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El Estado argentino
(1976-2003)
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Martín Unzué
El Estado argentino
(1976-2003)
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Martín Unzué
El Estado argentino (1976-2003). Ciclos de ajuste y cambios. 1a ed.
Buenos Aires: Imago Mundi, 2012.
160 p. 22x15 cm
ISBN 978-950-793-138-3
1. Historia Argentina. 2. Ciencias Sociales. I. Título
CDD 301.098 2
Fecha de catalogación: 31/07/2012
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Índice general
Introducción 1
Los años setenta como un período de quiebre 5
El terror: primera parte 9
El plan económico de Martínez de Hoz 11
Reforma financiera, endeudamiento y crisis bancaria 21
Colapso de la dictadura y nueva democracia 29
Los vaivenes económicos bajo el gobierno radical 33
Los orígenes del menemismo 39
Primeros intentos en el gobierno 43
La reforma del Estado presentada como una necesidad
ineludible 49
La legitimación de las privatizaciones 53
Los casos «testigos» de Aerolíneas Argentinas y ENTel 59
Las privatizaciones como eje de la reforma del Estado: las
promesas incumplidas 69
Un proceso profundo y veloz: las primeras privatizaciones
como eje de la construcción de gobernabilidad 75
Los sectores ganadores con las ventas 81
El lanzamiento del Plan de Convertibilidad 87
El lanzamiento del Plan de Convertibilidad 93
La compleja venta de YPF 97
La débil regulación estatal 103
La reforma del sistema previsional 111
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Introducción
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Introducción
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En segundo lugar, que si bien es cierto que la crisis estalla con los
hechos traumáticos de fines del año 2001 y sus efectos, la historia no
se detiene, lo que hace siempre necesarias las relecturas de ese pasado
próximo, para distinguir los cambios y las continuidades que subsisten.
Es por ello que en las páginas siguientes también buscaremos brin-
dar herramientas para pensar parte de los capítulos posteriores a esa
gran crisis, que permitan medir los costos dejados por la misma y las
posibilidades abiertas.
A pesar de ello, no pretendemos aquí desarrollar un análisis sobre
los procesos que se inician a partir de 2003 con el reestablecimiento de
los ciclos presidenciales y la llegada de Néstor Kirchner al Poder Ejecu-
tivo. En primer lugar porque nuestra pregunta inicial, y es bueno anun-
ciarlo desde esta introducción, se refiere a las condiciones que llevaron
a la crisis del 2001. Las dimensiones políticas, económicas y sociales
de la misma la vuelven lo suficientemente significativa como para ha-
cer de la tarea de buscar sus principales antecedentes en las décadas
previas un enorme desafío. Nuestra preocupación por los efectos del
discurso liberal (o neoliberal) sobre el Estado argentino y latinoameri-
cano justifica este límite.
Pero además, hay una falta de distancia temporal para hacer un
análisis de los procesos posteriores a 2003. No siendo nuestra inten-
ción juzgar medidas en forma aislada sino analizar desarrollos que son
complejos, contradictorios y en muchos casos producen resultados dis-
tintos a los buscados, el hecho de ser testigos contemporáneos del pe-
ríodo nos brinda el beneficio del acceso a una enorme cantidad de in-
formación, pero al mismo tiempo, impide la evaluación histórica de sus
consecuencias por el carácter no resuelto de gran parte de los conflictos
políticos que pueblan un desarrollo sinuoso.
En este sentido, también vale aclarar que el esquema inicial de este
trabajo ha sido escrito en el primer semestre de ese mismo año 2003 y
presentado en las clases de la materia Teoría del Estado en la Universi-
dad de Buenos Aires.
Los años han pasado, el texto ha sufrido múltiples cambios y algu-
nas actualizaciones, pero hemos optado por mantener el recorte tem-
poral e invitar a la reflexión sobre el presente desde la compresión del
proceso previo.
Aires: Facultad de Filosofía y Letras de la UBA, 1937, pág. 474; hemos conser-
vado la ortografía original de las actas en la transcripción.
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nómica promotora del discurso liberal pugnó por el control del Estado
con un grado relativamente alto de éxito.
Esas políticas de inspiración liberal que se fueron implementando
en pos de la desregulación de ciertos mercados y del achicamiento del
Estado, avanzaron en cada uno de sus momentos, en función de la
correlación de fuerzas encontradas para su implementación, es decir,
más condicionadas por las circunstancias históricas que por las volun-
tades o convicciones de sus promotores.
Pero este escenario comenzó a cambiar en los años setenta, de la
mano de cierta madurez del discurso teórico liberal, devenido neolibe-
ral, que se expresó en los emblemáticos otorgamientos de los premios
Nobel de economía a Von Hayek en 1974 y a Milton Friedman en 1976.
Desde allí un nuevo horizonte para el despliegue de estas ideas pareció
emerger.
La consolidación de ese discurso en el mainstream de la teoría eco-
nómica, con un rápido proceso de expansión hacia otras ciencias so-
ciales, no tardaría en reflejarse en los procesos políticos que se inician
en los países centrales a finales de la década. El triunfo de los conser-
vadores en las elecciones británicas de 1979 y poco después el de los
republicanos en Estados Unidos, llevando a Ronald Reagan a la presi-
dencia, han sido leídos en esta clave en forma reiterada.
Pero la influencia de esas teorías económicas, en especial la del mo-
netarismo desarrollado desde la escuela de Chicago, ha sido muy tem-
prana en América Latina.
No sólo el indudable ascendiente cultural del discurso teórico esta-
dounidense sobre la región fue clave en este proceso. Debemos agregar
el efecto del recurrente problema de la inflación en varios países de es-
ta parte del mundo, que fertilizó el terreno para que el monetarismo,
presentado como la solución, germine exitosamente. A este escena-
rio se le agrega la relación entre ese nuevo liberalismo y el discurso
neoconservador, profundamente anticomunista (siendo este tal vez el
principal aporte de las corrientes de raíz austríaca, que tuvieron por
largo tiempo a las economías centralmente planificadas como el prin-
cipal enemigo, más que al keynesianismo).
De allí, a la relación entre el neoliberalismo y el fuerte anticomu-
nismo, no hay ni un paso, que se saldó con rapidez al identificar al
gobierno socialista chileno surgido de las elecciones de 1970, con el
enemigo a eliminar.5
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1. José Alfredo Martínez de Hoz. Bases para una Argentina moderna 1976-
1980. Buenos Aires: n/d, 1981, pág. 7. Es evidente la paradoja de que uno de
los mayores responsables de violaciones a los derechos humanos sostenga que
el plan implementado buscaba «la libertad».
2. Nos referimos al think tank formado a comienzos de los años setenta,
por representantes de Estados Unidos, Europa occidental y Japón. Financia-
do parcialmente por la fundación Rockefeller, dentro de sus primeros repor-
tes se encuentra el producido por Samuel Huntington, Michel Crozier y Joji
Watanuki. The crisis of democracy. Nueva York: New York University Press,
1975, es interesante ver que el diagnóstico de la «sobrecarga» de demandas
políticas que según los autores estaban recibiendo los Estados occidentales y la
necesidad de reducir las mismas, era una lectura muy compartida por aquellos
que en Argentina, ya desde fines de los sesenta a la luz del «Cordobazo», veían
el riesgo de la movilización social, en especial sindical o estudiantil.
3. Donde también recibe su doctorado, produciendo en 1968 una tesis
sobre la legislación de tierras en Nueva Zelanda. El análisis de la misma es in-
teresante para ver su concepción de un liberalismo en el que el agro con apoyo
estatal, constituye el motor del desarrollo económico.
4. La historia de la familia Martínez de Hoz se remonta a la época virrei-
nal, aunque se convertirán en grandes terratenientes tiempo después. José
Martínez de Hoz será uno de los fundadores de la Sociedad Rural Argentina
en 1866.
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17. El PBI industrial del país se contrajo un 10 % entre 1973 y 1983, mien-
tras el número de trabajadores industriales cayó un 34,3 % y el salario real un
17,3 %.
18. A modo de ejemplo, en el año 1980 el peso se devalúa frente al dólar
un 23 % pero el índice de precios al consumidor se incrementa un 87,6 %.
19. Las mediciones del INDEC relevan un 2,5 % en 1979, y un 5,3 % en
1982.
20. Bernardo Kosacoff, ed. El desafío de la competitividad. La industria ar-
gentina en transformación. Buenos Aires: Cepal y Alianza, 1993.
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21. El componente represivo del golpe militar puede estar más relaciona-
do con la necesidad de desarticular cualquier resistencia a estas transforma-
ciones, que al declarado fin de «combatir a la subversión», algo que, por otro
lado, ya se había implementado ampliamente durante el gobierno constitucio-
nal previo. La intervención a los sindicatos, la prohibición de toda actividad
gremial y la implementación de una política de secuestro y desaparición de de-
legados fabriles y trabajadores es un indicador en este sentido. Comisión Na-
cional sobre la Desaparición de Personas. Informe Nunca Más. Buenos Aires:
EUDEBA, 1984, los datos proporcionados por la CONADEP en el Informe Nun-
ca Más muestran claramente que en la distribución de los desaparecidos por
profesión u ocupación el grupo más reprimido es el de los obreros, seguido por
el de los estudiantes (ambos explican más del 51 % de los casos documenta-
dos). De este modo, lo que estamos diciendo es que el terrorismo de Estado va
a ser un elemento clave para posibilitar el cambio económico en marcha.
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Pero hay otro aspecto del plan económico puesto en marcha desde
1976 que también merece una mención por sus implicancias futuras:
la reforma financiera.
El mundo conoce desde la primera crisis del petróleo del año 1973,
una nueva etapa de la historia del capitalismo caracterizada por un
fuerte crecimiento relativo del sector financiero, propiciado por la pre-
via y unilateral declaración de la inconvertibilidad del dólar a partir de
1971.1
Los llamados «petrodólares» comienzan a circular por los mercados
internacionales, ayudados en parte por nuevas tecnologías en desarro-
llo que permiten más comunicaciones y mejor movilidad de capitales.
Incluso antes de que comience a vulgarizarse el término «globaliza-
ción», se van generando las condiciones que permitirán su existencia
en el plano financiero.2
La circulación de capitales por el mundo, en búsqueda de la máxi-
ma rentabilidad, va a significar una fuerte presión para que los Estados
brinden «condiciones óptimas» si es que pretenden recibir una parte
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Muchos son los factores que convergen para este vertiginoso proce-
so de nuevo endeudamiento que emprende el Estado argentino en la
segunda parte de los años setenta. Sólo nos referiremos a tres.5
El primero de ellos es la reforma financiera iniciada en 1977, que
consistió en tres medidas básicas: reducción de las regulaciones para
la creación y funcionamiento de entidades financieras, la libertad para
la determinación de la tasa de interés y una garantía del Banco Central
de la República Argentina sobre los depósitos en las entidades financie-
ras. Con este panorama y el tipo de cambio predeterminado por el plan
económico (funcionando como un virtual seguro de cambio), las acti-
vidades especulativas florecieron. Las tasas de interés se mantuvieron
elevadas y esto garantizaba rendimientos extraordinarios en divisas6 .
Por otra parte, esas tasas de interés hacían difícil el acceso al crédito por
parte de los empresarios nacionales (problema particularmente grave
para las pymes),7 mientras que aquellos que tenían acceso al crédito en
el exterior lograron realizar negocios fáciles, sea en la pura especula-
ción con el diferencial de tasas de interés, o adquiriendo empresas que
sin créditos no estaban en condiciones de seguir funcionando.
Esto permitió que un pequeño puñado de firmas comience a desta-
carse del resto, creciendo en medio de una economía en contracción,
y diversificando sus actividades formando el núcleo de una concentra-
da burguesía nacional en torno a los llamados grupos económicos, que
como veremos más adelante, se constituirán de aquí en adelante, en
actores centrales de todo el proceso económico.8
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12. Cavallo es presidente del BCRA durante un muy breve período: del
2 de julio al 26 de agosto de 1982. Su sucesor Julio González del Solar es
quien terminará, poco después, firmando la «comunicación» de la autoridad
monetaria que define la forma en que se implementará el proceso.
13. Recordemos que algo similar fue solicitado por ciertos empresa-
rios (como Franco Macri) durante el año 2002, luego de la devaluación pos-
convertibilidad, aunque esta vez sin el mismo resultado que dos décadas atrás.
14. Es importante aclarar que 4.500 millones de dólares del año 1982 eran
mucho más de lo que puede parecer actualmente, luego de casi tres décadas de
emisión de moneda por parte de la reserva federal de Estados Unidos. A valores
constantes, podríamos estimar que ese monto supera los 10.000 millones de
dólares del año 2010.
15. Carlos Acuña sostiene que los grandes beneficiados por esta estatiza-
ción de la deuda fueron los grupos económicos que ya se habían fortalecido
con la política inaugurada por Martínez de Hoz. El 85 % de la deuda privada
externa correspondía al 5 % de los deudores. A pesar de ello, «la estatización
de la deuda externa privada (prácticamente la mitad de la deuda total) no bas-
tó para reducir el grado de enfrentamiento» entre el nuevo gobierno de facto
de Bignone y las organizaciones empresariales, en especial la UIA. En Carlos
Acuña. Intereses empresarios, dictadura y democracia en la Argentina actual. Do-
cumento de trabajo. 39. Buenos Aires: CEDES, 1990.
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cieros desde los países más pobres a los más ricos, como servicios de
una deuda en muchos casos inmanejable.
Si las condiciones para acceder a los créditos eran cómodas en un
primer momento, fomentando el endeudamiento, el escenario cambia
rápidamente con un fuerte aumento de las tasas de interés internacio-
nales. A modo de ejemplo la tasa Libor (London Interbank Offered Ra-
te) se dispara entre 1978 y 1981 pasando del 9 % a casi el 17 % como
consecuencia de la nueva política monetaria de la Reserva Federal es-
tadounidense a partir de 1979.16 Con ello la carga de los intereses para
los países deudores se dispara, mientras se revaluaba el dólar (o bajaba
el precio de los bienes que exportan esas economías). Este es un ejem-
plo interesante de cómo las decisiones de política económica interna
de Estados Unidos impactan en otros países generando la crisis del año
1982.
Cuando un 12 de agosto de ese año México, un país que había co-
nocido un proceso de endeudamiento similar al argentino, declara an-
te los acreedores internacionales su imposibilidad para enfrentar sus
compromisos externos17 se inicia lo que se conoce como «la crisis de la
deuda». Ese gesto, tendrá severas repercusiones sobre todo el sistema
financiero mundial.
Los mercados financieros internacionales, en especial los principa-
les bancos de los países centrales, habían realizado grandes beneficios
captando ahorros en sus economías nacionales, y realizando con ellos
préstamos a países en vías de desarrollo a tasas de interés variables,
elevadas y con tendencia creciente. Es que estos países (Brasil, México
o Argentina entre muchos otros), habían encontrado por varios años,
la posibilidad de financiarse de forma fácil por la excesiva liquidez en
16. En el tramo final del gobierno de James Carter los niveles de inflación
se disparan. La segunda crisis del petróleo en 1979 lleva a incrementos en el
índice de precios de dos dígitos. En ese marco se produce la llegada de Paul
Volcker a la Reserva Federal, quien inaugura una estrategia antiinflacionaria
basada en una política monetaria restrictiva que aumentó fuertemente las tasas
de interés (el máximo histórico se alcanzó a fines de 1980). La consecuencia
será un proceso de enfriamiento de la economía, la derrota electoral de los
demócratas (que lleva a Ronald Reagan a la presidencia), y la llegada de la
recesión. Para tener una idea de la relevancia de este proceso, podemos decir
que la llamada Prime Rate quintuplica su valor entre fines de 1976 y fines de
1980, llegando a valores próximos al 21 % anual. Volcker es confirmado en su
cargo por el nuevo presidente.
17. La deuda del Estado mexicano era de unos 80.000 millones de dólares
en ese entonces, es decir, luego de Brasil, el segundo mayor deudor dentro de
los países en vías de desarrollo.
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esas plazas, tomando créditos que en general eran a corto plazo, pero
que se solían cancelar a su vencimiento con nuevos créditos.
Pero una serie de sucesos a nivel mundial condujeron al estallido.
La caída de los precios internacionales del petróleo, así como la de la
mayor parte de los bienes primarios exportados por las economías lati-
noamericanas, estrechamente relacionados con la recesión en Estados
Unidos, obligaron a México a devaluar su signo monetario en el mes de
febrero de ese año. En ese momento, los bancos comerciales empeza-
ron a reducir su exposición en el país, no renovando sus créditos. Pero
esto no sólo sucedió con México, sino que los bancos con casas matri-
ces en el norte (la mayor parte en Estados Unidos), vieron que el riesgo
asumido en países latinoamericanos era muy elevado, por lo que bus-
caron velozmente dejar de renovarles créditos a esos países.18 Con la
moratoria mexicana el proceso se acelera y se cierran automáticamente
todas las puertas de financiamiento privado para la región19 . Eviden-
temente, esta decisión tomada por el conjunto de la banca encabezada
por los mayores acreedores como el Citicorp, el Bank of America y el
Manufacturers Hanover, resultó una gran paradoja, pues para reducir
el riesgo, esos bancos lo aumentaban, al resistirse a renovar préstamos
que no podían ser devueltos en forma inmediata. La tensión ocasiona-
da por el temor a un posible default generalizado de los deudores del
sur, que podía comprometer la salud del propio sistema financiero de
los países desarrollados, motivó la reacción inmediata de los organis-
mos financieros como el Fondo Monetario Internacional, y de las dis-
tintas agencias del Estado norteamericano (la Secretaría del Tesoro, la
Reserva Federal) que tomaron cartas en el tema en forma mucho más
decidida.
A partir de ese momento, esos actores comienzan a ser determinan-
tes en la política interna de países como Argentina. Los planes eco-
nómicos monitoreados por el FMI se vuelven moneda corriente desde
18. A esa altura, luego de varios años de tasas de interés muy bajas y fácil
acceso a los créditos, el endeudamiento latinoamericano era muy relevante.
Brasil tenía unos 88.000 millones de dólares de deuda en 1982, México unos
80.000 como ya destacamos, Argentina unos 40.000 y la lista continuaba con
casi todos los países de la región.
19. En realidad, un fenómeno similar se dio en África en ese año, pero
con la diferencia de que los países africanos estaban endeudados mayormente
con los Estados de los países desarrollados y con los organismos financieros
internacionales, por lo que la negociación de la deuda de esos países se dio
prioritariamente dentro del llamado «Club de París», un grupo que reunía a los
acreedores públicos.
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1982 y lo siguen siendo hasta finales del año 2005.20 Volveremos sobre
este punto más adelante.
20. Cuando la Argentina decide el pago de toda su deuda con el FMI, unos
9.800 millones de dólares, utilizando reservas del BCRA, en una decisión que
replica a la tomada por el gobierno de Brasil casi en simultáneo.
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2. Esto es lo que afirma el diario ABC de Madrid, citado por La Nación del
día 9 de julio de 1988. Si la renovación se presentaba como la democratización,
el discurso de Menem resultó atractivo por autodefinirse como el de una «nue-
va política» realizada sin el aparato del partido, del que Cafiero era presidente.
El estilo folclórico del candidato riojano terminó asumiendo la demanda de re-
novación del partido que el cafierismo había identificado, pero que no pudo
representar en 1988. Esto significa, que en la disputa por ver quién encarnaba
el verdadero cambio, la propuesta triunfadora logró capitalizar esa demanda
no por la novedad de su discurso o de sus prácticas, sino por su origen periféri-
co, visto como un cambio en las figuras que manejaban el partido. A pesar de
ello, superada la interna, importantes figuras de la lista derrotada se sumarán
al menemismo en puestos clave, como Carlos Corach o José Luis Manzano.
3. Ricardo Sidicaro define a la antielite como un conjunto de personas que
«poseen aptitudes y vocación para la política pero que no cuentan con el reco-
nocimiento y el prestigio suficiente como para ser aceptados en posiciones de
cumbre por quienes ya ocupan los lugares “altos” o de mayor poder de decisión
en el campo político». En Ricardo Sidicaro. «Poder político, liberalismo econó-
mico y sectores populares en la Argentina 1989-1995». En: Peronismo y Mene-
mismo. Avatares del Populismo en Argentina. Buenos Aires: El Cielo por Asalto,
1995, pág. 127.
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6. Este proceso, del que son claros emergentes personajes como Carlos
Reutemann, o Ramón «Palito» Ortega encabezando una lista que se ha ido am-
pliando sostenidamente desde ese entonces, surge como una innovación en la
política, consecuencia de la instalación de un discurso adverso a la política que
el propio liberalismo fue construyendo como forma de deslegitimar la acción
estatal.
7. Daniel Campione y col. Estado y Sociedad. Buenos Aires: EUDEBA, 1999,
pág. 21.
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fican en otros países de la región. A modo de ejemplo, Brasil vive una situación
similar y casi en paralelo (en 1990), lo que origina el primer plan de ajuste
del gobierno de Collor de Melo. Al respecto véase Pereira-Nakano Bresser. «Hi-
perinflação e estabilização no Brasil: o primeiro plano Collor». En: Economia
Politica, vol. 11, n.o 4: (octubre de 1991).
4. En líneas generales se puede afirmar que la discusión política dentro del
partido se clausura. No hay debates ideológicos y tampoco se discuten políticas
de gobierno, las que son cada vez más, gestadas desde fundaciones o centros de
estudios privados y externos (entre ellos la Fundación Mediterránea ocupará
un lugar central poco después). Los pocos opositores a las medidas propuestas
deben romper con el partido, como sucede con el llamado «grupo de los 8»,
compuesto por ese número de legisladores que formarán ya en 1993, el Frente
Grande. Es interesante ver la diferencia entre la capacidad de Menem por asfi-
xiar la mayor parte de los intentos de oposición dentro del PJ y la incapacidad
de De la Rúa, su sucesor, para hacer lo mismo dentro de la UCR, como veremos
más adelante.
5. En rigor, los dos primeros ministros de Economía fueron hombres del
grupo Bunge y Born. El primero de ellos, Miguel Roig, murió a los pocos días
de asumir y fue reemplazado por Néstor Rapanelli.
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El llamado «Plan B&B» (por el nombre del holding del que prove-
nían los ministros6 ) buscó reducir drásticamente el gasto público y des-
regular la economía con el objetivo declarado de controlar la inflación
sin generar recesión. Para ello se propusieron mecanismos de apoyo
crediticio a las empresas que mantuvieran sus precios y una reducción
de impuestos. Si bien en un primer momento parecieron lograrse cier-
tos resultados, en pocos meses, hacia fines de 1989, la situación volvió
a empeorar con un nuevo pico inflacionario.
Pero en esa segunda parte del año 1989 se aprueban dos leyes que
serán la base jurídica de buena parte de las medidas de cambio estruc-
tural que adoptará posteriormente el menemismo. Nos referimos a la
ley de Reforma del Estado y a la ley de Emergencia Económica.7 La pri-
mera de estas leyes (nº 23.696) abrirá la puerta a las privatizaciones.
El propio texto legal lista una veintena de empresas públicas a priva-
tizar, fundamentando la decisión en la carencia de recursos, la mala
administración y la ineficiencia de las mismas.
La ley de Emergencia Económica (nº 23.697) otorgaba facultades
discrecionales al Poder Ejecutivo nacional para tomar medidas que per-
mitan superar la crisis. Entre ellas suspendía subsidios y subvenciones,
los regímenes de promoción industrial, avanzaba en la reforma de las
funciones del BCRA y creaba un régimen penal para combatir la eva-
sión fiscal y previsional. Además igualaba el trato al capital nacional y
al extranjero eliminando el llamado «compre nacional».
Pero el paso de los representantes de B&B por el Ministerio de Eco-
nomía fue breve y a fines de 1989 el presidente decide poner a un hom-
bre de su confianza en ese cargo: Erman González.8
6. Las numerosas empresas del grupo tenían en ese entonces como firma
más emblemática a Molinos Río de la Plata, una empresa fundada a comienzos
del siglo xx, que sería vendida a Pérez Companc en el proceso de retirada de la
empresa a fines de los años noventa.
7. Ambas leyes fueron aprobadas rápidamente con el apoyo del radicalis-
mo en el Poder Legislativo, visto que los representantes justicialistas que ha-
bían ganado la elección de 1989 y que le iban a dar la mayoría al PJ en las
Cámaras, no asumirían hasta el mes de diciembre de ese año y que los acuer-
dos entre el PJ y la UCR previos a la entrega del mando preveían este apoyo sin
restricciones en el Poder Legislativo.
8. En declaraciones televisivas pocos meses después, Menem reconoce-
rá su desencanto con el grupo BB afirmando que «como consecuencia de la
actitud de esos empresarios es que hemos apelado a un hombre criterioso, sen-
cillo, humilde, que no es ningún master en economía, que no se especializó
en Estados Unidos y que está haciendo las cosas bien como lo hace el ministro
González» citado en La Nación, 7 de febrero de 1990.
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3. Hemos tratado este tema en otra parte. Véase Martín Unzué. «Nueva
racionalidad en el Estado poskeynesiano». En: Periferias: (segundo semestre de
1996).
4. Es cierto que si el Estado deja de brindar un sistema de salud público
eficiente y gratuito, aparecen las empresas de medicina prepaga. Si el Estado
deja de brindar una educación apropiada, aparecen las empresas que brindan
el servicio educativo. Si el Estado no puede contener la inseguridad, florecen
las empresas dedicadas a brindar seguridad privada. Ninguno de estos secto-
res tendría sentido si el sector público brindara servicios con la misma calidad
en forma gratuita, porque nadie pagaría por obtener algo que está disponible
sin tener que hacer ninguna erogación. Entonces la retirada del Estado ha per-
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mitido que todos esos sectores se desarrollen en el país en las últimas décadas,
posibilitando la emergencia de las empresas de medicina prepaga, el aumen-
to de la participación de las escuelas y universidades privadas o el muy fuerte
crecimiento de las empresas de seguridad privada. Pero hay otro elemento a
tener en cuenta. La remercantilización de esas áreas supone que el acceso a
los bienes que se proveen en ellas está restringido para aquellos que no pueden
pagarse esos servicios. De esta forma, los derechos de la ciudadanía, que en
principio deberían ser iguales para todos, pasan a ser exclusivos para aquellos
que triunfan en el mercado y por ello pueden pagar por esos servicios.
5. Es decir, siguiendo la lógica del discurso liberal que se reposiciona en
el centro de la discusión política desde mediados de los años setenta. No en
vano el menemismo se identificará públicamente con algunas de las experien-
cias desarrolladas en los países centrales. Al respecto, Menem declara en una
nota publicada en La Nación el 8/2/1990, «la señora Thatcher hizo lo mismo
que nosotros pero en tres o cuatro años, y a ella le tuvieron paciencia». No-
temos que la libertad para este tipo de liberalismo, se reduce a la libertad de
mercado, es decir, a la libertad para comprar y vender con la menor cantidad
de restricciones posibles. Por ello la paradoja ya referida de que en plena dicta-
dura se pueda apelar a un proyecto que pretendidamente buscaba «la libertad».
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4. Sobre el discurso de los medios referido a las ventas, véase Natalia Romé
y Martín Unzué. «Política y comunicación. Estudio de caso: el tratamiento del
proceso privatizador en la prensa gráfica argentina, 1990-1991». En: Boletín de
la Biblioteca del Congreso de la Nación, n.o 123: Buenos Aires (2007).
5. Es cierto que esto supone que existe una línea editorial definida al in-
terior de cada uno de los medios. Sobre este punto hemos trabajado en el pro-
yecto Ubacyt D403 «Formas de legitimación del proceso de privatizaciones, el
rol de la prensa gráfica en los años 1990-1991».
6. La transferencia es tapa del diario Clarín el día 12/1/1990 y la nota
afirma que «esta primera privatización se ha realizado en tiempo récord me-
diante un proceso muy bien llevado» (. . . ) «con este nuevo paso se consolida-
rá la política de privatización de ondas de radio y televisión en procura de su
modernización y, a la vez, para aliviar al tesoro nacional de pesados déficits
agigantados con el paso de los últimos años».
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rios iban a ser los adjudicatarios de las zonas norte y sur en las que se
dividía a ENTel.8
También podemos sostener que la privatización de ENTel es un cla-
ro ejemplo de la ausencia de independencia por parte del Estado frente
a las demandas de los interesados en participar como compradores de
sus empresas.
Los pliegos de licitación fueron modificados numerosas veces para
dar lugar a demandas de las compañías potencialmente compradoras,
entre ellas las de la Bell Atlantic.9 A pesar de ello, esta empresa ter-
mina desistiendo de participar de la privatización en forma abrupta y
cuando todo hacía pensar que ENTel sería entregada a Telefónica de
España y Bell Atlantic. La retirada de la empresa estadounidense a fi-
nes de septiembre de 1990 hace tambalear la privatización y lleva a
que en un breve plazo se opte por Stet-France Cable et Radio (filial de
France Telecom) como alternativa, que era el tercer grupo que había
ofertado y el que había realizado la peor de las ofertas.10 Allí empieza
un febril mes de negociaciones en el que se define «la letra chica» de
la privatización, y donde la debilidad del gobierno es extrema ante la
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11. La reducción de los pulsos libres fue el mecanismo preferido para au-
mentar las tarifas desde el momento de la transferencia, en especial por su
carácter más ambiguo e indirecto y a pesar de los reiterados e importantes au-
mentos que ya había registrado el valor del pulso a lo largo de todo el año 1990.
12. Hay numerosa prueba de las divergencias entre los propios funcio-
narios a cargo de la privatización, referidas al valor de la compañía e incluso
sobre la importancia o no de este tema. Algunas estimaciones realizadas por
el BANADE y por consultoras privadas sostuvieron que ENTel tenía activos por
unos 3.000 millones de dólares. La poca claridad sobre el valor de la empresa
clausuró el debate en torno al precio pagado por los compradores, alejando las
sospechas de lo que en cierto momento se vio como «un remate de las joyas de
la abuela».
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15. En este ejemplo un usuario argentino debía pagar 7,5 veces más que
uno español a la misma empresa por el mismo producto.
16. Entrevista a Cándido Velásquez, La Nación 9/11/1990.
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rios como resultado de las ventas, los que podían ser utilizados, entre
otras cosas, para reducir su endeudamiento hasta llevarlo a niveles «to-
lerables».
Esto significaba que el «nuevo Estado» que se originaría al fin del
proceso debería encontrarse saneado, depurado de sus fuentes cróni-
cas de gasto y por ello, capaz de concentrarse en brindar servicios más
eficiente y con más recursos en las funciones consideradas indelega-
bles, como salud, educación, justicia y seguridad.3
Pero los beneficios no se detenían allí. El Estado reformado gene-
raría las condiciones para resolver el constante problema del endeuda-
miento público, fundamentalmente a partir de la aceptación de títulos
de la deuda externa como parte de pago por las empresas en venta.
En tercer lugar, esas empresas privatizadas, no sólo dejarían de ali-
mentar el gasto público, sino que le generarían nuevos ingresos al fisco
sea por impuestos (entre ellos impuestos a las ganancias) y por el efecto
reactivante sobre el conjunto de la economía que generarían las fuer-
tes inversiones que se esperaba que realizaran los nuevos propietarios.
Este último punto resulta central. El supuesto de que el Estado ya no
está en condiciones de garantizar la infraestructura mínima necesaria
para que existan redes de energía, comunicaciones, puertos, rutas y
otros lleva a considerar que la acción de los privados (por su supuesta
capacidad de inversión) va a generar una nueva estructura productiva
que permitirá el asentamiento de empresas en condiciones de mejorar
la competitividad del conjunto de la economía nacional.
Pero de los ejemplos que hemos analizado surge claramente que la
mayor parte de estos objetivos terminarán siendo una suerte de canto
de sirenas, como «promesas incumplidas» de las privatizaciones.
La imputación de ineficientes a las empresas públicas fue sin du-
das una simplificación en extremo funcional a las necesidades del plan
privatizador. No sólo porque no todas las empresas públicas eran inefi-
cientes (ENTel o YPF por ejemplo podían mostrar una historia de desa-
rrollo rentable) sino porque hay que analizar las razones que explican
la «ineficiencia» de esas empresas en los casos en que esto era así.
3. Por lo menos estas eran las funciones que gran parte del discurso liberal
consideraba propias de un Estado. Recordemos que a pesar de los desarrollos
teóricos de pensadores como Robert Nozick, el liberalismo siempre conservó
una indisoluble diferencia con el ideal anarquista de la desaparición del Estado
y pregonó la necesidad de un Estado aunque «mínimo» y con escasa interven-
ción en los mercados. Esta es la tesis que discutirá Oszlak, véase Oscar Oszlak.
«El mito del Estado mínimo». En: Desarrollo Económico, vol. 42, n.o 168: Bue-
nos Aires (2003).
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tivo por las empresas que transfería, y con ese dinero hubiese podido
salir a comprar títulos de la deuda en los mercados financieros.8
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sin dudas los grandes proveedores de buena parte del sustento político
y económico al plan.
Si, como ya hemos mencionado, estos grupos son los únicos que
crecen y se diversifican en la década del ochenta, aprovechando las
oportunidades brindadas por la llamada «patria financiera», también
son ellos los que actúan como contratistas del Estado empresario. Con
la llegada del proceso de privatizaciones, esa fuente de negocios ame-
naza con desaparecer. Por ello, estos grupos ingresan en los consorcios
privatizadores, donde juegan un relevante papel.
En todas las privatizaciones los grupos económicos ocupan lugares
importantes en los consorcios ganadores. Pérez Companc participa en
la empresa de teléfonos (Telecom), en las privatizaciones o concesio-
nes vinculadas a la electricidad, el gas, el petróleo, los ferrocarriles,
y las rutas. El grupo Techint en telecomunicaciones (con Telefónica),
electricidad, gas, petróleo, rutas, siderurgias y ferrocarriles. La lista
de grupos económicos sigue con Comercial del Plata (Soldati) parti-
cipando en las privatizaciones de agua, teléfonos zona sur, canales de
TV (Telefé), distribuidoras de energía, generadores de energía, y ferro-
carriles; Loma Negra (Fortabat) en ferrocarriles y distribución de gas y
electricidad; Macri en concesiones viales, Correo Argentino, ferrocarri-
les, y distribuidoras de gas; Roggio en concesiones viales, ferrocarriles,
subterráneos, y petróleo entre otros.6 Las ventajosas condiciones de
ingreso y el manejo de las relaciones políticas hacen que estos grupos
sean piezas fundamentales de esta primera etapa del proceso privati-
zador.
Luego, las distintas estrategias llevaran a resultados disímiles. Pé-
rez Companc se retirará con importantes réditos de algunos de los con-
sorcios que integraba. Techint también buscará reorientar sus inver-
siones con el fin de fortalecerse como productor siderúrgico a escala
mundial.7 Otros tendrán estrategias con resultados menos claros, co-
mo Macri que lleva al Correo Argentino a convocatoria de acreedores o
el grupo Fortabat.
6. Aquí podemos ver que el grupo Bunge y Born, que era uno de los más
relevantes y representativos actores de esa burguesía local a fines de los años
ochenta, queda en buena medida marginado de los negocios que origina el pro-
ceso privatizador, tal vez por sus diferencias con el gobierno al cabo del primer
intento fallido de estabilización y de la salida de sus hombres del Ministerio de
Economía.
7. A modo de ejemplo, en 1997 el grupo venderá sus acciones en Telefóni-
ca de Argentina por 240 millones de dólares mientras comenzaba una agresiva
estrategia de compra de empresas en Italia, México, Venezuela y otros países.
Clarín, 31/8/1997.
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moneda utilizada tanto como reserva de valor (es decir para ahorrar)
y también para las transacciones de bienes importantes era el dólar.
¿Pero cuáles son las consecuencias del régimen de Convertibilidad?
Prohíbe la emisión de dinero para financiar los déficits públicos, lo que
había sido para los monetaristas, la raíz de todo el problema de la in-
flación. Si todos los pesos en poder de los agentes económicos poseen
un dólar de respaldo en las reservas del Banco Central, no se puede
emitir moneda si no aumentan las divisas en poder de la autoridad mo-
netaria. Pero como el Estado argentino no genera divisas,8 sólo puede
emitir dinero si hay privados con dólares dispuestos a vendérselos al
BCRA para hacerse de pesos. La determinación de la cantidad de pesos
no es decisión de la autoridad monetaria (aunque podría incidir sobre
ella vía encajes bancarios), sino de «lo que demande el mercado». Con
la reforma de la Carta Orgánica del Banco Central y el establecimiento
de su autonomía, se buscará reforzar esta política.
La debilidad del plan es doble, pues el mismo depende para su fun-
cionamiento, de variables exógenas que no puede controlar. En primer
lugar, la convertibilidad es una política que jaquea el financiamiento
de los déficits fiscales por la vía de la emisión, obligando a que la úni-
ca salida para sostenerlos sea el endeudamiento, el cual es posible solo
en la medida en que existan prestamistas dispuestos a comprar títulos
públicos.9 Como los gastos del Estado son relativamente rígidos en el
corto plazo, pero su acceso a los mercados para financiarse puede alte-
rarse radicalmente «de la noche a la mañana», como sucedió en 1995
producto de la crisis mexicana y el llamado «efecto Tequila» y como su-
cederá luego en el 2001, el peligro permanece siempre latente.10 El
8. Esta ha sido la gran debilidad histórica de Argentina, origen del recu-
rrente «estrangulamiento» del sector externo. En otros países latinoamerica-
nos como Chile o México, el Estado es propietario de empresas estratégicas por
su papel exportador (de cobre y petróleo respectivamente), lo que les permite
generar sus propios dólares. Esta situación recién empezaría a cambiar en los
últimos años.
9. Es importante comprender las consecuencias políticas de este dato. El
Estado dependiente de los créditos, queda subordinado a los mercados finan-
cieros, obligado a adoptar en forma permanente políticas «amigables» para el
capital (market friendly). Sin embargo, el compromiso pro-mercado no siem-
pre será suficiente para permitir el acceso a las divisas. Paradójicamente el
propio Cavallo, nuevamente ministro de Economía del gobierno de De la Rúa
una década después, deberá afrontar este problema.
10. Es cierto que el Estado puede tener superávits, pero el peso del endeu-
damiento ya contraído hace difícil algo más que un superávit operativo, el que,
por otra parte, es buscado con decisión desde el primer momento. A modo de
ejemplo, a menos de una semana de la puesta en marcha del plan se anuncia el
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La otra venta clave del período será la de la mayor empresa del país:
Yacimientos Petrolíferos Fiscales (YPF). Fundada en 1922, YPF fue el
espejo sobre el que se reflejó buena parte de la historia política del Es-
tado argentino a lo largo de siete décadas. Una suerte de Estado dentro
del Estado, responsable de una parte sustancial de la inversión pública,
una empresa clave en las estructuras de costos de toda la economía y
por ello una herramienta de política económica de primer orden, tam-
bién empleadora privilegiada en numerosas áreas alejadas del núcleo
pampeano y al mismo tiempo, motor indispensable del proceso indus-
trializador con el desarrollo de sectores como el petroquímico.
Este lugar destacado fue el blanco temprano de diversos apetitos
que originaron un proceso muy gradual y complejo de privatización,
donde la sensibilidad del tema «petróleo» por su vínculo con ideas co-
mo las de soberanía y nación, y el particular carácter de la empresa, por
su relevancia y presencia territorial, a lo que se le suma la condición
estratégica del recurso no renovable, harán de esta venta una cuestión
delicada en términos de generación del consenso necesario para llevar-
la adelante.
Por estas razones, a diferencia de lo sucedido con las ventas ya men-
cionadas, la de YPF será una historia más larga y compleja, cuyos pri-
meros pasos periféricos pueden rastrearse en el ya mencionado plan
Houston de concesión de áreas exploratorias durante el gobierno radi-
cal. Con la asunción de Menem los intentos privatizadores se aceleran.
La designación de José Estenssoro como interventor desde el año
1990 lleva a un relevante cambio en su estructura legal. YPF deja de
ser una sociedad del Estado para transformarse en una sociedad anó-
nima, paso previo para la privatización, mientras se reestructura todo
su funcionamiento con un importante proceso de reducción de perso-
nal y tercerización de tareas con la asistencia «técnica» y crediticia del
Banco Mundial.1
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4. Oscar Oszlak. «La capacidad de regulación estatal». En: Enoikos, n.o 17:
Buenos Aires (noviembre de 2000).
5. El ENRE entra en funciones en abril de 1993, es decir casi un año des-
pués de la entrega de las centrales generadoras y también con posterioridad a
la concesión de la distribución.
6. Hay numerosos ejemplos en los que representantes de las empresas re-
guladas terminan trabajando en los entes reguladores y viceversa, en lo que
parece una incompatibilidad de intereses. El representante de EDESUR, EDE-
NOR y EDELAP en la firma de sus respectivos contratos de concesión, termi-
nó siendo presidente del ENRE (encargado de regular a esas empresas) en-
tre 1993 y 1997 (el primero de los contratos se puede consultar en http:
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gracias a una dolarización artificial de sus tarifas, que permitió que al-
gunos funcionarios interpretaran que la prohibición de ajustar precios
establecida por la ley de Convertibilidad era exclusiva para los precios
en pesos, lo que llevó a que una vez dolarizadas las tarifas, entendie-
ran que podían aumentarse en función de algún índice, como el de la
variación de los precios en Estados Unidos.
Esto es lo que sucedió con los teléfonos (que como vimos se habían
vendido antes de la ley de Convertibilidad), los peajes y la electricidad
(aunque aquí la fórmula de ajuste de precios era más compleja). La in-
troducción de un ajuste por inflación siguiendo los niveles de precios de
Estados Unidos resultó muy beneficiosa para las empresas a partir de la
crisis de 1995, cuando la recesión en Argentina comenzó a generar un
proceso deflacionario, mientras que en Estados Unidos la inflación re-
sultaba positiva.9
Otro caso puntual muy significativo de la acción de los entes regu-
ladores lo constituye el del llamado «rebalanceo telefónico», dispuesto
por decreto de la Secretaría de Comunicaciones del mes de febrero de
1997 (notemos que la secretaría sustituye al ente en este caso).
El espíritu declarado de dicho rebalanceo de tarifas, era el de aba-
ratar el precio de las llamadas de larga distancia, compensando dicha
merma en los ingresos de las telefónicas con un aumento en los valores
de las llamadas urbanas.10 Sin embargo, la decisión se toma inmedia-
tamente antes de la apertura de la libre competencia en el mercado de
las llamadas de larga distancia, lo que despierta todo tipo de sospechas
sobre los objetivos de la misma.
Es que las empresas telefónicas venían presionando para obtener
esa modificación del cuadro tarifario, que les permitiría reducir los pre-
cios de las llamadas de larga distancia e internacionales (lo que las fa-
vorecía para enfrentar la próxima competencia en el sector) pero sin
resignar ingresos, por compensar esas bajas con un muy importante
9. Daniel Azpiazu calcula que entre enero de 1995 y agosto del año 2000
la deflación argentina acumuló un retroceso del 0,6 % en los precios minoris-
tas, mientras los mayoristas aumentaron un 3,3 %. Pero en ese mismo lapso de
tiempo, los precios al consumidor en Estados Unidos aumentaron un 14,9 %.
Al ajustar los precios de los servicios públicos por el índice inflacionario del
país del norte, las tarifas de esos servicios se incrementaron en términos reales
durante el quinquenio en cuestión. Al respecto, véase Daniel Azpiazu. «Inequi-
dades normativas, rentas de privilegio y asignaturas pendientes». En: Enoikos,
n.o 17: Buenos Aires (noviembre de 2000).
10. El aumento del precio de las llamadas locales fue del 57 % y la reduc-
ción de las de larga distancia del orden del 70 % en promedio.
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11. Barra también será, entre otras muchas cosas, presidente del Orga-
nismo Regulador del Sistema Nacional de Aeropuertos (ORSNA) entre 1998 y
1999.
12. La Nación 8/5/1998.
13. Página/12 30/3/2001.
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el vigente en las facturas de ENTel al que ya nos hemos referido, o alícuotas in-
cluidas en el precio de los combustibles (líquidos y gas). Para el año 1990 casi
un tercio de los ingresos para pagar las jubilaciones provenían por esta vía que
las privatizaciones invalidarían en parte.
2. Perú crea su sistema de capitalización individual (llamado Sistema Pri-
vado de Pensiones) en diciembre de 1992, y las AFP comienzan a funcionar
a mediados de 1993. Uruguay también avanza en este sentido a partir de
1996, aunque con un sistema mixto que combina solidaridad intergeneracio-
nal y ahorro privado administrado por las AFAP. Las mismas recomendaciones
llegan a ciertos países de Europa del este, como Polonia, que implementa un
sistema mixto con capitalización individual desde 1999.
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6. Son varias las AFJP en las que participaron sindicatos con diversos por-
centajes. Es el caso de Claridad, en la que eran socias la Federación de Tra-
bajadores de la Sanidad y la UOCRA; el de Futura AFJP donde participaban el
Sindicato de Luz y Fuerza, el de Obras Sanitarias, el del Seguro y SUTECBA
(que reúne a trabajadores del Estado de la ciudad de Buenos Aires); en San Jo-
sé AFJP se reunieron Gastronómicos, SOMU, el Sindicato de Obreros de la In-
dustria del Vino y Afines, el Sindicato de Trabajadores de la Industria Fideera,
la Unión de Trabajadores del Instituto Nacional de Servicios Sociales para ju-
bilados y pensionados entre otros; en Previsol AFJP participaron la Federación
Argentina de trabajadores de edificios de renta horizontal y el Sindicato Úni-
co de Trabajadores de Edificios de Renta y Horizontal (SUTERH); en UNIDOS
AFJP la Asociación de Trabajadores de la Industria Lechera de la República Ar-
gentina tenía una participación minoritaria.
7. En el año 1999 se estimaba que un 8 % de los aportes se utilizaban
para cubrir el seguro de vida, un 5,6 % en gastos administrativos, un 8,8 en
marketing y difusión y 7,4 % eran la rentabilidad de las empresas.
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5. Ante una importante fuga de capitales y con una caída de las reser-
vas internacionales significativa, México devalúa su moneda a fines de 1994
(a poco de asumir el nuevo presidente Zedillo), logrando una serie de planes
de rescate encabezados por Estados Unidos. Sin embargo, el efecto de la crisis
sobre otros países de la región es muy significativo.
6. Flexibilización en primera instancia de facto, y luego convalidada de
diversos modos, hasta llegar a la cuestionada ley de 2001 que los medios de
comunicación terminaron llamando «ley Banelco», por los supuestos pagos de
sobornos a los senadores que votaron a favor de la misma por parte del go-
bierno de Fernando de la Rúa.
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1. Notemos que una primera lectura de esa consigna, muy difundida des-
de los medios de comunicación, suponía que era una impugnación a los repre-
sentantes políticos cuando en realidad, era la expresión de un rechazo mucho
más amplio, que incluía a los banqueros, los jueces, los grandes empresarios,
los medios de comunicación concentrados y todos los sectores percibidos como
privilegiados en medio de la gran crisis.
2. Si las teorías elitistas de la democracia propias de la tradición schum-
peteriana, suponen que el único espacio legítimo de participación de los ciu-
dadanos es el que ofrecen las elecciones, los resultados de las legislativas del
14 de octubre no dejaban mucho espacio para dudas: un 26,3 % del padrón no
concurrió a votar (unos 6,5 millones de personas) y un 21,1 % (3,9 millones)
votó en blanco o impugnó el voto voluntariamente, siendo el promedio bastan-
te superior en Santa Fe, Capital Federal, provincia de Buenos Aires, Neuquén,
Chubut y Tierra del Fuego.
3. Si bien el fenómeno de los piquetes llevaba varios años consolidándose,
en diciembre de 2001 emergen el Bloque Piquetero Nacional, el Movimiento
Sin Trabajo Teresa Vive, y los piqueteros participan activamente de la Marcha
de la Resistencia de las Madres de Plaza de Mayo y de numerosos cortes y ma-
nifestaciones, desafiando incluso la represión estatal.
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