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HISTORIA-ESCRITURA-IGLESIA

Ramón Trevijano Etcheverria, en Salmanticensis No. 50, (2003), pp. 9-18

El cristianismo -nos plantea el autor- no es una religión sometida inexpugnablemente a la


lectura de un libro sagrado, limitando su dinamismo a éste, sino que el cristiano lo es porque
cree y confiesa el acontecimiento de un salvador, de un Dios que se hace hombre para nuestra
salvación, el acontecimiento de Cristo. Y este acontecimiento viene a ser la culminación de
una serie de intervenciones en la historia humana, constituyéndose así una historia de
salvación.
El punto de partida de esta concepción de un Dios que se hace manifiesto en acontecimientos
históricos es de una mentalidad específica del antiguo Israel. Existen acontecimientos en esta
historia paralelos y no por eso separados -los exilios, las conquistas, los enfrentamientos con
otras culturas- que mueven a las altas jerarquías eclesiásticas judías a preservar primero una
tradición oral y práctica, que paulatinamente fue puesta por escrito, y aplicando los métodos
de interpretación (halaká y tárgum) se fueron consolidando grupos particulares también
llamadas sectas, que posteriormente se propusieron el objetivo de explicar y actualizar la
tradición ahora apuesta por escrito, las Escrituras.
Otros se dedicaron a escribir mediante relectura de los textos sagrados antiguos, imitando el
estilo de sus autores, o poniéndolos a ellos como protagonistas. De aquí sale un gran material
del que dispondrán los primeros evangelizadores, pero no será ya sobre figuras literarias
antiguas, sino sobre una persona en especial de quien los primeros habían sido testigos.
El acontecimiento de Jesucristo. ÉL es la plenitud de lo revelado antiguamente a los profetas
y los discípulos que lo atestiguaron le confiesan como Cristo y Señor, ahora las escrituras
antiguas toman sentido en Cristo; se dedican a la predicación de sus hechos y dichos, no
como simples cronistas sino como evangelizadores, portadores de la palabra que vivifica.
Esta palabra, tradición oral de las comunidades puesta después por escrito, que después
usarán los redactores del evangelio, encuentran su canonicidad en el uso que le dan las
propias comunidades.
El doble canon: Las Escrituras y la Tradición interpretativa. Los judíos asociaron a las
Escrituras una tradición interpretativa, una Torá oral. Los primeros judíos que se convirtieron
al cristianismo acompañaban sus Escrituras (AT) con la interpretación cristiana del
acontecimiento de Cristo, aunque el hecho de que la mayoría procedían del paganismo hizo
que se considerasen separados de aquellos, judaísmo y paganismo.
El papel de la Iglesia en la fragua y recepción de la nueva “Escritura” cristiana. Los
cristianos comenzaron recibiendo las escrituras judías (AT) pero el Señor y sus discípulos se
convirtieron en sus intérpretes. Esta interpretación quedo incluida junto a las escrituras judía
recibidas, y pasó a ser imprescindible en las comunidades, estos escritos han sido reconocidos
y transmitidos por estas comunidades, la iglesia, que después toma consciencia de la unidad
de estas escrituras.
La interpretación de la Escritura en la Iglesia. Surge, en la antigüedad cristiana, la pregunta
de quién esta plenamente capacitado para interpretar estas escrituras, estamos en un momento
en que la Iglesia hace frente a la manipulación de las Escrituras por parte de los herejes, ya
sea porque la mutilan o cambian para gusto y beneficio de sus doctrinas, la iglesia se levanta
para proclamar que la unidad y continuidad de la revelación se da en la universalidad de la
comunidad creyente, la doctrina de la fe, su magisterio, y si bien estos no podían esclarecer
todos los oscuros puntos que las Escrituras podían ofrecer, si permitían excluir las
interpretaciones que entraran en contradicción con las verdades de fe reveladas.
Entre el fundamentalismo bíblico y las ciencias humanas. La Biblia ha sido valorada como
palabra divina y palabra humana, decantándose en ocasiones por una o por otra, ocasionando
una terrible desviación, sea porque se desprecia lo humano de la Palabra, y en el marco de la
exegesis subjetiva, que debe estar debidamente encausada en una objetividad de tradición
interpretativa básica, puede darse que, saliendo de esta ortodoxia, se lleve a un subjetivismo
radical, animado por el protestantismo, que termina por dar origen a sectas; sea el otro caso
por despreciar el carácter divino de la Palabra, tal como el racionalismo del siglo xviii que
llega a ver a Jesús como revolucionario, demócrata, liberal, socialista, moralista, humanista,
todo, encuadrado en el “Jesús histórico”, menos como Salvador.

Abstract
Los acontecimientos históricos paralelos a la historia de la salvación llevan a una
consolidación de una tradición primero oral y después escrita, empezando por los Judíos y
después por los inicios de el cristianismo, en donde se deja ver como el acontecimiento de
Cristo, la culminación de la revelación divina, es verdadero acontecimiento histórico y
divino, y lleva por su parte una tradición oral y escrita que, entre los judeo-cristianos como
una nueva interpretación de las Escrituras (AT), y después con los escritos hechos a partir de
la predicación evangélica, constituyen las Escrituras que se consolidan en la Iglesia,
marcando el papel de ella misma como reconocedora de la unidad de las mismas y protectora
de su interpretación, cuidándola de las desviaciones subjetivas de interpretación humanista y
fundamentalista.

Este artículo -escrito por Ramón Trevijano- cumple con los modestos propósitos que se
plantea, pues dentro de la reducida extensión que se espera de un artículo, plantea y propone
los temas que se dejan entrever por el título, la historia, el papel de la escritura en esta y la
labor que la Iglesia tiene para con ella.
Tomando en cuenta los limitantes propios de la extensión del trabajo, me permito decir que
la introducción que hace deja algo que desear, pudiendo omitir ciertos detalles históricos
específicos (que tal vez sea mejor dejar para un trabajo de mayor extensión) hubiera sido
preferible poner más atención al desarrollo conceptual y desarrollarlo con una estructura
mejor organizada y no simplemente puestos por aquí y allá, que si bien son susceptibles de
identificarse, para el propósito de lo planteado en el articulo seria mejor establecerlos
puntualmente y hacerlos plenamente identificables en la estructura del trabajo.
El desarrollo puesto en los diferentes subtítulos es de gran ayuda, se deja ver la estructura y
es adecuado para seguir el proceso de formación de las Escrituras, al menos someramente, y
digo así sin perjuicio de lo bien atinado que fue en la exposición de los temas fundamentales,
tales como la predicación evangélica, las primeras comunidades, la iglesia y su magisterio,
que transmiten la idea que se plantea.
Una de las partes que considero importantísima, sobre todo para los tiempos actuales es el
trato que da a las desviaciones subjetivistas de la interpretación, y los peligros que conllevan,
para después reafirmar el papel de la iglesia ante esto, que debe predicar y transmitir lo que
recibió. Una excelente apreciación de los dos problemas ya mencionados, sabiendo rastrear
sus orígenes, sus zonas de influencia y estrategias utilizadas.
Es en conclusión un articulo de grandes perspectivas para un tema de gran importancia en
los acercamientos actuales de la Iglesia con las otras denominaciones cristianos y los credos
no cristianos, pues establece el dinamismo de la Iglesia para con su Tradición y Escrituras,
que es el fundamento de su salida a cumplir con el mandato del Señor.

Luis Fernando Montes Ortiz

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