectores obreros para desarrollar una teoría de la acción
social y de la formación de las identidades individuales y colectivas; mediante una
revisión de la creación simbólica, la estética, la vida cotidiana, el ocio, la relación con
los medios, la música popular, la moda de estos jóvenes, entre otros aspectos, los
autores consideran que la cultura oficial ha perdido su lugar dominante por causa de
la producción de significados en la creación cultural popular; ello ha afectado los
sentidos de identidad de losjóvenes, las formas que tienen de entenderse a sí mis-
mos, a los otros y a la sociedad en general.
La investigación sobre jóvenes
2
97

las tendencias académicas en que se inscriben, la cultura juvenil es


vista en una dimensión de oposición, resistencia o desafío a una cul-
tura hegemónica y adulta; 4) se privilegia la observación de expre-
siones juveniles de sectores populares o de "culturas espectaculares",
tipo punks; 5) si bien en estos estudios aparecen preguntas por las
relaciones de género o la raza, son hechos por hombres y sobre hom-
bres jóvenes y tienden a asociar jóvenes con varones; 6) con el tiem-
po, esta perspectiva de estudios ha sobrevalorado las dimensiones
simbólicas por sí mismas, separándose de los postulados iniciales al
desligar las culturas juveniles de su lugar en las relaciones de hege-
monía y las condiciones materiales de existencia4.
Lo que se nota en estos textos es que la pregunta por la cultura
empieza a tomar lugar principal en los estudios de jóvenes, acer-
cándonos a una comprensión más propia e interna de sus mundos,
en contraste con los estudios sobre la delincuencia juvenil y las for-
mas desviadas de los comportamientos que mantenían y han man-
tenido una mirada enjuiciadora y normalizante. Cuando optan por
la noción de culturas juveniles, se da un desplazamiento importante
en los paradigmas de estudio sobre jóvenes, que desarrollaré a con-
tinuación.

4
En "La institucionalización de los estudios de la comunicación", Mattelart
(1997) hace un revisión crítica de la tradición de los estudios culturales surgida en
Inglaterra y generalizada hoy como perspectiva de análisis contemporáneo, en la
que muestra los desplazamientos que se dieron desde los postulados iniciales basados
en el marxismo y la historia social hacia tendencias desligadas de la inquietud por las
condiciones de existencia y las relaciones de hegemonía; el autor señala la importan-
cia de los cultural studies en la comprensión de las sociedades contemporáneas, pero
es crítico respecto a su institucionalización y 'diboom que han tenido en la actualidad,
más cuando se han alejado de los planteamientos iniciales, muy ligados a la búsque-
da del cambio social. De la importancia que la noción de cultura tuvo en sus inicios,
J O S É F E R N A N D O S F. R R A N ()

298

2.4. El auge de las culturas juveniles

Las expresiones "subculturas juveniles" o "culturas juveniles" po-


nen juntas dos categorías de muy complejo análisis. Lo importan-
te a señalar en este texto es el desplazamiento que suponen en las
formas de abordar a los jóvenes y a sus expresiones. Pensar que hay
culturas juveniles significa darles tanto a los jóvenes como a sus
productos un estatus propio, que ya no es tan sólo el resultado de la
imposición de la cultura dominante o del mundo del control y de
los adultos sobre ellos, sino que implica su potencial y su particula-
ridad como agentes sociales específicos.
Veamos un poco más en detalle cómo se ha abordado esta rela-
ción juventud/cultura. Revisando lo dicho antes, una primera for-
ma de abordar la relación viene de la Escuela de Chicago y de sus
estudios sobre las bandas de jóvenes urbanos que surgen al margen
del sistema social durante la depresión de los años treinta; allí, la idea
de subcultura aparece asociada a manifestaciones juveniles impre-
vistas no integradas dentro del marco social mayoritario (Pérez Is-
las, 1998). Brake (1985) señala que las subculturas surgen como
respuesta a problemas colectivos y que generan una forma de iden-
tidad colectiva en la cual se inscribe la identidad individual; ade-
más, dice, en las subculturas juveniles se reflejan las desigualdades
de clase y su relación con la producción, cuestión que no se había
tenido en cuenta en los estudios clásicos sobre las subculturas.
A la mirada "delincuendal" sobre los jóvenes es que reacciona
el grupo de autores de los cultural studies, para quienes los jóvenes

los cultural studies de hoy la volvieron una noción instrumental, y del radicalis-
mo del principio pasó a una ambigüedad debido a la mercantilización del conoci-
miento. Véase revista Lelos, N " 4 9 (Madrid: s. cf, marzo-mayo de 1997), p. 144.
La investigación sobre jóvene:
299

son expresión de rebeldía y resistencia; en ellos, la relación juven-


tud/cultura se resuelve hacia el lado de las contraculturas juveniles .
Cambia la mirada a la vez que cambian los jóvenes mismos, pues
desde fines de los años sesenta y durante los setenta se va a dar una
serie de manifestaciones juveniles que requerían nuevos enfoques
de comprensión; es la época de las formas contestatarias, la rebeldía
juvenil a los valores tradicionales, el uso de sustancias que amplían
la conciencia, las expresiones culturales alternativas y el auge del
mundo underground. De este modo, la noción de "contracultura" se
asocia con categorías como lo marginal, lo reactivo, la crítica a lo
hegemónico, las culturas populares y una cierta mirada esperanza-
dora al supuesto cambio que allí se estaba generando, y no sólo con
lo subordinado que implica la idea de "subcultura".
Siguiendo con Pérez Islas (1998), un tercer enfoque en la rela-
ción juventud/cultura surge del rock y de las industrias culturales
vistas como el centro de las culturas juveniles contemporáneas; cabe
señalar que el rock y la cultura que gira en torno a él son algunos de
los referentes fundamentales en la expresión y comprensión de las
culturas juveniles contemporáneas. En esta versión de cultura juve-
nil se unen tanto las contradicciones con el sistema en general como
la integración hecha por efecto de la sociedad de mercado; juven-
tud v consumo se hacen términos bastante relacionados v la cues-

El cambio en la sociología de la juventud de la noción de "subcultura" a la


de "contracultura" había sido señalado por Smith ( 198 1) al considerar que, luego
de los debates sobre la materia que tuvieron lugar durante la década de los sesenta,
surgió un nuevo acercamiento basado en el marxismo y las teorías de la reacción
social; en esta perspectiva se enfatiza la cuestión de clase y el concepto de "subcul-
turas" como "termas de resolver problemas". El mismo autor señala que, si bien
desde esta tendencia se han hecho Imjiortantes contribuciones, hay problemas teó-
ricos y metodológicos que limitan su alcance.
JOSÉ FERNANDO SERRANO
300

tión de clase deja de ser el factor determinante en el análisis, en la


medida en que la economía vuelve mercancías los símbolos de la con-
tradicción y la contestación, y se generan expresiones culturales
transclasistas; con ello, además, las ofertas de identidad se diversi-
fican6.
Si bien la pregunta por las culturas juveniles implica un avan-
ce importante en la comprensión de dicho grupo social, la forma
en que se ha hecho desde tres posibilidades —delincuentes, con-
testatarios o consumistas— ha determinado los desarrollos investi-
gativos, en particular en América Latina, al menos hasta mediados
de los años ochenta (Pérez Islas, 1997), y sigue manteniendo una
mirada parcial y "adultocéntrica" que cuestiona seriamente los
modos de investigar lo juvenil.

2.5. Hacia el presente

Desde mediados de los años ochenta hasta hoy se han dado unos
cambios que llevan a replantear esquemas previos para abordar a
los jóvenes y que proponen nuevas nociones: 1) los esquemas di-co-

Wallace y Kovacheva (1996) apuntan las diferencias en las formas de consu-


mo cultural en Europa del Este y del Oeste; mientras que en los países soviéticos las
formas de consumo cultural juvenil expresaban la contradicción con las autoridades
y el régimen hegemónico, en la Europa Occidental estaban más relacionadas con el
ocio y la contradicción con el mundo del trabajo, aunque los objetos de consumo y
las culturas juveniles fueran similares; las autoras concluyen que si bien cada vez es
más evidente la generalización de los símbolos del consumo, las formas del ser joven
están atravesadas por tantos aspectos que no es posible pensar una homogeneización
de las culturas juveniles y, más bien, lo que podemos ver es que las identidades juve-
niles se extienden hacia otras identidades y grupo de edad, dejando de ser marcado-
res exclusivos de una diferencia generacional.
La investigación sobre jóvenes
301

tómicos para comprender lo social —dominante/dominador, po-


pular/oficial, moderno/tradicional— dan paso a modelos que enfa-
tizan las interrelaciones y mediaciones; 2) los nuevos movimientos
sociales empiezan a hacer reivindicaciones que no caben en los es-
quemas totalizantes de la cuestión de clases o ia opresión centro/
periferia, y se hacen necesarias nuevas formas de comprender va-
riables étnicas, de género, de ubicación geográfica o de orientación
sexual, entre otras; 3) por ello la relación investigador/objeto de in-
vestigación es muy cuestionada y se abren paso teorías y tendencias
interpretativas, microinvestigativas, emotivas, feministas, autonom-
bradas, que cambian las formas de hacer ciencia; 4) en general, la
crisis de la década, sobre todo en América Latina, pone a los jóve-
nes y a los estados ante nuevos problemas: desempleo, crecientes
migraciones campo/ciudad, lo urbano como nuevo factor de aten-
ción, multiplicación de las formas de violencia7.
E n este marco surgen investigaciones sobre los jóvenes que con
una perspectiva etnográfica enfatizan sus puntos de vista, buscan
comprender sus diversidades, sus cambios, sus expectativas, sus ex-
presiones culturales, sus adaptaciones y sus negociaciones con los
procesos culturales generales: Inglaterra, Canadá, México, Brasil,
Portugal, España, Argentina, ven aparecer otra forma de entender
la relación juventud/cultura, en la cual se hacen fundamentales lo
simbólico, lo interpretativo, lo cotidiano, las formas de apropiación.
Los estudios sobre los jóvenes venían haciéndose sobre poblacio-
nes muy concretas, y desde ellas se generalizaba al resto de la po-
blación; el referente de los jóvenes escolarizados de clase media que
había estado presente, o bien el de aquellos sectores particularmen-

' En Latinoamérica los estudios sobre jóvenes toman fuerza con los efectos
de la crisis de los ochenta; en 1979, la Asamblea General de las Naciones Lóiidas
JÓSE F E R N A N D O SERRANO
302

te conflictivos, tiende a desplazarse hacia la observación de sujetos


que antes no se tenían en cuenta, para mostrar que la j u v e n t u d no
era una condición dada por hecho, ni h o m o g é n e a y monolítica.

Ahora estamos en el punto de que ya se reconoce entre los


estudiosos de lo cultural a la juventud como un sector social espe-
cífico con rutinas culturales peculiares o con experiencias colectivas que
definen un tipo de inserción en la sociedad, el cual los conduce a actuar
bajo competencias específicas de reconocimiento/apropiación de los pro-
ductos de los procesos culturales especializados [Pérez Islas, 1998. Cur-
siva en el original].

Ahora p o d e m o s ubicar el surgimiento de los actuales estudios


sobre jóvenes en Colombia. N o es nuevo señalar que con el sicaria-
to y la impactante aparición de formas de violencia juvenil u r b a n a

declara el año de 1985 como el Año Internacional de la Juventud, con los temas de
participación, desarrollo y paz, en respuesta al reconocimiento de las dificultades
que este sector social vivía v que cada vez se hacen más evidentes. Por la misma
época, la Comisión Económica para América Latina, CEPAL, patrocinó una serie
de investigaciones en vanos países latinoamericanos para determinar las condiciones
de vida de la población juvenil; ello dio como resultado vanos documentos que
pusieron en evidencia lo que estaba sucediendo en la región: falta de empleo rural y
urbano, cambios en la estructura familiar, migraciones hacia las ciudades, taita de
educación, nuevos procesos de socialización en los jóvenes, entre otros aspectos.
Como ejemplo de ellos, por esta época se publica en QolomhvaAusencia de futuro, de
Rodrigo Parra, reflejo del panorama desolador que sobre la adolescencia se bos-
quejaba en el momento. De este modo, a mediados de la década de los ochenta los
estudios sobre los jóvenes toman en América Latina un matiz especial pues a los
cambios que se venían dando en los paradigmas para comprenderlos, se suman las
nuevas exigencias de conocimiento hechas por los Estados y las entidades interna-
cionales; en este contexto cobra importancia el tenia de los jóvenes marginados por
los efectos de la crisis, en particular las bandas juveniles urbanas.
La investigación sobre jóvenes

el país se da cuenta de que un nuevo actor social irrumpe en el es-


cenario nacional, eljoven délos sectores populares. Si bien ya "exis-
tía", con esta "aparición" logra nuevas formas de hacerse evidente,
de desarrollar redes e identidades que, siendo proscritas en marcos
de delincuencia y violencia, le permiten crear mecanismos de per-
manencia y consolidación como sujeto particular (Valenzuela, 1998).
YApunk, el rock pesado, los conciertos de barrio, la simbología reli-
giosa y los problemas de jóvenes hijos de desplazados por alguna
de las múltiples formas de violencia de nuestro país, constituyen el
escenario para la aparición en escena de este nuevo actor social; es
necesario señalar que este fenómeno se presentó en otros países la-
tinoamericanos, lo cual hace pensar en las crisis económicas y polí-
ticas del contexto internacional que llevaron a ello.
La atención que este fenómeno ha requerido, viene generando
en América Latina una reflexión sobre las "identidades proscritas"8
(Valenzuela, 1998), que ya no ve a un joven aislado en su desajuste
con la sociedad, como se hacía antes en los modelos dedincuenciales
y criminológicos, sino que trata de observar las culturas juveniles
producidas por la marginadón, la crisis económica, la falta de ex-
pectativas laborales y vitales. A nivel general sigue habiendo una
mirada al joven como "peligroso", pues de lo contrario no se expli-
caría la violencia selectiva que ejercen contra ellos escuadrones de
"limpieza social" y grupos que se abrogan el derecho de mantener
cierto orden social. Sin duda, también algunos de esos mismos jó-
venes llegan a comprender tanto esta lógica de la violencia que
hacen de ella su forma de vida y usan la imagen que se les asigna
para legitimarse; si se los ve violentos, se hacen violentos, lo cual
genera un círculo vicioso de imágenes y de estereotipos que llevan
al aumento de las distancias entre unos y otros. Surgen entonces en
nuestro país expresiones del tipo cultura del sicariato, cultura del
JOSÉ FERNANDO SERRANO

3°4

narcotráfico o cultura de la muerte como nuevos calificativos asocia-


dos a las culturas juveniles; lo que antes era disfunción social,
anomia, se vuelve "cultura", una forma de vida con una historia,
unas razones y unas expresiones.
De este modo, a la noción de juventud como "población en
riesgo" que se anunciaba desde los ochenta por efectos del des-
empleo y la pobreza se suma una nueva condición, el riesgo de ser
actor y víctima de violencia. Surge entonces otra noción asociada,
la "prevención", que caracteriza acciones sobre los jóvenes con ini-
ciativas tanto públicas como privadas a muy diversos niveles. Lo
interesante es que gran parte de lo que se quiere prevenir en el jo-
ven proviene del mundo adulto: alcohol, drogas, sexo comercial,
armas, muerte, violencia.

Los supuestos en los cuales se sustentan las diferentes ac-


ciones sociales para conseguir estos objetivos (de prevención)
están enmarcados en la idea de que la adolescencia es un perío-
do que requiere control social, para lo cual es necesario diseñar
estrategias de institucionalización que permitan la vigilancia, a
la vez que faciliten el discurso moral de los adultos, encaminado
a instruir sobre los peligros que asechan a la juventud y a la so-
ciedad [Cajiao, 1995: 31].

"Por ello hemos definido las identidades proscritas como aquellas formas de
identificación rechazadas por los sectores dominantes [...] los miembros de los
grujios o las redes simbólicas proscritas son objeto de caracterizaciones peyorati-
vas y muchas veces persecutorias. |... ] encontramos desde agrupaciones políticas
con posiciones ideológicas contrarias a los sistemas dominantes, grupos étnicos,
grupos con adicclón a las drogas, grujios religiosos, grupos de nudistas, o algunos
grupos o redesjuvemles, como ha sido ei caso de los beatmks, los pachucos, los
hippies, los cholos, los punks, los chavos banda, los tunkies" (Valenzuela, 1998).
La investigación sobre jóvenes
3°5

Con la asociación adolescencia/necesidad de control se generan


políticas y programas específicos que conforman una imagen ge-
neral de los jóvenes, no siempre coincidente con sus condiciones y
necesidades y que se enfrenta con otra que circula en la publicidad
y los medios de comunicación: el joven banal, consumista, con ex-
ceso de tiempo libre, desinteresado por las "cosas importantes" del
mundo y de la vida; mientras al primero hay que "controlarlo", al
segundo hay que "recrearlo", imágenes ambas que son resultado
de las relaciones de poder y control que surgen del mundo adulto.
Ante esas imágenes reaccionan los jóvenes con una variedad de
expresiones que las replican o las reelaboran mediante procesos de
identidad y agrupación que no corresponden a los comportamien-
tos esperados.
Esta situación de desfases y contradicciones entre las miradas
adultas, públicas y estatales con las dinámicas de las culturas juve-
niles viene siendo detectada en las investigaciones más recientes en
el país que, saliendo del referente de la violenda y las "poblaciones
marginales", se acercan hacia otros modos del ser juvenil. Una de
las más importantes es el Proyecto Atlántida, encabezado por la
Fundación FES, sobre adolescencia y escuela. El proyecto no sólo
logró hacer un recorrido por diversos lugares del país ofreciendo
un panorama amplio y diverso de la juventud nacional, sino que
además mostró, desde una perspectiva cualitativa, la magnitud de
las desfases entre el mundo adulto y el mundo de los jóvenes, en
particular en el escenario de la escuela, la cual se mueve en un tiempo
"atrasado" (Cajiao, 1996).
En otros estudios recientes la pregunta jxir la cultura se ha re-
suelto hacia el lado de la formación de identidades a través del con-
sumo de algunos objetos culturales como el rock (Muñoz, 1998;
Serrano, 1998)oelra/> (Perea, 1998) y el tema de contraculturas en
JOSF, FERNANDO SERRANO
306

escenarios de violencia (Salazar, 1998). En este momento es difícil


hacer balance de lo que se está investigando, pero se nota que el re-
curso al concepto de cultura —en una variedad de formas de enten-
derlo- se hace fundamental, lo cual amplía (o hace un giro en) la
mirada "violenta" a los jóvenes, que ha imperado hasta el momen-
to en el país.
Al observar los modos como se ha venido desarrollando la in-
vestigación sobre jóvenes y las dinámicas propias a sus culturas,
se hace evidente la necesidad de nuevos abordajes y perspectivas de
comprensión que se salgan de la mirada controladora, normalizan-
te y adultocéntrica que ha predominado hasta este momento. Para
asumir los cambios señalados se requiere una perspectiva de inves-
tigación particular, no sólo por las categorías que se asuman, sino
por el sentido y el modo de operar que supone dicha perspectiva de
estudio. N o se trata de hacer de los jóvenes un nuevo "objeto" de
estudio, riesgo en el cual estamos ahora, pues repetiríamos esque-
mas científicos que ya se encuentran agotados; tampoco es ir contra
el conocimiento y desconocer el papel que éste cumple en el escena-
rio social actual. El reto que tenemos es crear nuevos lugares y for-
mas de relacionarnos unos y otros que contribuyan a la creación de
nuevos proyectos sociales.

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Nota: Los artículos marcados con asterisco (*) fueron citados de


sus resúmenes en Sociofile, base de datos en CD-Rom.
Creación estética juvenil:
una experiencia plástica y visual
en la Academia Superior de Artes de Bogotá

Luz Guillermina Sinning

H-sta ponencia parte de tres preguntas surgidas durante una labor


docente e investigativa en un espacio y un tiempo concretos. Son
preguntas que sin cesar tratan de ser respondidas o reformuladas
en constante interacción con jóvenes muy interesantes, como repre-
sentantes de las nuevas generaciones, por sus diversos orígenes e
historias y por tener en común un mismo lugar de encuentro.
Son preguntas que contextualizan una trayectoria académica
o, de manera más contundente, la muestran en un proceso de com-
plejidad cultural contemporánea esencialmente urbana en que se
expresan muchas de sus muy diversas especificidades y sus cone-
xiones e interpretaciones con otras latitudes.
Son preguntas atravesadas por preocupaciones de muy distinta
índole y que pueden ser abordadas desde diversos saberes de ma-
nera interdisciplinaria. Pero, ante todo, son preguntas que impli-
can la gran problemática de la formación en el arte y, en especial,
la gran problemática de esa formación en los ámbitos de la crea-
ción artística en un contexto de nuevas y contradictorias sensibili-
dades.
Son preguntas que confirman, citando a Lyotard, que educar
e instruir son actos filosóficos para convocar no sólo como maes-
tro a la reflexión, sino a la vez a la autorreflexión.
Creación estética juvenil: en la Academia de Artes de Rogóla
311

La primera pregunta es: ¿hasta dónde la globalización con el de-


terminante uso de los medios de comunicación y particularmente con la
reiteración de la imagen y la velocidad en la disponibilidad de muy di-
versas informaciones ha cambiado la sensibilidad de los jóvenes de nues-
tro contexto urbano?
Como ya es sabido, el fenómeno de la globalización con sus
sofisticados procesos de producción y consumo ha generado imagi-
narios comunes de tal magnitud que ha tocado de una u otra forma
a toda la sociedad contemporánea. Pero si dichos imaginarios han
constituido una sintaxis y una semántica que se reconocen y son asu-
midas en diversas latitudes, rompiendo fronteras y límites cultura-
les y haciendo sentir a los individuos que estando aquí o allá están
como en un mismo lugar —desde el tradicional viaje hasta el simu-
lado por las autopistas de la informática—, también han generado
otras formas de representaciones simbólicas, tal vez a manera de
supervivencia, tal vez por la naturaleza misma de la globalización,
producidas por diversos reciclajes colectivos con sus improntas es-
pecíficas de vivencias ya emocionales, ya reflexivas, constituyendo
plurivalencias, diferencias y ambigüedades, cuya complejidad real
es muy difícil interpretar con las herramientas conceptuales tradi-
cionales.
Cuando se menciona la complejidad de lo real se hace alusión
a un concepto que se opone a la realidad de unidimensionalidad y
homogeneidad tan temida y diagnosticada por la Escuela de Frank-
furt o el mismo Orwell, asumiendo a la sociedad, y al mismo cono-
cimiento, como un entramado cada vez más denso, fragmentario,
heterogéneo y discontinuo de cruces de cultura, entramado que en
la época de la globalización pone a disposición sus logros tecnoló-
gicos en aras del consumo, generando —de manera contradictoria
con estas nuevas posibilidades— sincretismos, hibridaciones y enti-
LUZ G U I L L E R M I N A S I N N I N G
3 I2

dades cuyas formas de comunicación y expresión insospechadas se


constituyen en campos de fuga y asimetrías socioculturales y exis-
tenciales.
E n este contexto se instalan y se hacen las nuevas generaciones,
con la publicidad, los cómics, la televisión, el cine, el video, la mú-
sica, las computadoras —éstas no tan accesibles en nuestro medio,
tanto familiar como académico—. Este instalarse espacio-temporal
implica interactividad e intertextualidad, es decir, así ven el mun-
do, sienten el mundo, hacen el mundo, dicen del mundo. Eseontos
y ese logos generacionales son los de la globalización y no otros; de
manera consciente o inconsciente, con actitudes o aptitudes más o
menos desarrolladas por condiciones individuales y sociales, ya atra-
vesadas por el desarraigo o ya por la marginalidad, y más allá de su
clasificación como modernas o postmodernas, se ha conformado la
condición urbana actual, que como mínimo ha convivido y se ha
hecho con los parámetros de la imagen televisiva y de las revistas,
ofreciéndoles acceder a imaginarios y permitiéndoles su reelabora-
ción según sus urgencias vivendales de supervivencia y autoafir-
mación (figura 1).
La segunda pregunta es: ¿hasta dónde la cultura generada en la
época contemporánea —con sus características de fuertes rupturas epis-
temológicas evidenciadas en el hecho mismo del acontecimiento social, po-
lítico, económico y científico— ha construido otras miradas hacia el mundo
y está siendo construida por otro tipo de creadores y receptores del arle en
las más jóvenes generaciones de nuestro medio?
La cultura contemporánea ha construido su territorio con ruptu-
ras epistemológicas cada vez más evidentes, en las que al asumir ««a
conciencia de finitud relativiza conceptos como razón, en términos de
facultad normativa del mundo que comprende unívocamente lo
que se cree que éste es, es decir, en cuanto un conocimiento claro y
Creación estética juvenil: en la Academia de Artes de Bogotá
i1 i

distinto; verdad, como postulado inmóvil y cerrado, no contradic-


torio, que se afirma en la diferencia del sujeto que conoce y el obje-
to que se conoce; unidad, como un todo orgánico estructurado en
el que si sus partes son distintas es el todo el que predomina como
universalidad ;/>rogmo, en términos de continuidad mesiánica en la
que se cree, y que se piensa que se puede predecir con base en un
deber ser de necesidad causal en donde la innovación es la premisa
que jalona lo que cada vez es mejor; historia, como secuendalidad
que aun siendo dialéctica es aprehendida racionalmente como un
proceso objetivo.
Esta abierta relativizadón de conceptos pilares de la moder-
nidad, que no dejaron de tener fisuras —desde finales del sigloXIX
hasta comienzos del siglo XX- y que por miedo a ellas no han de-
jado de producir hecatombes en lo transcurrido del siglo, eviden-
cia de lleno una fragilidad no sólo teórica sino en su correspondencia
con la vida misma y con el desarrollo de la ciencia. Los campos de
polaridad, entonces, se diluyen; Aontos no puede devenir sin tllogos
y viceversa; ya Heidegger lo anunciaba al concebir que el sujeto
sólo es como adjetivo y éste no es distinto ni externo a él. El ser es
acontecimiento, no está fuera de él.
E n estas formas situacionales de la vivencia y del conocimiento
se cruzan territorios, se fragmentan y se multiplican las diferencias,
ya con el estallido violento de no haber sido reconocidas en sus an-
cestrales raíces, ya con la agresividad de la nostalgia de un terreno
seguro perdido. Pero existe la urgencia de evocar, de ensoñar, de
transgredir lo política, social y estéticamente correcto que sigue vi-
gente como camisa de fuerza, negándose a aceptar ya no las fisuras
sino las rupturas vitales que con más o menos dificultades han crea-
do unas condiciones de posibilidad distintas para mirar el mundo
(comprensión de lo local en lo cosmopolita y viceversa), para cons-
LUZ G U I L L E R M I N A S I N N I N G
ÍM

truirlo y afirmar la presencia ya no épica sino finita del hombre en


el silencio mismo, en la ausencia, en el vacío, en la convocación al
ritual que hace reconsiderar y resignificar la cotidianidad; en la va-
loración de lo insignificante, de lo anónimo, de lo mecánico, de lo
neutralizado como real por la denotación reiterativa del consumis-
mo amarillista (figura 2).
En esta urgencia de ser estética y poéticamente dentro de la cul-
tura actual, los medios se comportan como prótesis del pensamien-
to y la sensibilidad no sólo porque sirven para la construcción y el
ofrecimiento de un repertorio malévolo u ocasionador de invalidez
tanto psicológica como física (esto también se da), sino porque po-
sibilitan la construcción de estéticas muy diversas en que se han for-
mado los creadores contemporáneos y sus objetos artísticos y que
han dotado con sus nuevas tecnologías formas muy diversas de tes-
timoniar, ya sea a través de ellos o por influencias de ellos, aconte-
cimientos de encuentro y desencuentro, de infancias e historias que
no sólo dicen de los artistas sino de una época con un concepto de
arte muy abierto y sin un territorio de referentes y símbolos defini-
dos —véase, entre otros, a U . Eco, Vattimo, Lyotard, García Can-
clini— (figura 3).
Las nuevas generaciones, los jóvenes que habitan los espacios
en donde se pretende formar artistas al crear condiciones para el
desarrollo de procesos artísticos, llegan con muy distintas motiva-
ciones que no siempre implican una clara vocación: no hay interés
en la secundaria para desarrollar actitudes y habilidades artísticas,
sus encuentros con el arte han sido fortuitos y dependen más de in-
tuiciones o problemáticas de carencias en la formación para otros
campos profesionales tradicionalmente valorados.
Lo interesante de estos espacios para los jóvenes es el proce-
so, en donde la interlocución con una contemporaneidad cultural y
Creación estética juvenil: en la Academia de Artes de Bogotá
3! 5

estéticamente diversa crea un campo propicio en donde se reafir-


man y simbolizan sus procedencias y sus historias con la impronta
del contacto con los medios y los nuevos conceptos que, en sus pau-
latinos ritmos de maduración, canalizan vitalmente otras formas de
\dvir espado-temporalmente el mundo, sin pretender con ello des-
cartar las ya conocidas (porque muchas veces no les fueron dadas o
el autoritarismo les impidió la posibilidad de hacerlas suyas), que
superviven y al ser reconsideradas no serían en ningún caso obstá-
culos sino posibilitadoras de una mayor comprensión de aquellas
que por época les son propias (han sido más los prejuicios de los
maestros, que crearon y continúan creando dicotomías y polarida-
des entre la cultura letrada y la hipertextual).
La tercera pregunta es: ¿hasta dónde es posible vivenciar cambios
tan fuertes en el campo de lo estético e intensificar la urgencia de sensibi-
lidad y comunicación del mismo, en nuestro contexto de grandes contras-
tes, contradicciones y carencias de toda índole, cuando se supone que lo
predominante debe ser la búsqueda de estrategias para la supervivencia
básica?
Pese a un conservadurismo furioso (como en otros momentos
del arte), que sigue considerando que para ser artista se debe tener
un espíritu selecto y modelado por una sofisticadón casi de sangre,
el arte contemporáneo o postmoderno, como concepto referido a la
condición de ser de su producción actual, se hace explícitamente
plurivalente, ambiguo, abierto, ecléctico en sus géneros, materia-
les, técnicas y, por qué no afirmarlo, caótico hasta en los mismos re-
ferentes de los que parte.
Hoy el arte es más proceso, no tiene pretensiones de verdad y,
por ende, de encerramiento formal o semántico; tiene sentido en la
intensidad de sus divergencias matéricas, sígnicas y técnicas; réd-
ela, configura, desconstruye y resignifica; es posibilidad de com-
LUZ G U I L L E R M I N A SINNING

316

plementariedad y, por ello, se presenta ambiguo e inacabado y no


disyuntivo; transgrede el gusto del sentido común por no preten-
der lo entendido como bello, sin pretender ser un rebelde en el
campo de las polaridades ejerciendo la fealdad como posición beli-
gerante; se comporta fractalmente, como es entendida hoy la reali-
dad; expresa la inmanencia del sujeto en el objeto, situación que el
artista estudia y transforma (algo que también hace la ciencia ac-
tual). Así, el arte va creando sus propias reglas y sintaxis en las
poéticas de los artistas, reglas y sintaxis que competen a unas sensi-
bilidades expansivas, complejas, en donde no siempre se descubren
sus estructuras, cuyas presencias están en lo no explícito, en su au-
sencia. El arte actual como arte de lo sublime dice, con su presencia
de la finitud, una finitud que no se oculta, que se debate entre el
placer y el dolor de la conciencia, que admira los juegos fascinantes
de la razón y se duele de la incapacidad de un diálogo pleno de és-
tos con los de la imaginación y sensibilidad, es una estética del des-
garramiento (figuras 4 y 5).
Con este acercamiento a lo que en la actualidad es el arte se ha-
cen posibles estéticas marginales, se hacen posibles culturas de la
carencia, de las minorías, ya no se esconden, se convierten en for-
mas sensibles que emergen dentro de la sociedad actual y que, al
enunciarse, la denuncian en los campos del arte. Se trata de estéti-
cas y culturas que se instalan con imaginarios producidos por con-
diciones que, en su naturaleza paradójica, les dan cabida y que por
pensamiento y presencia tienen desde hace mucho historia —ya en
las primeras décadas de la historia del arte moderno lo kitsch y lo
popular van teniendo un lugar—. Todo ello cruzado por los medios
y en los medios.
Hoy no se dan extrapolaciones en el campo artístico en la me-
dida en que se trascienden valoraciones sociales categorialmente
Creación estética juvenil: en la Academia de Artes de Bogotá
3'7

definidas que, hasta hace poco, metodológicamente podían carac-


terizar las diferencias culturales en diferencias de gustos y hábitos.
Hoy los jóvenes hacen suyas las imágenes publicitarias, las imáge-
nes religiosas, ias técnicas artesanales y las tecnologías contempo-
ráneas y las mismas teorías científicas, para decir de su existencia
psicológica, social, urbana, cotidiana e histórica.
Los conceptos mismos de tradición, de memoria, se constituyen
en una de las preocupaciones estéticas y artísticas de los jóvenes, no
con la nostalgia y el purismo del rescate atemporal buscado y vivi-
do por generaciones anteriores en una pretensión historiográfica,
mítica, profética. Éste es un rescate desde la conciencia de la actua-
lidad veloz, de espacios y tiempos simultáneos que, si bien diluyen
y dispersan, a la vez demandan resignificar procedencias, orígenes,
desde tlser mismo como espacio y evento; en este rescate la imagi-
nación los recrea para poder vivirlos, pues todo recuerdo se recrea
como todo documento se interpreta con la urgencia del aconteci-
miento y de la actualidad (figuras 6, 7 y 8).
El arte contemporáneo en un medio como el nuestro no sólo
resulta posible en su pluralidad de estéticas, sino que es aconteci-
miento mismo (no se trata de un problema de voluntad), es viven-
cia que hace al mismo el contexto donde nos debatimos a diario; es,
en términos de Gadamer, algo ejemplar no producido meramente
por reglas, algo permanentemente nuevo en el sentido de ser crea-
do por reglas no concebidas todavía.

* Las fotografías de las propuestas plásticas y visuales que ilustran el tex-


to son muestras de los procesos de tesis de grado de estudiantes del progra-
ma de artes plásticas de la ASAB.
LUZ G U I L L E R M I N A SINNING

3 l8

índice de fotografías

Figura 1. María Fernanda Mejía, "Sin título", 1996. Fotografía


de la serie Querer verse para tener alguna idea de quien se es.
Figura 2. Ricardo Castillo. "El poder de la intolerancia", 1997.
Fotografía de la serie Angelesypredicadores, intervenida con ele-
mentos gráficos y tridimensionales.
Figura 3. Santiago Bartivas, "Silencio", 1997. Pintura y técnica
mixta, de la serie Ileautoscopia.
Figura 4. Carolina Holguín, "Roa, N.N." (detalle), 1996. Técni-
ca mixta, del proceso investigativo Tanatomorfis.
Figura 5. Raúl Naranjo, "Objetos en solidaridad con una víctima
y un victimario", 1997. Acción, de la serie La penetración vio-
lenta.
Figura 6. Gloria Barros, "Los asientos", 1997. Papel hecho a ma-
no y mixografía, de la serie Papel sellado, instalación en el Ar-
chivo de la Nación.
Figura 7. Juan Paéz, De lo referente al origen (página), 1997. Li-
bros-objetos, fotografía y papel a mano.
Figura 8. Romarey Virguez, "Sin título", 1997. Técnicas mixtas
sobre papel, de la serie Ed testamento de los pájaros, propuesta de
instalación.
Figura 1 (María Fernanda Mejía)
u
Si yo no soy, ni me parezco a eso que los mass-media dicen que debo
ser, ¿entonces quién soy?".
Figura 2 (Ricardo Castillo)
'...es un trabajo que desarrolla simbólicamente la imagen de personajes
cotidianos, sacraltzándolos,para conformar una especie de mitología
o de imaginario urbano".
Figura 3 (Santiago Bartivas)
.evocación de espacios de la infancia, indicio de reencuentro consigo mismo".
Figura 4 (Carolina Holguín)
"En la actualidad la deshumanización cumple un papel'desafortunado porque
tiende a negar taparte oscura y quizás la más fuerte del ser, su irracionalidad,
escudándose siempre en la razón para así justificar la barbarie...".
Figura 5 (RaúlNaranjo)
"El simbolismo de la violencia en términos de un placer del victimario que a
la vez es víctima de un goce que termina inflingiéndole dolor".
:,.-- - i . '

Ó' víV, '


- -

,; - -

..^*^^|n

F i g u r a 6 (Clona Barros)
"...espacio penetrable a través del cual la palabra y la cosa se reafirman...
Papel sellado, asiento, testimonio humano, documento, materia, memoria'
Figura 7 (Juan Páez)
"...el origen del libro es una de mis reflexiones que toma ideas como: lafactura
del libro, el tejer—que etimológicamente viene de textom—y el acto de hacer
el libro, el soporte de la escritura como memoria de la cultura...".
V-í i

r.
-r

Figura 8 (Romarey Virguez)


"Quizá el mundo de representaciones religiosas sea el caparazón que esconde
el misterio metafísico, en el que podría descifrarparte de mi mundo interior".
COLABORADORES
Jesús Martín Barbero

Nació en Avila (España) y reside en Colombia desde 1963. Tiene


un doctorado en Filosofía de la Universidad de Lovaina y un
postdoctorado en Antropología y Semiótica de la Universidad de
París. Fundó el Departamento de Ciencias de la Comunicación en
la Universidad del Valle y ha sido presidente de la Asociación Lati-
noamericana de Investigadores de Comunicación, ALAIC. H a pu-
blicado: Comunicación masiva: discurso y poder (1978), De los medios
a las mediaciones (1987), Procesos de comunicación y matrices de cultu-
ra (1988), Televisión y melodrama (coautor, 1992), Pre-textos. Conver-
saciones sobre la comunicación y sus contextos (1995).

Beatriz Sarlo

Nació en Buenos Aires (Argentina). H a trabajado sobre cultura y


literatura popular, folletín, historia del periodismo y de los medios
de comunicación de masas. En los últimos años publicó seis libros:
en 198 5, E l imperio de los sentimientos; en 1988, Cna modernidad pe-
riférica: Buenos Aires 1920y 1930 y, en 1992, otro libro que continúa
ese ensayo de interpretación de la ciudad moderna: Fa imaginación
técnica. Sueños modernos de la cultura argentina. En 1993 apareció en
Londres Borges, a Writer on the Jidge (traducido, en 1995, como Bor-
ges, un escritor en las orillas); en 1994, Escenas de la vidapostmoderna:
intelectuales, arte y videocultura en Argentina y, en 1996, Instantáneas.
Medios, ciudad y costumbres en el fin de siglo. Es profesora en la Uni-
versidad de Buenos Aires y ha dictado cursos en varias de los Esta-
dos Unidos (Columbia, Berkeley, Maryland, Minessota). Dirige,
desde 1978, la revista Punto de Vista.
COLABORADORES

322

William Rowe

Nacido en Inglaterra, Rowe ha sido profesor, en su patria, de las


universidades de Liverpool y Londres y, en Perú, de la Universi-
dad San Marco y de la Pontificia Universidad Católica. E n la ac-
tualidad se desempeña como profesor titular del King's College
Strand de la Universidad de Londres. H a publicado varios libros
sobre autores y culturas de este hemisferio, entre los cuales cabe men-
cionar Mito e ideología en la obradeJ. M. Arguedas (1979), Juan Rulfo.
E l llano en llamas (1987) y Memoria y modernidad: la cultura popu-
lar en América Latina (1994).

Ana María Ochoa Gautier

Después de licenciarse en Musicología y Flauta Traversa en la


Universidad de British Columbia, en Vancouver (Canadá), cursó
una Maestría en Etnomusicología y Folklore en la Universidad de
Indiana y posteriormente un doctorado en las mismas rama e insti-
tución. A la fecha trabaja en el Ministerio de Cultura, donde diri-
ge la revistad. Contratiempo, coordina los Centros de Documentación
Artística y se desempeña como investigadora en el Centro de D o -
cumentación Musical. H a publicado varios artículos, de los cuales
cabe mencionar "¿De qué cultura estamos hablando? U n paseo por
los estudios culturales", con Erna von der Walde en/A]ornadas (1988);
Ensamble: del bambuco a la música del mundo, en Número (N° 16,
1997) y "Counterpoints of Time and Space in E l Concierto de los
Colores", en Journal of Latín American Cultural Studies (volumen 6,
N ° l , 1997).
Cultura, medios y sociedad
323

Fabio López de la Roche

Profesor asociado del Instituto de Estudios Políticos y Relaciones


Internacionales, IEPRI y de la Universidad Nacional de Colom-
bia, así como catedrático de Teorías déla Cultura en el Departamen-
to de Comunicación de la Pontificia Universidad Javeriana. Entre
sus publicaciones figuran el libro Izquierdas y cultura política. ¿Opo-
sición alternativa?, de 1994, y los ensayos "Aspectos comunicadona-
les y culturales del populismo rojista en Colombia (1953-1957), de
1996, editado en el N° 29 de la revista Signo y Pensamiento; "Tradi-
ciones de cultura política en el sigloXX", de 1993, incluido en el li-
bro Modernidad y sociedad política en Colombia; junto con "Ensayos
sobre cultura política colombiana", de 1990, un número doble de
la revista Controversia (162-163), en el cual participó como editor y
coautor.

Ana María Lalinde

Comunicadora Social de la Pontificia Universidad Javeriana y


máster en Comunicación y Desarrollo de la Universidad Iberoame-
ricana de México. H a realizado varias investigaciones sobre radio-
difusión en Colombia: "Radio y cultura profesional: la producción
de noticias en Caracol Radio (1993); "Radios juveniles en Colom-
bia" (1995) y "Estudio descriptivo exploratorio de la investigación
de radio en Colombia" (1997). Actualmente es profesora de las cá-
tedras de Teorías de la Comunicación y Teoría de las Prácticas Pe-
riodísticas en la Carrera de Comunicación Social de la Pontificia
Universidad Javeriana.
COLABORADORES

324

Jaime Eduardo Jaramillo

Se graduó como sociólogo en la Universidad Nacional de Colom-


bia y posteriormente hizo un postgrado en Derecho Laboral en la
misma institución. H a sido profesor en varias universidades (Pilo-
to, del Rosario, Javeriana, Nacional, de la Salle) y asesor en el Ins-
tituto Distrital de Cultura y Turismo y en el ICFES. Colaborador
fecundo en periódicos, seminarios y revistas, ha publicado cuatro
libros —Tipologías polares y sociedad tradicional (1987), Colonización,
coca y guerrilla (coautor, 1989), Estado, sociedad y campesinos (1989)
y Modernidad y postmodernidad en Latinoamérica (1995)— y tiene
actualmente un quinto en prensa: Ciudades en la literatura colombia-
na contemporánea (1998). Entre sus actividades actuales figuran la
coordinación del Programa Interdisciplinario de Apoyo a la Comu-
nidad, PR1AC, en el proyecto "Un parque entre nubes" para el suro-
riente de Bogotá, y la asesoría en el módulo Calidad de la Educación
en Ciencias Sociales del ICFES.

Jorge Orlando Meló

Licenciado en Filosofía y Letras de la Universidad Nacional de Co-


lombia y doctor en Historia por la Universidad de Oxford, se ha
desempeñado como docente, decano, director de publicadones,
vicerrector académico y rector encargado en diferentes universida-
des. También fue miembro del subcomité para la Protección de las
Minorías de la ONU y consejero presidencial para la ciudad de M e -
dellín y el tema de los derechos humanos. Tiene a su haber nume-
rosos libros, entre ellos: Historia de Cedombia: el establecimiento de la
dominación españeda {1966),Sobre historia y política (1979), Reportaje
Cultura, medios y sociedad
32S

a la historia de Colombia (1989), Predecir el pasado {1992) y Ensayos


de historiografía {1996). Dirigió y colaboró en laHistoria de Antioquia
(1989) y la Historia de Medellín (1996). Desde 1994 es director del
Departamento de Bibliotecas y Artes del Banco de la República.

Jairo Chaparro Valderrama

Experto en cultura urbana y educación de adultos, orienta la Corpo-


ración Raíces y asesora los proyectos Focus de la Fundación Coro-
na. H a dirigido trabajos de investigación, educación, participación
y comunicación y se desempeña como profesor universitario desde
1994. H a publicado, entre otros, Recuerdos de un tropelero. Por la
calle 32. Historia de un barrio (coinvestigador), Un siglo habitando
los cerros. Vidas y milagros de vecinos en el Cerro del Cable (coautor),
Metodologías de la construcción comunitaria: la generación de proyectos.
Usos, costumbres e imaginarios en el espacio público: el caso del sector Je-
rusalén (coautor) y Colombia urbana: una aproximación cultural (en
prensa).

Germán Muñoz

Licenciado en Filosofía de la Universidad de San Buenaventura,


consejero pedagógico de las Facultades Católicas de Lyon y doctor
en Lingüística de la Escuela de Altos Estudios de París, ha sido
coordinador académico y profesor titular de la Maestría en Comu-
nicación de la Universidad Javeriana, investigador principal del
Departamento de Investigaciones de la Universidad Central, don-
de realizó el estudio "Las culturas juveniles urbanas de Bogotá vis-
COLABORADORES
326

tas desde la cultura rock", e investigador de la Caja de Compensa-


ción Familiar Compensar, en la cual publicó ¿Qué significa tener 15
años en Bogotá? (análisis documental y serie de videos). En la actua-
lidad trabaja en el Área de Investigación y Planeación de la Fun-
dación Social. Sus trabajos más recientes son: Generación RE (serie
de televisión); "La cultura técnica en el carnaval de Barranquilla
(estudio y proyecto); "Consumos culturales y nuevas sensibilida-
des (en Viviendo a toda, memorias del Seminario Estado del Arte
de la Investigación sobre Juventud).

José Fernando Serrano

Antropólogo y estudiante de la Maestría en Historia de la Univer-


sidad Nacional de Colombia. Es miembro del Departamento de
Investigaciones de la Universidad Central, donde coordina el mó-
dulo dedicado a jóvenes y culturas juveniles. H a sido docente en
las facultades de Comunicación Social de las universidades Jave-
riana y Central. Trabaja en temáticas relacionadas con la construc-
ción de identidades, producción cultural y religiosidad en jóvenes
y minorías étnicas. En la actualidad realiza un estudio sobre con-
cepciones de vida y muerte en jóvenes urbanos y prepara un libro
sobre la noción de juventud en la investigación social.

Luz Guillermina Sinning

Estudió Filosofía en la Universidad Nacional y posteriormente


cursó una Maestría en Historia en la Universidad Externado de
Colombia. Fue investigadora del Centro Nacional de Restauración
Cultura, medios y sociedad
321

entre 1988 y 1993 y becaria del programa Francisco de Paula San-


tander de 1994 a 1995. En la fecha coordina el área sodalhuma-
nística de la Facultad de Restauración de Bienes Muebles en la
Universidad Externado de Colombia y es profesora de Estética y
Metodología de la Investigación Artística en la Academia Supe-
rior de Artes de Bogotá. H a colaborado con notas' y artículos en las
revistas Arte Internacional y Restauración Hoy.
ÍNDICE
PRESENTACIONES

• 9-

Luz Gabriela Arango


Memorias de un encuentro

•13 •

Jesús Martín Barbero


Fabio López de la Roche
Cultura, medios y sociedad

PRIMERA PARTE
Cultura y medios de comunicación

•27 •

Jesús Martín Barbero


Experiencia audiovisual
y desorden cultural

•65 •

Beatriz Sarlo
Del plano a la esfera:
libros e hipertextos
•77 •
William Rowe
Poética, cosmología y modelos de la cultura
en la época de los medios electrónicos

•101 •
Ana María Ochoa Gautier
E l multiculturalismo en la globalización
de las músicas regionales colombianas

•114-
Fabio López de la Roche
Historia, modernidades, medios y ciudadanía
en los estudios culturales latinoamericanos

•152-
Ana María Lalinde
Radio informativa
y participación ciudadana

SEGUNDA PARTE
Cultura urbana y cultura de jóvenes

•173 •
Jaime Eduardo Jaramillo
Formas de sociabilidad y construcción
de identidades en el campo urbano -popular

•219-
Jorge Orlando Meló
Medellín 1880-1930:
los tres hilos de la modernización
•241 •
Jairo Chaparro Valderrama
Fos mapas culturales,
una herramienta para la gestión local

• 263 •
Germán Muñoz
Identidades culturales e imaginarios colectivos.
Fas culturas juveniles urbanas vistas
desde la cultura rock

•274-
José Fernando Serrano
Fa investigación sobre jóvenes:
estudios de (y desde) las culturas

•310-
Luz Guillermina Sinning
Creación estética juvenil:
una experiencia plástica y visual
en la Academia Superior de Artes de Bogotá

COLABORADORES

•321 •
¿2
Este libro, segundo que recoge
las ponencias presentadas en el coloquio
TEORÍAS DE LA CULTURA Y ESTUDIOS DE COMUNICACIÓN

EN AMÉRICA LATINA,

realizado en Santafé de Bogotá en julio de 1997,


en el marco del Programa Internacional Interdisciplinario
de Estudios Culturales sobre América Latina,
se terminó de imprimir en el mes de septiembre de 1998,
compuesto en caracteres Caslon Oíd Lace
de doce sobre quince puntos para el cueipo del texto.

s¿
El presente volumen recoge los trabajos
referentes a dos temáticas centrales del
Seminario Internacional sobre Teorías cul-
turales y estudios de comunicación en Amé-
rica Latina: una sobre los cambios en
la relación entre cultura y medios de
comunicación; la otra en torno a los
temas y problemas de la cultura urbana
y las culturas juveniles. Desde ambas se i
indaga el desbordamiento del canon cul-
tural producido por las narrativas y los
discursos massmediáticos, las
nuevas tecnicidades y las nue-.
vas sensibilidades. En América
Latina ia investigación cultural es
anterior a que apareciera la etiqueta
de los "estudios culturales", pero se
basa tanto en la experiencia que aportan los
movimientos sociales como en el trabajo de los pioneros ingleses que, como R. Williams,
R. Hoggart y Stuart Hall, investigaron la inserción de los medios de comunicación en las
dinámicas de la cultura contemporánea y la relación de las culturas juveniles con las
industrias culturales y las transformaciones de la ciudad. Fue buscando la comprensión
de los procesos sociales que la investigación cultural en Latinoamérica se ha ido convir-
tiendo en un área estratégica de reconocimiento de las rupturas y continuidades de que
está hecha nuestra modernidad.

CINTRO DE
ESTUiífOS
SOCIALES

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