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EL PÁJARO LENTO

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EL
PÁJARO
LENTO

FICCIÓN CURATORIAL

CLAUDIA FONTES
33bienal/sp
Había una vez un pájaro, Dios mío.

Clarice Lispector

Había una vez un ido un nido un sonido, Dios mío.

Había una voz una vez con alas que, adiós mío.

Había una vez la voz de un pez, sombrío.

No había ninguna vez ningún lugar, dos tríos.

Había una vez o dos o tres, adiós a mi Dios.

Vez mío un había pájaro, una Dios.

Había una vez un pájaro Dios, mío.

¿Un pájaro es mi Dios? ¿Los pájaros pueden ser dioses?


¿Los pájaros son dioses si son míos?

Creatrice Pliscol
EL MISTERIO DE CUARTO CERRADO
Pablo Martín Ruiz

CONFIGURACIONES

Si uno las mira detenidamente, dejando que la mirada se des-


place en distintas direcciones, olvidando el modo en que nos
acostumbramos a mirarlas, se siente la presencia de formas
que piden ser contempladas en sus detalles, en sus diseños,
en su disposición; en sus breves líneas rectas o curvas, con-
tenidas, precisas, que dejan espacios abiertos o que se cierran
sobre sí mismas. Se acomodan en disposiciones que podrían
tomarse como azarosas, a distancias regulares que facilitan la
mirada, pero también dejando espacios en blanco entre ellas,
pequeñas nadas de sentido por las cuales algún otro sentido
imprevistamente circula. Algunas consisten en un solo trazo,
otras necesitan dos trazos, ninguna requiere más de tres. Lo
que miro son letras del alfabeto, impresas, dispuestas sobre
una página. Juntas forman palabras, que forman frases, que
forman textos. Por mi trabajo me acostumbré a prestarles
atención, a mirarlas de cerca, a verlas pasar intactas de una

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lengua a otra. Siempre me gustó imaginarlas en distintas con-
figuraciones, desplazarlas, invertirlas, abstraerlas de la página,
rotarlas, cambiarlas de escala, someterlas a la permutación y
la combinatoria, tratarlas como las piezas de un todo que hay
que reconstruir, como si fueran la clave de un problema des-
conocido. No es difícil notar que se prestan a la contemplación
múltiple. Sus dos dimensiones visuales se amplían fácilmente
a la musicalidad: cada letra es una instrucción sonora, todo
texto una partitura. Se puede imaginar que crecen en volumen
y se transforman en un abecedario tridimensional, como esos
juguetes con forma de letra que ya Jerónimo, en el siglo IV,
recomendaba construir para la educación de los niños. Y que
una vez que las dejamos crecer en el espacio crean a su vez sus
propias disposiciones espaciales, como constelaciones escul-
tóricas, estatuas que olvidan y se desprenden de lo que alguna
vez representaron. Dibujos, imágenes, sonidos, volúmenes,
que ya no son texto sin dejar de ser texto. Detengámonos en
una cualquiera. Podría ser la C o la I o la S, acabadas en su
concisión, en su forma depurada y en su diferir de las demás.
Elijamos la P: una línea recta vertical y un semicírculo en la
parte superior derecha. Observemos el espacio abierto que
crea a su alrededor, el espacio cerrado que deja en su interior.
Pienso en las palabras que incluyen la letra P, en las palabras
y los nombres que empiezan con P. Ahora mirémosla suelta,
previa a toda pertenencia, anterior a su propio diseño, abierta
a su potencialidad: puede ser la P de una palabra en español, o
de una palabra en otra lengua, o de una palabra en una lengua
cuyo sistema de escritura la excluye. Puede ser la P de una no
lengua, representando algo puramente visual o algo que no

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podemos imaginar o algo que está siempre desplazándose, que
simultáneamente significa y no significa y que se agota en su
contemplación. Si tuviéramos que imaginar un enigma cuya
solución fuera la letra P, ¿qué enigma imaginaríamos?

HECHOS INQUIETANTES

La primera noticia sobre la desaparición de Sara Litvín me lle-


gó de forma casual, mientras leía un diccionario en un café del
centro. Se lo escuché decir a Arturo Guasch, que se lo contaba
alarmado a otras dos traductoras en la mesa de al lado durante
un receso del congreso anual latinoamericano. Les contó lo que
después se repetiría tantas veces: que había ido a trabajar a una
biblioteca y no la habían vuelto a ver. Habíamos pasado toda la
mañana escuchando ponencias y yo estaba cansado y con algo
de sueño, pero esas palabras escuchadas involuntariamente
me sobresaltaron.
No era un nombre cualquiera, Litvín era conocida entre
nosotros. Incluso figuraba entre los inscriptos en el congreso y
su ponencia estaba anunciada para el día siguiente. La cono-
cíamos bien por lo productiva que era y porque, además de tra-
ducir de varias lenguas, pensaba y escribía con lucidez sobre el
proceso de traducción. También era activa en la confederación
y había sido candidata por una de las listas opositoras, aunque
era imprevisible en sus alianzas y a veces difícil de anticipar
en sus posiciones. Tenía un par de enemigos declarados que se
sentían traicionados o amenazados por ella, pero en general
era respetada y admirada por sus colegas. Recuerdo haber leído

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varias de sus investigaciones y ensayos. Uno de esos ensayos,
una reflexión sobre el concepto de original, termina con una
serie de preguntas que suelo citar en clase, ejemplares en su
precisa formulación:

Cuando leo en inglés un poema escrito originalmente


en inglés, yo, hablante de español, ¿estoy leyendo el
original? Cuando leo un poema en español escrito hace
quinientos años, yo, habitante de este momento, ¿estoy
leyendo el original? Cuando leo una novela de un autor
contemporáneo que escribe en español, yo, que no soy
ese escritor, ¿estoy leyendo el original? ¿Y cuando leo
algo escrito por mí?

Su desaparición impactó. Eran días en los que no fal-


taban las noticias alarmantes o directamente brutales. Una
concejala había sido baleada a quemarropa por desconocidos
mientras circulaba en su auto por la ciudad. Una adolescente
había sido violada y su cuerpo desarmado en pedazos en los
suburbios del sur. Un grupo de jóvenes que caminaban por
la calle había sido violentamente atacado por otro grupo con
palos de metal, por razones que nunca dieron. Bastó poco
tiempo para que una traductora desaparecida despertara todo
tipo de conjeturas y temores.
La desaparición ocurrió en la Fundación de las Rosas, en
pleno centro de la ciudad, a la que Litvín estaba yendo casi to-
dos los días desde hacía algo más de un mes gracias a una beca
para trabajar en una de sus traducciones. Su lugar de trabajo
era una sala del primer piso a la que llaman “la biblioteca”, en la

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que hay estantes con libros que cubren las paredes, un escrito-
rio grande de madera y un par de vitrinas en las que se exhiben
ejemplares de la colección de la Fundación. Las ventanas de la
sala dan a un parque: al verde de los árboles, al pequeño lago, a
los pájaros que pasan. Es un lugar ideal para trabajar. El testigo
directo de la desaparición, si es que puede haber un testigo
directo de algo que ocurre por omisión, fue el propio Guasch.
La sala del primer piso es un habitual lugar de trabajo que se
otorga por turnos a los investigadores o becarios que la piden y
él tenía el turno inmediatamente posterior al de Litvín. Dado el
pasado de confrontación entre ambos, del que todos estábamos
al tanto, esa casualidad no pasó desapercibida.
Yo no conocía bien a Guasch, pero sabía que tenía cierta
tendencia al conflicto, que le gustaba ser provocador. Una vez
le oí decir: “Yo traduzco todo tipo de textos, excepto literarios.
A los escritores les importan las palabras, y se puede traducir
cualquier cosa menos las palabras.” Por supuesto que era un
excelente traductor literario, tanto de ficción como de poesía,
además de reconocido especialista en estudios de traducción.
Aunque tampoco estaba libre de polémicas: alguna vez lo acu-
saron de haber alterado textos que había traducido, de haber
transformado párrafos enteros en una breve frase o directa-
mente de haberlos eliminado. La cuestión es que Litvín había
entrado a la sala y no había salido, o nadie la había visto salir.
No volvió a su casa y nadie entre sus conocidos tenía noticias
de ella. Los días pasaron sin novedades. Se había, como quien
dice, evaporado.
Como muchos de mis colegas, además de traducir doy
clases. También hago trabajos de periodismo cuando los

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encargos de traducciones no abundan, o sea con frecuencia.
El caso tuvo inmediata repercusión y me puse a escribir una
nota para un diario. La noticia era preocupante, pero cuando
empecé a enterarme de los detalles me dio risa. De pronto
me imaginé escribiendo un misterio de cuarto cerrado, esos
policiales en los que alguien es asesinado en una habitación
herméticamente cerrada en la que el asesinato parece un he-
cho imposible, un sub-género del policial que en una época
cultivé meticulosamente como lector. Pensé en los muchos
que había leído empezando por el fundacional, el del gorila
parisino de Poe. Los de Zangwill, Leroux, Dickson Carr, los
de los autores dobles Ellery Queen y Boileau-Narcejac. Pensé
sobre todo en ejemplos laterales, escritos por autores que se
dedicaron al policial ocasionalmente pero en los que uno
siente que ocupaba un centro secreto de sus preocupaciones.
Como el crimen casi perfecto de Roberto Arlt: el asesinato
de una anciana que está sola en un departamento cerrado
solucionado con un cubito de hielo; o el cuento “El caso de la
habitación cerrada” de Fernando Pessoa, quien junto a tantos
heterónimos imaginó al detective y razonador infalible Qua-
resma y dejó cientos de páginas de borradores de narraciones
policiales. Qué curiosa la imagen de estos dos escritores tan
extraordinarios y tan disímiles, el gran novelista del conflicto
social y el gran poeta de la identidad fragmentada, abocados
casi contemporáneamente a inventar esos enigmas herméticos
de fórmula fija, hechos de cerraduras, ventanas selladas y ca-
dáveres. Y pensé en uno que ni siquiera fue escrito por un es-
critor sino por un músico: el norteamericano George Antheil,
compositor del explosivo Ballet mécanique admirado por los

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dadaístas, que con el seudónimo Stacey Bishop escribió una
novela policial en la que ocurren no uno sino tres asesinatos
imposibles y cuyo detective es experto en música dodecafónica
y en arte de vanguardia. Ahora yo me veía en la situación de
redactar una nota policial sobre la increíble desaparición de
una persona que estaba en un cuarto perfectamente cerrado.
Y encima, casi como si fuera una broma, protagonizada por
traductores.

Máquinas de leer

Estos dispositivos, construidos con una finalidad es-


pecífica a partir de desarrollos tecnológicos de última
generación, combinan todos sus componentes de modo
de conformar una máquina compleja pero autónoma y
accesible. Una de las máquinas más simples que pueden
encontrarse en el mercado es la llamada Hiper-Oculus.
Está construida con una base sólida de metal sobre la
que se suspende un dispositivo similar a las cámaras
fotográficas de espejo retráctil. Para leer un texto no
hay más que colocarlo bajo la cámara y la máquina au-
tomáticamente activa su retina sintética. Los modelos
de esta serie se basan en los prototipos de Bob Carlton
Brown, que en 1930 predijo que el libro impreso estaba
destinado a la obsolescencia y diseñó una máquina que,
mediante la compresión de textos a ser enviados por re-
des inalámbricas, permitía una lectura de alta velocidad.
Sus diseños se basaban, a su vez, en los desarrollos del

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Almirante Bradley Fiske, que en 1926 inventó una má-
quina que había que acercar al ojo para leer a través de un
complejo sistema de lupas, en la que el material de lectura
mecanografiado era procesado fotográficamente, en un
tamaño tan microscópico que era indescifrable a simple
vista. (Brown descalificó esta máquina por considerar
que, en última instancia, no era otra cosa que “el libro de
siempre escondido atrás de una lupa”.) Muy diferentes
son los dispositivos basados en el modelo de Juan Esteban
Fassio, que pasamos a considerar a continuación.

DEBATE Y RIVALIDAD ENTRE LITVÍN Y GUASCH

− Fragmento de ponencia de Sara Litvín:


“Es que los traductores no trabajan con lenguas, trabajan con
textos. El traductor no reflexiona a partir de una lengua para
llegar a otra lengua sino a partir de un texto para llegar a otro
texto. Un traductor interviene en una lengua, decide innovar
en el léxico o la sintaxis de una lengua, sólo en función del texto
con el que trabaja y del texto al que quiere llegar o que intuye.
Todo trabajo con la lengua está subordinado al trabajo con los
textos. El objetivo ideal o absoluto del traductor, si es que que-
remos imaginarlo, no es una lengua particular o general, de la
característica que sea, sino un texto, o por decirlo así, un texto
de textos, EL texto de textos, siempre inalcanzable, siempre
en fuga. Ese fue el error de ciertos teóricos místico-idealistas:
creer que el traductor es una especie de idólatra de la lengua
cuando la única deidad del traductor son los textos. Nadie tra-

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duce, digamos, a Baudelaire o a Flaubert por amor al francés,
sino por la atracción de los textos particulares de esos autores.
Que el texto inicial esté en una lengua y el resultado en otra es
una condición, incluso una necesidad de la tarea, pero solo lo es
secundariamente. Es hora de que tengamos una comprensión
materialista de la traducción. Mi crítica de lo que podríamos
llamar el idealismo teórico de la traducción es equivalente a
la que Marx hizo de Hegel.”

− Fragmento de ponencia de Arturo Guasch:


“La fuerza de esta idea reside no en hacer del traductor un héroe
épico a cargo de la salvación del mundo a través del lenguaje,
sino en la capacidad del traductor de disolverse y desaparecer
en el lenguaje, haciéndose uno con él en su afán de totalidad.
No solo el traductor no tiene por objetivo la materialidad de
los textos, ni siquiera la de un texto que pueda imaginar como
absoluto o ideal, sino que por el contrario el traductor debe
imaginarse a sí mismo, por decirlo así, como un ser en evolu-
ción cuyo estado final es una lengua, o más concretamente su
identificación y asimilación completa con esa lengua, que por
cierto no es una lengua concreta, ni presente ni pasada, ni viva
ni muerta, sino una lengua en constante hacerse hacia la más
plena consumación. El traductor no se limita a tomar decisiones
de sintaxis o de vocabulario para producir los textos que pro-
duce sino que interviene de manera directa en la permanente
transformación del lenguaje. El traductor, o el ideal al que aspira
el traductor, es un ángel que tiene las alas extendidas y mira
hacia el origen remoto del lenguaje, que ve las innumerables
transformaciones de todas las lenguas a lo largo de los milenios,

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las ruinas sintácticas y gramaticales que se acumulan como frag-
mentos despedazados que él quiere amorosamente recomponer,
y que es llevado hacia adelante por el viento de la Lengua Pura
que llena sus alas y que lo empuja irremediablemente hacia el
futuro, un futuro en el que él desaparecerá y no será nada y en
el que todo estará hecho de palabra total y de cielo.”

− Dato:
En un concurso para jefe de cátedra de Historia y Teoría de la
Traducción, Litvín y Guasch fueron los finalistas y ella la que,
después de un largo y conflictivo proceso de impugnaciones,
denuncias cruzadas y acérrima confrontación, finalmente se
quedó con el cargo.

TESTIMONIO DE ARTURO GUASCH

Llegué a la Fundación unos minutos antes de mi turno. Esperé


un rato. Cuando vi que la sala no se liberaba golpeé la puerta. Na-
die contestó. Se escucharon unos sonidos como de pasos, aunque
tal vez venían de afuera. Traté de abrir pero estaba cerrado con
llave. Desde que llegué hasta que golpeé la puerta no vi entrar ni
salir a nadie. Fui a preguntarle a la secretaria de la recepción, en
planta baja. Me dijo que en la sala estaba la traductora que tenía
el turno anterior, que ella misma le había dado la llave un par
de horas antes. Que no la había visto salir ni le había devuelto
la llave, que tenía que estar ahí. Revisó la planilla de reservas y
confirmó que era el turno de otra traductora, Sara Litvín. Me
sorprendió escuchar su nombre porque la conozco desde hace

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varios años. La secretaria abrió la puerta con una segunda llave.
La sala estaba vacía, las ventanas estaban cerradas y trabadas
desde adentro, todo estaba perfectamente en orden.

DIÁLOGO DE TRADUCTORES

— ¿Viste lo que pasó con Litvín?


— Todo el mundo hablaba de eso en el congreso.
— ¿Qué tal estuvo el congreso?
— Igual que todos los otros. Un par de ponencias interesantes,
varias ponencias irrelevantes.
— Espero que no sea nada.
— Ya estoy acostumbrado.
— Me refiero a lo de Litvín.
— Estoy escribiendo una nota sobre su caso.
— Me impresiona que haya desaparecido mientras traducía.
Parece una metáfora del oficio.

NOTICIAS SOBRE LA TRADUCTORA BUSCADA

La atención se centró inicialmente en los enemigos políticos


de Litvín, ya que nada en sus relaciones personales presentaba
niveles de conflicto relevantes. Pero en ningún caso se había
pasado de interrogatorios más o menos breves ya que no había
la menor prueba incriminatoria para nadie. Los fragmentos
de ponencias, tomados de un libro de actas de un congreso
académico, fueron publicados por un diario sensacionalis-

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ta, junto con la detallada historia del enfrentamiento con
Guasch, para alentar hipótesis escandalosas. Un periodista
imaginativo o astuto tomó literalmente el contenido de la
ponencia de Guasch y propuso la hipótesis de que Litvín se
había desmaterializado como consecuencia y culminación de
su tarea de traductora y (agregaba el periodista con dudosa
ironía) como confirmación involuntaria de las teorías de su
rival. Empezó a circular el rumor de que en la comunidad de
traductores se creía que había una lengua que era el estado
superior del mundo y al que los traductores podían acceder
antes que los demás. Pronto se sumaron especulaciones hasta
teológicas, y cuando empezó a circular la hipótesis fantástica
de que la traductora en realidad no había desaparecido sino
que su cuerpo se había hecho espíritu porque había alcanzado
el absoluto de la lengua de Dios, el episodio se transformó en
mención obligada de los programas de noticias y en asunto de
debate acalorado en las redes sociales. De pronto la traducción
se transformó en tema de conversación en bares y cafés, casi
nadie se privaba de especular sobre la naturaleza del lenguaje
y sus posibilidades.
Fue entonces, a menos de dos semanas de su desapari-
ción, cuando empezó a circular un mensaje con posibles pistas.
En ese mensaje, tomado seriamente por los investigadores
por la precisión de los detalles que incluía sobre Litvín, se
anunciaban los pasos a seguir para encontrarla. El problema
es que esas supuestas instrucciones, que cerraban el mensaje,
estaban incluidas en un par de párrafos escritos en una len-
gua incomprensible, y con letras que parecían provenir de un
alfabeto distorsionado o nuevo.

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Encuentros de la muerte y la razón

La mortalidad ha sido desde siempre la experiencia


límite por excelencia. No solo por ser el límite de la vida
y de lo conocido sino sobre todo por ser el límite o el
contorno de nuestra capacidad de encontrar o atribuir
sentido. La muerte es el evento real contra el que desde
siempre se ha estrellado la razón. En este ensayo nos
proponemos, teniendo como eje central el concepto
paradójico de agonía silogística (que se desarrolla más
adelante), un estudio comparativo de algunas reaccio-
nes de la filosofía frente a la muerte, concentrándonos
en dos figuras centrales más o menos contemporáneas
pertenecientes a culturas incomunicadas: el griego
Sócrates y el chino Chuang Tzu. Lo que a su vez nos
permitirá detenernos en dos de los sistemas filosóficos
más importantes de la antigüedad: el platonismo y el
taoísmo. Empecemos notando que ninguno de estos
dos pensadores escribió y que lo que sabemos sobre
ellos nos llega por lo que escribieron sus discípulos. Es
decir, empecemos notando que sus palabras son, desde
el inicio, las palabras de un muerto.

LA TRAMA SE COMPLICA

La Fundación de las Rosas hizo una investigación interna en


la que se descubrió que de una de las vitrinas de la sala faltaba
uno de los manuscritos exhibidos, que había sido reemplazado

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por una copia de mala calidad. Se trataba de una obra inédita
de un reconocido poeta visual ya muerto, un cuaderno cubier-
to en cada página con figuras, dibujos y esquemas carentes de
palabras, y cuyo sentido y criterio de organización general,
si lo tenía, permanecía impenetrable para los especialistas.
La vitrina estaba perfectamente cerrada y entera, no parecía
haber sido forzada, no había de hecho ninguna señal de que
alguien hubiera tratado de abrirla. ¿Había Sara Litvín robado
el manuscrito? Y en ese caso, ¿cómo? ¿Se había simplemente
desmaterializado? ¿O había que pensar en alguien que había
raptado a Litvín y además había robado el manuscrito? ¿O
no había ninguna relación entre los dos hechos? Una nueva
ausencia enigmática se sumaba a la primera. Este era ahora un
misterio de cuarto cerrado que incluía un misterio de cuarto
cerrado. Y no pude dejar de pensar que el manuscrito de con-
tenido inaccesible no dejaba de ser un tercer cuarto cerrado en
esa triple cadena concéntrica de la perplejidad.

ASUNTOS EXEGÉTICOS

En algún momento algo pasó, algún mal entendido se interpu-


so, porque lo que primero eran intentos más o menos graves de
descifrar esos párrafos incomprensibles para esclarecer un po-
sible asesinato, de pronto empezaron a ser envíos que parecían
destinados a algún tipo de concurso creativo de reglas cam-
biantes o contradictorias. Las propuestas más inesperadas em-
pezaron a llegar de distintos lugares del mundo. La Asociación
Voynich ofreció su ayuda, basada en cinco siglos de experiencia

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Se pesan las cosas en
kilos y en gramos,
pero lo que las hace
inamovibles son los
(fallida); un grupo de traducción experimental
pactos y el pasado.
propuso hacer una ultra-proto-neo-multi-tra-
Habría que cambiar los
ducción del texto; discípulos de Charles Bernstein
gestos, dejar de empujar
mandaron cien resultados distintos de traduccio-
con la cintura, levantar
nes posibles al inglés; desde Montevideo llegó la
una pierna y luego otra,
hipótesis de que se trataba de un derivado de la
como cuando se cruza
escritura en clave de Felisberto Hernández; un
un alambrado.
traductor de Armenia mandó una traducción a
Ese lugar del otro lado
una lengua totalmente incomprensible afirmando
es difícil de imaginar,
que las dos incomprensiones se cancelarían mu-
una sombra apenas.
tuamente y que el equilibrio semántico universal
Pero sabemos que
así restaurado revelaría los significados de ambos
existe, lo buscamos.
textos. El caos parecía haberse adueñado de las
noticias y de los acontecimientos.
La primera mitad de la solución provino de Campinas,
Brasil. Una profesora universitaria, especialista en historia
antigua de Medio Oriente, decía haber reconocido palabras
y fragmentos de frases en arameo o en algo muy parecido al
arameo, siempre que se aceptara una transcripción al alfabeto
romano por simple “asimilación mimético-analógica” (es
decir, si una letra parecía una A se la transcribía como A).
Las traducciones que propuso fueron ratificadas en casi todos
los casos por los especialistas en arameo consultados. La sola
mención de esta lengua disparó un sinnúmero de hipótesis
más o menos bíblicas que iban de los rollos del Mar Muerto a
los textos gnósticos de Nag Hammadi. Alguien debería publi-
car un volumen dedicado a las traducciones alternativas que se
propusieron, de una riqueza y variedad de resultados notable.
La segunda mitad de la solución llegó de Toronto, Ca-

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nadá. Un especialista en textos budistas estaba seguro de que
una parte del manuscrito (que coincidía con la parte que no
estaba en arameo) se correspondía con bastante aproximación
con palabras y frases en pali, la antigua lengua de los primeros
sutras. La combinación de las aproximativas traducciones del
arameo y del pali dio por resultado un texto relativamente
aquí
coherente que parecía ser la descripción de un lugar, aunque
ella baila
imposible de identificar con alguna precisión. En
subiendo la escalera
seguida empezaron a proliferar las interpretaciones,
del oído interior
menos de las características y la ubicación del lugar
acumula
descripto que de su posible significado. El consenso previsible
fragmentos
era que podía tratarse del lugar en el que se encon-
para protegerse del fuego
traba la traductora secuestrada. O su cadáver.

DIÁLOGO DE TRADUCTORES II

— Primero un artículo sobre máquinas de leer, después uno so-


bre la relación entre la muerte y la razón. Falta que me encarguen
traducir un texto sobre el tema del doble y ya tengo armado un
estudio sobre el género policial. A veces tengo la sensación de
que los textos azarosos que traduzco no son azarosos en abso-
luto sino que son seleccionados por alguien para que formen un
todo coherente, una especie de novela dictada por los fantasmas
de la torre de Babel, que además parece un comentario irónico
sobre lo que pasa en mi vida. Hablando de novelas, estuve
pensando en el caso de nuestra traductora. Me parece evidente
que está todo armado. La historia de su disolución en la lengua
absoluta, su supuesta desmaterialización en unión mística con

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la gramática de Dios, esa hipótesis disparatada basada en las
teorías esotéricas de Guasch fue puesta a circular para generar
atención y para no ser creída. Es una historia inventada para
esconder otra historia. Yo lo que creo es que es el mismo Guasch
el que la armó y la hizo circular, usando sus teorías esotéricas
para ocultar los verdaderos hechos tal vez atroces: que la mató,
la despedazó y la enterró en algún lado. Probablemente solo
quería hacerle pasar un mal rato pero las
Una ballena nada en una acequia.
cosas se descontrolaron y la tuvo
Una persona se arrastra por un médano.
que matar. Porque
Una frase busca un lugar en un texto escrito en otra lengua.
no podía tolerar
Un sentimiento, nacido del encuentro de dos desconocidos, se
la superioridad
enrosca en las raíces de un algarrobo.
de ella, por el
Alguien entra a una reunión familiar donde están sus hermanos,
rencor de los
sus padres, primos y tíos, con los que tiene una relación cercana, y
conflictos
no reconoce a nadie.
pasados, por haber perdido el concurso por el cargo
o por la acumulación de esos hechos a lo largo de los años, quién
sabe. Él siempre fue algo agresivo y de ego sensible.
—…
— Decime qué pensás. Hace rato que estás callada.
— Estoy de acuerdo en que está todo armado, pero hay algo
que no cierra en esa explicación. Parece demasiado obvia para
un hombre como Guasch, que si bien puede ser excéntrico o
provocativo sin duda es inteligente. Yo creo lo contrario, que
la que armó todo fue Litvín. Ella vio en la lista de reservas
que él tenía asignada la sala en el turno inmediatamente pos-
terior y decidió tenderle una trampa. Sabía que él iba a ser el
principal sospechoso, que el pasado de conflictos entre ellos
iba a ser recordado muy pronto, y sencillamente por rencor, o

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para ratificar su dominio sobre él, o por algo que puede haber
pasado entre ellos que desconocemos, decidió armar su propia
desaparición para que el acusado fuera él.
— No está mal la explicación, aunque queda el problema de
qué piensa hacer ella con su vida de ahora en adelante. Y agre-
go que no deja de ser gracioso ver a dos traductores haciendo
de detectives. Los dos deberíamos tener razón.
— Puede ser gracioso, pero no es tan sorprendente. Pensalo
así. Todo traductor cuando hace su trabajo es un razonador
que busca la solución de un problema, como un matemático.
Y avanza hacia esa solución con la intuición de las palabras,
como un poeta. ¿Te acordás del detective ideal de Poe, que
tenía que reunir las virtudes de la matemática y de la poesía?
Ese ideal en ningún otro oficio está mejor encarnado que en
el de traductor.

Ra felma tameca

Un pájaro negro irrumpe en el interior de una biblioteca


para repetirle al amante en duelo y sumido en la lectura
la verdad de lo que no quiere afrontar, escena en la que
parece cumplirse el propósito declarado por Michelet en
un celebrado ensayo: “Revelar al pájaro como alma, mos-
trar que es una persona”. ¿Pero qué es revelar un alma
sino poner en evidencia un lenguaje? O sea, mostrar lo
extranjero que hay en todo lo que quiere presentarse
como esencia, hacer evidente la cualidad fragmentaria
de aquello que podría tomarse como un todo homo-

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géneo, aunque más no sea gramaticalmente, y que en
realidad no hiciera más que girar sobre su propio vacío,
su punto ciego, su origen perdido u olvidado. Y sobre
todo mostrar, casi como si se lo estuviera exhibiendo,
la potencia significativa de lo ausente, la capacidad de
producir sentido a cargo de una materialidad que crea
junto a su ser tangible su propio doble intangible, su
oquedad, su espacio de sombra como repetición negativa
y complementaria de lo mismo. Como esa visión que
tuvo un santo penitente en el desierto que consistía en
una criatura que ni el recuerdo era capaz de modificar,
de naturaleza simultáneamente monstruosa y divina, y
que solo alcanzó a describir como un ser intolerable que
era mitad pájaro y mitad pájaro. Hay una canción posible
cuya letra es la matemática y cuya melodía es la sinrazón.
Ra felma tameca zabial mi, deno i gandres. Una frase de
sintaxis transparente y que sin embargo estuviera hecha
de partes incongruentes, que obligara a un eventual
exégeta a preguntarse no tanto por su proveniencia y su
origen como por su futuro y su destino, como si se tratara
de una frase que fuera no el resultado de transformacio-
nes lingüísticas pasadas sino que estuviera señalando
el devenir de una lengua que en su permanente trans-
formación no fuera más que una constante traducción,
una semántica hecha de pura promesa y de sentidos por
venir, una lengua cuya forma futura fuera, por decirlo
así, la de un pájaro infinito, de modo que la inmensidad
del espacio por el que volara, aún cuando estuviera en
permanente expansión, estuviera siempre dentro de sí.

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DIÁLOGO DE TRADUCTORES III

— ¿Y? ¿Te llegó el texto sobre dobles para traducir?


— No, pero me llegó una especie de tratado o de antología de
textos chamánicos y poéticos.
el negro de estas letras en una página blanca
No sé qué conexión puede
es tanto una ausencia como una presencia
tener con el policial pero alguna
marcada con un punto final
seguramente voy a descubrir. Empecé a
una ventana que da a otra ventana
traducirlos y todo el tiempo me parece
que hablan de otra cosa que no consigo traducir, como si al
mismo tiempo pidieran y resistieran ser traducidos. Tendría-
mos que traducirlos juntos.

RECONSTRUCCIÓN PARCIAL

En lo que sigue se transcribe una sucesión de hechos de rara


verosimilitud, de casualidades y de impericias narrativas
que cuentan con el atenuante de que así ocurrieron. Litvín y
Guasch, que se conocían desde la época de estudiantes y que
habían tenido una enemistad de años, se habían encontrado
unos meses antes en un museo de bellas artes del pequeño
pueblo de Vic-sur-Seille, en Francia. Los dos, sin saber que el
otro iba, habían sido invitados al congreso de la Asociación
Europea de Traductores y, aunque hubieran querido evitarlo,
una vez que se vieron frente a frente, tal vez porque lo insó-
lito de la situación hacía ridícula la confrontación, incluso
sorprendiéndose a sí mismos, empezaron a conversar. A esa
conversación siguió una larga noche y a esa noche unos días de

—26—
paseo por el sur de Francia. Los años de discordia les habían
ocurrido a dos avatares de ellos mismos a los que acababan
de declarar caducos y de los que ya no querían tener noticias.
Entre las muchas historias que intercambiaron, él contó una
sobre un manuscrito incomprensible escrito por su abuelo
materno, León Dordino, descendiente
¿es una canción o es un código
de judíos sefaradíes que antes de
lo que tenés que descifrar?
la expulsión se habían asentado en Andorra
(¿hay alguna diferencia?)
(el apellido original era D’Ordino).
¿es un recuerdo que olvidaste que tenías
Este abuelo de Guasch había vivido
o un sueño perdido
de sus actividades de comerciante intermitente,
cuya conmoción vuelve
aunque también era muy lector y había
con un dolor agudo en los talones?
dedicado años al estudio de las lenguas
sacras de la antigüedad, que llegó a conocer imperfectamente.
El manuscrito era en realidad una nota breve, escrita en un
papel levemente amarillo sin renglones, en la que según la
leyenda familiar estaban las instrucciones para encontrar un
cuadro valioso que, por enemistad con la familia, por rencor,
o por quién sabe qué razón recóndita, el abuelo había deci-
dido esconder. Si Guasch había encontrado la nota era solo
porque unos días antes de morir su abuela le había insistido
en que le preguntara al abuelo por el cuadro. “Que te lo diga
antes de que se muera”. El abuelo en realidad ya había muerto,
pero la insistencia del delirio agonizante de la abuela hizo que
Guasch fuera a revolver papeles viejos.
en el aire exponer
La nota estaba encabezada por una frase
perfectamente clara: “Acá está Jerónimo”. ahora invisible distancia
El resto era totalmente incomprensible, sigue meciéndome
escrito prolijamente a mano en una lengua
acá colgado alcanzo a oír

hormigas que marchan


—27— líneas que se alejan
indeterminada y en letras que apenas recuerdan a las del al-
fabeto romano.
Poco después de que Guasch contó esa historia, simple-
mente por codicia, porque existía la posibilidad, si bien remo-
ta, de enriquecerse con ese tesoro improbable, o tal vez porque
ambos sentían una renovada disposición para la aventura, o
por ambas razones a la vez, imaginaron el plan. Se pusieron
de acuerdo para fraguar la desaparición de ella justo antes del
congreso y generar la mayor conmoción posible en el mundo
de los traductores, de modo que muchos se interesaran por el
caso y se ampliaran las posibilidades de que alguien descifrara
el manuscrito, si es que estaba escrito en algo que pudiera ser
descifrado. Aprovecharon que en la Fundación de las Rosas
había escasa seguridad y ella simplemente esperó atrás de
una puerta a que él le hiciera señas cuando la secretaria de la
recepción se ausentara de su escritorio. Salió caminando del
edificio por la puerta principal, sin siquiera haber entrado a la
sala de la que supuestamente había desaparecido. El manuscri-
to incomprensible del abuelo es desde luego el texto incluido
en el mensaje que siguió a su desaparición. Después no hubo
más que sugerir que esas notas incomprensibles podían re-
velar el paradero de la desaparecida y esperar los resultados,
mientras ella estaba en un hotel de una playa de invierno
alojada bajo otro nombre. De paso descubrieron que podían
divertirse lanzando o sugiriendo hi-
escribí una carta
pótesis descabelladas. Por supuesto,
dirigida a mí misma
eran ellos mismos los que habían he-
necesitaba darme cuen
cho llegar al periodismo esos párrafos
por qué yo
aislados, debidamente retocados, y
cómo yo
resultó ser que
en aquel hurac
—28—
los que se aseguraron de que se hicieran circular. De todos
modos, las mejores hipótesis que se propusieron no tuvieron
que ver con ellos sino con lo que otros hacían con las pocas
piezas de realidad que ellos habían parcialmente modelado.
El plan salió tan bien que siguiendo las vagas instrucciones
tentativamente traducidas,
Experimentar el “montaje puro” en tiempo
casi balbuceadas, y después
real. Los ángulos reemplazan a los cortes.
de algunos intentos fallidos,
Un plato de sopa, curvas blancas, sombras
encontraron el cuadro. Esta-
rectas. Una niña en un ataúd, un no blanco
ba enterrado, cuidadosamen-
sobre blanco sobre blanco. Una mujer
te envuelto y protegido, en el
estirada en un diván, una curva natural
fondo de un modesto campo
contra una curva fabricada. ¿Es lo mismo si
de la familia en el que Arturo
no hay alguien que nos devuelva la mirada?
había pasado algunos vera-
¿Podemos ver esas diferencias en nuestra
nos de infancia. Se trataba de
propia cara?
uno de los famosos retratos
de San Jerónimo hechos por el pintor francés Georges de La
Tour en el s. XVII. Lo vendieron por una pequeña fortuna y
desaparecieron.

NOTAS EN UN CUADERNO DE COMPOSICIÓN

Buen material para un día escribir mi propio misterio de


cuarto cerrado. Me gusta la
¿Cómo voy a saber dónde poner las cosas?
simetría de generar una desa-
parición (la de la traductora) para resolver otra (la del cuadro).
Y generar un misterio (el del cuarto cerrado) para resolver otro
(el del manuscrito).

¿Cómo voy a distinguir lo que


—29—
es natural?

Pero habría que eliminar las torpezas, o usarlas de otra manera.


Como el manuscrito robado de la Fundación, que no tiene una
función concreta y se mezcla con
¿Cuál es la melodía del reemplazo?
el otro, como si no fuera más que
una duplicación arbitraria. ¿Eliminarlo? O imaginarle una
historia completa y que el cuento sea un doble misterio, con
enigmas por momentos convergentes y por momentos diver-
gentes. ¿Quién se lo llevó? La mejor opción sería sugerir (pero
no confirmar) que haya sido la misma Litvín. Que una vez
instilado en ella el deseo de tener un original valioso sintió el
deseo de tener otro, especialmente uno que estaba al alcance de
la mano. Simplemente probó de abrir la vitrina y pudo hacerlo
con cierta facilidad. Miró el manuscrito con atención, hizo
una copia aproxi-
¿qué
mada de algunas
podés aprender de ella?
páginas y un día
lo reemplazó. Es
su habilidad para girar sobre el dolor
particularmente
transformarlo en movimiento, velocidad, placer
elegante la con-
tradicción entre
tan simple, si podemos reproducir la misma melodía:
el deseo de po-
las ruinas serán los cimientos
seer originales y
caminar, la prueba forense de la existencia
la práctica siste-
mática de la tra-
ducción (recordar al traductor que dijo que buscaba hacer
traducciones que lograran lo que por definición una traducción
no puede lograr: irradiar la potencia de lo único; buscar cita).

—30—
Considerar el nombre Georges de La Tour como posible seudó-
nimo: combina el nombre de Perec con un apellido puramente
babélico.

Policial y traducción: la conexión está en el origen mismo del


género. Recordar que el primer detective resuelve el primer
misterio, el de los asesinatos de la Rue Morgue, con dotes de
traductor: hay un mensaje cacofónico en un idioma indiscer-
nible, que parece ser todas las lenguas y ninguna, al que hay
que darle sentido.

Incluir reflexiones o citas sobre traducción. Incorporar textos


traducidos. La traducción como hecho violento: “Toda tra-
ducción violenta la lengua a la que entra. Algo que está afuera
invade el inte-
Tus teclas están listas para golpear la cinta
rior de un es-
quisieras que quedaran tus huellas digitales
pacio diferente.
¿pero cómo podrías marcarla?
Es como si de
El pájaro que va a nacer
pronto alguien
de este huevo
arrastrara un
se parece a una cigarra que cuenta
árbol caído por
los segundos con la vibración de sus costillas
el living de tu
El pájaro que va a nacer de este huevo
casa.” Don Mee
canta una canción de campanas y tinta
Choi: “Trans-
Quisieras haber hecho esto
late me and I’ll
pero al hacerlo sentirás impaciencia
kill you”. Marpa
Quisieras haber visto esto
Lotsawa: “Tra-
pero al verlo pensarás en otras cosas
to de traducir a
(el pelo de esa mujer, la cuenta del teléfono,
el tobillo que te pica, el gobierno)

—31—
una lengua que parezca derivada no del canto sino de la furia
de los pájaros.”

Hacer un apartado (o un capítulo) que reflexione sobre dos


tipos de detectives y la eficacia de sus méto-
árbol materno
dos disímiles: el detective socrático, que
y agua paterna
procede metódicamente mediante la
inmaculados en mí
mayéutica interrogatoria, y el detective
recibo
taoísta, que procede paradójicamen-
a medida que avanzo
te mediante la acción pasiva,
tus pensamientos más fuertes
la acción no deliberada del acto
intuitivo y espontáneo.

Michelet: “Ambas cosas, la una difícil y la otra, al parecer,


imposible, las ha realizado el pájaro.”

Enfocarse en el filólogo sacro aficionado y criptógrafo oca-


sional León Dordino. ¿Por qué Dordino, que no era rico, no
vendió él mismo
mente errante/ flor invertida/ corazón agitado
el cuadro? Tal vez
tenue titilar/ amplitud del espectro/ el tiempo se detiene
no lo pudo vender
por alguna razón pero pensaba hacerlo más adelante. En ese
caso Dordino escribió esas notas para él, no para otros. ¿Trans-
formar todo en una novela? El primer capítulo podría ser la
historia de Dordino, que incluya el relato de cómo consiguió
el cuadro o cómo le llegó, y de cómo, a partir de su interés
en la Torá, terminó queriendo aprender las lenguas muertas
con las que se escribieron los textos sagrados de las grandes

—32—
religiones. Dordino se interesa por un problema de traducción
en particular: los hapax legomena.

Títulos posibles: “El misterio de las Rosas”; “Los traductores


imperfectos”; “La culpabilidad de los inocentes”; “Hacia el
pájaro”; “Traducciones bárbaras”; “Criminales involuntarios”;
“Los detectives de Babel”.

Retomar reflexión a partir de la contemplación de las letras


y reescribirla. Usarla, tal vez como comienzo. Cambiar el eje
del enigma, que no sea una letra necesariamente. O hacer que
el enigma sea para la letra P pero que la solución finalmente
resulte ser la B, de la que la P es una versión incompleta. O
mejor aún: hacer que el enigma sea para la letra B pero que la
solución resulte ser la P, porque las mejores soluciones son las
que dejan un espacio vacío.

Pensar el final. Algunas alternativas serían: el cuadro es auténtico


y caro, lo venden y se quedan con la plata; el cuadro es auténtico
y caro, pero les gusta tanto que no lo venden para poder mirarlo;
el cuadro es auténtico y caro, pero cuando lo intentan vender
se enteran de que es robado y lo tienen que devolver; el cuadro
es falso, van presos por intentar venderlo; el cuadro es falso,
León Dordino no lo sabía; el cuadro es falso, León Dordino lo
sabía. O tal vez se pueden dejar todos estos finales y hacer que
todos ocurran. Sería un cuento no de final abierto sino de final
ramificado, arborescente.

—33—
CONVERSACIÓN ENTRE TRADUCTORES IV

— Parece que los hermanos se enteraron y lo están buscando.


— Que lo busquen en el cielo de los traductores.
— Este caso es
Fundir el día en la noche o la noche en el día
casi grotesco en su
Fundir el afuera en el adentro o el adentro en el afuera
literalidad, pero
Fundir el negro en el blanco o el blanco en el negro
no deja de ser un
Fundir el sonido en el ojo o el ojo en el sonido
recordatorio de
Fundir un círculo en un círculo un círculo en un círculo en un
que no hay mejor
El punto de fusión: dónde
fuente de enigmas
que una familia.
— No hay familia que no sea un cuarto cerrado lleno de gente
en el que pasan cosas inexplicables, dijo ella con una sonrisa.
— Y pareciera que tampoco hay traducción inocente.
— Como dijo alguien, nunca se sabe para quién se traduce.

—34—
la tarea
es respirar
desde adentro de tu centro
hasta que olvidás la idea
hasta que olvidás que olvidaste la idea
hasta que olvidás que olvidaste
y el afuera se mete en tu interior
sin romper nada

—35—
TRANSCREACIONES

El misterio de cuarto cerrado es un encargo que Claudia Fontes hizo a


Pablo M. Ruiz en ocasión de la exposición El pájaro lento curada por
Fontes para la 33a Bienal de São Paulo. El pedido consistió en crear
un cuento policial cuya trama tuviese una relación transversal con
las obras de arte allí expuestas. Estas obras respondieron de distintas
maneras a la posibilidad de que dos modos de entendimiento apa-
rentemente incompatibles, como el analítico y el poético, convivan
y se potencien el uno al otro.
El género policial, inventado por Edgar Allan Poe en 1841,
buscó reunir estos dos modos de entendimiento que se concebían
como separados desde el surgimiento del racionalismo en el siglo
XVIII. Resultó pertinente entonces el encargo de un cuento policial
que abordara conceptos claves de la estrategia curatorial al tiempo
que dialogara con transcreaciones, textos lúdicos y poéticos inspira-
dos en las obras expuestas en El pájaro lento.
El concepto de “transcreación” fue propuesto por el poe-
ta concretista brasileño Haroldo de Campos para referirse a su
concepción de la traducción literaria. Es un concepto que busca
destacar el componente creativo e intelectual de la actividad del
traductor, en la que el producto final no es secundario con respecto
a un original sino que tiene una jerarquía equivalente como nuevo
objeto de creación.
Nosotros buscamos homenajear a Haroldo de Campos adap-
tando libremente su concepto de transcreación para aplicarlo a una
relación posible entre obra de arte y lenguaje, entre imagen y palabra.
No son textos explicativos sino que entablan un diálogo con la obra,
expandiendo el potencial de su significado. No tienen un formato

—36—
predeterminado y pueden ser el resultado de procedimientos y so-
luciones creativas diversas.
Las transcreaciones incluidas en este libro fueron escritas
por miembros del Outranspo, un grupo de escritores, traductores e
investigadores dedicado a la traducción creativa y experimental, del
cual Ruiz es uno de los fundadores.
A continuación se incluyen las referencias a las transcreaciones
con el nombre del autor de cada una y la obra que les dio origen:

P. 21. Magdalena Cámpora


sobre La respuesta de las cosas, de Paola Sferco.
P. 22. Rachel Galvin
sobre P. for Possible, de Daniel Bozhkov.
P. 23. Pablo Martín Ruiz
sobre The Living Room, de Roderick Hietbrink.
P. 26. Chris Clarke
sobre Hidden Sun, de Žilvinas Landzbergas.
P. 27 (1). Rachel Galvin
sobre Ex Situ, de Sebastián Castagna.
P. 27 (2). Jean-Jacques Poucel
sobre You Can’t Imagine Nothing, de Ben Rivers.
P. 28. Camille Bloomfield
sobre Content, de Katrín Sigurdadóttir.
P. 29. Chris Clarke
sobre la obra sin título de Elba Bairon.
P. 29-30. Rachel Galvin
sobre La respuesta de las cosas, de Paola Sferco.
P. 30. Rachel Galvin
sobre P. for Possible, de Daniel Bozhkov.

—37—
P. 31. Rachel Galvin
sobre la obra sin título de Elba Bairon.
P. 32 (1). Camille Bloomfield
sobre Content, de Katrín Sigurdadóttir.
P. 32 (2). Jean-Jacques Poucel
sobre You Can’t Imagine Nothing, de Ben Rivers.
P. 34. Irène Gayraud
sobre Ex Situ, de Sebastián Castagna.
P. 35. Rachel Galvin
sobre Hidden Sun, de Žilvinas Landzbergas.

Excepto la primera y la tercera, las transcreaciones fueron escritas


en inglés. La traducción al español fue realizada por Pablo M. Ruiz.

La secuencia a partir del epígrafe de Clarice Lispector fue realizada


por Pablo M. Ruiz.

Imagen de tapa:
Fragmento de Nota al pie*.
Obra de Claudia Fontes realizada para El pájaro lento.
Cuento policial y ornamentos de porcelana
rotos por pájaros en 5500 fragmentos,
cubiertos en tela de algodón cosida a mano.
2018

*Nota al pie puede considerarse como una transcreación


de El misterio de cuarto cerrado, a la vez que como el texto
curatorial de El pájaro lento.

—38—
EL PÁJARO LENTO

Editorial: Fundação Bienal de São Paulo 


Foto de tapa: Daniel Malva
Diseño gráfico: María Heinberg
Impresión: Leograf

Prefijo editorial: 85298


ISBN: 978-85-85298-67-8 
Título: The Locked-Room Mystery = El misterio de cuarto cerrado 
Tipo de soporte: Papel

© Copyright de la publicación: Fundação Bienal de São Paulo. Todos


los derechos reservados. Este libro fue publicado en ocasión de la 33ª
Bienal de São Paulo – Afinidades afectivas, realizada entre el 7 de
septiembre y el 9 de diciembre de 2018, en el Pabellón Ciccillo Mata-
razzo, Parque Ibirapuera, San Pablo.

Las imágenes y los textos reproducidos en esta publicación fueron


cedidos por artistas, fotógrafos, escritores o representantes legales y
están protegidos por leyes y contratos de derechos autorales. Ningún
uso está permitido sin autorización de la Bienal de São Paulo, de los
artistas y de los fotógrafos. Se hicieron todos los esfuerzos para localizar
a los poseedores de derechos de las obras reproducidas, pero no siempre
fue posible hacerlo. Corregiremos a la brevedad cualquier omisión, en
caso de que nos sea comunicada.

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