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Por una izquierda con futuro: hacer que lo necesario sea posible

Las recetas neoliberales que se han implementado para superar la crisis del 2008 han
supuesto una importante pérdida de derechos, han generado un grave sufrimiento social y
también han agitado conciencias, han generado exigencias de cambio y han alterado el
panorama electoral. Sin embargo, en ningún caso la izquierda ha sido capaz de superar
nítidamente la lógica neoliberal.

No lo han conseguido los partidos tradicionales y tampoco lo han conseguido los nuevos
partidos (Podemos, la Francia Insumisa, Syriza, el Movimiento 5 Estrellas y otros de menor
entidad) que surgieron al socaire de esta coyuntura tomando como bandera superar la vieja
política y darle una salida popular a la crisis. Es más: en algunos casos, como Italia o Grecia,
estos partidos han acabado ejecutando políticas radicalmente distintas a las inicialmente
prometidas.

La terrible realidad es que no sólo nos hallamos ante un ciclo conservador tradicional sino que
la alternativa más probable a las políticas conservadoras es su agudización mediante la
contaminación con políticas de la extrema derecha, como se ha puesto de manifiesto en los
últimos procesos electorales en Europa y América. Lamentablemente, la agitación, la
frustración y el miedo han derivado más fácilmente hacia las propuestas corporativas,
autoritarias y xenófobas de la extrema derecha que hacia las propuestas solidarias y
progresistas de la izquierda

Es urgente, por tanto, que la izquierda y las fuerzas progresistas inviertan esta deriva
abandonando sus inercias, su confusión y su ambigüedad. La confianza mágica en que el
tiempo acabará por darnos la razón, los discursos autocomplacientes, las promesas simplistas
y demagógicas y las miserias oportunistas son lastres que es imprescindible eliminar.

En el año 2015, cuando se constituyó el gobierno portugués, la izquierda española apenas


prestó atención a este hecho porque estaba demasiado ocupada en conseguir (o evitar, según
el caso) el famoso “sorpasso” y porque algunos estaban demasiado distraídos con la supuesta,
próxima e inevitable ruptura del “régimen del 78” y con remediar el “fiasco” de la transición.

Cuando, en diciembre del 2015, las elecciones generales se tradujeron en una ligera mayoría
de la izquierda, se optó por arrojar al sumidero de la historia este “insignificante” botín y se
forzó la convocatoria de una nuevas elecciones en las que la izquierda perdió terreno y la
derecha recuperó su hegemonía. En efecto, los resultados del 26 J pusieron de manifiesto la
profunda división de la socialdemocracia y la evidencia de que los procesos cupulares de
confluencia pre-electoral no siempre suman, sino que, en ocasiones, restan electoralmente y
dividen políticamente.

Tres años después, Portugal es un país con un Gobierno sostenido por diversos partidos de
izquierda, que no ha hecho la revolución pero que lleva a cabo una política progresista y
realista, que mantiene a raya a la derecha y donde la extrema derecha no es una amenaza
significativa.

En España, por su parte, la exitosa moción de censura al gobierno de Rajoy ha puesto en


marcha una experiencia progresista propiciada por el impacto de la sentencia de la Gurtel y la
corrupción generalizada del PP. La mera existencia de una alternativa de gobierno tangible ha
tenido un efecto positivo en la opinión pública y parecería lógico pensar que, por parte de las
fuerzas progresistas, habría una voluntad firme de engancharse a este tren para propiciar un
cambio real en el país.

Sin embargo, la realidad es que, seis meses después de la investidura de Sánchez, una parte
de los apoyos parlamentarios ha roto con el Gobierno y su socio mayoritario ya lo da por
liquidado.

No hace falta perder demasiado tiempo en explicar lo que va a suceder en este país si el
balance del actual Gobierno queda asociado a conceptos como “inviabilidad”, “inutilidad” o
“fracaso”. La espectacular deriva del PP y Ciudadanos hacia discursos y propuestas propias de
la extrema derecha en casi todos los ámbitos, así como la irrupción institucional de Vox,
auguran una auténtica lluvia de azufre en temas laborales, de derechos y libertades,
privatizaciones, respeto a la pluralidad territorial, gestión del problema catalán, inmigración y
un larguísimo etcétera.

Los resultados de las elecciones andaluzas, sin ser necesariamente extrapolables al resto del
Estado, indican bien claramente que no estamos hablando de hipótesis poco creíbles o
interesadas sino de posibilidades muy reales e inmediatas.

Esta reflexión elemental no parece que vaya a ser capaz de sobreponerse a los intereses
partidistas de algunos actores pero, para quienes firmamos este escrito, es fundamental que,
tras las próximas elecciones generales, pueda constituirse otro Gobierno que avance por la
izquierda.

Que se aprueben unos nuevos presupuestos ayudaría sin duda a este propósito pero no nos
engañemos: lo esencial es que, en los próximos meses, se aprueben las medidas relativas a
salario mínimo, pensiones, protección medioambiental, memoria histórica, código penal, etc
que ya están sobre la mesa.

Que cualquier fuerza progresista, pueda oponerse a ello o, sencillamente, entorpecer este
propósito constituiría un error imperdonable.

Si, parafraseando a Boaventura de Sousa Santos, aspiramos a “una izquierda con futuro”,
tenemos que centrarnos en los problemas reales de la gente y lograr que lo necesario sea
posible con imaginación, iniciativa, mucha organización y prácticas políticas coherentes con
ese objetivo.

De la misma manera, debemos huir del círculo vicioso de crispación, volatilidad, confusión y
sobresalto permanente que caracteriza la política española. Este juego beneficia a la derecha y
sofoca el discurso y las propuestas de la izquierda.

Los firmantes de este manifiesto apostamos por el federalismo español republicano


entendido como el federalismo de la libertad, los derechos, la participación y la
responsabilidad, tanto frente al independentismo como frente al rebufo patriotero.

De igual modo, frente al neoliberalismo y la crisis de legitimidad de la UE, que lleva a partidos
de la izquierda a cuestionarla y refugiarse en la renacionalización, defendemos el avance
social y federal de Europa.

El futuro de la izquierda pasa más por explicar, por convencer al no convencido y por defender
con firmeza nuestros valores y nuestros objetivos estratégicos. Pasa por defender sin ambages
ni excepciones los valores democráticos; pasa por explicar honestamente la verdad y renunciar
a la demagogia; pasa por poner las personas por encima de las fronteras; pasa por buscar la
sintonía con la sociedad organizada que comparte nuestros valores; pasa por apoyar sin
fisuras un movimiento sindical que es la primera víctima de este ciclo conservador; pasa, en
fin, por reconocernos a nosotros mismos en nuestra pluralidad, ejerciendo la crítica y la
autocrítica pero sin poner jamás los intereses partidistas por encima de las posibilidades de
colaboración.

Por otra parte, la deseable aspiración a la unidad de acción de la izquierda política y social
española debe ser real y basarse en el respeto a la pluralidad y no en pretensiones de
hegemonía excluyente, en el reproche mutuo, en estatutos de limpieza de sangre o en
estériles tacticismos cortoplacistas.

Firman este Manifiesto, por orden alfabético:

Teresa Aranguren
Javier Adalid
Mariano Asenjo
Juana Caballero
Ignacio García
José Antonio García Rubio
Jaime Gareht Florez
Eberhart Grosske
Francisco Guarido
Cayo Lara
Gaspar Llamazares
Paloma López
Glòria Marcos
Daniel Martínez
Montserrat Muñoz
Alberto Novoa
Tasio Oliver
Antonio Polo
Arantxa Rodriguez
Antonio Roldán
Isabel Ma. Rosales
Ricardo Sixto
Diego Valderas
Susana Vila
Carmen Villares
Miguel Ángel Viñas

Nota: El documento está abierto a nuevos firmantes.

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