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la aplicación de la LCS como supletoria en aspectos como la sanción por mora del
art. 20 LCS –STS
19.02.88 [RJ 1988, 1118]-, el régimen de las cláusulas limitativas del art. 3 LCS –
STS 02.12.97 [RJ 1997, 8773]- o con carácter general –SsTS 22.04.91 [RJ 1991,
3018], 04.03.93 [RJ 1993, 1670], 23.12.93 [RJ 1993, 10114], o 20.02.95 [RJ 1995,
883]. Sobre estas cuestiones vid. HERNÁNDEZ MARTÍ, «La Ley, 253-267; RUIZ
SOROA, «El seguro, 47-54; SÁNCHEZ CALERO,
«Sobre, 73 y ss.; ARRROYO MARTÍNEZ, «Algunas reflexiones, 235 y ss.;
BATALLER GRAU, «De nuevo, 559 y ss.; últimamente RODRÍGUEZ CARRIÓN, Los
seguros.
Seguros regulados por leyes especiales son, aparte de los citados: seguro de riesgo
de instalaciones nucleares – Ley 29 abril 1964-; seguro de caza –Ley 1/1970, de 21
de enero, y RD 63/1994, de 21 enero-; seguro de crédito a la exportación –Ley 4
julio 1970-; seguros agrarios
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SÁNCHEZ
CALERO, «Comentario, 55. Lo considera contrato civil VICENT CHULIÁ,
Introducción, 501.
En la jurisprudencia no se ha planteado la cuestión como
sustancial a los efectos de resolución del pleito, pero existen
afirmaciones obiter dicta que consideran la naturaleza mercantil del
contrato en las SsTS 27.11.91 [RJ 1991, 8496], y 12.12.95 [RJ 1995,
9602], que partió de la aplicabilidad de los preceptos relativos a la
interrupción de la prescripción del Código de comercio.
9. La segunda norma relevante es la Ley de Ordenación y Supervisión
de los Seguros Privados, originariamente de 1995, y que ha sufrido tantas
reformas que recientemente se elaboró un texto refundido aprobado por
Decreto Legislativo 6/2004, de 29 de octubre (en adelante, TRLOSSP).
Esta norma regula, específicamente, los aspectos jurídico públicos de la
actividad aseguradora (clases de entidades aseguradoras, requisitos, y
normas de actuación). Pero también incide, de forma indirecta, en
cuestiones de derecho privado.
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cuenta del interés a los efectos del «principio indemnizatorio» (vid. 106 y
ss.); y c) la cuantía de la prima, que lógicamente es mayor cuanto mayor
es la suma asegurada.
1.2. Sujetos intervinientes
1.2.1. Entidad aseguradora
15. Una de las partes del contrato es la entidad aseguradora, cuyos
requisitos y modalidades vienen regulados en el ya citado TRLOSSP. Las
razones de un intervencionismo administrativo, exigiendo una serie de
requisitos y controles para poder actuar como asegurador, son la
protección del asegurado. Como señala la Exposición de Motivos de la
LOSSP, « la legislación reguladora del seguro privado constituye una
unidad institucional que, integrada por normas de Derecho privado y de
Derecho público, se ha caracterizado, en este último ámbito, por su misión
tutelar en favor de los asegurados y beneficiarios amparados por un
contrato de seguro. En efecto, que el contrato de seguro suponga el
cambio de una prestación presente y cierta (prima) por otra futura e
incierta (indemnización), exige garantizar la efectividad de la
indemnización cuando eventualmente se produzca el siniestro. Es este
interés público el que justifica la ordenación y supervisión de las entidades
aseguradoras por la Administración Pública para comprobar que
mantienen una situación de solvencia suficiente para cumplir su objeto
social».
Ciertamente este argumento resulta insuficiente en sí mismo, pues por
iguales razones
podrían exigirse controles y autorizaciones para ejercer cualquier
tipo de actividad económica, y ello posiblemente iría en contra de los
principios constitucionales de economía de mercado y libertad de
empresa (art. 38 CE). Aparte de las razones señaladas antes, el
legislador español y comunitario consideran que existen tres
sectores económicos especiales, que afectan a un número
importantísimo de clientes, muchos de ellos no profesionales, y que
suponen el sustrato de la actividad económica financiera, como son
los sectores bancario, de mercado de valores y asegurador. Y en
ellos la protección del cliente se ha exacerbado, para lograr una
credibilidad y una estabilidad de todo el sistema financiero. En otros
sectores el contratante debe precaverse antes de contratar, y
controlar la solvencia de su futura contraparte. Pero en el sistema
financiero se considera que el cliente debe estar protegido ab initio
por una serie de controles administrativos que comprueban la
solvencia de las otras entidades contratantes. Correcto o no,
excesivo o proporcionado, es el sistema jurídico actual de todas las
economías modernas.
16. En todo contrato de seguro la contraparte que se compromete a
satisfacer una indemnización si ocurre el siniestro debe ser una entidad
aseguradora autorizada administrativamente e inscrita en el registro de
entidades de seguros. La cuestión resultaba más o menos discutible bajo
el imperio de la LCS, pero el vigente TRLOSSP dejó claro, ya en 1995,
que los contratos «de seguro» celebrados por entidades no autorizadas
como aseguradoras son radicalmente nulos.
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riesgo (delimitan o definen la cobertura temporal). Por eso nos parece que
esa doctrina del Tribunal Supremo debería abandonarse, y optar por otro
tipo de criterios. A nuestro juicio, la delimitación general del riesgo debe
hacerse en las condiciones particulares del contrato; y la limitación del
mismo, excluyendo supuestos o poniendo límites temporales,
cuantitativos, etc. podrá hacerse en las condiciones generales, pero como
cláusulas limitativas y específicamente aceptadas (en un sentido similar
LARRAYA, Las cláusulas, 175-177). Como se aprecia, con ello no estamos
impidiendo al asegurador que «delimite» o «limite» la cobertura a unos
términos proporcionados; simplemente, los límites que se encuentran
dispersos en el condicionado general deben resaltarse y aceptarse
expresamente por el tomador. Nada más. Si no, pasarán desapercibidos
y el tomador a menudo se encontrará, cuando ocurra el siniestro, que no
existe cobertura por lo establecido en una cláusula perdida en el totum
revolutum del condicionado general.
La crítica doctrinal a esta delimitación del Tribunal Supremo es general,
por su equivocidad:
vid. diversas consideraciones en PÉREZ-SERRABONA, El contrato,
273; CARMONA RUANO, «Las cláusulas, 85; CABALLERO
SÁNCHEZ, El consumidor, 146; MARINA GARCÍA-TUÑÓN, «El
modelo, 81; GUISASOLA PAREDES, Cláusulas limitativas, 121;
BARRÓN DE BENITO, Condiciones generales, 124; BECH,
«Comentario, 318. SÁNCHEZ CALERO, «Comentario, 106-107,
considera adecuada la distinción, pero estima que una delimitación
del riesgo que fuera sorprendente o inesperada debería
considerarse como cláusula limitativa. Con una valoración también
positiva de la distinción EMBID IRUJO, «Comentario, 82; y FONT
RIBAS, «Estudio, 39, para quien las cláusulas delimitadoras están
en el plano del objeto del contrato, mientras que las limitativas se
hallan en el plano del contenido, del régimen y condiciciones de
ejercicio de los derechos de las partes. Firme defensor de distinguir
cláusula delimitativa y limitativa es VEIGA, «La delimitación, 207 y
ss., y Condiciones, 278-361, quien intenta una especie de teoría
general de las cláusulas delimitativas.
Muestra de esta falta de precisión de la doctrina del Tribunal
Supremo es que, por ejemplo, en la STS 9.02.94 considerá cláusula
delimitativa la que excluía de la cobertura del seguro de ocupantes
a los parientes hasta el tercer grado; mientras que en las SsTS
26.05.89 y 28.06.94, calificó como limitativas las condiciones de
exclusión de la cobertura respecto de hijos u otros parientes. Un
amplio elenco de cláusulas concretas que han sido consideradas
limitativas recogen CARMONA RUANO, «Las cláusulas, 108 y ss.,
y BARRÓN DE BENITO, Condiciones generales, 126 y ss.; o
LARRAYA, Las cláusulas, 189-201.
A nuestro juicio, ciertas decisiones del Tribunal Supremo, en esa
equivocidad que denunciamos, abonan la postura que aquí se
defiende. Así, en la STS 30.12.05 [RJ 2006, 179], se declara que
«Estas cláusulas delimitadoras del riesgo son, pues, aquellas
mediante las cuales se establecen “exclusiones objetivas” (STS de
9 de noviembre de 1990, RJ 1990, 8535) de la póliza en relación con
determinados eventos o circunstancias, siempre que respondan a
un propósito de eliminar ambigüedades y concretar la naturaleza del
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66 Las consecuencias del impago de la prima por culpa del tomador vienen
fijadas en el art. 15 LCS. Al exigirse dicha culpa, que lógicamente incluye el
dolo, se excluyen los impagos por caso fortuito o fuerza mayor o debidos a
conductas de terceros [p.ej., como señala SÁNCHEZ CALERO,
«Comentarios, 305, si el tomador pagó al agente, quien a su vez no entregó
la cantidad al asegurador – SsTS 19.09.88 [RJ 1988,
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accidente). Pero sí que existirá una cuantía mínima que se sabe que tiene
que pagar (en el ejemplo que acabamos de poner, los días de baja que
ya ha
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inflación rondaba por aquellos años el 25%. Por esa razón, con unos
niveles de inflación mucho más bajos, la crítica hacia un interés de
demora tan alto fue acérrima, y se logró en la nueva redacción poner
como interés durante los dos primeros años el legal más un 50%.
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importe de los daños que resulten del mismo»; y el pago del importe
mínimo debe hacerse en los 40 días desde la recepción de la declaración
de siniestro –art. 18.1 LCS para ambos
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se basa en este número 8º para alegar que no existe mora, pues debió
determinarse judicialmente la procedencia y/o cuantía del pago.
87 La jurisprudencia, al menos aparentemente, ha seguido esta vía de
justificación, habiendo establecido con carácter general que no existe
mora si ha sido necesario un previo proceso judicial: a) para determinar si
existía cobertura (p.ej., STS 07.07.03 [RJ 2003, 4331], «el conflicto o
diferencias existentes al respecto, impedía acusar a la aseguradora de
actitud reprobable o de imputarle el impago por su injustificada negativa,
ya que la discrepancia existente precisaba fuese resuelta ope sententiae,
lo que así ocurrió». En sentido similar SsTS 08.04.96[ RJ 1996, 2883];
09.03.00 [RJ 2000, 1517]; 21.03.00 [RJ 2000, 2426]; 19.06.03 [RJ 2003,
6995]; o b) para fijar la cuantía exacta debida (p.ej., STS 30.12.99 [RJ
1999, 9382]: « […] cantidad demandada, aquélla, que no reúne los
requisitos previstos en el mencionado art. 20 […] cual es la de que, para
determinar la existencia de incumplimiento del deber de indemnizar por
parte de la correspondiente aseguradora, pudiera cumplirse con la
obligación de pago por ser conocida la cantidad a satisfacer y ésta,
cuando no aparece establecida en el contrato de seguro ni sobre ella hay
acuerdo de partes, habrá de fijarse por quien corresponda». En sentido
similar SsTS 23.06.97, Sala 2ª [RJ 1997, 6004]; 03.03.01, Militar [RJ 2001,
4827]; o 14.07.05 [RJ 2005, 6532], en un supuesto en que se reclamaba
una indemnización a todas luces exagerada).
88 Ahora bien, esta jurisprudencia no puede entenderse, como a veces
lo hacen ciertos jueces, tribunales o autores, en el sentido de que siempre
que haya habido proceso judicial está justificado el impago. Esto no puede
ser así, pues se dejaría fácilmente al arbitrio del asegurador el no incurrir
en mora: le bastaría con iniciar un proceso judicial, aunque no tuviera
razón alguna consistente para negarse al pago. De igual forma, si no se
discute la cobertura el hecho de que no esté determinada exactamente la
cantidad debida no exime, a nuestro juicio, de realizar unos pagos de la
cantidad mínima que se deba, en línea con lo establecido en el art. 18.1
LCS. Por lo tanto lo relevante no es el simple hecho de que se haya
acudido a la vía judicial; sino que este recurso esté justificado, porque la
existencia o no de cobertura era ciertamente discutible; o porque la
cuantía a pagar no estaba determinada, y por eso el asegurador pagó un
mínimo y no todo lo pretendido por el asegurado. En definitiva, caso por
caso el mismo tribunal que decide sobre la existencia de cobertura o
sobre la cuantía deberá establecer si acudir al proceso fue justificado o
no, y si el impago del total fue también lógico o no. Esta, en realidad, es la
tendencia que se observa en las Sentencias que hemos citado, pero se
observa más claramente aún en otras resoluciones que, caso por caso,
van decidiendo si la postura procesal de la aseguradora justificaba la
utilización del proceso.
En este sentido resulta paradigmática la afirmación contenida en la
STS 27.03.06 [RJ 2006,
1862]: «No basta, sin embargo, para considerar concurrente la justa
causa con que se discuta por la aseguradora la cobertura. Es, por el
contrario, preciso que esa discusión se considere fundada. De modo
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señala en otros apartados de este trabajo, no son acciones que derivan del
contrato de seguro ni la acción de subrogación del asegurador (art. 43 LCS,
pues se trata de una subrogación en la acción que competía al asegurado),
ni la acción directa del perjudicado en el seguro de responsabilidad civil (art.
76 LCS. En este mismo sentido, excluyendo la aplicación del art. 23 LCS,
STS 19.09.98 [RJ 1998, 7284], que por lo tanto tienen plazos de prescripción
distintos (vid. más adelante 107 in fine y 383). Como señala SÁNCHEZ
CALERO, «Comentario, 442, conforme al art. 2 LCS estos plazos podrían
ser ampliados por pacto, en beneficio del tomador, pero no restringidos.
100 Por último, juez competente para el conocimiento de las acciones
derivadas del contrato seguro será el del domicilio del asegurado, siendo
nulo cualquier pacto en contrario (art. 24 LCS). Esta regla se halla en la
línea de las que establecen fueros obligados cuando una de las partes es
consumidor (vid. disp. adic. 1.27 LGDCU), y muestra una vez más el
carácter tuitivo de la Ley hacia el asegurado años antes de que surgiera la
Ley de defensa de los consumidores. La jurisprudencia ha establecido que
este precepto no rige cuando el seguro es un contrato añadido a otro
principal, y la acción ejercitada se basa en este contrato principal (SsTS
12.07.86 [RJ 1986, 4506], o
06.03.93 [RJ 1993, 2102]). Este fuero obligado no impide que las disputas
entre las partes puedan someterse a arbitraje, pues así lo prevé el art.
76.e) LCS y, además, lo regula parcialmente el art. 61.2 TRLOSSP.
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