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1.

Recomendaciones para lograr


que este libro sea realmente productivo

Diferentes instituciones pedagógicas a nivel mundial han manifestado su


preocupación por la escasa asimilación que tienen los alumnos al asistir a una
clase, en una conferencia o durante el estudio, en donde normalmente asimilan
de 15 a 20% de la información transmitida o leída. La excepción a esta regla se
da en el 2% de las personas, que logran asimilar hasta el 95%. ¿Cuál es la
diferencia entre unas y otras?

Usted seguramente ha sido testigo de que existen niños que sin necesidad de
estudiar intensamente obtienen magnificas calificaciones en el colegio; en
cambio, la gran mayoría sufre bastante para obtener una calificación
aprobatoria. Otro ejemplo es que muchas veces tenemos que releer algún
escrito porque de la primera lectura retuvimos muy poco. La diferencia es la
concentración. Desde luego, algunas personas dominan en forma innata este
proceso. Tal cualidad no sólo se posee como un don natural, sino que se puede
adquirir, es decir, es un proceso cognoscitivo, uno se puede entrenar en los
procedimientos de concentración.

Para poder comprender correctamente en qué consiste el proceso de


concentración, es necesario hacer un breve paréntesis para analizar cómo
funciona nuestro cerebro.

Durante siglos los seres humanos nos hemos sentido muy orgullosos de ser los
únicos seres racionales de la creación, pero recientes investigaciones en
relación con el cerebro humano han demostrado que 50% del mismo es
totalmente irracional. Y si usted tiene alguna duda, pregúntese: ¿Por qué en los
últimos 3438 años de la humanidad solamente 268 han estado exentos de
guerra?; ¿por qué destruimos la naturaleza?; ¿por qué fumamos?, etcétera.
¿Acaso no son absurdas todas estas conductas?

El lado izquierdo del cerebro es totalmente racional, lógico, hace lo adecuado,


ahí almacenamos datos ordenadamente. Este lado contiene el lenguaje, es la
parte del deber ser de los seres humanos; en cambio, en el lado derecho están
todas las funciones creativas, ilógicas, la imaginación, el absurdo del ser. Este
lado es la parte flexible del cerebro.

En Estados Unidos se ha observado con asombro el gran milagro japonés. Este


milagro ha causado a los norteamericanos cuantiosas pérdidas comerciales,
razón por la cual se han abocado a investigar profundamente qué ha sucedido
con su productividad; ésta ha disminuido considerablemente en relación con la
productividad nipona en los últimos 20 años. Si tomamos como base el año de
1960, se puede observar que Estados Unidos ha crecido en materia de
productividad un promedio de 2.7% anual; en cambio, los japoneses lo han
hecho en 9.9% en el mismo periodo. Esta situación los ha llevado a revisar mi-
nuciosamente todos los elementos que intervinieron en los procesos
productivos.

La causa que se identificó como la que más ha influido en esta baja


productividad, según los investigadores Robert Waterman y Thomas Peters,
autores del libro En busca de la Excelencia, son los modelos educativos de
aquel país, en donde la educación se ha circunscrito al entrenamiento del lado
izquierdo del cerebro, produciendo seres 98% racionales y muy poco
imaginativos y soñadores, lo que se ha reflejado en un decaimiento
considerable de su creatividad en lo que a innovaciones tecnológicas y
administrativas se refiere.
Todas las innovaciones y cambios en la historia de la humanidad son producto
de un sueño, de la parte absurda del cerebro, ilógica e imaginativa. ¿Acaso no
nos parece una locura que un automóvil hable informando al conductor de las
fallas del vehículo?; ¿el que los alimentos vengan en latas que pueden
calentarse solas?; ¿el que el hombre construya laboratorios en el espacio
sideral, o vuele y envíe fotocopias al otro lado del mundo vía telefónica?

Al lado derecho del cerebro le corresponde soñar y al lado izquierdo llevar los
sueños a la práctica. Thomas Alva Edison decía: “1 % de chispa y 99% de
transpiración”, lo que se traduce en que a una idea genial le deben seguir
muchas horas de arduo trabajo para convertirla en realidad.

De hecho, lograr la Excelencia en cualquier campo, ya sea en la administración,


la tecnología, las artes, corresponde, más que a una decisión lógica, a un
impulso de lograr lo imposible, lo cual por supuesto no está ubicado en el lado
izquierdo del cerebro, pues ser excepcional no es normal, es más bien
extraordinario.

Albert Einstein, considerado por muchos como el cerebro más brillante de


nuestro tiempo, decía que era más importante “la imaginación que el
conocimiento”, ya que todos los avances del hombre se inician con un gran
sueño, por lo que deberíamos preguntarnos: ¿qué sería del mundo sin los
soñadores, los que hacen avanzar a la humanidad?

El señor Einstein, quien además se caracterizaba por su buen humor y sencillez,


tuvo a bien heredar su cerebro a varias instituciones científicas que en vida lo
asediaban tratando de descubrir qué características tendría en su cabeza que
tan geniales aportaciones hizo a la ciencia.
El cerebro de este gran científico fue conservado y estudiado intensamente
después de su muerte, y hace algunos años se revelaron los grandes secretos
que guardaba. La primera gran conclusión fue: desde el punto de vista
fisiológico su cerebro era totalmente normal, salvo que era una quinta parte
más pequeña que los cerebros comunes; era cerebrito, con lo cual se descarta
la teoría de que la cabeza más grande en volumen es sinónimo de inteligencia.
Por último, se descubrió una característica no menos reveladora que las
anteriores: su cerebro denotaba que había sido intensamente ejercitado; al
igual que un campeón olímpico, el cual mostrara un desarrollo muscular y una
condición física extraordinarios, así el cerebro de este hombre mostraba que
había sido sometido a un constante entrenamiento.

A Albert Einstein se le dificultaba la utilización del lado izquierdo del cerebro, ya


que una de sus grandes limitaciones era la memorización. Así, en su infancia,
uno de sus maestros llegó a considerarlo como niño de lento aprendizaje. Ya
adulto, como maestro, presentaba a sus alumnos algunas de sus teorías, las
cuales no podía demostrar porque no tenía elementos lógicos que comprobaran
su validez; solía dar por concluida su explicación diciendo: “No puedo
demostrárselos por ahora, pero estoy convencido de que es posible”, afirmación
que sus alumnos cuestionaban sorprendidos. Einstein contestaba
ingenuamente: “Sé que es posible, lo estoy viendo ahora, aquí dentro de mi
cerebro”. Y agregaba: “Todo lo que el hombre puede imaginar y creer, lo puede
realizar”. En otras palabras: si el lado derecho lo puede creer, el lado izquierdo
lo puede lograr.

Una de las funciones más bellas que tiene el cerebro humano es precisamente
la imaginación, función que de pequeños tenemos muy desarrollada pero que a
medida que vamos creciendo y se nos va “educando” con los procesos
tradicionales, poco a poco la vamos perdiendo, a grado tal que se calcula que a
los 40 años nos queda solamente 2% de la imaginación que teníamos a los
cinco años de edad.

Además, a esto se agrega el efecto nocivo de ver la televisión en exceso. En


Estados Unidos se calcula que el norteamericano ve un promedio de 51 horas
semanales de televisión, con lo que se ha reducido uno de los potenciales más
importantes del ser humano: pensar.

De hecho, se considera este efecto como el segundo en influencia dentro de las


causas que han ocasionado baja productividad en aquel país.

En los cursos de postgrado de algunas universidades norteamericanas de mayor


prestigio se han instituido materias cuyo objetivo fundamental es el
desaprendizaje tradicional, mediante el estímulo del lado derecho del cerebro,
haciendo que los estudiantes realicen proyectos cuyas características parezcan
aparentemente absurdas, como sería la planeación de una granja porcícola bajo
el nivel del mar o la construcción y venta de un panteón sideral. Esto se debe
fundamentalmente a que han demostrado que los modelos educativos tradicio-
nales han producido grandes pensadores racionales poco creativos, y si algo
caracteriza la Excelencia empresarial y la alta productividad es la gran cantidad
de ingeniosas innovaciones y su permanente dinámica de cambio. Por otro lado,
tanto esta tendencia en la educación como el abuso de la televisión han
facilitado el desarrollo de personas apáticas, sin afán productivo. Es difícil creer
que en Estados Unidos un empleado ame a su empresa, o que se esfuerce para
que el producto que fabrica no lleve ningún error, o que esté dispuesto a
trabajar largas jornadas de trabajo con una sonrisa en los labios, o que esté
orgulloso de su empresa, dispuesto a ofrecer y dar lo mejor de sí mismo a su
organización. Estas son características propias de los trabajadores que prestan
sus servicios en empresas de Excelencia, lo que los ha llevado a afirmar en
aquel país que sus sistemas educativos han producido grandes cerebros con
corazones pequeños, y la Excelencia requiere ambos ingredientes en la misma
proporción.

Con todo lo expuesto no se descalifica, desde luego, la importancia que tiene el


lado izquierdo del cerebro, ya que un ser humano no podría consolidar sus
sueños sin la metodología y el ordenamiento que rige este lado del cerebro. Al
niño lo domina la imaginación y la creatividad, y a través del aprendizaje puede
convertir esos sueños en realidad. Nuestro problema actual es que con el paso
de los años se nos olvida utilizar el lado derecho y nos convertimos en seres
demasiado lógicos y racionales; claro está, cuando nos conviene...

El enemigo mortal de la creatividad es precisamente la lógica, y sobre todo la


lógica prematura, que ataca las ideas cuando éstas están apenas en proceso de
germinación, y si no, recuerde la última junta que tuvo en la que a alguno de
los participantes se le ocurrió alguna idea; inmediatamente saltó el racional del
grupo exclamando: “Lo que propones no es lógico”, y desarrolló tal cantidad de
argumentos lógicos que la idea quedó reducida a polvo.

Las ideas en proceso de gestación deben ser alimentadas, y sobre todo, se debe
creer en ellas. Si esto llega a suceder, el lado izquierdo se encargará de
hacerlas realidad. Éste es el origen de todos los avances de la humanidad; tiene
que existir un soñador con el suficiente potencial para convertir sus sueños en
acciones concretas.

La luna fue conquistada por decreto presidencial. El señor John F. Kennedy


prometió al electorado norteamericano llegar a la luna antes que los rusos, y
recurrió para tal fin a un grupo de científicos. En un principio veían imposible tal
empresa, pero la fe del señor Kennedy los persuadió de que era posible; a ellos
precisamente les correspondía realizarla y lo lograron.
En relación con el funcionamiento del cerebro hay mucho todavía por descubrir.
De hecho, no se sabe aún exactamente cómo se dan estos procesos creativos,
a grado tal que el doctor Dean George R. Harrisoii, de la escuela de Ciencias del
Instituto Tecnológico de Massachusetts, afirma que el cerebro humano contiene
cien veces más líneas nerviosas que todo el sistema telefónico mundial, con la
particularidad de que se sintoniza automáticamente. El neurofisiólogo inglés
Greg Walter dice que serían necesarias por lo menos 10 mil millones de células
electrónicas para formar una copia exacta del cerebro humano, y para operarlo
se requeriría una potencia no menor de mil millones de voltios. Como se puede
apreciar, todos nosotros poseemos, en los 1 000 gramos que se requieren, el
cerebro; sostenemos sobre nuestros hombros una grandiosa computadora con
poderes extraordinarios, de los cuales tristemente sólo ocupamos y utilizamos
una pequeña fracción de todo su inmenso potencial.

La concentración

Retomando el tema que nos ocupa, la pregunta es: ¿cómo lograr un alto grado
de concentración que nos permita absorber 95% del contenido de este libro?

Seguramente usted ha tenido la experiencia de leer alguna novela que con el


tiempo algún productor tomó como guión para una película, y seguramente
usted no resistió la tentación de ir a verla y compararla con la calidad de lo que
había leído; de la comparación entre el libro y la película, ¿cuál resultó mejor?
La mayoría de las personas que han tenido esta experiencia califica al libro de
superior, y esto se debe a que conforme leemos la obra, nuestra imaginación
desarrolla los personajes, ambiente y héroes de acuerdo con nuestra propia
fantasía, y a menos que la imaginación del productor de cine y la mía coincidan,
quedaría satisfecho, lo cual sólo en raras ocasiones llega a suceder.
Esta metáfora nos habla del poder de nuestra imaginación, la cual nos permite
retener en nuestra memoria durante muchos años el libro que nos hizo soñar.

Cuando nuestra imaginación funciona, nuestra retención aumenta. Así, cuando


vemos televisión que sustituye en alguna forma nuestra imaginación,
difícilmente olvidamos nuestros programas favoritos; haga la prueba pidiéndole
a cualquiera de sus amistades que le narre la telenovela de moda y observará
que no solamente la recuerda con todo detalle, sino que además le habla
emocionada de ella y, a la inversa, cuando salga usted de una ceremonia
religiosa, pregúntele a cualquier asistente de lo que predicó el sacerdote o
pastor, y se sorprenderá al darse cuenta de que a duras penas se acuerda de
algo. Pero si nosotros nos esforzamos en utilizar nuestra imaginación y lograr
acoplar nuestra velocidad mental produciendo imágenes paralelas o
correlacionadas con lo que estamos escuchando o leyendo, lograremos una alta
retención de conocimientos.

Se calcula que nuestra velocidad mental es de 11 300 a 11 500 palabras por


minuto; en cambio, nuestra velocidad verbal es de apenas 140 a 1150 palabras
por minuto, lo que significa que mientras yo estoy escuchando a otra persona
mi mente puede estar divagando en dos o tres cosas más simultáneamente. Así
encontramos a estudiantes que han llegado a obtener una verdadera maestría
en el arte del simulacro, en la que aparentemente su posición y
comportamiento corporal es de atención, pero su mente se encuentra a muchos
kilómetros de distancia, y cuando repentinamente les pedimos su opinión nos
sorprendemos al comprender que en ningún momento nos estaban escuchando.

Durante la lectura del presente estudio le vamos a pedir que conecte el lado
derecho del cerebro, y que imagine y correlacione cada ejemplo en su mente
con situaciones personales para que su grado de asimilación sea extraordinaria,
y le puedo asegurar que esta obra puede significar para usted una muy grata
experiencia.

Además no cuestione las ideas que está usted leyendo en cuanto a su lógica
racional, sino más bien intente captar la esencia del mensaje. Si usted logra
creer en los principios expuestos, le aseguro que su lado izquierdo encontrará la
fórmula para llevarlos a la práctica. De hecho, el sueño de la Excelencia es muy
poco lógico, tanto como lograr una producción con cero errores, o que un líder
como Gandhi pueda liberar a través de la no violencia a una nación de 500
millones de habitantes, que Disney pueda realizar un centro de felicidad infantil
en una ciudad como Los Ángeles o que Japón, un país casi totalmente destruido
hace 45 años, sea actualmente la segunda potencia mundial, y que en México
existan empresas de calidad muy cerca de la Excelencia integral.

Muchos de los conceptos de la Excelencia tal vez no puedan aprobar un juicio


lógico estricto, pero las experiencias avalan su funcionalidad y efectividad, y
solamente a través de la convicción se podrán llevar a la práctica con resultados
altamente satisfactorios.

La tecnología de lo obvio

La temática que conforma el contenido de esta obra ha sido obtenida a través


de lo que se denomina “la tecnología de lo obvio”, que consiste
fundamentalmente en observar de manera detenida a quienes ya han logrado la
Excelencia; esto lo hemos realizado a través de los últimos 20 años en más de
40 países.

Los japoneses han demostrado gran maestría en la aplicación de esta


tecnología; se han dedicado en los últimos 45 años a observar a los mejores
para imitarlos, logrando posteriormente igualarlos, y superarlos finalmente.
Para dominar esta técnica que en la práctica ha demostrado ser la más efectiva
para aprender a tener éxito de quienes ya lo han logrado, se requiere por parte
del alumno de Excelencia una gran humildad para aprender.

Éste es un requisito indispensable para poder apreciar en toda su magnitud a


aquellos que son mejores que nosotros.

Desgraciadamente, en nuestro medio, en lugar de admirar a los mejores, los


envidiamos, lo cual también es una forma de admirar, pero distorsionada y
llena de frustración.

Para lograr que este libro sea realmente productivo se requiere:

• Haga funcionar el lado derecho de su cerebro a través de imaginar las


metáforas y ejemplos presentados.
• No bloquee la conceptualización de las ideas con la lógica prematura.
• Esté alerta para asimilar las experiencias de quienes han demostrado en la
práctica el logro de la Excelencia.
• Y una gran capacidad de cambio.

Le aseguramos que a través de estas breves recomendaciones inicia usted hoy


una grata experiencia.

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