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"EL OTRO PARTIDO": ALGUNAS

CONSIDERACIONES ACERCA DEL RADICALISMO


(1983-1989)

María Soledad Delgado


U.B.A.

Trabajo presentado ante el VI Congreso Nacional de Ciencia Política -


Universidad Nacional de Rosario- Noviembre de 2003
Introducción

Actualmente, las estructuras partidarias se encuentran en nuestro país cruzadas por crisis de
diversos tipos que, superpuestas unas a otras, no hacen sino agravar la percepción cuasi
generalizada de fase terminal. Crisis del Estado-Nación, que reduce las capacidades y
autonomía de los actores actuantes en el interior de los mismos; crisis de representación,
inscripta en el marco de la modificación de un modelo de democracia (y con él, un modelo
de partido) hace tiempo dejado atrás; crisis de legitimidad, que encuentra su origen en los
miembros de la "clase política" hasta alcanzar a las instituciones que representan. Y sin
embargo, en nuestros días parece imposible pensar una democracia sin partidos. Poco
representativos, con capacidades reducidas, o ineficaces para articular demandas o delinear
conjuntos de políticas públicas con cierto grado de coherencia, los partidos han sido y
continúan siendo, el elemento central del juego político democrático.
Ahora bien, si como resultado de las crisis (que los condicionan, pero que asimismo en
buena medida ellos contribuyen a incrementar) también los partidos políticos se ven
jaqueados, pero al mismo tiempo son y seguirán siendo (al menos en el corto y mediano
plazo) el eje de las modernas democracias, debe preceder a toda crítica y a todo intento de
modificación en cualquier sentido un conocimiento efectivo de -en cada caso concreto-
cómo se estructuran, cómo se producen las transformaciones en su interior (y por ende,
cuáles son las modalidades que adquieren las interacciones partidarias) y cuál es el impacto
concreto que producen en ellos los cambios que en el ambiente político tienen lugar.
En lo referido al caso argentino, numerosos han sido los trabajos que sobre el Partido
Justicialista (PJ) se realizaron, entre los cuales se destacan los de Levitsky1 y Mustapic.2
Mucha menor atención ha recibido por parte de los especialistas el otro 'gran partido
tradicional': la Unión Cívica Radical (UCR).3 Relegado a una posición minoritaria (tanto
en términos electorales como bibliográficos) por décadas, la transición democrática
encontró al radicalismo en condiciones de revertir las relaciones de fuerza vigentes en la
Argentina peronista; son las particulares condiciones de este escenario las que propician un
estudio de la UCR en términos organizativos que tome como punto de partida el año 1983.
Este trabajo se propone, por lo tanto, realizar un breve análisis de ciertas características de
la estructura organizativa de la UCR en el período que comprende la presidencia de
Alfonsín (1983-1989), enfatizando en el mismo los aspectos relacionados con las
transformaciones en el mapa de poder al interior del partido y las estrategias seguidas por
los actores como respuesta a los estímulos generados por el contexto político en el cual
debieron operar.
A tales efectos, el análisis que a continuación se desarrollará privilegia, siguiendo a
Panebianco, la concepción del partido en tanto organización. La utilización de este enfoque

1
Levitsky, Steven (2001): "Organization and labor-based party adaptation: the transformation of argentine
peronism in comparative perspective", en World Politics n° 54, octubre.
2
Mustapic, Ana María, "Del Partido Peronista al Partido Justicialista. Las transformaciones de un partido
carismático", mimeo.
3
Existen numerosos trabajos que encuentran en el radicalismo su objeto de estudio, pero estos básicamente
provienen desde la Historia. En este sentido, debemos mencionar como referencias obligadas los aportes de
Rock (1975) y Alonso (2000).

II
teórico presupone la centralidad de la dimensión del poder al interior de la organización, es
decir, el énfasis en "el funcionamiento y las actividades organizativas fundamentalmente en
términos de alianzas y conflictos por el poder entre los distintos actores que integran la
organización"4, ofreciéndonos herramientas conceptuales que nos permiten centrar en dos
aspectos claves: las relaciones de poder en el seno de la organización y la reintroducción de
la dimensión histórica para explorar la evolución organizativa de los partidos, pautada por
la interacción entre las características internas de los partidos y la relación que se establece
con el contexto en el que operan.5
El análisis que a continuación se desarrollará se inscribe como punto de partida de un
trabajo de investigación más amplio, que se plantea como objetivo la realización de un
análisis acerca de la estructura organizativa del radicalismo desde el retorno de la
democracia hasta la caída del gobierno de la Alianza, a fines del 2001.

Presentando la cuestión.

A comienzos de los años '80, y en el marco de los particulares rasgos que fue adquiriendo
el proceso de transición a la democracia en nuestro país6, los dos grandes partidos
tradicionales se vieron enfrentados al desafío de adaptarse a las nuevas condiciones del
contexto político. Sin embargo, la percepción de la necesidad de dicha adaptación por parte
de la UCR y el PJ irá adquiriendo características divergentes, y conducirá a que en el
transcurso de la misma los partidos obtengan resultados también distintos.
Otro de los puntos centrales en cuanto a la adaptación propiciada por el derrumbe de la
experiencia autoritaria es el referido al momento específico en el cual peronismo y
radicalismo definen sus estrategias ante las transformaciones en curso del ambiente
político. Si bien más adelante se llevará a cabo una ampliación de esta idea, podemos
afirmar en este punto que un sector de la UCR -que logró convertirse en dominante-
percibió más tempranamente la necesidad de producir una reestructuración interna y de
establecer modificaciones en su relación con la ciudadanía, siendo su conducta como sujeto
político en términos generales concurrente con dicha percepción al inicio del período. A su
vez, esta capacidad de respuesta se vio posibilitada por la progresiva fluidez que las
relaciones de poder al interior del partido fueron adquiriendo, en relación con el
surgimiento y gradual consolidación de una coalición alternativa a la hegemonía balbinista,
que comienza a conformarse a mediados de la década del '70 alrededor de la figura de Raúl
Alfonsín.
En cambio, en el PJ solo se asumirá la necesidad de efectuar una transformación luego de la
pérdida de su condición de 'mayoría natural' puesta de manifiesto en las elecciones del '83,

4
Panebianco, Angelo (1990): Modelos de Partido, Alianza Universidad, Madrid, pag. 15.
5
Mustapic, Ana María, op. cit
6
El período de transición en Argentina tuvo como rasgos salientes en términos políticos la ausencia de un
pacto de salida desde el régimen autoritario y la inexistencia de un consenso básico entre las principales
fuerzas políticas tendiente a establecer líneas de acción comunes en lo referido a la dirección de dicha
transición. En el terreno económico, el período se encuentra signado por una fuerte crisis que afecta a la
totalidad de las economías latinoamericanas, pero que en el caso argentino se ve agravado por los recursos
que había insumido la Guerra de Malvinas.

III
lo cual dará lugar a un complejo proceso de reconversión que se verá cristalizado en el
ascenso de la corriente renovadora y su preeminencia por sobre los 'ortodoxos', hecha
explícita por primera vez en los comicios de 1985. La rigidez con que el peronismo
enfrenta la nueva coyuntura también se remite a las características que asume en la década
anterior, especialmente luego de la muerte del líder carismático, lo cual da lugar a un
proceso de 'rutinización del carisma', que se verá objetivado en las figuras de Isabel Perón y
de los dirigentes sindicales.
Según Palermo, "hacia 1982 las estructuras partidarias presentaban básicamente las mismas
relaciones de fuerza internas de marzo de 1976, agravadas por el simultáneo
'congelamiento' de sus cúpulas y la paralización de toda actividad no subterránea (...) el
carácter de las desigualdades internas de las estructuras partidarias radical y justicialista no
sufre durante este período transformaciones profundas"7. Sin embargo, esta afirmación se
corresponde de manera más acabada con la experiencia del justicialismo; el proceso de
reestructuración del radicalismo en la transición democrática y el período inmediatamente
posterior (que sin embargo quedó trunco apenas iniciado) no puede ser comprendido sin
una evaluación acerca de las mutaciones en las relaciones de fuerza que se van
desarrollando -aún con las restricciones propias del régimen militar- mediante el
afianzamiento en el partido del Movimiento de Renovación y Cambio y el protagonismo
creciente que van ganando en él los sectores agrupados en la Junta Coordinadora Nacional.
Otro de los puntos centrales que debe ser tenido en cuenta en este sentido es el referido a la
muerte de Ricardo Balbín, a comienzos de 1982; su desaparición es un factor decisivo para
la comprensión de las transformaciones en el mapa de poder al interior del radicalismo. Por
lo tanto, a los efectos del análisis propuesto, consideramos imprescindible remontarnos
algunas décadas atrás a 1983, ya que -como se mencionó líneas arriba- el elemento
histórico es uno de los pilares de cualquier estudio organizativo.

Coalición dominante vs. coalición alternativa: el balbinismo frente al surgimiento de


la oposición interna.

Según Panebianco, al hablar de coalición dominante nos referimos a un grupo reducido al


interior del partido, "integrado por aquellos actores, pertenezcan o no formalmente a la
organización, que controlan las zonas de incertidumbre más vitales"8, siendo el control de
esos recursos lo que configura a la coalición dominante como el centro principal a partir del
cual se distribuyen los incentivos organizativos imprescindibles para la continuidad de la
organización en el tiempo. En dicha coalición no se encuentran solamente los líderes
nacionales sino que frecuentemente ésta se halla compuesta tanto por líderes nacionales (o
un sector de los mismos) como por determinados líderes intermedios y/o locales.

7
Palermo, Vicente (1986): Democracia interna en los partidos: las elecciones partidarias de 1983 en el
radicalismo y el justicialismo porteños, Ediciones del IDES, Buenos Aires, pag. 35.
8
Panebianco, Angelo, op. cit., pag. 91. El autor distingue seis zonas de incertidumbre en torno a las que se
desarrollan las actividades vitales de la organización: la competencia, las relaciones con el entorno, la
comunicación, la definición y manipulación de las reglas formales, la financiación y el reclutamiento.

IV
En el radicalismo, la coalición dominante frente a la cual se comienza a articular la
oposición interna a fines de la década del '60 y principios de la década del '70 es la surgida
de la escisión sufrida en 1957. La disputa que luego de dicha ruptura se produce en torno a
la representación de la tradición partidaria se verá saldada a favor de la Unión Cívica
Radical del Pueblo (UCRP), bajo la conducción de Ricardo Balbín.
La UCRP mantendrá, entonces, sin modificaciones de relevancia, la estructura organizativa
que caracterizó al partido desde la segunda década del siglo XX. Básicamente, se trata de
una estructura que privilegia la inserción territorial, en la cual puede distinguirse una red de
monopolios clientelísticos cimentados en los rasgos personales del caudillo o puntero, que -
al igual que el peronismo- resulta imposible de asimilar en su modelo de organización a un
típico partido de masas europeo, y menos aún al modelo de partidos americano
("Peronismo y radicalismo tradicionalmente funcionaron como maquinarias electorales
movilizadoras de lealtades y sentimientos en la contienda electoral antes que como partidos
programáticos (...) sin embargo, ambos tenían una historia de subculturas políticas fuertes
que los diferenció de los partidos electorales.")9 En efecto, la era balbinista que se va
consolidando en los primeros años de la década del '50 y se afianza luego de la fractura del
'57 dará lugar a un modelo organizativo fuertemente estructurado alrededor de los punteros
y el electorado cautivo, lo cual propiciará el establecimiento de "un poder interno local,
férreo, personalista, de estilo tradicional, crecientemente unipersonal y no participativo".10
En esta etapa se producirá el perfeccionamiento de la preexistente arquitectura interna
basada en punteros y subpunteros, circunscribiendo la participación dentro del partido al
momento de la elección interna.
Es precisamente en vinculación con la ausencia de una efectiva participación en el seno del
radicalismo, que incluyera instancias de debate y de influencia real en las decisiones (frente
a la ausencia de un grado 'suficiente' de democracia interna), que paulatinamente irán
surgiendo focos de oposición a la conducción partidaria, encabezados por buena parte de
los sectores juveniles del radicalismo. Teniendo como antecedentes las experiencias del
Movimiento de Agitación y Lucha y el Movimiento de la Juventud Radical -
desprendimiento del primero- se irá configurando desde la juventud radical a fines de los
años '60 un núcleo de oposición interna que se cristalizará en el nacimiento de un ámbito
que más adelante será conocido como Junta Coordinadora Nacional (JCN).
Sumada a la crítica acerca de la falta de participación interna, puesta de manifiesto en una
frase símbolo de la nueva concepción de la política que se estaba gestando: 'tienen votos
pero nunca van a tener militancia', se encontraba también una fuerte oposición al rol que el
partido desempeñaba frente a la dictadura del General Onganía. La pasividad con que la
conducción radical respondía a la violación de los derechos civiles y políticos por parte del
gobierno de facto, sus posturas cercanas al influencismo y las permanentes indefiniciones,
alentaron a las generaciones más jóvenes a buscar -por sí solos- un mayor protagonismo en
las luchas populares, lo cual se combinaba con una explícita reivindicación de los partidos
políticos como instrumentos de transformación de la sociedad, en un escenario de fuertes

9
De Riz, Liliana (1993): "Los partidos políticos y el gobierno de la crisis en Argentina", en Sociedad n° 2,
Buenos Aires, pag. 78-79.
10
Passalacqua, Eduardo," Notas sobre Balbín y el balbinismo en relación a la Argentina política entre 1955 y
1980", mimeo, pag. 20.

V
cuestionamientos a la democracia liberal y sus instituciones. Sobre estas bases se comienza
a construir una embrionaria alternativa a la vieja guardia balbinista en el radicalismo, que
es vista cada vez más como sinónimo de desmovilización y de una resignación que hundía
al partido en el inmovilismo.11
También a fines de los '60, el progresivo distanciamiento entre Balbín y Alfonsín, y las
coincidencias ideológicas entre este último y los jóvenes coordinadores generarán una
confluencia que será decisiva en relación con la configuración del mapa de poder al interior
del partido luego de 1983. Más allá de los conflictos y discusiones de índole coyuntural
que marcaron dicha confluencia desde sus inicios, la comprensión de los estrechos lazos
entre Alfonsín y los miembros de la JCN en este período es ineludible para una posterior
evaluación de las características de la nueva coalición dominante que comienza a
consolidarse luego de las internas de 1982. Diez años atrás, en 1972, y en el marco de otra
interna -definitoria ésta de la fórmula presidencial- se verá expresada por primera vez
explícitamente la oposición a la propuesta sustentada por el balbinismo.
La contienda por la candidatura presidencial entre Balbín y Alfonsín puso de manifiesto las
discrepancias de magnitud que se articulaban fundamentalmente alrededor de la identidad
del radicalismo y de su lugar en el sistema político. Tal como lo señala Palermo, "en la
interna radical del '72, Raúl Alfonsín condujo la oposición a la propuesta balbinista de fijar
al radicalismo en los términos en los que el peronismo, especialmente el propio Perón, lo
constituía como sujeto político: precisamente Ricardo Balbín consolida su dominio del
partido al convertirse en el ejecutor de este rol"12; un rol que se refiere a la aceptación
voluntaria de un papel secundario en la escena política argentina, no referido a la búsqueda
del triunfo electoral y al ejercicio de la gestión de gobierno (tarea destinada a ser llevada
adelante por el peronismo), sino esencialmente al desarrollo y fortalecimiento de sus
funciones como garante de la Constitución y de la estabilidad institucional. Tanto la
proclamación de la fórmula Alfonsín-Storani en agosto de 1972, en vistas a la competencia
en las elecciones de octubre contra el binomio Balbín-Gammond, como la fundación del
Movimiento Renovador Nacional en setiembre de ese mismo año (rebautizado en mayo del
'73 bajo el nombre de Movimiento de Renovación y Cambio), se convierten en instancias
que sellarán la decisiva unión entre Alfonsín y los jóvenes de la Coordinadora, delineando
la conformación de un grupo que, repetimos, se constituirá en 1983 como coalición
dominante dentro de la UCR. Uno de los puntos clave que permitirá dicha conformación es
la muerte de Ricardo Balbín a comienzos de 1982; ésta puede ser entendida como la muerte
de un estilo político en el radicalismo, del sostenimiento de un modo de competencia
interpartidaria caracterizada por la resignación frente a una posición minoritaria (la

11
"Esos eran tiempos en que la militancia partidaria de los jóvenes radicales aparecía fuertemente
condicionada por su presencia en las grandes protestas populares. Pese a carecer todavía de una estructura
capaz de encuadrar ese estilo movilizador, en condiciones de clandestinidad, la voluntad política de los
coordinadores se traducía en un creciente desarrollo del activismo. Aunque reducido, éste trasuntaba un
nuevo estilo político. Muchas veces discutieron cómo derribar esa vieja imagen asociada a la metodología
radical: 'tienen votos pero nunca van a tener militancia' (...) la gimnasia de esos jóvenes radicales actuaba
como un revulsivo en el interior de una maquinaria vencida..." Leuco, Alfredo y Díaz, José Antonio (1987):
Los herederos de Alfonsín, Sudamericana-Planeta, Buenos Aires, pag. 86.
12
Palermo, Vicente, op. cit., pag. 80.

VI
renuncia a constituir a la UCR como alternativa de poder) y el encapsulamiento del partido
en relación con la sociedad civil.

Transición democrática y ascenso del alfonsinismo.

Siguiendo a Novaro, es posible señalar que las dificultades que enfrentaron los partidos
durante el período de transición democrática pueden desagregarse en dos dimensiones: "en
primer lugar, sus recursos institucionales tradicionales, tanto los originados en las
organizaciones de masas, territoriales y sectoriales, propias o afines, como los provenientes
del control que ejercían sobre el aparato estatal, estaban a principios de los ochenta
gravemente debilitados; y tendían a debilitarse aún más con el avance de la transición y la
irresolución de las dificultades económicas y fiscales; en segundo lugar, se observa la
pérdida de consistencia de los principios de reconocimiento y las identidades tradicionales
de esos partidos, un desdibujamiento de los mundos culturales en que aquellas se asentaban
y que hasta entonces habían ordenado la vida política, sus clivajes y conflictos, proveyendo
marcos estables de comportamiento al electorado y a los políticos, así como modalidades y
orientaciones del consenso sumamente rígidas."13 El radicalismo se caracterizó
históricamente por una tradición ajena al mundo de los intereses organizados, por lo cual
adquieren decisiva trascendencia en este período tanto las dificultades generadas por la
crisis del Estado como la dimensión referida al progresivo debilitamiento de su identidad
tradicional.
La combinación de los factores anteriormente mencionados (crisis del Estado, reflejada en
una menor disponibilidad de sus recursos institucionales -empleo público, 'caja de las
empresas estatales', etc.- e identidades partidarias crecientemente diluidas), sumada a la
desolación interna en la cual había sumido al país el gobierno militar, configuran los rasgos
salientes del contexto político, económico y social hacia 1983.
Es en este contexto en el que la UCR se asume por primera vez en décadas como una
alternativa de poder, lo cual la enfrenta a la responsabilidad de ejercer la doble función de
todo partido político, esto es, constituirse no solo como un canal de representación y
mediación de conflictos desde la sociedad civil sino también como instrumento de
gobierno.
Como se sostuvo anteriormente, el cambio en el mapa de poder organizativo al interior del
radicalismo se puso de manifiesto con las elecciones internas de 1982. En las internas de
ese año se ve claramente cual es el modo de competencia intrapartidaria que se busca
establecer desde el Movimiento de Renovación y Cambio, marcado por una orientación
acentuada hacia la confrontación y no hacia el acuerdo. En efecto, desde sus inicios
Renovación y Cambio mostró un estilo interno fuertemente confrontativo, que se fue
exacerbando a la par de la creciente solidez adquirida al interior del partido.
Es así como, posibilitada por la gradual consolidación de esta línea dentro de la estructura
partidaria en la década anterior, como así también por la reciente desaparición de Balbín, la
figura de Alfonsín se convertía en el centro alrededor del cual se aglutinaban los apoyos

13
Novaro, Marcos, "Crisis y renovación de los partidos. Una perspectiva comparada sobre los años del
menemismo", en Torre, Juan C., Novaro, Marcos, Palermo, Vicente y Cheresky, Isidoro (1999): Entre el
abismo y la ilusión, Editorial Norma, Buenos Aires, pag. 90.

VII
históricos y las nuevas incorporaciones, al tiempo que dividía aguas dentro de la principal
oposición: Línea Nacional. A modo de ejemplo, puede mencionarse que en el distrito de
Capital Federal la alianza concretada entre Línea Córdoba y Renovación y Cambio dio
lugar a que en dos corrientes de relevancia que convergían en Línea Nacional (el
Unionismo e Intransigencia Popular -conducida por un caudillo histórico, Rubén Rabanal-)
comenzaran a surgir ambigüedades que finalmente condujeron a que en el orden nacional
se apoyara la candidatura de Alfonsín a la Presidencia de la Nación -no obstante seguir
manteniendo sus dirigentes un discurso que remitía a la pertenencia a Línea Nacional y
conducentemente con la misma abogaba por un correligionario de tal extracción para la
presidencia del Comité Nacional-, y que en el distrito se fuera conformando una alianza con
Renovación y Cambio. En estas, y otras fracciones menores (como el grupo Independiente
o el Movimiento de Acción Radical) se produjeron sendas rupturas que tenían que ver una
definición en torno a la adhesión o no a la candidatura de Alfonsín. Este comienza a
emplear ciertos recursos que serán fundamentales para el resultado de las elecciones,
convocando a la ciudadanía a la afiliación masiva y llamando a cambiar al partido desde
adentro: 'Ustedes y nosotros necesitamos establecer los 10 puntos del compromiso
democrático (...) Afíliese antes del 30 de marzo en los locales de la UCR: RAÚL
ALFONSÍN'. Como bien señala Palermo, esto remite a que "no importaba en que local se
afiliara [la gente], los punteros no podían hacer pesar tanto las fichas porque las tendencias
internas ya estaban confrontadas y lo decisivo sería el voto del afiliado en la elección"14;
puede verse claramente aquí como el estilo alfonsinista comienza a exceder las
modalidades típicas de la negociación al interior de la organización partidaria establecidas
hasta entonces. El alfonsinismo desbordará la vieja estructura de comités, punteros y
caudillos, obteniendo apoyos tanto dentro del partido como fuera de él.
Ese desborde producido por el radicalismo alfonsinista generó fracturas básicamente en
aquellos partidos surgidos del tronco radical, concitando en ellos las adhesiones de los
sectores de tinte más progresista, y abonado la idea de constitución de una suerte de
panradicalismo (Acuña: 1984, pag. 227). Algunas de las incorporaciones extrapartidarias
logradas en este período son:
ƒ Un sector del MID. Los dirigentes Melchor Posse y Alfredo Allende se sumaron al
alfonsinismo, consiguiendo el apoyo de unos cuatrocientos dirigentes opuestos a la
línea interna conducida por Rogelio Frigerio, fundando dentro del radicalismo el
Movimiento Nacional del Radicalismo para el Desarrollo.
ƒ Un sector de Línea Popular, partido que había surgido como consecuencia de una
escisión al interior del MID.
ƒ El Movimiento Nacional Yrigoyenista.
ƒ Un grupo de dirigentes del Partido Socialista Argentino, entre los que se destacaban
Carlos Rubinstein, que crean dentro del partido el Movimiento Radical Socialista.
En cuanto a las adhesiones que el alfonsinismo logró obtener tanto por fuera del partido
como independientemente de los apoyos provenientes de otras estructuras, estas solo
podrán ser desagregadas luego de los comicios del 30 de octubre. Como señala Torre, la
composición de la base electoral de la UCR en las elecciones de 1983 puede ser analizada
en dos grandes grupos: por un lado, las clases medias y altas con simpatías de centro-
derecha y centro-izquierda; por otro lado, algunos pequeños grupos tradicionalmente

14
Palermo, Vicente, op. cit., pag. 94.

VIII
peronistas pertenecientes a los sectores altos de la población asalariada, básicamente,
obreros especializados y empleados. (Torre: 2003, pag. 648)
La confluencia de estos numerosos y variados apoyos le permitió al radicalismo alfonsinista
la constitución de un escenario novedoso en el sistema político argentino, esto es, la
posibilidad cierta de cohesión del electorado no peronista. El 30 de octubre, esa cohesión
se verá traducida en el 51,7% de los votos. Pero retornemos al escenario previo a la
contienda electoral.
Hacia 1982, la UCR se hallaba constituida por definidas líneas internas, entre las cuales se
destacaban el Movimiento de Renovación y Cambio, Línea Nacional y Línea Córdoba. El
MRC encontraba a su vez en su seno dos tendencias, los denominados 'históricos' y la Junta
Coordinadora Nacional; en Línea Córdoba, existían diferencias considerables entre sus dos
máximos dirigentes (Angeloz y Martínez), que en esta etapa se centraban en torno a los
caminos de salida de la experiencia autoritaria. En cuanto a Línea Nacional, la agrupación
que nucleaba a los ex balbinistas, y que contaba con referentes como Tróccoli, Pugliese, De
la Rúa y García Puente, fuerte fue el impacto que suscitó la creciente fortaleza del
alfonsinismo.
Entre octubre y noviembre de 1982 comenzaron las negociaciones entre dirigentes del
MRC y Línea Córdoba, negociaciones que culminaron el 7 de diciembre de 1982 con la
proclamación de la fórmula Alfonsín-Martínez de cara a las internas que irían a dirimir la
candidatura presidencial del partido. Proclamada la fórmula, los dirigentes de Línea
Nacional debieron acelerar la definición de la suya; fueron los conflictos y tensiones
provocados por esta necesidad quienes dejaron al descubierto las debilidades de la línea
luego de la muerte de Balbín.
Cuando todo parecía indicar que el contendiente interno de Alfonsín sería Pugliese, un
grupo de radicales propuso la candidatura de De la Rúa. Las tratativas de llegar a un
acuerdo entre los dos sectores fracasaron una y otra vez, hasta que Pugliese anunció
(sorpresivamente, ya que los recursos con los cuales contaba para vencer la disputa estaban
a la par de los de De la Rúa) la declinación de su candidatura. Todo este proceso significó
una virtual ruptura del balbinismo, y culminó con la formación de una agrupación dentro de
Línea Nacional que fue denominada Balbinismo Auténtico, con lo cual la escisión dentro
de la corriente se formalizó, quedando dividida entre este sector y aquel que impulsaba la
candidatura de De la Rúa, que finalmente fue proclamada. Pugliese rápidamente inició las
conversaciones con Alfonsín, y si bien no logró un cambio en la fórmula del alfonsinismo,
una alianza posterior en provincia de Buenos Aires (una inteligente jugada política del
Balbinismo Auténtico, que impulsó la candidatura a gobernador de García Puente al tiempo
que negociaba con el MRC el apoyo a su fórmula a cambio de la inclusión de algunos de
sus hombres en las listas al Congreso Nacional) le permitió aislar a sus oponentes, los
sectores más conservadores y antiperonistas del radicalismo.
La aplastante victoria del Movimiento de Renovación y Cambio en los comicios internos
refirió la inutilidad de una contienda por la candidatura presidencial, desistida entonces por
Fernando de la Rúa; a partir de ese momento el partido en su totalidad se encolumna detrás
de Raúl Alfonsín; sin embargo, es necesario efectuar en este punto una aclaración de
relevancia: la cohesión interna presentada en este momento no fue generada por la
adquisición de una nueva identidad ideológica en el partido, sino que sus causantes se
remiten en mayor medida a las grandes posibilidades de obtener una victoria en las
elecciones de octubre de ese año, dejando atrás una posición minoritaria en términos
electorales y una existencia política diluida en el bloque del antiperonismo.

IX
La posibilidad de esta unificación es permitida y estimulada en gran medida por la
estrategia desplegada por Alfonsín. Tan pronto como hubieron terminado las internas, éste
le ofreció a sus adversarios en ellas una importante cantidad de cargos públicos de
relevancia, en una proporción bastante equilibrada con respecto a aquellos reservados para
el Movimiento de Renovación y Cambio. A los frustrados candidatos presidenciales Luis
León y Fernando De la Rúa se les ofreció senadurías; a Antonio Tróccoli (el hombre de
peso de De la Rúa en provincia de Buenos Aires), el Ministerio del Interior; los
acercamientos con Pugliese culminaron con su elección como jefe de lo que sería la
bancada radical en la Cámara de Diputados.
Es correcto afirmar que "las elecciones de 1983 trajeron aparejada una reactivación general
del papel y de la dinámica interna de los partidos".15 Ciertos indicadores nos permitirán
arrojar luces sobre las modalidades esenciales de la dinámica interna propia del radicalismo
en este período de efervescencia electoral.
El grado de cohesión interna alcanzado en la UCR a partir de su unificación en torno a la
candidatura de Alfonsín puede observarse en la escasa autonomía existente en los distritos
con respecto a las referencias nacionales, fundamentalmente en relación a la figura del
candidato. En los distritos podía verse de manera precisa la sólida alineación y
convocatoria que estas referencias producían, lo cual trasuntaba en una imagen que
reflejaba un alto grado de homogeneidad.
Como contrapartida, si efectuamos una mirada al interior del justicialismo en los distritos
durante este período, nos encontramos frente a un partido definido por un distanciamiento
de magnitud en lo relativo a la relación entre dirigencias provinciales y conducción
nacional, gozando las primeras de una autonomía casi absoluta con respecto a la segunda.
Otro de los indicadores que remiten a la cohesión interna ostentada por el radicalismo en
este período es la campaña electoral efectuada, sus características y particularidades. La
campaña radical se encuentra caracterizada por la presencia de un discurso unificado, que
halla su correlación en los afiches, publicidades y spots televisivos; en todos ellos se
presentan ciertos elementos comunes, tales como la inclusión de la foto de Alfonsín
prácticamente en la totalidad de las publicidades, la implementación de un estilo de letra y
escritura uniforme, y la utilización del escudo con la bandera argentina y las siglas R.A.16
Podría objetarse que este indicador revela en mayor medida la creciente presencia de las
consultoras de opinión pública y las herramientas del marketing político en las etapas pre
electorales (siendo la campaña de la UCR en el '83 aquella en la cual fueron implementadas
por primera vez dichas herramientas en nuestro país), y que por lo tanto la homogeneidad
presentada tiene más que ver con imposiciones de índole técnica -generadas desde fuera de
la estructura partidaria- antes que con la correlación de fuerzas al interior del partido. Sin
desestimar la importancia adquirida por los nuevos elementos aportados desde el marketing
político, sostenemos que tal afirmación sería errónea, y nos basamos para ello en la utilidad
de un análisis comparado con la situación dentro del justicialismo en el mismo período.
La disponibilidad de las nuevas herramientas no se hallaba solo en manos de la UCR, sino
que, por supuesto, también pudieron haber sido utilizadas por el PJ. Si en el justicialismo

15
De Riz, Liliana (1989): "La Argentina de Alfonsín: la renovación de los partidos y el parlamento",
Documento de trabajo del CEDES n° 19, Buenos Aires, pag. 9.
16
Hadida, María Eva y Pérez, Soledad, (1999): "Las campañas presidenciales de la década del '80: Alfonsín y
Menem", en El alfonsinismo en perspectiva, Buenos Aires, cita incompleta, pag. 15.

X
no se implementó una campaña homogénea fue, fundamentalmente, por la profunda
heterogeneidad existente en su seno. Esa heterogeneidad se vio traducida en una fuerte
fragmentación discursiva y en la ausencia de un denominador común que aglutinara a las
diversas corrientes. En los hechos, puede observarse en la multiplicidad de afiches, avisos
y solicitadas de distinto tenor (como así también en los palcos de campaña repletos de
dirigentes de todos los sectores) el bajo grado de cohesión interna que el PJ presentaba.
El análisis de estos elementos nos conduce a afirmar que más allá de que sean factores de
índole pragmática (fundamentalmente aquellos referidos al cálculo electoral) los que
contribuyeron a que el radicalismo cerrara filas tras la figura de Alfonsín y su propuesta,
nos encontramos frente a un grado de cohesión interna relativamente alto en esta instancia.

Las ¿transformaciones? ideológicas del radicalismo

Los principios que conforman la doctrina de la UCR pueden dividirse en dos tipos: por un
lado, encontramos aquellos principios prefundacionales, que remiten al respeto por la
Constitución Nacional, la libertad de sufragio de los ciudadanos y el federalismo como
ordenamiento político; por otro, hallamos los denominados principios posfundacionales,
entre los cuales tienen fuerte presencia el antiacuerdismo y la intransigencia, la defensa del
patrimonio nacional, el americanismo y el internacionalismo.17 Estos principios,
englobados comúnmente bajo los valores del pluralismo político y la defensa de las
libertades civiles, fueron los que definieron en términos identitarios al radicalismo desde
los inicios del siglo pasado. Sin embargo, podemos afirmar que "la fascinación por las
soluciones orgánicas, que encuentran su raíz en la comunidad de grandes intereses del
pueblo, coexistió en el radicalismo con su raigambre liberal y su defensa de la democracia
como un sistema de compromisos que autolimita a la fuerza mayoritaria".18 Este es un
elemento decisivo que permite comprender hasta que punto se produce un cambio en la
ideología organizativa en el período analizado, y hasta que punto el surgimiento y
formulación de la idea movimientista se vincula en realidad con ciertos fines de la
organización presentes en todo momento en la misma de manera marginal que son
recuperados discursivamente por el liderazgo frente a las oportunidades brindadas por los
cambios en el contexto político.
El impulso de la idea movimientista en la UCR hacia 1983 tiene que ver con la búsqueda
tanto una superación del clivaje excluyente en nuestro país desde mediados de la década del
'40 (peronismo-antiperonismo), como de aquél específico de la década anterior (liberación
o dependencia), nuevamente enarbolado por el justicialismo. Ahora el clivaje definitorio
planteado por el radicalismo es: 'democracia o dictadura'. La construcción de esta
dicotomía le permite a la UCR en términos de apoyo electoral la ampliación de sus bases, y
en términos ideológicos la incorporación de ciertos elementos de la doctrina peronista, tales
como la idea de justicia social. Alfonsín traza una divisoria entre 'lo bueno que traía Perón'
(el avance en términos de justicia social) y 'lo malo que traía Perón' (los componentes
autoritarios y corporativos del régimen), intentando sumar 'lo bueno' al complejo entramado
ideológico del radicalismo. Las imágenes de un 'partido de masas' -anteriormente ajena- o

17
Para un análisis exhaustivo de la doctrina del radicalismo véase Pondé, Eduardo, La doctrina radical, (c.i.).
18
De Riz, Liliana (1989), op. cit., pag 11.

XI
de un 'tercer movimiento histórico' rondan ahora a un partido que incorpora nuevos
elementos a su cultura política, buscando la superación de las viejas estructuras
caracterizadas por clientelas electorales y punteros. Estos elementos se encuentran
vinculados fundamentalmente al énfasis en la movilización y a la apertura del partido hacia
los sectores juveniles.
En este sentido, es interesante destacar la relación existente entre las ideas de movimiento y
partido en el radicalismo. Puede afirmarse que en la UCR la idea movimientista, impulsada
por Renovación y Cambio, se encauza desde dentro de la estructura partidaria; el partido se
constituye en el ámbito desde el cual generar un nuevo sujeto político, la base y condición
de posibilidad de una construcción semejante. La transcripción de algunas frases recogidas
de militantes de la época servirán para ilustrar dicha afirmación: 'desde el partido,
Renovación y Cambio lucha por la formación de un movimiento'; '... le imprimimos otra
dinámica al partido, al rescatar las ideas originarias del movimiento'...'; '...transformamos al
partido en el tercer movimiento histórico...'.19
Importa ahora resaltar aquellos elementos en los cuales puede observarse la continuidad
con los tradicionales valores partidarios, aquellos que han estado presentes con persistente
centralidad desde 1891. La importancia de una comunión entre ética y política es uno de
ellos, el radicalismo buscará una reinserción de la ética en el terreno político mediante la
relación de ambas esferas en la reivindicación de la lucha por los derechos humanos. En lo
referido a este punto, y tal como destaca Palermo, se produce "una articulación exitosa de
los nuevos temas inscriptos en la sociedad y sus viejas tradiciones, un convincente 'retorno
a los orígenes' en el que verosímilmente los nuevos temas aparecen sostenidos por la propia
historia (...) en el radicalismo del '83, la 'renovación' y el 'cambio' se fundaban en un
regreso a las fuentes, que hacía posible hacerse cargo de las nuevas expectativas y
demandas de la sociedad; el radicalismo interpelaba a la sociedad luego de hacer
verosímilmente 'radicales' los valores y expectativas que la sociedad buscaba en los actores
políticos".20
Otro de los puntos clave, central, es el referido al concepto de democracia. Las secuelas del
autoritarismo permiten que desde la UCR se produzca una identificación plena entre su
misma existencia como partido, cruzada por una reivindicación de los procedimientos y las
garantías constitucionales (en los que se enmarca el disentimiento perpetuo entendido como
ley de la democracia, tal como solía decir Alem), y el establecimiento del régimen
democrático. Al mismo tiempo, se refuerza la dicotomía antes señalada entre democracia
y dictadura, mediante la asimilación del peronismo con el riesgo de la ingobernabilidad,
riesgo presente por la preeminencia en su seno de fuertes componentes autoritarios.
Los argumentos anteriormente expuestos nos llevan a la siguiente afirmación: en el
radicalismo de este período no se produce una reformulación de la ideología organizativa
de trascendencia. Si bien es posible afirmar que las concepciones movimientistas
adquieren un impulso de envergadura, éstas no son un elemento completamente novedoso
dentro del radicalismo sino que se tratan de un elemento de dicha ideología que se
encuentra presente desde los orígenes. El período se encuentra definido, más que por la
adquisición de un nuevo perfil ideológico compartido por todos sus miembros, por una
exaltación de los valores tradicionales del partido (lo cual no implica, no obstante, la

19
Estos testimonios son citados por Palermo, Vicente, op. cit., pag. 106.
20
Palermo, Vicente, op. cit., pag. 81.

XII
inexistencia de ciertas modificaciones). En este caso, no es la UCR la que produce cambios
decisivos en su ideología organizativa tendientes a la adaptación de la misma frente a las
nuevas condiciones del ambiente político, sino que son las nuevas condiciones en el
ambiente político las que propician que los valores clave que identifican la tradición
partidaria recobren su actualidad, al tiempo que permiten la recuperación de fines dejados
en segundo plano por décadas, pero presentes sin embargo en el imaginario radical.
El arribo al gobierno, y las necesidades propias de un giro en la gestión hacia 1985, darán
impulso desde el alfonsinismo y los sectores de la intelectualidad progresista nucleados en
torno a él, al establecimiento de ciertas modificaciones en la estructura ideológica de la
UCR, tendientes a la inclusión de la modernización como uno de los ejes en los cuales
Alfonsín busca legitimar su mandato (a lo cual suma las ideas de participación y ética de la
solidaridad tradicionales); este intento de modificación programática fue formalizado en lo
que se ha conocido como el Discurso de Parque Norte, que tuvo lugar al término de un
plenario del partido en 1985. Sin embargo, el énfasis en la modernización, que claramente
a estas horas se vinculaba con la necesidad de ajuste y la implementación de ciertas
políticas públicas privatizadoras en determinadas áreas (no obstante el rol central con que
sigue concibiéndose al Estado), no logró ser enraizado en la estructura ideológica de la
UCR (Malamud: 2003, pag. 8).

La UCR en segundo plano: 1983-1987.

A los efectos de comprender las relaciones de fuerza al interior del partido entre los años
1983 y 1987, es necesario destacar la influencia del carisma situacional de Raúl Alfonsín.
Según Tucker, "podemos usar el término 'carisma de situación' para referirnos a aquellas
situaciones en las que un líder cuya personalidad no tiene tendencias mesiánicas, suscita
una respuesta carismática simplemente porque ofrece, en momentos de agudo malestar, un
liderazgo que se percibe como un recurso o medio de salvación del malestar".21 Al analizar
este subtipo de carisma, Panebianco subraya que "el carisma de situación tiene en común
con el carisma 'puro' el hecho de que el líder se convierte, para el electorado, así como para
una parte mayoritaria de los militantes, en el intérprete autorizado de la política del partido,
lo que le garantiza un enorme control sobre la organización (...) sin embargo, el carisma de
situación se diferencia del carisma puro por una inferior capacidad del líder para plasmar a
su gusto y discreción las características de la organización (...) la diferencia está en el hecho
de que mientras en el caso del carisma puro el partido no tiene una existencia autónoma del
líder y está claramente a su merced, en el caso del carisma de situación, no obstante el
enorme poder del líder, el partido no es simplemente su criatura sino que nace de una
pluralidad de impulsos y, por lo tanto, otros actores pueden reservarse un cierto grado de
control sobre las zonas de incertidumbre de la organización."22

21
Según Tucker, "podemos usar el término 'carisma de situación' para referirnos a aquellas situaciones en las
que un líder cuya personalidad no tiene tendencias mesiánicas, suscita una respuesta carismática simplemente
porque ofrece, en momentos de agudo malestar, un liderazgo que se percibe como un recurso o medio de
salvación del malestar", citado en Panebianco, Angelo, op. cit., pag. 113.
22
Panebianco, Angelo, op. cit., pag. 113-114.

XIII
Tanto sus características personales como líder, como el hecho de haber logrado por
primera vez en elecciones libres y sin proscripciones un triunfo sobre el justicialismo, le
imprimieron a los primeros cuatro años de gestión de Alfonsín las características de una
presidencia plebiscitada. En el radicalismo, la figura del primer mandatario era el factor
aglutinante que permitía la convivencia de corrientes de larga data y otras de surgimiento
reciente, estableciendo un liderazgo que se basaba en una fórmula ya utilizada por Perón: la
distribución de cuotas de poder que se neutralizaban recíprocamente y permitían el ejercicio
de un alto grado de autonomía decisional. La crisis del justicialismo luego de su caída en
las urnas, marcada por fuertes cuestionamientos internos con relación a 'los mariscales de la
derrota', y la creciente percepción acerca de la necesidad de un giro transformador,
condujeron las energías hacia la arena intrapartidaria, siendo éste otro de los factores que,
mediante su conjugación, permitieron el ejercicio de una presidencia de características
plebiscitarias. Por último, cabe mencionar que tanto las exigencias a las que la crisis
económica sometía al gobierno, como las posibilidades subyacentes en el ordenamiento
constitucional argentino, avalaron dicho ejercicio. Sin embargo, el tipo de liderazgo de
Alfonsín al que hacíamos referencia líneas arriba se manifiesta claramente si observamos su
conducta con respecto a la organización intrapartidaria. Como señala Malamud, "en cuanto
a lo concerniente a las carreras partidarias, la UCR nunca se ha basado en purgas internas, y
Alfonsín no cambió esta tradición no obstante su enorme legitimidad (...) Alfonsín y sus
seguidores tomaron el partido y lo sacudieron, pero respetaron la mayoría de las prácticas
formales e informales que lo habían caracterizado por largo tiempo" (Malamud: 2003, pag.
7).
Teniendo en cuenta este matiz, es posible afirmar que desde el '83 hasta el '87 fue el
ejecutivo el centro del sistema político, quedando el partido radical en un rol subordinado.
En el ámbito legislativo, esto puede observarse analizando el respaldo otorgado por los
legisladores oficialistas a las iniciativas generadas desde el poder ejecutivo; a lo que debe
sumarse el hecho de que en cuestiones de gran relevancia en materia económica, el camino
elegido por Alfonsín fuese la emisión de decretos, sorteando de esta manera tanto posibles
obstáculos surgidos desde la principal oposición como la injerencia de los legisladores de
su propio partido en la formulación de ciertas políticas públicas base de su gestión.
En este sentido, cabe destacar que, como señala De Riz, "la clara subordinación de la
iniciativa legislativa del oficialismo a la política del ejecutivo no puede ser interpretada
como indicador de una fuerte cohesión partidaria alrededor de las orientaciones políticas
del gobierno; ello, no solo porque muchas de esas orientaciones provocaron resistencias en
el seno partidario (las relativas a la cuestión militar, o a las políticas económicas, por
ejemplo) sino y, sobre todo, porque la UCR que accedió al gobierno en 1983 (...) estaba
lejos de haber plasmado una identidad partidaria definida."23 El grado de cohesión
alcanzado por el radicalismo luego de la interna y el ascenso de la figura de Alfonsín
(construido bajo consideraciones de índole pragmática) se vio disminuido con el avance en
la gestión de gobierno, período en el que las discrepancias programáticas -frente a
cuestiones tales como el Plan Austral y las leyes de Punto Final y Obediencia Debida- se
irán acentuando. Entrevistas de la época a legisladores radicales corroboran esta
afirmación, en las que resalta la falta de homogeneidad dentro del partido frente a las
cuestiones clave planteadas por el ejecutivo.

23
De Riz, Liliana (1989), op. cit., pag. 42.

XIV
Según el análisis de Novaro, "en los inicios de la transición la dirigencia radical no
experimentó una crisis de identidad ni de legitimidad, por lo que no estaba 'disponible' para
un cambio de orientación programática profundo, ni había incorporado un estilo pragmático
que permitiera compensar 'materialmente' la resignación de las convicciones"24; de esta
manera, conforme iba avanzando el ejercicio del gobierno, las divergencias en torno a su
orientación (sumadas a los típicos conflictos relacionados con la distribución de espacios en
la estructura gubernamental y partidaria) se convertían en dificultades que fueron salvadas
por Alfonsín, en estos primeros cuatro años de gestión, echando mano a una combinación
de factores que pasaremos a señalar.
Puede afirmarse en primer término que la propuesta presidencial con relación al partido
estuvo caracterizada por la imposición a la conducción partidaria de un rol secundario.
Alfonsín es investido presidente del radicalismo poco después de su arrollador triunfo en
las internas, sumando un elemento de fortaleza a su liderazgo; como Presidente de la
Nación y Presidente de la UCR, define los ámbitos de competencia del partido,
estableciendo hacia el mismo un margen de autonomía acotado: el partido (sus máximos
órganos nacionales: la Convención Nacional –el más alto cuerpo de decisión- y el Comité
Nacional –el más alto cuerpo ejecutivo-, así como las análogas estructuras provinciales)
solo 'funcionaba' como tal cuando el Presidente así lo decidía. Estas prácticas informales se
institucionalizaron con las modificaciones a la Carta Orgánica Nacional de la UCR
efectuadas en el período, que establecieron que, "cuando un afiliado de la UCR ejerza la
Presidencia Constitucional de la Nación como consecuencia del triunfo de su candidatura
partidaria como Presidente, será a partir de entonces y durante el desempeño de su
mandato, Presidente Nato del Comité Nacional de la Unión Cívica Radical, el Presidente
del Comité Nacional elegido por el Plenario continuará desempeñando su cargo con todas
las facultades, salvo el tiempo en el que el Presidente Nato decida ejercerlo
personalmente".25 La conducción nacional de la UCR quedó relegada a un sitio marginal, y
comenzaron a escucharse voces que denunciaban 'la preeminencia del palacio por sobre el
partido'. Entre 1983 y 1987, no obstante las múltiples tensiones que cruzaban al
radicalismo, Alfonsín logra constituirse en factor unificador.
Otro de los puntos en los cuales puede verse el distanciamiento del partido con respecto al
centro decisional en este período se refiere al rol creciente de los 'nuevos radicales'. En
efecto, uno de los temas más conflictivos dentro del radicalismo en esta etapa tiene que ver
con la inclusión de figuras ajenas a la tradición partidaria, fundamentalmente con la
incorporación de técnicos de tenue filiación radical (los resistidos 'tecnócratas'). Más
precisamente, cabe señalar que Alfonsín genera una transformación en el principio de
legitimidad básico para aspirar a cargos de decisión en el gobierno, lo cual impacta
fuertemente en el partido y se constituye en uno de los factores sobre los que se va forjando
el disenso entre ambos. Las condiciones de acceso que debía cumplir cualquier aspirante a
ocupar un cargo decisional estaban esencialmente vinculadas a la competencia técnica y a

24
Novaro, Marcos, op. cit., pag. 94.
25
"Cuando un afiliado de la UCR ejerza la Presidencia Constitucional de la Nación como consecuencia del
triunfo de su candidatura partidaria como Presidente, será a partir de entonces y durante el desempeño de su
mandato, Presidente Nato del Comité Nacional de la Unión Cívica Radical, el Presidente del Comité Nacional
elegido por el Plenario continuará desempeñando su cargo con todas las facultades, salvo el tiempo en el que
el Presidente Nato decida ejercerlo personalmente", Carta Orgánica Nacional de la Unión Cívica Radical
(1997), artículo 21°.

XV
la afinidad con las ideas rectoras del alfonsinismo. De esta manera, se modifica en buena
medida el patrón de reclutamiento del elenco de gobierno vigente por décadas en el
radicalismo; el ingreso de outsiders pone en alerta a un partido para el cual la militancia
partidaria y la construcción de una carrera dentro de la estructura organizativa se
constituían en condición sine qua non de la participación en los cargos que implicaban las
más importantes decisiones gubernamentales.26
Será entonces el parlamento el ámbito al cual se trasladen los conflictos intrapartidarios.
Relegada la escena partidaria a un segundo plano, el Congreso se convierte en el lugar a
partir del cual se legitiman liderazgos a escala nacional y se establece la competencia por
las posiciones de poder dentro del partido.27
Ahora bien, llegado el análisis a esta instancia cabe preguntarse: además de la figura de
Alfonsín, ¿en dónde reside el poder en el radicalismo?, ¿qué otros actores conforman la
coalición dominante en esta etapa? Para responder a estos interrogantes, analizaremos
brevemente las características de un actor clave del radicalismo en esta etapa: la Junta
Coordinadora Nacional.

La Coordinadora dentro del mapa de poder partidario.

La decisiva influencia de la Junta Coordinadora Nacional excede los límites partidarios,


pero se ejerce también dentro de los mismos. Nacida como ámbito juvenil al interior del
radicalismo a fines de 1968, en el período que analizamos encontramos en su seno dos
grupos ya claramente diferenciados: la 'izquierda' o los 'programáticos', grupo en el que se
ubica fundamentalmente la coordinadora bonaerense; y la 'derecha' o los 'pragmáticos',
encabezados por los coordinadores porteños.
Resulta necesario hacer mención acerca de en qué manera se inscribe la JCN en la
estructura de la UCR. La JCN es una de las dos vertientes que conforman el Movimiento
de Renovación y Cambio, siendo el otro grupo aquel al que se lo ha denominado
comúnmente como 'los históricos'. Podemos hallar una definición sintética de la
naturaleza del grupo en las palabras de uno de sus integrantes, Jesús Rodríguez: "la palabra
Coordinadora, con el tiempo, se desdobló en dos acepciones; tiene un primer sentido
orgánico, que alude a la Junta Coordinadora de la Juventud Radical (...) pero a medida que
los líderes de la 'primera hora' iban superando el límite de edad previsto en su
encuadramiento, automáticamente quedaban fuera de la Junta Nacional de la Juventud; pero
no por eso, tanto en la jerga de la militancia como en la imagen pública que proyectaban,
dejaban de pensarse y ser pensados como coordinadores. Y ese transvasamiento
generacional creó la segunda acepción: el entorno de colaboradores y simpatizantes (...) que
se mueve alrededor de esos líderes y sus enclaves de influencia."28 Como puede

26
No hay acuerdo entre algunos autores al respecto del período preciso en el cual los técnicos comenzaron a
tener un lugar destacado en el elenco alfonsinista. Acuña (1984) sostiene que ya en 1982 existía dentro del
MRC una importante influencia de los tecnócratas, tales como López, Concepción, Grinspun y Carranza.
Malamud, por su parte, subraya que hasta 1985 (año en el cual se produce el giro hacia políticas de
estabilización heterodoxas) el foco se centró en los líderes partidarios tradicionales.
27
De Riz, Liliana (1989), op. cit., pag. 47.
28
Como señala Jesús Rodríguez, "la palabra Coordinadora, con el tiempo, se desdobló en dos acepciones;
tiene un primer sentido orgánico, que alude a la Junta Coordinadora de la Juventud Radical (...) pero a medida

XVI
observarse, al referirnos a la decisiva influencia del grupo en el partido y fuera de él (en la
estructura gubernamental), estamos utilizando esta segunda acepción, aunque si
quisiéramos acotarla aún más, deberíamos remitirnos esencialmente a un reducido número
de dirigentes que conforman -hacia 1985- el círculo más cercano a la figura de Raúl
Alfonsín, convirtiéndose en sus operadores políticos.
Frente a la escasa relevancia política de los cargos partidarios en el período, es necesario
acudir a la distribución de los puestos clave en el gobierno a fin de comprender las
características de la coalición dominante. En este sentido, es posible afirmar que alrededor
del año 1985 la Coordinadora se revela grupo hegemónico en la UCR como consecuencia
de la presencia de magnitud sostenida tanto en ministerios, secretarías, subsecretarías, etc.,
como en el Poder Legislativo. En el Comité Nacional, en los hechos, el grupo se encuentra
en esta etapa en posesión de un alto grado de autonomía.
El mapa de poder al interior del partido muestra aquí una fuerte preeminencia de la JCN,
siendo la Coordinadora porteña aquel grupo que va adquiriendo un mayor peso político; "el
avance de la J.C. de Capital Federal diluyó en cierta medida las expresiones de la vertiente
en otros distritos: el único distrito que se encontraba en condiciones de igualdad era
Provincia de Buenos Aires, pero la alianza tácita que se estableció entre los porteños y los
históricos bonaerenses de Renovación y Cambio inclinó la balanza hacia la Capital."29
Al tiempo que la gestión del gobierno radical avanzaba, se ampliaba la brecha que separaba
a Alfonsín y la Coordinadora de la base militante. La necesidad de aplicar una política
económica de austeridad y las soluciones propuestas a la cuestión militar condujeron, en el
radicalismo, a un distanciamiento progresivo entre los cuadros dirigentes y su base,
siguiendo un camino inverso al iniciado en 1983 y complejizando en buena medida las
negociaciones verticales.
En este punto, también es menester señalar los conflictos que atravesaban la coalición
dominante. El ala 'izquierda' de la JCN (fundamentalmente los coordinadores bonaerenses
y el líder de la coordinadora santafesina, Luis Cáceres) cuestionaba cada vez más el
creciente verticalismo con que se conducía Alfonsín y la permanente posposición del
debate interno, señalando que la asunción de una postura acrítica debía ser concebida como
una actitud política irresponsable. Por otra parte, los enfrentamientos al interior del grupo
hegemónico, entre porteños e 'históricos' bonaerenses, por un lado, y coordinadores de la
provincia de Buenos Aires, por otro, se basan en lo que los segundos consideran la
intención por parte de los primeros de monopolizar la figura de Alfonsín, al tiempo que se
produce un cuestionamiento hacia la continua alusión a las 'razones de Estado' como ultima
ratio para la adopción de ciertas políticas carentes de consenso.
Además de estos factores, existieron otros motivos de desavenencias internas que se
vinculan en mayor medida al aprovechamiento de los recursos de poder que brindaba la
conducción del Estado. Aún a pesar de la crisis y de la disminución de los recursos

que los líderes de la 'primera hora' iban superando el límite de edad previsto en su encuadramiento,
automáticamente quedaban fuera de la Junta Nacional de la Juventud; pero no por eso, tanto en la jerga de la
militancia como en la imagen pública que proyectaban, dejaban de pensarse y ser pensados como
coordinadores. Y ese transvasamiento generacional creó la segunda acepción: el entorno de colaboradores y
simpatizantes (...) que se mueve alrededor de esos líderes y sus enclaves de influencia." Entrevista a Jesús
Rodríguez, en Herrera, Francisco (1985): ¿Qué es la Coordinadora?, Galerna, Buenos Aires, pag. 7.
29
Delgado, María Soledad (2001): "Junta Coordinadora Nacional: La Renovación Radical", mimeo, pag. 9.

XVII
estatales a la que se ha hecho referencia líneas arriba, ser gobierno le permitió al
radicalismo contar con una importante masa de recursos, pasible de ser empleada bajo
modalidades clientelistas de relación con las bases del partido. Esto dio lugar a conflictos
relacionados fundamentalmente con el manejo del área social, principal ámbito para la
manipulación clientelista de los recursos públicos (para ejemplificar lo dicho, baste
mencionar los conflictos en torno a la manipulación partidaria interna de las cajas del
Programa Alimentario Nacional, disputas que nuevamente dividían a los coordinadores
porteños y bonaerenses).

Tropezones y caídas: 1987-1989.

Entre los factores que contribuyeron a la disminución de la cohesión interna en las filas
radicales podemos mencionar los conflictos en torno a las políticas implementadas desde el
ejecutivo (que iban en la dirección de un distanciamiento cada vez mayor con su base de
representación) y aquellas tensiones -permanentes en todo partido- referidas al cálculo
electoral. Este bajo grado de cohesión se constituye en una de las variables que permiten
explicar la derrota en las elecciones de 1987.
Puede afirmarse que "el saldo inmediato de la derrota electoral de los candidatos radicales
en 1987 fue el estallido de una crisis larvada dentro de la UCR."30 El resultado de las
elecciones del '87 (la UCR pasa de un 43% de los votos en 1985 a un 37% en 1987, y el PJ
pasa de la obtención de un 34% de los sufragios en las elecciones del '85 a un 41% en las
del '87; es decir, el radicalismo perdió en cuatro años el 32,4% del caudal electoral obtenido
en las elecciones fundacionales del nuevo régimen)31 descolocó al radicalismo y obligó a la
apertura del debate en su interior, que se vería centrado de allí en más en un fuerte
cuestionamiento acerca de las relaciones entre el gobierno y el partido. Este nuevo
escenario complejizó asimismo la estrategia de la administración de cuotas de poder
recíprocas en el seno del radicalismo por parte de Alfonsín, dificultando en gran medida las
negociaciones horizontales.
Puede considerarse que a partir de 1987 resurgió dentro de la UCR la competencia entre las
líneas internas (se exacerbó el internismo), generándose un proceso en el cual si bien tiene
lugar la culminación del liderazgo indiscutido de Alfonsín, no se produce el surgimiento de
alternativas al mismo.
La victoria del justicialismo pone a la UCR de cara frente a los límites de la adopción de un
accionar político basado en la heteronomía con respecto al líder partidario. El 'recostarse'
en el liderazgo presidencial significó para el radicalismo posponer la redefinición de su
identidad como partido (un objetivo inconcluso, no obstante los esfuerzos que acompañaron
la transición democrática) y, por ende, dificultar su adaptación a un escenario
crecientemente marcado por el derrumbe del sistema económico y estatal tradicional, y
fuertemente complejizado por el accionar de presiones corporativas.

30
De Riz, Liliana (1989), op. cit., pag. 47.
31
Como señala Torre, "los análisis electorales han demostrado que a partir de 1983 la UCR fue devolviendo
votos hacia el centro-derecha y el centro-izquierda del espectro electoral, favoreciendo el crecimiento de
terceras fuerzas", Torre, Juan Carlos (2003): "Los huérfanos de la política de partidos. Sobre los alcances y la
naturaleza de la crisis de representación partidaria", en Desarrollo Económico, vol 42, n° 168, pag. 650.

XVIII
De allí en más, la fragmentación al interior de la UCR y el rumbo errático seguido por el
gobierno se retroalimentarán hasta desembocar en la estampida inflacionaria y los estallidos
sociales de 1989, que ponen fin al sueño radical y sumen al partido en una fortísima crisis
organizativa.

Recapitulando

El análisis presentado se ha propuesto indagar en la estructura y dinámica interna del


radicalismo en el período comprendido por la presidencia de Raúl Alfonsín.
Vimos como la etapa de la transición democrática producirá en el radicalismo un rápido
reacomodo de sus fuerzas internas, que se torna inteligible solo a la luz de las lentas
transformaciones que se fueron produciendo en la década anterior, fundamentalmente con
anterioridad al golpe militar de 1976. En efecto, será el núcleo de la coalición alternativa
surgida en los '70 por oposición al balbinismo quien se constituya en coalición dominante a
partir del '83.
En un partido 'cerrado', el cambio en el mapa de poder organizativo pasó esencialmente por
una estrategia que desbordó la tradicional estructura radical. El llamado de Alfonsín a la
afiliación masiva y la satisfactoria respuesta obtenida le permitieron al Movimiento de
Renovación y Cambio y su líder trocar posiciones con su principal adversario: Línea
Nacional (el balbinismo). Sin embargo, cabe destacar que la fortaleza del alfonsinismo en
el período anterior a las elecciones de octubre del '83 no solo puede ser explicada mediante
la apelación por parte del líder a una opinión pública independiente que respondió
apoyándolo masivamente, sino que a la par de dicha apelación Alfonsín llevó adelante una
política de alianzas, tanto al interior del radicalismo como en relación a los partidos de
raigambre radical, que le permitieron consolidar su liderazgo de cara a la contienda
presidencial.
Luego de las internas del '82, el radicalismo se encolumnará detrás de Raúl Alfonsín y
mantendrá, tanto durante toda la campaña como en los albores de la gestión del mismo, un
alto grado de cohesión. Esta cohesión, no obstante, se remitió más a cálculos de índole
electoral (a la racionalidad estratégica de los actores) que a una reelaboración de la
identidad partidaria que diera como resultado un consenso básico en términos
programáticos.
La llegada al poder contribuirá a consolidar una nueva coalición dominante en la UCR,
centrada en Alfonsín y la Junta Coordinadora Nacional, cuyos hombres se convierten en los
máximos operadores políticos del Presidente, tanto dentro del partido como fuera de él. El
rol de la conducción partidaria queda entonces subordinado a las decisiones de este grupo,
verdadero núcleo en el cual reside el poder al interior de la organización.
Dentro del radicalismo, Alfonsín se constituye en el factor unificador, logrando la
coexistencia relativamente armónica de diversas corrientes mediante la distribución del
poder en cuotas que producen 'empates'; esta distribución fue obstaculizada en gran medida
luego de la derrota electoral de 1987. De todos modos, la cohesión presentada en la llegada
al poder del Estado se irá diluyendo conforme avanza la gestión alfonsinista, en particular
por las serias discrepancias en torno a la política económica del gobierno y las propuestas
de resolución de la cuestión militar.
Otro de los puntos que es importante subrayar es el referido a la modificación que Alfonsín
genera en el principio de legitimidad para ocupar cargos en la estructura de gobierno; la

XIX
militancia y el 'hacer carrera' dentro del radicalismo fueron desestimados como condiciones
suficientes para ocupar cargos relacionados con el centro de toma de decisiones,
otorgándole a los técnicos un lugar impensable en los anteriores gobiernos radicales.
Por último, algunas aclaraciones con respecto a la ideología organizativa. En este sentido,
puede sostenerse que durante el período analizado no se producen cambios de relevancia a
los efectos de una adaptación de la misma frente a las nuevas condiciones del ambiente
político (reivindicación de los derechos humanos, revalorización de los valores de la
democracia liberal), sino que son las nuevas condiciones del ambiente político las que dan
lugar a que los valores partidarios tradicionales recobren su actualidad. Aún en el caso de
la incorporación de concepciones movimientistas, puede afirmarse que se trata más de un
elemento recuperado por la doctrina radical (una revalorización del yrigoyenismo) que de
una inserción novedosa; de todos modos, la construcción de un movimiento desde el
partido fue un objetivo progresivamente dejado de lado conforme avanzaba el gobierno
radical y los recursos iban disminuyendo. Un proceso que, a partir de las elecciones del
'87, sumió al partido en una crisis organizativa que hizo eclosión luego de los episodios de
1989. Un proceso que en términos electorales significó para la UCR la pérdida del 40% de
los apoyos obtenidos en 1983 y puso al descubierto su incapacidad de adaptación frente a
las exigencias propias de la gestión de gobierno.

XX
REFERENCIAS BIBLIOGRÁFICAS

♦ Acuña, Marcelo (1984): De Frondizi a Alfonsín: la tradición política del radicalismo,


Centro Editor de América Latina, 2 vols., Buenos Aires.
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