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LA EUTANASIA

Karina Yamilee Gonzales Carpio

Para entender a la eutanasia, debemos conocer su etimología, la cual proviene


de euthanatos, dos vocablos griegos que significa (bueno/a) y thanatos
(muerte), en el siglo V a.c. los cristianos la denominaban “simplemente muerte
tranquila o muerte sin sufrimiento”, no connotaba en ese tiempo la idea de
provocar la muerte sino solo la de facilitar el paso de la vida a la muerte
eliminando total o parcialmente el dolor que aqueja.
En la sociedad moderna, la problemática de la eutanasia se analiza bajo el
contexto de las transformaciones culturales y adelantos tecnológicos, el cual es
caracterizado por el rechazo al dolor, la búsqueda de calidad de vida y la
pérdida del significado trascendental de la vida, cobrando sentido la posibilidad
de la despenalización de la eutanasia como reivindicación del dominio sobre la
propia vida.
La posición de la Iglesia “Católica respecto a la eutanasia, dice, que solamente
Dios es Quien determina el momento de la muerte de toda persona, por lo tanto
es ilícito el intentar abreviar dicho momento, como la muerte es el objetivo
central de la eutanasia y la misma es un evento probable en la medicina - salud
crítica, que no es ajena a las decisiones médicas” habituales. Existe también en
nuestra sociedad peruana el tradicionalismo, que hace pensar que “si Dios da
la vida solo Dios la puede quitar”, no permite una correcta visualización de la
eutanasia como alternativa a dejar de vivir cuando la vida ya no es vida y morir
se convierte en un derecho.
Se “habla de la legalización de la eutanasia, planteando que debe ser
entendida como la legalidad de la muerte piadosa a pacientes que mantiene un
sufrimiento físico insoportables, se debe entender que es una muerte pedida y
exigida voluntariamente por quien padece una enfermedad o lesión sin cura, en
otras palabras la aplicación de la Eutanasia es dar la muerte voluntaria a un
paciente que sufre de una enfermedad catastrófica.”


Facultad de Derecho, Universidad Continental
Muchos países valiéndose del concepto de muerte digna, lograron incluir en
sus ordenamientos jurídicos las prácticas permitidas de la Ortotanasia,
señalando que debe cumplirse antes con requisitos previos para su práctica, en
Perú, la práctica de la eutanasia está prohibida y penalizada por el Código
Penal en su Art. 112º habla sobre el Homicidio Piadoso, que dice: “El que, por
piedad, mata a un enfermo incurable que le solicita de manera expresa y
consciente para poner fin a sus intolerables dolores, será reprimido con pena
privada de la libertad no mayor de tres años”.
Estudios realizados en otros países donde la eutanasia es legal, revelan que
menos de la tercera parte de personas que solicitan la eutanasia lo hacen por
dolores físicos y el más alto porcentaje son individuos que piden eutanasia por
factor psicológico, se ven en una vida mermada a causa de parálisis,
depresión, dependientes de otros de por vida, en estos casos se habla de una
eutanasia a pedido del paciente llamada “eutanasia voluntaria”. También se
sucede que la eutanasia se dé sin el consentimiento del paciente por no estar
en pleno uso de facultades mentales.
La “moralidad de este par de prácticas se encuentra en disputa, mas no la
moralidad de la eutanasia involuntaria, en otras palabras, el acto de poner fin a
la vida de un enfermo sin probabilidad razonable de cura tiene el fin de evitarle
sufrimientos. El derecho a una muerte digna es consecuencia lógica del
derecho a la vida, en razón a ello contar con el derecho a la vida no debe
entenderse como tener derecho a la existencia, sino como el derecho a existir
con una calidad de vida. ”
Si el proceso de morir se ha hecho algo penoso, no puede negarse al individuo
el derecho a reducirlo y, así, terminar con su vida si él lo desea. “Por otro lado,
una persona ve sus condiciones de vida disminuidas permanentemente y es su
decisión no seguir viviendo, aunque la muerte no sea algo inminente, no hay
razón alguna para impedirle que realice su deseo, ahora el hecho que haya
derecho a la muerte con dignidad no implica que el médico tenga el deber de
acabar con la vida de quienes lo solicitan.”
Así desde el punto de vista médico, la eutanasia se supone objetiva e
intencionalmente, directa, el adelantamiento de la muerte del moribundo,
consideración ética que genera un horizonte comprensivo: la aprobación o
rechazo morales dependen del modo de resolver el conflicto entre el valor de la
vida humana y el valor del morir como alternativa mejor aquí y ahora frente al
vivir. La moral refrenda argumentos para condenar toda acción que tienda a
abreviar directamente la vida del moribundo.
Muchas “veces al conversar sobre la muertes se ha escuchado de muchas
personas decir, que preferiría morir si se está postrado o convaleciente,
dependiente de los familiares, son opiniones aparentemente misteriosas, que
tienen acerca de sus propias muertes, parte de la discusión, se centra sobre
preguntas difíciles e importantes, de carácter científico, filosófico o simplemente
administrativo, basadas en cuestiones morales éticas. Siempre se dan
opiniones divididas, porque algunas personas desprecien valores que otras
aprecian, sino, por el contrario, porque los valores en cuestión se encuentran
en el centro de la vida de cualquier ser humano y porque nadie puede tratarlas
a la” ligera.
Hacer que alguien muera en una forma que otros aprueban, es una
contradicción horrorosa con su propia vida, constituye una devastadora y
odiosa forma de tiranía. La lucha para permanecer con vida, sin importar cuán
desesperada o cuán escasa sea esa vida, la virtud del desafío en el
enfrentamiento con la muerte es inevitable, nadie quisiera finalizar su vida al
margen del propio carácter de esa vida.
Los parientes que visitan regularmente a pacientes, permanentemente
inconscientes y se sienten ansiosos o incómodos cuando no lo hacen, no
tienen necesariamente esa convicción. Acuden, porque no pueden soportar no
ver y tener contacto con alguien al que aman, tanto como ello sea posible y en
la medida en que no dañe al paciente, porque piensan que cerrar la puerta
final, antes de que muera biológicamente, sería una terrible traición, una
declaración de indiferencia y no la preocupación intensa que ellos todavía
sienten; por eso, subsiste una importante fuerza y sentido en la concepción de
mucha gente, que luchan en los tribunales, si es necesario, para interrumpir el
soporte vital y que no se apartan del lado de su ser querido hasta que ello
suceda.
Controversiales opiniones sobre la eutanasia, se dan en nuestra sociedad, si
bien se viene reclamando cada vez con mayor fuerza argumentativa la
impunidad de la interrupción del tratamiento médico solicitud del paciente,
solicitando omitir algún medicamento suministrado o detener el funcionamiento
de un mecanismo artificial, lo cierto y la realidad del código penal al no
contemplarlo son considerados excesos e incongruencias derivadas del castigo
de cualquier tipo de eutanasia debiendo ser superados tanto por la vía
interpretativa y su puesta en práctica y/o aplicabilidad.
Ciertamente, hablar del derecho a la eutanasia significa tan simple como es la
“buena muerte” lograda por toda persona que padece una enfermedad terminal
que generalmente tiene sufrimientos extremos, que prefiere finalizar su vida y
teniendo que ser ejercida por un tercero “el médico”.
Entonces la eutanasia activa exige que exista una manifestación expresa y
clara de la voluntad del paciente terminal pues sólo con su consentimiento se
puede dar paso a la práctica de la muerte por medio del médico. Así,
estaríamos actuando de acuerdo a lo que el Derecho permite, basándose en
cualquier alteración, como es aquel sufrimiento extremo por la enfermedad
terminal degenera ese normal accionar de una persona, por lo cual ésta,
utilizando su derecho a la libertad (de expresar su voluntad) decide terminar
con otro derecho fundamental “la vida”.

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