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CaPiTULo I Maestria y oficio 1, LA ESTETICA Y LOS FETICHES* Entre los aficionados de la cultura, hay muchos que no desean cam. biar sus habitos, lo sabemos may bien, No renuncian de buen grado a los gastos que tes inculcaron desde su infancia, Bs una actitud que debe tor marse en consideracién para dejar constancia de ella de un modo cstacist, 0, pues es dificil admitir que la mayoria de estos obsevadores reticentes, pata otorgar cludadania a su falta de reflexion, a su laguesa de guste, Tancen una masa de argumentos falaces y piensen recuperar att su buen Conciencia forjéndote razones aparentes destinadas a jastifiar su recharer ante esta mala fe asentada con tal desvergienza, nos vemos obligados a Ia réplica, aunque s6lo sea para reducir sus vacuas afirmaciones & la juste ‘nedida de sus ambiciones Formamos parte, sin embargo, de una generacién poco proclive a hablar de los problemas estéticos: yo mismo me he lanzado con bastante ardor, no hace tanto tiempo, a combatir contra las palabras altisonsnees que se profertan comtinmente acerca de todo y de nada: me ittitaban on particular expresiones como: “humano”, “cosmos”. “comunién del hombre con el mundo", “a escala humana”, etcétera: se ha utilizado cxce Vocabulario hasta el hartargo, en las causas 14s despreciables on las meds Tdieulas, Hay que agregar que a nuestro parecer la generacién preceden te, en su conjunto, ha lievado hasta el frenest el "consumo" de lo extérice, emasiadas “Escuelas” y “grupos” se definieron sélo por vages principios Poéticos, tan sumarios como indigentes, Esta bulimia fue singularmence ‘sPantosa entre las dos guerras: desde 1920 a 1940 vimos florecer una pre fasion de slogans —pues no cabe hablar en verdad de fines 0 de proyectos ‘estéticos— que sirvieron para ocultar la pobreza de una inventiva‘dcheiey + Texto rehecho de une conferencls pronunclada en 1961. En C, Samuel ed. Penora ra de Ure musical contemporain, Parts, Gallimard, 1962, pags: 01.418 W te. Unos invocaron # los manes de Bach; otros se esforzaron en un clasicis- mo idealmente depurado; hubo quienes se refugiaron en el “culto de la ie ria y del music-hall” 0 se consagraron a la Gebrauchsmusik (la musica lla ‘mada funcional); se traficé con la mtsica de masas, ytantas otras cosas, Ante una pasteleria tan complicada, jel estomago se revuelvel Qué en- ‘cubrian estos expedientes veleidosos sino una obstinacién, notable por su continuidad rigzagueante, en esquivar las cuestiones fundamentales? En: ‘cubierto por denominaciones tan diversas como inauténticas, se camuflaba ‘un concepto de “estilo” falseado desde el comienzo, vaciade de toda signifi- ‘cacién. Los fracasos que se produjeron ante nuestros ojos fueron dema- siados como para que no los percibiéramos con nitidez como saludables ad- vertenciae, como serios avigos que nos precavian contra el retomno a tales extravios. Nos parece que ya es un error inexcusable recubrir con la pa- labra estilo una dicotomfa entre forma y contenido, técnica y expresién; ‘sta distincion, cara a la pedagogia tradicional, resulta desprovista de fun damento y sobre todo de relacién con la realidad propiamente dicha del Jenguaje musical: separacion puramente académica reivindicada con ter quedad por démines anquilosados [La mésica es un arte no significante: de aht la importancia primordial de las estructuras propiamente lingiisticas, ya que su vocabulario no podsfa asumir una simple funcién de transmisi6n. No pretendo ensefiar a nadie la doble funcion del lenguaje, que permite una comunicacién direc: ta, cotidiana y también sirve de base a la elaboraci6n intelectual, 0, més especialmente, poética; salta a la vista que el empleo de las palabras en un poera difiere fandementalmente de la utilizacién corriente del vocabula Ho, en una conversacién, por ejemplo, En misica, por el contrario, la pa labra ¢s el pensamiento 2Quées entonces la miisica? A la ver un arte, una ciencia y un artesa: nado, Es un arte (empleo la palabra arte, por su eémoda brevedad, pero preferiria: medio de expresidn): no creo que s€ puedan oponer objeciones serias a este respecto; éste sigue siendo, quizés, el tnico punto en el que to do el mundo coincide sin discusién. Pero he agregado: una ciencia yun ar- tesanado, y ahi empiezan los equivocos y los choques. Sin embargo, e! rt sico es a la vex ua intelectual y un artesano: sblo esta doble actitud le per- mite eer coberente respecto de lo que desea expresar. Si me tratan de inte- lectual, por peyorativo que pueda parecer el anatema, no me decido a con siderarlo como una injuria; jtodo lo contrariol En verdad, munca he ‘comprendicio por qué el mésico, y en particular el compositor, deberia an te todo relegar su inteligencia al desvan de los accesorios peligrosos, € incluso dafiinos; jiene derecho 2 la reflexion como todos sus cofrades-en- creaci6n! Si un poeta se interroga, a un misico, que yo sepa, no deberian objetizsele sus “meditaciones”. Es cierto que no esta especialmente habit tado para el manejo eémodo del lenguaje: cuestiOn de oficio; pero, aunque. sus especulaciones tomen caminos desmafiados, no se le puede negar de buena fe que los emprenda y quiera ayudarse con un método analitico. 8 ‘Tampoco puede, por otra parte, olvidar tranquilamente su vocacion de artesano, sobre todo si se pone a ejecutar sus propias obras; son tan ra 70s los directores de orquesta o los intérpretes que consienten en lanzarse a Jos arcanos (sic) de la mdsica contempordnea, que al compositor le toca, qui¢ralo 0 no, tener el coraje de arrojarse al agua; con lo cual se ve forzado a la mejor de las escueles; el manejo inmediato del material en bruto aumentara su aptitad para dominarlo, Verificard que la misica casi no tiene existencia real fuera de la comunicacién directa, ¢Cuantos aficiona: dos son capaces de leer una partitura? El porcentaje es innegablemente muy pequefio; sin embargo, hablando francamente, nunca se deberian Jusgar obras musicales sin haber adquirido una experiencia concreta de ‘llas. La partivura es enionces un diagrama que es imperioso realizar, sies que se quiere hacer participar efectivamente a un auditorio de la concep. ion elaborada por el compositor. Considero, en sintesis, que estos tres as pectos del fenémeno musical estan indisolublemente ligados en un haz dni co: arte, ciencia, artesanado, Una ver adoptada esta toma de posicién, puedo citar los principales argumentos quc opone el fetichismo impenitente; este compatero archifa miliar no piensa en cambiar de traje, sus trivialidades se despliegan incon movibles sobre casi seis siglos de la evohucién musical de Occidente. Las re sumo escuetamente, para hacerlas aparecer en su magra desnuder: 1. Demasiada ciencia, falta de sensibilidad (demasiado arte, falta de cora2én). 2. Bisqueda de la originalidad a toda costa, y por ende evolucién ar- tificial, forzada. 3. Ruptura del contacto con el putblico por un individualismo exacer bado. 4. Rechazo de la historia y de la perspectiva histérica 5. Falta de respeto hacia un orden natural de las cosas Esta letania restringida se salmodia sin cesar con el mismo entusias ‘mo: iqué linda conjuraci6nl Nuestros fetichistas, jeyl, no desean cambiar sus idolos, aunque éstos les hayan sido apenas propicios hasta el presente: uevos reclutas se las ingeniarian para prodigar sus beneficios a concien cia, Nuestra civilizacién se contenta, sin duda, sin mucho esfuerz0, pues ‘nuestros magos agitan sin cesar los mismos cascabeles, aunque su hechice xia no manifieste grandes virtudes benéficas, Retomo una por una estas futilidades de la razon Primera futilidad de la razon: demasiada ciencia, falta de sensibil dad. La mosiea ex tanto una ciencia como un arte. ¢Cémo se estudia la his toria de la miisica sino comenzando, esencialmente, por la evolucién de so 19

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