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al Abuelo
Un camino hacia ti mismo
Por
Juan B Mejía V
PRESENTACIÓN
PREÁMBULO
CAPITULO I
CAPITULO II
CAPITULO III
CAPITULO IV
CAPITULO V
CAPITULO VI
CAPITULO VII
CAPITULO VIII
CAPITULO IX
CAPITULO X
CAPITULO XI
CAPITULO XII
CAPITULO XIII
CAPITULO XIV
CAPITULO XV
CAPITULO XVI
CAPITULO XVII
El muchacho había tenido un nuevo roce con su primo, pero como se había
comprometido a aceptar los consejos del abuelo con respecto al dominio
personal, se contuvo, para no generar una pelea por la agresión de la que
acababa de ser objeto. No obstante, su pulso se alteró y su semblante se
endureció a consecuencia del altercado. Al verlo llegar a casa, el abuelo notó
su expresión de disgusto; entonces se le acercó y le inquirió:
- ¿Has tenido alguna contrariedad hijo?
- Es que mi primo es un muchacho malo, abuelo.
- Primero, vamos a poner algo en claro: no hay personas malas ni personas
buenas. Por lo tanto, no hay chicos malos ni chicos buenos. Sólo hay personas,
o muchachos que realizan buenas o malas acciones.
- Pero mi primo se portó muy mal conmigo.
- El hecho de que alguien realice una mala acción con nosotros no quiere
decir que esa persona sea mala, sólo está indicando un acto inconsciente de
alguien hacia nosotros, como tú mismo lo acabas de decir, que alguien se portó
mal contigo.
- De acuerdo, abuelo. Mi primo no es un chico malo, pero realizó una mala
acción conmigo.
- ¿Y cuál fue la mala acción de tu primo?
- Yo llevaba en la mano unas figuras del álbum de futbolistas que estoy
coleccionando y al vérmelas, me las arrebató y me dijo que las quería para él.
Le pedí que me las devolviera y respondió que no lo haría, que ya eran suyas.
Me dio mucha ira, pero como te prometí que seguiría tus recomendaciones
sobre conservar la calma, no quise hacer nada para impedir que se quedara con
ellas.
- ¡Felicitaciones! Esa es una acción que denota mucho valor. Contener un
impulso violento es la mejor muestra de que una persona está obteniendo un
gran dominio personal y te augura un éxito inmenso en tu vida de adulto. Lo
de las figuras ya veremos como lo arreglamos calmadamente con la ayuda de
tu tía. Ahora lo que debes empezar a pensar es en el control de la ira.
- ¡Abuelo! ¡Es algo muy difícil de manejar!
- Desde luego que es muy difícil, mas no imposible. Tampoco te estoy
diciendo que tengas que dejar de sentir ira, eso sería absurdo. Por el contrario,
debes aceptarla y sentirla. Pero así como en una gran muestra de autodominio,
lograste superar un impulso violento, debes evitar que la ira se quede contigo
más tiempo del necesario, ya que si lo permites, envenena tu sangre y afecta tu
organismo.
- Ahora sí creo que estás desvariando, abuelo. Primero me dices que debo
manejar la ira y luego me dices que debo sentirla. ¿Cómo es eso?
- La ira es una emoción que llega sin que nosotros la llamemos, como
respuesta a un acontecimiento que nos parece inaceptable; por ello, es
perfectamente normal que se presente en nosotros. Pero tan pronto como la
percibamos, debemos racionalizarla y quitarle de esta manera su nocivo poder.
Si logramos devolverle la calma a nuestro ser, habremos ganado una nueva
batalla en nuestra lucha por el dominio de nosotros mismos y así evitamos que
nuestro organismo se intoxique con una gran cantidad de secreciones que
generan nuestras glándulas como resultado de un acceso de ira incontrolado y
que a la larga terminan afectando nuestra salud.
- ¡Ah! Ya comprendo de qué se trata ¿Pero cómo puede lograrse esa
racionalización de la ira?
- Se logra mediante una actitud vigilante de nuestra parte, para que cuando
llegue el acceso de ira, nuestra mente esté atenta a rebajarle la intensidad a la
emoción negativa y de esta forma evitamos que crezca y nos descontrole.
Desde luego, que para lograr este dominio es preciso que tomemos
consciencia de que los demás no pueden incomodarnos a menos que nosotros
lo permitamos.
- ¿Crees que yo permití que mi primo me molestara?
- Tú eres lo que eres, independientemente de lo que digan o piensen los
demás. Si no te sientes ofendido por una acción inadecuada de otro, no hay
ofensa real, y si no hay ofensa, no hay motivo de ira.
- Quieres decir que cuando alguien me ofende ¿Debo hacer como si no me
molestara?
- Es algo más profundo. Debes tomar consciencia de que nadie te ofende.
Eres tú mismo quien decide ofenderse o no con un acto o expresión de otra
persona. Por ejemplo, recuerdas una ocasión en que tu tía te dijo: ¡Amorzote!
¿Y te enojaste con ella? En cambio recuerda otra ocasión en que tu primo te
dijo: ¡Hola cabezón! ¿Pero no le diste ninguna importancia? La diferencia en
la reacción que tuviste en las dos ocasiones la determina solamente la actitud.
La actitud de tu tía al expresarte una palabra aparentemente cariñosa, no
generó en ti una actitud positiva y por ello reaccionaste negativamente. En
cambio, la actitud de tu primo al proferir una expresión aparentemente
insultante, no fue ofensiva y por esta razón la actitud que generó en ti fue
positiva y reaccionaste conforme a la actitud de él.
- Ahora sí lo tengo bien claro, abuelo.
CAPITULO XVIII
CAPITULO XIX
CAPITULO XX
CAPITULO XXI
CAPITULO XXII
CAPITULO XXIV
CAPITULO XXV
CAPITULO XXVI
El joven había tenido un nuevo altercado con su primo, pero esta vez no
había permitido que la ira lo alterara y logró conservar el control de sí mismo,
tal como le había enseñado su abuelo tiempo atrás. Como siempre, iba en
busca de su ancestro para comentarle lo sucedido, en procura de respuesta para
las inquietudes que se le presentaban.
- Abuelo, ¡mi primo es un patán!
- ¿Qué sucedió ahora?
- Estaba yo sentado con unos amigos en el parque y tenía aprisionado el
balón bajo mi pie. De repente se acercó mi primo y sin mediar palabra y sin
razón para ello, pateó mi balón con fuerza y lo hizo rodar lejos. Me levanté,
corrí por el balón y en lugar de regresar donde ellos, me vine a casa.
- ¡Haces que me sienta muy orgulloso de ti, muchacho! Esa es la actitud de
una persona dueña de sí misma y además, es la mejor actitud para construir la
paz. Pero déjame hacerte una observación: dijiste que tu primo es un patán. No
está bien que pongas etiquetas a las personas.
- No es ninguna etiqueta abuelo, es tan sólo un calificativo muy castizo.
- Los calificativos con ser muy castizos, son meras etiquetas que ponemos
a las personas y esto es incorrecto. Al calificar de esta manera a tu primo o a
cualquier otra persona, estás definiendo a esa persona como si todo el tiempo
fuese ese su comportamiento, como si definitivamente en todo momento
actuase como tal, como si sus pensamientos, sentimientos y actos estuviesen
circunscritos a esa definición, lo cual no es cierto bajo ningún aspecto. Tal vez
sea mejor decir: “mi primo se comportó como un patán”, lo cual da una idea
más adecuada de los hechos, ya que él tuvo un comportamiento que puede
calificarse como tú quieras, pero él en ningún momento es ese calificativo que
le aplicas.
- ¿Cuando usamos un calificativo para referirnos a alguien, estamos
definiéndolo con esa expresión?
- A menudo empleamos palabras para referirnos a las personas, con las
cuales tratamos de definirlas, pero no es adecuado ni conveniente hacerlo. Si
por ejemplo ves a alguien con cara de tristeza, no debes decir: “esa persona es
triste”, ya que estarías definiéndola como si todo en ella fuese triste por todo el
tiempo; lo correcto es expresar: “esa persona está triste”, que indica que ese
ser humano está pasando momentáneamente por un estado de tristeza.
- ¿Es tan delicada la forma como usamos las palabras para referirnos a
alguien?
- En todo momento es muy importante la forma como nos expresamos
respecto a las personas y los hechos, pero especialmente cuando intentamos
describir una característica o estado de ellas, debemos tener cuidado de hacer
claridad en que estas cualidades son cambiantes y pasajeras, y no permanentes
como se pretende expresar muchas veces.
- Ahora que me has ayudado a despejar la mente en este aspecto ¿Podrías
ayudarme con otra inquietud que tengo?
- ¡Soy todo oídos!
- Hace algunos años me explicaste que debíamos manejar nuestra energía
sexual en forma responsable y he procurado seguir tus enseñanzas, que
además de sabias me han proporcionado grandes beneficios y evitado muchos
sinsabores. No obstante, en los últimos meses he experimentado una serie de
emociones muy fuertes, sobre todo en presencia de algunas chicas que me
atraen poderosamente, y hay algunas que me incitan a tener relaciones
sexuales con ellas, asegurando que ello es perfectamente normal, que lo
anormal es mi forma de pensar y de actuar. Mis amigos se burlan de mí porque
no hago lo que ellos, dar rienda suelta a las emociones que los acosan y
satisfacer sus instintos.
- La sociedad actual preconiza que dar rienda suelta al instinto sexual es lo
mejor, pero como te he explicado en otras ocasiones, ese, a pesar de ser el
camino seguido por la mayoría, es incorrecto y nos lleva en contravía de
nuestro desarrollo evolutivo.
- Esa mayoría ejerce mucha presión para que sigamos su conducta, abuelo.
- La persona de fuertes convicciones y férrea voluntad tiene el valor de
decir NO aun cuando los demás digan SÍ, y posee fortaleza suficiente para
mantener su determinación.
- Por supuesto que soy consciente de que ceder a esas insinuaciones sería
echar por tierra un trabajo muy valioso que he venido haciendo, pero me
encuentro acosado por sensaciones y pensamientos eróticos, que a veces me
dan la impresión de que están a punto de hacerme claudicar en mi empeño.
¿Hay algo que pueda hacer para sortear esta gran dificultad que se me está
presentando?
- Desde luego que la hay. En tu organismo se está despertando la serpiente
con un ímpetu arrollador.
- ¿He hecho algo malo para que se despierte?
- ¡Nada de eso hijo! Es un proceso perfectamente natural. La etapa de
desarrollo que se está presentando en tu organismo señala el momento en que
tus energías sexuales cobran fuerza y pueden impulsarte a realizaciones
maravillosas si las encauzas en la forma adecuada o llevarte al infierno
(simbólicamente hablando) si te dejas dominar por ellas y cedes a los impulsos
animales que bullen en ti, si cedes a las tentaciones que te están acosando.
- ¡Tú me has dicho que el infierno no existe!
- Por eso te he dicho que hablo simbólicamente. El infierno como lo
describen las religiones, como un lugar de castigo al que son enviadas las
almas de aquellos que no se conforman a las normas que ellos han prescrito,
no existe. El infierno es un estado del ser humano al cual se llega si se violan
las leyes naturales que rigen el manejo de la energía generadora. El mal uso
que se haga de esta energía acarrea una serie de trastornos a todo nivel, que
hacen que nuestra vida se convierta en un infierno a medida que nos vamos
hundiendo en la degeneración.
- Está bien abuelo, ya lo comprendí. ¿Pero cómo puedo superar esta
dificultad?
- Sublimando las energías que se están despertando en ti. Esta sublimación
se logra mediante la admiración de la otra polaridad (las personas del otro
sexo), admirarla con devoción, no con lascivia, sentir su belleza, percibir su
armonía, disfrutar su compañía, compenetrarnos de su sensibilidad.
- ¿Las mujeres poseen mayor sensibilidad que los hombres?
- La mujer por naturaleza tiene una mayor sensibilidad que el hombre,
aunque en la época actual muchas mujeres han sido formadas como varones y
han caído en una especie de degeneración, perdiendo una parte de su
sensibilidad, y haciendo que en ellas se despierte la lascivia que hasta hace
poco era mayormente característica del hombre. Por esta razón te incitan a
retozar con ellas, ya que han sido acostumbradas a permitir que sus amigos del
sexo masculino las conviertan en juguetes sexuales.
- Bien abuelo, volvamos por favor al tema de la sublimación. ¿Es
suficiente que admire a las mujeres en forma sana y limpia, sin dejarme llevar
de la emoción y el deseo?
- No es suficiente. Es preciso que a diario realices un ejercicio que voy a
enseñarte, para que eleves esa poderosa energía que se produce en tu ser, y la
conviertas en elemento de crecimiento espiritual y de desarrollo evolutivo. El
ejercicio es el siguiente. Te ubicas en un lugar tranquilo, donde puedas estar
por unos minutos sin ser interrumpido, y sentado, con la espalda recta sin
recostarte en el espaldar, relajas completamente tu cuerpo. Una vez
conseguido el estado ideal de relajación, respiras profunda y suavemente
visualizando cómo el aire entra por tu sistema respiratorio en forma de una
energía que puedes percibir como una luz blanca muy intensa, la cual llena
completamente tus pulmones hasta la base del abdomen, luego esta energía la
llevas con el pensamiento a tu centro sexual, de allí la envías al coxis, que es
la base de la columna vertebral y de allí la asciendes por la médula espinal
hasta llegar a la altura del corazón. De allí la llevas al corazón e imaginas
cómo estalla en un inmenso destello de energía lumínica que envuelve todo tu
ser, se expande como un poderoso sol inundando tu casa, el barrio, la ciudad,
el país, el mundo, el universo y a través de esa energía envías con tu
pensamiento un mensaje de amor, paz y armonía al universo y a todos los
seres que existen en él.
- ¡Suena como algo fantástico!
- Pero muy efectivo si le pones empeño y lo realizas con devoción.
- ¡Dalo por hecho! ¡No sé qué haría yo sin tus sabias enseñanzas!
- Ten la certeza de que la providencia conoce nuestros merecimientos y
potencialidades, y siempre pone a nuestro lado seres que nos ofrecen
orientación adecuada en el momento que tengamos necesidad de ella.
- Me preocupa que entre las mujeres que conozco no encuentro una de la
que pueda llegar a enamorarme.
- El enamoramiento no es amor sino apego, y ya te he explicado lo nocivos
que son los apegos, ya que nos roban la calma cuando perdemos o estamos a
punto de perder la causa de nuestros deseos.
- Lo sé abuelo, quise decir, una mujer que considere adecuada para llegar a
ser mi esposa.
- Es muy pronto para que pienses en matrimonio. Debes primero concluir
una carrera y definir tu situación laboral, antes de aspirar a casarte. Mientras
esto sucede, irás adquiriendo una mayor madurez, que es cualidad muy
importante para que tengas un buen hogar. De todas maneras, no debes
preocuparte por ello, en el momento adecuado encontrarás una mujer que llene
tus expectativas, conforme a tus méritos.
CAPITULO XXVII
EPÍLOGO