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El Yoga de La Energía
El Yoga de La Energía
Los antiguos textos que tratan el tema del Yoga de la Energía, o Kundalini, están
plagados de pasajes crípticos con detalles fantásticos y alusiones ritualistas a
innumerables deidades, ejercicios mentales y físicos extremadamente difíciles y a
menudo peligrosos, conjuros y fórmulas conocidas técnicamente como mantras,
posturas corporales llamadas asanas, e instrucciones detalladas para el control y
regulación de
la respiración, llamada pranayama. Todo esto expresado en un lenguaje difícil de
entender, con gran cantidad de expresiones místicas, las que en lugar de atraer es
posible que repelan al alumno moderno. Hablando sinceramente, no hay ningún
material ilustrativo posible, ni comentarios antiguos ni modernos, que expresen
lúcidamente cuál es la realidad objetiva de los métodos recomendados y cuáles son los
cambios mentales y orgánicos que uno puede esperar al final.
En la India, ningún otro tema está tan sumergido en tanta cantidad de literatura como lo
está el Yoga dirigido a lo sobrenatural. En ningún libro sobre el tema se proyecta una luz
penetrante sobre la energía Kundalini, ni ningún experto ha proporcionado más
información que la que se manifiesta en las obras de la antigüedad. El resultado es que,
salvo algunos maestros casi inaccesibles , tan escasos como los alquimistas de antaño,
no hay nadie en toda la India, la cuna de esta ciencia, a quien uno pueda dirigirse para
lograr un conocimiento autorizado del tema.
Esta energía adopta varios aspectos para desempeñar distintas funciones en el cuerpo y
circula por el organismo en esas dos corrientes descritas: una que se percibe como
caliente y otra como fría, lo que es claramente detectable para los yoguis como
sensaciones caloríficas o refrescantes. Ellas existen a un lado y otro del sistema, en cada
tejido y en cada célula, fluyendo ambas a través de los nervios superiores. Las pequeñas
ramificaciones de las dos corrientes durante su paso por el organismos nunca se sienten
en el estado normal de consciencia de vigilia, puesto que los nervios están
acostumbrados a su flujo desde el comienzo de la vida.
Nuestro planeta tiene su propia provisión de Prana, el que impregna a cada átomo y a
cada molécula de todo los elementos que constituyen su núcleo ígneo – esas ardientes
regiones fundidas en llamas debajo de su corteza – y el duro estrato superficial con sus
océanos y montañas, más la atmósfera con sus diversas divisiones hasta la franja más
extrema. El Sol, una vasta fuente de energía vital, irradia constantemente un enorme
suministro de esa energía pránica sobre todo su sistema, como parte de su expansión.
Esto hace que las creencias sobre el influjo negativo de los eclipses solares puedan tener
una explicación lógica, ya que en tales eventos se ven parcialmente detenidas las
irradiaciones pránicas durante el tiempo que dura
la interferencia de la Luna. Los cambios en el volumen del vapor y del polvo en la
atmósfera – que provocan alteraciones en ciertos temperamentos muy sensibles – puede
ser que también afecten el flujo de las corrientes pránicas.
Nuestro satélite es otro gran centro de suministro de Prana – recibido del Sol – sobre la
Tierra. Los planetas y estrellas, próximos o lejanos, son todos ellos reservas inagotables
de Prana, vitalizando la Tierra con corrientes de energía transmitidas por su luz. Estas
emanaciones pránicas de los distintos cuerpos celestes no son idénticas, cada cual tiene
su característica propia. Esto se puede comprobar con el análisis que se ha hecho de su
espectro luminoso, el que muestra variaciones peculiares de cada uno de ellos. Resulta
imposible para la mente humana imaginar siquiera en forma vaga las interacciones de
innumerables corrientes de luz emitidas por billones y billones de estrellas, influencias
que se cruzan y vuelven a cruzarse en incontables puntos, llenando la enormidad del
espacio en toda su extensión. De la misma manera, es totalmente imposible describir o
imaginar el mundo inmenso de Prana o energía vital – tal como lo han descrito los
videntes – extendiéndose por todo ese espacio cósmico hasta su último límite – si es que
lo hay – dando origen a toda calidad de vida, tal como surge la espuma sobre las olas de
las corrientes oceánicas en perenne movimiento.
La estructura completa del Yoga se basa en la validez de Prana como materia suprafísica
cognoscible, lo que es el campo actual de investigación de la física cuántica. Durante
miles de años, generaciones completas de yoguis han ido verificando las afirmaciones
de sus antecesores. La realidad de Prana como el agente principal que conduce al estado
supraconciente denominado Samadhi nunca ha sido puesto en duda por ninguna escuela
de Yoga. Quienes creen en el Yoga, deben primero creer en la existencia de Prana.
Considerando que para llegar a ser un Rishi – sabio – a través del Yoga, no sólo se
deben tener dotes mentales y físicas por sobre el promedio, sino además atributos como
la honradez y la rectitud, mostraría una mente obstinada quien pusiera en duda los
testimonios de numerosos videntes célebres que han atestiguado, por su propia
experiencia, los estados supraconscientes conseguidos a través de Prana, tal como ellos
lo aprendieron de sus instructores.
Según las creencias religiosas de la India, las que se remontan a tiempos prehistóricos,
se ha considerado la existencia de Prana como un medio para la actividad del
pensamiento y la transmisión de sensaciones e impulsos en los organismos vivos. Se la
reconoce como una substancia cósmica imperceptible a los sentidos ordinarios, que está
presente en toda formación de la materia y que puede ser verificable por la práctica del
Yoga, cuando lo realiza de la manera correcta el tipo de hombre adecuado. Según estas
creencias, Prana no es la materia, ni es la mente, ni la inteligencia, ni la consciencia,
sino una parte inseparable de la energía cósmica – o Shakti – que reside en todas ellas y
que es la fuerza conductora que hay detrás de todo fenómeno cósmico, mostrándose
como la fuerza de la materia en todo organismo vivo.
En el lenguaje del Yoga, Prana es vida, y vida es Prana. Vida y vitalidad no significan el
alma y la chispa divina en el hombre. Prana es simplemente la energía vital a través de
la cual la Divinidad trae a la existencia los reinos de vida orgánica y actúa construyendo
sus estructuras, junto con crear el universo.
Es esencialmente una parte de la realidad, tomando diversas formas y apariencias,
entrando en incontables tipos de formaciones para crear las más complicadas estructuras
orgánicas de la misma manera que la energía física – la otra parte de la Shakti – empieza
con electrones, protones y átomos para construir el enorme edificio del universo físico.
Prana existe como un enorme universo más vasto y más maravilloso que el percibido
por nuestros sentidos, con sus propias esferas y planos, su propia luz y sombra, leyes y
propiedades, que coexisten con el universo que vemos, entretejida en nuestros
pensamientos y acciones, penetrando los átomos y moléculas de la materia, emitiendo
luz, moviéndose con el viento y las mareas, maravillosamente ágil y sutil, siendo la
textura de nuestras fantasías y sueños, el principio vital de la creación, mezclado
inextricablemente con la esencia de nuestro propio ser.
No nos damos cuenta de esa misteriosa sustancia que anima a nuestras células, causando
reacciones físicas y químicas, regulando nuestra máquina corporal, desarrollándonos en
el útero materno, protegiéndonos de la enfermedad, sosteniéndonos en el peligro,
curándonos cuando nos lastimamos, cuidándonos mientras dormimos o estando
inconscientes, creando deseos y tendencias que nos mueven y nos agitan como el viento
lo hace con la caña. Después de realizar todo esto, hasta el extremo de inducir nuestros
pensamientos, lo más maravilloso es que, a causa de su extraordinaria e incomprensible
naturaleza, se mantiene siempre oculta a la consciencia superficial, a la que sostiene
como el aceite sostiene el pabilo de una llama. Permite que nuestra consciencia
ordinaria piense y actúe como si fuera el amo de la casa, totalmente ignorante de la
increíble actividad del verdadero amo, Prana – Shakti - el aspecto vital de la energía
cósmica.
Los fundadores del Yoga Kundalini, aceptando la existencia de Prana como una realidad
concreta – tanto en sus aspectos individuales como cósmicos – después de los
experimentos que llevaron a cabo generaciones de sabios, fueron conducidos al
descubrimiento trascendental de que era posible lograr el control voluntario del sistema
nervioso hasta el punto de desviar un flujo incrementado de Prana al cerebro. Esto daba
como resultado una intensificación de su actividad. De ahí que concibieron sus métodos
de control corporal y disciplina mental para lograr este objetivo. Tuvieron un éxito
extraordinario, puesto que el ejercicio principal, la concentración – fundamento de todo
el sistema del Yoga - concuerda con los métodos prescritos por la naturaleza para
facilitar la evolución humana.
Los yoguis llamaron a este conducto Sushumna, y porque ese fulgor ardiente se sentía
subir desde la base de la columna (el coxis), se refirieron a ese punto (Chakra
Muladhara) como el lugar de reposo de la diosa Kundalini. La visualizaron como una
serpiente dormida, enroscada en tres vueltas y media, y cerrando con su boca la entrada
al conducto espinal. Aunque carecían de los conocimientos más tarde adquiridos por la
ciencia moderna, gracias a su consciencia ampliada por la meditación, postularon como
un hecho cierto la existencia del mundo sutil que compenetra este mundo material. En
sus escritos sobre el Hatha Yoga, abundan las referencias crípticas sobre Prana Shakti, o
energía vital, y su sistema de redes conductoras en el cuerpo físico, las que configuran
el llamado cuerpo vital o etérico, con sus nadis.
(2)
Gopi Krishna
Notas:
(1). En el Yoga chino, esta técnica se llama "la circulación de la luz".
(2). Meridianos de la acupuntura.