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El organismo que más datos publica sobre este hecho es la CEPAL: la Comisión Económica
para América Latina y el Caribe. También lo hace el BID (Banco Interamericano de Desarrollo)
y el Banco Mundial.
En los últimos años, se han producido grandes cambios en el territorio. Entre 1980 y 1990,
periodo conocido como “la década perdida“, la pobreza aumentó del 40,5% al 48,4%, lo que
dejó a 204 millones de personas en la carencia.
Durante la década de los 90, se produjo una reducción moderada gracias al crecimiento y la
apertura económica. No obstante, al final de estos años hubo un estancamiento o crecimiento
del subdesarrollo en algunos países.
De acuerdo con los datos proporcionados por el Banco Mundial, el ranking de los 10
países más pobres de América Latina es el siguiente:
1. Honduras
2. Guatemala
3. Nicaragua
4. Colombia
5. Bolivia
6. Venezuela
7. Ecuador
8. El Salvador
9. Perú
10. México
Los países en los que más ha aumentado la pobreza entre 2010 y 2014 son Uruguay, Perú y
Chile. Por otro lado, teniendo en cuenta el PIB (Producto Interior Bruto), los países más ricos
del territorio son Chile, Panamá y Uruguay.
Causas y consecuencias
Son numerosas las causas del subdesarrollo, tanto en Sudamérica como en Centroamérica. A
lo largo de la historia, el principal motivo ha sido la desigualdad social en relación a los ingresos
y el reparto de la pobreza.
Respecto al empleo, los salarios de los trabajadores suelen ser bajos, habiendo precariedad
laboral. Además, hay brechas a la hora de encontrar trabajo entre las personas de distinto
sexo, edad, área, etnia y raza.
Además, hallamos una dependencia de los países industrializados, una importante carga de la
deuda interna y un mal funcionamiento de los mercados internacionales.
Estos hechos acarrean importantes consecuencias para el continente, entre las que destacan
las siguientes:
Violencia
Baja esperanza de vida
Desnutrición
Analfabetismo
Hacinamiento
Subempleo
Marginación
Rocinha: el asentamiento de chabolas más grande de América Latina
Igualmente, el subdesarrollo afecta de forma directa a los niños, fomentando el trabajo infantil y
el abandono escolar, lo que a su vez es fruto de bajos niveles de educación y escaso acceso a
empleo cualificado.
Tipos de pobreza
La escasez en América Latina es multidimensional, ya que afecta a las cinco dimensiones
básicas, las cuales son la vivienda, los servicios básicos, la salud, la educación y la recreación.
No obstante, algunos tipos de pobreza destacan más, entre los que se encuentran las
siguientes:
Soluciones
Pese a que en los últimos años la pobreza latinoamericana haya descendido, no ha habido un
incremento del acceso a los servicios públicos de calidad. Además, sigue habiendo una baja
cobertura en protección social.
Asimismo, son importantes las ayudas sociales para una mejor inserción laboral y unos
salarios dignos, sobre todo para los sectores más relegados, como es el caso de las mujeres.
Para acabar con el hambre y la escasez, varias organizaciones de las Naciones Unidas están
trabajando en estos territorios, entre ellas Unicef (Infancia), FAO (Alimentación y Agricultura) y
PNUD (Desarrollo).
Desde CEPAL, se insta a los gobiernos a trabajar unidos y en solidaridad, para que con el
suficiente financiamiento, se puedan asignar políticas que disminuyan el subdesarrollo.
El texto sitúa las políticas laborales, la provisión de servicios públicos, los sistemas de
protección social y las políticas de superación de la pobreza, como algunos de los
aspectos que inciden directamente en la distribución de ingresos de los hogares y que,
por tanto, determinan que el crecimiento económico pueda traducirse en mejores
condiciones de vida para la población.
En estos últimos meses han surgido a la luz pública distintos Informes internacionales que
vuelven a poner en el centro de la atención mundial la gravedad inusitada que ha cobrado
la desigualdad en el contexto global más actual. Según Oxfam, el año pasado el 1% más
rico del planeta era dueño del 48 por ciento de la riqueza del mundo. Pero las tendencias
tienden a agravarse: en el 2016 ese 1% tendrá más del 50% y en el 2019 más del 54%. Si
desagregáramos los grandes segmentos, nos encontraremos con asimetrías incluso más
irritantes: en el 2014, el 20% del 99% concentraba el 46.5 % de ese restante 52, al tiempo
que las ochenta personas más ricas del planeta poseen actualmente lo mismo que los
3.600 millones de personas más pobres. En ese contexto escandaloso, la situación de
América Latina, a pesar de haber mejorado en la última década, sigue manteniendo
guarismos muy preocupantes. Según el Banco Mundial y el Centro de Estudios
Distributivos, Laborales y Sociales (CEDLAS), América Latina es la segunda región más
desigual del planeta (52,9 de coeficiente de Gini), apenas por debajo del África
Subsahariana (56,5) y seguida desde bastante lejos por Asia (44,7) y por Europa del Este
y Asia Central (34,7). Por su parte, el recientemente publicado Panorama Social de América
Latina 2014 de la Comisión Económica para América Latina de las Naciones Unidas
(CEPAL) ha registrado un estancamiento en la baja de la pobreza: el porcentaje de
personas con ingresos inferiores a la Línea de Pobreza fue 28.1 en el 2013, al igual que en
el 2012, y se proyecta que baje apenas en una décima porcentual para el 2014 (Gráfico 1).
Períodos
Pero vayamos a lo que nos enseña el análisis de estos temas en el pasado reciente de la
región. Si se examina la evolución de la pobreza y la indigencia (definidas como posesión
de ingresos insuficientes para acceder a determinadas canastas de bienes y servicios, y
no a partir de un conjunto amplio e integral de dimensiones) durante los últimos treinta
años en América Latina y el Caribe se podrán advertir o identificar, con cierta facilidad,
cuatro períodos claramente diferenciados.
El primero de los períodos corresponde a los años ochenta del siglo pasado: la
llamada “década perdida”. Como se puede apreciar en el Gráfico 1, entre 1980 y 1990 la
incidencia de la pobreza aumentó de 40.5% a 48.4%, lo que implicó, merced al crecimiento
poblacional registrado en esos años, pasar de 136 a 204 millones de habitantes viviendo
en hogares con ingresos inferiores a la Línea de Pobreza.
La última década del siglo pasado constituye la segunda etapa en esta periodización. En
esos años, en particular durante su primer lustro, se registró una reducción muy moderada
de la pobreza: de 48.4% a 43.8% entre 1990 y 1999. Esta leve caída en los niveles de
pobreza y de indigencia (de 22.5% a 18.5%) se produjo en el contexto de crecimiento
económico posterior a la “década perdida”, en una etapa signada por procesos de apertura
económica y reformas de signo liberal. Cabe consignar que este descenso coincidió con el
incremento de la desigualdad en la distribución del ingreso en varios países de la región.
Entre fines de los años noventa y los primeros del primer decenio del siglo XXI se puede
ubicar la tercera fase en este recorrido. En esa etapa se produce en la región considerada
como conjunto un estancamiento en la reducción de la pobreza, en tanto algunos países
padecen un crecimiento significativo de la pobreza y de la indigencia a causa de profundas
crisis económicas que cierran en forma dramática el ciclo y los modelos de los años
noventa.
Finalmente, el cuarto período se inicia a comienzos de este siglo con una sostenida
reducción de la pobreza y de la indigencia, tanto en términos relativos como absolutos, que
ha seguido hasta nuestros días. Como se puede apreciar en el Gráfico 1, entre los años
2002 y 2014 se observa una reducción de los porcentajes de pobreza (de 43,9 a 28) y de
indigencia (de 19.3 a 12). Este comportamiento asume otra valoración si se considera en
términos absolutos: en dicho período la región pasó de 225 millones a 167 millones de
personas en situación de pobreza, y de 99 millones a 71 millones en situación de
indigencia (Gráfico 1).
Gráfico 1
Población bajo la Línea de Pobreza (Mét.CEPAL) en América Latina.
Años seleccionados entre 1980 y 2014. En porcentajes y valores absolutos.
Fuente: CEPAL (2015) / Nota: [i] proyección a 2014.
Comparaciones y tendencias
El descenso de la pobreza que se registra en la región en los últimos diez años – y que en
algunos países, como Chile, se inicia ya en los años noventa – se manifiesta con mayor
claridad en aquellos países que experimentaron profundas crisis económicas y sociales a
comienzos de la década pasada. En este sentido, se destaca la trayectoria de Uruguay,
donde la pobreza se reduce casi a una cuarta parte entre 2004 y 2013: de 20.9% a 5.7%.
Otros países donde se observan también caídas sostenidas y muy significativas – y que
por su peso demográfico determinan el comportamiento de la región como conjunto – son
Brasil (de 38.7% en 2003 a 18% en 2013), Perú (de 54.7% en 2001 a 23.9% en 2013),
Chile (de 20.2% en 1999 a 7.8% en 2013), Colombia (de 49.7% en 2002 a 30.7% en 2013)
y Venezuela (de 48.6% en 2002 a 32,1% en 2013). Más allá del impacto que tiene en la
región la trayectoria particular de algunos de sus países (obviamente, Brasil merced a su
peso poblacional), la conclusión más relevante que se desprende de los datos presentados
es que prácticamente en todos los países de la región (al menos en los 18 sobre los que
se presenta información) se advierte, en mayor o menor grado y con algunos altibajos, una
disminución de la pobreza y de la indigencia en la primera década de este siglo.
Gráfico 2
Personas bajo las Líneas de Pobreza y de Indigencia (Met.CEPAL) en América Latina (16
países selec.). Año 2013 o anterior más próximo. En porcentaje.
Fuente: elaboración propia a partir de datos de CEPAL (enlace). Información revisada al
05/FEB/2015. Nota: [i] áreas urbanas.
Cabe acotar, además, que en muchos países de la región la reducción de la pobreza por
ingresos no implico o no se tradujo, necesariamente, en mayor acceso a servicios y públicos de
calidad (salud y educación, en especial) ni en mejoras significativas en otras dimensiones clave
para el bienestar y el desarrollo de los ciudadanos (hábitat, vivienda, saneamiento, etc.). Por esa
razón, cuando se examina la evolución de la pobreza, medida con índices
multidimensionales que trascienden la variable ingreso, si bien se advierte una evolución
positiva en la mayoría de los países de la región durante los últimos años, la magnitud y el
ritmo de la mejora resulta menor que cuando se analiza la evolución de la pobreza medida
exclusivamente como carencia de ingresos.
Gráfico 3
Concentración de ingreso en América Latina (16 países seleccionados), medida por
Coeficiente de Gini. Año 2013 o anterior más próximo.
Claves de desigualdad
Gráfico 4
Niños (menos de15 años) y población total bajo la Línea de Pobreza (Met.CEPAL) en
América Latina (16 países seleccionados). Año 2013 o año previo más próximo. En
porcentajes.
Fuente: elaboración propia a partir de datos de CEPAL (enlace). Información revisada al
05/FEB/2015. Notas: [i] áreas urbanas.
Algunos de los países que exhiben más bajos índices de pobreza muestran, empero, la
mayor brecha entre los niños y el conjunto de la población: en Uruguay, por ejemplo, la
incidencia de la pobreza en los niños es más del doble que en el conjunto de la población,
en tanto que en los restantes países del Cono Sur se advierten también asimetrías
severas. En dichos países lograr un descenso de la pobreza en el conjunto de la población
aún mayor que el registrado en los últimos años descansa, fundamentalmente, en la
posibilidad de reducir significativamente la pobreza infantil.
Aún más notoria resulta la inequidad entre grupos de edad en el acceso al bienestar si se
compara a las personas menores de 15 años con las de 65 o más años de edad, es decir,
si se compara los dos grupos de población que teóricamente constituyen el núcleo más
sensible de los regímenes de bienestar y, en particular, de los sistemas de seguridad
social. Alrededor de 2013, en los 13 países de la región, con información disponible sobre
pobreza por edad en las bases en línea de la CEPAL, el porcentaje de pobreza entre los
niños menores de 15 años era 4.1 veces mayor al registrado entre las personas de 65 o
más años (promedio simple entre los 13 países).
Gráfico 5
Personas bajo la Línea de Pobreza (Met.CEPAL) en América Latina (10 países
seleccionados) por ascendencia étnico-racial. Año 2013 o año anterior más próximo. En
porcentajes.
Otro de los clivajes estructurales que determina las distintas posibilidades que tienen las
familias de acceder a los bienes y servicios requeridos para satisfacer sus más básicas
necesidades es el área geográfica a la que pertenecen: más específicamente, la dicotomía
entre las áreas rurales y urbanas. Tradicionalmente, en América Latina –y en algunas otras
regiones del mundo– las personas que residen en las áreas rurales o semiurbanas
disponen de menores oportunidades para acceder a ingresos, bienes y servicios.
Gráfico 6
Personas bajo la Línea de Pobreza (Met.CEPAL) en América Latina (14 países
seleccionados) por área geográfica de residencia. Año 2013 o año anterior más próximo.
En porcentajes.
Gráfico 7
Personas bajo la Línea de Pobreza (Met.CEPAL) en América Latina (países
seleccionados) por género. Año 2013 o año anterior más próximo. En porcentajes.
Los datos examinados hasta el momento permiten extraer al menos dos conclusiones. En
primer término, luego de varias décadas, América Latina y el Caribe han experimentado en
la última década como región (albergando trayectorias más o menos positivas) un período
favorable, en tanto se han conjugado un crecimiento económico sostenido, una reducción
de la pobreza y la indigencia significativa y un descenso entre moderado y significativo de
la desigualdad en la distribución del ingreso. En segundo lugar, la región sigue
exhibiendo inequidades evidentes en el acceso al bienestar social y, por tanto, en la
probabilidad de caer en situación de pobreza y de indigencia, que merecen especial
atención al momento de formular e implementar políticas públicas destinadas a reducir en
forma significativa la pobreza.
Avanzar en los logros de los objetivos que tal agenda debería incorporar, implica operar de
manera progresiva – esto es, contemplando acciones afirmativas y de discriminación
positiva – en la distribución del ingreso, la formación de capacidades y activos en las
personas y la generación de oportunidades para su desarrollo. Esas acciones deben
sustentarse en una resignificación radical de los vínculos entre democracia, derechos
humanos y combate a la pobreza. Incluso el crecimiento económico y la sustentatibilidad
del desarrollo soberano exigen una mayor igualdad. Sobre este particular y de cara a las
perspectivas de desaceleración económica a nivel global, como ha señalado con acierto la
CEPAL, en América Latina no puede postergarse la “hora de la igualdad”.
La pobreza en América Latina en
perspectiva comparada
A raíz de los nuevos números del INDEC (que se conocieron la última
semana de marzo) me propuse estimar cómo fue la evolución de la
pobreza en Argentina, Chile, Brasil, México y Colombia desde fines de los
’80. En todos los casos, procuré usar la misma vara (la del INDEC actual,
equivalente a 10,1 dólares por día a paridad de poder adquisitivo -esto es,
eliminando el efecto de que en algunos países un dólar compra más cosas
que en otro, de modo de volverlos así comparables-).
4) Brasil baja la pobreza recién durante la era del PT. Fernando Henrique
Cardoso (que gobernó entre 1994–2002) fue exitoso en bajar la inflación
en Brasil, pero no así la pobreza, que permaneció virtualmente estancada.
Tanto las personas que viven solas como las familias no nucleares le están
ganando terreno a la familia nuclear, que puede estar compuesta por una pareja
sin hijos o con hijos o por una madre o un padre soltero y sus hijos y que sigue
siendo la estructura más común en las sociedades latinoamericanas, ya que
representa 61.6% de la población en América Latina. Las personas que viven
solas o con amigos conforman 14.5% de la población total, mientras que quienes
habitan en un hogar compuesto por padres, hijos y otros familiares y aquellas
familias conformadas por dos padres o dos madres o que conjuntan bajo un
mismo techo a dos o más familias nucleares forman el 23.9% de la población.
El creciente número de personas que viven solas o con amigos está
incrementando su consumo y su cuota de mercado, lo que está llevando a una
expansión de la clase media y a una noción de individualismo cada vez mayor.
La tendencia hacia las metas individuales y no familiares ha transformado la
crisis económica experimentada en Latinoamérica durante los años 90 hacia una
crisis social que ha incrementado la búsqueda del placer mientras que los apoyos
a los grupos más vulnerables se reducen, de acuerdo con Americas Market
Intelligence.
Con lo anterior defiendo la idea de que somos ricos en buenas costumbres, que
poseemos valores propios y características que nos convierten en seres pertenecientes a
una sociedad digna de admirar, pero a veces en el afán de seguir los paradigmas de otras
sociedades con mayor influencia en el mercado nos dejamos influenciar y en ocasiones
perdemos nuestra identidad propia y asumimos otros estilos de vida.
Por ello, y pasando a los detalles, las cooperativas familiares, los comercios y las
pequeñas empresas compuestas de familias, serian una base sólida en la constitución de
la nueva socio-economía regional. Y los nuevos políticos legisladores deben crear leyes
que beneficien y protejan este modelo de sociedades y ¡no! seguir el camino de la
malsana globalización, donde las mega empresas y multinacionales despersonifican sus
obreros y empleados al punto de transformarlos en un insignificante numero.
Lo anterior puede convertirse más que en una simple teoría en una grande invitación
para que cultivemos los valores propios, para que guardemos nuestra identidad y para
que defendamos lo propio, para que defendamos nuestras costumbres y demostremos
que somos una raza pujante y con cualidades dignas de admirar y con muchas riquezas
naturales para mostrar al resto del mundo.
De otro lado a medida que avanza el tiempo se presentan otros problemas que nos
acercan más a la realidad del momento como lo son las nuevas orientaciones políticas
que se vivencian, con la elección de personajes como de Hugo Chávez en Venezuela,
Néstor Kirchner en Argentina, Luiz Inácio Lula da Silva en Brasil, Tabaré Vázquez en
Uruguay, Michele Bachelet en Chile, Evo Morales en Bolivia, entre otras, son
indicadores de un giro hacia políticas más progresistas, aunque variables en cada caso,
en toda América Latina. Dichas personalidades dentro de sus planes de gobierno han
tratado de imponer políticas más comerciales y han tratado de imponer cierta
independencia política respecto a Estados Unidos.
Sin embargo situaciones concretas con mandatario como Chaves cuando han tratado de
restringir la libertad de prensa al considerar que muchos medios de comunicación
actúan como militantes del “imperialismo” y se oponen al socialismo del siglo XXI han
hecho notar un régimen autoritarista que se ha tratado de imponer en algunas épocas.
Igualmente al respecto se han hecho también análisis en los gastos de este país en lo que
se refiere a pago de personal militar, el cual es un poco exagerado por lo que se comenta
en los últimos días que Venezuela pueda llegar a convertirse en potencia militar del
continente pudiendo así desestabilizar los equilibrios regionales.
En este orden de ideas se resalta también que algunos gobiernos latinoamericanos al
momento han iniciado procesos de reforma de las constituciones de cada uno de sus
países con sus objetivos propios, pero la situación ha generado en algunos sectores
manifestación de la oposición, es este el caso de Bolivia, Venezuela y Ecuador. En
situaciones similares de inestabilidad social se puede resaltar las amenazas de
desmembramiento interno de muchos estados, tal como ocurre con las ambiciones
autonomistas de Santa Cruz de la Sierra en Bolivia.
Y llegando a una realidad más cercana destacamos las problemáticas que se presentan a
nivel social en lo relacionado con las manifestaciones de innumerables actos de
violencia vividas en nuestro país Colombia y protagonizadas por las Fuerzas Armadas
Revolucionarias de Colombia (FARC) quienes cometen delitos graves como la
fomentación del narcotráfico, el secuestro y otros que afectan la imagen de nuestra
sociedad.
Sin embargo a lo largo de la historia se han venido presentado múltiples problemas que
impiden que esta posibilidad de una integración se dé sin generar traumas en quienes
pertenecen a América Latina, pero si se hace necesario que se piense en consolidar una
propuesta seria en torno a esta posibilidad de integración y se busquen todos los medios
necesarios para busquemos siempre el bienestar de todos los países, sin importar las
diferencias políticas o económicas, sino tratando de que cada uno aporte desde su propia
fortaleza para que los demás tengan un punto de apoyo para salir adelante, respetando
las ventajas que los demás tenga y los aspectos positivos y negativos de cada sociedad.
A manera de conclusión es importante que comprendamos que en cualquier lugar donde
nos encontremos siempre debemos demostrar un amor por lo propio, sentido de
pertenecía por nuestras raíces, pero también debemos aprender a convivir con los demás
así sean totalmente diferentes a ellos, es decir debemos aprender a respetar las
diferencias de los demás para que también ellos sean las nuestras. Cada uno puede
posicionar su cultura, divulgarla, compartirla pero nunca imponerla porque cada uno
tiene un estilo propio que no es cambiante fácilmente.
En el siglo XXI se ha producido un estallido en los estudios latinoamericanos, tanto por
la cantidad como por la diversidad de perspectivas teórico-metodológicas que buscan
abordar nuestras propias y complejas realidades. Dentro del desarrollo de este
campo, Cultura y Cambio Social en América Latina, editado por Mabel
Moraña,muestra múltiples maneras de afrontar lo que nos acontece y -por qué no- lo
que somos. Estas páginas ponen en evidencian y constituyen algunas de estas avenidas,
para las que los paradigmas tradicionales resultan insuficientes e incluso inadecuados.
La obra reúne un conjunto de textos que fueron expuestos en 2006 en el marco del
Congreso Internacional del programa de Estudios Latinoamericanos, de la Washington
University, en la ciudad estadounidense de Saint Louis. Los autores de estas páginas
provienen tanto de diferentes universidades -especialmente norteamericanas-, como de
múltiples disciplinas. La gran mayoría de los expositores procede del campo de la
crítica literaria, aunque otros lo hacen desde la antropología, los estudios socioculturales
y los de género.
Dentro de este eje, encontramos también un capítulo escrito por Moraña, donde aborda
los gobiernos populistas surgidos en América Latina en la primera década del siglo
XXI, en un proceso que denomina "marea rosa". Esta se caracteriza por representar una
nueva alternativa política desde la izquierda pero que se diferencia sustancialmente de
los movimientos de liberación nacional que siguieron a la Revolución Cubana. La
autora considera las características comunes de los distintos gobiernos, así como sus
diferencias con las experiencias populares del siglo XX. En este sentido, la marea rosa
se enfrenta al proceso de globalización a través de una dinámica orientada a promover la
participación popular y a defender lo nacional. A diferencia de los artículos
anteriormente comentados -que buscaban una reconfiguración de las referencias
modernas-, el de Moraña propone afirmar el Estado territorial para enfrentar la agresiva
expansión neoliberal.
Emanuelle Oliveira, por otro lado, analiza films brasileños como Ciudad de Dios y De
Paso, que, a través de diferentes estrategias estéticas, visualizan la vida cotidiana de los
habitantes de las favelas. Enhebrando los lenguajes cinematográficos con las
discusiones ético-políticas, el autor pone de relieve el modo en que el cine puede
reproducir las desigualdades sociales o cómo puede colaborar en la construcción de
subjetividades más libres.
Si algo podemos advertir a los autores es que el horizonte no puede ser signado por un
mero cambio epistemológico, incapaz por sí solo de transformar las condiciones
históricas de América Latina. El desafío que plantea esta miscelánea al campo de los
estudios latinoamericanos consiste en tener presentes las palabras del dirigente guaraní-
boliviano Guido Chumirai: "Cuando los karai (blancos) hablan de cultura, están
hablando de folklore. Cuando nosotros hablamos de la interculturalidad, estamos
hablando de poder" (p. 97).
Por último, podemos entender estos textos como espacios que aparecen de manera
caótica, desperdigados, y por los que el lector puede hallar múltiples entradas a este
libro-ciudad. Entradas que no son más que líneas de fuga hacia la problematización de
la vida cotidiana en América Latina.