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Existencia Auténtica- Existencia Inauténtica


Auténtico, en sentido genuino, significa VERDADERO, y denota la correspondencia entre el
fenómeno que aparece y el fondo del que surge: el fenómeno es “fundado”, asistido, por el fondo
que en él se expresa y manifiesta. Lo auténtico “es lo que parece”, es lo que no encubre su
verdadero ser en una envoltura que lo disimula y falsea. Esto puede aplicarse en primer lugar a los
entes no humanos.
 «Se dice de algo que es auténtico cuando se establece sin lugar a dudas su identidad»1
 «La autenticidad es identidad reconocible en la variedad, en la diferencia, en la
semejanza»2.
En el caso del hombre la noción de autenticidad es mucho más compleja, y para entenderla en toda
su amplitud es preciso tener en cuenta la estructura del ser y del existir de la persona. Este es uno de
los legados del existencialismo, a quien le debemos amplias reflexiones sobre la autenticidad en
sentido ontológico. La autenticidad es un tema eminentemente antropológico.
Quienes trabajan esto son:
 M. HEIDEGGER, en “Ser y tiempo”, (1927)
 J. P. SARTRE, “Cuadernos por una moral” (Cahiers pour une morale, obra póstuma
publicada en 1983, Sartre había muerto en 1980, y se calcula que los debe haber escrito en
los años 1946-47); en 1964 rechazó el Premio Nobel de Literatura, alegando que su
aceptación implicaría perder su identidad de filósofo.
Si lo auténtico es lo verdadero, ¿qué es verdadero en el ser humano? Lo que es propio del hombre.
Si respondiéramos de nuevo a la pregunta ¿y qué es lo propio del hombre? desde un punto de vista
general, la noción de autenticidad tendría poco interés, puesto que quedaría subsumida en la
discusión general acerca de la naturaleza humana, es decir, aquello que en abstracto es propio de
cualquier hombre.
La noción de autenticidad se torna interesante en la medida en que se sitúa en el escenario de la
LIBERTAD, y concretamente de la biografía personal, que es, por decirlo así, la obra de esa libertad,
el ergon propio del hombre, como diría Aristóteles, no en abstracto, sino singularmente, como
despliegue irrepetible del núcleo irrepetible que somos cada uno.
La autenticidad es una de las formulaciones de la relación vida-conciencia, que siempre define la
realidad humana.
En clave positiva, la existencia auténtica es la conciencia y posesión intencional de la realidad de la
propia vida, y de su destino; vida vivida en vigilia y plena conciencia de lo que uno es y de su
término. En clave negativa, la existencia inauténtica son aquellas formas de vivir la propia vida en
las cuales no comparece el verdadero carácter, sentido o estructura de ésta: son sueño e irrealidad.
1) La alienación (Hegel, Marx),
2) la existencia estética (Kierkegaard),
3) o la caída (Heidegger)
son formulaciones filosóficas de formas de vida en las que el hombre se “extraña” de sí mismo en lo
otro, en la obra de sus manos, en una di-versión que le oculta su propio fondo o en un ignorar la
posibilidad más propiamente auténtica de su existir.
En realidad, desde esta amplia perspectiva, toda forma de evadir el oráculo de Delfos, «conócete a ti
mismo» (PLATÓN, Cármides), toda ignorancia de sí, es una forma de existencia inauténtica.

1
J. FERRATERMORA, Diccionario de Filosofía, Alianza, Madrid 1979, vol. 1, p. 253.
2
A. RIGOBELLO, Autenticità nella differenza, Studium, Roma 1989, p. 26.
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Desde esta perspectiva:


 la autenticidad sería biográfica y estaría ligada al desarrollo de la vida, única, singular e
intransferible, personal.
 la inautenticidad, por el contrario, estaría ligada a todas las formas de ignorancia de sí, de
autoengaño, superficialidad o alienación.
La identidad humana no está dada desde el principio, pues la persona puede llegar a ser lo que
realmente es, o puede no llegar. La EXISTENCIA AUTÉNTICA es aquella que se vive con
conciencia del propio origen y de la propia destinación o término, y en la que “se sabe cómo se
llega ser lo que se es”, por usar la expresión de Nietzsche.
La EXISTENCIA INAUTÉNTICA es la vida banal, no consciente de la propia identidad, vocación ni
destino, y en ella se pierde uno a sí mismo.
Por tanto, la autenticidad y la identidad humanas no están dadas a priori. Exigen un despliegue, un
mantenimiento y un logro final. Cabe así una consideración ontológica de la autenticidad humana.
Incluso puede decirse que tal consideración no es prescindible. Autenticidad e identidad, en el plano
dinámico de la realización de la libertad, no pueden darse separadas.
 La autenticidad es la manifestación y presencia de la propia identidad en los diversos
tramos y momentos de la vida que se va viviendo: identidad en la diferencia.
En el hombre lo biográfico es ontológico, puesto que el hombre crece o decrece mientras vive, de
acuerdo a si su existencia es auténtica o no. La autenticidad ayuda a ser feliz realizando y viviendo
una vida que es la propia, y que ha de ser vivida del modo en que sólo a uno corresponde. Donde
realmente aparece el valor de la autenticidad humana es en la perspectiva biográfica, una de las más
conformes con lo que la libertad y la realidad humanas son: el despliegue vital de la persona. La
inautenticidad tendría que ver, por el contrario, con la caída en el mimetismo y con la ignorancia de
la respuesta a la pregunta ¿quién soy?
En cuanto a lo moral no se puede decir que una persona no tenga valores, o actúa sin ninguno de
ellos; en todo caso desde la mirada ética habrá que ver ¿cómo está compuesta la escala de valores
que guían a determinada persona a actuar así o de tal otra manera?
El par conceptual “auenticidad-inautenticidad” implica el desarrollo desde la noción de persona y
nos ha obligado en primer lugar a referirnos a la epistemología y la metafísica, para pasar ahora a la
filosofía social y política, y basar así el ideal público del reconocimiento en una antropología de la
libertad y de la biografía que conduce necesariamente a la ética, con la que se llega después a la
teología, a la espiritualidad, e incluso a la mística.
Ciertamente estamos ante una noción trasversal a todas esas disciplinas. Su explicitación cabal y
completa exigiría un paralelismo con la noción de identidad personal mayor.
El requisito para poseer una identidad propia es el reconocimiento de ella, la “identificación”, tanto
por parte de uno mismo como de los demás. Sólo en tanto sé quién soy puedo saber quién puedo
llegar a ser. Por otro lado, este reconocimiento tiene carácter dialógico, es decir, procede de los
demás antes que de uno mismo.
TIPOS DE INAUTENTICIDAD: La falta de reconocimiento de los otros, una vez interiorizada como
inferioridad e imagen despreciativa de uno mismo, se convierte en vergüenza y falta de
autenticidad, y por tanto en incapacidad de actuar según lo que uno verdaderamente es: es una de
las peores formas de opresión. La baja autoestima es una forma de inautenticidad, y genera falta de
magnanimidad y atrevimiento para ser lo que real y socialmente se puede y se tiene derecho a ser.
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La identidad propia depende hoy más que nunca de un proyecto común en el cual los otros puedan
reconocerme auténticamente, y en el cual yo alcanzo mi realización. Si tengo que avergonzarme
públicamente de ser quien soy, ese ideal no se realiza.
Decir por qué esto es así exige narrar la historia del ideal moderno de la autenticidad.
 “Auténtico es lo que mana de la persona” (Julián Marías, filósofo español)
Hay en esta definición un doble aspecto.
1) En primer lugar, la autenticidad en la conducta y en la expresión y manifestación de la
persona sólo se da si la acción, la expresión y lo manifestado brotan del fondo íntimo del
ser personal.
2) La Autenticidad es cierta condición de los actos humanos, mediante la cual éstos están
asistidos por el fondo de la intimidad personal: «hay acciones, que aun siendo
indudablemente humanas, brotan de la periferia de nuestra realidad. Otras, por el contrario,
emanan del fondo de la persona. Son las que reconocemos como verdaderamente nuestras,
las que dan nuestra medida, las que permiten palpar nuestros límites, posibilidades,
deficiencias, amenazas; en suma, saber a qué atenernos respecto a nosotros mismos. Esas
acciones que emanan del centro de la persona, del “fondo insobornable” de que hablaba
Ortega y Gasset, que precisamente por ello “no admite engaño, son aquellas en que más
propiamente somos quienes somos”.
LA CONDICIÓN PERSONAL SE MANIFIESTA EN UNOS ACTOS, Y EN OTROS NO : se trata de
acciones, justificadas o no, desde el fondo de lo que uno es. El acto auténtico e intenso, el que
el hombre hace «desde sí mismo, desde su unicidad irreductible, no brota de ningún impulso
externo, o de un mecanismo psíquico, sino de una motivación en que interviene la totalidad
de la persona».
En suma, LO AUTÉNTICO ES LO PERSONAL, lo que nace de dentro, lo íntimamente propio,
lo profundo: en la persona esto es lo propiamente verdadero, aquello que la persona realmente
es. Por eso, autenticidad significa reconocerse a uno mismo como autor de la propia vida,
reconocerse en lo que se hace y se dice, en lo que se obra y en lo que se es, en la propia imagen
que se proyecta a los demás.
Cualquier consideración que omita esta alusión al fondo latente de la intimidad personal como
fuente de la autenticidad humana es superficial y poco verdadera. Cabe objetar que no existe un
criterio objetivo para discernir cuando una manifestación íntima realiza más plenamente
auténtica a la persona, y cuando no, es difuso, e incluso confuso. Es ésta una objeción en
verdad pertinente, y a la que conviene responder.
La autenticidad, considerada desde la persona, significa en último término saber
responder a la pregunta: ¿quién soy? Para ello es menester recorrer el camino hacia dentro
señalado por el oráculo de Delfos. Es un camino no exento de misterio, pues el hombre topa en
él con el origen inagotable de su ser personal: vivir personalmente quiere decir tener claras las
cuentas consigo mismo.
Es evidente que la autenticidad puede ser entendida como coherencia entre lo que pensamos y
lo que somos. En este sentido, decir una cosa y hacer la contraria es calificado habitualmente
como incoherencia. El uso sofístico del lenguaje es una incoherencia, como toda forma de
engaño o autoengaño. En pocas palabras: rechazar la verdad significa inautenticidad. Hay tantas
formas de la segunda como de lo primero.
Cuando la verdad no comparece en la conducta o en lo dicho, éstos son inauténticos. En este
caso, la verdad es lo que realmente se piensa. Pero, insisto, desde este punto de vista la
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autenticidad es algo evidente y de alguna manera obvio. Por eso, conviene seguir desarrollando
su conexión con la libertad.
El carácter biográfico de la vida reside en que las tareas y trayectorias de que se compone
exigen una intervención de la libertad: se trata de hacer una elección justificada, de tener un por
qué y un para qué afrontarlas. La vida está personalizada, es de uno, y sus tareas también, si son
fruto de esa elección justificada: ¿por qué haces esto?; ¿para qué lo haces?
La justificación de las decisiones tiene un CARÁCTER ÉTICO: El objeto formal de la ética es
la cualificación de los actos. Tal cualificación respecto a decidir es justamente un dominio
sobre la decisión que, si es buena, la ratifica, y si es mala, la rectifica. La persona como
dominadora de actos está en el nivel de la cualificación, porque la persona es capaz de darse
cuenta del valor de la decisión, la formaliza.
La CONCIENCIA MORAL: “haz esto, evita aquello” es en última instancia la responsable en
la toma de decisiones.

Las diferencias entre Heidegger y Sartre:


1.-Sobre el Dasein:
Sartre considera que el ser humano está "condenado a ser libre", es decir, arrojado a la acción y
responsable plenamente de su vida, sin excusas. Aunque admite algunos condicionamientos
(culturales, por ejemplo), no admite determinismos. Concibe la existencia humana como
existencia consciente. El ser del hombre se distingue del ser de la cosa porque es consciente. La
existencia humana es un fenómeno subjetivo, en el sentido de que es conciencia del mundo y
conciencia de sí (de ahí lo subjetivo). Sartre se forma en la fenomenología de Husserl y en la
filosofía de Heidegger, de quien fue discípulo. Se observa aquí la influencia que ejerce sobre
Sartre el racionalismo cartesiano. En este punto se diferencia de Heidegger, quien deja fuera de
juego a la conciencia.
Si en Heidegger el Dasein es un «ser-ahí», arrojado al mundo como «eyecto», para Sartre el
humano en cuanto «ser-para-sí» es un «pro-yecto», un ser que debe «hacerse».
“El hombre es el único que no solo es tal como él se concibe, sino tal como él se
quiere, y como se concibe después de la existencia, como se quiere después de este
impulso hacia la existencia; el hombre no es otra cosa que lo que él se hace. Éste es el
primer principio del existencialismo”. (Sartre en El existencialismo es humanismo)

2.-Sobre la Libertad:
Sartre sostuvo, con una seguridad conceptual, que somos absolutamente libres, pero también
tenemos una responsabilidad absoluta, sobre nosotros y sobre el mundo. Por eso dijo que
estamos condenados a ser libres. La libertad del sujeto, entonces, tiene que ser ejercida con
responsabilidad. El hombre como ser libre es su propio autor. Por eso, la existencia del hombre
precede a su esencia. Argumenta, con una brillantez de genio, que cuando el hombre nace, no
tiene esencia, a saber, no tiene significado, no hay concepto de sí mismo, y es, como lo explica
muy rigorosamente en su filosofía, la cual por esencia es compleja, el mismo que da significado
a su existencia.
Muchos filósofos fueron inspirados por el pensamiento de Sartre. Su filosofía, con un aspecto
afín a la de Heidegger, pero infinitamente original, desafió a la filosofía y a los filósofos.

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