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Esquivel Nieves José Itzcoatl

Literatura Novohispana I

No me mueve, mi Dios, para quererte: argumentismo teológico y poesía espiritual

Es innecesario que comience por confesar mi desconocimiento del estado actual de la

espiritualidad en el mundo. El mundo post-moderno rebosa de teorías contradictorias y por

desgracia varias de ellas son atendibles en más de un sentido. Todo parece indicar que la

religión y la espiritualidad tienen un interés cada vez más antropológico y el mejor testimonio

de ello lo brindan los más inocuos ateos. Entre las oraciones favoritas de los todavía creyentes

no figura un solo poema místico y menos aún uno de corte conceptista (asociación ingeniosa

de palabras e ideas, etc.) como el atribuido en los Poetas novohispanos a Fray Miguel de

Guevara.

Es bien sabido que a lo largo de la historia de las religiones, aún las más estrictas doctrinas

han sido apropiadas o simplemente ignoradas por los pueblos, y de ello hay toda clase de

ejemplos, tal como el Buen Dios anglosajón que denuncia Nietzsche, o el Rastafari

jamaiquino. Tampoco puedo dejar de apuntar un favorito personal, Los dioses de la Tierra

del divino Khalil Gibran que está atrapado en una compleja situación político-espiritual. Las

expresiones culturales son increíblemente variadas y algunas de las más oscuras requerirían

incluso un análisis semántico para desentrañar sus secretos. Por supuesto, no es el caso de

No me mueve, mi Dios, para quererte, que más bien, fue víctima de la burocracia clerical del

momento.
La historia de la persecución de este soneto no hace más que engrandecer su fama postrimera.

Sin menospreciar la fuerza emocional que trae su lectura al corazón de un evidente ateo, los

argumentos en su contra son igual de memorables y notables.

Entre la sociedad mexicana del momento muy seguramente no se difundió el trasfondo lógico

que exponían los argumentos de José Ribera y que es digno de una novela demoníaca, pero

el apelativo de “empresa terrorista” es exacto para imaginarse las proporciones del escándalo.

El quietismo es retomado por Borges en su cuento Tres versiones de Judas que satiriza el

exacerbado argumentismo de las discusiones teológicas: al final, el más sagrado de los

varones resulta ser Judas quien, cual Baudelaire –Cielo o Infierno, qué más da –renuncia

deliberadamente a la gloria para mayor provecho de Dios. Esto, claro, en el supuesto de que

Dios no sea una maquinaria incognoscible y arbitraria que no considera lo que sea dable o

deseable en las doctrinas de los hombres.

Nos quedamos con un argumento que, sentimos, se dirige más a nosotros porque no logra

ponerle un punto final a la controversia: “No encuentro, pues, doctrina ni proposiciones

censurables en el dicho manuscrito, sino antes bien un antídoto eficaz y muy oportuno para

desenmascarar y caracterizar la falsa perfección de una pura caridad.”1

1
Herrera, Arnulfo y Ángeles Lara. Guía de estudios y selección de lecturas de Literatura Novohispana I.
CDMX: SUAYED, 2010.

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