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atinoamérica (o América Latina) es un concepto que refiere a un cierto conjunto

de países que se encuentran en el continente americano. La delimitación de ese


conjunto puede variar ya que existen diferentes criterios para la conformación del
grupo.

Por lo general, Latinoamérica se refiere a los países americanos cuyos habitantes


hablan en español o en portugués. De esta manera, quedan afuera del
grupo naciones como Jamaica o Bahamas.
En ciertos ámbitos, en cambio, la idea de Latinoamérica suele asociarse al conjunto de
países americanos situados al sur de los Estados Unidos. Por eso, con mayor
precisión, se habla de Latinoamérica y el Caribe como una unidad. Así entran en el
grupo naciones como Guyana, Surinam y Belice.
Además de todas estas características también tendríamos que subrayar otros datos de
interés acerca de América Latina:
• La esperanza de vida de sus habitantes oscila entre los 70 y los 80 años de edad.
• Las ciudades más importantes que posee, desde un punto de vista poblacional, son
Ciudad de México, Buenos Aires, Bogotá, Río de Janeiro, Sao Paulo, Santiago, Caracas,
Lima o Guadalajara.
• Teniendo en cuenta los acontecimientos históricos a los que ha tenido que hacer frente
Latinoamérica, tales como el colonialismo, tendríamos que subrayar que su población se
puede clasificar en cuatro grandes grupos en cuanto a etnias se refiere: mestizos,
afroamericanos, indígenas y criollos.
• Además del castellano, el francés o el portugués, los habitantes de América Latina
también hablan otra serie de idiomas o lenguas como son el guaraní, el quechua, el
maya o el aymara.
• Desde un punto de vista religioso, la doctrina que más fieles tiene en esta parte del
globo terráqueo es el cristianismo católico. En este sentido hay que destacar que
precisamente el actual Papa Francisco ha sido el primer Sumo Pontífice que es
originario de Latinoamérica, en concreto es de Argentina.
• No menos importante es hacer referencia a la educación en esta zona. Al respecto,
podríamos subrayar que los países más avanzados en la materia, que cuentan con los
sistemas educativos mejores y más cualificados son México y Brasil. A la zaga le
siguen Chile y Colombia.
• Brasil, Chile y Argentina son, por su parte, los países de Latinoamérica más avanzados
en materia de salud.
En general, los países latinoamericanos comparten características culturales y sociales
ya que han sido territorios coloniales de las mismas naciones europeas
(España, Portugal y Francia). De todas formas, además de las diferencias de idioma,
también pueden mencionarse múltiples variaciones políticas, ambientales y de otro tipo.
Puede decirse que Brasil es la principal economía de Latinoamérica, seguido
por México y Argentina, en ese orden. En términos de población, Brasil lidera el
listado y detrás aparecen México y Colombia. Ciudad de México, San Pablo, Buenos
Aires, Río de Janeiro y Lima son, por otra parte, las ciudades más pobladas
de Latinoamérica.
Por todas las características mencionadas, es difícil hablar de América Latina como
una unidad. Incluso en la cultura muestra una rica diversidad, ya que combina, según el
territorio, elementos de las culturas nativas (inca, maya, etc.) con influencias europeas y
africanas.
América Latina o Latinoamérica (en ocasiones abreviado con
el acrónimo inglés Latam) es un concepto étnico-geográficoaparecido en el siglo
XIX para identificar una región del continente americano con habla mayoritaria de
lenguas derivadas del latín(principalmente español o portugués y en menor
medida francés).
La delimitación precisa de la región es variable. En todos los casos, agrupa a países
cuya lengua oficial es el español o el portugués
(Argentina, Bolivia, Brasil, Chile, Colombia, Costa Rica, Cuba, Ecuador, El
Salvador, Guatemala, Honduras, México, Nicaragua, Panamá, Paraguay, Puerto
Rico, Perú, República Dominicana, Uruguay y Venezuela). Algunos incluyen a
países francófonos como Haití sin tomar en cuenta aspectos culturales, pero por esa
misma razón también se debate2 la inclusión de Belice (país de habla inglesa, pero con
una fuerte presencia del idioma y cultura españolas), la región francófona de Canadá,
los estados y posesiones hispanohablantes de Estados Unidos, en especial Puerto
Rico e Islas Vírgenes de los Estados Unidos, y las posesiones francesasen América
y Caribe (Guadalupe, Guayana Francesa, Martinica, San Bartolomé y San Martín).
De los tres idiomas que definen a América Latina, el español y el portugués son los
predominantes, quedando el francés como idioma de solo un 3 % de la población de la
región. Derivado de la expresión se ha extendido el gentilicio «latino» para hacer
referencia a personas de cultura latinoamericana.
La región comprende más de veinte millones de kilómetros cuadrados de superficie, que
corresponden aproximadamente al 13,5% de la superficie emergida del planeta. Por su
extensión, América Latina presenta una gran diversidad geográfica y biológica. En ella
se encuentran prácticamente todos los climas del mundo y es el hogar de numerosas
especies animales y vegetales. Cuenta también con algunos de los mayores ríos del
mundo e importantes recursos alimenticios, energéticos y minerales, entre los que
destacan sus yacimientos de petróleo, cobre, litio y plata.
El concepto «América Latina» ha sido cuestionado como eurocéntrico por diversos
estudiosos y movimientos debido a la exclusión que el mismo hace de una gran cantidad
de idiomas y pertenencias étnicas, entre ellas las de los pueblos
originarios y afroamericanos, mayoritarias en varios países y regiones de la llamada
América Latina. Tomando en cuenta solo el idioma, el término correcto sería
Hispanoamérica, si se refiriese a los países hispanohablantes, o Iberoamérica,
englobando también a Brasil, ya que Latinos son los originarios de la región del Lazio,
en Italia, y por extensión, aquellos países con lenguas derivadas del Latín.Pese a estos
cuestionamientos también se pueden encontrar otras razones lógicas y valederas al
concepto de Latinoamérica que complementan las definiciones inicialmente
conocidas. [cita requerida]
El término "Latino" correctamente usado en ámbitos culturales define al individuo que
pertenece a los pueblos europeos con idioma y herencia étnica-cultural en la Antigua
Roma (como España, Francia, Italia y Portugal) y compuesta la palabra
"Latinoamericano" haciendo referencia al continente, se encuentran otros fundamentos;
las corrientes migratorias de los últimos siglos muestran que (aparte de otras corrientes
menores) no sólo llegaron más españoles y portugueses a establecerse en los diferentes
países de la región, sino también millones de italianos a lo largo del continente, por
supuesto esto es más evidente en países como Argentina, Uruguay y Brasil. En el siglo
XX, por ejemplo los inmigrantes portugueses no sólo se establecieron en territorio
brasileño sino también en países como Venezuela entre otros. Obviamente aparte de la
población Afrodescendiente (que forma parte vital de la cultura y población) y de los
países europeos nombrados hay una importante población minoritaria con orígenes en
otros países europeos, árabes, asiáticos, etc. como es normal en cualquier lugar del
mundo. Con estos datos se puede determinar que la base principal étnica y cultural de
América Latina está compuesta por cinco procedencias: Amerindia, Europea
Latina y Africana, mundo Árabe, y Asia, nombrando así (en términos generales) a los
individuos que la componen como "Latino-americano" y "Afro-latino-americano"
respectivamente.
Basado en el Informe de la CEPAL Panorama Social en Latinoamérica 20141, cerca del
28% de los latinoamericanos viven en la pobreza.2
Datos de Costa Rica para 2017 basados en resultados de Encuesta Nacional de Hogares
2017 (ENAHO)
Estadísticas
La pobreza en Latinoamérica es un problema considerable, siendo esta región la más
desigual del planeta. Asimismo, la tasa de crecimiento en 2014 fue inferior a la media mundial.

El organismo que más datos publica sobre este hecho es la CEPAL: la Comisión Económica
para América Latina y el Caribe. También lo hace el BID (Banco Interamericano de Desarrollo)
y el Banco Mundial.

En los últimos años, se han producido grandes cambios en el territorio. Entre 1980 y 1990,
periodo conocido como “la década perdida“, la pobreza aumentó del 40,5% al 48,4%, lo que
dejó a 204 millones de personas en la carencia.

Área subdesarrollada de Santa Marta, Colombia

Durante la década de los 90, se produjo una reducción moderada gracias al crecimiento y la
apertura económica. No obstante, al final de estos años hubo un estancamiento o crecimiento
del subdesarrollo en algunos países.

Es en el siglo XXI cuando se manifiesta una notable disminución, la cual se ha frenado en la


actualidad, por lo que nos encontramos de nuevo en un periodo de paralización del
crecimiento.

Desde 2012, el índice de pobreza en Latinoamérica y el Caribe se ha estancado. En 2014, 168


millones de personas vivían en situación de carencia, lo que supone el 28,2% de la población.
Asimismo, la indigencia se dio en 70 millones de personas.

Países más pobres


Hay una marcada desigualdad entre los distintos territorios, ya que algunos de los países de
América Latina son diez veces más ricos que otros, por lo que la escasez no se reparte de
forma homogénea.
Honduras: el país más pobre de América Latina

De acuerdo con los datos proporcionados por el Banco Mundial, el ranking de los 10
países más pobres de América Latina es el siguiente:

1. Honduras
2. Guatemala
3. Nicaragua
4. Colombia
5. Bolivia
6. Venezuela
7. Ecuador
8. El Salvador
9. Perú
10. México

Los países en los que más ha aumentado la pobreza entre 2010 y 2014 son Uruguay, Perú y
Chile. Por otro lado, teniendo en cuenta el PIB (Producto Interior Bruto), los países más ricos
del territorio son Chile, Panamá y Uruguay.

Causas y consecuencias
Son numerosas las causas del subdesarrollo, tanto en Sudamérica como en Centroamérica. A
lo largo de la historia, el principal motivo ha sido la desigualdad social en relación a los ingresos
y el reparto de la pobreza.

Respecto al empleo, los salarios de los trabajadores suelen ser bajos, habiendo precariedad
laboral. Además, hay brechas a la hora de encontrar trabajo entre las personas de distinto
sexo, edad, área, etnia y raza.

En cuanto a la gestión pública, destaca la corrupción, la escasa inversión en capital humano y


físico, y la insuficiencia de políticas económicas y sociales adecuadas a la situación.
El subdesarrollo en Latinoamérica: un problema por resolver

La inflación existente en bastantes países de América Latina devalúa la moneda y consigue


que los precios asciendan. Esta inflación suele ir acompañada de impuestos altos y
restricciones al emprendimiento.

En relación con la globalización, la deforestación de grandes áreas naturales ha causado


sequía en algunas zonas, así como la desaparición de fauna y flora, y la expansión de los
cultivos comerciales.

Los latifundios, explotaciones agrarias de gran extensión, se concentran en pocas manos,


mientras que los pequeños territorios se reparten entre muchos propietarios, lo que produce
tensiones y enfrentamientos e impide una correcta modernización del sector agrario.

Además, hallamos una dependencia de los países industrializados, una importante carga de la
deuda interna y un mal funcionamiento de los mercados internacionales.

Estos hechos acarrean importantes consecuencias para el continente, entre las que destacan
las siguientes:

 Violencia
 Baja esperanza de vida
 Desnutrición
 Analfabetismo
 Hacinamiento
 Subempleo
 Marginación
Rocinha: el asentamiento de chabolas más grande de América Latina
Igualmente, el subdesarrollo afecta de forma directa a los niños, fomentando el trabajo infantil y
el abandono escolar, lo que a su vez es fruto de bajos niveles de educación y escaso acceso a
empleo cualificado.

Tipos de pobreza
La escasez en América Latina es multidimensional, ya que afecta a las cinco dimensiones
básicas, las cuales son la vivienda, los servicios básicos, la salud, la educación y la recreación.

No obstante, algunos tipos de pobreza destacan más, entre los que se encuentran las
siguientes:

 Alimentaria: alrededor de 47 millones de personas de Sudamérica, Centroamérica y El


Caribe sufren hambruna, es decir, están subalimentadas. El problema del hambre no
radica en la producción, sino en la falta de acceso a los alimentos, cuyos precios no
pueden permitirse algunas familias, sobre todo cuando se produce una época de
inflación.
 Infantil: el subdesarrollo en los niños es mayor que en otros grupos de edad. Millones
de menores no tienen acceso a unos mínimos de alimentación, educación, salud y
vivienda.
 Extrema: la sufre el 11,8% de la población, ya que no disponen de recursos suficientes
para cubrir las necesidades básicas de la alimentación. Esta situación es más grave en
los pueblos indígenas y la población afrodescendiente.
 Rural: pese a que en estas zonas la tasa de participación laboral sea más elevada, es
mayor el subdesarrollo rural que el urbano.
 Urbana: en las ciudades también se da un alto índice de precariedad. La población
tiende a concentrarse en estas áreas ante la baja calidad de vida que se da en el
campo.
 Femenina: existe diferencia entre géneros, ya que las mujeres sufren mayor escasez.
Generalmente, sus remuneraciones son menores, por lo que los ingresos de la mujer
no son suficientes, lo cual supone un problema en las familias monoparentales.
Las condiciones laborales de las mujeres latinoamericanas

Soluciones
Pese a que en los últimos años la pobreza latinoamericana haya descendido, no ha habido un
incremento del acceso a los servicios públicos de calidad. Además, sigue habiendo una baja
cobertura en protección social.

Por esto, se deberían aumentar las inversiones en salud, educación e infraestructuras,


aplicándose correctamente tanto en las áreas urbanas como en las rurales.

Asimismo, son importantes las ayudas sociales para una mejor inserción laboral y unos
salarios dignos, sobre todo para los sectores más relegados, como es el caso de las mujeres.

Para acabar con el hambre y la escasez, varias organizaciones de las Naciones Unidas están
trabajando en estos territorios, entre ellas Unicef (Infancia), FAO (Alimentación y Agricultura) y
PNUD (Desarrollo).

Desde CEPAL, se insta a los gobiernos a trabajar unidos y en solidaridad, para que con el
suficiente financiamiento, se puedan asignar políticas que disminuyan el subdesarrollo.

La pobreza está creciendo. Según el último informe de la Comisión Económica para


América Latina y el Caribe (CEPAL) sobre el panorama social de América Latina, la
pobreza y pobreza extrema han ido aumentando en la región desde el año 2014. Hasta
esa fecha, la pobreza había disminuido de forma progresiva desde 2002. Sin embargo,
esa tendencia ha cambiado en los últimos años.
Según la información más reciente de este organismo, el número de personas pobres en
América Latina en 2016 llegó a 186 millones (30,7% de la población), y la pobreza
extrema afectó a 61 millones de personas (10% de la población).

En este contexto, el informe insiste en la necesidad de continuar fortaleciendo las


instituciones y políticas activas que contribuyan a seguir trabajando para reducir la
pobreza y extrema pobreza, y así evitar los retrocesos que se han experimentado en los
últimos tiempos. Para ello, la CEPAL aboga por la contribución al aumento de los
ingresos en los hogares de menores recursos, a través del mercado laboral, y otras vías
como sistemas de pensiones y transferencias públicas.

El texto sitúa las políticas laborales, la provisión de servicios públicos, los sistemas de
protección social y las políticas de superación de la pobreza, como algunos de los
aspectos que inciden directamente en la distribución de ingresos de los hogares y que,
por tanto, determinan que el crecimiento económico pueda traducirse en mejores
condiciones de vida para la población.

Para contribuir a ese crecimiento, la FMBBVA facilita el acceso a productos y servicios


financieros a personas vulnerables que cuentan con actividades productivas en la región.
Personas que salen adelante con los excedentes que ellos mismos generan, y que con su
trabajo, logran mejorar sus vidas y las de quienes les rodean.
La persistencia de las desigualdades en América Latina, 3

En estos últimos meses han surgido a la luz pública distintos Informes internacionales que
vuelven a poner en el centro de la atención mundial la gravedad inusitada que ha cobrado
la desigualdad en el contexto global más actual. Según Oxfam, el año pasado el 1% más
rico del planeta era dueño del 48 por ciento de la riqueza del mundo. Pero las tendencias
tienden a agravarse: en el 2016 ese 1% tendrá más del 50% y en el 2019 más del 54%. Si
desagregáramos los grandes segmentos, nos encontraremos con asimetrías incluso más
irritantes: en el 2014, el 20% del 99% concentraba el 46.5 % de ese restante 52, al tiempo
que las ochenta personas más ricas del planeta poseen actualmente lo mismo que los
3.600 millones de personas más pobres. En ese contexto escandaloso, la situación de
América Latina, a pesar de haber mejorado en la última década, sigue manteniendo
guarismos muy preocupantes. Según el Banco Mundial y el Centro de Estudios
Distributivos, Laborales y Sociales (CEDLAS), América Latina es la segunda región más
desigual del planeta (52,9 de coeficiente de Gini), apenas por debajo del África
Subsahariana (56,5) y seguida desde bastante lejos por Asia (44,7) y por Europa del Este
y Asia Central (34,7). Por su parte, el recientemente publicado Panorama Social de América
Latina 2014 de la Comisión Económica para América Latina de las Naciones Unidas
(CEPAL) ha registrado un estancamiento en la baja de la pobreza: el porcentaje de
personas con ingresos inferiores a la Línea de Pobreza fue 28.1 en el 2013, al igual que en
el 2012, y se proyecta que baje apenas en una décima porcentual para el 2014 (Gráfico 1).

Como bien ha advertido la Secretaria Ejecutiva de la CEPAL, Alicia Bárcena: “... la


recuperación de la crisis financiera internacional no parece haber sido aprovechada
suficientemente para el fortalecimiento de políticas de protección social que disminuyan la
vulnerabilidad frente a los ciclos económicos. (…) Ahora, en un escenario de posible reducción de
los recursos fiscales disponibles, se requieren mayores esfuerzos para apuntalar dichas políticas,
generando bases sólidas con el fin de cumplir los compromisos de la agenda de desarrollo post-
2015.”

Registros o análisis similares podrían multiplicarse, pero todos convergerían en el


señalamiento acuciante de que la desigualdad sigue alcanzando niveles muy severos en el
continente latinoamericano, pese a los logros sociales verificados en la última década en la
región. Asimismo, todos esos datos fundarían con solidez la constatación de que esos
niveles de desigualdad, que expresan una larga historia, siguen configurando en América
Latina uno de los principales retos para abatir la pobreza, sustentar el crecimiento
económico soberano y afirmar la democracia.

Períodos

Pero vayamos a lo que nos enseña el análisis de estos temas en el pasado reciente de la
región. Si se examina la evolución de la pobreza y la indigencia (definidas como posesión
de ingresos insuficientes para acceder a determinadas canastas de bienes y servicios, y
no a partir de un conjunto amplio e integral de dimensiones) durante los últimos treinta
años en América Latina y el Caribe se podrán advertir o identificar, con cierta facilidad,
cuatro períodos claramente diferenciados.

El primero de los períodos corresponde a los años ochenta del siglo pasado: la
llamada “década perdida”. Como se puede apreciar en el Gráfico 1, entre 1980 y 1990 la
incidencia de la pobreza aumentó de 40.5% a 48.4%, lo que implicó, merced al crecimiento
poblacional registrado en esos años, pasar de 136 a 204 millones de habitantes viviendo
en hogares con ingresos inferiores a la Línea de Pobreza.

La última década del siglo pasado constituye la segunda etapa en esta periodización. En
esos años, en particular durante su primer lustro, se registró una reducción muy moderada
de la pobreza: de 48.4% a 43.8% entre 1990 y 1999. Esta leve caída en los niveles de
pobreza y de indigencia (de 22.5% a 18.5%) se produjo en el contexto de crecimiento
económico posterior a la “década perdida”, en una etapa signada por procesos de apertura
económica y reformas de signo liberal. Cabe consignar que este descenso coincidió con el
incremento de la desigualdad en la distribución del ingreso en varios países de la región.

Al analizar esta segunda etapa de nuestra periodización no puede omitirse el señalamiento


del vínculo profundo e insoslayable entre desigualdad y pobreza. En América Latina las
altas tasas de pobreza han sido históricamente el resultado de los altos niveles de
desigualdad en la distribución del ingreso, no de una “pobreza económica” o de una
insuficiencia productiva. En esta línea, el Banco Interamericano de Desarrollo señaló ya
hace varios años sobre el vínculo entre desigualdad y pobreza en América Latina
(BID 1998: 18 y ss.): “Uno de los rasgos más destacados de la mala distribución (del ingreso) en
América Latina es la enorme brecha que hay entre las familias que pertenecen al decil de más altos
ingresos y las demás. Una implicación muy grave de la concentración del ingreso en América
Latina es la extensión de la pobreza en la región. (...) Si América Latina tuviera la distribución del
ingreso que corresponde a su nivel de desarrollo de acuerdo con los patrones internacionales, la
incidencia de la pobreza sería la mitad de lo que es realmente; (...) si el ingreso en América Latina
se distribuyera como en los países del Sudeste de Asia, la pobreza sería una quinta parte de lo que
es en realidad. Incluso tomando el patrón distributivo de África, se encuentra que para los mayores
niveles de desarrollo que tiene América Latina, debería tener la mitad de los pobres que tiene
realmente.”

Entre fines de los años noventa y los primeros del primer decenio del siglo XXI se puede
ubicar la tercera fase en este recorrido. En esa etapa se produce en la región considerada
como conjunto un estancamiento en la reducción de la pobreza, en tanto algunos países
padecen un crecimiento significativo de la pobreza y de la indigencia a causa de profundas
crisis económicas que cierran en forma dramática el ciclo y los modelos de los años
noventa.

Finalmente, el cuarto período se inicia a comienzos de este siglo con una sostenida
reducción de la pobreza y de la indigencia, tanto en términos relativos como absolutos, que
ha seguido hasta nuestros días. Como se puede apreciar en el Gráfico 1, entre los años
2002 y 2014 se observa una reducción de los porcentajes de pobreza (de 43,9 a 28) y de
indigencia (de 19.3 a 12). Este comportamiento asume otra valoración si se considera en
términos absolutos: en dicho período la región pasó de 225 millones a 167 millones de
personas en situación de pobreza, y de 99 millones a 71 millones en situación de
indigencia (Gráfico 1).

Gráfico 1
Población bajo la Línea de Pobreza (Mét.CEPAL) en América Latina.
Años seleccionados entre 1980 y 2014. En porcentajes y valores absolutos.
Fuente: CEPAL (2015) / Nota: [i] proyección a 2014.

Cabe el interrogante respecto a si el relativo estancamiento que se observa en el


mejoramiento de los indicadores de pobreza e indigencia a partir de 2012 representa el
inicio de una nueva etapa en este recorrido, en un marco global de crisis económica y de
incertidumbre, o si simplemente implica una desaceleración de una tendencia que aún se
sostiene, en términos de mejora en los niveles de bienestar de los estratos de menores
ingresos de la población. En cualquier hipótesis, los logros sociales obtenidos no resultan
suficientes y deben profundizarse en forma decidida en los próximos años.

Comparaciones y tendencias

El descenso de la pobreza que se registra en la región en los últimos diez años – y que en
algunos países, como Chile, se inicia ya en los años noventa – se manifiesta con mayor
claridad en aquellos países que experimentaron profundas crisis económicas y sociales a
comienzos de la década pasada. En este sentido, se destaca la trayectoria de Uruguay,
donde la pobreza se reduce casi a una cuarta parte entre 2004 y 2013: de 20.9% a 5.7%.
Otros países donde se observan también caídas sostenidas y muy significativas – y que
por su peso demográfico determinan el comportamiento de la región como conjunto – son
Brasil (de 38.7% en 2003 a 18% en 2013), Perú (de 54.7% en 2001 a 23.9% en 2013),
Chile (de 20.2% en 1999 a 7.8% en 2013), Colombia (de 49.7% en 2002 a 30.7% en 2013)
y Venezuela (de 48.6% en 2002 a 32,1% en 2013). Más allá del impacto que tiene en la
región la trayectoria particular de algunos de sus países (obviamente, Brasil merced a su
peso poblacional), la conclusión más relevante que se desprende de los datos presentados
es que prácticamente en todos los países de la región (al menos en los 18 sobre los que
se presenta información) se advierte, en mayor o menor grado y con algunos altibajos, una
disminución de la pobreza y de la indigencia en la primera década de este siglo.

Pese a la sostenida reducción de la pobreza de ingresos o monetaria a lo largo de la última


década, el panorama actual en la región dista de ser satisfactorio. A excepción de los
países del Cono Sur, donde los niveles de pobreza han disminuido a un dígito, en la mayor
parte de los países latinoamericanos la pobreza aún afecta a una tercera parte de sus
habitantes, al tiempo que en muchos de estos países la indigencia o pobreza extrema
supera el dígito (Gráfico 2).

Gráfico 2
Personas bajo las Líneas de Pobreza y de Indigencia (Met.CEPAL) en América Latina (16
países selec.). Año 2013 o anterior más próximo. En porcentaje.
Fuente: elaboración propia a partir de datos de CEPAL (enlace). Información revisada al
05/FEB/2015. Nota: [i] áreas urbanas.

Cabe acotar, además, que en muchos países de la región la reducción de la pobreza por
ingresos no implico o no se tradujo, necesariamente, en mayor acceso a servicios y públicos de
calidad (salud y educación, en especial) ni en mejoras significativas en otras dimensiones clave
para el bienestar y el desarrollo de los ciudadanos (hábitat, vivienda, saneamiento, etc.). Por esa
razón, cuando se examina la evolución de la pobreza, medida con índices
multidimensionales que trascienden la variable ingreso, si bien se advierte una evolución
positiva en la mayoría de los países de la región durante los últimos años, la magnitud y el
ritmo de la mejora resulta menor que cuando se analiza la evolución de la pobreza medida
exclusivamente como carencia de ingresos.

Como ya se indicó, la reducción de la pobreza y la indigencia en estos últimos diez años


ha sido acompañada por la disminución en los niveles de concentración de ingreso, en un
marco de crecimiento sostenido y en muchos casos, a tasas inéditas para la historia
reciente. En 16 de los 18 países sobre los que CEPAL presenta datos de la evolución del
Gini se registra una caída en los niveles de concentración del ingreso o desigualdad desde
comienzos de este siglo. En muchos países latinoamericanos la disminución de los niveles
de concentración del ingreso ha sido muy pronunciada en términos relativos (partiendo, no
obstante, de valores iniciales muy altos, que situaban a esos países entre los más
desiguales del orbe). Por mencionar solo algunos de los países de mayor magnitud: en
Brasil la reducción del Coeficiente de Gini fue de 0.639 en 2001 a 0.553 en 2013; en
México de 0.542 en 2000 a 0.492 en 2012; en Argentina de 0.578 en 2004 a 0.475 en
2012; en Perú de 0.545 en 1999 a 0.444 en 2013; en Venezuela de 0.500 en 2002 a 0.397
en 2011. En todos esos países – partiendo de guarismos iniciales disímiles – el Coeficiente
de Gini se contrajo casi un punto, en períodos que rondan un decenio. Al igual que con la
pobreza, y más allá de similitudes o familiaridades dentro de la región, el panorama
continental con respecto a la desigualdad es variopinto: de hecho, en una región que sigue
siendo de las más desiguales del planeta, algunos países registran en la actualidad niveles
de desigualdad –inferiores a 0.4 en el Coeficiente de Gini– que los acercan, por primera
vez en muchas décadas, a los niveles de desigualdad que históricamente han exhibido los
países más desarrollados, en particular los europeos (Gráfico 3).

Gráfico 3
Concentración de ingreso en América Latina (16 países seleccionados), medida por
Coeficiente de Gini. Año 2013 o anterior más próximo.

Fuente: elaboración propia a partir de datos de CEPAL (enlace). Información revisada al


05/FEB/2015. Nota: [i] áreas urbanas.

Al abordar la evolución de la desigualdad en los últimos diez años, resulta pertinente y


oportuna la comparación con la primera mitad de los años noventa del siglo pasado. Si
bien en la primera mitad de los años noventa varios países de la región registraron un
descenso en los niveles de pobreza (aunque de menor cuantía que la observada en la
pasada década) y tasas de crecimiento de cierta magnitud, en los primeros años de este
siglo la disminución de la pobreza y la indigencia ha ido acompañada tanto por el
crecimiento económico –aún mayor que el observado hace dos décadas– como por la
reducción de la desigualdad, uno de los males endémicos de la región. En otras palabras,
y evitando propiciar un relato autocomplaciente, se podría afirmar, al menos a la luz de la
información disponible hasta el momento, que los últimos diez años registran una
trayectoria virtuosa, especialmente si se la compara con el recorrido de las últimas tres
décadas del siglo veinte. Aunque todavía no en los niveles exigibles, se ha podido
combinar crecimiento económico, reducción de la pobreza y disminución de la desigualdad
en la distribución del ingreso. En otras palabras, y pese a que los ritmos todavía resultan
lentos habida cuenta de los desafíos que enfrenta el continente y de las asignaturas
pendientes que arrastra desde hace décadas, en algunos países de la región ha comenzado a
perfilarse el tan mentado y tantas veces esquivo objetivo de crecer con equidad.

Claves de desigualdad

La reducción de la pobreza, la indigencia y la desigualdad en la distribución del ingreso


que ha experimentado la mayor parte de los países de la región no ha permitido, empero,
acortar otras brechas que históricamente han definido algunos de los perfiles más notorios
de la región. Así, las asimetrías con relación al ingreso y, por ende, al riesgo de caer en
situación de pobreza entre grupos étnicos, áreas geográficas (el mundo rural versus el
urbano), grupos de edad y género se mantienen desafiantes en la región. Como se puede
apreciar en el Gráfico 4, en todos los países de la región (al menos en los 18 sobre los que
se presenta información) la incidencia de la pobreza en los niños y adolescentes menores
de 15 años es claramente mayor que en el conjunto de la población.

Gráfico 4
Niños (menos de15 años) y población total bajo la Línea de Pobreza (Met.CEPAL) en
América Latina (16 países seleccionados). Año 2013 o año previo más próximo. En
porcentajes.
Fuente: elaboración propia a partir de datos de CEPAL (enlace). Información revisada al
05/FEB/2015. Notas: [i] áreas urbanas.

Algunos de los países que exhiben más bajos índices de pobreza muestran, empero, la
mayor brecha entre los niños y el conjunto de la población: en Uruguay, por ejemplo, la
incidencia de la pobreza en los niños es más del doble que en el conjunto de la población,
en tanto que en los restantes países del Cono Sur se advierten también asimetrías
severas. En dichos países lograr un descenso de la pobreza en el conjunto de la población
aún mayor que el registrado en los últimos años descansa, fundamentalmente, en la
posibilidad de reducir significativamente la pobreza infantil.

Aún más notoria resulta la inequidad entre grupos de edad en el acceso al bienestar si se
compara a las personas menores de 15 años con las de 65 o más años de edad, es decir,
si se compara los dos grupos de población que teóricamente constituyen el núcleo más
sensible de los regímenes de bienestar y, en particular, de los sistemas de seguridad
social. Alrededor de 2013, en los 13 países de la región, con información disponible sobre
pobreza por edad en las bases en línea de la CEPAL, el porcentaje de pobreza entre los
niños menores de 15 años era 4.1 veces mayor al registrado entre las personas de 65 o
más años (promedio simple entre los 13 países).

La concentración de la pobreza en las generaciones más jóvenes es una expresión de las


persistentes inequidades entre grupos de población en el acceso al bienestar y, por lo
tanto, en el ejercicio de sus derechos, particularmente, de sus derechos económicos,
sociales y culturales. Pero este fenómeno también resulta indicativo de la oportunidad que
no se está aprovechando plenamente en un tiempo de bonanza, al menos en América del
Sur, de invertir y sustentar cambios sensibles en la educación pública, en el desarrollo de
capacidades y competencias desde la más temprana infancia y con particular énfasis en
las franjas más vulnerables de la población.

Otra de las expresiones o manifestaciones de inequidad refiere a la condición étnica de los


ciudadanos latinoamericanos. A diferencia de lo que acontece con el clivaje de edad, el
panorama dentro de la región puede resultar variopinto con relación a las brechas entre
indígenas y afrodescendientes, por una parte, y el resto de la población, por otra, con
relación a la incidencia de la pobreza. Empero, en muchos países se observan
considerables asimetrías en perjuicio de los primeros. De acuerdo a datos procesados por
CEPAL, en todos los países de los que se dispone información en sus bases de datos en
línea, la incidencia de la pobreza es mayor en los indígenas que en el resto de la
población, en algunos casos, significativamente más alta (Gráfico 5).

Gráfico 5
Personas bajo la Línea de Pobreza (Met.CEPAL) en América Latina (10 países
seleccionados) por ascendencia étnico-racial. Año 2013 o año anterior más próximo. En
porcentajes.

Fuente: elaboración propia a partir de datos de CEPAL (enlace). Información revisada al


05/FEB/2015

Otro de los clivajes estructurales que determina las distintas posibilidades que tienen las
familias de acceder a los bienes y servicios requeridos para satisfacer sus más básicas
necesidades es el área geográfica a la que pertenecen: más específicamente, la dicotomía
entre las áreas rurales y urbanas. Tradicionalmente, en América Latina –y en algunas otras
regiones del mundo– las personas que residen en las áreas rurales o semiurbanas
disponen de menores oportunidades para acceder a ingresos, bienes y servicios.

Los datos presentados en el Gráfico 6 muestran la persistencia de esta asimetría o


disparidad entre áreas rurales y urbanas. Al mismo tiempo resulta interesante señalar que
en los países con más bajos niveles de pobreza y, a la vez, mayores índices de
urbanización, se constata una mayor incidencia de la pobreza en las áreas urbanas que en
las rurales (Uruguay y Chile) o, a lo sumo, una relativa paridad entre ambas áreas (Costa
Rica).

Gráfico 6
Personas bajo la Línea de Pobreza (Met.CEPAL) en América Latina (14 países
seleccionados) por área geográfica de residencia. Año 2013 o año anterior más próximo.
En porcentajes.

Fuente: elaboración propia a partir de datos de CEPAL (enlace) Información revisada al


05/FEB/2015
Si bien la pobreza sigue teniendo una mayor incidencia en las áreas rurales que en las
urbanas, los países de la región no escapan a la tendencia global a la concentración – al
menos en términos absolutos – de la pobreza en las grandes áreas urbanas. En este
sentido, cabe señalar que la pobreza en las grandes urbes o áreas metropolitanas suele estar
asociada a procesos de segregación residencial y exclusión sociocultural. En la medida que la
pobreza se asocia a procesos de segregación espacial y fragmentación del espacio
público urbano, su reducción demanda o reclama perspectivas de análisis más complejas
y abordajes multidimensionales en materia de política pública.

Finalmente, con relación a las inequidades de género, un análisis global de la incidencia


que la pobreza tiene en mujeres y varones no permite observar diferencias de mayor
significación. No obstante, prácticamente en todos los países de América Latina y el
Caribe sobre los cuales se presenta información en el siguiente gráfico, la incidencia de la
pobreza es mayor en las mujeres que en los varones. Desde luego, una apertura por
edades o territorial podría mostrar brechas aún mayores. En cualquier caso, la reducción
de las disparidades laborales entre mujeres y varones (de acceso y salariales), así como
de las disímiles cargas de trabajo no remunerado (el cuidado de niños y adultos mayores),
entre otras brechas que aún deben ser acortadas, sigue siendo una de las llaves para que
la probabilidad de caer en situación de pobreza de ingreso no afecte en mayor grado a las
mujeres.

Gráfico 7
Personas bajo la Línea de Pobreza (Met.CEPAL) en América Latina (países
seleccionados) por género. Año 2013 o año anterior más próximo. En porcentajes.

Fuente: elaboración propia a partir de datos de CEPAL (enlace). Información revisada al


05/FEB/2015. Nota: [i] áreas urbanas.

Dos líneas de reflexión y una definición prioritaria

Los datos examinados hasta el momento permiten extraer al menos dos conclusiones. En
primer término, luego de varias décadas, América Latina y el Caribe han experimentado en
la última década como región (albergando trayectorias más o menos positivas) un período
favorable, en tanto se han conjugado un crecimiento económico sostenido, una reducción
de la pobreza y la indigencia significativa y un descenso entre moderado y significativo de
la desigualdad en la distribución del ingreso. En segundo lugar, la región sigue
exhibiendo inequidades evidentes en el acceso al bienestar social y, por tanto, en la
probabilidad de caer en situación de pobreza y de indigencia, que merecen especial
atención al momento de formular e implementar políticas públicas destinadas a reducir en
forma significativa la pobreza.

La constatación de estas persistentes disparidades entre niños y adultos, entre quienes


residen en las áreas rurales y quienes viven en las ciudades, entre indigencias y
afrodescendientes y el resto de la población, y entre mujeres y varones (clivaje que
también se reproduce al interior de esos grupos), plantea la necesidad de construir una
agenda integral y renovada de políticas orientadas a superar la pobreza, basada tanto en
la mejora global de los niveles de bienestar de la población como – y quizás en mayor
medida – en la consistente reducción de las desigualdades que aún la fragmentan.

Avanzar en los logros de los objetivos que tal agenda debería incorporar, implica operar de
manera progresiva – esto es, contemplando acciones afirmativas y de discriminación
positiva – en la distribución del ingreso, la formación de capacidades y activos en las
personas y la generación de oportunidades para su desarrollo. Esas acciones deben
sustentarse en una resignificación radical de los vínculos entre democracia, derechos
humanos y combate a la pobreza. Incluso el crecimiento económico y la sustentatibilidad
del desarrollo soberano exigen una mayor igualdad. Sobre este particular y de cara a las
perspectivas de desaceleración económica a nivel global, como ha señalado con acierto la
CEPAL, en América Latina no puede postergarse la “hora de la igualdad”.
La pobreza en América Latina en
perspectiva comparada
A raíz de los nuevos números del INDEC (que se conocieron la última
semana de marzo) me propuse estimar cómo fue la evolución de la
pobreza en Argentina, Chile, Brasil, México y Colombia desde fines de los
’80. En todos los casos, procuré usar la misma vara (la del INDEC actual,
equivalente a 10,1 dólares por día a paridad de poder adquisitivo -esto es,
eliminando el efecto de que en algunos países un dólar compra más cosas
que en otro, de modo de volverlos así comparables-).

Hay varios datos interesantes.

1) Es cierto que Chile viene bajando sostenidamente la pobreza desde 1990


(lamentablemente no hay estadísticas de buena parte del período
pinochetista, en la cual hay signos de que la desigualdad empeoró
muchísimo y que, como el PBI per cápita casi no creció, es probable que la
pobreza haya aumentado y mucho entre mediados de 1972 -segunda mitad
del gobierno de Allende- y fines de los ‘80).

2) Argentina es una montaña rusa. Sube la pobreza exponencialmente con


la híper de 1989 y baja en los primeros años de Menem, pero
consolidándose en un piso estructural muy superior al de la pre-híper.
Tras 1993, la pobreza va subiendo casi sostenidamente hasta la explosión
de 2001–2, cuando la pobreza casi alcanzó el 70%.

3) Argentina bajó muy rápidamente la pobreza una vez que la reactivación


económica comenzó a fines de 2002, particularmente hasta 2006. Luego
la siguió disminuyendo a un ritmo también considerable hasta 2011. Entre
2005 (año en que Argentina había vuelto al nivel de PBI de 1998,
precrisis) y 2011, Argentina bajó la pobreza incluso algo más rápido que
Chile, país que tuvo una mejora de los términos del intercambio todavía
mayor (el cobre subió más que la soja). A partir de 2011 ese fenómeno se
revierte (algunos dicen que era “insostenible” tal baja rápida de la pobreza;
yo soy de creer que fueron los errores de política económica de 2011–12 los
que explican ello, más allá de que había tensiones en la macroeconomía
por entonces). En rigor, a partir de 2011 Argentina entra en una etapa de
estancamiento en la pobreza (no suba sostenida como dice la UCA) y Chile
sigue bajándola. De todos modos, es indispensable tener en cuenta que
con la misma vara la pobreza en Argentina es relativamente similar a la de
Chile. Este es un dato clave, ya que con su propia línea de pobreza (mucho
menos exigente que la del INDEC actual) Chile tiene 11,7% de pobres.
Muchos han utilizado ese guarismo (comparando peras con manzanas)
para resaltar las bondades del proceso chileno de un modo completamente
acrítico (creo, del mismo modo, que sería completamente negacionista no
ver que la pobreza en Chile baja sostenidamente desde hace 25 años).

4) Brasil baja la pobreza recién durante la era del PT. Fernando Henrique
Cardoso (que gobernó entre 1994–2002) fue exitoso en bajar la inflación
en Brasil, pero no así la pobreza, que permaneció virtualmente estancada.

5) Colombia también baja la pobreza en la década de los 2000. Creció más


que Brasil, pero redistribuyó menos (la desigualdad sigue casi igual, en
niveles altísimos), de modo que la baja de la pobreza fue menos
pronunciada.

6) México es un caso tristísimo. La pobreza hoy es casi la misma que en


1993, antes de firmar el tratado de libre comercio con Estados Unidos y
Canadá. Aun más, desde 2006 la pobreza tiende a subir. Y la cosa no es
peor porque en el medio expulsó al 5,7% de su población a Estados
Unidos. Es interesante el caso mexicano porque es otra versión de un
modelo de desarrollo “market friendly” que, a diferencia del chileno, tiene
pocos logros que resaltar.

7) Pueden replicar este ejercicio en el sitio web de PovCalNet poniendo


vara de 10.1 dólares por día a PPA. Yo empalmé con datos de 2013–16
(Argentina llega hasta 2014, pero hay un tema muestral con la EPH que
obliga a recalibrarla a partir de 2013 -al que le interesa la cuestión técnica
lo charlamos-) y agregué los de la híper. El resto de los países es igual.
5 tendencias que están definiendo a América Latina

Enmarcada en el subdesarrollo y la inestabilidad política y social, la región está


experimentando algunas tendencias que inciden directamente en la calidad de vida de la
población.

Rodrigo Riquelme22 de julio de 2017, 10:00

América Latina es una región de complejidades y contrastes. Enmarcada en el


subdesarrollo y la inestabilidad política y social, las revoluciones y dictaduras
del siglo XX, los procesos de independencia política y económica e incluso, las
masacres disfrazadas de conquistas con la llegada de los europeos a lo que se
conocía como el Nuevo Mundo parecen haber dejado huellas imborrables en la
cultura y en los hábitos y tendencias de las sociedades que la conforman.

La consultoría Americas Market Intelligence realizó un análisis de distintos


indicadores demográficos, tecnológicos, políticos y sociales para delinear una
serie de tendencias que vive la región latinoamericana. Americas Market
Intelligence es una empresa de inteligencia de mercado para Latinoamérica, que
realiza informes de investigación personalizados para las empresas que deseen
mayor información sobre la región.

Entre las tendencias que encontró la consultoría destacan el envejecimiento de la


población, la disminución del número de familias nucleares y la aparición de
una mayor número de familias diversas; la concentración de la población de los
países latinoamericanos en megaciudades de más de 20 millones de habitantes;
el desempleo generado por la automatización laboral y la avidez en el consumo
de tecnología, mismas que están definiendo muchas de las cuestiones
económicas, políticas y sociales en esta región del mundo.

1. Latinoamérica es la región que está envejeciendo más rápido en el mundo

Como se dice popularmente, los latinoamericanos nos estamos haciendo viejos.


Entre el 2010 y el 2020, la población de más de 25 años crecerá 21%, mientras
que la población menor a esta edad disminuirá 3.78%; esto quiere decir que para
el 2020 la población de más de 25 años en Latinoamérica alcanzará los 379
millones y la población menor a esta edad será de 264 millones, una diferencia
de más de 100 millones. De acuerdo con Americas Market Intelligence, en un
primer momento, esto beneficiará a la región, ya que la población en edad de
trabajar (15 a 60 años) seguirá creciendo hasta el 2025, cuando comenzará a
reducirse.

La consultoría prevé que el envejecimiento también obligará a que los gobiernos


destinen mayores recursos al sistema de salud público o a que se privaticen los
servicios de salud. Esto también hará que las prioridades políticas de los
gobiernos y funcionarios que en la actualidad se enfocan en la educación
cambien hacia las necesidades de la población de más edad, como las pensiones
a jubilados y los servicios de salud. Entre las consecuencias económicas que
tendrá esta tendencia está el que aunque el consumo seguirá teniendo impulso, el
crecimiento económico será lento de forma crónica.

2. Cada vez hay familias más diversas

Tanto las personas que viven solas como las familias no nucleares le están
ganando terreno a la familia nuclear, que puede estar compuesta por una pareja
sin hijos o con hijos o por una madre o un padre soltero y sus hijos y que sigue
siendo la estructura más común en las sociedades latinoamericanas, ya que
representa 61.6% de la población en América Latina. Las personas que viven
solas o con amigos conforman 14.5% de la población total, mientras que quienes
habitan en un hogar compuesto por padres, hijos y otros familiares y aquellas
familias conformadas por dos padres o dos madres o que conjuntan bajo un
mismo techo a dos o más familias nucleares forman el 23.9% de la población.
El creciente número de personas que viven solas o con amigos está
incrementando su consumo y su cuota de mercado, lo que está llevando a una
expansión de la clase media y a una noción de individualismo cada vez mayor.
La tendencia hacia las metas individuales y no familiares ha transformado la
crisis económica experimentada en Latinoamérica durante los años 90 hacia una
crisis social que ha incrementado la búsqueda del placer mientras que los apoyos
a los grupos más vulnerables se reducen, de acuerdo con Americas Market
Intelligence.

3. 86% de la población vivirá en ciudades y urbanizaciones para el 2025

La zona metropolitana del Valle de México es la megaciudad más grande de


Latinoamérica. Con 24.6 millones de habitantes, la Ciudad de México y su zona
conurbada supera a Río de Janeiro, Sao Paulo, Buenos Aires y Bogotá tanto en
la cantidad de personas que en ellas habitan como en el Producto Interno Bruto
de cada ciudad. A estas megaciudades se están sumando urbanizaciones más
pequeñas que están acumulando a la mayoría de la población de sus respectivos
países, como Lima, Perú y Santiago, en Chile. Esto hace que la América Latina
sea actualmente la región más urbanizada del planeta pero para el 2025, el 86%
de su población, es decir, 567 millones de personas, vivirá en ciudades o
megaciudades.

El hacinamiento y la competencia laboral dentro de las ciudades y el


consiguiente abandono del campo ha obligado a millones de personas a
desplazarse de sus lugares de origen en busca de mayores oportunidades de
empleo y remuneración. La migración es otra de las tendencias que ha
experimentado la región desde hace varias décadas. Este fenómeno que se da en
todo el continente americano ha afectado de forma importante a Latinoamérica
debido al número de madres solteras que ha dejado y a la baja productividad que
experimentan los países desde donde salen los migrantes, mientras que en los
países receptores la migración impulsa la productividad.

4. La tecnología y el desempleo van de la mano en América Latina

En todo el mundo, las tecnologías están irrumpiendo en prácticamente todos los


sectores, desde la producción hasta la comercialización y la vida cotidiana. Esto
no es una excepción en América Latina. Sin embargo, el desarrollo y el
consumo de nuevas tecnologías sólo está beneficiando a las clases medias y altas
de las sociedades de los países latinoamericanos. De acuerdo con Americas
Market Intelligence, algunas de las tecnologías disruptivas que están teniendo
éxito en algunos lugares de Latinoamérica son las energías renovables, las
tecnologías de la información y la comunicación, el almacenamiento de energía
y la automatización laboral.

Si bien el uso y creación de tecnologías sin duda está dejando beneficios en la


región, como el incremento de la riqueza, también es cierto que los avances
científicos y tecnológicos causarán una mayor división social debido a que la
automatización de muchos empleos dejará en el desempleo a millones de
trabajadores que sólo podrán incorporarse a ciertas áreas del sector servicios con
poca remuneración o al sector informal. Según la consultoría, América Latina se
verá más afectada por la automatización laboral que Estados Unidos o Europa,
lo que podría ocasionar conflictos políticos y sociales.

5. Los latinoamericanos son consumidores ávidos de tecnología

Brasil, México y Argentina son tres de los más grandes consumidores de


Internet y redes sociales a nivel mundial en número total de horas que las
personas permanecen conectadas a la red. En la actualidad, más de un tercio de
la población en América Latina cuenta con un teléfono inteligente. Además,
México y Argentina se encuentran entre los mercados de comercio electrónico
más prometedores en la región y se espera que el mercado de las tecnologías 3D
y 4D en Latinoamérica alcance un valor de más de 27,000 millones de dólares
para el 2021.

De acuerdo con Americas Market Intelligence, esto puede tener consecuencias


diversas tanto en la economía como en la vida y la organización de los países de
América Latina. Un menor contacto humano y la desaparición de las clases
sociales son algunas de las que considera la consultoría, a las que añade un
aumento significativo en la productividad y por tanto, en la riqueza, y una cada
vez mayor desconfianza en las instituciones políticas y de gobierno debido a una
mayor cantidad de información.
LA PROBLEMÁTICA SOCIO-CULTURAL EN AMÉRICA LATINA
Teeniendo claros algunos conceptos que hemos trabajado durante el curso podemos
abordar de manera amplia la problemática socio cultural en América Latina teniendo en
cuenta que en estos momentos nos encontramos con grandes cambios a nivel mundial
donde es necesario que cada uno tenga una marca personal y defienda su propia cultura,
sus tradiciones, sus creencias, sus cimientos, sin olvidar que todos tenemos una
identidad propia de acuerdo al lugar donde nacimos, vivimos o nos desenvolvemos. Es
decir cada uno hereda de sus antepasados esas características propias de la cultura que
se enmarcan de acuerdo a la sociedad en la que nos desenvolvemos.

Los latinoamericanos nos encontramos en una posición cultural donde rescatamos


nuestras creencias y costumbres pero nos ubicamos también en una situación de
problemática porque muchas veces por no pertenecer a los países más desarrollados,
tratamos de imitar otros aspectos que la sociedad, la moda, los medios de comunicación
tratan de imponer como lo más adecuado para desempeñarnos en la sociedad.

Con lo anterior defiendo la idea de que somos ricos en buenas costumbres, que
poseemos valores propios y características que nos convierten en seres pertenecientes a
una sociedad digna de admirar, pero a veces en el afán de seguir los paradigmas de otras
sociedades con mayor influencia en el mercado nos dejamos influenciar y en ocasiones
perdemos nuestra identidad propia y asumimos otros estilos de vida.

Se apoya esta idea en la teoría relacionada en el documento La situación actual de la


cultura en Latino América donde expresa “en nuestra Latinoamérica, en unos países
más en otros menos, pero aun conservamos el concepto de la familia como algo natural,
necesario e importante. Esto, que otros países quieren recuperar, nosotros no debemos
perderlo. Debemos mantener la idea fundamental que la familia es la célula de la
sociedad y sin ella no puede existir. Debemos recuperar y mantener, según el caso, que
tanto nuestros padres como nuestros hijos son igualmente importantes y que vivir bajo
el mismo techo es beneficioso y conveniente para todo el conjunto (las raíces nutren el
árbol a través del tronco y permiten el crecimiento y desarrollo de las ramas y hojas)
valga todavía la misma figura, para ver claramente que la unión familiar es parte de la
naturaleza, debe evolucionar en armonía con ella y sin lugar a dudas será una parte
fundamental en la constitución de sociedades equilibradas en nuestra nueva región en
creación.

Por ello, y pasando a los detalles, las cooperativas familiares, los comercios y las
pequeñas empresas compuestas de familias, serian una base sólida en la constitución de
la nueva socio-economía regional. Y los nuevos políticos legisladores deben crear leyes
que beneficien y protejan este modelo de sociedades y ¡no! seguir el camino de la
malsana globalización, donde las mega empresas y multinacionales despersonifican sus
obreros y empleados al punto de transformarlos en un insignificante numero.

Es el momento de crear nuestra unión regional a nuestro gusto y conveniencia, el de


todos los habitantes de Latinoamérica, y no al gusto, capricho y conveniencia de los de
afuera”

Lo anterior puede convertirse más que en una simple teoría en una grande invitación
para que cultivemos los valores propios, para que guardemos nuestra identidad y para
que defendamos lo propio, para que defendamos nuestras costumbres y demostremos
que somos una raza pujante y con cualidades dignas de admirar y con muchas riquezas
naturales para mostrar al resto del mundo.

De otro lado a medida que avanza el tiempo se presentan otros problemas que nos
acercan más a la realidad del momento como lo son las nuevas orientaciones políticas
que se vivencian, con la elección de personajes como de Hugo Chávez en Venezuela,
Néstor Kirchner en Argentina, Luiz Inácio Lula da Silva en Brasil, Tabaré Vázquez en
Uruguay, Michele Bachelet en Chile, Evo Morales en Bolivia, entre otras, son
indicadores de un giro hacia políticas más progresistas, aunque variables en cada caso,
en toda América Latina. Dichas personalidades dentro de sus planes de gobierno han
tratado de imponer políticas más comerciales y han tratado de imponer cierta
independencia política respecto a Estados Unidos.

Sin embargo situaciones concretas con mandatario como Chaves cuando han tratado de
restringir la libertad de prensa al considerar que muchos medios de comunicación
actúan como militantes del “imperialismo” y se oponen al socialismo del siglo XXI han
hecho notar un régimen autoritarista que se ha tratado de imponer en algunas épocas.
Igualmente al respecto se han hecho también análisis en los gastos de este país en lo que
se refiere a pago de personal militar, el cual es un poco exagerado por lo que se comenta
en los últimos días que Venezuela pueda llegar a convertirse en potencia militar del
continente pudiendo así desestabilizar los equilibrios regionales.
En este orden de ideas se resalta también que algunos gobiernos latinoamericanos al
momento han iniciado procesos de reforma de las constituciones de cada uno de sus
países con sus objetivos propios, pero la situación ha generado en algunos sectores
manifestación de la oposición, es este el caso de Bolivia, Venezuela y Ecuador. En
situaciones similares de inestabilidad social se puede resaltar las amenazas de
desmembramiento interno de muchos estados, tal como ocurre con las ambiciones
autonomistas de Santa Cruz de la Sierra en Bolivia.

Y llegando a una realidad más cercana destacamos las problemáticas que se presentan a
nivel social en lo relacionado con las manifestaciones de innumerables actos de
violencia vividas en nuestro país Colombia y protagonizadas por las Fuerzas Armadas
Revolucionarias de Colombia (FARC) quienes cometen delitos graves como la
fomentación del narcotráfico, el secuestro y otros que afectan la imagen de nuestra
sociedad.

En este conflicto a intervenido Estados Unidos pero infortunadamente no se han tenido


resultados muy consoladores, pero afortunadamente la economía en América Latina se
da en un crecimiento formidable, lo que provee un elemento estabilizador y reduce
algunas preocupaciones.

En busca de un mejor posicionamiento a nivel mundial se ha pensado en los últimos


días en la integración de los países Latinoamericanos con el fin de posicionar ideas más
claras en el aspecto de la economía, donde se establezcan alianzas en el beneficio de
todos, entre otras, pero estos intereses se han visto afectados por situaciones problemas
como la no empatía política de los gobernantes, por dificultades que mostrado Uruguay
en la no firma del tratado o por los conflictos internos que viven países como Colombia
donde otros mandatarios acusan el nuestro de tener vínculos con paramilitares, etc., lo
cual impide una fácil negociación.

Sin embargo a lo largo de la historia se han venido presentado múltiples problemas que
impiden que esta posibilidad de una integración se dé sin generar traumas en quienes
pertenecen a América Latina, pero si se hace necesario que se piense en consolidar una
propuesta seria en torno a esta posibilidad de integración y se busquen todos los medios
necesarios para busquemos siempre el bienestar de todos los países, sin importar las
diferencias políticas o económicas, sino tratando de que cada uno aporte desde su propia
fortaleza para que los demás tengan un punto de apoyo para salir adelante, respetando
las ventajas que los demás tenga y los aspectos positivos y negativos de cada sociedad.
A manera de conclusión es importante que comprendamos que en cualquier lugar donde
nos encontremos siempre debemos demostrar un amor por lo propio, sentido de
pertenecía por nuestras raíces, pero también debemos aprender a convivir con los demás
así sean totalmente diferentes a ellos, es decir debemos aprender a respetar las
diferencias de los demás para que también ellos sean las nuestras. Cada uno puede
posicionar su cultura, divulgarla, compartirla pero nunca imponerla porque cada uno
tiene un estilo propio que no es cambiante fácilmente.
En el siglo XXI se ha producido un estallido en los estudios latinoamericanos, tanto por
la cantidad como por la diversidad de perspectivas teórico-metodológicas que buscan
abordar nuestras propias y complejas realidades. Dentro del desarrollo de este
campo, Cultura y Cambio Social en América Latina, editado por Mabel
Moraña,muestra múltiples maneras de afrontar lo que nos acontece y -por qué no- lo
que somos. Estas páginas ponen en evidencian y constituyen algunas de estas avenidas,
para las que los paradigmas tradicionales resultan insuficientes e incluso inadecuados.

La obra reúne un conjunto de textos que fueron expuestos en 2006 en el marco del
Congreso Internacional del programa de Estudios Latinoamericanos, de la Washington
University, en la ciudad estadounidense de Saint Louis. Los autores de estas páginas
provienen tanto de diferentes universidades -especialmente norteamericanas-, como de
múltiples disciplinas. La gran mayoría de los expositores procede del campo de la
crítica literaria, aunque otros lo hacen desde la antropología, los estudios socioculturales
y los de género.

El libro se compone de una "Introducción", escrita por la compiladora, y de cuatro


grandes ejes estructurantes que engloban los 19 artículos, algunos de los cuales son
desarrollados en el presente trabajo.

El primero de los núcleos organizadores se titula "Nación, identidades, territorio",


conceptos que son resignificados desde las propias prácticas sociales, políticas y
culturales concretas, deconstruyendo su matriz moderna. En este sentido, podemos
encontrar un descentramiento de lo nacional desde el estudio tanto de las culturas que se
forjan en las fronteras, como de la emergencia de identidades étnico-políticas. Un caso
particular es el de Bolivia, sobre el que se aproximan Javier Sanjinés y Bret Gustafson.
El primero realiza un análisis desde las categorías propias de la retórica, donde
contrapone la metáfora -como lenguaje social legitimado, embellecido- con lo que
irrumpe en la Asamblea Constituyente de 2006: la catacresis. Ésta última representa la
lógica de los sectores populares acallados, que cuestionan su situación de opresión por
parte de los sectores mestizos y occidentalizados que tradicionalmente han ejercido el
control del estado. La retórica permite desentrañar esa Otredad que la modernidad ha
pretendido negar.

Por su parte, Gustafson aporta a esta perspectiva el estudio de proyectos educativos


multiculturales. Aborda dos de las políticas delineadas desde los años 90: una de
carácter neoliberal, que pretende traducir a lenguas indígenas la cultura occidental, y
otra de perfil descolonizador, que busca rescatar los conocimientos indígenas y atacar
las jerarquías preestablecidas. El autor sostiene que ambos proyectos han fracasado al
pretender generar cambios sólo a nivel educativo, ignorando la necesidad de transformar
las relaciones de poder.

Dentro de este eje, encontramos también un capítulo escrito por Moraña, donde aborda
los gobiernos populistas surgidos en América Latina en la primera década del siglo
XXI, en un proceso que denomina "marea rosa". Esta se caracteriza por representar una
nueva alternativa política desde la izquierda pero que se diferencia sustancialmente de
los movimientos de liberación nacional que siguieron a la Revolución Cubana. La
autora considera las características comunes de los distintos gobiernos, así como sus
diferencias con las experiencias populares del siglo XX. En este sentido, la marea rosa
se enfrenta al proceso de globalización a través de una dinámica orientada a promover la
participación popular y a defender lo nacional. A diferencia de los artículos
anteriormente comentados -que buscaban una reconfiguración de las referencias
modernas-, el de Moraña propone afirmar el Estado territorial para enfrentar la agresiva
expansión neoliberal.

El segundo eje de la compilación es "Ciudad/ciudadanía", en el que lo urbano aparece


como un espacio físico y simbólico donde los sujetos humillados pugnan por
constituirse políticamente. Marisa Belausteguigoitia considera el plantón producido en
la ciudad de México en 2006 -en reclamo en pos de un conteo electoral transparente-
como una afrenta a la ciudad normalizada. Al producirse dicha manifestación popular
en el centro de la misma, la metrópoli letrada aparece "rajada" por los sujetos
marginales. A través de esta experiencia, los excluidos reclaman la posibilidad de ser
reconocidos en su identidad política y social. Belausteguigoitia cristaliza así las
"gramáticas de una ciudad tomada" (p. 176). Este mismo acontecimiento también es
tratado por Rossana Reguillo, quien lo considera como una contestación a una verdad
legitimada tanto por el Estado como por los poderes fácticos y mediáticos.

Otro abordaje de la ciudadanía es el que lleva a cabo Susan Hallstead-Dabove, sobre la


incidencia de las prácticas femeninas de consumo en la constitución del imaginario
moderno en la Argentina decimonónica. Esta incursión logra una interesante
problematización de la historia a partir de preocupaciones propias del siglo XXI.

Los trabajos englobados bajo el título de "Latinoamericanismo, hispanismo y estudios


culturales" despliegan argumentos epistemológicos para abordar críticamente la realidad
latinoamericana. Esta tarea exige el análisis del estado de situación de dichos campos,
considerando sus falencias y sus deudas, para lograr la capacidad de regenerar las
categorías y los problemas que se plantean. Uno de estos estudios, el de Santiago
Castro-Gómez, recurre a las teorías heterárquicas del poder para analizar la
colonialidad. Esas teorías son desarrolladas por Michel Foucault y, en contraposición a
las de carácter jerárquico o estructural, reconocen la posibilidad de experiencias
autónomas de la subjetividad. Dicha alternativa lleva a Castro-Gómez a reconocer la
posibilidad de cuestionar el arraigo de la colonialidad en cada individuo, vislumbrando
la constitución de un sujeto poscolonial y poscapitalista. La "desterritorialización de la
subjetividad" (p. 231) permite escapar de los dispositivos bio y geopolíticos de la
dominación.

Dentro de estas propuestas epistemológicas, es interesante recatar el ensayo de Abril


Trigo, centrado en una "crítica a la economía política de la cultura" actual (p. 233),
donde la globalización como régimen de acumulación subsume lo social a la lógica del
capital. Esta mercantilización abarca las dos jurisdicciones sobre las que opera la
cultura: la economía política y la economía libidinal, que se corresponden,
respectivamente, a la producción de los bienes materiales y a la de los bienes simbólicos
y los deseos. La autora utiliza como metáfora de este sistema un torbellino que atrapa a
través de promesas, pero que arroja a las mayorías a sus márgenes, al intentar alcanzar
dichas expectativas; sólo unos pocos logran permanecer en el centro. Así como la
globalización termina subsumiendo lo libidinal, hace lo mismo con la pluralidad:
"Diversity is good business" (p. 263). Trigo concluye que es menester no subordinarse a
las lógicas multi e interculturales dominantes, siendo capaces de desarrollar y llevar a
cabo proyectos políticos y económicos de transformaciones radicales.
En otra intervención, Ana del Sarto ataca los discursos poscoloniales, considerando que
éstos se asignan una "aparente radicalidad" epistemológica. Al desinteresarse
explícitamente de las condiciones sociohistóricas, los poscolonialistas han focalizado su
atención exclusivamente en la capacidad transformadora del conocimiento, proposición
refutada por la materialidad colonial aún vigente en América Latina.

Dislocado, Sebastiaan Faber intenta rescatar en el hemisferio americano los


denominados estudios transatlánticos -renovación del viejo hispanismo- al proponer el
desarrollo de dicho campo en función de las líneas de investigación y los recursos
económicos disponibles en las universidades norteamericanas.

El último eje de esta obra, "Culturas audiovisuales", desenvuelve la relación de éstas


con el mercado y la representación de las identidades. En este sentido, destaca el cine, la
fotografía y las letras como expresiones históricas y con capacidad de generar debates
sociales. Así, Sergio Franco se adentra en la función del signo fotográfico dentro de la
autobiografía, género que reemerge junto al individualismo de la crisis de los
metarrelatos. Demuestra cómo esta asociación de las letras con lo visual busca expresar
el heroísmo triunfante en medio de las inclemencias de la globalización.

Emanuelle Oliveira, por otro lado, analiza films brasileños como Ciudad de Dios y De
Paso, que, a través de diferentes estrategias estéticas, visualizan la vida cotidiana de los
habitantes de las favelas. Enhebrando los lenguajes cinematográficos con las
discusiones ético-políticas, el autor pone de relieve el modo en que el cine puede
reproducir las desigualdades sociales o cómo puede colaborar en la construcción de
subjetividades más libres.

Si hacemos un paneo general de todas estas páginas, reconoceremos en ellas el esfuerzo


transdisciplinario por abordar cuestiones que atañen a lo latinoamericano. El libro
evidencia el uso de dispares herramientas teóricas y metodológicas que -a pesar de
dicho pluralismo- se orientan en un sentido catacrético: es decir, logra resignificar las
categorías de análisis no "por gusto, sino por necesidad" (p. 76), por la urgencia que
imponen las realidades que se afrontan.

Si algo podemos advertir a los autores es que el horizonte no puede ser signado por un
mero cambio epistemológico, incapaz por sí solo de transformar las condiciones
históricas de América Latina. El desafío que plantea esta miscelánea al campo de los
estudios latinoamericanos consiste en tener presentes las palabras del dirigente guaraní-
boliviano Guido Chumirai: "Cuando los karai (blancos) hablan de cultura, están
hablando de folklore. Cuando nosotros hablamos de la interculturalidad, estamos
hablando de poder" (p. 97).

Por último, podemos entender estos textos como espacios que aparecen de manera
caótica, desperdigados, y por los que el lector puede hallar múltiples entradas a este
libro-ciudad. Entradas que no son más que líneas de fuga hacia la problematización de
la vida cotidiana en América Latina.

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