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Sesión número 4.

Grupo de estudio “Sociología, materialismo histórico y teorías críticas”

Hora y lugar: 2:30-4:00 Aula 506 del bloque 15.

Texto analizado: Karl Marx, “Las clases sociales el capitalismo, en Teoría marxista de las
clases sociales. Medellín: Ediciones Pepe, 1972. Pp. 7-35

Encargado de la lectura: Jhonatan Josué Gómez

Preside: Juan Sebastián Ocampo Murillo

Asistentes: Andrés Escobar López, Andrés Fernando Hoyos, Jhonatan Josué Gómez, Juan
Sebastián Ocampo Murillo

Inicié la sesión hablando de la importancia que tenía Marx hoy en día. Muchas personas,
señalé, se escudan con el prejuicio (que nace del desconocimiento o de la incapacidad de
aprehender y entender los textos y su armazón teórica) de que la lucha de clases es algo que
ya no existe, una teoría arcaica que no vale la pena revisitar ni resignificar hoy día. Incluso,
he escuchado yo a muchos académicos proferir que ya el proletariado es una categoría vacua,
pues la clase trabajadora tiene acceso a créditos, préstamos y cosas por ese estilo.

Utilicé una ayuda audiovisual para mostrar a los compañeros cómo opera el sistema de clases
en el capitalismo tardío. Los Simpson es una buena fuente de sátira y burla a la sociedad; un
capítulo fue protagonizad por el nuevo y flamante jefe de Homero, Hank Scorpio. Este era
totalmente diferente al antiguo superior del patriarca de la familia Simpson, el sr. Burns, era
carismático, no le gustaba ser llamado jefe, se quería poner a la altura de sus subordinados,
y negaba el sistema vertical de una compañía, a diferencia de Burns que representa el
arquetipo del capitalista decimonónico: marcaba una línea divisoria con sus empleados,
gustaba de ostentar visiblemente su poder y no negaba que su fin era la consecución del
capital. Esta figura narrativa sirve para ilustrar el quiebre que existió entre el capitalismo
industrial y el capitalismo post-industrial. El primero de estos se caracterizaba por las luchas
sociales y las reivindicaciones que se fraguaban en un modo de producción basado en los
sistemas fordista y taylorista. El segundo de estos, por otro lado, se presenta de una forma
más amigable y “rosa”, supuestamente la clase obrera puede acceder a más bienes de
consumo, y se sienten bien al hacerlo, pues hay un compromiso ético con los nuevos
paradigmas de lo ambiental y ese otro tipo de causas universales. Sin embargo, no se revierte
nunca el quid de la explotación, el obrero solo puede ofrecer en el mercado su fuerza de
trabajo como mercancía, que el capitalista ocupa como valor de uso y procura acrecentar los
valores del plusvalor. Cuando el capitalista se haya saciado y el crecimiento orgánico del
capital agarre vuelo, puede desprenderse del obrero que se verá sometido a vender su vida y
espíritu a condiciones aún más miserables.

Ejemplo de esto último se vivió con el fenómeno de la burbuja financiera del 2008. Una gran
cantidad de norteamericanos se vio en la necesidad de entrar en deudas con los bancos para
poder acceder a bienes primarios, incluso se vieron en la necesidad de acceder a nuevas
deudas para pagar las antiguas. Hace 6 décadas cuando cerró la General Motors Company en
los EE. UU. y trasladó todos los medios de producción a la periferia global, vaticinó la
predicción de Marx sobre la división axial del trabajo: se abrieron nuevas rutas de comercio,
se agrandaron los ´públicos de consumo y la capacidad de acceder a mano de obra barata.

Después de esta introducción el compañero Jhonatan tomó la palabra y desarrolló su


exposición con gran destreza y maestría. Empezó indicando que las clases sociales en el
capitalismo se pueden dividir entre los propietarios de la simple fuerza de trabajo, los
propietarios del capital y los propietarios de tierras, cuyas respectivas fuentes de ingreso son
el salario, la ganancia y la renta del suelo; esto conforme a: obreros, capitalistas y
terratenientes.

Jhonatan prosiguió explicando que los que venden los obreros al capitalista es su fuerza de
trabajo a cambio de una cantidad pactada de dinero que corresponde a un periodo de tiempo.
Lo único que pueden ofrecer los obreros a cambio de la mercancía del capitalista es su espíritu
y su vida. Es pues, que el valor de cambio de una mercancía, expresado en dinero es
precisamente su precio. Por lo tanto, lo que llamamos salario, no es más que la manera de
bautizar al precio de la fuerza laboral que es una mercancía que toma su sangre y carne en el
hombre.

Ahora bien, Jhonatan nos ilustró con un fragmento de un pequeño documental para explicar
cómo elementos como la división social del trabajo que mecaniza hoy día a los sujetos es
fuente de alienación y de malestar social. El trabajo mismo no es visto como una manera de
alcanzar la plenitud y de realizarse, más bien, por el contrario, solo se considera a esta como
un medio para existir, para no perecer. El obrero no considera al trabajo parte de su vida, para
él su vida solo empieza en la taberna o la cama.

Evidentemente, por el hecho de que, en cuanto fuerza social independiente, es decir, en


cuanto fuerza en poder de una parte de la sociedad, el poder de los dueños de los medios de
producción y del capital constante manifestado asimismo en materias primas, se cimenta en
la capacidad de apropiarse de manera libre y legal de la fuerza de trabajo viva. Por otra parte,
la existencia de una clase social que no posee nada más que su capacidad de trabajo es una
premisa necesaria para que se fragüe la acumulación de capital. El dominio del trabajo
acumulado pretérito sobre el trabajo vivo e inmediato convierte a los medios de producción
y materias primas en capital circulante. Es curioso que un sistema que pregona la sacralidad
de la propiedad privada, base su propia supervivencia en el hurto de la misma.

La próxima semana la sesión va a ser presidida por la profesora Carmen Lucía Cataño.

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