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Presentación:

En el presente trabajo se describe la concepción teórica sobre “El pensamiento


operatorio” según Pierre Marty y Michel de M'Uzan realizando una reflexión sobre el
caso clínico de Henry T. citado en el texto de Claude Smadja (1988).

Concepción Teórica sobre El pensamiento Operatorio

De acuerdo a los autores Marty, P. y de M'Uzan, M. (1983), el pensamiento


operatorio se trata de un pensamiento consciente que no parece poseer un lazo
orgánico con una actividad fantasmática de cierto nivel, y duplica y ejemplifica la
acción ya sea que la preceda o la siga, pero siempre en un campo temporal limitado.

Los autores describen que el sujeto que acude a la consulta y sufre algunos
síntomas somáticos expone sus trastornos como hechos aislados, sin establecer
entre ellos ninguna relación. A juzgar por su actitud expresan que el investigador no
es para él más que una función, alguien a quien cuenta sus síntomas y del que sólo
espera que lo cure, sin que se pretenda ningún tipo de compromiso afectivo tanto de
una como de otra parte (Marty, P. y M´Uzan, M; 1983).

Describen además que aunque el enfermo responde a sus preguntas, el investigador


se siente insatisfecho pues ese contacto no es realmente un verdadero contacto y se
siente ante algo que se da en llamar una “relación blanca”. Cabe agregar que esta
“relación blanca” no es exclusiva de la situación de análisis, sino que es la que el
paciente lleva adelante cotidianamente a lo largo de su vida. Según los autores, no
es que la investigación no dé resultados (por ejemplo permite vincular la aparición de
los síntomas a circunstancias anecdóticas precisas), sino que, a pesar de las
intenciones del analista, no libera nada, sólo asociaciones que están ligadas a la
materialidad concreta de los hechos, constreñida a un campo temporal muy limitado.

De acuerdo a los autores la atmósfera de la consulta permite pensar que el enfermo


mantiene con el investigador el mismo tipo de relaciones que con los hechos
inmediatos o los acontecimientos, relaciones sin ningún tipo de mediatización, como

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si estuviesen privadas tanto de infraestructura como de superestructura (Marty, P. y
M´Uzan, M;1983).

Los autores plantean que en el pensamiento operatorio el diálogo podría ser


considerado como un mecanismo de aislamiento, tipo neurótico obsesivo, pero no es
éste el caso porque el enfermo no toma distancia a través de una racionalización del
material. Lo que se observa es que el paciente está presente pero vacío, y parece
difícil encarar aquí un mecanismo obsesivo.

Si esta forma de pensamiento operatorio está ligada selectivamente a las


“psicosomatosis” (término que emplea Marty para designar aquellas afecciones
donde las disposiciones de la personalidad tienen como canal mayor de evacuación
para las situaciones conflictivas la vía somática), no por eso deja de ser ajena a
ciertas neurosis de carácter y podría expresarse en algunas categorías de psicosis
(Marty, P. y M´Uzan, M;1983).

De acuerdo a Aisentein, M. (2006), este tipo de pensamiento es una clase de


pensamiento concreto: es fáctico y no metafórico y no mantiene lazos con la
actividad de fantasía ni con la simbolización. Más que representar a los hechos, los
acompaña. Según lo explica, es una cuestión de no pensar en tanto ha perdido la
conexión con su fuente pulsional. Debe de distinguírselo del pensamiento obsesivo.
Desde un punto de vista metapsicológico, la sobreinvestidura de lo perceptivo, en la
que se basa, aspira a proteger al sujeto contra su caos emocional interno y
sufrimiento traumático.

Caso clínico

Recorte clínico del caso de Henry T. planteado en el texto de Claude Smadja (1988):

Paciente de 35 años, analista en sistemas. Fue derivado en razón de un melanoma


que le fue descubierto hace un año. Fue controlado, y desde entonces, lo controlan
con medicamentos. Ningún otro tratamiento. Se sabe que tiene un cáncer de
evolución, a menudo rápida. Se controla regularmente y se palpa para verificar que
no le haya aparecido nada nuevo. A la hora de consultar con un psicoanalista se
quejaba de angustia. Es casado y padre de un joven de 12 años.

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En la primera entrevista, la relación se establece de manera muy directa. No
manifiesta ningún tipo de angustia. Hace preguntas al psicoanalista y responde
preocupándose por ser objetivo y racional. Su discurso muestra que es un hombre
inteligente. Dirige un estudio de computación junto a dos socios, dentro del cual se
ocupa de la creación de programas.

La analista describe que se encuentra frente a un hombre enfermo, cuya


enfermedad pone su vida en peligro, y que se encuentra por primera vez con un
analista. Se esperaría que manifestase, dentro de este marco, alguna confusión. Sin
embargo, por el contrario aparentemente se siente muy cómodo en relación al
terapeuta. Su discurso es claro, objetivo, racional y no está modulado por ningún tipo
de afecto.

Durante poco más de un año, las sesiones semanales son llenadas con
descripciones detalladas y muchas veces interesantes de su vida profesional.
Describe en detalle los programas de informática que realiza. Es baterista amateur y
describe todos los detalles que hacen a la preparación de sus “conciertos”. Luego de
las primeras entrevistas su dominio de la situación podía parecer un mecanismo de
defensa de orden obsesivo. La continuación del tratamiento no deja ninguna duda
acerca de la calidad operatoria del funcionamiento del paciente. Ninguna incursión
espontánea en su historia, ninguna cosa descolgada de la linealidad de su discurso,
ningún sueño, ningún afecto transferencial. Una relación “blanca” pero no
desprovista del placer de las dos partes. Su actividad operatoria es esencialmente
una actividad de pensamiento, su característica más regular es lo concreto. Su
actividad de pensamiento siempre se desarrolla de manera concreta, práctica, casi
técnica. Así piensa en equipar su barco, en rehacer la electricidad de un cuarto de su
casa o idear un nuevo programa.

Reflexiones sobre el caso

Este ejemplo nos muestra lo dicho en la conceptualización acerca del pensamiento


operatorio. En primer lugar, se pude observar en el caso de Henry T. que en la
primera etapa del tratamiento decía no soñar ni describir ningún sueño. Tampoco
implicaba en su discurso ningún tipo de elaboración o de actividad fantásmatica

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donde pudiera verse fantasía o imaginación. Lo dicho tiene que ver con lo planteado
por Marty P. y M´Uzan M. (1983), quienes expresan que en los enfermos
psicosomáticos puede existir una carencia de actividad fantasmática, y recuerda la
posición de French que reubica la función onírica en el interior de un proceso de
integración básico y general, donde considera que el valor funcional del sueño
puede ser conferida a la actividad fantasmática en tanto escenifica, dramatiza las
tensiones pulsionales.

En cuanto a la relación de Henry T. con su analista, a pesar de ser una relación


cómoda o placentera en ambas partes, carecía en el paciente de algún afecto en la
transferencia limitándose a presentar un discurso claro, objetivo, realizando
preguntas concretas a su analista y respondiendo a las que se le hacía de manera
concreta y objetiva lejos de las emociones. Tomando lo anteriormente dicho, se
puede pensar que Henry T. estableció una “relación blanca” con su analista debido a
esas características en su forma de vinculación. Esto tiene concordancia con lo que
Marty P. y M´Uzan M. (1983) plantean sobre estas relaciones acerca de la falta de
compromiso afectivo del paciente operatorio con el investigador, o de presencia de
emociones que lo vinculen transferencialmente, limitándose aquél a la descripción
concreta de síntomas o al detalle “técnico” en su discurso de forma pragmática. Se
puede conjeturar también que Henry T. probablemente vivía a su terapeuta como
una versión de sí mismo, como plantean los autores que sucede en estos pacientes.

Por otro lado, en el caso se describe que Henry T. llena sus sesiones semanales
durante más de un año con descripciones detalladas de su vida profesional y de los
programas de informática que realizaba, describiendo de manera concreta y hasta
aparentemente “obsesiva” cada cosa. Lo dicho anteriormente nos permite corroborar
que Henry T. presentaba pensamiento operatorio ya que su palabra no hacía más
que ilustrar cada acción sin ningún tipo de elaboración, y sin situar ningún lazo con
una actividad fantasmática. Además, se observa que su pensamiento era plegado
esencialmente a las cosas, a los actos concretos o abstractos, nunca a los productos
de la imaginación o a las expresiones simbólicas, como si se pegara estrictamente a
la materialidad de los hechos y a la instrumentalidad de los objetos, tal como
mencionan dicen Marty P. y M´Uzan M; (1983).

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Tomamos lo dicho por ambos autores cuando explican que en estos pacientes el
pensamiento está adaptado a su objetivo, incluso desde el punto de vista práctico,
pero su adaptación representa el límite de sus posibilidades de expansión y de
comunicación, lineal y limitado. Este límite no les permite ampliarse a realidades de
otro orden, afectivo o fantasmático, que puedan enriquecer o extender sus
operaciones. Por eso mismo no nos extraña enterarnos de que las ocupaciones de
Henry T. eran la creación de programas informáticos y la de tocar la batería,
actividades que no ponen en juego el uso de la imaginación e implican una alta dosis
de repetición. Del mismo modo ocurre con este tipo de pacientes en relación con la
palabra: ésta no tiende a significar la acción, sino a duplicarla. Es decir, la palabra no
hace otra cosa que repetir la acción.

Esta precariedad en la conexión con las palabras o el uso de símbolos nos hace
pensar en un enlace con el inconsciente en el nivel menos elaborado. Por ello puede
pensarse que la presencia de cáncer en Henry T. tendría que ver con el retorno de
las pulsiones de la manera más inconveniente, en forma de enfermedad.

Por último, cabe decir que en casos como este se debe apuntar, como lo plantea
Claude Smadja (1988), a establecer y a mantener un proceso identificatorio en el
análisis. Esto tendrá el fin de lograr movimientos psíquicos en el paciente que lo
lleven de a poco a realizar algún proceso asociativo o que pueda aparecer algún
signo de actividad fantasmática, manteniendo la continuidad del investimento
relacional antes que la actividad interpretativa. Además, de tomar en cuenta lo dicho
por Marty, P. y M´Uzan, M; (1983) en relación a que la investigación clínica en estos
pacientes debería apuntar a la calidad de los fantasmas inconscientes, para intentar
recuperarlos y reencontrar su interrumpido camino hacia la consciencia.

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Referencias Bibliográficas

- Aistein, M. (2006) “El misterioso salto de lo somático a la psique”. Revista de


Psicoanálisis. LXX, 2-3, APA. Buenos Aires.

- Claude Smadja (1988). El funcionamiento operatorio en una práctica


psicosomática. Revista francesa de psicoanálisis. Sociedad Psicoanalista de
París. Volumen 62, número 5.

- Marty P. y M´Uzan M; (1983). El pensamiento operatorio. Revista de


Psicoanálisis, tomo 40, n. 4. Asociación Psicoanalítica Argentina, Buenos
Aires.

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