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Clase Magistral, Conmemoración 100 años Facultad


de Ingeniería USACH.

En los últimos veinticinco años Chile ha crecido a una media


anual del 4.8%, se han cuadruplicado las exportaciones,
reducido sustancialmente la inflación, saneado y solidificado
las finanzas públicas, bastante más que la mayor parte de
los países de la OCDE. Aunque lejos de la experiencia de los
“tigres asiáticos”, el producto per cápita en este lapso
aumentó 2.5 veces y el gasto social per cápita 3.6 veces,
con una reducción importante de la pobreza absoluta y con
un aumento generalizado del bienestar material de la
población.

Sin embargo, el modelo económico y social encuentra límites estructurales. La pérdida de dinamismo de nuestra economía
refleja el lento crecimiento económico mundial, pero además el agotamiento del modelo de explotación extensivo de recursos
naturales.

Del crecimiento económico acelerado al bajo crecimiento: el modelo de desarrollo en crisis.

En el gráfico número 1 que ustedes pueden observar en el powerpoint aparece la evolución del PIB per cápita a lo largo del
período 1980 – 2014. Se pueden distinguir con claridad dos períodos. El primero entre 1960 y 1989 en que el PIB per cápita
apenas crece. Entre 1974 y 1981 se observa un leve aumento. No obstante, como efecto de la crisis de 1982 – 1983 el PIB
per cápita cae bruscamente. En 1984 se inicia una recuperación alcanzándose en 1989 como lo indica la flecha roja, el nivel
de 1981, antes de la crisis.

Es desde 1990 y con base en el fuerte impulso que representó la restauración de la democracia y el inicio de su
profundización, que el país inició un potente proceso de crecimiento. En efecto, entre 1990 y el 2014 el PIB per cápita casi
se triplica. Ese proceso puso a Chile entre los primeros países de la región.

Gráfico número 1:
1990 – 2014 El
“milagro” chileno.

Fuente: Comisión
Nacional de
Productividad.

1
Este crecimiento junto con el importante aumento del gasto social hizo posible que la pobreza disminuyera sustancialmente.
El gráfico número 2 muestra este impresionante proceso con base en dos mediciones diferentes.

En color rojo aparece la medida tradicional. Este método se comenzó a utilizar en 1987. La metodología de medición se basa
en el costo de la canasta básica de consumo, que tiene dos componentes: el costo de la canasta básica de alimentos y el
costo de los demás bienes y servicios.

Según esta medida tradicional, y como se observa en el gráfico número 2 en las barras rojas, la pobreza en 1990 afectaba
al 38% de las personas. Al año 2013 la pobreza afectaba al 7,8% de los individuos.

La nueva medida representa una metodología más exigente. en 1990 a los niveles actuales de 7,8% de pobreza en el año
2013. La nueva medida tiene asociada una línea de pobreza más elevada, por incrementos en el gasto en bienes y servicios
no alimenticios (tendencia que se origina en el aumento de los ingresos). Al mismo tiempo, se reemplaza el ajuste per cápita
por una escala de equivalencia, que da mejor cuenta de la relación que existe entre el número de miembros del hogar y el
gasto requerido para cubrir las necesidades

Según esta nueva medición (barras azules), la pobreza en 1990 alcanzaba un 68% de las personas cifra que disminuye a lo
largo del período hasta alcanzar un 14,4% en el año 2013. Cabe señalar, que medidas más exigentes en materia de pobreza
muestran también una fuerte caída, pero dejan en evidencia que hay mucho que hacer todavía.

Gráfico número 2: Porcentaje de personas que viven en pobreza, 1990 a 2013

Fuente Larrañaga y Rodríguez, (2014)

El fuerte crecimiento económico dejó en evidencia que los gobiernos de centroizquierda no solo podían manejar la economía,
sino que la podían manejar mejor que sus adversarios políticos. Durante lo que va del período democrático, Chile nunca
volvió a vivir una crisis como la que afectó al país en los años 1982 y 1983 en que el producto cayó 11,1% y 5,4%
respectivamente.

La centroizquierda también fue agresiva en política social. Creció la cobertura de la educación, se impulsó el plan Auge en la
salud pública y se creó un verdadero pilar solidario en el sistema previsional. La educación preescolar se ha transformado en
una realidad en el país que ayuda a la incorporación masiva de la mujer a la actividad económica.

A partir del Gobierno de 1994 y durante 10 años la infraestructura del país experimentó una transformación sin precedentes.
Las carreteras interurbanas no tienen parangón en la región. El metro de Santiago se ha constituido en la columna vertebral
del transporte de personas del Gran Santiago. Las líneas en construcción alcanzarán una cobertura que permitirá que una
gran mayoría de los ciudadanos lo utilice diariamente. La red de aeropuertos ha permitido acortar significativamente las
distancias en nuestro país. La red portuaria nos ha permitido llevar nuestros productos a un gran número de países.

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Del mismo modo, que las políticas en materia de salud, de educación y de pensiones requieren un giro de 180 grados, en
campo del crecimiento y el desarrollo económico son necesarios cambios significativos. Chile enfrenta grandes desafíos.

El primer desafío es que la economía chilena concentra las rentas en muy pocas manos.

Es una economía que está organizada de tal forma que las rentas por la explotación de recursos naturales sin agregar valor,
así como las rentas por abuso monopólico, se convierten en rentas financieras. Estas rentas generan una acumulación de
riqueza cada vez más concentrada. Digámoslo claramente, estas prácticas de apropiación privada de rentas sobre-normales
que no derivan de razones productivas, ni siquiera de las “fuerzas del mercado” y que por desgracia utilizan demasiadas
grandes empresas, ha sido históricamente -más todavía en la actualidad-, la mayor fuente de desigualdades en la distribución
del ingreso y de la riqueza en el país.

Para medir la desigualdad de ingresos la información más utilizada han sido las encuestas de hogares. Ellas permiten estimar
el índice de Gini. Mientras más cerca del 1 la distribución de ingresos es más desigual; por el contrario, mientras más cerca
de cero la distribución es más igualitaria. Como se sabe la distribución del ingreso es muy desigual en Chile; más aún Chile
tiene la distribución de ingresos más desigual de los países de la OCDE. Bajo la democracia el índice de Gini pasó de 0,521
en 1990 a 0,488 en el año 2013. Se trata de una reducción modesta, pero igualmente importante si se tiene en cuenta que,
si bien los otros países de la OCDE son sustantivamente más igualitarios que Chile, en las últimas décadas han experimentado
un aumento de la desigualdad.

Si bien el índice de Gini, que mide la desigualdad global de los países ha mostrado un cierto mejoramiento, el 1%, ha
aumentado su participación en forma inédita. Pese a su utilidad las encuestas de hogares no capturan bien los ingresos más
elevados debido a subreporte de la variable por parte de los perceptores o porque estos simplemente no responden las
encuestas. Por ello, ha habido creciente interés a nivel internacional por el uso de registros tributarios para medir la
participación en el ingreso del segmento más alto como el 1% más rico, el 0,1% más rico, etc. Los registros tributarios son
especialmente informativos de los ingresos más altos, puestos que estos siempre son sujetos del gravamen.

En el cuadro número 1, se muestran los resultados del estudio de Fairfield y Jorrat destinado a estimar la participación en la
distribución del ingreso del 1% más rico. Según esa metodología que permite estimar la alta evasión tributaria y los efectos
de las utilidades no distribuidas la participación del 1% más rico en Chile alcanzaría un tercio de la renta nacional,
específicamente como aparece en el cuadro número 1, un 32,3.

Cuadro Número 1: Participación en el ingreso del 1% más rico.

El segundo desafío es que la productividad desde el 2000 presenta una tasa de crecimiento muy baja.

En efecto, la estructura económica chilena no sólo se caracteriza por grandes brechas de productividad entre grandes y
pequeñas empresas, sino por un rezago generalizado: tanto grandes como pequeñas empresas chilenas tienen una
productividad considerablemente menor a la de sus contrapartes en la OCDE y en países desarrollados. Como se observa en
el gráfico número 3, la productividad total de los factores creció en el período 1990 2000 a un ritmo anual de 2,1%. Sin
embargo, a partir de ese año, el crecimiento de la productividad se desplomó y crece apenas a un 0,3% anual.

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Gráfico número 3: Desaceleración pronunciada del crecimiento de la productividad.

Fuente: Comisión Nacional de Productividad

El tercer desafío deriva de la caída del PIB tendencial.

En efecto, el PIB tendencial, esto es nuestra capacidad productiva se ha venido deteriorando de forma acelerada. Mientras
que para el 2012 el Comité de expertos lo estimaba en un 4,4%, para el año 2016 y 2017 se ha estimado en un 3%. Aun
cuando el PIB tendencial tiende a caer cuando los países alcanzan PIB per cápita mayores, lo cierto es que el deterioro de
la capacidad productiva resulta preocupante. Más aún, cuando nuestro crecimiento efectivo ni siquiera alcanza ese nivel. Es
así como en el año 2015 la brecha entre el PIB tendencial y el PIB Efectivo alcanzó un 1,1%. Para el presente año, la brecha
puede alcanzar un 1,5%.

El cuarto desafío está asociado a la alta dependencia de la economía respecto al cobre.

Efectivamente como se muestra en el cuadro número 2, nuestra economía sigue extremadamente dependiente de los
recursos naturales, en particular el cobre.

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Cuadro Nº 2

Como muestra el Cuadro Número 2, si bien la participación del cobre en las exportaciones totales pasó de 68% y 64% en el
período 1960 – 1979 a 54% en el período 2010 – 2014, esa participación de 53,9 está por encima de la participación de
52,5% que alcanzan en promedio las exportaciones de cobre en todo el período que muestra el cuadro.

Más aún la participación de las exportaciones de cobre en el PIB total han pasado de representar un 8,1% promedio anual
en el período 1960 – 1969 a un 16,4% en el período 2010 – 2014. Nuestra economía es cada vez más dependiente del cobre.
Como se observa en el cuadro número 3, las variaciones en la participación del cobre en las exportaciones totales están
estrechamente asociadas a las variaciones de precio del metal.

El quinto desafío deriva de la baja inversión en investigación y desarrollo.

Tanto la bajísima tasa de crecimiento de la productividad como la


alta dependencia del cobre de nuestra economía está asociada a la
baja Inversión en investigación y desarrollo. Como se observa en el
cuadro número 3, el gasto en ese concepto en el año 2013 fue de
apenas un 0,39 % del PIB. Ello contrasta con los casos de
cualesquiera de los países desarrollados. Los países miembros de la
OCDE, por ejemplo, presentan un gasto promedio de 2,42% del PIB.
Incluso Argentina y Costa Rica presentan gastos superiores como
proporción del PIB que Chile.

Cuadro número 3: Gasto en investigación y desarrollo

Fuente: Fuente: Banco Mundial


(http://datos.bancomundial.org/indicador/GB.XPD.RSDV.GD.ZS)

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El sexto desafío deriva de las bajas tasas de inversión que presenta el país.

El proceso de inversión permite el traslado de recursos desde sectores de más baja productividad a sectores de mayor
productividad. Por ello resultan cruciales para un crecimiento sostenido altas tasas de inversión. No obstante, como muestra
el cuadro número cuatro la tasa de inversión en Chile ha sido u es sustancialmente más baja que en el caso de Corea. Ello
es clave para explicar las razones por las cuales ese país asiático ha crecido a altas tasas durante largos períodos.

Cuadro número 4: Corea y Chile Formación Bruta de Capital fijo (% del PIB)

Hacia una nueva estrategia de desarrollo: cinco dilemas fundamentales.

La estrategia de desarrollo cuyo objetivo sea la inclusión y su sostenibilidad deben ser el resultado de un proceso amplio de
participación que recoja distintos aportes disciplinarios, que incorpore conocimientos provenientes de centros académicos,
think tanks1, profesionales y expertos en políticas públicas, enriquecidos con las opiniones y propuestas de la sociedad civil
y sus organizaciones que son, finalmente, actores de dicha estrategia.

Como la experiencia muestra, el crecimiento económico, siendo una condición necesaria, no es suficiente para superar la
pobreza y mucho menos reducir desigualdades y discriminaciones. Tampoco ha sido suficiente el crecimiento para permitir
la participación de ciudadanos y comunidades en las decisiones que afectan su bienestar. El crecimiento no ha logrado reducir
las persistentes brechas de género, la precarización laboral, ni siquiera reconocer la producción que realizan trabajadores no
remunerados –habitualmente mujeres-, como lo son el cuidado doméstico de niños y niñas, personas enfermas y con
discapacidad. El crecimiento económico no se hace cargo por sí solo de la degradación ambiental que producen los relaves
mineros o la sobre explotación de los bosques y las aguas, ni de los problemas derivados del calentamiento global.

Es más, es evidente que el crecimiento social y medioambientalmente desbalanceado acentúa estos problemas. La política
chilena necesita acuerdos y para ello el país necesita posiciones claras. De lo contrario los acuerdos son siempre aparentes
y con ello gana el statu quo.

Debemos avanzar hacia un nuevo modelo de desarrollo sustentable, una economía verde, orientada a armonizar el sistema
productivo con los ecosistemas y el medio ambiente en general. La depredación de nuestras tierras y aguas debe terminar.
Esto exige un salto en nuestras políticas públicas, donde se combinen políticas de desarrollo productivo verdes, políticas
regulatorias y de salud que aseguren el bienestar de los ecosistemas y las personas. Y, con lo anterior, políticas de producción
limpia y empleos verdes orientados a un modelo productivo ecológicamente sostenible.

Todo ello, supone un desarrollo basado en la innovación, la ciencia y la tecnología, pero también de recursos humanos
altamente calificados y una ciudadanía consciente de la dimensión medioambiental del desarrollo.

No menos importante es la exigencia de cambios radicales en los patrones de consumo orientados al uso eficiente de la
energía, menor contaminación por residuos sólidos y líquidos, un transporte más ecológico y políticas urbanas hacia ciudades
más verdes, más sustentables y, finalmente, más amables para niños, adultos y tercera edad.

1
Un think tank (en inglés, «tanque de pensamiento») o laboratorio de ideas es una institución o grupo de expertos de naturaleza
investigadora, cuya función es la reflexión intelectual sobre asuntos de política social, estrategia política, economía, militar, tecnología
o cultura. Pueden estar vinculados o no a partidos políticos, grupos de presión o lobbies, pero se caracterizan por tener algún tipo de
orientación ideológica marcada de forma más o menos evidente ante la opinión pública. De ellos resultan consejos o directrices que
posteriormente los partidos políticos u otras organizaciones pueden o no utilizar para su actuación en sus propios ámbitos.
Los think tanks suelen ser organizaciones sin ánimo de lucro, y a menudo están relacionados con laboratorios militares, empresas
privadas, instituciones académicas o de otro tipo. Normalmente en ellos trabajan teóricos e intelectuales multidisciplinares, que
elaboran análisis o recomendaciones políticas. Defienden diversas ideas, y sus trabajos tienen habitualmente un peso importante en la
política y la opinión pública, particularmente en Estados Unidos.
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El debate sobre la nueva estrategia de desarrollo enfrenta un primer dilema respecto del rol que debe tener
el Estado.

Durante mucho tiempo ha predominado en el país la visión de que para crecer basta asegurar la estabilidad macroeconómica,
la orientación exportadora y, con menos fuerza, inversión en educación. En contraposición con esta visión los países asiáticos
que han presentado tasas de crecimiento sin parangón y por largos períodos junto a los aspectos citados muestran un alto
grado de intervencionismo estatal. El Estado asume un rol promotor del desarrollo, utiliza políticas industriales (picking
winners2) e influye en la asignación de recursos.

En el caso de Chile, la postura dominante durante un largo período fue resumida por un ministro de Hacienda al señalar “we
don´t pick winners”. No obstante, la debilidad que empieza desde hace algunos años a mostrar el crecimiento económico,
ha llevado a los últimos gobiernos a revisar estas políticas. De hecho, la actual administración propuso una agenda de
productividad que teniendo aspectos interesantes se ha caracterizado por asignaciones de por recursos muy modestos, que
no dan cuenta de las exigencias que el desarrollo demanda al Estado.

En este debate ha terciado recientemente la profesora de la Universidad de Sussek Mariana Mazzucato quien ha llamado la
atención de que las inversiones de los empresarios privados están limitadas por regla general, no por la cantidad de ahorro
disponible, sino por la falta de coraje y una actitud de “business as usual 3”. El propio John Maynard Keynes subrayaba que
el conocimiento disponible para estimar la rentabilidad en 10 años de diferentes alternativas de inversión era poco y a veces
nada. En tales condiciones de incertidumbre las decisiones de inversión no responden al cálculo racional, sino que resultan
de los “animal spirits”.

Por otra parte, la profesora Mazzucato muestra en su trabajo que la experiencia comparada deja en evidencia que las
innovaciones más radicales y revolucionarias que impulsaron el capitalismo –desde el ferrocarril, pasando por el Internet
hasta el actual desarrollo de la nanotecnología y la investigación farmacéutica– provinieron de las inversiones más tempranas,
más valientes, más intensivas en capital y más emprendedoras del Estado.

Chile también presenta experiencias relevantes en este campo, como son la creación de la industria de concesiones, la
industria salmonera y la forestal. Pese a estas experiencias me preocupa que por razones ideológicas -que alcanzan al
empresariado y al propio equipo económico de la actual administración - el Estado rechaza asumir un papel emprendedor
en la creación de nuevas actividades y nuevos mercados que le abran al país nuevos motores de crecimiento. El gran desafío
que enfrenta el país, en esta encrucijada es romper con este entrampamiento.

En cuanto al papel del Estado, un modelo de desarrollo inclusivo, social y ambientalmente equilibrado, requiere un Estado
que contribuya con bienes públicos, que articule y regule adecuadamente la relación entre empresa, trabajadores y
comunidades, y que impulse el desarrollo en áreas en que los individuos, las empresas y la sociedad civil no tienen la
capacidad de hacerlo.

Para implementar reformas y transformaciones tiene que ser un Estado confiable ante la ciudadanía: con altos y exigentes
estándares de transparencia y probidad, con un servicio civil que asegure servicios de calidad y, sin duda, con responsabilidad
fiscal.

Pero, además, debe ser un Estado dinámico en su capacidad de reaccionar a los cambios económicos, tecnológicos y sociales;
ágil en la búsqueda de soluciones a problemas sociales y productivos que el sector privado es incapaz de enfrentar por sí
solo. Y, finalmente, se requiere una institucionalidad que permita que el Estado despliegue la función de planificación
estratégica, a salvo de la economía política cortoplacista que suele imponer la agenda electoral. En tal sentido, la política
anunciada de crear un ministerio de Ciencia y Tecnología me parece adecuado. Sin embargo, es quizás mejor pensar en un
ministerio del Desarrollo que asuma las tareas de la Ciencia y la Tecnología, se proponga como tareas buscar junto con el
sector privado, entendido este último concepto como la sociedad civil en general incluidos trabajadores, académicos y
empresarios, los impulsores de una nueva fase de desarrollo del país. El ministerio de Desarrollo debería posicionarse como
un segundo pilar de los ministerios económicos con los recursos y el poder asegurar una interlocución adecuada entre los
problemas del corto plazo con los desafíos de largo aliento.

No es factible promover una nueva estrategia de desarrollo que tenga como meta la cohesión social y que haga de la
sostenibilidad su fortaleza, sin convocar a un pacto de todos los actores que intervienen en el desarrollo. Eso es lo que dota
de viabilidad económica y política a dicha estrategia de desarrollo.

2
«seleccionar ganadores» Libro: Fecha de publicación original: 1975. Autor: Andrew Beyer
3
Mantenimiento del status quo. Las cosas como hasta ahora. Siguiendo prácticas ya establecidas.
7
La estabilidad macroeconómica es indispensable, pero no es suficiente.

Todos estamos de acuerdo en que la estabilidad macroeconómica es un activo que el país ha construido en los últimos 26
años, período que contrasta con el régimen dictatorial que llevó al país a sufrir dos de las peores crisis que se tenga memoria.
Por ser parte del acervo nacional, definirse a favor de la estabilidad macroeconómica, no es suficiente como definición
política. Hoy el país enfrenta la amenaza de un crecimiento débil crónico y en tal sentido es indispensable que las fuerzas
políticas tomen posición frente a qué priorizar ¿recobrar el equilibrio en estructural en las finanzas públicas o recuperar la
gran caída en la capacidad de crecimiento en los últimos años? Tomando en cuenta la solidez de nuestras finanzas públicas,
más allá de los apretones coyunturales que enfrentamos yo le propongo al país frente a este dilema privilegiar el aumento
de nuestra capacidad de crecimiento. Este Gobierno que es mi Gobierno, ha privilegiado en los últimos dos años la reducción
del déficit, cuestión que no se condice con los desafíos que como país emergente enfrentamos.

Es necesario incrementar sustancialmente la inversión en ciencia y tecnología, en Alianza estrecha con las
universidades públicas, en especial las estatales.

Las transformaciones en marcha tanto tecnológicas como políticas y sociales han dejado obsoletas muchas de las formas
con que habíamos enfrentado los desafíos económicos, sociales y políticos. El país es testigo del debilitamiento de la
capacidad de crecimiento asociado con las dificultades para transitar desde un sistema productivo basado en los recursos
naturales a una economía del conocimiento que mejore las condiciones de la inserción nacional en la economía mundial. La
investigación científica y tecnológica muestra logros precarios reflejando la baja inversión que el país realiza en ellas. La
productividad de la economía, según diversos estudios, está estancada desde hace una década. La imagen del mundo
empresarial está deteriorada tanto por los diversos escándalos en que se ha visto involucrado como por su impericia para
enfrentar las nuevas condiciones de la economía global.

Los problemas económicos que enfrentamos son expresión clara de que nuestro estilo de crecimiento está entrando en fase
de rendimientos decrecientes. Es necesaria una nueva estrategia de desarrollo sostenible y democráticamente concordada
periódicamente. Lo que experimenté en estos últimos años en la política internacional es que ningún país ha logrado encarar
los desafíos de la economía global sin un desarrollo sustantivo de lo público.

La estrategia de desarrollo debe apuntar a la consecución de mayor bienestar para las personas, entendiendo -como lo
señaló el premio nobel de economía, Amartya Sen- que “el bienestar de las personas no se mide por lo que tienen sino por
lo que pueden hacer”.

Esta estrategia debe apuntar a una amplia diversificación productiva sobre la base de la innovación y el desarrollo de la
competitividad y la productividad.es necesario impulsar la emergencia de nuevos sectores exportadores, tanto de bienes
como de servicios, y promover la modernización de los sectores orientados hacia los mercados domésticos de modo de
incrementar su productividad a través del aprovechamiento de las nuevas tecnologías y las modernas técnicas de gestión.
Debemos asimismo dar cuenta del desafío que impone el proceso de calentamiento global y concentrar esfuerzos en el
desarrollo de un perfil productivo amistoso con el medio ambiente, aprovechando nuestras fuentes de energías renovables,
promoviendo las exportaciones de servicios (incluyendo el turismo de naturaleza) y utilizando las tecnologías emergentes
para desarrollar prácticas productivas menos contaminantes y más eficientes en el uso de factores crecientemente escasos
como el agua y el suelo. Se trata de impulsar un crecimiento verde, que es factible hoy en Chile, y que da cuenta no sólo de
las demandas materiales de un país que está acercándose al desarrollo, sino que también a los principios que mueven a
nuevas generaciones que deberán enfrentar un exigente escenario global en un futuro no tan lejano.

La reforma educacional es un imperativo tanto para asegurar el derecho social a la educación como para contar con los
recursos humanos necesarios para avanzar en la economía del conocimiento y en una inserción eficiente en la economía
global. No hemos avanzado lo que habríamos querido pues no se puso el énfasis en la educación pública, ámbito de atención
preferente del Estado en cualquier país desarrollado. Aunque el objetivo es asegurar el derecho universal a la educación
gratuita y de calidad es necesario focalizar nuestra atención inicial en la educación pública asegurando y creando las
condiciones para el ingreso de los más vulnerables. Es necesario que la educación pública recupere su participación en la
educación primaria, secundaria, universitaria y técnica. Aunque la contribución privada es bienvenida en todos estos campos,
la sociedad democrática exige un esfuerzo preferente del Estado.

Es indispensable dar un salto en la innovación, la investigación y el desarrollo mediante el aumento de la inversión desde el
0,4% actual al 1,5% del PIB en un período razonable. Para ello las universidades públicas deben garantizar su compromiso
para transformarse en pilares de este esfuerzo nacional.

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Dar un gran salto en infraestructura, abordando el problema de las ganancias extraordinarias y desarrollando
nuevos instrumentos.

Esto significa en primer lugar, retomar el esfuerzo en infraestructura del período 1995 – 2005 impulsando una nueva
generación de proyectos de infraestructura. Para ello necesitamos impulsar nuevos instrumentos que permitan promover
este esfuerzo más allá de las condiciones económicas coyunturales. Una política exitosa en este campo requiere identificar
los problemas que se han enfrentado en los últimos 10 años para poner en marcha las medidas que permitirán superarlos y
transformar las concesiones y la Asociación Pública Privada en instrumentos que contribuyan nuevamente al desarrollo de la
infraestructura. Esto implica abordar el problema de las ganancias extraordinarias que han obtenido algunas empresas.
Implica también poner como objetivo que las obras concesionadas una vez que completen el período de concesión vuelva a
manos del Estado para que los ingresos de esas obras contribuyan a financiar las nuevas obras necesarias, así como su
mantención. Implica además revisar el tipo de contratos de concesión en particular lo referido a que ellos se adapten a las
variaciones de uso y a la incorporación de nuevas tecnologías. Es importante además fortalecer la supervisión pública de la
operación de los contratos de concesión. El sistema tarifario requiere también una profunda revisión que permita superar los
efectos generados por la subestimación sistemática de la demanda. Se deba además resolver el problema de la inexistencia
de rutas alternativas para libre desplazamiento con menor estándar y la recuperación anticipada de la inversión cuando el
concesionario obtiene los ingresos comprometidos. El proyecto de ley que crea el Fondo de Infraestructura representa una
iniciativa fundamental que es necesario fortalecer e implementar con decisión en el próximo Gobierno.

CODELCO: el corazón de nuestra apuesta minera.

Chile es una potencia minera a nivel global. Según el informe de la Comisión minería y Desarrollo de Chile, del Consejo
Nacional de Innovación y competitividad, nuestro país es el principal productor de cobre con un 32% de la producción
mundial y el tercer productor de molibdeno. Enfrenta sin embargo serios problemas; la inversión está cayendo, a principios
del 2015 existían proyecto por más de 44 mil millones detenidos lo que implicaría que al 2030 la producción caería en un
tercio del nivel actual. Según Valor minero la principal problemática corresponde a la importante reducción de los proyectos
de inversión. Sólo en el año 2016, la baja ha sido de un 36%, con una pérdida de 28 mil millones de dólares, si se compara
con 2015. “El sector minero se encuentra en una encrucijada y es necesario recuperar mayores niveles de inversión. Si
queremos recuperar el crecimiento de la economía, se requiere avanzar en la minería. Contamos con reservas de cobre como
para garantizar su extracción en los próximos cincuenta años y nuestra participación en la producción mundial es mayor al
30%. Para el país es de primera prioridad diversificar nuestra matriz exportadora.

Se trata de un sector en que tenemos ventajas y sobre esa base debemos vincular CODELCO, los proveedores y los centros
de investigación en las universidades con el objeto de fortalecer nuestras exportaciones de insumos para la minería y
desarrollar capacidades para innovar en procesos y bienes de capital para la minería de nuestro país y más allá. Es un sector
clave para impulsar la economía del conocimiento. Lamentablemente, el Estado en ocasiones no valora la importancia de
Codelco. El ministro de Hacienda ha reconocido, por ejemplo, que por la caída del precio del cobre “en el último año y medio,
Codelco prácticamente no ha generado excedentes y ha tenido que endeudarse más allá de lo planeado para poder financiar
su plan de inversiones y pagar los recursos a que le obliga la Ley Reservada del Cobre.. Es positivo, aunque tardía la decisión
del ministerio de Hacienda de autorizar una capitalización de US$ 475 millones para 2016 y anunciar otra para el 2017. Nos
preocupa, el anuncio del ministro de que el programa de inversiones ha ido más lento de lo anunciado”

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No compartimos la idea de no proceder sin más demora a derogar la Ley Reservada del Cobre. Venimos discutiendo el tema
ya casi 15 años y no es posible seguir dilatando una decisión.

Más nos preocupa que la producción de CODELCO esté estancada. En el año 2004 la producción de CODELCO alcanzó un
millón 840 Toneladas Métricas de cobre fino; 9 años después el 2013 la producción alcanzaba 1 millón 791 mil TM de cobre
fino. Esto es habíamos retrocedido. Las empresas mineras privadas en cambio que en el 2004 producían 3 millones 680 mil
TM de cobre fino producían el 2013 4 millón 154 mil TM de cobre fino. En los años 2014 y 2015 la producción de CODELCO
aumentó a 1 millón 891 mil toneladas, es decir 50 mil TM de cobre fino en 11 años. Esto no es en absoluto auspicioso.

En este contexto, es indispensable asegurar a CODELCO los recursos necesarios para acelerar la ejecución de los proyectos
de inversión identificados por la empresa. Al mismo tiempo, junto con el desarrollo de los yacimientos que explota debe
encarar la explotación de los nuevos yacimientos. Las medidas anunciadas hasta ahora no son suficientes.

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Concertación social con trabajadores, academia y empresarios.

Para entrar en esta nueva fase de nuestro desarrollo debemos impulsar un nuevo tipo de alianza público-privada-sociedad
civil, en que se compartan los riesgos de transitar por nuevos caminos –actividades y tecnologías promisorias, pero aún no
dominadas por el país— trayendo beneficios para todos, empresarios, trabajadores y especialmente chilenas y chilenos de
las futuras generaciones. Se inaugura un tiempo de “aprender haciendo” que demanda experimentación a nivel de la
empresa, de la investigación tecnológica y de las políticas públicas. Esta alianza estratégica debe basarse en principios de
esfuerzo compartido, transparencia y adecuada distribución de los frutos, puesto que ya no será aceptable para los
ciudadanos que ciertos segmentos del país se enriquezcan en el marco de arreglos opacos circunscritos al liderazgo
empresarial y político del país.

Gobernar la globalización y hacerla inclusiva.

Los acuerdos comerciales reflejan la correlación de fuerzas al interior y entre los distintos países participantes. Por ello no
expresan sólo los intereses de los más poderosos sino coaliciones mucho más complejas y diversas. Es algo similar a lo que
ocurre con las normas legales que nos rigen y las políticas públicas que impulsan los diversos gobiernos. El análisis detallado
de los procesos que llevan a la aprobación de los diversos acuerdos deja eso en evidencia. Podemos coincidir en que los
acuerdos comerciales están en exceso orientados por los intereses de las trasnacionales (incluidas las “multilatinas”) pero
ello debe convocarnos a hacerlos más inclusivos, que fortalezcan los derechos sociales y aseguren la gobernanza democrática
sobre la globalización. No resulta plausible a estas alturas en que el desarrollo tecnológico y la naturaleza de la economía es
global y en que los acuerdos de integración tradicionales están en procesos de descomposición, sostener posiciones críticas
sin levantar y explicitar el camino alternativo.

La universidad pública como eje del nuevo modelo de desarrollo.

El profesor Paul Temple en su libro “Universities in the knowledge economy: Higher education organisation and global
change” contaba como Watt utilizó las instalaciones de la Universidad de Glasgow para construir su máquina de vapor; como
Alemania rebasó la supremacía industrial de Inglaterra; a diferencia de los ingleses, los germanos acercaron las universidades
al sector productivo a través de la investigación aplicada, principalmente en la industria química y en la ingeniería industrial,
y en particular en maquinarias y herramientas.

Por otra parte, Carlota Pérez introduce el concepto de cambio paradigmático de onda larga y presenta la idea de un proceso
discontinuo en el desarrollo económico bajo la forma de «oleadas», para superar la añeja, arraigada, pero tremendamente
perjudicial, idea del «desarrollo líneal»: «Una oleada de desarrollo se define aquí como el proceso mediante el cual una
revolución tecnológica y su paradigma se propagan por toda la economía, trayendo consigo cambios estructurales en la
producción, distribución, comunicación y consumo, así como cambios cualitativos profundos en la sociedad. El proceso
evoluciona desde pequeños brotes, en sectores y regiones geográficas restringidas, hasta terminar abarcando la mayor parte
de las actividades del país o países-núcleo, difundiéndose hacia periferias cada vez más lejanas, según la capacidad de la
infraestructura de transporte y comunicaciones>> Como se comprende, el revolucionamiento del proceso, su secuenciación
global y la transformación de un paradigma a otro en el modelo de desarrollo tienen profundas implicaciones para las
instituciones generadoras de conocimientos, como las universidades, dado que las mismas juegan un papel fundamental en
la facilitación del proceso y sustentan con sus propios cambios la transición hacia un nuevo desarrollo.

Henry Etzkowitz de la Universidad de Stanford ha formulado el modelo de triple Hélice para dar cuenta de la necesidad de
una articulación real en donde los más prominentes componentes de la misma son la universidad, la industria y el gobierno.
En tal sentido sostiene que más que de ningún otro agente, la innovación procede de los acuerdos y las redes que hay entre
las esferas institucionales de la Triple Hélice; que invención de nuevos acuerdos sociales es tan importante como la creación
de mecanismos con una entidad física; los nuevos canales de interacción vinculan a las distintas esferas institucionales y
aceleran el ritmo de la innovación; Los países y regiones en vías de desarrollo cuentan con la posibilidad de progresar
rápidamente en la medida en que las fuentes del conocimiento sean absorbidas por la política económica y que las
universidades se erigen cada vez más en fuente del desarrollo económico regional, y las instituciones académicas existentes
reciben una nueva orientación, se crean nuevas instituciones para ese propósito». Chile está en una encrucijada y la
universidad es central para resolver los dilemas claves de su desarrollo.

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