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Cuentan los moradores que en la actual calle Francia, hace muchos años, había

una sastrería cuyo dueño era conocido como “el chino costurero” Un día este
hombre se quedó cociendo hasta la madrugada se desconcertó al ver que
pasaba una procesión y muchas gente vestidas negro, salió a la puerta de su
casa a santiguarse y una de ellas le entrego una vela encendida. El hombre la
recibió religiosamente, la apago y la guardo en la cómoda de su cuarto. Grande
fue la sorpresa cuando al amanecer, el objeto se había convertido en un hueso.
El hombre quedo asustado hasta llegar a perder la razón.

Su familia preocupada visto consultorios, iglesias y hasta brujos con la intención


de sanarlos. “solo un hombre curioso” les dijo una solución: “tienen que coger
un bebe, colocar al hombre en la puerta de sus casa, esperar a que pase la
procesión, no recibir la vela y en el momento que esté pasando el gentío el
mismo tienen que pellizcar al niño fuertemente hasta que llore
desconsoladamente: solo ese llanto desgarrador podrá curarlo. Y así lo hicieron
conformante volvió a pasar la procesión con los hombres vestidos de negro y
velas y el hombre pellizco al bebe y fue ese llanto que le devolvió la razón.

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