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Orillas del mar».

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Contextualización
Barroco
Corrientes poéticas
Culteranismo
Poesía culta y poesía tradicional

Introducción

El autor del poema es Luis de Góngora y Argote (1561-1627). La fecha de composición es la de


1580. Aunque solemos ver en Góngora al autor barroco por excelencia, lo es también de
numerosos poemas de corte popular[3], alejados de la estética barroca. El ejemplo que vamos
a comentar pertenecería al segundo grupo.

Tema

Los lamentos de una joven ante su madre porque el amado se va a la guerra.

Estructura externa

Se trata de un poema de versos cortos, si distante de la vertiente más oscura y compleja de


Góngora, al mismo tiempo, alejado de los metros de origen italiano; es decir, no se trata de una
creación característica de la poesía culterana, sino que por el contrario, se trata de versos con
características que enlazan con cierta tradición lírica de carácter popular.
La composición se estructura en seis estrofas cuyos dos últimos versos de cada una de
ellas forman un estribillo. Los versos son hexasílabos y la rima es asonante en los versos pares,
quedando de esta forma libres los impares, salvo en el estribillo, que resulta ser un pareado, pero
con rima consonante. Por todo ello, podemos afirmar que los presentes versos de Góngora
forman un romance corto, también conocido como romancillo. La estructura métrica quedaría
así: ─, a, ─, a, ─, a, ─, a, a, a.

Estructura interna

La composición se divide en dos partes. En la primera, que se corresponde con la primera


estrofa, se nos habla desde el final de lo acontecido. Está escrita en tercera persona, como si un
narrador nos introdujera al personaje que después expondrá su situación. En esta primera parte
se nos presenta a la joven que se lamenta, es más, se nos comunica el porqué de la desgracia
de la muchacha. En la segunda parte del poema nos encontramos con el resto de los versos, en
los que siempre le habla la joven a su madre, en primera persona, sobre la pena que la está
acongojando. Esta segunda parte se podría dividir en dos subapartados, uno para la segunda
estrofa, donde leemos el reproche hacia la madre, pues, probablemente, ella sería quien
propondría esa relación entre la joven y el muchacho que ahora se va a la guerra, y que se
interrumpe; y el segundo subapartado, hasta el final, donde leemos el propósito de mantener la
pena, como si de un luto y una rebeldía se tratase; de ahí el derecho a llorar, aunque sea
infructífero.

Análisis

Se trata de un poema con características que arraigan en la tradición popular de la poesía


española. La escena de una joven exponiendo su pena de amor ante la madre tiene un origen
que nos remonta hasta los siglos X y XI, con las jarchas y, posteriormente, con las cantigas de
amigo galaico-portuguesas, entre otras manifestaciones líricas.
Desde los primeros versos vemos que se nos habla desde una situación final: «Hoy viuda
y sola» (v. 3), aun así, sin transición, los versos pasan a situarnos en los momentos anteriores
que explicarán el presente.
Destaca en la primera estrofa la antítesis de los versos 3 y 4: «Hoy viuda y sola/ Y ayer
por casar». Con este recurso el autor pretende mostrar la volatilidad del tiempo. Incide en el paso
veloz de unas circunstancias a otras, lo cual nos llevaría a entender que, además de
presentarnos la antítesis, también nos presenta una hipérbole.
Otro elemento destacado es la sinécdoque, presente en los versos 5 y 6: «viendo que
sus ojos/ a la guerra van». Los ojos son la parte que representan el todo. Siendo los ojos,
además, parte de ella, que se van con él. Son los ojos un lugar lírico que recoge la sensibilidad,
la expresión, la belleza y con la vista, la vida; con lo cual será esa enumeración todo lo que ella
pierde.
Es en esta estrofa donde encontramos el inicio del largo apóstrofe en el que la joven se
dirige a la madre, y que se continúa a lo largo de todo el poema.
Ya en la segunda estrofa y continuando con el apóstrofe, vemos cierta acumulación de
recursos en un par de versos (13 y 14). Destaca en ellos la utilización, de nuevo, de la antítesis,
que es a la vez, también estructura paralelística: «tan corto el placer / tan largo el pesar» (vv. 13
y 14). Con ello se intensifica el ritmo prosódico, con lo cual se acentúa el significado de las
palabras que utiliza el poeta para conmovernos.
Otro aspecto destacado que aporta dramatismo a la historia de la muchacha es el que
incide en la juventud de la protagonista. Leemos: «en tan tierna edad» (v. 12). Sabemos que la
historia que se nos cuenta es triste, pero el poeta no pretende ahorrarnos nuestra implicación
como lectores. No se dice corta edad, sino «tierna», con todas las connotaciones que encierra la
palabra, lo que implica ciertos semas de compasión hacia la protagonista del suceso.
En toda la estrofa las palabras de la joven intentan, en parte, culpar a la madre por las
desgracias que ahora está padeciendo. De ahí los versos: «Pues me distes, madre» (v. 11 y
siguientes), «y me cautivastes /de quien hoy se va» (vv. 15 y 16). Se entiende que la madre tuvo
una implicación activa en la unión entre la joven y quien se marcha a la guerra.
La presencia del polisíndeton de los versos 15 y 17 aportan insistencia y énfasis,
ralentizan lo que pasa delante de nuestros ojos. Es parte de una enumeración que incrementa,
a ojos de los lectores, la intensidad dramática. En esta misma línea, valga la pena detenerse en
las anáforas con el término, «tan», con el término «de» y, retomando el polisíndeton, también, el
término «y».
La estrofa se cierra con una hipérbole que refuerza la idea central del dolor de la joven.
Leemos: «y lleva las llaves / de mi libertad» (vv. 17 y 18).
En la tercera estrofa, por una parte, la muchacha muestra la voluntad de sacrificarse,
como si con su llorar no solo quisiera expresar el dolor por una ausencia y su renuncia al mundo;
además, se trata de una manifestación de su inconformidad o un punto de rebeldía por la ruptura
que provoca la guerra. En realidad es una actitud que ya está presente en el estribillo.
La estrofa se estructura en un hipérbaton, cuyo orden lógico podría ser: «De hoy más (de
ahora en adelante), mis ojos conviertan el sabroso oficio del dulce mirar, en llanto».
De nuevo nos volvemos a encontrar con la antítesis: «yéndose a la guerra / quien era mi
paz» (vv. 27 y 28). El contraste que se nos muestra se suma a la gravedad de la situación con
una considerable contundencia.
Consideramos importante detenernos en el verso 24: «del dulce mirar». Llama la atención
ese sintagma en el que observamos la presencia de una sinestesia. Se pretende mostrar la
sensación propia de otros momentos más felices, que como tales, se pueden suponer dulces; a
partir de ahora, con la ausencia del ser amado, dejarán de serlo.
Entrados ya en la siguiente estrofa, la cuarta, podríamos pensar que la madre, aunque
no estén presentes sus intervenciones, intenta consolarla, a lo cual la joven replica con los versos
de esta serie. Cuando leemos: «que lo uno es justo, / lo otro por demás.» (vv. 33 y 34),
observamos que son versos bien nutridos de significado. En las expresiones «lo uno» y «lo otro»
no se mantiene un antecedente claro, pero interpretamos que en «lo uno» se refiere a las
palabras de la madre, aunque no se lean, que se relacionarían con la posibilidad de pedirle que
ya no llorase; es decir, que no sufriera; en «lo otro», la joven se está refiriendo a su firmeza en
seguir llorando, de ahí el énfasis en «por demás». Es más, para la joven, el llanto es necesidad,
como ya comentamos en lo referente a la tercera estrofa.
Entre los recursos utilizados en este fragmento, destaca una vez más el paralelismo. En
este caso nos encontramos con una doble estructura paralelística. El primero, para los versos
apuntados (33 y 34), y el segundo, para los dos versos siguientes; así como la antítesis en los
versos 35 y 36. Las dos estructuras paralelas encierran, además, una antítesis, para reforzar el
efectismo de los versos. El paralelismo acentúa el ritmo, de esta manera se subrayan los
contenidos de los vocablos escogidos.
Antes comentábamos la rebeldía de la mujer que teme perder al marido. En los últimos
versos de la estrofa parece que se corrobora la idea: «harto peor fuera / morir y callar,» (vv. 37
y 38)
Ya casi en el final del poema nos encontramos con la quinta estrofa. Casi toda ella la
abarca una interrogación retórica. En la interrogación destacan sentimientos que ya habían ido
apareciendo a lo largo del poema. En esta estrofa se corrobora el objetivo de conmover a quien
escuchase la historia de la joven. Destaca el símil «como un pedernal» para dirigirse a quien no
se conmoviera. Ese hipotético ser se sitúa en las antípodas de lo imaginable, pues es tal la
magnitud del dolor, que no puede existir alguien que no quede afectado.
En los tres últimos versos presenciamos el uso de una imagen que nos traslada al mundo
vegetal. Se funde la fragilidad de las flores con la juventud de quien nos habla. Repasamos
«marchitar» y «verdes años». En ambos se entiende juventud y lozanía, con lo cual resulta más
injusta la separación y la consecuencia de la guerra.
Se cierra el poema con la sexta estrofa. Antes hablábamos de renunciar al mundo por
parte de la joven, y en esta estrofa se reafirma. También se retoma la palabra «ojos» (v. 53),
siendo utilizada como sinécdoque, con igual sentido que en versos de más arriba.
Asimismo, nos encontramos con una doble anáfora: «váyanse» y «los», que inciden en
la musicalidad de los versos, así como en la insistencia de la muchacha en mostrar su dolorosa
situación.

Conclusión

Estamos ante un poema que nos traslada a la lírica popular, tanto en la forma, como en el
tratamiento: habla una mujer, la presencia de la madre, estribillo de amplias resonancias… La
mujer no se resigna a vivir las circunstancias presentes, por lo que se rebela con su llanto. Los
recursos destacados se repiten en diferentes ocasiones: paralelismo, antítesis, siempre para
resaltar el dolor, pues su esposo ha de ir a la guerra, así como su rebeldía que se manifiesta en
sus lamentos. Mención especial hay que dedicar a la musicalidad, resaltada no solo con la rima,
sino también en los paralelismos y en las anáforas.
Nos encontramos ante un célebre poema de Luis de Góngora (1561 – 1627); quien fuera el
máximo representante de la corriente estilística a la que pertenecía: la poesía culterana. Este
poeta cordobés escribió en la época barroca obras que trataban de impresionar al lector
estimulando todos los sentidos con sus versos.

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La generación del 27 fue un grupo de poetas que decidieron utilizar en su poesía metáforas y
técnicas literarias de estilo gorgorino y que se unieron a partir de la celebración del tercer
centenario de su muerte.

A los celos es un soneto cargado de sentimiento y rencor. Quizás nunca nadie haya descrito a
este duro y despreciable sentimiento con tanta sinceridad como Góngora lo hace. El lector se
sitúa en un paisaje gris oscuro cargado de negatividad y pesimismo con ciertos matices verdes
que aportan la idea de que los celos, a pesar de su maldad forman parte de la naturaleza del
ser humano. Con estos catorce versos observamos que el poeta detesta este sentimiento y lo
coloca a la altura lo infernal. Se dirige a los celos en forma de apóstrofe, como si de un
semejante a él se tratara; y les reprocha que conduzcan al hombre a sus más bajos y feos
sentimientos. No obstante logra describir este sentimiento negativo con una exactitud
inmejorable y consigue que, a pesar de lo infernal de sus palabras, se trate de una bella
creación literaria, lingüística, poética e incluso filosófica.

El poema se divide en cuatro estofas: dos de cuatro versos endecasílabos y dos de tres versos,
de once sílabas también. En la primera estrofa el poeta describe a los celos como una niebla
(verso 1) que viene a alterar la serenidad del hombre; algo infernal, maldito y peligroso como
una serpiente o una víbora. En la segunda estrofa se nos presenta la idea de que los celos se
pueden llegar a disfrazar de algo bueno o relacionado con el amor (verso 5) pero que
finalmente resulta un veneno mortal (verso 6). En la tercera estrofa el poeta deja de describir a
los celos para pedirles, aunque esta vez en singular: “¡Oh celo!” (verso 9) que desaparezcan y
se marchen “al reino del espanto” (verso 11), reino que, según el autor debe quedarse
pequeño para acoger a tanta maldad: “(si allá cabes)”. En la cuarta y última estrofa son dos las
ideas que se expresan; la primera de ellas la recoge el verso número 13, y declara que los celos
se alimentan de ellos mismos logrando así ir creciendo de manera incesante. La segunda idea y
con la que se cierra el poema supone que los celos deben ser aún mayor que el mismo
infierno.

Como en otros poemas de Luis de Góngora, ha de destacarse la inversión del orden lógico de
las frases de manera que resulta un tanto más compleja su lectura. Lenguaje culto y cuidado,
exclamaciones que acentúan la gravedad del tema y apóstrofes que aportan emoción a los
versos son otros de los recursos literarios empleados. No obstante, lo más característico son
las comparaciones y las metáforas, pues prácticamente en cada verso Góngora está
comparando los celos con alguna otra cosa, eso sí, todas ellas detestables y negativas: niebla,
furia infernal, serpiente mal nacida, mortal veneno, espada, etc.

Este poema, además de la belleza de su forma, aporta un importante tema de reflexión para
aquel que lo lee. Si conocemos la gravedad de este sentimiento quizás nos cuidemos más de
sufrirlo o de caer presa de sus peligrosas garras.

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