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Ano 1905 PDF
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Instituto de Física
Universidad de Antioquia
Los físicos de todo el mundo han denominado a 2005 El año mundial de la Física , en honor a Einstein quien, hace
exactamente 100 años, impresionó al mundo con un derroche de ingenio y productividad inusitadas. En 1905 Einstein, un
empleado de tercera categoría de la oficina suiza de patentes, publicó cuatro artículos que removieron la ciencia y
dispararon a la física hacia regiones insospechadas. Los estudiosos afirman que tanto trabajo, de tan buena calidad,
constituye un golpe infrecuente y afortunado en la historia de la ciencia. A continuación viene un recuento breve de los
temas que abordó Einstein en 1905.
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''Heme aquí sentado para escribir, a los 67 años de edad, algo así como mi propio
obituario". Así comienza Einstein su autobiografía. Y procede a narrar las cosas
importantes de su niñez y su juventud. Nos cuenta que, de niño, sintió más que
otros el vacío y la falta de sentido de la vida y que, aunque era el hijo de padres
irreligiosos, buscó refugio en la religión. Quería que su mente se ocupara de algo
ajeno a sí mismo quería salirse de la nimiedad cotidiana de los deseos, las
esperanzas y las consideraciones individuales. Y la religión le dio la oportunidad
de un pensamiento trascendente hasta que, abruptamente, a la edad de 12 años,
dejó la religión y se volvió librepensador. Esta nueva manera de ver las cosas vino
acompañada de la convicción plena e indudable de que el Estado estaba
engañando a la juventud a base de mentiras. El autor comenta al margen que esta
desconfianza acerca del estado y la correspondiente repulsa a la autoridad,
habrían de marcar su carácter durante toda la vida.
El cambio súbito a los 12 años de edad fue el resultado de una serie de lecturas
científicas que le mostraron otro refugio diferente a la religión, otra manera digna
de salirse de sí mismo, otra forma de eludir las inquietudes y deseos menores de
la vida diaria. De un momento a otro se dio cuenta de que aquí, justo al lado
nuestro, hay un mundo que podemos, al menos parcialmente, conocer. Este
mundo se le presentaba lleno de enigmas y adivinanzas y sintió un deseo
incontenible de descifrarlas. El niño se volvió científico, y lo hizo por el motivo claro
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fantástico que habría de tomar durante todo el siglo XX. Einstein fue figura
primordial en la solución de la crisis: estaba en el momento y en el lugar
adecuados y además tenía las dotes adecuadas. La crisis giraba en torno a varios
problemas acuciantes, de los cuales mencionaremos tres: la radiación del cuerpo
negro, el atomismo y las dificultades con el espacio y el tiempo.
Detengámonos con calma para presentar una corta reseña de estos tres
problemas.
Todos hemos visto, en una estufa por ejemplo, que los metales son de diferentes
colores a temperaturas diferentes. En efecto, a medida que la temperatura
aumenta, el metal va pasando progresivamente desde el rojo hasta el azul. Para
estudiar la relación entre la temperatura y las propiedades de la luz que el metal
emite, conviene considerar un armazón o carcasa metálica curva y cerrada que
deja una cavidad adentro. De lo que se trata entonces es de estudiar la luz
atrapada dentro de la cavidad, y para esto se abre un orificio pequeño en la
carcasa y se registra la poca luz que por allí sale. A altas temperaturas esta luz
cae en el rango visible: rojo, amarillo, etc., pero a temperaturas suficientemente
bajas la luz no es del rango visible, y por eso el orificio da la impresión de ser
negro. Por esto se llamó desde un principio la radiación del cuerpo negro.
Supongamos que la carcasa se calienta y se mantiene a cierta temperatura T. El
metal emite radiación y ésta, que queda atrapada en la cavidad, regresa a las
paredes de la cavidad y puede ser reabsorbida por el metal hasta que llega un
momento en que las energías emitida y absorbida por el metal son iguales (o,
desde el punto de vista de la radiación, la energía que ésta le entrega al metal es
igual a la que el metal le devuelve a la radiación). Cuando se llega a este punto se
ha logrado el equilibrio térmico entre la luz y el metal, a temperatura T . Se puede
medir entonces, para cada frecuencia f, la intensidad I de la luz. Kirchhoff, en la
década de 1860, realizó las primeras observaciones cuantitativas de la luz de la
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cavidad y planteó el problema: ¿Cómo explicar las propiedades que tiene la luz del
cuerpo negro?. Más precisamente, se trataba de explicar teóricamente la curva I
(T,f) obtenida experimentalmente.
Los científicos más importantes de la época se embarcaron en la tarea de resolver
este problema, para lo cual utilizaron los conocimientos que tenían de mecánica
clásica, física newtoniana, teoría electromagnética, termodinámica, óptica y teoría
cinética no pudieron. Algunos lograron explicar a I (T,f) para valores bajos de la
frecuencia f pero su explicación fallaba para f alta otros construyeron una
explicación buena para f alta, pero esta explicación no funcionaba bien para f baja.
Así pasaron muchos años con propuestas de un lado y del otro. Una de estas
propuestas, la mejor de todas, había sido deducida por Planck y también, de
manera independiente, por Wien. Planck estaba muy contento con su deducción
hasta que, en octubre de 1900, le llegaron unas noticias muy preocupantes:
experimentos recientes dejaban en claro, sin lugar a dudas, que la curva I versus f
no era como antes se creía, sino diferente. O sea que la deducción planckiana,
que tan bien se ajustaba a los antiguos (inexactos) datos, no se ajustaba a los
nuevos (exactos) datos. Dicho de otra manera, había que atacar el problema de
nuevo, desde el principio.
Para empezar de nuevo, Planck dio en el blanco desde el primer momento, en un
golpe de suerte: escribió, descubrió, no se sabe cómo, la forma matemática de la
curva I versus f. Esto, en plata blanca, se llama adivinar. Pero el era algo más que
un adivino y tenía que justificar y deducir a partir de primeros principios la función
que acababa de adivinar. Así comenzó un período de varias semanas que, en sus
propias palabras, fueron las más extenuantes de su vida. En diciembre pudo al fin
encontrar la solución a sus dificultades: a partir de principios físicos logró deducir
la fórmula que él mismo había adivinado. Y lo hizo basado en dos suposiciones.
Planck piensa que en el metal hay unas partículas con carga eléctrica que vibran,
es decir, unos osciladores. La vibración de los osciladores irradia luz, lo que
explica el hecho de que el metal emite radiación. De otro lado los osciladores,
como están cargados y están en presencia de radiación, interactúan con ésta y
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entendible y claro cuando se piensa que la luz está compuesta de cuantos de luz
de energía hf.
El atomismo
La química moderna nace a principios del siglo XIX, cuando se dan las bases del
atomismo científico: todas las formas de la materia deben ser reducibles a un
número finito de especies atómicas. Esta idea desata la imaginación de los
químicos y despierta en ellos intereses teóricos y prácticos: de un lado utilizar la
hipótesis atómica para estudiar sus consecuencias y predicciones, y de otro lado
acudir al laboratorio para confrontar esas predicciones con los datos
experimentales. Dentro de la larga lista de químicos brillantes de la época
queremos resaltar uno que no tuvo en vida el reconocimiento que merecía:
Lorenzo Amedeo Avogadro. Graduado en jurisprudencia y luego doctorado en
derecho canónico, este conde turinés abandona su profesión para dedicarse a las
matemáticas y la física, ya en el año 1800. En 1811 formula esta ley: a presión y
temperatura fijas, un volumen dado de cualquier gas, ya sea hidrógeno u oxígeno
por ejemplo, contiene el mismo número de moléculas 2 . Esta fue la primera vez,
en la historia de la química, que se usó la hipótesis atómica para formular una ley.
El siglo XIX habría de testimoniar el camino penoso que transitaron los químicos
para establecer el peso atómico de cada uno de los elementos. Como el peso
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atómico del carbón es 12, entonces 12 gramos de carbón son una mol de carbón
así, en general una mol de una sustancia es el peso atómico tomado en
gramos.Es claro que el número de átomos que contiene una mol de una sustancia
es igual al número de átomos que contiene una mol de cualquier otra sustancia.
Este número es muy importante, se le denota por N , y desde principios del siglo
XX se le llama ''el número de Avogadro''. Experimentalmente se ha encontrado
que N = 6.02 x 10 23 . Desde un punto de vista histórico el número de Avogadro
tiene interés porque fue determinante en 1908 y 1909, cuando los defensores de
la existencia de los átomos se declararon, por fin, victoriosos esto lo veremos más
adelante.
Los científicos aprendieron a ver al gas como una acumulación de átomos que
siguen las leyes de la mecánica, y construyeron para tal efecto una teoría muy
elaborada que se llama ''teoría cinética'', trabajo ejecutado, entre otros, por
Maxwell y Boltzmann. Los éxitos de la teoría cinética de los gases fueron visibles,
porque con ella pudieron no sólo reproducir algunas de las leyes conocidas de la
termodinámica, sino además encontrar efectos novedosos. Pero desde el principio
se presentó la pregunta importante: ¿los átomos existen realmente?.
Los opositores del atomismo, que contaban con eminencias como Ostwald y
Mach, advertían que el atomismo era solamente una representación mental, y que
no se debía caer en la exageración de creer que los átomos fueran reales.
Los mismos Maxwell y Boltzmann fueron cautos al principio, y no esperaban que
el atomismo fuera algo más que una analogía mecánica. Pero el debate se
encendió y muchos de los científicos tomaron partido. Para ganar el debate, los
atomistas tenían que poner en evidencia experimental a los átomos, pues sólo de
esa manera podría asentarse creíblemente su existencia verdadera. Es aquí
donde entra Einstein, atomista convencido, y muestra la manera experimental de
atestiguar la existencia de los átomos. Y lo hace por medio del movimiento
Browniano.
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las moléculas del líquido bombardean desde todos los lados a la partícula, ésta sí
puede impulsarse ocasionalmente en una u otra dirección, en zig zag. El estudio
general de esta clase de fluctuaciones es conocido por los estadísticos bajo el
nombre de el problema del borracho, y es así: un borracho sale del bar y se
dispone a caminar a casa: ¿qué probabilidad hay de que llegue a casa?. El
caminado del borracho es bien conocido, y queremos resaltar dos propiedades
interesantes: primero, cada paso es desmemoriado, independiente del anterior y,
segundo, el próximo paso puede ocurrir en cualquier dirección. El hecho
observado es que los borrachos no se quedan quietos y, a veces, llegan a casa.
Tal cosa puede ocurrir cuando en una sucesión de pasos no hay cancelaciones
mutuas. Del mismo modo, regresando al movimiento browniano, puede ocurrir que
una cierta secuencia de choques no se cancele mutuamente, sino que los
choques se solidaricen, en grupo, para empujar a la partícula en alguna dirección.
Einstein era un estudioso del movimiento browniano, como se nota en los
numerosos artículos que escribió al respecto. En estos trabajos demuestra ser un
experto en física estadística y en particular, brillantemente, en el manejo de las
fluctuaciones. En ellos podemos ver la soltura, el conocimiento y el ingenio que lo
distinguieron siempre a lo largo de su larga carrera científica. El es un físico de
primera categoría y como tal sabe que, siendo la física una ciencia experimental,
son los experimentos los jueces definitivos de las teorías. Buscó siempre la
manera de confrontar sus teorías experimentalmente, proponiendo experimentos
ingeniosos, simples y realizables. En el artículo de 1905, por ejemplo, propuso una
manera de averiguar experimentalmente el número de Avogadro N con un
microscopio y un cronómetro. ¡Con un microscopio y un cronómetro!
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El espacio y el tiempo
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planos inclinados, etc. Había otro conjunto de experiencias para las cuales no
creían que valiera el PR: las de la electricidad y el magnetismo. Llegó sin embargo
la teoría de la relatividad y cambió el panorama: a partir de 1905 los físicos
admiten que el PR es válido no sólo para la mecánica, sino también para el
electromagnetismo.
Aunque Einstein no dice estas palabras, creemos que su intención podría
resumirse así: ''Hasta el momento hemos pensado, equivocadamente, que el PR
no vale para el electromagnetismo. En el fondo, nuestro error surge de una
concepción equivocada del espacio y el tiempo. Hemos creído que el espacio y el
tiempo tienen cierta estructura, pero voy a demostrar que la verdadera estructura
no es esa sino otra. El espacio y el tiempo no son así, sino asá. Y demostraré que
dentro de la estructura verdadera del espacio y el tiempo, el PR sí vale para el
electromagnetismo''. (Insistimos en que esta frase es nuestra y no de Einstein).
Einstein averiguó la estructura del espacio y el tiempo de una manera maravillosa.
Lo que hizo ha dejado pasmados, generación tras generación, durante 100 años,
a todos los que han tenido la paciencia y la fortuna de meterse en los detalles de
su desarrollo. En pocas páginas, y usando las matemáticas más elementales
(suma, resta, multiplicación y división) el hombre construyó la teoría de la
relatividad. Para ejecutar esta tarea, Einstein introdujo un nuevo principio en la
física, que identificaremos con el símbolo PV, y que se llama el Principio de la
Constancia de la Velocidad de la Luz: la luz tiene la misma velocidad para todos
los observadores inerciales.
El sentido del PV se puede entender con el siguiente ejemplo. Supongamos que
alguien apunta una linterna hacia el norte, la prende, y un instante después la
apaga. Tenemos entonces lo que se llama un pulso de luz que viaja hacia el norte.
La velocidad de este pulso es 300.000 km/seg. Pensemos en un observador que
también viaja hacia el norte en un avión de alta velocidad si este observador mide
la velocidad del pulso de luz, obtiene 300.000 km/seg.
Pensemos en otro observador que viaja hacia el sur en un avión de alta velocidad
si este observador mide la velocidad del pulso de luz, obtiene 300.000 km/seg.
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Pensemos aún en otro observador que viaja hacia el oriente si mide la velocidad
del pulso de luz, obtiene 300.000 km/seg. Todos los observadores inerciales, los
lentos, los veloces, los que viajan en esta dirección, los que viajan en esa otra
dirección, todos ellos registran que la velocidad del pulso de luz es 300.000
km/seg. Cualquiera que sea el estado de movimiento del observador, él siempre
registra que la velocidad del pulso es 300.000 km/seg. Si el observador persigue al
pulso con intención de darle alcance, nunca lo logra, porque el pulso se aleja con
velocidad 300.000 km/seg. Y si el observador huye del pulso de luz, de nada le
vale viajar muy rápido porque el pulso siempre tendrá velocidad 300.000 km/seg.
¿De dónde sacó Einstein el PV? Historiadores, psicólogos y físicos han buscado la
respuesta de esta pregunta, sin éxito. ¡Cuánto desearíamos situarnos en la
intimidad psicológica de un genio para observar los hilos que mueven la
genialidad! El único recurso que tenemos es prestar atención a las autobiografías
de los talentos para vislumbrar, desde afuera, la llama que los iluminó. Pero esas
lecturas nos ayudan muy poco ya que, en general, los genios no hablan de la
inspiración, porque aunque ellos la experimentan, no la observan. Acudamos, sin
embargo, a la autobiografía de Einstein donde cuenta que, de jovencito, lo
acosaba una paradoja de este estilo: ''Un corredor se mira en un espejo que
sostiene en la mano, al frente, con el brazo extendido. Si él corre con una
velocidad igual a la de la luz, ¿se verá en el espejo?''.
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mente de Einstein, la intuición del PV. No sobra recalcar, sin embargo, que la
secuencia de ideas o imágenes presentadas en este párrafo es conjetural: nada
indica que Einstein verdaderamente haya intuido el PV de esta manera.
Lo que Einstein demuestra en el artículo de 1905 sobre la relatividad es
sobrecogedor: la simultaneidad es relativa, los relojes en movimiento se atrasan y
las reglas en movimiento se contraen, el espacio y el tiempo forman una totalidad
espaciotemporal, el campo eléctrico y el magnético forman un campo total
electromagnético y el electromagnetismo cumple el PR. Esto era más de lo que los
primeros lectores podían digerir, y fueron muy pocos los que inicialmente captaron
la importancia de la relatividad. En pocos años, sin embargo, los físicos asimilaron
la teoría y la convirtieron en una de las columnas sobre las cuales se edificó la
física del siglo XX.
E = m c2
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Conclusión
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2 Esta ley recibió el nombre de Ley de Avogadro medio siglo después, cuando el
ya estaba muerto.
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