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Descartes, el punto de arranque de la modernidad filosofica «Pienso, luego existo» («cogito, ergo sum»), celebradas palabras que to- dos habremos escuchado o leido alguna vez. es la sentencia mas conoci- da del fildsofo francés por excelencia, René Descartes, y una de las més populares de la historia del pensamiento. Es preciso reconocer que en un primer momento tales palabras pueden parecer un tanto oscuras, cuando no directamente triviales, por obvias. «Pienso, existo», nos re- petimos; muy bien, pero zqué més?, gdénde esta el meollo?, gocultan al- gin misterio accesible solo a los iniciados 0 son una solemne futilidad? Este tipo de interrogantes no son privativos de Descartes; segu- ramente ocurra lo mismo con otros muchos filésofos de igual fama. Nuestra tradicién nos los ha legado y se supone que es bueno que los podamos conocer, aunque sus palabras no sean del todo claras. Simplemente, nos decimos, forman parte del canon y asi los hemos de considerar. Aunque la aceptacién de tales afirmaciones porque si, porque es lo que est prescrito, sea en cierto modo lo mas antifilos6- fico que exista, es preciso comenzar por algiin punto. No queda otro to ‘Descartes remedio. Esta es, pues, nuestra particular «peticién de principio», la asuncién de entrada, bas4ndonos en la tradicién, de lo que solo serfa posible concluir al final y de modo racional: mostrar que Descartes es uno de los grandes del pensamiento filoséfico. Quedaré a juicio del lector considerar si el enunciado «pienso, soy» (o simplemente el co- gito, como normalmente se le conace) es un buen emblema de la filo- sofia cartesiana o no. Descartes, el padre de la filosofia moderna La tradicién filoséfica ha considerado a Descartes el «padre de la mo- dernidad», titulo sin duda relevante y acaso algo pomposo, pero en todo caso, motivo mas que suficiente para que le prestemos atencién. En efecto, como sefalan los manuales de historia de la filosofia, con él perecié la imagen del mundo creada en la Antigiiedad, la que for- jaron Platén y Aristételes (y que el cristianismo medieval conservé y alimenté), y con él se alumbré un mundo nuevo -el nuestro- que surgié con el establecimiento de la ciencia moderna. Si, la ciencia de cardcter empirico-experimental que hoy todos conocemos. Estas son las coordenadas desde las que hemos de leer a Descartes. Nuestro protagonista pertenecié a la generacién de filésofos que fundaron la nueva ciencia responsable de finiquitar el paradigma an- tiguo del saber. Una revolucién en el conocimiento que tuvo hondisi- mas repercusiones culturales de las que actualmente apenas podemos hacernos una idea cabal. Descartes desempefié un rol fundamental en este movimiento, no solo por su contribucién como cientifico, en el sentido usual, sino también por su esfuerzo en proporcionar las bases filos6ficas del nuevo saber, tanto en sus dimensiones metafisicas (qué es la realidad, cudles son sus propiedades basicas) como en las episte- ‘Descartes, ef punto de arranque de la modernudad filaséfica n moldgicas (qué criterios definen la verdad, qué y cé6mo podemos co- nocer). Ademés de colaborar en la gestacién del nuevo conocimiento, al igual que hicieron otros hombres de ciencia contempordneos, |es- cartes determiné de manera explicita, a partir de un programa filosé- fico muy consciente, las nuevas ideas del ser y del conocimiento que iban imponiéndose. Semejante empresa fue lo que realmente elevé su obra por encima de las demés, lo que le otorgé una fama imperecedera y un lugar en la historia de la filosofia y la razén por la que hoy en dia sigue valiendo la pena que nos ocupemos de él. Ciertamente, con Descartes y la nueva interpretacién de la realidad y del conocimiento que necesitaba la ciencia moderna, comenzé un nue- vo camino en el mundo de las ideas, hasta el punto de representar una auténtica fractura con relacién a toda la filosofia anterior. A partir de sus tesis y planteamientos, y también confrontdndolos, todos los filésofos posteriores tuvieron que posicionarse. Se sucedieron las problematicas y las discusiones, cuyas evoluciones dieron lugar a las distintas familias filoséficas con las que, convencionalmente, las historias del pensamien- to han intentado ordenar su desbordante historia. En diélogo con su obra, prosiguiendo sus motivos fundamentales u oponiéndose a ellos, entraron en escena los otros filésofos que la tradicién ha considerado como canénicos de la modernidad filoséfica. Pascal (1623-1662), Male- branche (1638-1715), Spinoza (1632-1677) o Leibniz (1646-1716) en la Europa continental; Hobbes (1588-1679), Locke (1632-1704), Berkeley (1685-1753) y Hume (1711-1776) en el mundo anglosajén; ninguno de ellos ni de sus discusiones compartidas podrian entenderse sin remitir a Descartes y a los problemas por él planteados. El alcance de todos estos cambios en la ontologia (modo de en- tender el ser) o la epistemologfa (teor{a del conocimiento) lo iremos viendo en este volumen, mientras exponemos sistematicamente la fi- losofia de Descartes.

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