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Lorenzo de la Torre

Instituto de Física
Universidad de Antioquia

1905: año maravilloso

Los físicos de todo el mundo han denominado a 2005 El año mundial de la Física , en honor a Einstein quien, hace
exactamente 100 años, impresionó al mundo con un derroche de ingenio y productividad inusitadas. En 1905 Einstein, un
empleado de tercera categoría de la oficina suiza de patentes, publicó cuatro artículos que removieron la ciencia y
dispararon a la física hacia regiones insospechadas. Los estudiosos afirman que tanto trabajo, de tan buena calidad,
constituye un golpe infrecuente y afortunado en la historia de la ciencia. A continuación viene un recuento breve de los
temas que abordó Einstein en 1905.
Lorenzo de la Torre
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1905: año maravilloso

''Heme aquí sentado para escribir, a los 67 años de edad, algo así como mi propio
obituario". Así comienza Einstein su autobiografía. Y procede a narrar las cosas
importantes de su niñez y su juventud. Nos cuenta que, de niño, sintió más que
otros el vacío y la falta de sentido de la vida y que, aunque era el hijo de padres
irreligiosos, buscó refugio en la religión. Quería que su mente se ocupara de algo
ajeno a sí mismo quería salirse de la nimiedad cotidiana de los deseos, las
esperanzas y las consideraciones individuales. Y la religión le dio la oportunidad
de un pensamiento trascendente hasta que, abruptamente, a la edad de 12 años,
dejó la religión y se volvió librepensador. Esta nueva manera de ver las cosas vino
acompañada de la convicción plena e indudable de que el Estado estaba
engañando a la juventud a base de mentiras. El autor comenta al margen que esta
desconfianza acerca del estado y la correspondiente repulsa a la autoridad,
habrían de marcar su carácter durante toda la vida.
El cambio súbito a los 12 años de edad fue el resultado de una serie de lecturas
científicas que le mostraron otro refugio diferente a la religión, otra manera digna
de salirse de sí mismo, otra forma de eludir las inquietudes y deseos menores de
la vida diaria. De un momento a otro se dio cuenta de que aquí, justo al lado
nuestro, hay un mundo que podemos, al menos parcialmente, conocer. Este
mundo se le presentaba lleno de enigmas y adivinanzas y sintió un deseo
incontenible de descifrarlas. El niño se volvió científico, y lo hizo por el motivo claro

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y puro que identifica al científico verdadero: el deseo de descifrar las adivinanzas


del mundo.
El padre de Einstein era un pequeño empresario fabricante de piezas eléctricas
quien, buscando mejores plazas, trasladó a la familia en pleno a Munich y luego a
Milán. A los 16 años vemos a Einstein instalándose en Zurich donde, después de
un intento fallido, logró entrar al politécnico. Allí se graduó a la edad de 21 años, y
su diploma lo facultaba para ser maestro en la secundaria. Luego consiguió un
empleo en la oficina de patentes de Berna, puesto que conservó desde 1902 hasta
1907.
Los cinco años que pasó en la oficina de patentes han merecido diversos
comentarios. Algunos los presentan como un puesto aburridor, sin interés, que sin
embargo le dejaba a Einstein suficiente tiempo libre para pensar sus asuntos de
física. Pero otros han reconocido en la oficina de patentes un trabajo interesante,
que contribuyó a la formación de Einstein. Le tocaba analizar propuestas de
inventos, desarrollando así la habilidad para distinguir, entre la maraña de detalles
técnicos, aquellos que eran esenciales e imprescindibles. A la oficina de patentes
llegaban las ideas y los instrumentos que la gente inventaba para resolver las
dificultades de la época, y muchos de estos asuntos cautivaban el interés de
Einstein. Por ejemplo, para hacer confiable el sistema de trenes internacionales,
era necesario resolver el problema de cómo sincronizar relojes que están en
lugares diferentes Einstein habría de construir una gran parte de la relatividad
especial dilucidando justamente esta sincronización. El año maravilloso de 1905
cae en el centro de su permanencia en Berna. Aunque la paga era baja, nada
indica que Einstein hubiera sido infeliz en esos años por el contrario, veinte años
después le comentó a Leo Szilard que ''la mejor época de mi vida fue cuando
trabajaba en la oficina de patentes''.
Einstein nació en 1879, lo que significa que le tocó vivir el fin del siglo, justamente
la época en que se resolvió la crisis pertinaz que acosaba a los científicos desde
hacía muchos años. Los físicos fueron capaces de resolver esta crisis, aprovechar
la oportunidad, redirigir el pensamiento científico y darle a la física el vuelo

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fantástico que habría de tomar durante todo el siglo XX. Einstein fue figura
primordial en la solución de la crisis: estaba en el momento y en el lugar
adecuados y además tenía las dotes adecuadas. La crisis giraba en torno a varios
problemas acuciantes, de los cuales mencionaremos tres: la radiación del cuerpo
negro, el atomismo y las dificultades con el espacio y el tiempo.
Detengámonos con calma para presentar una corta reseña de estos tres
problemas.

La radiación del cuerpo negro

Todos hemos visto, en una estufa por ejemplo, que los metales son de diferentes
colores a temperaturas diferentes. En efecto, a medida que la temperatura
aumenta, el metal va pasando progresivamente desde el rojo hasta el azul. Para
estudiar la relación entre la temperatura y las propiedades de la luz que el metal
emite, conviene considerar un armazón o carcasa metálica curva y cerrada que
deja una cavidad adentro. De lo que se trata entonces es de estudiar la luz
atrapada dentro de la cavidad, y para esto se abre un orificio pequeño en la
carcasa y se registra la poca luz que por allí sale. A altas temperaturas esta luz
cae en el rango visible: rojo, amarillo, etc., pero a temperaturas suficientemente
bajas la luz no es del rango visible, y por eso el orificio da la impresión de ser
negro. Por esto se llamó desde un principio la radiación del cuerpo negro.
Supongamos que la carcasa se calienta y se mantiene a cierta temperatura T. El
metal emite radiación y ésta, que queda atrapada en la cavidad, regresa a las
paredes de la cavidad y puede ser reabsorbida por el metal hasta que llega un
momento en que las energías emitida y absorbida por el metal son iguales (o,
desde el punto de vista de la radiación, la energía que ésta le entrega al metal es
igual a la que el metal le devuelve a la radiación). Cuando se llega a este punto se
ha logrado el equilibrio térmico entre la luz y el metal, a temperatura T . Se puede
medir entonces, para cada frecuencia f, la intensidad I de la luz. Kirchhoff, en la
década de 1860, realizó las primeras observaciones cuantitativas de la luz de la

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cavidad y planteó el problema: ¿Cómo explicar las propiedades que tiene la luz del
cuerpo negro?. Más precisamente, se trataba de explicar teóricamente la curva I
(T,f) obtenida experimentalmente.
Los científicos más importantes de la época se embarcaron en la tarea de resolver
este problema, para lo cual utilizaron los conocimientos que tenían de mecánica
clásica, física newtoniana, teoría electromagnética, termodinámica, óptica y teoría
cinética no pudieron. Algunos lograron explicar a I (T,f) para valores bajos de la
frecuencia f pero su explicación fallaba para f alta otros construyeron una
explicación buena para f alta, pero esta explicación no funcionaba bien para f baja.
Así pasaron muchos años con propuestas de un lado y del otro. Una de estas
propuestas, la mejor de todas, había sido deducida por Planck y también, de
manera independiente, por Wien. Planck estaba muy contento con su deducción
hasta que, en octubre de 1900, le llegaron unas noticias muy preocupantes:
experimentos recientes dejaban en claro, sin lugar a dudas, que la curva I versus f
no era como antes se creía, sino diferente. O sea que la deducción planckiana,
que tan bien se ajustaba a los antiguos (inexactos) datos, no se ajustaba a los
nuevos (exactos) datos. Dicho de otra manera, había que atacar el problema de
nuevo, desde el principio.
Para empezar de nuevo, Planck dio en el blanco desde el primer momento, en un
golpe de suerte: escribió, descubrió, no se sabe cómo, la forma matemática de la
curva I versus f. Esto, en plata blanca, se llama adivinar. Pero el era algo más que
un adivino y tenía que justificar y deducir a partir de primeros principios la función
que acababa de adivinar. Así comenzó un período de varias semanas que, en sus
propias palabras, fueron las más extenuantes de su vida. En diciembre pudo al fin
encontrar la solución a sus dificultades: a partir de principios físicos logró deducir
la fórmula que él mismo había adivinado. Y lo hizo basado en dos suposiciones.
Planck piensa que en el metal hay unas partículas con carga eléctrica que vibran,
es decir, unos osciladores. La vibración de los osciladores irradia luz, lo que
explica el hecho de que el metal emite radiación. De otro lado los osciladores,
como están cargados y están en presencia de radiación, interactúan con ésta y

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pueden absorber energía de la luz, entendiéndose así el modo como la luz le


transmite energía al metal. Planck asume que: 1) las partículas cargadas son
osciladores armónicos de frecuencia f y, 2) la energía que un oscilador puede
emitir o absorber es un número entero de veces el producto hf, donde h es una
constante (que luego habría de recibir el nombre de constante de Planck) 1 .
La suposición 2) que acabamos de mencionar dice que la energía del oscilador
puede tomar algún valor dentro de un conjunto discreto de opciones, hf, 2hf, 3hf,
4hf, etc. Pero Planck no quiere creer que también la energía de la luz dispone del
conjunto discreto de opciones, hf, 2hf, 3hf, 4hf, etc. En realidad ni él ni los demás
físicos estaban completamente satisfechos con la solución recién publicada. El
artículo se recibió con frialdad. Nadie creía que estas ideas tuvieran mucho
fundamento, ni siquiera el mismo Planck, y por eso el escrito quedó en el limbo,
donde habría permanecido si no lo hubiera rescatado un desconocido funcionario
de categoría tres de la oficina suiza de patentes.
En su artículo de 1905 sobre el efecto fotoeléctrico, Einstein se queja de que la
materia y la luz tienen tratamientos diferentes, ya que mientras la materia se
considera compuesta de átomos, en forma discreta, el campo electromagnético es
un ente continuo. Esta diferencia de tratamiento, dice, causa dificultades para
entender aquellos fenómenos en los que se da la interacción entre la radiación y la
materia. Sería bueno considerar que también la luz está compuesta de
corpúsculos. Y en este momento, apoyado en la suposición que Planck hizo en
1900, Einstein da el paso crucial, y propone que se considere la luz como un gas
de cuantos, como ''paquetes'', de energía hf. Para demostrar que esta idea es
buena, prueba que la conocida fórmula de la entropía de la radiación es la de un
gas de cuantos de energía hf. Acto seguido, Einstein aplica magistralmente la idea
de los cuantos de luz al efecto fotoeléctrico, que es el proceso mediante el cual un
metal, cuando es iluminado por luz de ciertas características, puede emitir
electrones. Tres años antes se habían realizado experimentos sobre el efecto
fotoeléctrico, arrojando unos resultados paradójicos, que nadie había podido
aclarar. Pues bien, Einstein muestra que todo acerca del efecto fotoeléctrico es

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entendible y claro cuando se piensa que la luz está compuesta de cuantos de luz
de energía hf.

La explicación de Einstein del efecto fotoeléctrico que habría de merecerle el


premio Nobel en física en 1921es un regreso evidente a la interpretación
corpuscular de la luz. Algunos fenómenos luminosos (difracción, interferencia,
polarización) son explicados por la interpretación ondulatoria, pero otros (como el
efecto fotoeléctrico) se explican mediante la interpretación corpuscular. Esto
sugiere una dualidad onda-partícula en la luz. El asunto de la dualidad habría de
cobrar importancia con el transcurso de los años, para convertirse en elemento
esencial de las polémicas de la mecánica cuántica polémicas que aún perduran.

El atomismo

La química moderna nace a principios del siglo XIX, cuando se dan las bases del
atomismo científico: todas las formas de la materia deben ser reducibles a un
número finito de especies atómicas. Esta idea desata la imaginación de los
químicos y despierta en ellos intereses teóricos y prácticos: de un lado utilizar la
hipótesis atómica para estudiar sus consecuencias y predicciones, y de otro lado
acudir al laboratorio para confrontar esas predicciones con los datos
experimentales. Dentro de la larga lista de químicos brillantes de la época
queremos resaltar uno que no tuvo en vida el reconocimiento que merecía:
Lorenzo Amedeo Avogadro. Graduado en jurisprudencia y luego doctorado en
derecho canónico, este conde turinés abandona su profesión para dedicarse a las
matemáticas y la física, ya en el año 1800. En 1811 formula esta ley: a presión y
temperatura fijas, un volumen dado de cualquier gas, ya sea hidrógeno u oxígeno
por ejemplo, contiene el mismo número de moléculas 2 . Esta fue la primera vez,
en la historia de la química, que se usó la hipótesis atómica para formular una ley.
El siglo XIX habría de testimoniar el camino penoso que transitaron los químicos
para establecer el peso atómico de cada uno de los elementos. Como el peso

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atómico del carbón es 12, entonces 12 gramos de carbón son una mol de carbón
así, en general una mol de una sustancia es el peso atómico tomado en
gramos.Es claro que el número de átomos que contiene una mol de una sustancia
es igual al número de átomos que contiene una mol de cualquier otra sustancia.

Este número es muy importante, se le denota por N , y desde principios del siglo
XX se le llama ''el número de Avogadro''. Experimentalmente se ha encontrado
que N = 6.02 x 10 23 . Desde un punto de vista histórico el número de Avogadro
tiene interés porque fue determinante en 1908 y 1909, cuando los defensores de
la existencia de los átomos se declararon, por fin, victoriosos esto lo veremos más
adelante.

Los científicos aprendieron a ver al gas como una acumulación de átomos que
siguen las leyes de la mecánica, y construyeron para tal efecto una teoría muy
elaborada que se llama ''teoría cinética'', trabajo ejecutado, entre otros, por
Maxwell y Boltzmann. Los éxitos de la teoría cinética de los gases fueron visibles,
porque con ella pudieron no sólo reproducir algunas de las leyes conocidas de la
termodinámica, sino además encontrar efectos novedosos. Pero desde el principio
se presentó la pregunta importante: ¿los átomos existen realmente?.
Los opositores del atomismo, que contaban con eminencias como Ostwald y
Mach, advertían que el atomismo era solamente una representación mental, y que
no se debía caer en la exageración de creer que los átomos fueran reales.
Los mismos Maxwell y Boltzmann fueron cautos al principio, y no esperaban que
el atomismo fuera algo más que una analogía mecánica. Pero el debate se
encendió y muchos de los científicos tomaron partido. Para ganar el debate, los
atomistas tenían que poner en evidencia experimental a los átomos, pues sólo de
esa manera podría asentarse creíblemente su existencia verdadera. Es aquí
donde entra Einstein, atomista convencido, y muestra la manera experimental de
atestiguar la existencia de los átomos. Y lo hace por medio del movimiento
Browniano.

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En 1828 el botánico escocés Robert Brown, observando al microscopio unas


partículas de polen suspendidas en un líquido, se dio cuenta de que ellas se
mueven en zig zag. Este temblor o agitación de las partículas, que se conoce
como movimiento browniano, interesa vivamente a los científicos desde entonces.
Los estudios iniciales forman una larga lista de conjeturas abandonadas: el mismo
Brown creyó que se trataba de un fenómeno biológico, que estaba viendo la
esencia móvil de la vida, pero pronto se dio cuenta de que el zig zag también
acompaña a partículas inorgánicas la vibración no es producida por la luz, por
colisiones mutuas entre las partículas, por diferencias de temperatura, por
evaporación, ni por fuerzas eléctricas. Dos cosas han sido claras desde el
principio, sin embargo: 1) El movimiento browniano ocurre con partículas de un
tamaño no mayor a una micra, aproximadamente. 2) La vibración no se amortigua
ni disminuye, y parece ser eterna, desafiando así a la segunda ley de la
termodinámica que prohíbe la existencia del perpetuum mobile.
A finales del siglo XIX se propuso por primera vez que el zig zag es producido por
el impacto de las moléculas del líquido al chocar con la partícula. Esta propuesta
es obviamente atomista, pues concibe al líquido, no como una distribución
continua de masa, sino como una acumulación discreta de moléculas. Las
objeciones contra esta propuesta no se hicieron esperar. Una de ellas era así:
Aceptando hipotéticamente la existencia de moléculas del líquido que chocan con
la partícula, habría dos posibilidades, bien sea que el movimiento de la partícula
se produzca por el choque con una sola molécula o por una secuencia de choques
con muchas moléculas en la primera opción, no se entiende cómo un solo choque
puede impulsar a la partícula con tanto vigor y en el segundo caso, dado que las
moléculas chocan contra la partícula aleatoriamente, desde todos lados, se espera
que todos esos impactos se cancelen mutuamente, dejando a la partícula quieta.

Conviene apuntar que la objeción que acabamos de mencionar carece de


fundamento. En efecto, la teoría de fluctuaciones nos enseña que a pesar de que

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las moléculas del líquido bombardean desde todos los lados a la partícula, ésta sí
puede impulsarse ocasionalmente en una u otra dirección, en zig zag. El estudio
general de esta clase de fluctuaciones es conocido por los estadísticos bajo el
nombre de el problema del borracho, y es así: un borracho sale del bar y se
dispone a caminar a casa: ¿qué probabilidad hay de que llegue a casa?. El
caminado del borracho es bien conocido, y queremos resaltar dos propiedades
interesantes: primero, cada paso es desmemoriado, independiente del anterior y,
segundo, el próximo paso puede ocurrir en cualquier dirección. El hecho
observado es que los borrachos no se quedan quietos y, a veces, llegan a casa.
Tal cosa puede ocurrir cuando en una sucesión de pasos no hay cancelaciones
mutuas. Del mismo modo, regresando al movimiento browniano, puede ocurrir que
una cierta secuencia de choques no se cancele mutuamente, sino que los
choques se solidaricen, en grupo, para empujar a la partícula en alguna dirección.
Einstein era un estudioso del movimiento browniano, como se nota en los
numerosos artículos que escribió al respecto. En estos trabajos demuestra ser un
experto en física estadística y en particular, brillantemente, en el manejo de las
fluctuaciones. En ellos podemos ver la soltura, el conocimiento y el ingenio que lo
distinguieron siempre a lo largo de su larga carrera científica. El es un físico de
primera categoría y como tal sabe que, siendo la física una ciencia experimental,
son los experimentos los jueces definitivos de las teorías. Buscó siempre la
manera de confrontar sus teorías experimentalmente, proponiendo experimentos
ingeniosos, simples y realizables. En el artículo de 1905, por ejemplo, propuso una
manera de averiguar experimentalmente el número de Avogadro N con un
microscopio y un cronómetro. ¡Con un microscopio y un cronómetro!

Jean Perrin, hacia 1908, toma la explicación einsteiniana del movimiento


browniano y se dispone a confrontarla experimentalmente valiéndose del
ultramicroscopio, recientemente inventado. Logra una confirmación experimental
de las ecuaciones de Einstein, y además da un estimativo del tamaño de las
moléculas del líquido, agua, y de su abundancia en un volumen dado. Esta fue la

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primera vez que se pudo, al menos aproximadamente, averiguar la talla de las


moléculas con una observación visual directa, lo que se constituyó en un
espaldarazo definitivo a favor de los atomistas. Se ha dicho que Jean Perrin fue
quien demostró la existencia de los átomos. Declaraciones como esta hacen
justicia al físico francés, que por este experimento recibió el premio Nobel en
1926, pero son quizás un poco excesivas. Hoy se tiene la impresión de que lo que
inclinó definitivamente la balanza a favor de la hipótesis atómica fue el asunto del
número de Avogadro. Este número N aparecía en todas partes y se propusieron
muchas maneras de averiguarlo experimentalmente (Einstein propuso tres). La
ubicuidad del número de Avogadro, y la coincidencia de todos los experimentos en
el valor 6.02 x 10 23 , gravitaron pesadamente en la mente de los físicos y los
convencieron de los átomos. Tanto que Ostwald, el brillante opositor del
atomismo, declaró en 1908 que aún el más cauto de los científicos podía a partir
de entonces creer en la constitución atómica de la materia. A Mach, sin embargo,
nunca lo pudieron convencer.

El espacio y el tiempo

Todos tenemos la experiencia de viajar en un automóvil en línea recta y a


velocidad constante: no se siente nada especial. Uno puede comer, tomar café y
recoger un lápiz que se cayó, del mismo modo como se realizan esas actividades
en casa. En realidad las experiencias en el carro y en casa son iguales. Estamos
poniendo de manifiesto una de las observaciones más importantes de la física, al
establecer que todos los observadores inerciales (los que viajan en línea recta con
velocidad constante) son equivalentes. Esto, que ningún observador inercial es
preferido, es lo que afirma el Principio de la Relatividad: Lo que ocurre para un
observador inercial también puede ocurrir para cualquier otro observador inercial.
Los físicos han aceptado el PR (el Principio de la Relatividad) desde el siglo XVIII,
cuando se dieron las bases de la ciencia. Pero lo aceptaban únicamente para
experiencias de mecánica, como las que se realizan con resortes, péndulos,

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planos inclinados, etc. Había otro conjunto de experiencias para las cuales no
creían que valiera el PR: las de la electricidad y el magnetismo. Llegó sin embargo
la teoría de la relatividad y cambió el panorama: a partir de 1905 los físicos
admiten que el PR es válido no sólo para la mecánica, sino también para el
electromagnetismo.
Aunque Einstein no dice estas palabras, creemos que su intención podría
resumirse así: ''Hasta el momento hemos pensado, equivocadamente, que el PR
no vale para el electromagnetismo. En el fondo, nuestro error surge de una
concepción equivocada del espacio y el tiempo. Hemos creído que el espacio y el
tiempo tienen cierta estructura, pero voy a demostrar que la verdadera estructura
no es esa sino otra. El espacio y el tiempo no son así, sino asá. Y demostraré que
dentro de la estructura verdadera del espacio y el tiempo, el PR sí vale para el
electromagnetismo''. (Insistimos en que esta frase es nuestra y no de Einstein).
Einstein averiguó la estructura del espacio y el tiempo de una manera maravillosa.
Lo que hizo ha dejado pasmados, generación tras generación, durante 100 años,
a todos los que han tenido la paciencia y la fortuna de meterse en los detalles de
su desarrollo. En pocas páginas, y usando las matemáticas más elementales
(suma, resta, multiplicación y división) el hombre construyó la teoría de la
relatividad. Para ejecutar esta tarea, Einstein introdujo un nuevo principio en la
física, que identificaremos con el símbolo PV, y que se llama el Principio de la
Constancia de la Velocidad de la Luz: la luz tiene la misma velocidad para todos
los observadores inerciales.
El sentido del PV se puede entender con el siguiente ejemplo. Supongamos que
alguien apunta una linterna hacia el norte, la prende, y un instante después la
apaga. Tenemos entonces lo que se llama un pulso de luz que viaja hacia el norte.
La velocidad de este pulso es 300.000 km/seg. Pensemos en un observador que
también viaja hacia el norte en un avión de alta velocidad si este observador mide
la velocidad del pulso de luz, obtiene 300.000 km/seg.
Pensemos en otro observador que viaja hacia el sur en un avión de alta velocidad
si este observador mide la velocidad del pulso de luz, obtiene 300.000 km/seg.

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Pensemos aún en otro observador que viaja hacia el oriente si mide la velocidad
del pulso de luz, obtiene 300.000 km/seg. Todos los observadores inerciales, los
lentos, los veloces, los que viajan en esta dirección, los que viajan en esa otra
dirección, todos ellos registran que la velocidad del pulso de luz es 300.000
km/seg. Cualquiera que sea el estado de movimiento del observador, él siempre
registra que la velocidad del pulso es 300.000 km/seg. Si el observador persigue al
pulso con intención de darle alcance, nunca lo logra, porque el pulso se aleja con
velocidad 300.000 km/seg. Y si el observador huye del pulso de luz, de nada le
vale viajar muy rápido porque el pulso siempre tendrá velocidad 300.000 km/seg.

¿De dónde sacó Einstein el PV? Historiadores, psicólogos y físicos han buscado la
respuesta de esta pregunta, sin éxito. ¡Cuánto desearíamos situarnos en la
intimidad psicológica de un genio para observar los hilos que mueven la
genialidad! El único recurso que tenemos es prestar atención a las autobiografías
de los talentos para vislumbrar, desde afuera, la llama que los iluminó. Pero esas
lecturas nos ayudan muy poco ya que, en general, los genios no hablan de la
inspiración, porque aunque ellos la experimentan, no la observan. Acudamos, sin
embargo, a la autobiografía de Einstein donde cuenta que, de jovencito, lo
acosaba una paradoja de este estilo: ''Un corredor se mira en un espejo que
sostiene en la mano, al frente, con el brazo extendido. Si él corre con una
velocidad igual a la de la luz, ¿se verá en el espejo?''.

Esta paradoja es devastadora. Si un observador pudiera alcanzar a la luz, ésta le


aparecería en reposo, y el observador registraría que los campos eléctrico y
magnético están estáticos, congelados. Como este congelamiento es inadmisible,
nos vemos impulsados a concluir que para ningún observador la luz está en
reposo. En otras palabras, la luz está en movimiento respecto a todos los
observadores, es decir, ella tiene velocidad respecto a todos los observadores.
Podríamos incluso pensar que la luz tiene la misma velocidad 3 respecto a todos
los observadores inerciales. Este es el PV. Así podría haberse formado, en la

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mente de Einstein, la intuición del PV. No sobra recalcar, sin embargo, que la
secuencia de ideas o imágenes presentadas en este párrafo es conjetural: nada
indica que Einstein verdaderamente haya intuido el PV de esta manera.
Lo que Einstein demuestra en el artículo de 1905 sobre la relatividad es
sobrecogedor: la simultaneidad es relativa, los relojes en movimiento se atrasan y
las reglas en movimiento se contraen, el espacio y el tiempo forman una totalidad
espaciotemporal, el campo eléctrico y el magnético forman un campo total
electromagnético y el electromagnetismo cumple el PR. Esto era más de lo que los
primeros lectores podían digerir, y fueron muy pocos los que inicialmente captaron
la importancia de la relatividad. En pocos años, sin embargo, los físicos asimilaron
la teoría y la convirtieron en una de las columnas sobre las cuales se edificó la
física del siglo XX.

E = m c2

No contento con los tres artículos sobre el movimiento browniano, el efecto


fotoeléctrico y la relatividad especial, Einstein da un cuarto golpe con un artículo
en el que demuestra la célebre fórmula E = mc 2 . A diferencia de los tres artículos
anteriores, que estaban fuertemente asociados a la crisis de la física del siglo XIX,
este cuarto artículo es meramente una continuación del tercero. Tan continuación
es, que Einstein ni siquiera se molesta en definir la notación, sino que va directo a
lo que le interesa sin prólogo ni introducción.

De sólo 3 páginas, este es un escrito de gran importancia científica. Einstein


estudia lo que ocurre con un cuerpo que emite dos chorros de luz en direcciones
opuestas. Analizando el fenómeno desde el punto de vista de un observador
inercial que se mueve respecto al cuerpo, demuestra con suma facilidad que si el
cuerpo emite una energía E , entonces su masa tiene que disminuir en una
cantidad dada por E c 2 . Así mismo, si un cuerpo recibe una energía E ,

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entonces su masa aumenta en una cantidad dada por E c 2 . Los conceptos de


masa y energía, que hasta el momento eran diferentes, ahora son idénticos.
Hablar de energía es lo mismo que hablar de masa. Cuando un cuerpo se calienta
recibe energía calorífica, y entonces su masa aumenta. Cuando una taza de café
se enfría, pierde masa. Una batería que se gasta queda con una masa menor. Al
comprimir un resorte se está aumentando su masa. Las situaciones en las que se
conserva la energía son situaciones en las que se conserva la masa así por
ejemplo, cuando un objeto cae al suelo, la masa total del planeta Tierra no sufre
ningún cambio.

E = mc 2 es la fórmula más famosa de la física. Durante todo el siglo XX ella ha


estado presente en el análisis de los procesos de conversión de energía, no sólo
en reacciones nucleares, sino en el estudio de las partículas elementales.

Conclusión

El movimiento browniano educó a los físicos y a científicos en general en unos


conceptos y en unos métodos matemáticos especiales, que les han permitido
atacar problemas muy variados. Tanto que, cuando se hace una compilación de
cuántas veces se han citado los escritos de Einstein, resulta que sus artículos
sobre el movimiento browniano han sido citados más veces que su artículo sobre
la relatividad especial. Aquí vemos nosotros de qué manera estaba Einstein
adelantado a la época en que le tocó vivir.
De otro lado, si bien muchos piensan que la mecánica cuántica nació en 1900 con
el artículo de Planck, otros sitúan el origen en el artículo que Einstein escribió en
1905 sobre el efecto fotoeléctrico. Cualquiera que sea la manera como se piense
al respecto, lo cierto es que Einstein estuvo al frente de la mecánica cuántica,
siendo uno de sus fundadores e investigadores principales.
No olvidemos que la física del siglo XX se monta en dos columnas, que son la
mecánica cuántica y la relatividad especial. Estas dos ramas de la física han sido

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auscultadas en detalle para ver si tienen alguna inconsistencia, alguna grieta, y


nadie ha podido hasta el momento encontrar ninguna. De otro lado estas dos
ramas de la física han sido confrontadas minuciosamente en los experimentos,
miles de veces, con este resultado: no hay un sólo dato en contra de ellas, todo
parece encajar perfectamente.

En la siguiente dirección de internet aparece una foto de Einstein en la oficina de


patentes cerca de 1905: http://www.aip.org/history/einstein/ae14.htm

1 La solución de Planck fue un golpe de clarividencia, hecho por una mente


intuitiva y visionaria.
Fue años después cuando esta solución encontró justificación plena y quedó libre
de cualquier sospecha de contradicciones esto se logró en 1926 al establecerse
una simetría nueva en la física: los estados físicos deben ser pares o impares
respecto a la permutación de dos partículas idénticas. La suposición de Planck
que la energía del oscilador sólo puede ser hf, 2hf, 3hf, 4hf, etc., llamó a los físicos
a pensar, años más tarde, que no sólo la energía, sino también otras cantidades
físicas, disponen de un conjunto discreto de valores posibles. Esta discretización
habría de caracterizar a todo el pensamiento cuántico del siglo XX, por lo que se
afirma que el inicio de la mecánica cuántica se da en el artículo de Planck de
1900. Por este trabajo recibió el premio Nobel en 1916.

2 Esta ley recibió el nombre de Ley de Avogadro medio siglo después, cuando el
ya estaba muerto.

3 Experimentos realizados en segunda mitad del siglo XIX arrojaron este


resultado: no se ha encontrado ningún observador respecto al cual la velocidad de
la luz sea diferente de 300.000 km/seg.

http://www.aip.org/history/einstein/ae14.htm 15

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