Está en la página 1de 8

LA OTRA MITAD

DEL AMOR
____________________________________________________

contada por ocho hom bres

A rreg u i / Benedetti
C o n teris/D ía z
M aggi/M artínez M oreno
O n etti/Paganini
Prólogo: Arm onía Som ers
29 Edición aumentada
© 1971 A rc a E d ito ria l
C olonia 1263. M ontevideo
Q u e d a hecho el d epósito q u e m a rc a l a ley
Im preso en U ru g u a y - P rinted in U ru g u a y
LA OTKA
MITAD DEL AMOR

contada por o ch o h o m b res

A rreg u i/ Benedetti
Cositeris/D iaz
M aggi/M artinez M oreno
O netti/Paganini

prologo Arm onia Som ers

bolsilihros A R C A 50
P R O L O G O

Creo que no habrá cosa peor en este mundo que


quitar a una persona d e su oficio. Pero tampoco más
inocua. Con idéntica paciencia que una planta defiende
sus tropismos, el que fue llevado de sastre a carpintero
seguirá siendo el antiguo sastre, aunque lo que confec­
cione sea un guardarropa o un ataúd. Es decir, tomará
la tiza chata para tender a los mismos esquemas que es­
taban en el traje porque, al fin y al cabo, habrá d e pen­
sar, en el ropero era eso lo que se guardaba, y en el
ataúd al hombre que lo ha llevado puesto.
Algo parecido sucedió conmigo en esta ocasión- Me
encontré de repente en prologuista de La otra mitad del
amor. Y así, con igual trasposición de papeles, ocurrió
que ya no fuese un puñado de relatos inconexos cada
uno con su vida independiente, lo desparram ado por el
suelo (sólo el que lea así sabrá lo que es), sino una dra­
mática, una espeluznante certidum bre: todos aquellos
pedazos eran simples capítulos de la misma historia de
terror que el hombre escribe mientras ama, aunque lue­
go, no decidido a aflojar, retom e de vez en cuando a las
fuentes poéticas del mito.
Vigilado de cerca por la m uerte (Mario Arregui, Un
cuento de amor); inventándose historias subterráneas con
la ciudad dormida por encima (Mario Benedetti, Cinco
años de vida); frenético porque una m ujer no quiso atar
el nudo (Hiber Conteris, Redka); abierto en horrendas
pústulas (José Pedro Díaz, La mordedura de la víbora);
burlado adentro y balconeado desde enfrente (Carlos
Maggi, Trinidad); sin dientes ni para m order de nuevo
el fruto paradisíaco (Carlos M artínez Moreno, Amobel-
dus o El amor conyugal); mancillado por el equívoco,
éter mediante, de hemisferio a hemisferio y con audito-

7
no universal (Juan Carlos Onetti, Matías el telegrafis­
ta); y a punto de volver a atarse al cuello el
hizo que el propio verdugo le ha aflojado (Alberto
Paganini, Retrospectiva del' amor), la novela había
dado su vuelta redonda. Sólo le faltaba para quedar
compuesta echar mano a alguna triquiñuela'del oficio a
trn de que un solo hombre, transfigurándose en cada hito
de la peripecia, pudiese estam par -m o jad a en esa mez-
fondnPd ! í ST 6n y q u e q u ed a al
ondo del cahz— la consabida firma.
munl?0’ -5“1 embaiS°- ya no tan susceptible de experi-
" ° ? T i Para Cl V¡r£osismo creador,
surgía en la zona donde hasta la novela term inada res­
guarda sus misterios, Y ello consistía en preguntarse si
narTa’Seen
nana m„°e?t10S ^
estos cuentos. ^ dfeenda ™ «*P^
Sabido es que existió y existirá siempre para todas
las cosas ^que impliquen un riesgo el recurso del “perro
piobador , se trate del veneno de los Borgia, de la fiebre
espacial o de los injertos de órganos. Pero el perro ca-
c o L e l 'm l SU! , mr 0rÍaS desde d0S Sexos Sucesivos,
como el Orlando d e Vu-ginia Woolf, aún no ha nacido
Y entonces no hubo mas recurso que el de confrontar Y
sucedió que La mitad del amor contada por seiTm „V

d tL e S de^eda^no0 W d ^ á

s S s
volver trasquilados uno
í s s
& a *g 5 un ** Por lana y
í
asquxlados, una apariencia de dicotomía .amoro-

( ) Id e a V ilariño: P oem as d e ¡am or.

8
sa que el amor .practicado echaba al desván de los tras­
tos viejos.
Pero, a pesar de todo, qué duro y falto de compa­
sión deja las cosas en ese punto muerto de la experien­
cia. Los relatos estaban allí como heridas de un solo
cuerpo, es claro, el cuerpo del amor entero. Tras cada
uno, en su absoluta soledad, en desmañada confesión, se
desgarraba un hombre. Y entonces fueron vueltos suce­
sivamente a su condición autónoma y primigenia. Só­
lo que empezó a parecer tan redundante y gratuito el
invento de un infierno ulterior y por añadidura, cuan­
do los que amasen a esas mujeres de tan distinto
pelo? tacto de piel, calor de sexo y calidad de alma, ten­
drían la totalidad de sus deudas saldadas en este m un­
do.
Armonía Somers

También podría gustarte