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Introducción
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En la Párodos, el coro no decidía si atribuir culpabilidad a Artemis o a Ares de lo sucedido (cf. vv. 172-
182). Estas atribuciones de culpabilidad no dejan de ser significativas.
que nada somos cuantos vivimos, sino imágenes y una sombra vana”). En efecto, la
interpretación del mundo que hace Odiseo alude al conjunto de los seres vivos entre los
que él mismo se halla. En esta visión que ha trastocado los límites entre identidad y
alteridad (debemos destacar el enmudecimiento ¿o transformación? de Odiseo cuando
Áyax habla, quien, por otra parte, se encontraba en un estado de alteridad radical en
cuanto que estaba bajo los efectos de la locura), el temor a Áyax no es sólo temor a su
enemigo sino también a la visualización de la propia condición mortal, siempre juguete
de los dioses.3
En la escena del Prólogo podemos apreciar el doble carácter de Atenea: uno
vinculado con el conocimiento y con la alianza con Odiseo; otro vinculado con la
falsedad y la enfermedad infligida a Áyax. En ambos casos, la mirada cumple un papel
importante, ya que Atenea obliga a mantener una relación frontal con la verdad a través
de la δεῖξις y con la mentira a través de la enfermedad, cumpliendo una función
apotropaica respecto de la verdad. Estas visiones que Atenea hace tener a los mortales,
sean verdaderas o falsas, cuestionan, como dijimos, los límites entre identidad y
alteridad.
El filólogo K. Reinhardt expone que Sófocles escenifica el plan de asesinar
como propio de Áyax, y su locura sólo comienza con el engaño de los sentidos, que acto
seguido se desencadenaría en el asesinato de los rebaños. La locura infligida al héroe
proviene de la función protectora (es decir, apotropaica) de Atenea para con los griegos.4
Esto también es sostenido por Greene (1944, 149). Para Greene (1944, 148-50), tal
como Sófocles ha planteado la historia, Áyax podría no haber muerto si Atenea no
intervenía y cambiaba el efecto de sus acciones asesinas, pero de esa manera jamás
hubiera sido recordado como un héroe para la posteridad. Atenea cumple entonces el rol
de garante del destino, no deseando su muerte directamente, sino desarrollando los
sucesos que lo acarrearían a ella, a la manera de una apoteosis. Greene sostiene que, en
base a los dichos de Calcante (para quien la cólera de Atenea durará sólo un día), no
guarda una ira irremedable contra Áyax, sino que éste sólo debe sufrir las consecuencias
de su ὕβρις (porque la cometió, cf. vv. 127-133). Atenea, no obstante, conoce (cf. vv.
3
Cf. Sabattini (2010, 2013), donde trabajamos esta relación con más detalle.
4
Reinhardt (2010, 245, n. 5). La expresión “En la epopeya, Atenea infundía una locura súbita a los
rebaños” parece ser un error de la traducción española del alemán original, ya que este dato no aparece en
las fuentes conservadas, y por otro lado, el cotexto de dicha expresión no hace alusión respecto del
cambio de sujeto de locura en Sófocles (en la epopeya el rebaño, en la tragedia Áyax), sino las
intenciones de la diosa al infundir la locura (diosa protectora) y la culpabilidad de Áyax al planear la
venganza, cosa que no se menciona en la epopeya conservada. Lamentablemente no disponemos del
original alemán para constatar este error.
119 y ss.) los valores de Áyax y no lo persigue hasta la muerte; su cólera sólo se reduce
a infundirle la locura en sus φρένες, porque Áyax debe reivindicarse para la posteridad.
Según Greene, el héroe se suicida por decisión propia y no por causa directa de Atenea.
Ella tampoco interviene después en la disputa acerca del enterramiento del cadáver;
siendo Odiseo el que ordena enterrarlo, podemos pensar que Atenea comparte su
posición (Odiseo invoca las leyes de los dioses, cf. vv. 1343-4). Sin embargo, para
nosotros la posición de Greene es sesgada y arriesgada; no tiene demasiado en cuenta la
interpretación que da Calcante sobre la cólera de la diosa y menos aún da cuenta de su
instigación a Odiseo para que se burle de Áyax, como vimos. En todo caso, parece claro
que Atenea prefería a Odiseo antes que a Áyax. Es interesante constatar, como lo hace
Opstelten (1952, 99), que el modo cruel e irónico en que Atenea juega con su víctima
Áyax no es un dato derivado de un poema anterior o del mito tradicional: es creación
sofoclea.
Con respecto al mito del juicio de las armas de Aquiles y la caída de Áyax, no
parece que se revele el carácter gorgoneico de Atenea en la tradición mítica anterior.
Finglass (2011, 26-36) retoma la tradición del mito de Áyax. La epopeya anterior que lo
menciona (Aethiopis, Ilias Parva e Iliupersis7) sólo habla de la aflicción del héroe y su
caída en la locura con el consecuente asesinato de los rebaños por él perpetrado (no se
especifica cuándo habría tenido lugar exactamente la locura y si en Áyax existía un
plan, aspecto que sí aparece en la Posthomerica y en la tradición posterior 8). Sin
embargo, Atenea tiene un rol importante en la elección de Odiseo como portador de las
armas, como se ve reflejado en fuentes iconográficas (p. ej. vid. Fig. 3) y textuales. Así,
5
No sólo Vernant ha dado cuenta de la máscara de Gorgona sino también Graves (1985, 17), Baring y
Cashford (2005, 397), Burkert (2007, 235).
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En efecto, podemos relacionar esta escena con la de Od. 11.632-640, donde Odiseo teme ver la cabeza
de la Gorgona (Γοργείην κεφαλήν).
7
La locura de Ayax se menciona en West (2003, 120), en Ilias Parva, y en Iliupersis se retoma el síntoma
(West, 2003, 148).
8
Posthomerica, 5.352-5.663; Apolodoro, Bibliotheca, Epit. 5.6.
en Homero, Od. 11. 547, se lee “παῖδες δὲ Τρώων δίκασαν καὶ Παλλὰς Ἀθήνη”. En la
Ilias Parva (West, 2003, 126, fr. 2) vemos que, para decidir sobre el valor de los que
rescataron el cadáver de Aquiles, los griegos desde debajo de los muros escucharon a
una mujer de Troya que se inclinaba por Odiseo, y que habló gracias a la previsión de
Atenea (Ἀθηνᾶς προνοίᾳ). En cualquier caso, como remarca Finglass (2011, 27), hay
una coherencia con la fuente de la Odisea. Lo mismo vale para la expresión κατὰ
βούλησιν Ἀθηνᾶς en West (2003, 120, arg. 1).
No obstante, la interpretación sobre una imagen del suicidio de Áyax nos puede
hacer sospechar acerca de la relación Atenea-Gorgona (vid. Fig. 4). En esta imagen
destaca el tamaño del escudo, que no parece ser otro que el de Áyax, famoso a lo largo
de la tradición épica y que retoma la tragedia sofoclea. La posición de las armas puede
hacer que percibamos un portador invisible de las mismas. En efecto, podemos
interpretar la presencia de la panoplia como la presencia tácita de la diosa Atenea, a
través de la aparición del motivo del Gorgoneion (habitual en los escudos de época
arcaico-clásica), del yelmo y de la lanza, dispuestos en la representación pictórica como
si en efecto alguien estuviese portándolas.9
9
A favor de esta interpretación, recordemos lo que Odiseo en el Prólogo del Áyax de Sófocles le dice a
Atenea acerca de su carácter invisible (vv. 15-17). Sin embargo, Mackay (2002, 66-8) sostiene que los
detalles de la izquierda y de la derecha en la representación pictórica reemplazan a los acompañantes y
dan la impresión de resaltar la soledad del guerrero.
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Baring y Cashford (2005, 393) relata que los ojos refulgentes no son sino emblema “de una inteligencia
lúcida que puede ver más allá de la intelección inmediata”, asociada con su madre Metis.
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Atenea profiere “ἀεὶ μέν, ὦ παῖ Λαρτίου, δέδορκά σε / πεῖράν τιν’ ἐχθρῶν ἁρπάσαι θηρώμενον ” (vv.
1-2). Como nota Snell (1953, 2-3), el verbo δέρκομαι se refiere a la señal expresiva de la mirada, al gesto
visual. En Homero, la forma de participio δερκομένη (Il. 11.36-37), se refiere a la Gorgona cuya mirada
incita el terror. Estas referencias nos permiten vincular γοργῶπις con δέρκομαι.
Por otro lado, el adjetivo γοργῶπις no aparece solamente en el Áyax de
Sófocles. El mismo autor emplea este epíteto en el Fr. 844.2 (Pearson) junto a ἐργανή,
que es un epíteto reconocido de la diosa (Des Places, 1969, 46). Además, Eurípides usa
el mismo adjetivo en Hel. 1315-6, al igual que γοργοφόνα (Ion 1478). El comediante
Aristófanes se refiere a Atenea como γοργολόφα (Eq. 1181).
Según nuestra interpretación, aquí se está aludiendo a una “Atenea ctónica” en
tanto que gorgoneica, en la tradición textual.
C. I. ἐργανή. Este epíteto está asociado al mito en el que Atenea inventa el arte
imitando los silbidos de las serpientes de las Gorgonas, en particular el arte musical de
la flauta, que luego devendrá en la gloria del sátiro.14
C. II. ἱππία. Atenea ha enseñado a conducir y a montar a los caballos, y por eso
puede ser asociada con la diosa minoica de las serpientes, relacionada con la micénica
“Atana Potnia” y con la posterior “señora de los animales” (Des Places, 1969, 46 y n.
24). En su forma más arcaica, Medusa tenía forma de caballo15 y se la asocia con ese
animal, potencia ctónica según Vernant.16 El epíteto incluso puede ser una alegoría del
12
Cf. Vernant (2007, 1506).
13
Cf. Wilk (2000, 191).
14
Wilk (2000, 41-2) y Vernant (2007, 1503-4) citan a las Píticas de Píndaro (XII, 6 y ss.).
15
Cf. Graves (1985, 17); vid. Fig. 5.
16
Cf. Burkert (2007, 188), Vernant (2007, 1492, 1502). Incluso en los vv. 275-280 de Teogonía se dice
que Poseidón (con quien se asocia la figura del caballo) se acostó con Medusa, y luego, fruto de la muerte
de la misma a manos de Perseo, tuvo a Crisaor y a Pegaso, caballo alado. Se cree que, mientras Poseidón
creaba el caballo, Atenea enseñó el arte de domarlo (cf. Baring y Cashford, 2005, 395; Burkert, 2007,
299-300).
olvido de esa Medusa por la tradición posterior, ya que sería “domada”.17 Medusa luego
pierde su aspecto caballuno e incorpora alas y pies alados.18
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Acerca de la “señora de las serpientes”, antecedente cultural de la “señora de los animales” griega, y su
conexión con otras diosas, incluida la misma Gorgona, cf. Harrison (1908, 306, n. 2), Des Places (1969,
46, n. 24), Burkert (2007, 189, 202, 204), Vernant (2007, 1193).
24
Vid. Fig. 11 bis a, b y 12. También es importante la presencia de la serpiente en la figura de Erictonio;
vid. Fig. 11 bis c; cf. además Harrison (1908, 305-6).
25
Acerca de los orígenes de las serpientes en la Gorgona, cf. Wilk (2000, 46), Baring y Cashford (2005,
396), Vernant (2007, 1491, 1501).
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Estos pasajes son citados también por Halm-Tisserant (1986, 246-7).
F. I. Mito de Perseo. La tradición más conocida sobre el origen de la égida de
Atenea sostiene que es un tributo del héroe Perseo, quien le dio la cabeza de Medusa (la
única mortal de las tres Gorgonas, ya que Esteno y Euríale eran inmortales), que pudo
ser cortada gracias a la ayuda de la diosa. 27 Según Baring y Cashford (2005, 388-90),
este es un relato mitológico posterior que encubriría la naturaleza ctónica de Atenea.
Otra versión del mito, descrita en el Ion de Eurípides, alude a que Atenea fue quien
decapitó a Gorgona (no identificada con ninguna de las tres hermanas). 28 Apolodoro nos
relata aquí que Medusa habría querido competir en belleza con la diosa.29
F. II. Mito de Heracles.30 Apolodoro (Bibliotheca, Libro II, 143-5) cuenta que
Heracles, queriendo atacar a los lacedemonios, pidió ayuda a Cefeo, pero éste se hallaba
temeroso de que los argivos ataquen Tegea en su ausencia. Entonces Heracles tomó de
Atenea un rizo de Gorgona en un cántaro de bronce (aunque esto no se aclara, es posible
que, como remarca Wilk (2000, 134) Atenea lo haya puesto allí) y se lo da a una de las
hijas de Cefeo, Estérope, para ahuyentar a sus enemigos.
F. III. Mito de Iodama. Pausanias (Recorrido por Grecia, 9.34.2) relata el mito
de Iodama, quien ve a Atenea con la égida de la Gorgona y se convierte en piedra, por lo
cual se le erige un altar, en el que Iodama se dice que “vive” a partir de ese momento y
al que se le enciende un fuego. Burkert (2007, 273-4) sugiere que hay un paralelismo
entre Iodama y Atenea y que el mito ha separado una identidad en dos figuras (respetada
en el rito): la mortal y la inmortal.31
27
Vid. Apolodoro, Bibliotheca, Libro II, 36-46. Este mito es relatado también en Wilk (2000, 18-23), que
detalla el origen de la fuente de Apolodoro. Vid. Fig. 14. Cf. asimismo Vernant (2007, 135, 138, 1392). En
otra versión Perseo es ayudado por Hermes (vid. Fig. 16). Esta es una de las tradiciones; la otra
(posiblemente posterior, a juzgar por la diferencia de cronología entre las Figs. 14 y 17) sostiene que
Perseo reflejó en su escudo a Medusa y su reflejo quedó atrapado allí (Wilk, 2000, 148).
28
Vid. Apolodoro, Bibliotheca, Libro II, 46. El Ion de Eurípides es quien retoma esta tradición, cf. Wilk
(2000, 25, 148).
29
Vid. Apolodoro, Bibliotheca, Libro II, 46; la versión aparece también en Vernant (2007, 1395). Otra
variante, citada por Wilk (2000, 24), sugiere que en realidad habría competido en belleza con las
Nereidas, y por esto afeada y decapitada. En Ovidio se retoma esta tradición, como remarca Wilk (2000,
24-5). La versión de Ovidio dice que fue afeada y decapitada por Atenea, al ser Medusa violada en templo
de Atenea por Poseidón (posiblemente tiene su origen en la afirmación hesiódica de que Medusa tuvo
hijos con Poseidón; vid. Hesíodo, Teogonía, 278-281). Sin embargo, cf. nota 17.
30
Es soprendente el paralelismo que tiene este héroe con Perseo (Wilk, 2000, 134) en las historias de
Perseo y Andrómeda por un lado y Heracles y Hesíone por otro (es posible que su raíz sea común), y con
Odiseo al momento de bajar al Hades y encontrarse con la cabeza de la Gorgona (vid. Apolodoro,
Bibliotheca Libro II, 123-4 y Hom., Od. 11.632-5).
31
Según este autor, lo mismo ocurre entre Jacinto y Apolo, Ifigenia y Artemis y Erecteo y Poseidón.
5. El rescate sofocleo de la “Atenea ctónica”
Toda la información que hemos podido recabar en este trabajo nos hace suponer
que el epíteto γοργῶπις era uno de los tantos epítetos aplicados a la diosa Atenea, que
daría cuenta de esa segunda y más antigua Atenea rescatada por Baring y Cashford, y
que fue silenciado por la aparición del posterior mito de Medusa. Sófocles se apropia de
esta segunda Atenea y la combina con la Atenea de armadura que vemos en la Ilíada
homérica. No está de más decir que las dos Ateneas se confunden en la iconografía
arcaica, haciéndose más conocida la imagen de la Atenea armada y a la vez reservando
la imagen monstruosa para la Medusa, de quien Atenea conserva un recuerdo en su
armadura.
Conclusión
Bibliografía