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Las principales teorías de la personalidad

La personalidad, entendida como el conjunto relativamente estable de tendencias y


patrones de pensamiento, procesamiento de la información y comportamiento que
cada uno de nosotros manifiesta a lo larga de la vida y a través del tiempo y de las
diferentes situaciones, es uno de los principales aspectos que se han estudiado y
analizado por parte de la Psicología. Diferentes corrientes y autores han establecido
diferentes teorías y modelos de personalidad.
Las teorías de la personalidad más importantes de la Psicología
Estas son las aportaciones al estudio de la personalidad que tradicionalmente han
tenido más peso a lo largo de la historia de la Psicología. Sin embargo, no todas
siguen vigentes hoy.
1. Teoría de la personalidad de Freud
La corriente psicodinámica ha aportado diversas teorías y modelos de
personalidad, siendo las más conocidas las del padre del psicoanálisis, Sigmund
Freud. Para él, el comportamiento y la personalidad están vinculadas a la existencia
de impulsos que necesitamos llevar a la práctica y el conflicto que supone esta
necesidad y la limitación que la realidad supone para su cumplimiento. Se trata de
un modelo clínico e internalista.
En su primera tópica, Freud proponía que la psique humana estaba estructurada
en tres sistemas, uno inconsciente regido por la búsqueda de la reducción de
tensiones y funciona a través del principio de placer, uno consciente que es regido
por la percepción del mundo exterior y la lógica y el principio de realidad y un
preconsciente en el que los contenidos inconscientes pueden hacerse conscientes
y viceversa.
En la segunda tópica Freud determina una segunda gran estructura de la
personalidad compatible con la anterior, en el que la psique está configurada por
tres instancias psíquicas, el Id o Ello, el Yo y el Superyó. El Ello es nuestra parte
más instintiva, que rige y dirige la energía interna en forma de impulsos y de la cual
parten todas las demás estructuras.
El Yo sería el resultado de la confrontación de los impulsos y pulsiones con
la realidad, siendo una estructura mediadora y en continuo conflicto que emplea
diferentes mecanismos para sublimar o redirigir las energías provenientes de los
impulsos. Por último, la tercera instancia es el Superyó o la parte de la personalidad
que viene dada por la sociedad y que tiene como principal función juzgar y censurar
las conductas y deseos que no son socialmente aceptables.
La personalidad se va construyendo a lo largo del desarrollo, en diferentes fases,
en base a los conflictos existentes entre las diferentes instancias y estructuras y los
mecanismos de defensa aplicados para intentar resolverlos.
2. Teoría de la personalidad de Jung
Además de Freud, otros muchos componentes de la corriente psicodinámica
han propuesto sus propias estructuras de personalidad. Por ejemplo, Carl Jung
proponía que la personalidad estaba configurada por la persona o parte de nuestra
personalidad que sirve para adaptarse al medio y que se relaciona con lo que los
demás pueden observar y la sombra o la parte en que se incluyen aquellas partes
del Yo que no resultan admisibles para el propio sujeto.
Asimismo a partir de los arquetipos adquiridos por el inconsciente colectivo y los
diferentes complejos que adoptamos en nuestro desarrollo hacia la identidad se van
generando diferentes tipos de personalidad en función de que las inquietudes se
dirijan hacia el interior o exterior, si son más sensitivos o intuitivos y si tienden
a centrarse más en pensamiento o sentimiento, siendo pensar, sentir, intuir y
percibir las principales funciones psicológicas.
 Artículo relacionado: "Los 8 tipos de personalidad según Carl Gustav
Jung"
3. Teoría fenomenológica de Carl Rogers
Desde una perspectiva humanista-fenomenológica de enfoque clínico, Carl Rogers
propone que cada persona tiene su campo fenomenológico o manera de ver el
mundo, dependiendo la conducta de dicha percepción.
La personalidad se deriva del autoconcepto o simbolización de la experiencia de la
propia existencia, la cual surge de la integración de la tendencia a la actualización
o tendencia a mejorarse a sí mismo con las necesidades de sentir amor por parte
del entorno y de autoestimaderivada del contraste entre su conducta y la
consideración o respuesta que reciba esta por por parte del entorno. Si existen
contradicciones, se emplearán medidas defensivas tales con las que ocultar
dicha incongruencia.
 Quizás te interese: "La teoría fenomenológica de Carl Rogers"
4. Teoría de los constructos personales de Kelly
Como ejemplo de teoría de la personalidad derivada del cognitivismo y el
constructivismopodemos encontrar la teoría de los constructos personales de
Kelly, de enfoque también clínico. Para este autor cada persona tiene su propia
representación mental de la realidad y actúa de manera científica intentando dar
una explicación a lo que le rodea.
Se considera que la personalidad se constituye como un sistema jerarquizado
de constructos personales dicotómicos que tienen influencia entre sí, los cuales
forman una red con elementos nucleares y periféricos mediante los cuales
intentamos dar respuesta y hacer predicciones de futuro. Lo que motiva la conducta
y la creación del sistema de constructos es el intento de controlar el medio gracias
a la capacidad de predicción derivada de ellos y a la mejora de dicho modelo
predictivo mediante la experiencia.
 Artículo relacionado: "La teoría de los constructos personales de George
Kelly"
5. Teoría de la personalidad ideográfica de Allport
Allport considera que cada individuo es único en el sentido de que tiene una
integración de las diferentes características distinta del resto de personas (se basa
en lo ideográfico, en lo que nos hace únicos), así como que somos entes activos
que nos enfocamos hacia el cumplimiento de metas.
Se trata de uno de los autores que considera que la personalidad que trabaja la
personalidad a partir de elementos estructurales y estables, los rasgos. Para él,
intentamos que nuestro comportamiento sea consistente y actuamos de tal manera
que creamos un sistema a partir del cual podemos hacer equivalentes diferentes
conjuntos de estímulos, de manera que podemos responder de forma parecida a
distintas estimulaciones.
Así, elaboramos maneras de actuar o expresar la conducta que nos permiten
adaptarnos al medio. Estos rasgos tienen diferente importancia en función de
la influencia que tengan en nuestra conducta, pudiendo ser cardinales, centrales
o secundarios.
El conjunto de rasgos se integraría en el propium o sí mismo, el cual se deriva de la
autopercepción y autoconciencia generadas y compuestas por de la experiencia de
identidad, percepción la corporalidad, los intereses y la autoestima, la racionalidad
y la intencionalidad.
6. Teoría de la personalidad de Cattell
La teoría de la personalidad de Raymond Cattell es una de las más famosas y
reconocidas teorías factoriales de la personalidad. Estructuralista, correlacional e
internalista al igual que Allport y partiendo del análisis del léxico, considera que la
personalidad puede entenderse como función de un conjunto de rasgos, los cuales
se entienden como la tendencia a reaccionar de determinada manera a la
realidad.
Estos rasgos pueden dividirse en temperamentales (los elementos que nos indican
cómo se actúa), dinámicos (la motivación de la conducta o actitud) o aptitudinales
(las habilidades del sujeto para llevar a cabo la conducta).
Los más relevantes son los temperamentales, de los cuales Cattell extraería los
dieciséis factores primarios de la personalidad que se miden en el 16 PF (que harían
referencia a afectividad, inteligencia, estabilidad del yo, dominancia, impulsividad,
atrevimiento, sensibilidad, suspicacia, convencionalismo, imaginación, astucia,
rebeldía, autosuficiencia, aprehensión, autocontrol y tensión).
La dinámica de la personalidad también depende de la motivación,
encontrando diferentes componentes en forma de rasgos dinámicos o actitudes
entre los que se encuentran los ergios (forma de actuar ante estimulaciones
concretas como el sexo o la agresión) y los sentimientos.
7. Teoría de la personalidad de Eysenck
Desde una posición internalista y factorial centrada en lo biológico, Eysenck genera
una de las hipótesis explicativas de la personalidad más importantes desde
un enfoque correlacional. Este autor genera el modelo PEN, el cual propone que
las diferencias de personalidad se basan en elementos biológicos que permiten
procesos como la motivación o la emoción.
La personalidad es una estructura relativamente estable del carácter, el intelecto, el
temperamento y el físico, aportando respectivamente cada uno de ellos la voluntad,
la inteligencia, la emoción y los elementos biológicos que los permiten.
Eysenck encuentra y aísla tres factores principales en los cuales pueden agruparse
todos los demás, siendo estos el psicoticismo o tendencia a actuar con dureza, el
neuroticismo o estabilidad emocional y la extraversión/introversión o focalización en
el mundo exterior o interior.
El autor consideraría que el nivel de extraversión dependía de la activación del
sistema de activación reticular ascendente o SARA, el neuroticismo del sístema
límbico y el psicoticismo, si bien no se ha identificado un correlato claro, tiende a
vincularse al nivel de andrógenos o la relación entre dopamina y serotonina.
Los tres factores del modelo PEN integran los diferentes rasgos de personalidad
y permiten que el organismo reaccione de determinadas maneras a la estimulación
ambiental a partir de respuestas conductuales más o menos específicas y
frecuentes.
8. Teoría del Big Five de Costa y McCrae
Otra de las grandes teorías factoriales y basadas en un enfoque léxico (partiendo
de la idea de que los términos con los que explicamos nuestro comportamiento
permiten tras un análisis factorial establecer la existencia de agrupaciones de
características o rasgos de personalidad), el Big Five o teoría de los cinco
grandes de Costa y McCrae es uno de los modelos de personalidad más
extendidos.
Mediante el análisis factorial este modelo indica la existencia de cinco grandes
factores de personalidad que todos tenemos en mayor o menor grado. Se trata
del neuroticismo o ajuste emocional, la extraversión como cantidad e intensidad
de relaciones personales, la cordialidad como las cualidades vertidas en la
interacción, la responsabilidad o toma de conciencia, organización, control y
motivación hacia las metas y la apertura a la experiencia o interés en experimentar.
Cada uno de dichos grandes factores se compone de rasgos o facetas. Los
diferentes rasgos están relacionados entre sí, y en conjunto dan cuenta de la
manera de percibir el mundo y reaccionar ante él.
9. El modelo BIS Y BAS de Gray
Gray propone un modelo factorial y de carácter biológico en el que considera que
existen dos dimensiones que permiten elementos como la emoción y el
aprendizaje, partiendo de la combinación de los factores extraversión y
neuroticismo de Eysenck.
En este caso, se propone que la ansiedad, como combinación entre introversión y
neuroticismo, actuaría como mecanismo inhibidor de la conducta (BIS o Behaviour
Inhibition System), mientras que la impulsividad (que equivaldría a una combinación
entre extraversión y neuroticismo) actuaría como mecanismo de aproximación y
motivación a la acción (BAS o Behaviour Approximation System). Ambos sistemas
actuarían en conjunto para regular nuestra conducta.
10. Modelo de Cloninger
Este modelo contempla la existencia de elementos temperamentales, siendo estos
la evitación del dolor, la dependencia a la recompensa, la búsqueda de novedades
y la persistencia. Estos elementos de carácter biológico y adquirido darían
cuenta del patrón conductual que aplicamos en nuestra vida, y dependen en gran
medida del equilibrio neuroquímico del cerebro en lo que se refiere a los
neurotransmisores.
También incorpora elementos del carácter que ayudan a situar al propio yo en en la
realidad, siendo estos la cooperación como comportamiento social, la autodirección
o autonomía y la autotrascendencia como elemento que nos integra y nos da un
papel en el mundo.
11. Teoría del aprendizaje social de Rotter
Este autor considera que el patrón de conducta que empleamos habitualmente
es un elemento derivado del aprendizaje y la interacción social. Considera al
ser humano un elemento activo y utiliza un enfoque cercano al conductismo.
Actuamos en base a la existencia de necesidades y de la visualización y valoración
tanto de éstas como de las posibles conductas que hemos aprendido a llevar a cabo.
Aunque cercano al interaccionismo, se sitúa en una perspectiva situacionista
El potencial de conducta es la probabilidad de realizar determinada conducta en una
situación concreta. Este potencial depende de elementos como las
expectativas (tanto de la capacidad de influir en los resultados como en el propio
resultado y la posible obtención de beneficios tras la conducta) y la consideración o
valor otorgado a las consecuencias de realizar la conducta en cuestión, así como
de la manera en que la persona procesa y valora la situación (conocida como
situación psicológica).
 Artículo relacionado: "La teoría del aprendizaje social de Rotter"
12. El enfoque interaccionista
A lo largo de la historia han sido muchos los autores que han una de dos posturas:
que la personalidad es algo innato o bien que se deriva del aprendizaje. Sin
embargo existe una tercera opción, defendida por autores como Mischel, en la
que la personalidad es formada por la interacción entre elementos innatos y los
fenómenos que vivimos.
Esta postura explora las características de personalidad a través del estudio de la
existencia de consistencia de la conducta a través de las situaciones, la estabilidad
temporal y la validez predictiva de los rasgos. Las conclusiones indicaron
que deberían emplearse otro tipo de categorizaciones diferentes de los
rasgos, pues estos no reflejan un modelo predictivo totalmente válido al ser de
carácter más innatista. Defiende que resulta más eficiente hablar de competencias,
valores, expectativas, constructos y autocontrol.
Otros autores como Allen reflejan que la consistencia puede variar según la
persona, así como los valores principales y los aspectos que mejor predicen la
conducta. De este modo, los rasgos sí serían consistentes pero solo si se tienen en
cuenta aquellos que resultan más relevantes para cada persona.
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Teoría de Sigmund Freud
Freud no inventó exactamente el concepto de mente consciente versus mente
inconsciente, pero desde luego lo hizo popular. La mente consciente es todo
aquello de lo que nos damos cuenta en un momento particular: las percepciones
presentes, memorias, pensamientos, fantasías y sentimientos. Cuando trabajamos
muy centrados en estos apartados es lo que Freud llamó preconsciente, algo que
hoy llamaríamos “memoria disponible”: se refiere a todo aquello que somos capaces
de recordar; aquellos recuerdos que no están disponibles en el momento, pero que
somos capaces de traer a la cosnciencia. Actualmente, nadie tiene problemas con
estas dos capas de la mente, aunque Freud sugirió que las mismas constituían solo
pequeñas partes de la misma.
La parte más grande estaba formada por el inconsciente e incluía todas aquellas
cosas que no son accesibles a nuestra consciencia, incluyendo muchas que se
habían originado allí, tales como nuestros impulsos o instintos, así como otras que
no podíamos tolerar en nuestra mente consciente, tales como las emociones
asociadas a los traumas.
De acuerdo con Freud, el inconsciente es la fuente de nuestras motivaciones, ya
sean simples deseos de comida o sexo, compulsiones neuróticas o los motivos de
un artista o científico. Además, tenemos una tendencia a negar o resistir estas
motivaciones de su percepción consciente, de manera que solo son observables de
forma disfrazada. Ya volveremos más adelante con esto.

El Ello, el Yo y el Superyo
La realidad psicológica freudiana empieza con el mundo lleno de objetos. Entre
ellos, hay uno especial: el cuerpo. El cuerpo (Nos referiremos a cuerpo como
vocablo para traducir “organism”, ya que en psicología es más aceptado el término.
N.T.) es especial en tanto actúa para sobrevivir y reproducirse y está guiado a estos
fines por sus necesidades (hambre, sed, evitación del dolor y sexo).
Una parte (muy importante, por cierto) del cuerpo lo constituye el sistema nervioso,
del que una de sus características más prevalentes es la sensibilidad que posee
ante las necesidades corporales. En el nacimiento, este sistema es poco más o
menos como el de cualquier animal, una “cosa”, o más bien, el Ello. El sistema
nervioso como Ello, traduce las necesidades del cuerpo a fuerzas motivacionales
llamadas pulsiones (en alemán “Triebe”). Freud también los llamó deseos. Esta
traslación de necesidad a deseo es lo que se ha dado a conocer como proceso
primario.
El Ello tiene el trabajo particular de preservar el principio de placer, el cual puede
entenderse como una demanda de atender de forma inmediata las necesidades.
Imagínese por ejemplo a un bebé hambriento en plena rabieta. No “sabe” lo que
quiere, en un sentido adulto, pero “sabe” que lo quiere…¡ahora mismo!. El bebé,
según la concepción freudiana, es puro, o casi puro Ello. Y el Ello no es más que la
representación psíquica de lo biológico.
Pero, aunque el Ello y la necesidad de comida puedan satisfacerse a través de la
imagen de un filete jugoso, al cuerpo no le ocurre lo mismo. A partir de aquí, la
necesidad solo se hace más grande y los deseos se mantienen aún más. Usted se
habrá percatado de que cuando no ha satisfecho una necesidad, como la de comer
por ejemplo, ésta empieza a demandar cada vez más su atención, hasta que llega
un momento en que no se puede pensar en otra cosa. Este sería el deseo
irrumpiendo en la consciencia.
Menos mal que existe una pequeña porción de la mente a la que nos referimos
antes, el consciente, que está agarrado a la realidad a través de los sentidos.
Alrededor de esta consciencia, algo de lo que era “cosa” se va convirtiendo en Yo en
el primer año de vida del niño. El Yo se apoya en la realidad a través de su
consciencia, buscando objetos para satisfacer los deseos que el Ello ha creado para
representar las necesidades orgánicas. Esta actividad de búsqueda de soluciones
es llamada proceso secundario.
El Yo, a diferencia del Ello, funciona de acuerdo con el principio de realidad, el
cual estipula que se “satisfaga una necesidad tan pronto haya un objeto disponible”.
Representa la realidad y hasta cierto punto, la razón.
No obstante, aunque el Yo se las ingenia para mantener contento al Ello (y
finalmente al cuerpo), se encuentra con obstáculos en el mundo externo. En
ocasiones se encuentra con objetos que ayudan a conseguir las metas. Pero el Yo
capta y guarda celosamente todas estas ayudas y obstáculos, especialmente
aquellas gratificaciones y castigos que obtiene de los dos objetos más importantes
del mundo de un niño: mamá y papá. Este registro de cosas a evitar y estrategias
para conseguir es lo que se convertirá en Superyo. Esta instancia no se completa
hasta los siete años de edad y en algunas personas nunca se estructurará.
Hay dos aspectos del Superyo: uno es la consciencia, constituida por la
internalización de los castigos y advertencias. El otro es llamado el Ideal del Yo, el
cual deriva de las recompensas y modelos positivos presentados al niño. La
consciencia y el Ideal del Yo comunican sus requerimientos al Yo con sentimientos
como el orgullo, la vergüenza y la culpa.
Es como si en la niñez hubiésemos adquirido un nuevo conjunto de necesidades y
de deseos acompañantes, esta vez de naturaleza más social que biológica. Pero,
por desgracia, estos nuevos deseos pueden establecer un conflicto con los deseos
del Ello. Ya ve, el Superyo representaría la sociedad, y la sociedad pocas veces
satisface sus necesidades.
Teoría de Karen Horney
La teoría de Karen Horney es quizás la mejor de las teorías sobre las neurosis que
tenemos. En primer lugar, ofreció una perspectiva bastante distinta de entender la
neurosis, considerándola como algo bastante más contínuo en la vida normal que
los teóricos previos. Concretamente, entendía la neurosis como un intento de hacer
la vida más llevadera, como una forma de “control interpersonal y adaptación”.
Esto sería, por supuesto, aquello a lo que estamos dirigidos en nuestra vida
cotidiana, solo que parece que la mayoría de nosotros lo hacemos bien y los
neuróticos parece que se hunden más rápidamente.
En su experiencia clínica, distinguió 10 patrones particulares de necesidades
neuróticas, los cuales están basados sobre aquellas cosas que todos necesitamos,
pero que se han vuelto distorsionadas de diversas formas por las dificultades de las
vidas de algunas personas.
Incialmente, tomemos la primera necesidad como ejemplo; la necesidad de afecto
y aprobación. Todos necesitamos afecto, entonces ¿qué es lo que hace neurótica
a esta necesidad?. Primero, la necesidad es irreal, irracional, indiscriminada. Por
ejemplo, todos necesitamos afecto, pero no lo esperamos de todo aquel que
conocemos. No esperamos grandes dosis de afecto de parte de incluso nuestros
mejores amigos y relaciones. No esperamos que nuestras parejas nos den afecto
todo el tiempo, en todas las circunstancias. No esperamos grandes muestras de
amor mientras que nuestras parejas están rellenando los formularios de pagos a
Hacienda, por ejemplo. Y, somos conscientes de que habrá muchas veces en
nuestra vida donde tendremos que ser autosuficientes.
Segundo, la necesidad neurótica es bastante más intensa y provocará un gran
monto de ansiedad si no se satisface su demanda o incluso si se percibe que no
será satisfecha en un futuro. Es esto, por tanto, lo que le lleva a tener esa naturaleza
irreal. El afecto, para continuar con el mismo ejemplo, debe expresarse claramente
en todo momento, en todas las circunstancias, por todas las personas, o el pánico
se instaurará. El neurótico ha hecho de la necesidad lo central de su existencia.
Las necesidades neuróticas son las siguientes.
Necesidad neurótica de afecto y aprobación. Necesidad indiscriminada de
complacer a los demás y ser querido por ellos.
Necesidad neurótica de pareja; de alguien que lleve las riendas de nuestra vida.
Esta necesidad incluye la idea de que el amor resolverá todos nuestros problemas.
Una vez más, a todos nos gustaría tener un compañero con quien compartir nuestra
vida, pero el neurótico va uno o dos pasos más allá.
El neurótico necesita restringir la vida de uno a límites muy estrechos, a no ser
demandantes, a satisfacernos con muy poco. Incluso esta postura tiene su
contrapartida normal. ¿Quién no ha sentido la necesidad de simplificar la vida
cuando se vuelve muy estresante; de unirse a una orden monacal; a desaparecer
de la rutina; o de volver al útero materno?.
Necesidad neurótica de poder, de control sobre los demás, de omnipotencia.
Todos buscamos el poder, pero el neurótico se desespera por lograrlo. Es un
dominio de su propia gesta, usualmente acompañado de un rechazo por la debilidad
y una fuerte creencia en los propios poderes racionales.
Necesidad neurótica de explotar a los demás y sacar lo mejor de éstos. En la
persona común podríamos entender esto como la necesidad de tener un efecto, de
provocar impacto, de ser escuchado. En el neurótico, se convierte en una
manipulación y la creencia de que los demás están ahí para ser utilizados. Puede
comprender también una idea de miedo a ser manipulado por los demás, de parecer
estúpido. Ustedes se habrán percatado de esas personas que les encanta las
bromas pesadas, pero no las soportan cuando ellas son el blanco de tales bromas,
¿no?.
Necesidad neurótica de reconocimiento o prestigio social. Somos criaturas
sociales, así como sexuales, y nos gusta ser apreciados por los demás. Pero estas
personas están sobrepreocupadas por las apariencias y la popularidad. Temen ser
ignoradas, simples, poco “guay” y “fuera de lugar”.
Necesidad de admiración personal. Todos necesitamos ser admirados por
nuestras cualidades tanto internas como externas. Necesitamos sentirnos
importantes y valorados. Pero algunas personas están más desesperadas y
necesitan recordarnos su importancia (“nadie reconoce los genios”; “Soy el
verdadero artífice detrás de las escenas, ¿sabes?”, y así sucesivamente. Su miedo
se centra en no ser nadie, falto de importancia y sin sentido en sus acciones.
Necesidad neurótica de logro personal. Una vez más diremos que no hay nada
malo en aspirar a logros, ni mucho menos. Pero algunas personas están
obsesionadas con ello. Deben ser los número uno en todo y dado que esto es, desde
luego, una tarea muy difícil, vemos a estas personas constantemente devaluando
aquello en lo que no pueden ser los primeros. Si, por ejemplo, son buenos
corredores, el lanzamiento de disco y las pesas son “deportes secundarios”. Si su
fuerte es lo académico, las habilidades físicas no son de importancia, y demás.
Necesidad neurótica de autosuficiencia e independencia. Todos nosotros
debemos cultivar cierta autonomía, pero algunas gentes sienten que no deberían
necesitar de nadie nunca. Tienden a rechazar la ayuda y muchas veces son
reticentes a comprometerse en una relación afectiva.
Necesidad de perfección e inexpugnabilidad. Muchas veces para ser cada vez
mejores en nuestra vida, tenemos un impulso que puede de hecho ser de
consideración neurótica, pero algunas personas pretenden constantemente ser
perfectas y temen fallar. No resisten que se les “coja” en un error y necesitan, por
tanto, controlar todo el tiempo.
A medida que Horney fue revisando sus conceptos, empezó a darse cuenta que sus
tipos de necesidades neuróticas podían agruparse en tres amplias estrategias de
adaptación:
Complianza (cumplimiento), que incluye las necesidades 1, 2 y 3.
Agresión, incluyendo las necesidades desde la 4 hasta la 8.
Alejamiento, incluyendo las necesidades 9, 10 y 3. Esta última fue añadida porque
es crucial para lograr la ilusión de independencia y perfección total.
En sus escritos, la autora usó otras frases para referirse a estas tres estrategias.
Además de la complianza, se refirió a ésta como la estrategia de moverse hacia y
la llamada auto-retirada. Sólo tenemos que detenernos un poco para ver que estas
frases son muy similares en contenido al acercamiento de aprendizaje o de la
personalidad flemática de Adler.
El segundo punto (la agresión) también fue llamado como moverse en contra de o
como la solución expansiva. Correspondería a lo mismo que describió Adler con su
tipo dominante o la llamada personalidad colérica.
Y finalmente, además de alejamiento, la tercera necesidad fue llamada también
como alejarse de o la solución de resignación. Es muy parecido al tipo evitativo de
Adler o la personalidad melancólica.

La teoría interpersonal de Harry Stack Sullivan


La teoría interpersonal de Harry Stack Sullivan sobre el desarrollo de la
personalidad es una de las más conocidas en el ámbito del psicoanálisis.
En este artículo describiremos los principales conceptos y postulados de este
modelo, cuyo foco en las relaciones interpersonales influyó de forma muy
significativa los desarrollos posteriores de la psicoterapia.
La teoría interpersonal de H. S. Sullivan
Harry Stack Sullivan (1892-1949) publicó en el año 1953 la obra “La teoría
interpersonal de la psiquiatría”; en esta desarrolló su modelo de la personalidad,
que se enmarca en el paradigma del psicoanálisis. De forma más concreta podemos
clasificar a Sullivan en el neofreudismo, junto con autores como Carl Jung, Karen
Horney, Erik Fromm o Erik Erikson.
Sullivan defendió una concepción de la psiquiatría según la cual esta ciencia debía
tener como objeto de estudio las interacciones entre seres humanos. De este
modo destacó la relevancia fundamental de las relaciones
interpersonales (tanto las reales como las imaginarias) en la configuración de la
personalidad, y en consecuencia también de la psicopatología.
Para este autor la personalidad se puede definir como un patrón de comportamiento
relativo a las situaciones de interacción con otras personas. Se trataría de una
entidad estable y compleja, determinada tanto por las necesidades fisiológicas e
interpersonales innatas como por el aprendizaje a través de experiencias tempranas
y el proceso de socialización.
En este sentido, la personalidad se formaría progresivamente en función del
contacto con el entorno social y de la propia capacidad para satisfacer las
necesidades, así como la tensión que estas causan tanto desde un punto de vista
biológico como desde uno psicológico. Los fallos en este tipo de aprendizajes y la
falta de adaptación psicológica llevarían a la patología.
La teoría de la personalidad de H. S. Sullivan, y en particular su focalización en las
interacciones sociales, llevaron al surgimiento de la escuela del psicoanálisis
interpersonal. Esta corriente también difiere de la variante freudiana en su interés
por la individualidad y por la importancia que da a la relación mutua entre terapeuta
y paciente.
Factores estables que forman la personalidad
Según Sullivan, el constructo que conocemos como “personalidad” está compuesto
por tres aspectos estables: los dinamismos y las necesidades, el Sistema del Yo
y las personificaciones.
Todos ellos se desarrollan a partir de la interacción con otras personas y de cómo
resolvemos nuestros impulsos fisiológicos y sociales.
1. Necesidades y dinamismos
El psicoanálisis interpersonal define dos grandes conjuntos de necesidades
humanas: las de autosatisfacción y las de seguridad. Las primeras se asocian con
la fisiología e incluyen la alimentación, la excreción, la actividad o el sueño; las
necesidades de seguridad tienen un carácter más psicológico, como la evitación de
la ansiedad y el mantenimiento de la autoestima.
Los dinamismos son patrones de conducta complejos y más o menos estables
que tienen la función de satisfacer una necesidad básica determinada -o, en
palabras de Sullivan, de “transformar la energía física del organismo”. Hay dos tipos
de dinamismos: los que se relacionan con partes específicas del cuerpo y los
asociados a experiencias de miedo y de ansiedad.
2. El Sistema del Yo
El Sistema del Yo se desarrolla a lo largo de la infancia a medida que
experimentamos ansiedad y la aliviamos a través de otras personas. Se trata de
una estructura psíquica que cumple la función de manejar la ansiedad, esto es,
de lidiar con las necesidades de seguridad. Con la edad adopta también la
función de proteger la autoestima y la imagen social.
3. Las personificaciones
Sullivan utiliza el término “personificación” para hacer referencia a los modos por los
cuales los niños interpretan el mundo: atribuyendo a personas y colectivos
características de otros, basándose tanto en experiencias de interacción como en
creencias y fantasías personales. Las personificaciones tendrán una gran
importancia en las relaciones sociales a lo largo de la vida.

Teoría de Erikson
Erikson es un psicólogo del Yo freudiano. Esto significa que acepta las ideas de
Freud como básicamente correctas, incluyendo aquellas debatibles como el
complejo de Edipo, así como también las ideas con respecto al Yo de otros
freudianos como Heinz Hartmann y por supuesto, Anna Freud.
No obstante, Erikson está bastante más orientado hacia la sociedad y la cultura que
cualquier otro freudiano, tal y como cabía esperar de una persona con sus intereses
antropológicos. Prácticamente, desplaza en sus teorías a los instintos y al
inconsciente. Quizás por esta razón, Erikson es tan popular entre los freudianos y
los no-freudianos por igual.
El Principio Epigenético
Erikson es muy conocido por su trabajo sobre la redefinición y expansión de la teoría
de los estadios de Freud. Establecía que el desarrollo funciona a partir de
un principio epigenético. Postulaba la existencia de ocho fases de desarrollo que
se extendían a lo largo de todo el ciclo vital. Nuestros progresos a través de cada
estadio está determinado en parte por nuestros éxitos o por los fracasos en los
estadios precedentes. Como si fuese el botón de una rosa que esconde sus pétalos,
cada uno de éstos se abrirá en un momento concreto, con un cierto órden que ha
sido determinado por la naturaleza a través de la genética. Si interferimos con este
órden natural de desarrollo extrayendo un pétalo demasiado pronto o en un
momento que no es el que le corresponde, destruimos el desarrollo de la flor al
completo.
Cada fase comprende ciertas tareas o funciones que son psicosociales por
naturaleza. Aunque Erikson les llama crisis por seguir la tradición freudiana, el
término es más amplio y menos específico. Por ejemplo, un niño escolar debe
aprender a ser industrioso durante ese periodo de su vida y esta tendencia se
aprende a través de complejas interacciones sociales de la escuela y la familia.
Las diversas tareas descritas por el autor se establecen en base a dos términos:
una es la tarea del infante, llamada “confianza-desconfianza”. Al principio resulta
obvio pensar que el niño debe aprender a confiar y no a desconfiar. Pero Erikson
establece muy claramente que debemos aprender que existe un balance.
Ciertamente, debemos aprender más sobre la confianza, pero también necesitamos
aprender algo de desconfianza de manera que no nos convirtamos en adultos
estúpidos.
Cada fase tiene un tiempo óptimo también. Es inútil empujar demasiado rápido a
un niño a la adultez, cosa muy común entre personas obsesionadas con el éxito. No
es posible bajar el ritmo o intentar proteger a nuestros niños de las demandas de la
vida. Existe un tiempo para cada función.
Si pasamos bien por un estadio, llevamos con nosotros ciertas virtudes o fuerzas
psicosociales que nos ayudarán en el resto de los estadios de nuestra vida. Por el
contrario, si no nos va tan bien, podremos
desarrollar maladaptaciones o malignidades, así como poner en peligro nuestro
desarrollo faltante. De las dos, la malignidad es la peor, ya que comprende mucho
de los aspectos negativos de la tarea o función y muy poco de los aspectos positivos
de la misma, tal y como presentan las personas desconfiadas. La maladaptación no
es tan mala y comprende más aspectos positivos que negativos de la tarea, como
las personas que confían demasiado.
Niños y adultos
Quizás la innovación más importante de Erikson fue la de postular no 5 estadios
como Freud había hecho, sino 8. Erik elaboró tres estadios adicionales de la adultez
a partir del estadio genital hasta la adolescencia descrito por Freud. Ninguno de
nosotros nos detenemos en nuestro desarrollo (sobre todo psicológicamente)
después de los12 o 13 cumpleaños. Parece lógico estipular que debe haber una
extensión de los estadios que cubra el resto de nuestro desarrollo.
Erikson también tuvo algo que decir con respecto a las interacciones de las
generaciones, lo cual llamó mutualidad. Ya Freud había establecido claramente
que los padres influían de una manera drástica el desarrollo de los niños. Pero
Erikson amplió el concepto, partiendo de la idea de que los niños también influían
al desarrollo de los padres. Por ejemplo, la llegada de un nuevo hijo, representa un
cambio de vida considerable para una pareja y remueve sus trayectorias evolutivas.
Incluso, sería apropiado añadir una tercera (y en algunos casos, una cuarta)
generación al cuadro. Muchos de nosotros hemos sido influenciados por nuestros
abuelos y ellos por nosotros.
Un ejemplo claro de mutualidad lo encontramos en los problemas que tiene una
madre adolescente. Aún cuando tanto la madre como el hijo pueden llevar una vida
satisfactoria, la chica está todavía envuelta en tareas de búsqueda de sí misma y
de cómo encajar en la sociedad. La relación pasada o presente con el padre de su
hijo puede ser inmadura tanto en uno como en el otro y si no se casan o viven juntos,
ella tendrá que lidiar con los problemas de encontrar una nueva pareja. Por otro
lado, el infante presenta una serie de necesidades básicas de todo niño, incluyendo
la más importante: una madre con las habilidades maduras y apoyo social, como
toda madre.
Si los padres de la chica en cuestión se unen para ayudar, tal y como cabría esperar,
también romperán con sus funciones evolutivas, volviendo a un estilo vital que
pensaban que habían pasado y altamente demandante. A estas generaciones se
pueden añadir otras, y así sucesivamente.
Las formas en que nos interactuamos son extremadamente complejas y muy
frustrantes para los teóricos. Pero ignorarlas sería obviar algo muy importante con
respecto a nuestro desarrollo y nuestras personalidades.

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