velaciones, bajo el frío de una noche, una familia iba de camino al cementerio para velar a sus familiares difuntos. El Señor Piero, una persona de contextura delgada, alto y de buen aspecto, lo acompañaba su esposa Alanis, una señora de cabello ondulado, no tan pequeña y de buena posición económica y sus dos hijos. Al ingresar se encontraron con el portero del cementerio, lo saludaron y siguieron su camino; Piero encendió las velas y fueron a coronar a los ya antes mencionados. Al llegar a la tumba paso algo muy extraño un fuerte viento hizo que se apagaran las velas, como si el alma del difunto hubiese salido de la tumba, como era de esperarse la familia tuvo mucho miedo y en eso el señor que recogía la basura, éste era un tipo mediano, que llevaba un gorro y chaleco, al ver lo que sucedió se le dibujo una sonrisa en el rostro, como si se estuviera burlando de lo ocurrido, pero eso no fue lo único que paso. El mayor de los hijos Rafael encendió una linterna y reviso la tumba, todo parecía estar en orden pero a Fabián, el hijo menor, sintió que alguien lo estaba jalando por la parte de atrás, todos asustados por ello. La familia le pidió ayuda al recogedor de basura, él estaba prácticamente poseído y gritaba: ¡Salgan, salgan o morirán! La señora empezó a rezar, Rafael y Fabián corrieron pero no fue suficiente, el muerto los estaba jalando hacia su tumba. Todo parecía estar perdido, pero el portero llegó al lugar con un Sacerdote, diciendo estas palabras: ¡Aléjate de esta alma demonio, Dios protege a esta familia con tu poder divino! Y ocurrió lo que se pedía a gritos.