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2018
Diego Moreira
Lacan y la toxicomanía
Ing.: Lacan and toxicomania
En constante diálogo con la clínica, Jacques Lacan plantea la cuestión del deseo de la
madre, y de las diversas respuestas que el niño puede otorgarle. El resultado de ese
diálogo es un texto de Lacan (1970) que conserva un preguntar por el deseo de la madre
y por las probables respuestas.
Un gran cocodrilo en cuya boca ustedes están, es eso la madre, ¿no? No se sabe si
de repente se le puede ocurrir cerrar el pico: eso es el deseo de la madre. [...] Pero
había algo pacificador o tranquilizante “un rodillo, así, bien duro, de piedra, que
está en potencia a nivel del pico: eso retiene, eso atranca, es lo que se llama el
Falo, el rodillo que los protege si de golpe se cierra".
Aquel, por su parte, solo podrá ser adecuadamente interpretado, dice Lacan, en lo que
respecta a la metáfora paterna, que implica la emergencia del falo como significación.
Pero ¿cuáles son las respuestas del niño ante el deseo de la madre? La comprensión de
estas respuestas suele ser mediana, vaga y puede estar, además, impregnada de otras
teorías y prácticas tradicionales. Sin embargo, para Lacan son tres y dependen de su
posición:
En las páginas “De la convocatoria a las Jornadas de Estudio sobre las Psicosis del niño
de la Association Freudiénne” de 1991 se lee con relación al síntoma y la verdad:
En los textos de Lacan solo aparecen unas pocas referencias sobre la droga, entre ellas,
una tesis de ruptura, expresada en la clausura de la jornada de carteles de la E. F. P.
(1975): “La droga, única forma de romper el matrimonio del cuerpo con el pequeño-
pipí”. Esta conferencia se encuentra en el contexto del parlêtre —hablanser—, que se
enlaza a una definición del inconsciente a partir de la hiancia o falta. Aquí, la droga
implica un rechazo del inconsciente.
La teoría gira en torno de una ruptura con el llamado “gozo fálico”, con un gozo que, de
alguna manera, se disputa entre la palabra y la frase. Por el contrario, el gozo en la
toxicomanía es del orden de un gozo cínico que rechaza toda dimensión del Otro. En
este sentido, la adicción no se constituiría como una formación de compromiso, al estilo
del síntoma de Freud, sino como una formación de ruptura [E. Laurent, 1994].
En el Seminario 20, “Aun”, de Lacan (1972/73, p. 64), al hablar del signo se lee:
¿Y por qué no decir yo aquí lo que me parece a mí? El humo puede muy bien ser también
signo del fumador. Aún más, lo es siempre, por esencia. No hay humo sino como signo
del fumador. Cada quien sabe que, si ve humo en una isla desierta, se dirá de inmediato
que con toda probabilidad hay allí alguien que sabe hacer fuego. Hasta nueva orden, ha de
ser otro hombre. El signo no es pues signo de algo; es signo de un efecto que es lo que se
supone como tal a partir del funcionamiento del significante.
Puedo agregar, que el signo, como significante impar, es uno, y ciertamente que no hace
par. Implica cuatro únicos y verdaderos signos: el Nombre-del-padre, el Nombre propio,
el significante fálico, y el significante de la falta en el Otro, S(A/).
…no hago propaganda para que haya analistas, sin embargo, es necesario que los haya…
porque algo se ha vuelto imposible en la vida cotidiana a causa de una invasión de lo real
que se nos escapa… un real que ha comenzado a proliferar a causa de la ciencia. El
psicoanálisis es la única cosa que nos permitirá sobrevivir a ese real. ¿Ayudar a la gente a
situarse como seres vivientes? Para ello es preciso elucubrar un nuevo saber. Un otro
saber que el de hacerles creer que tienen un yo autónomo.
Finalmente quiero agregar que, en el Seminario "El Otro que no existe y sus comités de
ética", J. A. Miller considera la toxicomanía como uno de los síntomas de la
modernidad. En este contexto, Miller propone:
Pero veamos un breve recorrido de Lacan. Hacia 1938 considera una toxicomanía oral,
efecto de un trauma psíquico, al estilo del destete, sufrido por el sujeto. Aquí, la función
de la toxicomanía procura reconstruir el equilibrio y la armonía perdidos por la
separación. En 1946 la toxicomanía se instaura como una forma ilusoria de resolver la
discrepancia constituida entre el yo y el ser. Se trata de una concepción enlazada a la
separación. Posteriormente, en1960, la toxicomanía se liga a la supresión de la división
del sujeto y del gozo. El sujeto contradice los estados de conocimientos del yo. En
“Psicoanálisis y medicina” se indaga el lugar del análisis en la medicina; se trata de una
conferencia dictada por Lacan (1966) durante una mesa redonda del Collège de
Médecine, en La Salpêtrière, en que se consideran la toxicomanía y el tóxico, que
incluye diferentes productos que van de los tranquilizantes a los alucinógenos. Se enlaza
la dimensión ética a la dirección del gozo. En 1973, en el seminario “Los desengañados
se engañan”, se cuestiona el predominio del significante y otorga otro estatuto a lo real.
El adicto ocupa el lugar de una “sustancia ligera”. Finalmente, hacia 1975, en las
jornadas de clausura de carteles de la Escuela Freudiana de Psicoanálisis, se piensa a la
droga como lo que permite romper el matrimonio del cuerpo con el “pequeño pipí”.
Le encantaban los chistes. Ese del caballo que sale a la calle y se encuentra con
una cebra a la que dice: ¿a éstas horas todavía con pijama?
Cuando publicó El amante toda Francia se rindió a sus pies. «La Duras», le
decían. (Marchamalo, Flores, 2009).
Hacia 1965, Lacan se ocupó del Homenaje a Marguerite Duras por la novela El arrebato
de Lol V. Stein. "Arrebato", un elocuente término puede desplegarse como voz pasiva o
activa. Por ejemplo, arrebatar o ser arrebatado, tener un rapto o un arrebato de locura y
pasión. Es una figura del gozo (jouissance) femenino. Para Lacan se trata de un
verdadero texto clínico, donde Duras pone en evidencia un original conocimiento de la
alteración mental, y describe un delirio clínico de manera impecable.
Le Poulichet y el farmakon
Ing.: The farmakon and Le Poulichet
El acto que constituye la toxicomanía es una operación del farmakon, que se ubica del
lado de las formaciones narcisistas, que se puede enlazar a la lesión de órgano. Aquí, la
alienación, como movimiento antitético, es por el recurso a lo real. Esta operación
detiene el movimiento del deseo: