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Los aztecas fueron extraordinarios ingenieros hidráulicos y civiles; prueba de ello fue haber levantado en el
agua a Tenochtitlan, sobre una plataforma tipo isla, totalmente artificial, que prácticamente flotaba. Para
llegar a Tenochtitlan desde tierra firme ellos inventaron pasos elevados de hasta 14 m de ancho ya que no
contaban con barcos. Los pasos también contaban con puentes que se abrían y conectaban a la ciudad se
caracterizaron por el alcance que tuvo en el control de los volúmenes del agua de los lagos, representada
por obras como el retorno de las aguas al Lago de Texcoco; el desvío de ríos como el de San Juan
Teotihuacan, y el Cuautitlan, cuyo rumbo se cambió muchas veces para evitar inundaciones en la parte
noroeste de la ciudad.
Por una escases de alimentos utilizaron una técnica la cual consistía en ganar terrenos al lago con rellenos
de limo y varas a esto se le llamo chinampas, estas producían maíz y porotos y otras diversidades de
cultivos.
La fertilidad de estos islotes artificiales se encontraba asegurada ya que podían absorber el agua a través del
piso poroso que tenían.
Usaron las trajineras, las cuales eran canoas que se usaban al costado de cada chinampa, estas tenían la
finalidad de transportar los productos que en ellas se cultivaban.
La cultura azteca alcanzó un desarrollo matemático importante, incluso usó un sistema de fracciones de
unidad que les permitió cálculos aritméticos para determinar con exactitud áreas de superficies o terrenos
agrícolas. También los augurios y horóscopos alcanzaron gran desarrollo. Los Aztecas cuando enfermaban
creían que era un castigo por parte de sus dioses, enfermedades como la gripa o fiebre eran tratados con
planta denominada "A-Toch-Ietl" que venía a ser muy parecida al poleo o poleo - menta de hoy. Ellos
también curaban infecciones, anestesiaban y momificaban utilizando tan sólo plantas y resinas
La construcción en el mundo antiguo se realizaba a partir del apilamiento de piedras; aunque éstas da
muestra de conocimientos de geometría estructural, el colocar piedra sobre piedra fue usado en casi todas
las civilizaciones tanto del Nuevo como el viejo mundo. Pero los mayas no solo se limitaron a eso, sino que
innovaron empleando la bóveda de arco de voladizo. Los muros que sostenían esta estructura eran
construidos de grandes rocas, que también daban forma a la bóveda. La evolución de las construcciones
abovedadas de los mayas llegó hasta el fin del periodo Clásico, etapa en la que ya se utilizaba el concreto
sólido, cubierto por piedras delgadas y cortadas. Ese concreto era una mezcla de cal o sacab, en lugar de
arena, a lo que agregaban fragmentos de piedra caliza.
Tecnología de la conquista
Las medidas de cada unidad eran de entre 11.76 y 13.44 m de largo, 2.24 y 2.52 m de ancho y
entre 56 y 70 cm de calado bajo el nivel del agua, así como 1.12 m aproximadamente de altura
libre. Podían llevar seis remeros a cada lado y uno o dos mástiles, y tenían capacidad de carga de
hasta veinticinco hombres, incluidos el capitán, el timonel, los remeros y los soldados, además de
las armas para la lucha por tierra.
Martín López se encargó de resolver el problema relativo al sitio para construir el astillero final, ante
el riesgo de hacerlo a las orillas de Texcoco. Escogió el lugar donde ensamblar las naves y cuidó
que la entrada de los tamemes se realizara en conjuntos perfectamente ordenados. Hecho esto,
levantó el dique de prueba y el arranque para bogar, e ideó cómo alimentarlo. Al ver que el plano
en el que podía construirse el canal de derivación no tenía la inclinación natural necesaria debido a
quiebres y desniveles severos en el terreno, el trazo obligado tenía que ser semiescalonado con
base en esclusas o represas a lo largo de más de 2.5 km, Cortés ordenó su construcción, al mismo
tiempo que en el astillero se ensamblaban las naves. A fin de optimizar el trabajo se formaron dos
grupos de peones; el mayor absorbió aproximadamente ocho mil indígenas de Acolhuacán y de
Texcoco por día, lo que significó un estimado de cuatrocientos mil hombres.
La primera gran obra de ingeniería civil en América continental tuvo lugar en el siglo XVI, y fue la
construcción de un sitio para proteger las embarcaciones utilizadas en la conquista de Tenochtitlan.
Una normativa urbanística de la conquista disponía que en todos los pueblos se fundaran
hospitales, lo cual se daba a conocer en la cédula real antes de cualquier viaje de descubrimiento o
de conquista.
Teoria sincretica
El problema del salitre en las construcciones fomentó dos prácticas de ingeniería novohispana: una
consistía en levantar el nivel del piso con rellenos, y sobre ellos construir el edificio. La otra, en que
se impermeabilizaba íntegramente el sitio de contacto entre la corona del cimiento y la base del
muro por medio de mezclas a base de cal y arena de tezontle, o simplemente recubiertos de betún
(tlacaloloni) o cera.
La nueva tecnología tuvo una curiosa consecuencia: la aparición del grafiti en México y tal vez en América,
debido a la inconformidad de los hombres de Cortés en contra de este. Cada mañana, en la casa de Cortés,
aparecían textos escritos con carbón que externaban quejas, burlas, amenazas o acusaciones que con el tiempo
se prohibieron bajo amenaza de castigo.
Con el antecedente de la fundación de la Villa Rica de la Vera Cruz, la legislación española facultaba a los
conquistadores a fundar una ciudad y poblarla, integrando previamente un Ayuntamiento, eligiendo un sitio
sano, cómodo y ventilado con agua potable y abundante en materiales de construcción y con terrenos para el
ganado. En noviembre de 1521 se inició la reedificación de la sede novohispana, cimentada en los vestigios
de la antigua Tenochtitlan, siguiendo, no obstante, el antecedente arquitectónico azteca con una región
destinada a los indígenas y un amplio cuadrángulo para la población española, en una conceptualización
combinada de urbanismo prehispánico y castellano que desembocó en una configuración novohispana.
La mano de obra estuvo a cargo de algunas comunidades lacustres, mientras que los trabajos de carpintería,
albañilería y canterías fueron realizados por gente de Texcoco. Las cuadrillas respectivas estuvieron a cargo
de Juan Velázquez Tlacotzin. El Ayuntamiento obligó a cada mercedado a construir y vivir en la casa
respectiva cuatro años por lo menos; en caso contrario, tanto el solar como la construcción volverían al
dominio de la ciudad.
La primera gran obra de ingeniería civil en América continental tuvo lugar en el siglo XVI, y fue la
construcción de un sitio para proteger las embarcaciones utilizadas en la conquista de Tenochtitlan. Las
atarazanas era un edificio con caracteres de fortaleza, cimentado, mitad en tierra firme y mitad en agua. Sus
tres grandes puertas lacustres daban acceso a tres galerías. La central estaba limitada por una serie de pilares
que entre sí formaban canales para la circulación de los trece bergantines. En tanto que la parte trasera, en
forma de bodegas cubiertas, servía para guardar pertrechos de las naves, así como piezas de artillería. Sobre
esta planta se encontraban las oficinas y los aposentos de Francisco de Solís, alcaide del edificio de las
atarazanas, así como la cárcel, que nunca estuvo vacía.
Una normativa urbanística de la conquista disponía que en todos los pueblos se fundaran hospitales, lo cual se
daba a conocer en la cédula real antes de cualquier viaje de descubrimiento o de conquista. Cortés demandó
con urgencia al alarife un plano de la ciudad para mandarlo a su revisión a España. El encargado de llevarlo
fue Pedro Vázquez, en 1523, quien traería consigo una botica completa que se enriquecería con la
farmacéutica nativa.
Por esa misma época llegó a tierras americanas el patrón de medidas: la vara mexicana, que se derivó de la
vara castellana, la que a su vez estaba respaldada por el marco de Burgos. Otros patrones de medición fueron
el “estado”, generalmente empleado para medidas verticales y que equivalía a la distancia de los brazos
extendidos de un hombre de estatura media y también equivalía a dos varas; el “codo”, que correspondía a la
mitad de una vara; el “pie” o “tercia”, que era la tercera parte de la vara; el “palmo” o “cuarta”, que era la
cuarta parte de la vara; el “jeme” o “sesma”, correspondiente a la sexta parte de la vara; y la “octava”, o sea,
un octavo de la vara. También estaban los elementos estructurales agrupados en apoyos (cimientos, muros y
columnas), cerramientos (dinteles y arcos), cubiertas (techumbres, entrepisos y pisos) y circulaciones
verticales (escaleras y rampas). Finalmente, los instrumentos que se relacionaban con la mano de obra
indígena: cartabón o escuadra, plomada común, plomada para reglar, compás de hierro, bruñidor, escoplo,
cincel y taladro. Además, como complementarios, los andamios ,la obra falsa o cimbra y la polea.
Obra pública
Con una actividad extraordinaria, en el rubro de obra pública, el programa que contemplaba el aderezado de
casi todas las calzadas condujo al Ayuntamiento a solicitarle al virrey el apoyo de la mano de obra de cien
indígenas cada semana.
Para llevar a cabo la reparación se puso cuidado especial en el empedrado, que no solo sufría
desprendimientos sino también lodazales por la ruptura de la red subterránea. A fin de formalizar el proyecto,
el Ayuntamiento le pidió al virrey que emitiera una ordenanza para evitar la circulación de carretas pesadas en
la ciudad en tanto se establecieran descargaderos periféricos. Se propuso que por el momento las mercancías
podrían llegar a las zonas de captación y de venta “en carretones desherrados, tirados por sólo dos mulas o
dos bueyes”. Otro punto fue fijar los sitios donde las recuas se detuvieran para distribuir la carga en carretas
desherradas. Y el último punto fue que se repararan las calzadas que lo necesitaran. En ese sentido, el virrey
dispuso como obra pública de inmediata atención, además de la calzada de Chapultepec, la construcción de
tres puentes en el camino de Coyoacán, otro en el camino de Atlijuca, y otro camino a Tlanepantla.
En el marco del cuidado de la ciudad, un proyecto totalmente generado por De Velasco en una identidad entre
la ingeniería sanitaria y la ingeniería civil consistió en llevar a cabo el saneamiento de la gran área que el
virrey Antonio de Mendoza había comenzado en el poniente de la urbe y que, por abandono prolongado, esa
zona se había convertido en marjales de riesgo para la salud y seguridad de los que habitaban en sus
proximidades. El proyecto contemplaba trazar la calzada del Calvario (hoy av.
Juárez), recuperar la calzada México–Tacuba y construir un pulmón citadino para esparcimiento de los
capitalinos.
Para el trazo de la calzada se programó el relleno de una gran cantidad de oquedades, resultado de una
deshidratación a cielo abierto durante décadas. Para la recuperación de la calzada México–Tacuba se
necesitaría preparar la infraestructura que iba a ser necesaria para la expansión urbana. Debe señalarse que fue
tal la cantidad de obras proyectadas en el ámbito de la hoy llamada ingeniería municipal, que se llevó
memoria de ellas.
Por último, se desarrolló un espacio verde para el esparcimiento y el adorno citadino; era el primero
programado urbanísticamente en el virreinato, lo que lo diferencia, en cierta forma, del de la reina regenta en
1524. Este proyecto podría, de hecho, tomarse como un antecedente de ingeniería de jardines, al sanear un
área mediante una alameda. Año y medio después se terminó la Alameda, y se nombró a Miguel Alfonso
guarda de la misma y de sus calzadas respectivas, con un salario de 150 pesos anuales.
Plantar, replantar, chapodar y regar los árboles, complementarían su labor.
Canales de Mier
Estos canales constituyeron un impulso y un esfuerzo más para reforzar el propósito complementario de
aliviar las presiones del Cuautitlán, y aunque se gastaron más de 200 mil pesos en su ejecución no produjeron
el resultado buscado. La razón que más tarde se difundió fue que no se dio a sus taludes el declive
correspondiente y las tierras que de ellos se desprendían, junto con las que se precipitaban del cerro de Jalpa y
de los atierres del río Cuautitlán, al represar las aguas del canal, impedían, a su vez, las de los lagos de
Zumpango y de San Cristóbal. Por otra parte, las contracorrientes que se producían del tajo en dirección al
canal no solo obstruían la salida de los caudales de estas, sino que en las crecientes los dominaban, lo que
aumentaba el volumen de dichos lagos, y los hacían desbordarse sobre el Texcoco; de ahí que se mandó
cegarlos.
• Canal de Castera
Al mismo tiempo que se tomó esa decisión, se expeditó el canal de Castera, por el que se dio curso directo al
río Cuautitlán desde Teoloyucan hasta el Gavillero de Jalpa, en el extremo del canal de Vertideros, y “el
cauce del río Viejo quedó como desfogue para éste, con una compuerta de tres ojos en Santo Tomás”.