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Clarice Lispector cuenta en A descoberta do mundo (livraría Francisco Alves, Río de

Janeiro, 1994, pág 348) la primera vez que asistió, en vivo, al ritual del cante flamenco
y experimentó “la voz dramática buscando su ser en el propio ritual de la invocación”,
lugar de la memoria y la repetición, y también “la realización de la poesía como tal
poesía en el poema” con el que empezábamos estos folios (y no nos resistimos a
transcribir y traducirlo, ahora que la UNESCO ha reconocido el carácter de Patrimonio
Oral Cultural de la Humanidad al “cante flamenco”, a una tradición oral viva):

…Casi no era canto (en el sentido en que éste es aprovechamiento musical de la voz)
…Casi no era voz (en el sentido en que ésta tiende a decir palabras)
El cante flamenco
es
el antes de la voz,
es
respiración,
es
aliento humano.

Una palabra u otra


(a veces)
se escapa
Y revela de qué está hecha esa mudez cantada:
…de historia de vivir, amar, y morir.

Esas casi tres palabras no dichas son interrumpidas por lamentos y modulaciones….
…cadencias del respirar… del jadeo..
El primer ensayo de la voz que capta el sufrimiento y capta la alegría en su intento
de gemido.
Y de grito.
Y otro grito más, éste de alegría por haber gritado.

Alrededor, los asistentes se juntan en la penumbra…


Después de una de esas modulaciones, que de tan prolongada cadencia muere en
suspiro, el grupo, agotado como el cantor, murmura un olé en amén: Última brasa.

…Y oí también el canto impaciente que la voz no expresa. Entonces un zapateado


nervioso y firme lo entrecorta.
El olé que lo interrumpe ya no es amén sino incitamiento. Empuje.

…Y oí también el canto ausente: Está hecho de un silencio cortado por gritos de los
asistentes:
Dentro de la claridad del silencio, en simiente ardiente, un hombre con la cabeza hacia
atrás, las manos caídas, marca con el duro taco de los zapatos el ritmo incesante del
canto ignorado…

Ninguna música.
Y no es una danza.
El zapateado es el antes de la danza organizada.
No es espectáculo, no se asiste:
…quien escucha es tan esencial como quien golpea el suelo en silencio.

Hasta la extenuación se comunican durante horas a través de este lenguaje que, si


algún día tuvo palabras, estas se fueron perdiendo por los siglos... hasta que la
tradición oral pasó a ser trasmitida de padre a hijo sólo como ímpetu de sangre, de
vida.
Después de ese silencio... mal parece que la vida pueda continuar...
pues en ese ritmo del silencio acaece y es experimentada “la certeza de la muerte”…
Todos morirán….
esa certeza es un saber radical sobre lo único que importa: El triunfo mortal de vivir”.

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