Está en la página 1de 2
2avnn2018 Historia y poesia - ABC.0s A B Cc TERCERA TERCERA Historia y poesia «El poeta y el historiador se distinguen en que el historiador cuenta los sucesos que realmente han acaecido y el poeta los que podrian acaecer. Por eso la Poesiaes més filos6fica que la Historiay ticne un caracter més clevadoque ella» POR LUIS ALBERTO DE CUENCA Dia 07/02/2011 toteles Al , en el capitulo 9 de su Poética, escribe acerca de la Historia y la Poesia: «La misién del poeta no es tanto contar las cosas que realmente han sucedido cuanto narrar aquellas cosas que podrian haberlo hecho de acuerdo con Ja verosimilitud o la necesidad. El poeta y el historiador se distinguen en que el historiador cuenta los sucesos que realmente han acaecido, y el poeta los que podrian acaecer. Por eso la Poesia es més filos6fica que la Historia y tiene un cardcter més elevado que ella, ya que la Poesia cuenta sobre todo lo general, y la Historia lo particular Una primera precisién aclaratoria seria afirmar que la auténtica Poesia era para los antiguos la Epica, al contrario de To que ocurre hoy en dia, en que la gente identifica la poesfa con la Lirica. No puedo estar més de acuerdo con los antiguos a la hora de identificar la verdadera Poesfa con la Epica, emanada d alemanes llamaban Volksgeist, esa palabra iluminada e iluminadora donde las haya y de tan poco uso, por desgracia, en la actualidad. tamente de lo que los roménticos En cualquier caso, me parece maravilloso que, después de las inveetivas de Platén contra los poetas, y en particular contra Homero, a cuenta de la presunta toma de partido de este y de los poetas cfclicos a favor de la mentira y en contra de la verdad postulada por los filosofos, venga Aristételes a decirnos que Filosofia y Poesfa no son en absoluto enemigas, ni tan siquiera contradictorias, y que la Poesfa se sitita en el plano de lo general y se acoge en su actuacién a categorias normativas como la verosimilitud y la necesidad. Eso es justamente lo que las vanguardias, desde comienzos del siglo pasado, han negado a la Poesfa, ubicdndola en el limbo gratuito de lo absurdo y lo prescindible, Y, por si fuera poco, tifiéndola de un tinte metafisico que la aleja de la realidad, que es donde habita y debe habitar, codo con codo con la Historia, de la que se distingue solamente, segiin Aristételes, por tratar la Poesfa de lo general y Ja Historia de lo particular, que viene a entre ambas. er, en esta ocasién, bien poca diferen Y digo que no difieren en gran cosa porque cuando el poeta —y aqui no me estoy refiriendo tanto al poeta épico como al lirico— revela pormenores de su biografia mas recondita, nos esta procurando una informacion preciosa y fidedigna acerca de alguien que no es real en Ja medida en que no tiene un nombre propio determinado, pero que si es real en la medida en que representa, simboliza o encarna las reacciones psicologicas, los miedos, los afectos o los rechazos que experimenta el grupo humano. Por todo ello, no es dificil adscribir a un nombre propio individualizado cada una de esas pulsiones presuntamente colectivas que no son tales, pues han partido de la invencién de un ser humano individual —el poeta— acerca de aquello que bien podria haber sucedido, aunque no lo haya hecho de manera documentalmente probatoria, htpsshwww abe. 0s/20110207iateceralabep-histore-poesia-20110207 hil we 2art2016 Historia y poesia - ABCs Tres ejemplos en los que Poesia e Historia dialogan de una forma especialmente subyugante son la Epopeya de Gilgamesh, suma y sintesis de la cultura mesopotdmica, y dos poemas contemporéneos, Esperando a los barbaros, del alejandrino Constantino Cavafis (1863-1933), y Lepanto, de Gilbert Keith Chesterton (1874-1936), el poema mas alto que produjo «la més alta ocasién que vieron los siglos», al decir de Cervantes. En el momento en que se constituyen los grandes imperios agrarios en el Oriente Proximo, la gran literatura que parte de los mitos, y que siempre regresa a ellos, comienza a desarrollarse de una manera espectacular, hasta el punto de que pudiera decirse que en ciertas joyas de las letras mesopotdmicas, como el Didilogo del pesimismo, el Descenso de Ishtar a los Infiernos o la Epopeya de Gilgamesh, esta prefigurada toda la literatura posterior, al helénico modo en que Atenea nacié completamente armada de la cabeza de su padre Zeus. La Epopeya de Gilgamesh nos cuenta las hazafias de un rey de Uruk, Gilgamesh, quien, espantado ante la certeza de la muerte, parte en busca de la inmortalidad al pais donde vive Utnapishtim, el Noé mesopotamico, la tinica persona capaz de transmitirle el secreto de la vida eterna. Fracasard, como es légico, y volverd a casa con la sensacién de que el hombre no debe competir con los dioses y si, en cambio, aceptar su condicién mortal. Entretanto, las doce tablillas que han conservado su historia nos han hecho vibrar con su bellisimo lenguaje, inaugurando la literatura y trasladando a la posteridad el poderfo estético e imaginativo de la civilizacién que las alumbré, alma materindiscutible de cuanto vino después, desde Homero hasta nuestros dias. En cuanto a Cavafis, compuso en 1904 su poema Esperando a los bérbaros, euyo eseéptico contenido hoy, mas de cien afios después, continta vigente tras el derrumbe de las utopias totalitarias. Es, sin duda, uno de las més hermosas muestras de la poesia del poeta alejandrino y confirma de modo contundente el enorme interés que suscitaba en él la Historia: «Muchos poetas —escribié— son exclusivamente poetas... Yo soy un poeta-historiador. Nunea podria escribir una novela o un drama, pero oigo dentro de mf ciento veinticineo voces que me dicen que podria escribir Historia». Mas que un poema propiamente histérico, Esperando a los barbaroses una parabola. Pero icunto conocimiento de la historiografia, y en concreto de las fuentes antiguas que nos informan acerca de los ‘iltimos siglos del Imperio Romano, destila la pieza! La forma cavafiana de hacer Historia, de escribir Historia, es incluirla en sus poemas de cardcter histérico, basados en personajes del mundo clasico, pero también, y sobre todo, en figuras pertenecientes a la decadencia de ese mundo, incluyendo el siempre fascinante Imperio Bizantino. ‘Tuvo que ser Chesterton, un inglés, quien compusiera el poema «canénico», el més vibrante, intenso y emotivo de todos los eseritos sobre la batalla de Lepanto. Y la tarea no era fécil, pues el combate naval que enfrenté, el 7 de octubre de 1571, al Imperio Otomano con la Liga Santa cristiana —constituida por Espajia, Venecia y los Estados Pontificios— tuvo cantores de la talla de un Fernando de Herrera. Los seis tltimos versos del poema de Chesterton son prodigiosos: «Cervantes, en su galera, torna la espada a su vaina / (Don Juan de Austria regresa con una guirnalda). / Y ve sobre una tierra fatigada una senda perdida en Espaifa, / por la que en vano cabalga eternamente un insensato caballero flaco, /y rfe, pero no como los Sultanes, y torna el acero a su funda... / (Pero Don Juan de Austria regresa de la Cruzada.)» Pocas veces la realidad histérica y la ficcién literaria se funden de manera tan armoniosa y sugestiva como en el crisol de Lepanto, a mayor gloria de su autor, de la Poesia y de la Historia. LUIS ALBERTO DE CUENCA ES DE LA REAL ACADEMIA DE LA HISTORIA dico Electrnico ABC htpsshwww abe. 0s/20110207iateceralabep-histore-poesia-20110207 hil 22. ‘opyright © ABC Pei

También podría gustarte